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R.Derecho Romano

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UNIVERSIDAD AUTONOMA DEL ESTADO DE QUINTANA ROO

LICENCIATURA EN DERECHO

RESUMEN: EL DERECHO ROMANO COMO ELEMENTO DE LA CULTURA


JURIDICA DE NUESTROS DIAS

EDUARDO DAVID CHABLE HOIL

SECCION: DE -0204

DERECHO ROMANO

FECHA DE ENTREGA:23 DE ENERO DE 2023


Introducción: Los cimientos de toda disciplina, ciencia o arte, son de vital
importancia para la proyección a futuro de esta, conocer el proceso por el cual
recorre dicha materia es fundamental para el entendimiento mas a fondo y poder
tener una mayor comprensión del tema, en el Derecho no es la excepción, debido
a que este se basa en un conjunto de normativas jurídicas creadas durante el
imperio romano en Europa y en el mundo, llevando así a la creación del Derecho
Romano, sistema del cual es base el derecho continental y de los códigos civiles
que ahora conocemos y de los cuales el sistema judicial en México es parte. En el
siguiente resumen se hablara el cómo se creó este ordenamiento jurídico y sobre
cuál fue la razón de su creación, de igual forma de si en verdad el Derecho
Romano sigue siendo tan vigente y necesario a día de hoy para la formación
académica de los próximos juristas en el país y en el mundo, ya que existe un
debate entre los practicantes de las leyes sobre la verdadera importancia del
Derecho Romano en un sistema de leyes tan modernizado que aparentemente
puede ser comprendido sin necesidad de mirar al pasado de la misma.
El estudio universitario o no universitario de la Filosofía, y también su ejercicio
llamémosle profesional como filósofo, serían imposibles sin el estudio y el
conocimiento de las doctrinas de Aristóteles o de Platón, o de Descartes o de
Leibniz, por mencionar algunos nombres ilustres casi al azar. En este sentido, creo
yo, hay un notable paralelismo entre la Filosofía y el Derecho; porque el Derecho
romano es para el estudio y el ejercicio del Derecho, lo que Aristóteles o Platón, o
Descartes o Leibniz son al conocimiento y al ejercicio de la Filosofía, Cierto es que
hoy tenemos unos muy especiales libros que llamamos “códigos civiles”, a partir
de los cuales podemos conocer un Derecho sin la aparente necesidad de haber
aprendido previamente el Derecho romano, cada uno de los conceptos expuestos
tuvo un concreto origen y sufrió tal o cual evolución debida al aporte de tales y
cuales autores. Si un tratado de Filosofía, por ejemplo, explica sistemática y
dogmáticamente la doctrina de las categorías o predicamentos, inevitablemente
estará presentando una doctrina que fue formulada la primera vez por Aristóteles,
aunque este nombre propio no aparezca jamás en algún lugar del libro. Un código,
al exponer, por ejemplo, la doctrina de la novación o de las condiciones puede
prescindir completamente del Derecho romano, aunque el tratamiento mismo
estará saturado de ese Derecho. En este sentido hay que decir, aunque suene a
paradoja, que todo libro de Derecho civil es necesariamente de Derecho romano y
que todo jurista es necesariamente romanista.

El Derecho romano es un elemento presente en nuestros códigos civiles


sepámoslo o no, reconozcámoslo o no, querámoslo o no, falta por conocer como
esto ocurrió, La principal razón es que solo y únicamente en la antigua Roma el
cultivo, el desarrollo, la conservación y la transmisión de su Derecho estuvo
confiada a un cuerpo profesional de peritos, que ellos denominaban prudentes,
jurisprudentes o jurisperitos . Tal no ocurrió en ninguna otra sociedad del Mundo
Antiguo. Notablemente no acaeció en Grecia y a ello se debe el enorme contraste
entre la Grecia creadora y fundadora de saberes perdurables como la Filosofía, la
Lógica, la Gramática, las Matemáticas y tantos otros, y en donde se cultivaron las
Bellas Artes, la Arquitectura y la Literatura de una manera que llegó a ser la
clásica para todos los tiempos, y la Grecia regida por un Derecho que ni sentimos
la necesidad de conocer, que no ha sido ejemplo de nada y que, en suma, no
descolló bajo ningún respecto. Bien sabemos que culturalmente Roma fue
tributaria de Grecia. Esto ya lo decían los propios romanos por boca de Horacio,
En las “póleis” griegas nunca existió un cuerpo profesional de juristas. Su Derecho
estaba en manos de los retóricos; y por eso una de las fuentes de conocimiento
histórico de los Derechos helenos más importantes para nosotros son
precisamente los discursos de los oradores, escritos en defensa de sus clientes,
tanto en materia civil como penal. Pero la ciencia dominante en los oradores era,
como resultaba natural. la relación de enseñamiento o adiestramiento y
aprendizaje entre un maestro y sus discípulos durante los primeros cien años del
régimen imperial quedó distribuida en “escuelas”, usada esta palabra no en el
sentido de institución u organismo docente, sino en el de corriente de pensamiento
y método más o menos homogéneos, que pasaban de juristas en juristas merced
a una tradición magisterial o docente. En Roma las dos escuelas en que se
distribuyeron los juristas de la época señalada recibieron, como es bien sabido, el
nombre de “sabinianos” o “casianos”, por los juristas Masurio Sabino y Casio
Longino, sus fundadores; y “proculianos” o “proculeyanos” por el jurista Próculo,
de quien derivó la otra escuela.

Podemos decir que en Roma el jurista crea al jurista, del mismo modo que en
Grecia el filósofo crea al filósofo. Esta praxis hizo posible la Filosofía en Grecia y la
Ciencia jurídica en Roma. No hubo necesidad de buscar un sucedáneo a la
Ciencia jurídica. De donde la tajante división entre el oficio del jurista y el oficio del
orador. Este último asumía las defensas forenses desde el punto de vista de los
hechos y su prueba y para conseguir la persuasión del juez o del colegio de jueces
en los casos de tribunales colegiados. Rara vez un jurista desempeñaba
semejante función, porque la suya era dar dictámenes acerca de casos, pero
sobre el Derecho que les era aplicable, y en los que la cuestión de hecho aparece
supuesta y no es objeto de debate.
En los siglos sucesivos a la desaparición de la sociedad romana, el Derecho
creado en ella por los juristas sufrió el mismo destino que afectó a todos los
distritos de la cultura cuando advino la catástrofe social, política, económica y
militar que puso fin al mundo antiguo y sumió a la sociedad europea en la larga
noche de la Alta Edad Media entre los siglos V y XI. La pérdida del Derecho
romano de jurisconsultos y del de las constituciones imperiales hubiera sido un
acontecimiento irreparable si en el Imperio Romano de Oriente, en Constantinopla,
un gobernante romántico y enamorado de la cultura antigua no hubiese concebido
una extensa compilación del Derecho de jurisconsultos y del Derecho de las
constituciones imperiales.

El Derecho era estudiado en conjunción con la Gramática y la Retórica, dentro de


las artes llamadas del trivium. La situación, por ende, no distaba demasiado de la
que había aquejado al Derecho en la antigua Grecia, donde, según dijimos más
arriba, el Derecho era una parte de la Retórica. De hecho, Irnerio o Warnerio era
un maestro en las artes del trivium (magister in artibus) que ejercía su oficio en la
ciudad italiana de Bologna. Pero él pudo disponer de una versión completa del
Digesto original y entonces comenzó a leerlo, estudiarlo e interpretarlo como
materia en sí. Irnerio comprendió que se hallaba ante un saber que constituía
cierto sistema de principios, reglas y razonamientos diferentes a los del arte
Retórica, dotado con suficiencia y autonomía. En esa comprensión radicó el
momento fundacional de la Ciencia jurídica bajo la cual todavía vivimos .

El Derecho romano, que ya no es más Derecho vigente, todavía justifica su


injerencia en la formación de los juristas modernos debido a sus cualidades que le
hacen ser un óptimo medio educativo, porque es parte indispensable del
conocimiento y competencia argumentativa del egresado de la carrera, y núcleo
firme de las principales disciplinas jurídicas y de la identidad de la profesión
jurídica.

la asignatura de Derecho romano, con el añadido de que la presentación de este


Derecho ofrece principios, sistemas trabados y modos de razonar, pues no se
trata del aprendizaje de unos elencos de nombres o de unos conceptos ni de una
taxonomía. O sea, el Derecho romano procura en poco tiempo, y ya al inicio de la
carrera, todo aquello con que el estudiante empezará a enfrentarse sólo a partir
del segundo año de aquélla. Pero eso, además, tiene lugar en un ambiente
saturado de Derecho teórico, como es el de primer año: introducción al Derecho,
teoría general del Estado o hermenéutica, y de disciplinas no jurídicas. Puede
sostenerse que el estudio de las disciplinas de conceptos generales y teóricos del
sistema jurídico se ve comprometido sin el complemento y balance del Derecho
romano, pues por más que la teoría ataña a un objeto puramente formal, no debe
caber dudas de que la pedagogía y comprensión discente de esos conceptos
formales sin una referencia mental a un contenido, que en una facultad de
Derecho debe ser jurídico, han de verse obstaculizadas. Alguien podría decir que,
en sustitución del Derecho romano, más para cumplir su misma necesaria función,
debería diseñarse el curso de introducción de manera de conferir esos contenidos
técnicos concretos que preparen la mente del joven ya en el primer año. Puede
que así sea, pero resultaría una pérdida de tiempo; y, sobre todo, una renuncia a
las demás virtualidades que como asignatura brinda el Derecho romano, porque lo
dicho hasta el momento tan solo atañe a una de ellas. Ocurre, como es sabido,
que la matriz de Derecho civil (rama ésta que pese a quien pese, haya
evolucionado la sociedad como haya evolucionado, se enfrente a las
globalizaciones que se quieran, sigue y seguirá siendo la columna vertebral del
Derecho, y cuya ignorancia impide practicar con competencia la profesión
jurídica), es el Derecho romano continuado por la tradición del Derecho común
que desembocó en la codificación (y en cualquier futura recodificación).

Evitar que los estudiantes tengan un contacto necesario con esta asignatura es
poner unas bases para alejar a la dogmática nacional de los circuitos mundiales y
condenar a los abogados a la ignorancia de su pertenencia a una cultura
universal. Se puede argumentar que algunos, los más capaces e interesados,
igual han de llegar a conocerla cuando opten por cursarla como materia electiva
que la facultad puede ofrecer. Esta razón, que vale para muchas otras disciplinas
no obligatorias, no vale para el Derecho romano. Porque el conocimiento de la
mayoría de las asignaturas del Derecho positivo puede ser alcanzado por
cualquier abogado sin cursos especiales, solo con estudio y esfuerzo; pero no
acaece lo mismo con respecto al Derecho romano, sin una previa preparación,
como la que se otorga en los cursos usuales en que ahora se imparte. Así que un
estudiante que jamás lo cursó, difícilmente algún día podrá entender algo de lo
que éste fue e incurrirá en toda clase de errores e incomprensiones a su respecto.
Por ende, esos abogados, que jamás tuvieron noticia del Derecho romano porque,
por la razón que fuera, no siguieron los pertinentes cursos electivos, han de
quedar condenados a su ignorancia perpetua .

La idea algo difundida, de que la enseñanza del Derecho romano despliega sus
virtualidades cuando se cursa por alumnos que ya tienen un cierto grado de
formación (de donde la altura de la carrera en que se propone situarla), aunque en
cierta manera rinde un homenaje a la disciplina, no es correcta. Solo tiene validez
si previamente se la ha estudiado en el primer año, porque entonces sí que puede
decirse que, estudiada de nuevo en niveles más profundos y especializados,
completa sus virtualidades. eliminarla de la enseñanza obligatoria es en realidad
truncar sus potencialidades y privar a los estudiantes del único medio que tienen
en el primer año de sumergirse en el mundo del Derecho vivo, concreto,
institucional, y tener una experiencia jurídica.
Conclusión: El derecho contemporáneo que actualmente se utiliza en el mundo
tiene indiscutiblemente las bases del Derecho Romano, por lo tanto decir que una
materia como esa es innecesaria en una carrera en donde todo se basa en la
misma es absurdo, ya que frecuentemente los términos utilizados siglos atrás son
comúnmente escritos en los casos del derecho actual, es importante conocer las
bases de lo que estudiamos, ya que si no entendemos de donde proviene y como
se origina nos mantenemos en una ignorancia para argumentar de forma jurídica
ciertamente la enseñanza del Derecho Romano en algunos casos puede ser
molesta y hasta innecesaria, ya que hay que saber enfocar el verdadero objetivo
de esta, y así los docentes puedan dar a conocer todo lo necesario a los próximos
juristas, creando una planeación adecuada al sistema actual en el que vivimos y
adaptándola de una forma en la que pueda ser mas digerible para todos.

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