Dos Gigantes de La Virtud
Dos Gigantes de La Virtud
Dos Gigantes de La Virtud
CONTENIDO
Contenido 3
Introducción 5
Causa de Canonización
del Venerable
MIGUEL ÁNGEL BUILES GÓMEZ
1703
Hna. Nora Gómez V. mt Roma, septiembre 3 de 2018
Con la novena en honor de Santa Teresita, Patrona titular del Instituto, la Postulación del
Venerable Miguel Ángel Builes Gómez, rinde homenaje al Obispo Miguel Ángel Builes, un
gigante de la santidad, un Pastor de almas que fue capaz de reproducir en sí mismo el
modelo supremo del Buen Pastor. Luchador, pero humilde; valiente, pero prudente, según
el concepto del Voto VIII. Santa Teresita, describe la “carrera de Gigante” en la Historia de
un Alma:
Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un
momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa
que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién
nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz... En esta noche, en la que él
se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de
sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate,
sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, «una
carrera de gigante».
Ella en pocos años, Él en muchos; Ella desde El Carmelo, Él desde Antioquia,
Colombia, América y el Mundo; Ella una vida muy sencilla, conocida de pocos
antes de su muerte y de todo el mundo después de ella; Él conocido por sus
pastorales, por sus fundaciones misioneras, por su entusiasmo misionero. Ella, que
deseaba ser sacerdote, apóstol...; Él desde los inicios de su formación sacerdotal la
conoció y la escogió como su “compañera de labor”; así lo enfatiza en Mi Diario el
24 de septiembre de 1965:
Me preguntan a veces: ¿Por qué [...] ama tanto a Teresita? Y respondo: Porque conocí
su vida y la conocía a ella misma, no en su exterior, sino en su interior, cuando
empecé mis estudios de Seminario Mayor en la Ciudad de Santa Fe de Antioquia en
1911, apenas establecida la Causa de Beatificación, siendo meramente “Venerable”.
El Reverendo Padre Tressel [...], había conseguido “La Historia de un alma”, escrita
por la misma Teresita y pensó que nos sería de mucha utilidad sacerdotal leer en
común semejante autobiografía; y no se equivocó porque en lo que a mí toca yo me
enamoré íntimamente de tan heroicas virtudes. Era el año de 1911. Tenía yo 23 años
y hervía la sangre de mi plena juventud y todas mis aspiraciones eran dar cabida y
salida al amor. Y tuve la dicha de que se atravesara en mi camino esta doncella, esta
alma virginal y santa, a la cual empecé a invocar desde entonces, con un amor y una
ternura superados sólo por mi Dios. Yo había renunciado a todo afecto humano; y
4
Algunas anotaciones:
1. Las reflexiones están hechas con la doctrina de Santa Teresita y del Venerable
Miguel Ángel Builes. Iluminan el texto del evangelio correspondiente a la liturgia del 22 al
30 de septiembre.
2. Si los textos están muy largos... la iniciativa de quien la anima, le permite suprimir,
utilizarla en otro momento de la liturgia del día, etc.
3. Se proponen algunos cantos, pueden ser sustituidos; basta buscarlos en YouTube
4. Proponemos la oración al Venerable Miguel Ángel Builes y el favor que te pido: la
santidad del Instituto...
5
1-- Motivación: Iniciamos este día el primer día de la novena en honor de Santa
Teresita, patrona titular del Instituto. La Hna. Gabriela Barrera Ortiz, misionera teresita,
preparó un preciso folleto que llamó Santa Teresita del Niño Jesús alma gemela de Miguel
Ángel Builes. Muchos acontecimientos de sus vidas presentan no meras coincidencias sino
verdaderas providencias.
Como homenaje al Venerable Miguel Ángel Builes Gómez, de quien el Papa
Francisco ha reconocido el ejercicio heroico de las virtudes teologales, cardinales y anexas,
la Postulación del Venerable Miguel Ángel Builes, ha preparado esta novena, para honrarle
en este año de gracia y vivir esa promesa que nuestro Venerable le hizo antes de proceder a
la fundación de nuestro Instituto: “hagamos una compañía”. Espigaremos la liturgia del
día, la iluminaremos con algunos párrafos de la doctrina de Santa Teresita y del Venerable
Miguel Ángel Builes Gómez.
Nota: La animadora puede cambiar, suprimir, dramatizar la escena, lo que mejor convenga al grupo y
a las circunstancias. Los cantos se sugieren pero pueden ser elegidos de acuerdo con la comunidad.
largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; 6otra cayó sobre piedra, y
después de brotar, se secó, por no tener humedad; 7otra cayó en medio de abrojos, y
creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. 8Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio
fruto centuplicado.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» 9Le
preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, 10y él dijo: «A vosotros se os ha
dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que
viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. 11«La parábola quiere decir esto: La simiente es
la Palabra de Dios. 12Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el
diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. 13 Los de sobre
piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen
por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten.14 Lo que cayó entre los abrojos, son
los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las
riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. 15Lo que en buena tierra, son los
que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto
con perseverancia.
Animador: Los dos han sido tierra fecunda donde la semilla ha crecido; encontraron buen
terreno en sus familias y en la docilidad de sus conciencia; los dos sensibles a la semilla
que se pierde por esterilidad del terreno o por falta de riego, de cuidado; los dos
hambrientos de espigas y de granos para el altar; los dos produjeron frutos al ciento por
ciento. Algunos párrafos de sus escritos nos iluminan:
distancia nunca podrá separar nuestras almas, y la muerte misma hará más íntima nuestra
unión. Si voy pronto al cielo, pediré permiso a Jesús para ir a visitarlo a Su-tchuen y
proseguiremos juntos nuestro apostolado.
Estas ansias de sembrar, cultivar y arrancar espigas en sazón las encontramos en algunos
párrafos de nuestro Venerable en Mi Diario:
Visita Canónica a las Hermanas. Si la casita de Caucasia está tan buenita, me ha parecido
sin embargo mejor ésta. Mis hijas de aquí son muy buenitas. “Deo Gratias”. Les predico
sobra la fidelidad a su regla. Salimos río arriba en canoa a pescar unas parejas (2) que viven
al otro lado a la desembocadura del Nechí. Nada logramos; pero quedó la semilla. Señor,
danos el incremento. ¡Así sea! (Mi Diario 15.10.1945).
En una de las Visitas Pastorales el Venerable Miguel Ángel, ‒recordamos que no existían
aún los micrófonos y la voz venía a veces muy forzada‒, no se preocupaba porque
encontrará otros medios para continuar anunciando la Palabra:
El último día lo pasamos en buena recolección de espigas para los graneros del Amado.
Todo es el ajetreo de una visita pastoral. Predico sobre el juicio universal y las gentes
reciben con sorprendente atención las divinas enseñanzas. Señor, no me dejes dañar mi
garganta para seguir empleándola en enseñar tu verdad y evangelizar a todos los hombres.
8
Aunque si tu quieres que te la sacrifique, tú me darás en cambio otros medios para cantar tu
gloria y regar tu semilla (Mi Diario 28.02.1949).1
Sobre la divina palabra que es semilla divina de salvación en las almas hace referencia en
1939 durante la Visita Pastoral a la parroquia de San Pablo:
Consignamos en esta ocasión la satisfacción que nos ha causado el hecho de que durante la
predicación estuvieron cerrados almacenes y tiendas. Buena señal es oír la divina palabra
que es semilla divina de salvación en las almas. Bienaventurados los que oyen la palabra de
Dios y la practican. Insistimos en nuestro encarecimiento de visitas pastorales pasadas:
enseñanza del catecismo en las veredas para lo cual prestarán su apoyo las socias de la
Acción Católica; vigilancia de los hijos y de las doncellas por parte de sus madres; lucha
contra el alcohol, causa de tantas y tan grandes desgracias; fuga de esa flagelo que se llama
la deshonestidad, plaga asoladora de almas y de cuerpos, ruina de los hogares, destructora
de la paz y causa de condenación.2
Una de las primeras Visitas Pastorales la hizo nuestro Venerable Miguel Ángel Builes en
1925 a la parroquia de Santa Isabel; escribe un poco apesadrumbrado:
Entre los muchos males que aquejan esta porción querida de nuestro rebaño, enumeraremos las más
sobresalientes, con la esperanza de que nuestras palabras pastorales no serán semilla arrojada en
arenales calcinados. No sabemos si exageramos al decir que el espíritu inmundo, es decir, el de la
deshonestidad, se cierne sobre este amado pueblecito, para regar con fango el campo de las almas,
pero es lo cierto que a pesar de nuestros esfuerzos de tiempos no lejanos y a pesar de la incansable
labor del Venerable Señor Cura, falta aún muchos por corregir: el vínculo sagrado del matrimonio
es para muchos cristianos un mito y se le mira como si no fuera mandato divino; las uniones
ilegítimas son un cáncer en la sociedad cristiana y los malos ejemplos de los mayores son para los
pequeños motivo de grandes y nocivísimos escándalos. No olvide el pueblo cristiano que el sexto
mandamiento no ha sido abrogado ni lo será, mientras Dios sea Dios y que no hay virtud que
perfume con más deliciosos aromas la Iglesia de Dios como la blanca virtud de la castidad.
El día del Señor es para muchos como cualquier otro día aunque el sacerdote visite la viceparroquia,
pues ni oyen la santa Misa ni se acuerdan que el domingo no es día de trabajo sino de descanso y
oración.
[...] La indiferencia religiosa y el desmedido afán por lo temporal, hacen que muchos fieles vivan
como si no tuvieran un alma que salvar, olvidados de Dios y entregados exclusivamente a sus
negocios. Pero no olvide el pueblo cristiano que el Espíritu Santo ha dicho: “No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. El fin del hombre no son las riquezas,
los honores ni los placeres, sino Dios y por eso no debe emplear su vida en lo terreno y caduco sino
en lo celestial y eterno, para lo cual debe andar siempre en el camino de los mandamientos de Dios. 3
En 1931 Moseñor Builes visita la parroquia de Entrerríos; allí levantó su voz para rogar al
Venerable Señor Cura que llame paternalmente la atención para combatir la malicia, la fornicación,
el adulterio, no sea que por omisión algunas semillas venenosas regadas aquí y allá, nazcan,
crezcan, se propaguen y aminoren el florecimiento de virtudes que queremos en esta cristiana
feligresía.4
1
Al mismo debilitamiento de la voz para regar la semilla se refiere en Mi Diario 20.02.1955.
2
V.P. a San Pablo, 1939, Tomo II, pág. 117. Sobre el mismo tema escribe en el Acta de la Visita
Pastoral a la parroquia de Campamento, 1964, Tomo III, págs. 768-769.
9
Los vicios, dice el Venerable Obispo son semillas que corrompen el campo de las almas; lo anota al
visitar pastoralmente en 1938 la parroquia de Cáceres:
La embriaguez agregada a la ociosidad y a los vicios impuros de que hemos hecho mención siembra
semillas de ruina moral y material que ya están produciendo sus frutos. La Santa Iglesia prescribe la
confesión y la comunión anuales; pero la mayoría de los fieles descuidan o desprecian estos
mandamientos por no dejar las malas vidas en que viven. Sin embargo, la sanción pasa sobre sus
cabezas, implacable para el día de la justicia. 5
En 1940 visita la parroquia de Segovia y anota una voz de estímulo para esta comunidad:
Reconocemos, con honda consolación que habéis acudido en buen número a oír la predicación, que
es la palabra de Dios, y la semilla divina, que un día ha de nacer, crecer y fructificar para la vida
eterna.6
3
V.P. a Santa Isabel, 1925, Tomo I, págs. 33-34.
4
V.P. a Entrerríos, 1931, Tomo I, págs. 449-450.
5
V.P. a Cáceres, 1938, Tomo II, págs. 105-106.
6
V.P. a Segovia, 1940, Tomo II, págs. 176-178.
10
1-- Motivación: Jesús recuerda siempre la cruz y la resurrección pues son los dos elementos
que han de habitar en la vida de un cristiano. Jesús te lo recuerda y me lo recuerda para que no
nos olvidemos. Santa Teresita del Niño Jesús y el Venerable Miguel Ángel, nos enseñan que
es necesario caminar por este binario si queremos alcanzar la perfección. La humildad es una
virtud que rige la vida y estuvo presente en los dos. Santa Teresita no vivió en el monasterio
publicando lo que hacía. El Obispo de Santa Rosa de Osos no tenía ni títulos Universitarios ni
un apellido de renombre. No obstante, Ella es la Patrona Universal de las Misiones y Él el
Obispo Misioneros de Colombia. Ellos buscaron salvar almas y esa espiritualidad es
compartida por muchos.
Es Teresita la iluminada
que entre querubes de amor quemada // junto al esposo feliz está;
toda mi vida, como una estrella fulgente alumbra mi oscura senda,
hasta llevarme donde la envuelve, gloria triunfal //
30Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, 31porque iba
enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» 32Pero ellos no entendían lo
que les decía y temían preguntarle. 33Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba:
«¿De qué discutíais por el camino?» 34Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre
sí quién era el mayor. 35Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos». 36Y tomando un niño, le puso en medio
de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: 37«El que reciba a un niño como éste en mi
11
Animador: En los siguientes párrafos tomados de los escritos de Santa Teresita y del
Veneraable Miguel Ángel podemos tomar profundas lecciones acordes con la temática de este
domingo XXIV del Tiempo Ordinario.
En esta tierra, en la que todo cambia, sólo una cosa se mantiene estable: el comportamiento del
Rey del cielo respecto a sus amigos. Desde que él levantó el estandarte de la cruz, a su sombra deben
todos combatir y alcanzar la victoria. «La vida de todo misionero es fecunda en cruces», decía T.
Vénard, y también: «La verdadera felicidad consiste en sufrir. Y para vivir, tenemos que morir».
Hermano mío, los comienzos de su apostolado están marcados con el sello de la cruz, el Señor
lo trata como a un privilegiado. Él quiere afianzar su reinado en las almas mucho más por la
persecución y el sufrimiento que por medio de brillantes predicaciones. Usted dice: «Yo soy todavía
un niñito que no sabe hablar». El P. Mazel, que fue ordenado sacerdote el mismo día que usted,
tampoco sabía hablar, y, sin embargo, ya recogió la palma...
¡Cuán por encima de los nuestros están los pensamientos de Dios...! Al conocer la muerte de
este misionero, al que yo oía nombrar por primera vez, me sentí movida a invocarle, me parecía verlo
en el cielo en el glorioso coro de los mártires. Sí, lo sé, a los ojos de los hombres su martirio no lleva
nombre de tal; pero a los ojos de Dios, ese sacrificio sin gloria no es menos fecundo que los de los
primeros cristianos que confesaron su fe ante los tribunales. La persecución ha cambiado de forma, los
apóstoles de Cristo no han cambiado de sentimientos; por eso su divino Maestro no cambiará tampoco
sus recompensas, a menos que no sea para aumentarlas en comparación con la gloria que se les niega
aquí abajo[...]
Dejando para las grandes almas y para los espíritus elevados esos brillantes libros que yo no
puedo comprender, y menos aún poner en práctica, me alegro de ser pequeña, pues sólo los niños y los
que se hacen como ellos serán admitidos al banquete celestial. Me alegro enormemente de que en el
reino de Dios haya muchas moradas, porque si no hubiese más que ésa cuya descripción y cuyo
camino me parecen incomprensibles, yo no podría entrar en él. No obstante, no quisiera estar muy
alejada de la de usted; espero que Dios, en consideración a sus méritos, me conceda la gracia de
participar de su gloria, de igual modo que aquí en la tierra la hermana de un conquistador, aunque
carezca de dones naturales, participa, a pesar de su pobreza, de los honores tributados a su hermano.
hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y
confiando hasta la audacia en su bondad de Padre” Y quién podrá mejor que uno mismo
conocer y palpar su debilidad? Qué podría yo decir, yo que he vivido víctima de ella? Pues así
débil y miserable y pecador, estoy del todo en las manos de mi Dios. Y el amor lo hará todo (Mi
Diario 28.06.1954).
El 29 de junio de 1954 en Paris, durante la visita a las Hermanas Oblatas, hijas de Santa Teresita,
les dijo:
Quisiera informarles de esto: Amo muchísimo a Santa Teresita del Niño Jesús, como vosotras la amáis.
Desde hace 43 años la conozco, y desde ese tiempo siento por ella un gran amor, que yo deseo también
hacer sentir a todas las hermanas y, más aún, inflamar vuestros corazones, consagrados ya al amor
misericordioso del Buen Dios y de Teresita. Para honrarla, y también para mostrarle mi hermanita Santa
Teresita este amor, desde que me nombraron Obispo, pensé en regalarle muchos sacerdotes, muchas
hermanas y muchas almas.
Es por ello que fundé mi Comunidad de sacerdotes, que se llama “el seminario de Misiones de
Yarumal”, que es el primero de esta especie en América Latina y en Colombia, mi patria. A este
Seminario de Santa Teresita pertenecen también dos Prefectos Apostólicos. El Seminario cuenta ya con 80
sacerdotes que trabajan en nombre de Santa Teresita en las regiones tropicales tan trabajosas de nuestra
América.
He fundado tres congregaciones de Religiosas. Dos de ellas se llaman “las Misioneras de Santa
Teresita” y de nombre familiar “las teresitas”.
Son activas y contemplativas respectivamente. Las activas son ya 304 profesas con 38 casas, 36
novicias y 25 postulantes. Diez años después de haber fundado las activas fundé las Hermanas
Contemplativas; esta Comunidad salió de la primera para la recitación del Oficio Divino dentro de la
clausura, como lo hizo la misma Santa Teresita en Lisieux: para orar por los sacerdotes, por los misioneros
y por las religiosas y para ayudar también a la conversión de los paganos y de todos aquellos que aún no
han recibido la fe, en cualquier parte del mundo. Ellas hacen la Adoración Perpetua delante del Santísimo
Sacramento expuesto,
Hace tres años, fundé una tercera Comunidad para dar el catecismo, y las hermanas son ya 21: 15
novicias y 6 postulantes. Ellas se llaman las “Hijas de la Misericordia”. Pero como ustedes, mis queridas
hermanas, son sus hermanas, hermanas de mis sacerdotes lo mismo que de mis religiosas, todos
misioneros y todos de S. Teresita; yo les ruego que todas sus oraciones y nuestras oraciones, todos
nuestros sacrificios, todos nuestros trabajos se unan; y todos oremos unos por los otros. Les pido también,
que los lazos del amor fraternal sean tan estrechos, que, los enemigos de nuestras almas no puedan contra
ningunos de nosotros: sacerdotes misioneros de S. Teresita, Teresitas activas, Teresitas contemplativas e
Hijas de la Misericordia. Así, unidos estrechamente por los lazos de la caridad fraternal todos los
miembros de la familia Teresiana, nuestra oración de todos los momentos, nuestros sacrificios, nuestros
trabajos, etc.., serán más agradables al Buen Dios, y nosotros tendremos una fuerza más grande para hacer
el bien que deseamos.
1-- Motivación: El Evangelio de hoy es una propuesta a poner al servicio de Dios los talentos
que hemos recibido. La persona humilde no es la que dice no haber recibido nada, “no sirvo
para nada”. No, humilde es quien que sabe agradecer a Dios por cuanto ha recibido. Santa
Teresita el 17 de julio, poco antes de su muerte exclama:
Presiento que voy a entrar en el descanso... Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi
misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis
deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien
en la tierra. Y eso no es algo imposible, pues, desde el mismo seno de la visión beatífica, los ángeles
velan por nosotros.
No es soberbia de la humilde carmelita de sólo 24 años; no es soberbia de la que vivió oculta en
el monasterio. Es un canto de humildad, es la conciencia de su futura misión, es la certeza de
que la lámpara debe iluminar siempre más alto después de entrar en la casa del Padre. De igual
manera nuestro Venerable Miguel Angel, imitó a la dulce compañera de su vida cuando
escribió el 3 de agosto de 1947:
Algún día, Señor, yo sé que no muy tarde me llevarás a tu cielo; pero me darás permiso, no es
verdad, de volverme al mundo con Teresita a dar vida cada vez más viva y más activa y más
pujante a esas obritas que no buscan sino almas, almas, almas, para con ellas glorificarte. No es
verdad que sí, mi Dios querido? Porque echar rosas desde el cielo, misión de Teresita, es algo muy
grande. Pero no es suficiente para las necesidades espirituales de un mundo paganizado y perdido.
Por eso, mi compañerita accederá, y juntos subiremos a tu trono, te pediremos prestadas las llaves
de tu corazón, sacaremos todas sus infinitas riquezas y nos volveremos a la tierra a cavarla y
volverla a cavar, a regarla y a preparar los surcos, a sembrarla y a segar los trigales. Verdad,
Maestro adorado, que sí nos vas a dar permiso a los dos y nos confiarás tus tesoros? Y en las manos
de los javieres y las teresitas etc., etc. Tú los harás producir.
1—Motivación
Este cuarto día de la novena en honor de nuestra Santa Patrona es una invitación a
comportarnos como verdaderos parientes de Jesús. El Venerable Miguel Ángel, nuestro
fundador, comprometió a doña Anita en favor de sus fundaciones, especialmente de nuestro
Instituto. Conocemos que al día siguiente de nuestra fundación emprendió su primer viaje a
Roma para cumplir con una de las disposiciones del Derecho Canónico, por lo cual debía
visitar las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo y llevar al Papa Pío XI un informe de la
Diócesis.
19Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de
la gente. 20Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» 21Pero
él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen.»
5- Santa Teresita
En mayo de 1897, compone espontáneamente esta petición. Cierto es que Teresita escribió en
carta a su hermana Celina: «Todavía tengo que hacer una cosa antes de morir», «Siempre he
soñado con exponer en un canto a la Santísima Virgen todo lo que pienso sobre ella»
Respecto a la Virgen María, lo único que le interesa a Teresita es «su vida real, no su vida
supuesta» y por eso vuelve su mirada al Evangelio.
Este largo poema hay que acogerlo, ante todo, en actitud de oración: es, en efecto, una especie
de himno litúrgico, de doscientos versos alejandrinos, que traducen a la perfección «la
objetividad» a la que quiere ceñirse la Teresita. Veamos algunos de los versos:
Algunos párrafos de las cartas a “mi madre” como llamaba a Doña Anita Gomez, nos permiten
conocer la confianza que depositaba en ellas, en sus oraciones y en su buena voluntad:
VOZ 1 - Barranquilla, 16.04.1929: Tuvimos viaje feliz hasta aquí, y lo tendremos más aún en
adelante no lo olvide las oraciones por aquello. Estoy seguro del éxito, pero por lo mismo, hay que
redoblar las plegarias [...]. No me vaya a dejar sufrir mis muchachitas: organíceles todo, cómpreles las
gallinas, procure darse cuenta de sus necesidades y busque el oportuno remedio.
VOZ 2 - A bordo del Vapor Pellerín, 21.04.1929: Cada sacerdote que me hablaba, me pedía
un misionerito de Yarumal... Están verdes todavía... Pero un día madurarán y las "Teresitas" tendrán luz y
calor para iluminar y confortar a tantos pobrecitos que mueren de tristeza y oscuridad, de hambre y de
miseria espiritual. ¡Cuánto pienso en mis misioneritos y en mis misioneritas! Hágase cuenta que son sus
hijitas, y vuélvase usted también una misionera. No las vaya a dejar sufrir, pues la misión que las espera
es verdaderamente sublime y mis esperanzas son grandes como la inmensidad de este mar azul cuyas
espaldas gigantes estamos pisando y en cuyos senos profundos leo los misterios que el porvenir nos
reserva.
VOZ 1 - París, 12.05.1929: Claro día el 9. Dije misa en acción de gracias a mi Dios y le mandé
un besito a mi Sor Teresita que ya está tan cerca. [...] Son las 4. Sale el tren para Lisieux. ¡Qué
impresiones nos esperaron en la tierra donde se hizo santa esa criatura angelical que tiene conmovido el
mundo entero! ¡No se imagina lo que sentí al pisar suelo de Lisieux! ¡Siento que amo a Teresita de
verdad! El Padre Darío había preparado nuestro albergue por carta, con los Padres Capellanes de la
iglesia de Santa Teresita. Nos esperaban. Eran las 7. Con ellos comimos y hablamos de muestras
empresas: Seminario de Misiones, “Teresitas”. Dormí pensando en tantas cosas. Desperté y mi Teresita
me arrancó un suspiro: ¡Iba a celebrar sobre su tumba! Y tuve esa inmensa dicha: no propiamente sobre
su tumba, sino en la capilla vecina que es la de los afortunados ya que la tumba está en el claustro. Pero es
visible a través de una ancha reja y a tres pasos. Cuántas cosas le dije. Y me acordé de mi Madre de la
tierra que me ofreció a María Santísima cuando aún no vivía... ¡Y la bendijo, porque ella me llevó en su
seno orando por mí, y me entregó a María, para más tarde trabajar unido a Teresita por Jesús y por las
almas! De rodillas media hora ante la tumba y los restos benditos de Teresita, a través de la reja y
aspirando el aroma de cien rosas recién deshojadas al pie de la imagen de Teresita, deshoje yo también
los pétalos de mi alma y mi Teresita recibía el obsequio de mis lágrimas que corrieron como perlas y de
mis suspiros que procuraba ahogar, porque me habían denunciado.
19
Media hora feliz, no te olvidaré jamás. Pedí a Sor Teresita que me concediera mis "Teresitas" y pensé
en cada una de ellas y a cada una la puse en las manos de nuestra protectora, para que ella las
presentase a Jesús y moviera el corazón del Padre Santo. Pasó algo que todo mundo vio como
excepción, la hermana mayor de Santa Teresita, Paulina, se dejó ver de este pobre, sin velo, de modo
que pude conocerla y contemplarla a mis anchas, la segunda madre de Teresita. Y para colmar me
regaló tres reliquias, una para el Seminario de Misiones, otra para las "Teresitas" y la tercera para
llevarla yo junto a mi corazón. Ahora sí que voy a trabajar con mi Teresa, por las almas. Salí, pues,
riquísimo de Lisieux, con el alma llena de consuelos espirituales y de ánimo para el trabajo.
VOZ 2 - París, 15.05.1929: Le aseguro que en vez de volverme un diablo en esta hermosa Francia, me
volveré un santo y llevaré semilla para los míos. Desde Lisieux llevo sobre mi corazón una reliquia
auténtica de mi Santita y ella será mi compañera de labores hasta morir, y morir de amor como ella,
después de haber salvado a Jesús la propia alma y otras muchas almas [...] Como yo no tengo por ahora
otro interés que el de mi Diócesis, mi Seminario de Misiones y mis “Teresitas”, dejo a un lado mis
naturales deseos de conocer algo de este "cerebro del mundo", y me voy a la ciudad de Abbeville, muy al
norte de Francia, a ponerme al habla con el Padre Matturín, muy conocedor de todo, grande amigo de
nuestra empresa y a quien necesitaba hablar.
1—Motivación
El Evangelio que proclamamos en este día ofrece unos elementos que se hicieron realidad
tanto en Santa Teresita como en el Venerable Miguel Ángel Builes. Ambos convocados por el
Señor para el anuncio del Reino. Revestidos de la autoridad moral que se aprendieron en el
hogar para un servicio de autoridad en dos realidades diferentes: Ella, la más joven del
monasterio le viene encomendado acompañar a las novicias. Nuestro Venerable cuado tenía
sólo 35 años de edad y nueve de sacerdocio, Roma lo miró capaz de pastorear una Diócesis
recién creada, extensa, sumida en la ignorancia religiosa, precaria economía y vista por las
ideologías del tiempo como campo seguro para conseguir por el menor precio el máximo
número de adeptos. Santa Teresita maduró en su monasterio la vocación misionera, al punto
que el Papa Pío XI la nombró PATRONA UNIVERSAL DE LAS MISIONES. Él obtuvo por
su trabajo y compromiso misionero el título del OBISPO MISIONERO DE COLOMBIA.
1Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar
enfermedades; 2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. 3Y les dijo: «No toméis
nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno.
4Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. 5En cuanto a los que
no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra
ellos». 6Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas
partes.
21
En los Manuscritos Autobiográficos, la carta de Santa Teresita a sor María del Sagrado Corazón
en 1896, constituye el Manuscrito «B». Es el capítulo IX en donde Teresita describe su vocación que
comprende todas las vocaciones:
Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería
bastarme... Pero no es así... Ciertamente, estos tres privilegios son la esencia de mi vocación:
carmelita, esposa y madre.
Sin embargo, siento en mi interior otras vocaciones : siento la vocación de guerrero, de
sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. En una palabra, siento la necesidad, el deseo de
realizar por ti, Jesús, las más heroicas hazañas... Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un
zuavo pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla...
Siento en mí la vocación de sacerdote . ¡Con qué amor, Jesús, te llevaría en mis manos
cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo...! ¡Con qué amor te entregaría a las almas...!
Pero, ¡ay!, aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís y
siento en mí la vocación de imitarle renunciado a la sublime dignidad del sacerdocio.
¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida...!, ¿cómo hermanar estos contrastes? [3rº] ¿Cómo convertir
en realidad los deseos de mi pobrecita alma?
Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como los
doctores.
Tengo vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz
gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera
anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más
remotas... Quisiera se misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la
creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos...
Pero, sobre todo y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta
la última gota de mi sangre...
¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Un sueño que ha ido creciendo conmigo en los
claustros del Carmelo... Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo
limitarme a desear una sola clase de martirio... Para quedar satisfecha, tendría que sufrirlos
todos...
Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada... Quisiera morir
desollada, como san Bartolomé... Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo...
Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires... Con santa Inés y santa Cecilia,
quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera
susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús... Al pensar en los tormentos que serán el lote de los
cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que
esos tormentos estuviesen reservados para mí... Jesús, Jesús, si quisiera poner por escrito todos
mis deseos, necesitaría que me prestaras tu libro de la vida, donde están consignadas las hazañas
de todos los santos, y todas esas hazañas quisiera realizarlas yo por ti...
Leí en el primero que no todos pueden ser apóstoles, o profetas, o doctores, etc...; que la
Iglesia está compuesta de diferentes miembros, y que el ojo no puede ser al mismo tiempo
mano... La respuesta estaba clara, pero no colmaba mis deseos ni me daba la paz [...]
La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo,
compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos
ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.
22
Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor
llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a
derramar su sangre...
Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el
amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...!
Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he
encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...!
Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha
dado11... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi
sueño se verá hecho realidad...!!! [...] Y yo, como hija de la luz, comprendí que mis deseos de
serlo todo, de abarcar todas las vocaciones, eran riquezas que podían muy bien hacerme injusta;
por eso me he servido de ellas para ganarme amigos...
Sobre el origen del amor inmenso e intenso que nuestro Venerable profesa a Santa Teresita del Nño
Jesús, escribió Él en Mi Diario el 28 de septiembre de 1965, se encontraba en Roma participando en la
última etapa del Concilio Vaticano II y esta anotación corresponde al quinto día de su novena en honor de
la compañera de sus actividades y encargada de su santificación personal. Escuchemos:
Es el quinto día de la novena a Teresita, y quiero dejar en esta página las inspiraciones de mi amada
Compañera de labores por Cristo y por las almas, cuando acabado de ordenar me confió el Señor Obispo
Doctor Don Maximiliano Crespo el cultivo espiritual del Bajo Cauca y el carácter de coadjutor del
piadoso Párroco de Valdivia, el Reverendo Padre Uladislao Ortiz. Cuando en compañía de dos
Reverendos Padres Jesuitas hice la primera correría desde Puerto Valdivia hasta Nechí, la que nos ocupó
40 días, yo sentí un dolor profundo al encontrar tanta gente en los muchos caseríos que suspiraban por el
sacerdote residencial, lo que era un imposible por falta de clero. Como entre brumas imaginé el
Semisiones, pero sin ideal concreto. Era la primera insinuación de mi Teresita, la que se fue aclarando
hasta brillar del todo a los diez años, cuando ya obispo, visité como tal el mismo Bajo Cauca y el Nechí
hasta Zaragoza, bajando por el Bajo Cauca y subiendo luego por el Nechí. No cabe duda de que mi Teresa
era la que en nombre del divino misionero me sugería algo así como un instituto misionero para ganar
para Cristo las tribus indígenas de nuestra Patria y del mundo todo, pero también para procurar la vida
espiritual a los ya bautizados de las playas de estos ríos y del Magdalena y los ríos orientales hasta el
Amazonas y las extensas riberas del Atlántico y del Pacífico. Pero no sólo sacerdotes: Teresita quería unas
hijitas que se llamarían “Teresitas”, y fue así como al terminar en Zaragoza una correría de 60 días, y
demorarnos los cuatro misioneros que andábamos en equipo una noche en una región intermedia entre
Zaragoza y Remedios, uno de los sacerdotes que me acompañaban me despertó de mis sueños teresianos
dando un latigazo a mi caballo que apenas si daba un paso, porque el jinete estaba como absorto oyendo la
voz delicada y suave de mi amada Compañera que me pedía unas hijitas misioneras. Mi caballo se movió
entonces como si adivinara mi querer de llegar pronto a Remedios donde encontraría un alma bella que yo
mismo había dirigido espiritualmente cuando era cura de esa localidad, nada menos que la Reverendísima
Madre María, primera Superiora General de las Teresitas, y luego en el Tigre las dos Hermanas por sangre
y por vocación: Hna. Inés, una celosísima “teresita” misionera catequista y su Hna. Domitila, a cuál más
fervorosa, y dignas hijas de mi amada Teresita del Cielo.
Eran las primeras llamadas a la Comunidad de las “Teresitas misioneras” ya aprobadas
definitivamente por la Santa Sede. Gracias mil, Teresita de mi alma, que me has dado ya más de
quinientas hijitas tuyas que copian tu vida de amor y celo por la gloria de Dios y la conversión de miles de
almas. Gracias mil, mi adorada y queridísima compañera. Una cosa te pido a gritos en esta novena: hazme
santo. Esa es mi petición en esta novena.
Oremos ahora confiadamente a Dios Padre, por intercesión de Santa Teresita y del Venerable
Miguel Ángel para que acojamos el desafía a salir y a ser discípulos de Cristo para
reevangelizar el mundo.
1. Para que el Papa, los obispos, los sacerdotes y cuantos colaboran con él en el gobierno y
guía de la Iglesia estén atentos a las necesidades del Pueblo de Dios y den respuesta a todos
los hombres y a sus interrogantes. Roguemos al Señor.
2. Para que el Señor llame a nuestro Instituto a muchas jóvenes y para que viviendo como Él
vivió hagan creíble su mensaje de salvación universal. Roguemos al Señor.
4. Señor, que concediste al Venerable Miguel Ángel Builes fundar diversas congregaciones
religiosas con el espíritu de Santa Teresita, concédenos la alegría de su pronta beatificación e
imitarlo en la vivencia heroica de las virtudes.
Presidente: Oh Dios que quisiste hacernos discípulos de tu Hijo para cooperar con Él en el
anuncio del Evangelio y en la instauración de su Reino; escucha nuestras oraciones, da a tu
Iglesia obreros que la construyan y a nosotros concédenos un corazón dispuesto a darlo todo
por amor a Ti.
1—Motivación
Querer ver a Jessús genera la búsqueda. Santa Teresita y el Venerable Miguel Ángel lo buscaron
ardientemente. El encuuentro inicia sin lugar a duda en la familia. Teresita lo encontró en pocos
años de vida, para Miguel Ángel supuso tres veces más años que para la joven carmelita, a quien
podemos aplicar las palabras del libro sapiencial “en pocos años lleno larga vida” (Sb 4,13). No
importa el tiempo que gastes en buscarlo sino la alcanzar la meta, es decir, Ver a Jesús,
identificarse con Jesús. Cada uno en su puesto, cada uno llenando la misión que le ha sido
confiada. Procuremos también nosotras tener claro el objetivo de nuestra Vida Consagrada:
QUEREMOS VER A JESÚS.
7Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que
Juan había resucitado de entre los muertos; 8otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno
de los antiguos profetas había resucitado. 9Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es,
pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
Santa Teresita va más allá del sólo ver. En carta del 14 de julio de 1889 escribe a su hermana
Celina:
Mi alma no te abandona..., ¡sufre el destierro1 contigo...! ¡Ay, cómo cuesta vivir, seguir en esta
tierra de amarguras y de angustias...! Pero mañana..., dentro de nada, estaremos en el puerto, ¡qué
felicidad! ¡Qué maravilloso será contemplar a Jesús cara a cara por toda la eternidad! ¡Siempre, siempre
más amor, siempre alegrías cada vez más más embriagadoras..., una felicidad sin nubes...!
¿Cómo se las habrá arreglado Jesús para desligar así nuestras almas de todo lo creado? Sí, nos ha
infligido un golpe muy duro, pero es un golpe de amor. Dios es digno de admiración, pero sobre todo es
digno de amor. Amémosle, pues..., amémoslo lo bastante como para sufrir por él todo lo que él quiera,
incluso los dolores del alma, las arideces, las angustias, las frialdades aparentes... ¡Es gran amor amar a
Jesús sin sentir la dulzura de este amor...! ¡Es un verdadero martirio...! Pues bien, ¡muramos mártires!
Celina, Celina mía, dulce eco de mi alma, ¿entiendes? Es el martirio ignorado, sólo conocido por Dios,
que el ojo de la criatura no puede descubrir, martirio sin honor, sin [vº] triunfos...
He ahí el amor llevado hasta el heroísmo... Pero un día Dios, agradecido, exclamará: «Ahora me
toca a mí» ¿Y qué veremos entonces...? ¿Qué será esa vida que nunca tendrá fin...? Dios será el alma de
nuestra alma..., ¡misterio insondable...! El ojo del hombre no ha visto la luz increada, su oído no ha
escuchado las incomparables armonías, y su corazón no puede soñar lo que Dios tiene reservado a los que
ama. Y todo esto llegará pronto, sí, pronto. Démonos prisa en tejer nuestra corona, tendamos la mano para
recoger la palma, y si amamos mucho, si amamos a Jesús con pasión, no será lo bastante cruel como para
dejarnos mucho tiempo en esta tierra de destierro...
Celina, durante los CORTOS INSTANTES QUE nos quedan, no perdamos el tiempo..., salvemos
almas... Las almas se pierden como copos de nieve, y Jesús llora, y nosotras pensamos en nuestro dolor sin
consolar a nuestro prometido... Sí, Celina, vivamos para las almas..., seamos apóstoles..., salvemos sobre
todo las almas de los sacerdotes. Esas almas debieran ser más transparentes que el cristal... Pero, ¡ay!,
¡cuántos malos sacerdotes, cuántos sacerdotes que no son lo bastante santos...! Oremos y suframos por
ellos, y en el último día Jesús estará agradecido. ¡Nosotras le daremos almas...! ¿Comprendes, Celina, el
grito de mi corazón...? Juntas..., siempre juntas.
En la Hora Santa del 31 de diciembre de 1945, nuestro Venerable Fundador habló a las Hermanas
en la Capilla de la Casa Madre. Luego la transcribió en Mi Diario:
Hermanas de mi alma, romped esas cadenas, mirad arriba, sursum corda, no estáis solas, María
bendita que os dio a Jesús quiere dar a Jesús el regalo de vuestro ser todo entero; Teresita la vuestra, la
de la confianza y el amor no quiere que os sorprenda el último minuto de vuestra vida, como nos ha
sorprendido ya el último de este año, sin que os halléis entre los brazos de Jesús y envueltas entre los
resplandores suavísimos de los últimos arreboles de la tarde. Aquí está Jesús en este sagrario
resplandeciente de luces y de flores. El filo de esta media noche como una espada bruñida va a separar
dos años y no puede sorprenderos lejos de Jesús.
Fue majestuoso el silencio, mientras el reloj de la capilla iba dando acompasado los doce golpes
de la media noche. Inmediatamente nos ofrecimos Jesús con la ofrenda de Teresita al Amor
misericordioso. Luego ofrecimos a la Augusta Trinidad nuestro Tesoro, que es Jesús, y que nos
suple ampliamente, con la oración: “Oh adorable Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo etc.”.
Luego la ofrenda a María: “Oh Señora mía, oh Madre mía yo me ofrezco todo a Vos”. Y las cien
voces de las Hermanas con la pobre voz de servidor eran una sola voz de ofrecimiento al Amor.
Se cantó el Trisagio a la Augusta Trinidad, se hicieron breves consideraciones sobre la gratitud.
Se cantó el Te Deum y recibida la bendición, nos fuimos a buscar el descanso por entre las
ráfagas de una niebla helada que no pudo contrarrestar, qué iba a poder!, el fuego de amor y
gratitud que quemaba nuestros pechos.
1—Motivación
La liturgia del día indica totalidad, no podemos dar a Jesús pedacitos. La pregunta de Jesús es
clara: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» No se contenta con una respuesta hoy, otra
mañana, digo lo que dice éste, digo lo mismo que dice ella. Es radical la pregunta. El mundo
opina una cosa de Jesús, a cada diversa religión y cultura, corresponde una respuesta diversa,
quizá ni siquiera han oído hablar de Él y es ese uno de los objetivos de nuestra Vida Religiosa,
como bien lo expresa el Venerable Fundador en el número 14 de Mi Testamento Espiritual:
Dios, el alma, las otras almas.
18Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les
preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 19Ellos respondieron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.» 20Les dijo:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» 21Pero les
mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir
mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y
resucitar al tercer día.»
Santa Teresita escribiendo a su hermana Celina el 27 de abril de 1890 le confiesa que Jesús no
puede habitar en medio corazón. El Venerable Fundador se refiere al Cristo total. Nosotras
hablamos el mismo lenguaje? Cada una respondemos en el lo profundo y acorde con la firmeza
de nuestras respuesta y testimoio de vida. Escuchemos:
Celina, ¿pensabas que tu Teresa podía olvidarse del 28 de abril...? Celina, mi corazón está lleno de
recuerdos..., me parece que hace siglos que te quiero y sin embargo aún no hace 21 años... Pero ahora
tengo la eternidad por delante...
Celina, la lira de mi corazón cantará para ti el 28, tu nombre resonará repetidamente
en los oídos de mi Jesús... Y ya que nuestro corazón es SOLO UNO, ¡démoselo todo
entero a Jesús! Tenemos que caminar siempre juntas, ¡pues Jesús no puede habitar en
medio corazón...! Pídele que tu Teresa no se quede atrás... [vº] Al ver la estampa de la
Santa Faz, los ojos se me han llenado de lágrimas, ¿no es ésa la imagen de nuestra
familia? Sí, nuestra imagen es un ramo de lirios, y el Lirio sin nombre está en medio,
y está como rey, y nos hace compartir los honores de su realeza. Su sangre divina
rocía nuestras corolas, y sus espinas, al desgarrarnos, exhalan el perfume de nuestro
amor.
47Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en
quien no hay engaño.» 48Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». 49Le respondió
Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 50Jesús le contestó: «¿Por
haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51Y le
añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y
bajar sobre el Hijo del hombre.»
La poesía MIS ARMAS, compuesta el 25 de marzo de 1897 para sor María de la Eucaristía
con ocasión de su profesión, tiene el vocabulario paulino inspirada en Efesios cap. 6, aun
cuando las alegorías sean diferentes: en Pablo, «la verdad como cinturón, la justicia como
coraza, como calzado el celo por anunciar el Evangelio, como escudo la fe, como casco la
salvación y como espada la del Espíritu; en Teresa, «la armadura» son los «sagrados votos:
la Pobreza, lanza y casco; la espada de la Castidad; la coraza de la Obediencia; el escudo de
mi corazón». Leamos:
1 Vestí las armas del Omnipotente, 4 En medio de la luz gritó, orgulloso, el ángel:
y su mano divina me adornó. «¡Nunca obedeceré...!»
Nada me hará temer en adelante, En medio de la noche de la tierra yo grito:
¿quién podrá separarme de su amor? «¡Siempre obedeceré!»
A su lado, lanzándome al combate, Siento nacer en mí una divina audacia,
ya ni al fuego ni al hierro temeré. al furor del infierno desafío.
Sabrán mis enemigos que soy reina, Y es mi fuerte coraza
que esposa soy de un Dios. y de mi corazón escudo fuerte, la Obediencia.
Guardaré la armadura que me ciño, ¡Oh mi Dios vencedor!,
Jesús, ante tus ojos adorados, no ambiciono otra gloria que la de someter
y hasta la última tarde del destierro mi voluntad en todo, pues será el obediente
serán mis votos mi mejor adorno. quien cantará victoria
en el descanso de la eternidad.
2 Eres tú, ¡oh Pobreza!,
mi primer sacrificio, 5 Si tengo del guerrero
te llevará conmigo hasta la muerte. las poderosas armas
Sé que el atleta, puesto en el estadio, y le imito luchando bravamente,
para correr de todo se despoja. quiero también como graciosa virgen
Gustad, mundanos, cantar mientras combato.
vuestra angustia y pena, Tú haces vibrar las cuerdas de tu lira,
de vuestra vanidad amargos frutos; ¡y es tu lira, Jesús, mi corazón!
yo, jubilosa, alcanzaré en la arena Por eso, cantar puedo
de la pobreza las triunfales palmas. la fuerza y la dulzura de tus misericordias.
Jesús dijo que «por la violencia Sonriendo, yo afronto la metralla,
el reino de los cielos se conquista». y en tus brazos, cantando,
Me servirá de lanza la pobreza, ¡oh --divino Esposo--, mi divino Esposo!,
y de glorioso casco. moriré sobre el campo de batalla,
¡las armas en la mano!
3 Hermana de los ángeles
victoriosos y puros la Castidad me hace.
Formar espero un día en sus falanges;
mas debo en el destierro
como lucharon ellos luchar yo.
Luchar continuamente,
sin descanso ni tregua,
por mi Esposo adorado,
el Señor de los señores.
Porque es la castidad celeste espada
que puede conquistarle corazones.
La castidad será mi arma invencible,
con ella venceré a mis enemigos.
Por ella llego a ser, ¡oh inefable ventura!,
la esposa de Jesús.
6 -- Venerable Miguel Ángel Builes
Algunos párrafos de Mi Diario nos permiten conocer la simpatía del Venerable por el nombre
que le fue dado desde antes por Doña Anita y confirmado en el Santo Bautismo. Recibe con
agrado y agradece siempre las felicitaciones con motivo de su onomástico. El hecho de que
haya entrado a la Casa del Padre en esta fiesta es una predilección de su Arcángel protector y
no una simple coincidencia. Al Santo Arcángel encomienda particulares momentos de su
vida, sus fundaciones y su rico ministerio episcopal, pero la principal obra, repite
constantemente es la santificación. Con profunda alegría le decimos a San Miguel en este día,
continúe trabajando para que muy pronto podamos presentarle al Beato Miguel Ángel Builes
Gómez. Él lo deseó y trabajó incansablemente. Sus virtudes son heroicas, gracias a la batalla
interior librada con la espada de la fe, la esperanza, la caridad, la prudencia, la justicia, la
fortaleza y la templanza. Veamos lo escrito en Mi Diario, el 11 de noviembre de 1945:
Como es día de todos los santos, contemplo a mi Madrecita del cielo tan hermosa, tan madre,
tan poderosa, sentada a la derecha de su Hijo, compenetrada de su luz divina hasta parecerme una
divinidad, tan dulce, tan poderosa, tan grande. Y le ruego que diga a la Santísima Trinidad que a
pesar de mis maldades yo amo a mi Dios, yo amo a mi Madre Inmaculada, es decir a Ella, que me
robó todo mi ser y de quien me dejé robar. [...] Me acerqué a San Miguel y le dije: Hoy es día de
todos los santos y tú eres mi santo arcángel: préstame tu espada otra vez, que aún peligran los
derechos de Dios. Me sonrió.
Pareciome que me la tendía amorosamente para que siguiera impertérrito luchando por los
derechos de Dios y de su Iglesia. Le dije que me la prestara otra vez, porque el 29 de septiembre de
1942, cuando empezábamos la lucha concordataria, antes de amanecer, estando al principio de mi
meditación, lo imploré más que cada día diciéndole: «¿Ves, querido Arcángel, cómo las legiones
infernales se están adueñando de Colombia y han obnubilado las mentes de varios de nuestros
Obispos, sacerdotes y fieles, que no quieren ver las terribles consecuencias de este pacto si llega a
aprobarse? Socórreme, ayúdame, defiéndeme en esta pelea cuyas primeras escaramuzas y
oposición guerrera me ha tocado a mí encabezar.
Esto dije y empecé un Pater, cuando se desprendió de la diestra del arcángel (de mi capilla a
cuyos pies yo estaba) la espada de plata bruñida y rodando por las gradas de los candeleros cayó de
punta hacia mí sobre la mesa del altar. Un movimiento de sorpresa: el arcángel me oye puesto que
la ha soltado. Reaccioné: no es que no me la presta, al contrario me la arroja junto a mi diestra para
que yo la empuñe. Me levanto de mi reclinatorio conmovido, la tomo del mango y alzándola
militarmente al Arcángel le dije: Listos, mi Santo Arcángel: con tu espada triunfaré. Pasé al medio
del altar y tocando
respetuosamente con la punta de la espada la puertecita del Sagrario dije a mi divino Capitán:
ordena mi Cristo. Y como Teresita estaba al lado del Evangelio formando pareja con la estatua de
San Miguel colocada al lado de la epístola, me acerqué a ella amorosamente y le presenté mis
armas, como a la bella dama de mis amores. Y ellos, Cristo, mi Arcángel y Teresita, han realizado
su obra por mi indigno medio. Que me perdonen tantas imperfecciones en el cumplimiento de mi
cometido, que de ellos sean los triunfos y de mi Dios la gloria. Ya a estas horas el Gobierno
colombiano ha resignado en manos del Santo Padre de manera integral el asunto del Concordato,
para que él obre como lo estime conveniente. ¡Deo gratias! [...] Teresita, amada mía, le grité
clavado en el suelo esmeraldino de los cielos, hazme santo a pesar mío; cógeme con tu mano de
lirio, quémame con tus incendios y que no olvides que más que nadie necesito de tus pétalos pues
soy misionero contigo para tu Dios y sus almas.
La anotación del 29 de noviembre de 1946, 32º aniversario de su ordenación sacerdotal, es una
verdadera página mística. Escuchemos:
Apenas suena el despertador me incorporo y me ofrezco a Dios. “Luego me abracé a un hermoso cuadro
de Santa Teresita que el Señor Cura hizo poner junto a mi cama y poniendo rostro con rostro, y
comprimiendo el cuadro entre mis brazos, le vuelvo a jurar fidelidad a mi pobre «nena» que tantos
desengaños se ha llevado de mi parte por el asunto de mi santidad. No doy un paso. Luego le digo con una
inmensa devoción: “Teresita, en prueba de que si me darás la santidad canonizable que te he dicho y te he
pedido tanto, regálame cien Teresitas de hoy 29 de noviembre de 1946 a 31 de diciembre de 1947”.
Pensaba en que el 12 de diciembre próximo al tomar hábito algunas postulantes, nos quedaremos con dos
meritas negras. Por lo demás, como causa principal de esta petición, está el panorama del pasado lleno de
imperfecciones y de pecados para que ella me alcance perdón y lo cubra con el manto de la misericordia
de Jesús y el del porvenir tan incierto en cuanto al tiempo de vida que mi Dios me dé y las obras que
constituyen la realización de tan sublime y ansiado ideal. Confío sin embargo, porque Jesús, mi Madre del
Cielo, San Miguel y mi adorada Teresita me harán santo por cualquier camino.
Creo que lo escrito por el Venerable Fundador en Mi Diario el 12 de enero 12 de 1947, cuestiona la
frecuencia y la manera cómo me preparo y me acerco al Sacramento de la Reconciliación. La lista de los
invitados para que le ayuden a una preparación incluye al Espíritu Santo, la Virgen María y sus santos
Patronos:
Hoy día de mi reconciliación con Dios, día de mi conversión. ¡Ay! ¡Jesús bueno! ¡Cuántas
conversiones y ninguna eficaz! ¿Que sea esta la verdadera, sí? Jesús del alma sí, que sea esta la
verdadera. A Teresita, mi dulce hermanita, llamé hoy desde temprano para que no me abandone ni
un solo instante de este día que haré mi confesión extraordinaria. Llamé al Padre Celestial y por
Jesús le pedí su ayuda y por su perdón: llamé a Jesús y por María le rogué que me transformara por
fin en Él: llamé al Espíritu Santo y le dije que por Jesús y por María me quemara como a los
Apóstoles en el Cenáculo; llamé a Teresita, mi compañera dulcísima, y le dije que desempeñara
bien su encargo; llamé a San Miguel y le encarecí que con los espíritus angélicos laborara conmigo
en mis trabajos de hoy, en especial en mi confesión; llamé a San José y le dije que con todos los
santos intercediera para que algún día fuera yo su compañero en la mansión donde ellos brillan
como luceros en perpetuas eternidades. Pasé el día en preparación. Oré mucho, pedí luces y sobre
todo dolor mucho dolor. Porque 22 años largos de episcopado con sus tibiezas y sus caídas
necesitaban mucho dolor. Al fin a las 6.30 me postré ante mi confesor ordinario, no lo quise
extraordinario, para más humillación y mayores gracias de mi Dios. Una hora a sus pies. Descorrí
el velo de 22 años de episcopado. Al final me dijo: “Prepárese que este año será de dolores. ¿Cuál
será la causa? Yo no lo sé, pero prepárese” – Dios mío querido, yo lo acepto todo porque sé que
antes que las cruces sabes enviar las gracias para llevarlas. Con tu ayuda estoy listo a todo. Solo no
sé sino crucificarte, Amado mío. Por eso no quiero estar lejos de ti, sino muy cerca de ti, dentro de
ti, vestido de Ti, mi muy amado. Hace apenas cuatro páginas atrás escribí lo que como inspirado
me dijo mi confesor hace un rato: “Yo presiento algo para este año, escribí ayer, que no puedo
barruntar ni por asomo” ¡Qué coincidencia! ¡Como si mi confesor hubiera penetrado en mis
profundos pensamientos! Como Jesús lo quiera así se haga. No se cumpla mi voluntad sino la de
Jesús. Cuando regresé, después de la última plática y la bendición, a mi alcoba, me abracé con mi
Cristo sangriento y le dije al oído: ¿Ahora sí somos amigos? Y en su silencio mudo y con sus ojos
apagados y sus labios plegados y su semblante dolorido me pareció oír: “sí, amigos hasta morir”.
En el siguiente párrafo del 29 de noviembre de 1956, nuestro Venerable Miguel Ángel se avergüenza de
sus muchas limitaciones y nos invita a desear de veras la santidad a pesar de los defectos y las
imperfecciones, porque Dios nos puede purificar:
Amanezco apesadumbrado porque estos cuarenta y dos años de sacerdocio que cumplo hoy
aparecen tan saturados de la parte humana de mi existencia. Qué dicha si todo fuera divino, todo
sobrenatural como ha sido siempre mi intento... ¡Pero, ¡oh! miseria humana, ¡oh! ¡pasiones
rugientes y arrolladoras! ¡Oh corazón humano que se quiere contentar con migajas ruines para
llenar abismales ansias! ¡Ah! Si pudiera en estos diítas que el Señor me quiera dar quemarme y
consumirme en el divino amor! Si pudiera quemar tanta paja de afectos, no obstante la voluntaria
soledad en que he preferido vivir después de la ausencia obligada de mi madre. Tengo la obsesión
de esta trinidad de empresas: ¡Mi alma para santificar, mi “Estrella” para abrillantar, mi Diócesis
para engrandecer, y en esta última, la fabricación de la Basílica, de mi dulce Madre de las
Misericordias! Sobre todo hacerme santo. Lo quiero con ardor y lo busco con afán; pero no lo
alcanzo. Mis buenos patronos y abogados, especialmente mi Madre Inmaculada, Teresita y San
Miguel Arcángel harán por mí lo que yo no he podido en sesenta y ocho años de vida, cuarenta y
dos de sacerdocio y treinta y dos largos de episcopado. Sigo apoyado en la esperanza de que mi
Dios puede hacer de las piedras hijos de Abraham, de pecadores justos y de mármoles duros su
imagen perfecta y adorable. Haga todo esto en mí el divino Artífice de este día aniversario de mi
sacerdocio en adelante. Él lo puede y yo lo anhelo, por lo cual no pondré obstáculos a sus
soberanos esplendores, a sus quemantes rayos, a su acción santificadora.
Nuestro Venerable aprovecha cada acontecimiento de su vida personal, para agradecer a Dios los
beneficios y suplicar perdón por sus deficiencias. La invitación del Venerable es invocar al Santo cuyo nombre,
a la Virgen María y a tantos amigos de Dios que nos acompañan en nuestro camino de santificación. Así lo
comprobamos el 3 de agosto de 1964, cuando celebra sus Bodas de Plata Sacerdotales y cuarenta de episcopado:
Hoy 3 de agosto cumplo mis cuarenta años de episcopado. ¡Dios mío muy amado! Perdóname mis
innumerables deficiencias y pecados de toda mi vida y especialmente de estos cuarenta años, empleados
con toda mi alma en procurar tu gloria y por la salvación de las almas. Como bien lo sabes mi Dios
querido, he comenzado mi última y difícil empresa, que es mi santificación. Esta grandiosa empresa la he
puesto en manos de mis queridísimo Patronos y abogados que son: Mi Cristo querido, quem advocatum
habemus apud Patrem; mi Madre Adorada, advocata nostra, mi Protectora y Medianera ante su Hijo; mi
Teresita del alma, compañerita y dueña de mis obras todas; San José, padre de la vida interior; San
Francisco Javier, volcán de amor, y por fin, San Miguel Arcángel y los Santos Ángeles todos, mis
defensores y modelos en las batallas de la Fe. A estos mis queridos abogados he confiado mi santificación,
y serán ellos los que me han de plasmar de nuevo y hacer de mí lo que la Augusta Trinidad me pide: la
Santidad, mi última y única empresa. Digo única porque las otras que forman mi estrella se refieren a esta
única: mi santificación.
1—Motivación
Llegamos al último día de la novena en honor de nuestra Patrona titular Santa Teresita del
Niño Jesús. El texto evangélico del día contiene varios elementos. No escandalizar a los
pequeños, que no equivale a decir “edad” sino también el pequeño en la fe como lo dijo San
Lucas cuando describe que Zaqueo era de baja estatura. La exigencia conlleva incluso la
amputación de los miembros, en sentido espiritual, trabajar por corregir aquellas limitaciones
naturales, la complacencia incontrolada de nuestros sentidos; a no conformarnos con este
mundo, (cf Romanos 12,2); sí las propuestas de este mundo que dice “todo es normal, se
puede hacer” a lo que le papa eemérito Benedicto XVI llamó “relativismo”. Santa Teresita, la
santita de la “Infancia espiritual” vio durante el viaje a Roma (1887), que ella ni menos
imaginaba: la vida de algunos sacerdotes, que ella creía más puros que los ángeles, le hicieron
ver que eran hombres débiles. Hermanas, este día nos invita a una oración de reparación por
los pecados de la Iglesia, el escándalo de estos meses. La reciente carta del papa Francisco a
todo el pueblo de Dios, escrita el 20 de agosto de 2018, muestra que el tema del escándalo a
los pequeños sigue siendo una realidad.
38Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene
con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». 39Pero Jesús dijo: «No se
lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz
de hablar mal de mí. 40Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros». 41«Todo aquel
que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá
su recompensa». 42«Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le
pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. 43Y
si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las
dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. 45Y si tu pie te es ocasión de pecado,
córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna.
47Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino
de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, 48donde su gusano no muere y el fuego
no se apaga.
5—Santa Teresita
De este viaje de un mes, en compañía de la nobleza normanda y de setenta y tres sacerdotes -casi
una tercera parte del grupo-, la autobiografía recordará una doble lección: la fragilidad de las grandezas
humanas (55vº/56rº) y la urgente necesidad de orar por los sacerdotes (56rº). En el capítulo VI de la
Historia de un Alma dice:
La segunda experiencia que viví se refiere a los sacerdotes. Como nunca había vivido en su
intimidad, no podía comprender el fin principal de la reforma del Carmelo. Orar por los pecadores me
encantaba; ¡pero orar por las almas de los sacerdotes, que yo creía más puras que el cristal, me parecía
muy extraño...!
En Italia comprendí mi vocación. Y no era ir a buscar demasiado lejos un conocimiento tan
importante...
Durante un mes conviví con muchos sacerdotes santos, y pude ver que si su sublime dignidad los
eleva por encima de los ángeles, no por eso dejan de ser hombres débiles y frágiles... Si los sacerdotes
santos, a los que Jesús llama en el Evangelio «sal de la tierra», muestran en su conducta que tienen una
enorme necesidad de que se rece por ellos, ¿qué habrá que decir de los que son tibios? ¿No ha dicho
también Jesús: «Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?»
¡Qué hermosa es, Madre querida, la vocación que tiene como objeto conservar la sal destinada a las
almas! Y ésta es la vocación del Carmelo, pues el único fin de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios
es ser apóstoles de apóstoles, rezando por ellos mientras ellos evangelizan a las almas con su palabra, y
sobre todo con su ejemplo...
En numerosas cartas (1889-1890) Santa Teresita manifiesta su preocupación por los sacerdotes
(Cartas 94, 96, 101, 108, 122). El 14 de julio de 1889 es la primera vez que le expresa su preocupación
por ellos:
Celina, durante los cortos instantes que nos quedan, no perdamos el tiempo..., salvemos almas... Las almas
se pierden como copos de nieve, y Jesús llora, y nosotras pensamos en nuestro dolor sin consolar a nuestro
prometido... Sí, Celina, vivamos para las almas..., seamos apóstoles..., salvemos sobre todo las almas de
los sacerdotes. Esas almas debieran ser más transparentes que el cristal... Pero, ¡ay!, ¡cuántos malos
sacerdotes, cuántos sacerdotes que no son lo bastante santos...! Oremos y suframos por ellos, y en el
último día Jesús estará agradecido. ¡Nosotras le daremos almas...! ¿Comprendes, Celina, el grito de mi
corazón...? Juntas..., siempre juntas.
El 18 de julio de 1890 le dice: Celina, oremos por los sacerdotes, ¡sí, oremos por ellos!
Consagrémosles nuestras vidas. Jesús me hace sentir a diario que espera esto de nosotras dos.
Mucho preocupaban a nuestro Venerable los escándalos; pedía perdón a Dios como obispo, por
sus sacerdotes y/o religiosas. De sus escritos íntimos, Mi Diario tomamos algunos párrafos:
31.12.1945: En este año, Jesús mío cuántos pecados, cuántas imperfecciones! Perdóname por tu
sangre preciosa, por tu cruz, por tu corazón. Yo tomo en mis manos todas las ofensas de este y de todos
los años de mi larga e inquieta vida, esas ofensas que siendo tuyo te he irrogado sin embargo, y las arrojo,
como me enseñó mi Teresita, las arrojo en el horno de tu amor misericordioso para que se consuman, y
empezaré así libre un año nuevo, 1946, más y más lavado de mi iniquidad y compenetrado todo mi ser de
ese fuego que consumió mis pecados. Señor, ni un solo instante de 1946 sea para mí, todos sin excepción
sean para Ti, y si en 1946, ha de llegar mi último instante hazme morir de amor y arrójame en el abismo
de tu misericordia, digo mejor, atráeme, Señor, atráeme al abrazo eterno de tu amor.
Señor, que ninguno de mis hijos, ninguna de mis hijas, ninguno de mis sacerdotes, ninguna de mis
almas escogidas te ofenda en este año de 1946 que va a empezar. Si tu siervo o alguna de esas almas
queridas hubiere de ofenderte con pecado mortal, llévatela Señor, antes que se manchen, antes de que
pequen contra ti, oh Dios de amor y de bondad.
Unos párrafos de la larga anotación del 30 de agosto de 1949 revelan esta preocupación de
santidad de vida en constraste con las propuestas del mundo y la seducción que produce ya en el obispo
ya en el sacerdote:
Me puse a leer las cartas de Papini, del Papa Celestino VI (imaginado por Papini) y me impresionó
sobremanera la Carta a los Sacerdotes, que me ha servido de meditación aplicable a mí y a mis Sacerdotes.
Son “palabras de amonestación, de enfado, de incitación, pero sobre todo de afecto”. Yo como el Papa
Celestino VI conozco bien la vida de mis Sacerdotes, el sacrificio en que viven, el drama sin entreactos, el
calvario en donde la cruz en que están clavados abre sus brazos lanzando al Cielo plegarias mudas y
llorosas. Porque también yo fui cura de almas cuando joven y estuve fijo de mis tres clavos y por eso sé de
las angustias, tentaciones, desamparos, dolores y soledad angustiosa del ministerio, en medio de lobos casi
siempre, aunque con el dulce y curativo bálsamo de algunas almas buenas que tiene Dios en todas partes,
aún en las más perdidas y podridas regiones. También yo sentí en carne viva aquello de Jesús en
Getsemaní (Mt 26,41). Y cómo siguieron repitiéndose y prosiguen aún aquellas horas de angustiosa y
mortal agonía, cuando la víspera de mi subdiaconado el cuadro atractivo y seductor del gran mundo y de
legítimas alegrías estuvo a punto de arrancarme a los serenos y perfumados claustros del seminario de
Antioquia para lanzarme al siglo, que en esos instantes contemplé tan cargado de promesas.
También yo sentí en mis primeros años de mi ministerio este “cuerpo de blanda arcilla clavado en
una cruz de hierro candente” como acaso lo experimentaréis también vosotros, mis muy amados
sacerdotes, tal vez en el momento en que estáis leyendo estas palabras y estaréis quizás ansiando el veros
libres de esos “clavos para buscar un lecho menos inhumano”.
Yo pensaba entonces, aunque no había en mi camino más que serpientes, mosquito,
chinches, fieras bravías y gentes como serpientes, como mosquitos, como chinches y como
fieras, pensaba: “soy intermediario entre el hombre y Dios, entre el hombre que huye y Dios
que le persigue, entre el hombre reacio y Dios omnipotente, entre el hombre que se queda
atrás, acobardado por su debilidad, y Dios que en nombre de su obstinado y desmesurado
amor, exige todo de él”. ¿Cómo es que pienso desclavarme de mi Cruz? Y ahora cuando
llevo en mi cuerpo los dolores y siento en mis palmas y en mis pies y en mi costado los
clavos y la lanza que lastiman a mis sacerdotes todos, ¿cómo es que se me antoja
desclavarme de mi cruz? No, yo quiero morir en ella como Pablo, como todos los santos que
repetían como él: (Gal 2,19). Estoy clavado a la cruz con Cristo.
Cuando fui llamado Cristo me pidió a mí, sacerdote, más que a los demás hombres: con
sangre y entrañas y cuerpo mortal y sin embargo ser ángel. Entre la podredumbre y el fango
como rayo de sol. En medio de hombres terrenales para hablar un lenguaje celestial.
¿Cumplo mi vocación? Y aunque la carne siga resistiendo vivo la vida de mi Maestro, acepto
el cáliz, sigo orando “prolixius”? ¡Ay! A menudo resulta triunfadora la tibieza, miro con
desvío mi cáliz, abandonando la oración y mi pobre alma se trueca en un árido desierto.
También yo “sé de la tristeza de las veladas solitarias, mal consoladas por las nostalgias; las
asechanzas de la mente inquieta, las languideces de los sentidos, las instigaciones del
demonio meridiano, las impaciencias juveniles, las claudicaciones de la vejez, las
invitaciones del pecado que pone sitio a la fantasía, las lisonjas de la cómoda vida ordinaria,
las miserias de la decadencia y de la indigencia las rebeliones del orgullo, no alentado pero
no siempre dominado, el fraudulento acobardamiento que nace de la costumbre” (p. 42).
Yo de temperamento alegre he sacado bien de él; pero ¿quién sabrá de las tristezas que a
menudo han hecho llenarse de lágrimas mis ojos? Dios que las ha recibido y que es el único
que podrá y ha podido llenar mi alma. Cada palabra anterior tiene en mí perfecta aplicación
porque soy tan humano, aunque sacerdote y obispo. La viveza de mi espíritu, las vibraciones
de todo mi ser, las ansias de tantas cosas indefinidas e indefinibles, etc., etc. Van 60 años de
combates con muchas victorias y muchas derrotas, con muchas levantadas, muchas que
suponen tantas otras caídas... Dios mío ¿quién entenderá este misterio de la vida? La
esperanza eres tú, mi Dios, que un día disiparás tantas sombras y aclararás tantos enigmas.
Otro pensamiento: seré yo perezoso. Sé que el Pastor perezoso deja sus ovejitas con hambre.
¿Seré corrompido? El pastor corrompido deja perder sus ovejas o las corrompe él mismo.
¿Seré dormilón? Al pastor dormilón se le huyen las ovejas. ¿Seré infiel? Tras mi infidelidad
se irán millones de ovejitas a mi cargo. No permitas mi Dios que yo adolezca de ninguno de
esos gravísimos males, que no sea indolente Amado mío, que no sea negligente. Aunque los
años empiezan a enfriarme el corazón, aunque por mis venas corre ya tempestuosa mi sangre
juvenil, aunque mis coyunturas pierdan agilidad y empiecen a protestar adoloridas
reclamándome reposo, no me dejes reposar, Señor, no quiero la quietud sino cuando se haya
salvado la última alma que en tus designios altísimos me tengas señaladas para redimírtela.
Quiero vivir en perenne inquietud, reposando sólo en ti mientras viva, pero vigilante y activo
mientras respire... Si ya me llegué a los 60 y me quieres regalar uno, diez, quince años o
más, ayúdame a que sean de continuo movimiento espiritual, sobrenatural y episcopal, para
tu gloria, mi santificación y mis almas. [...] Dios mío, estoy confundido y meditabundo y
mientras más medito, más me confundo. Mis sacerdotes y yo somos sal de la tierra, y la
tierra está cada día más desabrida e insípida; las almas se van al infierno porque no hay
cristianismo y nosotros somos los encargados de «restaurar todo en Cristo». Aún en mi
Diócesis Dios mío, multitudes sin número no viven a Cristo; hay mucho liberalismo, mucho
libertinaje, mucho pecado, no se vive a Cristo. ¿Qué hago Dios mío? Supla tu misericordia lo
que falta de actividad sacerdotal en este indigno siervo tuyo y en mis sacerdotes; que no
recaiga sobre nosotros la culpa de tanta desabridez por falta de sal. El día de nuestra
ordenación juramos ser sal de la tierra, es decir, sustancialmente salados, tanto, tanto, que
puedan salarse todos, todas las almas. Con todo, parece que los mismos sacerdotes no
creyéramos en Jesús ni a Aquel que le envió; cumplimos a medias nuestro deber, lo que
juramos a Cristo cumplirle viviendo acaso una vida aérea, inconcentrada, flotante como el
tronco añoso que va y viene en el remanso del río sin oficio alguno, sin hundirse, sin seguir,
sin acabarse, siempre flotando al impulso fluctuante de las ondas circulares del remanso.
Oh sí, que mi fe y mi amor se inflamen cada día al teneros entre mis manos, oh Víctima
divina; no me dejéis ser indiferente, distraído, tan apagado, tan ausente... Es que vivo tan
lejos de vuestra presencia adorable, mi Maestro querido, comprendiendo como lo veo, que
sin vuestros ardores no puedo calentar a los que vengan a buscar mi calor que son tantos,
para ellos quemar sus corazones y salir a su turno a despedir fuego, mis sacerdotes, mis
javieres, mis teresitas. Quiero Dios mío estar junto a Vos, dentro de Vos, abrasado de amor,
embriagado de caridad “para que todos ellos canten conmigo el canto de la libertad, aun en
las mismas llamas de la hoguera”. Amado mío, que mis manos quemen, que mis palabras
ardan, que chispeen mis ojos, que mi rostro irradie vuestra luz, lance destellos de verdad
mientras permanezca en este mundo y después, en la dulce morada de los luceros siga como
una estrella en unión con mi Teresa despidiendo resplandores. Para ello Dios mío,
compenetradme, inflamadme, dilatadme en el tiempo, para que pueda arder y quemar los
mundos hasta que se salve el último mortal [...].
Cristo mío, Cristo mío, dame esa locura, la locura de la cruz que hace cuerdos, la
«incandescencia del entusiasmo para devolver el calor a los tibios, hacer andar a los
paralíticos, resucitar a los muertos, enloquecerlos a todos para salvarlos a todos”. Quiero ser
reverbero, quiero quemarme, quiero quemar [...]
Para no ser palos bajos, palos muertos, es necesaria la generosidad valerosa y perseverante
del corazón, la violencia irresistible del amor; es necesario mantener los oídos más atentos a
las voces del cielo que a los murmullos de la tierra; es necesario tener más temor a la muerte
que amor al bienestar; es necesario no olvidar que nacimos para la acción no para el
descanso, pues si el día de mi ordenación me eché boca abajo y en el día de mi muerte me
tenderán en mi ataúd boca arriba, mientras viva he de estar y conmigo mis sacerdotes, “en
pie, altos y firmes como columnas de fuego para guiar a los pueblos por las tinieblas de los
desiertos”. Por esto yo no quiero descansar sino cuando llegue la muerte; y aún después de
ella, si, como Teresita, tampoco descansaré, «hasta que se haya salvado el último mortal».