Henri Wallon
Henri Wallon
Henri Wallon
Describió el desarrollo mental del niño como una sucesión de estadios, deteniéndose en el
análisis de los aspectos cognitivos, biológicos, afectivos y sociales.
Como resultado de una relación, la idea de cuerpo en el niño, como entidad unificada y
propia, no se da repentinamente. La noción de las partes del cuerpo como partes de un
todo, es decir, su diferenciación e integración, se constituye luego de un desarrollo de
etapas sucesivas que coinciden con las del desarrollo exteroceptivo (sensibilidad que
provee el conjunto de impresiones contraponibles como mundo exterior, al propio cuerpo).
Este autor resulta privilegiado para introducirnos en las ideas de que el movimiento (junto
con el medio, el otro y la emoción) son factores fundamentales de la evolución psicológica
del niño.
El llamado “esquema corporal” se trataría, dice Wallon, de imágenes más o menos latentes
que responden a las diferentes partes del cuerpo, a sus posiciones variables, a sus
desplazamientos y también a su potencial de actividades y actitudes virtuales. En ese
sentido, el cuerpo se encontraría de esta manera ligado al espacio.
Para el autor, la representación del propio cuerpo es una representación mediata. El niño
comienza por ser complemento de su medio. Sus exigencias propioceptivas están en manos
del que lo asiste.
Sensibilidad corporal
≠
Sensbilidad sensorial:
Mundo externo
Objetivos accesibles a nuestra percepción.
Interdependencia entre el espacio subjetivo (psique) y el espacio donde las cosas
pueden ser percibidas (mundo- objeto)
Adaptación a los objetos para la actividad motriz.
Base fisiológica y estructura neurológica.
Los primeros movimientos del bebé son parte de reacciones afectivas ligadas a necesidades
o malestares ejemplo: hambre.
Imagen más o menos latente de las diferentes pates del cuerpo (posiciones-
desplazamientos)
Base indispensable de la actividad práctica y actividad consciente.
Resultado y condición de las relaciones e interacciones con el otro-mundo.
Dolto: La imagen inconsciente del cuerpo. Capítulo 1: Esquema corporal e imagen del
cuerpo.
Estudio a través de expresiones artísticas de los niños, dibujo- modelado en la clínica. Para
dar cuenta de la representación del cuerpo en el aparato psíquico (CC- PrCc- Icc).
Dibujos, efusión de colores, formas, son medios espontáneos de expresión en la
mayor parte de los niños. Es sorprendente lo que poco a poco se impuso como una
evidencia: que las instancias de la teoría freudiana del aparato psíquico, Ello, Yo,
Superyó, son localizables en cualquier composición libre, ya sea gráfica, plástica,
etc. Estas producciones del niño son, auténticos fantasmas representados, desde las que se
pueden descifrar las estructuras inconscientes.
La imagen del cuerpo no es la representada por el niño, sino que se trabaja e infiere en el
espacio terapeútico.
Cuerpo: mediador organizado entre el sujeto y el mundo.
Realidad de hecho, vivir carnal al contacto con el mundo físico.
Ec e imagen Icc no son lo mismo.
El esquema corporal especifica al individuo en cuento representante de la especie, sean
cuales fueran el lugar, la época o las condiciones en que vive. Este esquema corporal será
el intérprete activo o pasivo de la imagen del cuerpo, en el sentido de que permite la
objetivación de una intersubjetividad, de una relación libidinal fundada en el lenguaje,
relación con los otros y que, sin él, sin el soporte que él representa, seria, para siempre, un
fantasma no comunicable.
El esquema corporal es el mismo para todos los individuos de la especie humana, la
imagen del cuerpo, por el contrario, es propia de cada uno; está ligada al sujeto y a su
historia. De ello resulta que el esquema corporal es en parte inconsciente, pero también
preconsciente y consciente, mientras que la imagen del cuerpo es inconsciente.
La imagen de cuerpo es aquella en la cual se inscriben las experiencias relacionales de la
necesidad y del deseo, valorizantes y /o desvalorizantes, narcisizantes y /o
desnarcisizantes.
Se manifiestan como una simbolización de las variaciones de percepción del Esquema
Corporal, contacto con los otros, decires de la madre son predominantes.
Gracias a nuestra imagen del cuerpo portada por nuestro esquema corporal, podemos entrar
en comunicación con el otro. Es importante señalar que el esquema corporal, que es
abstracción de una vivencia del cuerpo en las tres dimensiones de la realidad, se estructura
mediante el aprendizaje y la experiencia, mientras que la imagen del cuerpo se estructura
mediante la comunicación entre sujetos y la huella, día tras día memorizada, del gozar
frustrado, prohibido.
Si el lugar, fuente de las pulsiones, es el esquema corporal, el lugar de su representación es
la imagen del cuerpo.
Se puede distinguir tres modalidades de una misma imagen del cuerpo; imagen de base,
imagen funcional e imagen erógena, donde se expresa la tensión de las pulsiones. Estas
imágenes se hallan ligadas entre sí, en todo momento, por algo que las mantiene cohesivas
y que se llama imagen dinámica.
Imagen de base: La primera es lo que permite al niño experimentarse en una “mismidad de
ser”, es decir, en una continuidad narcisista o en continuidad espacio temporal. De esta
mismidad procede la noción de existencia. El sentimiento de existir de un ser humano, que
amarra su cuerpo a su narcisismo procede de esta convicción de continuidad.
La imagen de base no puede ser afectada, no puede ser alterada, sin que surja de inmediato
una representación, que amenaza la vida misma. Cuando la imagen de
base se ve amenazada aparece un estado fóbico, medio especifico de defensa contra un
peligro, y la propia representación está ligada a la zona erógena actualmente predominante
para el sujeto. Esto equivale a decir que cada estadio viene a modificar las representaciones
que el niño puede tener de su imagen de base; en otras palabras, hay una imagen de base
propia de cada estadio.
Imagen funcional: mientras que la imagen de base tiene una dimensión estática, la imagen
funciona es imagen esténica de un sujeto que tiende al cumplimiento del deseo. Aquello
que pasa por la mediación de una demanda localizada, dentro del esquema corporal, en un
lugar erógeno donde se hace sentir la falta específica, es lo que provoca el deseo. Gracias a
la imagen funcional, las pulsiones de vida pueden apuntar, tras haberse subjetivado en el
deseo, a manifestarse para obtener placer, a objetivarse en la relación con el mundo y con
el otro.
Imagen erógena: está asociada a determinada imagen funcional del cuerpo, el lugar donde
se focalizan el placer o displacer erótico en la relación con el otro. Su
representación está referida a círculos, óvalos, agujeros, imaginados como dotados de
intenciones emisivas activas o receptivas pasivas, de finalidad agradable o desagradable.
La imagen del cuerpo entonces, es la síntesis vida, en constante devenir, de estas tres
imágenes, enlazadas entre sí por las pulsiones de vida, las cuales se actualizan para el
sujeto en lo que yo denomino imagen dinámica.
La imagen dinámica: corresponde al “deseo de ser” y de perseverar en un advenir. Este
deseo, en cuanto fundamentalmente sellado por la falta, está siempre abierto a lo
desconocido. Así pues, la imagen dinámica no tiene representación que le sea propia, ella
es tensión de intención; su representación no sería sino la palabra “deseo”, conjugada como
un verbo activo, participante y presente para el sujeto. La imagen dinámica expresa en cada
uno de nosotros el siendo, llamado al advenir: el sujeto con derecho a desear, “en
deseancia”.
Corresponde a una intensidad de espera del alcance del objeto, es el trayecto del deseo
dotado de sentido, “yendo hacia” un fin.
Aulagnier: la violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado.
Postulados que refieren a nuestra concepción del cuerpo, de los órganos funcionales
sensoriales, de la información y de la metabolización que la psique les impone:
El cuerpo: conjunto de funciones sensoriales que son vehículo de una información continua
que no puede faltar, constituye la condición necesaria para una actividad psíquica que
exige que sean libidinalmente catectizado tanto el informado como el informante.
Identidad entre la actividad sensorial y la erogenización de las zonas, sedes de su órgano.
Ello permite una concepción diferente del objeto parcial, una mejor compresión de la
angustia. El origen de la relación psique-cuerpo se encuentra en lo que la primera toma del
modelo de actividad del segundo, este modelo será metabolizado en un material
heterogéneo, que formará el marco constante de un argumento originario que se repite.
Esta repetición define el funcionamiento y la producción de lo originario.
1. Consideraciones generales
La actividad de representación
Definimos actividad de representación como la tarea común a todos los procesos psíquicos
cuya meta es metabolizar un elemento heterogéneo, convirtiéndolo en un elemento
homogéneo a la estructura de cada sistema del aparato psíquico.
El término elemento alude a dos clases de objetos: los que son necesarios para el
funcionamiento del sistema, y los que se imponen a éste último, el cual no puede ignorar su
acción.
La actividad de representación es una actividad psíquica que presenta semejanzas y
diferencias con la actividad metabólica, que es un proceso orgánico:
a)Semejanza: Ambos rechazan todo elemento heterogéneo a la estructura o, inversamente,
se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a ella.
En la
reflexión Postulado
Tales de ESPACIOS: rector
funcionamientos esta lugares hipotéticos de
generan actividad de las actividades funciona
Tres modos de Representaciones sobre sí misma, se y representaciones
funcionamiento originan miento
de la actividad INSTANCIAS
psíquica
lo representa.
El Yo busca forjarse una imagen de la realidad exterior, para lo cual ejerce una actividad
representativa. Al ejercerla, se ilusiona acerca de que está conociendo los objetos en sí, es
decir, se ilusiona acerca de que ejerce una actividad cognitiva, pero en rigor esto no es así:
el Yo transforma el objeto exterior asimilándolo a su propia estructura, con lo cual su
actividad no es cognitiva sino interpretativa: interpreta el mundo según su propia lógica y
su propia causalidad.
Estas consideraciones sirven para mostrar que cada sistema funciona de acuerdo a una ley
o postulado propio.
La actividad de representación responde a una ley general: cada sistema se representa los
objetos de acuerdo a un esquema relacional que confirme o esté de acuerdo con el
postulado propio de dicho sistema. Por ejemplo: antes del descubrimiento del inconsciente,
y aunque éste existía, el Yo no tenía una representación ideica del mismo: era un objeto
heterogéneo, pero cuando fue descubierto por Freud, el Yo pudo metabolizar ese objeto
adecuándolo a su propia lógica y tornándolo así, inteligible.
El placer no se alcanza plenamente en el ámbito del Yo, que no puede realizar esta meta.
Esto no debe hacernos pensar que la actividad de representación del Yo no implique una
experiencia de placer, pero se trata de un placer mínimo necesario para que haya vida, es
decir, debe haber un placer mínimo necesario para que haya actividad de representación y
para que haya representantes psíquicos de objetos externos, y mismo aún objetos psíquicos.
Sin embargo, la existencia del placer es tan importante como la de displacer: esta dualidad
pulsional enfrenta al Yo con una paradoja: ¿cómo puede haber displacer en un objeto de
deseo? ¿Cómo puede surgir el placer del displacer? La teoría resuelve la contradicción
diciendo que la actividad psíquica, ya desde el proceso originario, forja dos
representaciones antinómicas de la relación representante-representado: de un lado se
define un 'deseo' en relación al placer, y del otro se define un 'deseo no tener que desear',
en relación al displacer.
Para decirlo en términos de amor y odio: en el primer caso se busca la unión con el objeto
(amor), y en el segundo su rechazo y destrucción (odio).
Las cualidades que tienen que tener los existentes para poder ser metabolizados por el
proceso respectivo, son las siguientes:
La autonomía se opone a dependencia. Esta dependencia puede ser física (por ejemplo un
discapacitado) o psíquica. La vida psíquica se caracteriza por tender hacia la autonomía,
entendiendo por tal toda forma de actividad psíquica orientada hacia dos fines: la
supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de una catexia libidinal que resista a
una victoria definitiva de la pulsión de muerte.
Primer esquema de los elementos que organizan la situación original del encuentro boca-
pecho cuando se privilegia lo que ocurre con el infans:
a. Una experiencia del cuerpo que acompaña a una actividad de representación que da
lugar al pictograma.
b. Un efecto que está ligado a esa experiencia y que puede ser de placer o displacer.
c. La presencia de una ambivalencia del deseo frente a su propia producción. Que podrá ser
soporte de la tendencia a fijarse en ella como soporte de su deseo por destruirla, por ser la
prueba de existencia de otro lugar que escapa a su poder, pero también que lo obliga a
proseguir su trabajo de representación.
3. Esta puesta en forma es representación del afecto que une el objeto con la zona.
4. El afecto es representado por una acción del cuerpo, por la acción de atracción o de
rechazo reciproco de la zona y del objeto.
7. De este préstamo tomado de las funciones del cuerpo se deduce que en lo originario
lo único que puede representarse del mundo es lo que puede darse como reflejo especular
del espacio corporal. Se representa como efecto de su poder de engendrar objetos fuente de
excitación y engendrar lo que es causa de placer o displacer.
Una única escena representa en forma conjunta el origen del sujeto, del deseo y del placer
debido a que, al presentarse corno causa del amor o del odio, pero en ambos casos, corno
causa del afecto experimentado, ubica al fantaseante en la posición de aquel a quien se le
ofrece un placer de ver de oír, de ser, o de aquel que es rechazado por lo visto, lo oído, lo
existente; rechazo que le hará imposible experimentar placer en el momento de la
contemplación de la escena. La primera percepción de un mundo «separado» exige el
reconocimiento de que existen afectos que transitan por el exterior, que el afecto del
mundo no es siempre idéntico al afecto del fantaseante; pero la puesta en escena de ese
mundo presupone la metabolización de un modelo que, también en este caso, se apoya en
un modelo corporal. Sin embargo, esta metabolización conferirá a la fantasía un carácter
no acorde con el postulado de lo originario.
Como realidad del Otro se debe entender, en primer lugar, la realidad de la diferencia que
existe entre el deseo de la madre y el del infans. Se trata del primer tope que encuentra el
principio de placer, de lejos el más duro y el más difícil de soslayar que deberá enfrentar.
Lo primario no puede renunciar a la comprobación de que este deseo del Otro le concierne:
si bien la psique logra erogenizar incluso el estado de necesidad, transformar la «nada» en
el alimento del anoréxico, no podría existir, por el contrario, un mundo en el que deseo y
nada coincidieran. Para tener acceso a lo originario, todo fenómeno debe ser representable
mediante un pictograma; para ello, se requiere que la zona-función, lugar de la percepción
sea erogenizable. A partir de ese momento, se comprueba que es como fuente de placer
que el objeto puede tener acceso al espacio psíquico. El campo de lo primario obedece a la
misma ley: el fantaseo de la experiencia debe acompañarse con su catectización, nunca se
fantasea gratuitamente. Mediante esta actividad se busca la representación de un estado de
placer cuya fuente se encuentra en una primera experiencia, con la diferencia de que la
fantasia remodela un fragmento del mundo reconocido como exterior, aunque adecuado al
propósito del deseo. La actividad primaria parte' de la comprobación de la existencia de
fragmentos del mundo que son conocibles por estar ocupados por objetos catectizados; sin
embargo, para ser catectizados, estos objetos, al igual que el espacio que ocupan, exigen
que la causa de su existencia y de su orden se ilustre en términos de deseo. La existencia
del deseo del Otro es a la psique lo que el concepto de Dios al sistema teológico: punto
nodal y postulado a partir del cual puede instaurarse el conjunto del sistema, tanto
fantaseado como metafísico. La certeza de la existencia y del poder de ese deseo constituye
una necesidad lógica para la actividad fantaseada, el único camino que le permite plantear
la existencia de Otro y, más tarde, de los otros y, de ese modo, la existencia de una
realidad. . Podrá elaborarse así una reciprocidad entre dos deseos que le permitan a la
psique reconocerse a su vez como fuente de una actividad deseante y no ya como efecto
pasivo de la respuesta. Así (y esta es la otra cara del acceso a la realidad de la diferencia
del deseo del Otro), la psique se verá confrontada con las categorías que fundan el orden
humano: la prohibición, la culpabilidad, la envidia, el deseo de dominio. . La dialectización
del deseo exige que el deseo del uno -de transgredir, de tener, de destruir, de reparar-
encuentre como aliado o enemigo a otro deseo, y no ya a una «realidad física» que,_ como
tal, no puede tener status psíquico en ninguno de los tres procesos. Si el biberón no fuese
ofrecido o rechazado por una mano, es posible que la anorexia no existiera, pero acaso
tampoco existiera el ser humano.
A. El prototipo identificatorio.
Gracias a un ejemplo podremos ilustrar estas formulaciones quizás oscuras, lo que nos
permitirá también bosquejar el mecanismo de proyección-introyección que funda toda
dialéctica pulsional.
1. Imaginemos que un estado de insatisfacción sea resultado de una cierta forma de ofrecer
el pecho, o, también, que este estado, de origen endopsíquico, no pueda calmarse mediante
el ofrecimiento del pecho. El acto de ofrecer será percibido e interpretado entonces como
«signo» del deseo del pecho y, así, del espacio exterior, de no ofrecer placer. Un deseo de
no placer es proyectado sobre el pecho.
3. Así, es como objeto agredido que se contempla en la representación que pone en escena
(lo que hemos llamado la representación del fantaseante como respuesta al deseo del Otro).
5. Pero, al actuar de ese modo, sólo podrá fantasear, como respuesta a su deseo de
agresión, a su propia vivencia; la agresión sobre el Otro le devuelve como reflejo su propia
respuesta ante la agresión, es decir, una nueva agresión.
1. El acto de ofrecer será interpretado como signo del deseo del pecho de «dar placer».
5. De ese modo, lo que pone en escena como respuesta será la recuperación de la respuesta
propia: ser fuente de placer.
El contrato narcisista.