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Ridley Scott

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Introducción

El de Ridley Scott es, en principio, un caso poco común


en la historia del cine. Sin embargo, nada más profundi-
zar en él nos vamos dando cuenta de que tiene más de un
ilustre precedente. Se trata de uno de esos directores admi-
rados y odiados a partes iguales, considerado un genio por
muchos y un artista mediocre por otros tantos. Ya por sí
sola esta dicotomía lo hace, a nuestro entender, un cineasta
absolutamente interesante a la hora de enfrentarnos, de
adentrarnos en su cine, con la intención de analizarlo en
profundidad y darle forma a este estudio sobre su obra.
Como en el pasado ya ha ocurrido con otros grandes
directores, la filmografía de Ridley Scott (con 23 títulos,
hasta el momento) cuenta con varias obras cuya fama, éxito
y calidad artística han superado e, incluso, sobrepasado a su
propio director. Se trata de dos films realizados al principio
de su carrera (su segunda y tercera películas, concretamente)
cuando, por decirlo de alguna manera, se estaba formando
como director, como artista, como cineasta. Nos referimos a
Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982), dos
películas de ciencia ficción que, además, fueron obras
de encargo (aunque inmediatamente Scott supo hacer-
las completamente suyas).
En un caso que perfectamente se podría comparar con
el de Casablanca (1942) o con el de Lo que el viento se

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llevó (1939), películas cuya importancia ha superado con


creces a la de sus directores, el gran público en su mayoría
no es capaz de ponerle nombre al padre y creador de estas
criaturas (Michael Curtiz la primera y Victor Fleming la
segunda). Es más, así como se nos hace muy difícil sepa-
rar el nombre de Ciudadano Kane (1941) del de Orson
Welles, o el de Psicosis (1960) del de Alfred Hitchcock (de-
bido, sobre todo, a que estos directores lograron enrique-
cer y perpetuar su fama con otras producciones de igual
o similar envergadura), la cultura popular no se ha dejado
seducir por otras películas de Ridley Scott y lo ha relega-
do a un segundo puesto entre los directores de primera
fila, aplaudiendo y aclamando (hasta extremos despro-
porcionados) estos dos títulos y, a la vez, olvidándose no
solo de su nombre, sino de buena parte del resto de su
filmografía.
Así, no es de extrañar que, por ejemplo, en nuestro país
solo se hayan publicado tres libros sobre la obra de Ridley
Scott (uno de Juan Miguel Perea en 1992, otro de Santiago
Sánchez cuatro años después y el último —hasta ahora,
claro— de Juan Andrés Pedrero Santos en 2012), mientras
que de Alien haya más de cinco títulos distintos y que Blade
Runner supere ampliamente la docena1.
La conclusión que sacamos de todo esto es que, salvo
estas dos primerísimas obras, el resto de las películas de
Scott apenas ha despertado el interés de los historiadores ni
el del público. Y eso a pesar de que el director británico
cuenta con títulos de la calidad de Thelma & Louise (1991),

1
  A lo que habría que añadir nada menos que dos tesis doctorales: El
cine de Ridley Scott: Alien (1979) y Blade Runner (1982). Aportaciones al
género de la ciencia ficción, de Enrique Carrasco (Universidad de La La-
guna, 1996) y Representaciones de la modernidad en el cine futurista. El
caso de «Blade Runner», de Juan Fernando Vizcarra Schumm (Universi-
dad de Zaragoza, 2009).

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Gladiator (2000), El reino de los cielos (2005) o American


Gangster (2007). O tal vez porque en esa misma filmo-
grafía también podemos encontrarnos con otros films de
dudosa maestría, como Black Rain (1989), La teniente
O’Neil (1997) o Los impostores (2003).
Como decíamos al principio, la obra de Ridley Scott es
lo suficientemente rica y variada como para dedicarle un
estudio serio como el que pretendemos realizar a continua-
ción. La cuestión es: ¿realmente son esas dos películas las
mejores de toda su carrera? En este libro trataremos de res-
ponder a esta pregunta.
Durante una larga noche de cine hablando con algunos
buenos amigos, uno de ellos me dijo que, según su criterio,
Ridley Scott era un mal director que había realizado varias
buenas películas. Lo cual, entiendo yo, es una gran incon-
gruencia, ya que, aunque solo sea por principios, un mal
director nunca podría hacer una buena película. De ahí
que uno de los propósitos de este libro sea demostrar justo
lo contrario: que Ridley Scott es un buen director que ha
realizado varias películas malas (lo cual, según desde qué
punto de vista se mire, no deja de ser también una incon-
gruencia, pero esta, a nuestro entender, con un poco me-
nos de solidez).
A diferencia del de muchos otros directores, el cine de
Ridley Scott no se define por su temática, sino más bien
por su espectacular y totalmente original puesta en escena,
que hace de él un director con un estilo narrativo muy vi-
sual. A lo largo de su filmografía dos temas destacan sobre
los demás: por un lado la ciencia ficción, con títulos como los
ya nombrados Alien y Blade Runner, sin olvidarnos de uno de
sus films más recientes, Prometheus (2012); y por otro el
género histórico, en el que se siente especialmente cómo-
do, con obras como Los duelistas (1977), 1492: la conquista
del paraíso (1992), Gladiator (2000), Black Hawk derriba-
do (2001), El reino de los cielos (2005), Robin Hood (2010)

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y Exodus (2014), que forman el grueso de su filmografía.


Finalmente, también se adentra, algunas veces con sumo
tacto y delicadeza (pero otras con gran torpeza), en temas
más íntimos y personales, como en Thelma & Louise
(1991), Los impostores (2003) y Un buen año (2006). En
definitiva, nos encontramos ante una carrera amplia y va-
riada, con algunos altibajos y alguna que otra obra poco
acertada pero que, en líneas generales, nos presenta a uno
de los directores más personales e interesantes del cine con-
temporáneo. Adentrarse en él va a ser (sin duda) toda una
aventura.
¿Nos acompañan?

Ridley Scott nació el 30 de noviembre de 1937 en South


Shields (Inglaterra), una pequeña ciudad costera del con-
dado de Tyne and Wear (de unos 80.000 habitantes), situa-
da en la desembocadura del río Tyne. Su padre, Francis
Percy Scott, era coronel del Cuerpo de Ingenieros del ejér-
cito británico cuando estalló la Segunda Guerra Mundial
(durante la contienda logró ascender al rango de general de
brigada gracias a sus conocimientos de navegación y trans-
porte, y desde tal cargo formó parte de la planificación del
día D, que supuso el desembarco de las tropas aliadas en las
playas de Normandía). Después de la guerra, la familia
Scott se muda a Teeside (al norte de Inglaterra), pero como
su padre comienza a trabajar en la reconstrucción de Ale-
mania, durante los siguientes años van a estar trasladándose
constantemente, viviendo en ciudades como Wilhelmsha­
ven, Frankfurt y Hamburgo.
Su madre, Elizabeth Jean Scott (1905-2001), era una
sencilla ama de casa que se preocupó por inculcarles valo-
res artísticos a sus tres hijos, algo que influyó, de una
manera determinante, en el desarrollo de sus carreras pro-
fesionales.

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Ridley Scott.

Recuerdo que me llevó a ver Ciudadano Kane. Era un


chaval y no entendí bien la trama, pero observé que cada
elemento en la pantalla tenía su razón de ser. Comencé a ir
al cine todos los días y a ver incluso la misma película tres
veces seguidas cada tarde. Cuando en los créditos vi algo
como director artístico, supe que había descubierto que
había en el cine algo para mí. Me matriculé en la Acade-
mia de Arte de Hartlepool... y hasta hoy2.

2
  Ridley Scott, en Beatrice Sartori, «Ridley Scott: “Quiero sumergir al espec-
tador en la anatomía de la guera”», El Cultural, 23 de enero de 2002, pág. 51.

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El matrimonio Scott tuvo otros dos hijos: el primogéni-


to de la familia, Frank, nació en 1934 y seguiría la carrera
militar de su padre —murió en 1980 de cáncer de piel—,
mientras que el también director de cine Tony Scott nace-
ría el 21 de julio de 1944 en plena campaña bélica.
Por su parte, el pequeño Ridley estudió en el West Hartle-
pool College of Arts, donde destacó en diseño gráfico, deco-
ración y pintura, y después se matricularía en la prestigiosa
Royal Academy of Arts, siendo uno de los alumnos que in-
auguraron el nuevo departamento de cine (The Film Arts
School). Como trabajo final de clase dirigió el corto en blan-
co y negro Boy and Bicycle (1965), que filmó con un exiguo
presupuesto de tan solo 65 libras (y con una cámara Boolex
de 16 mm), aunque cuando el British Film Institute lo vio,
le ofreció 250 libras más para que lo mejorara3. Tras gra-
duarse con honores, fue premiado con una beca de estu-
dios de un año en los Estados Unidos que le permitió
trabajar en Time-Life, Inc. para la productora de docu-
mentales Bob Drew Associates, junto a Richard Leacock
y D. A. Pennebaker.
Scott completó su formación académica en la London
International Film School, donde realizó un máster espe-
cial de un año durante el cual dos de los cortos que dirigió
ganaron varios premios estudiantiles.
Nada más terminar sus estudios, en 1963 entró a traba-
jar como aprendiz de escenografía en la cadena de televisión
BBC en Londres, por lo que colaboró activamente en series
como Z Cars (1962-1978) y Out of the Unknow (1965-1971)

3
  El corto cuenta la historia de un día en la vida de un chico adoles-
cente (interpretado por su hermano Tony) que decide evadirse de sus
obligaciones escolares y darse una vuelta con su bicicleta por las calles de
su ciudad, Seaton Carew (en Hartlepool), y sus alrededores mientras es-
cuchamos en voz en off sus pensamientos y divagaciones, imaginándose
situaciones o recordando hechos del pasado.

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y en el diseño de los Daleks en la popular serie Doctor Who


(1963-1989). Su primera experiencia —profesional— como
director la tuvo precisamente durante esos años, cuando
David Rose, productor de la serie Z Cars, le permitió poner-
se detrás de la cámara en el episodio titulado «Error of Judge-
ment» (capítulo número 40 de la cuarta temporada), que se
emitió el 9 de junio de 1965. El guion estaba escrito por Alan
Plater y su argumento, en líneas generales, contaba la historia
de PC Foster (Donald Webster) y su ayudante, el exboxeador
Len Phillips (Iain Anders), que se enfrentan a una pandilla de
jóvenes que están bloqueando una calle. La grosera actitud
de los gamberros llama la atención del sargento Blackitt
(Robert Keegan), que decide imponer el orden.
Durante esos años en la BBC, el joven Scott también di-
rigió varios capítulos más de otras series, como los titulados
«The Hard Word» (episodio 32 de la primera temporada,
emitido el 16 de mayo de 1966), perteneciente a Thirty-
Minute Theatre (1965-1973); tres episodios de Adam Ada-
mant Lives! (1966-1967): «The League of Uncharitable La-
dies» (capítulo 13 de la primera temporada, emitido el 22 de
septiembre de 1966), «Death Begins at Seventy» (capítulo 8
de la segunda temporada, emitido el 18 de febrero de 1967) y
«The Resurrectionists» (capítulo 11 de la segunda temporada,
emitido el 11 de marzo de 1967); «Robert» (capítulo 12 de la
primera temporada de la serie Half Hour Story, emitido el 2 de
agosto de 1967); dos episodios de The Informer (1966-
1967): «No Further Questions» (capítulo 7 de la segunda
temporada, emitido el 6 de noviembre de 1967) y «Your
Secrets Are Safe with Us, Mr Lambert» (capítulo 8 de la se-
gunda temporada, emitido el 13 de noviembre de 1967), y,
por último, un episodio de la serie The Troubleshooters (1965-
1972) titulado «If He Hollers, Let Him Go» (capítulo 4 de
la quinta temporada, emitido el 27 de enero de 1969).
Pero el ambicioso muchacho aspiraba a dirigir sus pro-
pias creaciones (además estaba harto de ganar solo 75 libras

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a la semana, lo cual era poco para mantener a su familia), así


que, tras pasar cuatro años trabajando en la BBC, en 1967
convenció a su hermano Tony para crear juntos una em-
presa dedicada (en principio) a la realización de spots publi-
citarios, a la que llamaron Ridley Scott Associates (RSA).
En poco tiempo, RSA empezó a llamar la atención entre las
agencias de publicidad de todo el país por su arriesgada e
innovadora forma de producir anuncios, en la que destaca-
ba principalmente la espectacular puesta en escena. Rápi-
damente, Scott se hizo un nombre en el gremio de publi-
cistas londinenses como director en un momento en el que
la mayoría de cineastas miraban con cierto desprecio y alta-
nería a los publicistas. Sin embargo, nuestro hombre se
tomó en serio su trabajo (a fin de cuentas, también era su
propia empresa) y produjo y dirigió cientos de anuncios vi-
sualmente muy impactantes (que, años después, serían imi-
tados por otros directores comerciales). A lo largo de los si-
guientes diez años, llegó a dirigir más de dos mil anuncios.
Entre ellos destacan algunos como Harveys Bristol Cream
(1969), Luv Ice Cream (1969) y Hovis Bike Ride (1973).
Sin embargo, tal vez el más famoso de todos sea uno
que precisamente no produjo su empresa: siendo ya un
director importante de Hollywood, en 1984 la compañía
Fairbanks Films (a través de la Agencia Chiat/Day de Veni-
ce) lo contrató para que se hiciera cargo del spot titula-
do 1984, que se realizó para la compañía de ordenadores
Apple y que se emitió por primera vez durante el interme-
dio del partido de la Super Bowl de 1984 (el 22 de enero).
Considerado uno de los mejores anuncios jamás realizados,
hoy en día se sigue utilizando como ejemplo de las magní-
ficas campañas de marketing que usaba la compañía de
Steve Jobs. Con un presupuesto (estratosférico) de casi un
millón de dólares, 1984 ganó numerosos premios (como el
Clio Awards o el Best Super Bowl Spot en 2007 al mejor
anuncio emitido durante la Super Bowl en sus cuarenta

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Ridley Scott en 1970 durante el rodaje de un spot.

años de historia). Manteniendo la estética de la película


homónima de Michael Radford (y basándose, evidente-
mente, en el libro de George Orwell), una chica en ropa de
deporte (interpretada por la atleta y modelo británica Anya
Major) corre con un martillo en la mano entre una larga fila
de hombres que miran embobados una gigantesca pantalla
desde la que el Gran Hermano guía sus vidas. La chica se de-
tiene frente a la pantalla, gira sobre sí misma y lanza el martillo
haciéndola explotar. Su sencillez argumental contrasta con la
fuerza de sus imágenes y del mensaje final («El 24 de enero
Apple Computer presentará Macintosh. Y usted verá por
qué 1984 no será como 1984»).
Durante casi dos décadas, mientras la agencia se consolida-
ba como una de las más importantes de Europa y Ridley daba
el salto al cine comercial, RSA estuvo en manos de su herma-
no Tony, quien no solo dirigió cientos de spots sino que tam-
bién supervisó el día a día de la compañía. En la actualidad, la
agencia tiene oficinas en Londres, Nueva York, Los Ángeles,
Chicago y Hong Kong, y ha trabajado con directores (hoy ya
consagrados) como Alan Parker, Hugh Hudson, Kathryn

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Bigelow, Sam Mendes, Hugh Johnson y Frank Miller. Cuan-


do Tony también decidió dedicarse al cine, la agencia pasó a
manos de los tres hijos de Ridley (Jake y Jordan trabajan en la
oficina de Los Ángeles, y Luke, en la de Londres).
Sin embargo, pese al tremendo éxito de su empresa, Scott
seguía sin encontrar su sitio, y tras haber dirigido miles de
anuncios publicitarios a lo largo de la década de los setenta,
sentía que tenía la imperiosa necesidad de dar un paso más
hacia delante. Su meta era el cine, y llegó a él de la mano
del productor David Puttman.
Aunque durante algún tiempo estuvo barajando otras
opciones, su largamente anhelado debut como director de
cine se produjo con el film Los duelistas (1977). El éxito
de esta película tras su paso por el Festival de Cannes, donde
fue nominada a la Palma de Oro y ganó un premio especial
al mejor director debutante, llamó la atención de los pro-
ductores Gordon Carroll, David Giler y Walter Hille, que
llevaban tiempo buscando un buen director para que se
hiciera cargo de un magnífico guion escrito por Dan
O’Bannon que llevaba por título Alien. Asimismo, el reco-
nocimiento internacional que obtuvo este, su segundo
film, hizo que Hollywood pusiera sus ojos en él y comenzó
a recibir ofertas de todos los estudios. Aunque en principio
se mostró algo reacio a volver a tocar el tema de la ciencia
ficción, el guion de Blade Runner (1982) era tan bueno que
no se pudo resistir. El resto es historia. Historia del cine.
Al mismo tiempo que su labor como director, Ridley
Scott ha mostrado un gran interés en la faceta de productor,
no solo de sus propias películas, sino también de las de otros
artistas. Para ello, en 1987, fundó la compañía Percy Main
Productions4, con la que produjo Thelma & Louise (1991).

4
  El nombre de Percy Main hace referencia al pueblo natal del padre
de Scott, en North Shields (Inglaterra).

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Después vendrían otro título propio —1492: la conquista


del paraíso (1992)— y dos más externos, La versión Brow-
ning, dirigida por Mike Figgis (1994), y Un ladrón de cua-
tro manos, de Franco Amurri (1994). Pero en 1995, cuan-
do su hermano Tony ya había logrado algunos renombra-
dos éxitos de taquilla —como Superdetective en Hollywood II
(1987) y Marea roja (1995)—, ambos unieron fuerzas de
nuevo y crearon Scott Free Productions, a través de la cual
no solo han producido prácticamente todas sus películas
sino que además se han adentrado en el mundo de la tele-
visión con notables éxitos como los telefilms RKO 281 (Ben-
jamin Ross, 1999), Amenaza de tormenta (Richard Loncrai-
ne, 2002) e Into the Storm (Thaddeus O’Sullivan, 2009)
pero, sobre todo, produciendo miniseries como The Com-
pany (2007) y Los pilares de la Tierra (2010), además de
otras de larga duración como Numb3rs (2005-2010) y The
Good Wife (2009-2016).
Y todo esto, sin parar de dirigir películas para la gran
pantalla a un ritmo frenético de casi una por año: Los im-
postores (2003), El reino de los cielos (2005), Un buen año
(2006), American Gangster (2007), Red de mentiras (2008),
Robin Hood (2010), Prometheus (2012), Exodus (2014) y
Marte (2015).

Cuando comencé a trabajar en el cine, no me daban


mucho trabajo. Cuando hice mis primeras películas, ya era
un veterano de los comerciales, tenía una oficina en Nueva
York, una en Londres y otra en Los Ángeles. Por lo tanto
me iba muy bien en la parte empresarial. Pero tenía treinta
y nueve años y no había hecho una sola película, y por eso
pensé que me tenía que apurar a encontrar un proyecto.
Usé parte del dinero que me dejaba mi trabajo para con-
tratar buenos guionistas y así fue como di con Los duelistas.
Esa fue una gran experiencia para mí, porque por primera
vez podía filmar material de cierta duración, que no tenía
que terminar en treinta segundos, o como mucho sesenta,

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que es lo que dura un comercial. De verdad lo disfruté,


pero también fue una película muy fácil. Nos fue muy
bien, llevamos la película a Cannes y ganamos. Luego si-
guió Alien, el octavo pasajero, que también me resultó muy
fácil. En aquel momento lo de hacer películas me parecía
un paseo por el parque, porque nadie me había atacado
todavía. Pero luego fui a Hollywood, a trabajar con los
grandes estudios. Había estado en Los Ángeles haciendo
comerciales, pero esta era la primera vez que me tocaba
hacer una película para un gran estudio y, a pesar de que
era el nuevo chico de la industria, la realidad es que no era
ya un chico. Y como acababa de tener el tremendo éxito
con Alien, el octavo pasajero, estaba en Hollywood rodeado
de la atención pública y de la industria. Hollywood siem-
pre ha tenido el hábito de traer gente por una cuestión de
admiración, pero luego, una vez que estás aquí, te mues-
tran el trabajo de otro director y te piden que hagas eso
mismo. Y cuando les dices que no es eso lo que haces, se
enojan contigo. De esta forma han arruinado a mucha
gente con talento que no ha sabido defenderse, que ha sido
destruida por la experiencia de Hollywood y que nunca ha
podido recuperarse. Pero yo era muy duro. Les di lo mejor
que tenía y de pronto me convertí en un director odiado.
Como estaba acostumbrado a tener mi propia compañía,
me importó un bledo. Lo único que me importaba era la
película. Veinticinco años después me he dado cuenta de
que tenía la actitud correcta y estaba en lo cierto, pero en
aquel entonces no tenía la seguridad que tengo ahora. Es-
taba en mi apartamento en Hollywood sintiéndome muy
mal y dándome cuenta de que no me gustaba la situación
por la que estaba atravesando. Es que de verdad me esta-
ban tirando con artillería pesada. Finalmente, uno pone
cada cosa en su lugar, porque, si no, no puedes seguir fun-
cionando. Como productor soy el mejor entrenador posi-
ble para un director. Lo miro por la mañana y le digo que
tiene buen aspecto, aunque parezca que se va a morir al día
siguiente. Le digo que está haciendo muy bien su película,
le aseguro que lo suyo quedará fantástico y lo estimulo

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para que su día sea lo más liviano posible. Eso es exacta-


mente lo opuesto a reunirte con cuatro tíos vestidos de
traje que se sientan en tu tráiler y te dicen: «si no te apuras
con las escenas, vamos a tener que eliminarlas». En aquel
momento pensé que esa no era la mejor manera de obte-
ner lo mejor de una persona. Pero puse cada cosa en su
sitio, y en vez de entablar una pelea o de irme dando un
portazo, seguí adelante con el rodaje, porque me gusta tra-
bajar. Ahora estoy en medio de otra película. Estuve fil-
mando toda la noche, me subí a un avión y vine aquí para
la entrevista. Luego tomaré un avión de vuelta y a las cinco
de la mañana me daré una ducha y me iré a trabajar5.

Además de sus tres nominaciones al Oscar al mejor di-


rector (en 1992 por Thelma & Louise, en 2000 por Gladia-
tor y en 2001 por Black Hawk derribado), de otras tres a los
BAFTA (en 1995 la Academia Británica le concedió un
Michael Balcon Award por su contribución al cine de su
país) y de un Globo de Oro (en 1999 como productor del
telefilm RKO 281), entre sus mayores reconocimientos se
encuentra el nombramiento como caballero (Sir) que en
enero de 2003 le concedió la reina Isabel II.

En cuanto a su vida privada se refiere (y sin ahondar


demasiado en ella), hay que apuntar que se ha casado dos
veces: la primera, en marzo de 1964, con la periodista Feli-
city Heywood —tuvieron dos hijos, Jake (1965) y Luke
(1968)—, pero la pareja se separaría en diciembre de 1975.
Y la segunda, en mayo de 1979, con Sandy Watson, con la
que tuvo una hija, la también directora de cine Jordan Scott.
Se divorció de ella en enero de 1989.

5
  Ridley Scott, en el documental Fallen Empire: Making «American
Gangster», de Charles de Lauzirika (2007).

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Ridley Scott junto a su hermano Tony.

Su actual pareja es la actriz costarricense Giannina Facio


(nacida en la ciudad de San José el 10 de septiembre de 1955).
Pese a que no nos guste el cotilleo, en este caso —aunque
solo sea por su singularidad— es absolutamente inevitable
(créannos): hija de un diplomático de Costa Rica (Gonzalo
Facio), desde muy joven Giannina acudiría con frecuencia
a fiestas y recepciones de todo tipo. En una de ellas, a prin-
cipios de los años ochenta, conoció en Nueva York al que
por entonces era el primer marido de la princesa Carolina
de Mónaco, Philippe Junot. El escándalo estalló cuando
una revista del corazón publicó unas fotos de ellos dos jun-
tos. Para Junot supuso el divorcio, pero para Facio fue el
salto a la fama: tras posar para varias publicaciones eróticas,
asistir a las mejores fiestas de la jet-set europea, ser arrestada
en el aeropuerto de El Prat de Barcelona en 1984 cuando
pretendía salir de España con 343.000 pesetas en un male-
tín (el máximo permitido en esa época era de 50.000), apa-

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Ridley Scott junto a su mujer Giannina Facio.


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recer en varios capítulos de series de televisión (como Co-


rrupción en Miami), protagonizar algunas películas de no
muy buen gusto —como Poppers (José María Castellví,
1984) y Nel giardino delle rose (Luciano Martino, 1990) e
Il cielo è sempre più blu (Antonello Grimaldi, 1996)— y ser
pareja oficial de Julio Iglesias (recién divorciado de Isabel
Preysler), se podría decir —sin temor a equivocarnos o a
exagerar— aquello de que «vivió la vida loca». Scott y ella
se conocieron en 2000, durante el rodaje de Gladiator
(donde daría vida a la mujer del protagonista). Desde en-
tonces ha realizado un cameo en prácticamente todas sus
películas (incluso en Prometheus, donde aparece muy bre-
vemente en un vídeo que reproduce los recuerdos del per-
sonaje de Noomi Rapace)6.
Por otra parte, y de forma paralela a la carrera de su her-
mano, después de muchos años dirigiendo y supervisando
spots publicitarios en RSA, Tony Scott aceptó la llamada de
Hollywood y en 1983 dirigió para la Metro-Goldwyn-
Mayer la cinta El ansia, protagonizada nada menos que por
Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon. Su
carrera, mucho más comercial que la de Ridley, tiene, sin
embargo, algunos títulos dignos de destacar, como es el
caso de El último Boy Scout (1991), Spy Game (2001) y
Déjà vu (2006). Tony Scott se suicidaría —en circunstan-
cias aún no del todo aclaradas— el 19 de agosto de 2012
arrojándose desde el puente Vincent Thomas (60 metros
de altura) en el Puerto de San Pedro (en Los Ángeles). Real-

6
 En Hannibal era una experta en verificar huellas dactilares; en Black
Hawk derribado, la esposa de uno de los marines caídos en Mogadiscio;
cajera de banco en Los impostores; la hermana de Saladino en El reino de
los cielos; maître en Un buen año; la esposa de Hoffman en Red de mentiras
y la de William Marshal en Robin Hood; la vimos hablando por el móvil
en El consejero, y, finalmente, hizo de la hermana de Jetró en Exodus:
Dioses y reyes.

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mente se trata de todo un misterio, ya que era un hombre


al que, en principio, le iban muy bien las cosas, tenía éxito
en su carrera y un matrimonio estable con la actriz Donna
W. Scott desde 1994. Tras realizarle la autopsia, se compro-
bó que no padecía cáncer ni ninguna otra enfermedad
mortal (aunque algunos medios publicaron la noticia de
que se le acababa de diagnosticar un tumor cerebral incu-
rable). Además, las dos notas de suicidio que dejó (una en
su coche y otra en su oficina) tampoco especifican los mo-
tivos que le llevaron a tan drástica decisión. Y menos aún
cuando, tras su última película, Imparable (2010), estaba
inmerso en varios proyectos, como una secuela de Top Gun,
que iba a contar con la participación de Tom Cruise y del
productor Jerry Bruckheimer, y un thriller sobre el narcotrá-
fico titulado Narco Sub, con guion de David Guggenheim.

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