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Un Poemario Sorpresa

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A su amada

Mi pequeña palomita,
mi pequeña, toda linda,
perlita mía, besadme:
con la boca toda llena
de amor, quitadme la pena
de mi amoroso cuidado.
Cuando yo os diga: niña mía
acercaos, necesito
nueve besos a la vez,
dadme solamente tres,
como los que Diana guerrera
le. dio a Febo su hermano
y la Aurora a su viejo…
Luego, retirad la boca,
y lejos, toda esquivez,
huid con pie bullicioso.

Como un toro por el prado


corre detrás de su amada,
así yo, lleno de ira,
correré, loco, tras vos,
y sujeta con fuerte mano
os retendré, de igual modo
que un águila al tembloroso pichón.
Entonces, fingiéndoos ruborosa
de darme los otros besos,
iniciaréis vos el gesto.

Pero en vano estaréis colgada


de mi cuello, esperando
(los ojos un poco bajos)
perdón de mi pecho herido.
Pues en lugar de seis he de pediros
más besos que estrellas nunca
tuviera el cielo; más que arena
se acumula en la orilla
arrastrada por el agua
cuando airada se estrella contra las rocas.
Canción II
Vamos, Linda, a ver si la rosa
que abrió su pecho, esplendorosa,
a los primeros ímpetus del sol,
altiva, esbelta, iridiscente,
bajo la lumbre atardecente
copia aún de tu faz el arrebol.
¡Ah! Mira con cuanta presteza
sobre la tierra su belleza
hoja por hoja descendió…
Fiera madrastra la Natura,
la flor en ella sólo dura
el tiempo que la luz la acarició.

Si pues mi amor tu fe merece,


en tanto que tu edad florece
en su más bella y fresca novedad,
recoge de la primavera
tu flor… Ya ves: locura fuera
esperar que se mustie su beldad.
Canción
Quienquiera conocer al Amor y a su esencia,
su arco, su fuego, sus rasgos y su aspecto,
cuáles son sus maneras y qué es lo que desea,
lea estos versos: voy aquí a describirlo.

Es un placer repleto de tristeza,


es un tormento ornado de alegría,
un desespero donde siempre se espera,
un esperar que siempre desespera.

Es como una nostalgia de juventud perdida


es como polvo expandido en el aire,
es pintar en el aire, es pretender a una
coger el viento y blanquear un moro.

Es falsa risa y dolor verdadero,


tener herido el corazón sin lamentarse,
es volverse criado en lugar de señor,
es morir y nacer mil veces cada día.

Es cerrar a los amigos de la razón la puerta,


que triste languidece casi muerta,
para entregar la llave a la enemiga
que la recibe con el pretexto de ser amiga.

Es mil males por sólo una mirada


es estar sano y simularse enfermo,
es perjurar mintiéndose, y hacer
profesión de adular y complacer.

Es un gran fuego envuelto en poco hielo,


un bello juego relleno de falacias,
es un despecho, una guerra, una tregua,
un largo pensamiento, una palabra breve.

Es un por fuera disimular el gozo,


celando un alma que dentro solloza,
un mal tan agradable que uno anhela
consumirse por siempre en tan bello martirio.

Es una paz sin duración apenas,


es una guerra de combate extremado,
en donde el vencido recibe toda gloria,
y el vencedor no obtiene la victoria.

Es un error de juventud que elige


aun antes la prisión que la libertad.
Es un pensamiento que entre dudas no reposa,
y por objeto sólo tiene una cosa.

En fin, Nicolás, es amor unos celos,


una fiebre en un frenesí.
¿Qué mayor mal puede haber en el mundo
que tener por señor a una mujer?

Así, pues, para que tu corazón no caiga


bajo los lazos de tan sujeta ley,
si tú me crees, ten cuidado:
el arrepentimiento llega tarde.
Como se ve en la rama de mayo abrir la rosa
Como se ve en la rama de mayo abrir la rosa,
fulgente de hermosura, su primor florecido;
y al mismo sol, de celos sentirse estremecido
sin ella deja el alba su lágrima radiosa;
Y la gracia en sus pétalos recogerse amorosa,
y en el jardín  y el árbol su aroma trasfundido,
o en estivales fuegos, o por la lluvia herido,
deshojarse su cáliz y morir silenciosa;

Tal en la primavera de tu ser esplendente,


cuando el mundo y los cielos diademaban tu frente,
rendida por la Parca ya en cenizas reposas…

Recibe por ofrenda mi llanto y mis clamores,


y esta copa votiva y esta lluvia de flores:
vivo o muerto, que sea tu cuerpo sólo rosas.
Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
hilando y devanando, sentada junto al fuego,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,
Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga
y que medio dormida ya por la labor
se despierte al oír el sonido de mi nombre,
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos


reposaré junto a la sombra de los mirtos,
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.

Lamentando mi amor y tu desdén altivo


Vive, créeme, no aguardes a mañana:
Coge desde hoy las rosas de la vida.
El ramo que os envío
Fue para vos para quien yo, Señora,
cortó al rosal las flores que os envío;
no hacerlo así y el vendaval o el frío
las agostaran antes de la aurora.
Ejemplo os dan, que si lucís agora
de impar beldad mirífico atavío,
pensad también que el tiempo ciego, impío
todo lo va royendo hora tras hora.

Pasan, fugan, esfúmanse los días;


lo que hoy somos será muerta ventura
del incierto mañana en las umbrías.

de mi rendido amor no estáis segura?


Pasan las horas, fúganse vacías…
Por qué no darme en flor vuestra hermosura?
Madrigal
¡Que se rompa el espejo en que se mira
llenándose de orgullo tu hermosura!
Cuando me vuelvas a mirar con ira
ya no es tan bella, oh niña, tu figura.

¡Cuánto hace que por ti mi alma suspira!


¿Y mi anhelo, mi fe, mi pasión pura
no lograrán que a quien por ti delira
te muestres algún día menos dura?

¿Crees que durará tu primavera?


¡Pasará! Pasará cual languidece
en el jardín efímera la rosa.

¡No volverá la juventud ligera!


Coge ávida el placer que ella te ofrece
y sin amar no mueras, niña hermosa.
Muerte de María
Como se ve en la rama de mayo abrir la rosa,
fulgente de hermosura, su primor florecido;
y al mismo sol, de celos sentirse estremecido
sin ella deja el alba su lágrima radiosa;
Y la gracia en sus pétalos recogerse amorosa,
y en el jardín  y el árbol su aroma trasfundido,
o en estivales fuegos, o por la lluvia herido,
deshojarse su cáliz y morir silenciosa;

Tal en la primavera de tu ser esplendente,


cuando el mundo y los cielos diademaban tu frente,
rendida por la Parca ya en cenizas reposas…

Recibe por ofrenda mi llanto y mis clamores,


y esta copa votiva y esta lluvia de flores:
vivo o muerto, que sea tu cuerpo sólo rosas.
¡Que se rompa el espejo en que se mira…
¡Que se rompa el espejo en que se mira
llenándose de orgullo tu hermosura!
Cuando me vuelvas a mirar con ira
ya no es tan bella, oh niña, tu figura.
¡Cuánto hace que por ti mi alma suspira!
¿Y mi anhelo, mi fe, mi pasión pura
no lograrán que a quien por ti delira
te muestres algún día menos dura?

¿Crees que durará tu primavera?


¡Pasará! Pasará cual languidece
en el jardín efímera la rosa.

¡No volverá la juventud ligera!


Coge ávida el placer que ella te ofrece
y sin amar no mueras, niña hermosa.
Soneto para Helena
Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
hilando y devanando, sentada junto al fuego,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,
Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga
y que medio dormida ya por la labor
se despierte al oír el sonido de mi nombre,
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos


reposaré junto a la sombra de los mirtos,
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.

Lamentando mi amor y tu desdén altivo


Vive, créeme, no aguardes a mañana:
Coge desde hoy las rosas de la vida.
Soneto

¿Qué decís y qué hacéis, niña mía?


¿En qué soñáis? ¿Pensáis acaso en mí?
¿Acaso no os preocupa mi desmayo,
y este penar por vos que me envenena?

Por vuestro amor mi corazón se agita


y ante mis ojos yo os veo sin cesar,
ausente os escucho y aun os oigo,
y sólo vuestro amor suena en mi pensamiento.

Siempre están vuestros ojos, vuestras gracias


y encantos
en mí grabadas y también los lugares
donde os viera danzar, leer y hablar.

Os tengo como mía, y si yo no soy mío,


vos sois la sola que en mi pecho respira,
mi ojo, mi sangre, mi desgracia y mi bien.
Vamos, Linda, a ver si la rosa
Vamos, Linda, a ver si la rosa
que abrió su pecho, esplendorosa,
a los primeros ímpetus del sol,
altiva, esbelta, iridiscente,
bajo la lumbre atardecente
copia aún de tu faz el arrebol.
¡Ah! Mira con cuanta presteza
sobre la tierra su belleza
hoja por hoja descendió…
Fiera madrastra la Natura,
la flor en ella sólo dura
el tiempo que la luz la acarició.

Si pues mi amor tu fe merece,


en tanto que tu edad florece
en su más bella y fresca novedad,
recoge de la primavera
tu flor… Ya ves: locura fuera
esperar que se mustie su beldad.

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