Angelus
Angelus
Angelus
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Para otros usos de este término, véase Ángelus (desambiguación).
Índice
• 1Historia
• 2Versión latín
• 3Versión en español
• 4Referencias
• 5Enlaces externos
Historia[editar]
Esta plegaria, según las autoridades más seguras, fue introducida por el
papa Juan XXII (1316-1334). Durante casi cien años se tenía la costumbre de
anunciar la hora del Ángelus con algunas campanadas. Juan XXII, por su bula de
7 de mayo de 1327, ordenó que, cuando se oyeran las campanadas de la oración,
se recitase tres veces el avemaría. Después, el Concilio de París, celebrado
en 1346, bajo la presidencia de Guillermo, arzobispo de Sens, decretó:
Que la ordenanza del papa Juan, de santa memoria, concerniente al rezo del avemaría al oscurecer,
fuese fielmente observada.
La bula del papa había ya, añade el concilio, concedido una indulgencia a aquellos
que dijesen la oración prescrita y en virtud de los plenos poderes que se le habían
concedido, el concilio concedía una indulgencia de treinta días.1
Los estatutos de Simón, obispo de Nantes, ordenan a los sacerdotes que hagan
tocar en sus iglesias por la noche, para advertir a sus feligreses que deben, al
sonido de esta campana, arrodillarse y decir el Angelus, lo que le hará ganar una
indulgencia de diez días. Hasta entonces las ordenanzas relativas a este rezo se
restringen a la hora del oscurecer.
En 1368, el concilio de Lavaur ordena a todos los rectores y clérigos, bajo pena
de excomunión que hagan tocar la campana, lo mismo a la salida del sol que
cuando se pone. El rezo que se recomienda en esta ocasión consiste en
cinco Pater, en honor de las cinco llagas del Salvador y en siete avemarías en
honor a los siete gozos de María. El año siguiente al sínodo de Bezieres, ordena
que al rayar el día la campana mayor toque tres veces. Y cualquiera que oiga esta
campana, dice, rezará tres Pater y tres Ave, y ganará una indulgencia de veinte
días.
Según algunos autores, Calixto III en 1456, según Fleury y Du Cange fue Luis
IX en 1472, quien introdujo las campanadas al mediodía. Mabillon ha probado que
el uso litúrgico de tocar al mediodía y de decir tres veces el avemaría, ha venido
de Francia y ha obtenido la sanción apostólica a principios del siglo XVI.
Benedicto XIII para alentar la recitación exacta de este rezo, concede a
perpetuidad, por su breve apostólico de 14 de septiembre de 1724,
una indulgencia plenaria a todos aquellos que, una vez por mes, después de
haber recibido la absolución sacramental y haberse aproximado a la Santa Misa,
digan tres veces de rodillas la salutación apostólica al sonido de la campana, que
esto sea por la mañana, al mediodía y por la noche y que hayan devotamente
rezado por la unión de los príncipes cristianos, la extirpación de las herejías y la
exaltación de la santa Iglesia. Concede también cien días de indulgencia a
aquellos que un día cualquiera del año recitasen con corazón contrito el mismo
rezo.2
Se añaden habitualmente algunos toques a los últimos del Ángelus, para empeñar
a los fieles a rezar por la Iglesia que sufre. La campana de Ángelus da, sobre todo
por la noche, un carácter singularmente poético a los países católicos.3
Pío VII en 1815, añadió al Ángelus tres “glorias al Padre...” en acción de gracias
por los dones copiosamente otorgados por la Santísima Trinidad a la Virgen,
particularmente por su gloriosa Asunción a los cielos.
Pablo VI señaló que el Angelus es una plegaria que no precisa de modificación o
reforma, dada la sencillez de su estructura.4 Algunos autores han considerado
esta observación como sumamente notable en un documento pontificio con
normas orientadoras de las devociones marianas según las pautas del Concilio
Vaticano II.5
Juan Pablo II relacionó el Angelus con el Rosario: "Hay un vínculo muy estrecho
entre el Ángelus y el Rosario, oraciones, una y otra, eminentemente marianas:
efectivamente, nos hacen contemplar y profundizar los misterios de la historia de
la salvación, en los que María está íntimamente unida a su Hijo Jesús." 6
Versión latín[editar]
Versión en español[editar]
℣. El ángel del Señor anunció a María.
℟. y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
℣. He aquí la esclava del Señor.
℟. Hágase en mi según tu palabra.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
℣. Y el Verbo se hizo Carne.
℟. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
Referencias[editar]
1. ↑ Ibáñez, Javier (1980). «XI». La Madre del
Redentor. Ediciones Palabra.
2. ↑ Benedicto XIII (1724). Iniunctae nobis.
3. ↑ Enciclopedia moderna, 1864
4. ↑ Pablo VI (1974). Marialis Cultus.
5. ↑ Ibáñez J. y Mendoza F. (1980). «XI». La
Madre del Redentor. Palabra.
6. ↑ Juan Pablo II (1979). «354, 1». Documentos
Palabra.