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La Armadura de Una Mujer Guerrera

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La armadura de una mujer Guerrera

¿Eres una mujer herida o una guerrera? Puedo ayudarte a ser lo último. Pero
primero, tenía que ir más allá de ser lo primero.
Cualquiera de nosotras puede convertirse fácilmente en una mujer herida … sin
siquiera pensarlo.
Los comentarios dolorosos de otros, los sueños robados, las decepciones en las
relaciones o simplemente una circunstancia en la vida que parece injusta nos
pueden encoger de sentimientos de debilidad y fracaso.
Añade heridas de nuestra infancia a eso y todos nos convertimos en un desastre.
Pero tú y yo ya no tenemos que vivir de esa manera.
Las Escrituras dicen que, si somos seguidores de Cristo, nuestra lucha no es
contra la carne y la sangre, sino contra «los gobernantes, contra las autoridades,
contra los poderes de este mundo oscuro y contra las fuerzas espirituales del mal
en los reinos celestiales» (Efesios 6:12).
Eso me dice que debemos ser guerreras… no mujeres que se encogen por las
heridas. La Escritura nos exhorta en Efesios 6: 10-11 a «ser fuertes en el Señor y
en su poder» y «ponerte toda la armadura de Dios para que puedas defenderte
contra los planes del diablo».
Luego, cuando se nos dan detalles sobre cómo ponerse esas armaduras, se nos
dice que tomemos el escudo de la fe «con el que puedes extinguir todas las
flechas de fuego del maligno» (versículo 16).
Comencé a pensar en cuántas de nosotras caemos presa de las flechas en llamas
o «dardos de fuego» del enemigo porque creemos en sus mentiras:
 Nadie te amará realmente.
 Eres un ejemplo patético de una mamá.
 Tu esposo realmente no te ama; Él sólo está pasando por los
movimientos.
 ¿Te llamas hijo de Dios? ¡Sólo mira cómo te comportas!
 Debería avergonzarse de todo lo que hay en su pasado.
Todo el mundo sabe lo falso y falso que eres. ¡Sólo déjalo!
Nunca puedes vivir una vida de sentido y propósito, así que ni siquiera lo intentes.
La armadura de la mujer
Esos dardos ardientes perforan nuestros corazones, apuñalan nuestras mentes,
condicionan nuestro pensamiento. Nos convencen de que las palabras de Dios
son mentiras y que las palabras del enemigo son ciertas. (a veces nuestros
pensamientos y otras palabras reales que nos hablan a través de otras personas)
Pero las Escrituras nos dicen que nos pongamos la armadura de Dios como
defensa contra estas mentiras, acusaciones y dardos de fuego. Efesios 6
Durante años, me pregunté qué significaba la analogía y cómo adaptarse
realmente a la armadura de Dios. Entonces mi esposo, un pastor, lo explicó en un
estudio bíblico una noche. Señaló que cada pieza de armadura simboliza a Cristo
de alguna manera.
Y, por lo tanto, ponerse la armadura de Dios es sinónimo de vestirse con el
carácter de Jesucristo, o simplemente permanecer en Él.
Debemos sujetar el cinturón de la verdad alrededor de nuestra cintura, lo que
significa saber en el centro de nuestro ser que Jesús es la verdad. Jesús dijo: «Yo
soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14: 6).
Debemos usar la coraza de la justicia, lo que significa que debemos cubrir
nuestros corazones con Cristo, que se llama «El Señor nuestra justicia» en
Jeremías 23: 6.
Tomar el escudo de la fe para extinguir esos dardos de fuego del enemigo. El
Salmo 84:11 nos dice «El Señor es sol y escudo …» y Cristo es el objeto de
nuestra fe.
Debemos ponernos el casco de la salvación protegiendo nuestras mentes y
cabezas con Cristo porque Hechos 4:12 dice que «la salvación no se encuentra en
nadie más».
Hay que tomar la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, y Juan 1:14 nos
dice que Jesús es la Palabra hecha carne.
Cuando el enemigo comienza a disparar sus dardos de fuego en tu corazón y en
tu mente, haciéndote creer que estás derrotado, no te alejes del ataque.
No te conviertas en una mujer herida, que cae presa de sus mentiras, acusaciones
y planes. En su lugar, ser una mujer guerrera. Conoce la verdad de quién eres y el
poder de Cristo en ti. Permanezcan firmes, vestidos en Cristo, permaneciendo en
el carácter y la identidad de Jesucristo.
La forma más fácil para que me acuerde de vestirme cada día es orar a través de
esas piezas de armadura mientras me estoy vistiendo. Mientras me pongo mi
ropa, le pido a Dios que me cubra con su carácter, me envuelva en su verdad,
cubra mi corazón con su justicia, proteja mi mente con su salvación y así
sucesivamente.
Y para mantenerme enfocado en la guerra en la que estoy, paso tiempo en Su
presencia, alabándolo por quién es Él (un recordatorio mental de que Él es Dios y
más grande que cualquier problema o dolor en mi vida), leyendo Su Palabra (y
obtener su consejo del día en lugar del mundo) y escuchar su voz (que me
recordará quién es mi comandante: el Rey de reyes, no mis miedos, dudas,
heridas o arrepentimientos).
¿Puedes enfrentar cada día con un claro recordatorio de quién eres realmente en
Cristo Jesús? Si es así, vivirás como una mujer guerrera, no como una herida.
1. Vestida para triunfar
Tema: Permitir que Dios nos transforme y nos ayude a ser de bendición.
Objetivo: Que la mujer cristiana fortalezca su espíritu y reciba la transformación
que viene de Dios. Que se proponga impactar su entorno positivamente para la
gloria de Dios.
Texto bíblico: Proverbios 31:25-26
Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo
hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.
(Proverbios 31:25-26)
Otros versículos que pueden servir de apoyo: 1 Pedro 3:3-4; Efesios 6:10-18
Introducción
La sociedad de hoy pone mucho énfasis en nuestro aspecto exterior: la ropa, el
cabello, el maquillaje... Se valora excesivamente cómo nos vemos, lo que
llevamos puesto, las marcas que usamos. ¡Qué bueno saber que Dios no se fija
en eso! Sí, él desea que nos cuidemos, que nos alimentemos bien y vigilemos
nuestra salud. Pero a nuestro Padre celestial le interesa aun más nuestro
crecimiento espiritual.
Dios anhela que cada una de nosotras reciba su amor. Su amor nos llena, nos
transforma y nos capacita para bendecir a los demás en su nombre. No hacemos
esto por nuestras propias fuerzas. Necesitamos cultivar una comunión diaria con
Dios y permitir que su Espíritu Santo nos llene. Cuando abrimos nuestro corazón a
su mover, él comienza a limar las asperezas de nuestra vida y a capacitarnos para
que seamos de bendición a otros. Puede que sea un proceso largo y hasta
doloroso, pero vale la pena.
Desarrollo del tema
En la Biblia hay unos versículos muy conocidos que nos hablan sobre la mujer que
teme al Señor. Se encuentran en Proverbios 31:10-31. A muchas mujeres nos
intimida ese capítulo, porque lo vemos como una lista inacabable de deberes por
hacer... Sin embargo, ese capítulo contiene en realidad las enseñanzas de una
madre para su hijo "el rey Lemuel". En los versículos 1-9 ella le advierte sobre la
inmoralidad sexual. El resto del capítulo habla sobre la mujer virtuosa que teme al
Señor, esa que sería buena como esposa para el rey Lemuel.
Es en esa sección que encontramos los dos versículos base para nuestro estudio
de hoy, los versículos 25-26.

Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo


hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.
(Proverbios 31:25-26)
Prestemos atención porque aquí encontramos una vestimenta que nos hará brillar
y triunfar de verdad. Junto con la armadura de Dios en Efesios 6:10-18, estos dos
versículos de Proverbios nos hablan de la mejor vestimenta que podemos llevar.
Aquí en Proverbios 31:25 se nos habla de fuerza, de dignidad y de una gran
seguridad. Luego, en el versículo 26, leemos sobre la sabiduría y la instrucción
amorosa. Veamos cada una de las frases en detalle.
Se reviste de fuerza y dignidad
La mujer que teme al Señor está vestida de fuerza y de dignidad. ¡Qué vestidos
más maravillosos! ¿Cuántas veces vamos por la vida cargadas de problemas,
pensando que no podremos salir adelante? Los afanes del hogar y del trabajo, los
problemas sociales que nos rodean... Necesitamos detenernos a orar y pedir al
Señor que nos dé su fuerza, esa que nos ayuda a fijar nuestros ojos en Dios y no
en los problemas o dificultades de la vida.
Es al detenernos en su presencia que logramos sentir el abrazo del Señor
llenándonos de fuerza y de ánimo. Nuestra confianza en él crece y vemos las
cosas de otra manera. Sabemos que Dios puede obrar y que lo hará a su debido
momento. Mientras esperamos, recibimos el ánimo y la fuerza necesarios para
seguir adelante con la frente alta, con dignidad, confiadas en nuestro Papá.
Porque sabemos que en él estamos completas (Colosenses 2:9-10).
No teme al futuro
Esta mujer no teme al futuro, más bien lo afronta con seguridad porque sabe quién
tiene el control: su Padre celestial. Como un bebé que duerme en los brazos
protectores de su papá, nosotras podemos descansar confiadas sabiendo que
Dios tiene nuestro futuro en sus manos. Sabemos que él obrará en medio de
cualquier situación que tengamos que afrontar. Nuestro Padre nos ayudará venga
lo que venga. ¡Preciosa certeza!
En la sociedad de hoy nos enteramos de los problemas del otro lado del mundo
casi tan rápido como si ocurrieran en nuestro propio barrio. Esto nos puede causar
ansiedad: las enfermedades, las guerras, los conflictos, el desempleo... Puede ser
una carga demasiado pesada para nosotras. Entreguemos todas nuestras
preocupaciones al Señor. El futuro está en sus manos. No nos afanemos por lo
que no podemos controlar o ni siquiera sabemos si sucederá. Confiemos en
nuestro Señor y descansemos en él.

Habla con sabiduría


¿Cómo son las palabras que salen de nuestra boca? ¿Son palabras de ansiedad?
¿Son palabras hirientes? ¿Son chismes? ¡Evaluemos nuestras palabras!
Busquemos la sabiduría que viene de Dios y hablemos cosas que reflejen su
corazón (Santiago 3:17). Nuestras palabras muestran nuestro nivel de madurez en
el Señor. Según crecemos en nuestro andar con Dios nuestras palabras tenderán
más a edificar y bendecir.
La Biblia dice que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34-35).
Por esta razón, si deseamos hablar con sabiduría necesitamos llenar nuestra
mente y nuestro corazón con la sabiduría que se encuentra en la Palabra de Dios.
¿Cuánto tiempo pasamos al día leyendo cosas que no edifican o viendo series
que no nos aportan gran cosa? Sí, está bien tener algo de tiempo de ocio, pero no
bajemos la guardia. Vigilemos lo que dejamos entrar en nuestra mente y en
nuestro corazón.
Busquemos cosas que nos edifican. Crezcamos en el Señor y en su sabiduría.
¡Leamos su Palabra!
Enseña con amor y con bondad
Por último, la mujer que teme al Señor no solo crece en fuerza, en dignidad, en
seguridad y en sabiduría, sino que aporta a la vida de otros enseñándoles con
amor y con bondad. ¡Recibimos para dar! Podemos enseñar con nuestras
palabras y con nuestras acciones. Podemos ser ejemplo de bondad y de amor a
los que nos rodean. ¡Podemos marcar la diferencia en este mundo!
Comenzamos con los más cercanos: nuestra familia, nuestros vecinos, los
hermanos de la iglesia. De ahí, nuestra influencia se extiende a la gente con la
que trabajamos y al vecindario en general.
¿Qué enseñamos a los demás? ¿Enseñamos a decir gracias y buenas tardes?
¿Honramos a los demás en nuestro trato diario? ¿Hablamos bendición sobre los
demás? Hay muchas maneras de enseñar, probablemente la mejor es con
nuestras acciones. Seamos bondadosas y demos amor. Podemos impactar a los
demás con solo sonreír y tratarlos con dignidad. No seamos perezosas en dar lo
que nos gustaría recibir de parte de los demás.
Conclusión
Son muchas las cosas buenas que podemos aportar a esta sociedad.
¡Hagámoslas! Bendigamos a los que nos rodean, movámonos en amor. Es verdad
que no lo lograremos solas. Lo haremos con las fuerzas que el Señor nos da. Que
nuestro deseo sea de vestirnos cada día más de él, que su corazón y sus
actitudes vengan a ser nuestra norma. Pidamos al Espíritu Santo que nos llene y
nos capacite para impactar a nuestras familias y a la sociedad que nos rodea en el
nombre de Jesús, con su amor y su poder.

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