TFG - Sanchez Gorospe, Jaime
TFG - Sanchez Gorospe, Jaime
TFG - Sanchez Gorospe, Jaime
SOCIALES
Madrid
2021/2022
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ÍNDICE
Posibilidades de atender a las demandas del poliamor desde la TPFE: Mis propuestas de
integración…………………………………………………………………….. Página 18
Conclusiones…………………………………………………………………... Página 26
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Resumen
Palabras clave: terapia focalizada en las emociones, terapia de pareja, TPFE, poliamor,
no monogamia consensuada (NMC), mononormatividad, posibilidad poliamorosa,
políada, poligrama.
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Abstract
Emotionally focused couples therapy shapes a model of work and analysis that is very
wide and extended, which is based on the ability of the couple to access their emotions
and the creation of new interactions between them. Polyamory is a term that refers to a
growing lifestyle in our society, in which people begin romantic relationships with more
than one person consensually. Even though Susan Johnson’s emotionally focused couples
therapy has been adapted to take in and treat a great variety of clients, it has barely been
attempted to employ it in the world of consensual non-monogamy, neither practically nor
in theory. That is the reason why this bibliographic review has many different goals: on
one hand, to serve as a summary of the contributions and the way emotionally focused
therapy functions; on the other hand, to analyze and elaborate the main characteristics
of polyamorous relationships and consensual non-monogamies, as well as the main
matters that can bring them to therapy; and finally, the key goal of this project would be
to implement Susan Johnson’s model and adapt it to find out up to which point it will be
able to embrace patients in polyamorous relationships. Throughout the development of
the review, the author will also make a number of contributions to the scientific field of
polyamory, generating new concepts, such as “polyad” and “polygram”, which will try
to serve as tools that facilitate the work and the understanding of the polyamorous
population.
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EL PROPÓSITO DE ESTA REVISIÓN
Por algún motivo aún no ha habido una investigación muy profunda acerca de lo
que implicaría la adaptación y aplicación de un modelo como es el de Terapia Focalizada
en la Emoción (TFE) a las relaciones poliamorosas. Yo supongo que esto ocurre
probablemente por el hecho de que tanto este modelo como el tópico que voy a desarrollar
son relativamente recientes. Antes de explicar la función de esta revisión bibliográfica,
de este trabajo, voy a proceder a describir en resumidas cuentas ambos tópicos: el
poliamor y el modelo de TFE que me concierne.
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apenas para ello la TPFE, con la excepción del valioso estudio de Kolmes (2017) que lo
aplicó a un caso real y realizó aportaciones de gran utilidad, tal y como mencionaré más
adelante.
Este trabajo, estructurado desde la base de una revisión bibliográfica, buscará ver
de qué manera podrá realizarse una adaptación del reciente modelo de Johnson (2020) de
cara a afrontar en terapia dichas relaciones poliamorosas y los problemas específicos que
pueden traer consigo. Tratará de tener en cuenta las variables más importantes que habrá
que modificar en mayor o menor medida para que sirva como base de investigaciones
empíricas y modelos más desarrollados en el futuro, así como para la formación y
consideración de futuros terapeutas de pareja, para que afronten las relaciones
poliamorosas en toda su complejidad de la manera más integrada posible.
Para ello además definiré tanto los aspectos a tener en cuenta de la TPFE como
los del poliamor, desarrollando sus múltiples formas, recomendaciones de terapeutas
experimentados, una definición única y ecléctica de las estructuras poliamorosas, que
hará uso de varios modelos no necesariamente relacionados con la TFE, como, por
ejemplo, el enfoque sistémico de Watzlawick (1967) así como su relación con el amor tal
y como lo hemos comprendido hasta ahora, utilizando para ello el concepto de Sternberg
(1989), entre otras teorías.
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MARCO TEÓRICO
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del sistema) u otras situaciones típicas en las que la pareja se comunica de una manera
que no sea buena para ellos, siendo el movimiento más típico el que uno adopta el rol de
perseguidor y otro el de replegador, con todos los procesos emocionales que ello conlleva.
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La segunda tarea de la TPFE sería el acceso y la reformulación de la emoción
(Johnson, 2020). Por ello, el segundo concepto que me gustaría plantear o analizar es el
de las emociones, viendo de qué manera se definen y conceptúan en esta línea de trabajo
terapéutico. Al ser un término complejo, conviene aclarar que se refiere a las emociones
universales básicas detectadas por autores importantes del campo, como Plutchik (2000).
Johnson (2020) no considera a la emoción una “respuesta irracional primitiva”, sino “un
sistema de procesamiento de la información de alto nivel”, que son un proceso
estructurado en sí mismo (primero vendría la evaluación, luego la excitación fisiológica,
la revaluación, y la tendencia a la acción apremiante) cuya función es la de ofrecer un
feedback sobre cómo nos va afectando nuestro entorno. Es una respuesta básicamente
adaptativa que tiene también la función social primaria de movilizar a quien las
experimenta de cara a abordar rápidamente encuentros interpersonales importantes
(Ekman, 1992). Por ponerlo en términos de una analogía particular del campo de la TPFE,
si los patrones de conducta e interacción de la pareja (la manera en que se relacionan, se
comunican, fomentan respuestas el uno en el otro) son un baile íntimo y continuo, la
emoción sería la música que hace que se produzca ese baile. Ello también conlleva que,
de cara a cambiar el baile (porque en parte para eso están muchas de las terapias de pareja,
para cambiar la manera en que se relacionan o comportan) hay que cambiar la música, y
por eso la TPFE se muestra tan efectiva. La emoción en TPFE se utiliza de 4 formas
diferentes (Johnson, 2020): compromiso (usar palabras e imágenes sencillas y concisas
que consigan que la persona conecte con la experiencia, haciendo uso de una distancia de
trabajo adecuada, que implique y haga que se comprometa la pareja pero no se sientan
abrumados), exploración (ir descomponiendo las emociones de forma que se expanda y
descubra la experiencia de cada miembro de la pareja para con el otro), “granularidad”
(término utilizado originalmente por Barrett [2004], que en TPFE se utiliza para reflejar
la capacidad del terapeuta de captar los indicios vagos de emociones y las omisiones y
convertirlos en vivencias concisas, con lo que consigue quitarles peso y capacidad de
intimidación) y nueva emoción (no se trata de fomentar la catarsis sin ningún objetivo
concreto, de hecho esto parece poco recomendable, sino de revisar los procesos
emocionales más importantes para los clientes, fomentando también que la pareja
descubra y se acerque a nuevas experiencias emocionales). Aunque el terapeuta en TPFE
se centre principalmente en las respuestas emocionales primarias desatendidas,
repudiadas o indiferenciadas por la pareja que asiste a terapia, hay que tener en cuenta
que en los primeros pasos del proceso terapéutico deberá validar también las experiencias
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emocionales más superficiales y evidentes que presentan (sobre todo las que forman parte
de su ciclo negativo de interacción). El terapeuta hará uso de otras orientaciones
complementarias para saber en qué emoción centrarse, algunas de las cuales expongo a
continuación: enfocar el aspecto más vívido o conmovedor de la experiencia, en aquellas
emociones destacadas por las necesidades y los miedos del apego, e intervenir en las
organizaciones de los ciclos de interacción de carácter negativo, aunque sobre todo será
la etapa del proceso terapéutico la que determinará en qué emoción (así como en qué
aspecto o nivel de la misma) se centre, siempre posicionándose en el aquí y el ahora,
como mencioné en las raíces rogerianas del proceso.
Estas tareas deben elaborarse y llevarse a cabo de manera simultánea a las fases
del proceso propuesto por la TPFE en sí mismo. Me explico, aunque las tareas son
factores a tener en cuenta por parte del terapeuta, el proceso y el avance se deberá dividir
en otras 3 etapas (que no van exactamente al mismo ritmo que las tareas, aunque
coinciden en ciertos momentos). Estas son: el desescalamiento de los ciclos negativos de
interacción (que incluye el establecimiento de la alianza y la evaluación inicial, la
identificación del ciclo y los problemas de apego, el acceso a emociones de apego
subyacentes y el reencuadre del problema), la reestructuración del vínculo (dividido a su
vez en 3 pasos: el acceso a las necesidades implícitas, los miedos y los modelos del yo,
la promoción de la aceptación por parte del otro, y el descubrimiento de la estructura con
la expresión de necesidades de apego) y la consolidación (facilitando nuevas soluciones
y consolidando las nuevas posiciones, ciclos e historias de apego seguro).
Los 3 grandes cambios que tienen lugar en la TPFE son el desescalamiento del
ciclo negativo (al terminar la primera etapa), el involucramiento del replegador (que se
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da al comienzo de la segunda etapa, y supone que la persona más replegada se vuelve más
activa y se involucra en la relación, reivindicando sus necesidades y deseos y colaborando
cada vez más en las sesiones terapéuticas) y el apaciguamiento del perseguidor (al final
de la segunda etapa el miembro de la pareja que antes se mostraba más hostil y activo se
arriesga a expresar sus propias necesidades de apego, sus vulnerabilidades, y favorece las
interacciones que ponen a prueba la confianza de la relación).
Un suceso que puede tener lugar en cualquier momento del proceso terapéutico y
que es importante trabajar (porque la TPFE, gracias a sus orígenes bowlbyanos está
preparada para abordarlo) es la revelación de una herida de apego. Estas han sido
definidas como “violaciones de la conexión humana” (Herman, 1992). Se suelen ver en
el contexto de las relaciones de pareja como momentos en que uno de los miembros se
siente traicionado, o abandonado, generando una inseguridad básica en el vínculo de
apego, que pueden más adelante llevar a reducir con creces la confianza y la intimidad en
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el que traiciona si no se resuelve o cura. Los clientes hablarán de estos eventos en términos
absolutistas, definitivos, de vida o muerte.
Un aspecto que será importante trabajar desde la TPFE podrá ser el componente
sexual de la relación. El dato de cómo avance este tema concreto se podrá considerar un
buen indicador del avance terapéutico, puesto que los propios miembros de la pareja lo
consideran un aspecto básico y fundamental cuando atraviesan momentos de distrés
(Boisvert et al., 2011), pero no le dan tanta importancia si la relación avanza de manera
satisfactoria (McCarthy & McCarthy, 2003). El sexo puede cumplir una variedad de
funciones en la relación, desde intentos desesperados de salvar a la misma hasta expresar
afecto o satisfacer deseos, pasando por muchas otras (Metz & McCarthy, 2007). La TPFE
ve que las experiencias sexuales afectan a los estilos de apego y se correlacionan con
estos de forma directa tanto en positivo como en negativo (Mikulincer & Shaver, 2003).
Trabajando las emociones primarias y favoreciendo la aparición del vínculo seguro en la
pareja se ha hallado que la satisfacción sexual también mejoraba (Wiebe et al., 2019).
Sobre el Poliamor
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poliamorosa desde la propuesta de entendimiento de las relaciones de pareja realizada por
Sternberg (1989). Él sostiene que las relaciones de pareja se pueden analizar y distinguir
de otras por 3 componentes representados en un triángulo. Son la pasión (la excitación,
el nivel físico-sexual…), el compromiso (la fidelidad, las metas compartidas a medio y
largo plazo…) y la intimidad (el conocimiento profundo del otro, el permitirle acceder a
toda tu forma de ser…). Aunque la teoría es mucho más compleja e interesante (puesto
que trata aspectos como de qué forma se desarrollan típicamente las relaciones de pareja,
qué ocurre si cualquiera de los vértices está desequilibrado…), conocer estos elementos
nos es suficiente para distinguir el poliamor de otro tipo de relaciones. Para mí, la clave
está en entender que, en las relaciones poliamorosas, la persona experimenta sus
relaciones como triángulos separados pero completos. Así mismo, a mi parecer, en el
modelo swinging hay una pareja primaria que cumple con las tres características del
triángulo de Sternberg, pero las personas que complementan la relación en el lado
pasional no mantienen, en principio, los otros dos vértices (intimidad y compromiso). En
las relaciones abiertas yo entiendo que las figuras complementarias no se comportan de
la misma manera que las swingers en lo que a este modelo se refiere por dos motivos. El
primero es que podemos entender que habrá una mayor carencia en la intimidad de la
propia relación central, al no comunicarse respecto a todos los encuentros que mantienen
(aunque no hay que entender esto de manera literal y absoluta, puesto que implicaría caer
en un cierto reduccionismo, siempre merecerá la pena estudiar cada caso). La segunda
razón por la que se diferenciarían es que las parejas swingers realizan la búsqueda de
terceros (o cuartos) que acoplan a la relación en el plano pasional de manera conjunta, y
no cada uno por su lado, como ocurre en las relaciones abiertas.
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en las que la persona le da la misma importancia a todas (ya sea considerándolas primarias
o secundarias), pero puede haber excepciones y hay que darle prioridad a la descripción
de la persona que las experimenta (Flicker et al., 2021). Por ver cómo se aplica esto a las
variables cualitativas medibles en una relación de pareja: las relaciones primarias y
pseudo primarias son comparables en niveles de dedicación, aceptación… a las relaciones
monogámicas (Balzarini et al., 2019); las relaciones primarias no monogámicas
experimentan menos estigma (sensación de vergüenza a nivel social), mejor
comunicación, y más satisfacción y compromiso con respecto a las secundarias y
terciarias (Balzarini et al., 2017); y finalmente, aunque no se hallaron diferencias en
seguridad de apego y satisfacción general entre las relaciones no-jerárquicas y las
primarias (en las jerárquicas), se encontraron menores niveles de estas dos variables en
las relaciones consideradas secundarias y terciarias en comparación con las primarias
(Flicker et al., 2021).
En primer lugar, aunque muchas veces se pueda pensar que las parejas
poliamorosas busquen asistir a terapia como consecuencia de la estructura de NMC, la
mayoría realizan esta búsqueda por prácticamente las mismas razones que las
monogámicas (Girard & Brownlee, 2015). Aun tomando esto en cuenta, como el
poliamor implica la involucración íntima con más de una persona, ello traerá consigo
procesos románticos que pueden tener lugar al mismo tiempo, pero a distintos ritmos para
la persona según la díada que se analice (Balzarini et al., 2017).
Muchos de los procesos que pueden resultar problemáticos para las relaciones
poliamorosas son resultado de la mononormatividad, que es como se denomina al
conjunto de creencias y conductas irracionales que idealizan y entienden la monogamia
como la única salida natural y/o posible (Moors et al., 2021). Esta mononormatividad
(llamada externalizada para distinguirla de la siguiente que voy a explicar) es la que
subyace a muchos de los procesos que pueden llevar las relaciones poliamorosas a terapia.
Si es internalizada por los miembros de la pareja, los llevará a experimentar menos
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satisfacción a nivel general en la relación. Pero, además, si lo que perciben es un cierto
grado de polifobia (miedo característico de la sociedad mononormativa en la que se temen
las relaciones recogidas en el espectro de NMCs por falta de conocimiento o sostenido
por creencias irracionales), les llevará a sentir vergüenza, a tener la necesidad de llevar
una doble vida, a mentir a su círculo más cercano… (van Tol, 2017). Un problema muy
característico de los grupos de identidad oprimidos o descartados por la sociedad en este
sentido (como ya les pasa a las personas pertenecientes al colectivo LCTBIQ+, por
ejemplo) será la experiencia de “salir del armario” (Sheff, 2013). Ante la situación de
contárselo a su círculo más cercano (familia, amigos…) habrá quienes lo hagan (y aun así
es probable que sea un proceso complicado para ellos), pero la mayoría optarán por mentir
u omitir parte de la verdad (a aquellos involucrados en relaciones poliamorosas
organizadas con una pareja primaria y relaciones secundarias les será más sencillo, puesto
que pueden presentar a su pareja primaria como la única existente).
Otro proceso muy característico que puede vivir una persona tiene que ver con el
paso previo a la entrada en el mundo poliamoroso, llamado por Sheff (2013) la
“Posibilidad poliamorosa”. Tiene que ver con lo que ocurre cuando una persona se plantea
o se da cuenta de que existe la opción de llevar a cabo relaciones del tipo NMC. Aunque
el cómo se produzca este pensamiento puede ser importante trabajarlo en terapia (puesto
que puede ser porque el cliente refiera que se lo ha propuesto su pareja, o porque han
leído sobre el tema…), a mí me interesa más explicar las 3 posibles reacciones que pueden
tener lugar en la persona ante esta posibilidad poliamorosa, tal y como las explica Sheff
(2020). Son el blasé, el encanto y el horror. El blasé se explica por aquellas personas a
las que el descubrimiento de la posibilidad poliamorosa no les impresiona o impacta
mucho (ya sea porque ya estaban participando o había participado de relaciones NMC o
porque les sirve para entenderlo y descartarlo por no encajar con su estilo de vida sin que
ello implique un proceso significativo). El encanto se asocia a aquellas personas que, ante
la posibilidad poliamorosa, experimentan sentimientos relacionados con la libertad o el
alivio, quizá porque les ayude a poner nombre a un modelo más acorde a su estilo de vida,
o porque les abra una vía para dejar de engañar y mentir (haciendo daño a la otra persona
y a sí mismo) y asumir una relación de NMC. El horror, en el polo opuesto, suele venir
acompañando un sentimiento de profunda inseguridad, porque lo tomen como un
indicador de que su pareja ya no los quiere o creencias de este tipo (esta experiencia se
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suele acentuar en personas que han vivido en el pasado experiencias de engaño e
infidelidad).
Dos procesos que pueden traer a terapia las relaciones poliamorosas y que suelen
ir muy de la mano son el miedo al abandono y los celos (Sprott et al., 2017). Suelen
aparecer como acompañantes de los complejos procesos de negociación, y es importante
que se trabajen cuando surjan. Y es que los procesos de negociación de términos son
también componentes particulares pero necesarios de las terapias de pareja para
relaciones poliamorosas, de hecho, hay autores que recomiendan redactar un acuerdo con
los límites al establecer nuevas relaciones con respecto a las previas (Kolmes &
Witherspoon, 2017). En ellos, se pueden incluir cláusulas de todo tipo, desde cantidad de
tiempo que se debe seguir pasando con la relación primaria (especialmente si la relación
es jerárquica) hasta qué actos sexuales se pueden llevar a cabo, pasando por infinitos
puntos intermedios en función de las definiciones y necesidades de los miembros. Para
ayudar de la mejor manera posible a los miembros de la relación, previamente y durante
las primeras sesiones los terapeutas deben acostumbrarse e irse adaptando al lenguaje de
los pacientes, a la forma de cada uno de entender la estructura relacional y de relacionarse
con el resto de los miembros (Humphrey, 1987).
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POSIBILIDADES DE ATENDER A LAS DEMANDAS DEL POLIAMOR
DESDE LA TPFE: MIS PROPUESTAS DE INTEGRACIÓN
Para realizar una integración completa, voy a tratar de abordar los temas que
puedan ser interesantes respondiendo a tres preguntas (siempre teniendo en mente tanto
las necesidades de las relaciones poliamorosas como las aportaciones del modelo TPFE):
con quién, qué y cómo trabajar.
Voy a comenzar abordando la pregunta de “¿con quién?”, pero para ello antes
quería realizar una serie de propuestas que permitan ampliar la mira del poliamor y su
estructura de cara a abordarlo y entenderlo de manera más completa.
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razonamiento lo podríamos llamar el análisis de la políada, y podríamos incluso
representar dicha políada gráficamente para facilitar su comprensión y plantear los
avances.
Figura 1: políada conformada por un hombre en una relación primaria que está al mismo tiempo en otra
relación secundaria con otra mujer
Figura 2: tres mujeres lesbianas (dos cisgénero y una trans) es una relación poliamorosa no jerárquica
primaria equilibrada
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Como propuesta, también se podría representar las situaciones en las que la pareja
ha aceptado la posibilidad de abrirse al poliamor, pero están en una situación en la que
ninguno de los dos se encuentra disponible mediante líneas que no conectaran con nada,
pero expresaran las relaciones que se desearían tener.
Figura 3: pareja en la que el hombre busca tener una relación abierta y poder satisfacer sus necesidades
pasionales con un tercero, pero ya se encuentra en una buena díada primaria inicial
Se podrían hacer infinitos bocetos más, y añadir varios detalles (se me ocurre
indicar el dato de cuánto tiempo llevan juntos bajo las líneas de color de la relación, poner
las iniciales de cada uno para distinguir mejor…), pero esto es solo un prototipo, una idea
de cosecha propia que creo que podría ser de gran utilidad.
Pasando a otro apartado dentro de este intento de dar respuesta a con quién se
daría la TPFE en las relaciones poliamorosas, creo que merece la pena destacar que
Johnson (2020) ya hablaba de la TPFE como modelo terapéutico que aceptaba la
diversidad de los clientes (característica propia de las terapias humanistas en general, por
otro lado), por lo que podríamos asumir que aceptaría también este tipo de relaciones.
Otros autores también afirman que es fundamental que se examinen con cuidado las
relaciones cliente-terapeuta de cara a ver si se pueden aplicar a un rango variado de
personas con todo tipo de orígenes culturales (Greenman & Johnson, 2013).
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parece evidente que la díada primaria debería asistir a terapia (ya que ningún autor
defiende que solo asistan las relaciones secundarias de la políada únicamente), en mi
opinión tomar la decisión de quién asistir a nuestro servicio es la más complicada en el
poliamor en comparación con el resto de NMCs (puesto que los swingers y las relaciones
abiertas hay una distinción en el plano de la intimidad y el compromiso en las relaciones
secundarias con respecto a las primarias, y yo optaría por ello por trabajar solo con el
núcleo de la relación primaria). La solución que yo le daría sería la de trabajar con todas
las relaciones que se consideren primarias dentro de la políada (sean las que sean, si hay
una díada primaria, con los dos miembros, pero si son 3 también con los 3 sea cual sea su
distribución), con la posibilidad (aunque no la recomendación) de traer a miembros de las
relaciones secundarias para trabajar objetivos o interacciones concretas en sesión.
Para responder a las dos siguientes preguntas (de las tres planteadas al comenzar
este apartado, las de “qué y cómo trabajar”), tendremos que ver primero qué temas
relevantes para las relaciones poliamorosas se pueden trabajar desde el contexto de la
TPFE, para después explicar de qué manera se podría realizar esta adaptación, cómo
funcionaría dicho trabajo.
Pero pasando ya a ver qué temas puede trabajar la TPFE para relaciones ya
asentadas como poliamorosas, voy a mencionar y sugerir los más habituales. Un evento
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que puede surgir en este contexto terapéutico se ve en el planteamiento de otra
posibilidad, en este caso la de “salir del armario”. Es solo una posibilidad porque no hay
una necesidad explícita o teórica de que las políadas poliamorosas decidan dar este paso,
pero si surge pueden darse todo tipo de combinaciones, siendo todas abordables desde la
TPFE: que uno de los miembros desee dar este paso y el resto no, que quieran hacerlo
pero no sepan cómo, que deseen hacerlo pero teman la reacción que puedan tener sus
allegados (sobre todo familiares, pero también amigos y conocidos)… Todas estas
opciones tendrán consecuencias emocionales diferentes, resonarán de distinta manera a
cada persona, y la TPFE podría proveer el marco para expresar todas estas emociones,
reparar las heridas de apego mientras surjan… Podrá explorar cómo les hace sentir y hasta
qué punto es importante para ellos tanto individualmente como analizando todo el sistema
para continuar trabajándolo de forma pautada y haciendo uso de todas las
microhabilidades de las que disponen los terapeutas de este modelo.
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estilo de apego, y aquí podría surgir la duda de qué estilo de apego tienden a tener los
perfiles que pertenecen a políadas poliamorosas, pero no debemos asumir que tienden a
estilos más evitativos o ansiosos (Sprott et al., 2017), de hecho habrá que ver cada caso
particular puesto que, viendo la capacidad y las herramientas comunicativas tan sanas que
pueden tener personas en relaciones poliamorosas (Klesse, 2006), pueden llegar a
relacionarse con sus parejas desde estilos de apego seguros e incluso tener más trabajado
el tema sexual, al ser una preocupación labrada desde la relación, como en las demás
NMCs.
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su cuenta). Wiebe et al. (2017) ya enfatizaron la importancia de realizar sesiones de
seguimiento periódicas con los clientes que hubieran completado el proceso de TPFE, y
yo quería reincidir y darles la razón en este aspecto, sobre todo al ser la adaptación que
está siendo propuesta tan innovadora y prototípica (sería útil comparar datos de inicio-
final-seguimiento de cara a aumentar la fiabilidad y validez de los estudios).
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CONCLUSIONES
Antes de dar este trabajo por finalizado, creo que merece la pena volver a la
pregunta que planteaba al principio, para ver precisamente si se ha contestado y explicitar
la respuesta que ha sido hallada. La pregunta inicialmente formulada era: “¿puede
adaptarse el modelo de terapia de pareja focalizada en la emoción para acoger y tratar de
manera adecuada a las relaciones poliamorosas?”. La respuesta ha sido un claro y
evidente “sí”, y, aunque podríamos desarrollar el resto de las preguntas subsecuentes que
ha abordado esta revisión (por ejemplo, “¿cómo se realizaría esta adaptación?”; “¿de qué
manera se beneficiarían las políadas poliamorosas de una terapia de estas
características?” …), me gustaría aprovechar este apartado más personal para reflexionar
acerca de la manera en que se producen las adaptaciones de modelos ya establecidos.
Digo esto porque creo que hay muchos otros modelos, además del de la TPFE, que
podrían adaptarse para acoger a las personas poliamorosas y sus relaciones sin tener que
ejecutar grandes cambios en su estructura ni en su funcionamiento. Además soy de la
opinión de que este ejercicio de adaptación sería muy beneficioso de cara a ayudar la
población poliamorosa, puesto que no hay un modelo empírico que funcione y consiga el
éxito terapéutico el 100% de las veces, y podemos pensar que una parte de estos
“fracasos” se deban a que habrá modelos que funcionarán mejor con algunas personas
(así como con políadas y parejas, ya puestos), y por tanto, quizá se esté reduciendo el
abanico de tratamientos y evitando que algunos pacientes/clientes no encuentren el
adecuado para ellos. Pero es que esta lógica funciona también viceversa: en el momento
en el que nos molestamos en entender el funcionamiento y las necesidades de una
población, podemos comenzar a hacer el esfuerzo de adaptar prácticamente cualquier
tratamiento, y así conseguiríamos que categorías como el poliamor no solo no queden
desatendidas, sino que además no pasen desapercibidas (reduciendo así también hasta
cierto punto la estigmatización que sufren y las consecuencias negativas que la
internalización de esta mononormatividad puede traer consigo).
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los posibles pacientes poliamorosos, debemos evitar que un terapeuta afronte su propio
proceso de “posibilidad poliamorosa” frente a su cliente (haciendo referencia a que tenga
que reaccionar por primera vez y plantearse el poliamor como concepto real y como
modelo de vida delante de su paciente, porque este le mencione algo sobre este tema),
puesto que la manera de reaccionar a dicho momento puede poner en juego el proceso de
cambio terapéutico y la alianza psicólogo-paciente (especialmente si la reacción que se
genera es de horror). La única manera de evitar este tipo de situaciones dañinas es educar
a los psicólogos, informarles sobre estilos de vida diferentes al suyo propio. Este método
de formación, además, a largo plazo, quizá haga que las políadas y las personas
poliamorosas se sientan más y mejor atendidos por la figura del psicólogo, provocando
que vayan más a terapia y resuelvan con más tranquilidad los conflictos que estén
haciendo que no se encuentren todo lo bien que podrían estar.
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