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5 Mitos Prehispánicos - 2424

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Diego Mercado Coello #2424

5 mitos prehispánicos
La diosa de la luna (Maya)

En el sur de México se cuenta que Ixchel era una joven muy bella pretendida por dos hombres que
deciden luchar por ella a muerte. Sin embargo, atacando a traición, matan al hombre que Ixchel
amaba y suicidándose para estar con él, ascendieron juntos al cielo para convertirse en el dios del
sol y la diosa de la luna.

Tal y como ocurre en muchos otros mitos de México, en este aparece el tema recurrente de la
justicia que queda cumplida en el más allá, fuera del alcance de las limitaciones del mundo
material y sus dinámicas violentas. Además, ofrece una explicación de naturaleza mítica acerca del
origen de dos de los principales astros.

Coyolxauhqui (Azteca)

Coatlicue era la Tierra, madre de Coyolxauhqui, la Luna y de los "Cuatrocientos del sur" Centzon
Huiznahua, las Estrellas. Un día, cuando barría su templo en lo alto del cerro de Coatepec, la Tierra
quedó embarazada milagrosamente gracias a una bolita de plumas que provenía del cielo y que
ella guardó en su pecho. La Luna consideró el embarazo de su madre como una afrenta e instigó a
sus hermanos las Estrellas a matarla. Huitzilopochtli, el Sol, desde el vientre de la Tierra, advirtió el
peligro y decidió defender su vida y la de su madre. Cuando la Luna y las Estrellas estaban a punto
de asesinarla, nació el Sol Huitzilopochtli, ataviado para la guerra y armado con una serpiente de
fuego, llamada Xiuhcóatl, con la que la decapitó para, después, arrojarla desde lo alto del cerro
Coatepec. En su caída, la diosa se fue desmembrando en cada giro. Así muere la Luna cada mes
derrotada por el Sol, a pedazos. Coyolxauhqui y su desmembramiento son la explicación a un
fenómeno celeste, en cual la luna muere y nace por fases, y así fue encontrada al pie de la
escalinata de Huitzilopochtli en el Templo Mayor. El relieve muestra a la diosa decapitada y
mutilada de brazos y piernas, con gotas de sangre que manan de las extremidades y que dejan
expuestas las coyunturas óseas. Está adornada con un cinturón de serpiente bicéfala rematado
con un cráneo en su espalda. La serpiente de dos cabezas se repite en los atados de muslos y
brazos. Las articulaciones y los talones de sus pies están adornados con mascarones compuestos
por un rostro de perfil provisto de colmillos, cuyo significado todavía se presta a las más variadas
conjeturas. Lleva sus sandalias, sus muñequeras y tobilleras. Su tronco, con los pechos flácidos,
está de frente, mientras que sus caderas dan un inusitado giro mostrándose de perfil y obligando a
las extremidades a colocarse de igual forma. Su cabeza porta un gran penacho de plumas y su pelo
está adornado con círculos. Sus orejeras, compuestas por tres figuras geométricas, enmarcan su
rostro, cuyo ornamento principal, los cascabeles en la mejilla, da nombre a la diosa Luna, de la que
parece salir el último aliento de vida a través de su boca entreabierta.
Diego Mercado Coello #2424

Mito de Cocijo (Zapoteca)

Pitao, el Padre de los Dioses, sopló sobre el caos y creó el universo. Luego reunió a los demás
dioses inferiores para entregarles potestades sobre los elementos, los llamó como él para que
participaran por medio de su nombre en la esencia de la creación de cuanto existe: Pitao Xoo fue
el Dios de la tierra y los terremotos; Pitao Cociyo el de lluvias; Pitao Bée el del viento; Pitao
Cozzana el de la caza y pesca: Pitao Cocobi el de la cosecha; Pitao Paesí, el intérprete del oráculo;
Pitao Pezelao el señor de las almas de los muertos y a Pitao Benechaaba lo hizo genio del mal y
amo de las tinieblas. Esa fue la repartición de labores del gran Pitao, ¿que al ver al más pequeño
de los dioses? al que posteriormente llamaría Cocijo?, no dio ninguna responsabilidad por juzgarlo
como demasiado pequeño. Orondo y satisfecho por cuanto había creado para que su pueblo
zapoteca habitara el Didjazáa y se expandiera por la Tierra, Pitao pospuso la invención del fuego,
elemento que reservó para quien lo conquistase en un acto sacramental para su corte celestial;
sería el elemento que con un arduo trabajo los hombres habrían de domesticar. Aquellos hombres
de los primeros tiempos padecieron durante la noche la lejanía del calor del sol y la oscuridad de
las sombras, comieron sus alimentos crudos y anduvieron por los senderos casi a tientas,
escondiéndose como ratoncillos de las fieras. La oscuridad los volvía miedosos y recelosos unos de
los otros, por eso decidieron edificar un túmulo alto para llevar lo más cercano posible sus rezos al
gran Pitao y que este les brindara el fuego. Así, los hombres edificaron el montículo sobre el cuál
edificaron una pirámide y esperaron la decisión del gran Pitao. Éste, aún no satisfecho con el
trabajo de los hombres, pero lleno de compasión por ellos, licitó entre los dioses menores un lugar
preponderante para aquél que pudiera tomar el fuego: juntó dos maderos y los frotó hasta que
apareció el tan preciado elemento que iluminó la basta y fría noche. Invitó a los Dioses a probar
suerte para tomar este don de los cielos lanzándose a la hornaza que había alimentado con
madera, pero todos fallaron, tuvieron miedo. El último de la lista, Cocijo, pidió hacer la prueba.
Pitao aceptó, entonces Cocijo pidió a su hermano Cociyo (la lluvia) que lo empapara con sus aguas
y a Beé (el viento) que levantará con su mano las lenguas ardientes que lo amilanaban: de un salto
se echó en la hoguera. De aquella pira subió un humo espeso que se arremolinó en el centro del
cielo y en la punta del túmulo que los hombres consternados veían en la parte baja del
monumento. Una estría fulgurante en un estruendo horrísono hizo su aparición y dejó perplejos a
los dioses y a los hombres. Había nacido el trueno, fuego del cielo regalo para la humanidad. Los
hombres llamaron a aquel túmulo Cerro del Fuego o Daniguí celebrando la creación del preciado
elemento y construyeron Danibán (Monte Alaban) o Cerro Sagrado porque creyeron que los restos
de Cocijo habían quedado sepultados en aquella montaña sagrada.
Diego Mercado Coello #2424

El mito olmeca de la creación: Hombre y Bebé Jaguar (Olmeca)

Este mito nos cuenta la historia del origen de la cultura olmeca y de los hombres jaguar. En la
antigüedad en los asentamientos de Veracruz, México, la cultura olmeca nos dejó grandes relatos
acerca del origen de su cultura, impregnada de divinidad. Mucho tiempo ya, en que los
descendientes de los dioses olmecas llegaron para habitar la tierra a través de una mujer escogida
por sus virtudes, quien fue poseída por un jaguar y dio a luz a la descendencia de los hombres
jaguar. Estos hombres fueron destacados en la guerra y las mujeres en las artes. Habitaron por
largo tiempo en la tierra fértil y productiva, hasta que un día una bella joven jaguar puso sus ojos
en un valiente joven que no pertenecía a su descendencia jaguar, y los dioses no vieron con
buenos ojos ese sentimiento. El joven valiente unió su amor a aquella mujer jaguar sin importar la
intolerancia de los dioses y procrearon un hijo, los dioses castigaron la región con escasez de agua
del cielo. Fue tanto el dolor del castigo para la tierra jaguar que el joven ofreció a su propio hijo a
cambio de levantar el castigo divino. Los dioses furiosos levantaron el castigo y enviaron lluvia en
abundancia a la tierra jaguar, pero en cambio petrificó al padre y a su hijo en brazos para que las
generaciones comprendiesen que se debe respetar la dinastía jaguar. Los dioses permitieron que
la tierra que se mueve constantemente cubriera sus cuerpos, condenándolos a que, en un futuro,
sus cuerpos petrificados fueran desenterrados a golpes de piedra por pequeños descendientes
jaguar. Ahora la tierra es fértil y el jaguar se mueve con libertad en su hábitat, pero el hombre
jaguar no tiene más poder sobre su región y debe esforzarse y luchar para muchas veces perder
sus batallas y aprender lecciones que los dioses siguen enviando a sus hombres jaguar, pero nunca
permitirán que su dinastía se extinga por completo.

El mito mixteco de la creación (Mixteco)

En el año y en el día de la oscuridad y tinieblas, antes que hubiese días, ni años, estando el mundo
en grande oscuridad, que todo era caos y confusión, estaba la tierra cubierta de agua, sólo había
limo y lama sobre la haz de la tierra. En aquel tiempo, dicen los indios que aparecieron
visiblemente un dios que tuvo por nombre ‘un ciervo’, y por sobrenombre ‘culebra de león’; y una
diosa muy linda y hermosa, cuyo nombre era ‘un ciervo’ y por sobrenombre ‘culebra de tigre’.
Estos dos dioses dicen haber sido principio de los demás dioses que los indios tuvieron. Luego que
aparecieron estos dos dioses en el mundo y, con figura humana, cuentan las historias de esta
gente, que con su omnipotencia y sabiduría hicieron y fundaron una grande Peña [sacándola fuera
del agua] sobre la cual edificaron unos muy suntuosos palacios, hechos con grandísimo artificio,
adonde fue su asiento y morada en la tierra. Encima de lo más alto de la casa y habitación de estos
dioses estaba un hacha de cobre, el corte hacia arriba, sobre la cual estaba el cielo. Esta peña y
palacios de los dioses estaba en un cerro muy alto, junto al pueblo de Apoala que está en la
provincia que llaman Mixteca Alta. Esta peña en lengua de la gente tenía por nombre: “lugar
donde estaba el cielo”. [Quisieron significar en esto, que era lugar de paraíso y gloria, donde había
suma felicidad y abundancia de todo bien, sin haber falta de cosa alguna. Éste fue el primer lugar
que los dioses tuvieron para su morada en la tierra, adonde estuvieron muchos siglos en lugar
ameno y deleitable, estando en este tiempo el mundo en oscuridad y tinieblas… Estando pues,
estos dioses, padre y madre de todos los dioses, en sus palacios y corte], tuvieron dos hijos
varones muy hermosos, discretos y sabios en todas las artes. El primero se llamó “viento de nueve
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culebras”, que era nombre tomado del día en que nació. El segundo se llamó “viento de nueve
cavernas”, que también fue nombre del día de su nacimiento. Estos dos niños fueron criados en
mucho regalo. El mayor cuando quería recrearse se volvía en águila, la cual andaba volando por los
altos. El segundo también se transformaba en un animal pequeños, figura de serpiente, que tenía
alas con que volaba por los aires con tanta agilidad y sutileza que entraba por las peñas y paredes
y se hacía invisible; de suerte que los que estaban abajo, sentían el ruido y estruendo que hacían
ambos dos. Tomaban estas figuras para dar a entender el poder que tenían para transformarse y
volverse a la que antes tenían. Estando pues estos hermanos en la casa de sus padres, gozando de
mucha tranquilidad, acordaron de hacer ofrenda y sacrificio a los dioses sus padres, para lo cual
tomaron unos como incensarios de barro con unas brasas, sobre las cuales echaron cierta cantidad
de beleño molido, el lugar de incienso. Esta dice los indios que fue la primera ofrenda que se hizo
en el mundo. Ofrecido este sacrificio, hicieron estos dos hermanos un jardín para su recreación, en
el que cual pusieron muchos géneros de árboles que llevaban flores y rosas, y otros que llevaban
frutas, muchas hierbas de olor y otras especies. En este jardín y huerto se estaban de ordinario
recreando y deleitando: junto al cual hicieron otro prado muy hermoso en el cual había todas las
cosas necesarias para las ofrendas y sacrificios que habían de hacer a los dioses sus padres…
Hacían asimismo oraciones, votos y promesas a sus padres y pedíanles que por virtud de aquel
beleño que les ofrecían y los demás sacrificios que les hacían que tuviesen por bien hacer el cielo y
que hubiese claridad en el mundo: que se fundase la tierra o por mejor decir, apareciese, y las
aguas se congregasen, pues no había otra cosa para su descanso, sino aquel pequeño vergel. Para
más obligarles a que hiciesen esto que pedían, se punzaban las orejas con unas lancetas de
pedernal, para que saliesen gotas de sangre. Lo mismo hacían en las lenguas, y esta sangre la
esparcían y echaban sobre los ramos de los árboles y plantas con un hisopo de una rama de un
sauce, como cosa santa y bendita…

Después de haber referido los hijos e hijas que [además] tuvieron aquellos dioses marido y mujer…
dicen los indios que hubo un diluvio general, donde muchos dioses se ahogaron. Después de
pasado el diluvio se comenzó la creación del cielo y la tierra por el dios que en su lengua llamaron
“Creador de todas las cosas”. Restauróse el género humano y de aquella manera se pobló aquel
reino mixteco.

El origen de los mixtecos se atribuye a dos árboles altivos, soberbios y ufanos, hasta que los
deshojó el viento. Estaban a las márgenes de un río en la [entonces todavía] reiterada soledad de
Apoala, entre las montañas de lo que después fue población. Este río nace del encañado de dos
montes, que forman en medio una calle, como si fueran cortados a tajo abierto. Al pie de uno hace
boca una oquedad o cueva… De las venas de este río crecieron los árboles, que produjeron los
primeros caciques, varón y hembra. De aquí por generación se aumentaron y extendieron,
poblando un dilatado reino.

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