Reyes 2
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2 Reyes+
1.1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel.
1.2 En Samaria, Ocozías se cayó por la ventana de su habitación del segundo piso y quedó maltrecho.
Envió mensajeros, a los que había encomendado lo siguiente: «Vayan a consultar a Baalzebub, dios
de Acarón, para saber si sobreviviré a este accidente.»
1.3 Entonces un ángel de Yavé dijo a Elías, del pueblo de Tisbé. «Levántate y sube al encuentro de los
mensajeros del rey de Samaria y diles: ¿Por qué van ustedes a consultar a Baalzebub, dios de
Acarón? ¿Será porque no hay Dios en Israel?
1.4 Escuchen, pues, esta palabra de Yavé: De la cama donde te acostaste no te levanta rás, sino que ahí
morirás.» Y Elías se fue.
1.5 Los mensajeros regresaron donde Ocozías y éste les dijo: «¿Cómo es que han vuelto tan rápido?»
1.6 Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo: Vuelvan al rey que los envió y díganle de
parte de Yavé: ¿Por qué envías a consultar a Baalzebub, dios de Acarón? ¿Será porque no hay Dios
en Israel? Por eso, de la cama donde te acostaste no te levantarás, sino que ahí morirás.»
1.7 El rey les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que les salió al paso y les dijo estas palabras?
1.8 Ellos le respondieron: «El hombre iba vestido con un manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su
cintura.» El rey dijo: «Es Elías, del pueblo de Tisbé.»
1.9 Ocozías envió un jefe de cincuenta que subió con' sus cincuenta hombres para buscarlo. Elías estaba
sentado en la cumbre del cerro. El jefe le dijo: «Hombre de Dios, el rey manda que bajes.»
1.10Respondió Elías al jefe de los cincuenta hombres: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y
te devore a ti y a tus hombres.» Bajó fuego del cielo y los devoró a todos.
1.11El rey volvió a mandarle otro jefe de cincuenta que subió con sus cincuenta hom bres y le dijo:
«Hombre de Dios, el rey dice que te apresures a bajar.»
1.12Respondió Elías: «Si soy hombre de Dios, que baje el fuego del cielo y te devore a ti y a tus hombres.»
Bajó fuego del cielo y los devoró a todos.
1.13Volvió el rey a enviarle un tercer jefe con cincuenta hombres. Este, al llegar, cayó de rodillas ante Elías
y le dirigió estas palabras. «Hombre de Dios, te ruego que me perdones, así como a mis cincuenta
hombres; todos somos siervos tuyos.
1.14Ya sé que bajó dos veces fuego del cielo y ha consumido a los cincuenta hombres con sus jefes. Ahora,
pues, dígnate perdonarme la vida.»
1.15Entonces el ángel de Yavé dijo a Elías: «Baja con él y no lo temas.» Se levantó; pues, y bajó con-él
donde el rey,
1.16al que dijo: «Escucha esta palabra de Yavé: Porque enviaste mensajeros para consultar a Baalzebub,
dios de Acarón, por. eso de la cama donde te acostaste no te levantarás; ahí morirás.»
1.17Murió en efecto, según lo había dicho Yavé por boca de Elías y, debido a que no tenía hijos, su
hermano Joram reinó en su lugar, en el año segun2do de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá.
1.18Lo demás referente a Ocozías, lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
3.1 Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaria, el ano dieciocho de Josafat, rey de
Judá, y reinó doce años.
3.2 Se portó mal con Yavé, pero no tanto como su padre y su madre, ya que retiró la estatua de Baal que
su padre había levantado.
3.3 Tan sólo que cometió los mismos pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y
no se apartó de ellos.
3.4 Mesa, rey de Moab, tenía rebaños de ovejas y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil
carneros con su lana,
3.5 Pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló- contra el de Israel.
3.6 Aquel día, salió el rey Joram de Samaria y pasó revista a todo Israel.
3.7 También mandó a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí, ¿quieres
venir conmigo a pelear contra Moab?» Josafat le respondió: «Iré contigo, pues yo y tú somos uno
solo; mis hombres y mis caballos están a tu disposición.»
3.8 Y pregunto: «¿Por qué camino subiremos?» Joram le respondió: «Por el camino del desierto de
Edom.»
3.9 Estuvieron el rey de Israel, el de Judá y el de Edom dando la vuelta durante siete días, y faltó el agua
para los soldados y para los animales de carga que los seguían.
3.10 Entonces el rey de Israel dijo: «Yavé nos ha reunido a estos tres reyes para entre gamos en manos de
Moab.»
3.11 Entonces Josafat te preguntó: «¿No hay aquí algún profeta de Yavé para que consultemos a Yavé
por su intermedio?» Uno de los servidores del rey de Israel dijo: «Está aquí Eliseo, hijo de Safat, el
que echaba el agua en manos de Elías.»
3.12 Y Josafat estuvo de acuerdo: «A él, sin duda, le llega la Palabra de Dios.» Así, pues, el rey de Israel
el rey de Edom y Josafat bajaron donde Eliseo.
3.13 Eliseo dijo al rey de Israel «¿Qué tengo que ver yo contigo? Vete a los profetas de tu padre y a los
de tu madre.» Pues el rey de Israel le preguntaba: «¿Acaso Yavé nos ha reunido a los tres para
entregarnos en manos de Moab?»
3.14 Y añadió Eliseo: «Por Yavé de los Ejércitos, a. quien sirvo, que si tuviera delante a Josafat, rey de
Judá, no te atendería ni te miraría más.
3.15 Ahora tráiganme alguien que toque el, arpa.» En cuanto tocó el músico, la mano de Yavé fue sobre
Eliseo, quien dijo:
3.16 «Así habla Yavé: Hagan en este valle zanjas y más zanjas;
3.17 pues así habla Yavé: Ustedes no verán viento ni lluvia, pero el valle se llenará de agua. Beberán
ustedes, sus tropas y su ganado.
3.18 Y esto todavía es poco para Yavé, pues él entregará a Moab en manos de ustedes.
3.19 Se apoderarán de todas las ciudades fortificadas, cortarán todo árbol frutal, taparán todos los
manantiales y echarán piedras en todo campo arado.»
3.20 Por la mañana, a la hora en que se ofrece el sacrificio, el agua vino del camino de Edom y todo el
campo se empapó de agua.
3.21 En cuanto a los moabitas, al saber que los reyes venían a atacarlos, reunieron a todos los hombres en
edad de manejar la espada y se apostaron en la frontera.
3.22 Cuando se despertaron por la mañana y vieron brillar el sol sobre las aguas, éstas les parecieron
desde lejos como si fueran sangre.
3.23 y los moabitas se dijeron: «Miren la sangre; seguramente los reyes se han vuelto uno contra otro y se
han matado entre ellos. ¡Vamos, pues, a recoger el botín!»
3.24 Pero cuando llegaron al campo de los israelitas, éstos les hicieron frente y derrotaron a los moabitas,
que huyeron delante de ellos. Los Israelitas entraron en Moab persiguiéndolos.
3.25 Luego devastaron sus ciudades y cada uno echó piedra en las tierras fértiles, hasta cubrirlas.
Taparon tos manantiales y talaron los árboles frutales. A los habitantes de Quir Aroset no les
dejaron más que sus piedras. Pero los honderos la rodearon y comenzaron a castigarla.
3.26 Al ver el rey de Moab que lo superaban sus enemigos, reunió setecientos guerreros e intentó romper
el cerco frente al rey de Edom. Pero no lo lograron.
3.27 Entonces tomó a su hijo primogénito, que debía sucederle como rey, y lo sacrificó por el fuego
sobre la muralla. Los israelitas fueron presa de gran susto; se retiraron de allí y volvieron a su país.
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4.8 Un día que Eliseo pasaba por Sunem, una dama lo invitó a comer. Y después, siempre que viajaba a
ese pueblo iba a esa casa a comer.
4.9 La dama dijo entonces a su marido: «Mira, este hombre que siempre pasa por nuestra casa, es un
santo varón de Dios.
4.10 Si quieres le hacemos una pequeña habitación en la terraza, y ponemos en ella una cama, una silla y
una lámpara. De esta manera, cuando venga a nosotros, podrá quedarse y descansar.»
4.11 Un día pasó Eliseo. Se fue a la habitación de la terraza y se acostó.
4.12 Luego dijo a Guejazí, su muchacho: «Llama a la dueña de la casa.» Vino ella a la llamada y se
detuvo ante Eliseo,
4.13 quien le dijo: «Por todo lo que te molestas por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que
hable por ti al rey o al jefe del ejército?» Ella respondió: «No me falta nada en este pueblo.»
4.14 Eliseo dijo entonces a Guejazí: «¿Qué podemos hacer por ella?». Respondió el muchacho: «Ella no
tiene hijos y su marido ya es viejo.»
4.15 Eliseo, pues, le dijo: «Llámala.» La llamó el muchacho y la dama se paró en la puerta.
4.16 Eliseo dijo: «El año próximo, por este tiempo, tendrás un hijo en brazos.» Ella le contestó: «No, mi
señor, hombre de Dios, no engañes a tu servidora.»
4.17 Sin embargo, la mujer dio a luz un hijo, justo en el tiempo que le había dicho Eliseo.
4.18 Creció el niño. Un día fue a ver a su padre, que estaba con los segadores,
4.19 y tuvo un dolor de cabeza muy fuerte. El padre ordenó a un muchacho: «Llévaselo a su madre.»
4.20 Este lo tomó y lo llevó á la madre. La madre lo tuvo sobre sus rodillas hasta el mediodía, y murió.
4.21 Entonces la madre subió y lo acostó sobre la cama de Eliseo. Cerró la puerta y salió.
4.22 Luego llamó a su marido diciéndole: «Mándame una burra y uno de los muchachos. Voy a salir
donde el hombre de Dios y vuelvo.»
4.23 El preguntó: «¿Por qué vas donde él? No es la luna nueva, ni sábado.» Pero ella dijo: «No te
preocupes.»
4.24 Hizo aparejar la burra, diciéndole a su criado: «Guíame y no te detengas sin que yo te diga.»
4.25 Llegó al monte Carmelo, donde el hombre de Dios. Eliseo la vio de lejos y dijo a su muchacho:
«Ahí viene nuestra sunamita.
4.26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Tú estás bien? ¿Tú marido está bien? ¿El niño está
bien?» Ella respondió: «Bien.»
4.27 Llegó hasta el hombre de Dios y se abrazó a sus pies. Entonces se acercó Guejazí para separarla,
pero el hombre de Dios le dijo: «Déjala, porque su alma está amargada y Yavé no me lo hizo saber
ni me ha revelado el motivo de su pena.»
4.28 Ella dijo: «¿Acaso te había pedido un hijo? ¿Por qué me has engañado?»
4.29 Eliseo dijo a Guejazí: «Prepárate, toma mi bastón y vete. Si te encuentras con alguien, no te
detengas a saludarlo, y si alguien. te saluda, no le respondas. Y apenas llegues pondrás mi bastón
sobre la cara del niño.»
4.30 Pero la madre del niño dijo: «Juro por Yavé y por tu vida que no te dejaré.» Entonces Eliseo se
levantó y fue tras ella.
4.31 Guejazí había ido adelante y había puesto sobre la cara del niño el bastón, pero el niño no dio
señales de vida, de modo que volvió donde ellos y dijo: «El niño no se despierta.»
4.32 Cuando llegó Eliseo a la casa, el niño muerto estaba acostado en su cama.
4.33 Eliseo entró y cerró la puerta tras de sí, y oró a Yavé.
4.34 Luego se acostó sobre el niño, puso su boca sobre la boca del niño, sus ojos, sobre sus ojos, sus
manos sobre sus manos, y el calor volvió al cuerpo del niño.
4.35 Eliseo se puso a caminar por la casa, de un lado a otro. Luego volvió a acostarse sobre el niño hasta
siete veces, y el niño estornudó y abrió sus ojos.
4.36 Eliseo entonces llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la dama:» Y, cuando llegó, Eliseo le dijo:
«Toma tu hijo.»
4.37 Ella se postró a sus pies y luego salió, llevándose al hijo.
4.38 Eliseo volvió a Guilgal. Había gran escasez de alimentos en la región y, cuando los hermanos
profetas vinieron a sentarse junto a Eliseo, dijo a su muchacho: «Toma la olla grande y prepara un
caldo para los hermanos profetas.»
4.39 Uno de ellos salió al campo para recoger verduras; halló una planta silvestre y tomó de ella frutas
venenosas hasta llenar su capa. Cuando estuvo de vuelta las cortó en pedazos en la olla donde se
preparaba el caldo, pues no sabía lo que era.
4.40 Luego sirvieron a la gente. Pero en cuanto probaron la sopa, gritaron: «Hombre de Dios, es puro
veneno», y no pudieron comer más.
4.41 Entonces Eliseo dijo: «Tráiganme harina.» Y la echó a la olla. Luego dijo: «Sirve a esa gente y que
coman.» Ya no había nada malo en la olla.
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4.42 Llegó de Baalsalisa un hombre que traía al hombre de Dios pan y trigo. Eran los primeros veinte
panes hechos con cebada de la última cosecha. Eliseo le dijo. «Da los panes a estas personas para
que coman.»
4.43 Su servidor le dijo: «¿Cómo voy a repartir estos panes entre cien hombres?» «Dáselos a la gente
para que coma -insistió Eliseo- porque así dice Yavé: Comerán todos y sobrará.»
4.44 El hombre entonces se los presentó; ellos comieron y dejaron sobras, como Yavé había dicho.
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5.1 Naamán era el jefe del ejército del rey de Aram. Este hombre era muy estimado. Gozaba del favor
del rey porque Yavé se había valido de él para conducir a la victoria el ejército de los arameos. Pero
este valiente estaba enfermo de lepra.
5.2 Un día, unos soldados arameos entraron al país de Israel y se llevaron cautiva a una muchachita que
quedó al servicio de la mujer de Naamán.
5.3 Ella dijo a su patrona: «Ojalá mi señor se presentara al profeta que hay en Samaria, pues él le
sanaría la lepra.»
5.4 Fue entonces Naamán ante el rey y le dijo: «Esto dice la muchachita que me trajeron de Israel.»
5.5 Le dijo el rey de Aram: «Anda donde el profeta y además mandaré una carta al rey de Israel.»
Naamán, pues, se fue tomando diez barras de oro, seis mil monedas de plata y diez vestiduras.
5.6 Al llegar entregó al rey de Israel la carta que decía: «Te presento a mi servidor Naamán, para que lo
sanes de su lepra.»
5.7 Al leer la carta el rey, rasgó sus vestidos para manifestar su indignación: «Yo no soy Dios para dar
muerte o vida. ¡Y el rey de Aram me manda a esté hombre para que lo sane! Reconozcan y vean que
busca pretextos de guerra.»
5.8 El hombre de Dios, Eliseo, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, y le mandó a decir:
«¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que el hombre venga a mí, y sabrá que hay un profeta en
Israel.»
5.9 Naamán, pues, llegó con su carro y sus caballos, y se detuvo ante la casa de Eliseo.
5.10 Eliseo mandó un mensajero a decirle: «Anda al río Jordán y lávate siete veces, y tu carne se volverá
como antes y serás purificado.»
5.11 Naamán se enojó y se retiró. Había pensado: «A mi llegada saldrá personal mente a encontrarme, se
detendrá y rogará ä Yavé. Con su mano tocará la parte enferma y quedaré sano.
5.12 ¿Acaso no son mejores el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, que todos los ríos del país de Israel?
¿No podría bañarme en los ríos de Damasco para mejorarme de: la lepra?»
5.13 Sus servidores se acercaron a él cuando se iba, y le dijeron: «Padre, si el profeta te hubiera mandado
hacer una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? Y ¡qué fácil es bañarte como el profeta te ha
ordenado!»
5.14 Naamán aceptó bajar al Jordán y se bañó siete veces como le había dicho Eliseo. Su piel se puso
suave como la de un niño y quedó purificado.
5.15 Entonces Naamán regresó a la casa de Eliseo con toda su gente. Entró y le dijo: «Ahora sé que no
hay en el mundo otro Dios que el de Israel. Te pido que aceptes estos regalos de parte de tu
servidor.»
5.16 Pero Eliseo contestó: «Lo juro por Yavé, a quien sirvo: no los aceptaré.» Y por más que Naamán
insistió, no aceptó sus regalos,
5.17 Entonces Naamán le dijo: «Ya que te niegas, permite que se me den unos sacos de tierra de tu país,
la cantidad que puedan cargar dos mulos. La usaré para construir un altar a Yavé, pues a ningún otro
ofreceré más sacrificios.
5.18 Solamente acompañaré a mi rey cuando vaya al templo de su dios Rimmón. El se apoya en mi
brazo, y yo me postraré con él; que Yavé me perdone esto.»
5.19 Eliseo le respondió: «Vete en paz:»
Y Naamán se fue.
5.20 Cuando Naamán estaba ya a cierta distancia, Guejazí; el muchacho de Eliseo, se dijo: «¡Pensar que
mi señor no tomó los regalos que le trajo ese arameo! ¡Por Yavé, que correré tras él y recuperaré
algo de esto!»
5.21 Guejazí partió tras Naamán. Este vio que corría tras él, y saltó de su carro para saludarlo. Guejazí le
dijo:
5.22 «Perdón, señor, mi patrón me envía a decirle: Acaban de llegar a mí dos jóvenes de la montaña de
Efraim, de la comunidad de los profetas; dame por favor para ellos un talento de plata y dos trajes
nuevos.»
5.23 Naamán le dijo: «Dígnate aceptar dos talentos de plata.»
Insistió en que los aceptara y metió dos talentos de plata con dos trajes nuevos en dos sacos y se los
entregó a dos de sus criados que los llevaron delante de Guejazí.
5.24 Cuando llegaron a Ofel, Guejazí se los quitó y los puso en su casa. Luego despi dió a los dos
servidores de Naamán, que se fueron.
5.25 Cuando se presentó a su señor Eliseo, éste le preguntó: «¿De dónde vienes, Guejazí?» Le contestó:
«No ha ido tu siervo a ninguna parte.»
5.26 Le replicó Eliseo: «¿No te acompañaba mi espíritu cuando un hombre saltó de su carro para venir a
tu encuentro? Ahora bien, tú has recibido plata y puedes comprar olivares, viñas, ovejas, bueyes,
siervos y siervas.
5.27 Pero también la lepra de Naamán se pegará a ti y a todos tus descendientes para siempre.» Y
Guejazí salió de su presencia con lepra, blanco como la nieve.
6.1 Los profetas discípulos de Eliseo le dijeron: «Mira, el lugar donde estamos reunidos se nos hace
estrecho.
6.2 Vayamos al Jordán y tomemos cada uno una viga, y nos haremos allí una pieza para juntarnos.»
Eliseo les contestó: «Vayan.»
6.3 Uno de ellos le dijo: «¿Por qué no nos acompañas?»
6.4 Eliseo, pues, se fue con ellos y, llegando al Jordán, se pusieron a cortar árboles.
6.5 Estaba uno derribando un árbol cuando se le cayó el hacha al río, y exclamó: «¡Ay, mi señor, un
hierro que me habían prestado!»
6.6 El hombre de Dios le preguntó: «¿Dónde ha caído?», y le mostraron el lugar. Entonces, Eliseo cortó
un palo, lo arrojó allí y el hierro salió a flote.
6.7 Eliseo dijo: «Agárralo.» El extendió su mano y lo tomó.
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6.8 En el tiempo que el rey de Aram organizaba expediciones contra Israel, celebró consejo con sus
oficiales y les dijo: «Vamos a asaltar tal pueblo.»
6.9 Pero el hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: «Guárdate en ese lugar porque ahí vienen los
arameos.»
6.10 Entonces el rey de Israel envió gente a aquel lugar que le indicó el varón de Dios y estuvo allí alerta;
y así ocurrió varias veces.
6.11 El rey de Aram se inquietó por estos hechos y llamando a sus oficiales les dijo: «Me van a descubrir
quién es el traidor que delata nuestros proyectos al rey de Israel.»
6.12 Uno de los oficiales dijo: «No, rey mi señor, nadie de nosotros te ha traicionado, sino que Eliseo, el
profeta que hay en Israel, revela a su rey hasta las palabras que tú has dicho en tu dormitorio.»
6.13 El rey les respondió: «Vayan, pues, y entérense dónde está y mandaré una expedición para
arrestarlo.» Se le dio aviso de que Eliseo estaba en Dotan.
6.14 Mandó, pues, allí, carros, caballos y una fuerte tropa que llegaron de noche y cercaron la ciudad.
6.15 Al día siguiente, el muchacho del hombre de Dios se levantó temprano para salir, y vio a los
arameos que rodeaban. la ciudad, con sus carros y caballos. Entonces dijo a Eliseo: «Ay, mi señor,
¿qué vamos a hacer?»
6.16 El respondió: «No temas, porque hay más gente con nosotros que con ellos.»
6.17 Oró Eliseo y dijo: «Yavé, abre sus ojos para que vea.» Abrió Yavé los ojos del muchacho y vio el
cerro lleno de caballos y carros de fuego en tomo a Eliseo.
6.18 Los arameos bajaron hacia él y nuevamente Eliseo dirigió esta súplica a Yavé: «Haz que no vean.»
Yavé, pues, hizo que ya no vieran lo que estaban mirando, según se lo había pedido.
6.19 Eliseo les dijo: «No es éste el camino ni ésta la ciudad. Síganme y yo los llevaré donde el hombre
que están buscando.» Los llevó a Samaria.
6.20 Cuando entraron a Samaria, Eliseo dijo: «Yavé, abre sus ojos para que vean.» Abrió Yavé sus ojos y
vieron que estaban dentro de Samaria.
6.21 Cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: «¿Debo matarlos, padre mío?»
6.22 El le respondió: «Si no matas a los que apresas con espada y con arco, ¿cómo matarías a éstos?
Dales pan y agua para que coman y beban y, luego, vuelvan a su señor.»
6.23 Entonces el rey les sirvió una gran comida; comieron y bebieron. Luego los despidió para que
volvieran donde su señor. A partir de ese día las tropas de Aram no volvieron más a invadir los
territorios de Israel.
6.24 Benadad, rey de Aram, reunió todas sus tropas y vino a sitiar Samaria.
6.25 Hubo gran hambre en el pueblo, y tanta fue la miseria que una cabeza de burro se vendía en ochenta
monedas de plata, y medio litro de garbanzos por cinco monedas.
6.26 Pasaba el rey de Israel por la muralla cuando una mujer le gritó: «Sálvame, mi señor rey.»
6.27 El rey respondió: «¿En qué te puedo ayudar? Si Yavé no te da pan, ¿de dónde voy a sacar? ¿Qué te
ocurre?»
6.28 Ella respondió: «Esa mujer me dijo: Trae a tu hijo para que lo comamos hoy y mañana comeremos
el mío.
6.29 Cocimos a mi hijo y lo comimos; al otro día le dije: Trae a tu hijo para que lo comamos. Pero ella lo
ha escondido.»
6.30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus vestiduras. Estaba sobre la muralla y el pueblo
vio que bajo su túnica llevaba un saco.
6.31 El rey juró: «Castígueme el Señor si a Eliseo, hijo de Safat, le queda hoy la cabeza sobre los
hombros.» Y el rey mandó un guardia a la casa de Eliseo.
6.32 Eliseo estaba sentado en su casa, y los dirigentes estaban sentados con él. Antes que llegara el
mensajero, Eliseo les dijo: «¿No saben que este hijo de asesino ha mandado cortar mi cabeza? Pues
bien, cuando llegue el mensajero, cierren la puerta y no lo dejen entrar. Detrás de él oigo el ruido de
los pasos de su señor.»
6.33 Estaba hablando todavía con ellos, cuando llegó el rey. Este dijo: «Todo este mal viene de Yavé.
¿Cómo he de confiar todavía en él?»
7.1 Eliseo contestó: «Escuchen esta palabra de Yavé: Mañana a esta hora, en la entrada de Samaria, la
medida de flor de harina se comprará por una moneda de plata, y la doble medida de cebada por una
moneda de plata también.»
7.2 El escudero sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios: «Aunque Yavé abrie-
ra las ventanas del cielo para que llueva trigo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Eliseo contestó: «Con tus
ojos lo verás, pero no comeras.»
7.3 Cuatro hombres se hallaban en la entrada de la ciudad, al otro lado del muro. Eran leprosos. Ese día
se dijeron: «¿Vamos a quedar aquí hasta morir?
7.4 Si decidimos entrar en la ciudad, allí nos moriremos de hambre, y si nos quedamos aquí morire mos
igual. Así que vamos a pasamos al campamento de los arameos. Si nos dejan vivir, viviremos. Y si
nos matan, moriremos.»
7.5 Se levantaron al anochecer para ir al campamento: pero cuando lo alcanzaron no encontraron allí a
nadie.
7.6 Miren lo que el Señor había hecho: los arameos habían oído ruido de carros y caballos como de un
gran ejército. Y habían pensado: «El rey de Israel ha mandado dinero a los reyes de los heteos y de
los musritas para que vengan a atacarnos.»
7.7 Se habían retirado, pues, al anochecer, para salvarse, abandonando sus tiendas de campaña, caballos,
burros, dejando el campamento tal como estaba.
7.8 Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y entraron en una tienda de campaña. Comie-
ron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y ropa que fueron a esconder en el suelo. Volvieron a
otra tienda de donde sacaron lo que hallaron y lo escondieron de la misma manera.
7.9 Pero pensaron: «No está bien lo que hacemos, hoy es un día de buenas noticias, y si nosotros
callamos hasta mañana, tendremos culpa, así que vayamos a anunciarlo a la gente del rey.»
7.10 Al llegar llamaron a los guardias de la ciudad, diciéndoles: «Hemos ido al campamento y no hay
nadie, ninguna huella de hombre, sólo los caballos y burros atados y las tiendas sin tocar.»
7.11 Los guardias gritaron y se supo en la casa del rey.
7.12 El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales: «Los arameos saben que estamos hambrientos. Han
salido del campamento y se han escondido en el campo, esperando que salgamos de la ciudad para
tomarnos vivos y, después, entrar aquí.»
7.13 Uno de los oficiales contestó: «Tomemos cinco de los caballos que nos quedan; de todas maneras
están destinados a perecer de hambre como toda la población de esta ciudad. Enviémoslos y así
veremos.»
7.14 Tomaron dos carros con sus caballos y los envió el rey a seguir a los arameos.
7.15 Llegaron hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de vestidos y objetos que habían arrojado los
arameos en su huida.
Los mensajeros volvieron y se lo dijeron al rey.
7.16 Entonces salió el pueblo y saquearon el campamento de los arameos. La medida de harina se vendió
en una moneda de plata, y la doble medida de cebada también, se vendió por una moneda, como lo
había dicho Eliseo.
7.17 El rey había mandado a su escudero que vigilara la entrada de la ciudad. Pero fue pisoteado ahí
mismo por la muchedumbre, y murió, según lo había dicho Eliseo cuando el rey bajó a verlo.
7.18 Pues cuando éste había dicho al rey: «Mañana, a estas horas, a la entrada de Samaria, dos medi das
de cebada se venderán por un siclo, por un siclo también una medida de flor de harina»,
7.19 el escudero había declarado al hombre de Dios: «Aunque Yavé abra las ventanas del cielo para que
llueva trigo, no podrá ocurrir lo que tú dices.» Eliseo le había dichos «Con tus ojos lo verás, pero no
comerás de ello.»
7.20 Así sucedió. El pueblo lo atropelló y pisoteó en la puerta, allí murió.
8.1 Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: «Levántate y vete con tu familia a vivir a otra
parte, donde mejor te parezca, porque Yavé ha llamado el hambre y viene ya sobre el país para siete
años.»
8.2 La mujer hizo lo que le había dicho el varón de Dios; se fue con su familia al país de los filisteos y
permaneció allí siete años.
8.3 Al cabo de siete años, regresó la mujer a su país y acudió al rey para que le devolvieran su casa y
sus campos.
8.4 El rey estaba hablando con Guejazí, el muchacho del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas
las cosas maravillosas que ha hecho Eliseo.»
8.5 Mientras le estaba contando cómo había resucitado a un muerto, compareció la mujer, cuyo hijo
había resucitado, reclamando al rey su casa y sus campos. Guejazí dijo: «Está es, mi señor, aquella
mujer y éste es su hijo, al que resucitó Eliseo.»
8.6 El rey le preguntó sobre el hecho y ella se lo contó. Inmediatamente el rey mandó con ella a un ofi-
cial del palacio, a quien le dijo: «Haz que le devuelvan todo lo que le pertenece con todo lo que han
producido sus campos desde el día que ella partió hasta hoy.»
8.7 Eliseo se fue a Damasco. Ben-Hadad, rey de Aram, estaba enfermo y le dieron este aviso: «El
hombre de Dios ha venido hasta aquí.»
8.8 El rey dijo a Jazael: «Tú vas a ir donde el hombre de Dios para consultar a Yavé por su intermedio,
y yo sepa si sobreviviré a esta enfermedad. Pero lleva contigo un buen regalo.»
8.9 Jazael fue donde Eliseo, llevando consigo todo lo mejor que se podía encontrar en Damasco; cua-
renta camellos llevaban este regalo. Al llegar junto a Eliseo, le dijo: «Tu hijo, Ben-Hadad, rey de
Aram, me ha enviado a ti para preguntarte: ¿Sobreviviré de esta enfermedad?»
8.10 Eliseo le contestó: «Ve y dile que su enfermedad no es mortal. Pero Yavé me ha hecho saber que
con toda certeza morirá.»
8.11 Entonces se inmovilizaron las facciones del: hombre de Dios, quedándose rígido, y empezó a llorar.
8.12 Jazael le preguntó: «¿Por qué lloras, mi señor?» Le respondió: «Porque acabó de ver el mal que
harás a los hijos de Israel: pasarás a fuego sus fortalezas, matarás a espada a sus jóvenes, aplasta rás
a sus niños y abrirás el vientre a sus mujeres embarazadas.»
8.13 Jazael le dijo: «¿Quién soy yo, tu siervo, para cumplir tales hazañas?» Eliseo respondió: «Acabo de
tener una visión: Yavé hizo que te viera rey de Aram.»
8.14 Jazael se despidió de Eliseo y fue donde su señor. Este le preguntó: «¿Qué te ha dicho Eliseo?» Le
respondió: «Me ha dicho con toda certeza que sobrevivirás.»
8.15 Pero, a la mañana siguiente, Jazael tomó una manta, la empapó de agua y la apretó sobre el rostro
del rey hasta que murió, y le sucedió como rey de Aram.
8.16 Joram, hijo de Josafat; rey de Judá, comenzó a reinar el año quinto de Joram, rey de Israel.
8.17 Tenía treinta y dos años cuando empezó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén.
8.18 Siguió los pasos de los reyes de Israel y actuó en todo como la familia de Ajab; es que se había
casado con una hija de Ajab y, debido a esto, se portó muy mal con Yavé.
8.19 Sin embargo, Yavé no quiso exterminar a Judá por amor a su siervo David, según la promesa que le
había hecho de mantener siempre encendida su lámpara, lo que se refería a sus hijos.
8.20 En su tiempo se rebelaron los edomitas contra la dominación de Judá y se proclamaron un rey.
8.21 Fue Joram a atacar la ciudad de Sair con todos sus carros de guerra. Ahí, atacando de noche, logró
escapar a los edomitas que lo tenían cercado a él y a los jefes de los carros, pero los israelitas se
habían dispersado.
8.22 Así se rebeló Edom contra Judá hasta el día de hoy. Por aquel tiempo se rebeló también la ciudad de
Libná.
8.23 Lo demás, referente a Joram y todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes
de Judá.
8.24 Cuando murió Joram, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David, y su hijo Ocozías le
sucedió.
8.25 Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, comenzó a reinar el año doce de Joram, rey de Israel.
8.26 Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó un año en Jerusalén. Su madre era
Atalía, hija de Omrí, rey de Israel.
8.27 Siguió los pasos de Ajab y se portó mal con Yavé, como los de la fami lia de Ajab, porque había
emparentado con Ajab.
8.28 Partió con Joram, hijo de Ajab, para hacer la guerra a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad.
Pero los arameos dejaron herido a Joram,
8.29 y regresó de Ramot a Jezrael para mejorar de sus heridas; poco tiempo después, Ocozías, rey de
Judá, vino a Jezrael a visitarlo mientras se recuperaba.
9.22 Cuando Joram vio a Jehú, preguntó: «¿Traes la paz, Jehú?» Este contestó: «¿Qué preguntas,
mientras duran las prostituciones de tu madre, Jezabel, y sus muchas hechicerías?»
9.23 Entonces Joram dio vueltas a su carro y huyó, diciendo a Ocozías: «¡Traición, Ocozías!»
9.24 Jehú había tendido su arco y le disparó a Joram una flecha que, entrando por la espalda, le atravesó
el corazón. Y Joram cayó muerto en su carro.
9.25 Jehú dijo a su escudero Bidqar: «Tómalo y tira el cadáver en el campo de Nabot de Jezrael; por que
recuerda que cuando servíamos juntos en la caballería de su padre, Ajab, Yavé pronunció contra él
esta sentencia:
9.26 Yo juro que en este campo tomaré venganza en ti, por la sangre de Nabot y por la sangre de sus
hijos, que ayer te vi derramar. Así que llévalo y arrójalo en el campo, según la palabra de Yavé.»
9.27 Al ver esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet-Hagan. Jehú partió en su persecución,
gritando: «Mátenlo también a él.» Lo hirieron en su carro en la cuesta de Gur, cerca de Jibleam;
alcanzó a refugiarse en Meguido y allí murió.
9.28 Sus servidores lo llevaron en carro a Jerusalén y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David.
9.29 Ocozías había comenzado a reinar en Judá en el año once de Joram, hijo de Ajab.
Muerte de Jezabel
+
9.30 Jehú entró en la ciudad de Jezrael. Al saberlo Jezabel, se pintó los ojos, adornó su cuello y se
asomó a la ventana.
9.31 Cuando Jehú pasaba la puerta, le dijo: «¿Traes la paz? ¿No tendrás la suerte de Zimrí, cuando
asesinó a su señor?»
9.32 Jehú levantó la vista hacía la ventana y gritó: «¿Quién está conmigo?» Dos o tres eunucos se
inclinaron hacia él.
9.33 Les dijo: «Échenla abajo.» La echaron por la ventana y su sangre salpicó los muros y los caballos, y
Jehú pasó por encima con su carro.
9.34 Jehú entró en Jezrael, comió y bebió. Después dio esta orden: «Cuiden de esta maldita y denle
sepultura, pues es hija de rey.»
9.35 Fueron para sepultarla, pero no encontraron más que las manos y los pies con el cráneo.
9.36 Cuando avisaron a Jehú, dijo: «Es lo que Elías de Tisbé había dicho de parte de Yavé: En el campo
de Jezrael, los perros comerán la carne de Jezabel.
9.37 Su cadáver servirá de abono a la tierra y nadie podrá decir: Esta es Jezabel.»
10.1 Setenta hijos de Ajab vivían en Samaria. Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, a los jefes de la
ciudad, a los jueces y a los que cuidaban de los hijos de Ajab, diciendo:
10.2 «Apenas esta carta llegue a ustedes, que tienen a los hijos del rey, los carros de guerra y los caballos,
una ciudad fortificada y armas,
10.3 vean cuál de todos los hijos del rey es el mejor y más capaz y háganlo sentar en el trono de su padre
y prepárense para defender a sus señores.»
10.4 Ellos tuvieron gran temor y dijeron: «Los dos reyes juntos no lo resistieron, ¿cómo podremos resistir
nosotros?»
10.5 El mayordomo del palacio, el comandante de la ciudad, los jueces y los preceptores mandaron a
Jehú esta respuesta: «Somos siervos tuyos, haremos lo que tú digas. No proclamaremos rey a nadie;
haz tú lo que mejor te parezca.»
10.6 Pero él les mandó una segunda carta, que decía: «Si son de mi partido y de los que me obedecen,
tomen las cabezas de los hijos del rey, su señor, y vengan mañana a conversar conmigo a estas horas
en Jezrael.» Los hijos del rey eran setenta y se criaban en las casas de las familias más importantes
de la ciudad.
10.7 Apenas les llegó esta carta, apresaron a los hijos del rey, los degollaron a los setenta y pusieron sus
cabezas en canastos que mandaron a Jezrael.
10.8 El mensajero entró donde Jehú y le dijo: «Aquí te mandan las cabezas de los hijos del rey.» El
respondió: «Pónganlas en dos montones a la entrada de la Puerta de Jezrael hasta mañana.»
10.9 Por la mañana, salió Jehú y dijo a todo el pueblo: «Sean justos, díganme: Si yo he conspirado contra
mi señor y le he quitado la vida, ¿quién ha degollado a todos éstos?
10.10 Sepan, pues, que no quedará sin efecto ninguna de las palabras que Yavé dijo contra la familia de
Ajab. Acaba de cumplirse lo que dijo por boca de su siervo Elías.»
10.11 Jehú mató después a todos los que quedaban del partido de Ajab en Jezrael, a todos sus ayudantes,
familiares, sacerdotes, sin dejar ni uno con vida
10.12 Entonces partió para Samaria y, como llegaba a Betacad de los Pastores,
10.13 encontró a los hermanos de Ocoziás, rey de Judá, a los que preguntó: «¿Quiénes son ustedes?» Ellos
respondieron: «Somos los hermanos de Ocozías y vamos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de
la reina.»
10.14 Dijo Jehú: «Tómenlos vivos.» Los tomaron vivos y los degollaron a todos, junto a la cisterna de
Betacad; eran cuarenta y dos hombres y no se dejó a ninguno con vida.
10.15 Saliendo de allí encontró a Jonadab, hijo de Recab, que le salía al encuentro; Jehú lo saludó y le
dijo: «¿Quieres ser leal conmigo como yo quiero serlo contigo?» Jonadab respondió: «Sí.» Y Jehú le
dijo: «Dame tu mano.» Le dio la mano y él lo hizo subir: a su carro.
10.16 Jehú le dijo: «Ven conmigo y verás mi celo por Yavé.» Y lo llevó en su carro.
10.17 Cuando estuvo en Samaria, Jehú dio muerte a todos los sobrevivientes del partido de Ajab que vi-
vían en esa ciudad; no dejó a ninguno con vida. Así se cumplió la palabra que Yavé había dicho por
boca de Elías.
10.18 Jehú reunió a todos los habitantes y les dijo: «Lo que Ajab hizo por Baal parecerá bien poco en
comparación de lo que haré yo.»
10.19 Y agregó: «Llamen a todos los profetas de Baal, a todos sus fieles y sacerdotes. Que no falte
ninguno al sacrificio solemne que quiero ofrecer a Baal. El que no se presente morirá.» Jehú obraba
con astucia, estando decidido a matar a todos los fieles de Baal.
10.20 Ellos mismos proclamaron la santa solemnidad que Jehú había ordenado.
10.21 Jehú, por su parte, envió mensajeros por todo Israel para que vinieran todos los fieles de Baal sin
que faltara ni uno solo.
Cuando estuvieron en el templó de Baal, había tanta gente que casi no tocaban tierra.
10.22 Entonces Jehú ordenó a los encargados del vestuario que sacaran los trajes sagrados reservados para
los fieles de Baal, y se los distribuyeron.
10.23 Jehú, al que acompañaba Jonadab, hijo de Recab, insistió diciendo a los fieles de Baal: «Averigüen
con toda certeza que no haya entrado con ustedes ninguno de los fieles dé Yavé y que no estén aquí
sino los puros servidorés de Baal.»
10.24 Pero, mientras ellos hacían los preparativos para ofrecer los holocaustos, Jehú había apostado fuera
a ochenta hombres, a los cuales dijo: «El que de ustedes deje escapar a una de esas personas que
deben matar responderá con su vida.»
10.25 Y, cuando terminaba el sacrificio, Jehú dio esta orden a los soldados y a sus oficiales: «Entren y
mátenlos a todos, que ninguno de ellos pueda escaparse.» Entraron, pues, y los pasaron a todos a filo
de espada, llegando hasta el santuario de la Casa de Baal.
10.26 Sacaron el tronco sagrado de la Casa de Baal y lo quemaron.
10.27 Derribaron el altar y demolieron el templo, que ha pasado a ser un terreno para tirar la basura hasta
el día de hoy.
10.28 Fue así como Jehú hizo desaparecer el nombre de Baál en Israel.
10.29 Pero no por eso se apartó de los pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, intro dujo en Israel, pues
siguieron con los becerros de oro de Betel y de Dan.
10.30 A pesar de todo, Yavé dijo á Jehú: «Porque te has portado bien, haciendo lo que me parece justo, y
has actuado con la familia de Ajab conforme a mis deseos, tus hijos hasta la cuarta generación se
sentarán en el trono de Israel.»
10.31 Pero Jehú no caminaba en todo según la Ley de Yavé, puesto que no se apartó de los pecados con
que Jeroboam hizo pecar a Israel.
10.32 En aquellos días comenzó Yavé a recortar el país de Israel, y Jazael venció a los israelitas por todo
su territorio,
10.33 desde el Jordán hacia el Oriente; todo el país de Galaad, de las tribus de Gad, de Rubén y de
Manasés; desde Aroer, situada junto al torrente de Arnón, todo el país de Galaad y Basán.
10.34 Lo demás referente a Jehú, todo lo que hizo y su valentía, está escrito en el libro de las Crónicas de
los reyes de Israel.
10.35 Cuando murió Jehú, lo sepultaron en Samaria y su hijo Joacaz reinó en su lugar. Jehú había reinado
veintiocho años en Samaria.
Atalía en Judá
+
11.1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, decidió exterminar a toda la
descendencia del rey.
11.2 Pero Josaba, hermana de Ocozías, tomó a Joas, su sobrino, y lo sacó de entre los hijos del rey a los
que estaban matando, y lo puso con su nodriza, en el dormitorio. Así lo ocultó a la vista de Atalía y
el niño se salvó.
11.3 Joas estuvo seis años escondido en la Casa de Yavé, mientras Atalía reinaba en el país.
11.4 Al séptimo año, Joyada, jefe de los sacerdotes, mandó llamar a los oficiales de la guardia real y de
los guardias carios a la Casa de Yavé. Después de hacer con ellos un pacto con juramento, les
mostró al hijo del rey.
11.5 Luego les dio órdenes: «El tercio de sus hombres que vienen el sábado guardarán la casa del rey, un
tercio estará en la Puerta de Fundación, y el último en la puerta de atrás. Harán la guardia
sucesivamente.
11.6 En cuanto a los que salen de su servicio el día sábado,
11.7 dos secciones de ellos guardarán la Casa de Yavé en torno al rey Joas.
11.8 Ustedes estarán á su lado, cada uno con sus armas en la mano, y a todo aquel que quiera atravesar
sus líneas lo matarán. Ustedes cuidarán del rey, dondequiera que vaya.»
11.9 Los jefes de los guardias hicieron lo que les dijo el sacerdote Joyada y se presenta ron con todos sus
hombres, tanto los que salían el día sábado como los que entraban ese día.
11.10 Joyada entregó a los oficiales las lanzas y escudos del rey David que estaban en la casa de Yavé
11.11 y luego la guardia se colocó desde la esquina del sur hasta la del norte, haciendo un cerco en torno al
altar y a la Casa de Yavé.
11.12 Entonces el sacerdote Joyada hizo salir al hijo del rey, le puso la corona y el brazalete, lo proclamó
y lo consagró. Todos aplaudían, gritando y diciendo: «¡Viva el rey!»
11.13 Al oír el rumor del pueblo, Atalía se acercó al gentío que rodeaba la Casa de Yavé.
11.14 El rey estaba de pie junto a la columna, como era costumbre, y junto a él estaban los oficiales y las
trompetas. Los Ciudadanos estaban llenos de alegría y tocaban las trompetas. Al ver esto, Atalía
rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición; traición!»
11.15 Joyada ordenó a los oficiales: «Rodéenla y sáquenla afuera de los patios, y si alguien la quiere
defender, mátenlo. Dio esta orden, pues pensaba: « No hay que matarla en la Casa de Yavé.»
11.16 La hicieron salir y, al llegar al palacio del rey por la Entrada de los caballos, ahí la mataron.
11.17 Joyada hizo un pacto entre Yavé, el rey y el pueblo para que fueran el pueblo de Yavé
11.18 Todos los Ciudadanos fueron al templo de Baal y lo destruyeron. Rompieron los altares y las
imágenes y mataron a Matán, sacerdote de Baal, delante de su altar.
11.19 Después Joyada puso centinelas en la Casa dé Yavé; encabezó a los oficiales, a los guardias del rey,
a los guardias Carios y a los Ciudadanos que acompañaban al rey hasta el palacio. Allí entraron por
la Puerta de la Guardia y el rey Joas se sentó en él trono real.
11.20 Todos los Ciudadanos estaban felices y la ciudad quedó tranquila. En cuanto a Atalía, la habían
muerto a espada en la Casa del Rey.
+
12.1 Joas tenía siete años cuando comenzó a reinar.
12.2 Era entonces el ano séptimo de Jehú y reinó durante cuarenta años en Jerusalén. Su madre era Sibia,
de la ciudad de Bersebá.
12.3 Joas hizo lo que es recto a los ojos de Yavé durante los años que lo guió el sacerdote Joyada.
12.4 Sin embargo, no hizo desaparecer los santuarios de lomas, donde el pueblo siguió ofreciendo
sacrificios y quemando incienso.
12.5 Joas dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero de las contribuciones sagradas que la gente viene a
ofrecer a la Casa de Yavé, el dinero en efectivo, el que se ofrece como rescate de las personas y el
que libre y voluntariamente trae cada cual a la Casa de Yavé,
12.6 ustedes lo podrán recibir, cada uno de mano de sus conocidos, pero lo usarán para las reparaciones
de la Casa de Yavé, para todo lo que necesite alguna reparación.»
12.7 El año veintitrés del reinado de Joas, los sacerdotes no habían hecho todavía las reparaciones que
necesitaba la Casa de Yavé.
12.8 Entonces llamó el rey al sacerdote Joyada y a los otros sacerdotes, y les dijo: «¿Por qué no han
hecho las reparaciones de la Casa? De hoy en adelante no serán ustedes los que recibirán el dinero
cuando estén de turno, sino que lo dejarán para las reparaciones de la Casa.»
12.9 Los sacerdotes aceptaron: en adelante no recibirían el dinero del pueblo y no estarían a cargo de las
reparaciones de la Casa.
12.10 Entonces el sacerdote Joyada mandó hacer una caja con un agujero en la tapa, la colocó cerca del
altar, a mano derecha de los que entraban a la Casa de Yavé, y los sacerdotes que estaban de turno
en las puertas echaban en ella todo el dinero que se ofrecía en la Casa.
12.11 Cuando veían que la caja estaba llena, un secretario del rey venía y, con el sumo sacerdote, la sa-
caban y contaban el dinero.
12.12 Luego lo entregaban en manos de los encargados de las obras de la Casa, quienes pagaban con este
dinero a los carpinteros y albañiles que trabajaban en las reparaciones.
12.13 Asimismo, compraban con esta plata la piedra, la madera y todo lo necesario para las reparaciones
de la Casa de Yavé.
12.14 De este dinero que se daba para la Casa, no se hacían ni copas de plata, ni cuchillas, ni calderos para
el agua, ni trompetas, ni ningún objeto de oro o plata,
12.15 sino qué se empleaba para pagar a los que hacían los trabajos.
12.16 No se pedía cuentas a los encargados de pagar a los artesanos, porque lo hacían con toda honradez.
12.17 Solamente el dinero ofrecido por la expiación de los pecados era para los sacerdotes.
12.18 En aquel entonces, Jazael, rey de Aram, vino para combatir contra Gat, la tomó y se dirigió contra
Jerusalén.
12.19 Joas, rey de Judá, tomó todas las cosas preciosas que habían consagrado sus padres, Josafat, Joram y
Ocozías, reyes de Judá, todas las que él había consagrado y todo el oro que se halló en los tesoros de
la Casa de Yavé y en los de la casa del rey, y los mandó a Jazael, rey de Aram, quién con esto se
alejó de Jerusalén.
12.20 Lo demás referente a Joas, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de
Judá.
12.21 Algunos de sus oficiales tramaron una conspiración contra él y lo mataron en Bet-Milo, mientras iba
a Sila.
12.22 Josacar, hijo de Simat, y Josabad, hijo de Somer, lo hirieron y murió. Lo sepultaron con sus padres
en la ciudad de David y su hijo Amasías reinó en su lugar.
13.1 En el año veintitrés de Joas, hijo de Ocozías, rey de Judá, Joacaz, hijo de Jehú, comenzó a reinar
sobre Israel en su capital Samaria; reinó diecisiete años.
13.2 Se portó mal con Yavé y siguió cometiendo los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo
pecar a Israel, sin apartarse de ellos.
13.3 Entonces estalló el furor de Yavé contra Israel y los entregó en manos de Jazael, rey de Aram, y en
manos de Ben-Hadad, hijo de Jazael, todo aquel tiempo.
13.4 Pero Joacaz suplicó a Yavé, y éste lo escuchó porque había visto la opresión de Israel, pues el rey de
Aram los oprimía.
13.5 Yavé concedió a Israel un libertador que lo liberó de la opresión de Aram y los israelitas pudieron
vivir tranquilos en sus casas, como antes.
13.6 Pero no se apartaron de los pecados con qué Jeroboam había hecho pecar a Israel, y aun el tronco
sagrado quedó en pie en Samaria.
13.7 No le quedaron a Joacaz más que cincuenta hombres, de a caballo, diez carros de guerra y diez mil
soldados, pues el rey de Aram había exterminado y reducido a polvo todo lo demás.
13.8 Lo demás referente a Joacaz, todo cuanto hizo y su valentía, está escrito en el libro de las Crónicas
de los reyes de Israel.
13.9 Cuando Joacaz se acostó con sus padres, lo sepultaron en Samaria y en su lugar reinó su hijo Joas.
13.10 En el año treinta y siete de Joas, rey de Judá, Joas, hijo de Joacaz, comenzó a reinar sobre Israel, en
su capital Samaria; reinó dieciocho años
13.11 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé; no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboam,
hijo de Nabat, había hecho pecar a Israel, sino que anduvo en ellos.
13.12 Lo demás referente a Joas, todo cuanto hizo, su valentía y cómo combatió contra Amasías, rey de
Judá, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
13.13 Cuando Joas se acostó con sus padres, fue sepultado en Samaria, junto a los reyes de Israel, y
Jeroboam ocupó su. trono.
Muerte de Eliseo
13.14 Cuando Eliseo enfermó del mal que lo llevó a la muerte, bajó donde él Joas, rey de Israel, y lloró
sobre su rostro, diciendo: «¡Padre mío, padre mío, carro y caballos de Israel!»
13.15 Eliseo le dijo: «Toma un arco y flechas.» El tomó el arco y flechas.
13.16 Dijo Eliseo al rey: «Pon tu mano sobre el arco», y éste puso su mano. Entonces Eliseo colocó su
mano sobre la mano del rey
13.17 y dijo: «Abre la ventana hacia oriente.» El la abrió. Dijo Eliseo: «Tira.» El tiró. Dijo Eliseo: «Flecha
de la victoria de Yavé, flecha de la victoria contra Aram, derrotarás a Aram en Afec, hasta
exterminarlo.»
13.18 Y añadió: «Toma las flechas.» El las tomó. Eliseo dijo al rey. «Dispara hacia el suelo.» El rey
disparó tres veces y se detuvo.
13.19 Entonces el hombre de Dios se enojó contra él y le dijo: «Tenías que haber tirado cinco o seis veces,
entonces habrías batido a Aram hasta el exterminio. Ahora lo derrotarás tres veces.»
13.20 Eliseo murió y lo sepultaron. Poco después, un destacamento de moabitas hizo una incursión, como
acostumbraban hacer cada año al comienzo del año.
13.21 Resulta que en ese momento unas personas estaban sepultando a un difunto, cuando divisaron a los
moabitas. De prisa tiraron el cadáver al sepulcro de Eliseo y se pusieron a salvo. Pero el hombre, al
tocar los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso de pie.
13.22 Jazael, rey de Aram, había oprimido a los israelitas todo el tiempo que reinó Joacaz.
13.23 Pero Yavé piedad y se compadeció de ellos, volviéndose propicio a ellos, a causa de la Alianza con
Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos totalmente ni echarlos lejos de su rostro.
13.24 Murió Jazael, rey de Aram, y reinó en su lugar su hijo Ben-Hadad.
13.25 Entonces Joas, hijo de Joacaz, volvió a tomarle a Ben-Hadad las ciudades que Jazael le había
tornado a Joacaz. Joas lo venció tres veces y recobró las ciudades de Israel.
14.1 Amasías, hijo de Joas, rey de Judá, comenzó a reinar el año segundo de Joas, rey de Israel.
14.2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre era
Jordán, de Jerusalén.
14.3 Hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, pero no como su padre David; hizo en todo como su padre
Joas.
14.4 Sin embargo, no desaparecieron los Santuarios de Lomas; ahí el pueblo siguió ofreciendo sacrificios
y quemando incienso.
14.5 Cuando el reino se afianzó en sus manos, Amasías mató a los oficiales que habían dado muerte al
rey su padre,
14.6 pero no mató a los hijos de los asesinos, según está escrito en la Ley de Moisés, donde Yavé dio esta
orden: «No harán morir a los padres por los hijos, ni harán morir a los hijos por los padres, sino que
cada uno será castigado por sus propios crímenes.»
14.7 Amasías derrotó a diez mil domitas en el valle de la Sal y conquistó la Peña por las armas, llamán -
dola Cóctel, nombre que ha conservado hasta el día de hoy.
14.8 Entonces Amasías envió mensajeros a Joas, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle:
«Sube y veremos cuál de los dos puede más.»
14.9 Joas, rey de Israel, mandó a decir como respuesta a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano
mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para que sea la esposa de mi hijo; pero los anima les
salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
14.10 Veo que te sientes muy orgulloso porque has vencido a los edomitas. Esto te basta para tener fama
en tu propia casa; ¿por qué ahora quieres exponerte a una desgracia y perderte a ti y al pueblo de
Judá?»
14.11 Pero Amasías no lo escuchó; vino Joas, rey de Israel, y se enfrentó con Amasías, en Betsames de
Judá;
14.12 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su casa.
14.13 Joas, rey de Israel, tomó preso a Amasías, hijo de Ocozías, en Betsames y lo llevó a Jerusalén.
Hizo una abertura de doscientos metros en la muralla de Jerusalén, desde la Puerta de Efraim hasta
la Puerta del Angulo.
14.14 Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban en la Casa de Yavé, los tesoros
de la casa del rey y también rehenes, y se volvió a Samaria.
14.15 Lo demás referente a Joas, su valentía y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá, está escrito en
el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
14.16 Cuando Joas se acostó con sus padres, lo sepultaron en Samaria junto a sus padres, y su hijo Je-
roboam reinó en su lugar.
14.17 En cuanto a Amasías, sobrevivió quince años después de la muerte de Joas, rey de Israel.
14.18 Lo demás referente a Amasías está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
14.19 Hubo gente que conspiró contra él en Jerusalén; Amasías fue a refugiarse a Laquis, pero ellos lo
persiguieron y lo mataron en esa ciudad.
14.20 Su cuerpo fue traído de allí en un carro, y lo sepultaron en Jerusalén con sus padres, en la ciudad de
David.
14.21 Luego, todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y lo proclamaron rey, en lugar
de su padre Amasías.
14.22 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que murió el rey su padre.
14.23 +Jeroboam, hijo de Joas, rey de Israel, comenzó a reinar en Samaria en el año quince del reinado de
Amasías, rey de Judá. Reinó cuarenta y un años y
14.24 durante su reino se portó mal con Yavé, pues no se apartó de los pecados con que Jero boam, hijo de
Nabat, hizo pecar a Israel.
14.25 El restableció las fronteras de Israel desde la entrada de Jamat, hasta el Mar Muerto, según la
palabra que Yavé, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo el profeta Jonás, hijo de Amitai,
que era de Gatjefer.
14.26 Es que Yavé había visto la miseria amarga en extremo de Israel. Ya no había nadie, ni esclavo, ni li-
bre, que ayudara a Israel.
14.27 Yavé no había decidido borrar el nombre de Israel de debajo de los cielos y los salvó por mano de
Jeroboam, hijo de Joas.
14.28 Lo demás referente a Jeroboam, todo lo que hizo y la valentía con que peleó, y como combatió,
devolviendo Jamat y Damasco a Israel, está escrito en él libro de las Crónicas de los reyes de Israel
14.29 Cuando murió Jeroboam, fue sepultado con los reyes de Israel, y reinó en su lugar su hijo Zacarías.
15.1 Azarías, hijo de Amasías, rey de Judá, comenzó a reinar el año veintisiete del reinado de Jeroboam
en Israel.
15.2 Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén; su madre
era Jolía, de Jerusalén.
15.3 Hizo lo que agrada a Yavé, igual como lo había hecho su padre Amasías
15.4 Sólo que no desaparecieron los Santuarios de Lomas; en ellos el pueblo siguió ofreciendo sácrificios
y quemando incienso.
15.5 El rey fue víctima de una plaga de Yavé, pues enfermó de lepra, y quedó leproso hasta el día de su
muerte. Varió en una casa aislada, mientras Jotam, su hijo, estaba al frente de la casa del rey y admi-
nistraba justicia al reino.
15.6 Lo demás referente a Azarías, todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes
de Judá.
15.7 Cuando murió Azarías, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David, y su hijo Jotam le
sucedió.
15.32 Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar en el año segundo de Pecaj, hijo de Romerías,
rey de Israel.
15.33 Jotam tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén; su madre
era Jerusa, hija de Sadoc.
15.34 Hizo lo que agradaba a Yavé, igual como lo había hecho su padre,
15.35 sólo que no desaparecieron los Santuarios de Lomas, donde el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y
quemando incienso.
El construyó la Puerta Alta de la Casa de Yavé.
15.36 Lo demás referente a Jotam, lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
15.37 En aquellos días, comenzó Yavé a enviar contra Judá a Rasín, rey de Aram, y a Pecaj, hijo de
Romelías.
15.38 Cuando murió Jotam, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de su antepasado David y su hijo
Ajaz le sucedió.
16.1 En el año diecisiete del reinado de Pecaj, hijo de Romelías, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam,
rey de Judá.
16.2 Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar y reinó durante dieciséis años en Jerusalén. No hizo
lo que agradaba a Yavé, su Dios, como lo había hecho su padre David.
16.3 Todo lo contrario, anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso sacrificó por el fuego a su
hijo, según las prácticas odiosas de esas naciones que Yavé había echado fuera del país para que los
hijos de Israel ocuparan su lugar.
16.4 Ofreció sacrificios en los santuarios de lomas, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.
16.5 Entonces subió Rasín, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Romelías, rey de Israel, para combatir contra
Jerusalén. La cercaron, pero no pudieron conquistarla
16.6 En aquel tiempo, Rasín, rey de Aram, recobró Elat y le impuso su autoridad, expulsando a los judíos
de Elat. Los edomitas entraron a Elat y habitaron allí hasta el día de hoy.
16.7 Ajaz mandó mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asar, para decirle: «Soy tu siervo y tu hijo. Ven,
pues, y sálvame de manos del rey de Aram y de manos del rey de Israel, que me hacen las guerras.»
16.8 Ajaz tomó la plata y el oro que había en la Casa de Yavé y los tesoros de la casa del rey y se lo
mandó al rey de Asur como regalo.
16.9 El rey de Asur le hizo caso y fue a atacar Damasco, se apoderó de esa ciudad y desterró a sus
habitantes a Quir, después de ejecutar a Rasín.
16.10 Entonces el rey Ajaz fue a Damasco para entrevistarse con Teglatfalasar, rey de Asur, y, viendo el
altar que había en Damasco, envió al sacerdote Urías las medidas de este altar junto con un dibujo
que lo representaba exactamente en todos sus detalles.
16.11 El sacerdote Urías construyó un altar conforme al dibujo que el rey le había mandado de Damasco y
lo terminó antes que éste regresara de allá.
16.12 Cuando el rey regresó de Damasco, vio el altar, se acercó y subió a él.
16.13 Mandó quemar sobré el altar sus holocaustos y sacrificios. Hizo su libación y derramó la sangre de
sus sacrificios de comunión.
16.14 Trasladó el altar de bronce que estaba ante Yavé, delante de la Casa, entre el altar nuevo y la Casa
de Yavé, y lo colocó al lado del altar nuevo, hacia el norte.
16.15 El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: Sobre este altar grande quemarás el holocausto de la mañana
y el sacrificio de la tarde, el holocausto del rey y su sacrificio, los holocaustos de la gente del pue -
blo, sus sacrificios y libaciones. Derramarás sobre él toda la sangre de los holocaustos y la de los
sacrificios. En cuanto al altar de bronce, yo me ocuparé de él.»
16.16 El sacerdote Urías hizo tal como el rey le había ordenado.
16.17 El rey desmontó los paneles de las bases, quitó de encima de ellos el lavatorio, hizo bajar la gran
pileta de bronce de encima de los bueyes que la sostenían y la colocó sobre un pavimento enlosado.
16.18 En cuanto al estrado del trono que se había construido dentro de la Casa de Yavé, y la entrada exte-
rior del rey, los quitó porque así se lo pidió el rey de Asur.
16.19 Lo demás referente a Ajaz y lo que hizo está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
16.20 Cuando murió Ajaz, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David, y su hijo Ezequías le
sucedió.
17.1 Oseas, hijo de Elá, comenzó a reinar en Israel en el año doce de Ajaz, rey de Judá. Reinó durante
nueve años en la ciudad de Samaria,
17.2 y se portó mal con Yavé, aunque no como los anteriores reyes de Israel.
17.3 Salmanasar, rey de Asur, vino con su ejército a atacar a Oseas, el cual tuvo que someterse y pagarle
impuesto.
17.4 Pero el rey de Asur descubrió que Oseas lo traicionaba, ya que había enviado mensajeros a So, rey
de Egipto, y no le pagaba los impuestos como lo venía haciendo cada año. Salmanasar lo hizo
detener y luego encarcelar.
17.5 El ejército del rey de Asur sometió a todo el país de lsrael, y llegó a Samaria, que sitió durante tres
años.
17.6 En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, desterró a los israelitas a Asur y los
estableció en Jalaj, a orillas del Jabor, río de Gozán, como también en las ciudades de los medos.
+
17.7 Esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra Yavé, su Dios, que los había sacado de
la tierra de Egipto, donde estaban sometidos a Faraón, y se habían vuelto hacia otros dioses.
17.8 Siguieron las costumbres de las naciones que Yavé había arrojado delante de ellos.
17.9 Los hijos de Israel maquinaron muchas cosas inconvenientes contra Yavé, su Dios. Construyeron
santuarios en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.
17.10 Se pusieron imágenes y troncos sagrados sobre todas las lomas y bajo todo árbol frondoso.
17.11 Allí quemaron incienso en sus santuarios de lomas como las naciones que Yavé había echado
delante de ellos.
Cometieron maldades, provocando a Yavé.
17.12 Sirvieron a sus repugnantes ídolos a pesar de que Yavé les había dicho: «Ustedes no deben hacer tal
cosa.»
17.13 Yavé protestaba contra Israel y Judá por boca de todos los profetas y videntes, diciéndoles:
«Vuelvan de sus malos caminos y guarden mis mandamientos y preceptos, conforme a las leyes que
ordené a sus padres y que les mandé por medio de mis siervos, los profetas.»
17.14 Pero no lo escucharon y se abstuvieron igual que sus padres, los cuales no habían creído en Yavé, su
Dios.
17.15 Despreciaron sus decretos y la alianza que había pactado con sus padres, y también las advertencias
que les había hecho. Fueron tras dioses vanos y se hicieron vanos ellos mismos, como las naciones
que los rodeaban, a pesar de que Yavé había dicho: «No harán como ellos.»
17.16 Abandonaron todos los mandamientos de Yavé y se hicieron dos becerros de bronce. Se hicieron
troncos sagrados y se arrodillaron ante todos los astros del cielo, y rindieron culto a Baal.
17.17 Sacrificaron a sus hijos e hijas por el fuego, practicaron la adivinanza y la magia, y se prestaron a
hacer lo malo a los ojos de Yavé, provocando su ira.
17.18 Entonces Yavé se enojó muchísimo contra Israel y los arrojó lejos de su presencia, quedando
solamente la tribu de Judá.
17.19 Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yavé, su Dios, sino que imitaron las costumbres que se
practicaban en Israel. Por eso rechazó Yavé a toda la raza de Israel
17.20 Los humilló y dejó que los invasores los arruinaran hasta que llegó el día en que los arrojó lejos de
su presencia.
17.21 Lo que es Israel, cuando se separó del reino de David y eligió por rey a Jeroboam, hijo de Nabat,
éste apartó de Yavé a su pueblo y les hizo cometer un gran pecado.
17.22 Pues los israelitas siguieron a Jeroboam en sus pecados y, en adelante, no se apartaron de ellos
17.23 hasta que Yavé arrojó a Israel de su presencia, como había amenazado por medio de sus servidores
los profetas; desterró a Israel de su tierra, al país de Asur, hasta el día de hoy.
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17.24 El rey de Asur hizo venir pobladores de Babilonia, de Cutá, de Avá, de Jamat y de Sefarvayim, y
1os ubicó en las ciudades de Samaria, en lugar de los israelitas. Esta gente ocupó el país de Samaria
y permaneció en sus ciudades.
17.25 Al principio, cuando se establecieron allí, no veneraban a Yavé, y Yavé envió contra ellos leones
que mataron a muchos.
17.26 Entonces dijeron al rey de Asur: «Las personas que has desterrado y enviado a Samaria y a sus
ciudades para poblarlas no saben cómo se debe honrar a Yavé, el Dios de aquel país, y él ha enviado
leones que los matan.»
17.27 Entonces el rey de Asur dio esta orden: «Que vuelva allá uno de los sacerdotes que hemos des -
terrado de Samaria; que vaya a vivir con aquella gente y que les enseñe la manera de honrar al Dios
de aquella tierra.»
17.28 Llegó, pues, uno de los sacerdotes que habían sido desterrados de Samaria, se quedó en Betel y les
enseñó cómo debían honrar a Yavé.
17.29 Así y todo, cada uno de aquellos pueblos se fabricó su dios, que colocaron en los santuarios de
lomas que habían edificado los samaritanos; cada uno de éstos pueblos puso a su dios en la ciudad
donde habitaba:
17.30 los babilonios se hicieron un Sucot; lós habitantes de Cutá se hiicieron un Nergal; los habitantes de
Jamat, un Asima;
17.31 los de Avá, un Nimjaz y un Tartac. En cuanto a los de Sefarvayim, consumían por el fuego a sus
hijos en honor de Adarmelec y Anamelec, sus dioses.
17.32 Veneraban a Yavé, pero se hicieron sacerdotes de entre su gente, que servían a Yavé, en los san-
tuarios de lomas.
17.33 Honraban a Yavé y al mismo tiempo servían a sus dioses, según las costumbres del país de donde
habían sido desterrados.
17.34 Hasta el día de hoy, observan sus antiguas costumbres.
En cuanto a los israelitas que han permanecido en Samaria, no honran a Yavé y no siguen sus
preceptos y sus costumbres, según la Ley y los mandamientos que ha mandado a los hijos de Jacob,
al que dio el nombre de Israel.
17.35 Yavé había hecho una alianza con ellos, ordenándoles: No honren a otros dioses ni se postren ante
ellos, ni les sirvan ni les ofrezcan sacrificios.
17.36 Solamente a Yavé, que los hizo salir de la tierra de Egipto con la fuerza de su brazo, a él lo
honrarán, ante él se postrarán y a él ofrecerán sacrificios.
17.37 Guardarán los preceptos, las decisiones, la Ley y los mandamientos que les di por escrito; ustedes
los cumplirán todos los días y no adorarán a dioses extránjeros.
17.38 No olviden la alianza que hice con ustedes y no adoren a dioses extranjeros,
17.39 sino que adoren sólo a Yavé, su Dios, y él los librará de la mano de todos sus enemigos.
17.40 Pero ellos no hicieron caso a las palabras de Yavé, como habían acostumbrado hacer.
17.41 Así, pues, aquellos hombres, al mismo tiempo que honraban a Yavé, servían también a sus ídolos; y,
después de ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo lo que hacían sus padres.
Invasión de Senaquerib
18.13 +El año catorce del reinado de Ezequías subió Senaquerib, rey de Asur, invadió Judá, sitió todas las
ciudades fortificadas y se apoderó de todas ellas.
18.14 Ezequías, rey de Judá, mandó decir a Senaquerib, que se hallaba en Laquis: «He actuado mal, deja
de atacarme y haré lo que tú me digas.» El rey de Asur impuso a Ezequías una contribución de
trescientos talentos de plata y treinta de oro.
18.15 Ezequías, pues, le entregó todo el dinero que se hallaba en la Casa de Yavé y los tesoros de la casa
real.
18.16 Fue en aquel entonces cuando Ezequías mandó arrancar de las puertas de la Casa de Yavé las
planchas de oro con que él mismo las había revestido, y las entregó al rey de Asur.
18.17 El rey de Asur mandó desde Laquis a uno de sus generales con una numerosa tropa para que
encontraran a Ezequías. Subió a Jerusalén, y se detuvo en el canal del estanque superior, que está
junto al camino del Campo del Batanero.
18.18 El general pidió hablar con el rey. Este mandó como representante a su mayordomo Elyaquim, al
secretario Sobnia y al ministro Joaj, hijo de Asaf.
18.19 El general les dijo: «Transmitan este recado a Ezequías:
18.20 ¿En qué te confías? ¿Acaso crees que las palabras valen la sabiduría y pueden reemplazar la fuerza
en el combate? ¿En quién te apoyas para rebelarte contra mí?
18.21 Ya sé, tú cuentas con la ayuda de esa caña rota que es Egipto, que rompe y traspasa la mano del que
se apoya en ella. Así se porta Faraón con todos los que confían en él.
18.22 Ustedes tal vez me dirán: «No es cierto, porque nosotros solamente hemos confiado en Yavé.» Pero
¿no son justamente sus altares y sus santuarios de lomas 1os que ha suprimido Ezequías, diciendo a
la gente de Judá y de Jerusalén: Ustedes deben postrarse únicamente delante de ese altar?
18.23 Pues bien, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asur. Yo te doy dos mil caballos, si puedes
encontrar a dos mil jinetes para montarlos.
18.24 Pero ni siquiera eres capaz de hacer retroceder al más insignificante de los generales de mi rey. ¡Tú
creíste que Egipto te daría carros y caballerías!
18.25 Y ahora: ¿Piensas tú que he subido a este lugar para destruirlo sin el permiso de Yavé? Es
precisamente Yavé quien me dijo: Sube a esta tierra y destrúyela.»
18.26 Entonces Eyaquim, Sobna y Joaj respondieron al general: «Por favor, háblanos a nosotros, tus
siervos, en idioma arameo, ya que lo entendemos, pero no nos hables en judío frente a esta gente
que está encima de la muralla.»
18.27 Pero el general contestó: «¿Ustedes se figuran que mi patrón me mandó a decirles estas cosas nada
más que a su patrón y a ustedes, no a la gente que está arriba y que junto con ustedes está condenada
a comer excrementos y beber sus orines?»
18.28 Entonces el general se puso de pie y hablando en alta voz pronunció en judío: estas palabras:
18.29 «Oigan el mensaje del gran rey de Asur. Así habla el rey: No se dejen engañar por Ezequías, porque
no los podrá salvar.
18.30 Ni lo crean cuando trata de que ustedes confíen en Yavé y les dice que esta ciudad no será
conquistada por el rey de Asur.
18.31 Escuchen más bien al rey de Asur que les dice: Hagan las paces conmigo y pónganse a mi servicio.
Así todos podrán comer de su viña y de su higuera y tomar agua de su propio estanque.
18.32 Luego los vendré a buscar y los llevaré a una tierra igual a ésta, una tierra de trigo y vino, tierra de
pan y viñas, tierra de aceite y miel. Así vivirán en vez de morir de hambre. Pero no escuchen a
Exequias, que los engaña diciéndoles que Yavé los librará.
18.33 ¿Acaso los dioses de las otras naciones han protegido cada uno a su país contra el rey de Asur?
18.34 Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad, de Sefarvaim, de Hená y de Avó?
18.35 ¿Cuál de todos los dioses de esos países ha librado su tierra de mi poder? ¿Cómo entonces Yavé
librará a Jerusalén?»
18.36 El pueblo guardó silencio y nadie le respondió, pues ésta era la orden del rey: No le respondan
nada.»
18.37 Después de esto, Elyaquim, hijo de Helcías, mayordomo del palacio, el secretario Sobna, y Joaj, hijo
de Asaf, canciller, volvieron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas y le contaron las palabras de
Rabsaces.
19.1 Cuando terminaron de hablar, el rey Ezequías rasgó sus vestiduras, se puso un saco y se fue a la
Casa de Yavé.
19.2 En seguida mandó a Elyaquim, a Sobna y a los ancianos de los sacerdotes, todos vestidos con sacos,
a donde Isaías, el profeta, hijo de Amós
19.3 Ellos lo consultaron así de parte de Ezequías: «Este es un día de angustia, de castigo y de vergüenza.
Los hijos están para nacer, y falta la fuerza para darlos a luz.
19.4 Ojalá que Yavé haya escuchado las palabras del general que mandó el rey asirio para insultar al
Dios vivo. Ojalá Yavé, tu Dios, castigue lo que ha oído.
19.5 Y tú; ruégale por los pocos que todavía quedamos.»
19.6 Isaías les contestó: «Ustedes dirán a su señor esta palabra de Yavé: No te asustes por las injurias que
escuchaste, por las que me blasfemaron los mozos del rey de Asur.
19.7 Lo voy a impresionar con una noticia, de manera que vuelva a su país, y en su país será asesinado.»
19.8 Se fue el general y encontró al rey de Asur que estaba atacando la ciudad de Libna.
19.9 Pues sabía que el faraón Taraca había salido a atacarlo y por eso se había ido de su campamento de
Laquis.
19.10 De nuevo, el rey de los asirios mandó mensajeros a Ezequías diciéndoles: «Así dirán a Ezequías, rey
de Judá: que no se burle de ti tu Dios en quien confías, cuando te hace creer que no caerá Jerusa lén
en manos del rey de Asur.
19.11 Sabes muy bien lo que los reyes de Asur han hecho con todos los demás países y cómo los han
destruido totalmente, y ¿crees tú que te vas a librar?
19.12 ¿Acaso los dioses de las naciones libraron a alguna de las que fueron exterminadas por mis padres?
¡Acuérdate de Gozan, Jarán, Resef, de los arameos que estaban en Telbasar!
19.13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el de Arfad, el de Sefarvayim, el de Hena y el de Avá?»
19.14 Ezequías tomó la carta que le traían los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yavé y la
desenrolló delante de Yavé.
19.15 Le dirigió esta súplica: «Yavé, Dios de Israel, que estás sentado sobre los querubines, tú eres el
único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador de los cielos y de la tierra. Atiéndeme,
Yavé, y escucha.
19.16 Abre, Yávé, tus ojos y mira. Mira, Yavé, las palabras de Senaquerib con que manda a insultar al
Dios vivo.
19.17 Es cierto, Yavé, que los reyes de Asur han exterminado naciones y sus habitantes
19.18 y han arrojado sus dioses al fuego, porque éstos no eran dioses, sino obras de la mano del hombre,
hechos de madera o piedra; por eso han sido destruidos.
19.19 Ahora, pues, Yavé, Dios nuestro, líbranos de caer en sus manos, para que todos los reinos de la
tierra sepan que tú, Yavé, eres el único Dios.»
Intervención de Isaías
19.20 Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Esto es lo que dice Yavé, Dios de Israel: He escu -
chado tu súplica acerca de Senaquerib, rey de Asur.
19.21 Esta es la sentencia que Yavé pronuncia contra él:
La virgen, hija de Sión, te desprecia y se burla de ti. Mueve la cabeza a tus espaldas, la hija de Jeru-
salén.
19.22 ¿A quién piensas que has insultado tú, y de quién has blasfemado? ¡Del Santo de Israel!
19.23 Por boca de tus mensajeros has insultado a Yavé y dijiste: Con mis muchos carros armados subo a la
cumbre de los montes, a las laderas del Líbano. He derribado sus altos cedros, sus cipreses más
hermosos y sus mejores abetos; he penetrado hasta sus últimos refugios y las frondosas selvas de su
Carmelo.
19.24 Yo he cavado pozos, he bebido en tierras extranjeras y secaré bajo la planta de mis pies todos los
canales de Egipto.»
19.25 Pero Yavé dice: «He preparado esto que ahora ejecuto. Tú tenías que convertir las ciudades fortifi-
cadas en un montón de ruinas.
19.26 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, no podían hacer nada. Fueron como hierba
del campo, hierba de tejado, pasto quemado por el viento de oriente.
19.27 Si te levantas o te sientas, si sales o entras, yo lo sé, y también cuando te enojas conmigo.
19.28 Te has levantado contra mí: he oído hablar de tu orgullo. Por eso, yo pondré mi anillo en tus narices,
mi freno en tu boca, y voy a devolverte por el camino por el que has venido.»
19.29 Yavé dice: «La señal será ésta:
Coman este año lo que hallen y el año siguiente lo que crece por sí mismo. Al año tercero, podrán
sembrar y cosechar, plantar viñas y comer sus frutos.
19.30 El resto que se salve del pueblo de Judá echará raíces por debajo y frutos en lo alto.
19.31 Porque saldrá un resto del pueblo de Jerusalén, y supervivientes del monté Sión; el celo amoroso de
Yavé de los Ejércitos lo hará.»
19.32 Por eso, así dice Yavé respecto al rey de Asur:
«No pondrá pie en esta ciudad,
no lanzará flechas contra ella,
no levantará escudo,
ni la cercará con trincheras.
Volverá por el camino que ha venido,
19.33 no entrará en esta ciudad.»
19.34 Así dice Yavé: «Protegeré esta ciudad y la salvaré para defender mi honor, y por fidelidad a mi
siervo David.»
19.35 Aquella misma noche, salió el Angel de Yavé y mató en el campamento asirio a ciento ochenta y
cinco mil soldados; a la hora de despertar, sólo se veían cadáveres.
19.36 Senaquerib, rey de los asirios, levantó el campamento y se marchó, volviéndose a Nínive, donde
permaneció.
19.37 Un día que estaba arrodillado en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adrammelec y Sarecer lo
asesinaron a puñaladas. Y luego se pusieron a salvo en el país de Araran. Le sucedió en el trono su
hijo Asarjadón.
Enfermedad de Exequias
20.1 En aquellos días, Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle:
«Esto dice Yavé: Dispón y arregla tus cosas, porque vas a morir.»
20.2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yavé, diciendo:
20.3 «Ah, Yavé, dígnate recordar que yo te he servido con fidelidad y corazón bueno, haciendo lo que te
agrada.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas.
20.4 Antes que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
20.5 «Vuelve y dile a Ezequías, jefe de mi pueblo: Esto dice Yavé, Dios de tu padre David: He oído tu
súplica y he visto tus lágrimas; te doy la salud. En tres días más, subirás a la Casa de Yavé.
20.6 Además de esto te libraré del poder del rey de los asirios, a ti y a esta ciudad, á la que amparo para
defender mi honor y por fidelidad a mi siervo David.» Isaías dijo: «Tomen una masa de higos.»
20.7 La tomaron y la aplicaron sobre la úlcera y sanó.
20.8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yavé me va a sanar y que dentro de tres días
subiré a la Casa de Yavé?»
20.9 Isaías respondió: Esta será para ti, de parte de Yavé, la señal de que Yavé hará lo que ha dicho:
¿Quieres que la sombra del segundo piso avance diez gradas o que las retroceda?»
20.10 Ezequías dijo: «Es fácil para la sombra extenderse diez gradas, pero sería estupendo que la sombra
retroceda diez gradas.»
20.11 El profeta Isaías invocó a Yavé, y Yavé hizo retroceder la sombra línea por línea, en las diez gradas
que ya había subido.
20.12 En aquel tiempo, Merodac-Baladan, hijo de Baladan, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a
Ezequías porque supo que había estado enfermo.
20.13 Se alegró Ezequías por su venida y enseñó a los enviados su cámara del tesoro; la plata, el oro, los
aromas, el aceite oloroso, sus armas y todo cuanto había en el tesoro. No hubo cosa en su palacio, ni
de todo lo que poseía, que Ezequías no mostrara.
20.14 Fue entonces el profeta Isaías donde el rey y le dijo: «¿Qué han dicho estos hombres, y de dónde
han venido?» El rey respondió: «Han venida de un país lejano, Babilonia.»
20.15 Dijo Isaías: «¿Y que han visto en tu casa?» El rey respondió: «Han visto todo cuanto hay en mi
casa; no hay nada de mis tesoros que no les haya mostrado.»
20.16 Entonces Isaías dijo al rey: «Escucha esta palabra de Yavé:
20.17 Vendrán días en que todo lo que hay en tu casa y todo lo que reunieron tus padres hasta el día de
hoy, será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yavé:
20.18 Se tomará de entre tus hijos, los que nacieron de tu sangre, para que sean eunucos en el palacio del
rey de Babilonia.»
20.19 Respondió Ezequías a Isaías: «Es una buena palabra de Yavé que me dices.» Pues pensaba: ¿Qué
me importa a mí, si tengo paz y seguridad en mis días?
20.20 Lo demás referente a Ezequías, toda su valentía, cómo construyó el gran estanque, y cómo trajo las
aguas a la ciudad, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
20.21 Cuando Ezequías se acostó con sus padres, su hijo Manasés reinó en su lugar.
+
21.1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó durante cincuenta y cinco años en
Jerusalén. Su madre se llamaba Hepsiba.
21.2 Se portó muy mal con Yavé, imitando las pésimas prácticas de los pueblos a los que Yavé había
quitado el país para dárselo a los israelitas.
21.3 Volvió a construir los santuarios de lomas que había destruido su padre, Ezequías.
21.4 Levantó altares al dios Baal e hizo un tronco sagrado semejante al que había hecho Ajab, rey de
Israel. Se arrodilló ante todas las estrellas del cielo y las adoró. Construyó altares en los patios de la
Casa de Yavé, de la cual éste había dicho: «En Jerusalén pondré mi Nombre.»
21.5 Edificó altares a todos los astros del cielo en los dos patios de la Casa de Yavé.
21.6 Sacrificó a su hijo por el fuego. Practicó los presagios y la magia, hizo traer adivinos y brujos,
haciendo sin cesar lo que Yavé condena, y provocando así su ira.
21.7 Incluso colocó el tronco sagrado de la diosa Aserá en la Casa de Yavé, a pesar de qué Yavé había
dicho a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa mía, en Jerusalén que elegí de entre todas las
tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.
21.8 Ya no permitiré que mi Nombre ande errante fuera de la tierra que di a sus padres, con tal de que
ustedes traten de actuar según toda la Ley que les di por medio de mi servidor Moisés.»
21.9 Pero no escucharon, y Manasés los llevó a hacer cosas peores que las que habían hecho las naciones
que Yavé había exterminado ante los israelitas.
21.10 Entonces habló Yavé por boca de sus siervos los profetas, diciendo:
21.11 «Manasés, rey de Judá, ha multiplicado las acciones pésimas y ha actuado peor que los mismos
amorreos; ha sido causa de que también la gente de Judá pecara con sus repugnantes imágenes.
21.12 Por eso, voy a traer sobre Jerusalén y sobre Judá un mal tan grande que a quienes lo escuchen les
zumbarán los oídos.
21.13 Jerusalén y sus reyes van a tener la suerte de Samaria y de la familia de Ajab. Fregaré a Jerusalén
como se friega un plato para limpiarlo y, después, lo vuelven al revés.
21.14 Arrojaré el resto de mi pueblo y lo entregaré en manos de sus enemigos, para que sean su presa y
botín.
21.15 Pues hicieron lo que me desagrada y me hicieron enojarme desde el día en que sus padres salieron
de Egipto, hasta hoy.»
21.16 Manases derramó también sangre inocente, en tal cantidad que llenó a Jerusalén de punta a punta,
además de los pecados con que hizo pecar a Judá.
21.17 Lo demás referente a Manasés, todo cuanto hizo y los pecados que cometió, está escrito en el libro
de las Crónicas de los reyes de Judá.
21.18 Cuando murió Manasés, lo sepultaron en el jardín de su casa, en el jardín de Uzza, y su hijo Amón
reinó en su lugar.
21.19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén; el nombre de su
madre era Mesulemet, hija de Jarús, de la ciudad de Yotbá.
21.20 Se portó mal con Yavé, como había hecho su padre Manasés.
21.21 Siguió en todo los pasos de su padre, sirvió a los ídolos a los que ha bía servido su padre y se postró
ante ellos.
21.22 Abandonó a Yavé, Dios de sus padres, y no anduvo por sus caminos.
21.23 Los oficiales de Amón se conjuraron contra él y lo asesinaron en su casa.
21.24 Pero los Ciudadanos mataron a todos los que se habían conjurado contra el rey, y proclamaron en su
lugar a su hijo Josías.
21.25 Lo demás referente a Amón y lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de
Judá.
21.26 Lo sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzza, y reinó en su lugar su hijo Josías.
Descubrimiento de la Ley
+
22.1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a gobernar, y reinó durante treinta y un años en Jerusalén.
Su madre era Jedidá, hija de Asías, de Boscat.
22.2 El hizo en todo lo que es recto a los ojos de Yavé, y siguió las huellas de David, su padre, sin
desviarse para ningún lado.
22.3 En el año dieciocho de su reinado, e1 rey Josías mandó a su secretario Safán, hijo de Asalía, hijo de
Mesulan, a la Casa de Yavé, diciéndole:
22.4 «Sube donde el sumo sacerdote Helquías, y dile que funda el dinero que la gente ofrece para la Casa
de Yavé y que recogen los guardias de las puertas,
22.5 y cuando lo haya fundido, que se lo entregue a los encargados de la Casa de Yavé. Con ese dinero
pagarán a los que están haciendo las reparaciones de la Casa.
22.6 Páguese con ello a los carpinteros y obreros de la construcción. Igualmente compren la madera y las
piedras necesarias para las reparaciones de la Casa.
22.7 Pero no se les pida cuenta de los gastos hechos, pues son gente honrada.»
22.8 A1 recibirlo, el sumo sacerdote Helquías dijo al secretario Safán: «He hallado el libro de la Ley en
la Casa de Yavé.» Helquías entregó el libro a Safán, que lo leyó.
22.9 Luego fue Safán donde el rey para decirle: «Hemos reunido el dinero que estaba en la Casa, y ha
sido entregado a los encargados de la Casa para hacer las reparaciones.»
22.10 Después, Safán anunció al rey: El sacerdote Helquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó el
libro para que lo conociera el rey.
22.11 Al escuchar lo que decía el libro, el rey rasgó sus vestidos
22.12 y ordenó a Helquías, a Ajicam, a Acbor, al secretario Safán y a Asías, su ministro, lo siguiente:
22.13 «Vayan a consultar a Yavé sobre lo que dice este libro que encontraron. Consulten por mí, por el
pueblo y todo Judá. Porque nuestros padres no escucharon lo que dice este libro, ni escucharon sus
ordenanzas. Y por eso, grande es el enojo de Yavé contra nosotros.»
22.14 El sacerdote Helquías, Ajicam, Acbor, Safán y Asías, fueron a consultar a la profetisa Joldá, espo sa
de Salum, hijo de Ticva, hijo de Jarjas, encargado del vestuario. Ella vivía en Jerusalén en la ciudad
nueva.
22.15 Ella les contestó: «Esto dice Yavé:
22.16 Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, según todas las palabras del libro que ha
leído el rey de Judá,
22.17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso en honor de otros dioses. Por todo lo que
han hecho, estoy enojado contra este lugar, y el fuego de mi cólera no se apagará.
22.18 Ustedes transmitirán esta respuesta al rey de Judá, que los ha enviado a consultar a Yavé: Esto dice
Yavé, Dios de Israel: No te alcanzarán las amenazas de este libro,
22.19 porque tu corazón se ha conmovido y has hecho penitencia en la presencia de Yavé al oír lo que he
dicho contra este lugar y contra sus habitantes, pues este lugar será desolado y maldito. Pero tú has
rasgado tus vestiduras y has llorado ante mí, y yo te he escuchado, dice Yavé.
22.20 Por eso voy a reunirte con tus padres; morirás y serás sepultado en paz,, sin haber visto ninguno de
los males que voy a mandar contra este lugar.»
Reforma de Josías
23.1 El rey mandó a llamar a su lado a todos los jefes de Judá y Jerusalén.
23.2 Luego subió a la Casa de Yavé acompañado por toda la gente de Judá y Jerusalén. Fueron los
sacerdotes con los profetas y todo el pueblo, desde el más chico hasta el más anciano. Estando todos
reunidos, se leyó el Libro de la Ley hallado en la Casa de Yavé.
23.3 El rey estaba de pie junto a la columna; pactó la alianza en presencia de Yavé, comprometiéndose a
seguirlo, a guardar sus mandamientos y sus leyes, y a respetar sus ordenanzas. Se comprometió a
mantener esta alianza según lo escrito en el Libro, con todo su corazón y toda su alma.
Y todo el pueblo se comprometió con él.
23.4 Entonces el rey ordenó al sumo sacerdote Helquías, así como a los sacerdotes de menor grado y a
todos los porteros, que sacaran todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Asera y para
todos los astros del cielo. Los hizo quemar fuera de Jerusalén, en las tierras baldías del Cedrón, y
arrojó sus cenizas a la sepultura común del pueblo.
23.5 Los reyes de Judá habían establecido sacerdotes paganos que ofrecían sacrificios en los santuarios
de lomas, en varias ciudades de Judá y alrededor de Jerusalén. Josías los suprimió, así como a los
que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros y a todo el ejército del cielo.
23.6 El Tronco Sagrado que estaba en la Casa de Yavé fue sacado de Jerusalén y llevado al torrente del
Cedrón, donde fue quemado y sus cenizas echadas en la fosa común.
23.7 El rey derribó la casa de los afeminados que se dedicaban a la prostitución (como se hace en la
religión de Asera). Estaba dentro de los patios de la Casa de Yavé y en ella también las mujeres
tejían velos para Asera.
23.8 Luego de esto, hizo venir a Jerusalén a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y destruyó todos
los santuarios de lomas donde habían ofrecido sacrificios, desde Bersebá en el sur hasta Gueba en el
norte. Derribó el Santuario de las Puertas que estaba a la entrada de la puerta de Josué, gobernador
de la ciudad. Estaba ubicado al lado izquierdo de la puerta de entrada a la ciudad.
23.9 Los sacerdotes que habían servido en los santuarios de lomas fueron mantenidos como los de
Jerusalén, pero no podían ofrecer los sacrificios en la Casa de Yavé.
23.10 El rey hizo destruir el quemadero del valle de Ben-Hinnon, para que nadie ya sacrificara por el fue -
go a sus hijos e hijas, según el rito de Molec.
23.11 Los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol fueron suprimidos de la entrada de la Casa
de Yavé; estaban cerca de la habitación del oficial del palacio Natanmeluc, en el atrio. Y los carros
del sol fueron quemados.
23.12 Había altares que los reyes de Judá habían construido en el techo del palacio de Ajaz. También
había altares levantados por Manasés en los dos patios de la Casa de Yavé. Josías los hizo destruir
todos y reducir a polvo, y los escombros se tiraron al torrente Cedrón.
23.13 El rey destruyó los santuarios que estaban en las lomas frente a Jerusalén, al sur del monte de los
Olivos. Salomón, rey de Israel, los había construido para Astarté, ídolo de los sidonios, para Camos,
ídolo de Moab, y para Milcom, ídolo de los amonitas.
23.14 El rey rompió las imágenes de los falsos dioses, cortó los troncos sagrados, y los lugares en donde se
encontraban fueron llenados de huesos humanos para hacerlos impuros.
+
23.15 Estaba también el santuario de Betel, con el altar que Jeroboam, rey de Israel, había hecho. En este
lugar el pueblo de Israel había mantenido un culto prohibido por Yavé. El rey lo derribó. Incendió el
santuario y quemó el tronco sagrado.
23.16 Mirando por todos lados, Josías divisó tumbas en el cerro; ordenó sacar los huesos y los quemó en el
altar. Así se cumplió la palabra de Yavé, que un hombre de Dios había proclamado cuando
Jeroboam estaba junto al altar durante una fiesta.
23.17 Josías notó la tumba de este hombre de Dios y dijo: «¿Qué monumento es este qué veo?» Los
hombres de la ciudad le dijeron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá para anunciar lo
que acabas de hacer contra el altar de Betel.»
23.18 El rey ordenó: «Dejen en paz la tumba, y que nadie toque sus huesos.» Y sus huesos, junto con los
huesos del profeta de Samaria, no fueron tocados.
23.19 Josías hizo también desaparecer todos los santuarios de lomas de las ciudades de Samaria. Estos
santuarios habían sido hechos por los reyes de Israel y solamente consiguieron el enojo de Yavé. El
rey los derribó e hizo con ellos igual que con el templo de Betel.
23.20 Degolló sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios de lomas que se encontraban allí, y
quemó sobre los altares huesos humanos. Luego se volvió a Jerusalén.
23.21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebren la Pascua en honor de Yavé, su Dios, según está
escrito en este libro de la Alianza.»
23.22 No se había celebrado una Pascua como ésta, desde los días de los Jueces que habían gobernado a
Israel, ni durante el tiempo que reinaron los reyes de Judá.
23.23 Esta Pascua tan solemne se celebró en Jerusalén en el año dieciocho del rey Josías.
23.24 Josías se conformó en todo a las palabras de la Ley escritas en el libro que el sacerdote Helquías
había encontrado en la Casa de Yavé. Fue así como eliminó a los espiritistas y a los adivinos, los
idolitos familiares y los ídolos, y todas esas cosas asquerosas que se veían en el país de Judá y en
Jerusalén.
23.25 No hubo antes ningún rey que, como él, se volviera a Yavé con todo su corazón, con toda su alma y
con todas sus fuerzas, observando toda la Ley de Moisés; ni después de él se manifestó otro que se
le pareciera.
23.26 A pesar de esto, Yavé no apartó el fuego de su cólera. Estaba enojado contra Judá por todo el mal
que había hecho Manasés y había declarado:
23.27 «También a Judá lo alejaré de mi presencia, como he alejado a Israel; ya no tomaré en consideración
a Jerusalén, la ciudad que había elegido, ni a esa Casa de la que había dicho: Mi Nombre está en
ella.»
23.28 +Lo demás referente a Josías y lo que hizo está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de
Judá.
23.29 En esos días pasó el faraón Necao, que iba a juntarse con el rey de Asur. El rey Josías salió a su
encuentro, pero Necao lo mató en Meguido, en cuanto lo vio.
23.30 Sus servidores trasladaron en carro su cadáver desde Meguido hasta Jerusalén y lo sepultaron en su
sepulcro. Entonces el pueblo tomó a Joacaz, hijo de Josías, para ungirlo y hacerlo rey en lugar de su
padre.
23.31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre era
Jamital, hija de Jeremías de Libná.
23.32 Hizo lo que desagrada a Yavé, imitando a sus padres.
23.33 El faraón Necao encadenó a Joacaz en Riblá, en el país de Jamat, porque no quería verlo reinar en
Jerusalén. Luego impuso al país una contribución de cien talentos de plata y diez de oro.
23.34 Y puso por rey a otro hijo de Josías, Elyaquim, como sucesor de su padre, y le cambió el nombre en
Joaquim. En cuanto a Joacaz, lo tomó y lo llevó a Egipto, donde murió.
23.35 Joaquim entregó la plata y el oro al faraón y, para pagar esa contribución que el faraón exigía, im-
puso una tasa a todo el país. Cada uno tuvo que pagar su cuota según lo que poseía. Así Joaquim co-
bró de todo el pueblo el oro y la plata que debía dar al faraón.
23.36 Joaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén. Su madre
era Zobida, hija de Pedaías, de Ruma. Hizo lo que desagrada a Yavé, imitando a sus padres.
24.1 En esos días, Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió el país, y Joaquim le fue sometido por tres
años, después de los cuales se rebeló.
24.2 Yavé envió contra Joaquim bandas de guerreros caldeos, de arameos, de moabitas y de amonitas; los
envió contra el país de Judá para arruinarlo según la palabra que había dicho por boca de sus siervos
los profetas.
24.3 Todo esto ocurrió solamente por orden de Yavé. Quería arrojar al pueblo de Judá lejos de su presen -
cia por los pecados de Manasés,
24.4 por todo el mal que había hecho y también por la sangre que había derramado, llenando Jerusalén de
sangre inocente. Por todo esto Yavé no quiso perdonar.
24.5 Lo demás referente a Joaquim y todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes
de Judá.
24.6 Cuando murió Joaquim, su hijo Joaquín reinó en su lugar.
24.7 El rey de Egipto no volvió a salir de su tierra, porque el rey de Babilonia había conquistado, desde el
río de Egipto hasta el río Eufrates, todo lo que había pertenecido al rey de Egipto.
El primer destierro
+
24.8 Joaquín tenía dieciocho años de edad cuando sucedió a su padre y reinó por tres meses en
Jerusalén. Su madre era Nejusta, hija de Enlatan, de Jerusalén
24.9 Joaquín se portó mal con Yavé, tal como lo había hecho su padre.
24.10 En ese tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vinieron a atacar a Jerusalén,
cercando la ciudad.
24.11 Nabucodonosor llegó cuando la ciudad estaba sitiada por su gente.
24.12 Joaquín, rey de Judá, se rindió junto con su madre, sus servidores, sus jefes y sus funcionarios.
24.13 Era el octavo año del reinado de Nabucodonosor. Este los detuvo y se llevó los tesoros de la Casa de
Yavé y de la casa del rey. Además, destruyó todos los objetos de oro que había hecho Salomón, rey
de Israel, para el altar de Yavé. Así se cumplió la palabra que Yavé había dicho.
24.14 Nabucodonosor llevó al destierro a todos los jefes y notables, herreros, cerrajeros, a todos los
hombres de valor y aptos para la guerra. Un total de diez mil fueron desterrados a Babilonia.
Solamente quedó la parte más pobre de la población.
24.15 También Nabucodonosor se llevó a Joaquín con su madre, sus mujeres y los funcionarios del
palacio, y toda la gente valiosa.
24.16 Así todos los hombres importantes, en número de siete mil, los herreros y cerrajeros en número de
mil y todos los hombres aptos para la guerra fueron deportados a Babilonia por el rey de Babilonia.
24.17 El rey de Babilonia dejó como rey, en lugar de Joaquín, a su tío Matanías, cambiando su nombre por
el de Sedecías.
24.18 Sedecías tenía veintiún años de edad, y reinó en Jerusalén durante once años. Su madre era Amital,
hija de Jeremías de Libná.
24.19 Hizo el mal a los ojos de Yavé, igual como lo había hecho Joaquín;
24.20 así se iba preparando el castigo de Yavé contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó lejos de su
presencia.
25.1 En el noveno año del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, vino Nabucodonosor con
todo su ejercito contra Jerusalén y acampó alrededor de la ciudad,
25.2 cercándola con una empalizada. La ciudad estuvo cercada hasta el año once.
25.3 El día nueve del cuarto mes de este año once, el hambre se hizo sentir muy fuerte en la ciudad y
faltó el pan para la gente del pueblo.
25.4 Entonces hicieron una abertura en el muro de la ciudad, y todos los hombres de guerra huyeron de
noche por el camino de la Puerta, entre los dos muros de la quinta del rey, pasando a través de los
caldeos. Y se fueron por el camino de la estepa.
25.5 Las tropas caldeas persiguieron al rey, dándole alcance en los llanos de Jericó. Entonces todo su
ejército se dispersó.
25.6 Capturaron al rey y lo llevaron a Riblá, donde Nabucodonosor lo sometió a juicio por traidor.
25.7 Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a él le sacó los ojos, encadenándolo con una
doble cadena de bronce para llevarlo a Babilonia.
25.8 El día siete del quinto mes del ano diecinueve del reinado de Nabucodonosor, uno de sus oficiales,
Nebuzaradán, jefe de la guardia, entró en Jerusalén.
25.9 Incendió la Casa de Yavé, la casa del rey y todas las casas de los poderosos.
25.10 Y las tropas de la guardia caldea demolieron las murallas que rodeaban la ciudad.
25.11 Nebuzaradán hizo salir lo que quedaba de los habitantes de Jerusalén y los que durante el sitio se
habían pasado a los caldeos.
25.12 Solamente dejó una parte del pueblo, los más pobres, para trabajar las viñas y la tierra.
25.13 Los caldeos rompieron las columnas de bronce, las bases y la pileta de bronce de la Casa de Yavé,
llevándose todo el bronce a Babilonia.
Saqueo de Jerusalén y segunda deportación
25.14 Asimismo se llevaron los calderos de bronce, las paletas, los cuchillos, las cucharas y todos los
utensilios de bronce de que se servían en la. Casa de Yavé.
25.15 El jefe de la guardia tomó los incensarios y los aspersorios y todos los objetos de oro y plata,
25.16 junto con las dos columnas, la gran pileta y las bases que había hecho Salomón para la Casa de
Yavé. Todos aquellos objetos hacían una cantidad enorme de bronce.
25.17 Cada una de las columnas tenia nueve metros de altura, con una capitel de bronce encima, de metro
y medio de alto; había una red de granadas en torno del capitel, todo de bronce.
25.18 Además, el jefe del ejército tomó preso a Seraías, primer sacerdote, a Safanías, segundo sacerdote, y
a los tres encargados de la puerta.
25.19 Tomó también a un funcionario de la ciudad que era inspector de los hombres de guerra, a cinco de
los servidores del servicio doméstico del rey, que se encontraban en la ciudad, al secretario del jefe
del ejército, encargado del alistamiento de los Ciudadanos, y a sesenta Ciudadanos más que se
hallaban en la ciudad.
25.20 A todos éstos Nebuzaradán, jefe del ejército, los tomó y los llevó a Ribla, donde el rey de Babilonia.
25.21 El rey de Babilonia los ejecutó en Ribla en el país de Jamat. Entonces fue desterrado Judá, lejos de
su tierra.
25.22 Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dejado, le
puso por gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.
25.23 Todos los jefes del ejército y sus hombres supieron que el rey de Babilonia había puesto por
gobernador a Godolías y fueron donde él a Mizpa: Ismael, hijo de Netanías, Jojanán, hijo de Careaj;
Seraías, hijo de Tanjumet el netofita; Jazaníás, hijo de Macati, ellos y sus hombres.
25.24 Godolías les declaró con juramento a ellos y a sus hombres: «No teman estar al servicio de los
caldeos, quédense en el país y sirvan al rey de Babilonia, y les irá bien.»
25.25 Pero en el séptimo mes, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisama, que era de la familia del rey, vino
con diez hombres y mataron a Godolías, así como también a los judíos y caldeos que estaban con él
en Mizpá.
25.26 Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande y los jefes del ejército, huyeron a
Egipto por temor de los caldeos.
25.27 En el año treinta y siete de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes decimosegundo, el día
veintisiete, Evil-Merodac, rey de Babilonia, el mismo año que comenzó a reinar, tuvo compasión de
Joaquín y lo sacó de la cárcel.
25.28 Le habló con amistad y le dio un trato superior al que daba a los demás reyes vencidos que tenía con
él en Babilonia.
25.29 Joaquín se quitó tos vestidos de la cárcel y durante el resto de su vida comió todos los días en pre-
sencia del rey. Le dieron constantemente lo necesario para vivir, de parte del rey, todos los días de
su vida.