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Artículo

Jóvenes universitarios mexicanos ante el trabajo

Mexican university youth to work

Emma Liliana Navarrete enavarr@cmq.edu.mx


El Colegio Mexiquense, A.C., México

Jóvenes universitarios mexicanos ante el trabajo

Revista Latinoamericana de Población, vol. 6, núm. 10, pp. 119-140, 2012

Asociación Latinoamericana de Población

Resumen:El objeto de estudio en este documento son los jóvenes universitarios


mexicanos y su relación con el mercado laboral. La cuestión principal es analizar si, ante
mercados tan deprimidos, los jóvenes más escolarizados pueden acceder a empleos
menos deteriorados que sus pares no escolarizados. En principio, se señalan las
perspectivas en torno a la relación trabajoescuela en América Latina y México; se repasan
los textos que, con diversas miradas, se han escrito en torno a los jóvenes y el trabajo.
Finalmente, desde un enfoque sociodemográfico, se analizan algunos indicadores que
proporciona la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2008 para explorar la situación
que viven en el trabajo los jóvenes mexicanos con estudios universitarios en comparación
con los menos escolarizados.

Palabras clave:jóvenes, trabajo, educación universitaria, México.

Introducción

La educación es, sin duda, un factor fundamental del desarrollo y es clave para el
aumento en la cantidad y calidad de las oportunidades del ser humano. Desde los años
cincuenta, se consideró como el canal de movilidad social más importante (CEPAL, 1998);
incluso hoy día, hay evidencia de que sigue siendo un disparador para superar las
condiciones de pobreza. Se ha mostrado que la concentración de trabajadores menos
educados en los sectores más desprotegidos de la economía tiene serias consecuencias y
contribuye a la reproducción de la desigualdad en las sociedades (Llamas Huitrón, 2005:
13).

A partir de mediados del siglo pasado, se planteó que aumentar los niveles escolares
de la población y generar empleos era la solución para la mayoría de los problemas
económicos y sociales de los países; desde entonces, la escolaridad y el trabajo han
mantenido una relación estrecha, lo que ha dado lugar a creer que contar con una
población con mayor escolaridad, con buena capacitación y formación rigurosa en las
escuelas impulsará la economía, circunstancia que se traducirá en una mejor vida social
y material de los individuos. Sin embargo, esta díada (empleo-trabajo) no es clara y ha
ido debilitándose: con la expansión y cobertura casi total de la educación básica, las
desigualdades se van trasladando a exigencias en niveles educativos cada vez más altos a
los que no toda la población puede acceder; además, para que la articulación sea exitosa,
la estructura económica debe ser sólida y generadora de empleos productivos. Llamas
Huitrón y Garro Bordonaro señalan que, si bien esta ideología del desarrollo económico
y del progreso social ha influido en las reformas pedagógicas y curriculares, la vinculación
de la escolaridad con el mercado de trabajo no se ha cumplido pues, por una parte, se ha
dejado de lado la formación valorativa y humanista de las personas, y, por otra, las
posibilidades de ascenso social vía la escolaridad dependen más bien de la creación de
puestos en el mercado laboral (Llamas Huitrón y Garro Bordonaro, 2003: 155).

El vínculo entre la educación y el trabajo ha sufrido fuertes tensiones y, en la actualidad,


no puede concebírselo como una relación lineal, ni directa, ni inmediata. ¿A qué se debe?
Por un lado, a que la educación y la inserción en el trabajo son dos procesos distintos, en
donde los resultados del proceso educativo no pueden estar supeditados a las
necesidades y problemáticas de mercados de trabajo tan fragmentados (de Ibarrola,
2004); y, por otro, a que las expectativas de progreso y bienestar no son solo
responsabilidad del sistema educativo, sino también de la generación de empleos.

El tema que se aborda en este texto gira en torno al vínculo escuela-trabajo,


centrándose en particular en aquella población con altos logros educativos, respecto de
la cual se supondría que la educación sería recompensada con un buen empleo. El
universo está conformado por los jóvenes adultos que han alcanzado el nivel educativo
superior: hombres y mujeres activos de 25 a 29 años con estudios superiores. La
selección de este grupo etario permite contener a los que, si han tenido una trayectoria
educativa sin tropiezos, habrán ingresado al nivel superior e incluso a muchos que habrán
concluido o estarán finalizando sus estudios superiores.1

La fuente de información es la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de 2008,


segundo trimestre (ENOE 2008•••Š). La ENOE es una fuente de información muy
importante en México ya que, desde hace 35 años, captura de manera sistemática cifras
sobre la mano de obra mexicana.2 Es una encuesta que, como tal, levanta información solo
a una muestra del total;3 sin embargo, su confiabilidad está sustentada en un diseño
probabilístico4 que garantiza que la selección proporcione información veraz y completa
de todo el universo de estudio.

Con la ENOE se tiene acceso a las características de ocupación y empleo de la población;


en particular, proporciona cifras sociodemográfica y económica de los trabajadores o de
los que buscan un trabajo; rescata los niveles de desocupación y las características de la
población que está en esa condición; capta información de las condiciones laborales de
los ocupados y de los trabajadores de reciente ingreso; además, identifica algunas
características de las unidades económicas en las que participan los ocupados (rama,
tamaño, tipo de establecimiento). En contraparte, ofrece información sociodemográfica
de la población no económicamente activa. En resumen, se trata de una fuente de datos
estratégicos y oportunos acerca de la ocupación y del empleo en México.

Utilizando como base la ENOE 2008•••Š, el trabajo que aquí se presenta plantea tres
objetivos:

I. conocer los espacios laborales mexicanos a los que los jóvenes de 25 a 29 años
tienen acceso –comparación de jóvenes con estudios superiores y de jóvenes con
menor nivel escolar–;
II. indagar si los que han cursado estudios superiores tienen posibilidad de trabajar
en condiciones menos deterioradas en comparación con los menos escolarizados,
a pesar de que en México los mercados laborales se encuentran bastante
constreñidos;
III. mostrar si la situación es igual entre hombre y mujeres o si ocurren sesgos por
sexo.

Para lograrlos, en la primera parte se señala la situación de la educación en México, con


especial atención en la educación superior; en el segundo apartado se menciona, a partir
del contexto del mercado laboral mexicano, los análisis realizados en torno al tema
juventud-estudio-trabajo y las conclusiones a que han llegado; y, finalmente, en el tercer
apartado se ubica la situación de las/os jóvenes universitarios vs los no universitarios
que participan en el mercado laboral para rescatar las diferencias y similitudes entre
ellos/as con relación a sus condiciones y características laborales. Concluimos con
algunas reflexiones.

La educación superior en México

En México, en 1993 la escolaridad obligatoria se incrementó a nueve años: seis años de


primaria y tres de secundaria; en 2003 se agregó la obligatoriedad de tres años más
correspondientes al nivel preescolar. El nivel promedio de escolaridad de la población
mexicana para los mayores de 15 años, según cifras del Censo de Población de 2010, es
de 8.6 años. “Universalizar la educación primaria”, Segunda Meta de los Objetivos del
Milenio, es un esfuerzo que prácticamente se ha cumplido: en 2005 se alcanzó una
cobertura del 97%; sin embargo, cumplir con el 3% restante presenta serias dificultades
debido al tipo de población que debe atenderse: jornaleros agrícolas, indígenas y
población en áreas rurales dispersas a quienes es muy difícil acceder (Schmelkes, 2010).

Con relación a la educación secundaria, en 2005 la tasa de matriculación de niños y


adolescentes de 12 a 14 años fue del 78% (Schmelkes, 2010), lo que significa que poco
más de una quinta parte de la población en edad de ingresar se encuentra al margen. Para
la educación media superior, en 2005 la matrícula total fue de 3,5 millones de alumnos,
lo que equivalió al 54.9% de la población de 16 a 18 años de edad (SEP, 2005).

La educación superior es el último de los niveles de la estructura del Sistema Educativo


Mexicano; ofrece la educación profesional (licenciaturas) y la especialización
(posgrados).5 La finalidad de la primera es la de preparar a los estudiantes en algún
conocimiento específico para el ejercicio autorizado y profesional de una actividad; el
objetivo de la segunda es ofrecer grados de especialización en diversas materias (INEE,
2005: 17). La matrícula superior en México se ha ido incrementando: en 1970 la
población escolar fue de 208,944 jóvenes; en 1980 creció a 731,147; para 1990 fue de
1,078,191 alumnos; en 2000 ascendió a 1,585,408; y en 2008 fue de 2,705,190, lo que
representa un incremento de casi 13 veces en estos 38 años.

No obstante el avance observado, no todos los individuos pueden participar en este


nivel escolar. Varias son las razones por las que los jóvenes no logran ingresar a sus filas:
una tiene que ver con las diferencias socioeconómicas existentes en el país, las cuales
hace que la educación superior sea muy heterogénea en cuanto a la relevancia de sus
instituciones y en cuanto a la calidad de la enseñanza y la ubicación de los planteles; otro
problema radica en las desigualdades de la población, hecho que limita el acceso a los
sectores pobres y marginados (Covo, 1990; Bartolucci, 1994; De Garay Sánchez, 2001).
Además, la deserción escolar es un problema recurrente y está ligado al punto anterior:
la permanencia y asistencia a las aulas, así como la eficacia terminal, son mayores cuando
el joven y su familia cuentan con más recursos económicos, cuando se proviene de un
hogar que tiene un capital cultural y educativo y cuando los padres son también
universitarios (De Garay Sánchez, 2001; Mier y Terán y Pederzini, 2010; Mata Zúñiga,
2011).

La entrada y permanencia en las universidades no es sencilla; pero, además, se ha


señalado que, para un amplio grupo de jóvenes, la escolaridad (sobre todo la superior) ha
perdido sentido debido a la poca relación que existe entre la educación formal y el trabajo.
Estudiar varios años para no encontrar un empleo acorde con lo aprendido hace que los
jóvenes abandonen el interés por la escuela (Suárez Zozaya, 2005; Valenzuela, 2009). Sin
embargo, otros trabajos muestras una postura diferente; subrayan que hay muchos
jóvenes que insisten en realizar estudios universitarios. Esta posición se aprecia, por
ejemplo, en la recopilación de diversas investigaciones que reúnen Carlota Guzmán y
Claudia Saucedo;6 allí la tónica encontrada es que los/as jóvenes desean ingresar al
bachillerato (nivel medio superior) con el objeto de poder acceder posteriormente a
estudiar una carrera universitaria (Guzmán y Saucedo, 2007). También se registra esa
tendencia en la investigación de Hualde (2005), quien advierte que muchos de los jóvenes
con estudios técnicos que él entrevistó tenían como objetivo lograr un título universitario
después de concluidas sus carreras técnicas.

Desde luego, no hay que dejar de señalar que la heterogeneidad es uno de los rasgos
que marcan a la juventud actual, que la exclusión y la desigualdad son dos temas en los
que los/as jóvenes participan cada vez más y que la entrada a la universidad es, en efecto,
una posibilidad real para una minoría. En el ciclo escolar 2008-2009, de los 167, 668
aspirantes que realizaron examen para ingresar en una de las carreras que ofrece la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 152,991 (91.2%) no obtuvieron un
lugar. De los aspirantes que buscaban entrar a la educación superior en el Instituto
Politécnico Nacional (IPN), 48,890 tampoco lograron incorporarse. En total, se trató de
casi 200,000 jóvenes entre los solicitantes de la UNAM y del Politécnico. 7

Con respecto a quienes sí lograron incursionar en los estudios superiores, se ha visto


que su composición se ha ido transformando. En la matrícula universitaria hubo cambios
importantes; de hecho, se ha hablado de cierta “feminización”. En 1970 las mujeres no
llegaban al 20% del total de los alumnos universitarios; para el año 2000 prácticamente
eran el 50% (Bustos, 2006). En el ciclo 2006-2007, según cifras de la Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), el 49.34% de los
inscritos correspondió a población femenina. Bustos señala que no solo se triplicó en
treinta años la participación femenina en las aulas universitarias, sino que hubo una
recomposición de porcentajes a favor de las mujeres en algunas áreas como ciencias de
la salud y ciencias sociales y administrativas.

Pero no solamente entre las mujeres han cambiado las áreas de especialización;
mientras que antes de 1940 el gremio de los profesionistas, en México, estaba dominado
por médicos, abogados e ingenieros, con la modernización del sistema productivo
adquirieron relevancia nuevas carreras junto con la ingeniería, el derecho y la
administración. Muñoz Izquierdo señala que los campos de ejercicio tradicional han
cedido el lugar a las profesiones orientadas directamente hacia la industrialización y la
productividad; sin embargo, con el paso de los años, el ritmo de crecimiento de la
capacidad de la economía para incorporar productivamente a quienes terminaron sus
estudios profesionales empezó a ser cada vez menor que la velocidad de expansión del
egreso de las Instituciones de Enseñanza Superior (IES). Desde la década de los sesenta,
comienza a haber más egresados que empleos para ellos, y para los ochenta, cuatro
egresados competían por un mismo puesto de nivel profesional (Muñoz Izquierdo, 2004).
En 2008, 3.6% de jóvenes sin estudios superiores era un desempleado activo contra 5.6%
de universitarios.

Así pues, la trayectoria de los jóvenes desde que empiezan su educación formal hasta
encontrar un trabajo está inuenciada por su nivel de estudios y por sus características
familiares, pero también por las condiciones en que se desarrolla el mercado de trabajo.

Se ha documentado que, en general, las/os universitarios enfrentan mayores


problemas para encontrar empleo que los que tienen menor nivel escolar. Sin embargo,
si bien las cifras evidencian que hay mayor presencia de desempleo juvenil entre la
población universitaria que entre la no universitaria, no se trata necesariamente de una
desventaja –como se ha señalado (Suárez Zozaya, 2005)–; desde nuestro punto de vista,
incluso implica cierta ventaja, puesto que es muy probable que las opciones que tienen
los jóvenes universitarios (las cuales les han permitido primero estudiar y luego
descartar en mayor medida los empleos no deseados) sean mayores que las
oportunidades de los jóvenes que no pudieron continuar estudios en el nivel superior y
que tienen la urgencia de insertarse en el primer trabajo que encuentran. En este sentido,
consideramos que el poder permanecer desempleados por períodos más largos no es
resultado del nivel escolar más alto y de una mejor formación académica, sino que tiene
que ver con las desigualdades de México, que llevan a que un grupo de jóvenes (los menos
escolarizados) tengan que trabajar como sea y donde sea con tal de obtener un ingreso,
mientras que otros (entre los que están los más escolarizados) puedan retrasar la entrada
al mercado laboral, es decir, estar más tiempo desempleados, hasta encontrar un trabajo
más satisfactorio y acorde con lo aprendido en las aulas. De lo que sí no hay duda es de
los erosionados mercados que en las últimas décadas han caracterizado a la economía de
México y en los que buscan empleo los jóvenes mexicanos.

Los jóvenes mexicanos y el trabajo

Estudios recientes –y no tan recientes– sostienen que, en su inmensa mayoría, los


jóvenes incursionan en el mercado de trabajo vía el empleo precario (Tokman,
1997; Pérez Islas y Urteaga, 2001; Tokman, 2004; Weller, 2006; OIT, 2010), que este
problema pareciera no ser tan coyuntural como se pensó hace veinte años y que, además,
parece ser irreversible. En un estudio publicado en 2010, la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) mostró datos que señalan la grave problemática que viven los jóvenes
trabajadores en América Latina. A partir de cifras para ocho países, 8 evidencia que la
crisis económica está golpeando con mucha mayor intensidad a los jóvenes que a los
adultos, que la tasa de desempleo juvenil sigue duplicando e incluso triplicando a la de
los trabajadores de más edad, que los jóvenes activos suelen tener mayor rotación
laboral, y que el tamaño, la estructura y el ingreso familiares –junto con el nivel educativo
de los jóvenes– están íntimamente ligados a la necesidad de incursionar en el trabajo a
edades tempranas. Todos estos factores dan lugar a la reproducción de la pobreza (OIT,
2010).

En particular en México, la situación es poco alentadora. El país presenta un bajo


rendimiento de los mercados de trabajo: en esta última década, se dio un aumento de
empleos por cuenta propia y de micronegocios; hay un bajo poder adquisitivo para la
mayoría de los trabajadores y una creciente desigualdad en los ingresos a favor de los
trabajadores con mayor calificación; además, se generaliza la ausencia de las prestaciones
laborales (García, 2009). Ante este panorama poco alentador, en su búsqueda de
ocupación, los jóvenes mexicanos se enfrentan a opciones bastante limitadas.

En México, la situación del empleo juvenil es un tema preocupante, que ha llevado a la


realización de diversos estudios sobre la población activa joven y su vínculo con la
escuela. Estas investigaciones provienen de diversas disciplinas. Por ejemplo, desde la
sociodemografía, tomando como base cifras de las Encuestas de Empleo, se ha mostrado
que los jóvenes que viven y trabajan en México, en su gran mayoría, incursionan en
empleos sin prestaciones y con ingresos menores a los de la población adulta. Navarrete
mostró, para la segunda mitad de la década de 1990, que cuanto menor edad –y, por lo
tanto, menor escolaridad– tenían los jóvenes, eran mayores sus probabilidades de
incursionar en empleos precarios, situación que recrudecía entre las mujeres, entre los
jóvenes de áreas rurales y entre los que tenían un hogar con jefatura femenina
(Navarrete, 2001).

Para inicios del siglo XXI, de Oliveira analizó las características contextuales, familiares
e individuales de los jóvenes trabajadores para conocer qué elementos incidían en la
inserción en empleos con mejores o peores condiciones laborales. Encontró que la
escolaridad fue un elemento definitorio: a mayor escolaridad, menor probabilidad de
obtener un empleo precario. Los jóvenes con mayor escolaridad tenían empleos no
manuales y en empresas de mayor tamaño, vivían en espacios urbanos y su trabajo se
ubicaba en los servicios sociales o servicios al productor (de Oliveira, 2006).

En un trabajo comparativo de tres ciudades latinoamericanas (Buenos Aires, Lima y


Ciudad de México), Solís et al. (2008) estudian la transición escuela-trabajo de los
jóvenes. Se analizan las secuencias y diferencias en las trayectorias educativas y el ingreso
al mercado laboral, y se examina hasta qué punto estas diferencias son resultado de las
posiciones que tienen los jóvenes en la estratificación social. De manera general, los
resultados del estudio indican que hay una gran heterogeneidad entre las transiciones en
las tres ciudades: en Buenos Aires el abandono del sistema educativo y la entrada al
mercado es bastante tardío comparado con Lima, donde es muy temprano, y con la
Ciudad de México, que está situada en una posición intermedia. Otro hallazgo de este
documento es que los calendarios de salida de la escuela y entrada al mercado laboral
están inuenciados por el estrato social y el sexo del joven (Solís, et al., 2008).

La mayoría de los análisis desde la perspectiva sociodemográfica han señalado los


determinantes espaciales, familiares e individuales que influyen en el ingreso al mercado
laboral a entrada temprana o bien en las características laborales de los jóvenes o en los
diferentes tránsitos hacia la vida adulta, en donde un eje central suele ser, precisamente,
la entrada al trabajo (véanse, entre otros: Navarrete, 2000; Giorguli Salcedo,
2005; Murillo López, 2005; Pérez Amador, 2006; Vela Peón, 2008; Mora y de Oliveira,
2009).

Desde la investigación educativa ha habido también numerosos esfuerzos para


entender la inserción laboral de los jóvenes y su vínculo con la escolaridad. Muchos de
estos documentos tienen que ver con cómo los/as jóvenes valoran el trabajo fuera del
hogar.

Algunos, enmarcados en la metodología cualitativa, se interesan en las dimensiones


subjetivas del empleo y elaboran distintas categorías a partir de las narrativas de los
jóvenes (Jacinto, et al., 2005; Guerra, 2005). Otros buscan ver las trayectorias escolares y
su vínculo con la entrada al mercado laboral sobre la base de registros escolares y de
cuestionarios; es el caso del documento de González Martínez y Bañuelos (2008), quienes
llevan a cabo una investigación sobre estudiantes de la Escuela de Ciencias de la
Comunicación en Puebla.

Existen también estudios que, de manera particular, buscan conocer especícamente a


los universitarios y su vida laboral. Se enfocan en el paso de la escuela al trabajo o bien
en la situación que viven los jóvenes cuando llevan a cabo ambas tareas (estudiar-
trabajar) de manera simultánea. Carlota Guzmán se ha concentrado en este tema,
analizando a jóvenes que asisten al nivel superior de la Universidad Nacional Autónoma
de México. Una de sus preocupaciones radica en conocer el sentido que esos jóvenes dan
a su trabajo y a la relación entre lo aprendido en las aulas y lo desarrollado en el espacio
laboral (Guzmán, 1995; 2004; 2007). En 2005, Suárez Zozaya publicó un libro en donde
vuelca un estudio que llevó a cabo para evidenciar la problemática que viven los jóvenes
universitarios en la búsqueda de trabajo y en su permanencia en él (Suárez Zozaya, 2005).
Por su parte, Navarrete (2008) elaboró un documento donde analiza la situación laboral
y familiar de mujeres universitarias.

Uno de los hilos que unen muchos de los trabajos antes mencionados tiene que ver con
la mala situación que enfrentan los jóvenes en el empleo: tanto varones como mujeres
padecen una mayor inestabilidad laboral, tienen trabajos que se encuentran en el ámbito
de la informalidad y del subempleo, con una gran incertidumbre y falta de protección
social. Por otra parte, se evidencian grandes transformaciones en la relación entre
educación y trabajo: de ser considerada lineal y de signo positivo, se ha convertido en no
directa y con resultados diversos, pues los logros educativos van perdiendo sentido como
mecanismo de movilidad. Actualmente, los jóvenes, por una parte, otorgan menor valor a
la asistencia a la escuela, pero, por otra, ven al trabajo solamente como un espacio para
obtener ingresos, cuando ambos deberían ser pilares para el desarrollo de su identidad.

Los jóvenes universitarios y el trabajo. México, 2008

No hay duda de que en México el sistema educativo –en cuanto a cobertura– ha llegado
a un amplio sector de la población. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
2008 (ENOE 2008•), de la población de entre 25 y 29 años encuestada, la tercera parte
tiene estudios secundarios y poco más de la quinta parte ha cursado estudios de
licenciatura o más (Cuadro 1); sin embargo, aún existe una quinta parte que solo ha
tenido acceso al nivel de educación básico. En el Cuadro 1 se aprecia que, no obstante los
logros alcanzados en materia educativa, esos avances no han derivado en una equidad
por género: el acceso de las mujeres a estudios posteriores a la primaria muestra un
rezago que las pone en desventaja, fenómeno que se agudiza a medida que se
incrementan los años en la escuela.9 Tomando en cuenta solo a la población ocupada del
mismo grupo etario, se constatan diferencias según la escolaridad y la participación
laboral que merecen comentarse: considerando los varones en general y solo los
ocupados, las diferencias se amplían 5 puntos porcentuales entre los ocupados; es decir,
los que trabajan presentan una escolaridad ligeramente mayor a los jóvenes en general.
Pero las diferencias más importantes se advierten en la población femenina, donde la
participación laboral ocurre, principalmente, entre las jóvenes más escolarizadas.

Cuadro 1. Población de 25 a 29 años y población ocupada del mismo grupo de edad por
sexo (%), según nivel escolar. México. Año 2008

Cuadro 1
Población de 25 a 29 años y población ocupada del mismo grupo de edad por sexo
(%), según nivel escolar. México. Año 2008
Nivel escolar Población de 25 a 29 años Solo población ocupada de 25 a 29 años
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Ninguno 0.0 0.0 0.0 0.0
Primaria 21.7 24.8 17.3 11.8
Secundaria 30.9 30.6 30.1 23.0
Medio superior 21.1 20.5 22.4 22.1
Superior y más 23.6 20.9 28.7 42.1
No sabe 2.7 3.2 1.4 1.0
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Fuente: Estimaciones propias sobre la base de la ENOE 2008, segundo trimestre.

Las cifras del Cuadro 1 sugieren que a más años de estudio, mayores posibilidades de
incursionar en el mercado. Si se asume que, para la mayoría, los estudios universitarios
tienen como etapa terminal precisamente participar activamente en el mercado de
trabajo y así poner en práctica lo aprendido en aulas, entonces, lo que los jóvenes
esperarían es concluir este ciclo educativo para incorporarse no a cualquier empleo, sino
a un trabajo con buenas condiciones laborales y acorde con lo que saben. Pero, realmente,
¿tienen los más escolarizados los mejores trabajos? ¿Cuál es la situación laboral de los
jóvenes adultos con estudios universitarios? ¿Hay nichos en el mercado que permiten que
ellos/a se coloquen en empleos con condiciones favorables? ¿Presentan igualdad de
condiciones hombres y mujeres universitarios/as? Daremos respuestas a estos
interrogantes en los siguientes apartados.

L OS JÓVENES UNIVERSITARIOS Y LA PRESENCIA EN LA ESCUELA

En sentido estricto, al menos en lo que al nivel superior compete, entre los 25 y los 29
años hombres y mujeres que han tenido una concurrencia a la escuela más o menos
constante habrán concluido o estarán por concluir sus estudios. En el Cuadro 2 se registra
la condición de estudio y trabajo de los jóvenes, para ver cuál es la actividad prioritaria
en este grupo etario.
Cuadro 2. Población universitaria de 25 a 29 años según asistencia escolar, conclusión
de estudios y trabajo, por sexo. México. Año 2008

Cuadro 2
Población universitaria de 25 a 29 años según asistencia escolar, conclusión de
estudios y trabajo, por sexo. México. Año 2008
Población universitaria de 25 a 29 años
Condición de estudio y trabajo Hombre Mujer
(856,039) (874,657)
Asistencia escolar
Asiste 23.5 18.3
No asiste 76.5 81.7
Total 100.0 100.0
Conclusión de estudios
Sí 69.7 79.9
No 30.3 20.1
Total 100.0 100.0
Asistencia escolar y trabajo
Asiste y trabaja 14.0 10.6
No asiste y trabaja 74.7 69.3
Asiste y no trabaja 9.5 7.7
No asiste y no trabaja 1.8 12.4
Total 100.0 100.0
Fuente: Estimaciones propias sobre la base de la ENOE 2008, segundo trimestre.

En principio, resalta que, entre los que todavía estudian, hay más hombres que
mujeres. 10 Entre los hombres con estudios universitarios y que son todavía estudiantes
(que, en conjunto, representan el 23.5%), el 86.6% de los que asisten a la escuela
respondió ser soltero y el 13% estar unido; de las mujeres universitarias que aún van a
la escuela (un total del 18.3%), el porcentaje de estudiantes solteras es del 62.2%, y el de
unidas es del 33% (cuadro no presentado aquí). Entonces, en su gran mayoría, los
hombres que se reportan como estudiantes que asisten a la escuela son solteros; por su
parte, las mujeres, cuando son estudiantes, declaran, junto a la actividad educativa, llevar
a cabo tareas del hogar y estar unidas.

En cuanto a la conclusión11 de los estudios, las mujeres presentan mejores resultados:


tienden a finalizarlos en mayor medida. Cabe señalar que hay investigaciones que han
mostrado que la titulación universitaria apunta ligeramente a favor de la población
femenina: el porcentaje de mujeres que se tituló fue de 47.2% en 1997 y alcanza un valor
mayor que el de varones para 2001: el 50.8% (Bustos, 2006). Esta información se
corrobora con los datos del Cuadro 2: ocho de cada 10 mujeres –frente a siete de cada 10
varones– respondió haber concluido sus estudios universitarios.

Con relación a la asistencia escolar y el trabajo simultáneos, los resultados muestran


que el espacio laboral gana la partida. El rubro “no estudiar ni trabajar” en este grupo de
edad es recurrente solo para las mujeres, lo que se explica porque, tradicionalmente –aun
en esta población con elevado nivel escolar–, son ellas las que llevan a cabo las tareas
domésticas y familiares de atención del hogar y cuidado de los hijos.12

L OS JÓVENES UNIVERSITARIOS Y SU SITUACIÓN LABORAL

La estructura del empleo en México presenta como características: 1) una relativa


estabilidad de la proporción en el total del empleo de trabajo asalariado en unidades
económicas diversas pero en condiciones generalmente precarias; 2) bajas tasas de
desempleo abierto que ocultan la inserción de los trabajadores en actividades con
pésimas condiciones laborales; y 3) la relevancia de las actividades de pequeña escala,
microempresas con un máximo de cinco trabajadores, que presentan condiciones de
productividad y de ingresos muy precarias (Rojas García y Salas, 2008: 45-47). Además,
el deterioro de las condiciones laborales recrudece con el aumento del trabajo a tiempo
parcial, del trabajo sin beneficio social y sin contratos laborales y del empleo temporal
(Rojas García y Salas, 2008; García, 2010).

Este es el terreno laboral en el que los jóvenes mexicanos pueden insertarse. La


mayoría de ellos, aun los más escolarizados, por más conocimientos, capacitación y
habilidades que hayan adquirido, no encuentran empleos de calidad porque estos son
bastante limitados. En este documento, partimos de la premisa de que si la situación del
mercado es difícil en general, ergo lo es para los jóvenes. Pero, desde ese punto de partida,
avanzamos indagando con cifras de la ENOE 2008•••Š en qué rubros tienen cabida los
adultos jóvenes con más estudios y si enfrentan condiciones laborales deterioradas.
Además, para comparar y relevar las diferencias, en adelante se presentan también cifras
de los adultos jóvenes económicamente activos sin estudios universitarios.

LA RAMA Y LA POSICIÓN LABORAL

Para empezar (Cuadro 3), la primera gran diferencia es la alta tasa de participación
económica de las mujeres universitarias en comparación con la de las no universitarias:
es superior en 30 puntos. Si bien esto tiene que ver con las credenciales obtenidas –que
permiten concursar con mayores posibilidades en el mercado laboral–, también se
vincula con los aprendizajes y actitudes impartidas en las escuelas superiores,
sustancialmente la autonomía y la independencia, tan importantes como las
herramientas técnicas y académicas que las jóvenes deben adquirir en esas escuelas
(Navarrete, 2008).

Cuadro 3. Población activa de 25 a 29 años universitaria y no universitaria según


algunas características laborales, por sexo (%). México. Año 2008

Cuadro 3
Población activa de 25 a 29 años universitaria y no universitaria según algunas
características laborales, por sexo (%). México. Año 2008
Población activa de 25 a 29 años
Universitarios No Universitarios
Características laborales
Hombre Mujer Hombre Mujer
(757,845) (698,324) (2,646,902) (1,479,141)
Tasa de actividad 88.7 79.8 95.6 44.8
Rama de actividad
Agropecuaria 1.5 0.3 15.9 4.7
Construcción 5.1 2.2 16.1 0.7
Manufactura 15.3 11.2 19.7 21.8
Comercio 14.8 13.9 16.5 27.4
Servicios 61.2 71.1 29.7 44.7
Otros 1.9 1.0 1.0 0.2
No especificado 0.2 0.3 1.1 0.5
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Posición en el trabajo
Patrón 4.2 1.5 3.2 1.5
Asalariado 84.5 89.4 78.5 70.1
Cuenta propia 8.3 5.9 14.8 19.2
No familiar sin pago 0.5 0.6 0.0 0.1
Familiar sin pago 2.5 2.6 3.5 9.1
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Fuente: Estimaciones propias sobre la base de la ENOE 2008, segundo trimestre.

Entre los varones, en cambio, los que no lograron permanecer muchos años en la
escuela participan más que los escolarizados en el mercado. Por lo tanto, en este caso, la
situación por género es distinta: la alta escolaridad apoya la entrada de las mujeres al
trabajo, pero inhibe (o, más bien, posterga) la participación económica masculina.
Observando la diferencia en la tasa de actividad en función del sexo entre cada grupo
según el nivel escolar, se advierte que entre los universitarios la divergencia entre
hombres y mujeres existe pero no es tan marcada (10 puntos), mientras que entre los no
universitarios la participación de los hombres duplica la femenina. La diferencia es
contundente: la desigualdad por género en cuanto a la participación económica es
abismal entre los menos escolarizados y disminuye drásticamente entre los que han
cursado estudios superiores. Una sociedad escolarizada lleva (o debería llevar) a la
igualdad y equidad.

Con relación a la presencia de los adultos jóvenes de 25 a 29 años por rama y posición,
el Cuadro 3 indica que la rama de los servicios es el espacio de mayor presencia entre los
jóvenes mexicanos (y también entre los no tan jóvenes); sin embargo, según los
porcentajes estimados, ocurren diferencias entre los dos grupos presentados: para los
universitarios, la presencia en esta rama es bastante elevada –más de la mitad están en
este sector–; los no universitarios, en cambio, presentan mayor diversidad –tienen más
presencia en los sectores de manufactura y comercio.

En el análisis por sexo, se evidencia nuevamente que los servicios son el área
prioritaria, pero lo son en particular para las universitarias, quedando completamente
rezagados –para ellas– los demás sectores de la economía. Las cifras para las menos
escolarizadas muestran mayor distribución entre todos los sectores: poco más de una
quinta parte se emplea en la manufactura y una tercera parte en el comercio. En el caso
de los varones, los que tienen más estudios, igual que ellas, encuentran la principal opción
en los servicios, aunque la manufactura, el comercio y la agricultura también son espacios
de trabajo; la participación de los varones no escolarizados se distribuye de manera más
o menos uniforme en todos los sectores económicos.
Cuando se hace referencia a los/as universitarios/as, las ocupaciones en los servicios
tienen que ver fundamentalmente con el área educativa y con trabajo en oficinas del
sector público y privado, en tanto que para los no universitarios el trabajo en ese sector
tiene que ver, principalmente, con empleos en oficinas.

Al considerar la posición en el trabajo,13 el Cuadro 3 muestra que prácticamente


todos/as son asalariados/as (ahora denominados en la ENOE “subordinados
remunerados”), situación que no extraña pues, desde la década de los setenta, el trabajo
asalariado se convirtió en la posición laboral más numerosa, en la cual se pueden
encontrar condiciones de trabajo de todo tipo con una tendencia hacia más precariedad
(Rojas García y Salas, 2008).

Sin embargo, entre los no universitarios resaltan los que se autogestan empleos. Los
trabajadores por cuenta propia obtienen un alto porcentaje. Esta actividad por cuenta
propia es desarrollada por lo no universitarios solamente en ciertas ramas: casi 30 de
cada 100 hombres que han creado su propio empleo están ocupados en la agricultura
(27.3%) y casi 20 de cada 100 en el comercio (18.6%) (cuadro no presentado aquí). Las
mujeres de la misma categoría están fundamentalmente en el comercio (35.6%) y en la
manufactura (18.3%); se trata de pequeños negocios de ventas por catálogo, pequeñas
maquilas o venta ambulante. En este rubro, llama también la atención el 9.1% de mujeres
jóvenes no universitarias que son trabajadoras familiares sin remuneración, ubicadas
mayoritariamente en el comercio.

L AS CONDICIONES LABORALES

Dentro de las condiciones laborales, los bajos salarios, los contratos no escritos, el
trabajo temporal, la falta de prestaciones y el trabajo en empresas muy pequeñas son
rasgos de la precariedad laboral que se vive en México (Rojas y Salas, 2008). Pero las
condiciones son distintas según la edad y el nivel escolar (Llamas Huitrón y Garro
Bordonaro, 2003; de Oliveira, 2006; Rojas García y Salas, 2008; García, 2010; OIT, 2010).

Los jóvenes adultos universitarios reportan, en conjunto, condiciones laborales menos


graves que las que presentan sus coetáneos sin formación universitaria. Es decir, según
los porcentajes estimados, la población juvenil universitaria tiene mayor estabilidad
laboral –vía el contrato escrito–, accede en mayor medida a prestaciones, su jornada es
de 35 a 48 horas semanales o menos y trabaja en empresas de mayor tamaño y no en
micronegocios donde, se sabe, se concentran los más altos grados de precariedad (Rojas
García y Salas, 2008). Por lo tanto, si bien hay una precariedad generalizada en los
mercados laborales mexicanos, y a pesar de la grave condición de los empleos en México,
las cifras del Cuadro 4 indican que la educación superior da a los jóvenes ciertas
posibilidades que los colocan en una situación menos desventajosa.14

Cuadro 4. Población activa de 25 a 29 años universitaria y no universitaria según


algunas condiciones laborales, por sexo (%). México. Año 2008

Cuadro 4
oblación activa de 25 a 29 años universitaria y no universitaria según algunas
condiciones laborales, por sexo (%). México. Año 2008
Condiciones laborales Población activa de 25 a 29 años
Universitarios No Universitarios
Hombre Mujer Hombre Mujer
Tipo de contrato
Contrato escrito 61.2 68 33.9 31.0
Sin contrato escrito 17.5 14.5 41 35.4
No especificado 21.3 17.4 25.1 33.6
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Características del contrato
Temporal o por obra 14.6 15.8 7.1 6.2
Base, planta o tiempo indefinido 46.2 51.7 26.6 24.7
Sin contrato 38.8 32 66.1 69.0
No sabe 0.4 0.6 0.2 0.1
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Jornada laboral semanal
Menos de 35 horas 17.2 26 9.2 25.8
De 35 a 48 horas 49.5 46.8 46.8 43.9
Más de 48 horas 24.7 16.1 37 20.9
No trabajó la semana pasada 8.5 10.9 5.9 9.1
No especificado 0.1 0.2 1 0.3
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Prestaciones*
Aguinaldo 63 67.3 38.5 38.7
Vacaciones con goce de sueldo 59.6 64.3 33.2 33.0
Servicio médico público 57.6 61.5 35 31.8
Seguridad para el retiro 52 56.5 30.2 28.0
Ingreso por salarios mínimos
Hasta uno 1.3 1.5 1.9 5.0
Entre uno y dos 4 4.5 7.1 19.2
Entre dos y tres 10.2 11.4 28 37.9
Entre tres y cinco 26.4 31.8 42.9 28.5
Entre cinco y diez 43.1 42.6 18.2 8.6
Más de diez 14.9 8.2 1.9 0.7
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
Tamaño de la empresa
Una persona 0.0 0.6 0.0 7.0
2a5 11.9 10.0 29.3 28.1
6 a 20 17.3 21.8 16.1 13.8
21 a 50 12.7 12.4 8.1 5.7
51 a 100 7.6 7.8 5.7 4.8
101 a 250 5.9 6.1 4.6 4.2
251 a 500 4.9 4.3 3.3 2.6
501 y más personas 19.1 20.7 9.2 7.8
No sabe 3.2 2.9 2.7 1.5
No especificado 17.4 13.4 21.0 24.5
Total 100.0 100.0 100.0 100.0
*El rubro de prestaciones no suma 100% pues los trabajadores reportan tener más de
una prestación.

Fuente: Estimaciones propias sobre la base de la ENOE 2008, segundo trimestre.

Cuadro 5. Modelo de regresión logística para la participación de jóvenes de 25 a 29


años. México. Año 2008

Cuadro 5
Modelo de regresión logística para la participación de jóvenes de 25 a 29 años.
México. Año 2008
Variables B Sig. Exp (B)
Sexo
Hombres 0.264 0.000 1.302
Mujeres*
Escolaridad
Con estudios universitarios -1.207 0.003 0.299
Sin estudios universitarios *
Constante 0.356 0.000 1.427
Número de casos 1,182
% total de aciertos 64.90%
Count R2 0.644

*Categoría de referencia

Fuente: Estimaciones propias sobre la base de la ENOE 2008, segundo trimestre.


Muestra expandida y escalada.

Según los datos de la ENOE 2008•, los adultos jóvenes universitarios (pero, sobre todo,
las mujeres jóvenes universitarias) parecen asirse a una mejor situación en el mercado, o
bien a una situación menos vulnerable: 1) son los que obtienen el mayor porcentaje de
trabajos con contratos escritos (más ellas que ellos); 2) en la categoría de contrato escrito
y por duración del mismo, son los que presentan el porcentaje más alto –es decir,
prácticamente la mitad no está inserta en empleos temporales y, por lo tanto, tiene
contratos laborales más formales–; 3) son los que tienen mayor presencia en el rubro de
prestaciones laborales (la población femenina representa mayor puntaje en cuanto a
seguridad laboral); 4) son los que obtienen los ingresos más elevados; 5) con relación a
la presencia en micronegocios –donde, se sabe, las condiciones de ingreso y
productividad son muy precarias–, son los que menos aparecen en pequeñas empresas
de menos de cinco empleados y son los más ocupados en las más grandes (de 501 y más
personas) (Cuadro 4).

El resultado a nivel agregado que arroja el Cuadro 4 sugiere, a simple vista, dos cosas:
1) los estudios superiores permiten el acceso a empleos menos precarios; y 2) pareciera
que esta situación privilegia a las mujeres. Ya en un trabajo previo (Navarrete, 2012) a
partir de modelos de regresión logística,15 se mostró, solo para población joven femenina,
que, si bien las jóvenes universitarias presentan mayor probabilidad de participar en
espacios laborales menos deteriorados, esta posibilidad está disminuyendo. En 2004,
sobre la base de cifras de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), la probabilidad de que
una joven con estudios universitarios no estuviera ocupada en un empleo precario fue de
poco más de 8 veces la de una joven con el nivel básico de instrucción; pero, para 2008
(según la ENOE), la probabilidad disminuye a poco más de seis veces. Es decir, si bien es
importante para las mujeres pasar mayor número de años en la escuela, con el paso del
tiempo los estudios universitarios están perdiendo peso –en términos estadísticos– en la
obtención de mejores trabajos.

El estudio referido contempla exclusivamente a la población femenina. Los datos hasta


aquí mostrados parecen corroborar que las mujeres universitarias están mejor
posicionadas en el mercado que los varones universitarios y, en general, que la mayoría
de la población. Pero veamos ahora si efectivamente los estudios universitarios ofrecen
una mejor oportunidad a las mujeres cuando se trata de la inserción laboral en
condiciones no precarias.

La regresión logística es uno de los modelos multivariados que permiten explicar en


cuánto aumenta y disminuye la propensión de estar en riesgo de un determinado
fenómeno. En este caso, se busca conocer la probabilidad de que un/a joven activo/a de
25 a 29 tenga un empleo precario. Al respecto, en este estudio se explicará la variable
dicotómica (su trabajo es precario/su trabajo no es precario) a través de dos variables
que interactúan de manera simultánea para dar cuenta de la presencia o no en la
precariedad laboral: sexo y estudios universitarios.

Así, se lleva a cabo una regresión considerando a la población joven (hombres y


mujeres) de 25 a 29 años económicamente activa y asalariada. Se crea la variable
dicotómica precario-no precario que se construyó en función de los elementos que
inciden en la precariedad laboral: i) no tener ninguna prestación; ii) no contar con ningún
tipo de contrato; iii) no recibir un ingreso o ganar máximo dos salarios mínimos; y iv)
tener una jornada mayor a 48 horas o menor a 35 horas semanales. Y se toman dos
variables de control, que para este modelo son: el sexo del joven (0=mujer, 1=hombre) y
los estudios universitarios (contar con algún año dentro del nivel superior, o no haber
ingresado a este nivel educativo: 0=estudios no universitarios, 1=estudios
universitarios).

Los resultados de la regresión muestran que los hombres activos de 25 a 29 años, en


general, presentan una propensión mayor a tener empleos precarios que las mujeres del
mismo grupo de edad (1.3 veces más alta); en tanto, con respecto al nivel escolar, el
modelo arroja que las/os jóvenes que cuentan con estudios universitarios tienen una
menor probabilidad de trabajar en empleos precarios en comparación con quienes no
han cursados ningún nivel superior –información que corrobora lo encontrado a nivel
agregado.

Conclusiones

La precariedad laboral en México es incuestionable y, además, según se ha visto, no está


de paso: llegó y se ha quedado, afectando en general a toda la población, pero en
particular a algunos grupos, como los jóvenes y los que tienen menos años de educación
formal. De estas dos condiciones, ser joven es un período que acaba con la edad, y lograr
una mejor educación, participar más años en el sistema educativo, es un tema que debería
implicar, en principio, poca dificultad. Alcanzar esa meta requiere esfuerzos individuales,
pero también sociales, políticos y económicos, los cuales involucran no solo al individuo
sino a la nación.

Lograr un diploma, graduarse, obtener un título, pueden significar para los jóvenes
romper el círculo de la pobreza, intentar la salida de la precariedad y generar
oportunidades para mejores condiciones de trabajo, vía la remuneración, vía la seguridad
social, vía la estabilidad laboral, incluso vía la propia satisfacción. Desafortunadamente,
se parte de un panorama desalentador, ya que las probabilidades de que los jóvenes
estudien en el nivel superior son limitadas y desiguales, y, además, porque los pocos
empleos que se generan en los mercados laborales mexicanos presentan condiciones
deterioradas de inicio.

La educación no debe concebirse como una herramienta más para ganarse la vida, sino
como una manera de explorar el mundo para poder vivirlo mejor. Los jóvenes
universitarios, gracias a los estudios obtenidos, pueden alcanzar con mayor éxito su
inserción en el deteriorado mercado laboral mexicano; ellos están ganando espacios por
medio de sus conocimientos y capacidades. Según las cifras presentadas, pudieron
acceder a empleos de mejor calidad que sus coetáneos con menos escolaridad. Esas
mismas cifras muestran que las mujeres universitarias también tienen cierta ventaja,
situación que aún no adquieren las jóvenes que han abandonado tempranamente los
estudios.

Los avances en el terreno educativo son innegables. Asimismo, deben destacarse los
logros en materia de género: como vimos, las mujeres se gradúan en mayor medida que
los varones y han ampliado sus opciones educativas. El vínculo escuela-trabajo tiene una
nueva mirada, pues pondera con distinta medida a hombres y mujeres universitarios.
Vemos que las mujeres van ganando un amplio terreno, pero solo las universitarias y solo
aquellas que han concluido sus estudios. Por lo tanto, habrá que seguir incorporando a
las mujeres jóvenes en los procesos educativos para que logren –al menos en el mismo
nivel que los varones– su entrada al nivel superior.

Otro desafío de la universidad es brindar a los actores sociales alternativas para un


desarrollo inteligente y solidario, dar paso a la gestión del conocimiento pero también a
la creatividad y la innovación de hombres y mujeres. Junto con la transmisión de
contenidos, se debe dar lugar a la enseñanza de competencias básicas para seguir
aprendiendo (Pérez Lindo, 2000). Asimismo, en el aspecto económico hay mucho por
hacer, sustancialmente, crear empleos en cantidad y en calidad. Cualquier impulso que
estimule la presencia de los jóvenes en la escuela es importante, pero no suficiente;
porque mejorar la calidad educativa no va a mejorar per se la calidad de vida y el
bienestar de la población ni tampoco la calidad y condición de los empleos. Como se dijo
al inicio de este documento, se trata de dos procesos distintos aunque íntimamente
vinculados. De no reforzar el vínculo, la encrucijada en la que estamos será difícil de
sortear.

Notas

1 En 2008, el 70% de los jóvenes de 25 a 29 años con estudios superiores respondió haber
concluido su formación; del 30% restante, una tercera parte o bien los había abandonado
o al menos había alcanzado máximo tres años de estudio (cifras de la Encuesta Nacional
de Ocupación y Empleo). Para esta investigación, se considerará a quienes reportan haber
concluido sus estudios en el nivel superior, a quienes continúan estudiando, aunque
tengan un rezago, o a quienes ya no estudian pero dijeron haber cursado cuatro años en
el nivel universitario.
2 Desde 1972, en México se lleva a cabo la captura sistemática de información en torno a
la situación de la población trabajadora. La es una encuesta que se inicia bajo ese nombre
en 2005; anteriormente, se levantaron la Encuesta Continua Sobre Ocupación (ECSO) y la
Encuesta Nacional de Empleo (ENE). Si bien los procesos de recolección de la información
–así como las coberturas y el contenido– han ido modicándose, en México desde hace más
de 35 años se cuenta con cifras que recaban datos concretos sobre la dinámica y
estructura de la población que se incorpora al mercado laboral.
3 En el segundo trimestre la muestra correspondió a 315,876 entrevistas.
4 Para conocer de manera puntual el diseño de la muestra, véase INEGI, 2010: 4-11.
5 La educación profesional abarca licenciaturas universitarias, licenciaturas tecnológicas
y educación normal; dentro de los posgrados se encuentran especialidades, maestrías y
doctorados. Hay en ambos dos regímenes: el público y el privado. El primero contiene la
mayor parte de los estudiantes: en 2008, por ejemplo, al sector público acudía el 67% de
los alumnos de nivel superior (ANUIES, 2009).
6 Las investigaciones se reeren exclusivamente al Distrito Federal y al Estado de México.
7 Este es un ejemplo de dos de las escuelas de nivel superior más importantes del país,
cuyos planteles, en gran parte, se encuentran en la zona metropolitana de la Ciudad de
México. Pero situaciones similares se observan en las universidades estatales públicas.
8 Los países que conformaron el estudio son: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México,
Perú, Uruguay y Venezuela.
9 Según el Censo de 2010, en México todavía eran analfabetos el 5.6% de los hombres y
el 8.1% de las mujeres.
10 Los resultados del Censo de 2010 muestran que el promedio de escolaridad de los
varones mexicanos fue 8.7 años, en tanto que el de las mujeres alcanzó solo 8.4 años.
11 La pregunta especícamente si se terminaron los estudios; la respuesta obtenida tiene
que ver, en cierta medida, con la propia percepción del entrevistado, sin aclarar si se trata
de créditos obtenidos o de la posesión de un título; sin embargo, es posible rescatar el
número de años estudiados y la conclusión de estudios en el nivel superior: cuando se
responde de manera positiva corresponde a 4 o más años, por lo que se supone que han
concluido, al menos, los estudios necesarios para la titulación.
12 En 2008, las estadísticas de matrimonio y divorcio levantadas por el INEGI reportaron
que la edad al matrimonio de los hombres mexicanos fue de 28 años y la de las mujeres
de 25.
13 A partir de la estimación del Coeciente de Cramer para conocer la asociación de las
variables, la posición en el trabajo fue la que presentó la mayor relación (0.449).
14 El resultado del coeciente de Cramer arrojó cifras que muestran cierto grado de
asociación para el contrato (.356), el tamaño de la empresa (.332) y las prestaciones
laborales (.416).
15 En el citado texto, la regresión se lleva a cabo para 1995 y para 2004 sobre la base de
la Encuesta Nacional de Empleo, y el resultado es que, para las mujeres jóvenes, en la
década de los noventa era mucho más importante que en el primer lustro del siglo XXI
contar con estudios universitarios para obtener un empleo con mejores condiciones.

Notas de autor
Doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios de Población, El Colegio de
México. Investigadora de El Colegio Mexiquense. Líneas de investigación: jóvenes,
trabajo, educación. Publicaciones recientes: “Problemáticas laborales de México y Brasil
en el actual contexto económico”, en Estudios Demográcos y Urbanos, vol. 27, núm. 1 (79),
México D.F.: El Colegio de México, 2012; “Entre la inclusión y la exclusión: los jóvenes ante
el mundo laboral y el educativo”, en Silvia Vázquez y Sagrario Garay (coords.) Jóvenes.
Inserciones y exclusiones a la escolarización y al trabajo remunerado, México D.F.: Miguel
Angel Porrúa/UAT/UANL, 2011.
Cleptomanía: un trastorno del control de los impulsos o una
conducta adictiva
Pinhas Dannon MD, Professor of Psychiatry, Head of Research Department, Tel Aviv
University, Tel Aviv, Israe
Cleptomanía: un trastorno del control de los impulsos o una conducta adictiva Kleptomania: an
impulse control disorder or a behavioral addiction Introducción La cleptomanía fue diagnosticada y
descripta por pri mera vez por Esquriel y Marc, quienes acuñaron el térmi no a principios del siglo
XIX. El término se utilizaba para describir a las personas que no eran capaces de controlar el impulso
de robar, y sus acciones eran involuntarias e irresistibles. Se introdujo a la cleptomanía en el DSM I
(1952), pero luego se quitó en el DSM II (1968). En 1980, se reincorpora al DSM III entre los
trastornos del control de los impulsos no clasificados en otros apartados y per manece así en el
actual DSM-IV-TR.1 Fenomenología En general, se cree que la cleptomanía es un cuadro clínico
infrecuente, que se caracteriza por el fracaso rei terado para intentar resistir el impulso de robar
varios objetos que no son necesarios para uso personal o por su valor monetario. Es una
enfermedad poco explorada y diagnosticada.2 La conducta delictiva asociada con la cleptomanía
genera estrés, consecuencias legales y dis funciones maritales y sociales. Existen tres características
esenciales en la conducta cleptómana: 1) incapacidad para resistir el impulso de robar objetos
innecesarios; 2) aumento de la tensión o excitación antes de cometer el robo; 3) sensación de placer,
gratificación o descarga al momento de cometer el robo.3 En forma clínica, el acto compulsivo de
robar es rea lizado para alcanzar una descarga emocional y no pa ra obtener una ganancia
personal. El hurto es un acto repetitivo, generalmente precedido por una lucha para oponerse al
impulso. Esta lucha genera ansiedad y ten sión. El alivio de esta tensión sucede durante el robo o
luego de éste, seguido por una sensación de vergüenza, culpa, arrepentimiento y depresión. De
todas maneras, estos sentimientos negativos no evitan que la persona continúe robando.4 Los
individuos que sufren esta en fermedad habitualmente lo mantienen en secreto y rara vez piden
ayuda de manera voluntaria. Sin embargo, las personas que padecen cleptomanía tienden a
desarro llar múltiples estrategias de autocontrol, que los ayudan Pinhas Dannon MD, Professor of
Psychiatry, Head of Research Department, Tel Aviv University, Tel Aviv, Israel Guy Berman, MsC,
Beer-Yaakov Mental Health Center, Tel Aviv University,

Cleptomanía: un trastorno del control de los impulsos o una conducta adictiva Kleptomania: an
impulse control disorder or a behavioral addiction Introducción La cleptomanía fue diagnosticada y
descripta por pri mera vez por Esquriel y Marc, quienes acuñaron el térmi no a principios del siglo
XIX. El término se utilizaba para describir a las personas que no eran capaces de controlar el impulso
de robar, y sus acciones eran involuntarias e irresistibles. Se introdujo a la cleptomanía en el DSM I
(1952), pero luego se quitó en el DSM II (1968). En 1980, se reincorpora al DSM III entre los
trastornos del control de los impulsos no clasificados en otros apartados y per manece así en el
actual DSM-IV-TR.1 Fenomenología En general, se cree que la cleptomanía es un cuadro clínico
infrecuente, que se caracteriza por el fracaso rei terado para intentar resistir el impulso de robar
varios objetos que no son necesarios para uso personal o por su valor monetario. Es una
enfermedad poco explorada y diagnosticada.2 La conducta delictiva asociada con la cleptomanía
genera estrés, consecuencias legales y dis funciones maritales y sociales. Existen tres características
esenciales en la conducta cleptómana: 1) incapacidad para resistir el impulso de robar objetos
innecesarios; 2) aumento de la tensión o excitación antes de cometer el robo; 3) sensación de placer,
gratificación o descarga al momento de cometer el robo.3 En forma clínica, el acto compulsivo de
robar es rea lizado para alcanzar una descarga emocional y no pa ra obtener una ganancia
personal. El hurto es un acto repetitivo, generalmente precedido por una lucha para oponerse al
impulso. Esta lucha genera ansiedad y ten sión. El alivio de esta tensión sucede durante el robo o
luego de éste, seguido por una sensación de vergüenza, culpa, arrepentimiento y depresión. De
todas maneras, estos sentimientos negativos no evitan que la persona continúe robando.4 Los
individuos que sufren esta en fermedad habitualmente lo mantienen en secreto y rara vez piden
ayuda de manera voluntaria. Sin embargo, las personas que padecen cleptomanía tienden a
desarro llar múltiples estrategias de autocontrol, que los ayudan Pinhas Dannon MD, Professor of
Psychiatry, Head of Research Department, Tel Aviv University, Tel Aviv, Israel Guy Berman, MsC,
Beer-Yaakov Mental Health Center, Tel Aviv University,

Cleptomanía: un trastorno del control de los impulsos o una conducta adictiva Kleptomania: an
impulse control disorder or a behavioral addiction Introducción La cleptomanía fue diagnosticada y
descripta por pri mera vez por Esquriel y Marc, quienes acuñaron el térmi no a principios del siglo
XIX. El término se utilizaba para describir a las personas que no eran capaces de controlar el impulso
de robar, y sus acciones eran involuntarias e irresistibles. Se introdujo a la cleptomanía en el DSM I
(1952), pero luego se quitó en el DSM II (1968). En 1980, se reincorpora al DSM III entre los
trastornos del control de los impulsos no clasificados en otros apartados y permanece así en el
actual DSM-IV-TR.1 Fenomenología En general, se cree que la cleptomanía es un cuadro clínico
infrecuente, que se caracteriza por el fracaso reiterado para intentar resistir el impulso de robar
varios objetos que no son necesarios para uso personal o por su valor monetario. Es una
enfermedad poco explorada y diagnosticada.2 La conducta delictiva asociada con la cleptomanía
genera estrés, consecuencias legales y dis funciones maritales y sociales. Existen tres características
esenciales en la conducta cleptómana: 1) incapacidad para resistir el impulso de robar objetos
innecesarios; 2) aumento de la tensión o excitación antes de cometer el robo; 3) sensación de placer,
gratificación o descarga al momento de cometer el robo.3 En forma clínica, el acto compulsivo de
robar es rea lizado para alcanzar una descarga emocional y no pa ra obtener una ganancia
personal. El hurto es un acto repetitivo, generalmente precedido por una lucha para oponerse al
impulso. Esta lucha genera ansiedad y ten sión. El alivio de esta tensión sucede durante el robo o
luego de éste, seguido por una sensación de vergüenza, culpa, arrepentimiento y depresión. De
todas maneras, estos sentimientos negativos no evitan que la persona continúe robando.4 Los
individuos que sufren esta en fermedad habitualmente lo mantienen en secreto y rara vez piden
ayuda de manera voluntaria. Sin embargo, las personas que padecen cleptomanía tienden a
desarro llar múltiples estrategias de autocontrol, que los ayudan Pinhas Dannon MD, Professor of
Psychiatry, Head of Research Department, Tel Aviv University, Tel Aviv, Israel Guy Berman, MsC,
Beer-Yaakov Mental Health Center, Tel Aviv University, Tel Aviv, Israel Acceda a este artículo en
siicsalud Código Respuesta Rápida (Quick Response Code, QR) Recepción: 12/8/2012 - Aprobación:
21/9/2012 Primera edición www.siicsalud.com: 9/11/2012 Segunda edición, corregida y ampliada:
7/12/2012 Enviar correspondencia a: Pinhas Dannon, Aviv University Sackler School of Medicine
Israel, 70350, Beer-Yaacov, Israel pinhasd@post.tau.ac.il Artículo en inglés, especialidades médicas
relacionadas, producción bibliográfica y referencias profesionales de los autores. Abstract
Kleptomania is generally believed to be a rare clinical condition, and characterized by a recurrent
failure to resist the impulse to steal various objects not needed for to personal use or for their
monetary value. Currently there are several researchers that offer to subdivide kleptomania patients
to several groups based on psychiatric comorbidity, responsivness to psychopharmacology and
possible aetiology: 1) the "impulse control" disorders 2) the "obsessive-compulsive" spectrum 3) the
"affective" spectrum and 4) a "behavioural addiction". SSRI’s seem to be the most common group of
drugs in the treatment of kleptomania. Naltrexone, an opioid antagonist for the treatment of alcohol
dependence, has also been demonstrated to be substantially useful. However, treatment planning
must take into account conside rations raised by comorbid conditions (mainly mood disorders and
substance use disorders). In addition marital, occupational and legal related problems may require
additional assistance by professionals in the related fields. Key words: kleptomania, obsessive
compulsive disorder spectrum, selective serotonin reuptake inhibitor, behavioral addiction,
naltrexone Resumen Generalmente, se cree que la cleptomanía es un cuadro clínico infrecuente, y
caracterizado por el fraca so reiterado para intentar resistir el impulso de robar varios objetos no
necesarios para el uso personal o por su valor monetario. En la actualidad, hay muchos
investigadores que proponen subdividir a los pa cientes con cleptomanía según la comorbilidad
psiquiátrica, la respuesta a los psicofármacos y la posible etiología. Estos grupos son: 1) trastornos
del control de los impulsos; 2) espectro obsesivo compulsivo; 3) espectro afectivo; 4) una conducta
adictiva. Los inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina (IRSS) son el grupo de sustancias
más utilizadas para el tratamiento de esta enfermedad. La naltrexo na (NTX), un antagonista
opioide empleado en el tratamiento de la dependencia alcohólica, también resultaría eficaz en el
tratamiento de la cleptomanía. De todas maneras, al programar la estrategia terapéutica hay que
considerar las condiciones comórbidas del paciente, especialmente los trastornos del ánimo y el
abuso de fármacos. También, es importante evaluar los problemas maritales, laborales y legales en
estos individuos. Palabras clave: cleptomanía, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina,
trastorno del espectro obsesivo compulsivo, naltrexona, conducta adictiva http://www.siic.info 541
a contenerse de cometer el acto. Por ejemplo, pueden evitar los centros comerciales o ir cuando
están acom pañados. Clasificación La cleptomanía fue clasificada en el DSM-IV entre los trastornos
del control de los impulsos no clasificados en otros apartados.7 En la International Classification of
Di seases of the World Health Organization, la cleptomanía está incluida dentro de los trastornos de
los hábitos y del control de los impulsos8 junto con la ludopatía, la piromanía y la tricotilomanía.
Ambos sistemas clasifica torios están basados en el fracaso reiterado en el intento de resistir el
impulso para robar a pesar de la naturaleza egodistónica del impulso y la conciencia de lo incorrecto
del acto. El paciente cleptómano se diferencia del ladrón en que el acto de robar es realizado para
obtener una gratificación y no una ganancia personal. En general, los pacientes sufren tensión
emocional y dificultad social y ocupacional. Fisiopatología Mediante el enfoque etiológico,
psicológico y bioló gico, se explican los síntomas como un desequilibrio de los neurotransmisores.
Esto mismo sucede en la tricotilo manía y en el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Por lo tanto,
se plantea la posibilidad del tratamiento con distintos tipos de psicofármacos. Además, Asier et al.,
informaron dos casos en los que los pacientes manifesta ron un inicio de la cleptomanía luego de un
traumatismo endocraneal,9 compromiso del lóbulo frontal,10 demen cia11 e hipoglucemia
secundaria a un insulinoma.12 Prevalencia y comorbilidades Los síntomas pueden comenzar desde
la adolescencia hasta la adultez, con un promedio de edad a los veinte años. Es difícil estimar la
prevalencia de cleptomanía, ya que la mayoría de los pacientes con esta enfermedad no concurren
voluntariamente al psiquiatra. De todas ma neras, se estima que la prevalencia es de entre el 0.6% y
el 0.8% de la población general.2 También, se cree que entre los ladrones de tiendas, entre el 0% y
8% son ca sos de cleptomanía. Este cálculo se realizó multiplicando la tasa de cleptomanía, según
los criterios del DMS-III-R, entre un grupo de pacientes con bulimia (24%) por la prevalencia de
bulimia en una amplia población adoles cente (2.5%). En dos estudios recientes, se evaluó la
pre valencia de cleptomanía en jóvenes. La incidencia entre los estudiantes secundarios fue del
0.72% (n = 3 999)14 y del 0.38% (n = 791) entre los estudiantes universita rios.15 Se estima que la
incidencia de cleptomanía entre los ladrones convictos es del 8%,2,16 aunque este porcen taje no
refleja la verdadera frecuencia de este cuadro en esa población. Esta enfermedad es de dos a tres
veces más frecuen te en las mujeres,2 y algunos investigadores encontraron una relación entre los
actos de cleptomanía y los perío dos menstrual y premenstrual.17 En varios estudios y
publicaciones, se demuestra la asociación de la cleptomanía con otros trastornos psi quiátricos. Los
cuadros más frecuentemente asociados son los trastornos del ánimo, ansiedad y alimentación, y el
abuso de alcohol y otras sustancias psicoactivas.13,16,18 Hudson y Pope proponen una asociación
entre la clepto manía y los trastornos del ánimo, el TOC, los trastornos de la alimentación y los
trastornos de angustia. Final mente, agrupan estos cuadros dentro de los trastornos del espectro
afectivo.19,20 Dannon et al.21 evaluaron y compararon la comorbi lidad de otros trastornos
psiquiátricos en 44 pacientes con ludopatía y 19 pacientes cleptómanos. Luego de un exhaustivo
examen, descubrieron que los cuadros psi quiátricos con mayor comorbilidad entre los individuos
con cleptomanía son: los trastornos afectivos 47% (9/19) y los trastornos de ansiedad 37% (7/19).
Entre las per sonas con ludopatía, el 27% tenía un trastorno afectivo (12/44), un 21% presentaba
abuso de alcohol (9/44), y un 7% tenía antecedentes de abuso de sustancias (3/44). Estos resultados
subrayan la importancia de una evalua ción precisa, considerando también los diagnósticos
di ferenciales. La primera enfermedad comórbida asociada con la cleptomanía fue la depresión en
1911. La depresión podía ser el resultado o la causa de la cleptomanía. La excitación y los
sentimientos de culpa presentes en el momento del hurto pueden intensificar los síntomas de
ansiedad y depresión en los pacientes que sufrían previa mente estos trastornos de afectividad. En
otros casos, el ánimo depresivo está asociado con una mayor motiva ción para robar. Etiología Las
características de la personalidad y la comorbilidad con la cleptomanía son áreas importantes para
investi gar. Grant24 investigó las estructuras de personalidad en 28 pacientes con cleptomanía con
la Structured Clinical Interview for DSM-III-R Personality Disorders. El 42.9% de los participantes
cumplían los criterios para al me nos un trastorno de la personalidad. Los más frecuen tes fueron:
el trastorno de la personalidad paranoide (n = 5; 17.9%), el esquizoide (n = 3; 10.7%), y el fronte rizo
(borderline) (n = 3; 10.7%). Actualmente, hay varios investigadores que proponen subdividir a los
pacientes con cleptomanía según la co morbilidad psiquiátrica, la respuesta al tratamiento
psi cofarmacológico y la posible etiología. De esta forma se crearon los siguientes grupos: 1)
trastorno de control de los impulsos; 2) espectro obsesivo compulsivo; 3) espec tro afectivo; 4)
conducta adictiva. Esta subdivisión de los pacientes permitiría una evaluación más eficaz y ayudaría a
los médicos a definir una estrategia terapéutica especí fica para las necesidades de cada paciente.
Los individuos impulsivos tienen una conducta de alto riesgo y falta de planificación, y parecen
presentar una mayor intensidad en sus deseos y pensamientos relacio nados con robar. Muller et
al., evaluaron la prevalencia de cleptomanía en pacientes internados utilizando la Structured Clinical
Interview for DSM-International Clas sification of Diseases (SCID-ICD). Y descubrieron que la
prevalencia de cleptomanía en estos pacientes era del 0.9% (n = 234).26 Este porcentaje es similar a
los infor mados como estimativos para la población general.14,27 Baylé et al.28 utilizaron el Barratt
Impulsiveness Scale y sugirieron que la impulsividad es la característica fisio patológica más
importante en la cleptomanía. McElroy et al.13,16,29,30 y Hollander y Wong20 sugirieron que esta
enfermedad está asociada con características compulsi vas e impulsivas. Señalan que, por lo tanto,
la clepto manía debería ser considerada una variante o ser parte del espectro obsesivo
compulsivo.31 La ideación de los pacientes con cleptomanía incluye obsesiones, maneja das por
pensamientos o imágenes intrusivas o repetitivas P. Dannon, G. Berman / Salud(i)Ciencia 19 (2013)
540-545 http://www.siic.info P. Dannon, G. Berman / Salud(i)Ciencia 19 (2013) 540-545 542 que
producen ansiedad. El acto de cleptomanía es com pulsivo, caracterizado por una fuerza interna
que dismi nuye la ansiedad o la angustia.16,29,32 Además, McElroy30 informa que cerca de la
mitad de los individuos con clep tomanía también presentan síntomas de acumulación como
pueden estar presentes en pacientes con TOC. De todas maneras, la acumulación es menos
frecuente en los pacientes con cleptomanía (5%).23 Lochner y Stein evaluaron la comorbilidad con
los trastornos del espec tro obsesivo compulsivo (TEOC), mediante la Structured Diagnostic
Interview para TEOC.33,34 Ellos descubrieron que los pacientes cleptómanos presentan una alta
co morbilidad con otros TOC,35 lo que demostraría una su puesta relación de la cleptomanía con
estos cuadros. Hudson y Pope proponen la existencia de los trastor nos del espectro afectivo, y
evaluaron la relación entre los trastornos afectivos y la cleptomanía.19 Creían que la cleptomanía y
los trastornos afectivos estaban relaciona dos debido a la alta comorbilidad con los trastornos
afec tivos de los pacientes con cleptomanía. Esta teoría estaba basada en: 1) alta comorbilidad
entre la cleptomanía y los trastornos afectivos; 2) inicio en la adolescencia o adultez temprana con
un episodio o curso crónico; 3) similitudes fenomenológicas, como las conductas peligrosas, la
im pulsividad y los síntomas afectivos; 4) alta tasa familiar de trastornos afectivos; 5) posibles
anormalidades en la neurotransmisión serotoninérgica y noradrenérgica; 6) la respuesta a los
estabilizadores del ánimo y a los antide presivos.36 La relación entre la cleptomanía y los TEOC y del
es pectro afectivo, y su similitud fenomenológica con otros trastornos del control de los impulsos,
sugiere que los fármacos eficaces en estos cuadros podrían ser eficaces en los pacientes con
cleptomanía. El problema en estos cuadros se debería al nivel de los neurotransmisores ce rebrales,
especialmente a los niveles de serotonina. Es también frecuente encontrar muchos pacientes con
clep tomanía en tratamiento farmacológico debido a los tras tornos psiquiátricos.37 Grant propuso
recientemente que el modelo de la con ducta adictiva puede ser apropiado para los individuos con
cleptomanía.38 Grant argumenta que la cleptomanía comparte muchos síntomas distintivos y
características con los trastornos por abuso de sustancias, presentes en un modelo de conducta
adictiva.38,39 La respuesta positi va de estos pacientes a la naltrexona (NTX), un antago nista
opioide utilizado en el tratamiento de la dependen cia alcohólica, apoya este modelo propuesto por
Grant. De todas maneras, estos resultados fueron evaluados en un período agudo de 8 semanas de
tratamiento.40 Antecedentes familiares Hay pocos datos en relación con las características
familiares de los pacientes con cleptomanía. McElroy y colaboradores30 entrevistaron a 20
pacientes con diag nóstico de cleptomanía según el DSM-III-R e indagaron sobre sus parientes de
primer grado (n = 103). Los da tos obtenidos en relación con los trastornos psiquiátricos fueron:
depresión mayor (17%), trastorno bipolar (5%), uso de alcohol (14%), TOC (7%), trastorno de
angustia o agorafobia (6%), bulimia (2%) y cleptomanía (2%). Dannon et al.18 investigaron las
comorbilidades psi quiátricas de los parientes de los individuos con clep tomanía. Evaluaron a 21
participantes con cleptomanía y 57 familiares de primer grado, según los criterios del DSM-IV, y
compararon los resultados con los controles emparejados demográficamente. También, encontraron
una alta prevalencia de trastornos de la ansiedad y la afectividad, tanto en los pacientes con
cleptomanía co mo en los familiares de primer grado. Asimismo, Grant41 informó que los familiares
de primer grado de los indi viduos cleptómanos tienen una mayor probabilidad de presentar
trastornos por consumo de alcohol. Grant se ñala que la cleptomanía puede tener una asociación
ge nética con los otros trastornos por abuso de sustancias. En un estudio reciente sobre los
antecedentes familiares de 20 pacientes con cleptomanía, los investigadores de mostraron que el
35% de los familiares de primer grado sufrían trastornos del ánimo, un 25% padecían de TOC y un
15% presentaba un trastorno por consumo de sus tancias. Asimismo, Grant y Kim43 evaluaron las
similitudes y diferencias en la calidad de vida de los pacientes con cleptomanía y los pacientes con
ludopatía. Compararon 30 pacientes con cleptomanía, 43 con ludopatía y 30 controles normales.
Ellos demostraron que tanto los pa cientes con ludopatía como con cleptomanía tienen una
reducida calidad de vida. En otro estudio, el 68% de los participantes con cleptomanía informaron
sentimientos de culpa y vergüenza luego de sus acciones impulsivas.43 También, demostraron que
los pacientes con cleptoma nía tienen niveles más altos de estrés que los pacientes que sufren un
episodio depresivo mayor. Los síntomas de estrés disminuyen una vez comenzado el tratamiento de
la enfermedad.44 Estrategias de tratamiento A pesar de que la cleptomanía es una enfermedad
re conocida hace más de un siglo, su etiología es incierta. Por lo tanto, se han propuesto varias
estrategias terapéu ticas. Entre ellas se incluyen la terapia psicoanalítica,45,46 la terapia
conductual47,48 y la farmacoterapia. Intervenciones psicológicas Los especialistas sugirieron
muchas interpretaciones de la dinámica en la cleptomanía. Durante la primera mi tad del siglo XX, la
terapia psicoanalítica fue la preferida para el tratamiento de la cleptomanía. De todas mane ras, se
publicaron pocos estudios con resultados exitosos con el uso de esta terapia,13 y los pacientes
informaron que la psicoterapia no fue eficaz.23,30,49 Un enfoque social actual sugiere que la
cleptomanía es una consecuencia del consumismo y de la abundancia de productos de una sociedad
moderna;47 por lo tanto, su predominancia es entre las mujeres. Los psicoanalistas interpretan el
síndrome como un reflejo de una defensa inconsciente del ego contra la ansiedad, los instintos o
deseos prohibidos, los conflictos no resueltos o los im pulsos sexuales prohibidos,49 el miedo a la
castración, la excitación sexual,51 la gratificación sexual y el orgasmo durante el hurto.52 Se le
atribuyó un significado simbólico al acto en sí mismo, al objeto robado y a la víctima del robo, y
al gunos concluyeron que la cleptomanía es una expresión delictiva de una naturaleza neurótica.45
Se considera al robo como símbolo de un impulso sexual o como un sus tituto de la
masturbación.53 La terapia cognitivo conductual (TCC) reemplazó al psicoanálisis como tratamiento
de la cleptomanía. Mu chas estrategias conductuales resultaron eficaces, entre ellas, la
sensibilización encubierta usando la imagen de aversión de las náuseas y el vómito;54 la terapia
aversi- http://www.siic.info 543 va,54 como mantener la respiración (hasta que sea leve mente
doloroso) siempre que aparezca la necesidad de robar o se experimente una imagen de hurto;55 y la
des ensibilización sistemática.56 Gudjonsson6 asegura que la provisión de formas alter nativas de
satisfacción, más que las conductas aversivas, son más propensas a ayudar a los pacientes a superar
la depresión comórbida y la necesidad de la excitación y el placer que, presumiblemente, se logra
con el hurto. En algunos casos, se utilizaron estrategias combinadas, como la sensibilización
encubierta, con la exposición y prevención de la respuesta.55,56 Recientemente, Talih48 informó un
caso en el que el tratamiento fue la combi nación de la farmacoterapia con la TCC. Esto incluyó la
desensibilización, el condicionamiento (a las consecuen cias negativas de robar), la evitación, las
técnicas de re lajación y la psicoeducación (educar a los pacientes y a sus familias sobre la
cleptomanía). Esta práctica puede resultar prometedora en algunos casos porque ese enfo que
resultó eficaz en el tratamiento de los trastornos del espectro obsesivo compulsivo, donde se
demostró que la terapia combinada presenta una ventaja sobre el trata miento farmacológico como
única intervención. Intervenciones farmacológicas IRSS. Los antidepresivos, especialmente los IRSS,
han resultado eficaces en el tratamiento de la cleptomanía, como también en otros trastornos del
control de los im pulsos, como la tricotilomanía, la ludopatía, los atraco nes alimenticios y las
compras compulsivas.57 El conoci miento actual sobre el tratamiento psicofarmacológico de la
cleptomanía fue conseguido de casos publicados o de material obtenido de estudios a doble ciego,
abiertos o retrospectivos. Entre los IRSS, la fluoxetina (FLX) (so la o combinada con otros fármacos)
es el fármaco que tiene un efecto beneficioso. En una serie de casos docu mentados, se informó
sobre el tratamiento biológico en 20 pacientes cleptómanos;30 en dos de estos casos, se encontró
una buena respuesta y una duradera remisión con la FLX como único fármaco. De todas maneras, en
la misma serie, 7 pacientes no respondieron con la FLX. En un caso, la FLX fue eficaz en combinación
con imiprami na y, en otro caso, en combinación con litio. También, Schwartz45 informó la eficacia
de 80mg/día de FLX en un caso de cleptomanía, como reemplazo de un tratamiento previo ineficaz
con fenelzina que, ade más, causa hipotensión. La FLX en combinación con el litio fue eficaz58 en los
casos donde los pacientes no habían respondido previamente a la FLX o a la clomi pramina como
monoterapia. La fluvoxamina, el segun do IRSS estudiado para la cleptomanía, fue eficaz en un caso
donde el individuo no había respondido a la tera pia psicodinámica ni conductual y a múltiples
ensayos psicofarmacológicos con amitriptilina, imipramina, nor triptilina, FLX y litio.46 El tercer IRSS
documentado co mo beneficioso en el tratamiento de la cleptomanía es la paroxetina (PRX). En un
caso informado por Lepkifker et al.,27 20 mg/día de PXT durante 3 meses, redujo la ne cesidad de
robar cuando se lo combinó con alprazolam. En otro caso de Dannon et al.,59 la PRX fue eficaz
jun to con la NTX. Kraus60 informó una respuesta favorable con la PRX en un paciente con
tratamiento prolongado (> 10 años) para la impulsividad en la cleptomanía, y que fue inicialmente
diagnosticado como cleptomanía con depresión mayor comórbida seguida por intento suicida. Otro
IRSS estudiado para el tratamiento de la cleptoma nía es el escitalopram. Se indicó escitalopram a
25 suje tos con cleptomanía, en un ensayo abierto seguido por un período de interrupción a doble
ciego. Los pacientes que respondieron continuaron aleatoriamente con el tra tamiento o
comenzaron con placebo. Encontraron una recaída similar con el grupo con escitalopram y el grupo
placebo durante el período a doble ciego. Esto sugiere que la repuesta obtenida en la fase abierta
del ensayo fue mayormente, o aun totalmente, debida al placebo.61 De manera notable, la
paradójica aparición de la clepto manía durante el tratamiento con IRSS para la depresión ha sido
informada en tres casos.62 Estabilizadores del ánimo. A pesar de que los IRSS se convirtieron en los
fármacos de elección para el trata miento de la cleptomanía, la alta afinidad entre la clep tomanía y
los trastornos afectivos derivó en el tratamien to con antidepresivos y terapia electroconvulsiva
(TEC), litio, ácido valproico y topiramato. En una serie de casos (n = 20) descriptos por McElroy et
al.,30 la trazodona pro dujo una buena respuesta en el tratamiento de los sín tomas de la
cleptomanía en 4 casos, pero sin respuesta en otros dos. La imipramina no fue eficaz como
monote rapia (3 casos), tampoco lo fue la desipramina (1 caso). Por el contrario, la nortriptilina
resultó eficaz en un caso, con remisión total. La imipramina combinada con FLX fue eficaz y generó la
remisión en un caso. El litio co mo monoterapia es beneficioso en 1 de cada 4 casos. La combinación
de FLX con litio aumentó la eficacia de este último con un resultado en 2 de 3 casos. En un caso
documentado con litio combinado con imipramina, no se observaron mejorías. Fishbain describió los
efectos be neficiosos de la combinación de amitriptilina con la per fenazina en el tratamiento de la
cleptomanía.63 Kmetz64 demostró que la combinación de ácido val proico con fluvoxamina es
eficaz en el tratamiento de los pacientes que sufren cleptomanía comórbida con manía mixta. Se
puede destacar que la carbamazepina en com binación con la clomipramina no disminuyó los
síntomas de la cleptomanía30. Otros antidepresivos. Los inhibidores de la monoami nooxidasa
(IMAO) fueron sugeridos como una opción para el tratamiento de la cleptomanía por Priest et al.65
Los autores manifestaron que debe considerarse en es tos casos el uso de inhibidores selectivos y
reversibles de la MAO-A, pero no hay datos clínicos disponibles que apoyen esta hipótesis. Los datos
obtenidos por McElroy30 no apoyan esta hipótesis, ya que la tranilcipromina re sultó eficaz en 1 de
5 casos cuando se combinó con la trazodona. Antagonistas opioides. Los antagonistas opioides son
eficaces en la reducción de los síntomas impulsivos, un elemento clave en el trastorno de control de
los impul sos.66 La sustancia más frecuentemente usada es la NTX, un antagonista competitivo
opioide, principalmente de los receptores opioides mu, pero también de los kappa y lambda. Kim
publicó una serie de casos preliminares,67 donde la NTX fue eficaz en la rápida reducción de los
síntomas impulsivos, a dosis sanguíneas desde 100 has ta 200 mg/día. Este agente fue, además,
bien tolerado en 15 pacientes diagnosticados con trastorno de control de los impulsos, incluyendo
un caso de cleptomanía. El participante cleptómano tenía síntomas comórbidos de TOC y presentó
una importante disminución en sus im pulsos para robar a los días de comenzado el tratamiento
con NTX (100 mg/día), con una remisión completa con 150 mg/día. Los principales efectos adversos
informados P. Dannon, G. Berman / Salud(i)Ciencia 19 (2013) 540-545 http://www.siic.info P.
Dannon, G. Berman / Salud(i)Ciencia 19 (2013) 540-545 544 fueron gastrointestinales (diarrea y
náuseas). No se de tectaron efectos adversos hepáticos o alteraciones en las enzimas hepáticas. De
todas maneras, como la NTX pre senta un potencial riesgo hepático a altas dosis, debería
prescribirse luego de una evaluación inicial de la función hepática y continuar con monitoreos cada
dos semanas mientras dure el tratamiento. Dannon et al.59 informaron una mejoría significativa en
dos pacientes con cleptoma nía (uno que sufría también de TOC y otro de ludopatía) que recibieron
NTX para el tratamiento de la cleptomanía (como monoterapia o con PRX). Grant y Kim43
demostra ron, en un estudio abierto de 12 semanas con pacientes cleptómanos en tratamiento con
NTX, que los pacien tes presentaron un descenso en el deseo de robar y en la conducta delictiva (en
la semana 11 de tratamiento). Asimismo, confirmaron que los participantes mejoraron su
funcionamiento social y laboral. La dosis promedio de NTX fue de 145 mg/día, y el efecto adverso
más incómo do durante la primera semana de tratamiento fueron las náuseas. Monitorearon la
función hepática, y los resul tados de las pruebas se mantuvieron estables durante el estudio. En un
estudio retrospectivo, Grant47 demostró que, entre los 17 pacientes cleptómanos que recibieron
NTX entre 1 y 3 años, un importante porcentaje informó una reducción significativa de los deseos de
robar y de la gravedad de los síntomas en general. Se cree que la NTX actúa inhibiendo la liberación
de dopamina en el área tegmental ventral (ATV) de la corteza prefrontal.68 El ATV es considerado el
centro de recompensa del cere bro y, en estudios con animales, la estimulación de esta área se
asocia con la experiencia subjetiva de placer, así como con los deseos e impulsos.68 En un estudio
reciente a doble ciego y controlado con placebo, se evaluaron 23 participantes que recibieron NTX y
demostraron una disminución en los deseos de robar y en la conducta de lictiva evaluados por la
Yale Brown Obsessive Compulsive Scale modificada para cleptomanía (K-YBOCS), la Klep tomania
Symptom Assessment Scale (K-SAS) y la Clinical Global Impressions Scale (CGI).40 Igualmente, en el
estu dio no se evaluaron los efectos terapéuticos luego de las 8 semanas de tratamiento. Otros
fármacos. El topiramato es una sustancia anti epiléptica relativamente nueva y eficaz en el
tratamien to de los trastornos afectivos, en el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y en los
trastornos alimentarios con atracones. Este fármaco también resultó eficaz en el tratamiento de tres
pacientes con cleptomanía. Los participante recibieron entre 100 y 150 mg/día de to piramato y
presentaron una recuperación total luego de 4 a 8 semanas de tratamiento. Uno de los individuos
recibió PRX junto con el topiramato.69 El mecanismo bio lógico de este fármaco es aún incierto. De
todas formas, al igual que con los antagonistas opioides, este efecto podría estar mediado por la
desinhibición de la entrada del GABA en el área del núcleo accumbens. En otro caso publicado, el
paciente respondió bien a los 100 mg/día de topiramato, pero no toleró la NTX, y no respondió a los
IRSS48. El clonazepam y el alprazolam producen un éxito parcial en el tratamiento de la
cleptomanía.30 Los resultados positivos obtenidos con TEC publicados en dos casos pueden ser
debido a la asociación con un tras torno depresivo mayor. En general, la TEC debe ser re servada
para casos resistentes con depresión comórbida. En un caso reciente publicado, una mujer de 60
años con cleptomanía y antecedente de trastorno depresivo mayor había recibido una gran cantidad
de medicamentos. Par ticipó en ensayos con monoterapia de citalopram, NTX, NTX con N-acetil
cisteína, monoterapia con topiramato y topiramato más risperidona. La monoterapia con
topi ramato disminuyó los deseos de robar, pero ninguno de estos fármacos generó un cambio
importante en la pa ciente. Al comenzar el tratamiento con tolcapona, un in hibidor de la catecol-
O-metil-transferasa (COMT), como monoterapia, finalmente logró controlar las conductas y
deseos,70 e informó que no robó por un período de 5 meses. A pesar del éxito en este caso, no se
informaron casos adicionales de pacientes con cleptomanía en tra tamiento con un inhibidor de la
COMT; por lo tanto, se necesitan más estudios. Conclusiones Probablemente, la cleptomanía sea
más frecuente de lo que se cree. Pareciera ser más frecuente en las mujeres y, en general, está
asociada a otro trastorno psiquiátrico. La heterogeneidad de la cleptomanía, por ejemplo en la
vinculación con distintas enfermedades, o ante la variada respuesta terapéutica, sugiere diferencias
en la etiología del cuadro. No obstante, el tratamiento combinado pa recería ser lo más eficaz. La
terapia cognitivo conductual es eficaz en casos individuales, donde se implementó
si multáneamente la farmacoterapia. Habitualmente, es ne cesario considerar los cuadros
psiquiátricos comórbidos, junto con los problemas legales, maritales y laborales. Hay cuatro
clasificaciones distintas de esta enferme dad. El enfoque hacia la cleptomanía ha cambiado
du rante la última década, y ahora se la considera como un subtipo impulsivo, dentro de los TEOC.
Esta idea fue también apoyada en un estudio con 210 pacientes con TOC, en el que se sugirió que la
cleptomanía pertenece a un tipo impulsivo dentro de los TEOC.34 Por lo tanto, dejaron de utilizarse
las intervenciones psicodinámicas. La teoría de la conducta adictiva está basada en las si militudes
en la fenomenología, la clínica y la respuesta a los antagonistas opioides en la cleptomanía y el abuso
de sustancias. Se sugiere que el mecanismo biológico en los trastornos impulsivos puede estar
relacionado con el ingreso de estímulos de recompensa por el ATV-núcleo accumbens-corteza
orbital, y que, en consecuencia, el circuito influencia la conducta, modulando las caracte rísticas
motivacionales, como los deseos y los impulsos.39 La dopamina jugaría un importante papel en esta
región, y la respuesta a la NTX se debería a esto. Los pacientes con cleptomanía suelen responder al
tratamiento con IRSS, por lo que, en esta enfermedad, estarían disminuidos los niveles de serotonina
en las si napsis cerebrales. En un estudio reciente, los investiga dores plantean que, en el
mecanismo fisiopatológico del TOC, estarían involucrados la dopamina, el glutamato, la
noradrenalina y el GABA.71 Aun más, sugieren que la presencia de condiciones comórbidas
específicas pue de ser una característica distintiva en el TOC y diferen cian entre la simple aparición
de dos o más síndromes de una verdadera comorbilidad; esto representa dos si tuaciones clínicas
distintas.71 Lochner y Stein utilizaron la SCID-OCSD para evaluar los presuntos pacientes con TEOC
diagnosticados como TOC, trastorno de angustia y trastorno de ansiedad social (TAS). Concluyeron
que la dependencia de alcohol está particularmente asocia da al TAS y que la cleptomanía es más
frecuente en el TOC.35 Hasta el momento, los IRSS (especialmente la FLX, la fluvoxamina y la PRX)
son eficaces en el tratamiento de los síntomas de la cleptomanía y deben ser considerados
http://www.siic.info 545 P. Dannon, G. Berman / Salud(i)Ciencia 19 (2013) 540-545 como la primera
línea de tratamiento. Los antagonistas de los receptores opioides y los estabilizadores del ánimo
pueden ser considerados de segunda línea. Los nuevos estudios clínicos de la farmacoterapia en la
cleptomanía generarán mejoras en la valoración de la dosis óptima y de la etiopatogenia del cuadro.

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