Kant Herbart
Kant Herbart
Kant Herbart
Conrad Vilanou
Universidad de Barcelona
1
S. TURRO, Lliçons sobre història i dret a Kant. Barcelona. Edicions
de la Universitat de Barcelona. 1997.
principios de la libertad natural, Kant reclama el
protagonismo de una disciplina que ha de actuar como
propedéutica del error. La filosofía crítica implica, necesaria
y forzosamente, la presencia de la disciplina. Para Kant, la
disciplina es la condición de posibilidad de la humanidad, es
decir, el requisito para que el hombre pueda llegar a ser
verdaderamente humano. En consecuencia, cualquier acción
humana debe ser sometida a los dictados de la razón, ya que la
indisciplina es un mal mayor que la falta de cultura.
2
Véase el estudio preliminar de R. RODRIGUEZ ARAMAYO, "El Utopismo
ucrónico de la reflexión kantiana sobre la historia", en KANT, Ideas
para una historia universal en clave cosmpolita y otros escritos
sobre Filosofía de la Historia. Madrid. Tecnos. 1987. También sobre
las relaciones con Basedow y el Instituto de Dessau, véanse los
comentarios de A. PHILONENKO a las Réflexions sur 1'éducation de Kant
(Paris, J. Vrin, 1980).
Así, la filosofía de la historia kantiana se presenta como un
auténtico proyecto formativo destinado a la educación de la
humanidad. Tal planteamiento coincide con otros escritos
suyos como aquel emblemático texto sobre ¿Qué es la
Ilustración? (1784) en el que manifiesta que, aunque no se ha
llegado a una época ilustrada, con el reinado de Federico se
asiste a un período de ilustración, aspecto lógico si tenemos
en cuenta que, según Dilthey, el sistema de educación de
Prusia constituía en el siglo XVIII un claro ejemplo de la
configuración del estado como educador.3
4
En 1911, Lorenzo Luzuriaga tradujo estas lecciones al castellano,
incluyéndolas en un volumen Sobre educación que recogía, además,
textos de Pestalozzi y Goethe (Madrid, Daniel Jorro, 1911). En 1921
apareció una versión francesa, Traité de Pédagogie, con un estudio
previo de Raymond Thamin (París, F. Alcan, 1921). A partir de la
versión de Luzuriaga, la casa Akal de Madrid ha realizado
recientemente una nueva edición de la Pedagogía kantiana.
moral, o lo que es lo mismo, por una esperanza ética universal
que, además de apelar a la educación y apuntar desde una
perspectiva cosmopolita a la paz perpetua, abre el horizonte de
un tiempo indefinido en clave teológica ya que la idea de Dios
sólo tiene sentido en el contexto de la moralidad.
5
Sobre la relación entre ambos autores, véase J. RUBIO CARRACEDO,
"Rousseau en Kant", Kant después de Kant. En el bicentenario de la
Crítica de la Razón Práctica. Madrid. Tecnos. CSIC. 1989, págs. 349-
368.
llevado por sus impulsos animales, se aparte de su
destino, l a humanidad". Desde aquí se entiende la precisión
kantiana al distinguir entre la disciplina, como parte
negativa de la educación ya que elimina la animalidad, y la
instrucción, considerada contrariamente como la parte positiva
de la educación. En realidad, el proyecto kantiano se nos
ofrece bajo el signo de una disciplina que actúa no sólo
como condición de posibilidad de la instrucción, sino
también como requisito previo a la viabilidad de cualquier
acción ilustrada y moralizadora. No ha de extrañar, pues,
que Kant señale en sus lecciones de Pedagogía que de las
cuatro dimensiones que ha de promover la educación quede
pendiente la moralización: "vivimos en un tiempo de
disciplina, cultura y civilidad; pero aún no, en el de la
moralización".6 Al fin de cuentas, su filosofía de la
historia –auténtico relato de formación (Bildungsroman)–
apunta, justamente, hacia el advenimiento de una época
ilustrada (no de simple ilustración) en la que señoree la
moral, tal como se refleja en su Idea de una historia
universal en sentido cosmopolita: "El arte y la ciencia nos
han hecho cultos en alto grado. Somos civilizados hasta el
exceso, en toda clase de maneras y decoros sociales. Pero para
que nos podamos considerar moralizados falta mucho todavía".7
Y es que frente al pesimismo historicista de Rousseau, Kant
exhibe su optimista filosofía de la historia en la que emerge
la ilustración como motor de un quiliasmo filosófico que no es
quimérico, ni utópico.
7
KANT, Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, en
Filosofía de la historia. Traducción de Eugenio Imaz. México. El Colegio
de México. 1941, pág. 56.
facultades en función del bien moral, conforma orgánicamente
el espíritu humano. A través de una filosofía de la historia
articulada en torno a la idea de progreso, el imperativo
categórico se especifica de manera social y cosmopolita. En
última instancia, Kant sabe que la filosofía de la historia es
una narración terapéuticamente útil y pedagógicamente
edificable para encauzar la ambición de los gobernantes a fin
de que, en su afán de gloria, persigan el bien común. Gracias
a este planteamiento, la filosofía de la historia aparece como
la guía de unos príncipes que han de conducir, a través de una
continuada ilustración, a la prosperidad una sociedad que se
ha secularizado en una comunidad ética. Es obvio que en su
condición de espíritu ilustrado, Kant apela a la acción de los
monarcas –y aquí la figura de Federico adquiere una especial
relevancia– para que desarrollen campañas a favor de la
ilustración aunque "los gobernantes del mundo no disponen de
dinero alguno para establecimientos públicos de enseñanza ni
para nada que se refiera a mejorar el mundo, porque todo está
ya comprometido para la próxima guerra".8 Sea como fuere, la
guerra –manifestación extrema de la insociabilidad humana– ha
de coadyuvar a racionalizar progresivamente la coexistencia
entre los diversos pueblos. De ahí que Kant, desde su
optimismo ilustrado, no dude en pronosticar una idea como hilo
conductor y estructura teleológica de la historia universal: la
noción ideal-final de un mundo moral, es decir, "un estado de
ciudadanía mundial o cosmopolita, seno donde pueden
desarrollarse todas las disposiciones primitivas de la especie
humana".9
8
Ibidem, pág. 60.
9
Ibidem, pág. 61.
Lector apasionado de Kant, quedó a los 16 años profundamente
impresionado por la lectura de los Fundamentos de la
metafísica de las costumbres . Podemos señalar que Herbart se
mantiene fiel a la fórmula kantiana según la cual la educación
comprende la disciplina y la instrucción en vistas, además, a
la moralización de la humanidad. Formar la moralidad es el fin
supremo de la educación. Para alcanzar esta finalidad deben
coadyuvar tanto la disciplina –que tiene por objeto la
formación del carácter y que no debe confundirse con el
gobierno escolar– y la instrucción, que si bien de manera
inmediata debe favorecer la multiplicidad del interés del
alumno ha de tener como objetivo final el concepto de virtud.
10
Véase este breve texto kantiano, "El Catecismo moral de Kant:
una versión popular de la teología ética", Pensamiento, XLII, 1986,
págs. 225-233.
desde un punto de vista pedagógico.11 Algo parecido expresaba
Herbart en el Bosquejo para un Curso de Pedagogía: "todo
resultaría invertido si en vez de unificar las máximas (a
saber, en el concepto de virtud) se quisiera deducir la mayor
parte de las máximas de cualquier fórmula del imperativo
categórico, y de éste, las valoraciones de la voluntad".12
Probablemente, Herbart se distancia del rigorismo kantiano
porque vio en él una supervivencia del viejo dogmatismo.13
15
T. FRITZSCH, Juan Federico Herbart. Barcelona. Labor. 1932, pág. 91.
creación de un círculo de ideas que suscite una aprobación
espontánea a causa de su reconocida dignidad, de su manifiesto
valor. Cinco son las ideas que integran este círculo: la idea
de la libertad interna, es decir, de la fidelidad a las
propias convicciones; la idea de perfección de la voluntad en
constante y enérgica superación; la idea de benevolencia, de
la adhesión de la voluntad propia a la ajena con el propósito
de complacer a los demás; la idea de justicia, de la armonía
de voluntades por concesiones mutuas en relación con objetos
susceptibles de provocar conflictos, y finalmente, la idea de
equidad, de la restauración de la justicia cuando ha sido
alterada. La posesión de estos valores origina la fuerza del
carácter moral que es –no lo olvidemos– el fin de la educación
para Herbart16.
17
Kant en el parágrafo 59 de la Crítica del Juicio presenta la belleza
como símbolo de la moralidad: "lo bello es el símbolo del bien moral"
(KANT, Crítica del Juicio. México. Porrúa. 1991, pág. 309).
18
En sus Cartas sobre la educación estética del hombre Schiller escribe:
"El paso del estado estético al lógico y moral (de la belleza, a la
verdad y al deber) es por ello infinitamente más fácil que el paso del
estado físico al estético (de la pura y simple existencia ciega, a la
forma)" (Barcelona, Anthropos, 1990, pág. 307-309).
sereno, firme y preciso, a saber, del gusto moral. Dotado de
buenas disposiciones artísticas, Herbart –que se refirió en
La representación estética del mundo como misión capital de
la educación (1804) a la necesidad de una construcción
poética que impulsase a la voluntad a obrar– opta por una
estética moral que se fundamenta en la intuición estética, en
la sensibilidad del gusto (Geschmack): "sólo de la potencia
estética de la mirada moral que se dirige a todo puede nacer
puramente, libre de deseos y en una forma compatible con el
valor y la prudencia el entusiasmo por el bien, con el cual
se fortalece la verdadera moralidad hasta convertirse en
carácter" . De ahí que la ética herbartiana sea una estética
19
19
HERBART, Pedagogía General derivada del fin de la Educación, obra
citada, pág. 268.
20
HERBART, Bosquejo para un Curso de Pedagogía, obra citada, pág. 135.
científica, en la ética y en la psicología.21 Ahora bien, la
psicología herbartiana –fundamentada en una teoría del
conocimiento realista– se mueve bajo la influencia del
empirismo al considerar el ser humano como una "tabula rasa".
En su opinión, hay que partir del dato, de los hechos, de
los fenómenos con lo cual impugnará el idealismo.22 Herbart –
que se había casado en 1811 con una inglesa – desarrolla
una psicología de la asociación que recuerda la filosofía de
Hume. Así se despierta el interés poniendo en relación
conveniente las nuevas representaciones con las que ya
existían (apercepción). En justa reciprocidad, los dos
principios fundamentales de la pedagogía herbartiana son,
precisamente, la doctrina de la apercepción y la doctrina del
interés.23
22
M. FRISCHEISEN-KÖHLER, "Herbarts Bregründung des Realismus",
Festschrift Johannes Volkelt zum 70. Geburstag. Munich. C.H. Beck'sche
Verlagsbuchhandlung Oskar Beck. 1928, págs. 154-172.
23
Herbart divide los intereses en seis clases: el empírico(dirigido
a la diversidad de los fenómenos), el especulativo (que apunta a
la conformidad de los fenómenos con las leyes), el estético (interés
del gusto), el simpático (dirigido al hombre particular), el social
(a la sociedad) y el religioso (dirigido a la relación con Dios).
24
HERBART, Informes de un preceptor. Traducción y prólogo de R. Tomás
y Samper. Madrid. Ediciones de La Lectura. S/a.
países enteros..."25
25
HERBART, Pedagogía General derivada del fin de la Educación, obra
citada, pág. 242.
26
Ibidem, pág. 156 y ss.
27
A. J. COLOM, "Els significats de J. F. Herbart", prólogo a la
edición catalana de J. F. HERBART, Esbós per a un curs de Pedagogia.
Vic. Eumo. 1987, pág. XXXVII.
planteamientos nada que recuerde los corrosivos comentarios
de Descartes respecto las humanidades. Tampoco detectamos en
sus propuestas una matematización del curriculum –como
pretendió el positivismo de Comte–, sino una especie de
síntesis entre las artes, las letras y las ciencias. Incluso,
como buen representante de la ilustración alemana, tampoco se
opondrá a la enseñanza de la religión, a la que considera un
complemento de la moral ya que ambas –tanto la moralidad como
la religiosidad – son convicciones que descansan sobre
argumentos sentimentales. 28
29
HERBART, Informes de un preceptor, obra citada, pág. 46.
30
HERBART, Bosquejo para un Curso de Pedagogía, obra citada, pág. 49.
decir, la instrucción lingüístico-histórica y la científico-
natural.31 La primera se ocupa del estudio de la humanidad
(siendo las lenguas sólo un mero instrumento), mientras que
la segunda atiende a la naturaleza. "Como puntos capitales
que predominan en los comienzos de estas dos series, me atrevo
a citar la Odisea y el A B C de la intuición. Puede
considerarse como una tercera serie una sucesión de
diversos estudios, los más importantes de los cuales serán
la historia natural, la geografía, las narraciones
históricas y la introducción al derecho positivo y a la
política"32
31
Ibidem, parágrafos 37 y 85.
32
HERBART, Pedagogía General derivada del fin de la Educación, obra
citada, pág. 239.
33
HERBART, Bosquejo para un Curso de Pedagogía, obra citada, pág.
217.
entrar a considerar su adecuación a las respectivas edades
del alumnado – Herbart apuesta por una solución enciclopédica
e integral cuyo objetivo final es la formación del carácter
y, por ende, la moralización de la humanidad. De acuerdo con
Terencio, nada humano queda al margen de un proceso
instructivo que se presenta como una empresa inequívocamente
espiritualizadora. No en balde, espiritualizar –o lo que es
lo mismo, la perfección espiritual– es el objetivo último de
la teoría de la instrucción herbartiana.