La Descolonizacion Del Sodomita en Los Andes Horswell
La Descolonizacion Del Sodomita en Los Andes Horswell
La Descolonizacion Del Sodomita en Los Andes Horswell
Fotografía
de portada: “Los perros de Balboa devorando sodomitas”.
De Peter Martyr, Decades, grabado por T. de Bry
ISBN: 978-9942-09-135-2
Reconocimiento.............................................................................................. 7
Introducción
Tropos transculturadores de sexualidad, tinkuy y tercer género en
los Andes......................................................................................................... 11
Capítulo uno
Barbudos, afeminados y sodomitas. Representando la masculinidad
en la España premoderna.............................................................................. 57
Capítulo dos
Descolonizando tropos de alteridad sexual. Crónicas y mitos de
conquista.......................................................................................................... 111
Capítulo tres
De huaca supay a madre queer. Revalorizando lo femenino y
andrógeno andino.......................................................................................... 169
Capítulo cuatro
Iglesia y Estado. Inventando penitentes queer y otros tiránicos............... 245
Capítulo cinco
¿Hibridez subalterna? El Inca Garcilaso y la transculturación de
género y sexualidad en los Comentarios reales.......................................... 323
Epílogo
Danzando el tinkuy, mediando la diferencia.............................................. 361
Bibliografía...................................................................................................... 371
Reconocimiento
Desde mis primeros pasos por el sendero del inca, cerca del
Cuzco-Perú, hace unos veinte años, fui cautivado por la belleza y se-
renidad de los Andes, y por la vibración y calidez de la gente que me
acogió dentro de sus hogares y vidas. Como todos los estudiosos o
aficionados de los Andes sabemos, una vez que empiezas a explorar
la riqueza de la civilización que yace allí hasta estos días, es imposible
no regresar. Irónicamente, una de mis primeras y más indelebles ex-
periencias en el Cuzco fue la vez que fui perseguido por un agresivo
y amoroso travesti, que se había interesado en mí, un ingenuo gringo
mochillero, que buscaba practicar su español y aprender unas pocas
palabras en quechua, en una peña nocturna. Que aquella noche haya
tenido algo que ver con la elección del tópico para este libro como
proyecto de mi investigación doctoral, muchos años después, no lo sé.
Posiblemente, una memoria subliminal de esa experiencia disparó la
curiosidad que me llevó a cuestionar la presencia de tantas referencias
a los “sodomitas” travestidos en las crónicas e historias coloniales que
leí en la Universidad.
Mi camino hacia los estudios latinoamericanos comenzó
antes del inevitable viaje, gracias a la inspiración y tutoría de varios
profesores en Carolina del Sur. Nunca hubiera pensado en estudiar es-
pañol y literatura latinoamericana si no hubiera sido por la temprana
inspiración de mi maestra de español en el colegio Rosemary Hunt. En
la Universidad Wofford College, la profesora Susan Griswold continuó
la motivación que me llevó a vivir y estudiar en España y Argentina.
El profesor Walt Hudgins me inspiró para valorar la búsqueda del co-
nocimiento y me ayudó a moldear la conciencia social que manifiesto
en este trabajo. El desarrollo intelectual en el estudio de la literatura
y cultura latinoamericana afloró en mí bajo la tutela de mis profeso-
Michael J. Horswell
8
José Antonio Mazzotti, Phyllis Peres, José Rabasa, Simon Richter, Pe-
ter Sigal, Doris Sommer, Gustavo Verdesio y a los lectores anónimos
de la prensa de la Universidad de Texas. El aprecio a mis dos asisten-
tes graduados, John Colhouer y Fernanda Márquez, por la ayuda con
sus numerosos detalles. Mis colegas en la Florida Atlantic University
han sido especialmente solidarios con mi investigación, especialmente
Nora Erro-Peralta, Yolanda Gamboa, Martha Mendoza, Carmen Chá-
vez, Luis Duno-Gottberg, Anthony Tamburri y Myriam Ruthenberg.
Estoy también muy agradecido por el apoyo del equipo edi-
torial de la Universidad de Texas, especialmente con Theresa May,
quien apoyó a este proyecto de principio a fin. Además mi agradeci-
miento para Allison Faust, Leslie Tingle y Nancy Bryan por su trabajo
en la preparación de este manuscrito para la producción. Un agradeci-
miento especial va para mi editora del texto en inglés, Kathy Bork, por
su agudo ojo y rigurosa atención al detalle.
Quisiera reconocer a Pablo Rivabella, estudiante graduado
de Florida Atlantic University, quien dedicó muchas horas de su tiem-
po a la revisión de la traducción del texto en inglés para la primera
edición.
Asimismo, nada de esto hubiera sido posible o hubiera me-
recido la pena sin el apoyo y compañía de mi familia y amigos. Estoy
agradecido por la paciencia de todos y el amor a lo largo de este pro-
ceso. Nunca hubiera terminado este proyecto sin el constante apoyo,
amistad, lluvia de ideas y edición de mi querida amiga Lynda Klich. Mi
hermana Patti siempre ha estado ahí para mí, incluso viajando al Perú
con George para verme mientras estaba haciendo la investigación en el
Cuzco y escalando el sendero inca conmigo. En los últimos años me ha
enriquecido la vida de forma inmensa mi compañero Darwin. Gracias
por su apoyo y comprensión. Dedico este libro a mis padres y abuela
por la vida que me dieron, y por su amor, el cual todavía me nutre.
Michael J. Horswell
10
Tropos transculturadores
de sexualidad, tinkuy y
tercer género en los Andes
ción en un plano corporal más que sobre una página escrita. La me-
moria colectiva de los andinos dependía de la transmisión oral y la
interpretación asistida por dispositivos mnemotécnicos tales como el
quipus (cuerdas multicolores anudadas utilizadas para recordar datos
históricos y administrativos en los Andes), textiles, topografía natural,
rituales, arquitectura monumental, cerámica y escultura. Sobre todo,
esta memoria dependía más de la gente que representaba la historia ri-
tualizada de su cultura que de los alfabetos impresos tecnológicamente
y estandarizados, una significativa diferencia cultural que tendría un
impacto grande cuando la invasión española, otro pachacuti, fue des-
atado en los Andes. La no permanencia del cuerpo humano y sus ves-
tiduras reflejaban la relativa fragilidad de la memoria cultural andina.
Cuando las figuras sagradas como el chuqui chinchay y sus practicantes
rituales del tercer género son inscritos como diabólicos e inaceptables
en los escritos coloniales españoles, los académicos son presentados
con un reto.
La “conquista” española y la colonización de los Andes fue
inscrita para la posteridad en los legendarios “libros de los valientes”,
narraciones que crearon las afamadas “ciudades letradas” en las som-
bras del “lado obscuro” del humanismo renacentista.3 Estas metáforas
familiares de la hegemonía de la literatura española en las Américas
tienen en común una masculinidad asumida por parte del escritor, una
masculinidad a menudo naturalizada en los textos coloniales origina-
les, posteriores historiografías y criticismo literario. La relación entre
la literatura colonial y el sujeto masculino dominante personificado
por el hombre ideal renacentista, uno de armas y letras, encuentra sus
propias raíces en la cultura y literatura medieval ibérica. Esta subjeti-
vidad fue central a la formación de las narrativas coloniales que tra-
taron de crear sentido de la invasión, la colonización y la resistencia
indígena, en el primer siglo después de que Francisco Pizarro penetró
la costa oeste de América del Sur. Sin embargo, los “valientes”, “letra-
dos” hombres del tiempo, algunos más o menos tocados por las na-
cientes filosofías humanistas, expresaron una inestabilidad implícita
de la sexualidad masculina española en sus escritos, una inestabilidad
revelada en interacciones discursivas del sujeto masculino ideal una
vez más bajo el asalto de un Otro cultural, esta vez por los indígenas
americanos más que por los rivales moros en Iberia.
Desde los inicios del “encuentro” y la “conquista” de las Amé-
ricas, las diferencias de género y sexualidad de los indígenas, como las
que personificaron los practicantes rituales del tercer género, desafia-
ron los conceptos españoles de masculinidad y feminidad. Los cronis-
tas, misioneros, sirvientes civiles e historiadores del periodo reacciona-
ron a estas diferencias inscribiéndolas en el discurso colonial a través
de lo que yo considero “tropos de sexualidad” y a través de testimonios
interpretativos distorsionados. Tales figuras literarias son importantes
indicadores para los lugares de enunciación adaptados por los escrito-
res españoles que las emplearon.4 Argumento, sin embargo, que estas
figuras también dejaron huellas de valores culturales precolombinos
y subjetividades que pueden ser recuperadas a través de cuidadosas
lecturas y reconstrucciones de los fragmentos del discurso colonial.
Este libro tiene un doble objetivo: interrogar la naturaleza
performativa de estas figuras de sexualidad encontradas en los pri-
meros textos coloniales y recuperar el conocimiento subalterno de
los sujetos de tercer género colonizados y mal representados por las
figuras retóricas o tropos de sexualidad. Argumento que la memoria
cultural andina de lo que se convierte en conocimiento subalterno fue
representada a través de presentaciones rituales consideradas anatema
4 Cuando hablo de “locus” o “lugar de enunciación, me refiero al uso que Walter Mignolo
hace del término para significar algo que “invita a un cambio de orientación y nos permite
pensar en la identificación más que en la identidad, como un proceso de ubicación rela-
cionado con el lugar donde se habla, más que una descripción que captura la correspon-
dencia entre lo que uno es y lo que uno está supuesto a ser acorde a algunas realidades
culturales preexistentes” (Darker Side of Renaissance, 11).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
15
5 Estos términos tomados del aymara (ipa) y del quechua (orua), que significan “tercer gé-
nero” están explicados en los capítulos tres y cuatro.
6 Vested Interests de Marjorie Garber es un temprano reconocimiento del papel que las mani-
festaciones culturales de las “terceras” posiciones pueden tener en el discurso y la crisis de
ansiedad que pueden producir. Ella enfatiza, en su análisis de travestismo, que “tercero” es
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
17
ratura, ver What Does Queer Theory Teach Us about X, por Lauren Berlant y Michael
Warner: “Los públicos queer hacen disponible diferentes entendimientos de pertenencia
en diferentes momentos, y la permanencia en ellos es más un problema de aspiración
que una expresión de una identidad o una historia” (344). Otra contribución temprana a la
teoría queer es Making Things Perfectly Queer de Alexander Doty. Doty parte de la idea
de que las posiciones queer en una cultura masiva están construidas en contextos histó-
ricos específicos y que el lector tiene la posibilidad de adoptar una estrategia receptiva
que privilegie una lectura “queer” en cualquier texto. Esta aproximación libera al lector de
utilizar su imaginación con el objetivo de reconstruir una historia que ha sido denegada por
razones socio-históricas. El lector “queer” reclama un espacio marginal desde el cual pue-
de leer el texto. Teresa de Lauretis, en “Queer Theory” caracteriza esta estrategia como
“una forma de resistencia a la homogenización cultural” con el objetivo de explorar “otras
construcciones del Sujeto” (iii). Max Kirsch, en Queer Theory and Social Change, previene
a los académicos acerca de las implicaciones sociales de aceptar la teoría queer, debido
a su tendencia de presionar al individuo, fomentando en consecuencia los fines del capi-
talismo avanzado y su alienación y desmotivación de acción de la comunidad. Mi estudio
señala cómo la subjetividad queer puede, de hecho, construir comunidad a través de un
ejemplo de presencia del tercer-género en acciones rituales de comunidad. El reafirmar
el lugar histórico de los sujetos queer, sin romantizar o ignorar la realidad material de su
existencia, es un paso importante hacia un entendimiento alternativo de las posibilidades
en la reproducción cultural y la interacción social.
Para evitar cualquier posible malentendido de mi posición, el lector de este estudio debe
tener en mente que no estoy sugiriendo que los sujetos de tercer-género analizados más
adelante son equivalentes a o fundadores del gay moderno, la lesbiana, el bisexual o las
identidades transgéneras. Lo que podrían compartir con los sujetos queer de hoy es una
historia similar de marginación. Hice esta misma distinción en una versión anterior de mi
investigación (“Third Gender”, 31n1). Yo trato el tema de la idealización de sujetos de
liminalidad de género más adelante.
Michael J. Horswell
20
9 En este estudio entiendo la “cultura” como un “espacio disputado” en el cual los sujetos
reproducen significados y valores en turbulentas corrientes de cambio, en las cuales el
producto estético de su reproducción no es más que estrechas ventanas a través de las
cuales, tanto extranjeros como locales, pueden ver las experiencias vividas de los pro-
ductores de cultura. Como Homi Bhabha ha observado, implícito en este entendimiento
de cultura está la noción de luchar por la supervivencia; él nos motiva “a comprometernos
con la cultura como una desigual e incompleta producción de significado y valor, a me-
nudo compuesta de demandas y prácticas inconmensurables, producidas en el acto de
la supervivencia social” (“Postcolonial Criticism”, 438). Ya que Bhabha teoriza la cultura
en el contexto de realidades postcoloniales, sus percepciones son aplicables al momento
colonial también, especialmente si consideramos la “zona de contacto” colonial, como la
definió Mary Louise Pratt: “los espacios sociales donde las culturas dispares se reúnen,
chocan, y lidian con la otra, a menudo son altamente asimétricos en relaciones de dominio
y subordinación” (Imperial Eyes, 4).Fuera de estos espacios culturales disputados vienen
nuevas formas para ser procesadas y entendidas por los productores y los receptores de
signos culturales. Esta forma de comprender la cultura es crucial para este estudio, pues,
en palabras de Bhabha, la “gran, aunque inquietante, ventaja de esta posición es que
te hace crecientemente consciente de la construcción de la cultura y la invención de la
tradición” (“Postcolonial Criticism”, 438). Mi análisis toma una posición similar en relación
a la cultura andina y se enfoca en cómo el género y la cultura sexual son reconstruidos
en las nuevas zonas de contacto de los primeros cien años después de la llegada de los
conquistadores españoles.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
21
desbalances de poder” (Between Two Waters, 6). Ella señala que en “su
interés por la familia y las relaciones entre los sexos como modelo para
la transculturación, las mujeres y los hombres, madres y padres, aun-
que fisiológicamente diferentes, son asumidos como iguales. Mujeres y
hombres, sin embargo, nunca son iguales en lo que se refiere a poder,
particularmente en un contexto colonial basado en la violencia de una
raza sobre otra y un género sobre otro” (ídem.). Como Walter Migno-
lo ha observado, la conceptualización de Ortiz estaba profundamente
conectada con cuestiones de nacionalidad y no trataba el colonialismo
(Local Histories/Global Designs, 16). La prioridad de Ortiz era la de ca-
racterizar la historia cultural única de su nación a través de un concep-
to de mestizaje que privilegiaba metáforas biológicas y reproductivas.
A esta crítica yo añadiría que el paradigma heterosexista de
Ortiz debe ser impugnado porque un modelo de reproducción cultural
no debe excluir implícitamente a aquellos sujetos que no conforman
las formas hegemónicas de sexualidad. Es decir, las metáforas norma-
tivas no conllevan la complejidad y heterogeneidad de la reproduc-
ción cultural. Como lo veremos en este estudio, por ejemplo, practicas
homosexuales y transexuales eran ritualmente importantes en la re-
producción cultural de la región andina. Además, mientras los sujetos
del tercer género se convierten en marginados y adquieren una nueva
significación en el proceso de colonización, se quedan en el discurso
hegemónico como signos de transculturación o tropos queer de sexua-
lidad. El ignorar el prejuicio heteronormativo inherente a la metáfora
de Ortiz es diseminar un término teórico que replica la misma ideolo-
gía de exclusión que los críticos buscan desafiar en nuestras lecturas de
la cultura colonial y postcolonial de las Américas. La tarea entre manos
es entender cómo y por qué la representación de género y sexualidad
cambió, y qué afinidades ideológicas hicieron su representación como
un tema conflictivo; por eso, es necesario analizar temas de transcultu-
ración desde una perspectiva que no guarde marcadores de identidad
como esenciales o naturalizados.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
23
11 Sigo la definición de Peter Hulme del discurso colonial como uno que es “un ensamble
de prácticas lingüísticamente basadas y unificadas por su despliegue en el manejo de
relaciones coloniales, un ensamble que podría combinar el más formulado y burocrático
de los documentos oficiales… con la más no funcional y poco atractivas de las novelas
románticas” (Colonial Encounters, 2).
12 Para esta tendencia en antropología, véase Clifford y Marcus, Writing Culture; Boone y
Mignolo, Writing without Words; y Behar y Gordon, Women Writing Culture.
Michael J. Horswell
30
13 Inventing America de José Rabasa también postula la historiografía europea como “in-
ventando” la noción de América que está inscrita en el discurso letrado de la conciencia
europea.
Michael J. Horswell
32
tomado del catecismo peruano del siglo XVI (True Confessions, 20). Esta
definición también sugiere que el término fue empleado para represen-
tar varios actos “no naturales”, incluyendo “bestialidad, homosexualidad
o actos heterosexuales no naturales (ídem.).
Analizaré pasajes que hablan de actos sexuales entre hombres
y sujetos del tercer género o lo que los escritores coloniales especularon
que era la misma actividad sexual entre “sodomitas” no especificados,
mientras enfatizo cómo el tropo de sodomía transculturiza nociones
representativas de género en la cultura andina.14 Estoy leyendo “sodo-
mía” como un indicador discursivo para sitios de diferencia cultural,
que evocan la ira de los colonizadores españoles moralistas y de los
fantasmas transculturizados reiterados en el discurso. El significado de
estas figuras estaba ideológicamente cargado para justificar conquis-
ta, masacre y colonización, como Goldberg sugiere. Aquellos sujetos
que no se ajustan a la hegemonía del discurso cultural, especialmente
aquellos que traicionaron el sistema de género binario, fueron demo-
nizados a través de la retórica de la moralidad cristiana. La represen-
tación pública andina de la subjetividad del tercer género perturbó la
semiótica española de masculinidad. Los travestidos, llamados sodo-
mitas, fueron sujetos ininteligibles, quienes pervirtieron el significado
ortodoxo de sexualidad, según los españoles, quienes marginaron al
Otro sexual, considerado afeminado o sodomítico.
La resemantización de los sujetos andinos pertenecientes al
tercer género en sodomitas, que se convierten en tropos del discurso
colonial, resultaron de un proceso de transculturación que involucra-
ba la representación de sus roles sociales en los escritos, tanto de los
invasores como de los colonizados. Investigaré cómo estas figuras en-
contraron su lugar dentro del discurso legal civil, el cual controlaba los
pueblos nativos, y en los textos de literatura eclesiástica y ceremonia
religiosa, que fueron las herramientas para la evangelización.
14 Distinguiré entre sodomía entre sexos opuestos y sodomía entre personas del mismo sexo
cuando el referente sea ambiguo.
Michael J. Horswell
34
15 Parte del reto en trabajar con la economía escritural colonial es escrudiñar los fragmentos
dejados, de lo que Walter Mignolo ha llamado el “lado oscuro del Renacimiento”. Nosotros
nos quedamos con las “huellas” del discurso indígena oral, vestigios, que Martín Lien-
hard ha identificado como integrales para una “literatura alternativa” (La voz y su huella).
De hecho, la teorización de Mignolo de la “semiosis colonial” nos motiva también a abrir
nuestra interpretación no solo al escrito privilegiado del momento sino tomar en conside-
ración otras formas de significadores culturales (Darker Side of the Renaissance, 7-8). Mi
inclusión de la cerámica e iconografía pre-colombina así como también mi consideración
de textos no literarios tales como el catecismo, los manuales de confesión y los sermones
son un paso en esa dirección. Regina Harrison ha abogado largamente por el reconoci-
miento del “choque”, no solo entre sistemas lingüísticos, sino también entre diferentes
códigos culturales de expresión (“Modes of Discourse”). Su Signs, Songs, and Memory in
the Andes nos instruye sobre cómo una “traducción cultural” debe profundizar en signifi-
cados más recónditos en ambos sistemas culturales (32-54) e incluye producción cultural
no-occidental como un objeto de estudio. Gustavo Verdesio, en sus artículos “Todo lo que
es sólido se disuelve en la academia” y “En busca de la materialidad perdida”, llama a po-
ner más atención al registro material inscrito en los estudios postcoloniales y subalternos,
con el fin de restaurar la agencia de los subalternos y comenzar realmente a tratar a los
subalternos como sujetos y productores de conocimiento.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
35
16 Esta textualización del cuerpo comenzó a ser apreciada como parte de los escritos colo-
niales, poscoloniales y neocoloniales mientras el género y la sexualidad se convirtieron
crecientemente en teorizados como construcciones discursivas, en los campos de la an-
tropología y de la crítica literaria. Comenzando con una revisión del tratamiento antropo-
lógico de la mujer predicado sobre una crítica de tendencias estructuralistas que consti-
tuyeron teorías totalizadoras basadas sobre oposiciones binarias y jerarquías de género,
los académicos comenzaron a cuestionar la representación tradicional de la mujer como
objeto pasivo relacionado a la “naturaleza”, y del hombre postulado como agente político
y social asociado con la “cultura”. Adicionalmente a desestabilizar las asunciones costum-
bristas de igualdad en las así llamadas culturas primitivas, los antropólogos comenzaron a
explorar múltiples categorías de género en las sociedades que estudiaron. La antropología
y el tradicional criticismo literario eurocentrista han comenzado a ser rotos mientras una
gran atención es prestada a la especificidad cultural en los estudios de género. Las nocio-
nes de poder y estatus a medida que se relacionan con el género son ahora entendidas
como culturalmente determinadas, lo cual ha llevado a cuestionar las categorías naturali-
zadas de “hombre” y “mujer”. Esto ultimadamente sugiere una reconsideración del papel
del determinismo biológico en la categorización del género. Esta revisión está localizada
sobre el cuerpo, siguiendo la elaboración de Clifford Geertz de la noción de Simone de
Beauvoir de que los cuerpos (sexo) nacen, pero las personas (géneros) son construidas
en contextos dados. El cuerpo está marcado por las ideologías de género de su sociedad,
ideologías que cambian acorde a los contextos históricos. Debido a la diferenciación de
que el cuerpo es cultural y no universal, los antropólogos observan cómo el cuerpo se
relaciona con el poder en una determinada cultura, con el fin de entender la ideología de
género de esa sociedad a través del estudio del lenguaje, mito y el ritual en la reproducción
de la cultura de género. El criticismo literario ha experimentado una transformación para-
lela en las formas en las que el género y la sexualidad son interpretados, dado que ambos
campos comparten una conexión intelectual con los movimientos feministas y de derechos
civiles de los años sesenta, hasta la teoría posestructuralista, y, más recientemente, hasta
las críticas posmodernas y poscoloniales.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
37
17 He desarrollado mi entendimiento del tinkuy tanto de las historias coloniales como de las
etnografías modernas. Catherine Allen ha presentado una de las más suscintas y percep-
tivas definiciones del tinkuy basada en su investigación en la comunidad indígena serrana
de Sonqo: “A través del tinkuy, la unidad social es creada dialécticamente y expresada en
términos de oposición complementaria. Aunque el tinkuy se refiere a las danzas-batallas
rituales, la palabra tiene amplias aplicaciones. No es fácilmente traducida al inglés (la
‘dialéctica’ transmite un significado similar pero es muy abstracto). Cuando las corrientes
convergen en espumosos remolinos para producir una sola gran corriente, le dicen tinkuy,
y su convergencia es llamada tinku (o tingu). Los tinkus son lugares poderosos y peligro-
sos llenos de fuerzas liberadas e incontrolables” (The Hold Life Has, 205). En Rituals of
Respect, Bolin enfatiza cómo el tinkuy crea un sentido de solidaridad entre los participan-
tes en las danzas-batallas rituales, juntando los lados opuestos (96–100), y profundizando
nuestro entendimiento de esta ideología en otros rituales, tales como las ceremonias de
matrimonio. Su investigación ayuda a mi caracterización de participación de tercer géne-
ro en la reunión de los opuestos géneros, discutido en los capítulos dos y tres. Isbell y
Franquemont (Franquemont citado en Paul, Paracas Ritual Attire) también adicionan a mi
teorización del tinkuy. Debe ser notado que mi uso del tinkuy, como una metáfora, no ig-
nora la contenciosa naturaleza de la negociación ritual, como Allen alude en su definición,
la práctica actual invoca imaginación de “batallas”, eso es, de lucha y competencia que
eventualmente es mediada y concluida en unión.
Michael J. Horswell
38
19 Chaupi, un término quechua, es similar a chhima. Chaupi fue definido por Diego González
Holguín, en 1608 en su Vocabulario de la lengua general de todo el Perú, como la “mitad
o el medio de las cosas o los lugares o el tiempo o obra” (99).
20 González Holguín define el término chhullu como “una cosa sin compañera entre las cosas
pareadas” (ibíd., 119).
Michael J. Horswell
40
junto con las acllas (mujeres elegidas), incas y otros sujetos andinos.
Mientras Silverblatt postula la relación divina entre la mujer y deida-
des femeninas o de la tierra y discute las posiciones materiales de la
mujer en la conquista política de los Andes prehispánicos y coloniales,
yo quisiera añadir una apreciación de cómo se manifiesta la expresión
femenina de agencia en la política de conquistas pre-Inca de jerarquías
de género de prestigio, un tema que abordo en mi discusión de los mi-
tos de Huarochirí. Esta recuperación de agencia femenina informa mi
construcción teórica del tinkuy, tanto como estrategia de lectura como
modo de reproducción cultural. Sin una apreciación del papel simbó-
lico y performativo de lo femenino y andrógeno, no podemos entender
completamente las complejidades de la cultura de género andina y la
negociación de complementariedad en los contextos ritual y cotidiano.
Mientras el movimiento feminista en los campos de estudios
de antropología y literatura se ha movido decididamente hacia la teo-
rización de un rompimiento de la categorización tradicional de género
en relación directa al sexo biológico, otras investigaciones han presen-
tado el foco de estos temas de etnografías que no parecen encajar en la
designación de género masculino ni femenino. Tradicionalmente, las
etnografías discutieron estas variaciones en términos de homosexua-
lidad y de transvestismo. Evelyn Blackwood editó el primer volumen
de antropología para estudiar la homosexualidad, The Many Faces of
Homosexuality (1986) y cambió el enfoque para tratar los actos homo-
sexuales no como comportamiento individual pervertido, sino con un
análisis de los patrones institucionales y culturales de ese comporta-
miento. Los investigadores contribuyentes evitaron imponer prejuicios
occidentales en la sexología y el psicoanálisis de las culturas no occi-
dentales bajo estudio.
Rápidamente fue evidente, sin embargo, que la consideración
de estas culturas no occidentales requería una revisión de suposicio-
nes concernientes al sistema de género binario en adición a un mejor
entendimiento de la sexualidad. Making Sex de Thomas Laqueur hizo
un paso hacia adelante en el rompimiento del entendimiento tradicio-
Michael J. Horswell
42
nal del modelo de sexo dimórfico, proponiendo que, desde los griegos
hasta el siglo XVIII, Occidente tuvo un modelo de un solo sexo y que el
cuerpo femenino fue culturalmente construido como incompleto y re-
lativamente inferior al punto masculino de referencia. Que Occidente,
en un punto, posicionara la existencia de solamente un sexo, nos abre
a la noción de que ambos géneros son conceptos contingentes. Ahora,
los académicos han comenzado a reexaminar pasajes en etnografías
que sugieren una población más diversa de sexos y géneros en el mun-
do. De estos estudios ha emergido el término “tercer género”.
Como Gilbert Herdt da a conocer en su introducción a Third
Sex/Third Gender, hablar de terceros géneros no significa que hay tres
géneros en lugar de dos, sino es romper con la bipolaridad de sexo
y género que hasta recientemente ha dominado el pensamiento occi-
dental popular y científico. Herdt sigue al sociólogo George Simmel
en observar que la presencia de solo dos categorías crea una relación
intrínseca de potencial conflicto de oposición. Herdt declara el térmi-
no “tercero” como “emblemático de otras posibles combinaciones que
trascienden el dimorfismo” (Third Sex/Third Gender, 20). Los ensayos
en el libro de Herdt luchan por descifrar los múltiples discursos que
construyen identidades de género alrededor de las propensiones hu-
manas para “categorizar cosas dentro de dos, tres, u otras estructuras
de la mente” (ibíd.). El teorizar más allá del dimorfismo sexual es un
gesto hacia un pensamiento acerca del infinito más que un finito nú-
mero de categorías de género. Entonces, el “Tercer género” se convierte
en un metonímico propiciador de significado para aquellas subjetivi-
dades de género que caen fuera de las categorías dimórficas clásicas,
pero cuya inteligibilidad depende de especificidad cultural. Por eso,
cada sujeto del tercer género puede ser significativamente discutido
solamente dentro del contexto de su cultura de género. Ya que, la pre-
sencia del tercer género parece haberse expandido en muchas formas
en una variedad de locales geográficos, la investigación relacionada a
las Américas es la más relevante como una introducción a cómo voy a
teorizarla en los Andes.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
43
24 Para una crítica de la investigación de Roscoe y el tema de género y poder entre los
pueblos indígenas, ver Gutiérrez, “Must We Deracinate Indians” y “A Gendered History”.
Trexler también crítica el trabajo de Roscoe en “Gender Subordination”.
Michael J. Horswell
46
Barbudos, afeminados
y sodomitas
Representando la masculinidad
en la España premoderna
29 Esta intensificación de ética personal ocurrió en el contexto de los primeros siglos de nues-
tra era, durante un “debilitamiento del marco de trabajo político y social dentro del cual las
vidas de los individuos solían desenvolverse” (Foucault, Care of the Self, 41), en cuanto a
la expansión del imperio romano produjo circunstancias en las cuales el individuo requirió
más auto regulación. John Boswell también discute la “ruralización” de la cultura romana
como una posible influencia sobre la cambiante ética sexual (Christianity, 119-121).
Michael J. Horswell
60
30 Para el análisis de la falta de leyes romanas relacionadas con la sexualidad, ver Boswell,
Christianity, especialmente las páginas 66-70.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
61
31 Las primeras leyes en tratar la homosexualidad como transgresión parecieron ser aplica-
das a los participantes pasivos, más importante, al prostituto pasivo masculino, en el siglo
VI (ibíd., 171).
32 Trexler (Sex and Conquest, 44-45) propone que la proscripción de la sodomía por los
visigodos se relacionó a preocupaciones políticas de que los seculares, perpetradores
activos de sodomía, estaban ganando poder a través de grupos de hombres pasivos que
mantuvieron como concubinos y que el clero ejerció poder sobre los estudiantes pasivos
quienes los hospedaron con ellos.
33 Jordan, Invention of Sodomy, 1.
Michael J. Horswell
62
36 Para los estudios de canibalismo en el discurso colonial, ver Peter Hulme (Colonial En-
counters); Félix Bolaños (Barbarie y canibalismo en la retórica colonial): y Freccero (“Can-
nibalism, Homophobia, Women”). Freccero hace explícita la conexión entre los tropos de
canibalismo y homofobia en Montaigne, mientras que Bolaños y Hulme desarrollan lectu-
ras críticas de los tropos en las Américas coloniales.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
65
37 Para estudios fundacionales de este nuevo campo, consultar Brittan (Masculinity and Pow-
er), Brod (Making of Masculinities), Gilmore (Manhood in the Making), Hadley (Masculinity
in Medieval Europe), Lees (Medieval Masculinities), Murray (Male Homosexuality) y Sedg-
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
67
dejados sobre un pedestal sin género, ese lugar seguro desde donde
ellos analizan al Otro, incluyendo a las mujeres, a los hombres afemi-
nados y a los chicos, pero evitando volver su mirada de regreso hacia
sí mismos. Además, se ha empezado una reconsideración de la Iberia
medieval desde una perspectiva queer, por ejemplo en la célebre co-
lección Queer Iberia (Blackmore y Hutcheson).38 Como los investiga-
dores la representan en ese estudio, entiendo la península como un
espacio cultural históricamente único, caracterizado como excesivo,
marginal y peligroso para el resto de Europa. Su marginalidad más que
crear autoaceptación, tolerancia o incluso celebración de diferencia, se
convirtió con el tiempo en un miserable dolor sobre el cuerpo social de
la protonación. Esta dolencia se convirtió en la motivación del discurso
en sí mismo para proyectarse a las futuras colonias del imperio y del
Otro colonizado de una pureza ficticia de moralidad sexual, una ética
de sexualidad que se convierte en el estándar por el que los pueblos
de las Américas serán juzgados. Ya que, los ensayos en Queer Iberia
revelan la naturaleza heterogénea de la cultura sexual de la península,
la lucha discursiva entre los puntos de vista sobre la sexualidad ibé-
rica y la virtuosidad de las voces poéticas que se atrevieron a decir el
nombre del inmencionable pecado; enfatizo en lo que se convertirá
en la construcción normativa y la representación de la masculinidad
española. Más que dejar esta última en una condición naturalizada de
cómo el discurso colonial hegemónico representa al Otro, considero
qué tan inestable estaba el discurso masculinista al cruzar el Atlántico
para actuar sobre nuevos territorios. En este sentido, las voces queer,
en el corpus literario e historiográfico de los textos existentes, proveen
el contexto en el cual se puede entender lo que se considera la ansiedad
wick (Between Men: Epsitemology of the Closet). Para evocativas y, a menudo, historias
personales de actuales confrontaciones de escritores latinos con temas de masculinidad
ver la antología de Ray González, Muy Macho.
38 Otros estudios queer de la tradición hispánica, incluyendo a Mohillo e Irwin (Hispanism
and Homosexualities), Chávez-Silverman y Hernández (Reading and Writing el Ambiente)
y Foster y Reis (Bodies and Biases), comenzaron más tarde con lecturas de textos rena-
centistas.
Michael J. Horswell
68
39 Recientes investigaciones en estudios queer incluyen Berlant y Warner (“What Does Queer
Theory Teach Us about X”), Butler (Bodies that Matter; “Critically Queer”; Gender Trouble),
de Lauretis (“Queer Theory”), Doty (Making Things Perfectly Queer), Kirsch (Queer Theory
and Social Change), Leap (Word’s Out) y Sedgwick (Between Men; Epistemology of the
Closet).
40 La Literatura hispanoárabe refleja la modificación musulmana de las costumbres rurales
de los visigodos de la cultura urbana de las legendarias ciudades Islámicas. Boswell ha
revisado la variedad de fuentes que tratan el deseo homoerótico con indiferencia en la
tradición hispanoárabe (Christianity, 194-200). Durante la ocupación musulmana de la pe-
nínsula no había leyes cristianas concernientes a la sodomía (ibíd., 198). Esto no implica,
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
69
mos más adelante, era una metáfora común en los escritos místicos
españoles, especialmente en aquellos del siglo XVI. Mientras que la
mística renacentista determinó la relación en términos heterosexua-
les, Raguel, a fines del siglo X, inscribió la unión mística utilizando
imaginaria homoerótica, estableciendo un triangulo erótico competi-
tivo entre Cristo, Pelayo y el Califa. La belleza corporal de Pelayo, sin
embargo, estaba reservada para Dios; de hecho su recompensa final
llegaría solamente después de que él hubiera “triunfado” sobre las ten-
taciones terrenales de bienestar y vicio, peligros identificados con el
califa musulmán. Su cuerpo purificado se convertiría en el “lugar de
descanso” en donde él y Cristo serían unidos en éxtasis y en la com-
pañía protectora de los santos. Irónicamente, esta descripción evoca la
imagen de un harem masculino, muy parecido al heterogéneo del Ca-
lifa que se describe más adelante. A Pelayo, sin embargo, se le promete
su recompensa paradisíaca por su rechazo a la lujuria asociada con el
enemigo islámico.
Al escuchar del esplendor físico de Pelayo, que “la belleza de
su rostro santísimo era notablemente cautivadora” (55), el Califa lo ha-
bía traído a su salón de banquetes vestido en finísimas túnicas. Las in-
tenciones de los musulmanes son claras, como Raguel lo hace explíci-
to: “sepultar en los abismos de los vicios su hermosura corporal” (57).
Los musulmanes amenazaron con violar la unión de Pelayo y Dios “al
ofrecer a un rey mortal, aquel cuya alma Cristo ya había desposado
consigo en una fidelidad inseparable” (63). El Califa le ofrece a Pelayo
todos los encantos de la vida de la corte (incluyendo la compañía se-
xual de los hombres jóvenes de la corte, tironunculis) en intercambio
por su renuncia a la cristiandad y su profesión del Islam (65). Estas
lascivas tentaciones corresponden a los vicios de lujuria, representa-
da en términos de la feminidad, como lo vimos antes. Pero el joven
muchacho cristiano religiosamente rechaza su oferta, declarando tales
tentaciones como fugaces contrastadas con la permanente unión que
el disfrutará con su divino pretendiente cristiano (67).
Michael J. Horswell
72
43 Jordan comenta sobre la etimología del adverbio empleado para modificar el tipo de toque
que el rey supuestamente le dio a Pelayo, joculariter: “pudo significar algo como ‘humo-
rístico,’ pero ese significado difícilmente calza aquí. En Ovid, quien bien podría estar en la
mente de Raguel, el verbo raíz, joco, es utilizado como una metáfora para la copulación.
De manera que tangere joculariter podría significar por lo menos ‘tocar sexualmente’ y
posiblemente incluso ‘acariciar’ en el sentido sexual (Invention of Sodomy, 12).
44 Nuevamente, la etimología de Jordan es iluminadora. “Afeminado” podría significar, como
en el sentido general de los tiempos, la relación entre “la autoindulgencia sexual de la fe-
minidad” o podría referirse a la “condena del reino de Roboam, [en el cual] los ‘afeminados’
son aquellos quienes cometen ‘todas las abominaciones de los gentiles, las cuales Dios
destruyó frente a los hijos de Israel’” que aparece en la Vulgata (ibíd., 13).
45 Hutcheson señala, en su consideración de lugar de los “moros sodomíticos” en las na-
rrativas de Reconquista, que esta binaria fue una figura común en el texto europeo de
los tiempos y expresado, más que como una noción anacrónica de heterosexualidad vs.
homosexualidad, como un contraste entre los musulmanes del mal y los buenos cristianos
(“Sodomitic Moor”, 101). La sexualidad de los moros fue sospechosa porque personificaba
la diferencia en la relación con los cristianos, y por eso fue “sospechosa a la espontánea
fusión en el discurso moralista medieval de idolatría, brujería, tradición y perversión se-
xual” (ibíd., 102).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
73
46 Como Judith Butler nos recuerda en Bodies that Matter, el sujeto es constituido a través
de la fuerza de exclusión y abyección, una que produce un constitutivo foráneo (outsider)
para el sujeto, un foráneo abyecto, el cual es, después de todo, ‘dentro’ del sujeto como su
propio repudio fundacional” (3).
Michael J. Horswell
74
47 Véase también la revisión de Burshatin de la literatura critica sobre la figura del moro en la
literatura española premoderna en “The Docile Image”.
48 Los capítulos uno y dos de Sex and Conquest de Trexler proveen una visión similar de una
relación de poder y el planteamiento de sexualidad en la península, ya que él rastrea la
evidencia histórica de la violación de los enemigos derrotados en la “antigüedad” hasta los
castigos sexuales públicos de inicios del modernismo.
49 Para una explicación de la estructura política y económica de la sociedad representada en
el poema, ver Juan Ramón Resina, “Honor y las relaciones feudales”.
Michael J. Horswell
76
50 Escojo el poema épico en lugar de la historiografía con el objetivo de entender estos temas
como fueron representados en las formas populares de producción cultural. Futuras inves-
tigaciones podrían rastrear fructíferamente los tropos analizados más adelante dentro de
la tradición historiográfica peninsular, sobre todo, en las crónicas de Reconquista.
51 No estoy interesado en la persona histórica del Cid en este estudio; por eso, mi atención
será limitada al personaje literario como se representó en el poema épico. Para un estudio
de la relación entre el personaje del poema y la figura histórica, ver Ramón Menéndez
Pidal, El Cid Campeador, y Richard Fletcher, The Quest for El Cid.
52 Ver Christianity de Boswell, 29-30n 55, para referencias de la literatura clásica griega.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
77
53 Foucault recolecta esta información del Protágoras de Platón con el objetivo de enfatizar la
importancia del tiempo en el amor de los muchachos, en cuanto a la “navaja que le afeito
(la primera barba) debe cortar los lazos del amor” (Use of Pleasure, 199).
54 Boswell explica que esta ley Judía no fue adoptada universalmente por los romanos, de-
bido a la ambivalencia de los primeros cristianos hacia las leyes judías, sin embargo, las
barbas se vieron favorecidas bajo el emperador Romano Harían. Ver Christianity, 102.
55 Todas las referencias textuales están tomadas de la edición moderna preparada por Fran-
cisco López Estrada (Anónimo, Poema del Cid). La mayoría de las versiones son de la
traducción de verso de W.S. Merwin (Anónimo, The Poem of the Cid). Ocasionalmente
ofrezco una traducción más precisa de los epítetos que se refieren a la barba. Los acadé-
micos tradicionales han tendido a leer estos epítetos épicos como unidades formales que
completaron los hemistiquios del verso, manteniendo la silábica del mester de juglaría (la
forma de verso de los trovadores medievales). Como mi análisis propone, estos epítetos
también funcionan como tropos de discurso cuyos refranes significan importantes elemen-
tos del carácter del héroe.
56 Carmen Benito-Vessels ha notado cómo la esposa del Cid es más sumisa que otras mu-
jeres representadas en la Estoria de Espanna, una de las más importantes y extensas
crónicas de inicios de la historia de España (“La mujer”, 56).
Michael J. Horswell
78
57 En cuanto a la crítica historia de su propia opinión del estatus del Cid como un vasallo de
Alfonso, ver “Señor y vasallo” de Nicholas Marín Granada.
Michael J. Horswell
80
58 “¡Dios, si que se muestra alegre/el Cid de barba florida/al decirle Alvar Fañes/ que ya pago
las mil misas!” (930–931). He escogido la traducción de los epítetos más literalmente en
mi análisis que como lo hace el poeta traductor W.S. Merwin, con el objetivo de subrayar
la creciente hipérbole del lenguaje original del poema.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
81
60 Hasta este día permanecen halagadores coloquialismos como “un hombre con toda la
barba”, demostrando la longevidad de estos conceptos culturales.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
83
“nuestro Cid alzó la mano,/ y la barba se cogió:/- por esta barba cre-
cida,/ que hasta hoy nadie mesó,/ que irán quedando vengadas/ doña
Elvira y doña Sol” (3185-3187). Esta búsqueda por el restablecimiento
del honor de sus hijas sugiere otro elemento de la naturaleza simbólica
de la barba del Cid. No solo presenta su masculinidad, honor y lealtad,
como lo hemos visto sino que también funciona como señal de un sis-
tema homosocial en que sus hijas han sido utilizadas como términos
de mediación en la negociación de la relación social entre el Cid, el Rey
Alfonso y los príncipes de Carrión.61 Cada uno representa un rango
social diferente y utiliza a las hijas del Cid para su ventaja. Él se las
ofrece al rey para que las despose con quien considere merecedores, un
acto cuyo propósito busca procesar un tributo mas a su señor (2068-
2165). Los príncipes de Carrión buscan el matrimonio con el objetivo
de tomar ventaja del nuevo bienestar y prestigio del Cid en la corte
(1879-1883). El Rey Alfonso consiente y arregla la boda con el objetivo
de repagarle al comprador por todos los favores que realizó para él en
la reconquista de la península (1890-1891). El Cid acepta la proposi-
ción de matrimonio, a pesar de que ha tenido premoniciones, pues está
pensando en el prestigio que adquirirán él y su familia al casarse con
la nobleza (1937-1942).
Implícito en las demandas por retribución del Cid está una
resignificación del género sexual de sus yernos. Esto es conseguido
metafóricamente al recurrir al otro símbolo de masculinidad, la es-
pada; el Cid recupera la espada que ganó en combate y que dio a sus
yernos como regalo de bodas, recordando así a la corte de la virilidad
relacionada con los armamentos:
Y les di las dos espadas, a Colad y a Tisón,
que yo bien me las gané, como lo hace un buen varón,
porque con ella se honrasen, y sirviesen bien a vos
(3153-3155)
61 Para el desarrollo teórico del comportamiento homosocial, véase Between Men de Eve
Sedgwick.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
85
65 Estoy en deuda con Carmen Benito-Vessels por hacerme acuerdo de la lectura de Doro-
thy Severin de Calisto como una parodia de Leriano, el cortesano amante en el clásico
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
91
romance sentimental español de Diego de San Pedro, Cárcel de Amor. Véase: Severin,
Tragicomedy and Novelistic Discourse in Celestina, 26.
66 Para una excelente explicación sobre la influencia de Séneca en La Celestina, véase:
Seneca and Celestina de Louise Fothergill-Payne; para voluptas, páginas 47 y 48.
67 “O mundo, mundo… me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable, una mo-
rada de fieras, juego de hombres que andan en coro, laguna llena de cieno, región llena
de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin
fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas”, (338) (Rojas, La Celestina, 159).
Michael J. Horswell
92
68 Para una información de fondo sobre San Juan de la Cruz y una lectura crítica canónica
de su poesía, ver La poesía de San Juan de la Cruz de Dámaso Alonso.
69 Las traducciones son de Ken Krabbenhoft, Poems of St. John of the Cross. El lector debe
notar que el género del amante y de la voz poética no está marcado en el inglés como lo
está en el español original.
70 La traducción al inglés sugiere que tanto el amante como el amado son transformados,
pero en el español original, debido a las marcas de género, es el alma “femenina” la que
es transformada por el agente divino “masculino”.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
93
71 La historia de Dombrowski es un resumen del trabajo hecho por Jurgen Moltmann y Gerda
Lerner (76).
Michael J. Horswell
94
74 Para un estudio más reciente sobre el papel jugado por los cuerpos de las mujeres a
inicios de la España moderna y la América española, ver Perfect Wives, Other Women de
Georgina Dopico Black.
Michael J. Horswell
96
75 Carrasco nota que en 1567 había aproximadamente un familiar por cada treinta y cuatro veci-
nos en las pequeñas villas y áreas rurales de Valencia (Inquisición y represión sexual, 14).
76 Los registros de los juicios de la Inquisición reflejan el conocimiento de los testigos, y muy
a menudo de los acusados de las enseñanzas de la Iglesia sobre sodomía (ibíd., 16-19).
Adicionalmente, Carrasco sugiere que el diálogo confesional muy a menudo parecía pre-
figurar las confesiones del juicio obtenidas del acusado (ibíd., 17). Deberíamos también
tomar en consideración temas de presión de los pares y el poder de la Iglesia sobre los
testigos cuando consideramos las actitudes de aquéllos dando testimonio.
Michael J. Horswell
98
(Ibíd., 20)
Porque entre los otros pecados y delitos que ofenden a Dios nues-
tro Señor e infaman la tierra, especialmente es el crimen cometido
contra la orden natural; contra el qual las leyes y derechos se deben
armar para el castigo deste nefando delito, no digno de nombrar,
destruidor de la orden natural, castigado por el juicio Divino; por
el cual la nobleza se pierde, y el corazón se acobarda. Y se engen-
dra poca firmeza en la Fe; y es aborrecimiento en el acatamiento de
Dios, y se indigna á dar á hombre pestilencia y otros tormentos en
la tierra; y nasce dél mucho oprobio y denuestro á las gentes y tierra
donde se consiente; y es merescedor de mayores penas que por obra
se pueden dar … Establecemos y mandamos, que cualquier persona,
de cualquier estado, condición, preeminecia ó dignidad que sea, que
comitiere el delito nefando contra naturam, seyendo en él conven-
cido por aquella manera de prueba, que según Derecho es bastante
para probar el delito de herejía ó crímen laesae Majestatis, que sea
quemado en llamas de fuego en el lugar … y sin otra declaración
alguna, todos sus bienes así muebles como raíces.80
80 Citado en ibíd., de Novísima recopilación de las leyes de España, Ley I, Tít. XXX, Lib. XII,
facs. ed. Del Boletín oficial del estado, Madrid, 1976, vol. 5:427-428.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
101
82 Carrasco (Inquisición y represión sexual, 42-43) evalúa las condiciones formales nece-
sarias para la herejía durante el periodo y concluye que éste hubiera sido un movimiento
retórico fácil para asimilar la sodomía dentro de la herejía, a pesar de que esto nunca fue
llevado a cabo oficialmente por la Iglesia.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
103
85 Para un tratamiento más a fondo de este tópico, en el cual López Baralt discute la influen-
cia de las filosofías herméticas y neoplatónicas en el desarrollo de los emblemas morales,
ver “La cultura literaria de la imagen del Siglo de Oro” en Icono y conquista. Calvo Pérez
ofrece la siguiente definición del género emblemático: “Emblemática: insignias, taracea-
dos, jeroglíficos, pegmas, etc., que representan algún concepto moral que debe ser co-
múnmente glosado con cierta estrofa de versos y un monte o lema motivador” (Sebastián
de Covarrubias, 37).
86 Covarrubias Orozco, “Emblema 64”, Emblemas morales (publicado en 1610).
87 La referencia es para la famosa “mujer barbuda”, Brígida del Río, quien retrata a Fray Juan
Sánchez Cotan pintado. Su celebridad fue más allá de los retratos. Como Sherry Velasco
anota, “a pesar de las varias formas en las cuales Brígida del Río fue interpretada por sus
contemporáneos, acorde con documentos de inicios de lo moderno, estas anomalías eran
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
105
Figura 1
Michael J. Horswell
106
mercadeables, como la ‘barbuda de Peñaranda’ recibió doce reales por exhibir su ‘grotes-
ca’ apariencia en Valencia (Pérez Sánchez, 68)” (“Marimachos, hombrunas, barbudas”,
74). Velasco provee una visionaria discusión del motivo de la “mujer varonil” en Cervantes.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
107
Descolonizando tropos
de alteridad sexual
89 Como trato en el capítulo uno, Jordan explica el proceso a través del cual la sodomía se
convirtió en una figura eclesiástica en la Edad Media y etiqueta la figura como un “arte-
facto”, definido como “cualquier estructura o cambio en la apariencia producido por el
proceso” (Webster’s New World Dictionary, 78).
Michael J. Horswell
112
90 Ibíd.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
113
91 Con este preludio al análisis que sigue, deseo acentuar el desafío metodológico involucrado
en el proyecto: ¿cómo discutir el proceso de transculturación sin postular primero la subjeti-
vidad que será transformada? Pues, como veremos, la reconstrucción de esta subjetividad
es tomada de las mismas fuentes cuya retórica fragmentó el sujeto en primer lugar.
Michael J. Horswell
114
Figura 2
Los perros de Balboa devorando sodomitas.
De Peter Martyr, Decades, grabado por T. de Bry
94 Goldberg afirma que esta escena se convierte en un “espejo en el cual los europeos po-
drían encontrarse a ellos mismos” (46). Para un argumento similar acerca de la figura del
noble salvaje, véase Tropics of Discourse de Hayden White.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
119
95 Véase Trexler (Sex and Conquest) para una discusión de cómo, en su historia Pan-ameri-
cana, el berdache llegó a ser un sujeto dependiente y abyecto en su propia cultura. Discuto
este tema en lo que se relaciona a los Andes más adelante, en el capítulo tres.
96 Para un análisis del tema de sodomía en otras partes de América, ver Goldberg (“So-
domy in the New World”), Guerra (Precolumbian Mind), Gutiérrez (“Must We Deracinate
Indians”), Kimball (“Aztec Homosexuality”), Poirier (“French Renaisance Travel Accounts”),
Sigal, (From Moon Goddesses to Virgins) y Trexler (ibíd.).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
121
97 El texto de Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, continúa sien-
do el estudio definitivo sobre este tema. Véase también el sumario de Margarita Zamora
en el cap. 5 de Language, Authority and Indigenous History.
98 Miguel Molina Martínez provee un sucinto resumen de esta historia en “El concepto del
indio” en La leyenda negra (83-112).
Michael J. Horswell
122
99 Las otras causas fueron basadas en la idolatría del pueblo, para diseminar el cristianismo
y para proteger a los débiles entre los bárbaros. Véase el sumario de Hanke, La lucha,
346-373.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
123
Cerca del pecado nefando, lo que hay que con verdad decir es que
nunca se vido entre aquellas gentes, antes se tuvo por grande y abo-
minable pecado hasta que les apareció un demonio en figura de
indio, llamado Cu, y en otra lengua Chin, y en otras Cavil y Marán,
que los indujo a que los cometiesen, como él lo cometió con otro
demonio, y de aquí vino a que no lo tuvieron algunos de ellos por
pecado, diciendo que pues aquel Dios o diablo lo cometía y lo per-
suadió que no debía ser pecado (ibíd., 239, 358).
100 “Solamente Oviedo, que presumió de escribir historia de lo que nunca vio, no cognosció, ni
vido algunas destas, las infamó de este vicio nefando, diciendo que eran todos sodomitas,
con tanta facilidad y temeridad como si dijera que la color dellas era un poco se fusca o
morena más que la de los de España (Historia de las Indias, 231).
101 “Pudo ser que por alguna causa, aquél o otros, si quizá los había, se dedicase a hacer
oficios de mujeres y trujese de aquel vestido, no para el detestable fin, de la manera que
refiere Hipocras y Galeno, que hacen algunas gentes cithia, los cuales, por andar mucho
a caballo, incurren cierta enfermedad, y para sanar de ella, sángranse de ciertas venas,
de donde finalmente les proviene a que ya no son hombres para mujeres, y cognosciendo
en si aquel defecto, luego mudan el hábito, y se dedican, ofrecen y ocupan en los oficios
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
127
que hacen las mujeres, y no para otro mal efecto. Así pudo ser allí o en otras partes destas
indias donde aquellos se hallasen, o por otras causas, según sus ritos y costumbres, y no
para fin de aquellas vilezas” (ibíd., 231-232).
102 Véase Literatura peruana de Luis Alberto Sánchez, 72. Para otras opiniones favorables,
Cieza de León, Discovery and Conquest, 27.
Michael J. Horswell
128
103 Cito las ediciones españolas de Crónicas del Perú de Cieza, la cual estaba dividida en
tres partes y publicada por la Pontificia Universidad Católica del Perú en tres volúmenes.
Traducciones de las partes 1 y 2 son mías a menos que se anote, en cuyo caso, vienen de
la traducción al inglés de Harriet de Onis (Incas of Pedro de Cieza de León). El lector debe
estar consciente de que la traducción de Onís, editada por Víctor Wolfgang von Hagen,
aunque es útil, altera el texto original al entrelazar capítulos de las dos partes y al omitir
“repeticiones”, como el editor lo anota en su prefacio (ix). Estas omisiones requirieron que
yo tradujera varios pasajes del original.
104 Para una completa y concisa biografía de Cieza y su relación con el sistema de encomien-
da en lo que hoy es Colombia, véase la introducción a su traducción de la parte tres de
Crónica del Perú (Discovery and Conquest) de Cook. Cieza fue premiado con una enco-
mienda por sus servicios en la fundación del Arma, pero entonces perdió su subvención
debido a la cambiante fortuna política de su patrón (ibíd., 10-11). Él partió de Colombia
para él Perú con el objetivo de unirse a la “reconquista” real del Perú después de la caída
de los Pizarros.
105 Algunos han comentado que esta estrategia estaba relacionada con la necesidad táctica
de Cieza de recibir auspicio de la Corona a través del apoyo de la Gasca. Franklin Pease
Michael J. Horswell
130
señala en su introducción a La crónica del Perú que hay algunas dudas acerca de si Cieza
recibió su auspicio de la Gasca durante el escrito de las primeras dos partes de la crónica
(xxix). Pease comparte una interesante observación que le fue dicha por Enrique Carrión
de la denominación oficial de la narrativa como “crónica” o “coronista”, siendo la última la
designación asignada a la tercera parte de su crónica, pero no a la primera. Aunque algu-
nos toman las dos palabras como sinónimos, crónica viene del Griego khronos, refiriéndo-
se a tiempo, mientras coronista se deriva del Latín corona. El uso de Cieza de “coronista”
con la tercera parte de su trabajo, la parte pertinente a las guerras civiles, de las cuales
sabemos la Gasca le pidió la crónica para su gobierno, sugieren que estos primeros es-
critos, La primera parte y La segunda parte, no fueron realizadas en su capacidad oficial
como “cronista de indias”.
106 Franklin Pease vincula este uso del término behetría a la historiografía medieval, la cual en
su turno se derivó de las tradiciones etnocéntricas griegas y romanas (Crónica del Perú,
xxxvi). La connotación es la de pueblos libres, pero organizados.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
131
107 Cook y Cook documentan su uso de los informantes activos, incluyendo quipucamayocs
(guardianes del quipu), a quienes él entrevistó en el Cuzco (Discovery and Conquest,
9,15).
108 Cook y Cook relacionan un comentario hecho por Cieza concerniente al encuentro con
su adolescencia y su fascinación temprana con los Otros andinos y sus ricos: “no puedo
parar de pensar acerca de esas cosas, cuando recuerdo las opulentas piezas que fueron
Michael J. Horswell
132
vistas en Sevilla, traídas de Cajamarca, donde el tesoro que Atahualpa le prometió a los
españoles fue recogido” (ibíd., 6).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
133
Los del Perú siruen bien y son domables: porque tienen más razón
que estos: y porque todos fueron subjetados por los reyes Ingas: a
los cuales dieron tributo, siruiendolos siempre; Y en aquella condi-
109 La sobresaliente exploración de Peter Hulme del uso discursivo de Colón de la antropo-
fagia y la acuñación del explorador del término “caníbal” del nombre de los caribes, habi-
tantes de las islas Caribeñas, ilustra la inestabilidad de la palabra. Véase especialmente el
Capítulo1 de Colonial Encounters.
Michael J. Horswell
134
Y ellas y los sacerdotes eran bien proueydos por los que tenían car-
go del servicio del templo: a las puertas del qual auía porteros, de
los quales se afirma que algunos eran castrados, que tenían cargo
de mirar por las mamaconas: que así auían por nombre las que
residían en los templos (145-146).
Michael J. Horswell
136
110 Para un tratamiento de las mamaconas, véase Moon, Sun and Witches de Silverblatt, 80-
108 passim.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
137
111 Ver “Utopian Etnography in Las Casas’s Apologética” de José Rabasa y su discusión de
estos elementos críticos y utópicos de los tropos en Inventing America, 173.
Michael J. Horswell
138
(…) como todas las cosas del pueblo sea una confusión de varie-
dad, y jamás saben dar en el blanco de la verdad: no me espanto
que me digan esto, pues en otras cosas mayores fingen disuaríos
no pensados: que después quedan en el sentido de las gentes: y no
ha de servir para entre los cuerdos: sino de fábulas y nouelas… en
las más de las cosas que el vulgo quenta de los acontecimientos
que han passado en Perú, son variaciones como arriba menciono
(ibíd.).
112 Véase Goldberg (“Sodomy in the New World”), Williams (Spirit and the Flesh) y el Capítulo
cinco en este libro.
Michael J. Horswell
142
Este autor culpa el uso de ellos del “vil pecado” a los límites de la ha-
bilidad física de las mujeres nativas para satisfacerlos y después al dia-
blo, quien los “aconsejó e indujo” a sus demostraciones públicas de
actividad sexual licenciosa entre hombres. Cieza recuenta esta historia
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
143
¿Es este relato acerca de tradiciones nativas una que los nativos
cuentan acerca de los españoles, cuyos conceptos han alterado por
siempre el entendimiento nativo de sus propios mitos y prácticas?
¿O es éste un relato que los españoles cuentan como si fuera un
relato nativo, con el objetivo de producir “buenos” indios quienes
“apropiadamente” abominan la sodomía? ¿O es éste el relato que
los nativos cuentan a los españoles como si fuera tradicional,
acomodando sus creencias a las españolas, pero manteniendo en
reserva su propio relato bajo la cubierta de que es aceptable? Para
la época en la que este relato es contado, ¿puede uno separar las
creencias nativas y cristianas? (Sodomy in the New World, 50).
Figura 3
Los gigantes sodomíticos de Santa Elena
114 Marshall Saville, en Antiquities of Manabí, Ecuador registra los remanentes arqueológicos
en el área representada en el mito, reportando que, de hecho, hay grandes pozos que
miden seis pies de diámetro y diez pies de profundidad cortados dentro de la roca sólida
en la superficie de la tierra (81-82). Él también registra la presencia de grandes, simétrica-
mente moldeadas “tumbas” cortadas dentro de la roca, alcanzando profundidades de 10 a
12 pies (ibíd., 83-84).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
149
tados pueblos Yunga de las tierras bajas los cuales estaban necesitados
de agua.115
Igual que la sexualidad indígena jugó un papel en el relato de
las relaciones posconquista entre huacas, aquí en Puerto Viejo podrían
haber existido significados similares de sexualidad entre los “gigantes”
invasores y los pueblos aborígenes. Cómo estas relaciones se represen-
tan en la versión de Cieza como sodomía sigue siendo un misterio. El
reinscribir este mito en un discurso cristiano, sin embargo, claramente
sirvió al propósito del cronista de transmitir conceptos culturales inin-
teligibles, tales como la política de conquista de deidades acuáticas,
a un lector europeo, mientras que al mismo tiempo distinguía a los
pueblos bárbaros de Puerto Viejo de los más “civilizados” incas, el ver-
dadero objeto de las tendencias apologéticas lascasianas de Cieza.
Los gigantes míticos tomaron una vida literaria propia, apa-
reciendo en muchas subsecuentes crónicas e historias. Pedro Gutiérrez
de Santa Clara (1522-1603), el hijo de un converso de Salamanca y una
madre indígena de Nueva España, se unió al grupo de soldados de
Gonzalo Pizarro, alrededor de 1542 y participó en la Conquista y pos-
teriormente en las guerras civiles en Perú. Su crónica, Quinquenarios o
Historia de las guerras civiles del Perú (1580), incluye un capítulo sobre
los gigantes y provee detalles adicionales para un entendimiento de
este mito transculturizado. Su cuento de los gigantes sigue a su breve
y celebratorio sondeo del Imperio inca, una desviación de su objetivo
primario: para narrar las tumultuosas intrigas de las guerras civiles en
la posconquista del Perú.
115 Las huacas fueron sitios sagrados de prácticas religiosas andinas, muy a menudo los
lugares de las ceremonias rituales. Frank Salomon define huaca en su introducción a The
Huarochirí Manuscript como “cualquier cosa material que manifestara lo sobrehumano: el
pico de una montaña, una fuente, una unión de corrientes, el afloramiento de una roca,
una ruina antigua, una mazorca gemela, un árbol dividido por un rayo. Incluso la gente
podría ser huacas” (The Huarochirí Manuscript, 17).
Michael J. Horswell
150
Para mí tengo creído que los indios de Manta que vimos en nues-
tros días, deprendieron de sus antepasados y de los mayores destos
gigantes este diabólico y horrendo vicio, porque el día de hoy lo
usan ellos en sus ritos y ceremonias y en sus borracheras. Juan de
Olmos, vecino de la villa de Puerto Viejo, quemó gran cantidad
destos perversos y diabólicos indios, como justicia mayor que era
allí entonces, aunque el pueblo estaba en su encomienda, para qué
se apartaran deste tan pestífero y luciferino vicio (ibíd., 259).
Dicen más los naturales, que estando un día estos gigantes en cier-
tos sacrificios pésimos y usando el pecado nefando, vino un man-
cebo muy hermoso, volando del cielo, con gran resplandor, y que
derramó tanto fuego sobre ellos que los quemó a todos vivos, y que
escaparon algunos dellos porque estaban dentro en la tierra (ibíd.).
119 Bertonio reclutó informantes indígenas del área de Juli y los entrenó en la doctrina cris-
tiana y en la escritura del Aymara (Vocabulario, xxxi). Desde estos escritos la lingüística
seleccionó palabras para ser definidas en su diccionario. Xavier Albó ha expresado el
valor del diccionario de Bertonio como una fuente de información etnográfica: “Su pureza
y fidelidad como un observador, investigador, y sistematizador nos provee un importante
archivo de hechos de la vida y la cultura Aymara desde sus tiempos” (Vocabulario, liv).
Michael J. Horswell
158
que antiguamente solía aver muchos en esta tierra” (ibíd., 154). Aquí
Bertonio nos ha dejado una imagen concisa de los individuos del ter-
cer género como le fueron reportados a él por los informantes nativos,
lo que sugiere que la práctica era más extensa de lo que Cieza reportó
anteriormente. Además, Cieza se contradice mucho después en su cró-
nica, cuando discute los pueblos del Lago Titicaca, quienes también
practicaban sodomía en los templos: “destos se tiene, que aborrecían
el peccado nefando: puesto que dizen que algunos de los rústicos que
andaban guardando ganado los vsauan secretamente: y los que ponían
en los templos por induzimiento del demonio: como ya tengo contado
(Cieza de León, Crónica del Perú, 278).120
La similitud entre estas descripciones, tomadas en distintas
áreas geográficas por misioneros de diferentes órdenes religiosas, su-
giere que allí hubo, antes de la llegada española, una tradición panan-
dina de subjetividad del tercer género. Esto no quiere decir que todas
las manifestaciones de lo que yo identifico como tercer género sean las
mismas. Debemos tomar en cuenta la diversidad cultural prehispánica
de los Andes, las fuentes fragmentadas, y la transculturación colonial.
Es imposible contener nuestro entendimiento de la fluidez y multipli-
cidad de las posiciones de estos sujetos en una definición o descripción
discreta. Durante el transcurso de este estudio, los fragmentos de posi-
ciones múltiples por andinos que ocupan un tercer espacio se juntarán
para sugerir que, en momentos, temporarios, y, en otros más perma-
nentes, las subjetividades de tercer-género existían. Sin embargo, yo no
fusiono la evidencia dentro de la limitada caracterización de algunos
de estos individuos que Trexler nombra “berdache”; por el contrario,
estoy más interesado en los significados simbólicos y rituales de la me-
diación.121 Este notable texto, formulado en el discurso de extirpación
120 Este comentario nos lleva a entender que hubo tanto un uso profano como uno sagrado de
la sodomía en la región del Lago Titicaca. Evidentemente, los pastores fueron conocidos
por su indulgencia en el homoerotismo.
121 Aquí deseo enfatizar mi uso del “tercero” como una metonimia, ya que lo discuto en la
Introducción y en mi disertación. Evidentemente no dejo este punto retórico lo suficiente-
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
159
123 Para una mayor información sobre el tratamiento de la literatura eclesiástica de la sodomía
en los Andes, véase “‘True’ Confessions” de Harrison. Yo dedico parte del capítulo cuarto
a este tópico.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
161
tando flores para las ofrendas (ibíd., f 205-207: líneas 154-157 y f 228:
171). Quizás exagerando el entusiasmo de los jóvenes por el trabajo,
Guamán Poma exuda el compromiso de los niños con sus superiores:
“Todas estas diligencias se hacían por amor de la república y aumento
de la grandeza de la magestad del Inga” (Primer nueva corónica, f 205:
línea 154). El historiador ladino continúa discutiendo el concepto de
reciprocidad andina, sapsi, que era el trabajo que todos los miembros
de un ayllu contribuían para la comunidad. La ética de reciprocidad en
las comunidades andinas motivaba el servicio, valores que los jóvenes
aprendían a una temprana edad.
En última instancia, tenemos muy poca evidencia con la cual
formar una sólida hipótesis concerniente a los sentimientos de los asis-
tentes del templo acerca de su papel. La discusión de Silverblatt sobre
el sacrificio de una joven mujer en el rito anual inca capacocha podría
ofrecer mayores reflexiones sobre los sentimientos de los participantes
en el ritual sagrado andino (óp. cit., 96-98). Este autor comenta sobre
una extensa descripción del ritual por un cronista: “Abrumada, exta-
siada, llena de júbilo por su experiencia en la capital imperial, Tanta
Carhua debía haber tomado parte de la divinidad que le fue conferida
por el hijo del Sol” (ibíd., 98). Por supuesto, los comentarios de la mu-
chacha (“finaliza ahora conmigo, pues las celebraciones que fueron he-
chas en mi honor en Cuzco fueron más que suficientes”) fueron repor-
tados al cronista por los ancianos de su comunidad, por esto reflejan
la ideología detrás de la ceremonia imperial, pero la caracterización de
Silverblatt de su “divino” estado de ánimo es un intento por hacer inte-
ligible para los foráneos lo que es difícil imaginar sin un entendimiento
del contexto cultural de la práctica. Además, no podemos ignorar la
evidencia prehispánica y contemporánea de la inducción chamánica
en prácticas rituales como posible factor motivante para sujetos del
tercer género.126
126 Para una exploración del papel de los participantes jóvenes masculinos y las actitudes en
el ritual de felación entre hombres en las sierras de Nueva Guinea, ver Guardians of the
Flutes de Gilbert Herdt. Roscoe discute los senderos de los niños mohave hacia el estatus
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
163
128 Trexler insiste en que yo acríticamente agrupé al sacerdote eunuco con lo que él entiende
como sujeto berdache (“Gender Subordiantion”, 78). Me mantengo en mi argumento aquí
de que esta referencia de Blas Valera provee un detalle más para el entendimiento de
las actitudes incas hacia la liminalidad de género. Esta fuente vincula la participación del
sacerdote eunuco como sujeto de tercer género, como se define arriba, con la estructura
de poder inca, proveyendo información etnográfica sobre los papeles “religiosos” de los
sacerdotes en la cultura, incluyendo las oraciones ofrecidas en nombre de los incas.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
165
129 Estoy en deuda con Regina Harrison por sugerirme esta posibilidad.
130 Godenzzi y Vengoa, Runasimimanta Yuyaychakusum, 116.
Michael J. Horswell
166
131 Silverblatt analiza esta historia en mayor detalle, resaltando cómo la tumba de la mucha-
cha sacrificada se convirtió en un huaca importante en su región. Los hermanos menores
quienes se convirtieron en sus sacerdotes parecieron canalizar su voz desde el más allá
(Moon, Sun, and Witches, 99), hablando así como mujeres. Esto levanta la pregunta de si
los sacerdotes transgéneros descritos aquí fueron siempre asociados con huacas identifi-
cados con lo femenino.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
167
Revalorizando lo femenino
y andrógeno andino
132 Los guacos son objetos de cerámica muy a menudo encontrados en las tierras de los
entierros ceremoniales de los Andes, que no deben ser confundidos con los huacas, que
son identidades súper humanas sagradas y santuarios discutidos más adelante. El guaco
al cual me refiero es mostrado en la Sala Erótica del Museo Rafael Larco Herrera, caja de
exhibición número cuatro. Golte reconoce que las trenzas en la iconografía Moche enfa-
tizan la feminidad (Íconos y narraciones, 53). La colección Larco Hoyle también tiene una
vasija en la forma de un hermafrodita humano de la cultura Virú.
Michael J. Horswell
170
Figura 4
Hermafrodita moche, cortesía del museo Larco, Lima-Perú
133 Véase Bolaños (Barbarie y canibalismo), Hulme (Colonial Encounters), Montrose (“Work of
Gender”).
Michael J. Horswell
172
134 Mi objetivo es el de proveer una versión alternativa de la cultura de género que empezó
a transculturizarse cuando los cronistas españoles comenzaron sus interpretaciones e
“invenciones” de los Andes. Ya que creo que es imposible el recuperar una versión “au-
téntica”, “confiable” de la realidad precolombina, dada la desviada naturaleza de nuestras
fuentes literarias y la calidad fragmentaria de nuestros registros antropológicos y arqueo-
lógicos, debemos iniciar por lo menos con una noción estratégicamente esencializada y
reconstruida del género y sexualidad indígena con el objetivo de entender los procesos de
transculturación que describo en el resto de este libro. Aquí me refiero a la noción de Diana
Fuss de “esencia nominal”, discutida en la Introducción.
135 El ambiente físico de la costa norte fue un importante determinante en el desarrollo cultural
de la región y provee de muchas explicaciones de la tradición mitológica representada por
la iconografía moche. Ya que los pueblos moche dependieron para su sustento primera-
mente del Océano Pacífico, en el cual pescaban desde botes de caña y balsa, los valles
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
173
creados desde el drenaje de los ríos de la sierra probaron ser importantes oasis en la pla-
nicie desértica costera que corre la longitud de la costa peruana. Los doce valles entre los
ríos Piura y Huarmey se convirtieron en variados centros sociales interconectados a través
de la negociación en lo que Rostworowski llamó una “economía horizontal” (Bawden, The
Moche, 47).
136 Las grandes fuerzas de la naturaleza que inspiraron el pavor de los moche y moldearon el
rango de sus relaciones metafísicas desde las influencias cíclicas de la corriente del Niño
en el océano Pacífico hasta los poderosos terremotos que periódica e inesperadamente
estremecieron las sierras. La integración del mundo natural en la cultura moche está evi-
denciada por la cantidad y calidad de representaciones artísticas de animales, topografía,
y humanos. La presencia de las montañas y el mar en los rituales descritos sobre las
cerámicas moche nos llevan a entender la gran importancia del mundo natural en la cos-
mología moche.
Michael J. Horswell
174
137 Los dos arqueólogos a cargo de las excavaciones en San José de Moro, Jequetepeque,
Christopher Donnan y Luis Jaime Castillo Butters, han comentado que su investigación
está confirmando estas coincidencias (“Excavaciones de tumbas”, 415).
138 El siguiente es un sumario de la investigación de Gero presentada en el simposio “Re-
covering Gender in Pre-Hispanic America”, Dumbarton Oaks, Washington, D.C., Octubre
12-13, 1996. La presentación de Gero fue titulada “Field Knots and Ceramic Beaus: Re-
covering Gender in the Peruvian Early Intermendiate Period”.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
175
139 La hipótesis de Cordy-Collins es que el comercio con los mayas pudo haber introducido la
práctica de la sangría en el culto a la Luna a los moche (“Blood and The Moon Priestes-
ses”, 47).
140 Como Cordy-Collins lo anota, los hombres maya algunas veces se transvestían para las
ceremonias de sangría. Para una mayor información sobre la diosa maya de la luna y el
travestismo, véase From Moon Goddesses to Virgins de Sigal.
141 Para una investigación sobre el lugar de las mujeres en las esferas de poder en la cultura y
la región moche, véase Donnan y Castillo (“Excavaciones de tumbas”) y Gero (“Field Knots
and Ceramic Beaus”). Para una completa revisión del estudio de género en arqueología
inspirado en lo feminista, véase “Programme to Practice” de Conkey y Gero.
Michael J. Horswell
178
142 Para una breve revisión de la literatura sobre este tema, véase Manuel Arboleda, “Repre-
sentaciones artísticas”. Trexler revisa este tópico también, analizando Checan de Larco
Hoyle, 111-114.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
179
143 Todos los pasajes citados están tomados de la traducción y edición crítica del Manuscrito
de Huarochirí de Frank Salomon y George L. Urioste.
144 Véase la introducción de Salomon, especialmente las páginas 24-28, para un sumario de la
investigación conducida por Antonio Acosta, Karen Spalding, Pierre Duviols y Gerald Taylor
sobre la carrera de Ávila y el posible motivo para compilar los mitos en el manuscrito.
Michael J. Horswell
184
145 Salomon sugiere que la nota en el margen del manuscrito, “de la mano y pluma de Tomás”
(24) y la pobre gramática española del transcriptor son evidencia de que él era un escriba-
no de la villa u otro funcionario nativo o menor.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
185
146 Para una excelente historia del término ladino y la posición del sujeto que los ladinos ocu-
paron en las Américas coloniales, ver Adorno, “Images of indios Ladinos”.
Michael J. Horswell
186
y más; villa por villa será escrito: cómo vivieron desde sus albores
en adelante (41-42).
147 Para un matizado análisis del discurso quechua empleado, véase las notas de traducción
del prefacio en el Manuscrito de Huarochirí (41-42).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
187
148 Tenemos los nombres de cuatro hombres quipucamayocs del documento de 1542 conoci-
do como la “Crónica de los Khipukamayuqs” (Urton, History of a Myth, 43). Exclusivamente
nombres de informantes masculinos que están también incluidos en los reportes de visita
Michael J. Horswell
188
del Virrey Francisco de Toledo. Harrison, sin embargo, ha mostrado que las mujeres an-
dinas utilizaron los quipus para ayudarles a recordar los pecados que debían confesar en
la confesión católica (“Cultural Translations in the Andes”). Gary Urton (Signs of the Inca
Khipu) remarca que la construcción del quipu podría haber estado marcada por el género;
las mujeres parecen girar el hilo en una forma y los hombres en otra dirección (66), lo
cual sugeriría que pudo haber quipucamayocs femeninos, aunque no fueron oficialmente
entrevistados y registrados por los españoles.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
189
149 Para una historia más concisa de los paradigmas del cuerpo europeo desde la edad clási-
ca hasta el Renacimiento y más allá, véase The Body Social de Anthony Synott, especial-
mente el capítulo uno.
Michael J. Horswell
190
sacrificios, así como también para todos los dioses e ídolos a los que se
les rendía culto en estos lugares” (Inca Religion and Customs, 47). En el
texto de Huarochirí, los huacas están representados en una variedad de
formas: desde las deidades personificadas hasta la topografía sagrada.
Ellos funcionan como los actores míticos en la historia de la región,
como oráculos, como receptores de sacrificio y como petrificados mar-
cadores de historia. El primer ciclo de mitos (capítulos 1-4) cuenta de
la primera mitohistoria de la región, del hombre “embustero”, el huaca
Cuni Raya, y del eventual pachacuti (cambio catequístico) que repre-
senta el fin del ciclo. Este primer ciclo mítico se fundamenta sobre una
disfunción en la simetría ideal de género: el fracaso del embustero in-
vasor huaca para emparejarse con su contraparte femenina local. Las
dos huacas femeninas del mito resisten los avances de Cuni Raya y
rehúsan aceptar una relación recíproca. Como Isbell ha observado, la
resistente huaca femenina, Cauri Llaca, controla el deseo sexual en este
mito y regresa al mar (de género femenino), a lo que Isbell llama el
“todo femenino no marcado”, óp. cit., 254). Simbólicamente, esto es
importante, ya que sugiere que los huacas masculinas no tenían dere-
chos a priori sobre las huacas femeninas. El emparejamiento de deida-
des en busca de equilibrio y complementariedad es revelado como un
proceso que respetó el estatus, tanto de la fuerza masculina como de la
femenina. Si entendemos al Cuni Raya como la representación de un
foráneo quien intentó establecer lazos locales en la región, entonces
vemos que las huacas femeninas tenían prerrogativas en el proceso de
negociación de relaciones interétnicas.150 Lo femenino es representado
tan autónomo y poderoso como lo masculino.
En el segundo ciclo, la metáfora de género entra en el discur-
so mítico cuando la huaca masculina de la montaña Paría Caca busca
150 Si consideramos al “embustero” como una representación residual de una previa deidad
masculina, por ejemplo, con la fuerza masculina que presidió a la deidad preinca Pacha-
camac en la región, entonces vemos que las fuerzas femeninas no fueron meramente
protegidas por la actual huaca masculina primaria, Pachacamac, sino que actuaron como
agentes en el proceso de construcción de reciprocidad de la cultura andina. Pachacamac
está ausente de la narrativa excepto como padre de las dos hijas de Urpay Huachac.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
191
151 Véase la nota 106 de Salomon, página 56, para una aclaración de este término en el
contexto de la historia. Salomon sugiere que el narrador utilizó la palabra adulterio con el
objetivo de comunicar la noción de una transgresión sexual, aunque no necesariamente la
de infidelidad a la esposa o esposo.
Michael J. Horswell
192
152 Para teorías sobre la “homosocialidad” y sus vínculos con el patriarcado, véase Between
Men de Sedgwick.
153 Platt traduce el término basado en su etimología y usos en el contexto como “ayudante y
ayudado unidos para formar una categoría única”, ya que él reporta que los Macha glosa-
ron la palabra como “par” u “hombre y mujer” (“Mirrors and Maize”, 245).
Michael J. Horswell
194
Paria Caca riega su campo. Una vez cumplida su promesa, Paría Caca
pide su recompensa, pero nuevamente Chuqui Suso, afirmando su
soberanía, negocia otro canal de irrigación para un campo diferente.
En respuesta, Paria Caca amplía un barranco llamado Coco Challa, y
“pumas, zorros, serpientes y todo tipo de aves limpiaron y arreglaron
el canal” (62). Habiendo completado su tarea, Paria Caca nuevamente
pide tener sexo con ella. Esta vez, Chuqui Suso accede, pero lo seduce
en una repisa alta, en donde finalmente tienen sexo. En un acto final
de auto determinación, Chuqui Suso va a la cabeza del canal de Coco
Challa y se transforma en una piedra huaca que fue conocida por el na-
rrador por su nombre (63). En este mito, Chuqui Suso, como la metá-
fora de la esfera cultural femenina, es representada con agencia y nego-
cia los términos de la unión entre ella y el invasor huaca masculino.154
En el siguiente capítulo, el narrador explica la importancia
de la huaca Chuqui Suso para la región, donde ella era la huaca de
la limpieza del canal, una importante tarea agrícola en los Andes que
tomaba lugar en septiembre.155 El narrador explica que la gente local
iría a la huaca de Chuqui Suso y ofrecería “chicha, ticti [maíz sacri-
ficial], cuyes y llamas para adorar a la ‘mujer demonio’” (64). La re-
ferencia a ella, en la traducción del quechua de Salomón y Urioste,
“supay huarmicta”, sugiere otra evidencia de que, de hecho, Chuqui
Suso fue conocida como una poderosa fuerza en la cultura andina pre-
hispánica. El primer diccionario quechua-español, compilado por el
Padre Domingo Santo de Tomás en 1560, registra la traducción para la
palabra supay como “ángel, bueno, malo, demonio” reflejando la ambi-
154 Este patrón es repetido después en el manuscrito (cap.30) en la historia de otras huacas,
el masculino Anchi Cara y el femenino Huayllama. En esta concisa historia, caracterizada
por Salomon como una alegoría de “una rivalidad sobre un alto lago codiciado por el Allau-
ca de Checa y por Surco” (134n734), la huaca femenina inicialmente retiene el agua de
la huaca masculina, pero ellos terminan “pecando juntos” y quedan unidos en piedra para
siempre (134). Nuevamente, la autonomía femenina es exhibida, la subsecuente negocia-
ción se da, y la unión complementaria es obtenida.
155 Isbell, To Defend Ourselves, 55.
Michael J. Horswell
196
156 Harrison explica que la diferencia entre el supay bueno y malo estaba indicada por los
adjetivos calificativos allí o mana allí. Ella explica la transculturación semántica que el
término ha sufrido con el tiempo en el que el diccionario de González Holguín de 1604 pro-
cesó la noción del demonio como estrictamente supay, y la palabra para “ángel” entró en
el lenguaje quechua como un significador para lo que una vez fue entendido como “buen
supay” (Signs, Songs, and Memory, 47-48). Silverblatt también explica como el término se
volvió resemantizado en el discurso colonial para significar malevolencia, perdiendo así su
complejidad semántica prehispánica (Moon, Sun, and Witches, 177-178).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
197
tas mujeres quienes son especialmente exitosas con sus cultivos (ibíd.).
El texto completo de la traducción al español de Harrison sigue:
157 Salomon (“Nightmare Victory”, 64n165) explica el significado ritual de la madera quishuar,
la cual fue utilizada por los andinos para construir templos, tales como el Inca Quishuar
Cancha en Cusco.
158 Salomon explica que “la tarea principal de los huacsas era la de imitar a los grandes hua-
cas en festivales y dramatizar sus mitos” (ibíd., 18).
Michael J. Horswell
200
159 Salomon explica: “La premisa es que diferentes grupos humanos reciben su energía, vida
y poderes específicos de diferentes huacas” (ibíd., 77).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
201
“nunca solía alabar” a los hombres sugiere que ella disfrutó de inde-
pendencia y poder vis-a-vis los huacas masculinos, tal y como Chuqui
Suso presentó sus propias prerrogativas en su relación con Paria Caca.
La eventual sedimentación de Chaupi Ñamca en Mama evi-
dencia su importancia y soberanía en la imaginación cultural andina.
Mientras la historia se desarrolla, su poderosa sexualidad femenina
finalmente encuentra su pareja recíproca en la huaca masculina de la
montaña Rucana Coto, cuyo nombre se traduce “montaña de forma de
dedo” (78n291). Parece que Rucana Coto era una deidad fálica espe-
cializada en alargar penes: “hombres con los penes pequeños le roga-
ban a Rucana Coto, pensando para sí mismos, ‘se va a hacer grande’”
(78). Solamente él podía satisfacer el voraz deseo sexual de la Chaupi
Ñamca: “una vez él y su gran polla satisficieron deliciosamente a Chau-
pi Ñamca” (78). Ejerciendo su prerrogativa, dicen que la Chaupi Ñam-
ca dijo, antes de convertirse en piedra, que “solamente este hombre,
solo entre todos los otros huacas, es un hombre real. Estaré con éste
para siempre” (78).
Esta versión del apareamiento recíproco de la Chaupi Ñamca
es muy diferente de la versión de la narrativa primaria. Esta narrativa
suplemental enfatiza su prerrogativa, su habilidad y propensión a es-
coger su pareja basada en sus necesidades y deseos. Simbólicamente,
este emparejamiento entre Chaupi Ñamca y Rucana Coto funciona de
la misma forma en la que ella se empareja con Paria Caca, predicada
sobre las demandas de ella. Su versión es todavía la unión de una dei-
dad acuática de montaña con una de un valle agrícola, y la explicación
de esta narrativa de la nueva relación establecida entre los serranos y
los del valle es diferente solamente en que el narrador escoge enfatizar
la agencia de Chaupi Ñamca en la formación de la relación comple-
mentaria. La imaginería sexual sirve al propósito de resaltar su poder
supay y su autonomía pre-yanantín, proveyéndole por eso al lector con
una alternativa a la narrativa primaria, la cual enfatiza, como vimos, la
autoridad de la fuerza invasora masculina.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
203
160 Para un excelente estudio de lo andrógeno en el mundo de la mitología, véase El mito del
andrógino de Jean Libis. La primera parte explica la relación entre lo andrógeno y lo divino
en varias culturas y épocas (23-72).
Michael J. Horswell
204
Lecturas tinkuy
Al leer estos mitos y descripciones de rituales, el lector debe
juntar los fragmentos para obtener la historia completa. Las tensiones
entre lo dominante y lo subalterno deben ser negociadas en un estilo
de lectura que podríamos caracterizar como tinkuy, el concepto que-
chua para juntar los dos opuestos en armonía a través de las confron-
taciones ritualizadas.162 El tinkuy, como lo expliqué brevemente en la
introducción, es una práctica andina que afirma relaciones sociales y
que fue (y es) expresada ritual y simbólicamente, tanto en la cultura
quechua como en la aimara. Platt explica cómo las “batallas” rituales
son presentadas dentro del contexto de una división simétrica de cua-
tro partes del espacio cultural. En esta división, la ecología juega un
papel estructural importante, como lo hacen las relaciones de paren-
tesco. Ecológicamente, el espacio es dividido entre la puna y el valle,
con la línea divisoria siendo el espacio liminal conocido como chawpa-
rani. Cada una de estas divisiones está subdividida entre dos ayllus
principales conocidos como hanan y hurin. Hanan es simbólicamente
generado masculino, mientras que hurin es simbólicamente generado
femenino (Platt, óp. cit., 232). Los miembros de la familia inmediata
y del grupo patrilocal mantienen relaciones exógamas, mientras que
el ideal es el de formar relaciones matrimoniales exógamas entre los
ayllus hanan y hurin y entre las divisiones puna y valle (ibíd., 235). Esta
estructura forma parte de lo que John Murra ha llamado la verticalidad
ecológica que crea la interdependencia económica regional en los An-
des (Formaciones económicas). Para nuestros propósitos, es importante
entender que el tinkuy ocurre entre dos mitades, hanan y hurin, en un
ritual en el cual los hombres del ayllu hanan son opuestos a las mujeres
del hurin (Platt, óp. cit., 239-240). Este emparejamiento simétrico de
hombres y mujeres es también repetido en otros contextos rituales, ta-
162 Esta definición del concepto tinkuy cultural andino está basada sobre “Mirrors and Maize”
de Tristan Platt. Para una explicación del concepto en la cultura aimara, la cual es similar,
véase “Pacha” de Bouysse-Cassagne y Harris.
Michael J. Horswell
206
163 El manuscrito fue encontrado, junto con el manuscrito de Huarochirí y otros documentos
importantes relacionados con la observación española de tradiciones nativas, en los pape-
les de Ávila (Duviols, “Estudio y comentario”, 15).
Michael J. Horswell
208
época de los incas, quienes, bajo Manco Capac, son elegidos por Dios
para preparar el camino para el mensaje cristiano de los españoles.
Tal y como él escribano-narrador de El manuscrito Huaro-
chirí, Santacruz Pachacuti escribe desde el chaupi entre dos culturas.
Él ocupa el “tercer espacio” de transculturación, un espacio discursi-
vamente marcado por su estilo de escritura, uso del lenguaje, y, más
provocativamente, única interpretación de la historia inca. Su singular
narrativa es apenas inteligible para un lector no iniciado en escritos
coloniales andinos por nuevos historiadores indígenas convertidos,
cuyo lenguaje, estilo, y cosmovisión podrían ser caracterizados como
queer, eso es, como excéntricas para las historias oficiales de la metró-
poli española y sospechosas incluso para las versiones de historia de
sus contemporáneos indígenas. Su texto es queer en otro sentido de la
palabra, eso es, tal y como se aplica a lo que yo considero ser el “cono-
cimiento subalterno” ambiguamente transmitido por el autor en este
texto. Conocimiento que desafía las versiones de sus contemporáneos
de la historia, mitología y especialmente género y cultura sexual inca
andina.165 Como el conocimiento subalterno de la autonomía femeni-
na en la cultura precolombina que se derivó de la lectura tinkuy de los
mitos Huarochirí, las historias de Santa Cruz Pachacuti que leo más
adelante se centran alrededor del cuerpo y el ritual, iteraciones perfor-
mativas de la androginia. Su versión de la historia fundamental de los
incas establece la base para la relación ritual entre una deidad montaña
andina y un sacerdote inca, una relación presentada y expresada a tra-
vés de imágenes sodomíticas. Esta historia mítica también sanciona la
subjetividad ritual del tercer género y mejora nuestro entendimiento
de la negociación yanantín, la cual debe tomar lugar en la dimórfi-
ca cultura de género basada en la reciprocidad entre el hombre y la
165 No quiero insinuar que Santacruz Pachacuti se identificó con o incluso practicaba la sodo-
mía. Al ocupar el chaupi como un sujeto escritor ladino, él fue culturalmente queer vis-a-vis
la mayoría de sus contemporáneos, muy similar al narrador de Huarochirí. Como lo explico
en la Introducción, estoy utilizando la palabra queer como una vía para plantear diferencia
en los procesos de transculturación.
Michael J. Horswell
210
evitable y como si cada uno hubiera buscado por el otro. El control del
indio sobre el hermano menor lo mantiene allí hasta que, finalmente,
Manco Capac envía a otro hermano a buscarlo: “ese hermano se queda
con el indio y el hermano menor: Y se quedó el uno y el otro, ojeado
de quel uaca de Sañuc” (f siete: línea 195).166 Así, aprendemos que el
indio es actualmente una huaca, por quien los dos hermanos han sido
“ojeados” o atrapados a través de un encantamiento.167 Manco Capac
los encuentra “medio muertos”, y ellos le señalan a él, “Aquel ydolo y
guaca lo avían hecho aquel mal” (f7: línea 195).
Hasta aquí, exactamente lo que la huaca les ha hecho es am-
biguo, pero entonces Manco Capac se enoja y comienza a golpear la
huaca en la cabeza con el tupayauri que le dio el apóstol en el Lago
Titicaca. La huaca amenaza entonces a Manco Capac, diciéndole que si
no fuera por el tupayauri, la huaca también “lo hubiera hechizado a él”.
El misterioso acto perpetrado en los hermanos es clarificado cuando
la huaca dice: “Anda que abéis alcansado gran fortuna, que a éste y su
ermano y ermana lo quiero gozar porque pecaron gravemente (pecado
carnal), y así combiene que esté en el lugar donde estubiere yo, el cual
se llamará Pituciray Sauasiray (f 7: línea 196).168
Los dos hermanos quienes originalmente se enredaron con
la huaca, hermano y hermana, se dice que fueron convertidos en dos
166 En mi primera explicación de este mito (“Toward an Andean Theory”) interpreté a los her-
manos como hombres, basado en la transcripción de Urbano-Sánchez del manuscrito, el
cual dice, “Y el dicho Manco Capac como su hermano tardó tanto embió a su hermano
para que lo llamase” (185). He consultado la edición de facsímile preparada por Duviols e
Itier, y el escrito original está borroneado y casi imposible de descifrar. Posteriormente en
la historia, sin embargo, ambas transcripciones representan a los hermanos como herma-
no y hermana. Por eso, he revisado mi interpretación para asumir el segundo hermano era
una hermana.
167 Tomo esta interpretación de ojeado de la edición de Ana Sánchez de la Relación. Su
explicación está basada en la creencia folklórica andina del mal de ojo. Ver Santa Cruz
Pachacuti Yamqui, Relación de antigüedades, 185n28.
168 La ambigüedad acerca del número de hermanos y su género puede ser observada en el
uso de la versión española de un pronombre del objeto directo en singular, “lo” ya que el
narrador habla de “hermano y hermana”.
Michael J. Horswell
212
169 Estoy en deuda con Henrique Urbano por llamar mi atención a este pasaje.
170 En el Capítulo cuatro analicé con gran detalle el contexto ideológico en el cual Pedro Sar-
miento de Gamboa escribió Historia índica (1572), una historia de la región andina escrita
para el virrey colonial, Francisco de Toledo. No hay evidencia clara de que Santa Cruz
Pachacuti haya tenido acceso a esta historia, pero las versiones del mito fundacional son
notablemente similares.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
213
171 Santa Cruz Pachacuti identifica al otorongo (jaguar) como la deidad de los hermafroditas,
como lo discuto más adelante.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
215
Figura 5
Sauasiray and Pituciray. De Guamán Poma,
Nueva corónica y buen gobierno (1615).
Michael J. Horswell
216
173 En este punto, un lector no familiarizado con los Andes podría preguntar ¿qué tan impor-
tantes podrían realmente ser estas reflexiones de simetría para una cultura? Para los se-
rranos, parece que esto es central a su visión del mundo. Una breve mirada a la tradición
textil, y al grabado en piedra también, revela una increíble atención al diseño simétrico,
especialmente al doblado geométrico. Las remarcables muestras de textiles que han so-
brevivido los estragos del tiempo, por ejemplo, desde la época de la confluencia de las
culturas Nazca y Huari, muestran la importancia de las imágenes reflejadas. La técnica
de tejido nombrada “Sprang” está caracterizada por el efecto espejo, en el cual la imagen
de la mitad superior de la pieza es la reflexión exacta de la mitad inferior. Los dos lados
se juntan en una línea divisoria central, tal y como las divisiones cósmicas son separadas
por kay pacha y las zonas ecológicas por chawpirana (Iriarte, “Textilería andina”). Para
otros estudios de textiles andinos y su significado cultural, véase Cereceda (“Semiology
of Andean Textiles”) y Paul (Paracas Ritual Attire). El estudio de Cereceda de la división
dual de las talegas y su centro dividiendo el espacio es sugestiva de los tipos de simetría
simbólica que estoy discutiendo aquí (“Semiology of Andean Textiles”, 155-156).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
219
a través de sus voces en altos tonos (Rituals of Respect, 139). Ella per-
ceptivamente explica la dualidad presente en la peregrinación como la
expresión de los opuestos: el cortejo matrimonial serio, “civilizado”, y
el desordenado y, en momentos, grotesco acto del yana uyakuna para-
lelo a la dualidad de género del cortejo matrimonial y el yana uyakuna
(ibíd., 140). Está claro que unir el qhariwarmi no es una tarea simple; la
pareja depende de la mediación ritual de terceras partes, sean ellos los
simbólicamente andrógenos padrinos, los travestidos yana uyakuna, o
el guía músico.
Habiendo detallado un ejemplo de complejidad dualística
del yanantín en las ceremonias matrimoniales andinas, regreso a la
exégesis del sinónimo quechua para yanantín, pactachani, lo cual nos
ayudará a entender el significado completo de la unión ritual de los
opuestos y su correspondiente simbolismo geométrico. Domingo de
Santo Tomás traduce el término como “emparejar cosas desiguales”
(citado en Platt, óp. cit., 249). Uno de sus otros sinónimos, cuzca-chani
tiene su raíz cuzca, o “algo plano”, llevando a Platt a concluir que este
concepto de unir cosas desiguales tiene un atributo geométrico, un ca-
rácter simbólico que significó para los andinos una equivalencia entre
la noción del plano y la igualdad (ibíd., 250-151). “Los elementos a ser
emparejados deben ser primero ‘pares’ para obtener la ‘forma perfecta’.
Aquí, la noción crucial es la de compartir las fronteras con el objeti-
vo de crear una existencia armónica” (ibíd., 251). Nuevamente recor-
damos la importancia de la dualidad y las fronteras en la producción
cultural andina. El chawparani divide las zonas ecológicas; el kaypacha
separa los mundos cosmológicos, hanaqpacha y ukhupacha; y en el ri-
tual tinkuy, los ayllus en competencia comparten fronteras marcadas
por piedras. ¿Cuál era la “frontera” del qhariwarmi?
Hemos notado que yanantín significa dar asistencia a otros
y el emparejamiento simétrico de las cosas. Pero, los diccionarios co-
loniales ofrecen otros significados que ayudan a explicar lo que po-
dría ser considerado una “frontera” en el par qhariwarmi simétrico.
El Léxico o vocabulario de la lengua general del Perú de Domingo de
Michael J. Horswell
222
174 Aquí anotaré brevemente la diferencia ideológica entre los dos diccionarios. El Lexicon de
Santo Tomás 1560 fue escrito por un simpatizante dominico con la población indígena en
los primeros años de la conquista; Vocabulario de Gonzales Holguín, compilado cuarenta
y ocho años después, fue escrito por un misionero jesuita implicado en el proceso de la
eficiente evangelización y colonización. El primero no lleva juicio moral en su definición,
mientras que el segundo glosa el quechua con una retórica moralista, igualando la praxis
sodomítica con la idolatría demoniaca y el pecado. El primer glose de González Holguín,
“servirse un hombre de otro”, parece hacer eco en la concepción española de la sexuali-
dad sodomítica en la cual la relación es una prostitución del pasivo. Por supuesto, otra po-
sible lectura de estos registros podría ser que la praxis sodomítica entre mujeres fue una
amenaza menor a la masculinidad patriarcal que lo que la actividad masculina sodomítica
implicada por el registro de González Holguín, y no así el registro neutral de Santo Tomás.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
223
175 El considerar tales prácticas culturales en esta forma no implica una idealización de los
sujetos representando tareas rituales. Está claro que la sexualidad ritual implica posturas
simbólicas de relaciones fundamentalmente desiguales mientras actúa como espejo de
las relaciones míticas entre deidades y sujetos súperhumanos, como lo vimos en la repre-
sentación de Santacruz Pachacuti de la jornada fundacional de los hermanos Ayar.
Michael J. Horswell
224
Figura 6
Ipa Mama Huaco. De Guamán Poma, Nueva corónica y buen gobierno (1615).
Michael J. Horswell
226
Poma la trata como un ídolo, nombrándola “la hija del Sol y la Luna”.
Se dice que ella se casó con Manco Capac, con el permiso del Sol, y
que tuvo dos hijos quienes se convirtieron en regentes incas. Ella es
descrita como hermosa y benevolente con los pobres. En resumen, esta
versión de Mama Huaco la retrata como una figura andina santa, una
imagen positiva de género femenino y su poder complementario. Ella
es incluso la madre del linaje dinástico inca.176
Hay poca duda de que Guaman Poma sintetizó elementos de
las culturas indígena y española en su representación de Mama Huaco,
reflejando como las fuerzas de transculturación afectaron la memoria
cultural ladina y como él, como un agente escribiendo desde el chaupi
en el proceso transformativo, creó una figura híbrida, un sujeto queer,
excéntrico para ambas culturas. Algo de esa excentricidad, sin embar-
go, parece haber sido autóctona a su papel arquetípico en tiempos pre-
hispánicos.
Rodrigo Hernández Príncipe, un sacerdote encargado de ex-
tirpar la idolatría a inicios del siglo XVII, reportó que Mama Huaco
tenía su propio culto, “porque ella sembró el primer maíz que hubo”
(en Silverblatt, óp. cit., 40). Pierre Duviols ha examinado varias fuen-
tes coloniales que reportan mitosiIncas confirmando a Mama Huaco
como la hermana quién sembró el primer maíz en la chakra de Sausero
en Cuzco. Cristóbal de Molina, por ejemplo, registró en 1574 que el
cuerpo de Mama Huaco fue venerado y se hizo chicha en su honor (en
Duviols, “De la Tarasca a Mama Huaco”, 337). Hay una clara corres-
pondencia simbólica entre la representación mítica de la conquista del
valle del Cuzco y los rituales de plantación del maíz que posteriormen-
te legitimaron la soberanía inca en la región a través de representacio-
nes públicas anuales que resaltaron el papel que jugó Mama Huaco
176 Duviols argumenta que Guaman Poma fue influenciado por las procesiones del Corpus
Cristi español y vinculó a la figura Tarasca, representada por una mujer y un ser de tipo
dragón, para producir la imagen que él presenta de Mama Huaco (“De la Tarasca a Mama
Huaco”).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
227
177 Duviols reconoce la conexión entre esta escena y la siembra del maíz y la conquista origi-
nal y asentamiento del valle del Cusco por los incas (ibíd., 338), como lo hace Brian Bauer,
quien también ha escrito sobre la relación entre conquista y agricultura en estos mitos y
rituales (“Legitimization of the State”, 331-333). Bauer enfatiza el canto del haylli, “cancio-
nes de triunfo”, durante esta ceremonia, como se ve en los comentarios de Guaman Poma
(ibíd., 328).
Michael J. Horswell
228
Figura 7
Chacrayupay. De Guamán Poma, Nueva corónica y buen gobierno (1615).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
229
Los oficiales del ayllu traen con ellos su cetro de poder y lo plantan
en el suelo, indicando una ocasión de gobierno formal. El oficial
más importante, el alcalde lleva un poncho rojo especial que es di-
ferente del poncho estándar de lana de oveja cafre teñido de nogal
llevado por los otros hombres. Un participante central en la cele-
bración es el waylaka, un hombre quien recita poemas humorísti-
cos y oraciones acerca de la historia de los marcadores de piedra
que rodean el ayllu, y danza con una bandera blanca. El waylaka
viste como un travesti, con ropas como aquellas llevadas por las
mujeres Chinchero. El lleva dos llijllas: uno es sostenido con un
tupu (alfiler) hecho de una cuchara de plata, y el otro es terciado
sobre uno de los hombros y bajo el brazo opuesto, atado en el fren-
te. El llijlla exterior simboliza una carga ritual, indicando que el
portador tiene a cargo (una responsabilidad especial u obligación)
para la fiesta (ibíd., 19-20).
Figura 8
Huarmi auca baile de Andesuyu. De Guamán Poma,
Nueva corónica y buen gobierno (1615).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
237
los chancas, Anca Uallo.180 Se dice que ambos huyeron a las montañas,
en donde ella se convirtió en una huarmi auca (Duviols, óp. cit., 367).
El hecho de que tanto Mama Huaco como Tupa Huaco compartan el
segundo nombre es sugestivo, nuevamente, de una conexión entre am-
bas figuras míticas y la imagen de la fuerza de un guerrero, el poder
supay, posiblemente, y una ambigüedad de género.181
180 Jan Szeminski ha traducido el nombre del quechua, “huarmmi auca”, en el pasaje del que-
chua como “mujer guerrera” o “enemigo de mujeres” (vol.3, 198). Su traducción hace ver
que los hombres en esta danza ritual estaban rindiendo homenaje a las mujeres guerreras,
una imagen que aparece en otras crónicas, o, como en el segundo glose, los hombres
transvestidos fueron de alguna manera enemigos de las mujeres. Aunque hay reportes de
tensión entre mujeres y sujetos de tercer género en la historiografía, creo que el segundo
glose no tiene sentido en el contexto de esta danza ritual, dado que, tanto en el texto
como el dibujo acompañante, los hombres transvestidos están danzando mano a mano
con las mujeres. Trexler construye su caso del desprecio de las mujeres andinas por la
subjetividad del tercer género en un comentario en las Memorias antiguas de Montesinos,
cuya meta era mostrar cómo los incas entraron en un declive moral debido a la implícita
influencia afeminada de los invasores de las tierras bajas (Sex and Conquest, 151).
181 En un análisis previo de este dibujo de la danza huarmi auca (“Toward an Andean Theory”),
sugiero que el nombre de la danza, huarmi auca, podría estar relacionado con Ayar Auca
y representar subjetividad del tercer género relacionada con el Andesuyo, la agricultura, y
la magia chamanística. Después de leer los comentarios de Duviols, sin embargo, tiendo a
concordar con su explicación del significado de la danza. Bien sea que los danzantes hom-
bres transvestidos fueran sujetos de tercer género relacionados con Ayar Auca, o que la
ceremonia sea un vestigio de celebraciones de mujeres guerreras, la sugestiva conexión
entre mito, ritual, magia, y liminalidad de género merece más investigación.
Michael J. Horswell
238
Figura 9
Androginia y complementariedad primordiales. De Santacruz Pachacuti,
Relación de antigüedades desde reyno de Perú (1879).
182 Para un sumario del análisis de Lehmann Nitsche, ver el estudio introductorio de Duviols a
su edición de la Relación, especialmente las páginas 103-106. Duviols descarta la teoría
del Viracocha –como– “el huevo cósmico” sobre la base de su argumento de que lo oval en
el dibujo viene de las fachadas de la arquitectura de las iglesias cristianas. Sin embargo,
tal refutación no explica la presencia del huevo como progenitor en los otros mitos andinos
que Lehmann Nitsche identificó. No creo que la interpretación de uno excluya la del otro,
pues los textos y dibujos de Santa Cruz Pachacuti son composiciones híbridas, influencia-
das tanto por los cristianos como por las tradiciones nativas andinas.
183 Henrique Urbano, en su estudio estructuralista de la mitología andina (Wiracocha), identi-
fica tres ciclos principales de mitos que sobrevivieron la transcripción dentro de la historio-
grafía colonial del sur de los Andes. En cada uno de los ciclos, los cuales él designa Vira-
cocha, Ayar, y Chanca, hay funciones sociopolíticas correspondientes así como también
héroes que personifican esas funciones, incluyendo la función ritual sacerdotal y la función
agrícola y mágica curativa (Wiracocha, lviilix). En el ciclo Viracocha, Urbano encuentra las
actividades del héroe Tocapo relacionadas a la producción de textiles a través del tejido
(ibíd., lviii). Sin embargo casi todos los andinos en algún punto de sus vidas trabajaron en
alguna parte del proceso de producción textil, sabemos que ciertas telas fueron destinadas
para uso ritual, y estas telas especiales fueron producidas bajo condiciones altamente
reguladas y exclusivamente en espacios femeninos y de tercer género, el acllawasi, donde
las acllas o Mamaconas vivieron en reclusión (Silverblatt, Moon, Sun and Witches, 82). En
el ciclo Ayar, la función ritual fue simbolizada por el hermano menor conocido como Ayar
Ucho, descrito arriba como el inca “sodomizado” por una huaca en la historia fundacional
(Wiracocha, lviii). Para los chancas, este propósito fue conseguido por Yanavilca y Teclo-
vilca, quienes expresaron sus funciones a través del uso ritual de colores asociados con
el sol y la luna (ibíd.). En la secuencia Viracocha, Imaymana exhibe conocimiento de las
cualidades curativas específicas de diferentes plantas (ibíd., lix). En el ciclo Ayar, Ayar
Auca sirve como una función mágico agrícola en la cual su papel es el de “señor y protec-
tor de los campos agrícolas”. Finalmente, en el ciclo Chanca, son Malma e Irapa quienes
representan la función agrícola y curativa, “con marcadas actividades femeninas” (ibíd.).
Michael J. Horswell
242
Iglesia y estado
185 Véase Peru’s Indian Peoples de Stern, 72-73, y Matienzo, Gobierno del Perú.
186 Véase la discusión de Gálvez Peña de este cambio y su comentario de que la censura
comenzó en 1570 (“Prólogo”, xxvii, xli-xlvii).
187 Véase Peru’s Indian Peoples de Stern, 27-50.
Michael J. Horswell
252
188 Véase Spanish Peru de James Lockhart 1532-1560, especialmente el capítulo dos, para
más información sobre la estructura social de las encomiendas. Lockhart define la “enco-
mienda” como un “regalo real, en recompensa por servicio meritorio en las armas, del dere-
cho de disfrutar los tributos de los indios dentro de un cierto límite, con la tarea de proteger-
los y buscar su bienestar religioso. Una encomienda no era un regalo de tierra” (9).
189 Stern ha afirmado convincentemente que la debilidad de este primer sistema de alianzas
fue que “la economía colonial continuó dependiendo de mercancías y labor casi totalmente
del sistema social andino, manejado y controlado por actores sociales andinos, relaciones
y tradiciones” (Peru’s Indian Peoples, 40).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
253
190 La Inquisición fue prohibida por la Corona española de ser aplicada a los pueblos indí-
genas, “sobre la base de su simplicidad y pobre entendimiento” (Griffiths, Cross and the
Serpent, 31).
Michael J. Horswell
254
193 Para otro estudio del impacto que la colonización tuvo sobre las relaciones de género en
los Andes, con un enfoque en la Lima del siglo XVII, véase Pecados públicos de María
Emma Mannarelli, especialmente el cap.1. Ana Sánchez ha compilado una selección de
los juicios de idolatría llevados a cabo en Chancay en el siglo XVII (véase Amanceba-
dos, hechiceros y rebeldes, 1991). Dos de los practicantes rituales andinos procesados
fueron mujeres.
194 Toledo instituyó amplias reformas en la colonia plagada de crisis, implementando muchas
de las ideas de los reformistas propuestas primero por Matienzo. Stern ha resumido los lo-
gros del virreinato de Toledo como sigue: “Durante sus doce años de régimen (1569-1581),
el gobierno de Toledo condujo encuestas orales sobre la tiranía Inca la cual apoyó la
moralidad de la conquista española; invadió el reino neoinca y públicamente ejecutó a su
regente militante, Túpac Amaru; se comprometió con una inspección masiva del virreinato
en su totalidad; ‘ redujo’ a los nativos a un asentamiento de estilo hispánico bajo el control
de los corregidores españoles y los funcionarios indios; instaló un sistema de tributo y de
labor forzada rotativa, la mita colonial; organizó una próspera economía minera usando
como combustible el sistema de labor de la mita; ató el bienestar de la élite colonial a las
instituciones del revitalizado estado; y dejó atrás un gigantesco cuerpo de legislación para
gobernar las políticas y economías del régimen reorganizado” (Peru’s Indian Peoples, 76).
195 Adorno discute esta estrategia de lectura en “Discurso jurídico”, en el cual ella utiliza los
ejemplos de Felipe Guaman Poma de Ayala y Alvar Núñez Cabeza de Vaca como escrito-
res de ambas formas escriturales.
Michael J. Horswell
258
como una forma de descubrir los múltiples hilos que son tejidos en
la formación de la subjetividad del autor, yo sugiero que esta estrate-
gia también puede llevar a un mejor entendimiento de sus referentes.
Los reportes de visita de Toledo son documentos oficiales que ilustran
cómo las subjetividades coloniales fueron discursivamente concebidas
y construidas a través de la interpelación del naciente aparato del Es-
tado. El cuestionario considerado más adelante es la personificación
textual de la mirada colonial, la cual vigila al Otro con propósitos
de control. Este escrutinio delimita y define al Otro, privilegiando la
cultura occidental del colonizador, mientras incorpora conocimiento
local de los colonizados para sostener las nuevas ideologías hegemóni-
cas. El cuestionario sigue la tradición iniciada a principios del periodo
colonial por Carlos V de compilar “científicamente” información reco-
pilada sobre los territorios del Reino Español, una tradición que llevó a
las Relaciones geográficas de Indias y a los reportes de visita conducidos
por las autoridades coloniales.196 El lector recordará mi discusión so-
bre el “cuestionario del caníbal” en el capítulo dos; la misma ideología
detrás de esa inicial “investigación” informó la encuesta de la visita de
Toledo. A diferencia de ese documento, sin embargo, la encuesta de
Toledo reporta respuestas registradas de entrevistados indígenas.
El siguiente prefacio al cuestionario de la visita identifica
explícitamente la dependencia del proyecto colonial sobre la fórmu-
la “conocimiento es poder”. De hecho, las preguntas están postuladas
con el objetivo de ganar el conocimiento necesario para gobernar a los
andinos colonizados y encontrar sus sitios de resistencia y nostalgia
cultural:
196 Para la historia de Relaciones geográficas de indias y sus antecedentes, véase “Antece-
dentes” de Marcos Jiménez de la Espada (5-117).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
259
197 Estos textos han sido publicados en Toledo, “Informaciones acerca del señorío y gobierno
de los Incas”.
Michael J. Horswell
260
(…) antes que los españoles entrasen en esta tierra, que en la pro-
vincia de Collado y en otras partes se usaba entre los yndios el pe-
cado nefando contra natura, que ellos no lo vieron, más de que
tubieron noticia dello porque se decía y se trataba y cometían el
dicho pecado nefando, y entre ellos se dice orua; y de los indios
que quien se tenían sospechas se reían y los llamaban Oruas, que
quiere decir hombre que hace de muger, y que no los castigaban
más que reírse dellos como dicho tiene, y que estos tales se les lla-
maban orua y andaban vestidos en hábitos de muger y afeitados los
rostros para usar de este pecado; y que esto saben de esta pregunta
(ibíd., 148).
sexuales del orua; eso es, el orua estaba supuestamente moldeando sus
características para apelar al deseo sexual de su pareja.200
Finalmente, el tema del castigo o la burla de ellos requieren
más discusión. Esta admisión de que los incas no castigaron al orua,
la cual es consistente con lo que podría haber sido informado en el
reporte de Polo de Ondegardo sobre las leyes de moralidad incas, dis-
cutidas más adelante, substancia mi argumento en los capítulos dos
y tres de que la subjetividad del tercer género fue una parte integral
de por lo menos algunas culturas andinas. Los comentarios de los
informantes de que los orua fueron ridiculizados no necesariamente
deben ser interpretados como desprecio de los indígenas hacia esta
gente, como Trexler argumenta (Sex and Conquest, 166). De hecho, la
investigación sobre las relaciones de los pueblos indígenas y el humor
sugieren una forma diferente de interpretar estos comentarios. Walter
Williams ha señalado eso en varias tribus norteamericanas: bromear es
el comportamiento normal y esperado entre parientes, y la broma muy
a menudo toma connotación sexual (Spirit and the Flesh, 39-41). Da-
vid Greenberg trata el mismo tema, pero relacionado específicamente
al berdache. Él nota que la supuesta burla podría estar relacionada más
al prestigioso estatus del tercer género en su comunidad, a sus lazos fa-
miliares, y a las relaciones de broma en el parentesco indígena más que
su sexualidad.201 La relación del jesuita Blas Valera de la reverencia de
los incas a los “sacerdotes castrados”, discutida en el capítulo dos, adi-
200 El tomar una apelación erótica en consideración es reconocer que el acto de sodomía no fue
exclusivamente una relación de poder basada en la subyugación de una pareja más débil.
201 Véase Greenberg, Construction of Homosexuality, 183-185. Este libro ofrece ejemplos de
cómo la antropología ha leído mal consistentemente la etnografía sobre el tercer género
en las tribus nativas norteamericanas. Greenberg llama a los antropólogos a reconsiderar
las relaciones de tercer género con grupos de parentesco en la misma forma en la que
analizan estructurados patrones en las relaciones indígenas heterosexuales. Como él lo
señala, se esperaba que los terceros géneros siguieran los mismos tabús sociales rela-
cionados al parentesco y al emparejamiento; por ejemplo, no podían cometer incesto con
nadie en su grupo de parentesco si esa tribu o sociedad practicaba exogamia. Además,
el ridículo debe ser interpretado dentro del contexto de las relaciones de broma, y los
antropólogos deben tener cuidado en distinguir entre las inclinaciones de actitud de los
etnógrafos y malos entendidos de las observaciones improvisadas de sus informantes.
Michael J. Horswell
268
202 Victoria Reifler Bricker ha estudiado el uso del humor en la sierra de Chiapas, notando la
participación de “imitadoras femeninas” y “homosexuales” en ocasiones rituales (Ritual
Humor, 185-186).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
269
un raudal de un río, con mucha sal y atados a un perro y que los hacía
cruzar por río abajo y se ahogaban” (ibíd., 160).
El otro grupo que reportó castigos incas al comportamiento
sodomítico fue interrogado el 5 de septiembre de 1571. Consistió en
seis informantes quienes todos afirmaron ser descendientes de incas.
Ellos supuestamente habían “escuchado” que en tiempos prehispáni-
cos la sodomía y la pintura de rostros fueron practicadas en Collasuyu,
pero adicionaron que “oyeron decir que lo usaban algunos indios e
Yngas de los Llanos, y que en esta tierra lo tenían por cosa muy fea, y
que cuando se sabía y averiguaba, los Yngas, los hazían castigar ahor-
cándolos y dejándolos donde nunca pareciesen” (ibíd., 213). Este tes-
timonio nos presenta una curiosa contradicción con el testimonio de
otros informantes quienes mantuvieron que las prácticas sodomíticas
fueron confinadas a la región de Collasuyu y a andinos no incas. Los
descendientes incas admitieron que algunos de sus ancestros también
estuvieron involucrados en tal comportamiento, incluso se tomó como
un proceder “feo” y fue castigado. Nuevamente, este grupo contradice
a los anteriores, los cuales no reportaron castigo inca al orua. ¿Pudo
haber afectado a su testimonio su identificación como incas? Éste no
aparece en otro registro histórico de los castigos y prohibiciones incas,
excepto en la apología lascasiana de Cieza, como lo vimos en el capí-
tulo dos, lo cual hace entonces eco en los Comentarios reales del inca
Garcilaso. ¿Pudo este testimonio ser leído como una estrategia para
distanciar a los incas de lo que los nuevos convertidos entendieron ser
un pecado español y cristiano?
Como vimos en los capítulos dos y tres, el travestismo y la
práctica sodomítica tenían significado ritual, por lo menos en algunos
contextos culturales andinos; sin embargo, en este testimonio de los
reportes de visita, no hay mención de tal asociación. Este silencio en
los aspectos rituales de sodomía levanta otras preguntas. ¿Cómo lee-
mos este silencio? ¿Fueron los informantes ignorantes del uso ritual
de la sodomía? ¿Es su silencio una estrategia de protección cultural?
Éste tema es crucial para la construcción de las identidades del tercer
Michael J. Horswell
270
203 En el estudio de la tradición oral “Mexicano” de Charles Briggs (del suroeste de los Esta-
dos Unidos) considera la narrativa oral, como estos testimonios, como representaciones
en el sentido de textos repetidos que “incluyen elementos textuales en una continua in-
teracción” (Competence in Performance, 4). Briggs enfatiza la importancia del contexto
en la estructura de los hablantes de la narrativa oral y elabora que “el estudio de la con-
textualización revela el estatus de la interpretación como una emergente, e interpersonal
actividad que confía en tales características no solamente para una forma y contenido de
patrón, sino también para estructurar el proceso para negociar y compartir el marco de
referencia” (ibíd., 15).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
271
204 Walter Williams (Spirit and Flesh), trabajando con indios norteamericanos contemporá-
neos, ha mostrado como los “pueblos de Dos-Espíritus” (tercer género) y sus comunida-
des han guardado su identidad especial de los extranjeros por temor a la persecución.
Michael J. Horswell
272
Yten que de traer los yndios cauellos largos como las yndias es
causa que no anden limpios y tengan enfermedades de cabeça y
por qué aya diferencia de los varones y las mugeres y por otros
ynconvenientes que dello se sigue se manda que los yndios traigan
cortados los cabellos por cima de la frente y por los lados debaxo
de las ovejas (Rostworowski, “Algunos comentarios”, 150).
205 Harrison cita estos pasajes de Duviols y Guaman Poma en el “Ritual formulario, de Pérez
Bocanegra”, 274.
206 También debería ser notado que Toledo fue responsable de por lo menos una ejecución
pública de una prominente figura colonial acusada de cometer sodomía. Irónicamente, el
acusado fue el mismo intérprete quien tradujo los testimonios de visita, Jiménez.
207 Rostworowski, “Algunos comentarios”, 119.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
273
209 El impedimento lingüístico para la evangelización será discutido más adelante en el con-
texto de traducciones en la Doctrina cristiana. Posterior evidencia de este resto ha sido
explorada en el estudio de William P. Mitchell y Bárbara H. Jaye del uso de pictografía en
la representación de las lecciones de catecismo en los Andes (“Pictographs in the Andes”).
Aunque no hay evidencia de un uso colonial de esta tecnología en los Andes, la represen-
tación litográfica del mensaje cristiano fue diseminada en los siglos XIX y XX a lo largo de
la región.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
277
210 El Dominico fray Domingo Santo Tomás, incluyó un sermón bilingüe quechua-español,
“Plática para todos los indios”, en su Grammatica o arte de la Lengua general de los indios
de los reynos del Perú (1560).
Michael J. Horswell
278
211 Este requerimiento vino de las Leyes de Burgos, pasadas en 1512 como el resultado del
intenso debate iniciado en los sermones de Montesinos, y llamó a la justicia en el sistema
de encomienda americano. véase Hanke, La lucha, 23-24.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
279
212 Como Durán nos recuerda en toda la introducción a su edición española de los textos,
Monumenta catechetica hispanoamericana (340), estos documentos fueron las herra-
mientas evangélicas definitivas utilizadas durante el período colonial entero y la mitad
del republicano, hasta 1899. El tercer Concilio de Lima fue el resultado directo de la legis-
lación pasada en el Concilio de Trento (1561-1563), el cual requirió periódicos concilios
para revisar las regulaciones de la Iglesia relacionadas con la disciplina, fe, y costumbres
(Durán, El catequismo, 65). Junto con esta proclamación de la metrópolis vino otra de la
Corona española; de hecho, las reformas de Trento dependieron de la participación del
rey de España y otras casas reales de Europa (ibíd., 67). En 1568, Felipe II convocó a la
Junta Magna de indias para reorganizar el gobierno civil y eclesiástico de las colonias. De
la Junta, en la cual Francisco de Toledo participó, vino la orden de sostener el concilio de
la Iglesia en Lima. Sin embargo, el tercer Concilio de Lima fue convenido en 1572 después
de que la Visita General comenzó, este fue pospuesto hasta 1582, cuando el Arzobispo
Mogrovejo lo inauguró (ibíd., 71).
213 Barnes (“Catechisms and Confesionarios”), Durán (El catequismo), Harrison (“Confesando
el pecado en los Andes”; “The Language and Rhetoric of Conversion”; “The Theory of Con-
cupiscence”), Mannheim (Language of the Inca), y Vargas Ugarte (Historia de la Iglesia)
discuten las traducciones en la Doctrina cristiana.
Michael J. Horswell
280
214 Acorde a la Declaración que acompaña la versión quechua de la Doctrina cristiana, los
traductores fueron Juan Balboa, el primer criollo graduado de la Universidad de San Mar-
cos en Lima y profesor de quechua; Alonso Martínez, un abogado del Cusco y hablante
de quechua; y Bartolomé de Santiago, jesuita mestizo, nacido en Arequipa entre 1548 y
1549. Santiago vivió en Cusco desde el tiempo en que se convirtió en jesuita, en 1574,
acompañado por Blas Valera, y fue un confesor y predicador para los indios. Francisco Ca-
rrasco, un mestizo nacido en Cusco, fue párroco de indios en su ciudad nativa (Durán, El
catequismo, 256-259). De los seis censores y editores, Blas Valera, también un mestizo y
hablante quechua, es nombrado por Durán y parece haber estado a cargo de la traducción
en aimara. De esta lista de contribuidores, tres de los cuales fueron mestizos, podemos
apreciar el conocimiento de la cultura indígena que representaron. ¿Quién mejor para
escribir las guias de la evangelización?
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
281
215 Dean dedica el resto de su libro a las formas únicas en las que los descendientes incas, y
los no-incas, también se apropiaron de los signos triunfales españoles y preservaron sus
propios signos culturales en la evolutiva pompa del Corpus Cristi.
Michael J. Horswell
284
216 El prólogo de Don Juan de Rivera en la edición del texto de 1599, de la cual tomé las selec-
ciones analizadas más adelante, provee esta información biográfica (Ayala, Catecismo, 2).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
285
217 Para políticas de lenguaje oficiales en la conversión de los andinos, véase “Language and
Rhetoric of Conversion” de Harrison. Este autor muestra cómo los diccionarios de idiomas
amerindios responden a la necesidad de evangelizar e imponer una hegemonía del len-
guaje en los Andes. Su estudio también resalta la resistencia implícita en algunos de los
registros de lengua quechua en los diccionarios.
Michael J. Horswell
286
218 Sin embargo, debemos notar que el quipu, tapetes tejidos, keros (vasijas ceremoniales
pintadas), y cerámicas con iconografía están siendo consideradas crecientemente como
formas de sistemas de “escritura” en los Andes prehispánicos. Véase, entre otros, Boone
y Urton, Signs of the Inca Khipu.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
287
mia, lujuria y sodomía son aisladas como las tres prácticas culturales
moras más en necesidad de eliminación. En los Andes, como veremos
más adelante, la evangelización cristiana estaba preocupada con estos
y otros temas de sexualidad indígena.
En otros manuales de confesión españoles, unos dirigidos a
“viejos cristianos”, la elaboración de los pecados sexuales es diferente,
colocando énfasis sobre aspectos más afines a la cultura cristiana he-
gemónica de los tiempos. Por ejemplo, Martín de Azpilcueta Navarro
escribió una guía para confesores, Manual de confesores y penitentes,
en 1554, unos años después del catecismo de Ayala. En su extensa ex-
plicación del sexto mandamiento (110-125), él se concentra sobre te-
mas tales como el adulterio, sexo con vírgenes, y sodomía, pero no hay
mención a la bigamia. El define “pecado contra natura” refiriéndose
a las enseñanzas de Santo Tomás y aclara que éste es “como cuando
pecca varón con varón, hembra con hembra, u hombre con mujer, fue-
ra del vaso natural” (111). Explica el peligro de discutir este pecado
abiertamente con los penitentes, una advertencia que recordamos de la
discusión en el capítulo uno de sodomía como un vicio innombrable.
El confesor debe censurarse a sí mismo cuando se aproxima a este tó-
pico, pues para él es “peccado grandísimo, y abominable, e indigno de
ser nombrado: aunque sea entre marido y muger: o con bruto animal,
que es peccado de bestialidad, y el mayor de todos los que son contra
natura, según S. Tomás” (ibíd., 111).
Aunque es abstruso en esta primera lección, unos pocos pá-
rrafos después él aclara que la “cópula sodomético” es “sodomía, si era
del mismo sexo” (ibíd., 112). Esta amonestación de mantenerse en si-
lencio sobre la sexualidad “aberrante” aparecerá en las versiones ame-
ricanas de la literatura eclesiástica y llevará al tratamiento ambiguo de
la sodomía en la “Doctrina cristiana” andina.
Foucault ha sugerido que la proliferación de discursos sobre
sexualidad en el siglo XVII estaba acompañada por una “vigilancia de
declaraciones” (History of Sexuality, 18) que encontró su forma dentro
de las instrucciones pastorales contemporáneas tales como el manual
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
289
219 Harrison ha observado, sin embargo, que en los Andes algunos confesores continuaron
preguntando detalladas cuestiones, como en el caso del manual de confesión de Pérez
Bocanegra de 1631 (143-144). Uno podría especular que, en este caso, dado que él es-
cribió este monumental manual de confesión y catecismo en las múltiples lenguas de su
remota parroquia, el estar en la periferia le dio licencia para profundizar dentro de las vidas
sexuales de sus parroquianos. Como lo afirmo aquí, los manuales dedicados a la con-
versión de Otros culturales tendieron a ser más explícitos que las versiones estándares
peninsulares.
Michael J. Horswell
290
220 Para ejemplos de sodomía reportada por estos cronistas, véase Pre-Columbian Mind de
Guerra. Sex and Conquest de Trexler, este autor también discute algunos reportes de
cronistas de sodomía entre los Caribes y los Arawaks (65).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
291
221 Amor y violencia sexual de Ward Stavig coloca mucha fe en la insistencia del Inca Gar-
cilaso de que los incas castigaron la sodomía en el Tawantinsuyu (31). Me reservo los
comentarios sobre el Inca Garcilaso hasta el Capítulo cinco.
222 Véase también la comparación de Harrison de la lista de Polo de Ondegardo de los peca-
dos andinos con un listado obtenido en las campañas de extirpación del siglo XVII (“‘True’
Confessions”, 10-11). A pesar de haber sido removido de la era Toledo, este documento
indica que el concepto indígena de “pecado” no incluyó transgresiones sexuales.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
295
224 Para un mayor desarrollo de la relación de Guaman Poma con los sermones coloniales,
véase Guaman Poma de Adorno. Debemos recordar, claro está, que Guaman Poma no
era un penitente andino “típico”, ya que era literato y un cristiano convertido, un ladino.
Mucha de su información sobre las prácticas religiosas y otros elementos de la cultura
andina e inca vienen de la experiencia que tuvo como asistente de Albornoz, a quien alaba
en su crónica como un buen extirpador de idolatrías.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
297
Figura 10
Ciudad del infierno. De Guamán Poma, Nueva corónica y buen gobierno (1615).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
299
225 Véase Moon, Sun, Witches de Silverblatt, 132-147, para un sumario de la crítica de Gua-
man Poma de los oficiales, incluidos los sacerdotes, del abuso de las mujeres.
226 Harrison ha estudiado como los documentos pastorales trataron este delicado tema
(“‘True’ Confessions”, 16-18).
Michael J. Horswell
300
Sepa que por esso dize la sagrada Scriptura, que destruye Dios a
los reynos y naciones. Sepa que la causa por que Dios ha permitido
que los indios seays están afligidos y acosados de otras naciones
es porque esse vicio que vuestros passados tuvieron y muchos de
ustedes todavía teneys. Y sabed que os digo de parte de Dios que
si no os emendays que toda vuestra nación perecerá y os acabará
Dios y os raera de la tierra (ibíd., 651-652).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
301
227 Véase ibíd.; “Confesando el pecado”; “Cultural Translation”; “Language and Rhetoric of
Coversion”; y “Theory of Concupiscence”.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
303
228 Véase Mannheim (Language of the Inca), quien ha mostrado que este es el caso en su
estudio del quechua colonial.
Michael J. Horswell
306
acto sexual pudiera haber tenido con la tradición comunal, tal como
la ritualidad andina, es rota. Recordemos los comentarios del narrador
del Manuscrito de Huarochirí cuando se refiere a las uniones sexuales
de las huacas; en el quechua original, usa la palabra hucha, otro indi-
cio que se había difundido ampliamente la traducción para inicios del
siglo XVII.229
De hecho, el diccionario de González Holguín lista otras
palabras quechua para la fornicación: (Yoccuni: tener cópula hombre
o animal con hembra o fornicar hombre [Vocabulario, 369]; Puñuni:
dormir [296]; Purini: andar, caminar [297]; Huchallicuni: Pecar” [200].
Solamente el último verbo indica pecado; los otros parecen ser eu-
femismos para el acto sexual. Al escoger hullachicuni para significar
actos sexuales pecaminosos, el sacerdote aisla la praxis sexual de su
contexto comunal indígena.230 Cuando discuten la sodomía, los tra-
ductores utilizan Hullachicuni en combinación con otras palabras que-
chua descriptivas del acto sexual. Por ejemplo, en el sermón analizado
arriba, la frase “sobre todos estos pecados es el pecado que llamamos
nefando, y sodomía, que es pecar hombre con hombre, o con muger
no por el lugar natural” (Doctrina christiana, si 151) es traducido al
quechua como Cay tucuy huchacunamantapas hua [ss] a hucharacmi
hatunin huchaca, cari pura hua [ss] anacuc mananispa huarmicta huah
[ss] ac, chaymi ancha hatun huchacta huchallicun. La expresión, “éste
es el pecado más grande posible” es glosada utilizando hullachicuni,
mientras que “sodomía” es procesada utilizando hucha en combina-
ción con cari pura (entre hombres) y hua [ss] a, la cual es definida en el
229 Por ejemplo, en el capítulo 30 del Manuscrito de Huarochirí, cuando las dos huacas “peca-
ron juntos”, en quechua el término utilizado es “huchallicorcanu”. Salomon comenta en su
nota sobre la traducción que este es el uso del narrador de un “término colonial orientado
a la vergüenza” (134n 741).
230 Harrison ha explorado este mismo fenómeno con el tema del matrimonio de prueba, de-
mostrando que al perseguir y prohibir esta práctica andina, los misioneros desplazaron la
estructura de la familia extendida del ayllu con las nociones occidentales de una familia
nuclear predicada sobre la institución del matrimonio (“‘True’ Confessions”, 18).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
307
231 Los diccionarios y documentos eclesiásticos analizados en este estudio reflejan el lengua-
je hablado de ciertas regiones geográficas de los Andes en ciertas épocas, y no necesaria-
mente esas regiones o épocas donde y cuando la praxis sodomítica ocurrió. Por ejemplo,
Vocabulario de González Holguín fue compuesto de sus experiencias lingüísticas en el
Cuzco, donde él vivió por un corto tiempo entre 1581 y 1586, antes de moverse a otras
misiones. Por eso, él reunió su vocabulario unos cincuenta años después de la invasión
europea y durante el periodo de más intensa evangelización. Su lexicón estaba escrito
con el expreso propósito de ayudar a los misioneros en el proceso de evangelización y en
la extirpación de idolatrías, un movimiento que comenzó justo cuando su texto fue publi-
cado. Como jesuita, su ideología era un tanto diferente de la de su predecesor dominico,
Domingo de Santo Tomás, aunque después en su vida comenzó a defender a los amerin-
dios y otras misiones de los duros regímenes de trabajo españoles. Como Harrison nos
recuerda, “incluso los lingüistas del periodo colonial quienes fueron los más iluminados
y simpatizantes de la difícil situación de los indios andinos escribieron diccionarios que
sirvieron para incorporar hegemónicamente a los nativos dentro de los sistemas europeos
de epistemología y ética” (“Language and Rhetoric of Conversion”, 3).
El prólogo de González Holguín al segundo volumen de su diccionario nos da una pista
de qué tan selectivo fue su lexicón. El admite que dejó fuera de su diccionario algunas
palabras que consideró “curiosas” u “ostentosas” (Vocabulario, 376). Esta referencia a
discursos ostentosos podría haber sido al lenguaje de la corte de los incas, el cual es una
mezcla de palabras incorporadas por la elite inca de muchas regiones, el mismo discurso
evitado por los escritores de la Doctrina cristiana (Mannheim, Language of the incas, 179).
¿Pudo este haber sido un espacio cultural en el cual palabras de sodomía ritual hubieran
sido encontradas? ¿Hubiera sido una palabra indígena para sodomía ritual interpretada
como meramente curiosa? ¿Hubiera sido tal palabra vista como anticuada, dado que los
españoles habían establecido hegemonía sobre la región del Cusco para la época de la
llegada del lexicógrafo, limitando por eso las oportunidades para que él atestiguara rituales
de sodomía? Estas preguntas son imposibles de contestar, pero nos dejan con el recorda-
torio de que los diccionarios están lejos de ser perfectas fuentes de información cultural.
Michael J. Horswell
308
232 Véase History of a Myth de Urton, 65-66. También puede verse la introducción a la traduc-
ción del texto de Sir Clements Markham (History of the incas).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
309
234 Las traducciones al inglés están tomadas de la traducción del texto de Markham (History
of the incas), excepto en donde se anota. El lector esté prevenido de que la traducción de
Markham tiene varios errores que pueden llevar a malos entendidos. He corregido esos
pasajes cuando sentí que la traducción afectaba el significado e interpretación del original.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
311
De las antiguas gentes del Perú basado en las lecturas del obispo de Xe-
res, Astete, Cieza de León, Molina y otros. La observación de Sarmien-
to ilustra su estrategia discursiva de desacreditar aquellas crónicas e
historias que precedieron la suya en tanto que crea la “necesidad” de
nueva evidencia. Más sutilmente, quizás, es su movimiento discursivo
para privilegiar el discurso legal sobre el conocimiento protoetnográfi-
co tal como el producido por Cieza de León y de Las Casas.
Sarmiento yuxtapone el conocimiento de los apologistas y la
actitud sedentaria y ociosa de los primeros gobernadores con la famo-
sa ronda de visitas de Toledo por la colonia. En adición a sus observa-
ciones de primera mano, Toledo envió a su secretario e intérprete con
el Dr. Gabriel de Loarte, confidente de Toledo, quien fue instrumental
en el establecimiento de las reducciones en Huarochirí. Ellos viajaron
al valle del Yucay en la visita, cuyo cuestionario consideramos antes
y a otras regiones para entrevistar a andinos ancianos con el objetivo
de recolectar información sobre los incas.235 Como el análisis anterior
lo ilustra, las preguntas fueron redactadas de tal manera como para
probar que los incas habían sido regentes tiranos sobre el valle y, por
eso, la conquista española estaba justificada. Esta información forma
la base de la historia de Sarmiento, y él representa estos reportes como
verdaderos retratos del pasado prehispánico:
Y cuentan que Mama Guaco era tan feroz, que matando un indio
Gualla le hizo pedazos y le sacó el asadura y tomo el corazón y bo-
fes en la boca, y con un haybinto –que es una piedra atada en una
soga, con que ella peleaba– en las manos se fue contra los Guallas
con diabólica determinación. Y como los Guallas viesen aquel ho-
rrendo e inhumano espectáculo, temiendo que de ellos hiciesen lo
mesmo, huyeron, ca simples y tímidos eran, y así desampararon
su natural. Y Mama Huaco y Manco Capac, visto la crueldad que
habían hecho y temiendo que por ello fuesen infamados de tiranos,
parescioles no dejar ninguno de los Guallas, creyendo que así se
encubriría. Y así mataron a cuantos pudieron haber a las manos, y
a las mujeres preñadas sacaban las criaturas de los vientres, porque
no quedase memoria de aquellos miserables Guallas (ibíd., 218).
¿Hibridez subalterna?
– Lazarillo de Tormes
237 Me referiré al autor de los Comentarios reales como “Inca Garcilaso”, a pesar de que
otros académicos han acortado su nombre a Garcilaso. Mantengo el doble nombre con
el objetivo de honrar su hibridez cultural. Él nació con el nombre Gómez Suárez de Fi-
gueroa y se renombró a sí mismo años después para honrar ambos lados de su familia:
su padre, el Capt. Garcilaso de la Vega, sobrino del gran poeta español Garcilaso de la
Vega; y su madre, Chimpu Ocllo, hija de Huallpa Túpac y Cusi Chimu, nieta del Inca Túpac
Inca Yupanqui, sobrina del penúltimo Inca, Huayna Capac, y prima de los últimos incas
en el poder, Huascar y Atahualpa (Miró Quesada, “Prólogo”, x). Para una más matizada
explicación del cambio de nombres del Inca Garcilaso, véase Fernández, Inca Garcilaso:
Imaginación, memoria e identidad.
Michael J. Horswell
324
238 Todas las citas están tomadas de la edición de Aurelio Miró Quesada, Comentarios reales
de los incas. Las traducciones están tomadas de la traducción de Harold V. Livermore,
Royal Commentaries. Sigo el ejemplo de José Antonio Mazzotti de referirse al texto por el
hombre original del autor: Comentarios reales, para la primera parte; Segunda parte de los
Comentarios reales para la segunda parte. Para una aclaración del nombre original de los
textos de Mazzotti, véase Coros mestizos, 24n 42.
239 El lector recordará que uso el término “queer” para significar “excéntrico, diferente, extra-
ño” en relación con la hegemonía cultural del locus de enunciación del escritor.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
325
240 “Polytropic Man” de Peter Hulme y “Work of Gender” de Louis Montrose son excelentes
análisis de la naturaleza generada del discurso colonial.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
327
241 Véase el prefacio y el artículo de Guha, “On Some Aspects of the Historiography of Colo-
nial india” en Selected Subaltern Studies.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
329
242 Me refiero al título de la famosa crítica de los intentos de los intelectuales occidentales por
recuperar la “voz subalterna” de Gayatri Chakravorty Spivak.
Michael J. Horswell
330
243 Véase “Imperio y estilo en el Inca Garcilaso” de González Echeverría y Language, Autho-
rity de Zamora, especialmente los capítulos dos y tres.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
331
246 Para un sumario de las condiciones materiales de los mestizos en el imperio español,
véase Mazzotti, Coros mestizos, 23-24.
247 Véase Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, ix-xii, para un historial sobre los años de
formación del autor.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
333
251 La sugestiva lectura de Sommer de las lecciones del Inca Garcilaso tomadas de Diálogos
de amor incluyen su observación de que Garcilaso parece haber “aprendido a doblar a So-
fía cuando aprendió, en su propio trabajo, a maniobrar alrededor de un lector privilegiado
y poderoso quien podía ser enseñado a desear y deferir a la guía” (Proceed with Caution,
90). Su igualmente perceptiva observación sobre lo “feminizado” del Inca Garcilaso posi-
cionándolo como escucha a la “conversación experta” es encontrado en su discusión de
las diferencias del narrador con su tío, discutidas antes.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
339
Llaman a esta manera de torcer lana “milluy”… y por qué este oficio
era de hombres no usaban de este verbo las mujeres en su lenguaje,
porque era hacerse hombres. A y la de las mujeres dicen “buhca”…
y por qué este oficio era propio de las mujeres, no usaban del verbo
“buhca” los hombres, por qué era hacerse mujeres (ibíd., 58).
Michael J. Horswell
340
Hay dos aspectos repetidos a lo largo de los Comentarios reales que nos
ayudan a entender por qué su representación abyecta de los sujetos del
tercer género se hace más en términos occidentales colonizadores que
en relación con las normas indígenas andinas de expansión política.
Primero, en las muchas relaciones de las “reducciones” incas (es decir,
la colonización de los pueblos andinos no incas), el Inca Garcilaso en-
fatiza que la unidad del Tawantinsuyu dependía de la pacífica incorpo-
ración de nuevos pueblos conquistados. La discusión más extensa de
estas costumbres está citada desde su fuente primaria, Blas Valera. En
su capítulo de cómo los incas “conquistaron y civilizaron nuevos vasa-
llos”, Blas Valera describe como los “ídolos” de los adversarios fueron
llevados al Cuzco y mantenidos seguros en un templo hasta que los
vencidos aprendieron a adorar al sol y rechazaron sus “falsos dioses” a
su propia voluntad (ibíd., 236). Los líderes conquistados también fue-
ron tratados con dignidad:
253 Porras Barrenechea incluye a Blas Valera entre los cronistas postoledanos simpatizantes
con los incas (Cronistas del Perú, 19).
254 Craig Morris es el decano de antropología y arqueología en el Museo Americano de Histo-
ria Natural, en Nueva York. La investigación de Morris esta resumida en “Inka Strategies of
Incorporation and Governance”.
Michael J. Horswell
344
los incas fueron más benevolentes que cualquier rey antiguo del Viejo
Mundo (lib. 5, cap. 12, p. 238).
El segundo aspecto de las políticas de conquista que el Inca
Garcilaso repite a lo largo de sus Comentarios reales es la repartición de
prendas de vestir incas a los pueblos derrotados. Por ejemplo, el inca
Capac Yupanqui colonizó mucho del área del Collasuyu utilizando esta
estrategia: “mandóles dar mucha ropa de vestir, de la inca para los caci-
ques, y de la otra no tan subida, para sus parientes; hízoles otras mercedes
de mucho favor y estima, con que los caciques quedaron muy contentos
(lib.3, cap. 14, p. 150). Y nuevamente, después de la ardua conquista de
los chinchas, para hacer enmiendas, el inca Capac Yupanqui “les dio de
vestir y preseas de las muy estimadas del inca, conque todos quedaron
muy contentos” (lib.6, cap. 19, p. 45). Excepciones a esta práctica fueron
lo suficientemente notables para el Inca Garcilaso mencionarlas, como
lo hace en la descripción de la difícil expansión en la provincia del norte
de Huánucu. Los guerreros incas supuestamente rompieron la pacífica
tradición establecida por Manco Capac y violentamente atacaron al ene-
migo, a lo cual el inca Tupac Yupanqui respondió: “los aplacó diciéndo-
les que no olvidasen la ley del primer inca Manco Capac, que mandaba
sujetasen los indios a su Imperio con halagos y regalos, y no con armas y
sangre (lib. 8, cap. 4, p. 159).
En este contexto de la insistencia del Inca Garcilaso que los
miembros de su pueblo conquistaban pacíficamente excepto como úl-
timo recurso, la violenta reacción a los que él llama “sodomitas” parece
extraña. Yo argumento que más que reflejar las políticas de conquista
inca prehispánicas, estos pasajes responden al deseo del Inca Garcilaso
por caracterizar a los incas como predecesores admirables de los civili-
zadores cristianos y como imperialistas machos capaces de disciplinar
a los sexualmente desviados pueblos no incas. El Inca Garcilaso con-
tribuye, por eso, a la transculturación de nociones indígenas de sexua-
lidad al sacrificar un entendimiento más complejo de la civilización
inca y aquellos elementos queer que formaron parte de su reproduc-
ción cultural. La represión de la subjetividad del tercer género en el
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
345
255 La referencia del Inca Garcilaso de arrancar de raiz los árboles en los campos de los so-
domitas parece más una referencia al castigo ibérico que a los andinos.
Michael J. Horswell
350
256 Yo interpreto “sodomía” como una referencia a la “sexualidad entre hombres” más que a
otras formas de “sexo no natural”, debido a que el Inca Garcilaso tiende a discutir otras
formas de transgresiones sexuales involucrando mujeres sin emplear el término sodomía.
Como lo vimos en el Capítulo cuatro, el elegir uno el término evolucionó hacia esta más
estrecha definición durante la época de la temprana modernidad.
257 Véase la explicación de Hayden White de la figura colonial del “buen salvaje” en Tropics of
Discourse.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
353
258 El lector puede recordar mi discusión sobre el mito del papel de Mama Huaco en la con-
quista mítica y asentamiento del valle del Cusco por la pareja fundadora original. Los pue-
blos autóctonos que Manco Capac y Mama Huaco violentamente desplazaron del valle se
dice que fueron los huallas. ¿Pudo el Inca Garcilaso haberse hecho eco de los restos de
las tensiones interétnicas entre los incas invasores y los huallas locales, quienes huyeron
después de la llegada de los incas y se asentaron en el área del norte donde el Inca Capac
Yupanqui los conquistó nuevamente? Posiblemente al proyectar a los huallas como sodo-
Michael J. Horswell
354
259 Para la influencia del Inca Garcilaso en la literatura nacionalista y los movimientos cultura-
les del Perú, véase Buscando un Inca de Flores Galindo.
260 Como Mario Vargas Llosa lo ha observado, los indigenistas de la tradición literaria peruana
han representado comúnmente la costa peruana como femenina y la sierra como mas-
culina, postulando la civilización inca como un defensor macho del patrimonio mientras
que las culturas costeñas rápidamente sucumbieron a los invasores españoles (Utopía
arcaica, 75-76). En el Capítulo tres, discuto la representación de la rivalidad sierra-costa
en los mitos Huarochirí.
261 Aquí le doy crédito a John Beverly por su movimiento a pensar en nosotros como si to-
dos tuviéramos potenciales o parciales subjetividades subalternas. En Against Literature,
Beverly discute este concepto en relación a la literatura testimonial y menciona que “lo
subalterno es en cualquier caso una identidad relacional” (104).
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
357
262 Doris Sommer originó el término “foraneo” (outsider) en su análisis de los así llamados
textos resistentes. Al considerar el “discurso subalterno”, de Rigoberta Menchú, el término
resalta la “ironía de las normas de traición de su comunidad con el objetivo de preservarla,
convirtiéndose en una foranea con el objetivo de estar adentro”. Estas ideas aparecieron
primero en “Resisting the Heat” y han sido refinadas y expandidas en Proceed with Cau-
tion (8–9).
263 Véase “Writing Subalternity” de Castro-Klaren, en el cual ella perceptivamente elabora
cómo el Inca Garcilaso y Guaman Poma interrogan la cultura colonial hegemónica de las
posiciones subalternas. La cita en mi texto es tomada de la discusión de Castro-Klaren de
los dos escritos de los sujetos como “una praxis de agencia designada para obtener una
modificación en las posiciones de dominio y subordinación. Es ‘un no dejarse’” (238). Aun-
que reconozco lo virtuoso de tales maniobras por parte de ambos sujetos coloniales, como
Michael J. Horswell
358
lo he afirmado a lo largo de este capítulo, esta “praxis de agencia” tiene sus consecuencias
en la representación de otras subjetividades andinas.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
359
265 Ya que un análisis a profundidad de la danza ritual contemporánea está más allá del rango
de este estudio, espero que estos comentarios finales inspiren posteriores investigaciones
dentro de la intersección entre sexualidad, liminalidad de género, y representación pública
en los Andes y sus conexiones a las representaciones prehispánicas y coloniales de tercer
género.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
367
266 Mis citas están tomadas del manuscrito de Villasante Sullca de este título, presentado en
el simposio internacional “De Amores y Luchas: Diversidad Sexual, Derechos Humanos y
Ciudadanía”, Universidad Nacional de San Marcos, Lima, Septiembre 13 del 2000. Aprecio
el permiso del autor para citar de su manuscrito.
La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales
369
267 Villasante provee muchos detalles sobre danzantes específicos y sus reputaciones, iden-
tidades sexuales, y contribuciones a las danzas, así como también información sobre las
actitudes de la comunidad hacia temas de género y sexualidad.
Michael J. Horswell
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