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DÍA 115 - 365 Días para Leer La Sagrada Escritura

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Día 115 de 365

JUECES 03 Progreso: 31.5 %

Los pueblos que subsistieron Lectura de hoy:


Jueces 03 y 04
1 El Señor dejó que sobrevivieran algunas naciones, para Salmo 116
poner a prueba por medio de ellas a Israel, a todos aquellos Santiago 01
que no habían intervenido en las guerras de Canaán.
2 Lo hizo solamente para enseñar a combatir a los que no lo
habían hecho antes, es decir, a las nuevas generaciones de israelitas.

3 Esas naciones son las siguientes: los filisteos con sus cinco príncipes y todos los
cananeos, los sidonios y los hititas que habitaban en la montaña del Líbano, desde el
monte de Baal Hermón hasta la Entrada de Jamat.

4 Estas naciones sirvieron para probar a Israel, y ver si era fiel a los mandamientos que
el Señor había dado a sus padres por medio de Moisés.

5 Por eso los israelitas tuvieron que vivir en medio de los cananeos, los hititas, los
amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos.

6 Ellos se casaron con mujeres de estos pueblos, les dieron por esposas a sus propias
hijas, y sirvieron a sus dioses.

Otniel, vencedor de Edóm

7 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor: se olvidaron del Señor, su
Dios, y sirvieron a los Baales y a las Aserás.

8 La ira del Señor se encendió contra Israel, y los entregó a Cusán Riseataim, rey de
Edóm, a quien estuvieron sometidos durante ocho años.

9 Los israelitas clamaron al Señor, y él hizo surgir un salvador que los libró. Este fue
Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb.

10 El espíritu del Señor descendió sobre Otniel: él fue juez en Israel y salió a combatir.
El Señor entregó en sus manos a Cusán Riseataim, rey de Edóm, y su mano prevaleció
sobre él.

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11 Así hubo paz en el país durante cuarenta años. Después murió Otniel, hijo de
Quenaz.

Ehúd, vencedor de Moab

12 Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor. Entonces el
Señor dio poder a Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque ellos hacían lo que es malo a
los ojos del Señor.

13 Después de aliarse con los amonitas y los amalecitas, Eglón atacó y derrotó a Israel,
y se apoderó de la ciudad de las Palmeras.

14 Así los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.

15 Los israelitas clamaron al Señor, y él hizo surgir como salvador a Ehúd, hijo de
Guerá, de la tribu de Benjamín, que era zurdo. Ellos le encargaron que llevara el tributo
a Eglón, rey de Moab.

16 Ehúd se hizo un puñal de doble filo de un codo de largo, y se lo ciñó debajo de la


ropa, sobre el lado derecho.

17 Luego fue a presentar el tributo a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy
obeso.

18 Apenas terminó de presentar el tributo, Ehúd despidió a la gente que había


transportado la carga, 19 y él, al llegar a los Ídolos que están junto a Guilgal, volvió a
presentarse delante del rey y le dijo: "Rey, tengo que comunicarte un asunto
confidencial". El rey dijo: "Retírense todos". Y todos los que estaban con él salieron de
su presencia.

20 Cuando entró Ehúd, el rey se encontraba en la habitación de arriba, que era más
fresca y estaba reservada para él solo. Ehúd le dijo: "Tengo que comunicarte un oráculo
divino". El rey se levantó de su trono.

21 Entonces Ehúd extendió su mano izquierda, tomó el puñal que llevaba sobre el lado
derecho, y lo clavó en el vientre del rey.

22 La hoja se hundió hasta la empuñadura y quedó totalmente cubierta por la grasa,


porque Ehúd no extrajo el puñal del vientre.

23 Después de atrancar las puertas de la habitación alta, Ehúd salió por la ventana.

24 En seguida, llegaron los servidores y vieron que las puertas de la habitación alta
estaban atrancadas. Entonces dijeron: "Seguramente está haciendo sus necesidades en
la habitación ventilada".

25 Esperaron hasta cansarse y al ver que no abría la puerta, tomaron la llave, abrieron
y encontraron a su señor muerto en el suelo.

26 Mientras ellos esperaban ansiosamente, Ehúd había logrado escapar: después de


pasar por el lugar llamado los Ídolos, se había puesto a salvo en Seirá.

27 Apenas llegó al territorio de Israel, tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los

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israelitas bajaron de la montaña junto con él. Ehúd iba al frente, 28 y les dijo:
"Síganme, porque el Señor les ha entregado a Moab, el enemigo de ustedes". Ellos lo
siguieron, ocuparon los vados del Jordán que estaban en Moab, y no dejaron pasar a
nadie.

29 En aquella ocasión derrotaron a los moabitas, que eran cerca de diez mil hombres,
todos fuertes y aguerridos. No pudo escapar ni uno solo.

30 Así fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y hubo paz en el país durante
ochenta años.

Samgar, vencedor de los filisteos

31 Después de él vino Samgar, hijo de Anat, que derrotó a seiscientos filisteos con una
picana de bueyes. Él también salvó a Israel.

JUECES 04
Débora y Barac: la opresión de los cananeos

1 Después que murió Ehúd, los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del
Señor, 2 y él los entregó en manos de Iabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor. El
jefe de su ejército era Sísara, que vivía en Jaróset Ha Goím.

3 Los israelitas clamaron al Señor, porque Iabín tenía novecientos carros de hierro y
había oprimido duramente a los israelitas durante veinte años.

4 En aquel tiempo, juzgaba a Israel una profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot.

5 Ella se sentaba debajo de la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña


de Efraím, y los israelitas acudían a ella para resolver sus litigios.

6 Débora mandó llamar de Quédes de Neftalí a Barac, hijo de Abi-nóam, y le dijo: "El
Señor, el Dios de Israel, te ordena lo siguiente: ‘Ve a reunir en el monte Tabor a diez
mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón.

7 Yo atraeré hacia ti, al torrente Quisón, a Sísara, jefe del ejército de Iabín, con sus
carros y sus tropas, y los pondré en tus manos’".

8 Barac le respondió: "Si tú vienes conmigo, iré; pero si no vienes, no iré".

9 Ella le dijo: "Yo iré contigo; pero entonces la gloria de la campaña que vas a
emprender no será para ti, porque el Señor pondrá a Sísara en manos de una mujer".
Débora fue a Quédes junto con Barac, 10 y él convocó en Quédes a Zabulón y a Neftalí.
Lo siguieron diez mil hombres, y también Débora subió con él.

11 Jéber, el quenita, se había separado de Caín, de los descendientes de Jobab, el


suegro de Moisés, y había extendido su campamento hasta la encina de Saananím,
cerca de Quédes.

La derrota y la muerte de Sísara

12 Cuando informaron a Sísara que Barac, hijo de Abinóam, había subido al monte
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Tabor, 13 aquel reunió todos sus carros de guerra –novecientos carros de hierro– y a
toda la gente de que disponía, y los condujo desde Jaróset Ha Goím hasta el torrente de
Quisón.

14 Débora dijo a Barac: "Levántate, porque ha llegado el día en que el Señor pondrá en
tus manos a Sísara. El Señor va delante de ti". Entonces Barac bajó del monte Tabor, al
frente de los diez mil hombres, 15 y el Señor hizo que Sísara, todos sus carros y todo
su ejército huyeran despavoridos delante de Barac. Sísara se bajó de su carro de guerra
y huyó a pie.

16 Barac persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Ha Goím, y todo el ejército de
Sísara cayó al filo de la espada. No quedó ni un solo sobreviviente.

17 Mientras tanto, Sísara huyó a pie hasta la carpa de Jael, la esposa de Jéber, el
quenita, porque Iabín, rey de Jasor, y el clan de Jéber, el quenita, estaban en buenas
relaciones.

18 Jael le salió al encuentro y le dijo: "Ven, señor mío, pasa por aquí. No temas". Él
entró en su carpa, y ella lo tapó con una manta.

19 Él le dijo: "Por favor, dame un poco de agua, porque tengo sed". Ella abrió un
recipiente donde había leche y le dio de beber. Luego lo volvió a cubrir.

20 Él le siguió diciendo: "Quédate a la entrada de la carpa, y si viene alguien y te


pregunta: ‘¿Hay aquí algún hombre?’, respóndele que no".

21 Pero Jael, la esposa de Jéber, sacó una estaca de la carpa, tomó en su mano un
martillo y, acercándose a él sigilosamente, le clavó la estaca en la sien, hasta hundirla
en la tierra. Sísara estaba profundamente dormido, agotado por el cansancio. Cuando
ya estaba muerto, 22 llegó Barac, que venía persiguiendo a Sísara. Jael le salió al
encuentro y le dijo: "Ven y te mostraré al hombre que buscas". Él entró junto con ella, y
vio a Sísara que yacía muerto, con la estaca clavada en la sien.

23 Así humilló Dios aquel día a Iabín, rey de Canaán, delante de los israelitas.

24 El dominio de los israelitas sobre Iabín, rey de Canaán, se fue haciendo cada vez
más fuerte, hasta que lo exterminaron por completo.

SALMO 116 (114-115)


CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS

Evocación de los beneficios recibidos

1 Amo al Señor, porque él escucha


el clamor de mi súplica,
2 porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco.

3 Los lazos de la muerte me envolvieron,


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me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
4 entonces invoqué al Señor:
"¡Por favor, sálvame la vida!".

5 El Señor es justo y bondadoso,


nuestro Dios es compasivo;
6 el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó.

7 Alma mía, recobra la calma,


porque el Señor ha sido bueno contigo.

8 Él libró mi vida de la muerte,


mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.

9 Yo caminaré en la presencia del Señor,


en la tierra de los vivientes.

Gozosa expresión de gratitud

10 Tenía confianza, incluso cuando dije:


"¡Qué grande es mi desgracia!".

11 Yo, que en mi turbación llegué a decir:


"¡Los hombres son todos mentirosos!".

12 ¿Con qué pagaré al Señor


todo el bien que me hizo?

13 Alzaré la copa de la salvación


e invocaré el nombre del Señor.

14 Cumpliré mis votos al Señor,


en presencia de todo su pueblo.

15 ¡Qué penosa es para el Señor


la muerte de sus amigos!

16 Yo, Señor, soy tu servidor,


tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

17 Te ofreceré un sacrificio de alabanza,


e invocaré el nombre del Señor.

18 Cumpliré mis votos al Señor,


en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la Casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

¡Aleluya!

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SANTIAGO 01

1 Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la
Dispersión.

2 Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de


pruebas, 3 sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. 4 Y la paciencia
debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a
la madurez, sin que les falte nada.

5 Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la


da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio.

6 Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar
levantadas y agitadas por el viento.

7 El que es así no espere recibir nada del Señor, 8 ya que es un hombre interiormente
dividido e inconstante en su manera de proceder.

9 Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, 10 y el rico se


alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo: 11 apenas sale el
sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y desaparece su
hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas.

12 Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de haberla superado, recibirá
la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo aman.

13 Nadie, al ser tentado, diga que Dios lo tienta: Dios no puede ser tentado por el mal,
ni tienta a nadie,

14 sino que cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo seduce.

15 La concupiscencia es madre del pecado, y este, una vez cometido, engendra la


muerte.

16 No se engañen, queridos hermanos.

17 Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los
astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación.

18 El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las
primicias de su creación.

19 Tengan bien presente, hermanos muy queridos, que debemos estar dispuestos a
escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos.

20 La ira del hombre nunca realiza la justicia de Dios.

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21 Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto de maldad, y reciban con
docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos.

22 Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se


engañen a ustedes mismos.

23 El que oye la Palabra y no la practica, se parece a un hombre que se mira en el


espejo, 24 pero en seguida se va y se olvida de cómo es.

25 En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se
aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la
Ley, será feliz al practicarla.

26 Si alguien cree que es un hombre religioso, pero no domina su lengua, se engaña a


sí mismo y su religiosidad es vacía.

27 La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en


ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no
contaminarse con el mundo.

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