El documento describe las Actas de los Mártires, que son descripciones del arresto, juicio y muerte de mártires cristianos durante la persecución romana. Relata el martirio de Policarpo en el año 155 d.C., donde rechazó jurar lealtad al emperador y maldecir a Cristo, y murió quemado en la hoguera luego de orar. También menciona a la mártir Blandina que resistió la tortura y alentó a otros mártires antes de morir.
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El documento describe las Actas de los Mártires, que son descripciones del arresto, juicio y muerte de mártires cristianos durante la persecución romana. Relata el martirio de Policarpo en el año 155 d.C., donde rechazó jurar lealtad al emperador y maldecir a Cristo, y murió quemado en la hoguera luego de orar. También menciona a la mártir Blandina que resistió la tortura y alentó a otros mártires antes de morir.
El documento describe las Actas de los Mártires, que son descripciones del arresto, juicio y muerte de mártires cristianos durante la persecución romana. Relata el martirio de Policarpo en el año 155 d.C., donde rechazó jurar lealtad al emperador y maldecir a Cristo, y murió quemado en la hoguera luego de orar. También menciona a la mártir Blandina que resistió la tortura y alentó a otros mártires antes de morir.
El documento describe las Actas de los Mártires, que son descripciones del arresto, juicio y muerte de mártires cristianos durante la persecución romana. Relata el martirio de Policarpo en el año 155 d.C., donde rechazó jurar lealtad al emperador y maldecir a Cristo, y murió quemado en la hoguera luego de orar. También menciona a la mártir Blandina que resistió la tortura y alentó a otros mártires antes de morir.
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ROM 12:1-2
El lector se habrá percatado de que, durante todo el siglo
primero, al mismo tiempo que abundan las noticias de mártires, escasean los detalles acerca de su martirio,
Actas de los mártires: que consisten en descripciones
más o menos detalladas de las condiciones bajo las que se produjeron los martirios, del arresto, encarcelamiento y juicio del mártir o mártires en cuestión, y por último de su muerte
¿Quien lo escribió?
Hay otros en que quien escribe el acta nos dice que
- estuvo presente en el juicio y el suplicio. - otras noticias nos llegan a través de otros documentos escritos por cristianos que de algún modo se relacionan con el martirio y la persecución. o El ejemplo más valioso de esta clase de documentos es la colección de siete cartas escritas por Ignacio de Antioquía camino del martirio. El siglo segundo comienza a ofrecernos algunos atisbos de la actitud de los paganos ante los cristianos, y muy especialmente de la actitud de los gobernantes. En este sentido, resulta interesantísima la correspondencia entre Plinio el Joven y el emperador Trajano.
Plinio Segundo el Joven había sido nombrado gobernador de
la región de Bitinia, es decir, la costa norte de lo que hoy es Turquía— en el año 111.
Todo lo que sabemos de Plinio por otras fuentes parece
indicar que era un hombre justo, fiel cumplidor de las leyes, y respetuoso de las tradiciones y las autoridades romanas. En Bitinia, sin embargo, se le presentó un problema que le tenía perplejo. Alguien le hizo llegar una acusación anónima en la que se incluía una larga lista de cristianos. Plinio no había asistido jamás a un juicio contra los cristianos, y por tanto carecía de experiencia en la cuestión. Al mismo tiempo, el recién nombrado gobernador sabía que había leyes imperiales contra los cristianos, y por tanto empezó a hacer pesquisas. Al parecer, el número de los cristianos en Bitinia era notable, pues en su carta a Trajano Plinio le dice que los templos paganos estaban prácticamente abandonados y que no se encontraban compradores para la carne sacrificada a los ídolos. Además, le dice Plinio al Emperador, “el contagio de esta superstición ha penetrado, no sólo en las ciudades, sino también en los pueblos y los campos”. En todo caso, Plinio hizo traer ante sí a los acusados, y comenzó así un proceso mediante el cual el gobernador se fue enterando poco a poco de las creencias y las prácticas de los cristianos. Hubo muchos que negaban ser cristianos, y otros que decían que, aunque lo habían sido anteriormente, ya no lo eran. Plinio sencillamente requirió de ellos que invocaran a los dioses, que adoraran al emperador ofreciendo vino e incienso ante su estatua, y que maldijeran a Cristo. Quienes seguían sus instrucciones en este sentido, eran puestos en libertad, pues según Plinio le dice a Trajano, “es imposible obligar a los verdaderos cristianos a hacer estas cosas.
Ahora, con la larga lista de personas acusadas de ser
cristianas, Plinio se vio forzado a investigar el asunto con más detenimiento. ¿En qué consistía en verdad el crimen de los cristianos? A fin de encontrar respuesta a esta pregunta, Plinio interrogó a los acusados, tanto a los que persistían en su fe como a los que la negaban. Tanto de unos como de otros, el gobernador escuchó el mismo testimonio: su crimen consistía en reunirse para cantar antifonalmente himnos “a Cristo como a Dios”, para hacer votos de no cometer robos, adulterios u otros pecados, y para una comida en la que no se hacía cosa alguna contraria a la ley y las buenas costumbres. Puesto que algún tiempo antes, siguiendo las órdenes del emperador, Plinio había prohibido las reuniones secretas, los cristianos ya no se reunían como lo habían hecho antes. Perplejo ante tales informes, Plinio hizo torturar a dos esclavas que eran ministros de la iglesia; pero ambas mujeres confirmaron lo que los demás cristianos le habían dicho. Todo esto le planteaba al gobernador un difícil problema de justicia y jurisprudencia: ¿debía castigarse a los cristianos sólo por llevar ese nombre, o era necesario probarles algún crimen?
En medio de su perplejidad, Plinio hizo suspender los
procesos y le escribió al emperador la carta de donde hemos tomado los datos que anteceden. La respuesta del emperador fue breve. Según él, no hay una regla general que pueda aplicarse en todos los casos. Por una parte, el crimen de los cristianos no es tal que deban emplearse los recursos del estado en buscarlos. Por otra parte, sin embargo, si alguien les acusa y ellos se niegan a adorar a los dioses, han de ser castigados.
¡Oh sentencia necesariamente confusa! Se niega a
buscarlos, como a inocentes; y manda que se les castigue, como a culpables. Tiene misericordia y es severa; disimula y castiga. ¿Cómo evitas entonces censurarte a ti misma? Si condenas, ¿por qué no investigas? Y si no investigas, ¿por qué no absuelves? (Apología, 2).
Ahora bien, aunque la decisión de Trajano no tenía sentido
lógico, sí tenía sentido político. Trajano comprendía lo que Plinio le decía: que los cristianos, por el solo hecho de serlo, no cometían crimen alguno contra la sociedad o contra el estado. Por tanto, los recursos del estado debían emplearse en asuntos más urgentes que la búsqueda de cristianos. Pero, una vez que un cristiano era delatado y traído ante los tribunales imperiales, era necesario obligarle a adorar los dioses del imperio o castigarle. De otro modo, los tribunales imperiales perderían toda autoridad.
Por lo tanto, a los cristianos se les castigaba, no por algún
crimen que supuestamente habían cometido antes de ser delatados, sino por su crimen ante los tribunales. Este delito tenía que ser castigado, en primer lugar, porque de otro modo se les restaría autoridad a esos tribunales, y, en segundo lugar, porque al negarse a adorar al emperador los cristianos estaban adoptando una actitud que en ese tiempo se interpretaba como rebelión contra la autoridad imperial. En efecto, el culto al emperador era uno de los vínculos que unían al Imperio, y negarse en público a rendir ese culto equivalía a romper ese vínculo
a través de todo el siglo segundo y buena parte del tercero,
esta política de no buscar a los cristianos y sin embargo castigarles cuando se les acusaba fue la política que se siguió en todo el Imperio
Ignacio de Antioquía: el portador de Dios
Alrededor del año 107, por motivos que desconocemos, el anciano obispo de Antioquía, Ignacio, fue acusado ante las autoridades y condenado a morir por negarse a adorar los dioses del Imperio. Puesto que en esos tiempos se celebraban grandes fiestas en Roma con motivo de la victoria sobre los dacios, Ignacio fue enviado a la capital para que su muerte contribuyera a los espectáculos que se proyectaban. Camino del martirio, Ignacio escribió siete cartas que constituyen uno de los más valiosos documentos del cristianismo antiguo
Ignacio nació probablemente alrededor del año 30 ó 35, y
por tanto era ya anciano cuando selló su vida con el martirio. En sus cartas, él mismo nos dice repetidamente que lleva el sobrenombre de “Portador de Dios”, lo cual es índice del respeto de que gozaba en la comunidad cristiana. Siglos más tarde, sobre la base de un ligero cambio en el texto de sus cartas, se comenzó a hablar de Ignacio como el “Portado por Dios”, y surgió así la leyenda según la cual Ignacio fue el niño a quien Jesús tomó y colocó en medio de quienes le rodeaban (Mateo 18:2) El propósito de Ignacio es, según él mismo dice, ser imitador de la pasión de su Dios, es decir, de Jesucristo. Ahora que se enfrenta al sacrificio supremo es que empieza a ser discípulo, y por tanto lo único que quiere que los romanos pidan para él es, no la libertad, sino fuerza para enfrentarse a toda prueba “para que no sólo me llame cristiano, sino que también me comporte como tal”. “Mi amor está crucificado […] No me gusta ya la comida corruptible, […] sino que quiero el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo […] y su sangre quiero beber, que es bebida imperecedera”. Porque “cuando yo sufra, seré libre en Jesucristo, y con él resucitaré en libertad”. “Soy trigo de Dios, y los dientes de las fieras han de molerme, para que pueda ser ofrecido como limpio pan de Cristo”
El martirio de Policarpo
Si bien es poco o nada lo que sabemos acerca del
testimonio final de Ignacio, sí tenemos amplios detalles acerca del de su amigo Policarpo, cuando le llegó su hora casi medio siglo más tarde. Corría el año 155, y todavía estaba vigente la misma política que Trajano le había señalado a su gobernador Plinio. A los cristianos no se les buscaba; pero si alguien les delataba y se negaban entonces a servir a los dioses, era necesario castigarles
El juez, diciéndole que si juraba por el emperador y
maldecía a Cristo quedaría libre. Empero Policarpo respondió: —Llevo ochenta y seis años sirviéndole, y ningún mal me ha hecho. ¿Cómo he de maldecir a mi rey, que me salvó?
Cuando por fin el juez le amenazó, primero con las fieras, y
después con ser quemado vivo, Policarpo le contestó que el fuego que el juez podía encender sólo duraría un momento, y luego se apagaría, mientras que el castigo eterno nunca se apagaría.
Atado ya en medio de la hoguera, y cuando estaban a
punto de encender el fuego, Policarpo elevó la mirada al cielo y oró en voz alta:
Señor Dios soberano […] te doy gracias, porque
me has tenido por digno de este momento, para que, junto a tus mártires, yo pueda tener parte en el cáliz de Cristo. […] Por ello […] te bendigo y te glorifico. […] Amén. Blandina, Una mujer débil por quien temían sus hermanos. Cuando le llegó el momento de ser torturada, mostró tal resistencia que - los verdugos tenían que turnarse. Cuando varios de los mártires fueron llevados al circo, Blandina fue colgada de un madero en medio de ellos y desde allí les alentaba. Como las fieras no la atacaron, los guardias la llevaron de nuevo a la cárcel. Por fin, el día de tan cruentos espectáculos, Blandina fue - torturada en público de diversas maneras. - Primero la azotaron; - después la hicieron morder por fieras; acto seguido - la sentaron en una silla de hierro candente; y a la postre - la encerraron en una red e hicieron que un toro bravo la corneara. - Como en medio de tales tormentos Bandina seguía firme en su fe, por fin las autoridades ordenaron que fuese degollada.
Estos no son sino unos pocos ejemplos de los muchos
martirios que tuvieron lugar en esa época. Hay otros que nos son conocidos. Pero sobre todo hubo muchos otros de los cuales la historia no ha dejado rastro, pero que indudablemente se encuentran indeleblemente impresos en el libro de la vida.
Fue su sportacion de ellos para que tu pudieras tener la
palabra Y la tuya?
negaste tu fe en negar estudiar tu palabra?
negaste tu fe en no tener una carater manso y hunilde entregando los diezmos y ofrendas compartir el evangelio