Borges
Borges
Borges
El escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) compone ensayos con dos propósitos:
preparar a su público para obras que aún no había publicado (como una suerte de escritor-
pedagogo), y criticar a la literatura realista.
1. La causalidad presente en la naturaleza, regida por las leyes físicas (la ciencia).
2. La causalidad que rige el mundo de la magia (lo lúcido, lo ancestral y primitivo).
Otro texto importante es el prólogo que escribió para su amigo Adolfo Bioy Casares, La
invención de Morel (1940). Es un manifiesto de la nueva narrativa fantástica que tiene dos
fines: el más obvio es presentar la novela de Bioy, y el más importante, dar los fundamentos de
una teoría de la narración que se propone diferir explícitamente de la presentada por Ortega y
Gasset en su conocido ensayo La deshumanización del arte (1925). Esto generará polémica
entre ambos autores.
Borges comienza su discusión con dos argumentos: en la novela realista, que pretende
plasmar realidades objetivas, los personajes actúan por causas no racionales. En cambio, la
novela tumultuosa o de aventuras (como Moby Dick), funciona como una doble causalidad
porque es un objeto artificial. En este tipo de universos, no hay contradicción entre las
leyes de la física y la superstición. Nada es arbitrario, porque todo responde a una
causa.
Concluye que la opción no es imitar el caos de la realidad, sino elaborar un “artefacto” que
tenga una estructura sólida y una causalidad bien marcada. Esta insistencia en el aspecto
caótico de lo realista, y el rigor de la novela de aventuras, está apoyado en la distinción entre
la CAUSALIDAD MIMÉTICA y la CAUSALIDAD MÁGICA (tomado del ensayo anterior).
Algo importante para destacar es que la literatura fantástica no fue concebida para evadirnos
de la realidad. Plantea preguntas para reflexionar acerca del mundo, y así lograr una
comprensión más profunda sobre la existencia del ser (cuestión metafísica). Dirá también que
"la literatura fantástica es una especie de capricho contemporáneo". Lo fantástico, que no
debe confundirse con lo milagroso o sobrenatural, tiene como fundamento una causalidad
profunda, que toma como modelo a la magia, tal como Borges la interpreta.
Por otra parte, Borges señalaba los procedimientos de la literatura fantástica en una
conferencia cuyos apuntes originales se extraviaron, y son los siguientes:
4. El doble con sus dos variantes: una persona es dos personas; dos personas son la misma
(como Juan Dahlmann).
Juan Dahlmann, secretario en una biblioteca municipal en Buenos Aires, posee dos linajes
opuestos: el germánico por vía paterna, que representa lo intelectual y la pasividad; y el
argentino por vía materna, con el cual el protagonista se siente más identificado porque
simboliza la pasión, la aventura y el heroísmo (lo romántico). Francisco Flores era un soldado
que murió en un enfrentamiento con los indios de Catriel. Empujado por ese sentimiento, ha
logrado salvar el casco de una estancia en el Sur que había pertenecido antes a su abuelo.
Los últimos días de febrero (verano de 1939), cuando está volviendo a su casa tras haber
adquirido una edición de Las mil y una noches, Dahlmann se golpea la cabeza con el batiente
de una ventana; en el momento no le presta importancia al golpe, pero esa noche se despierta
con fiebre y entra lentamente en lo que califica como un infierno. Ocho días pasan hasta que
los médicos deciden trasladarlo a un sanatorio e intervenirlo.
Dahlmman despierta con náuseas en una celda que se asemeja a un pozo. En los días que
siguen, se da cuenta de que ese es realmente el infierno, y comienza a odiarse por su debilidad
y su enfermedad. Cuando el cirujano le explica que estuvo a punto de morir por una
septicemia (infección) Dahlmann se echa a llorar. Otro día, el cirujano le dice que está
reponiéndose y que pronto podrá ir a convalecer a la estancia del Sur.
Ese día llega. Juan Dahlmann se dirige bien temprano a la estación Constitución para tomar el
tren que lo llevará al Sur. En el tren, el paisaje de la llanura se confunde y se mezcla con sus
sueños. El día pasa y Dahlmann siente que ese viaje hacia el Sur también es un viaje hacia el
pasado. Parece incluso notar que el tren en el que se encuentra ahora es otro.
Mientras termina de comer, Dahlmann siente un leve roce en su cabeza y ve una miga de pan
sobre la mesa. Preguntándose quién se la ha arrojado, se vuelve hacia los jóvenes alegres que
juegan a las cartas, pero los ve concentrados en lo suyo. Sin darle importancia, saca Las mil y
una noches y comienza a leerlo. Otra miga lo golpea, y esta vez los jóvenes se ríen. Entonces,
para evitar una pelea, Dahlamnn se levanta y se dirige a la salida, pero el dueño del almacén lo
llama por su nombre y le dice que no les haga caso, que están pasados de copas y solo quieren
divertirse.
Dahlmann entiende que el patrón lo conoce y que aquellos jóvenes también, por lo que la
ofensa se torna repentinamente personal y entiende que debe enfrentarlos. Despacio, se
aproxima a la mesa y les pregunta qué andan buscando. Uno de ellos se levanta, le grita, lo
insulta, saca un cuchillo y lo reta a duelo. El patrón interviene y hace notar a los jóvenes que el
forastero no está armado. Frente a esa sentencia, el viejo gaucho le arroja a Dahlmann un
cuchillo, que cae a sus pies.
Dahlmann levanta el puñal y comprende que con ese gesto ha aceptado el duelo. Sabe que no
puede ganar, pues desconoce cómo usar un cuchillo en una pelea, y no tiene idea de cómo
defenderse. Sin embargo, comprende que es mejor morir allí, en el Sur, antes que haberlo
hecho en el sanatorio. Con este pensamiento, sale a la llanura para enfrentarse a su rival.
A. ¿Cuento fantástico o realista?: “El sur” puede leerse de dos maneras: lineal y progresiva,
desde la perspectiva realista. Por otra parte, en el prólogo de la segunda parte de
“Ficciones”, el propio Borges indica que “es posible leerlo como directa narración de hechos
novelescos y también de otro modo”. Ese “otro modo” implica considerar que todo lo que
vive Dahlmann desde que sale del sanatorio es, en verdad, una alucinación: el personaje
principal muere en la clínica y su viaje al sur es el sueño de la forma en que le gustaría
haber muerto realmente. Sin embargo, no hay elementos de juicio para afirmar que una
lectura es acertada y la otra no. Ambas son plausibles.
D. El tiempo mítico: curiosamente, todo el relato está escrito con verbos en pasado, a
excepción del final. El tren que se detiene en otra estación y no en la correspondiente
también marca esta disyuntiva: Dahlmann no va a recuperarse en su estancia del Sur; ha
entrado a otro tiempo para morir honrando su
criollismo y a sus antepasados. El almacén de campo
aparece como el escenario posible para esa muerte
trascendental: habilita la conexión con el criollismo
que, lo ha dicho el narrador, había exaltado los
ánimos de Dahlmann. Esto también demuestra que lo que está viviendo el protagonista no
es un simple sueño: los sueños presentan espacios imprecisos, cambiantes y con poca
conexión causal. En cambio, este nuevo espacio que se ha calificado como mítico está
cargado de sentidos y de lógicas; es meticuloso, detallado, y los personajes guardan
similitudes con trabajadores de la clínica, pero remiten a otros sentidos. En ese espacio
mítico, el duelo a cuchillo -un motivo recurrente en la obra de Borges- es el desenlace que
conecta a Dahlmann con las hazañas cometidas por su abuelo en las guerras de la república
naciente.
criollismo de la familia de su padre. Su abuelo, Francisco Borges, fue coronel durante las
guerras civiles que sucedieron a la independencia de la Argentina, y su nieto escritor exalta
en más de un texto este pasado patricio de su familia, en el que encuentra un culto al
coraje que él mismo dice no poseer y admirar. Dahlmann se golpea la cabeza con una
ventana al subir las escaleras hacia su departamento. Dicho accidente deriva en una
infección que lo deja postrado y tras la cual deben internarlo. El propio Borges, en 1938,
tuvo un accidente al tropezar en las escaleras y golpearse la cabeza. La crítica ha
contemplado este momento como un punto de inflexión en la vida del escritor. Borges
sufrió una septicemia que lo dejó al borde de la muerte. Durante semanas estuvo luchando
entre pesadillas contra la fiebre y, tras su recuperación, debió pasar muchos meses de
convalecencia. Ese accidente también aceleró un problema congénito en la vista que
Borges había heredado de su padre y que lo dejaría ciego a sus 55 años.
Así como, para Borges, el golpe y la convalecencia implican una nueva etapa de su vida,
signada principalmente por la escritura de sus ficciones de carácter fantástico, el accidente
implica, para Dahlmann, la entrada en una nueva dimensión de significados. A partir del
momento de la internación, las fronteras espacio-temporales se vuelven vagas e
imprecisas; el sueño se confunde con la realidad y, paulatinamente, el lector comienza a
dudar del carácter de realidad de los hechos que se narran.