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La Joven Nacida

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Casa abierta al tiempo UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

Dr. Luis Mier y Terán Casanueva


Rector General
Dr. Ricardo Solís Rosales
Secretario General

UNIDAD IZTAPALAPA
Dr. José Lema Labadie
Rector Textos de teorías y crítica litera~ias
Mtro. Javier Rodríguez Lagunas (Del formalismo a los estudios poscolonlales)
Secretario
Dr. Rodrigo Díaz Cruz
Director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades
Mtro. Daniel Toledo Beltrán
Coordinador de Extensión Universitaria Selección y apuntes introductorios
Ma. del Rosario Hoyos Alea
Jefa de la Sección de Producción Editorial
NaraAraújo

Teresa Delgado

Universidad de La Habana

Rector
Juan Vela Valdés
Decano de la Facultad de Artes y Letras
Rogelio Rodríguez Coronel
Jefa del Departamento de Estudios Literarios
Mayerín Bello
Textos de teorías y crítica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales)

la escritura, a partir de un recorrido biográfico y diaspórico -judía de


ascendencia alemana que vive en una colonia francesa donde se habla La joven nacida
árabe-, y como alternativa de salvación existencial. Cixous trata de
encontrarse en una relectura de los clásicos; discute con Freud por 10
que considera como una contribución a la historia del falocentrismo y
una visión carencial de la situación femenina; construye una idea de la
bisexualidad en su relación con la creatividad artística, y otra de la es- Parte segunda
critura femenina.
Para Cixous, la escritura femenina depende de la caracterización bio- Salidas
lógica de la mujer; si su libido es «cósmica», su escritura no se inscribe
jamás ni discierne sus límites; y se relaciona con su capacidad pro- ¿Dónde está ella?
creadora, pues hay un vínculo entre la economía libidinal de la mujer
-su goce, el imaginario femenino- y su modo de constituirse. Pero Actividad/pasividad,
resulta categórica en cuanto a la imposibilidad de definir una práctica Sol/Luna,
femenina de la escritura, de teorizarla, aunque esto no significa que no Cul tura/N aturaleza,
exista. Para Cixous, 10 femenino en la escritura pasa por las alteracio- Día/Noche.
nes de la voz -suspenso, silencios-, por la linealidad del discurso, su
superabundancia, su vínculo con la voz de la madre (cda voz mezclada Padre/Madre,
con la leche»), La mujer escribe con «tinta blanca», escribe con su cuer- Razón/sentimiento,
po, y al hacerlo, transgrede en un acto de autoliberación. Inteligible/sensible,
La influencia de Cixous (así como de Luce Irigaray y de Julia Kristeva) Logos/ Pathos.
ha cobrado gran importancia en los estudios feministas, aun cuando su
modelo escritural femenino ha sido calificado de esencialista por su Forma, convexa, paso, avance, semilla, progreso.
estrecha dependencia de lo biológico y psicosexual. Materia, cóncava, suelo --en el que se apoya al andar-, receptáculo.
«La joven nacida» (segunda parte, «Salidas»), de 1975, ha sido to-
mado y editado de Hélene Cixous, La risa de la medusa. Ensayo sobre Hombre
la escritura, traducción de Ana María Moix, Barcelona, Anthropos, Mujer
1995, pp. 13-107.
Siempre la misma metáfora: la seguimos, nos transporta, bajo todas
sus formas, por todas partes donde se organiza un discurso. El mismo
hilo, o trenza doble, nos conduce, si leemos o hablamos, a través de la
literatura, de la filosofia, de la crítica, de siglos de representación, de
reflexión.

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El pensamiento siempre ha funcionado por oposición, se habla de la cuestión de la diferencia sexual acoplándola a la oposi-
Palabra/Escritura, ción: actividad/pasividad.
Alto/Bajo. ¡Eso es una mina! Si revisamos la historia de la filosofia -en tanto
que el discurso filosófico ordena y reproduce todo el pensamiento- se
Por oposiciones duales,jerarquizadas. SuperiorlInferior. Mitos, le- advierte que: I está marcada por una constante absoluta, ordenadora de
yendas, libros. Sistemas filosóficos. En todo (donde) interviene una valores, que es precisamente la oposición actividad/pasividad.
ordenación, una ley organiza 10 pensable por oposiciones (duales, irre- Que en la filosofia, la mujer está siempre del lado de la pasividad.
conciliables o reconstruibles, dialécticas). Y todas las parejas de oposi- Cada vez que se plantea la cuestión; cuando se examinan las estructu-
ciones son parejas. ¿Significa eso algo? El hecho de que ellogocentrismo ras de parentesco; cuando un modelo familiar está en juego; de hecho,
someta al pensamiento -todos los conceptos, los códigos, los valo- desde que se debate la cuestión ontológica; desde que nos preguntamos
res- a un sistema de dos términos, ¿está en relación con «la» pareja, qué quiere decir la pregunta «¿qué es?»; desde que existe un querer-
hombre/mujer? decir. Querer: deseo, autoridad, nos planteamos esa cuestión, y nos con-
duce directamente ... al padre. Incluso es posible no darse cuenta de que
Naturaleza/Historia, no hay lugar en absoluto para la mujer en la operación. En el límite, el
Naturaleza/Arte, mundo del «ser» puede funcionar excluyendo a la madre. No hay nece-
Naturaleza/Espíritu, sidad de madre -a condición de que exista 10 maternal- y entonces es
Pasión! Acción. el padre quien hace de -es- la madre. O la mujer es pasiva; o no
existe. Lo que ocurre es impensable, impensado. Es decir, evidente-
Teoría de la cultura, teoría de la sociedad, el conjunto de sistemas mente, que la mujer no está pensada, que no entra en las oposiciones,
simbólicos -arte, religión, familia, lenguaje-, todo se elabora recu- no forma pareja con el padre (que forma pareja con el hijo).
rriendo a los mismos esquemas. Y el movimiento por el que cada opo- Existe ese sueño trágico, de Mallarmé,' ese lamento del padre sobre
sición se constituye para dar sentido es el movimiento por el que la el misterio de la paternidad, que arranca al poeta el duelo, el duelo de
pareja se destruye. Campo de batalla general. Cada vez se libra una los duelos, la muerte del hijo querido; ese sueño del himen entre el
guerra. La muerte siempre trabaja. padre y el hijo - Entonces, sin madre. Sueño del hombre ante la muer-
te. Que le amenaza siempre de un modo diferente a como amenaza a la
Padre/hijos Relaciones de autoridad, de privilegio, de fuerza. mujer.
Logos/escritura Relaciones: oposición, conflicto, relevo, retorno.
Amo/esclavo Violencia. Represión.
1 Como toda la obra de Derrida atrevesando-detectando, la historia de la filosofía se
dedica a hacerla aparecer. En Platón, en Hegel, en Nietzsche, se repite una misma
y nos damos cuenta de que la «victoria» siempre vuelve al mismo
operación, rechazo, exclusión, marginación de la mujer. Asesinato que confunde con
punto: se jerarquiza. Lajerarquización somete toda la organización con- la historia como manifestación y representación del poder masculino.
ceptual al hombre. Privilegio masculino, que se distingue en la oposi- 2 «Pour un tombeau d' Anatole» (Éd. du Seuil, p. 138), tumba en la que Mallarmé con-

ción que sostiene, entre la actividad y la pasividad. Tradicionalmente, serva a su hijo, lo cuida, siendo él mismo la madre, de la muerte.

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una alianza funcionamiento de toda sociedad. De hecho vivimos precisamente esta


un himen, soberbio y sueño de filiación época en que la base conceptual de una cultura milenaria está siendo
-y la vida masculina, sueño de Dios padre minada por millones de topos de una especie nunca conocida.
que en mí queda surgiendo de sí mismo Cuando ellas despierten de entre los muertos, de entre las palabras,
me servirá en su hijo ... y de entre las leyes.
para ... sin madre entonces
¿sin madre entonces?
Érase una vez ...
Ella no existe, ella no puede ser; pero es necesario que exista. De la
mujer, de la que él ya no depende, sólo conserva este espacio, siempre De la historia que sigue aún no puede decirse: «sólo es una historia».
virgen, materia sumisa al deseo que él quiera dictar. Este cuento sigue siendo real hoy en día. La mayoría de las mujeres que
y si interrogamos a la historia literaria, el resultado es el mismo. han despertado recuerdan haber dormido, haber sido dormidas.
Todo se refiere al hombre, a su tormento, su deseo de ser (en) el origen.
Al padre. Hay un vínculo intrínseco entre lo filosófico - y lo literario
(en la medida que significa, la literatura está regida por lo filosófico) y
Érase una vez ... y otra vez ...
el falocentrismo. Lo filosófico se construye a partir del sometimiento
Las bellas duermen en sus bosques, esperando que los príncipes lle-
de la mujer. Subordinación de lo femenino al orden masculino que apa-
guen para despertarlas. En sus lechos, en sus ataúdes de cristal, en sus
rece como la condición del funcionamiento de la máquina.
bosques de infancia como muertas. Bellas, pero pasivas; por tanto, de-
La puesta en duda de esta solidaridad entre ellogocentrismo y el fa-
seables. De ellas emana todo misterio. Es a los hombres a quienes les
locentrismo se ha convertido, hoy en día, en algo urgente -la puesta al
gusta jugar a las muñecas. Como es sabido desde Pygmalion. Su viejo
día de la suerte reservada a la mujer, de su entierro- para amenazar
sueño: ser dios madre. La mejor madre, la segunda, la que da el segun-
la estabilidad del edificio masculino que se hacía pasar por eterno-
natural; haciendo surgir, en lo que se refiere a la feminidad reflexiones ~~~~. .
Ella duerme, eterna, está intacta, absolutamente impotente. El no duda
hipótesis necesariamente ruinosas para el bastión que aÓn detenta l~
autoridad. ¿Qué sería dellogocentrismo, de los grandes sistemas filo- de que ella lo espera desde siempre.
El secreto de su belleza, guardado para él: ella posee la perfección de
sóficos, del orden del mundo en general, si la piedra sobre la que han
10 que ha acabado. De 10 que no ha empezado. Sin embargo, respira.
fundado su iglesia se hiciera añicos?
Justo lo suficiente de vida; y no demasiado. Entonces él la besará. De
. ¿Si un día se supiera que el proyecto logocéntrico siempre había sido,
tal manera que, al abrir los ojos, ella sólo 10 verá a él, a él en lugar de
mconfesablemente, el de fundar el falocentrismo, el de asegurar al or-
den masculino una razón igual a la historia de sí misma? todo, él-todo.'
Entonces, todas las historias se contarían de otro modo el futuro 3«Ella sólo despierta al roce del amor, y antes de este momento sólo es un sueño. Pe-
sería impredecible, las fuerzas históricas cambiarían, cambiarán, de ro, en esta existencia de sueños, podemos distinguir dos estados: primero, el amor
manos, de cuerpos, otro pensamiento aún no pensable, transformará el sueña con ella; después, ella sueña con el amor», así piensa el Seductor de Kierkegaard.

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-¡Qué sueño tan gratificante! ¿Quién lo produce? ¿Qué deseo se


beneficia de él? Sueño de hombre: la amo, ausente luego deseable, inexistente, de-
Él. se inclina sobre ella ... Cortan. El cuento se acabó. Telón. Una vez ndiente luego adorable. Porque no existe allá donde está. Como tam-
despIe~a/o, sería otra historia. Entonces quizá habría dos personas. Con ~~co está ~llá donde existe. Entonces, ¡cómo la mira! Cuando ella ti~ne
las mUjeres nunca se sabe. Y la voluptuosa simplicidad de los prelimi- 1os oios
J'
cerrados' cuando él la comprende por completo,. d y ella es solo
nares ya no tendría lugar. esta forma hecha para él: cuerpo prisionero en su rr:ua a. . ,
La armonía, el deseo, la proeza, la búsqueda, todos esos movimien- ¿O sueño de mujer? Sólo es un sueño: Duermo. ~I no durrr.l1era,el no
tos son previos ... a la llegada de la mujer. y más exactamente al mo- me buscaría, no cruzaría sus buenas tierras y mIS mal,as tIerr~s para
mento en que se levanta. Ella echada, él de pie. Ella se levanta -final llegar hasta mí. Sobre todo, ique no me .despierten! ¡Que angusti.a! ,¡He
del sueño-, la continuación es sociocultural, él le hace muchos hijos, de estar en la tumba para atraerlo! ¿Y SIme besara? Ese beso ... ¿como
ella se pasa la juventud pariendo; de cama en cama, hasta la edad en quererlo? ¿Quiero? _
que deja de ser mujer. ¿Qué quiere ella? Dormir, quizá soñar, ser amada en sue?os, que se
«Bridebed, childbed, bed of death»: lecho nupcial, lecho de alum- le acerque, que la toque, casi ... casi gozar. Pero no gozar: smo desper-
bramiento, lecho de muerte es el trayecto de la mujer inscrito así de tar. Sin embargo, en sueños gozó, érase una vez... .
cama en ca~a en el Ulises, de Joyce. Periplo de Ulises Bloom de pie, Érase otra vez la misma historia, repitiendo a través de los SIglos el
navega~do sin cesar ~ través de Dublín. Caminar, exploración. Periplo destino amoroso de la mujer, su cruel esquema mistificador. Y cada
de P.enelope- Todamujer: lecho de dolor en el que la madre no acaba de historia, cada mito le dice: <<110 hay sitio para tu destino en nuestros
monr, lecho de hospital e~ el que la señora Purefoy no acaba de parir, asuntos de Estado». El amor es un asunto de umbral. Para nosotros,
lecho de Molly esposa, adultera, marco de una infinita ensoñación eró- hombres, que estamos hechos para triunfar, ~ara ascender .en la.escala
tica, periplo de reminiscencias. Vagabundea, pero acostada. Rumia. Se social la tentación es buena porque nos incita, nos empuja, alimenta
habla a sí misma ..viaje de la mujer: en calidad de cuerpo. Como si, nuestras ambiciones. Pero la realización es peligrosa. El deseo no debe
separada del extenor donde se realizan los intercambios culturales al desaparecer. Para nosotros, vosotras, las mujeres, representáis la eterna
margen de la escena social donde se libra la Historia, estuviera destina- amenaza la anticultura. No nos quedamos en vuestras casas, nos va-
da ~ ~er, en el reparto instituido por los hombres, la mitad no-social, no- mos a reposar a vuestras camas. Rondamos. Seducidnos, enervadnos,
política, no-humana de la estructura viviente, siempre la facción natu- es todo lo que os pedimos. No hagáis. de noso~ros uno~ ser~s blandos~
~alez.a, por sup~esto, a la escucha incansable de lo que ocurre en el aletargados, femeninos, sin preocupaciones de tiempo 111 de dinero. Par
4
mteríor, de su VIentre, de su «casa». En relación inmediata con sus ape- nosotros el amor a vuestro modo es la muerte. Asunto de umbrales:
titos, sus afectos. todo está en suspenso, en el pronto, siempre diferido. Más allá est~.la
y mientras él asume -bien que mal- el riesgo y la responsabilidad caída: sumisión del uno al otro, domesticación, reclusión en la familia,
de ser una parte: un agente, de una escena pública en la que tienen lugar en el rol social.
las transformacIOnes, ella representa la indiferencia o la resistencia a
ese tieI?Po activo, ella es el principio de constancia, siempre de una 4Que el placer es preliminar, como dice Freud, es una «verdad», pero parcial: Punto
determmada manera la misma, cotidiana y eterna. i ..
de vista que se sostiene, de hecho, a partir. d e l imaginario mascu lino , en la medida que
está dictado por la amenaza de castración ...

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A fuerza de leer esta historia-que-acaba-bien, ella aprende los cami- No ha podido habitar su «propia casa», su propio cuerpo. En efecto,
nos que la conducen a la «pérdida» que es su destino. Una vueltecita y se puede encarcelar, retrasar monstruosamente, conseguir durante de-
luego ~e va. Un beso, y él se va. Su deseo, frágil, que se sustentaba en la masiado tiempo el objetivo del Apartheid (pero sólo por un tiempo). En
carencia, se mantiene gracias a la ausencia: el hombre continúa. Como cuanto empieza a hablar, se le puede enseñar, al mismo tiempo que su
SI no consiguiera tener lo que tiene. ¿Dónde está ella, la mujer, en todos nombre, que su región es negra: eres Africa y, por tanto, eres negra. Tu
~os e.spaclOs que él frecuenta, en todas las escenas que prepara en el continente es negro. El negro es peligroso. En el negro no ves nada,
interior de la clausura literaria?
tienes miedo. No te muevas, pues corres el riesgo de caer. Sobre todo,
Hay muchas respuestas, las conocemos: ella está en la sombra. En la no vayas al bosque. Y hemos interiorizado el horror a lo oscuro. No han
sombra que él proyecta en ella, que ella es.
tenido ojos para ellas mismas. No han ido a explorar su casa. Su sexo
Noche para su día, así se ha imaginado desde siempre. Oscuridad les asusta aún ahora. Les han colonizado el cuerpo del que no se atre-
p~:a su blancura. Excluida del espacio de su sistema, ella es la inhibi- ven a gozar. La mujer tiene miedo y asco de la mujer.
Clan que asegura al sistema su funcionamiento.
Ellos han cometido el peor crimen contra las mujeres: las han arras-
Ma~tenid~ a distancia, a fin de que él goce de las ventajas ambiguas trado, insidiosa, violentamente, a odiar a las mujeres, a ser sus propias
de.la distancia, que e!la fomenta, por el alejamiento que representa, el enemigas, a movilizar su inmenso poder contra sí mismas, a ser las
enigma de la seducción, delicia-peligro, suspendida, en el rol de «la ejecutaras del viril trabajo.
secuestrado~a» Helena, ella está en cierto modo «fuera». Pero ella no ¡Les han creado un anti-narcisismol, ¡un narcisismo por el que sólo
puede apr?plarSe de ese «fuera» (incluso es raro que tenga ganas), es su se ama haciéndose amar por lo que no se tiene! Han fabricado la infame
fuera. de el: el fuera, a condición de que él no sea lo absolutamente lógica del anti-amor,
extenor, el extranjero no familiar que se le escaparía. Ella permanece El «continente negro» no es ni negro ni inexplorable: aún está inex-
por tanto, en un fuera doméstico. '
plorado porque nos han hecho creer que era demasiado negro para ser
Se~uestradora secuestrad~ a sí misma -no sólo es ella la parte de explorable. Y porque nos quieren hacer creer que lo que nos interesa es
extraneza- dentro de ~u u~Iverso que vuelve a emanar su inquietud y el continente blanco, con sus monumentos a la Carencia. Y 10 hemos
~u deseo. Ella es,. en el interior de su economía, la extrañeza de la que a creído. Nos han inmovilizado entre dos mitos horripilantes: entre la
el le gusta apropiarse. Pero aun la han tratado como al «continente ne- medusa y el abismo. Eso haría estallar en carcajadas a medio mundo, si
gro»: la han ~anteni~o a distancia de sí misma, le han dejado ver (=no- no continuara. Porque el relevo falo-logocéntrico está ahí, y militante,
ver! a la mujer a partir de 10 que el hombre quiere ver de ella es decir reproductor de viejos esquemas, anclado en el dogma de la castración.
casi nada; le han prohibido la posibilidad de la orgullosa «i;scripció~ Ellos no han cambiado nada; han teorizado su deseo de la realidad. ¡Ya
en mi puerta» que ocupa el umbral del Gai Saber. No es ella quien pueden echarse a temblar los predicadores, vamos a mostrarles nues-
hubiera podido exclamar:
tros sexos!
Peor para ellos si se desmoronan al descubrir que las mujeres no son
Vivo en mi propia casa,
hombres, o que la madre no tiene. Pero, ¿no les favorece ese miedo?
nunca he imitado a nadie ...
¿Lo peor no sería, no es, realmente, que la mujer no esté castrad a, que
le baste con dejar de oír las sirenas (pues las sirenas eran hombres) para

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que la historia cambie de sentido? Para ver a la medusa de frente basta Utilizo con sumo cuidado los calificativos de la diferencia sexual a
con mirarla: y no es mortal. Es hermosa y ríe. fin de evitar la confusión hombre/masculino, mujer/femenino: pues hay
Ellos dicen que hay dos cosas irrepresentables: la muerte y el sexo hombres que no reprimen su feminidad, mujeres que inscriben más o
femenino. Pues necesitan que la feminidad vaya asociada a la muerte; menos fuertemente su masculinidad. La diferencia no se distribuye, por
¡se excitan de espanto], ¡por sí mismosl, necesitan tenemos miedo. Mira, supuesto, a partir de los «sexos» determinados socialmente. Por otra
los perseos trémulos avanzando hacia nosotras, caminando hacia atrás parte, cuando hablo de economía política, y de economía libidinal, li-
como los cangrejos, acorazados de apotropos. ¡Bonitas espaldas! No gándolas, no apunto a la falsa cuestión del origen, historia a las órdenes
hay un minuto que perder. Salgamos. del privilegio masculino. Hay que evitar rendirse complaciente o ciega-
Ellas vienen de lejos: de siempre: del «fuera», de las landas donde las mente a la interpretación ideológica esencialista, como, de distinto modo,
brujas siguen vivas; de debajo, del otro lado de la «cultura»; de sus se han arriesgado a hacerlo Freud y Jones, por ejemplo; a la disputa que
infancias, que a ellos tanto les cuesta hacerles olvidar, que condenan al les oponía al sujeto de la sexualidad femenina, uno y otro, desde puntos
in pace. Aprisionadas las niñas en cuerpos «mal criados». Conserva- de vista opuestos, sostuvieron la peligrosa tesis de una determinación,
das, intactas de sí mismas, en el hielo. Frigidificadas. Pero, ¡cuánto se «natural», anatómica de la diferencia - oposición sexual. Y, a partir de
mueve ahí debajo! ¡Qué esfuerzos los de los policías del sexo, siempre ahí, ambos sostienen implícitamente la posición de fuerza del
volviendo a empezar, para impedir su amenazante retorno! Por ambas falocentrismo.
partes, hay tal despliegue de fuerzas que, durante siglos, la lucha se ha Recordemos las grandes líneas de las posiciones adversas:
inmovilizado en el equilibrio tembloroso de un punto muerto. Jones (en la Sexualidad femenina precoz), mediante un proceso
Nosotras, las precoces, nosotras las inhibidas de la cultura, las her- ambiguo, ataca las tesis freudianas que hacen de la mujer un hombre
mosas boquitas bloqueadas con mordazas, polen, alientos cortados, frustrado.
nosotras los laberintos, las escaleras, los espacios hollados; las despo- Para Freud:
jadas, nosotras somos «negras» y somos bellas.
[ ...] 1) la «fatalidad» de la situación femenina es resultado de una «defec-
tuosidad» anatómica.
2) existe una sola libido, y es de esencia masculina; la diferencia sexual
¿Qué se da?
sólo se inscribe a partir de una fase fálica por la que pasan tanto
chicos como chicas. Hasta ahí, la chica habrá sido una especie de
Toda la diferencia que habrá determinado el movimiento de la histo- niño: la organización genital de la libido infantil se articula se-
ria como movimiento de la propiedad, se articula entre dos economías gún la equivalencia actividad/masculinidad; la vagina está aún por
que se definen en relación con la problemática del don. «descubrir».
La economía (política) de lo masculino y de lo femenino está orga- 3) dado que el primer objeto amoroso, para ambos sexos, es la madre,
nizada por exigencias y obligaciones diferentes, que al socializarse y al el amor hacia el sexo opuesto es «natural» sólo en el caso del niño.
metaforizarse, producen signos, relaciones de fuerza, relaciones de
producción y de reproducción, un inmenso sistema de inscripción cul- Para Jones: la feminidad es una «esencia» autónoma.
turallegible como masculino o femenino.

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Desde el principio (a partir de los seis meses de edad) la niña siente menor productividad, porque «subliman» menos que los hombres, y la
un deseo femenino hacia su padre; en efecto, el análisis de las fantasías actividad simbólica, es decir, la producción de la cultura, es tarea pro-
más primitivas de la niña demostrarán que, en lugar del seno percibido pia de hombres.'
como elemento decepcionante, lo deseado es el pene, o un objeto de la Freud, además, parte de lo que él llama la diferencia anatómica entre
misma forma (por desplazamiento analógico). Eso ocasiona, puesto que los sexos. Y sabido es cómo se configura a sus ojos: a partir de la dife-
ya nos hallamos en la cadena de sustituciones, que en la serie de objetos rencia entre tener/no tener falo. Por referencia a esas preciadas partes.
parciales, en lugar del pene aparezca el niño ... pues, para llevar la con- A partir de lo que, con Lacan, se especificará como significante tras-
tra a Freud, Jones re-inscribe dócilmente en terreno freudiano. Y se cendental.
remite a él. De la ecuación seno-pene-hijo, deduce que la niña experi- Pero la diferencia sexual no está simplemente determinada por la
menta un deseo primero respecto del padre. (Y el deseo de tener un hijo relación fantasmal con la anatomía, que descansa en gran parte en un
del padre también lo será.) Y, por supuesto, que la niña también experi- punto de vista, es decir, en una extraña importancia otorgada a la exte-
menta un amor primario hacia el sexo opuesto. Ella, también, tiene de- rioridad, y a lo especular en la elaboración de la sexualidad. Teoría del
recho a su complejo de Edipo como formación primaria, ya la amenaza voyeur, por supuesto.
de mutilación por parte de la madre. Por fin mujer, lo es anatómicamente No, la diferencia sexual existe a nivel del goce que, en mi opinión, se
sin defecto: su clítoris no es un minipene. La masturbación clitoriana hace más claramente perceptible en la medida que la economía pulsional
no es, como pretende Freud, una práctica masculina. Y cabría pensar de una mujer no es identificable por un hombre ni referible a la econo-
que la vagina fuera un descubrimiento extremadamente temprano, véanse mía masculina.
las fantasías precoces. En mi opinión, la pregunta «¿Qué quiere ella?» que se plantea a la
De hecho, al afirmar que existe una feminidad específica (mante- mujer, pregunta que, en efecto, la mujer se plantea porque se la plan-
niendo, por otra parte, las tesis de la ortodoxia), Jones acentúa aún más tean, porque justamente hay tan poco sitio para su deseo en la sociedad,
el falocentrismo, con el pretexto de tomar partido a favor de la fe-
5 La tesis de Freud es la siguiente: cuando el complejo de Edipo desaparece es sustituido
minidad (y de Dios, que, según recuerda, creó macho y hembra ...). Y
por el superyo. En el momento que el niño empieza a experimentar la amenaza de
la bisexualidad desaparece en el abismo insalvable que separa a los
castración, empieza a superar su Edipo, con la ayuda de un superyo muy acentuado.
contrarios.
Para el niño, el Edipo es una formación primaria: su primer objeto amoroso, al igual
En cuanto a Freud, si suscribimos lo que anuncia, al identificarse con que para la niña, es la madre. Pero, desgraciadamente, la historia de la hija se constituye
Napoleón, en su artículo de 1933 sobre La desaparición del complejo bajo la presión de un superyo menos acentuado: al descubrirse castrada, su superyo
de Edipo, «la anatomía es el destino», participamos en la condena a será menos vigoroso. Nunca supera el Edipo por completo. El Edipo femenino no es
muerte dictada contra la mujer. Y a la culminación de la Historia. una formación primaria: el vínculo pre-edípico con la madre comporta, para la hija,
La existencia de las consecuencias psíquicas de la diferencia entre una dificultad de la que, dice Freud, nunca se repone y que consiste en tener que
cambiar de objeto (amar al padre) en el camino: conversión dolorosa, que va
sexos es innegable. Pero, seguramente, no son reductibles a las señala-
acompañada de una renuncia suplementaria: el paso de la sexualidad pre-edípica a la
das por el análisis freudiano. A partir de la relación de los dos sexos
sexualidad «normal» supone abandonar el clítoris para pasar a la vagina. Al final de
con Edipo, se encauza al niño y a la niña hacia una división de roles ese «destino», las mujeres tienen una actividad simbólica reducida: no tienen nada
sociales al estilo de: las mujeres desarrollan «ineluctablemente» una que perder, que ganar ni que defender.

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que acaba, a fuerza de no saber qué hacer con ella, por no saber dónde mos un período transicional, tan acentuado que la estructura clásica
meterla, en caso de tener un dónde, encubre la pregunta más inmediata aparece como posible objeto de fisuración.
y más urgente: «¿Cómo gozo?» ¿Qué es el goce femenino, dónde tiene Predecir qué sucederá con la diferencia sexual dentro de un tiempo
lugar, cómo se inscribe a nivel de su cuerpo, de su inconsciente? Y, otro (¿dos o trescientos años?) es imposible. Pero no hay que engañar-
¿cómo se escribe? se: hombres y mujeres están atrapados en una red de determinaciones
Se puede divagar largamente sobre una hipotética prehistoria y sobre culturales milenarias de una complejidad prácticamente inanalizables:
una época matriarcal. O se puede, como hizo Bachofen," intentar re- no se puede seguir hablando de «la mujer» ni «del hombre» sin quedar
componer una sociedad ginecocrática, extraer efectos poéticos y míticos atrapados en la tramoya de un escenario ideológico en el que la multi-
al alcance, poderosamente subversivos en cuanto a la historia de la fa- plicación de representaciones, imágenes, reflejos, mitos, identificacio-
milia y del poder masculino. nes, transforma, deforma, altera sin cesar el imaginario de cada cual y,
Todas las formas de pensar de manera distinta la historia del poder, de antemano, hace caduca toda conceptualización. 7
de la propiedad, la dominación masculina, la constitución del Estado, Nada permite excluir la posibilidad de las transformaciones radi-
el equipamiento ideológico, tienen su eficacia. Pero la innovación ac- cales de los comportamientos, de las mentalidades, de los roles, de la
tual sólo se preocupa por la cuestión del «origen». El falocentrismo economía política -cuyos efectos sobre la economía libidinal son im-
existe. La historia únicamente ha producido, ha registrado esto. Siem- pensables- hoy. Imaginemos simultáneamente un cambio general de
pre. Lo que no significa que esta forma sea destinal o natural. El falocen- todas las estructuras de formación, educación, ambientes, es decir, de
trismo es el enemigo. De todos. Los hombres también tienen qué reproducción, de los efectos ideológicos, e imaginemos una liberación
perder, de manera distinta que las mujeres, pero también seriamente. real de la sexualidad, es decir, una transformación de la relación de ca-
Ha llegado el momento de cambiar. De inventar la otra historia. da cual con su cuerpo (y con el otro cuerpo), una aproximación del
No hay más «destino» que «naturaleza» o esencia, como tales, sino inmenso universo material orgánico sensual que somos, ya que esto no
estructuras vivas, solidificadas, a veces inmovilizadas en límites histó- se puede hacer, por supuesto, sin transformaciones políticas absoluta-
ricos-culturales que se confunden con la escena de la Historia hasta el mente radicales (¡imaginemos!). Entonces la «feminidad», la «masculi-
extremo de que durante mucho tiempo ha sido imposible, y aún sigue nidad», inscribirían de modo muy distinto sus efectos de diferencia, su
siendo dificil, pensar e incluso imaginar lo demás. Actualmente, vivi- economía, sus relaciones con el gasto, con la carencia, con el don. Lo
que hoy aparece como «femenino» o «masculino» ya no sería lo mis-
6 J.1. Bachofen (1815-1887), historiador suizo de la «ginecocracia», «historiador» de mo. La lógica general de la diferencia ya no concordaría con la oposi-
una no-historia. Su propósito consiste en demostrar que los pueblos (el griego, el ro- ción aún ahora dominante. La diferencia sería un ramo de diferencias
mano, el hebreo), antes de llegar al patriarcado, pasaron por un período de «ginecocra- nuevas.
cia», reino de la Madre. Se trata de un período sólo hipotético pues carece de historia: Pero -salvo excepciones- aún chapoteamos en lo Antiguo.
este estado de cosas humillante para el hombre debió de haber sufrido un proceso de
inhibición, debió de haber sido relegado al olvido histórico. E intenta establecer (sobre
todo en Das Mutterrecht, 1861) una arqueología del sistema matriarcal, de una enorme 7Existen paradigmas codificados que proyectan la pareja robot hombre/mujer, vista
belleza, a partir de una lectura de los primeros textos históricos a nivel del síntoma por las sociedades contemporáneas que son sintomáticas de un consensus de repetición.
de lo no-dicho. La ginecocracia, dice, es el materialismo ordenado. ' Ver el nro. 1 de la UNESCO, dedicado al Año Internacional de la Mujer.

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Textos de teorías y crítica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales)
La joven nacida

El masculino futuro de machos, de caballeros, de monarcas, príncipes, huérfanos, flores,


madres, senos, gravita alrededor de un maravilloso «sol de energía» el
Hay excepciones. Siempre las ha habido, son esos seres inciertos, poé- amor, que bombardea y des integra esas efimeras singularidades amoro-
ticos, que no se han dejado reducir al estado de maniquíes codificados sas para que se recompongan en otros cuerpos, para nuevas pasiones.
por el implacable rechazo del componente homosexual. Hombres o
mujeres, seres complejos, flexibles, abiertos. Admitir el componente
Ella es bisexual
del otro sexo les hace a la vez mucho más ricos, varios, fuertes y, en la
medida de esa flexibilidad, muy frágiles. Sólo se inventa con esta con-
dición: pensadores, artistas, creadores de nuevos valores, «filósofos» a Lo aquí apuntado lleva directamente a una reconsideración de la bise-
la alocada manera nietzscheana, inventores e iconoclastas de concep- xualidad. A revalorizar la idea de la bisexualidad,? para arrancarla a la
tos, de formas, los renovadores de vida no pueden sino vivir agitados etiquetación que tradicionalmente se le ha reservado, que la conceptua-
por singularidades, complementarias o contradictorias. Eso no signifi- liza como «neutra» en tanto que precisamente aspira a evitar la castra-
ca que para crear hay que ser homosexual. Sino que no hay invención ción. Así pues, distinguiría dos bisexualidades, dos maneras opuestas
posible, ya sea filosófica o poética, sin que el sujeto inventor sea de pensar la posibilidad y la práctica de la bisexualidad:
abundantemente rico de lo otro, lo diverso, personas-desligadas, perso-
nas-pensadas, pueblos salidos del inconsciente, y en cada desierto re- 1) La bisexualidad como fantasía de un ser total que sustituye el mie-
pentinamente animado, aparición del yo que no conocíamos: nuestras do a la castración, y oculta la diferencia sexual en la medida que se
mujeres, nuestros monstruos, nuestros chacales, nuestros árabes, nues- experimenta como marca de una separación mítica, indicio de una
tros semejantes, nuestros miedos. Pero no existe la invención de otros separación peligrosa y dolorosa. Es el Hermafrodita, de Ovidio,
Yo, no hay poesía, no hay ficción sin que una cierta homosexualidad menos bisexual que asexuado, compuesto no de dos géneros, sino
(juego, pues, de la bisexualidad) obre en mí como cristalización de mis de dos mitades. Fantasía, pues, de unidad. Dos en uno, y ni siquiera
ultrasubjetividades." Yo es esta materia personal, exuberante, alegre, dos.
masculina, femenina u otra en la que Yo fascino y me angustio. Y en el 2) A esta bisexualidad fusional, eliminadora, que quiere conjurar la
concierto de personalizaciones que se llaman Yo, también se reprime castración, opongo la otra bisexualidad, aquella en la que cada su-
una cierta homosexualidad, simbólica, substitutivamente, y se repre- jeto no encerrado en el falso teatro de la representación falocéntrica,
senta mediante signos diversos, rasgos comportamientos, actitudes ges- instituye su universo erótico. Bisexualidad, es decir, localización
tos, y esto se ve más claramente en la escritura. en sí, individualmente, de la presencia, diversamente manifiesta e
Así, bajo el nombre de Jean Genét, lo que se inscribe en el movi- insistente según cada uno o una de dos sexos, no-exclusión de la
miento de un texto que se divide, se fragmenta, se reconstruye, es una diferencia ni de un sexo, y a partir de este «permiso» otorgado,
feminidad abundante, maternal. Una mezcla fantasmática de hombres, multiplicación de los efectos de inscripción del deseo en todas las
partes de mi cuerpo y del otro cuerpo.
8Prénoms de Personne (Cixous), Éd. du Seuil: «Les Comptes d'Hoffmann», pp.
9el Nouvelle Reveue de Psychanalyse, 7 (primavera 1937): «Bisexualité et différence
112 Y ss.
des sexes»,

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Textos de teorías y crítica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales) La joven nacida

Ahora bien, resulta que actualmente, y debido a razones históricas- Diré: hoy la escritura es de las mujeres. No es una provocación
culturales, es la muj er quien irrumpe, y se beneficia, en esta bisexualidad significa que: la mujer acepta lo del Otro. No ha eliminado, en su con-
transportada, que no anula las diferencias sino que las anima, las persi- vertirse-en-mujer, la bisexualidad latente en el niño yen la niña. Femi-
gue, las aumenta. En cierto modo «la mujer es bisexual». El hombre nid~d ~ ~isexual~da? van juntas, en una combinatoria que varía según
está encaminado a aspirar a la gloriosa monosexualidad fálica. A fuer- los individuos, distribuyendo de manera distinta sus intensidades, y se-
za de afirmar la primacía del falo, y de aplicarla, la ideología falocrática gún los momentos de su historia privilegiando talo cual componente.
ha producido más de una víctima: como mujer, he podido sentirme Al hombre le resulta mucho más dificil dejarse atravesar por el Otro. La
obnubilada por la gran sombra del cetro, y me han dicho: adóralo, adora escritura es, en mí, el paso, entrada, salida, estancia, del Otro que soy y
lo que tú no levantas. Pero, al mismo tiempo, han cargado al hombre no soy, que no sé ser, pero que siento pasar, que me hace vivir -que me
con ese grotesco y poco envidiable destino de quedar reducido a un destroza, me inquieta, me altera, ¿quién?-, ¿una, uno, unas?, varios,
solo ídolo de cojones de barro. Y, como observan Freud y sus seguido- del desconocido que me despierta precisamente las ganas de conocer a
res, de tener tanto miedo a la homosexualidad. ¿Por qué el hombre tie- partir de las que toda vida se eleva. Tal poblamiento no permite descan-
ne miedo de ser una mujer? ¿Por qué ese rechazo (Ablehnung) de la so ni seguridad, enrarece siempre la relación con lo «real», produce
feminidad? Pregunta con la que Freud tropieza. Ésa es la «roca» de la efectos de incertidumbre que obstaculizan la socialización del sujeto.
castración. Para Freud, el reprimido no es, como creía su amigo Fliess Es angustiante, consume; y, para los hombres, esta permeabilidad, esta
(a quien Freud debe la tesis de la bisexualidad), el otro sexo, vencido no-exclusión, es la amenaza, lo intolerable.
por el sexo dominante; el reprimido está del lado de su propio sexo. Cuando, en otro tiempo, se llevó a un grado bastante espectacular, se
Si el Psicoanálisis surgió a partir de la mujer, y reprimió la feminidad llamó a eso «posesión». Estar poseído no es deseable para un imagina-
(represión que no ha triunfado demasiado), su explicación de la sexua- rio masculino, que lo sentiría como pasividad, como actitud femenina
lidad masculina es hoy en día escasamente refutable. peligrosa. Cierto que una determinada receptividad es «femenina». Por
Nosotras, las sembradoras de desorden, 10 sabemos perfectamente. supuesto, se puede sacar partido, como la Historia ha hecho siempre, de
Pero nada nos obliga a depositar nuestras vidas en sus bancos de caren- la recepción femenina como alienación. Por su abertura, una mujer es
cia; ni tampoco a considerar la constitución del sujeto en términos de un susceptible de ser «poseída», es decir, desposeída de sí misma.
drama de hirientes ensayos, ni a rehabilitar continuamente la religión Pero estoy hablando de la feminidad como conservante en vida del
del padre. Porque no deseamos hacerlo. No giramos alrededor del agu- Otro que se confia a ella, que la visita, al que ella puede amar en calidad
jero supremo. No tenemos ninguna razón de mujer para guardar fideli- de Otro. Amarle por ser Otro, un Otro, sin que eso suponga necesaria-
dad a lo negativo. Lo femenino (los poetas lo sospecharon) afirma: ... and mente la sumisión del mismo, de ella misma.
yes 1 said yes 1 will yeso Y sí, dice Molly, arrastrando a Ulysses más allá ~n cuanto a la pasividad, en su extremo, está ligada a la muerte. Pero
de todos los libros hacia la nueva escritura, he dicho sí, quiero Sí. existe un no-cierre que no es una sumisión, que es una confianza, y una
Decir que, en cierto modo, la mujer es bisexual es una manera, para- comprensión; que no es motivo de una destrucción sino de una maravi-
dójica en apariencia, de desplazar y relanzar la cuestión de la diferen- llosa extensión.
cia. Y, por tanto, la de la escritura como «femenina» o «masculina». P.or la misma abertura, que es su riesgo, sale de sí misma para ir
hacia el Otro; viajera de 10 inexplorado, no niega, acerca, no para anu-

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lar la distancia, sino para verlo, para experimentar lo que ella no es, lo curva, la pérdida se transforma en su contrario y lo recupera en forma
que es, lo que puede ser. de ganancIa.
Pero escribir es trabajar; ser trabajado; (en) el entre cuestionar (y Pero, ¿escapa la mujer a esa ley del retorno? ¿Podemos hablar de
dejarse cuestionar) el proceso del mismo y del Otro sin el que nada está otro gasto? Realmente, no hay don «gratuito». Nunca se da a cambio de
vivo, deshacer el trabajo de la muerte, deseando el conjunto de uno- nada. Pero toda la diferencia radica en el porqué y en el cómo del don,
con-el-Otro, dinamizado al infinito por un incesante intercambio entre en los valores que el gesto de dar afirma, hace circular, en el tipo de
un sujeto y Otro; sólo se conocen y se reinician a partir de lo más leja- beneficio que obtiene el donante del don, y el uso que hace de él. ¿Por
no, de sí mismo, del Otro, del Otro en mí. Recorrido multiplicador de qué, cómo esa diferencia?
miles de transformaciones. ¿Qué se da cuando se da?
y no se produce sin riesgo, sin dolor, sin pérdida, de momentos ¿Qué quiere el hombre tradicional que esto le dé? ¿Y ella? Primero,
de sí, de conciencia, de personas que se han sido, que se superan, que lo que él quiere, ya sea a nivel de intercambios culturales o personales,
se abandonan. Y no se produce sin un gasto, de sentido, de tiempo, de ya se trate de capital o de afectividad (o de amor, de goce), es que le
orientación. produzca un suplemento de masculinidad: plusvalía de virilidad, de
Pero, ¿es esto específicamente femenino? La lógica paradójica de la autoridad, de poder, dinero o placer que, al mismo tiempo, refuercen su
economía sin reservas ha sido escrita, descrita, teorizada por los hom- narcisismo falocéntrico. Además, la sociedad está hecha para esto, por
bres. Que así sea no es contradictorio: eso nos lleva de nuevo a cuestio- esto; y los hombres apenas pueden librarse. Destino poco envidiable
nar su feminidad. Raros son los hombres que pueden aventurarse al que ellos mismos se han creado. Un hombre siempre es puesto a prue-
extremo en que la escritura liberada de la ley, despojada de la medida, ba, es preciso que se «muestre», que demuestre su superioridad a los
excede a la instancia fálica, donde la subjetividad que inscribe sus efec- demás. La ganancia masculina casi siempre se confunde con un éxito
tos se feminiza. socialmente definido.
¿Dónde tiene lugar la diferencia en la escritura? Si existe diferencia, ¿Cómo da ella? ¿En qué relación con la conservación o la dilapida-
radica en los modos del gasto, de la valoración de lo propio, en la ma- ción, la reserva, la vida, la muerte? Ella también da para. Al darse, se da:
nera de pensar lo no-mismo. En general, en la manera de pensar toda placer, felicidad, valor añadido, imagen sublimada de sí misma. Pero no
«relación», si entendemos este término en el sentido de «renta», de ca- intenta «hacerla constar en sus gastos». Puede no recuperarlo, no jac-
pitalización. tándose nunca, derramándose, yendo por todas partes hacia el otro. No
Aun hoy, la relación de lo masculino con 10 Propio es más estrecha y rehúye al extremo; no es el ser-del-fin (de la finalidad), sino del alcance.
más rigurosa que la de la feminidad. Todo se desarrolla como si el hom- Si existe algo «propio» de la mujer es, paradójicamente, su capaci-
bre estuviera más directamente amenazado que la muj er en su ser por lo dad para des-apropiarse sin egoísmo: cuerpo sin fin, sin «extremidad»,
no-propio. Normalmente, es de hecho ese producto de la cultura descri- sin «partes» principales, si ella es una totalidad es una totalidad com-
to por el psicoanálisis: alguien que aún tiene algo que perder. Y en el puesta de partes que son totalidades, no simples objetos parciales, sino
movimiento del deseo, del intercambio, es parte receptora: la pérdida, conjunto móvil y cambiante, ilimitado cosmos que eros recorre sin des-
el gasto, está presente en la operación comercial que siempre convierte canso, inmenso espacio astral. Ella no gira alrededor de un sol más
al don en un don-que-recibe. El don es rentable. Al final de su línea astro que los astros.

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Eso no quiere decir que sea un magma indiferenciado, sino que no tierras, que filtra, que brota, que finalmente desgarra, humedece, separa
monarquiza su cuerpo o su deseo. Que la sexualidad masculina gravita las espesuras, los volúmenes. Desde el fondo, l~chando contra la ~paci-
alrededor del pene, engendrando ese cuerpo (anatomía política) centra- dad. Esta luz no detiene, abre. Y veo que, bajo esta luz, ella mira de
lizado, bajo la dictadura de las partes. La mujer no realiza en sí misma muy cerca, y percibe los nervios de la materia. De los que no tiene
esta regionalización en provecho de la pareja cabeza-sexo que sólo se ninguna necesidad.
inscribe en el interior de las fronteras. Su libido es cósmica, del mismo Su despertar: no es una erección. Sino difusión. No es el trazo. Es la
modo que su inconsciente es mundial: su escritura no puede sino prose- nave. ·Que escriba! Y su texto, buscándose, se conoce más que carne y
guir, sinjamás inscribir ni discernir límites, atreviéndose a esas vertigi- sangr~, pasta amasándose, levantándose, insurreccional, con ingredientes
nosas travesías de otros, efimeras y apasionadas estancias en él, ellos, sonoros, perfumados, combinación agitada de colores flotantes, folla-
ellas, que ella habita el tiempo suficiente para mirarles lo más cerca jes y ríos lanzándose al mar que alimentamos. .
posible del inconsciente desde que se levantan, y amarles lo más cer- ¡Ah, aquí tenemos sus ma(d)res!, me dirá él, el Otro que me tl~nde
ca posible de la pulsión, y acto seguido, más lejos, completamente im- su vasija llena de agua de ma(d)recita fálica de la que no consigue
pregnada de esos breves e identificatorios abrazos, ella va y pasa al separarse.
infinito. Ella sola se atreve y quiere conocer desde dentro, donde ella, la Pero nuestras ma( d)res son como las hacemos, abundantes en peces
excluida, no ha dejado de oír el eco del pre-lenguaje. Deja hablar la otra o no, opacas o turbias, rojas o negras, picadas o llanas, estrechas o sin
lengua de las mil lenguas, que no conoce ni el muro ni la muerte. No le orillas, y nosotros mismos somos mar, arenas, corales, algas, playas,
niega nada a la vida. Su lengua no contiene, transporta; no retiene, hace mareas, nadadoras, niños, olas ...
posible. Su enunciación es ambigua -la maravilla de ser varias-«, no Más o menos aladamente mar -tierra, desnuda- ¿qué materia nos
se defiende de sus desconocidas de las que se sorprende percibiéndose repelería? Todas sabemos palparlas. Hablarles. .
ser, gozando de su don de alterabilidad. Soy Carne espaciosa que canta: Heterogénea, sí, para su gran suerte, es erógena, es la erogeneidad de
en la que se injerta nadie sabe qué yo (femenino, masculino) más o 10 heterogéneo; no se aferra a sí misma, la nadadora aérea, la que vuela-
menos humano pero, ante todo, vivo por su transformación. roba.v' Dispersable, pródiga, asombrosa, deseosa y capaz de otra, de la
La veo «comenzar». Eso se escribe, esos comienzos que no dejan de otra mujer que será, de la otra mujer que no es, de él, de ti.
seducirla, eso puede y debe escribirse. Ni con pelos y señales ni con Mujer, no tengas miedo de lo demás, ni de 10 mismo, ni de .10 Otro.
señales y pelos, no en esa colisión del papel y del signo que se graba en Mis ojos, mi lengua, mis oídos, mi nariz, mi piel, mi boca, mi c~erpo
él, no en esta oposición de colores que desprenden el uno sobre y contra para (el, la) Otro (a), no es que 10 desee para taparme un aguj era, m para
el otro. Es así: paliar algún defecto mío, ni porque viva predestinadamente acosada
Hay un suelo, es su suelo -infancia, carne, sangre brillante- o fon- por los «femeninos» celos, ni porque sea arrastrada hacia la cadena de
do. Un fondo blanco, inolvidable, olvidado, y ese suelo, cubierto por sustituciones que reduce los sustitutos al último objeto. Se acabaron los
una cantidad infinita de estratos, de capas, de hojas de papel, es su sol.
y nada puede apagarlo. La luz femenina no procede de arriba, no cae,
(a) «Voler», en francés, significa volar y robar. La autora se vale del significado
no sorprende, no atraviesa. Irradia, es una ascensión, lenta, suave, difi- polisémico del término. También de la utilización del sustantivo «vol» = vuelo/robo,
cil, absolutamente imparable, dolorosa, y que avanza, que impregna las y del adjetivo «voleuse» = voladora/ladrona. (N. del T)

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la castración que se transmite y genealogiza. No avanzaremos retroce-


cuentos de pulgarcito, del Penisneid susurrados por las viejas abuelas
diendo, no rechazaremos algo tan simple como las ganas de vivir. Pulsión
o~esas al servicio de sus hijos-paternos. Para tomarse en serio a sí
oral, pulsión anal, pulsión bucal, todas las pulsiones son nuestras fuer-
rmsmos, que cr~an que necesitan creer que reventamos de envidia, que
zas positivas, y, entre ellas, la pulsión de gestación, al igual que las
somos este agujero cercado de envidia de su pene, es su inmemorial
ganas de escribir, ganas de vivirse dentro, unas ganas de vientre, de
problema. Indudablemente (nosotras lo averiguamos a nuestra costa
lengua, de sangre. No rechazaremos las delicias de un embarazo, por
pero también para nuestro divertirnento) se trata de hacemos saber que
cierto, siempre dramatizado o escamoteado, o maldito, en los textos
tienen erección a fin de que les aseguremos (nosotras, amantes mater-
clásicos. Pues si existe un rechazo particular, ahí está: tabú de la mujer
nales de su pequeño significante de bolsillo) que pueden, que todavía
encinta, muy significativo respecto al poder del que parece entonces
pueden, que siguen teniéndolo, que los hombres sólo se estructuran
investida; ya que, desde siempre, se supone que, estando encinta, la
empenéndose. Lo que la mujer desea en el hijo no es el pene, no es ese
mujer no sólo dobla su valor mercantil, sino, sobre todo, se valoriza
famoso trocito alrededor del que gravita el hombre entero. Excepto en
como mujer ante sí misma, y cobra cuerpo y sexo indudables. Hay mil
los límites históricos de 10 Antiguo, la gestación no está vinculada a
maneras de vivir un embarazo; de tener, o no, una relación de otra in-
~atalida~es, a esas mecánicas sustituciones establecidas por el
tensidad con ese Otro aún invisible.
I~sconscIente de una eterna «celosa»; ni al Penisneid; ni al narcisismo,
De estar realmente transformándose. Varios, Otro, e imprevisible. La
m a una homosexualidad ligada a la madre-siempre-presente.
posibilidad, positiva, de una alteración no puede no inscribirse en el
También hay que reconsiderar la relación con «el hijo». Una corrien-
cuerpo. No se trata sólo de este recurso suplementario del cuerpo feme-
te del pensamiento feminista actual tiende a denunciar en la maternidad
nino, de ese poder específico de la producción de 10 vivo cuya carne es
una trampa consistente en convertir a la mujer-madre en un agente más
el lugar, no sólo de una transformación de los ritmos de los intercam-
o m.e~lO.scómplice de la reproducción: reproducción capitalista, . '
bios, de l~ relación con el espacio, de todo el sistema de percepción;
familiarista, falocentrista. Denuncia, prudencia, que no sería necesario
smo también de la experiencia insustituible de esos momentos de ten-
convertir en prohibición, en nueva forma de represión.
sión, de esas crisis del cuerpo, de ese trabajo que se realiza apacible-
¿Vas tú también a temer, contando con la ofuscación y la pasividad
mente durante un tiempo para estallar en esa época de excesos que es el
de todos, que el hijo haga un padre, y que la mujer haga de su hijo más
p~rto. En el que se vive como más grande o más fuerte que ella misma.
de una mala pasada, engendrando a la vez al hijo - a la madre - al padre
Smo también de la experiencia del «vínculo» con el Otro, todo 10 que
- a la familia? No, a ti te toca romper los viejos circuitos. A la mujer y
pasa por la metáfora del alumbramiento. ¿Cómo no tendría una rela-
al ho~bre les tocará: periclitar la antigua relación, y todas sus conse-
ción específica con la escritura la mujer que vive la experiencia del no-
cuencias; pensar el lanzamiento de un nuevo sujeto vivo con des-
yo en yo? ¿Con la escritura como separándose del origen?
familiarización, Para aliviar la recuperación de la procreación, antes
. Hay un vínculo entre la economía libidinal de la mujer -su goce, el
des-mater-patemalizar que privar a la mujer de una apasionante época
Imaginario femenino- y su modo de constituirse (en) una subjetividad
del cue~.o. Desfetichemos. Salgamos de la dialéctica que se empeña en
que .se divide sin pesar -y sin que el sin-pesar sea el equivalente del
q.ue ~l hIJOsea la muerte de los padres. El hijo es el Otro, pero el Otro
rnonr, de la extenuación que Valéry describió en el título de la Joven
SIn ~I?lencia. El otro ritmo, la frescura, el cuerpo de los posibles. Toda
P~rca-, se responden con singularidades sin que una instancia deno-
fragilidad. Pero la inmensidad misma. Dejemos de repetir la letanía de
mmada Yo llame a las armas sin cesar.

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Impetuosa, desenfrenada, pertenece a la raza de lo indefinido. Se la razón, al principio de unidad, y que no se plantean, que no piden una
levanta, se acerca, se yergue, alcanza, cubre, lava una ribera, sale para respuesta, que abren el espacio por el que vaga la mujer, vaga-boga,
unirse a los repliegues más insignificantes del acantilado, ya es otra, roba.
volviendo a levantarse, lanzando alto la inmensidad a franj as de su cuer- Este poder de vagar, es la fuerza, es también lo que la hace vulnera-
po, se sucede, y recubre, descubre, pule, da brillo al cuerpo de piedra ble ante los campeones de lo Propio, del reconocimiento, de la atribu-
con suaves reflujos que no desertan, que regresan al no-origen sin lími- ción. En relación con el orden masculino, por sumisa y dócil que ella
tes, como si ella se acordara para regresar como nunca antes ... sea, sigue existiendo la posibilidad amenazante del salvajismo, la parte
Nunca se ha mantenido «en su sitio»; explosión, difusión, eferves- desconocida de todo lo doméstico.
cencia, abundancia, goza ilimitándose, fuera de mí, fuera de lo mismo, «Misteriosan'? -la incalculable con la que deben contar-, Miste-
lejos de un «centro», de una capital de su «continente negro», muy lejos riosa, sí, pero se la acusa, incluso si se obtiene placer, de tener siempre
de ese «hogar» al que el hombre'? la lleva con intención de que le man~ ganas de descubrirla. Y misteriosa para ella misma, es por 10 que se ha
tenga el fuego, el suyo, siempre amenazado de extinción. Ella es su inquietado durante mucho tiempo, se ha culpabilizado de «no compren-
guardián, pero es necesario que él la vigile, pues ella también puede ser derse» ni conocerse, porque a su alrededor se valorizaba el «conoci-
su tempestad: «¿tendré mi tempestad que me mate? ¿O me extinguiré miento», como-ordenada, como dominio, un «control» (¡ de conocimien-
como un candil que no espera el soplo del viento sino que muere cansa- tosl) establecido sobre la represión, y sobre la «presa» la detención, la
da y harta de sí misma ...? O: ¿me extinguiré yo misma para no arder asignación, la localización.
hasta el final?»; 11 así se cuestiona la energía masculina, cuya reserva de
aceite es limitada. Ahora bien, el hecho de que la energía femenina
tenga inmensos recursos también tiene sus consecuencias, aunque muy Escritura feminidad transformación
escasamente analizadas, en el intercambio en general, en la vida amo-
rosa, y en el valor dado al deseo de la mujer. Excedente: ella «exagera», Existe un vínculo entre la economía de la feminidad, la subjetividad
teme él. Y la ironía de su valor hace que ella sea o bien ese «nada» que abierta, pródiga, esa relación con el Otro en la que el don no calcula su
escanda el caso Dora (<<Yasabéis que mi mujer no es nada para mí»), o objetivo y la posibilidad del amor; y entre esta «libido del Otro» y la
ese demasiado, demasiado convertido en no-suficiente, el «no como de- escritura, hoy en día.
bería ser» que le recuerda que su maestro era partidario de los límites. Imposible, actualmente, definir una práctica femenina de la escritu-
Ella no está en su sitio, desborda. Derramamiento que puede ser ra, se trata de una imposibilidad que perdurará, pues esa práctica nunca
angustiante, puesto que, desatada, puede temer -y hacer temer al Otro-- se podrá teorizar, encerrar, codificar, lo que no significa que no exista.
, un extravío sin fin, una locura. Pero que puede, en el vértigo, ser -si Pero siempre excederá al discurso regido por el sistema falocéntrico;
no se fetichiza lo personal, la permanencia de la identidad- un «dónde tiene y tendrá lugar en ámbitos ajenos a los territorios subordinados al
esto)'», un «quién goza ahí» embriagador, preguntas que enloquecen a
10 El administrador del hogar, como dice el «Husband» inglés, el «sirviente de la casa», 12 Es una suerte si es de la mujer, un femenino desmembramiento que atormenta al YO
denominado «marido». / que sólo es / nace sucediéndose vislumbrado por Valéry y finitamente dislocado,
11 Nietzsche, Gai Saber, aforismo 315,10118. nunca realmente recompuesto en la Joven Parca.

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dominio filosófico-teórico. Sólo se dejará pensar por los sujetos Hablar, lanzar signos hacia un escenario, hacer uso de la retórica
rompedores de automatismos, los corredores periféricos nunca someti- adecuada: culturalmente nosotras no estamos acostumbradas a eso. Pero
dos a autoridad alguna. Pero podemos comenzar a hablar. A designar tampoco a aquello en lo que no encontramos placer: en efecto, sólo
algunos efectos, algunos componentes pulsionales, algunas relaciones mantenemos un discurso a un cierto precio. La lógica de la comunica-
de lo imaginario femenino con lo real, con la escritura. ción exige una economía y signos -significantes- y subjetividad. Se
Lo que diré al respecto, porque esos trazos me afectan profundamen- pide al orador que desenrolle un hilo seco, endeble, raído. Nos gusta la
te de entrada, es sólo un principio. inquietud, el cuestionamiento. Hay desperdicios en lo que decimos.
La feminidad en la escritura creo que pasa por: un privilegio de la Necesitamos esos desperdicios. Escribir, al romper el valor de inter-
voz: escritura y voz se trenzan, se traman y se intercambian, continui- cambio que mantiene la palabra en su raíl, es siempre dar a la super-
dad de la escritura/ritmo de la voz, se cortan el aliento, hacen jadear el abundancia, a lo inútil su parte salvaje. Por eso es bueno escribir, dejar
texto o lo componen mediante suspenso, silencios, lo afonizan o lo des- a la lengua intentar, como se intenta una caricia, tardar el tiempo nece-
trozan a gritos. sario para una frase, un pensamiento para hacerse amar, para resonar.
En cierto modo la escritura femenina no deja de hacer repercutir el Al escribir, desde y hacia la mujer, y aceptando el desafio del discur-
desgarramiento que, parala mujer, es la conquista de la palabra oral, so regido por el falo, la mujer asentará a la mujer en un lugar distinto de
«conquista» que se realiza más bien como un desgarramiento, un vuelo aquel reservado para ella en y por lo simbólico, es decir, el silencio.
vertiginoso y un lanzam iento de sí, una inmersión. Escucha a una mu- Que salga de la trampa del silencio. Que no se deje endosar el margen o
jer que habla en una asamt lea (si no ha perdido el aliento dolorosamen- el harén como dominio.
te): no «habla», lanza al aire su cuerpo tembloroso, se suelta, vuela, En la palabra femenina, al igual que en la escritura, nunca deja de
toda ella se convierte en su voz, sostiene vitalmente la «lógica» de su asomar lo que sigue conservando el poder de afectamos por antaño
discurso con su propio cuerpo; su carne dice la verdad. Se expone. En habemos impactado y conmovido imperceptible, profundamente: el
realidad, materializa camalmente lo que piensa, lo expresa con su cuer- canto, la primera música, aquella de la primera voz amorosa, que toda
po. En cierto modo, inscribe lo que dice, porque no niega a la pulsión mujer mantiene viva.
su parte indisciplinable, ni a la palabra su parte apasionada. Su discur- La Voz, canto anterior a la ley, antes de que el aliento fuera cortado
so, incluso «teórico» o político, nunca es sencillo ni lineal, ni «objeti- por lo simbólico, reapropiado en el lenguaje bajo la autoridad que sepa-
vado» generalizado: la mujer arrastra su historia en la historia. ra. La más profunda, la más antigua y adorable visitación. En toda mu-
Toda mujer ha conocido el tormento de la llegada a la palabra oral, el jer canta el primer amor sin nombre.
corazón que late hasta estallar, a veces la caída en la pérdida del lengua- En la mujer siempre existe, en cierto modo, algo de «la madre» que
je, el suelo que falla bajo los pies, la lengua que se escapa; para la repara y alimenta, y resiste a la separación, una fuerza que no se deja
mujer, hablar en público -diría incluso que el mero hecho de abrir la cortar, pero que ahoga los códigos. Al igual que la relación con la infan-
boca- es una temeridad, una transgresión. cia (la niña que ha sido, que es, que hace, rehace, deshace, en el lugar
Doble desasosiego, pues incluso si transgrede, su palabra casi siem- donde incluso se otrea), la relación con la «madre» considerada como
pre cae en el sordo oído masculino, que sólo entiende la lengua que delicias y violencias tampoco se corta. Texto, mi cuerpo: cruce de co-
habla en masculino. rrientes cantarinas, escúchame, no es una «madre» pegajosa, afectuosa;

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es la equivoz que, al tocarte, te conmueve, te empuja a recorrer el cami- censo más bajo más bajo donde en el constante retorno del mar se pier-
no que va desde tu corazón al lenguaje, te revela tu fuerza; es el ritmo de una voz que no se conoce.
que ríe en ti; el íntimo destinatario que hace posibles y deseables todas Voz-grito. Agonía, «palabra» explotada, destrozada por el dolor y la
las metáforas; cuerpos (¿cuerpo?, ¿cuerpos?) tan dificiles de describir cólera, pulverizando el discurso: así la han oído siempre desde la época
como dios, el alma o el Otro; la parte de ti que dentro de ti te espacía y en que la sociedad masculina empezó a marginarla de la parte central
te empuja a inscribir tu estilo de mujer en la lengua. Voz: la leche in- del escenario, a expulsarla, a despojarla. Desde Medea, desde Electra.
agotable. Ha sido recobrada. La madre perdida. La eternidad: es la voz Voz: desprendimiento y estrépito. [Fuego! Ella dispara, se dispara.
mezclada con la leche. Rompe. Desde sus cuerpos en los que han sido enterradas, confinadas,
Origen no: ella ahí no regresa. Trayecto del niño: retorno al país na- y al mismo tiempo se les ha prohibido gozar. Las mujeres tienen casi
tal, Heimweh, del que habla Freud, nostalgia que hace del hombre todo por escribir acerca de la feminidad: de su sexualidad, es decir, de
un ser que tiende a regresar al punto de partida, a fin de apropiárselo la infinita y móvil complejidad de su erotización, las igniciones
y morir en él. Trayecto de la niña: más lejos, a lo desconocido, por fulgurantes de esa ínfima-inmensa región de sus cuerpos, no del desti-
inventar. no sino de la aventura de esa pulsión, viajes, travesías, recorridos, brus-
¿Por qué esa relación privilegiada con la voz? Porque ninguna mujer cos y lentos despertares, descubrimientos de una zona antaño tímida y
acumula tantas defensas anti-impulsivas como un hombre. No apunta- hace poco emergente. Cuando la mujer deje que su cuerpo, de mil y un
las, no construyes como él, no te alejas del placer tan «prudentemente», hogares de ardor --cuando hayan fracasado los yugos y las censuras-,
A pesar de que la mistificación fálica haya contaminado generalmente articule la abundancia de significados que lo recorren en todos los sen-
las buenas relaciones, la mujer nunca está lejos de la «madre» (entendi- tidos, en ese cuerpo repercutirá, en más de una lengua, la viej a lengua
da al margen de su función, la «madre» como no-nombre, y como fuen- materna de un solo surco.
te de bienes). En la mujer siempre subsiste al menos un poco de buena Nos hemos apartado de nuestros cuerpos, que vergonzosamente nos
leche-de-madre. Escribe con tinta blanca. han enseñado a ignorar, a azotarlo con el monstruo llamado pudor; nos
¡Voz! Es también lanzarse, ese desparramamiento del que nada vuel- han hecho el timo de la estampita: cada cual amará al otro sexo. Yo te
ve. Exclamación, grito, ahogo, aullido, tos, vómito, música. Ella se va. daré tu cuerpo y tú me darás el mío. Pero, ¿qué hombres dan a las mu-
Pierde. Así escribe, como se lanza la voz, hacia adelante, en el vacío. jeres el cuerpo que ellas les entregan ciegamente? ¿Por qué hay tan
Se aleja, avanza, no vuelve sobre sus pasos para examinarlos. No se pocos textos? Porque aún muy pocas mujeres recuperan su cuerpo. Es
mira. Carrera peligrosa. Al contrario del narcisismo masculino, pre- necesario que la mujer escriba su cuerpo, que invente la lengua inex-
ocupado por afirmar su imagen, por ser mirado, por verse, por juntar pugnable que reviente muros de separación, clases y retóricas, reglas y
sus fragmentos, por embolsárselos. Mirada que repone, mirada siempre códigos, es necesario que sumerja, perfore y franquee el discurso de
dividida invertida, economía del espejo, es preciso que se ame. Pero última instancia, incluso el que se ríe por tener que decir la palabra
ella: se lanza, busca amar. Así lo entendió Valéry, marcando a su Joven «silencio», el que apuntando a lo imposible se detiene justo ante la pa-
Parca con la ambigüedad al buscarse a sí misma, masculina en sus ce- labra «imposible» y la escribe como «fin».
los de sí misma: «viéndose verse», divisa de toda la especulación/ En cuerpos: las mujeres son cuerpos, y lo son más que el hombre,
especularización falocéntrica, de todo Testa; femenina en el loco des- incitado al éxito social, a la sublimación. Más cuerpo, por tanto, más

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,
escritura. Durante mucho tiempo, la mujer respondió con el cuerpo a cederles un espacio que ya no les pertenece sólo a ellos en la medida
las vejaciones, a la empresa familiar-conyugal de domesticación, a los que tampoco nosotras les pertenecemos.
reiterados intentos de castrarla. La que se mordió diez mil veces siete Si la mujer siempre ha funcionado «en» el discurso del hombre,
veces la lengua antes que hablar, o murió a causa de ello, o conoce su significante siempre referido al significante contrario que anula la ener-
lengua y su boca mejor que nadie. Ahora, yo-mujer haré estallar la Ley: gía específica, minimiza o ahoga los sonidos tan diferentes, ha llegado
de aquí en adelante, se trata de un estallido posible, e ineluctable; y que ya el momento de que disloque ese «en», de que 10 haga estallar, le dé la
debe producirse de inmediato, en la lengua. vuelta y se apodere de él, que lo haga suyo, aprehendiéndolo, metién-
Cuando «el reprimido» de su cultura y de su sociedad regresa, el su- doselo en la boca, en la propia boca, y que, con sus propios dientes le
yo es un retorno explosivo, absolutamente arrasador, sorprendente, con muerda la lengua, que se invente una lengua para adentrarse en él. Y
una fuerza aún jamás liberada, a la medida de la más formidable de las con qué soltura, ya verás, puede, desde ese «en» donde se agazapaba
represiones: puesto que al final de la época del Falo, las mujeres habrán somnolienta, asomar a los labios que sus espumas invadirán.
sido aniquiladas o arrastradas a la más alta y violenta incandescencia. Tampoco se trata de apoderarse de sus instrumentos, de sus concep-
Durante el amortiguamiento de su historia, las mujeres han vivido so- tos, de sus lugares, ni de ocupar su posición de dominio. El hecho de
ñando, en cuerpos callados, en silencios, en revueltas afónicas. que sepamos que existe un riesgo de identificación no significa que
y con qué fuerza dentro de su fragilidad: «fragilidad», vulnerabi- sucumbamos. Dejemos a los inquietos, a la angustia masculina y a su
lidad a la medida de su incomparable intensidad. No han sublimado. relación obsesiva con el funcionamiento del mando, el saber «cómo
Afortunadamente: han salvado su piel, su energía. No han colaborado funciona eso» a fin de «hacerlo funcionar». No tomar posesión pa-
en la organización del estancamiento de las vidas sin futuro. Han habi- ra interiorizar, o para manipular, sino para pasar rápido, y romper las
tado, con furia, esos suntuosos cuerpos: admirables histéricas que barreras.
hicieron sufrir a Freud voluptuosos e inconfesables momentos, bom- El poder femenino es tal que al apoderarse de la sintaxis, rompiendo
bardeando su estatua mosaica con las carnales y apasionadas palabras- ese famoso hilo (tan sólo un pequeño hilito, dicen ellos) que sirve a los
del-cuerpo, atormentándole con inaudibles y fulminantes denuncias, hombres como sustituto del cordón -sin el cual no gozan- para sen-
deslumbrantes, más que desnudas bajo los siete velos de los pudores. tirse seguros de que la anciana madre sigue detrás de ellos, contem-
Aquellas que en una sola palabra del cuerpo inscribieron el inmenso plándoles jugar al falo, la mujer irá hacia lo imposible, donde crea al
vértigo de una historia arrancada como una saeta de toda la historia de Otro, por amor, sin morir por ello.
los hombres, de la sociedad bíblico-capitalista, son ellas, son las márti- Des-propiacion, des-personalizacion, porque excesiva, desmesura-
res ajusticiadas de ayer que se adelantan a las nuevas mujeres, y des- da, contradictoria, ella destruye las leyes, el orden «natural», levanta
pués de quienes ninguna relación intersubjetiva podrá ser como antes. la barra que separa al presente del futuro, rompiendo la ley rígida de la
Eres tú, Dora, indomable, tú, el cuerpo poético, la verdadera «dueña» individuación. Privilegio decía Nietzsche (El nacimiento de la trage-
del Significante. Tu eficacia: la veremos en acción muy pronto, cuando dia) de las fuerzas adivinatorias y mágicas. Qué es del sujeto, del pro-
tu palabra deje de estar sofocada, con su punta vuelta contra tu pecho; nombre personal, de sus posesivos cuando, al atreverse alegremente a
mas se escribirá oponiéndose a la otra y a su gramática. No hay que sus metamorfosis (porque desde su adentro, que durante mucho tiempo
fue su mundo, mantiene una relación de deseo penetrante con todo ser),

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La joven nacida

ella de repente hace circular otra manera de conocer, de producir, de oposiciones, no ha derrumbado con un acto de transgresión lo sucesi-
comunicar, en la que cada uno es siempre más de uno, en la que su vo, lo encadenado, el muro de la circunfusión?
poder de identificación desconcierta. Y con el mismo movimiento Un texto femenino no puede no ser más que subversivo: si se escri-
diseminador, que atraviesa y mediante el cual ella se convierte en otra, be, es trastornando, volcánica, la antigua costra inmobiliaria. En ince-
en Otro, rompe con la explicación, la interpretación y todos los puntos sante desplazamiento. Es necesario que la mujer se escriba porque es la
de referencia. Ella olvida. Procede a base de olvidos, de saltos. invención de una escritura nueva, insurrecta lo que, cuando llegue el
momento de su liberación, le permitirá llevar a cabo las rupturas y las
transformaciones indispensables en su historia, al principio en dos ni-
Ella vuela
veles inseparables: individualmente, al escribirse, la Mujer regresará a
ese cuerpo que, como mínimo, le confiscaron; ese cuerpo que convir-
Volarv" es el gesto propio de la mujer, volar en la lengua, hacerla vo- tieron en el inquietante extraño del lugar, el enfermo o el muerto, y que,
lar. Hemos aprendido las mil maneras de poner en práctica el arte de con tanta frecuencia, es el mal amigo, causa y lugar de las inhibiciones.
volar y sus variadas técnicas, hace siglos que sólo tenemos acceso a él Censurar el cuerpo es censurar, de paso, el aliento, la palabra.
mediante el vuelo, que hemos estado viviendo en un vuelo, de volar, Escribir, acto que no sólo «realizará» la relación des-censurada de la
encontrando, cuando lo deseamos, pasadizos angostos, secretos, entre- mujer con su sexualidad, con su ser-mujer, devolviéndole el acceso a
cruzados. No es obra del azar el hecho de que «volar» ocurra entre dos sus propias fuerzas, sino que le restituirá sus bienes, sus placeres, sus
vuelos, disfrutando de uno y de otro y desconcertando a los guardianes órganos, sus inmensos territorios corporales cerrados y precintados; que
del sentido. No es obra del azar: la mujer tiene algo de pájaro y de la liberará de la estructura supramosaica en la que siempre le reserva-
ladrón, al igual que el ladrón tiene algo de mujer y de pájaro: ellos ban el eterno papel de culpable (culpable de todo, hiciera lo que hiciera:
(cilles»)!" pasan, huyen, disfrutan desbaratando el orden del espacio, culpable de tener deseos, de no tenerlos, de ser frígida, de ser «dema-
desorientándolo, cambiando de lugar los muebles, las cosas, los valo- siado» caliente; de no ser las dos cosas a la vez; de ser demasiado ma-
res, rompiendo, vaciando estructuras, poniendo patas arriba 10 conside- dre y no lo suficiente; de tener hijos y de no tenerlos; de amamantarlos
rado como pertinente. y de no amamantarlos ... ). Escríbete: es necesario que tu cuerpo se deje
¿Qué mujer no ha volado/robado?, ¿qué mujer no ha sentido, soña- oír. Caudales de energía brotarán del inconsciente. Por fin, se pondrá de
do, realizado el gesto que frena lo social?, ¿no ha burlado y ha conver- manifiesto el inagotable imaginario femenino. Sin dólares oro ni negro,
tido en motivo de burla la línea de separación, no ha inscrito con el nuestra nafta expanderá por el mundo valores no cotizados que cam-
propio cuerpo lo diferencial, no ha perforado el sistema de parejas y biarán las reglas del juego tradicional.
En el Imperio de lo Propio, el ser del desplazamiento, ¿cómo encon-
(b) «Valen>, en francés, significa volar y robar. La autora se vale del significado
trará ella dónde perderse, dónde inscribir su no-tener-lugar, su perma-
polisérnico del término. también de la utilización del sustantivo «vol» = vuelo/robo, y
nente disponibilidad?
del adjetivo «voleuse» = voladora/ladrona. (N. del T)
(e) «illes»: neologismo en el que la autora fusiona el pronombre masculino plural (cdls»)
¿En otra parte? Habrá otra parte donde el Otro ya no será condenado
refiriéndose a pájaro y a ladrón, y el femenino plural (<<elles»)para hacer alusión a las a muerte. Pero, ¿ha existido, existe otra parte? Si ya no está «aquí», ya
mujeres. (N. del T) está allá, en este otro lugar que altera el orden social, donde el deseo

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origina la existencia de la ficción. No importa qué ficción, pues por moto, debido a esta mutación radical de las cosas por obra de un tras-
supuesto, existe la ficción clásica, fraguada en las oposiciones del sis- iorno material, cuando todas las escrituras resultan momentáneamente
tema, y la historia literaria ha sido homogénea a la tradición falocéntrica, desequilibradas Y una efímera salvajez arrasa con el orden establecido,
hasta el extremo de ser el falocentrismo que se contempla a sí mismo, y es cuando el poeta da paso, durante un instante, a la mujer: eso hizo
que se regocija repitiéndose. Kleist, hasta el punto de consumirse en su anhelo por la existencia de
Pero soy partidaria de lo que sólo existe en otra parte, y busco, en la las hermanas-amantes hijas-maternales madres-hermanas que nunca
creencia de que la escritura tiene recursos indomables. De que la escri- agacharon la cabeza. Después de 10 cual, una vez restablecidos los tri-
tura es lo que está en relación con la no-relación; de que 10 que la histo- bunales de justicia, hay que saldar cuentas: muerte inmediata y san-
ria prohíbe, lo que lo real excluye o no admite, puede manifestarse: del grienta para esos elementos incontrolables.
Otro, y del deseo de conservarlo vivo; por lo tanto, de lo femenino (Sólo los poetas, no los novelistas solidarios de la representación.
vivo; de la diferencia; y del amor; por ejemplo, un deseo que vaya, Los poetas: porque la poesía consiste únicamente en sacar fuerzas del
como el que una mujer puede desencadenar, hasta el final, que no se inconsciente, y el inconsciente, la otra región sin límites, es el lugar
deje someter por nada. Que imponga su necesidad como valor sin de- donde sobreviven los reprimidos: las mujeres, o como diría Hoffmann,
jarse intimidar por el chantaje cultural, la sacralización de las estructu- las hadas.)
ras sociales; que no ordene la vida con la amenaza de la muerte; porque Existió Kleist: entonces todo es pasión. Pasiones que transportan más
una vida que se doblega, esto ya no puede llamarse una vida. allá de 10 individual, a todos los niveles. Ya no más barreras: el admira-
Así pues, «lugar» de la intransigencia y de la pasión. Un lugar de ble Michael Kolhaas declaró la guerra al universo moral, social, al bas-
lucidez donde nadie confunda un simulacro de existencia con la vida. tión político y religioso, al Estado, a causa de una barrera aduanera.
El deseo es nítido ahí, como un rayo de fuego, cruza la noche de algo. Pues una barrera aduanera basta para impedir toda vida que se piense
[Un relámpago], es por ahí: la vida está aquí, exactamente, y no me más allá de lo humano subyugado. Con Kleist se supera todo, yeso no
equivoco. Después, la muerte. se llama transgresión. Pues, de golpe, la pasión transporta al mundo
y a veces encuentro dónde meter el ser de varias vidas que soy. En donde esta noción no existe.
otras partes abiertas por hombres capaces de Otros, capaces de conver- Existió el ser-de-los-mil-seres al que llamamosShakespeare. He vi-
tirse en mujer. Pues han existido, de 10 contrario yo no escribiría, fraca- vido todos los personajes de sus mundos: porque siempre están, ya sea
sados, en la enorme máquina que gira y repite su «verdad» desde hace en la vida o en la muerte, porque la vida y la muerte no están separadas
siglos. Hubo poetas para revelar a toda costa algo reñido con la tradi- por ningún simulacro, porque hay adhesión fulgurante de todo a nada,
ción, hombres capaces de amar al amor; de amar, por consiguiente, a de la afirmación al no, porque lo que va del uno al otro sólo es un beso,
los demás y de quererles; capaces de imaginar a la mujer que se resis- una frase de felicidad, de infelicidad, porque en todo lugar hay abismo
tiera a la opresión y se constituyera en sujeto magnífico, semejante, por y cima, nada llano, nada blando, nada templado. El hombre se con-
tanto «imposible», insostenible en el marco social real: el poeta pudo vierte allí en mujer, la mujer en hombre, mundo sin esclavos: hay trai-
desear a esa mujer sólo infringiendo los códigos que la niegan. Su apa- dores a los poderes de la muerte. Más que humanos, todos los vivos son
rición comportaba necesariamente, si no una revolución, sí al menos grandes.
desgarradoras explosiones. A veces, en la grieta causada por un terre-

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y dado que no puede haber compromiso, en sus territorios sin lími- que Dora abre en ellos. En 1900, fui el deseo amordazado, su rabia, sus
tes, y que nadie se aventura por ellos a no ser en caso extremo, son otras efectos encrespados. Impedí el tejemaneje de la mezquindad burguesa-
partes las que conforman con furia el proceso de lo político: universo conyugal de dar vueltas sin chirriar horriblemente. Lo he visto todo. He
del devenir en el que el poder y sus engaños nunca se pueden inscribir reducido cada «persona» a su vil cálculo, cada discurso a su mentira,
con tranquilidad. A través de las vidas que allí abundan, se libra una cada vileza a su inconsciente. No he dicho nada, pero lo he hecho saber
incesante y trágica lucha contra las ideas falsas, los códigos, los «valo- todo. Les he robado sus pequeñas inversiones, pero eso no es nada. He
res», la tontería innoble y asesina del dominio. cerrado su puerta estrepitosamente. Me he ido. Pero he sido lo que Dora
Kleist, Shakespeare. Hay otros. Pero no conozco generosidad seme- hubiera sido, si la historia de las mujeres hubiera empezado.
jante a la de ellos. En sus mundos, he amado. Y me he sentido amada. Así pues, la escritura hace el amor otro. Ese amor es ella misma. El
Desde allí emitiré ahora algunas observaciones para el futuro. Gracias amor-otro es el nombre de la escritura.
a algunos locos de la vida, como yo misma, en la época que no había Al principio del Amor-otro hay las diferencias. El nuevo amor se
lugar para mí-toda (había para trocitos de yo) ninguna parte vivía. Cuan- atreve con el otro, 10 quiere, se arrebata en vuelos vertiginosos entre
do yo no escribía. He sido la Pentesilea de Kleist, no sin ser Aquiles; he conocimiento e invención. Ella, la eterna recién llegada, no se queda,
sido Antonio para Cleopatra y Cleopatra para Antonio; también he sido va a todas partes, intercambio, es el deseo-que-da. No encerrada en la
Julieta porque, en Romeo, había superado el culto a los padres. He sido paradoja del don que toma; ni en la ilusión de la fusión que une. Ella
Santa Teresa de Ávila, aquella loca que sabía más que todos los hom- entra, entre-ella y yo y tú, entre el yo donde uno es siempre infinitamen-
bres. Y que sabía a fuerza de querer convertirse en pájaro. te más de uno y más que yo, sin temor de llegar a alcanzar un límite:
Además, siempre he sido un pájaro. Un poco buitre, un poco águila: gozadora de nuestro avance. ¡Nunca llegaremos al final! Ella pasa por
he mirado al sol de frente. Nacida varias veces, muerta varias veces los amores defensivos, las maternidades y devoraciones: más allá del
para renacer de mis cenizas, estoy en misteriosa relación con un árbol narcisismo avaro, en el espacio movedizo, abierto, transicional, corre
único de Arabia. Siempre he practicado el vuelo y el robo. En calidad sus riesgos: más allá de la rendición del amor-guerra que pretende re-
de voladora, me he escapado, me he alejado de tierras y de mares (nun- presentar el intercambio, ella se ríe de una dinámica de Eros que el odio
ca he reptado, cavado, enterrado, huido, pataleado; pero he nadado alimentaría -odio: herencia, aún, un resto, un servilismo engañoso al
mucho). En calidad de Iadrona/voladora.v" he vivido en Jean Genét falo-; amar, mirar-pensar-buscar al Otro en el otro, des-especularizar,
durante mucho tiempo. des-especular. Ahí donde la historia sigue transcurriendo como historia
Las histéricas son mis hermanas. Siendo Dora, he sido todos los per- de la muerte, ella no entra. Que siga existiendo un presente para ella no
sonajes que ella crea, que la matan, que ella cala y hace estremecer, yal impide que la mujer inicie la historia de la vida en otra parte. En otra
final me he escapado, después de haber sido Freud un día, otro día la parte, ella. da. No mide 10 que da; pero no da el cambio ni lo que no
señora Freud, y también el señor K, la señora K en cada uno, la herida tiene. Da más. Da lo que hace vivir, lo que hace pensar, lo que transfor-
ma. Semejante «economía» ya no puede formularse en términos pro-
pios de la economía. Ahí donde ella ama, todos los conceptos de la
«Voler», en francés, significa volar y robar. La autora se vale del significado poli-
(d)
antigua gestión están superados. Soy para ti 10 que tú quieres que sea en
sémico del término. También de la utilización del sustantivo «vol» = vuelo/robo, y del
adjetivo «voleuse» = voladora/ladrona. (N. del T)
el momento que me miras tal como no me habías visto nunca: en cada

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inst~nte. Cuando escribo, todos los que no sabemos que podemos ser se
escnben desde mí, sin exclusión, sin previsión, y todo lo que seremos Terry Eagleton (Réino Unido, 1943)
nos conduce a la incansable, embriagadora, implacable búsqueda de
amor. Nunca sufriremos carencia de nosotras mismas.
[...]

Formado en el establecimiento inglés de Cambridge, donde fue alumnc


de Rayrnond Williams (marxista y uno de los fundadores de los estu-
dios culturales en Gran Bretaña), Eagleton comienza una temprana ca-
rrera académica como profesor en Oxford y crítico literario. De familia
católica, se acerca al marxismo y se coloca en la tradición de la Nueva
Izquierda británica.
Como crítico literario, Eag1eton tiene influencias del marxismo, e:
estructuralismo y el postestructuralismo; le interesan las cuestiones de
políticas y prácticas culturales, y la relación entre literatura e ideología
Conserva el concepto marxista de ideología pero considera el nexo de:
texto literario con la ideología como una «sobredeterminación». Discu-
te el papel de la crítica literaria como institución, reclamando para ella
una implicación en los procesos de la vida social y del poder.
En su conocido libro Literary Theory: An Introduction, 1983/ Intro-
ducción a la teoría literaria, 1988, Eagleton orienta su revisión de los
principales enfoques teóricos del siglo xx -formalismo, nuevo criti-
cismo, fenomeno lo gia, recepción, estructuralismo, semiótica
postestructuralismo, psicoanálisis, feminismo y marxismo-, a partii
de la discusión del concepto esencialista de la literatura y de la puest:
en práctica de otro que depende de las instituciones y de la experienci:
social.
En «Towards a Science of the Text» [Hacia una ciencia del texto]
perteneciente a su libro, de 1976, Criticism and Ideology [Crítica e ideo
logía], el punto de ataque de Eagleton es el desmontaje de la separa
ción entre ideología y texto literario, como si el segundo fuera la expresiór
de la primera y, por tanto, pudiéramos añadir, «su reflejo». En discu
sión con el concepto de ideología como «falsa conciencia», propon:

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