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Condicion Juvenil

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Roberti, María Eugenia

La nueva condición juvenil en


tiempos de desestructuración: Un
estudio de las trayectorias laborales
de los jóvenes del barrio Aluvión y su
imbricación con otras esferas vitales
(La Plata, Pcia de Buenos Aires)

Tesis para la obtención del grado de Magíster en 
Ciencias Sociales
Director: Muñiz Terra, Leticia Magalí

Cita sugerida:
Roberti, M. E. (2015) La nueva condición juvenil en tiempos de desestructuración: Un
estudio de las trayectorias laborales de los jóvenes del barrio Aluvión y su imbricación
con otras esferas vitales (La Plata, Pcia de Buenos Aires). Tesis de Posgrado. Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria
Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1101/te.1101.pdf

Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio


institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la
Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.

Para más información consulte los sitios:


http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina.


Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
________________________________________________________

Universidad Nacional de La Plata


Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

TESIS PARA OBTENER EL TÍTULO DE


MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES

La nueva condición juvenil en tiempos de desestructuración:


Un estudio de las trayectorias laborales de los jóvenes del barrio Aluvión
y su imbricación con otras esferas vitales
(La Plata, Pcia. de Buenos Aires)

Lic. EUGENIA ROBERTI

DIRECTORA: Dra. LETICIA MUÑIZ TERRA

La Plata, Diciembre de 2014


_________________________________________________________
AGRADECIMIENTOS

En esta ocasión quiero agradecer a todos aquellos que, desde lugares


diferentes, han contribuido no sólo a la conclusión de esta tesis, sino a iluminar los
caminos que he transitado para llegar hasta aquí.
Mi mayor agradecimiento a Leticia Muñiz Terra por su enorme compromiso y
dedicación. En especial, su compañía y guía en este recorrido final. Por enseñarme lo
que es investigar y recorrer conmigo mis primeros pasos académicos.
Le agradezco a Amalia Eguía, por su generosidad. Gracias por compartir
conmigo el CIMeCS, lugar donde empecé a transitar los primeros caminos de esta
investigación.
A mis compañeros/as del Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y
Trabajo (PREJET-IDES), en especial a su coordinadora Claudia Jacinto. Gracias por la
cálida bienvenida y por aprender tanto.
Quisiera agradecer también a aquellas instituciones que permitieron la
realización de esta investigación. Gracias a la CIC, el CONICET, la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación y la Maestría en Ciencias Sociales de la
UNLP. Espacios donde desarrollé mi formación; agradezco especialmente a sus
docentes por los valiosos aportes.
Mi más profundo agradecimiento a mis padres, por el continuo
acompañamiento en mis transiciones y vida cotidiana, su preocupación diaria y ayuda
sin limitaciones. Son mi pilar de vida.
A mi hermana, por estar siempre, por ser una gran compañera y sobre todo
una gran amiga. A mi hermano, por su apoyo interior y por ese gordo hermoso que
vino a llenar de alegría nuestro hogar.
A mis amigas de la vida, por los oídos, los abrazos y por hacer la vida menos
rutinaria. Ustedes son una gran parte de mí.
A mis amigas/os facultativos, por bancarse mis locuras y acompañar en el
camino… porque haya más tramas compartidas.
A Nicolás, por su apoyo incondicional, por su amor diario sin interés, por ser
como es.
La felicidad sólo es compartida. Gracias a todos.

Eugenia Roberti
La Plata, diciembre de 2014

2
ÍNDICE

RESUMEN ..................................................................................................................... 6
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 7

PRIMERA PARTE
LA CONSTRUCCIÓN DE LA PROBLEMÁTICA:
APROXIMACIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS .................................................. 11

CAPITULO 1
La construcción social de la condición juvenil…………………......................... ……12
1.1. Una mirada histórica acerca de los estudios juveniles ..................................... 13
1.2. La construcción de un campo en disputa: perspectivas y conceptualizaciones
sobre la juventud .............................................................................................. 16
1.3. La nueva condición juvenil: el declive de los soportes institucionales
tradicionales en la integración social de los jóvenes ......................................... 23
1.4. Las controversias del individualismo moderno: el surgimiento
de nuevas solidaridades y lazos barriales ........................................................ 30
1.5. A modo de cierre: ¿qué entendemos por juventudes? ...................................... 35

CAPITULO 2
La perspectiva de las trayectorias ............................................................................ 37
2.1. El campo de estudios biográficos como marco
referencial de las trayectorias ............................................................................ 38
2.2. Las trayectorias laborales como dispositivo de indagación:
un análisis de sus potencialidades para la investigación social ........................ 43
2.2.1. La dimensión témporo-espacial ......................................................................... 49
2.3. Trayectorias laborales juveniles en tiempos de incertidumbre .......................... 56
2.4. A modo de cierre: ¿cómo abordar el análisis de las trayectorias
laborales en los estudios sobre la nueva condición juvenil? ............................. 64

3
CAPITULO 3
El abordaje metodológico:
recorriendo el proceso de investigación ..................................................... ……… 67
3.1. De las premisas epistemológicas a la perspectiva metodológica ...................... 67
3.2. El trabajo de campo: selección, construcción y análisis de datos ..................... 70
3.3. La constitución del barrio Aluvión:
matriz temporal y espacialmente situada ........................................................... 79
3.3.1. Las instituciones relevadas ............................................................................... 86
3.4. A modo de cierre: ¿qué abordaje metodológico es pertinente para analizar
las trayectorias desestructuradas de los jóvenes del barrio Aluvión? ............... 91

SEGUNDA PARTE
LAS TRAYECTORIAS LABORALES DE LOS JÓVENES DEL BARRIO ALUVIÓN
Y SU IMBRICACIÓN CON OTRAS ESFERAS DE LA VIDA ....................................... 92

CAPITULO 4
Hacia una reconstrucción de las prácticas y sentidos que configuran las
trayectorias laborales de los jóvenes de El Aluvión ............................................... 93
4.1. En el umbral del trabajo:
prácticas laborales en tiempos de fragmentación social .................................... 93
4.2. Los sentidos del trabajo en disputa:
¿el trabajo como fin o medio de subjetivación? ............................................... 107
4.3. A modo de cierre: los nuevos sentidos (des)centrados del trabajo.
Entre el contexto de oportunidades y las constelaciones de sentidos .............. 123

CAPITULO 5
La crisis del doble pasaje a la vida adulta: un análisis de las trayectorias
laborales en relación a las esferas vitales más significativas ............................... 126
5.1. La difícil transición de la escuela al trabajo ………. ... ……………………………127
5.1.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias escolarizadas: el caso de Alejo ................................................... 146
5.2. Entre generaciones: un acercamiento a la dimensión familiar ......................... 148
5.2.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias reproductivas: el caso de Darío ................................................... 162
5.3. A modo de cierre: géneros confusos.
El desdibujamiento de los ciclos vitales .......................................................... 164

4
CAPÍTULO 6
Marcas territoriales: el espacio barrial como dimensión constitutiva de las
trayectorias laborales juveniles .............................................................................. 166
6.1. El barrio como delimitación de fronteras socio-espaciales .............................. 167
6.2. Entre la esquina, los consumos y el grupo de pares ....................................... 178
6.3. En los confines del mundo laboral .................................................................. 188
6.3.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias territorializadas: el caso de Jeremías .......................................... 198
6.4. A modo de cierre: la nueva condición juvenil.
La emergencia de nuevos soportes territoriales .............................................. 200

CONCLUSIONES ...................................................................................................... 202

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y FUENTES DOCUMENTALES……………..… 209


ANEXO ....................................................................................................................... 233

ÍNDICE DE TABLAS, CUADROS E IMÁGENES


Tabla N° 1: Características generales de los entrevistados .......................................... 75
Tabla N° 2: Familias y códigos construidos en base al Atlas.ti ……………….. .... ……. 78
Cuadro N° 1: Sentidos extrínsecos e intrínsecos del trabajo ..................................... 108
Cuadro N° 2: Los sentidos intrínsecos del trabajo ...................................................... 110
Cuadro N° 3: Tipología de los sentidos extrínsecos del trabajo ................................. 119
Imagen N° 1: Mapa de la Localidad de Lisandro Olmos ............................................... 80
Imagen N° 2: Registro fotográfico del trabajo de campo ............................................ 238

5
RESUMEN

La presente investigación aborda la temática juventud y trabajo, ubicándose en el


debate actual que se ha suscitado en torno al problema de la integración social y laboral
de este grupo etario en la sociedad contemporánea. En efecto, las nuevas generaciones
experimentan la crisis de las instituciones de la modernidad y, en consecuencia, de
aquellas pautas de integración consideradas hegemónicas para un momento histórico-
social determinado. En un contexto de profundas transformaciones en la condición
juvenil, la investigación analiza el resquebrajamiento del modelo lineal de transición a la
vida adulta, que encuentra una de sus manifestaciones más emblemáticas en las
trayectorias laborales que delinean los jóvenes.
En un marco de fragmentación de los mecanismos tradicionales de integración
social, el objetivo que guía a la investigación busca comprender el modo en que se
constituyen las trayectorias laborales de jóvenes varones de un barrio de la periferia
sudoeste de la ciudad de La Plata (Pcia. de Buenos Aires). Desde una perspectiva
cualitativa, realizamos entrevistas en profundidad, observaciones participantes y análisis
documental buscando aprehender la constelación de sentidos, prácticas e imaginarios
juveniles. Precisamente, el planteo teórico-metodológico parte de concebir a las
trayectorias como un punto de cruce entre lo estructural y lo biográfico, entendiendo que
los procesos de transición de los jóvenes se caracterizan por su desestructuración, y
requieren de miradas analíticas que consideren las múltiples esferas de la vida
asociadas a su construcción desde un punto de vista procesual.
En este sentido, los cambios ocurridos a fines del siglo XX trascienden la esfera
laboral y dan cuenta de una reconfiguración en las experiencias biográficas de las
jóvenes generaciones. Las biografías laborales juveniles no pueden comprenderse al
margen de las transformaciones que ocurren en distintas esferas de la vida social,
tampoco por fuera de los marcos espacio-temporales en los que se insertan. Por esta
razón, la investigación busca comprender las imbricaciones entre diversas esferas que,
en el juego de sus interdependencias, dan forma a las trayectorias juveniles: la
educación, la familia, el barrio y los grupos de pares. En esta línea, se elabora una
tipología que surge del análisis empírico y que aparece como un hallazgo relevante de
cara a generar una reflexión profunda que aporte a la comprensión de la nueva
condición juvenil en un tiempo y espacio determinado.

PALABRAS CLAVE: Condición juvenil – Trayectoria laboral – Pobreza – Metodología


cualitativa

6
INTRODUCCIÓN

La presente tesis es el resultado de la intersección de un conjunto de


problemáticas que ponen en diálogo diversas áreas de la investigación social: la
sociología de la juventud, la sociología del trabajo y los estudios biográficos (en
especial, el análisis de trayectorias). En el marco de estos campos de estudio, la
investigación se propone abordar la temática de la juventud y el trabajo, buscando
contribuir al debate actual que se ha suscitado en torno al problema de la integración
social y laboral de este grupo etario en la sociedad contemporánea.
En un contexto de desestructuración del mundo del trabajo, persisten viejos y
nuevos problemas en la población juvenil, que se presenta como uno de los grupos
más vulnerables. En efecto, en las sociedades actuales se produce la crisis de las
instituciones modernas, que garantizaron en otra época la incorporación de las nuevas
generaciones, instituyendo un estadio propio para la juventud. En un escenario de
fragmentación de los mecanismos tradicionales de socialización e integración social,
surge el interés en la presente investigación por analizar el resquebrajamiento del
modelo lineal de transición a la vida adulta, que vislumbra una de sus manifestaciones
más emblemáticas en las trayectorias laborales que delinean los jóvenes.
Los últimos cuarenta años fueron el escenario de importantes
transformaciones. La globalización, los cambios en el régimen de acumulación
capitalista, la crisis de los marcos de referencia colectivos, las nuevas
representaciones temporales, las tendencias hacia la incertidumbre y la vulnerabilidad
social son los principales antecedentes del contexto social en que se desarrollan las
juventudes contemporáneas. En este marco, partimos de la hipótesis de que en las
nuevas generaciones se evidencia una cuestión social de época. La condición juvenil
se presenta como una herramienta heurística para analizar los procesos de
transformaciones sociales y culturales de las últimas décadas, al visualizarse a los
jóvenes como portadores de los cambios que acontecen en la sociedad. 1
Siguiendo esta línea de análisis, la investigación busca realizar aportes a partir
de concebir a las juventudes como agentes que anuncian y expresan los cambios en
los sentidos y códigos culturales dominantes de una formación social particular: se
intenta aprehender estas transformaciones como cristalizaciones de un nuevo tiempo

1
A través de la problemática intergeneracional es posible vislumbrar algunas de las transformaciones que
suceden en una sociedad. Esta idea planteada por Clarke y otros (2010), enfoca a la cultura juvenil como
punto de observación donde se explicita el cambio social. La hipótesis de la juventud como metáfora del
cambio social, fue sostenida por un conjunto de investigaciones posteriores que argumentaron que “la
juventud está en el centro del lugar donde nace lo nuevo” (Passerini, 1996: 57).
7
histórico, a la vez, que se propone visualizar sus implicancias en la construcción socio-
histórica de la categoría juventud. “Si esta es una sociedad donde las nuevas
generaciones pre-figuran el futuro en el presente” (Chaves, 2010: 40), el análisis de la
condición juvenil permitirá vislumbrar algunas claves para comprender no sólo el
contexto social contemporáneo sino también los desafíos que implica ser joven en la
coyuntura actual.
Gran parte de la literatura sobre juventud señala que para la comprensión de
las problemáticas que afectan a la condición juvenil, es necesario observar las
vicisitudes que se produjeron en las sociedades contemporáneas. Si bien otorgamos
importancia a las reformas acaecidas en el mundo del trabajo a fines del siglo XX,
creemos que los cambios trascienden la esfera laboral y manifiestan una
reconfiguración en las experiencias biográficas de las jóvenes generaciones. En este
sentido, las biografías laborales juveniles no pueden analizarse al margen de las
transformaciones que ocurren en distintas esferas de la vida social, tampoco por fuera
de los marcos espacio-temporales en los que se insertan. En la actualidad, la
conformación de subjetividades juveniles no proviene únicamente de los procesos que
acontecen en el mercado de trabajo, sino también de tendencias sociales más amplias
que conciernen a otras instituciones sociales y dimensiones de la vida cotidiana de los
jóvenes.
En este marco, el objetivo de la investigación radica en comprender el modo en
que se configuran las trayectorias laborales en su imbricación con otras esferas
vitales: la educación, la familia, el barrio y los grupos de pares. Específicamente, la
tesis analiza la forma en que se articulan y la incidencia que posee cada una de estas
esferas en la constitución de los itinerarios de jóvenes, con el fin de indagar si los
cambios sociales, económicos y culturales de las últimas décadas han dado lugar a la
configuración de una nueva condición juvenil.
Desde una perspectiva cualitativa, realizamos entrevistas en profundidad,
observaciones participantes y análisis documental buscando aprehender el conjunto
de procesos, prácticas e imaginarios juveniles a partir de una caracterización objetiva y
subjetiva del itinerario laboral. En efecto, la aproximación teórico-metodológica a la
que adscribimos parte de concebir a las trayectorias como un punto de cruce entre lo
biográfico y lo estructural, entendiendo que los procesos de transición juveniles se
caracterizan por su complejidad y desestructuración, y requieren de miradas analíticas
que consideren las múltiples esferas de la vida asociadas a su construcción desde un
punto de vista procesual.

8
Siguiendo estas preocupaciones, el estudio busca indagar: ¿Cuáles son las
características que adopta la “nueva condición juvenil”? ¿Desde qué orientación o
marco referencial es pertinente abordar la diversidad de trayectorias impredecibles que
desarrollan los jóvenes en la etapa contemporánea? ¿Qué rasgos asume la transición
a la vida adulta en el contexto de crisis de las instituciones tradicionales y, en especial,
en el escenario de nuevos patrones espacio-temporales? ¿Cómo se conjugan las
decisiones individuales y los condicionamientos estructurales en el marco de las
nuevas prácticas y sentidos que otorgan los jóvenes a la actividad laboral? ¿Qué
relaciones se establecen entre el ámbito laboral y las otras esferas vitales como la
familia, la escuela, el barrio y los grupos de pares? De acuerdo a los diversos modos
en que se imbrican estas esferas, ¿pueden identificarse diferencias en las
configuraciones de las trayectorias juveniles?
Estos interrogantes son abordados en función de la reconstrucción de
trayectorias laborales de jóvenes varones del barrio Aluvión (La Plata, Pcia. de Buenos
Aires). Entendemos que la juventud -como categoría analítica- cobra sentidos
específicos al ser analizada en un contexto socio-cultural particular; por esta razón,
buscamos vislumbrar la condición juvenil en un espacio y un tiempo determinado. En
nuestro país, pocos estudios han abordado, desde una mirada integral, las
implicancias del resquebrajamiento de las instituciones modernas en los procesos de
inclusión socio-laboral de los jóvenes, abriendo un campo para líneas de investigación
inexploradas. Inserta en este vacío teórico, la presente tesis busca realizar aportes
para comprender la manera en que los jóvenes configuran sus subjetividades y
delinean sus recorridos; con la finalidad de generar una reflexión profunda sobre la
relación entre trabajo y juventudes en las sociedades contemporanéas. En esta línea,
se elabora una tipología que surge del análisis empírico y que aparece como un
hallazgo relevante para dilucidar la emergencia de una nueva condición juvenil.

***

La tesis se organiza en dos grandes apartados. La primera parte, elabora una


construcción teórico-metodológica que problematiza el estudio de las juventudes
(capítulo 1) y de las trayectorias (capítulo 2), proponiendo un marco de análisis para su
comprensión. Estos capítulos teóricos se inician con una mirada histórica respecto a la
temática de interés, luego discuten perspectivas y conceptualizaciones; para,
finalmente, determinar nuestra propia posición. Definidos los lentes analíticos,
discutimos las herramientas metodológicas para abordar la constitución de las

9
trayectorias laborales y su imbricación con otras esferas de la vida, a partir del análisis
de un grupo de jóvenes en un tiempo y espacio determinado (capítulo 3).
La segunda parte, plantea un esquema para la investigación empírica que
organiza el estudio de las trayectorias juveniles en tres ejes analíticos. En primer lugar,
se reconstruye las trayectorias laborales de los jóvenes del barrio Aluvión,
analizándose las prácticas y las valoraciones subjetivas en torno al trabajo en tiempos
de desestructuración. En esta línea, elaboramos una tipología que comprende al
dominio laboral como eje articulador de una multiplicidad de esferas vitales (capítulo
4). Así, el capítulo empírico inicial explicita el modo en que se agrupan y construyen
las diversas trayectorias; en tanto que los siguientes capítulos avanzan en el análisis
de los distintos itinerarios típicos de los jóvenes. Un segundo eje de estructuración,
adopta una posición controversial con el modelo lineal de transición a la vida adulta, a
partir de comprender los nuevos itinerarios que emergen ante la crisis de las
instituciones tradicionales (capítulo 5). En tercer lugar, se establece una distinción
frente a estas institucionalidades clásicas, al delinear la relevancia que adquieren
nuevos soportes relacionales en la configuración de las trayectorias juveniles (capítulo
6). Para finalizar, en las conclusiones intentamos recapitular los aportes y el conjunto
de interrogantes que formulamos a lo largo de la investigación desde una mirada
integral.

10
PRIMERA PARTE

LA CONSTRUCCIÓN DE LA PROBLEMÁTICA: APROXIMACIONES TEÓRICO-


METODOLÓGICAS

11
CAPÍTULO 1

La construcción social de la condición juvenil

Desdibujados los referentes que le dan cohesión y sentido a la vida social, ésta no se presenta
ya más como una continuidad espacio-temporal. La diversificación, complejización y,
especialmente, el deterioro de los mecanismos de integración de la sociedad actual, han
significado que la vida para todos los actores sociales, pero particularmente para los jóvenes,
se presente como incertidumbre. Los trayectos de vida que podían preverse en sus distintas
etapas y en función de las metas a conseguir, están sujetos hoy más que nunca a los avatares
que experimenta un sistema de instituciones caducas (Reguillo, 2001: 60).

El presente capítulo se propone realizar en primer lugar una breve revisión de la


literatura sobre el concepto de “juventud”, analizando el surgimiento de esta categoría
de edad específica (apartado 1.1.). En un segundo momento, se indaga sobre los
distintos enfoques y conceptualizaciones que se han desarrollado en torno a esta
noción en el marco de las Ciencias Sociales, planteando algunas controversias con la
perspectiva de la transición a la vida adulta (apartado 1.2.).
A continuación, se reflexiona sobre los desafíos que implica ser joven en el
mundo actual, en el marco de la crisis de las institucionales tradicionales de
integración (apartado 1.3.). En este sentido, se traza luego un recorrido por distintas
aproximaciones teóricas que analizan los efectos del proceso de individuación que se
desarrolla en las sociedades contemporáneas. Sostenemos que los cambios ocurridos
desde finales del siglo XX, han implicado profundas transformaciones en la condición
juvenil, que vislumbran su máxima expresión en las trayectorias que delinean los
jóvenes. Para finalizar, en un contexto de desestructuración social se señala el
surgimiento de nuevas solidaridades y lazos barriales (apartado 1.4.).
Para iniciar este recorrido, partimos de las siguientes indagaciones: ¿Cuándo
surgen los primeros estudios sobre juventud? ¿Qué conceptualizaciones y
perspectivas predominan en la actualidad? ¿Cuáles son las características que asume
la nueva condición juvenil? ¿Es posible identificar un resquebrajamiento del modelo
lineal de transición a la vida adulta? ¿Cómo se introduce el proceso de
desinstitucionalización en el análisis de las trayectorias de los jóvenes? ¿Qué papel
presenta el espacio barrial en el marco de la crisis de las instituciones modernas?
Responder estos interrogantes, y posicionarnos frente a ellos, nos permitirá presentar
nuestra propia perspectiva de análisis para el abordaje de las juventudes en un
contexto socio-cultural particular.
12
1.1. Una mirada histórica acerca de los estudios juveniles
Los estudios juvenológicos se han constituido en un campo de referencia
indiscutido y cada vez más delimitado al interior de las Ciencias Sociales. Una
multiplicidad de producciones académicas abordan la temática de las juventudes
desde diferentes disciplinas y especialidades, partiendo de problemáticas que
conciben la cuestión etaria como una dimensión trasversal que se entrecruza con
diversas áreas de estudio, tales como el trabajo, la educación, la cultura, la política,
entre muchas otras.
Este campo de conocimiento -en consolidación- emerge en diálogo y tensión
con los cambios producidos a mediados del siglo XX. Desde la investigación social se
ha planteado una primera diferenciación a la hora de abordar el fenómeno juvenil que
implica distinguir, por un lado, la irrupción de los jóvenes como grupo social con
características específicas respecto a otros grados y grupos de edad; y, por otro lado,
la juventud como categoría social que comienza a ser considerada como objeto de
estudio por distintas disciplinas de las Ciencias Sociales.
El proceso de conformación de la juventud como grupo social diferenciado se
inició a lo largo del siglo XIX, haciendo eclosión en el período de la segunda posguerra
en los países centrales de occidente. Durante la modernidad se produjo un conjunto
de cambios económicos, socioculturales y políticos, que gestaron las condiciones de
irrupción de la juventud primero como una “problemática” y luego como una categoría
social, amparando tras de sí un imaginario en el que los jóvenes eran percibidos con
cierto temor o romanticismo.

La “juventud” apareció como una categoría emergente en la Inglaterra de la posguerra,


una de las más asombrosas y visibles manifestaciones de cambio social del período.
La “Juventud” proveyó el foco para informes, legislaciones e intervenciones oficiales.
Los guardianes morales de la sociedad le otorgaron significado como “problema social”
[…]. Sobre todo, la Juventud jugó un rol importante como piedra angular en la
construcción de imaginarios, interpretaciones y cuasi-explicaciones sobre el período
(Clarke y otros, 2010: 67-68).

De acuerdo con Feixa (1998), para el desarrollo de la juventud debió existir una
serie de condiciones sociales e imágenes culturales asociadas específicamente con
este grupo de edad. Su visibilización social emerge con el advenimiento de los jóvenes
como sujetos de derechos y, principalmente, como sujetos de consumo en razón de
las transformaciones en la producción cultural de la época: el desarrollo de las
13
actividades de ocio evocó la aparición de un mercado de consumo, la expansión de
una industria del entretenimiento y la posibilidad de una reproducción masiva de
bienes simbólicos que tuvieron a la juventud como principal destinatario. Sin omitir, al
mismo tiempo, la generación de productos culturales desde los jóvenes, quienes
configuraron un estilo propio (Reguillo, 2000; Chaves, 2012).
Por otro lado, las transformaciones en el sistema capitalista provocaron la
separación de los ámbitos de producción y reproducción de la vida, que supuso la
creación de normas, comportamientos e instituciones que favorecieron el desarrollo de
la juventud como un grupo de edad claramente definido: la regulación del acceso al
mercado laboral; el establecimiento de un período de educación obligatoria, que se fue
ampliando con cierta pretensión de masividad; la creación del servicio militar
obligatorio; y, la regulación del derecho a voto. Si bien algunas de estas instituciones
ya existían -el ejército y la escuela-, la “novedad” residía en su extensión a todos los
sectores sociales (Souto Kustrín, 2007).
Más allá de su emergencia como grupo social, la irrupción de esta categoría
etaria en el campo del conocimiento responde a un proceso más reciente. Los
estudios académicos sobre la juventud comenzaron a desarrollarse desde principios
del siglo XX, adquiriendo un impulso renovado en el período de entreguerras. 2 El
concepto de adolescencia surgió en el ámbito científico internacional con el libro de
Stanley Hall (1904), Adolescence: its psychology and its relations to physiology,
anthropology, sociology, sex, crime, religión and education. El psicólogo
estadounidense desarrolló una noción biológica de la adolescencia/juventud que la
asociaba con un período de tensión y desorden emocional. La obra tuvo una enorme
influencia -e incluso es aún hoy dominante en el sentido común-, al postular la
naturalidad de una etapa de inestabilidad y turbulencia, que comprendía desde la
pubertad fisiológica (condición «natural») hasta el reconocimiento del estatus adulto
(condición «cultural»). En este sentido, la psicología elaboró una norma de conducta y
apariencia juvenil determinada biológica y psicológicamente, que se encontraría en
todas las sociedades y momentos históricos al definirse como un estadio universal del
desarrollo humano.
Las primeras aproximaciones sociológicas al concepto de juventud se
elaboraron en los años ‘20 del siglo pasado. Margaret Mead (1929) inició su célebre

2
Para una reconstrucción histórica de las primeras producciones académicas que abordan la temática de
la juventud, véase: Feixa (1997); Souto Kustrín (2007); Chaves (2009, 2010). Siguiendo a esta última
autora, es interesante destacar que, paradójicamente, las investigaciones sobre los estadios del ciclo vital
se desarrollaron de una manera evolutiva. En este sentido, los estudios sobre la adolescencia constituyen
los primeros antecedentes de los análisis sobre juventud, donde aquélla fue definida por un amplio rango
etario que abarcaba desde los 12 hasta los 25 años de edad (Hall, 1904).
14
estudio sobre los jóvenes de Samoa en un intento por contradecir las teorías de la
adolescencia de Hall: negó el carácter biológico de la adolescencia/juventud, y su
definición como un período universal de estrés y tensión. Por el contrario, sostuvo la
preponderancia -de una forma determinista- de los factores culturales. Precursora en
las investigaciones sobre las edades, reveló que cada cultura organiza a su modo el
ciclo vital.
Estos planteamientos acabarán convergiendo en los enfoques psico-
sociológicos de la adolescencia y la juventud, que fueron popularizados por Erik
Erikson (1968) a partir de los años ‘70: una visión más relativizada y sociológica que
veía la adolescencia, en las condiciones cambiantes de la sociedad contemporánea,
como un período de “crisis de identidad” y “moratoria de rol”. El concepto de moratoria
social propuesto desde la perspectiva psicosocial, tuvo extensa repercusión y fue
adoptado ampliamente en el tratamiento de la juventud, concebida ahora como una
etapa de transición y preparación para el ejercicio de roles adultos.
Las primeras aproximaciones críticas a estas visiones introdujeron una
perspectiva de clase que destacaba la reproducción de las estructuras de poder y las
desigualdades sociales a través de los grupos de edad, como muestran las obras
producidas en el marco del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la
Universidad de Birmingham a partir de los años ‘70. Los estudios culturales británicos
abordaron la investigación de las “subculturas juveniles” desde un esquema
interpretativo que situaba las producciones culturales de los jóvenes en la dinámica
sociocultural más general: conjugaban una visión materialista de la historia, una
configuración gramsciana de la cultura, un análisis clasista de la sociedad y una
metodología etnográfica para la construcción de los datos.
Las investigaciones sobre la juventud en América Latina aparecen tardíamente
respecto al contexto europeo o norteamericano. La irrupción de los jóvenes en la
escena pública contemporánea de Latinoamérica puede ubicarse en la época de los
movimientos estudiantiles de la década del ‘20, constituyéndose a partir de allí como
importantes protagonistas de la historia del siglo XX. Si bien en ese entonces sólo los
universitarios fueron pensados como “jóvenes”, luego de los años cuarenta diversos
sectores serán interpretados como pertenecientes a este grupo de edad.
En Argentina, los jóvenes se constituyen como una problemática de estudio en
el trascurso final de la década de 1980. Si bien con anterioridad no existía una
bibliografía específica sobre la juventud, esto no significa que no haya sido estudiada
como parte de diversas temáticas. Un trabajo fundante en el campo de las
investigaciones sobre juventud del país, fue el primer Informe Nacional de Juventud

15
publicado en 1986 por Cecilia Braslavsky. El informe establece un diagnóstico de
situación de este grupo etario y plantea la existencia de diferentes “mitos
uniformantes” sobre los estilos de ser joven. A partir de allí, los estudios de juventud
comienzan a expandirse, generando una amplia diversidad temática en base a
investigaciones empíricas. Esta producción se inspira sin embargo en teorías
europeas y norteamericanas sobre lo juvenil, que con el tiempo son confrontadas y
diferenciadas de las situaciones latinoamericanas.

1.2. La construcción de un campo en disputa: perspectivas y


conceptualizaciones sobre la juventud
En la actualidad, la demarcación de la “juventud” continúa siendo un tema de
debate. La disputa por establecer sus límites dentro del campo de los estudios
sociales perdura y no se ha alcanzado un pleno acuerdo respecto a su especificidad.
Desde diversas disciplinas, se ha consensuado aprehender a esta clase de edad como
una etapa que depara cambios significativos en la biografía de un sujeto, tanto en lo
que respecta a su madurez biológica como a su madurez social. Sin embargo,
persisten distintas conceptualizaciones en torno a esta noción en las Ciencias
Sociales.
Dentro de la perspectiva sociodemográfica, el término juventud hace referencia
a una franja etaria; se asocia a un período específico del ciclo de vida. En este
enfoque, la edad biológica resulta un referente valioso para la construcción de datos e
información estadística. La definición en términos etarios es frecuente tanto en los
estudios académicos, como en los programas y/o políticas de juventud. Las agencias
internacionales suelen utilizar una definición etaria que abarca entre los 15 y los 24
años de edad (CEPAL, 1999; OIT, 2004). Sin embargo, investigaciones europeas han
señalado los procesos de desestructuración y prolongación de la etapa juvenil (Bendit,
1998; Galland, 2007). Tales transformaciones en la condición juvenil, han propiciado
que sea cada vez más usual la utilización del criterio entre 15 y 29 años de edad, al
que se inscriben numerosos estudios latinoamericanos (Miranda, 2006; Dávila León y
otros, 2008; Otero, 2009). 3 Asimismo, el alargamiento del período juvenil ha significado
la creación de nuevas distinciones y delimitaciones que apuntan a establecer

3
En nuestro país, el corte demográfico de la juventud en los censos y principales encuestas nacionales
comprende la población entre los 15 y los 29 años de edad, este es el caso del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (INDEC) y la Dirección Nacional de Juventud (DINAJU). Es interesante destacar
que hasta la década de 1970, los parámetros nacionales consideraron como población joven a las
personas ubicadas entre los 15 y los 24 años de edad, extendiéndose luego hasta los 29 años.
16
subgrupos etarios al interior de la categoría: los jóvenes menores (15 a 19 años), los
jóvenes plenos (20 a 24 años) y los jóvenes adultos (25 a 29 años).
Sin embargo, un conjunto amplio de investigaciones juvenológicas cuestiona la
aproximación etaria, incorporando dimensiones de análisis relativas al carácter socio-
cultural del fenómeno juvenil. La juventud no puede ser entendida como una categoría
que clasifica a los individuos de acuerdo a un dato biológico. El establecimiento de
parámetros estadísticos comparables se enfrenta a la diversidad de realidades
sociales y culturales que trascienden los límites de edad. Precisamente, la condición
juvenil no se ofrece de igual forma al conjunto de los integrantes pertenecientes a la
categoría estadística de este grupo de edad. Por el contrario, existen modos diferentes
y desiguales de ser joven.
En consecuencia, el riesgo de los análisis que toman únicamente la referencia
etaria como variable explicativa es que olvidan a menudo la construcción social que
subyace a las edades biológicas. Esto se evidencia en que la misma edad puede tener
significados diversos en diferentes épocas históricas y en distintos sectores sociales al
interior de una misma formación social. Como apunta Reguillo (2000), en diferentes
etapas de la historia las sociedades han planteado las segmentaciones sociales por
grupos de edad de manera muy distinta e, incluso, en algunas formaciones sociales
este tipo de recorte no se ha desarrollado. Muchas de las fronteras contemporáneas
que distinguen entre infancia, juventud y adultez no existían o estaban organizadas de
forma diferente antes de la llamada modernidad (Souto Kustrín, 2007). La edad no
expresa un mero atributo biológico. Por esta razón, conceptualizar a la juventud en
términos socio-culturales implica en primer lugar no conformarse con las
delimitaciones biologicistas.
De esta manera, lejos de tratarse de un fenómeno universal, es solamente en
formaciones sociales específicas que la juventud aparece como un período destacado.
No es posible pensar a este grupo de edad como un continuo temporal y ahistórico.
Siguiendo la argumentación de Chaves (2010), es un error de partida llevar el dato bio-
cronológico linealmente a interpretaciones socio-culturales que conciben la juventud
como un período fijo en el ciclo de vida, una fase natural y universal del desarrollo
humano, en el que todos entrarán y saldrán en el mismo momento más allá de sus
condiciones objetivas de vida, su pertenencia cultural o su historia familiar. Esta
mirada oculta la diferencia y la desigualdad, invisibilizando como bien señala Reguillo
(2000) que los jóvenes no constituyen una categoría homogénea, no comparten los
modos de inserción en la estructura social.

17
En oposición al discurso homogeneizador de los primeros estudios sobre
juventud, predominan en la actualidad las investigaciones que atienden a la
heterogeneidad de la condición juvenil. Los análisis que tratan las juventudes en plural
se difunden y generalizan, al cuestionar la unidad de esta noción. Es ilustrativo el
célebre artículo de Bourdieu (1990) “La juventud no es más que una palabra”, que
discute la pertinencia de esta categoría y denuncia como un abuso del lenguaje reunir
bajo un mismo concepto distintos universos sociales. En correspondencia con este
enfoque analítico se encuentra el trabajo de Martín Criado (1998) Producir la juventud,
quien realiza una sugestiva crítica a cierta sociología y aborda la cuestión juvenil sobre
la hipótesis de que “la ‘juventud’ no forma un grupo social. Bajo la identidad del
nombre ‘juventud’ -bajo la presunta identidad social de todos los incluidos en un arco
de edades- se agrupan sujetos y situaciones que sólo tienen en común la edad”
(1998: 2).
Es necesario recuperar así el carácter arbitrario de las diferencias de edad. Los
papeles que corresponden a los distintos grupos de edad dependen -más que de
factores biológicos o psicológicos universales- del tratamiento que cada sociedad o
cultura hace de las edades biológicas, cuyas formas y contenidos son cambiantes en
un espacio, un tiempo y una estructura social determinada. Este fenómeno se
denomina “procesamiento sociocultural de las edades”, en referencia a la manera en
que cada sociedad organiza el ciclo vital distribuyendo roles, representaciones, bienes,
derechos u obligaciones; conformando de este modo estructuras etarias e instalando
formas de relación entre cada una de las clases de edad (Chaves, 2010, 2012).
La juventud no es una categoría objetiva, razón por la cual debe enmarcarse
dentro de un sistema de relaciones sociales que distinga, en cada espacio social, las
fronteras entre los distintos grados de edad. Cada sociedad, cada cultura, cada época
definirá su significado y a su vez éste no será único, habrá sentidos hegemónicos y los
habrá alternos (Chaves, 2010). Siguiendo a Feixa (1997), se trata de estudiar la
manera en que una cultura estructura el curso de la biografía, delimitando las
“condiciones sociales” a los miembros de cada grupo de edad (que asigna una serie
de derechos, estatus y roles desiguales), así como también las “imágenes culturales” a
las que están asociados (que atribuye un conjunto de valores, significados y
estereotipos).
En efecto, existe un consenso entre las investigaciones que abordan la
temática en que la juventud se construye en el juego de relaciones sociales. El
carácter de constructo social está instalado como supuesto explícito de los trabajos
provenientes de las Ciencias Sociales desde mediados de los años ‘80 (Chaves,

18
2006). Sin embargo, se evidencia una tendencia a operacionalizar la condición juvenil
que termina reduciéndola, la mayoría de las veces, a una mera categoría de edad. De
este modo, como señala Pais (2003), la sociología de la juventud oscila entre dos
grandes tradiciones: se presenta a la juventud como un grupo social aparentemente
homogéneo, cuyo principal atributo es el de ser constituido por individuos
pertenecientes a una determinada etapa de la vida; o como un grupo social
heterogéneo, que está integrado por jóvenes de diferentes situaciones sociales.
En el Informe sobre jóvenes 1994-2000 del Instituto Mexicano de la Juventud,
Pérez Islas (2000) sistematiza, frente a la complejidad de delimitar lo juvenil, nueve
criterios básicos que resumen lo más potente de las definiciones que circulan en el
medio académico latinoamericano. Lo juvenil es:

1. Un concepto relacional. Sólo adquiere sentido dentro de un contexto social más


amplio y en su relación con lo no juvenil (la interacción con categorías como las
de género, étnicas, de clase social, etcétera).
2. Históricamente construido. No ha significado lo mismo ser joven ahora que hace
veinte años, el contexto social, económico y político configura características
concretas sobre el vivir y percibir lo joven.
3. Es situacional. Por lo que responde sólo a contextos bien definidos, en tanto se
debe evitar las generalizaciones, que hacen perder lo concreto y específico de
cada caso.
4. Es representado. Pues sobre lo juvenil se dan procesos de disputa y negociación
entre las hétero-representaciones (elaboradas por agentes o instituciones
sociales externos a los jóvenes) y las auto-percepciones de los mismos jóvenes.
En algunos casos ambas coincidirán, en otros se establecerán relaciones
conflictivas o de negociación, donde se delimita quiénes pertenecen al grupo
juvenil y quiénes quedan excluidos.
5. Cambiante. Se construye y reconstruye permanentemente en la interacción social,
por lo tanto, no está delimitado linealmente por los procesos económicos o de
otro tipo, y aunque éstos inciden, el aspecto central tiene que ver con procesos
de significado.
6. Se produce en lo cotidiano. Sus ámbitos de referencia son íntimos, cercanos,
familiares: los barrios, la escuela, el trabajo, etcétera.
7. Pero también puede producirse en lo imaginado. Donde las comunidades de
referencia tienen que ver con la música, los estilos, la internet, etcétera.
8. Se construye en relaciones de poder. Definidas por condiciones de
dominación/subalternidad o de centralidad/periferia, donde la relación de
desigualdad no implica siempre el conflicto, pues también se dan procesos
complejos de complementariedad, rechazo, superposición o negación.
19
9. Es transitoria. Donde los tiempos biológicos y sociales del joven o la joven en lo
individual, los integran o expulsan de la condición juvenil, a diferencia de las
identidades estructuradas/estructurantes que son perdurables (como las de
clase, étnicas, nacionales o de género) (Pérez Islas, 2000: 15).

Dentro de las Ciencias Sociales se han producido diversas perspectivas


teóricas de aproximación a la juventud. 4 Si bien los estudios sobre jóvenes se
desarrollan desde una variedad de marcos referenciales, Casal y otros (2006)
proponen reducirlos a tres enfoques epistemológicos: como ciclo vital, como nueva
generación y como tramo biográfico o itinerario. La sociología de los últimos treinta
años se ha inscripto en las primeras perspectivas; sin embargo, de manera reciente al
interior de esta disciplina ha ido ganando aceptación y difusión el enfoque biográfico
en las investigaciones sobre juventudes.
Los análisis funcionalistas son los que inauguran la tradición de estudios sobre
la edad y el ciclo de vida en los Estados Unidos, en particular a través del artículo
pionero de Talcott Parsons (1942) “Age and sex in the social structure of United
States”. Desde esta perspectiva, la juventud es pensada como un tiempo vacío o de
espera sólo evaluable positivamente en función de la asunción de roles adultos. La
crítica que se ha efectuado al enfoque funcionalista de los ciclos vitales reside en una
conceptualización de los jóvenes en términos negativos, según aquello que les falta
para llegar a la plenitud de la vida adulta. Asimismo, esta perspectiva pierde de vista el
carácter de construcción social de la condición juvenil, al definir la juventud como un
grupo unificado a partir de criterios psicológicos y emocionales que se ocultan bajo la
naturalidad del fenómeno.
Dentro de las referencias teóricas más significativas que abordan la juventud,
interesa también mencionar brevemente la perspectiva generacional. Durante el
período de entreguerras se desarrollaron las principales teorías generacionales que se
destacan como antecedentes de los estudios actuales, nos referimos principalmente a
los ensayos de la primera parte del siglo XX del español José Ortega y Gasset (1923)
y el húngaro Karl Mannheim (1928). Partiendo de una mirada de las edades como
construcción social, el enfoque de las generaciones surge de una crítica a la visión
“positivista” e “histórico-romántica” de las edades y el cambio histórico. En este
sentido, la generación no puede comprenderse como un grupo social definido sólo a
partir de la coexistencia en un tiempo histórico común. Es una categoría nominal que
dadas ciertas afinidades, establece condiciones de probabilidad para la agrupación e
4
Para una reconstrucción de la diversidad de enfoques acerca de los jóvenes, véase: Pais (2003); Casal
y otros (2006); Brunet y Pizzi (2013).
20
identificación entre los sujetos (Margulis y Urresti, 1998). Para que se constituya un
grupo social hace falta que los individuos, además de compartir los mismos
acontecimientos sociales en un período común de sus vidas, los enfrenten desde una
misma posición social. La articulación de la posición generacional (determinada a
partir de los ciclos vitales) y la posición de clase (referida a las condiciones económico-
sociales) posibilita la producción de “una modalidad específica de vivencia y de
pensamiento, una modalidad específica de encajamiento en el proceso histórico”
(Mannheim, 1993: 209).
Por último, a partir de la segunda mitad de la década de 1970 surge el enfoque
conocido como la sociología de la transición. Los referentes internacionales de esta
aproximación son Casal (1996), Furlong y Cartmel (1997) y Galland (2007). Ubicada
en el campo de los estudios biográficos, esta perspectiva concibe a la juventud como
un proceso social de emancipación que atañe a aspectos familiares (independencia
del hogar de origen) y económicos (posición social y enclasamiento 5). A diferencia del
enfoque funcionalista, los jóvenes no son definidos aquí por una serie roles sino por su
finalidad: el devenir adulto. Los itinerarios son interpretados así en términos de
“transición” y se desarrollan nociones tales como “la entrada a la vida adulta” (Longo,
2010). Desde esta perspectiva, el tránsito hacia la adultez se asocia con dos procesos
fundamentales: “la juventud es la edad de la vida donde se opera un doble ‘pasaje’: de
la escuela a la vida laboral, de la familia de origen a la familia de procreación”
(Mauger, 1989: s/p. Traducción propia). En razón de la época histórica y de la
heterogeneidad propia de la condición juvenil, es posible identificar diferentes
modalidades en que se efectúa este doble pasaje.
La sociología de la transición ha sido objeto de numerosos cuestionamientos
que son necesarios vislumbrar en función de la relevancia que adquiere este enfoque
para nuestra investigación. Una primera crítica parte del marco conceptual y teórico
que avala una mirada adultocéntrica, donde la definición de los jóvenes se hace por
referencia al parámetro de lo adulto. En este sentido, se concibe a la juventud como
una etapa de pasaje -entre la niñez y la adultez-, un estatus provisional e incompleto
en la trayectoria vital, que establece las características del sujeto joven desde la falta,
las ausencias y la negación.
Una segunda crítica a la sociología de la transición apunta a la estrategia
metodológica, que delimita la juventud principalmente a partir de la edad biológica.
Asimismo, esta perspectiva se ha centrado demasiado en la construcción de tipos

5
Entendemos por enclasamiento el resultado de la estratificación social, en el sentido de posición social
adquirida y potencial de movilidad.
21
ideales y genéricos de transición, que finalizan de forma estándar con la consecución
de un trabajo estable y la conformación de un núcleo familiar. Se excluyen así las
diferencias con respecto al punto de llegada, donde la independencia familiar y
económica es disímil según el origen social. Por esta razón, la idea de transición se
asocia con una visión lineal, teleológica y estática de la juventud, que prevé la
sucesión ordenada de acontecimientos comunes para todos los individuos, corriendo
el riesgo de no percibir la diversidad de experiencias que se delinean en el pasaje a la
vida adulta.
Precisamente, en el marco de la individualización de la vida social y la
diversificación de los itinerarios hacia la edad adulta, algunos autores destacan que
este pasaje está bloqueado para la generación de mediados de la década de 1970
(Pais, 2003; Gil Calvo, 2009). En efecto, una última crítica que se ha elaborado a la
sociología de la transición refiere a la definición de las fronteras que enmarcan el
proceso hacia la adultez. En este punto, el propio concepto de transición es
cuestionado a causa de las dificultades para delimitar un estadio vital que se creía de
límites nítidos y cuyo único objetivo era el logro de la plenitud adulta; debilidades que
se tornan evidentes cuando se interroga cuál sería el punto de llegada. Por esta razón,
estudios recientes han acordado, por un lado, relajar los criterios de salida de la
juventud, considerando formas de emancipación económica y familiar alternativas a
las tradicionales; y, por otro lado, poner en discusión la prolongación de la etapa
juvenil. 6
Las críticas al enfoque clásico de la sociología de la transición han motivado
nuevas perspectivas en el estudio de las juventudes. Particularmente relevante, en
este momento, es la aproximación que da mayor centralidad al análisis de las
transiciones a partir de la perspectiva del propio joven. Desde este enfoque, surge el
interés por complementar los estudios cuantitativos basados en la ocurrencia y
secuencias de los eventos vitales, con el análisis de las concepciones de los propios
jóvenes acerca de lo que significa ser adultos y los elementos están involucrados en
este proceso (Mora Salas y de Oliveira, 2009). De este modo, el interés por los modos
6
Desde fines del siglo XX, estudios europeos dedicados al campo de la juventud comenzaron a señalar la
existencia de una prolongación de la etapa juvenil. En las condiciones actuales los referentes que antes
servían para definir a la juventud se mostraron ineficaces ante la crisis de los marcos que se han
empleado para delimitar las fronteras de esa etapa de vida. Los límites de la condición juvenil se han
desplazado en los últimos tiempos, fundamentalmente, por la extensión de la educación obligatoria y las
altas tasas de desempleo y precariedad que enfrentan los jóvenes. Es atendiendo a estas
desincronizaciones en la estabilización profesional y familiar que Pérez se pregunta: “¿Hasta cuándo se
es joven? ¿Cómo delimitar el concepto si la estabilización de cada uno de estos espacios llega a edades
diferentes para diferentes personas? ¿Qué pasa si algunos jóvenes no encuentran nunca ‘un empleo
estable’ […]? ¿Serán siempre jóvenes?” (2008: 16). Incluso, los problemas de inserción laboral han dado
lugar a la propuesta del sugestivo término “juventud interminable” (Cachón, 2000).
22
subjetivos de vivir este estadio vital impone una nueva definición de la juventud como
experiencia significativa y como momento clave donde se configura una subjetividad
juvenil. Ser joven no depende solamente de una edad ni de un conjunto de roles
preestablecidos, sino también de la experiencia social y personal que se hace de
ambos en el marco de ciertas condiciones sociales.

1.3. La nueva condición juvenil: el declive de los soportes institucionales


tradicionales en la integración social de los jóvenes
La sociedad capitalista occidental está organizada, entre otras clasificaciones y
distinciones, por estructuras etarias donde se juegan relaciones de poder. Las edades
son estadios biográficos culturalmente construidos, que presuponen fronteras más o
menos laxas y formas más o menos institucionalizadas de paso entre los diversos
grados de edad (Feixa, 2003). La juventud constituye así un período de la vida que es
pasajero y, en consecuencia, su duración es limitada.
Las etapas del ciclo vital no pueden ser asumidas como universales o
constantes, sino que ellas mismas están definidas socialmente y sujetas a variaciones
a lo largo de la historia. Más aún, los cambios en los estadios del ciclo de vida pueden
constituir profundas transformaciones en las relaciones sociales e institucionales
(Balán y Jelin, 1979). El ciclo de la vida no es igual para todas las culturas; la
segmentación por edad y la institucionalización de grupos etarios son procesos que se
construyen en momentos puntuales del tiempo. Cada cultura tiene sus propios modos
de organizar la temporalidad y de producir sus edades. En el caso de las culturas
occidentales modernas estos esquemas han sido la institucionalización y
cronologización del ciclo vital. 7 Como señala Chaves:

La ‘modernización’, mirada desde las edades, ha consistido en segmentar, especializar


e institucionalizar el ciclo de vida, legitimando la primacía de una clase, grado o grupo
sobre otro, universalizando ‘el modo occidental’ y finalmente naturalizando la
estamentalización producida (2010: 25).

Esta concepción de la vida por etapas iniciada en el siglo XIX fue acompañada
por la intervención de instituciones educativas, jurídicas, estatales y -principalmente en

7
La noción de cronologización del ciclo vital se refiere a la objetivación de la vida como un desarrollo
cronológico individual y progresivo medido en unidades temporales por el calendario occidental y
cristiano. La vida se interpreta como un tránsito por el tiempo; el reloj organiza el quehacer cotidiano, y el
calendario el qué hacer en cada fase de la vida. El carácter evolucionista de la cronologización de la vida
es evidente: progreso, acumulación y desarrollo unilineal. Este es el esquema de interpretación
hegemónico del ciclo de vida (Chaves, 2010).
23
lo que respecta a nuestro estudio- por la organización del mundo del trabajo industrial,
que coadyuvaron en el proceso de cronologización del curso de la vida y en el
establecimiento de relaciones intergeneracionales. Al punto que, en la actualidad el
pasaje por los diversos grados de edad se regula a través de la entrada y salida de un
conjunto de instituciones.

El ciclo de vida como dimensión organizadora del tiempo biográfico implica privilegiar
acontecimientos que constituyen transiciones importantes en la vida del individuo.
Estas transiciones pautadas o regulares en sociedades y culturas, que en el mundo
urbano moderno incluyen la escolaridad, el ingreso al mundo del trabajo, el abandono
del hogar de familia y la formación de un hogar independiente, el casamiento, el
nacimiento de los hijos, el retiro de la fuerza de trabajo, definen las posiciones de las
personas y las prácticas sociales correspondientes (Balán y Jelin 1979: 11).

Estas sociedades delimitan las etapas de integración de las nuevas


generaciones por medio de instituciones que marcan “ritos de pasaje modernos” e
instituyen un estadio propio a la juventud. En este sentido, es importante destacar la
centralidad de la esfera educativa en el proceso de conformación de una subjetividad
juvenil -más aún con la masificación de la educación media-, que implicó el
surgimiento de escuelas específicas para este grupo de edad (Tenti Fanfani, 2009).
Precisamente, la escuela se convierte en la gran invención moderna al ser una
institución asociada al sistema de edad, un marcador temporal fundamental del ciclo
vital. No obstante, el fuerte impacto de la expansión educativa sobre el calendario y las
trayectorias juveniles, no debe considerarse de modo homogéneo ya que afecta de
distinta forma a diferentes sectores sociales (Guerra Ramírez, 2008). También, el
trabajo -en términos de empleo asalariado- ocupó un lugar fundamental en la
definición cronológica del ciclo vital occidental y moderno, principalmente a partir de
mediados del siglo XX. Durante esa época, el eje central se asienta en la edad adulta
definida como una etapa de plena actividad laboral y de reproducción social. En base
a la definición de adultez se estructuró, luego del período de posguerra, un modelo tri-
etápico como forma hegemónica de regulación del tiempo vital (Miranda, 2006).
En el modelo de la era industrial, se concibió a la juventud como un período
transitorio de formación para la asunción de roles adultos. De este modo, en las
Ciencias Sociales hasta la década del ‘80, la juventud fue conceptualizada como una
fase de la vida, una moratoria que sigue a la infancia y sirve como preparación a la
edad adulta. El modelo tri-etápico estructuraba el ciclo de vida en tres momentos
temporales sucesivos, cuyas funciones se encontraron claramente diferenciadas: la
24
primera etapa estaba asociada a la preparación para la vida activa (niñez-juventud), la
segunda a la vida activa con empleo (adultez) y una tercera de retiro de la actividad
productiva (vejez). A partir de entonces, la edad se impuso como marcador
cronológico del curso irreversible de la vida, designó un ritmo uniforme a las etapas
estables de las biografías y delimitó el paso entre estatus bien definidos (Oddone,
2006).
Desde los años ‘90, dentro del campo de los estudios de juventud, un conjunto
de investigaciones han argumentado críticamente sobre la noción de moratoria social,
en tanto característica distintiva y definitoria del período juvenil (Margulis y Urresti,
1998, 2008; Krauskopf, 2003, 2004; López Blasco, 2006; Miranda, 2006, 2010). La
puesta en cuestión de esa noción, que representó un concepto central en la sociología
de la juventud de mediados del siglo XX, debe ser interpretada a la luz de la
emergencia de nuevas condiciones sociales que produjeron patrones de vida inéditos.
Los itinerarios biográficos dejan de ajustarse a las secuencias tradicionales de la
organización tripartita del ciclo vital; se observa una ruptura del principio de las
transiciones claramente demarcadas en torno a las distintas edades, cuyos umbrales
instituían el pasaje entre etapas de la vida que se sucedían de manera lineal,
ordenada y previsible. 8
En este marco, frente a los cambios culturales y socioeconómicos producidos a
fines del siglo XX, en investigaciones recientes surge el interés por analizar el nuevo
contexto social en el que se desarrollan las juventudes contemporáneas. 9 Estos
procesos tuvieron una amplia influencia en las características específicas que adquiere
tanto la etapa juvenil, como también en el modo de entender la categoría juventud
(Dávila León y otros, 2008). En este contexto, un conjunto de estudios han destacado

8
En América Latina el proceso de “institucionalización del curso de vida” (Kohli, 1986), se fue
consolidando a través del modelo económico impulsado desde la década de 1930 y prolongado hasta los
años ‘70 (Guerra Ramírez, 2008). Para el caso argentino, este modelo logró configurar a lo largo de
cuatro décadas un esquema de movilidad social ascendente y una estructura ocupacional relativamente
homogénea, estable y asalariada; donde el mercado de trabajo actuó como mecanismo de integración
social, en términos de derechos, estabilidades y protecciones. Sin embargo, tuvo un menor alcance que
en los países desarrollados, revelando desigualdades entre distintos sectores sociales y ocupaciones
laborales. En este sentido, habría que detenerse a realizar un estudio histórico para detectar si este
esquema de transiciones organizadas que emergió para el contexto europeo logró consolidarse en el
caso argentino; o mejor dicho, para qué sectores sociales fue válido. A partir de los años ‘70, la entrada a
una nueva etapa de acumulación del capital implicó el abandono de este modelo de desarrollo, que había
asegurado una mayor inclusión con la ampliación de los derechos sociales ligados a la condición
asalariada.
9
Los últimos cuarenta años fueron el escenario de importantes transformaciones que afectaron a toda la
estructura social. La globalización, los cambios en el régimen de acumulación capitalista, los procesos de
individuación, las nuevas representaciones temporales y las tendencias hacia la incertidumbre y la
vulnerabilidad social son los principales antecedentes del contexto social en que se inscribe actualmente
la juventud (Miranda, 2010).
25
la emergencia de una “nueva condición juvenil” (Tedesco, 2000; Morch y otros, 2002;
García Canclini y otros, 2005; Miranda, 2006; Dávila León y otros, 2008). De acuerdo a
estos análisis, se propone considerar a la juventud como un período vital con
características propias: no sólo representa un estadio de tránsito o moratoria en la vida
de los sujetos, sino que es una etapa en sí misma de gran importancia en el desarrollo
biográfico posterior.
La época actual trasluce el resquebrajamiento del modelo lineal de integración
de las jóvenes generaciones. En esta dirección, los umbrales tradicionales de
transición a la vida adulta -abandono de la familia de origen, unión conyugal, obtención
de un empleo- manifiestan una multiplicidad de estatutos intermedios y reversibles,
más o menos transitorios y precarios. A su vez, las propias secuencias de esos
umbrales de paso no son lineales ni uniformes; por el contrario, son heterogéneas,
discontinuas y con apreciables rupturas, dando lugar a nuevas formas y secuencias
temporales. El principio de reversibilidad en los procesos de transición a la adultez
incita a José Machado Pais (2007) a caracterizar metafóricamente a la generación de
los años ‘90 como la “generación yo-yo”. El sociólogo portugués realiza una crítica al
concepto de transición lineal, circunscripta a una sucesión de etapas identificables y
previsibles en dirección recta a la edad adulta. En la actualidad, los procesos de
transición se desarrollan de una forma más diversa y menos estructurada.
Como producto de estos cambios, los estudios sobre juventud han demostrado
que las transiciones de los jóvenes a la vida adulta se han vuelto muchos más
prolongadas, complejas y desestandarizadas (Bendit y otros, 2008; Pérez Islas, 2008;
Miranda, 2010). Se destaca la extensión del período juvenil hasta edades avanzadas,
se sostiene el surgimiento de trayectos más heterogéneos y se observa una des-
sincronización de los calendarios biográficos que dificultan el sentido de coherencia
entre esferas de la vida fragmentadas y etapas vitales de límites borrosos. La
diversidad de los recorridos que actualmente delinean los jóvenes entre la finalización
de los estudios, la obtención de un empleo y los patrones de conformación familiar,
revelan las múltiples maneras de vivir la juventud.
Dentro del campo juvenológico, un conjunto de investigaciones señala que para
la comprensión de la nueva condición juvenil es necesario observar las
transformaciones que se están produciendo en las sociedades actuales. Desde esta
perspectiva, es fundamental remitirse a la dinámica social más general, ligada con la
profundización de la individualización y la crisis de las instituciones de la modernidad.
Numerosas perspectivas de análisis han surgido acerca de la sociedad
contemporánea, que se focalizaron sobre distintas dimensiones a la hora de

26
estudiarla. Investigaciones internacionales han caracterizado de diverso modo a la
época actual. Se habla de una sociedad del “riesgo” (Beck, 2006), de la
“incertidumbre” (Castel, 2010), “informacional” (Castells, 1997), “líquida” (Bauman,
2002). Estas diversas aproximaciones arriban a un mismo punto de coincidencia, que
enfatiza la autonomía del individuo y el repliegue sobre sí mismo como aspecto clave
de la modernidad. Vivimos en una sociedad de individuos (Elias, 1900), en la cual “la
capacidad de conducirse como un actor social responsable es cada vez más requerida
y cada vez más valorizada” (Castel, 2010: 27). 10
Un conjunto de estudios sobre juventud latinoamericanos se inscriben en este
marco analítico (Saintout, 2007; Guerra Ramírez, 2008; Pérez Islas, 2008; Otero,
2009; Longo, 2010), indicando la dificultad de las instituciones tradicionales de la
modernidad -diseñadas en otros contextos y modelos político-económicos- para dar
respuesta a los procesos sociales contemporáneos. Precisamente, frente a la crisis de
las instituciones centrales de transmisión de la cultura legítima: la educación, el
empleo y la familia emerge la nueva condición juvenil.
La desestructuración de las referencias colectivas desde el último cuarto del
siglo XX, ha implicado transformaciones en el seno de las instituciones modernas
destinadas a la integración social y constituidas como soportes privilegiados de
socialización. Desde este lugar, ciertas aproximaciones definen a la época actual
como una etapa de desinstitucionalización del curso de vida; dada la creciente des-
regulación y la menor normalización en la secuenciación del calendario vital (Kohli,
2005). El proceso de individuación, que se constituye en uno de los rasgos esenciales
y definitorios de la nueva modernidad, consiste precisamente en un resquebrajamiento
de las “biografías normales”, es decir, en un debilitamiento de los patrones biográficos
tradicionales, sancionados y pautados socialmente (Saraví, 2006). Así, “todo el
conjunto de la vida social es atravesado por una especie de desinstitucionalización
entendida como una desvinculación respecto de los marcos objetivos que estructuran
la existencia de los sujetos” (Castel, 1995: 472-473). Desde esta perspectiva, se hace

10
El desarrollo del individualismo moderno no debe concebirse a partir de un esquema lineal, que analiza
su desenvolvimiento como una progresión trazada sobre los ejes de emancipación, creciente autonomía y
libertad de autodeterminación. Castel (2010) analiza las condiciones objetivas que posibilitaron al
individuo conducirse como un actor social independiente. Desde una perspectiva histórica, el sociólogo
francés reconstruye las etapas de su constitución y deslinda los diferentes soportes que le dieron
consistencia: mientras la “modernidad liberal restringida” toma como punto de apoyo la propiedad privada;
la “modernidad organizada” se basa en la propiedad social, que liga protecciones y derechos a la
condición salarial. Sin embargo, en la sociedad contemporánea la dinámica que sustentaba las
condiciones de posibilidad del individuo perece quebrantada: la fase “positiva” del individualismo moderno
ha llegado a su fin (Fitoussi y Rosanvallon, 1997). La emergencia del proceso de individuación significó el
quiebre de las antiguas protecciones sociales, al socavar las deterioradas bases económicas y sociales
que históricamente habían hecho de soportes relacionales a prácticas e identidades colectivas.
27
referencia a un individualismo predominante en la sociedad que toma como rasgo
fundamental “la falta de marcos”, y no el exceso de intereses subjetivos.
La individuación institucionalizada supone un nuevo factor de riesgo y
vulnerabilidad en el proceso de construcción biográfica. Por esta razón, Ulrich Beck
(2006) designa como “sociedad del riesgo” a la sociedad moderna. Estas sociedades
están constituidas sobre el terreno fértil de la inseguridad porque los individuos no
encuentran, ni en ellos mismos ni en su medio inmediato, la capacidad de asegurar su
protección, al estar ausente todo tipo de regulación colectiva. Sobre este estado de
vulnerabilidad, se despliegan los llamados cada vez más exigentes al dinamismo
personal. Así, “el modo en el que uno vive se vuelve una solución biográfica a
contradicciones sistémicas” (Beck, 2006: 137). Los riesgos y las contradicciones
siguen siendo producidos socialmente, sólo se está cargando al individuo con la
responsabilidad y la necesidad de enfrentarlos (Bauman, 2002). En este marco, se
señala la ambigüedad del individualismo moderno: al mismo tiempo que valoriza al
individuo, promueve su desafiliación (Castel, 2004, 2010).

Es a la vez un vector de emancipación de los individuos, que incrementa su autonomía


y hace de ellos sujetos portadores de derechos, y un factor de inseguridad, que hace a
cada uno más responsable de su porvenir y lo obliga a dar a su vida un sentido que ya
no organiza nada exterior a sí mismo (Fitoussi y Rosanvallon, 1997: 36-37).

En términos de Beck (2006), se trata de la promoción de un “modelo


biográfico”: frente a la debilidad de las instituciones sociales corresponde al individuo
una mayor responsabilidad en la construcción -y no ya adscripción- del sentido de su
trayectoria. El derrumbe de los sistemas de regulación colectiva produce un aumento
de la inseguridad social y una creciente fragmentación de las experiencias biográficas.
Como consecuencia del deterioro de las instituciones que organizaban y canalizaban
las conductas sociales, se desplaza hacia los individuos la preocupación por el
cuidado de sí mismos. La estabilidad familiar, una carrera laboral a largo plazo, la
seguridad social, por sólo citar algunos ejemplos, se ven debilitados como supuestos y
pilares sobre los cuales se podía construir la propia biografía (Saraví, 2006).

Expulsados de las antiguas estructuras (normativas y sociales) que definían la


orientación de sus conductas y los dotaban de certezas, los sujetos se ven obligados a
producir su acción en un contexto donde los márgenes de imprevisibilidad, contingencia
e incertidumbre se amplían considerablemente (Svampa, 2000:10).

28
La generación joven -en tanto categoría nominal- comparte las características
centrales de las transformaciones en curso, relacionadas con la individualización y la
desinstitucionalización de la vida social, que afecta de modo particular a este grupo de
edad (Bendit y otros, 2008). En tiempos de profundos cambios socio-estructurales,
políticos y culturales, se traspasa a las nuevas generaciones la responsabilidad de
asumir el riesgo y la incertidumbre; el sujeto joven debe construir su propia biografía,
sin poder apoyarse en contextos estables. Así, en ausencia de pasajes
institucionalizados, se valora en los jóvenes la adaptabilidad, la capacidad de ser
flexible y la autonomía personal para forjar sus propios recorridos (Why, 2008). En
este escenario, los itinerarios adoptan un carácter contingente, que se tornan cada vez
más inciertos y aleatorios a medida que se diluye el marco normativo del trayecto vital.
Si bien el proceso de individualización subraya que el joven tiene que construir
su propia biografía, esto no implica subestimar las condiciones de origen. Como
señalan Biggart, Furlong y Cartmel (2008), aunque las decisiones se tornan cada vez
más individuales, continúan atravesadas por condicionamientos sociales que influyen
en la distribución de oportunidades desiguales. Precisamente, la complejidad del
escenario actual en el que se inscriben las trayectorias juveniles hace necesario
atender el modo en el que operan los constreñimientos estructurales. La tendencia
generalizada de las investigaciones contemporáneas en la exageración de los
procesos de diversificación de las trayectorias juveniles como sintomático de las
“biografías de elección”, pueden ayudar a enmascarar las estructuras de desventaja.
La desigualdad en el acceso a recursos y oportunidades persiste también en las
trayectorias individualizadas, provocando opciones biográficas más amplias o más
estrechas. 11

Los cambios en la estructura de las transiciones, que definen los cambios en la


extensión y el significado mismo de la palabra juventud, no se pueden comprender sin
incorporar al análisis la trayectoria del grupo o la clase de la cual esa estructura de
transición es característica o típica en un momento histórico acotado (Dávila León y
otros, 2008: 73).

11
Coincidimos con la posición del Grupo de Investigación en Educación y Trabajo (GRET) de la
Universidad de Barcelona, quienes critican el auge de perspectivas basadas en la reversibilidad como
característica definitoria de la posmodernidad. Si bien las trayectorias no son lineales en el capitalismo
flexible, tienen una marca social y están sujetas a ciertas irreversibilidades en términos de
condicionamientos sociales. Esta postura constituye una crítica a las “transiciones yo-yo” (Pais, 2007; Gil
Calvo, 2009), que enfatizan los aspectos de reversibilidad ante la incertidumbre y las reorientaciones.
29
La pertenencia de los jóvenes a una determinada clase social propicia una
configuración desigual de sus trayectorias. La construcción de tipologías de
trayectorias que utilizan estudios recientes, traslucen la complejidad y heterogeneidad
en las formas de ser joven, así como también las desventajas estructurales que se
inscriben en los diversos recorridos juveniles. Estas investigaciones diferencian entre
la mayor propensión a desarrollar trayectorias no lineales o fallidas por parte de los
sectores menos favorecidos, que padecen mayores condicionamientos a la hora de
incidir sobre el curso de sus vidas; en oposición, se encuentran las trayectorias
biografiadas o exitosas característica de los sectores más acomodados, que
experimentan un margen más amplio de elección (EGRIS, 2001; Biggart y otros,
2008).

1.4. Las controversias del individualismo moderno: el surgimiento de nuevas


solidaridades y lazos barriales
Ante la crisis de las referencias colectivas e institucionales propias de la
modernidad, se hace necesario analizar la efectiva disponibilidad de oportunidades y
recursos, debido a que no todos los individuos cuentan con los mismos soportes. En
efecto, el proceso de individuación amenaza a la sociedad a una contradicción
ingobernable entre, por un lado, quienes viven positivamente la radicalización de la
individualidad pudiendo asociar individualismo e independencia, porque su posición
social está asegurada; y, por el otro, quienes viven la exigencia de individuación en
términos negativos, al estar privados de las estructuras de integración y los marcos de
protección colectiva (Castel, 1995; Svampa, 2000). De este modo, “para los individuos
que carecen de soportes objetivos necesarios para existir positivamente como
individuos, el modelo biográfico corre el riesgo de volverse una pesadilla biográfica”
(Castel, 2010: 116). La falta de protección y contención frente a las dificultades y los
riesgos de existir como individuo, acarrea la desafiliación en algunos sectores de la
sociedad.

Los individuos están dotados de manera distinta de las condiciones de base necesarias
para conducirse en la sociedad como actores capaces de garantizar su independencia
por sus propios medios. En otras palabras, los individuos están desigualmente
respaldados para ser individuos, y se puede ser más o menos individuos en función de
los soportes, o de la ausencia de soportes, necesarios para serlo (Castel, 2010: 305).

En consecuencia, la exhortación a ser un individuo asume significaciones


diferentes y, última instancia, opuestas. Castel (2010) propone dos figuras de
30
individuos hipermodernos que se presentan como respuestas diferentes al proceso de
individuación que atraviesa la sociedad contemporánea.
Para algunos individuos las nuevas exigencias a hacerse cargo de sí mismos,
ante la liberación de los encastres colectivos, pueden traducirse en una mayor
autonomía, llevando incluso al límite los efectos de la coyuntura social actual: “la
descolectivización, la desinstitucionalización, el ascenso de un individualismo ligado a
un alejamiento de las pertenencias y de los valores colectivos” (Castel, 2010: 326).
Estos “individuos por exceso” escapan a las coerciones y a las protecciones que
constituían el basamento de la independencia del individuo moderno. Tienen la
posibilidad de evadirse de la sociedad porque su abundancia de soportes les permite
disponer de la capacidad de ser autosuficientes para garantizar su independencia
social. La afirmación de la autosuficiencia del individuo puede llevar hasta la postura
de olvidar que viven en sociedad, instituyendo una forma de desafiliación por arriba.
Sin embargo, existen en la sociedad individuos que carecen de los soportes o
recursos para poder conducirse con plena autonomía y reconocimiento: “no logran
acceder al umbral de los soportes de la propiedad social, al mismo tiempo que no
están protegidos por la propiedad privada” (Castel, 2010: 333). Estos “individuos por
defecto” se encuentran amenazados de invalidación social, no contando ni siquiera
con aquellas afiliaciones colectivas que les procuraron en una época anterior las
condiciones de su independencia. La desocupación y la instalación en la precariedad
impiden el acceso a las condiciones requeridas para tener un lugar en la sociedad y
ser reconocido como individuo con todas sus ventajas y derechos. Este tipo de
individualidad es definido en términos de falta, al encontrarse sin vínculos, ni apoyos,
privados de protección y de reconocimiento.
Frente a las aproximaciones que otorgan un carácter negativo y que, en
ocasiones, niegan la figura del individuo en las clases populares, Denis Merklen (2005)
analiza la especificidad del proceso de individuación en el medio popular. Propone la
figura del “cazador” a partir de la cual rechaza reducir a una posición pasiva al
individuo que emerge del mundo popular, el cual no se define por su falta de soportes
o su estado de aislamiento. Por el contrario, es la participación en la sociedad y en la
vida institucional la que trasluce su vulnerabilidad.
En las sociedades que poseen un sistema institucional débil, la inestabilidad y
la falta de regularidad invaden la vida cotidiana de los barrios populares. La
experiencia de incertidumbre en este medio, encuentra su origen en la forma en que

31
las instituciones organizan la cohesión social. 12 La inestabilidad institucional constituye
así uno de los ejes centrales de esta situación específica de individuación: “frente al
mal funcionamiento de las instituciones, la principal fuente de estabilidad del mundo
popular ha sido aportada siempre por las estructuras de lo relacional” (Merklen, 2005:
181). En este contexto, la desinstitucionalización y la desestructuración del mundo del
trabajo no dejan a la deriva a los individuos, que encuentran la manera de reconstruir
soportes sociales a partir de otras referencias.

En esos espacios prefigurados inestablemente por el empleo y las instituciones, un


marco relacional estructurado sobre la base del territorio y del ámbito local constituye a
menudo el sostén básico de los individuos. El barrio constituye así la base principal de
la estabilización de la experiencia (Merklen, 2005: 182).

El barrio ofrece al individuo un marco de inscripción social territorializada, se


torna un medio de integración social. Por consiguiente, la emergencia del proceso de
individuación en las clases populares aparece determinada por dos factores: “el
carácter inestable y precario de la cotidianeidad del medio popular y las formas de
inscripción colectivas tejidas como respuesta a la precariedad” (Merklen, 2005: 173).
Precisamente, el espacio barrial es el lugar donde se asienta una fuente mínima de
estabilidad, aportando los soportes relacionales que hacen posible la aparición de una
figura de individuo perfectamente moderna. La densidad relacional característica del
mundo popular “funcionan más como un punto de apoyo para la acción que como una
materia densa y opaca en la que se ahogarían los individuos” (Merklen, 2005: 191).
De este modo, en tiempos de fragmentación de los mecanismos tradicionales
de integración social surgen nuevas solidaridades y lazos barriales. Al punto que, la
revalorización de la dimensión espacial que se suscitó en la teoría social durante las
últimas décadas, se tradujo en la importancia que revisten las conceptualizaciones
acerca del espacio para la comprensión de las prácticas de los sectores populares
urbanos. Más aún, algunos estudios señalan la relevancia de la espacialidad para
aprehender la nueva condición juvenil (García Canclini y otros, 2005). El barrio emerge
así como una unidad de análisis fundamental en la investigación social, y no como un
mero escenario para el estudio de fenómenos particulares. Este cambio de perspectiva

12
En sociedades como las de Europa occidental, las instituciones rigen la vida social de manera más
sistémica y regulan en mayor medida la vida cotidiana: “las instituciones públicas tienen una influencia
muy grande en la socialización, pudiendo de esa manera articular más eficientemente el paso del
individuo de una a otra institución en los diferentes momentos de su vida. Esta ‘rigidez’ institucional
permitió, durante la época del pleno empleo, garantizar la integración social, [… y aún] hoy, pese a las
desestabilizaciones del trabajo, asegura niveles de cohesión relativamente altos” (Merklen, 2005: 180).
32
estuvo vinculado a las transformaciones acaecidas en el medio urbano durante la
década de 1990. En este contexto, el espacio barrial adquiere una nueva significación
para estudiar las transformaciones que experimentaron los sectores más vulnerables a
partir de esos años. 13
Desde la sociología argentina contemporánea, se han sintetizado estos
cambios como el pasaje “de la fábrica al barrio” (Svampa, 2005); transición que señala
el ocaso del universo de los trabajadores urbanos y la emergencia del mundo
comunitario de los pobres urbanos. La inscripción territorial y la delimitación de la
mayoría de las actividades a la esfera barrial deben ser interpretadas a luz de las
transformaciones ocurridas en la estructura social y el mercado de trabajo argentino,
que tendieron a expresarse en el proceso de encapsulamiento y segregación
socioespacial de los sectores populares (Bonaldi y Del Cueto, 2009).
En este escenario, el barrio se presenta como una categoría espacial ambigua.
Distintos estudios coinciden en señalar que el reforzamiento de la inscripción territorial
de los sectores populares, encuentra como trasfondo el surgimiento de nuevas
solidaridades y redes comunales, la gestación de acciones colectivas y la promoción
de relaciones de cooperación. Siguiendo a Svampa (2005), las reformas neoliberales
impulsaron la configuración de redes de supervivencia al interior del empobrecido
mundo popular; la expansión de organizaciones de matriz territorial tuvo como
correlato el desarrollo y consolidación de nuevas formas de acción colectivas, así
como la generación de espacios identitarios en torno al barrio. En la misma línea,
Merklen (2005) señala que frente al proceso de desindustrialización, empobrecimiento
y desafiliación de los años ‘90, los sectores populares hallaron en el barrio un refugio
capaz de operar tanto como un lugar de repliegue como de inscripción colectiva. El
barrio pasó a cumplir nuevas funciones frente al vacío dejado por las instituciones, a la
vez que se convirtió en soporte de nuevas solidaridades primarias y locales.

13
Las transformaciones macroestructurales que se desarrollan en nuestro país con particular intensidad
en la última década del siglo XX, tuvieron su reflejo en una profunda modificación del espacio urbano. La
dramática trasformación de la estructura social argentina, con la consecuente agudización y expansión de
la desigualdad, abrió un nuevo proceso que encuentra en el paisaje urbano una de sus manifestaciones
más notables. En este marco, si bien la concentración urbana de los sectores más desfavorecidos ha sido
un rasgo tradicional de los procesos de urbanización de nuestro país y de toda Latinoamérica, estudios
recientes coinciden en señalar que la segregación urbana de los pobres es cualitativa y cuantitativamente
diferente (Bayón, 2005; Saraví, 2006). Tales análisis vislumbran el surgimiento de una reconfiguración
territorial cuya principal característica es la confluencia de fenómenos espaciales y sociales: las
transformaciones ocurridas en la estructura social tendieron a expresarse en una nueva disposición
urbana. La emergente configuración espacial impuso una lógica de interacción inédita, donde la
fragmentación de la estructura social se trasluce en la conformación de ámbitos diferenciados y
homogéneos de sociabilidad. Estas transformaciones socio-espaciales condujeron a la concentración y
acumulación de nuevas desventajas que dieron un nuevo carácter de tipo cualitativo a los enclaves de
pobreza estructural (Bayón y Saraví, 2007).
33
En contraposición, otros estudios resaltan la disolución de las solidaridades
“tradicionales” de los sectores populares, a la vez que adjudican el surgimiento de
nuevas desventajas a las características que asume el espacio barrial. Tales análisis
observan un debilitamiento del capital social comunitario asociado a una
reconfiguración del espacio público barrial. El retraimiento hacia el ámbito privado
como consecuencia del fenómeno del miedo y la violencia, trae aparejado la
fragmentación al interior de la propia comunidad y el incremento del aislamiento social.
Los estigmas territoriales se conforman así como una nueva característica de los
espacios urbanos de pobreza estructural, asociados en el imaginario social con la
violencia, los delitos y la anomia. En tanto dimensión central en el análisis de los
procesos de segregación residencial, estos nuevos imaginarios repercuten
negativamente “hacia fuera”, reforzando el límite con la sociedad y “hacia adentro”, al
potenciar la conflictividad interna de la vida barrial (Sabatini y otros, 2001; Saraví,
2004; Segura, 2006).
Una aproximación que busca superar estas perspectivas antitéticas, pone foco
en el análisis del significado que adquieren las fronteras socio-espaciales del barrio en
la delimitación de las prácticas y representaciones de sus habitantes (Segura, 2009).
Desde este lugar, se busca comprender los modos en que los residentes simbolizan el
espacio barrial, sus límites y su entorno; a su vez, se analiza las redes de interacción
en las que se inscriben, interpretadas a la luz de prácticas territorializadas que se
circunscriben o no al espacio barrial. En última instancia, este enfoque presenta al
barrio como una frontera socio-espacial específica que configura las relaciones entre
el adentro y el afuera, entre el ámbito local y su entorno, contribuyendo a conformar la
centralidad del espacio barrial como marco organizador de prácticas y
representaciones. La reflexión en torno a los límites del barrio adquiere un valor
analítico en sí mismo, al inscribirse en la dinámica de constitución y demarcación del
tejido social comunitario.
El barrio es una modalidad de localización que traza el conjunto de
interacciones e identificaciones que surgen a su interior. Establece un sentido de límite
y de pertenencia: por un lado, puede ser fuente de cohesión e identidad colectiva; por
otro, instituye un tipo de frontera específica que existe estructurando y modelando la
vida social comunitaria (Grimson, 2009). Como categoría espacial constitutiva de las
formas de percepción, significación y acción, el barrio impone fronteras que son
imaginadas, vividas y estructuradoras de prácticas sociales. Sin embargo, como afirma
Simmel, el límite del que nos hablan las fronteras “no es un hecho espacial con efectos
sociológicos, sino un hecho sociológico con una forma espacial” (1939: 215). En

34
consecuencia, los límites no son sólo territoriales o económicos sino también
simbólicos. “Los límites, tengan una traducción espacial o no, remiten a relaciones
sociales, a los modos como las personas se clasifican e imaginan entre sí y a las
formas en que se relacionan en virtud de tales clasificaciones e imaginarios” (Segura,
2009: 55).
Milton Santos (1995) ha establecido que en el espacio se desenvuelven una
multiplicidad de contradicciones dialécticas, que cambian de significado a través del
tiempo. Separar y ligar pueden constituir uno de aquellos pares dialécticos que, a
nuestro entender, inciden en la conformación de una situación geográfica, al aparecer
como operaciones constitutivas de los modos de simbolizar y habitar el espacio: por un
lado, existe un conjunto de operaciones de marcación de límites y umbrales que aíslan
ámbitos y prácticas, distinguiendo según los casos entre adentro y afuera, interior y
exterior, público y privado, nosotros y ellos; por otro, un conjunto de operaciones que
se dirigen a establecer puentes y pasajes entre aquellos ámbitos y prácticas
separadas y diferenciadas (Segura, 2009).

1.5. A modo de cierre: ¿qué entendemos por juventudes?


La presente tesis parte de concebir a la juventud como una categoría analítica
que cobra sentidos específicos al ser analizada en un contexto socio-cultural
particular; buscamos vislumbrar la condición juvenil en un espacio y un tiempo
determinado. Esta postura remite a la idea de que existen diversas condiciones
juveniles y, por ende, distintas juventudes. Lo que entendemos por juventud varía a lo
largo del tiempo, de una sociedad a otra y, dentro de una misma formación social, de
un grupo a otro. Como construcción socio-histórica, cultural y relacional, se constituye
de manera diferenciada según las posiciones estructurales y simbólicas de los jóvenes
en la sociedad.
Si definimos a los jóvenes a partir de una edad biológica, categoría que los
designa como una unidad social, como un grupo constituido que posee intereses
comunes, se ignora que las divisiones entre edades son arbitrarias y también se
desconoce las diferencias entre las juventudes (Bourdieu, 1990a). Consideramos que
la noción de juventud debe dejar de pensarse como una categoría unificada y
unificadora. Por esta razón, el concepto de juventud que proponemos se aleja de una
definición centrada estrictamente en los rangos de edad, involucrando también la
condición social, educativa, laboral, familiar y territorial. Como arguyen Margulis y
Urresti (1998), concebimos a la juventud como un significante complejo que debe

35
tomar en cuenta para su comprensión la diversidad de variables que intervienen en el
modo en que se procesa socialmente la condición de edad.
Luego un breve recorrido por las principales teorías y conceptualizaciones
acerca de la juventud, y atendiendo a las críticas que se han efectuado, la presente
investigación adopta una posición controversial con los supuestos de la sociología de
la transición. Nos ubicamos al interior del campo de estudios biográficos y destacamos
la centralidad que tiene la noción de trayectoria para estudiar la inclusión social y
laboral de los jóvenes en la sociedad actual. Precisamente, las transformaciones en la
condición juvenil han propiciado un renovado interés hacia nuevas aproximaciones
teórico-metodológicas que aborden la diversidad de formas que revisten las
trayectorias y transiciones juveniles. Desde esta perspectiva, sostenemos que el
marco referencial más fértil para emprender esta tarea la otorga el enfoque biográfico,
al tomar a la juventud como sujeto histórico y protagonista principal de su propia vida
que articula de forma compleja elecciones subjetivas, constreñimientos socio-
culturales, experiencias vitales significativas y estrategias de futuro. En este sentido,
dicha perspectiva brinda un análisis integrador de la estructura, la acción y la historia
(Casal y otros, 2006).
Desde la aproximación biográfica resulta indispensable para la interpretación
de la condición juvenil dar cuenta de los modos subjetivos de vivir la juventud. Esta
perspectiva ha jugado un papel importante en la introducción de dimensiones sociales
y culturales que configuran las relaciones de los jóvenes con diferentes esferas de la
vida social. La juventud como fenómeno social depende, más que de una identidad de
edades, de la posición del individuo en diferentes estructuras sociales, entre las que
destacamos: la familia, la escuela, el trabajo, el barrio y el grupo de pares. En este
sentido, planteamos que una cuestión clave a analizar son las diferencias entre
aquellos que, teniendo una misma edad, no sólo delinean trayectos diferentes sino que
conceden sentidos diversos al trabajo en su relación con otras esferas de la vida.
El marco para aprehender la condición juvenil que proponemos incluye el
análisis del proceso de desinstitucionalización, la des-sincronización de las diversas
esferas de la vida y el desdibujamiento de los esquemas lineales de integración. Sin
embargo, frente al postulado de numeras investigaciones que afirman la fragmentación
de las instituciones tradicionales de la modernidad, en esta tesis abrimos dicho
supuesto como interrogante, al preguntarnos sobre las formas que adopta la nueva
condición juvenil a partir de la reconstrucción de trayectorias que se configuran en el
marco de un conjunto de instituciones sociales y dimensiones de la vida cotidiana
significativas para jóvenes de un contexto socio-cultural determinado.

36
CAPÍTULO 2

La perspectiva de las trayectorias

Toda tentativa de periodización de una trayectoria biográfica (o de un haz de trayectorias),


debe considerar dos órdenes de acontecimientos distintos pero relativamente dependientes:
«eventos individuales» que conforman los diferentes recorridos constitutivos de una trayectoria
biográfica (pero cuyas regularidades reflejan la historia de las estructuras sociales); «eventos
históricos» que pautan el devenir de las estructuras sociales (y donde las trayectorias
individuales dejan sus huellas) (Mauger, 1989, traducción propia).

El objetivo del presente capítulo es estudiar los aportes teórico-metodológicos


que brinda el enfoque de las trayectorias para comprender el conjunto de recorridos
heterogéneos, impredecibles y discontinuos que delinean los jóvenes en su tránsito a
la vida adulta y productiva. En un primer momento, realizamos una reflexión crítica
junto a una sistematización teórica en torno al uso de la perspectiva biográfica en
Ciencias Sociales. Nos centramos en los enfoques europeo y norteamericano para
vislumbrar los distintos ámbitos de producción en donde surgieron los supuestos
epistemológicos, teóricos y metodológicos que se esconden tras los análisis de
trayectorias. La relevancia de esta tarea radica en que el campo de estudios
biográficos se constituye como telón de fondo en el estudio de las trayectorias
juveniles (apartado 2.1.).
En segundo lugar, realizamos un recorrido por las obras clásicas y las
principales investigaciones que tanto en América Latina como en Argentina han
utilizado este enfoque; en especial, analizamos la esfera laboral, como campo
particular de indagación en el estudio de las trayectorias. La importancia de las
trayectorias laborales en esta tesis radica en la hipótesis de que constituyen un ámbito
central en la vida de los jóvenes y en un eje articulador en relación a otras esferas
vitales. En este marco, señalamos las potencialidades del estudio de trayectorias en el
campo social, centrándonos en tres aspectos fundamentales de esta perspectiva
teórico-metodológica: la imbricación de niveles objetivos-subjetivos, la conjunción de
temporalidades y la relevancia de la dimensión espacial (apartado 2.2.).
En el tercer apartado tendemos puentes con el primer capítulo al abocarnos a
las relaciones entre juventud y trabajo. En este sentido, se vislumbran los aportes que
brinda la perspectiva adscripta para el análisis del contexto social actual; nos
aproximamos al escenario argentino para comprender cómo se configuran las
trayectorias juveniles en tiempos de intermitencia e incertidumbre laboral. En un marco
37
de profundos cambios en los modelos de temporalidad, analizamos las
transformaciones acaecidas en los itinerarios vitales contemporáneos, que encuentran
una de sus manifestaciones más emblemáticas en las trayectorias laborales que
delinean los jóvenes (apartado 2.3.).
Para iniciar este recorrido, partimos de los siguientes interrogantes: ¿Desde
qué orientación o marco referencial abordar el estudio de las trayectorias? ¿Cuáles
son los aportes de esta perspectiva teórico-metodológica a la investigación social?
¿Cómo se introduce la dimensión temporal y espacial en el análisis de trayectorias?
¿Cómo abordar los nuevos itinerarios laborales impredecibles? Responder estos
interrogantes, y posicionarnos frente a ellos, nos permitirá presentar nuestra propia
perspectiva de análisis para el abordaje de las trayectorias laborales juveniles y su
imbricación con otras esferas de la vida.

2.1. El campo de estudios biográficos como marco referencial de las


trayectorias
Los estudios biográficos se constituyen como un campo de investigación en las
Ciencias Sociales a principios del siglo XX. Sus orígenes se asocian a los numerosos
análisis que, en el marco de la Escuela de Chicago, proliferaron a partir de la década
del ‘20 en base a estudios de caso. 14 Sin embargo, es en el ámbito de la antropología
norteamericana donde el método biográfico alcanza su mayor desarrollo y expansión.
Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, tanto en la sociología como en
la antropología, las historias de vida fueron relegadas como instrumento auxiliar y de
apoyo en las investigaciones sociales, recibiendo críticas en relación a su escasa
cientificidad, por no satisfacer los requerimientos de representatividad y validez (Piña,
1986). La primacía de la premisa epistemológica de objetividad, promulgó la utilización
de métodos cuantitativos: el survey research. El surgimiento de los Estados Unidos
como potencia mundial conllevó a la hegemonía de la sociología norteamericana -con
sus pilares en el método de encuestas y el funcionalismo parsoniano- sobre otras
formas de observación y de teorización (Bertaux, 1999).
Hubo que esperar hasta fines de la década del ‘70 para que, en un contexto de
revalorización de la metodología cualitativa, la modalidad de investigación con
historias de vida experimente un vigoroso y progresivo resurgimiento, volviendo a
ocupar un lugar destacado en la investigación epistemológica, teórica y metodológica

14
Entre estos estudios se pueden mencionar los trabajos de W.I. Thomas y F. Znanniecki, The Polish
Peasant in Europe and America; C. Shaw, The jack roller, the natural history of a delinquent career,
Brothers in crime; E. Sutherland, The professional thief; H. Macgill Hughes, The fantastics lodge, entre
otros.
38
de las Ciencias Sociales. La consolidación del campo de estudios biográficos se
efectuó así en el marco de una multiplicidad de disciplinas que tomaron como objeto
de estudio los relatos e historias de vida, las narrativas autobiográficas, la historia oral
y, en estrecha relación con nuestra investigación, los análisis de trayectorias (Muñiz
Terra y Roberti, 2013).
Desde la sociología, la especificidad del estudio con biografías se vinculó con
el análisis de las experiencias que una persona construye a lo largo de su vida, en la
cual la narración del propio sujeto, entre otros documentos biográficos, adquiere un
lugar central. 15 Esta perspectiva busca aprehender los acontecimientos ocurridos en el
transcurso de las vidas individuales como el resultado de una historia, que entrelaza
experiencias pasadas y expectativas futuras. Por esta razón, no toma en cuenta un
momento particular de la vida de la persona, sino que intenta reconstruir su trayectoria
a lo largo del tiempo o en un período determinado. El investigador que reconstruye
historias de vida indagará sobre los sentidos subjetivos, significados y
representaciones que un individuo elabora acerca de su historia personal.
Otra de las principales preocupaciones de la investigación sociológica, que
trasluce las potencialidades del uso de biografías, ha sido el análisis de la relación
entre individuo y sociedad. Pese a que la perspectiva biográfica intenta otorgar una
instancia privilegiada a las vivencias y experiencias de un sujeto, el planteo no se
reduce a examinar la singularidad de una vida, sino a entrelazar las experiencias
particulares con las transformaciones de la sociedad en general; permitiendo
aprehender aquella biografía como el reflejo de una época, normas sociales y valores
de un período determinado (Pujadas Muñoz, 1992; Hareven y de Gruyere, 1999). De
este modo, se plantea una mediación entre la historia individual y la historia social: “ni
la vida de un individuo ni la historia de una sociedad puede entenderse sin entender
ambas cosas” (Wright Mills, 1994: 23). 16

15
Muchos autores señalan la diferencia entre relato de vida e historia de vida, circunscriben el primero
sólo a la versión (oral o escrita) que un individuo realiza de su propia vida. Caracterizan, en cambio, a la
historia de vida por la utilización de una gran variedad de materiales (diarios personales, cartas,
fotografías, archivos, testimonios de terceros, entre otros) para indagar en la vida de un individuo y
construir su biografía, con compañía o no del propio relato. Véase: Pujadas Muñoz (1992), Rojas Wiesner
(2001), entre otros.
16
Referentes clásicos del campo biográfico, como Bertaux (1997) y Ferrarotti (1993), destacan la
importancia de la perspectiva del individuo como punto de observación de la sociedad. Para estos
autores, el uso de historias de vida es un intento de lectura de lo social desde los sujetos; lo que una vida
singular trasluce respecto a un contexto social más amplio como puede ser, un momento histórico, una
cultura o un grupo social determinado. Así, el relato biográfico es la expresión de la historia social
colectiva “desde una mirada, desde un punto de vista, desde una trayectoria que es única, irrepetible y
abierta” (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006: 206).
39
En este marco, los estudios biográficos se muestran fértiles para estudiar la
estructura social o, desde una mirada opuesta, el cambio social. No se trata sólo de
aprehender la estructura a partir de la singularidad de una vida, sino también, lo que
ilumina el análisis de las secuencias de cambio del curso vital sobre los procesos
históricos de la sociedad (Balán y Jelin, 1979). La interacción entre contexto socio-
histórico e historia personal se vislumbra al analizar las consecuencias de ciertos
acontecimientos sobre la continuidad o variación en la dirección de las trayectorias
vitales. En este sentido, la incorporación de la dimensión temporal permite un análisis
de los procesos de cambio a nivel individual y colectivo (familias, cohortes 17), al
examinar las posiciones ocupadas en distintos momentos del ciclo de vida (Jelin,
2006).
Como apuntamos precedentemente, a fines de los años ‘70 el uso de
biografías adquirió un impulso renovado. A su interior, el mismo se manifestó en el
desarrollo de dos corrientes: el Curso de Vida en Estados Unidos (Elder, 1993, 2001;
Hareven, 1994; Saraceno, 2005) y el Enfoque Biográfico en Europa (Pujadas Muñoz,
1992; Ferrarotti, 1993; Pries, 1996; Bertaux, 1999). La presente investigación
considera similares los fundamentos analíticos de ambas corrientes. En términos
generales, estas perspectivas buscan dar respuesta al problema de la articulación de
lo individual con lo colectivo, investigando las mediaciones entre la estructura social y
la biografía personal (Roberti, 2011).
En el Enfoque Biográfico y en el paradigma del Curso de Vida encontramos los
supuestos epistemológicos, teóricos y metodológicos que enmarcan y dan sentido a
los estudios con trayectorias. Al trascender los dilemas clásicos del pensamiento social
-sociedad/individuo; estructura/acción; objetividad/subjetividad- estas orientaciones
permiten analizar la realidad social en su complejidad analítica. De este modo, la
perspectiva biográfica se ubica en la intersección entre el sujeto y la estructura. Es un
intento de superar la falsa oposición entre las perspectivas objetivistas y subjetivistas,
estableciendo una articulación entre ambas dimensiones de lo social: atiende a los
determinantes sociales en el estudio concreto de una vida como al trabajo que el
propio individuo realiza para convertirse en sujeto de la historia, intentando orientar su
curso y otorgarle un sentido.

17
“Una cohorte es más que un conjunto de individuos que experimentan un evento en un mismo período,
es un grupo que posee una composición y rasgos propios debido a su origen e historia únicos que los
diferencia” (Castro y Gandini, 2006: 5-6). La cohorte más clásica toma como elemento definitorio la edad,
entendida como conjunto de personas que nacieron en el mismo año calendario. No obstante, se puede
hacer mención de otros conjuntos que experimentan un mismo evento en un momento dado, como puede
ser una cohorte escolar, laboral, entre otras (Blanco y Pacheco, 2003b).
40
La perspectiva del Curso de Vida se origina durante los años ‘70 en los
Estados Unidos, como una propuesta conjunta de diversas disciplinas dentro de las
Ciencias Sociales -sociología, historia, psicología y demografía. Se presenta, de este
modo, como un enfoque interdisciplinario que toma como unidad de análisis el curso
de vida de un individuo. El sociólogo Glen Elder, uno de los principales referentes
teóricos de esta corriente, se introduce al interior del debate de los estudio con
biografías concibiendo al Curso de Vida como un “paradigma emergente” (Elder, 1994)
que busca incorporar la dimensión cualitativa del tiempo en la investigación.
Retomando las ideas del autor, se define al curso de vida como “una secuencia de
eventos y roles sociales, graduados por la edad, que están incrustados en la
estructura social y el cambio histórico” (Blanco y Pacheco, 2003a: 162).
Este paradigma se asienta en cinco postulados que reflejan la modalidad y
especificidad de su abordaje analítico, los cuales conforman nuestro marco de
interpretación subyacente para el análisis de las trayectorias (véase: Blanco y
Pacheco, 2003a; Elder y otros, 2003; Castro y Gandini, 2006; Oddone y Lynch, 2008;
Longo, 2010).

 Principio de desarrollo a lo largo del tiempo: para la comprensión de las biografías es


necesaria una perspectiva a largo plazo que permita un análisis relacional entre cambio
social y desarrollo individual. En otras palabras, que posibilite dar cuenta del interjuego
entre la vida individual y el tiempo histórico-social.
 Principio de tiempo y lugar: el curso de vida de los sujetos está incrustado y es
moldeado por las diversas escalas de temporalidad y los distintos lugares que
experimenta cada persona. La importancia de tomar en consideración la dimensión
espacio-temporal radica en que permite ubicar al individuo en el contexto en el que
desarrolla su biografía.
 Principio de timing: el impacto de una transición o un evento contingente en el
desarrollo humano está asociado al período en el que sucede. La incidencia de un
acontecimiento tendrá diversas repercusiones de acuerdo al momento de la vida de un
individuo y sus circunstancias.
 Principio de vidas interconectadas (linked lives): una vida no se constituye
aisladamente. Razón por la cual, es importante considerar los entornos en los que un
individuo se desenvuelve y las relaciones en las que se halla inmerso. A causa de esta
interdependencia, las transiciones que se originan en la vida de una persona pueden
influenciar el orden y la dirección de las trayectorias de otros sujetos de su medio.
 Principio de libre albedrío: al interior de una estructura de oportunidades que implica
limitaciones provenientes de las circunstancias histórico-sociales, los individuos hacen

41
elecciones y llevan a cabo acciones construyendo, de esta manera, su propio curso de
vida.

El paradigma del Curso de Vida trabaja con tres herramientas conceptuales y


metodológicas fundamentales: la trayectoria, la transición y el turning point. Estas
categorías, muchas veces mal asimiladas como equivalentes, conforman los
instrumentos analíticos del enfoque.
El concepto de trayectoria se refiere “a una línea de vida o carrera, a un camino
a lo largo de toda la vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción”
(Elder, 1991: 63 citado por Blanco y Pacheco, 2003a: 163). El curso de vida de los
sujetos es el resultado del entrelazamiento de múltiples trayectorias que representan
diversas dimensiones -trabajo, escolaridad, vida reproductiva, migración, etc.- en las
que una persona se desenvuelve a lo largo de su vida, conformando su articulación la
“trayectoria vital” de un sujeto (Blanco y Pacheco, 2003a; Castro y Gandini, 2006). Si
bien en la conformación del curso de vida intervienen múltiples trayectorias, alguna de
ellas funcionará como eje o hilo conductor de las demás (Blanco, 2002). Por
consiguiente, las trayectorias tomarán una importancia diferencial según el momento
de la vida del sujeto. El recorrido biográfico estará constituido así por las imbricaciones
entre las diversas esferas que, en el juego de sus interdependencias, dan forma al
curso de vida.
La otra de las dimensiones analíticas fundamentales del paradigma del Curso
de Vida es el concepto de transición, el cual da forma y sentido a la trayectoria, al ser
constitutiva de ésta; hace referencia a eventos específicos en ciertos momentos de la
vida, que marcan cambios de estado, posición o situación (Blanco y Pacheco, 2003a).
Las transiciones están contenidas en las trayectorias: mientras la primera representa
el pasaje de un estado a otro (de la juventud a la adultez, del ciclo básico al superior,
del desempleo a la actividad, etc.), la trayectoria se define como el conjunto de esos
pasajes y estados; aquellas secuencias de transiciones y posiciones en un período
determinado (Gautié, 2003).
Para el enfoque del Curso de Vida, “la trayectoria no supone alguna secuencia
en particular ni determinada velocidad en el proceso de tránsito” (Blanco y Pacheco,
2003a: 163). Más aún, rechaza la homogeneidad y la linealidad temporal asumiendo
una concepción multidimensional del tiempo (Blanco, 2002). Los estados específicos
en ciertos momentos de la vida, a los que hace alusión el concepto de transición, no
son absolutamente previsibles ni se encuentran necesariamente predeterminados. Si
bien, ciertas transiciones se hallan institucionalizadas en una sociedad, variando de

42
acuerdo al período histórico y grupo social de pertenencia. Al punto que, el orden de
los diversos estados y sus transiciones en muchas ocasiones responden a las
expectativas sociales, culturales e institucionales en torno a la edad (Castro y Gandini,
2006).
Por último, la dimensión temporal se despliega como la posibilidad de inscribir
lo nuevo (el evento que irrumpe) al interior de una historia. Precisamente, la noción de
turning point -punto de inflexión- hace referencia a “momentos especialmente
significativos de cambio; se trata de eventos o transiciones que provocan fuertes
modificaciones que, a su vez, se traducen en virajes en la dirección del curso de vida”
(Blanco y Pacheco, 2003a: 163). Cabe destacar entonces que el análisis a partir de
este paradigma incorpora aquellos períodos de ruptura y reorientación en la vida de
una persona. Estos momentos de inflexión “representan un cambio en la dirección del
curso de vida en relación a la trayectoria pasada y tienen un impacto en las
probabilidades de los destinos de vida futura” (Gobtlb y Wheaton, 1997: 5).
Estos períodos de cambio encuentran sus orígenes en puntos de inflexión
históricos (como puede ser una crisis económica, una guerra, una perturbación
política, etc.) o personales, ligados a transformaciones en el curso vital de un individuo
(en relación a su residencia, estado civil, posición ocupacional, etc.). Por esta razón,
para el paradigma del Curso de Vida la biografía se torna inteligible cuando se articula
los hechos histórico-sociales, junto a las etapas cronológicas y los entornos sociales
en los que se desarrolla una vida. En suma, dicha perspectiva nos permite pensar el
tiempo desde la vida de los propios individuos en conjunción con los procesos sociales
más amplios, que se encuentran mediatizados por la posición del sujeto en la
estructura social.

2.2. Las trayectorias laborales como dispositivo de indagación: un análisis de


sus potencialidades para la investigación social
Como perspectiva de análisis, el estudio de las trayectorias es un campo de
investigación relativamente novedoso en América Latina, que en las últimas décadas
ha ido adquiriendo un lugar importante en el ámbito de las Ciencias Sociales. Durante
los años ‘70 surgen en México los primeros estudios sobre trayectorias,
constituyéndose en un hito el trabajo de Balán, Harley, Browning y Jelin (1977) El
hombre en una sociedad en desarrollo. Movilidad geográfica y social en Monterrey. La
influencia del paradigma del Curso de Vida alcanza su mayor expansión en este país,
recibiendo un impulso destacado en el marco de los estudios sociodemográficos
(Tuirán, 1999, 2002; Oliveira y Ariza, 2001; Blanco y Pacheco, 2003a; Castro y

43
Gandini, 2006). En particular, en sus orígenes la perspectiva de las trayectorias se
inscribió en el campo más amplio de los análisis sobre movilidad socio-ocupacional,
atendiendo dicha problemática desde una metodología cuantitativa.
En la última década del siglo XX, el estudio de trayectorias se comienza a
desarrollar en Brasil, de la mano de las preocupaciones por la reestructuración
económica y productiva de los años ‘90, que impacta en la subjetividad e itinerarios de
los trabajadores industriales (Cabanes, 1998; Bueno Fartes, 2001; Moreira Cardoso y
otros, 2001). Hubo que esperar hasta comienzos del nuevo siglo para que surgiera en
Chile un campo de estudio abocado al análisis con trayectorias (Guzmán y otros,
1999; Valenzuela y otros, 2001; Márquez, 2001; Irrazabal y Oyarzún, 2003; Mauro,
2004). Es el caso también de nuestro país, como veremos a continuación, donde un
conjunto de investigaciones recientes utilizan esta perspectiva teórico-metodológica
para el análisis de diversos fenómenos sociales. La particularidad de este origen tardío
concede un lugar más importante a la metodología cualitativa y habilita una mayor
influencia de las aproximaciones europeas.
Como dispositivo particular de indagación, la perspectiva de las trayectorias
laborales en Argentina ha recibido un impulso renovado en las últimas décadas. En
términos generales, dichos estudios se han focalizado en reconstruir las secuencias de
actividad o categorías ocupacionales a lo largo de un período determinado. Tales
investigaciones han abordado diversas temáticas y segmentos ocupacionales: existen
estudios sobre grupos profesionales (Panaia, 2001; Testa y Figari, 2005; Berdaguer y
Zarauza, 2011) y poblaciones obreras (Dávolos, 2001; Frassa, 2005; Muñiz Terra,
2005, 2009; Maceira, 2009a, 2009b), algunos de los cuales centran la mirada en cómo
los procesos de reestructuración productiva incidieron en los trayectos de sus
trabajadores. Otros trabajos analizan la inserción ocupacional de jóvenes (Jacinto,
2006a, 2010a; Otero, 2006; Freytes Frey, 2007; Longo, 2010, 2012; Busso y otros,
2011); también son conocidas las investigaciones de trayectorias laborales de
mujeres, que vislumbran la discriminación e inequidad de género en el mercado
laboral (Cragnolino, 2003; Mingo, 2007; Cutuli, 2008; Millenaar, 2012). Por último, se
encuentran estudios sobre pobreza y exclusión social (Forni y Roldán, 1996; Freidin,
1996; Salvia y Chávez Molina, 2007), e investigaciones que analizan la transición entre
la educación y el trabajo (Montes, 2009; Otero, 2009), donde se destacan los clásicos
abordajes de “seguimiento de egresados” (Filmus y otros, 2003; Sendón, 2005;
Miranda y otros, 2014).
En correspondencia con esta pluralidad de núcleos temáticos, la perspectiva de
la trayectoria ha sido concebida y utilizada de manera ampliamente heterogénea. Los

44
disímiles usos y aplicaciones desarrolladas en las investigaciones, reflejan tanto la
multiplicidad de conceptualizaciones empleadas en el abordaje de diversas
problemáticas como también las distintas estrategias metodológicas presentes en
cada análisis. No obstante, pese a esta diversidad, dicha perspectiva teórico-
metodológica se inscribe en una clásica discusión de la tradición sociológica,
expresada en la dicotomía individuo-sociedad, subjetivismo-objetivismo, estructura-
acción; temática que recorre las obras de referentes indiscutidos del campo disciplinar:
desde Marx, Durkheim y Weber hasta, más contemporáneamente, Bourdieu, Giddens
y Lahire.
Ubicado en este clásico dilema sociológico, el estudio de trayectorias se
constituye como un campo de análisis en disputa, que recurre a diversas orientaciones
teóricas para su formulación. Numerosas investigaciones sociales han abordado la
problemática de la constitución de las trayectorias desde enfoques estructuralistas
(Godard, 1996; Bourdieu, 1997; Coninck y Godard, 1998; Casal y otros, 2006),
privilegiando el análisis de las posiciones sucesivas que las personas ocupan a lo
largo de su vida o durante un período determinado. Esta perspectiva presta atención al
eslabonamiento de causalidades, al orden y a la duración de los acontecimientos,
concebidos como externos o condicionantes de la acción social. Frente a esta “ilusión
objetivista” (Clot, 2011), un conjunto de investigaciones ha destacado la necesidad de
atender el carácter subjetivo de las trayectorias, tomando como eje analítico el
particular entramado de experiencias personales. Desde este enfoque, se intenta
reconstruir el encadenamiento de sucesos a partir del proceso decisorio llevado a cabo
por los sujetos en el transcurso de su recorrido vital (Kohli, 2005; Saraceno, 2005;
Pais, 2007; Gil Calvo, 2009).
Una larga tradición sociológica se apoya en la primera tendencia teórica, cuyo
referente indiscutido ha sido Pierre Bourdieu. Para entender el concepto de trayectoria
inscripto en la teoría bourdiana, es necesario analizar la oposición que el autor
establece con la noción de biografía. Pretendiendo tomar distancia de las
explicaciones subjetivistas, que comprenden la acción como la realización de una
intención consciente, el sociólogo francés realiza un cuestionamiento a aquellas
perspectivas que conciben la vida de un individuo como un conjunto coherente y
orientado de sucesos, que puede aprehenderse como expresión de un sentido último u
originario. Relatar la vida como una historia, como la narración de una secuencia
lógica de acontecimientos, no es más que una ilusión, la creación artificial de sentido
(Bourdieu, 1997b). En la construcción del relato biográfico, el investigador debe evitar

45
suponer que existe un hilo conductor que atraviesa la vida del sujeto desde sus
orígenes. 18
Detrás de esta crítica a la perspectiva subjetivista, la noción de trayectoria que
elabora Bourdieu, hace referencia a la “serie de las posiciones sucesivamente
ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en
movimiento y sometido a incesantes transformaciones” (Bourdieu, 1997b: 82). Por esta
razón, el autor discute con el pensamiento sustancialista que conduce a tratar las
propiedades de los individuos o grupos en un momento puntual del tiempo, como
características necesarias e intrínsecas, inscriptas de una vez y para siempre
(Bourdieu, 1997a). La importancia de una mirada diacrónica radica en que la posición
actual de un agente no se puede comprender sino a través de la historia estructural de
esa posición dentro del espacio social, y de las múltiples disposiciones adquiridas y
acumuladas a lo largo de su trayectoria biográfica. De este modo, individuos que
ocupan posiciones semejantes en un momento dado, pueden trazar trayectos
diferentes en el curso del tiempo (Bourdieu, 1988a). La posición de origen es el punto
de partida de una trayectoria, el hito con respecto al cual se delinea tanto la pendiente
de la trayectoria social como también los caminos posibles de ser recorridos.

A un volumen determinado de capital heredado corresponde un haz de trayectorias


más o menos equiprobables que conducen a unas posiciones más o menos
equivalentes […] no siendo igualmente probables todas las posiciones de llegada para
todos los puntos de partida (Bourdieu, 1988a: 108-109).

Estos puntos de llegada condensan en forma de posiciones la trayectoria del


grupo social de procedencia. El origen social determina el campo de posibilidades
objetivamente ofrecido a un agente, influencia que convierte a una trayectoria
individual en un fenómeno de clase: cada clase social está definida por una serie de
trayectorias de clase particulares, que toman como punto de origen la pertenencia
familiar. Desde esta perspectiva, “la trayectoria modal forma parte integrante del
sistema constitutivo de la clase” (Bourdieu 1988a: 109), al configurar destinos típicos
para una misma condición social. En la medida que los agentes siguen los cursos

18
Desde una posición similar, el sociólogo portugués Pais (2007) propone una sociología de la
“poslinealidad”. Este autor realiza una crítica al uso tradicional del método biográfico que ha privilegiado la
linealidad, suscitando visiones temporales que engloben presente, pasado y futuro en la forma de un
tiempo homogéneo y continuo. Esas líneas de vida corresponden a un proceso retrospectivo donde los
acontecimientos son evaluados desde una mirada presente dirigida al pasado. Partiendo de una
multiplicidad de hechos conservados por la memoria, esta mirada enfila los acontecimientos en una
cadena de sucesiones que se dirige a un “punto de llegada” -por medio de una conexión lineal de nexos
de causa y efecto-, en la búsqueda de que esos rumbos de vida adquieran un sentido.
46
posibles de acción dispuestos para su clase, las trayectorias reproducen el sistema de
relaciones dominante.
En contraposición a esta larga tradición sociológica que subraya el peso de los
condicionamientos estructurales sobre los individuos, la orientación subjetivista pone
énfasis en el proceso de individualización de la vida social y en el carácter yo-yo de las
trayectorias. Este paradigma interpretativo se inscribe en las discusiones sobre la
posmodernidad, la crisis de los marcos de referencia colectivos y la capacidad de
reflexividad de los individuos. En este sentido, da cuenta de la perspectiva de los
sujetos con atributos de agencia y reflexividad, quienes intervienen activamente tanto
en la construcción de sus itinerarios como también en la evaluación e interpretación de
su contexto objetivo.
Desde esta aproximación, las experiencias biográficas manifiestan la primacía
que adquiere el proceso de individualización, presente en la creciente heterogeneidad
que revelan los itinerarios contemporáneos. El aporte de la perspectiva subjetivista al
análisis de las trayectorias se halla así en la valorización de los procesos de
exploración reflexiva de los sujetos, que encuentra como trasfondo una sociedad que
deviene cada vez más biográfica. En este escenario, se inauguran trayectorias que
escapan a su estandarización. El resquebrajamiento del modelo lineal encuentra como
trasfondo la pérdida de marcos sociales, que abre el camino a la diversificación de los
rumbos y pasajes, adquiriendo pertinencia un análisis desde la subjetividad e
individualidad del actor.
La consecuencia agregada de esta creciente desestructuración social es que
las trayectorias contemporáneas ya no pueden determinarse con suficiente certeza. En
este sentido, un conjunto de estudios inscriptos en esta perspectiva señalan que el
itinerario futuro ya no se presenta como un destino último, seguro y previsible; fuera
éste la reproducción del origen de clase heredado o la carrera profesional
correspondiente a los méritos académicos acumulados (Gil Calvo, 2009). Incluso, la
contingencia y los sucesos imprevisibles se convierten en dimensiones fundamentales
para el análisis de trayectorias (Bidart, 2006; Longo, 2008). En este marco, País
(2007) señala que en la época actual se produce el pasaje desde formas lineales de
transición hacia transiciones reversibles y laberínticas.

Frente a estructuras sociales cada vez más fluidas y modeladas en función de los
individuos y sus deseos, los jóvenes sienten su vida marcada por crecientes
inconstancias, fluctuaciones, discontinuidades, reversibilidades, movimientos auténticos
de vaivén […]. El recurso a la metáfora del yo-yo ayuda a expresar estos movimientos
oscilatorios y reversibles (2007: 26).
47
En definitiva, el estudio de las trayectorias ha sido abordado desde distintas
aproximaciones interpretativas que han otorgado una orientación particular a cada
investigación. Existen múltiples usos y aplicaciones, reflejo de las diversas
perspectivas teóricas desde las cuales se ha formulado. Un conjunto de estudios
toman como eje alguno de estos marcos referenciales, en tanto que otras
investigaciones buscan dar cuenta de su articulación; situándose en una encrucijada
entre el individuo y la sociedad, entre lo estructural y lo biográfico, lo objetivo y lo
subjetivo. Tales conceptualizaciones son diversas, pero cada vez más tendientes a
atender la importancia que cobra el sujeto en la construcción de la trayectoria a través
de sus decisiones, estrategias y lógicas de acción, en el marco de constreñimientos
económicos, sociales y culturales.
Desde este último modelo interpretativo, investigaciones recientes sobre
trayectorias laborales proponen integrar el rescate de lo biográfico y lo estructural, es
decir, las subjetividades de los individuos con los condicionantes estructurales en los
que están inmersos. De este modo, el estudio de las trayectorias laborales permite
aprehender la imbricación entre el aspecto objetivo y las concepciones subjetivas del
trabajo; analiza las posiciones que ocupan los sujetos en el mercado de trabajo, así
como las lógicas y sentidos que orientan su recorrido. Esta perspectiva concibe el
análisis de los itinerarios ocupacionales como secuencias objetivas y medibles, que
atienden también a las construcciones subjetivas que desarrollan los individuos al
interior de la matriz de relaciones sociales y estructurales en que vive (Pries, 1996).
Desde una posición similar, Guzmán, Mauro y Araujo (1999) definen a la
trayectoria laboral como los itinerarios visibles, los cursos de acción y las orientaciones
que toma la vida de las personas en el campo del trabajo, producto de acciones y
prácticas que se constituyen en el interjuego con diferentes ámbitos sociales e
institucionales. Si bien los procesos “objetivos” poseen un papel importante en la
estructuración de los campos posibles de ser recorridos, la trayectoria laboral permite
observar también la manera en que los individuos mediatizan y otorgan sentidos al
efecto de las estructuras. Así, las trayectorias laborales proporcionan información
sobre las decisiones de los individuos, su capacidad de interpretar las oportunidades y
desarrollar estrategias de empleo, trasluciendo una relación subjetiva con el trabajo
(Dombois, 1998).
Por esta razón, Márquez (2001) entiende la trayectoria de trabajo no sólo como
una categoría objetiva y mensurable, sino como una experiencia social que se
construye en relación con la cultura, el mercado y la subjetividad de cada individuo.

48
Los estudios de las trayectorias laborales abren entonces nuevas posibilidades para la
comprensión del mundo del trabajo. No sólo hacen visibles las oportunidades que una
determinada época ofrece a hombres y mujeres, sino también las relaciones que
existen entre cambios socioeconómicos y culturales, por una parte, y transformaciones
de las subjetividades personales y sociales, por la otra. Posibilitan analizar el sentido
que estos cambios van teniendo y relacionar entre sí las posiciones que las personas
van ocupando en el mercado de trabajo (Mauro, 2004: 9).

La perspectiva de análisis de las trayectorias laborales es adecuada para


aprehender las transformaciones en el mundo del trabajo. En este marco, la relación
entre juventud y trabajo emerge como una importante línea de investigación en las
Ciencias Sociales. En el apartado 2.3 profundizamos estas reflexiones, al examinar las
trayectorias de inserción laboral que desarrollan los jóvenes, como ejemplo
paradigmático para vislumbrar los nuevos rumbos intermitentes e inciertos que
delinean, frente a la pérdida del aspecto predecible y seguro de su vida laboral. A
continuación, señalamos que el enfoque escogido brinda a la investigación social la
posibilidad de analizar estos nuevos fenómenos desde su complejidad analítica, al
aprehender la dimensión objetiva y subjetiva de la realidad social en su articulación
espacio-temporal.

2.2.1. La dimensión témporo-espacial

Multiplicidad de temporalidades: el tiempo histórico, social y biográfico


Las investigaciones sobre trayectorias encuentran sus raíces en el campo de
estudios biográficos. Al interior de este enfoque se presta atención a la interpretación
de los fenómenos sociales que se desarrollan a lo largo del tiempo. De allí, se
desprende la incorporación de la dimensión temporal que otorga el estudio de las
trayectorias para comprender los procesos de cambio y acceder a la forma en que los
individuos construyen y adaptan a un ámbito social variable, recuperando aquellas
transiciones en los rumbos de una vida. Esta perspectiva teórico-metodológica aporta
la temporalidad necesaria para romper con la noción estática de ciertos abordajes
sociales; brinda una centralidad substancial al aspecto temporal, al intentar dar
seguimiento a lo largo del tiempo a una variedad de procesos. El análisis longitudinal
nos remite así a la dimensión diacrónica, y nos sumerge en un camino donde el tiempo
individual, social y macroestructural se revelan como partes constitutivas de un
itinerario particular.
49
Desde esta mirada, la temporalidad ocupa un lugar central en el estudio de las
trayectorias. Sin embargo, la variable temporal no debe ser concebida como un
aspecto uniforme sino como una dimensión múltiple que puede ser estudiada desde
distintos niveles: la dimensión estructural, relacionada con el contexto socio-histórico;
la social, vinculada con el ciclo de vida; y la individual, referida a la capacidad de
agencia del actor. La multiplicidad de temporalidades remite a las diferentes escalas
sociales presentes en toda biografía. De este modo, el curso de vida de un sujeto está
determinado por una pluralidad de tiempos, concebidos como tiempo histórico, social y
biográfico.
Como varios autores han señalado (Godard, 1996; Coninck y Godard, 1998;
Dombois, 1998; Elder, 2001), la importancia de tomar en cuenta la dimensión temporal
se evidencia en que las trayectorias se encuentran insertas y moldeadas por los
tiempos históricos, aquellos procesos que son externos y condicionantes de la acción
social. Las temporalidades “externas” o estructurales están siempre presentes en las
trayectorias de los sujetos. Toda trayectoria de vida forma parte de contextos histórico-
sociales que condicionan su desarrollo. Sin embargo, el impacto de las estructuras
sobre el trayecto de un individuo varía, entre otros aspectos, de acuerdo a su
ubicación en el espacio social y en una cohorte de referencia, en cuyos marcos se
establecen las oportunidades y constreñimientos que configuran las experiencias
biográficas. El estudio de trayectorias ofrece así una vía privilegiada para enmarcar los
eventos vitales en un contexto socio-histórico específico.

Ninguna trayectoria individual puede ser abstraída de las particulares condiciones


sociales, políticas y económicas en las cuales tiene lugar; toda biografía transcurre en
una coyuntura espacio-temporal determinada (Frassa y Muñiz Terra, 2004: 9).

Existen diferentes maneras de estudiar el efecto de los cambios históricos en el


curso de vida individual. Una aproximación al cambio social a través del análisis macro
estructural, objetivo central de las Ciencias Sociales y, en especial, de un estilo
particular de sociología, conlleva una visión de los fenómenos sociales por fuera e
independientemente del accionar humano. Otra manera de abordar dicha
problemática, encuentra como eje de análisis los cambios de pautas, prácticas y
normas que ocurren en los cursos de vida de los individuos, concebidos como
instituciones sociales. En este punto, los estudios sobre trayectorias realizan
importantes aportes conceptuales y metodológicos, al concebir las articulaciones que
existen entre los cambios socio-históricos y las transformaciones en las subjetividades
personales y sociales.
50
Las pautas de las biografías mismas son un indicador o un reflejo central donde se
plasman tanto las regularidades, rutinas o “estructuras” sociales, como el cambio social
[…]. La biografía es una institución social en el sentido de un sistema de reglas de
acción y de expectativas compartidas (Pries, 1996: 403).

Desde esta otra mirada, los trayectos individuales se estructuran por un tiempo
social, entendido como aquellas formas sociales de organización temporal de la
existencia, que aparecen bajo la imagen de sistemas institucionales y pautas
culturales que se construyen sobre disciplinas del tiempo; cada sociedad instituye sus
rituales de paso, estableciendo secuencias típicas según los ciclos de vida (Godard,
1996). En consecuencia, las biografías nos remiten a la construcción de
temporalidades sociales que regulan y pautan la vida del sujeto, donde el sistema de
clasificación por edades contribuye a dar forma a las trayectorias individuales (Gleizer,
1997). Al punto que, las biografías de los sujetos responden en gran medida a un
proceso de institucionalización del curso de vida. 19
Como adelantamos en el capítulo anterior, los estudios desde una
aproximación biográfica han centrado su atención en aquellas temporalidades sociales
inscriptas a lo largo del curso de vida de los sujetos. Dichas transiciones socialmente
instituidas, han sido analizadas con especial valor en las investigaciones acerca del
pasaje a la vida adulta (Saraví, 2006; Parrilla Latas y otros, 2010). En el caso de la
juventud, la noción de transición hace referencia al movimiento por el cual las
personas se convierten en adultas. Si bien los pasajes entre las etapas de la vida son
inevitables y están presentes en todo momento histórico, sus características y ritos van
modificándose en los distintos contextos sociales (Dávila y otros, 2008).
Por consiguiente, la edad cronológica adquiere un papel fundamental en el
análisis, al dar cuenta de la posición del individuo en el estadio del ciclo vital y la
historia. Precisamente, no sólo determina los papeles sociales y roles a desempeñar a
una determinada edad, también, remite a un año de nacimiento (cohorte) que ubica al
individuo en un determinado tiempo histórico-social (Elder, 1993; Jelin, 2006). En
consecuencia, posibilita identificar tanto modificaciones en la composición de las

19
Como ya indicamos en el primer capítulo, el fenómeno conocido con el nombre de institucionalización
del curso de vida implica un conjunto de etapas socialmente previstas y estipuladas donde “el ciclo de
vida representa la secuencia ideal de acontecimientos que los individuos esperan experimentar y de
posicionas sociales que esperan ocupar a medida que avanzan a lo largo de la vida” (Moreno Colom,
2009: 194).
51
cohortes y las subjetividades, como también cambios en las instituciones y los papeles
sociales. 20
Considerar las distintas etapas de la vida del individuo es importante. Sin
embargo, no tenemos que perder de vista que la construcción del tiempo es
igualmente subjetiva y se encuentra cargada de sentidos que pueden escapar a las
cronologías sociales. Poner el eje en la temporalidad biográfica, por contraposición a
las temporalidades instituidas e impuestas socialmente, no significa asentir que la
misma sea independiente de la condición social de los sujetos. Los individuos elaboran
sus nociones de tiempo a partir de percepciones que están situadas en pertenencias
sociales, económicas, culturales, étnicas y de género, conformando una subjetividad
particular (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006). Desde este lugar, el tiempo biográfico
concibe al individuo como agente activo constructor de su historia y su mundo; el
análisis se focaliza aquí en los proyectos, estrategias y decisiones de los sujetos en
contextos y tiempos específicos (Pries, 1999; Kohli, 2005; Saraceno, 2005).
Más allá que los estudios sociales han puesto su eje en alguno de estos
modelos de temporalidad, es importante señalar que la multiplicidad de tiempos
descriptos son construcciones teóricas cuyas divisiones analíticas se presentan en la
realidad como dimensiones inescindibles y articuladas, a partir de las cuales
interpretar y analizar las trayectorias. En la realidad, los modelos temporales se
desarrollan de manera conjunta, entrelazándose mutuamente: es necesario conectar
las biografías individuales con las características globales de una situación histórica
dada, con los patrones y normas sociales y, por último, con los sentidos, estrategias y
vivencias subjetivas.

[Así] las trayectorias se van definiendo y construyendo de manera no lineal a través del
tiempo, de acuerdo con la experiencia biográfica, el momento del ciclo de vida, las
condiciones y oportunidades ofrecidas por el mercado de trabajo, la percepción de los
límites y potencialidades personales, y los cambios sociales y culturales (Mauro, 2004:
16).

20
La realización de estudios inter o intracohortes es una manera de analizar el cambio histórico y su
incidencia en el curso de vida individual. Un supuesto impulsado por el paradigma del Curso de Vida es
que ese conjunto de personas se mueve o transita a lo largo de la historia. La diversidad de fuerzas, que
operan en un momento y que van cambiando en el trascurrir temporal, impactará de modo disímil
respecto a la cohorte de pertenencia de cada individuo (Blanco y Pacheco, 2003b). Este fenómeno se
conoce como “efecto de cohorte”: los cambios históricos se traducen en patrones de vida diferenciados
para sucesivas cohortes de nacimiento. Cabe destacar que dichas cohortes no son homogéneas a su
interior, de allí que resulte esencial analizar las diferencias producto del género, la clase y la etnia, entre
otros aspectos, para explicar la heterogeneidad de experiencias de los miembros de una misma cohorte.
52
La dimensión espacial como esfera constitutiva de las trayectorias
La relación entre espacio y sociedad es un tema clásico de las Ciencias
Sociales. El espacio se constituye como un mosaico de relaciones, formas y sentidos
que están determinados por el movimiento de la sociedad. La producción del espacio
es, de este modo, el resultado de la acción de los hombres que actúan sobre él. Pero
el espacio no sólo contiene el movimiento de la sociedad, también es la cristalización
de un momento de su encuentro con las relaciones sociales (Santos, 1995). El espacio
se presenta como producto en tanto es el reflejo de una sociedad determinada y como
condición al existir en sí mismo e imponerse a la sociedad; estructura las relaciones
sociales al tiempo que es producto de las mismas. Desde este lugar, el espacio
geográfico no sólo es el escenario o el decorado donde se expresan las
desigualdades, sino que juega un papel relevante en la estructuración y desarrollo de
las injusticias sociales.
Una vasta literatura ha vislumbrado al espacio urbano como síntesis y promotor
de la desigualdad social y, en este sentido, como cristalización y reproducción de las
tensiones de la estructura social. Desde la sociología, se encuentran los estudios
clásicos de Bourdieu, quien argumenta contra el pensamiento sustancialista acerca de
los lugares y propone pensarlos en clave relacional: “sólo es posible romper con las
falsas evidencias y los errores inscriptos en el pensamiento sustancialista de los
lugares si se efectúa un análisis riguroso de las relaciones entre las estructuras del
espacio social y las del espacio físico” (1999: 119). El espacio físico expresa el
espacio social y -en tanto espacio social reificado- tiene efectos sociales que cobran
importancia en la dinámica espacial, apareciendo el espacio como “uno de los lugares
donde se afirma y ejerce el poder, y sin duda en la forma más sutil, el de la violencia
simbólica” (1999: 122).
En este punto, cabe destacar que entre espacio y sociedad no existe una
relación de necesaria correspondencia ni de autonomía absoluta. Si bien el espacio
geográfico y el social nunca coinciden exactamente, numerosas diferencias asociadas
al efecto del espacio geográfico son el resultado de la distancia en el espacio social,
es decir, de una desigual distribución de las diferentes especies de capital en el
espacio geográfico (Bourdieu, 1990b). Pensar los lugares en clave relacional implica,
asimismo, aprehender la dinámica espacial desde las configuraciones macro-micro
sociales que presenta. En este sentido, es importante evitar la aplicación de una
“razón espacial” que confunde las condiciones en que los acontecimientos ocurren con
las causas que provocan dichos acontecimientos, al explicarlos por razones
localizadas únicamente en un espacio determinado; así como aquellos enfoques que

53
enfatizando procesos sociales globales, desconocen los efectos que las
configuraciones del espacio producen en la vida social (Segura, 2009). Desde un
enfoque similar, Harvey (1997) se aleja tanto del “fetichismo de lo espacial” como de
aquellas conceptualizaciones que conciben al espacio como mero soporte de las
relaciones sociales, proponiendo en su lugar una articulación entre espacio físico y
espacio social.
Por consiguiente, el espacio no es sólo un marco, sino una dimensión
constitutiva de lo social. La dinámica espacial impregna la vida cotidiana, las
representaciones y las prácticas que sostienen los actores para pensarse a sí mismos
y a los otros, en relación a su entorno circundante. A su vez, estas prácticas y
representaciones contribuyen de diferentes modos a la producción del espacio, el cual
es experimentado de modo desigual por quienes lo habitan.
Ahora bien, si en el campo de la sociología el estudio de las categorías
espaciales se remonta a los comienzos de la disciplina, autores como Harvey (1998) y
Giddens (1994) plantean que la teoría social se ha concentrado con más énfasis en la
categoría de tiempo que en la categoría de espacio. Mientras el tiempo se convirtió en
una dimensión originaria de los estudios del cambio social, el espacio se presentó
como una variable de análisis subyugada que expresaba la contextualización del
fenómeno bajo estudio. De este modo, la problemática del espacio quedó circunscripta
a la ubicación espacial del proceso social analizado y, a lo sumo, a la descripción de
ese lugar (Muñiz Terra, 2009). 21
Desde la aproximación de las trayectorias, observamos que se le ha otorgado
primacía analítica a la temporalidad en el estudio de las vivencias y experiencias que
un individuo constituye a lo largo de su vida o en un momento determinado. Para la
comprensión de las experiencias biográficas es necesaria una perspectiva a largo
plazo que permita dar cuenta del interjuego entre vida individual y tiempo histórico-
social. De este modo, la trayectoria se presenta como una perspectiva teórico-
metodológica que centra su atención en la interpretación de los fenómenos sociales a
lo largo del tiempo, brindado una centralidad substancial al aspecto temporal y,
concretamente, a la dimensión cronológica (Roberti, 2012).

21
Al interior de los estudios sociológicos, la dimensión espacial ha sido analizada a partir de dos grandes
conceptualizaciones: el espacio macro, esta perspectiva presta atención al carácter estructurador del
espacio como organizador de percepciones y prácticas de actores sociales. Entre los autores que pueden
incluirse en esta línea analítica se encuentran: Durkheim, Remy, Bourdieu, Foucault y Castells. El espacio
micro, en contraposición, considera al espacio como un producto de las relaciones sociales, de los
cambios y trasformaciones que se producen al interior de la sociedad. Giddens y Lindon son algunos de
los autores que intentaron analizar el espacio a partir de esta perspectiva (Muñiz Terra, 2009).
54
Sin embargo, toda biografía se encuentra enmarcada no sólo en un tiempo
histórico, sino también en un espacio. El curso de vida de los sujetos está moldeado
por las diversas escalas de temporalidad y los distintos lugares que experimenta cada
persona. La importancia de tomar en consideración la dimensión espacio-temporal
radica en que permite ubicar al individuo en el contexto en el que desarrolla su
biografía. En este sentido, tanto el espacio como el tiempo forman parte de la
construcción del objeto de investigación y de la interpretación de los datos.
Pese a que el análisis del espacio encuentra su fundamento en la aproximación
biográfica, en los estudios con trayectorias la dimensión espacial se presenta
desdibujada a causa de la escasa relevancia analítica que se le ha otorgado. En tal
sentido, es primordial señalar que, si bien a un nivel teórico se ha enunciado la
importancia de investigar el espacio, los estudios sobre trayectorias han priorizado el
análisis de la variable temporal. Si en ocasiones existe una mención respecto a un
lugar residencial o un ámbito espacial específico -barrio, ciudad o región-, no se le
atribuye al espacio una importancia significativa en el desenvolvimiento del trayecto
vital de los individuos; el espacio geográfico no es pensado como una dimensión
analítica que confluye en la constitución de las trayectorias. De este modo, no se
problematiza la importancia que posee la espacialidad en las transiciones y rumbos
que toma un sujeto a lo largo de su vida. En última instancia, en el estudio de las
trayectorias persiste el escaso desarrollo que la sociología como disciplina le ha
otorgado a la dimensión espacial.
No obstante, el análisis de la espacialidad brinda importantes contribuciones a
las investigaciones de trayectorias. Retomando la perspectiva subjetivista de la
geografía francesa, Di Meo (1991) sostiene que el espacio debe ser estudiado como
experiencia de la espacialidad. Desde esta mirada se articula, por un lado, el espacio
de vida que incluye los lugares frecuentados, como la escuela, el trabajo, los ámbitos
de ocio, los itinerarios seguidos -en el plano de la materialidad-; y, por otro lado, los
espacios vividos que dan cuenta de cómo los mismos son significados e imaginados
-en el plano de la representación. En este sentido, constituye una dimensión central
del análisis aprehender el modo en que se organiza el espacio a la luz de los trayectos
cotidianos de desplazamiento y las estrategias utilizadas para su movilidad, dando
cuenta de los distintos lugares que trascurren en el curso de vida de un individuo. Al
mismo tiempo, adquiere relevancia los significados que los individuos atribuyen al
espacio donde viven; en tanto el espacio se concibe como mundo de las percepciones
de los sujetos que lo constituyen.

55
2.3. Las trayectorias laborales juveniles en tiempos de incertidumbre
En el último cuarto del siglo XX se produjeron transformaciones globales. El
desmantelamiento del Estado de Bienestar manifestó la entrada a una nueva etapa de
acumulación de capital. En la Argentina, este proceso se inauguró con la puesta en
marcha de un programa de reestructuración que produjo hondas repercusiones en la
estructura social y productiva del país. La sociedad asistía al final de un modelo de
desarrollo basado en la industrialización sustitutiva, que había asegurado un proceso
de integración social a través de canales importantes de movilidad ascendente,
principalmente con el reconocimiento de los derechos sociales ligados a la condición
asalariada. La pérdida de los viejos marcos regulatorios produjo la profundización de
las desigualdades sociales y la generación de nuevos procesos de exclusión (Svampa,
2005). Por su parte, el mercado de trabajo atravesó un proceso de fragmentación y
polarización con el deterioro de los ingresos, la ampliación del desempleo, la creciente
inestabilidad laboral y la precarización de las ocupaciones.
Estas tendencias se profundizaron a partir de la nueva etapa abierta durante
los años ‘90. El programa que implementó el gobierno de Carlos Menem se inició con
la aprobación por el Parlamento de la Ley de Convertibilidad (N° 23.928) en 1991. Los
efectos adversos que produjo la aplicación de esa política monetaria se conjugaron
con el esquema de apertura económica, desregulación y privatizaciones operadas a lo
largo de toda la década. En lo que respecta al mercado de trabajo, se implementó un
conjunto de decretos que apuntaron a su flexibilización, ocasionando el deterioro de
las condiciones de vida de los trabajadores, el carácter “estructural” del desempleo
-que superó por primera vez los dos dígitos (10,7%) en 1994- y el incremento sin
precedentes de los niveles de pobreza e indigencia.
El ciclo de recesión iniciado en la Argentina a mediados de 1998 significó el
agotamiento del régimen convertible, que condujo a una de las crisis sociales más
profundas en la historia de nuestro país donde, según datos de la EPH, la
desocupación alcanzó al 21,5% de la población activa a comienzos del año 2002
(Miranda, 2009). En este contexto, la crisis de 2001-2002 funcionó como un punto de
inflexión, dando lugar a una significativa modificación de algunas de las tendencias
que habían caracterizado al modelo de convertibilidad (1991-2001). A partir del año
2003, comienza un proceso de recuperación económica donde se revirtieron
abruptamente las tendencias contractivas en el mercado de trabajo. Sin embargo, el
crecimiento de la actividad económica develó la persistencia de condiciones laborales

56
adversas en ciertos grupos sociales, particularmente la vulnerabilidad de la población
juvenil. 22
En este marco, comenzó a ocupar un lugar central la perspectiva de la
trayectoria laboral en los debates teóricos y metodológicos sobre el vínculo entre
jóvenes y trabajo. El especial interés que ha cobrado el análisis de las trayectorias vino
de la mano de las transformaciones sociales y económicas producidas en el último
cuarto del siglo XX, que implicaron un cambio estructural en los esquemas de
integración laboral de los jóvenes. En este sentido, los estudios de trayectorias se
constituyen en una perspectiva privilegiada de análisis de los procesos de inserción
laboral juvenil, que iluminan las nuevas relaciones que los jóvenes mantienen con el
mundo del trabajo.
Dentro de este campo de estudio, se han postulado diversas aproximaciones
que buscan dar cuenta de las causas de la desigualdad persistente en la inserción
laboral de los jóvenes. Desde abordajes cuantitativos, se ha prestado atención a los
condicionantes estructurales ligados a la problemática ocupacional juvenil. Numerosas
investigaciones se han focalizado así en el análisis de la evolución de los indicadores
laborales de este grupo etario, brindando información sobre su condición en el
mercado de trabajo en base a datos estadísticos. Variables sociológicas clásicas de
diferenciación tales como sexo, rango de edad, nivel educativo y origen socio-
económico, han sido abundantemente tratadas (Filmus y otros, 2003; Bonfiglio y otros,
2008; Pérez, 2008; Salvia, 2008). Asimismo, la importancia de la coyuntura económica
como variable explicativa de la situación de los jóvenes en el mercado de trabajo
comienza a aparecer en años recientes en la literatura. Desde esta perspectiva, se
destaca que las trayectorias de los jóvenes están influenciadas por los ciclos
económicos y las oportunidades de empleo disponibles (Miranda y Córica, 2008;
Miranda, 2008).
Esta mirada se complejizó cuando desde la sociología del trabajo y la
sociología de la juventud comenzaron a plantearse aspectos subjetivos que hacen a la
relación de los jóvenes con la actividad laboral (Jacinto y otros, 2005; Bendit y otros,

22
Según datos de la EPH, el crecimiento del producto industrial y del PBI propiciaron una reducción de la
tasa de desocupación, que pasó de niveles cercanos al 20% en el primer trimestre de 2003 a valores
inferiores al 10% en 2007 (CENDA, 2010). Sin embargo, al mismo tiempo, se evidenció la persistencia del
desempleo juvenil comparativamente alto y la baja calidad del empleo entre los jóvenes (Jacinto, 2010).
De acuerdo con datos de la OIT (Vezza y Betranou, 2011), para el último trimestre de 2010 la tasa de
desocupación para los jóvenes entre 16 y 24 años (19,1%) casi cuadriplicó a la de la población entre 25 y
64 años (5,1%). Las desigualdades estructurales y la creciente segmentación plantearon fuertes límites a
las posibilidades de superación de las condiciones de exclusión laboral de los jóvenes. Esto permite
pensar en un doble tipo de vulnerabilidad: una dada por la estructura económica desequilibrada de la
región y otra por la misma condición juvenil (Weller, 2007; Salvia, 2008).
57
2008; Longo, 2010; Roberti, 2014). Desde una perspectiva cualitativa, estos estudios
han prestado atención a las valoraciones que establecen las nuevas generaciones en
torno al trabajo, abandonando la idea de homogeneidad proveniente de cifras y
categorías que no dan cuenta en profundidad de dichas rupturas. En este marco, se
abre un campo de indagación que reconstruye la desestructuración de las trayectorias
laborales juveniles, vinculada con el resquebrajamiento de los modelos tradicionales
de empleo. Estas intensas recomposiciones que afectan el curso de vida de los
jóvenes, se evidencian en las múltiples y diversas trayectorias, no aprehensibles
desde los enfoques cuantitativos clásicos.
En tiempos de debilitamiento y fragmentación de los mecanismos tradicionales
de integración social, los factores biográficos adquieren un gran peso explicativo a la
hora de comprender la heterogeneidad en la que se desenvuelven los itinerarios
contemporáneos. La revalorización de la dimensión biográfica trasluce la complejidad
y variabilidad de los recorridos actuales que, lejos de ser lineales, son fluctuantes,
personalizados e imprevisibles: “lo que hay que describir ya no son únicamente
identidades colectivas relativamente estables, sino también trayectorias individuales y
sus variaciones en el tiempo” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997: 31). En este contexto, uno
de los aportes del campo de estudios biográficos y, en particular, de los análisis de
trayectorias, es haber proporcionado elementos al debate sobre la individualización de
los estilos de vida de la juventud, ligados a la multiplicidad de itinerarios biográficos
delineados.
Ahora bien, dentro de los cambios suscitados en la nueva condición juvenil
(capítulo 1), se establece como un aspecto central el análisis del proceso de inserción
laboral. En efecto, las transformaciones de las últimas décadas del siglo pasado
produjeron una alteración en los modos de ingreso al mundo del trabajo. La
propensión de numerosas investigaciones en analizar las trayectorias laborales de
este grupo etario radica en que han cambiado los itinerarios “típicos” que configuraron
los jóvenes en su entrada a la vida activa. La tradicional estructura lineal de transición,
donde de estudiar se pasa a trabajar, de ahí al matrimonio y la crianza de hijos, todo
con plazos estrictos y edades prescritas, ha ido cediendo lugar a nuevas formas de
transición que presentan un orden secuencial y un ritmo temporal diferente, cuyos
umbrales de paso han dejado de ser predecibles (Dávila León y otros, 2008).

La desincronización de las transiciones biográficas y la flexibilización del empleo llevan


a una diferenciación de las duraciones, las etapas y las edades de los acontecimientos
que antaño caracterizaban la transición de los jóvenes a la vida adulta, afectando
particularmente la inserción laboral (Longo, 2009: 1-2).
58
En el marco de las profundas transformaciones sociales, económicas y
culturales de finales del siglo pasado, pierde vigencia la noción de “carrera” (Sennett,
2000; Dubar, 2001) 23 y de “trayectorias lineales” (Pais, 2007; Bendit y otros, 2008),
asociadas a un camino recto y claramente trazado en la vida laboral de los sujetos,
posible de predicción y de movilidad ascendente. Por el contrario, se delinea un
conjunto de recorridos impregnados de rupturas y de estrategias diversas, que
encuentra su mayor expresión en las múltiples formas que asumen las prácticas
laborales juveniles en condiciones de pobreza y segregación espacial (Salvia y
Chávez Molina, 2007).

En este contexto, al perder la capacidad real y simbólica el concepto de trabajo


tradicional y sus instituciones derivadas, encargadas de socializar e integrar a las
nuevas generaciones con base en el estatuto salarial y como eje organizador de la
sociedad, y ya no responder adecuadamente a los individuos “recién llegados”, como
llamaba Bourdieu (1999) a los sectores juveniles, su proceso de “incorporación social”,
se ha ido moviendo a una diferente manera de afrontar la situación y lograr, si no la
integración, cuanto menos la sobrevivencia ante las nuevas condiciones (Pérez Islas,
2008: 178).

De allí que, desde finales de los años ‘70 investigaciones europeas


comenzaron a plantear que el ingreso al mercado de trabajo no puede considerarse
como un “momento”, ya que es un prolongado y complejo camino hacia un empleo
estable -si es que finalmente éste tiene lugar-, en el que se alternan distintos tipos de
ocupaciones, períodos de desempleo e inactividad (Bouffartigue y otros, 1989). En
este sentido, si bien la situación de precariedad es un fenómeno generalizable a toda
la juventud, para algunos jóvenes el trabajo precario resulta una etapa de tránsito
hacia un empleo estable, mientras que para otros puede transformarse en una
condición permanente en su relación con el mercado de trabajo. “En efecto, ya no se
puede considerar la precariedad solamente como una situación transitoria, un
23
Desde la perspectiva francesa, Dubar (2001) plantea que a lo largo de la década de 1980 entran en
cuestionamiento convenciones antes reconocidas, que permitían esperar un progreso profesional,
desigual pero previsible, asociado a líneas de carrera demarcadas en torno a categorías socio-
profesionales estables. En la actualidad, señala el autor, ya no se valora la estabilidad en el empleo o la
carrera interna, sino la flexibilidad. La finalización de los estudios y el ingreso a un trabajo, cuyo oficio o
profesión se conservaba hasta la jubilación aparece como un modelo caduco. La pluralidad de cambios
acaecidos en el curso de las carreras profesionales hace que las mismas sean cada vez menos
reducibles a trayectos ascendentes, conformados a través de canales preestablecidos. En conformidad
con lo antes dicho, el norteamericano Sennett (2000) sostiene que la consolidación del nuevo régimen
capitalista ha bloqueado la linealidad tradicional de las carreras profesionales, produciendo como
consecuencia una “corrosión del carácter” que destruye el tiempo lineal, predecible y a largo plazo.
59
momento más o menos penoso para atravesar a la espera del ‘empleo duradero’. Uno
puede instalarse en la precariedad […] la precariedad puede convertirse en un estado”
(Castel, 2010: 330). Por esta razón, en el trascurso de la vida de los jóvenes un evento
como la entrada al mercado formal de trabajo se convierte en un hecho arbitrario, sin
poder establecerse la probabilidad de que este acontecimiento ocurra con alguna
regularidad a cierta edad.

En la interpretación lineal del primer empleo, está el presupuesto central: de entenderlo


como un rito de paso, es decir, que una vez que se cumplió, la incorporación social ya
se dio y empieza la vida productiva. A esta visión ingenua, obviamente, hay que
oponerle una mirada que la problematice, para poder colocar y entender esta condición
como un proceso tan complejo y diverso que posee infinidad de implicaciones, sobre
todo porque se está produciendo en contextos totalmente diferentes a los que había
hace dos décadas (Pérez Islas, 2008: 176).

En la actualidad, las trayectorias juveniles de inserción laboral están signadas


por la inestabilidad, las rotaciones entre condiciones de actividad y las movilidades
voluntarias e involuntarias. Ante esta alteración de secuencias laborales discontinuas,
se desdibujan las trayectorias previsibles, las certidumbres en torno al trabajo y los
límites de la etapa juvenil (Galland, 2002).
El interés de numerosas investigaciones en analizar las trayectorias juveniles
se halla en la centralidad que adquiere en su análisis la dimensión temporal. Los
itinerarios laborales son procesos complejos de construcción y reconstrucción a lo
largo del tiempo. El ordenamiento de los eventos laborales en su trascurrir temporal,
resaltando sus cambios y continuidades, constituye un eje de indagación fundamental
del enfoque. La pérdida de la idea de progreso, la imposibilidad de desarrollar un
camino continuo en la vida laboral, el desdibujamiento de esquemas lineales y la
obstrucción en la realización de una carrera, requiere de una aproximación que dé
cuenta de las rupturas que caracterizan a las prácticas laborales contemporáneas.
Ahora bien, la fragmentación de las instituciones tradicionales de la
modernidad, se produce en el marco de un conjunto de tendencias sociales diversas.
Estas tendencias provienen principalmente de transformaciones que acontecen en el
mundo del trabajo, cuyas consecuencias involucran procesos sociales más amplios
que trascienden dicha esfera, concerniendo otras instituciones sociales y dimensiones
de la vida cotidiana de los jóvenes. Si bien una extensa bibliografía ha documentado
los profundos cambios que han experimentado cada una de las esferas de la vida
social, Castel (1995, 2010) sostiene que el trabajo constituye “el epicentro de la
60
cuestión social”. Esta posición no intenta subestimar la importancia ni la especificidad
de las transformaciones que se produjeron en otras esferas de la vida social, aunque
sostenemos que el trabajo adquiere una centralidad relativa en relación a los
diferentes dominios de la existencia colectiva. 24
En este punto, es importante destacar que el debilitamiento de las instituciones
del trabajo asalariado sucede conjuntamente y profundiza toda una serie de
mutaciones en las temporalidades sociales e individuales. Como adelantamos en el
capítulo 1, la sociedad moderna condujo a una estandarización de los acontecimientos
de la vida y a una institucionalización del trayecto de las edades. La predominancia del
tiempo de trabajo sobre los otros tiempos vitales, produjo la sincronización de los
calendarios biográficos alrededor del calendario profesional. En la sociedad industrial
se asociaron formas de empleo, protecciones sociales ligadas a la condición salarial y
un modo particular de organización del curso de la vida, que configuraron las
relaciones de los individuos con respecto al tiempo y al porvenir. Al nivel de las
trayectorias de vida, los sistemas de protección social desempeñaron una función
central en el advenimiento de trayectos biográficos legibles a largo plazo. Esta
configuración que otorgó su propia temporalidad a la sociedad industrial se
descompone en la actualidad, provocando una des-sincronización del curso de vida
(Oddone, 2006). 25

24
En la investigación social, las transformaciones del último cuarto del siglo XX abrieron el debate en
torno a la centralidad del trabajo en los procesos de construcción de la identidad, e incluso, se postuló la
tesis sobre “el fin del trabajo”. Según la teoría posmoderna, se trata de la desarticulación y marginación
del mundo del trabajo con respecto a otros mundos de la vida, en particular el fin de la centralidad del
trabajo en la constitución de subjetividades e identidades colectivas. Desde esta perspectiva, autores
como Offe (1985), Rifkin (1996) y Gorz (1997) sostienen que los cambios ocurridos en el nuevo
capitalismo erosionan la importancia del trabajo como referencial identitario. En esta línea, un conjunto de
autores (Bauman, 2000; Pérez Islas y Urteaga, 2001; Svampa, 2005; Saraví, 2009) arguyen que las
identidades contemporáneas se construyen en base a nuevos soportes centrados en el individuo, donde
las prácticas de consumo asumen un papel central. Frente a la tesis del fin del trabajo, Castel señala que
éste conserva su centralidad a pesar de las transformaciones profundas que afectan actualmente al
mundo laboral: “si bien el trabajo no ha perdido su importancia, ha perdido mucho de su consistencia, de
la cual extraía lo esencial de su poder protector” (2004: 103-104). Este autor postula que el proceso al que
se asiste no constituye el fin del trabajo asalariado sino una transformación de la condición salarial donde
la estabilidad y protección social de antaño son reemplazadas por una creciente precarización (Castel,
2010). Desde una perspectiva similar, De la Garza Toledo (2002) argumenta en contra de las teorías del
fin del trabajo; no hay fin del trabajo sino transformación en el significado de qué es trabajar. La extensión
del trabajo precario y anómalo no significa el fin del trabajo, sino su transformación en nuevas formas que
no eran las predominantes durante el modelo fordista. Asistimos a una reducción de los trabajos clásicos
(estables, regulados, protegidos) y su sustitución por otras formas de trabajo consideradas no clásicas o
atípicas.
25
La sociedad industrial cambió la concepción del tiempo. Asociado a un carácter lineal y acumulativo, el
tiempo se presenta orientado hacia el futuro a construir y regido por la ideología del progreso (Mercure,
1995). El tiempo lineal, es un tiempo continuo que permite prever el futuro en función del presente y del
pasado, según un orden de sucesiones inevitables (Pais, 2007). No obstante, el paradigma del progreso
-con su mitología teleológica del encadenamiento causal que, mediante un curso predeterminado,
61
El sociólogo francés Mercure (1995), en una obra denominada Les temporalités
sociales, sostiene que las sociedades modernas se inscriben en una dinámica
marcada por el surgimiento de lo inesperado, el fraccionamiento de las referencias
temporales y la puesta en cuestión de los modelos temporales del devenir. En un
contexto caracterizado por la fragmentación de los colectivos, la diversificación de las
trayectorias profesionales y la discontinuidad de las actividades laborales, se produce
una reconfiguración de las duraciones, las etapas y las edades que organizaban los
tiempos de vida de las personas. El trastrocamiento del tradicional encadenamiento de
los ciclos de vida junto a las nuevas trayectorias profesionales atípicas evidencia que
“toda la organización de la temporalidad social está afectada, y todas las regulaciones
que rigen la integración del individuo en sus diferentes roles […] se han vuelto más
flexibles” (Castel, 1995: 449).
Desde este lugar, se torna absurdo interpretar la biografía como un destino
preestablecido. El conjunto de recorridos que delinean los individuos en su vida
trasluce las incertidumbres de rumbos subsumidos en una dinámica discontinua, no
acumulativa, ni predecible. Las secuencias de las trayectorias laborales están sujetas
a una menor planificación, reflejo de la fragmentación de los marcos normativos e
institucionales. La pérdida del aspecto previsible y seguro de la vida vislumbra la
inversión del sentido del futuro, que ya no se percibe como “el tiempo de la ‘carrera’,
del progreso profesional sino como el de lo aleatorio” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:
33).

Convertido en algo precario, flexible, intermitente, con duración, horarios y salarios


variables, el empleo deja de integrar en un colectivo, deja de estructurar el tiempo
cotidiano, semanal, anual, y las edades de la vida, deja de ser el zócalo sobre el cual
cada uno puede construir su proyecto de vida (Gorz, 1998: 67).

Dentro del campo de la sociología de la juventud, algunas perspectivas han


prestado especial atención a la metamorfosis de la temporalidad juvenil. Gil Calvo
(2009) describe este proceso como la “rueda del tiempo” para aludir a la recurrente
reversibilidad temporal. Para el autor, las trayectorias y transiciones de los jóvenes ya
no representan un tiempo lineal, progresivo y finalista que conduciría a la futura
integración adulta. La indeterminación de las trayectorias juveniles contemporáneas se
evidencia en que su curso futuro ya no puede predecirse con suficiente certeza. Las

conduce a una meta única (Valencia García, 2002)-, se encuentra en la actualidad resquebrajado como
principio organizador del tiempo.
62
trayectorias asumen un carácter incierto y errático como consecuencia de estos
procesos sociales.

En la actualidad, el destino último de la trayectoria juvenil ya no puede garantizarse ni


predecirse con suficiente certeza, pues la probabilidad de que se reproduzca el estatus
familiar originario, o de que se cumplan los objetivos profesionales esperables del título
académico alcanzado, ha descendido notablemente (Gil Calvo, 2009: 6).

La desestructuración de las trayectorias juveniles del período actual produce


transiciones desarticuladas e independientes, que evidencian una ruptura de la
secuencia temporal predecible. Frente a la des-sincronización de la vida social, los
jóvenes van armando recorridos a partir de eventos individuales, que muchas veces no
logran articularse en un proyecto de largo plazo. En este sentido, toda la organización
de la temporalidad social y el encadenamiento tradicional de los ciclos de vida están
resquebrajados: el marco normativo del trayecto de las edades pierde pertinencia y, a
su vez, los momentos sucesivos de una secuencia ordenada se diluyen.

El camino por el cual los jóvenes transitan hacia la vida adulta es un camino poco claro,
lleno de escollos, especialmente para los jóvenes más desfavorecidos. Los modos
precarios de vida que caracterizan la condición juvenil tienen a otorgar un grado fuerte
de indeterminación al futuro (Pais, 2007: 32).

Los cambios en el sentido tradicional de la temporalidad en la trayectoria de


vida, tienen como correlato que la juventud no marche hacia un horizonte predefinido,
traducido en un plan futuro (Krauskopf, 2004). La pérdida de horizontes futuros
trasluce el quiebre, la imprevisibilidad y el riesgo de los actuales itinerarios laborales.
En un contexto de ascenso de las incertidumbres, el devenir como temporalidad a
largo plazo se desvanece frente a las profundas trasformaciones en las relaciones que
los jóvenes mantienen con el trabajo, cuyos senderos laborales adquieren un carácter
laberíntico cada vez más difícil de descifrar. Como plantea Castel (1995), el trabajo
como empleo discontinuo e insignificante no puede servir de base para la proyección
de un futuro manejable. La manera de habitar el mundo impone estrategias de
sobrevivencia basadas en el presente. La imagen ausente del futuro, siguiendo al
autor, expresa: “la inseguridad y la precariedad, traducidas en trayectorias
temblorosas, hechas de búsquedas inquietas para arreglárselas día por día” (1995:
473).

63
Para finalizar, es importante señalar que una diferencia en las aplicaciones de
la perspectiva de las trayectorias se encuentra así en los usos que en cada
investigación se realiza de la variable temporal (Muñiz Terra, 2009). En vinculación a
estas indagaciones sobre la temporalidad juvenil, hallamos los estudios que incorporan
el análisis de la proyección futura. Desde este enfoque, además del estudio
retrospectivo, que reconstruye el proceso precedente que da origen a una situación
actual, se analiza la visión que los jóvenes tienen de los acontecimientos futuros y de
sus propias trayectorias.
La importancia que ciertas investigaciones otorgan al análisis del porvenir en
las trayectorias de los jóvenes, reside en que el tiempo presente no está determinado
sólo por las experiencias acumuladas del pasado del sujeto, sino que también forman
parte de él las aspiraciones y los planes para el futuro. Entre presente y futuro, entre
sueños y decisiones, entre lo ideal y lo posible, los jóvenes van configurando y
trazando su trayectoria (Casal y otros, 2006; Longo, 2007; Pais, 2007; Dávila León y
otros, 2008). Precisamente, el carácter complejo de las biografías hace que los
sucesos de la vida cotidiana deban ser descifrados en su contexto, sentido y dirección
de futuro. Tras este supuesto se halla la idea de que las proyecciones venideras son
componentes centrales de las trayectorias, porque el tiempo biográfico no está cerrado
sino que permanece siempre abierto a prolongaciones, desarrollos y resurgimientos
futuros (Demazière, 2003). Por esta razón, la perspectiva de las trayectorias busca
interpretar los hechos de la vida cotidiana en el contexto del pasado y las expectativas
de futuro.

2.4. A modo de cierre: ¿cómo abordar el análisis de las trayectorias laborales


en los estudios sobre la nueva condición juvenil?
Existen múltiples discusiones en torno al uso de trayectorias en Ciencias
Sociales. Entre las causas de estas disputas se encuentra el hecho de que, en la
investigación sociológica, estos estudios se han desarrollado desde diversas
orientaciones y perspectivas teóricas. Como señalamos de manera precedente, el
análisis de las trayectorias se ha abordado desde aproximaciones estructuralistas y
subjetivistas que han otorgado una orientación particular a cada investigación. En la
presente tesis partimos de inscribir el estudio de trayectorias al interior del campo de
estudios biográficos. Este enfoque lleva implícito un supuesto ontológico respecto de
la realidad social que busca integrar dialécticamente lo universal con lo singular
(Ferrarotti, 1993).

64
De este modo, la dualidad y la interacción existente entre estructura y agencia es
un punto de partida relevante en esta investigación para la reconstrucción de
trayectorias laborales. Consideramos que los elementos estructurales conforman la
matriz de relaciones objetivas por la cual los jóvenes transitan, pero no explican en su
totalidad las particularidades de cada trayectoria. Las experiencias, sentidos y
estrategias subjetivas permiten comprender las singularidades que adquiere cada
recorrido. Por consiguiente, las trayectorias que analizaremos reflejan tanto voluntades
individuales como condicionantes estructurales e institucionales, que se entrelazan
dinámicamente a lo largo del tiempo y el espacio, diversificando los itinerarios
laborales juveniles.
Siguiendo los aportes de estudios clásicos en la temática, concebimos las
trayectorias como resultantes de interacciones complejas que integran los tiempos
históricos, sociales y biográficos. Uno de los análisis más interesantes respecto a
estos ejes de investigación, refiere así a la trama que los vincula y a la incidencia de
cada temporalidad en el proceso bajo estudio. En este punto, consideramos que el
análisis de la espacialidad brinda también importantes contribuciones a la
investigación, vinculadas con el lugar central que adquiere el espacio barrial no sólo
como un marco donde actúan y viven los jóvenes; sino también como una esfera vital
clave para dilucidar prácticas y representaciones que configuran las trayectorias
juveniles.
Asimismo, la perspectiva de las trayectorias a la que adscribimos constituye un
marco analítico privilegiado para estudiar los cambios en la condición juvenil y, en
especial, los rumbos que delinean los jóvenes en sus recorridos laborales; al procurar
un análisis procesual y dinámico, analiza las complejidades de este largo tránsito,
identifica sus formas típicas y aporta a su mayor comprensión, iluminando las nuevas
relaciones que las jóvenes generaciones mantienen con el mundo del trabajo.
Precisamente, las transformaciones operadas en la estructura social y en el mercado
laboral de las últimas décadas bloquearon la posibilidad de desarrollar una trayectoria
lineal. En este sentido, consideramos que el aporte las trayectorias radica en que en la
actualidad una secuencia ocupacional típica mantiene escasas relaciones entre los
puestos que se van conquistando, estimando significativo así conocer los tránsitos que
realizan los jóvenes a través de sus diferentes actividades y los cambios que
experimentan en sus condiciones laborales.
Frente a biografías permeadas por una dinámica de incertidumbre, donde los
senderos laborales adquieren un carácter laberíntico y errático, creemos necesario
adoptar enfoques que tengan en consideración el tiempo, la duración y el carácter no

65
lineal de la secuencia ocupacional. El conjunto de experiencias diversas se tornan
inaprehensibles desde mediciones estandarizadas que clasifican a los jóvenes en
posiciones ocupadas en momentos puntuales del tiempo. De allí la búsqueda de una
perspectiva longitudinal que dé cuenta de los procesos de continuidad y cambio en los
rumbos laborales, permitiendo capturar las rupturas que típicamente impregnan al
conjunto de experiencias contemporáneas.
Desde esta mirada, el análisis de las trayectorias laborales arroja nuevos
interrogantes de carácter cualitativo. En este sentido, una de las hipótesis de la
investigación refiere a la centralidad relativa que adquiere la esfera laboral. Frente a
las tesis que postulan “el fin del trabajo”, nos preguntamos si el mundo laboral ha
perdido importancia en la vida de los jóvenes. En efecto, buscamos dilucidar mediante
la reconstrucción de trayectorias en un tiempo-espacio particular, si el trabajo sigue
representando un ámbito privilegiado de conformación de subjetividades e identidades
juveniles. Para abordar este interrogante, entenderemos a las trayectorias laborales en
el marco de un proyecto vital más amplio, que implica comprender el modo en que se
entrelazan distintas esferas significativas en la vida de cada joven.

66
CAPÍTULO 3

El abordaje metodológico: recorriendo el proceso de investigación

Dicha actitud supone no sólo la capacidad de ver el mundo a través de los ojos del otro sino,
además, de comprender a ese otro en los términos de su propio mundo de la vida,
reconociendo su derecho a resistir las objetivaciones de las que es habitualmente sujeto y a
definir su mundo en sus propios términos (Vasilachis de Gialdino, 2006: 56-57).

El presente capítulo tiene por propósito caracterizar la perspectiva


metodológica que orienta al proceso de investigación. En primer lugar, se delinea el
enfoque epistemológico y metodológico que sustenta nuestro estudio; donde se
retoman de manera breve un conjunto de reflexiones sobre los fundamentos teórico-
filosóficos y los debates metodológicos de la investigación social (apartado 3.1.). En
una segunda instancia, se abordan las estrategias de investigación cualitativas. Se
busca brindar un panorama de las técnicas que empleamos en el trabajo de campo,
haciendo especial hincapié en las decisiones acerca del aspecto procedimental en la
construcción de conocimiento (apartado 3.2.).
Finalmente, el último apartado (3.3.) tiene por objetivo describir el proceso de
configuración de la trama socio-espacial de El Aluvión. En este sentido, se realiza una
breve caracterización de la unidad de observación seleccionada, centrándonos de
manera específica en el análisis de los relatos provistos por informantes clave, que se
orientan a comprender la historia del barrio y sirven como puntapié inicial para presentar
el contexto socio-cultural y, en especial, el escenario institucional (apartado 3.3.1.). En
los próximos capítulos vislumbramos que la caracterización del espacio barrial en el
que habitan los jóvenes cobra una gran relevancia a la hora de comprender sus
condiciones y perspectivas de vida; al mismo tiempo, que permite aprehender la
relación que establecen con el entorno local, lugar donde conforman sus trayectorias y
experimentan su condición juvenil.

3.1. De las premisas epistemológicas a la perspectiva metodológica


Antes de abordar los aspectos procedimentales empleados en nuestro estudio,
es importante señalar ciertos supuestos epistemológicos que orientan al mismo. Para
empezar es relevante destacar, como sostiene Castro, que “los métodos no son
medios neutrales para obtener información respecto de la realidad social. La opción
por los método cualitativos [y por los cuantitativos] implica que un conjunto de

67
supuestos meta-teóricos acerca de dicha realidad han sido aceptados de ante mano”
(1996: 56 citado en Piovani y otros, 2006). En términos de este autor, los métodos
cualitativos vinculados a la sociología interpretativa “se basan en el supuesto
ontológico [de que] la realidad se construye socialmente y que, por lo tanto, no es
independiente de los individuos” (1996: 64 citado en Piovani y otros, 2006).
Si bien adscribimos a una aproximación interpretativa, con el propósito de
rescatar la perspectiva del actor, vamos más allá de ella, en el intento por articular las
dimensiones subjetivas y objetivas del mundo social. En palabras de Bourdieu
(1988b), apelamos a un Estructuralismo Constructivista que incorpore tanto los
condicionamientos sociales como la dimensión histórica y al agente social, en la
búsqueda por constituir un sistema teórico que deba ser interpretado en clave
relacional. 26 Partiendo de estos supuestos, buscamos aprehender la construcción
social de las trayectorias juveniles de inserción laboral y su imbricación con otras
esferas de la vida, en el marco de lo que algunas investigaciones han denominado un
“proceso de desinstitucionalización” (capítulo 1). En este sentido, resulta crucial atender
a una articulación de niveles analíticos que conjugue el plano histórico-estructural con el
de los sentidos y prácticas producidas desde los propios jóvenes, mediando entre ellos,
las instituciones que configuran y moldean sus itinerarios.
Ahora bien, el estudio de las trayectorias laborales juveniles puede ser
abordado desde distintas estrategias metodológicas. La presente tesis emplea una
perspectiva de investigación cualitativa, aunque utiliza a partir de fuentes
documentales datos cuantitativos para contextualizar el análisis de las trayectorias.
Esta complementación metódica (Bericat, 1998) 27, nos permite aprehender el conjunto
de procesos, prácticas e imaginarios juveniles, partiendo de una caracterización
objetiva y subjetiva de la trayectoria laboral (Bourdieu, 1988a, 1997b; Pries, 1996;
Dubar, 1998a). En última instancia, busca integrar el estudio de la dimensión
estructural e institucional con el análisis de las estrategias y sentidos que orientan el
recorrido de los propios jóvenes.
Más allá de esta “estrategia convencional”, que apela a una dimensión
cuantitativa para establecer regularidades e indagar en los procesos macro-sociales

26
En este punto, cabe destacar una distinción que realiza Valles (1997) entre constructivistas e
interpretativistas. Los constructivistas hacen suya la preocupación y el énfasis de los interpretativistas en
la experiencia vivida por los actores sociales, pero subrayan el relativismo de todo conocimiento
-pretendidamente objetivo- de la realidad social. Precisamente, el constructivismo surge contra el
objetivismo, contra el realismo empírico y contra el esencialismo.
27
En términos del autor, existe complementación cuando en el marco de un estudio se obtienen dos
imágenes, una procedente de métodos cualitativos y otra de métodos cuantitativos, que iluminan
diferentes dimensiones de la realidad (Bericat, 1998).
68
(Marradi y otros, 2007), las preguntas de investigación que estructuran el presente
estudio son pertinentes para aplicar una estrategia metodológica cualitativa. Desde
este enfoque, partimos de una posición interpretativa que se interesa por las formas en
que el mundo social es comprendido, experimentado y producido. En términos de
Geertz (1980), se busca aprehender el significado de la acción humana, ateniendo
tanto la intencionalidad del actor como también los condicionamientos socio-culturales.
Desde una posición análoga, Guber (2005) designa con el nombre de “perspectiva del
actor” al abordaje que busca ahondar en los significados, experiencias y prácticas de
los sujetos de análisis.
Dentro del estilo de investigación cualitativa, existen diferentes enfoques y
tradiciones caracterizadas tanto por una orientación metodológica particular, como por
sus específicos presupuestos teóricos y epistemológicos acerca de la realidad
(Vasilachis de Gialdino, 2006). Debido a su correspondencia respecto al problema de
investigación formulado y a la aspiración por alcanzar una mirada integral del tema, la
presente tesis emplea una triangulación intramétodo (Denzin, 1970), al recurrir a
diversas técnicas de producción de información al interior de la perspectiva cualitativa:
el análisis de documentos, la observación participante y la entrevista no estructurada.
Ahora bien, para comprender las características que adoptan las estrategias
implementadas en el trabajo de campo, es necesario partir de la relación entre teoría y
empiria que subyace al proceso de investigación. En primer lugar, hay que señalar que
“el trabajo interpretativo no interviene después de la batalla empírica, sino antes,
durante y después de la producción de los ‘datos’ que justamente nunca son dados
sino que están constituidos como tales por una serie de actos interpretativos” (Lahire,
2006: 42). La teoría asegura una mirada reflexiva y orientada al material empírico, que
permite ordenar los criterios selectivos para la indagación y el registro. Sin embargo,
“el investigador no puede partir de un modelo teórico acabado fundado en categorías
teóricas preestablecidas, porque esto sería desconocer las formas particulares en que
la problemática de su interés se especifica y singulariza en el contexto elegido”
(Guber, 2005: 79).
Esta precisión introduce la bidireccionalidad del proceso de conocimiento entre
el marco de referencia del investigador y las categorías de los propios actores: “a
través de este incesante ida y vuelta, el investigador puede acceder a nuevos
significados, a nuevas relaciones contextuales y, por lo tanto, a nuevas
interpretaciones” (Guber, 2005: 81), garantizando el proceso reflexivo operado en
todas las etapas de la investigación. Precisamente, detrás de este enunciado se refleja
no sólo una construcción cooperativa del conocimiento que se establece entre el

69
sujeto cognoscente y el sujeto conocido (Vasilachis de Gialdino, 2006) sino también el
carácter flexible del proceso de investigación, que permite producir “nuevos conceptos
y conexiones explicativas sobre la base de los presupuestos iniciales, ahora
reformulados y enriquecidos por categorías de los actores y sus usos contextualizados
en la vida social” (Guber, 2005: 80).
En efecto, una característica a destacar respecto del estilo de investigación
aplicada, reside en el carácter flexible que plantea el diseño de un estudio cualitativo.
Desde este abordaje, los objetivos formulados adquieren un carácter preliminar, que
guían el proceso de investigación, pero que de ningún modo obstaculizan el
surgimiento inductivo de categorías analíticas. La interacción constante con el campo
de estudio durante todo el proceso de investigación -en rechazo a una visión de
etapas sincrónicas-, otorga un marco adecuado para desarrollar la flexibilidad y
reflexividad característica de dicha metodología. En nuestro caso, la posibilidad de
advertir durante el proceso de investigación situaciones nuevas vinculadas con el tema
de estudio, implicó cambios en los interrogantes de investigación, los aspectos
técnico-procedimentales y las categorías teóricas utilizadas. Estas transformaciones
se vincularon a la relevancia que adquiere la esfera barrial en el relato de los
entrevistados, que conlleva a la incorporación de esta dimensión como constitutiva de
los itinerarios desplegados por los jóvenes. 28

3.2. El trabajo de campo: selección, construcción y análisis de datos


El planteo de un trabajo de campo en un diseño cualitativo involucra, como
arguye Valles (1997), una serie de decisiones de muestreo referidas a la selección de
contextos, casos y fechas. En relación al primer punto, la unidad de observación
elegida fue un barrio ubicado en la periferia sudoeste del Gran La Plata, conocido
como “El Aluvión” (localidad de Lisandro Olmos). 29
La zona que comprende a El Aluvión se encuentra ubicada a 7 km del casco
fundacional de la ciudad de La Plata. Al igual que otros barrios radicados en zonas
periféricas del espacio urbano, presenta condiciones habitacionales y sanitarias
mínimas, encontrándose muchos de sus habitantes en situación de pobreza: un 22%
de los hogares pertenecientes a esta localidad presentan necesidades básicas

28
Si bien en un principio la investigación planteó como objetivo reconstruir la incidencia de las
instituciones relevadas en las trayectorias laborales de los jóvenes, este propósito se abandonó
emergiendo en su lugar la imbricación de diversas esferas vitales en la conformación de recorridos y
subjetividades juveniles.
29
Los nombres de los entrevistados, las instituciones barriales y la unidad de observación seleccionada
para este estudio, han sido modificados con el fin de preservar el anonimato y la confidencialidad de
quienes contribuyeron con la investigación.
70
insatisfechas y un 30,4% habitan en viviendas críticas (INDEC, 2001). El interés de la
elección de este contexto, reside en que en el ámbito barrial se despliegan nuevas
formas de participación ligadas al espacio de residencia, que implican tanto el acceso
a circuitos alternativos de inclusión educativa, laboral y social -a los brindados por las
instituciones tradicionales-, como también el desarrollo de patrones de interacción e
identificación vinculados al territorio y a los grupos de pares.
Por su parte, el trabajo de campo se desarrolla entre finales de los años 2011 y
2013, dividiéndose en tres etapas. Una primera instancia exploratoria, abocada a
garantizar el acceso al campo, establecer los primeros contactos con los referentes
barriales y buscar información secundaria sobre la unidad de observación. En el
segundo momento, si bien continuamos con algunas de estas actividades,
comenzamos el trabajo de campo con las primeras observaciones y entrevistas a
grupos juveniles del barrio. Por último, con el propósito de profundizar la investigación,
realizamos nuevas observaciones y entrevistas a jóvenes de distintas instituciones, en
la búsqueda por alcanzar la saturación de la información.
En función de los objetivos que guían la tesis, empleamos diversas técnicas de
recolección de datos, que involucran tanto fuentes primarias como secundarias. La
técnica de la investigación documental (Valles, 1997), es utilizada para la recopilación
y el análisis de documentos secundarios. A los fines de contextualizar el estudio de las
trayectorias juveniles, recurrimos a diversos indicadores sociales que permiten
profundizar los marcos de referencia y comprensión, a través de vislumbrar el nivel
macro-estructural en el que se insertan las trayectorias. De forma complementaria,
sistematizamos información proveniente de documentos institucionales, artículos de
medios gráficos locales, resoluciones ministeriales, páginas web y un registro
fotográfico del trabajo de campo (véase Anexo). Por último, realizamos un análisis
bibliográfico mediante la recopilación y lectura de estudios vinculados al problema de
investigación, con la finalidad de actualizar el estado de conocimiento sobre el tema y
constituir el marco conceptual de la investigación.
Como técnica de construcción de datos primarios, la observación participante
brinda un marco fértil para abordar la problemática estudiada, al atender distintos
aspectos de las trayectorias de los jóvenes en relación a los eventos de los que
participan, a los grupos e instituciones con las que interactúan y a los espacios en los
cuales transcurren sus vidas (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006). Desde este lugar,
resulta insuficiente dirigir nuestra mirada exclusivamente hacia este grupo etario,
siendo preciso también considerar los escenarios sociales en los cuales tiene lugar la
condición juvenil. Se busca así partir desde un marco situacional, comprendiendo que

71
las trayectorias se inscriben en ámbitos institucionales y contextos específicos de
análisis, que involucra como parte del trabajo de investigación, el espacio de
residencia de los jóvenes que conforman la muestra.
En este sentido, realizamos el trabajo de campo en las principales instituciones
radicadas en el ámbito barrial, que convocan por medio de diversas actividades a una
pluralidad de jóvenes de El Aluvión: el Club Unidos, la Escuelita y el Centro
Comunitario. Estos establecimientos funcionan como espacios de contención y
sociabilidad juvenil, donde se desarrollan actividades sociales, educativas y laborales
de distinta índole, incluyendo el trabajo en cooperativas, cursos de capacitación
laboral, escuela primaria para adultos y terminalidad del secundario. El análisis de
estos ámbitos institucionales posibilita: acceder a lugares en los que interactúan los
jóvenes, donde se comparten significados y se explicitan una pluralidad de prácticas;
ahondar en el conocimiento acerca del papel de los dispositivos institucionales del
barrio El Aluvión y su incidencia sobre los itinerarios juveniles; y, reflexionar sobre
estos espacios como vías alternativas de inclusión para los jóvenes más
desfavorecidos. 30
Por otra parte, la entrevista en profundidad otorga la posibilidad de acceder a la
perspectiva de los sujetos investigados, conociendo cómo interpretan ciertas
experiencias en sus propios términos (Piovani, 2007). Desarrollar un estudio de
trayectorias implica elementos conceptuales y técnicos que permitan pensar el tiempo
(Godard, 1996). Por esta razón, realizamos entrevistas retrospectivas que, a través de
dimensiones analíticas predefinidas, indaguen sobre la organización de secuencias
temporales en las biografías. Sin agotar la posibilidad de que el entrevistado pueda
expresar sus visiones y sentidos, identificamos a través de un guión aquellos eventos
considerados claves para analizar la imbricación entre el mundo laboral y otras esferas
de la vida: la familia de origen, la trayectoria educativa, la incorporación al trabajo, las
salidas y entradas al mercado laboral, el espacio de residencia, la participación en
instituciones barriales y grupos de pares, el abandono del hogar de origen y la
conformación de la familia propia, la formulación de proyectos futuros, las
representaciones sobre la juventud y el trabajo (véase Anexo).

30
El acceso al campo fue facilitado a través del director del Centro Comunitario, quien nos concedió la
primera entrevista y nos abrió las puertas del establecimiento para realizar -a principios del mes de mayo
de 2012- un taller de búsqueda laboral, que tuvo como destinatarios a los jóvenes cooperativistas que
trabajan en la institución. A partir del taller dictado, se realizaron las primeras entrevistas a jóvenes, las
cuales se completaron con una actividad final que consistió en la elaboración del currículum vitae, donde
se recogieron datos puntuales de las experiencias educativo-laborales: puestos de trabajo, tareas
desarrolladas, duración de las ocupaciones, establecimientos de radicación, nivel educativo, entre otros.
72
La aplicación de la técnica de entrevista está dirigida a 21 jóvenes varones de
entre 16 y 29 años. 31 Tomamos este período porque consideramos que es en la
juventud donde se delinean nudos o procesos claves para la constitución de la
biografía de un sujeto. Son estos momentos de transición, en las diferentes historias
(laboral, residencial, de familia y de formación) que conforman una vida, las que
permiten comprender de manera más acabada la trayectoria biográfica ulterior. En
correspondencia con lo que plantea la bibliografía especializada (Mauger, 1989; Casal
y otros, 2006; Saraví, 2006, 2009; Dávila León y otros, 2008; Guerra Ramírez, 2008),
la juventud es un estadio del ciclo vital de plena actividad donde ocurren cambios
sustanciales en la vida de los jóvenes. Durante esta etapa se producen dos
transiciones centrales de la vida social: el paso de la escuela al trabajo y la
independización del grupo familiar de origen. Precisamente, la importancia de este
análisis radica en que esos pasajes constituyen un momento crítico de integración
social, principalmente para los jóvenes más desfavorecidos.
Por esta razón, la investigación realiza un especial hincapié en los
acontecimientos de transición o bifurcación biográfica, tomando como eje analítico el
dominio laboral en su particular entrelazamiento con otras esferas vitales. Si bien la
entrada al mundo del trabajo se presenta sólo como un evento al interior de aquellas
transiciones en el curso vital que conducen hacia la adultez, alcanza en el contexto
actual una relevancia central ante los cambios provocados en los procesos de
inserción laboral, que afectan de modo particular a este grupo etario. Específicamente,
abordamos las trayectorias de jóvenes varones porque en el contexto socio-cultural
estudiado se manifiesta una clara incidencia de los roles tradicionales de género, que
cobran especial importancia en la división de responsabilidades y papeles sociales.
Tanto en el orden de la vida privada como de la vida pública, los varones toman
decisiones y despliegan estrategias diversificadas que implican cambios
trascendentales en los rumbos de las trayectorias laborales en su relación con las
esferas de la vida familiar, escolar y barrial. 32

31
Como explicamos en el primer capítulo, las transformaciones en la condición juvenil propician que sea
cada vez más frecuente emplear una definición etaria que abarque entre los 15 y los 29 años de edad. En
este sentido, los procesos de desestructuración y de prolongación de la etapa juvenil permiten que se
distingan tres subgrupos etarios al interior de esta categoría: los jóvenes menores (15 a 19 años), los
jóvenes plenos (20 a 24 años) y los jóvenes adultos (25 a 29 años). Si bien en la presente investigación se
retoma esta clasificación, desestimamos una definición de la juventud sólo en términos etarios; por el
contrario, este criterio para la selección de la muestra fue complejizado y cargado de sentidos a lo largo
del trabajo de campo.
32
Como apuntamos de manera precedente, las trayectorias vitales abarcan una variedad de esferas
-trabajo, escolaridad, migración, itinerario residencial- que han sido motivo de diversos estudios. La
amplitud y la complejidad que implican las trayectorias de vida hacen necesario reducir o restringir el
campo de observación a algún aspecto en particular. Como señala Reséndiz García “una biografía se
73
En cuanto al criterio de selección de los entrevistados, aplicamos -en la
búsqueda por alcanzar la saturación teórica- una muestra intencional, constituida por
jóvenes que participan en las distintas instituciones del barrio Aluvión, principalmente
en aquellas actividades educativo-laborales que convoca mayormente a esta
población. Para la selección procedimos a través del criterio de accesibilidad y
heterogeneidad al interior de los casos analizados. Con respecto a este último punto,
siguiendo a Bertaux (2005), apelamos a construir una muestra a partir de una
“variedad de posiciones”; donde distintos agentes contribuyan no sólo con
experiencias diferentes de las relaciones sociales -según su posición estructural y su
itinerario pasado-, sino también con puntos de vista diversos acerca de estas mismas
realidades.
De este modo, se conforma un muestreo selectivo heterogéneo en cuanto a:
instituciones relevadas (Club Unidos, Escuelita, Centro Comunitario), edades (jóvenes
menores, plenos y adultos), trayectoria educativa (nivel de educación alcanzado, tipo
de establecimiento escolar, continuidad y discontinuidad en los estudios), trayectoria
laboral (edad de ingreso al mercado de trabajo, situación ocupacional actual,
características de los empleos precedentes) y ámbito familiar (constitución del propio
hogar e independencia residencial). Estas dimensiones contribuyen a describir y
delinear la diversidad de trayectorias desarrolladas por los jóvenes de El Aluvión.
De forma complementaria, realizamos 5 entrevistas a informantes clave;
aquellos referentes barriales que ocupan cargos importantes en los establecimientos
analizados, con el fin de aproximarnos a la historia del barrio, en especial, de sus
instituciones de referencia. Es necesario comprender no sólo los sentidos, prácticas y
significados que los jóvenes otorgan a sus itinerarios, sino también la perspectiva
brindada por otros actores clave que se encuentran “allí”, quienes permiten
contextualizar y complejizar la construcción social de las trayectorias juveniles en un
tiempo y espacio socio-cultural determinado. Por esta razón, subrayamos la
importancia de establecer vínculos con múltiples actores y ámbitos que garanticen una
mirada integral acerca de la problemática abordada. En la tabla N° 1, presentamos las
características generales de nuestros entrevistados.

construye desde un recorte, a partir de cierta focalidad que constituye la posibilidad de reconstrucción de
la vida, pero que es al mismo tiempo su limitación originaria” (2001: 164). De los múltiples hilos que tejen
la trama biográfica, hacemos hincapié en una dimensión específica del estudio de las trayectorias: la
esfera laboral; por ser el eje alrededor del cual articulamos la multiplicidad de esferas, que conforman en
su imbricación, la singularidad de una biografía.
74
Tabla N° 1: Características generales de los entrevistados
Nombre de Institución de Nivel educativo Condición de actividad y
N° Edad 33 Fecha
fantasía referencia alcanzado ocupación actual

1 Darío 26 Club Unidos Primario incompleto Ocupado - Oficial de albañil 25-03-2012

Centro
2 Mauricio 24 EGB III incompleto Ocupado - Cooperativista 12-06-2012
Comunitario
Centro
3 Juan 19 EGB III completo Ocupado - Cooperativista 26-06-2012
Comunitario
Centro Ocupado - Cooperativista/
4 Fermín 19 EGB III completo 03-07-2012
Comunitario Empleado de comercio
Centro
5 Jeremías 20 EGB III completo Ocupado - Cooperativista 06-07-2012
Comunitario
Centro
6 Paco 19 EGB III completo Ocupado - Cooperativista 31-07-2012
Comunitario
Centro
7 Ramiro 29 EGB III incompleto Ocupado - Cooperativista 02-10-2012
Comunitario
Centro
8 Luciano 20 EGB III incompleto Ocupado - Cooperativista 12-03-2013
Comunitario
Centro Ocupado - Empleado de
9 Marcos 23 EGB III incompleto 14-05-2013
Comunitario comercio
FINES Centro EGB III incompleto
10 Alejo 29 Ocupado - Seguridad privada 17-05-2013
Comunitario En curso
Ocupado - Empleado de taller
11 Lautaro 18 Centro de Salud EGB III incompleto 31-05-2013
de chapa y pintura
Escuela Polimodal incompleto Ocupado - Trabajador familiar
12 Elías 18 19-06-2013
Secundaria En curso ayudante de electricista
FINES Club Polimodal incompleto Ocupado - Trabajador familiar
13 Felipe 19 19-06-2013
Unidos En curso ayudante de plomero
FINES Club Polimodal incompleto Ocupado - Trabajador familiar
14 Gastón 18 19-06-2013
Unidos En curso de verdulería
Escuela Polimodal incompleto
15 Héctor 18 Inactivo 24-06-2013
Secundaria En curso
Escuela de
16 Marcelo 17 EGB III completo Inactivo 24-06-2013
Adultos
FINES Club Polimodal incompleto
17 Germán 18 Ocupado - Ayudante de albañil 27-06-2013
Unidos En curso

33
La dimensión institucional requiere de ciertas aclaraciones en relación a la inequidad de los casos
seleccionados. En primer lugar, lo que definimos como “Escuela Secundaria” es la escuela tradicional del
barrio que por falta de infraestructura se encontraba desarrollando sus actividades en el Centro
Comunitario (CC); el criterio para entrevistar a estos jóvenes fue que hayan realizado alguna vez una
actividad laboral. En segundo lugar, el “Centro de Salud” es un servicio radicado en el CC, al cual
concurre en términos regulares población femenina. Por último, durante el año 2013 realizamos el trabajo
de campo en la “Escuela de Adultos” del barrio; en correspondencia con la Ley Provincial de Educación
(N° 13.688/07) a partir de ese período esta institución deja de brindar el último nivel del ciclo educativo
-donde la mayoría de los jóvenes comienza una trayectoria escolar truncada-, lo que manifiesta una baja
significativa en la matrícula de alumnos y, de forma indirecta, de potenciales entrevistados. El conjunto de
las entrevistas fue realizado en las distintas mediaciones institucionales.
75
Escuela de Ocupado - Trabajador familiar
18 Mario 16 Primaria incompleta 29-10-2013
Adultos ayudante de cerrajero
Escuela de
19 Herlo 16 Primaria incompleta Inactivo 30-10-2013
Adultos
FINES Club Polimodal incompleto Ocupado - Empleado de
20 Sebastián 27 29-11-2013
Unidos En curso mantenimiento
FINES Club Polimodal incompleto
21 Jerónimo 27 Ocupado - Policía 29-11-2013
Unidos En curso
Nombre de
Institución de referencia Cargo institucional Fecha
fantasía

22 Carlos Centro Comunitario Director 30-11-2011

23 Norberto Club Unidos Presidente 14-03-2012

24 Ana Escuela de Adultos Maestra 18-10-2012

25 Omar Club Unidos Profesor y ex-presidente 15-03-2013

26 Elena Escuela de Adultos Fundadora 07-12-2013

La estrategia de análisis utilizada para la información cualitativa se orienta a la


elaboración de una tipología que posibilite aprehender tanto las regularidades como
también la pluralidad de recorridos heterogéneos, impredecibles y discontinuos que
atraviesan los jóvenes del barrio Aluvión en la configuración de sus trayectorias. La
construcción de tipos ideales se emplea así como una herramienta heurística que,
como explica Mc Kinney (1968), parte de la selección, combinación y articulación de
un conjunto de atributos en base a los cuales se elabora una taxonomía con el fin de
analizar comparativamente la información. En toda tipología se combinan variables
diversas que se ajustan más o menos a cada tipo, al resaltarse aquellos elementos
distintivos que conforman la clasificación. Para nuestro análisis tomamos en cuenta las
esferas biográficas más significativas, los proyectos futuros y los horizontes de
realización que delinean los jóvenes.
La tipología descripta es una construcción teórica cuyas divisiones analíticas se
presentan en la realidad como dimensiones inescindibles; la misma sirve como un
modelo de análisis, un lente conceptual a partir del cual interpretar la evidencia
empírica. En otras palabras, las categorías seleccionadas sirven de marco heurístico
en la búsqueda de patrones comunes en el análisis de las entrevistas, que permitan
reconstruir perfiles que orienten la comprensión de las regularidades y
diferenciaciones en el modo en que se constituyen las trayectorias. De este modo, el
desarrollo de tipos ideales no debe entenderse como un ejercicio puramente lógico o
76
conceptual, por el contrario, es necesario recurrir constantemente a la información de
campo; en este diálogo las categorías de análisis son progresivamente clarificadas y
sus significados especificados.
La tipología presentada en la investigación, parte de la centralidad relativa que
adquiere la esfera laboral como eje alrededor del cual se articula una multiplicidad de
esferas que conforman las trayectorias de los jóvenes del Aluvión: la educación, la
familia, el barrio y el grupo de pares. El predominio y el modo de imbricación de estos
distintos mundos de la vida, vislumbran las expectativas que se configuran en torno a
los mismos como ámbitos de subjetivación y de realización personal en cada joven.
Sin embargo, es importante resaltar que la manera en que se relacionan entre sí las
distintas esferas significativas, presenta un predominio variable a lo largo del tiempo.
Las trayectorias configuran así recorridos dinámicos, donde la articulación entre las
esferas vitales puede variar en diferentes momentos de una biografía. 34
La sistematización y la búsqueda de recurrencias en los datos (Bertaux, 2005)
se desarrolla con el apoyo del ATLAS.ti, el software especializado en el manejo de
información cualitativa. A partir del material producido en base a las entrevistas y
registros de campo (52 documentos primarios), identificamos un conjunto de
categorías y conformamos “familias de códigos” que permiten hacer inteligible el relato
de los jóvenes (Tabla N° 2). En este sentido, recurrimos a una diferenciación entre las
categorías analíticas, creadas por el investigador; las categorías emergentes, surgidas
del discurso de los entrevistados; y las teóricas, seleccionadas del campo disciplinar
de la sociología del trabajo, la educación y la juventud. El análisis conjunto de los
documentos primarios se realiza a través de una sociohermenéutica de los discursos
(Alonso, 1999), que indaga sobre los significados y sentidos que los jóvenes le
asignan a sus acciones, en el particular contexto y momento en el que tienen lugar.
Por último, mediante una matriz analítica buscamos vincular las diversas categorías
con los fragmentos de entrevista más significativos. 35

34
El recorrido biográfico está constituido no sólo por la sucesión de situaciones ocupadas por los
individuos en los diferentes dominios de una vida, sino también por las diversas configuraciones que
estructuran su articulación. Analizando la imbricación de factores que concurren a dar forma y sentido a
las experiencias biográficas, Bidart (2006) señala que los determinantes macrosociales -marcos
históricos, jurídicos, institucionales y culturales de la sociedad- en los cuales se inscribe una trayectoria,
entran en interacción con los entornos familiares y las redes sociales que trascienden el tiempo biográfico.
A nivel individual, las características sociodemográficas, las experiencias pasadas y los diversos capitales
acumulados, intervienen en la definición de los campos posibles conjuntamente con las ideas, valores y
expectativas que formulan los individuos.
35
En esta instancia, resulta fundamental realizar algunas aclaraciones acerca de la transcripción. En
primer lugar, explicitar las preguntas que desarrolló la investigadora durante la entrevista, no sólo
contribuye a comprender los modos de indagación y los objetivos que están detrás de esos interrogantes,
sino también permite visibilizar al cientista social. Precisamente, este enunciado intenta reflejar la
77
Tabla N° 2: Familias y códigos construidos en base al Atlas.ti
Familia de códigos (referidos
Códigos (con mayor densidad)
a las esferas más significativas)
Primer trabajo - Motivos de ingreso al trabajo - Ingreso prematuro al
mercado laboral - Itinerario laboral - Formas de búsqueda y acceso al
trabajo - Dificultades en el acceso al trabajo - Estrategias laborales
Actitud frente al trabajo - Características más importantes del trabajo
Esfera Laboral Condiciones laborales - Cooperativa - Albañilería - Changas - Períodos
de desocupación y/o inactividad - Percepciones del trabajo actual -
Trabajo en relación a otros períodos - Sentidos del trabajo - Significados
buen trabajo - Trabajo que más le gustó - Esferas vitales y trabajo
Proyectos laborales - Visión de 5 a 10 años
Institución escolar - Nivel educativo alcanzado - Percepción de la
Esfera Educativa escuela - Motivos de abandono escolar - Reingreso a la institución
educativa - Relación Escuela/Trabajo
Origen residencial familiar - Nivel educativo familia de origen
Ocupación familia de origen - Relación ocupaciones padre/hijo
Esfera Familiar Percepción familiar - División genérica del trabajo - Dependencia familia
de origen - Independencia familia de origen - Constitución del núcleo
familiar - Ocupación cónyuge - Proyectos intergeneracionales
Historia del barrio - Experiencias organizativas - Objetivos de la
Institución - Significados y origen Club Unidos - Significados y origen La
Esfera Barrial y Grupo de
Escuelita - Significados y origen CC - Sentidos del espacio barrial
Pares
Clivajes del espacio barrial - Frontera espacial - Sentidos de la juventud
Consumos juveniles - Tiempo libre - Vagancia - Delito

En este sentido, buscamos por medio de los relatos y de elementos


conceptuales dar una inteligibilidad a las temporalidades biográficas, a través de la
indagación de eventos que organicen y coyunturas que pauten la vida de un sujeto.
Como enunciamos anteriormente, para la reconstrucción y el análisis de las
trayectorias juveniles se busca comprender el encadenamiento de acontecimientos
significativos que conforman una biografía. Es decir, se trata, por un lado, de indagar
acerca de las transiciones que conforman los itinerarios; y, por otro lado, de develar la
“estructura diacrónica” que establece la causalidad secuencial de los eventos
biográficos (Bertaux, 2005). En estas circunstancias, el análisis del relato se construye
no sólo a partir de la evocación de hechos significativos, sino también de su

construcción cooperativa del conocimiento que se establece entre el sujeto cognoscente y el sujeto
conocido (Vasilachis de Gialdino, 2006). A su vez, es importante aclarar que las categorías nativas de los
sujetos de análisis fueron transcriptas con letra cursiva y de manera encomillada en el cuerpo del texto.
Finalmente, en algunos casos las entrevistas fueron realizadas a dos voces. El contacto con otros jóvenes
en la situación de entrevista resultó un medio útil para reconstruir aquellos universos simbólicos y
significantes que se manifiestan en la interacción con pares. Los relatos de los jóvenes se unen así con
otras voces al narrar acontecimientos, significados e interpretaciones compartidas.
78
ordenamiento según parámetros temporales básicos del antes y después (Mallimaci y
Giménez Béliveau, 2006). 36
A su vez, resulta imprescindible develar los distintos niveles analíticos que
constituyen una biografía. En esta línea, para el análisis de las trayectorias de jóvenes
nuestro planteo teórico-metodológico parte de concebirlas como un punto de cruce
entre lo biográfico y lo estructural, entendiendo que los procesos de transición
juveniles se caracterizan por su desestructuración, y requieren de miradas analíticas
que consideren las múltiples esferas imbricadas desde un punto de vista procesual.
Precisamente, la manera en que se articulan factores estructurales y biográficos en
cada trayectoria singular propicia rumbos diversos, que vislumbran las distintas formas
en que los jóvenes hacen frente a las restricciones estructurales de su medio y se
apropian del horizonte de oportunidades disponible. Por esta razón, como señala
Bourdieu (1988a), si bien es importante aprehender una biografía en el marco de la
trayectoria nodal de clase, se hace igualmente necesario analizar el carácter único e
irrepetible de aquellos trayectos que comparten rasgos socio-culturales comunes.

3.3. La constitución del barrio Aluvión: matriz temporal y espacialmente


situada
El barrio Aluvión pertenece al Centro Comunal de Lisandro Olmos. 37 Ubicado
en su límite nordeste, se encuentra en los confines de las localidades de Melchor
Romero (calle 38), San Carlos (Avda. 155) y Los Hornos (calle 52). Esta condición,
posibilita que uno de nuestros informantes clave identifique al barrio como “la periferia
de la periferia”. La caracterización de El Aluvión como un barrio que se encuentra al

36
Francis Godard (1996) aborda la problemática de la constitución de las trayectorias desde un enfoque
estructuralista. El autor francés se inscribe al interior de la sociología del acontecimiento, encaminada a
entender el universo existencial de los individuos a través de la organización de las secuencias
temporales de una vida. Si bien el esquema que propone realiza una gran contribución al estudio de las
temporalidades, brindando lentes analíticos para la perspectiva longitudinal de las trayectorias, nos
alejamos en un aspecto crucial del mismo: su enfoque está centrado no en el individuo, sino en los
acontecimientos que organizan y pautan la vida del sujeto. El problema de organizar las biografías
alrededor de los acontecimientos y coyunturas de la vida de una persona es que deja en un segundo
plano el análisis de sus representaciones y su capacidad de agencia, objeto que concebimos central en el
marco del proceso de individualización de los itinerarios contemporáneos.
37
El 18 de septiembre de 1911 es fecha de fundación de Lisandro Olmos, coincidente con el día de
inauguración del ramal de ferrocarril La Plata-Meridiano V, cuyo apeadero se ubicó en calle 52 y 196 (km
20) (El Día, 14-06-2011). De acuerdo al Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001, la localidad
cuenta con 17.872 habitantes. Dentro del casco fundacional se localizan los espacios de apropiación
social, donde se generan las actividades terciarias y se ubican los edificios de uso público como
Delegación Municipal. Allí también se radican -y en menor medida en sus alrededores- las principales
instituciones educativas y asistenciales (hospitales y centros de salud). La localidad cuenta además con
servicios de energía eléctrica, gas, agua potable y cloacas, que cubren un 70% de su población
(Municipalidad de La Plata en base al Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2001).
79
margen de la localidad de Olmos, fue relatada tanto por los distintos referentes
institucionales como también por los propios actores residenciales. Sin embargo, al
igual que otros barrios radicados en las zonas periféricas del espacio urbano, El Aluvión
se constituye como un espacio heterogéneo que involucra condiciones socio-
económicas, habitacionales y urbanas de una gran diversidad: enclaves de clase
media y media-baja se mezclan en el paisaje urbano con asentamientos y áreas de
pobreza estructural.

Imagen N° 1: Mapa de la Localidad de Lisandro Olmos

Fuente: Municipalidad de La Plata, Dirección de Estadística y Evaluación de Programas Especiales.

En relación a la matriz temporal que fue configurando la zona del Aluvión,


podemos señalar a mediados del siglo XX una primera concentración urbana hacia los
alrededores de la capital provincial; la ciudad y sus inmediaciones prometían mayores
posibilidades de acceso al trabajo, la vivienda, la educación y la salud. A través de un
proceso largo y lento, los primeros contingentes poblacionales fueron consolidándose
en zonas de quintas y áreas libres. Se conformó así un tejido social sólido en el marco
de un paisaje “descampado”, de amplios espacios verdes, donde predominaban las
relaciones cara a cara. En palabras de nuestros informantes: “se iba incorporando
gente, de a poquito. Como que se iban integrando, vos conocías al que venía […]. En
general era gente del interior, que se fue incorporando para cumplir los trabajos que la

80
ciudad demandaba” (Norberto, presidente del Club Unidos); “Comenzado el año ‘70:
muy poquita gente, descampado, pocas calles, pocos comercios, muy pocos vecinos
[…]. Todos los vecinos se conocían en el barrio Aluvión más allá de las distancias que
había […] se incorporaban, se familiarizaban, entonces vos te conocías con todos y
sabías lo que hacían estas personas (Omar, referente institucional del Club Unidos).
El traslado hacia los barrios periféricos se vio favorecido por la extensión de las
vías férreas y los primeros loteos alrededor de las estaciones del ferrocarril, que se
gestaron en la localidad de Lisandro Olmos en torno al apeadero del ramal ferroviario
ubicado entre La Plata y Mira Pampa. En cuanto a las actividades económicas, los
primeros pobladores se desempeñaron principalmente en el sector primario de la
economía a partir de la explotación intensiva del cultivo de hortalizas; también se
insertaron en el sector secundario a través de la industria de la construcción y las
fábricas de ladrillos radicas en la zona.
Durante la década de 1990 el acelerado crecimiento poblacional del
asentamiento ubicado sobre la avenida 52 de 155 a 165, contrastó con el progresivo y
lento proceso de radicación de los primeros habitantes de la zona. La transformación de
la estructura social y productiva de la Argentina neoliberal, forzó la migración hacia los
centros urbanos, donde importantes flujos poblacionales se establecieron en las
cercanías de esos grandes centros de consumo y producción. En este marco, se
produce en El Aluvión un importante cambio demográfico que transformó el paisaje de
ese “descampado” o “zona vacía” con la ampliación de la población de residencia,
mediante grandes contingentes de migrantes provenientes de las provincias del
interior, aunque también aumentó con las inmigraciones de países limítrofes y la
radicación de una comunidad de gitanos (sobre las calles 161 a 163 y 45 a 50).
De este modo, entre las transformaciones más notables del paisaje urbano se
encuentra la instalación de un área de pobreza estructural, que fue poblando los
amplios espacios verdes donde antaño se encontraban -aún quedan vestigios- las vías
del ferrocarril. Allí sus habitantes viven cotidianamente en un contexto de emergencia
en términos de condiciones habitacionales, que se suman a la contaminación
ambiental e inexistencia de servicios públicos. Estos nuevos residentes se insertaron
en el mercado de trabajo informal, principalmente mediante el cirujeo -recolección
informal de residuos- como estrategia de supervivencia.

-Más o menos hasta que se creó el Club era como que se iba incorporando gente, de a
poquito como que se iban integrando, vos conocías al que venía, la gente se iba como
entrelazando. Después del noventa y pico para adelante, se dio un proceso donde

81
comenzó a venir mucha gente de golpe, y por ahí ese impacto hace que haya algún
choque, alguna diferenciación más profunda, de mayor segregación, no discriminación,
pero sí “aquellos”, “los de allá”, “los de la vía” (Norberto, presidente del Club Unidos).

La demarcación rígida de los contornos del barrio se fue efectuando así con el
correr del tiempo. Como comenta una de sus residentes y madre de un joven
entrevistado (Paco): “nosotros [El Aluvión] estamos en el límite, no pertenecemos a
nadie […]. Antes no se sabía dónde pagar los servicios públicos; el gas se pagaba en
Los Hornos, el agua en San Carlos” (Nota de campo, N° 20). En la actualidad, el barrio
Aluvión se presenta como una unidad territorial administrativa con límites claros y
precisos, que abarca de 155 a 167 y de 38 a 52. Esta demarcación es ampliamente
reconocida y movilizada por sus diferentes actores residenciales. Incluso, en las
últimas décadas se ha convertido en una categoría socio-espacial relevante para
canalizar demandas y acceder a servicios urbanos, como consecuencia de la política
de descentralización municipal. En esta línea, contribuyeron las políticas de
Presupuesto Participativo implementadas en los municipios de la Provincia de Buenos
Aires a partir del año 2002, aunque en el caso analizado la primera votación se efectuó
en el 2008 con la nueva gestión municipal de Pablo Bruera. 38
Esta profunda transformación de las políticas públicas encuentra como
trasfondo el proceso de territorialización de los sectores populares. Por un lado, la
descentralización administrativa transfirió responsabilidades hacia los niveles locales
de gobierno, provocando una desagregación de las demandas. Por otro lado, la
adopción de políticas sociales focalizadas abandonó toda pretensión universalista. En
esta dirección, se implementaron una multiplicidad de programas que hacían de la
participación y la auto-organización de los más desfavorecidos un objetivo explícito y
prioritario; e incluso, en muchos casos, una condición necesaria para la asignación de
recursos (Segura, 2010). Como revela una de nuestras informantes: “Nos juntábamos

38
El proceso de descentralización territorial iniciado en los años ‘70 con las Delegaciones Municipales, y
continuado en la década del ‘90 a través de los Centros Comunales, tiene por propósito lograr un mayor
acercamiento de la gestión municipal a la población de la periferia. Esta política territorial establece a los
barrios como marcos de interlocución con el gobierno municipal. El objetivo es canalizar demandas a
través de un conjunto de intervenciones, instituciones y políticas, tales como la conformación de Centros
Comunales, las políticas de Presupuesto Participativo (PP), la consolidación de Mesas Barriales y las
celebraciones de aniversarios (Segura, 2011; Pagani, 2012). Como enunciaremos en las páginas
siguientes, la política del PP adquirió una dinámica relevante en la configuración de la trama socio-
comunitaria de los últimos años. El PP consiste en la organización de un proceso de asambleas barriales,
regionales y comunales, en las cuales la ciudadanía discute y decide cuáles son las políticas públicas que
el gobierno debe ejecutar en las distintas áreas y cuál es su orden de prioridades (Página web
Municipalidad de La Plata: http://www.gestion.laplata.gov.ar/presupuesto-participativo).
82
todos para ir a pedir planes como ‘las instituciones de El Aluvión’” (Ana, maestra de la
Escuela de Adultos).
En este contexto, el espacio barrial aparece como un escenario central para la
integración de los sectores populares, frente a un nuevo tejido territorial signado por “la
falta de trabajo, la desocupación, [que] empezó a generar otro tipo social” (Norberto,
presidente del Club Unidos). La integración por vía del trabajo estable se debilita,
acrecentándose el peso del barrio como lugar de pertenencia y como escenario de los
conflictos políticos. La exclusión del mercado laboral formal, la creciente segregación
de sus habitantes y el lugar preponderante que cobran los planes sociales en las
estrategias de supervivencia, realza el papel de las instituciones barriales, que actúan
como nodo de la organización comunitaria por sus contactos extra-barriales; al traer al
barrio recursos y construir puentes con instancias públicas como el municipio o redes
de organizaciones no gubernamentales proveedoras de asistencia (Kessler, 2010).
En el caso del barrio Aluvión, estos procesos dieron como resultado la
conformación de estructuras organizativas comunitarias con fines sociales, políticos o
culturales, que abarcaron un abanico tan amplio como centros de fomento, clubes,
unidades básicas, comparsas, asociaciones civiles, comedores, iglesias, centros
comunitarios y copas de leche; algunas de las cuales gestionaron una multiplicidad de
programas sociales entre los que se destacan: el Plan País, durante la década del ‘80;
el Plan Barrios Bonaerenses en los ‘90, el Programa de Empleo Comunitario y el Plan
Jefes y Jefas de Hogar en los años 2000; finalmente, en la actualidad, el Programa
Argentina Trabaja.
En un contexto de procesos políticos, económicos y sociales profundos que
azotaron a nuestro país en las últimas décadas, estos diferentes dispositivos
institucionales permitieron el despliegue de una trama organizacional ligada a la lucha
por la propiedad de la tierra y el acceso a los servicios básicos. La proliferación de un
conjunto de instituciones locales y la amplitud de redes sociales fueron motorizando
obras de infraestructura y saneamiento frente a las diferentes problemáticas barriales;
en la búsqueda de una mayor integración del barrio al tejido urbano de la ciudad. Esas
acciones fueron confluyendo en un nuevo marco relacional y, al mismo tiempo, en un
entramado socio-espacial específico, vinculado a la afirmación de una identidad
estrechamente ligada al hábitat de residencia, que acrecienta la importancia del
entorno local como punto de referencia en la vida cotidiana sus habitantes. Como
señalan los informantes clave:

83
-Surgieron las entidades intermedias, independientes ante todos los entes públicos,
que buscan motorizar al barrio para darle beneficios a nivel estructural y social. Estas
organizaciones intermedias fueron dándose no por una cuestión partidaria, sino de
principios. Donde lo partidario atiende más a la realidad nacional, que a las verdaderas
necesidades de la gente; acá surgieron muchas con identidad propia barrial.
Nosotros decimos que el Club Unidos de El Aluvión es la casa del barrio
organizada (Omar, referente institucional del Club Unidos).

-El barrio cambió mucho la fisonomía a través de la intervención del Club y, no


solamente del Club, en el sentido que no era el único generador sino que era partícipe
con otras instituciones para generar algunas cosas: el tema de los asfaltos, de las
luces, de las mejoras de infraestructura y las mejoras que tienen que ver con la
integración social (Norberto, presidente del Club Unidos).

-Cuando empezamos a laburar, no estaba instalado (o al menos era mi sensación) “che


y si vamos y pedimos”; no había agua, y bueno no había agua. Hubo que laburar
internamente esa cuestión como organización: ver cuáles son mis derechos,
surgieron cosas maravillosas. Quizás no estaba instalado como comunidad, pero
cada uno tenía demandas particulares […]. Uno de los espacios fundadores fue
La Escuelita. Fue todo un tema, porque primero fue primordial el tema de la comida.
Una vez que estaba eso, se laburaban otras cuestiones. El camión de la basura jamás
pasaba por ahí, entonces la gente tiraba la basura en algún descampado. El desborde
del arroyo, nunca se había zanjeado, era todo una mugre. El tema de la luz, tampoco
había (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

A través del tiempo, el barrio Aluvión fue cambiando su fisonomía producto de


la movilización de los vecinos y la intervención de un conjunto de instituciones que se
embarcaron en un proceso acuciante con el propósito de alcanzar la extensión de
servicios públicos a la zona. Atravesadas por la trama social en la que están inmersas,
distintas organizaciones comunitarias buscaron la construcción de un espacio inclusivo
que fortalezca tanto sus derechos ciudadanos como la equidad territorial de esas
zonas postergadas de las inversiones públicas y privadas. La conquista de servicios y
recursos para el barrio se efectúo en el marco de asambleas vecinales con la
implementación de una pluralidad de medidas de lucha, tales como: petitorios a la
municipalidad, cortes de la vía pública, movilizaciones hacia organismos
gubernamentales, junta de firmas y abrazos simbólicos. De este modo, desde hace
menos de una década El Aluvión ha conseguido conquistas muy importantes en lo que
respecta a las mejoras habitacionales e infraestructurales, especialmente en el ámbito

84
de los servicios públicos -agua corriente, asfalto, luminarias, centro de salud,
instituciones educativas, etc.-, que fueron el fruto de la movilización y organización
comunitaria. Entre las luchas emprendidas se destacan:

 La extensión de la zona de asfalto: el trazado de las calles se fue ampliando junto con
la edificación de nuevas viviendas y comercios. En un comienzo la única asfaltada era
la Avda. 44 (de una sola mano), luego la pavimentación se amplió hacia las principales
vías de acceso (calle 161 a 45); el año 2004 constituye un logro histórico con la
pavimentación de trece calles producto de la organización comunal. En la actualidad, el
barrio Aluvión presenta casi la totalidad de sus arterias asfaltadas en el marco de las
políticas del Presupuesto Participativo.

 Las manifestaciones en torno a la ampliación de un depósito fiscal ubicado de 46 a 52 y


de 155 a 158, donde funciona un “cementerio de autos”, y la entrega de esas tierras
para planes habitacionales (Diario El Día, 28-08-2007; 20-01-2009). Reclamo que aún
permanece vigente desde el año 2004 e involucra a tres sectores del barrio: los
asentados, los inundados y los hacinados.

 La problemática respecto a la recolección de residuos urbanos, vinculada al déficit de la


empresa 9 de Julio en la prestación ese servicio a las zonas más alejadas del barrio,
que tuvo como contracara la constitución de basurales que funcionaron durante mucho
tiempo como focos infecciosos (en el año 2005 un caso de hantavirus se cobró la vida
de una joven); este accidente fatal tuvo como respuesta por parte de las autoridades
municipales la creación de un Centro Comunitario integrado por una sala de salud,
vieja demanda de los habitantes, quienes se tenían que desplazar amplias distancias
para acceder a las instalaciones sanitarias más cercanas.

 Otra antigua petición gira en torno a las inundaciones ocasionadas por el desborde del
arroyo Pérez, el Centro Comunal de Lisandro Olmos nunca realizó las obras de
entubamiento de zanjas. En la actualidad, hay cooperativas de zanjeo en el marco de
programas municipales y nacionales, al mismo tiempo, se encuentran en construcción
dos puentes sobre el arroyo, solicitados mediante el Presupuesto Participativo. Con las
inundaciones del 2 de abril de 2013 la asamblea barrial de El Aluvión comenzó un
nuevo proceso de lucha que consiste en la movilización hacia organismos
gubernamentales y cortes de la vía pública con el fin de que los distintos entes del
Estado realicen obras públicas en el barrio y otorguen subsidios de materiales para la
reconstrucción de las viviendas dañas por las inundaciones (Diario Sin Límites 01-10-
2013; Diario El Día, 13-11-2013).

85
 El acceso a las redes de agua potable constituye otro de los embates emprendidos por
los vecinos del barrio Aluvión, cuya instalación se caracterizó por un avance paulatino
de acuerdo a las distintas barreras urbanas que presenta el entorno local; sin embargo,
la zona no cuanta todavía con un sistema de desagüe cloacal.
-¿El agua acá no es producto de un Plan Nacional del año 2007?
-Sí, pero se fueron haciendo en los lugares que se organizaban y se peticionaba. Es
una cosa nacional que lo organizaba el municipio, que lo peticionaba hasta donde
alcanzaba el presupuesto. Nosotros logramos que se haga un pozo generador de agua
acá en el barrio. En muchos lados todavía no hay agua […]. “Aquel lado” [del otro lado
de la Avda. 44] que no estaba organizado, nos costó; haciendo quilombo salé para
“allá”. Estaba ahí, pero no te lo dan naturalmente, sale por un puntero político o por
pelearla. Sirvió para mostrar que con la organización conseguís las cosas (Omar,
referente institucional del Club Unidos).

 Por último, la demanda de una escuela secundaria en el barrio ha sido otra de las
luchas más fervientes. El plan de "alerta y movilización" que comenzó la asamblea
barrial desde el año 2010 bajo el lema “No a la Cárcel, sí a la Escuela”, fue una
contienda que se ganó en el 2012 (actualmente se está realizando la obra, en un
predio aledaño a la escuela primaria). En un primer momento, los vecinos se
movilizaron para rechazar la decisión del Ministerio de Desarrollo Social Bonaerense
de convertir un antiguo Hogar Convivencial para menores en un nuevo centro de
recepción para adolescentes involucrados en procesos penales; desde las instituciones
barriales se solicitó que el antiguo edificio del instituto sea recuperado para una
escuela secundaria. Según apuntó un referente activo del Centro Comunitario:
"creemos que el antiguo edificio del instituto debe ser recuperado para una escuela
secundaria, ya que el barrio lo necesita y es precisamente la educación la que puede
cambiar el destino de los chicos" (Diario El Día, 30-01-2012). En el marco de una
asamblea barrial, se planteó que el centro de recepción representaba el camino a
seguir: jardín, primaria e instituto se presentó como la trayectoria delineada para los
jóvenes del barrio, frente a la cual se oponían (Nota de campo, N° 7). En la actualidad,
la escuela secundaria de El Aluvión presenta una deficiencia edilicia y está funcionando
en instalaciones prestadas por el Centro Comunitario.

3.3.1. Las instituciones relevadas

El Club Social Deportivo Biblioteca Popular Unidos de El Aluvión


Esta entidad fue fundada el 29 de marzo de 1993, hace ya más de 20 años. Sin
embargo, su origen se encuentra ligado a una experiencia organizativa previa: la
conformación de una murga en el barrio, durante el año 1991. La comparsa se

86
mantuvo vigente por algún tiempo (1991-1998) y funcionó como un espacio de
encuentro entre vecinos, llegando a incorporar a 240 miembros. En el marco de una
asamblea de la comparsa, se decide la creación del Club Unidos de El Aluvión
(Revista Club Unidos; Diario El Día, 24-09-2001). Como nos cuenta Omar, maestro
rural y ex-presidente de Unidos de El Aluvión:

-Siempre tuvimos la idea que algo estábamos generando que iba a terminar en una
cuestión más amplia, no era la comparsa. Era mirar más allá. Nosotros en la comparsa
estuvimos en el año ‘92 y nos fue bien pero no daba para dar el salto. Al año siguiente
lo forzamos, declaramos en la asamblea que los bienes de la comparsa dependían de
una institución superior: ahí nació el Club, el 29 de marzo (Omar, referente
institucional del Club Unidos).

Entre los años 1996 y 1997 se realizó una toma de tierras en la calle 160 y 50,
donde actualmente se radica predio de la institución. Se comenzaron con los trámites
para tener posesión sobre el usufructo, con la meta de lograr un club deportivo y
barrial. Desde allí, la primera actividad que presenta el Club Unidos fue la Liga de
Fútbol Infantil, a partir del año 1996, que tomó estado institucional con participación en
campeonatos luego de tres años. En 1999 logran obtener la personería jurídica que
habilitó la existencia formal de la organización. Producto de las necesidades de los
chicos del barrio que participaban en el club, en los años siguientes se implementó un
comedor, una copa de leche y un ropero; siempre con la intención de contener a los
chicos del barrio y alejarlos de la calle.

-La estrategia fue buscar algo popular que involucre a mucha gente. Hicimos la
comparsa, después un salto cualitativo que fue el tema del fútbol infantil, de ahí surgió
la idea de un Club […]. Con la crisis del 2001 quisimos organizarnos más fuertemente,
ahí hubo una división, donde el Club siempre peleó por lo social. El fútbol era la base
del Club, entonces se planteó una discusión en donde el fútbol era una cosa
circunstancial. Decidimos ir por la parte de lo que siempre quisimos hacer y abrimos
las puertas al comedor, la copa de leche, hicimos el trueque. Y ahí se abrió la
puerta de lo social (Omar, referente institucional del Club Unidos).

En este marco, todas las actividades buscan como principal fin la inclusión
social: “reconstruir el tejido, justamente, el tema de la integración, tratar de contener a
los chicos” (Norberto, presidente del Club Unidos). Si bien coordinan con organismos
estatales, buscan articularse de manera autónoma: “el tema era tratar de integrar fuera

87
del vínculo político partidario o de gestión” (Norberto, presidente del Club Unidos). Así,
se conforma en el año 2004 la Asamblea Barrial, que tiene una mirada hacia el barrio,
sus problemas, demandas sociales y estructurales. Son los vecinos quienes llevan
adelante la construcción de este espacio de deliberación; por medio de la participación
asamblearia como herramienta de organización colectiva se han generado múltiples
movilizaciones y acciones de lucha. En esta dirección, en el año 2008 se gana el
primer Presupuesto Participativo, que consistió en la refacción y ampliación edilicia de
la biblioteca popular y en la conclusión del tinglado del club.
En la actualidad, la institución desarrolla diferentes actividades que nuclean a
una multiplicidad de vecinos: fútbol infantil, comedor, biblioteca popular, cursos de
oficios, copa de leche, clases de ajedrez, apoyo escolar, terminalidad de estudios
primarios y secundarios a través del Plan FinES, asambleas barriales, cooperativas
nacionales del Programa Argentina Trabaja, entre otras. Desde el año 2010, el Club se
ha convertido también en un Centro de Extensión Universitaria, donde participan
distintas facultades en la conformación de proyectos de diversa índole.

La Escuelita
La Escuelita nace como una copa de leche radicada en la zona de
asentamientos de El Aluvión; la propuesta surgió en el año 1995, llegando a
convertirse al poco tiempo en un comedor que abastecía a niños, embarazadas y
abuelos. Esta iniciativa solidaria se desarrolló conjuntamente desde un grupo de
madres del barrio y maestros de un Instituto Superior de Formación Docente. Entre
este grupo de madres, se encontraba Elena, actual referente de La Escuelita y una de
nuestras entrevistadas. Con el correr el tiempo la institución se fue afianzando e
incluyendo más actividades: “eran las mamás, siete u ocho mamás, las fundantes.
Ellas eran las que estaban en el barrio, y se re engancharon, se re comprometieron.
Fue idea de ellas […] darle de comer a sus hijos, esa era la cuestión. Después
nosotros empezamos con el apoyo escolar” (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).
En el año 2000 la institución adquiere la personería jurídica, lo que posibilitó el
otorgamiento de distintos subsidios y la participación de vecinos como
contraprestación a los planes sociales recibidos.
Una mención especial merece la zona donde se encuentra radica La Escuelita.
El paisaje que circunda a la institución se caracteriza por calles de tierra y casillas de
chapa, ubicadas sobre tierras fiscales. El área del asentamiento se distingue por las
constantes inundaciones que suceden en el lugar producto de los desbordes del
arroyo. Identificado como el sector más pobre del barrio, sus habitantes construyeron

88
una identidad como “villeros. Ellos estaban orgullosos de serlo, de pertenecer ahí. Fue
todo un trabajo colectivo que se realizó con la zona para cambiar”, según relató un
viejo residente del barrio (Nota de campo, N° 27).

-La Escuelita cumplió un rol muy importante; modificó toda esa zona que estaba muy
postergada, degradada […]
-¿Por qué decís esa zona?
-La Escuelita está en el lugar de la vía; las personas fueron a construir sus casas en
el lugar que no era terreno de nadie; hicieron casitas muy precarias, todos cartoneros
en ese momento […]. La Escuelita dignificó esa zona, la hizo crecer (Ana, maestra
de la Escuela de Adultos).

Con transcurso del tiempo no sólo cambió la fisonomía del barrio, sino que
también el comedor sufrió transformaciones. Según relata Elena: “era todo un
descampado, era todo verde y estaba lleno de árboles. No había nada, era toda una
zona vacía, donde sólo se encontraban las vías del tren que pasaba por detrás del
comedor” (Nota de campo, N° 19). El área se fue poblando cada vez más, nuevas
organizaciones sociales surgieron a su alrededor e incluso las calles de tierra se
asfaltaron en el año 2013, en el marco del Presupuesto Participativo. Por su parte, La
Escuelita funcionó por mucho tiempo en una casilla de madera y chapa; la deficiencia
infraestructural -falta de agua corriente, desagües cloacales y baños-, se complejiza
junto a la condición urbana en la que se encontraba inserta, a orillas de un basural. Lo
que fue hace años una casilla de madera en la que funcionaba una copa de leche, es
en la actualidad una casa de material: en un principio integrado por un solo salón de
chapa, amplió su espacio físico en tres salones de hormigón. Si bien, muchas partes
de la instalación aún se encuentran en construcción.
Además del comedor -que llegó a alimentar a 320 chicos de la zona- en el
establecimiento funciona desde el año 2002 una Escuela de Adultos, a la que
concurren analfabetos puros; adultos que no han finalizado su educación básica e
intentan retomar sus estudios; y, en relación con nuestra investigación, jóvenes del
barrio que abandonaron el sistema atravesados por el fracaso escolar. En ese espacio
se brinda así formación primaria para jóvenes y adultos, que articula con la Dirección
General de Cultura y Educación de la Provincia; dando como resultado el desarrollo de
experiencias de educación no formal en marcos de educación formal.

89
Centro Comunitario
Los Centros Comunitarios (CC) son instituciones dependientes del Ministerio
de Desarrollo Social de La Nación. Estos edificios de uso público, están pensados
para facilitar la integración de políticas de Atención Primaria de la Salud y Desarrollo
Social, favoreciendo la participación y la organización comunal. Se tratan así de
espacios de integración comunitaria, destinados a crear condiciones de inclusión
social a través de la profundización del desarrollo local y la activación de recursos por
parte de la comunidad (http://www.cics.org.ar/). En el caso del barrio Aluvión, la
creación del CC fue “por un error”, como explica su actual director:

-[El CC] vino al barrio por una desgracia. Esto iba a Villa Elvira, para la bajada de
autopista, donde están las viviendas. En ese momento estaba [el intendente] Alak y se
murió una nena de hantavirus, tenía 11 años (Ayelén). Se revolucionó el barrio por la
muerte de la nena y el abandono que había; no teníamos una salita cerca, nada. Lo
primero que hicieron para resolver el problema fue traer el CC acá. Anteriormente
estos terrenos eran de fiscalía de estado (donde los coches están abandonos), un
grupo de vecinos había pedido que no se extienda […]. La asamblea barrial, logró parar
el avance de la fiscalía y surgió lo que es el CC (Carlos, director del Centro
Comunitario).

El CC se constituye formalmente (con la primera mesa de gestión) en el mes


de octubre de 2006. En un comienzo no estaba dirigido por gente del barrio; práctica
que se mantuvo durante toda la gestión de Julio Alak y cambió con el actual intendente
Pablo Bruera. Así, en el 2008 asume un vecino del barrio en la dirección del CC; Mario
se mantuvo dos años consecutivos, para luego ser reemplazado por Carlos, quien va
por su segundo ciclo como director: “diferente a otros directores, yo vivo en el barrio, y
sufro lo mismo que sufre el vecino: mi vecino se inunda, yo me inundo. No es que te
cuento la historia desde acá arriba, bajo al barrio; como dicen algunos, bajan al barrio
no sé de dónde y traen soluciones mágicas” (Carlos, director del Centro Comunitario).
El establecimiento brinda servicios a la comunidad, tanto de asistencia social
como sanitaria. De este modo, los proyectos no son solamente de salud, sino también
sociales. Entre las actividades que se realizan en la institución se destacan: el
funcionamiento de un Centro de Prevención contra las Adicciones (CPA) y de un
Servicio de la Niñez y Adolescencia; cursos de pastelería, costura y danzas árabes;
terminalidad de secundario a través del Plan Fines (desde el año 2011); un Programa
Nacional de cooperativas destinado a las mujeres del barrio denominado “Ellas Hacen”
(desde el año 2013); y las cooperativas del Programa “Argentina Trabaja”. En este
90
último punto, es importante resaltar que una lucha ganada por la institución consistió
en que los beneficiarios de estos programas realicen las actividades de saneamiento,
mejora de infraestructura urbana y recuperación de espacios verdes dentro de la zona
del barrio, bajo la dirección del CC.

3.4. A modo de cierre: ¿qué abordaje metodológico es pertinente para analizar


las trayectorias desestructuradas de los jóvenes del barrio Aluvión?
A lo largo del presente capítulo buscamos establecer un puente entre las
consideraciones epistemológico-metodológicas y el plano técnico-procedimental, a
través de la descripción -en rechazo a una visión sincrónica- de las diferentes etapas
del proceso de investigación social: el diseño, la producción y el análisis de la
información. Cabe señalar que la conformidad de los métodos y técnicas no puede
realizarse a priori, sino que depende del problema y del planteo teórico de una
investigación. En consecuencia, la metodología escogida es consistente con los
presupuestos teóricos y la mejor herramienta para abordar nuestros objetivos.
En este sentido, el desarrollo de una estrategia de investigación pertinente
implica la selección de abordajes y técnicas de investigación cualitativas adecuadas al
planteamiento del problema y de los objetivos esbozados. La complementación de
métodos, técnicas y fuentes de información empleadas resultan de gran utilidad para
alcanzar el desarrollo de un abordaje de las trayectorias que combine los aspectos
histórico-estructurales con el mundo de las decisiones y estrategias individuales. En
efecto, buscamos articular la reconstrucción de los itinerarios juveniles obtenidos a
partir de entrevistas no estructuradas, con el escenario en que se insertan las
trayectorias mediante la utilización de otras técnicas de investigación cualitativas
(fuentes documentales y observaciones participantes).
En definitiva, presentamos un conjunto de estrategias inscriptas en las distintas
tradiciones de la metodología cualitativa, con el fin de vislumbrar el modo en que
confluyen las dimensiones témporo-espaciales en la constitución de las trayectorias de
los jóvenes del Aluvión. Nuestra mirada está dirigida no sólo a la reconstrucción de sus
recorridos a través del tiempo, sino también a aprehender los escenarios espaciales
en los cuales tiene lugar la condición juvenil. Desde este perspectiva, la configuración
del barrio Aluvión como matriz temporal y espacialmente situada, permite echar luz
sobre las sedimentaciones de un proceso histórico, socio-cultural y urbano que
coadyuva a comprender la conformación específica de esa trama socio-espacial en
donde transcurre la vida de los jóvenes entrevistados.

91
SEGUNDA PARTE

LAS TRAYECTORIAS LABORALES DE LOS JÓVENES DEL BARRIO ALUVIÓN


Y SU IMBRICACIÓN CON OTRAS ESFERAS DE LA VIDA

92
CAPÍTULO 4

Hacia una reconstrucción de las prácticas y sentidos que configuran las


trayectorias laborales de los jóvenes de El Aluvión

Es indudable que los jóvenes experimentan en primera línea las transformaciones profundas
que afectan actualmente al mundo del trabajo, que sin duda pueden resumirse diciendo que se
caracterizan por relaciones cada vez más aleatorias en el trabajo. Pero ¿puede inferirse de
esto que esas relaciones más aleatorias implican necesariamente relaciones más distanciadas
respecto del trabajo? (Castel, 2010: 112).

El presente capítulo investiga el modo en que se articulan prácticas y


representaciones en la constitución de las trayectorias laborales de jóvenes residentes
del barrio Aluvión. Se propone analizar los sentidos que otorgan al trabajo los jóvenes
a lo largo de su vida; buscando aprehender al mismo tiempo las lógicas que orientan
su accionar en este ámbito, que da cuenta de una compleja trama entre la esfera
laboral y otros mundos de la vida. Siguiendo estas preocupaciones, se indaga: ¿cómo
se constituye el proceso de inserción al mundo del trabajo? ¿Cuáles son los sentidos
que los jóvenes otorgan a su actividad laboral? ¿Este sentido se transforma a lo largo
de las diferentes etapas y acontecimientos biográficos que atraviesan? ¿Qué relación
se establece entre el ámbito laboral y las otras esferas vitales como la familia, la
escuela, el barrio y los grupos de pares?
Para abordar estos interrogantes, en un primer momento se reconstruye a
partir de las prácticas de los jóvenes los modos de inserción en el mercado de trabajo,
prestando atención a la descripción de las ocupaciones que conforman sus recorridos
laborales (apartado 4.1.). En segundo lugar, se indagan las valoraciones que los
jóvenes otorgan al trabajo, atendiendo dos niveles de análisis: los sentidos intrínsecos
y extrínsecos (apartado 4.2.). A partir de estos hallazgos, planteamos la elaboración
de una tipología que es retomada a lo largo de la investigación. Para concluir el
capítulo, proponemos un análisis integral respecto a estos ejes de investigación,
vislumbrando la trama que los vincula y su incidencia en el proceso bajo estudio.

4.1. En el umbral del trabajo: prácticas laborales en tiempos de fragmentación


social
Un punto de partida significativo para comprender el modo en que se
construyen las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados reside en analizar
las condiciones de inserción al mercado de trabajo y las posiciones alcanzadas dentro
93
del campo laboral. En este marco, el interés radica en averiguar las formas de ingreso
a una ocupación, la edad establecida en el momento de iniciación, las motivaciones
planteadas y las actividades desarrolladas.
Una primera aproximación a los relatos da cuenta que la incorporación en una
ocupación se desarrolla a una edad temprana. El ingreso prematuro a la vida laboral
se comprende a partir de situaciones de privación que derivaron en una búsqueda de
autonomía -“me quería comprar mis cosas”- o en la necesidad de colaborar con la
economía familiar -"mi viejo me llevaba a trabajar"-. Más allá de estas circunstancias
familiares y/o personales, la incorporación al mercado del trabajo se concibe como un
medio para la obtención de ingresos. La edad promedio es de 13 años, cifra que se
encuentra por debajo de la normativa que dictamina la edad mínima de acceso a un
empleo. 39 Sin embargo, se registran casos en que la primera ocupación se desarrolla
de manera aún más anticipada. Esta situación se presenta principalmente en aquellos
jóvenes que se desempeñan como trabajadores familiares, sin percibir una
remuneración. Como hace alusión Fermín, un joven de 19 años que advierte: “a los 6
años yo trabajaba en el carro con mi viejo”. Incluso, se presentan situaciones donde se
insinúa trabajar “desde siempre”:

-¿Anteriormente en Paraguay habías laburado de algo?


-Y allá, en el campo… así carpiendo, sembrando
-¿Los ayudabas a tus papás?
-Sí
-¿Y desde qué edad los estás ayudando?
-Desde que yo recuerde (Elio, 18 años).

Si bien gran parte de los jóvenes se inicia en el mercado laboral desarrollando


tareas como trabajadores familiares: “fui a trabajar con mi tío y con mi papá” (Gastón,
18 años); también, se encuentran aquellos entrevistados que incursionan por primera
vez en el mercado ocupacional de manera “autónoma” (en un vínculo no mediatizado
por el parentesco), realizando actividades por cuenta propia o en relación de
dependencia. Para este último caso, el ingreso a un trabajo se produce en la mayoría
de los jóvenes por intermedio de algún conocido o familiar que los contacta con el
empleador; situación que perdura con posterioridad como forma predilecta de

39
La República Argentina, mediante la Ley N° 24.650, había establecido como edad mínima para poder
trabajar los 14 años. En el año 2008, la nueva Ley sobre Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del
Trabajo Adolescente (N° 26.390/08) elevó la edad mínima de admisión al empleo a 16 años (Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2009).
94
búsqueda y acceso a las distintas ocupaciones: “por todos temas de conocidos”; “me
conocían, preguntaba”; “por un familiar”. Como observa un estudio reciente, en las
inserciones laborales de jóvenes de bajos recursos juegan un rol clave las redes
personales. Las familias y el círculo cercano proporcionan los primeros contactos con
el mundo laboral en tanto ponen a disposición de los jóvenes una red de relaciones
que facilita su acceso al mercado de trabajo, aunque el mismo suele ser precario y
cercano a su lugar de residencia (Deleo y Pérez, 2013).
En términos generales, la entrada a una ocupación se realiza en el sector
informal40 de la economía desempeñándose en la rama de la construcción o mediante
el ofrecimiento de distintos servicios a familiares y vecinos (principalmente de
jardinería). A modo de ilustración, en el primer grupo de jóvenes se encuentra Marcelo,
quien comienza a trabajar como peón de albañil a los 15 años de edad para disponer
de recursos y poder gastarlos en sus “vicios”; accede al trabajo a través de su padre
aunque sólo se desempeña en la actividad durante una semana, volviendo más
adelante a trabajar “un par de veces” junto a él. En el segundo grupo, podemos
resaltar el caso de Germán, este joven ingresa al mercado laboral a los 12 años de
edad realizando tareas de jardinería en el barrio, en un principio al interior de su
círculo parental. Actividad que luego extenderá hacia zonas aledañas cuando
comienza a trabajar con su padre, quien debe afrontar un período de suspensión en la
fábrica donde trabaja.
Como traslucen estos ejemplos, podemos afirmar que el modo en que se
constituyen los itinerarios laborales se comprenden mejor en función de las
circunstancias estructurales que por las opciones personales de elección.

40
Los estudios de la OIT y del PREALC han puesto de relieve las característica que asume el sector
informal: lo componen unidades de producción muy heterogéneas, existe facilidad de entrada al sector,
los mercados en los que operan son competitivos pero no están reglamentados, predomina la utilización
de recursos y factores de producción de origen local, los bienes de producción son propiedad de personas
físicas y de sus familiares, las actividades son de pequeña escala y predominan las de carácter inestable
o ambulantes, se usan tecnologías poco productivas e intensivas en el uso de la fuerza de trabajo, las
calificaciones profesionales han sido adquiridas fuera del sistema escolar formal, en cada unidad de
producción trabaja un número pequeño de personas y predominan las formas de empleo no asalariado y
los trabajadores familiares no remunerados (OIT, PREALC, 1978). Posteriormente, Tokman (1999)
describió al sector informal como una estrategia de sobrevivencia, por parte de aquellos trabajadores que
buscaron un refugio en las actividades informales al ser expulsados del mercado de trabajo formal (Neffa,
2005). Como explica Pérez Islas: “las actividades ‘informales’, que en principio se consideraron
coyunturales y acotadas a un sector […] después se fue observando que se hicieron extensivas a
sectores que la misma dinámica de agotamiento del modelo económico fue expulsando de las actividades
productivas formales. Esto es importante porque, en varios sentidos, las actividades informales se vuelven
funcionales al mismo proceso de producción y llegan para quedarse (cuanto menos en este modelo
instaurado), afectando sobre todo a los recién llegados (los efectos en la población juvenil los conocemos:
mayores tasas de desempleo, devaluación educativa, permanencias laborales intermitentes, etc.)” (2008:
178).
95
Precisamente, un conjunto de investigaciones en América Latina y Argentina han
destacado que los grupos de jóvenes de sectores bajos enfrentan oportunidades
desiguales, producto de la persistencia de un funcionamiento heterogéneo y
segmentado de la estructura productiva y socio-ocupacional (Labarca, 2004; Jacinto,
2004; Novick, 2004, 2010; Salvia, 2003, 2010). Las características que adopta la
inserción laboral juvenil pone de relieve la necesidad de incluir dimensiones relativas al
origen social a la hora de explicar su condición ocupacional. 41
En este punto, es importante señalar que el sector de actividad es también un
indicador del segmento del mercado laboral en el que se insertan desigualmente los
jóvenes. La problemática de la juventud se explica a través de la dinámica de
funcionamiento de sectores típicamente “juveniles” que contratan a este grupo de edad
para desarrollarse en actividades de baja productividad, mayor rotación e inestabilidad,
como el comercio minorista, la construcción y los servicios personales (Pérez, 2007).
Al mismo tiempo, se puede constatar que el acceso a un determinado sector se
produce de modo diferenciado entre los jóvenes al considerar sus características
sociales y educativas. Un caso típico de inserción laboral para los entrevistados ha
sido el sector de la construcción, el cual aparece como un ámbito especialmente
atractivo para los jóvenes provenientes de hogares de menores recursos o con bajos
niveles educativos. Según datos de la EPH para el 3° trimestre de 2010, la
participación juvenil en esta actividad aumenta a medida que desciende el nivel
educativo: un 14% alcanzó sólo la primaria incompleta y más del 50% tiene primario
completo o secundario incompleto (Herger, 2012). 42

41
Tanto la perspectiva de la segmentación como también los estudios que abordan el origen
socioeconómico, han puesto en evidencia la desigualdad de las trayectorias laborales juveniles. Una
investigación reciente (Pérez y otros, 2013) analiza el modo en que el origen social afecta las
posibilidades de inseción en el mercado de trabajo, delineando distintas trayectorias laborales para los
jóvenes del Gran Buenos Aires. Desde un abordaje cuantitativo, a través de la EPH durante el período
2003-2010, se observa que la mejora en los indicadores laborales ha sido acompañada por la persistencia
de una estructura ocupacional segmentada. Desde este lugar, se destaca que los jóvenes de estrato alto
presentan mayor estabilidad en la ocupación no precaria en comparación a los jóvenes de estrato bajo (el
81,2% y el 66%, respectivamente), en tanto que en la ocupación precaria ocurre lo contrario (el 46,3% y el
51,6%).
42
La industria de la construcción es uno de los sectores de la economía que presenta los valores de
informalidad más elevados. Según datos de la EPH, para el año 2010 la tasa de empleo no registrado en
la construcción (62,4%) casi duplica el correspondiente al total de los asalariados (33,7%), siendo la tasa
más alta después del trabajo doméstico (Herger, 2012). A la alta informalidad como característica
distintiva del sector se suma la subcontratación, que implica que las empresas tengan un escaso número
de empleados en relación de dependencia -en general altamente calificados y en puestos claves- y
contraten al resto de los trabajadores en función de las necesidades de cada proyecto, conllevando una
mayor flexibilización laboral (Pastrana y otros, 2008; Ruggirello, 2011; Mingo y otros, 2013). En esta línea,
es relevante indicar que las oportunidades en materia laboral dependen de la unidad productiva en la que
logren insertarse los jóvenes que, en el caso estudiado, se desarrollan en el marco de una alta
informalidad laboral donde predominan relaciones de parentesco, amistad o vecindad.
96
Como apuntamos en el capítulo 2, el estudio se inscribe dentro de la
perspectiva de las trayectorias. La relevancia de este enfoque radica en el carácter
longitudinal que implementa para comprender las nuevas condiciones que subyacen a
la relación que establecen los jóvenes con el trabajo; en contraposición a las
investigaciones clásicas que analizan estos vínculos desde un punto determinado en
el tiempo. La introducción de miradas diacrónicas se vincula fuertemente a la
concepción de la inserción como un proceso complejo que no necesariamente culmina
con la integración laboral. Siguiendo a Bourdieu (1988a, 1997b), se requiere abordar el
punto de partida y de llegada de un recorrido, atendiendo el marco estructural en el
que se desarrolla. Si bien, a la hora de reconstruir el proceso de inserción laboral
ocupa un lugar importante en su descripción la actividad desarrollada y el segmento de
la economía, es necesario considerar nuevas características que atiendan la manera
peculiar en que los jóvenes ingresan al mundo del trabajo. Así, es fundamental
analizar las prácticas laborales en relación a las entradas y salidas del mercado de
trabajo, los cambios sectoriales u ocupacionales, el tiempo de duración y la calificación
de las actividades desarrolladas.
Las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados se distancian de la
imagen clásica del empleo asalariado, identificado con un contrato de duración
indeterminada, beneficios sociales cubiertos, posibilidades de promoción y de
proyección a largo plazo. Por el contrario, sus itinerarios están conformados por
continuos “rebusques” de escasa calificación, que carecen de una relación jurídica con
el empleador o se ubican en el autoempleo. Insertos en condiciones laborales
desprotegidas, se caracterizan por la ausencia de seguridad social “es todo en negro,
viene todo de palabra” (Darío, 26 años) y la falta de estabilidad “changuitas... iba un
sábado, un domingo, un lunes, cuando te precisaban […] te iban a buscar a la
esquina” (Jeremías, 20 años). En el marco de derechos laborales ausentes, estos
jóvenes son muchas veces víctimas de diversos abusos:

-La Asignación [Universal por Hijo] hace dos meses que no la puedo cobrar, tengo que
ir a hablar porque me saltó que estoy en blanco […] pero es como un blanco trucho
[…] figurás como que estás en blanco pero no te pagan nada (Darío, 26 años).

-Tenía contrato para trabajar ocho horas por día y no se cumple, trabajo diez horas por
día. Y esas dos horas de más, no me las pagan […]. Los sábados son seis horas,
ponele que tenemos que trabajar de 8:00 a 13:00. Y no, trabajamos lo mismo que se
labura un día normal (Marcos, 23 años).

97
Una vez incorporados al mercado de trabajo, los jóvenes alternan por diversas
ocupaciones de corta duración. Como traslucen los distintos relatos, la secuencia
laboral se configura a través de “changas”, donde la opción de trabajar se caracteriza
por su condición puntual, irregular e indeterminada (“un tiempito”, “en el día”, “un par
de veces”). La ocupación es descripta así por su carácter contingente e inconstante, a
la vez que es acotada temporalmente, en el marco de un horizonte de inestabilidad
duradera. A través de estas trayectorias intermitentes los jóvenes desarrollan una
multiplicidad de actividades laborales que guardan poca vinculación entre sí: “trabajé
en una banda de cosas”; “hice todos laburos diversos”; “laburé de tantas cosas”. Estos
fragmentos evidencian el quiebre de aquellas pautas de integración hegemónicas para
otro momento histórico donde las carreras ocupacionales eran consideradas para toda
la vida; por el contrario, los recorridos ilustran una sucesión de empleos informales
donde lo que prima es la variedad.
Como explican Salvia y Chávez Molina (2007), los profundos cambios operados
en la estructura social y en el mercado de trabajo argentino desde mediados de la
década del ‘70, y consolidados durante los años ‘90, abrieron el camino a un conjunto
de recorridos impregnados de rupturas y de estrategias diversas que encuentran su
mayor expresión en las múltiples formas que asumen las prácticas laborales en
condiciones de precariedad y segregación espacial. En este marco, la fragmentación
social ha generado una dispersión de estrategias de rebusques, donde la disposición a
trabajar implica un saber “arreglárselas” y una convivencia constante con lo aleatorio
(Otero, 2009); lo cual se manifiesta en el relato de aquellos jóvenes que expresan
trabajar “de cualquier cosa, lo que venga” (Marcelo, 17 años).

-Con 20 años que voy a cumplir no me puedo quejar, porque tengo a mi primo que
tiene 21 años y lo único que sabe hacer es cortar pasto; no se tira a buscar un laburo
como para probar. Es como que vive de los padres, no sabe ponerle el pecho a los días
fríos, a los días de lluvia que tenés que ir a laburar, no importa la hora que sea. Yo soy
más chico que él y todos los trabajos que pasé… (Felipe, 19 años).

Por consiguiente, los jóvenes se ven apremiados a realizar trabajos


ocasionales, en el extremo más deteriorado del circuito laboral, principalmente debido
a que el tipo de ocupación que realizan adquiere un carácter temporal e informal.
Como hemos adelantado de manera precedente, un punto nodal de inserción para los
jóvenes es la industria de la construcción. La eventualidad de la relación laboral es
aquí una característica vinculada al proceso de ejecución de obra (Mingo y otros,
2013), que provoca las constantes entradas y salidas del mercado de trabajo; como se
98
refleja en la sugestiva frase: “albañil es pan para hoy y hambre para mañana” (Gastón,
18 años).
En este marco, se van configurando trayectorias laborales signadas por una
alta rotación entre ocupaciones informales que traslucen vínculos intermitentes con el
mercado de trabajo y, en consecuencia, cambios eventuales en la condición de
actividad. Por esta razón, el proceso de inserción laboral de los jóvenes no puede
considerarse un “momento”, ya que es un prolongado y complejo camino, que
evidencia una diversidad de transiciones caracterizadas por la alternancia entre
distintos tipos de ocupaciones, períodos de desempleo e inactividad. Ante estas
secuencias laborales discontinuas, se desdibujan las certidumbres en torno a un
empleo (Chitarroni y Jacinto, 2009). La informalidad e inestabilidad de las inserciones
ocupacionales suscita en los jóvenes la búsqueda de estrategias cuya singularidad
trastorna los modos tradicionales de entrada a la vida adulta y productiva, perdiendo
vigencia en este contexto la noción de “trayectorias lineales” (Pais, 2007; Bendit y
otros, 2008) y de “carreras laborales” (Sennett, 2000; Dubar, 2001).
Como categoría clásica de la sociología del trabajo, la noción de carrera laboral
lleva implícita la idea de movimientos ordenados, que suponen una cierta planificación,
a través de los cuales se mejora la ocupación. Dicha categoría implica no sólo una
pauta determinada y fija de sucesión de un empleo a otro, sino también revela un
patrón de progreso de trabajos de bajo a alto estatus (Mauro, 2004). De acuerdo a
Balán y otros (1977), el concepto de carrera hace referencia a “un juego de
ocupaciones ordenadas, relacionadas funcional y jerárquicamente, por lo que la
experiencia de una de ellas es requisito necesario para pasar a la siguiente” (1977:
165). Sin embargo, en la actualidad tal aproximación resulta infértil para cubrir el
conjunto heterogéneo de experiencias que presentan los jóvenes en su curso laboral.
Las historias laborales no pueden captarse a través de un esquema lineal
unidireccional, imagen de una progresión hacia la estabilidad. La tendencia a inscribir
el análisis de trayectorias laborales en los estudios sobre movilidad, necesita atender
otros modelos analíticos que examinen aquellos trayectos signados por la precariedad,
la informalidad o la vulnerabilidad. Como sostiene Casassus:

Este tipo de lógica no se puede aplicar en el caso de poblaciones precarias cuya


existencia está más marcada por la lucha por sobrevivir e insertarse en la sociedad que
por proyectos de movilidad. Antes de abordar el tema de la movilidad hay que explicar
los movimientos de entrada y salida del asalariado, el paso frecuente por la
desocupación, por la actividad informal (1998: 128).

99
La trayectoria laboral de Mauricio evidencia esta relación ocupacional irregular
e inestable, caracterizada por contratos de tiempo determinado y legalmente
desprotegidos. A los 12 años de edad, este joven comenzó a trabajar como empleado
en una verdulería, hasta que el comercio cerró, ingresando luego como ayudante de
albañil (actividad que realiza su padre). A partir de allí, transitó por distintos períodos
de desocupación; en razón de una contratación informal, su continuidad laboral estaba
sujeta a la voluntad del empleador: “se había parado una obra y como no
conseguíamos laburo quedamos todos parados”. Como estrategia de sobrevivencia,
Mauricio comenzó a cirujear, actividad fértil en la zona donde vive, dadas las
características que asume el espacio barrial del asentamiento donde muchos de sus
habitantes están abocados a la recolección informal de residuos. Al momento de
realizar la entrevista, este joven de 24 años de edad, hacía un año que se encontraba
trabajando como cooperativista (actividad que realiza su madre), ocupación que
complementa permanentemente con diversas changas: de jardinería, albañilería,
recolección de residuos y en el hipódromo. Todas ellas temporarias, sin registro y
obtenidas a partir de sus redes personales.
Las entradas circunstanciales en el mercado de trabajo secundario, la rotación
laboral y la alta movilidad entre condiciones de actividad provocan que las trayectorias
de estos jóvenes posean un horizonte muy limitado en cuanto a la formación, que se
orienta básicamente hacia el trabajo manual y poco cualificado. En efecto, estas
trayectorias desestructuradas no se desarrollan siguiendo un patrón de acumulación
que habilite la constitución de una identidad laboral o la conformación de un oficio.
Retomando la distinción que realiza Guerra Ramírez (2008), mientras el oficio -y es el
caso también para las profesiones-, designa una cualificación o la posesión de una
competencia técnica, que remite al mismo tiempo a una identidad propia (se “es”
albañil); el puesto de trabajo describe una situación en la que no se posee ningún
capital formativo y la identidad profesional permanece en la indefinición.
Las ocupaciones a las que acceden los jóvenes no constituyen una experiencia
relevante en términos de saberes y competencias, las mismas brindan una escasa
cualificación por tratarse de actividades rutinarias, repetitivas, que se agotan en la
propia realización; careciendo de un vínculo tanto con la calificación técnica como
también con aquellos conocimientos formales adquiridos de la escuela. Esta situación
se acentúa al constatar que la mayoría de los entrevistados nunca participó de algún
programa de capacitación en la búsqueda por formalizar saberes, habilidades y
competencias para el trabajo. Como se vislumbra en el siguiente relato de Jeremías,
quien alude al carácter “físico” del trabajo y a la intermitencia ocupacional -en visitas al

100
campo posteriores a la entrevista este joven se encontró realizando la actividad
descripta.

-Hacía changuitas, me gustaba salir, porque tengo un compañero en frente que sale
con el camión a juntar bosta, y yo me enganchaba. Pero eso lo hacía porque quería,
porque quería salir con mi compañero, iba y lo acompañaba
-¿Y cuántas veces fuiste a laburar ahí?
-Una banda de veces de pibito
-¿A qué edad?
-A los 17
-¿Y hacías buena plata?
-Sí, te ayuda. Pero el trabajo es para un pibe que… para mí no, digamos, soy un
parásito porque hay que levantar una bolsa de 100 kilos, yo iba a palear, a ayudar,
pero te cansás. Encima el olor no… no ayuda. Me hago el cumbierito, el que me sé
todo y sentís el olor ese y no te gusta (Jeremías, 20 años).

Si bien en algunos pocos casos los jóvenes han logrado conformar un oficio, lo
anterior no significa que consigan superar las condiciones de informalidad e
inestabilidad laboral. Precisamente, las características que adopta la inserción laboral
juvenil de sectores bajos es producto de la persistencia de rasgos estructurales en el
mercado de trabajo, que continúa funcionando de manera dual y segmentada. Este
funcionamiento encuentra su correlato en el sistema de formación, donde los jóvenes
logran desarrollar competencias que no están certificadas, como enuncia uno de los
entrevistados: “cosas que te llevan a aprender por necesidad de dinero, que vas
mirando y lo vas aprendiendo” (Marcos, 23 años). En el marco de estas circunstancias,
no es ilógico que los jóvenes elijan otros rumbos laborales posibles por sobre el
camino del oficio.

-Después de ahí empecé a hacer changuitas de electricidad en el barrio, me fue muy


bien. Por el oficio que aprendí, hoy en día soy un electricista. Bueno, me llevó a estar
bien y mal porque no tenía trabajo estable, o sea, vivía de changuitas yo. Hasta que
después pegué la cooperativa (Marcos, 23 años).

Una mención especial merece el trabajo en las cooperativas que realizan los
jóvenes pertenecientes al Centro Comunitario (CC). 43 En este punto, es interesante

43
Se trata de la línea “Ingreso Social con Trabajo” del Programa “Argentina Trabaja”, liderado por el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. El programa fue impulsado a mediados de 2009 y consiste
en la organización cooperativa de trabajadores para la ejecución de pequeñas y medianas obras públicas
101
observar el carácter paradójico de las cooperativas en tanto representan una
ocupación temporal, mediante la cual muchos de los jóvenes alcanzaron cierta
estabilidad en relación a sus trabajos anteriores. La cooperativa es identificada como
un “paliativo” -en términos del director del CC-, que asegura cierta continuidad en el
trabajo, aunque no garantiza un proyecto futuro asociado al mismo: “tampoco de una
cooperativa voy a vivir” (Paco, 19 años); “si esto no te va a durar toda la vida” (Juan,
19 años). A su vez, es importante señalar el carácter complementario que asume esta
actividad en los jóvenes, al ser desarrollada paralelamente junto a una multiplicidad de
changas y trabajos ocasionales. Es el caso de Juan, quien comienza a trabajar “en el
carro” a los 14 años de edad, y continúa hasta la actualidad, combinando de manera
esporádica este trabajo con la actividad que desarrolla en la cooperativa.
En este sentido, desde una mirada que complejiza los postulados de un
conjunto de orientaciones teóricas que plantean la imprevisibilidad de las trayectorias
juveniles contemporáneas (Pais, 2007; Gil Calvo, 2009); un dato interesante que
emergió del trabajo de campo refiere a la previsibilidad de secuencias ocupacionales
contingentes en razón de la intermitencia e inestabilidad laboral que experimentan los
jóvenes en su vida cotidiana. La inseguridad ocupacional se naturaliza a medida que el
trabajo estable se desdibuja de la experiencia transmitida por las viejas generaciones.
En un contexto carente de las condiciones objetivas que permitan desarrollar
trayectorias concebidas como secuencias lineales o predeterminadas, el trabajo
precario e informal deja de ser una opción temporal o transitoria para convertirse en el
único camino que prevalece a lo largo de todo el itinerario laboral. En términos de
Castel, estamos asistiendo a “la instalación en una precariedad que podría constituir
un registro permanente de las relaciones del trabajo” (2010: 46). Fenómeno que se
manifiesta a través del relato de ciertos jóvenes que arguyen no haber vivido períodos
de desempleo:

-¿Estuviste mucho tiempo desocupado, buscando trabajo?


-No, nunca estuve desocupado porque terminaba eso y agarraba el carro ahí.
Siempre mal o bien el carro te va a ayudar. Tenía algo seguro (Fermín, 19 años).

comunitarias. Según sus objetivos, este programa se propone crear “oportunidades de inclusión que
permiten mejorar la calidad de vida de las familias de los barrios a través de la generación de puestos de
trabajo, la capacitación y la promoción de la organización cooperativa para la ejecución de obras de
infraestructura”. Argentina Trabaja está “destinado a personas en situación de vulnerabilidad, sin ingresos
formales en el grupo familiar, sin prestaciones de pensiones o jubilaciones nacionales ni otros planes
sociales”. Hacia junio de 2010, el programa contaba con 150.000 beneficiarios y, en la distribución por
edades, los jóvenes de 18 a 24 años representaban el 34,1% (OIT, 2011), aproximadamente un tercio de
los beneficiarios. Página web del Ministerio de Desarrollo Social:
http://www.desarrollosocial.gob.ar/ingresosocialcontrabajo/114
102
-¿Tuviste un tiempo que buscabas y no encontrabas trabajo?
-No, así nunca estuve. Si salía algo que me convenía me iba
-Y en la época que estabas de gasista, que salían trabajos cada tanto ¿cómo te las
arreglabas?
-Ahí cuando ya no tenía laburo. Te las arreglabas, [hacía] changuitas y si no
encontrás nada, cirujeas. Es corta o salís a meter fierro [robar], pero yo elegía lo otro,
salía a cirujear (Ramiro, 29 años).

Incluso, para muchos de los entrevistados las oportunidades laborales son


espontáneas, asumiendo una actitud pasiva en torno al trabajo. De este modo, la
búsqueda laboral resulta un proceso pasivo cuya principal actividad es esperar a que
surja una posibilidad de empleo. Para este grupo de jóvenes el acceso a una
ocupación no se les presenta como una dificultad, sino que el trabajo los encuentra a
ellos: “hasta ahora ningún trabajo busqué yo, me los ofrecieron” (Elio, 18 años), “me
venían a buscar” (Jeremías, 20 años). Como apuntamos de manera precedente, en las
primeras incorporaciones al mercado de trabajo los lazos familiares y las redes
comunales juegan un papel clave para la obtención de una ocupación.
Por el contrario, otro grupo de jóvenes señala haber pasado por períodos de
búsqueda laboral de corta duración. 44 Los entrevistados se enfrentan no tanto a la
desocupación crónica o al desempleo de largo plazo sino más bien a una inestabilidad
plena en la inserción, que provoca en algunas ocasiones un efecto de desaliento con
su consecuente retiro del mercado de trabajo: “me cansaba de buscar” (Luciano, 20
años); “después de ahí no salí nunca más a buscar… ya no conseguí” (Marcelo, 17
años). En términos generales, la búsqueda laboral suele no materializarse en acciones
sistemáticas y sostenidas en el tiempo, situación que se vincula a las estrategias
informales desplegadas basada en familiares y conocidos.

-¿En todo este tiempo pasaste por períodos de desempleo?


-Si
-¿El más largo cuál fue, que estuviste buscando y no conseguías trabajo?
-El más largo fue de 6 meses, que estuvimos parados y no conseguí laburo. Y
después arranqué con el mismo hombre, le salió para hacer una casa y me llamó
-¿Y cómo viviste esos 6 meses que pasaron?
-Re bajoneado, sin laburo. No tenés plata para salir con amigos, re bajón, re bajón
(Mauricio, 24 años).

44
De acuerdo con la definición internacional, se entiende por desempleo de larga duración (DLD) a aquel
que supera los 12 meses (OIT, 2007).
103
En consecuencia, la continuidad laboral se presenta como la principal
problemática a la hora de reconstruir las trayectorias laborales de los jóvenes: “pero no
trabajé un año, trabajé cosas… changuitas que hice” (Jeremías, 20 años). En la
mayoría de los casos analizados un cambio sectorial u ocupacional no significa una
mejora en las condiciones de trabajo. Por esta razón, un interrogante de la
investigación examina si dentro de ese horizonte de inestabilidad duradera ¿es posible
vislumbrar para estos jóvenes alguna posibilidad de carrera laboral? A través de una
aproximación a los relatos descubrimos que los entrevistados tienen pocas
posibilidades de desarrollar una trayectoria laboral acumulativa. En contadas
excepciones algunos jóvenes logran cambiar de circuito, dando un salto hacia el
segmento primario del mercado de trabajo que, si bien vislumbra rasgos de movilidad
social ascedente en lo que respecta al cáracter registrado del trabajo, no alcanzan a
escapar del círculo de la precariedad -principalmente por las características de
subcontratación que adopta, siguiendo a Boltanski y Chiapello (2002), la dualización
del trabajo asalariado.
Sin embargo, estos jóvenes manifestan haber adquirido ciertas habilidades
más de tipo actitudinal y comportamental (De Ibarrola, 2004), al implicar no sólo la
entrada a un ámbito laboral diferente -en tanto disciplina de trabajo que involucra
códigos, rutinas, jerarquías y espacios laborales desconocidos-, sino también el
acceso a otro tipo de experiencia ocupacional desligada del mundo familiar. En
oposición a lo que sucede en la condición ocupacional de la mayoría de los
entrevistados, donde son prioritarios los lazos de parentesco, vecindad y amistad;
como es el caso de los cooperativistas: “en sí todos los chicos que estábamos
trabajando acá, éramos todos del barrio, nos conocíamos todos” (Marcos, 23 años).
Por otra parte, se destaca la retribución económica y la seguridad social como
característica distintiva del ascenso laboral. Como trasluce el relato de Marcos, un
joven que actualmente está trabajando en el depósito de un comercio ubicado en el
centro de la ciudad.

-¿Por qué te quisiste ir de la cooperativa y buscar otro laburo?


-De acá me fui porque… en sí, en lo económico, no era lo mismo
-En este te pagan más
-Claro, en el laburo este estoy en blanco, tengo obra social, tengo una ART, tengo un
sueldo por mes. O sea, cambian muchas cosas. Yo antes estaba pensando cómo
hago para llegar al mes. Porque a veces vos ganabas en la cooperativa $1200 y nadie
vive en este tiempo con $1200. Tenía que sobrevivir de alguna otra cosa más
(Marcos, 23 años).
104
En definitiva, en el campo laboral las posiciones de origen y de llegada -es
decir, la reconstrucción de las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados-
revelan destinos diferentes que abarcan: desde experiencias ocupacionales formales
con cierta estabilidad, a las que sólo acceden unos pocos casos; pasando por jóvenes
que no logran la obtención de un empleo estable, donde las changas y ocupaciones
temporales reflejan las entradas circunstanciales en el segmento secundario del
mercado de trabajo; hasta la participación de jóvenes en programas de apoyo a la
inserción laboral, e incluso, la elección por formas ilegales de adquisición de recursos
(véase capítulo 6).
Para finalizar este apartado, es necesario subrayar las dificultades que
surgieron en el trabajo de campo para reconstituir trayectorias que impiden
cronologizar “la secuencia de acontecimientos” -en palabras de Godard (1998)- que se
inscriben en una biografía laboral. Las implicancias de una experiencia laboral
evanescente, siempre discontinua e incierta, se vislumbra en los relatos que
conforman los jóvenes sobre sus itinerarios laborales. Ante la imposibilidad de develar
un horizonte temporal sobre el conjunto de referencias prácticas, los entrevistados
describen escenas cortas donde no se advierte un hilo conductor que otorgue
inteligibilidad al rumbo laboral. Dificultad que se evidencia en el olvido o no registro de
marcadores espacio-temporales tales como fechas, tiempos de duración, lugares,
secuencias diacrónicas que identifiquen el “antes” y el “después” de un recorrido.
Más allá de que como indique Bourdieu (1997b), resulte una quimera
aprehender una historia de vida como una concatenación de acontecimientos
sucesivos y causales, a diferencia de lo que plantea el autor, dicha “ilusión biográfica”
no se advierte ni siquiera en el nivel discursivo de los jóvenes. Los silencios y olvidos
en medio de los relatos apuntan a cuestionar la idea de una trayectoria lineal y
fácilmente narrable. Sennett sugiere un interrogante interesante vinculado a este tema:
“¿cómo puede un ser humano desarrollar un relato de su identidad e historia vital en
una sociedad compuesta de episodios y fragmentos?” (2000: 25). Las siguientes
entrevistas revelan la dificultad de cronologizar las trayectorias analizadas.

-¿El de gasista cuando tiempo lo hiciste?


-No, ese no tiene tiempo, él me llamaba cuando necesitaba una mano […]. Agarraba
changuitas, cosas así. Pero no eran trabajos como el de Club de un año (Ramiro, 29
años).

-¿Generalmente por cuánto tiempo te dicen?


105
-No, no me ponen tiempo. Muy pocas veces me ponen tiempo; y cuando me ponen
tiempo, es por un par de días… exagerando una semana, ponele (Herlo, 16 años).

-¿Y cuánto tiempo duraste ahí?


-Duré un par de… un tiempo… no me acuerdo cuánto duré, pero duré bastante
tiempo
-Meses, semanas…
-Casi ya… duré una banda ¿no? casi para las fiestas… ¿Cuánto duré?… yo sé que
duré banda (Marcelo, 17 años).

Frente a este panorama, sostenemos que en las trayectorias laborales de estos


jóvenes prevalece una concepción fragmentada del tiempo. Precisamente, las
transformaciones en el mundo del trabajo tienen un impacto en la temporalidad
subjetiva; el modo en que los jóvenes conciben el tiempo se aparta de aquella
concepción lineal o progresiva dominante en las sociedades industriales. La
fragmentación de los patrones de referencia temporal se asocia a la inestabilidad de
las trayectorias ocupacionales. Siguiendo a Casal (1996), estos jóvenes se ven
excluidos del marco estructurador del trabajo, que constituyó un referente de ubicación
social y temporal durante el modelo societal vigente en el período anterior. En el
esquema contemporáneo la experiencia laboral está regida por el “nada a largo plazo”
(Sennett, 2000).
No obstante, como señala Feixa “no sólo el tiempo construye socialmente lo
juvenil; también la juventud construye socialmente el tiempo, en la medida en que
modela, readapta y proyecta nuevas modalidades de vivencia temporal” (2003: 23). De
este modo, el tiempo puede presentar ritmos y valores distintos; modos diferentes de
ser comprendido y experimentado (Urresti, 2012). Un caso ilustrativo es el de Luciano,
este joven no sólo no recuerda el momento y la actividad que desarrolló en su primer
trabajo, sino que además a lo largo de su relato establece series temporales difusas
“un tiempo”, “algunas veces”, “hace poco”, sin referencia a los marcadores del
calendario occidental (horas, días, meses, años). Pese a ello, establece un evento
crucial para cronologizar su trayectoria como es el nacimiento de su primer hijo: “fue
antes de que nazca el bebé”. Es interesante observar que en esta entrevista, como en
muchas otras, la historia laboral de los jóvenes se va conformando en el mismo
instante en que se relata la biografía, mediante un proceso en el que se significan
sucesos, actividades y tareas olvidadas que resurgen -en el momento de indagación- a
la luz de otros acontecimientos vitales.

106
Por último, la dificultad de reconstruir las trayectorias se evidencia también en
que, en variadas oportunidades, se descubrió al volver a indagar que lo que definían
los entrevistados como primera ocupación, en verdad no lo era. Situación que se
presenta no sólo en aquellos jóvenes que se desempeñan como trabajadores
familiares al ingresar al mercado laboral, sino también en aquellas ocupaciones que no
son catalogadas por los entrevistados como una actividad laboral. Estos “no trabajos”
se imbrican de manera intermitente con otras tareas perdurando a lo largo de las
trayectoria y se caracterizan por el hecho de que algunos jóvenes ni siquiera los
incluyen en sus currículums vitae. Como responde Sebastián al repreguntar por su
primera ocupación: “sí acá, cortarle el pasto a los vecinos… pero trabajo, trabajo, en sí
no…” (Sebastián, 27 años).
Una clave analítica para comprender la pluralidad de sentidos que adquiere la
actividad laboral reside, como desarrollamos en el próximo apartado, en la
diferenciación que establecen los jóvenes entre “la changa” y “el trabajo”. Antes de
continuar con el análisis es importante resaltar entonces que los relatos juveniles dejan
entrever la necesidad de atender a elementos subjetivos a la hora de reconstruir una
trayectoria, al permitir problematizar qué significados adquiere el trabajo y, por lo tanto,
cuándo comienza y qué tareas conforman un itinerario laboral.

4.2. Los sentidos del trabajo en disputa: ¿el trabajo como fin o medio de
subjetivación?
En este apartado se busca explicar la inserción laboral más allá de los
condicionantes estructurales, incorporando categorías de análisis que incluyan
dimensiones subjetivas referidas a representaciones, aspiraciones y expectativas de
los propios jóvenes. En especial, se indaga los sentidos que adquiere el trabajo a lo
largo de las trayectorias juveniles. Partimos de la idea de que los cambios más
profundos que afectaron al mundo del trabajo, en el último cuarto del siglo pasado,
revelan nuevos significados y modos de actuar en las jóvenes generaciones.
Como se observa en el siguiente cuadro, distinguimos dos niveles de análisis
en el abordaje de los significados que adopta el trabajo para los jóvenes. Un sentido
intrínseco que pone foco sólo en la esfera laboral, donde el trabajo se presenta como
un valor en sí mismo; desde este plano, se toma en consideración tanto los horizontes
de posibilidad que delimitan el campo de las distintas actividades laborales a las que
acceden los jóvenes en su vida cotidiana, como también los anhelos y proyectos que
involucran las formas que asume esa categoría más allá de su realización. El sentido
extrínseco se define, en cambio, por la relación que el trabajo establece con otras

107
esferas vitales, entendiendo que su distinción es esencialmente analítica debido a que
las mismas están imbricadas y construyen en su conjunto las trayectorias juveniles.

Cuadro N° 1: Sentidos extrínsecos e intrínsecos del trabajo

Conceptualización Interrogantes clave

Horizontes de posibilidad laboral ¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Qué otros


(ocupaciones realizadas) trabajos tuviste? ¿Cómo creés que será
tu trabajo dentro de 5 años?
Sentidos
Intrínsecos
Proyectos y anhelos laborales ¿Qué es un “buen trabajo”? ¿Cuál es la
(ocupaciones imaginadas) característica más importante que tiene
que tener un trabajo?
¿Qué deseas para tu vida laboral?

Trabajo en relación a otras esferas vitales: ¿Qué lugar ocupa el trabajo en tu vida?
Sentidos Educación ¿Siempre pensaste así o cómo lo veías
Extrínsecos Familia antes?
Grupo de pares/barrio ¿A qué aspecto de tu vida le das más
importancia?

Los sentidos intrínsecos del trabajo: entre la experiencia vivida y la


persistencia de un imaginario compartido
Para abordar los sentidos intrínsecos que adquiere el trabajo en los jóvenes es
fundamental remitirse en un primer momento a su significado genérico que revelamos,
más allá de situaciones imaginadas o experimentadas, bajo la formulación del
interrogante: ¿Qué es el trabajo? Esta pregunta originó profundos silencios o
respuestas titubeantes entre los entrevistados. Al volver a indagar cuál era la palabra
con que se asocia esa categoría, primó como respuesta los términos “ayuda” y “plata”,
donde en ocasiones ambos sentidos se entrecruzaron en un mismo relato, como
explica Paco: “si no tenés plata, con qué comés después”. Si para un grupo de jóvenes
este vínculo pareciera reducirse a un sentido instrumental que asocia el trabajo a una
dimensión meramente económica; para otros, se relaciona con la necesidad, la
sobrevivencia o el fin expreso del consumo al cumplir funciones relativas a la
reproducción del grupo familiar. Más allá de estas primeras aproximaciones, en los
distintos relatos se observa que el trabajo representa algo fundamental en la vida de
los jóvenes, asociado muchas veces con la idea de progreso: “si no trabajas, no sos
nadie” (Mauricio, 24 años).

108
-¿Qué es un trabajo para vos?
-Ay, no sé
-¿Cuál es la primera palabra con la que lo asociás?
-Ayuda […]. El trabajo viene a ser futuro. Si no trabajas, no vas a llegar a ningún
lado, y no te tenés que conformar con lo que tenés porque si no te vas a quedar ahí.
Es siempre trabajar, y siempre aunque no sepas o te mandés cagadas, siempre querés
más, más, más, sino no vas a llegar a ningún lado. Es como que yo tenga la casita y yo
diga “no, ya está, si ya estamos bien” (Lautaro, 18 años).

-¿Y del trabajo vos qué pensás, qué es un trabajo?


-Una ayuda, ¿o no? Algo para progresar
-¿Con qué palabra lo asociás, por qué trabajás?
-Trabajo para estar más bien. No vas estar toda la vida arriba de un carro (Fermín, 19 años).

A partir de esta aproximación genérica a la dimensión simbólica del trabajo


pudimos develar la necesidad de diferenciar entre los horizontes de posibilidad, que
refieren a los significados que presentan las diferentes ocupaciones por las que
transitaron los jóvenes, y aquellas valoraciones en torno al trabajo que van más allá de
las posiciones ocupadas, al asociarse con los proyectos, anhelos y expectativas
juveniles. Es importante diferenciar ambos niveles en tanto la trayectoria laboral se
construye en los intersticios de unas y otras, en sus encuentros y contradicciones. En
esta línea, Longo (2010) alerta sobre ciertos riesgos que hay que evitar en el estudio
de las trayectorias laborales. Entre ellos, destacamos la “valoración ideológica”, es
decir, la evaluación normativa de las trayectorias únicamente a partir de la norma del
empleo asalariado, que tiende a juzgar las situaciones por su estabilización, inclusión,
exclusión, éxito o fracaso. Esto deja de lado otros criterios, que pueden ajustarse
mejor a las trayectorias no lineales e inestables que delinean los jóvenes en el actual
contexto histórico-social.
La clase de trabajo al que acceden los jóvenes configura, en términos de
Demazière y Dubar (1997), su universo socioprofesional, el mundo de sus posibles u
horizontes de oportunidad; es decir, las ocupaciones disponibles en su medio -acordes
al nivel de estudios, la posesión de ciertas competencias y la experiencia laboral-, a
través de las cuales orientan sus representaciones, sus prácticas y su acción futura.
Precisamente, en el cuadro N° 2 se identifica a partir de los relatos una distinción entre
los significados que adquiere el universo socioprofesional por el que transitan los
jóvenes y aquellos sentidos asociados con situaciones anheladas, que derivó en el uso
de un conjunto de categorías antagónicas: cómodo/ pesado; fijo/ changa; me gusta/ no

109
me gusta; saber hacer/ no saber hacer; ser alguien/ no ser nadie; las cuales estuvieron
ligadas a la disyuntiva con estudios/sin estudios.

Cuadro N° 2: Los sentidos intrínsecos del trabajo

-Y para vos, ¿qué es un buen trabajo? -¿Y el laburo te gusta? ¿Preferís laburar de otra
-Un buen trabajo para mí, bueno [duda]… cosa?
que sea cómodo, que no sea muy pesado, -El laburo es pesado, pesadísimo, de lo más
Cómodo/ Pesado por eso yo vengo a estudiar, porque pesado que hay, pero otra no queda, no hay
trabajaba de albañil y de albañil es pesado otra. Tenés que agachar la cabeza y darle, otra
y, bueno, tenés que sufrir en ese sentido no queda […]. Para darle de comer a mis hijos
(Gustavo, 18 años). me alcanza (Darío, 26 años).

-…no es que ya están los laburos


programados, capaz que no nos llaman un -¿Y después así qué otros trabajos tuviste que
día, una semana sin laburo y la otra te acuerdes?
semana sí […] -Ninguno más, cortar pasto… changuitas de
Fijo/ Changa -¿Qué entendés por “trabajo fijo”? ¿Qué es cortar pasto, podar árboles, entrar tierra y
“fijo” para vos, que decís eso? también escombros. Después trabajo, así, de
- Y un laburo de toda la vida, un laburo que albañil (Marcelo, 17 años).
estás ahí toda la vida, un laburo que lo sé
laburar (Mario, 16 años).

-Yo quiero conseguir un laburo, así de -Para vos, ¿cuál es la característica más
ayudante, de lo que sea, y después con el importante de un trabajo?
tiempo recibirme del laburo que me gusta -Que te guste. Porque si vas a hacer algo que
Me gusta/ No me gusta
-¿Recibirte en qué sentido? no te gusta, no vas a ir, y no lo vas a hacer
-Así como ser un maestro mayor de obra con ganas y lo vas a hacer mal. Y te van a
(Mauricio, 24 años). echar. O no vas a querer ir (Lautaro, 18 años).

-¿Y después del laburo de albañil, qué hiciste?


¿Seguiste laburando con tu viejo?
-¿Y por qué querías seguir el colegio? -Seguía con él y después empezamos a hacer
-Y… el colegio no me digas si lo quería un par de changas de electricidad… después
seguir porque, si me preguntás, te digo que nos tocó una obra de plomería. Y bueno,
no. Pero sí, lo quiero terminar después…
-¿Por qué? -¿Todo con él eso?
Saber hacer/ No saber -Así tengo un buen trabajo -Sí, después una vez que más o menos
hacer -¿Y qué es un buen trabajo? aprendí, así, boludeces de cada cosa, me
-Y tener un buen sueldo, es saber algo largué, o sea, me llamaban y iba. Antes capaz
-¿Cómo? como estaba laburando con mi viejo me
-Saber algo, un oficio, estar en blanco, preguntaban si quería… “no” dije, por
todo… (Marcelo, 17 años). vergüenza o por miedo de no saber nada. Y
bueno, después, más o menos como que
aprendí algo y me llamaban, sí (Herlo, 16
años).

-¿Cuál es el lugar que ocupa para vos el


trabajo en tu vida?
-Empecé el colegio para poder terminarlo,
-Y lo primero es el trabajo. Si no trabajás no
así el día de mañana poder ser alguien en
sos nadie
Ser alguien/ No ser el futuro y, bueno, tener buena salida
- […] ¿Y siempre pensaste así respecto al
nadie laboral también; y para ser una buena
trabajo o tuviste una época…?
persona en el día de mañana (Germán, 18
-Tuve una época que no laburaba pero cuando
años).
empecé a laburar me di cuenta que el trabajo
es importante (Mauricio, 24 años).

110
Como muestra el cuadro N° 2, las ocupaciones que realizan los jóvenes
involucran fundamentalmente el trabajo manual y no calificado, al que caracterizan
como “pesado”. Los jóvenes entrevistados relatan pasajes cortos por diversas
ocupaciones que no siempre califican para la adquisición de una práctica en un oficio o
actividad determinada, impidiendo el despliegue de una trayectoria acumulativa. La
duración de sus experiencias laborales suelen ser muy breves, la mayoría de las
veces bajo la modalidad de “changas”; es decir, trabajos esporádicos, irregulares,
ocupaciones de tiempo parcial que se realizan de forma recurrente. La inestabilidad de
sus inserciones laborales hace que establezcan una distinción respecto a aquellas
experiencias laborales a las que aspiran alcanzar asociadas con la estabilidad y la
regulación del tiempo social que el empleo otorga: “un trabajo fijo que vos sabes que
laburas todos los días” (Sebastián, 27 años).
En el marco de un mercado laboral que les deja pocas posibilidades para su
inserción -“otra no queda”-, los entrevistados delinean múltiples estrategias frente a la
falta de oportunidades que les impone su medio. En base a estas experiencias de
rebusque, que implica un saber “arreglárselas”, los jóvenes apuntan a obtener
“cualquier laburo, mientras que me pague, que tenga un buen sueldo, te laburo de
cualquier cosa” (Jeremías, 20 años); “que tenga sueldo fijo, ya te trabajo de cualquier
cosa” (Herlo, 16 años). Esta disposición a trabajar de “lo que venga” se manifiesta en
una suerte de identidad laboral indefinida, donde los jóvenes aspiran acceder a
cualquier clase de trabajo para sobrevivir.
Si en un primer momento el vínculo que establecen los jóvenes con el trabajo
pareciera reducirse a la privación o la supervivencia; al ahondar en los sentidos
ideales que adopta la actividad laboral hallamos, en contraposición, un horizonte
simbólico que se desliza hacia un conjunto amplio de significaciones que abarca desde
la utilidad social -“[no me gusta] estar al pedo” (Ramiro, 29 años)-, el divertimento -“un
ambiente [laboral] divertido, más alegre” (Elio, 18 años)-, hasta la realización personal
y la obligación moral -“las cosas para tenerlas, te las tenés que salir a ganar” (Felipe,
19 años). De este modo, los jóvenes buscan algo más que un intercambio económico
o una fuente de ingresos, anhelan poder identificarse con una ocupación -“que te
guste”-; involucrarse en el aprendizaje de calificaciones, habilidades y competencias
requeridas en el mundo del trabajo -“que yo lo sepa hacer”; “saber algo”-. En este
contexto, es que la actividad laboral comienza a ser vista como una fuente de
autoexpresión o de reconocimiento social -“ser alguien”.
Por otra parte, un dato llamativo es la vigencia del modelo tradicional de
sociedad salarial en los relatos de los jóvenes. Identificado para otro período histórico,

111
la situación de registro en el empleo fue una garantía de estabilidad que afianzó un
proceso de integración social, principalmente con el reconocimiento de los derechos
laborales ligados a la condición asalariada. En el universo simbólico de los jóvenes es
posible identificar la persistencia de este imaginario social correspondiente a otro
momento histórico pero que, como representaciones sociales vigentes, continúa
interviniendo en los sentidos y prácticas juveniles. Precisamente, frente a rumbos
laborales signados por experiencias esporádicas, desprotegidas y de tiempo parcial,
los jóvenes anhelan un trabajo estable que irrumpa con la intermitencia ocupacional y
les garantice una protección social: “que estés en blanco, que te paguen seguro,
aportes jubilatorio, todo. El día de mañana te vas a jubilar” (Fermín, 19 años).
De este modo, la definición acerca de lo que es para los jóvenes un “buen
trabajo” se vislumbra tanto en la situación de registro y calidad del empleo, como
también en el acceso a un ritmo de trabajo menos intenso (que no involucre la fuerza
física de trabajo); que presente condiciones horarias y salariales regulares, y posibilite
incluso el desarrollo de una carrera laboral. En este marco, las trayectorias
desestructuradas en el mundo del trabajo incitan a las nuevas generaciones a percibir
como atributo prioritario el hecho de “estar en blanco”, fundamentalmente porque casi
ninguno de estos jóvenes accedió alguna vez a una ocupación de estas
características. Ahora bien, siguiendo a Busso (2013), que los jóvenes anhelen un
trabajo de estas características no implica que lo reconozcan como probable en sus
propias trayectorias.

-Cuando buscás un trabajo, ¿a qué le das importancia?


-Al beneficio de que yo tenga un seguro médico para el nene. Si me pasa algo a mí
no me calienta, mientras yo pueda llevarlo al médico a mi hijo y muestre un papelito y
no te digan “no, vení mañana”, y te lo atiendan. Eso es un buen beneficio (Ramiro, 29
años).

Por consiguiente, en los relatos de los jóvenes se observa que lo que está en
disputa no es el significado del trabajo, asimilado aún con el empleo asalariado, sino
más bien sus modos de actuar (changas), frente a un mercado laboral que no les deja
mucho margen para su inserción. En un contexto de precariedad e inestabilidad
laboral los sentidos que los jóvenes establecen con el trabajo se orientan entonces
hacia un carácter instrumental, apareciendo el salario como el único criterio
determinante en una decisión laboral. El monto salarial es entonces una razón clave
para empezar a trabajar, pero también para continuar o abandonar una ocupación. En
este marco, la definición de un buen salario presenta significados diversos: ganar una
112
remuneración justa (“no fui más porque me pagaban poco”), disponer de ingresos que
no fluctúen mensualmente (“que tenga sueldo fijo”) y obtener recursos para acceder a
los bienes necesarios en ese momento de la vida de los jóvenes (“te envicias… te
agarra la edad que querés salir, que necesitás plata y laburás”).

-¿Cuál es la característica más importante de un trabajo? A la hora de buscar un


trabajo, ¿te fijas que tenga qué?
-[Risas] Y, que me paguen lo máximo posible… y sí, la plata. Todos nos fijamos en la
plata, todos vamos a trabajar por la plata. Te quiero decir, no que sea lindo, que esté
cómodo, no… yo voy a trabajar por la plata y así cubrirme mis necesidades, las
mías, las de mis hijos… (Sebastián, 27 años).

Para estos jóvenes que viven en condiciones de pobreza y desarrollan


actividades situadas en el extremo de la informalidad, se observa que lo que se ha
desdibujado es la posibilidad de desplegar un sentido simbólico del trabajo -búsqueda
de reconocimiento, gratificación, desarrollo de carrera-, pasando la dimensión
económica a ocupar el primer plano. Estos sentidos no son independientes de la
calidad y contenido de la actividad; al mismo tiempo, se configuran según los
márgenes de libertad con que cuentan los jóvenes en función de las condiciones
socioeconómicas adscriptas (Jacinto y otros, 2005). En otras palabras, el medio
cultural en que viven, el lugar que ocupan en la estructura social y las experiencias
cotidianas que enfrentan los jóvenes condicionan la manera en cómo perciben la
realidad del trabajo.
De este modo, la identificación con el mundo laboral resulta problemática
principalmente porque los contenidos y saberes de las tareas desarrolladas no
constituyen elementos significativos en la conformación de una subjetividad vinculada
al trabajo. Lo laboral pierde fuerza como referente identitario frente a la clase de
ocupación a la que pueden acceder los jóvenes dentro de sus horizontes de
posibilidad. Se establece así un vínculo instrumental con el trabajo, el cual aparece
como una empresa individual, orientada a satisfacer necesidades propias o del núcleo
familiar más cercano (Freytes Frey, 2009). En este punto, es importante señalar que
las transformaciones acontecidas en el mundo del trabajo de las últimas décadas,
impactaron en la subjetividad juvenil al provocar un continuo quiebre en las
trayectorias laborales y un profundo cambio respecto a la valoración del trabajo; el cual
ya no es percibido como lugar de acción colectiva ni de integración social, tampoco
como espacio de conformación identitaria. Siguiendo el planteo de Kessler,

113
“desprovisto de sus atributos tradicionales, el trabajo se reviste de un sentido
meramente instrumental” (2010: 48).
No obstante, de lo enunciado no se deduce que la esfera laboral pierda
importancia en la vida de los jóvenes. Por el contrario, se observa tanto una fuerte
disposición al trabajo, como también la necesidad de atender al imaginario simbólico
de cada joven, donde se juegan nuevos sentidos a la luz de las expectativas,
proyectos y anhelos laborales, que van más allá de los horizontes de posibilidad que
se encuentran a su alcance. Asimismo, como abordamos en el próximo apartado, una
de las hipótesis que plantea la presente investigación radica en la multiplicidad de
sentidos extrínsecos que la juventud atribuye a la actividad laboral y a su variación a lo
largo de diferentes etapas vitales. Los aportes de la aproximación longitudinal de las
trayectorias se evidencian en que las valoraciones en torno al trabajo lejos de ser
estáticas (Jacinto y otros, 2005), van modificándose en el transcurso de los recorridos
juveniles según una configuración de condiciones objetivas, experiencias biográficas y
proyectos futuros, donde los significados que asume son cambiantes y contingentes a
través del tiempo.
Desde este lugar, y como adelantamos en el capítulo 2, el análisis de la
temporalidad venidera se establece como una dimensión crucial en los estudios con
trayectorias. La importancia que reviste el análisis del porvenir en los itinerarios
juveniles, radica en que el tiempo presente no está determinado sólo por las
experiencias acumuladas del pasado de cada joven, sino que también forman parte de
él las aspiraciones y los planes para el futuro. De este modo, el devenir se establece
como un elemento fundamental en la constitución de las trayectorias laborales; las
decisiones futuras son parte constitutivas de los recorridos presentes, al tener las
expectativas, deseos y proyectos la capacidad para orientar las prácticas y las
elecciones actuales. El pasado como el futuro operan en el presente de los jóvenes,
en sus prácticas y representaciones, en sus elecciones u omisiones. Así, estas
diversas escalas de temporalidad entran en juego en el análisis y en la conformación
de las trayectorias, al constituirse el tiempo como un instrumento de orientación en el
mundo (Elias, 1989); donde el pasado estructura el presente (Bourdieu, 1991) y
prefigura un futuro (Pries, 1999).
En el caso analizado, las formas de anticipación al devenir por medio de
proyectos, planes y expectativas cumplen un rol fundamental a la hora de develar los
horizontes de posibilidad imaginables que despliegan los jóvenes del barrio Aluvión en
la constitución de sus itinerarios. En otros términos, los posibles rumbos de futuro se
encuentran enmarcados en un contexto de oportunidades socialmente estructurado.

114
De acuerdo con Longo (2012), las formas de anticiparse al futuro “vuelven explícitos
los campos de posibles imaginables por los sujetos en su contexto. Esos campos de
posibles condicionan las acciones de los jóvenes, a la vez que están condicionados
por las desigualdades sociales de origen de las trayectorias” (2012: 332). De allí que,
el itinerario de futuro probable pueda interpretarse como aquellas salidas laborales que
los jóvenes perciben a su alcance; expresión de las formas de apropiación que hacen
de su horizonte de oportunidad. 45
Por consiguiente, a través de los relatos se puede evidenciar un cruce entre el
campo de lo posible y el orden de lo deseable, que tiene como resultado la
conformación de tres universos socioprofesionales distintos en lo que respecta al
proyecto biográfico laboral (Pries, 1999). 46 En un extremo, si para un grupo de jóvenes
la meta a alcanzar se ubica en el ámbito profesional o en la instalación en un oficio de
forma autónoma; en el otro extremo, para otros jóvenes su futuro laboral parece
quedar reducido -al menos desde su propio punto de vista-, a los trabajos realizados
por sus familiares y su círculo relacional o, por el contrario, librado a la incertidumbre y
a la indefinición de un proyecto ocupacional (esta clasificación se retoma en el cuadro
N° 3).

- Los jóvenes que proyectan un futuro ligado al ejercicio de funciones profesionales


o insertos en un oficio de forma independiente, y buscan establecer una ruptura
con la cultura parental.
En este grupo se encuentra el caso de Alejo quien, luego de haber trabajado con
su padre como plomero, decide continuar un camino diferente al paterno en razón
de la inestabilidad laboral que caracteriza a la actividad por cuenta propia. En este
punto, para cumplir su anhelo laboral de ingresar en el servicio penitenciario debe

45
Desde una mirada similar, la noción de habitus de Bourdieu habilita a caracterizar como razonables a
los agentes sociales, porque “han interiorizado, al término de un prolongado y complejo proceso de
condicionamiento, las oportunidades objetivas que le son ofrecidas y saben identificar el porvenir que les
corresponde” (Bourdieu, 1995: 89-90). En efecto, los diversos sistemas de disposiciones son el producto
de la interiorización de determinadas condiciones sociales y económicas. Las representaciones sobre el
futuro se configuran así en base a condiciones objetivas de existencia, interviniendo los recursos
subjetivos heredados y adquiridos, además de las oportunidades y limitaciones del contexto. En este
sentido, emergen de y se vinculan a posiciones en la estructura social.
46
El sociólogo alemán Pries (1999) elabora la noción de proyecto biográfico-laboral, entendiéndola como
aquellos planes de vida laborales que hacen referencia a las ideas de normalidad de la secuencia
temporal y material en las prácticas de los actores. En este sentido, el proyecto biográfico puede ser
aprehendido como una proyección hacia el futuro de lo que para el individuo es lo normal, lo deseable, lo
alcanzable, lo realizable y, al mismo tiempo, es producto de las experiencias de vida anteriores. El
concepto intenta, de este modo, integrar dos dimensiones: en el eje del tiempo entrelaza el pasado,
presente y futuro; y, en el eje de la relación individuo-sociedad, integra la estructura social histórica como
base y limitación de planes y acciones individuales.
115
finalizar los estudios medios. Por esta razón, la elección del puesto laboral en el
presente es en pos de poder articular el trabajo y la escuela, con la esperanza de
alcanzar así su proyecto biográfico-laboral.

-¿Tenés planes?
-Sí, mi idea es terminar [la escuela]. Entrar de policía o en el servicio penitenciario,
el tema es que yo me acomode laboralmente para poder seguir estudiando, porque no
me va a perjudicar en nada. La idea es que yo tendría que haber terminado de estudiar
cuando era chico y de grande trabajar de lo que yo me iba a recibir pero como no se
me dio, bueno, uno tiene que acomodarse en un trabajo cosa de estar estable y
después de ahí seguir estudiando (Alejo, 29 años).

- Los jóvenes cuyas expectativas futuras no visualizan mejoras en su trayecto


laboral, adquiriendo protagonismo los mecanismos de reproducción social. Aquí,
las expectativas de posicionamiento social se remiten a alcanzar las ocupaciones
paternas o, por el contrario, se limitan a esperar el mantenimiento de sus actuales
condiciones de existencia, dejando entrever una actitud pasiva hacia el devenir.
Para este último caso, el futuro parece como un destino inevitable, que evidencia
la resignación de poder escapar a una trayectoria laboral truncada en la
informalidad. A pesar de la ausencia de un proyecto laboral propio, la mayoría de
estos entrevistados tienen aspiraciones de ascenso social para sus hijos.
En este segundo grupo, por un lado, se destaca el ejemplo de Mario, quien ajusta
sus proyecciones laborales al oficio paterno que ha aprendido; y, por otro lado, el
caso de Darío, un joven albañil que advierte sobre la imposibilidad de salir de la
situación de precariedad en la que se encuentra.

-El día de mañana cuando, no sé, ponele que mi viejo deje de laburar ahí, que se
jubile, el laburo quede para mí. Si mi viejo me dijo: “El día que yo me jubile vos tenés
que aprender así el laburo te lo dejo a vos o a tu hermano”, “el laburo va a ser tuyo o de
tu hermano”, me dijo (Mario, 16 años).

-El laburo es pesado, pesadísimo, de lo más pesado que hay, pero otra no queda, no
hay otra. Tenés que agachar la cabeza y darle, otra no queda […]
-¿Cómo te ves de acá a 5 o 10 años? ¿Qué proyectos tenés?
-Voy a tener que laburar toda mi vida
-¿Te ves con algún proyecto particular?
-No, proyecto yo pienso que no voy a llegar a ninguno (Darío, 26 años).

116
- Por último, están los jóvenes que no visualizan ninguna forma de inserción laboral,
persistiendo la vaguedad de las metas y la imposibilidad de proyectarse en el
futuro, al resultar imposible la identificación subjetiva con una actividad. Desde
este lugar, para los entrevistados el proyecto laboral se juzga como impredecible e
incierto; o, en contraposición, presenta aspiraciones que parecen desmesuradas
en relación a sus posibilidades reales, asumiendo un carácter utópico.
Como trasluce el relato de Jeremías, un cooperativista del CC quien presenta un
proyecto laboral indefinido; y el ejemplo de Marcelo, un joven estudiante que, pese
a que se encuentra por finalizar sus estudios primarios, proyecta un futuro
profesional.

-¿En qué te gustaría estar trabajando? Dentro de 5 o 10 años, ¿en qué laburo te ves?
-No sabría de qué me veo trabajando… no sé qué laburo, un laburo fijo (Jeremías,
26 años).

-En lo que yo quiero laburar tengo primero que terminar la escuela, todo
-¿De qué te gustaría laburar?
-De veterinario… si ahora quiero laburar, sí, agarro cualquier trabajo, de albañil, lo que
venga. Pero más me gustaría trabajar de veterinario, ser algo… ayudar a alguien
(Marcelo, 17 años).

En este último grupo, los relatos de los jóvenes revelan la ausencia de


proyectos con los cuales identificarse. Si bien el universo de lo deseable se representa
de una manera nítida y definida en lo que respecta a las condiciones laborales
(importancia de un trabajo “fijo”, “cómodo”, “en blanco”); el universo de lo posible
aparece asociado con imágenes de un futuro incierto o utópico. En este sentido, se
efectúa un ajuste de las expectativas a las oportunidades que ofrece el medio, donde
las ocupaciones precarias e informales son percibidas por los jóvenes como aquellas
salidas laborales que están a su alcance. La mirada instrumental hacia el trabajo, la
ausencia de proyectos laborales a largo plazo y la idea de trabajar de “lo que venga”
caracteriza al vínculo que establecen los jóvenes con una ocupación. Como explican
Míguez y Semán, “cuando no puede estructurarse con alguna certidumbre un proyecto
biográfico de largo alcance, cobra sentido una lógica de la satisfacción inmediata”
(2006: 31). De este modo, la pérdida de horizontes futuros trasluce la imprevisibilidad
de sus itinerarios laborales: los vínculos que los jóvenes mantienen con el mercado
del trabajo manifiestan una dinámica signada por la contingencia, la informalidad y la
remuneración salarial baja.
117
Los sentidos extrínsecos: el descentramiento del mundo laboral
A diferencia de los sentidos intrínsecos, los sentidos extrínsecos del trabajo se
articulan y se constituyen en interacción con los proyectos de otros ámbitos de la vida.
Las distintas esferas vitales de los jóvenes, separadas mediante un ejercicio analítico,
interactúan dando conjuntamente significado a las decisiones y las proyecciones
laborales. Desde este lugar, las ocupaciones precarias e informales son un recurso
para alcanzar objetivos que se juegan por fuera del dominio laboral. El trabajo se
presenta así en pos de la realización de otros proyectos vitales.
Precisamente, uno de los hallazgos de la investigación refiere a esta
centralidad relativa que asume la esfera laboral. Frente a las tesis que postulan “el fin
del trabajo” (Offe, 1985; Rifkin, 1996; Gorz, 1997), sostenemos que el mundo laboral
no ha perdido importancia en la vida de los jóvenes, sino que adopta nuevas prácticas
y sentidos que deben aprehenderse en su relación con otras esferas vitales
significativas. En efecto, sostenemos que el trabajo sigue siendo un espacio
privilegiado de conformación de subjetividades e identidades aunque, como señala
Svampa (2000), no resulte el único ni el central. Razón por la cual consideramos
necesario analizar el vínculo que los jóvenes establecen con el trabajo a partir de una
configuración subjetiva compleja que tome en cuenta su articulación con diversos
mundos de la vida. 47
En correspondencia con los objetivos que guían a la investigación,
presentamos a continuación una tipología 48 sobre los sentidos extrínsecos del trabajo
que busca comprender el modo en que se configuran las relaciones de las nuevas
generaciones con el mundo laboral, atendiendo al análisis de las múltiples esferas de
la vida que -en su imbricación- diversifican las trayectorias de los jóvenes del barrio

47
Siguiendo a Ortner (2005), en esta investigación entendemos por subjetividad al conjunto de modos de
percepción, afecto, pensamiento, deseo, temor, etc., que animan a los sujetos actuantes. Pero también a
las formaciones culturales y sociales que modelan, organizan y generan determinadas “estructuras de
sentimiento” (Williams, 1977). En términos de Bourdieu, el sujeto internaliza las estructuras del mundo
externo, tanto el objetivamente real como el definido desde un punto de vista cultural. Esas estructuras
internalizadas constituyen un habitus, un sistema de disposiciones que inclinan a los actores a actuar,
pensar y sentir de una manera coherente con los límites de la estructura. Si bien, continuando con Ortner,
hay aspectos del concepto de habitus que pueden localizarse en una noción de subjetividad, los
argumentos de Bourdieu destacan el hecho de que ese habitus establece una gama de opciones y límites
para el actor social. De este modo, en su obra hay una tendencia a descuidar la concepción del sujeto
como un ser existencialmente complejo, que siente, piensa y reflexiona, que da y busca sentidos.
48
Como adelantamos en el capítulo metodológico, utilizamos la elaboración de tipologías como una
herramienta heurística, que habilita un análisis de las regularidades y diferenciaciones que se constituyen
en las trayectorias de jóvenes que pertenecen a un mismo medio socio-cultural. Cabe advertir que en toda
tipología se resaltan aquellos elementos distintivos a partir de los cuales se conforma la clasificación. En
la elaboración de una tipificación se combinan así variables diversas que se ajustan más o menos a cada
situación; para nuestro análisis tomamos en cuenta las esferas biográficas más significativas, los
proyectos futuros y los horizontes de realización que delinean los jóvenes.
118
Aluvión. Desde este lugar, se busca iluminar la relación juventud-trabajo considerando
las esferas vitales más importantes, desde la propia mirada de los entrevistados, que
se enlazan configurando sus recorridos laborales: la educación, la familia y los grupos
de pares/el barrio.

Cuadro N° 3: Tipología de los sentidos extrínsecos del trabajo


Articulación Horizonte
Esfera vital
trabajo y esferas temporal de Proyecto laboral
predominante
vitales realización
Trayectoria socio-
Trayectorias Acorde a la
Escuela ocupacional de A largo plazo
escolarizadas formación
ascenso

Trayectorias Independencia Reproductiva o


Familia A mediano plazo
reproductivas residencial intergeneracional

Trayectorias Grupo de pares/ Consumos Indefinido o


Inmediato
territorializadas Barrio juveniles utópico

La tipología elaborada explora los sentidos extrínsecos a partir del mayor


predominio e importancia que los jóvenes confieren a alguna de estas esferas de la
vida, vinculada con las expectativas que se configuran en torno a las mismas como
ámbitos de subjetivación y de realización personal. Estos sentidos descentrados, que
encuentran su explicación en los cambios acaecidos en el mundo laboral desde fines
del siglo XX, manifiestan que los jóvenes del Aluvión no constituyen una subjetividad
en torno al trabajo; por el contrario, el mismo adopta un carácter meramente
instrumental que se orienta a la realización de otros proyectos vitales dentro de sus
horizontes de posibilidad. En consecuencia, la esfera laboral presenta un papel central
como eje articulador del sentido que adquieren otros ámbitos de la vida para los
jóvenes. Como explica Saraví, “el trabajo no constituye un fin en sí mismo, sino un
medio, y es la condición de medio para el logro de otros fines lo que le otorga
importancia” (2009: 233).
En este punto, al igual que Márquez (2001), entendemos a las trayectorias
laborales no sólo como una categoría objetiva y mensurable, sino como una
experiencia social que se construye en relación a la subjetividad de cada joven.
Aproximarnos a los procesos por los cuales se configuran las trayectorias requiere
abordarlas como producto de una historia cultural, familiar y de clase, sin desconocer a
los jóvenes como portadores de una historia singular. Precisamente, los itinerarios
juveniles se encuentran enmarcados en un contexto de oportunidades socialmente
estructurado, a la vez que abierto a las preferencias y opciones adoptadas a nivel
119
individual (Jacinto, 2010a): las experiencias particulares de cada joven -y en ellas, los
sentidos, estrategias o decisiones que implican- permiten comprender así las
singularidades de cada trayectoria, atendiendo a la particular articulación de las
diferentes esferas vitales. Es necesario considerar entonces las distintas
constelaciones de sentidos otorgados al trabajo por los jóvenes y la manera en que
ubican subjetivamente a la actividad laboral, en el marco de un proyecto vital más
amplio (Guerra Ramírez, 2008).
En las próximas páginas abordamos el modo en que se configura cada una de
estas “encrucijadas típicas”, tomando como eje transversal sus imbricaciones con las
prácticas y sentidos del trabajo. En este sentido, en los capítulos siguientes se brinda
un panorama general de las biografías juveniles, prestando especial atención a la
centralidad relativa que adquiere el trabajo en los procesos de subjetivación de
acuerdo a cada esfera vital, según la tipología elaborada. A modo de ilustración se
reconstruye, al finalizar el análisis de cada una de estas esferas, una historia de vida
típica (apartados 5.1.1.; 5.2.1.; 6.3.1.).
A los efectos de clarificar esta construcción analítica, a continuación realizamos
una descripción e identificación de los tres tipos de trayectorias que los jóvenes
delinean en vinculación a la preponderancia que adquieren las esferas vitales más
significativas.

 En las trayectorias escolarizadas, se presentan aquellos casos típicos donde


el sentido que adquiere el trabajo se encuentra subsumido a la esfera educativa. Si
bien la etapa de escolarización se desarrolla de forma conjunta a las primeras
experiencias laborales, obstaculizando el pasaje por la enseñanza media, los jóvenes
reorientan sus aspiraciones (luego de estas experiencias educativas frustradas)
buscando conciliar o abandonar una posición ocupacional en el intento por finalizar la
escuela. La culminación de los estudios secundarios se entrelaza para este grupo de
jóvenes con el proyecto a largo plazo de continuar una formación profesional u
ocupacional.
Centrados subjetivamente en proyectos de formación, se plantean alcanzar una
inserción de calidad con la obtención de sus credenciales educativas. Aunque la
escuela adquiera una relevancia fundamental en el discurso de la mayoría de los
jóvenes entrevistados, la particularidad de este grupo radica en que la finalización del
ciclo obligatorio es un proyecto realizable, amparado por el mayor capital cultural y
social de su grupo familiar de origen. Por otra parte, no desarrollan un sentido de

120
pertenencia e identificación con el ámbito barrial y, en la mayoría de los casos, no han
conformado aún su propio proyecto familiar.

 En las trayectorias reproductivas, el trabajo aparece vinculado con otra


esfera vital prioritaria para los jóvenes: la familia. Principalmente son jóvenes que al
momento de la entrevista no están asistiendo a un establecimiento educativo y se
encuentran relegados hacia el espacio privado de su hogar. Frente a la ausencia de
condiciones objetivas y subjetivas para desarrollar una trayectoria laboral acumulativa,
adquiere relevancia los mecanismos de reproducción social. Aquí, las expectativas
laborales futuras se remiten a alcanzar las ocupaciones paternas o, por el contrario, se
limitan a mantener las actuales condiciones laborales. Si bien el devenir aparece como
un destino inevitable, la mayoría de estos entrevistados depositan sus esperanzas en
lograr una movilidad intergeneracional.
En especial, para este grupo el trabajo aparece asociado con la conformación
de la familia propia y, en consecuencia, con la consumación de una independencia
residencial progresiva. El marco de esta estrategia vital más amplia, centrada en la
conformación de la familia propia y la residencia independiente (en particular, su modo
de realización en las primeras etapas), constituye parte de las condiciones de
posibilidad de estos jóvenes en un horizonte temporal de mediano plazo.

 Por último, se encuentra aquel grupo de jóvenes que delinean trayectorias


territorializadas. Una de las formas más recurrentes que adopta la relación de los
jóvenes con la actividad laboral reside en la disposición de ingresos para acceder a
bienes de consumo que medien los vínculos con el grupo de pares. El consumo es un
medio de realización temporal inmediato que permite a los jóvenes experimentar un
conjunto de estéticas y prácticas significantes donde cobran forma los estilos juveniles;
aquellos patrones de consumo cultural que funcionan como referentes de identificación
compartidos.
En este último tipo ideal, adquiere especial relevancia la pertenencia barrial.
Las actividades cotidianas de estos jóvenes transcurren en general dentro de los
límites geográficos acotados de su barrio; allí asisten a establecimientos educativos,
salen a trabajar y pasan su tiempo libre dentro del espacio segmentado en el que
viven. Librados a la incertidumbre y a la indefinición de su proyecto ocupacional, por
un lado, establecen un vínculo intermitente con el trabajo, al mismo tiempo, que
constituyen un itinerario errático con la escuela, sin alcanzarse a vislumbrar la
culminación de los estudios medios; por otro lado, mantienen una relación conflictiva

121
con el modelo familiar de origen, en tanto que todavía no han conseguido su
independencia residencial o conformado su propia familia. Frente al resquebrajamiento
de la relación de estos jóvenes con las instituciones tradicionales (la educación, el
trabajo y la familia), adquiere centralidad la conformación de una subjetividad en torno
al barrio y los grupos de pares.

Más allá de esta clasificación, el trabajo representa en todos los casos una
condición fundamental para la realización de proyectos, esperanzas y sueños de
desarrollo personal y familiar, que se juegan por fuera de la esfera laboral: los sentidos
del trabajo responden a una orientación extrínseca, centrada en otros ámbitos como la
familia, la escuela, el grupo de pares y el barrio. De este modo, la diversidad de
significados que los jóvenes provenientes de un mismo grupo socio-cultural atribuyen
al trabajo, nos reveló un mundo amplio de sentidos. Sin desconocer estas
orientaciones diferentes, la actividad laboral siempre es atendida como un medio para
un fin que se encuentra fuera de ella, que se extiende hasta la realización de
proyectos colectivos e individuales de variado horizonte temporal, tales como: la
obtención de ingresos para la satisfacción de necesidades de consumo individual
inmediatas; la mejora de las condiciones de vida familiar y el logro de la independencia
residencial; la primacía de proyectos de formación profesional con vistas a alcanzar
una movilidad socio-ocupacional.

Para los efectos del análisis, es importante señalar que no sólo el trabajo
asume diversas formas como medio de realización para los jóvenes, sino que además
los vínculos con la actividad laboral son cambiantes y contingentes a lo largo del
tiempo: las variadas configuraciones de sentidos constituyen el modo en que los
diferentes mundos de la vida son articulados en forma dinámica por los jóvenes. Por
esta razón, el análisis de las trayectorias implica comprender el modo en que el trabajo
se entrelaza con distintas esferas según el momento del curso de vida de cada joven,
donde la relevancia de estos dominios puede ser variable en el transcurso del
recorrido biográfico. Desde el análisis de la dimensión temporal, fue posible vislumbrar
así que los sentidos que los jóvenes establecen con el trabajo se modifican a lo largo
de sus trayectorias, según el timing 49 de su curso de vida.
Como explica el antropólogo español Feixa (2003), el modo en que los
individuos progresan por el conjunto de los estadios vitales (infancia, juventud, edad
49
Desde la perspectiva del Curso de Vida, el principio de timing hace referencia a la diversidad de
incidencias que tendrá un acontecimiento de acuerdo al momento de la vida de un individuo y de sus
circunstancias.
122
adulta, vejez), se corresponde con una serie de roles y status sociales para cada etapa
(juego, educación, trabajo-familia, retiro). Si en una primera aproximación observamos
que la incorporación al mercado de trabajo se concibe como un medio para la
obtención de ingresos en un contexto de gran precariedad en las condiciones de vida;
en una instancia de mayor complejización, descubrimos que la búsqueda de recursos
económicos se destina a la satisfacción de necesidades de consumo inmediato, de
acuerdo al momento del curso vital que se encuentren los jóvenes: “golosinas”,
“zapatillas”, “ropa”, “bailes”, “vicios”, “cosas para el bebé” y “cuentas”, son ejemplos
reiterados que aparecen en los relatos de los entrevistados.
Por consiguiente, el sentido instrumental en torno al trabajo trasluce las
diferentes experiencias vitales y los distintos roles asociados a cada edad de la vida,
por los que transitan los jóvenes desde su ingreso prematuro al mercado laboral: a
través del trabajo se accede a consumos infantiles (golosinas, juguetes), a espacios de
sociabilidad y expresión juvenil en las interacciones con los pares (entretenimientos,
vestimenta), y también a responsabilidades vinculadas con una edad adulta (pagar
cuentas, manutención de hijos). El caso de Lautaro es un ejemplo que vislumbra los
cambios que se producen en el destino de los recursos económicos de acuerdo al
momento del curso vital. Como se refleja en su relato, este joven se encuentra a la
espera del nacimiento de su primer hijo, evento que origina -de manera anticipada-
transformaciones importantes en su vida.

-Vos decís, bueno, estoy trabajando… pero vos sabés lo que vas a hacer, no es que
vos decís “esta plata voy a salir de joda”. No, sabes que esa plata vos… le voy a
comprar algo a él [su bebé], le voy a comprar algo a ella [su novia] o vamos a comprar
algo que sea para la casa ¿me entendés?
-¿Y en qué pensás que te puede cambiar la vida tener un bebé?
-Y ya me cambió un poco
-¿En qué sentido?
-Y, no sé, antes estábamos pensando en comprarnos ropa nosotros, ¿me
entendés? O que se yo, salir a… sí, a comprar ropa o por ahí, y ahora no. Ahora es:
yo cobro y vamos le compramos cosas al bebé (Lautaro, 18 años).

4.3. A modo de cierre: los nuevos sentidos (des)centrados del trabajo. Entre
el contexto de oportunidades y las constelaciones de sentidos
El presente capítulo se propuso analizar el modo en que se configuran las
trayectorias laborales de los jóvenes del barrio Aluvión, a partir de caracterizar las
prácticas y las constelaciones de sentidos en torno al trabajo. Es importante aclarar

123
que la orientación que los jóvenes dan a su actividad ocupacional configura el carácter
subjetivo de las trayectorias, donde las estrategias laborales desplegadas se vuelven
inteligibles sólo al analizar el contexto más amplio de oportunidades. Como sostiene
Pries, “suponemos que las trayectorias laborales como la parte ‘objetiva’ y
directamente medible sí deja sus huellas en los conceptos de trabajo, mientras que, al
mismo tiempo, los conceptos de trabajo también se plasman en las trayectorias
laborales” (1999: 5). El enfoque de la trayectoria integra así las dimensiones subjetiva
y objetiva del mundo laboral en sus relaciones espacio-temporales, permitiendo
comprender al mismo tiempo la interacción dinámica entre el trabajo y una
multiplicidad de esferas de la vida.
El capítulo presentó las rupturas en las formas tradicionales de inserción
laboral y el modo en que los jóvenes provenientes de un barrio periférico se las
arreglan para construir sus trayectorias laborales. En un contexto carente de las
condiciones objetivas que permitan desarrollar itinerarios concebidos como secuencias
lineales o predeterminadas, el trabajo precario e informal deja de concebirse como una
opción transitoria para convertirse en el único camino que prevalece a lo largo de la
trayectoria. De este modo, asistimos a una reconfiguración del calendario biográfico
laboral. La inserción ocupacional ya no se presenta como un acontecimiento puntual,
donde los jóvenes alcanzarían la integración laboral mediante un empleo estable; en
su lugar, la secuencia laboral se configura a través de changas y trabajos temporarios
que se caracterizan por una inestabilidad duradera. Esto ocasiona una prolongación
del período de inserción al mercado de trabajo, siendo difícil delimitar el momento en
que comienza y termina este pasaje.
En definitiva, las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados se
presentan en primer lugar como inciertas, a causa de su inseguridad respecto a la
continuidad de la relación laboral; en un segundo momento como intermitentes, debido
al cambio constante de actividad; y por último, se definen por su carácter
desprotegido, relacionado con la falta de derechos sociales y laborales. Los rasgos
que caracterizan a estas trayectorias laborales son hasta cierto punto reveladoras de
los cambios más profundos que afectan al mundo del trabajo. Sin embargo,
vislumbramos la persistencia de un imaginario vinculado a la sociedad salarial que no
se erosiona aunque el significado y las antiguas formas del trabajo tiendan a
transformarse hacia un carácter instrumental en las experiencias de las nuevas
generaciones.
Esto no significa que el trabajo pierda centralidad, en razón de las
características que asume en el contexto socio-cultural de análisis. Por el contrario, a

124
lo largo del capítulo vislumbramos que la actividad laboral constituye para los jóvenes
una de las experiencias más significativas de la vida social. Sin embargo, esta primera
afirmación necesita ser aprehendida desde una mirada integral que atienda los nuevos
sentidos y prácticas que desarrollan los jóvenes en torno al trabajo, los cuales se
orientan hacia un proyecto vital más amplio centrado en otros mundos de la vida: la
escuela, la familia, el barrio y los grupos de pares. En el marco de un proceso de
descentramiento del mundo laboral, las trayectorias se tejen entre el universo de lo
posible y lo deseable en su imbricación con otras esferas de la vida, donde sus
significados son contingentes a través del tiempo.

125
CAPÍTULO 5

La crisis del doble pasaje a la vida adulta: un análisis de las trayectorias


laborales en relación a las esferas vitales más significativas

La transición a la adultez se ha vuelto más flexible, menos pautada normativamente, y más


diversa […]. Estos cambios se dan a ritmos muy diferentes y con matices importantes entre
distintos sectores sociales […]. Huelga decir que esta brecha no representa simplemente
estilos de vida diferentes y alternativos, sino fundamentalmente responsabilidades, limitaciones
y oportunidades desiguales (Saraví, 2009: 304).

Dos grandes objetivos guiaron la investigación que dio lugar a esta tesis. Por
un lado, abordamos específicamente la vinculación que establecieron los jóvenes con
la esfera laboral (capítulo 4): el modo de inserción en el mercado de trabajo y las
motivaciones expuestas; sus vivencias y percepciones en torno a las distintas
ocupaciones; las constelaciones de sentidos y sus implicancias en otros mundos de la
vida. Por otro lado, partimos de la idea de que el mundo laboral no se puede
comprender atendiendo sólo a este dominio, sino hay que aprehender su vinculación
con otras esferas vitales, adquiriendo una centralidad relativa en la biografía de cada
joven. Como adelantamos en el capítulo anterior, para analizar las trayectorias
laborales juveniles es necesario echar luz sobre la relevancia que presentan en su
conformación otras esferas de la vida. A través de los distintos relatos observamos
que en la biografía laboral intervienen decisiones y acontecimientos del ámbito
educativo, el entorno familiar, el grupo de pares y el espacio barrial.
Desde una posición crítica a la perspectiva de la transición a la vida adulta
(capítulo 1), la idea central que está detrás del presente capítulo sostiene que la nueva
condición juvenil se inscribe en la crisis de un doble pasaje que comprendía una
transición lineal de la escuela al trabajo y de la familia de origen a la de procreación. El
enfoque del Curso de Vida argumenta que los roles adecuados a cada edad se
establecen como normas sociales, que regulan la secuencia y el momento de
ocurrencia de los eventos vitales a través de una serie de instituciones sociales: la
escuela, la familia y el mercado de trabajo (Mora Salas y de Oliveira, 2009). Sin
embargo, ese “modelo normativo” que incluía el pasaje de la juventud a la vida adulta
ya no puede consumarse en su formas “típicas”, debido a las profundas
transformaciones que se han suscitado desde finales del siglo XX.
En el marco de estos cambios experimentados en los modelos y procesos de
entrada a la adultez, buscamos develar el contexto social más amplio en el que se
126
configuran las trayectorias laborales contemporáneas de los jóvenes del barrio
Aluvión. Indagamos así sobre el itinerario escolar delineado y el vínculo que
establecen los jóvenes con la educación (apartado 5.1.); por otra parte, analizamos las
relaciones familiares e intergeneracionales (apartado 5.2.). Tomando como marco de
referencia el modelo normativo del curso de vida, nos preguntamos si la época actual
presenta rasgos de desinstitucionalización e individualización en los patrones
biográficos. 50 Para abordar el modo en que se constituyen las trayectorias de este
grupo de jóvenes, se delimitan tres momentos temporales en función de las distintas
transiciones que atraviesan a la esfera educativa y familiar.

5.1. La difícil transición de la escuela al trabajo

Primer tiempo: las paradojas del sistema escolar como punto de partida
en la configuración de las trayectorias educativas
La descripción del itinerario educativo que delinean los jóvenes del barrio
Aluvión asume una orientación especial a la luz de los supuestos que proclama la
perspectiva de la transición a la vida adulta. En contraposición a esas presunciones, y
más allá de sus particularidades, las trayectorias de formación escolar de los jóvenes
de El Aluvión adquieren un carácter errático; la etapa de instrucción suele ser breve y
está signada por ciclos discontinuos que trazan un camino marcado por el abandono
escolar y las reiteradas repitencias. Estos itinerarios escolares fragmentados se
desarrollan, en algunos casos, desde edades muy tempranas. Como se observa en el
relato de Ramiro:

-¿El tema de los estudios cómo fue?


-Vagancia. Fue catastrófico directamente, empecé primero, segundo y ya tercero
repetí [3er grado]. Bah me hizo repetir Vea [su madre], porque se operó de apéndice y
no tenía quién me lleve. Arranqué de vuelta, y ya arranqué con pocas ganas. Las
maestras me hacían pasar […]. Después no quise estudiar más. Iba a repetir 8vo

50
En este capítulo nos limitamos a emplear el modelo normativo del curso de vida únicamente en
términos de un parámetro analítico a partir del cual analizar las variaciones que, en materia de secuencias
y trayectorias, pueden vislumbrarse en el grupo juvenil objeto de estudio. El patrón tradicional de
transición a la adultez ha sido despcrito y caracterizado por una secuencia ordenada de eventos; un
conjunto de pautas de conducta que servían de modelo, de concepción y organización social de las
diferentes edades de la vida. Como explica Gil Calvo: “las transiciones juveniles componían una
secuencia de etapas cuyo itinerario había de recorrerse en sentido ascendente sin posible marcha atrás:
primero la formación académica (enseñanza y elección de carrera), después el empleo (inicio de la
carrera profesional), luego el emparejamiento (noviazgo y matrimonio) y por fin la formación de familia
(hogar y progenitura). Pero ahora esa secuencia temporal se ha roto y sus piezas pueden barajarse e
intercambiarse casi de cualquier modo” (2009: 9-10).
127
año y me fui a la mierda. Le dije a mi vieja que no iba a estudiar más y me puse a
laburar con mi primo (Ramiro, 29 años).

En términos generales, los entrevistados completan los seis años de la


Educación General Básica (EGB), sin concluir el último ciclo (Polimodal). Es
interesante apuntar que para este grupo de jóvenes la obligatoriedad se asimila a la
conclusión del 9no año (EGB III), en razón de que se han iniciado en esa estructura
del sistema educativo. 51 No sólo la etapa de instrucción suele ser breve, sino que
además se encuentra signada por la alternancia institucional y las interrupciones
frecuentes en el curso de la escolaridad. Las repitencias y abandonos se producen
mayoritariamente en algún tramo de la secundaria básica o el polimodal, propiciando
incluso retrocesos durante el camino de formación. Como describe su itinerario escolar
Germán, un joven que actualmente está cursando el 2do año del secundario en el
FinEs del Club Unidos. 52

-El Jardín lo hice acá (en 155 y 44), después me pasaron al colegio de 170; ahí hice
toda la primaria hasta 6to. Después me cambiaron de ahí porque tuve conflictos con
unos compañeros, porque me pegaron, y de ahí me cambiaron a la escuela que está
en 115 y diagonal 79, creo que es, ya pasando [la calle] 1. Bueno, ahí repetí tres veces.
Eh… en el año 2009 me cambiaron a Echeverry, repetí de nuevo…
-¿Qué año estabas haciendo?
-1ro, vendría a ser 7mo. Bueno, me cambiaron de turno a la tarde, hice en el 2010 de
nuevo 1ro y, bueno, pasé a 2do. Y ahora, bueno, estoy en 3ro y me bajaron a 2do de
nuevo por las dos materias que debía (Germán, 18 años).

51
En el año 2006 se estableció la obligatoriedad de la educación secundaria mediante la Ley de
Educación Nacional Nº 26.206/06. Se implementó una nueva estructura en los niveles del sistema
educativo: 6 años de educación primaria y 6 años de educación secundaria, concluyendo lo que se
denominó como Educación General Básica (EGB). La nueva legislación educativa promueve la
obligatoriedad escolar hasta el nivel medio superior, completando un ciclo de 13 años de escolaridad
obligatoria entre los 5 y los 17 años de edad (http://www.me.gov.ar/doc_pdf/ley_de_educ_nac.pdf).
52
El Plan Nacional de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FinEs) es un desarrollo conjunto
del Ministerio de Educación y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, y se implementa a través de
los Ministerios Provinciales de Educación. El FinEs es un programa para la terminalidad de estudios
primarios y secundarios que tiene por objetivo que los jóvenes y adultos mayores de 18 años puedan
alcanzar los niveles de educación obligatoria con la finalización o el reingreso a la escuela. En el año
2008, se plantea una primera etapa que ofrece la posibilidad de obtener el título secundario a jóvenes y
adultos que hayan cursado el último año del nivel medio o polimodal, y adeuden materias sin haber
alcanzado el título. En una segunda etapa, se proponen acciones para aquellos que no iniciaron o no
finalizaron el nivel primario o secundario. A partir del 2012, se lanza por primera vez una convocatoria de
este programa en el barrio Aluvión, por medio de sus principales instituciones de referencia: el Centro
Comunitario y el Club Unidos.
(http://abc.gov.ar/lainstitucion/sistemaeducativo/planfinalizaciondeestudios/plan_de_finalizacion_de_estudi
os_y_vuelta_a_la_escuela.pdf).
128
En estos nuevos intentos y regresos, los jóvenes deben enfrentar la
segmentación y fragmentación del sistema educativo que constituye circuitos de
distinta calidad educativa según el origen social. 53 Proceso que se evidencia en la
valoración negativa de las instituciones a las que concurren, percibida por los propios
jóvenes como una “escuela de pobres” (Nota de campo, N° 1). En este punto es
significativo advertir que un conjunto importante de los entrevistados asiste a las
instituciones educativas del barrio o, en su defecto, a las que se sitúan dentro de su
localidad de pertenencia.

-¿Por qué quisiste cambiarte de escuela?


-Por problemas con pibes de ahí, no de la escuela, sino del barrio El Centinela
-¿Por qué?
-Por joda, por salir de joda… si se armaba quilombo, yo me metía en todos los
quilombos… por quilombero
-Y después de ahí, en la escuela del barrio, me contaste que ¿dejaste al poco tiempo?
-Sí, fui una o dos semanas, exagerando dos semanas
-¿Por qué dejaste?
-No me gustaba. Si no aprendía nada. Cuando yo estaba yendo a 7mo, me estaban
recién enseñando a dividir por una cifra… agarré y dije: “no, para no aprender nada me
quedo en mi casa” (Herlo, 16 años).

Pese a las formas que asume en el contexto barrial, en términos genéricos la


mayoría de los jóvenes realizan una valoración positiva de la institución escolar, como
un espacio de aprendizaje y crecimiento personal: “sirve un montón porque enseña
mucho, te hace crecer, todo” (Darío, 26 años). No obstante se observa, como plantea
Jacinto (2006b) para otro caso de estudio, una gran dificultad para nombrar entre los
aprendizajes algún contenido específico, más allá de la importancia que adquieren las
competencias lingüísticas, orales y escritas: “yo no quiero saber nada, si yo ya sé leer
y escribir” (Lautaro, 18 años). Desde esta mirada, la decisión de retomar o continuar el
colegio se relaciona con la certificación que brinda esta institución, donde no son
53
La fragmentación y segmentación socio-educativa constituye una característica clave para comprender
las trayectorias laborales de los jóvenes en el contexto argentino actual. Un conjunto de autores ha
estudiado la cuestión juvenil desde la perspectiva de la segmentación (Filmus, 1988; Miranda, 2006).
Según este enfoque, la población se distribuye en segmentos de calidad educativa diferenciada en razón
al origen social de pertenencia, creando posibilidades, expectativas y comportamientos divergentes: a
trayectorias escolares diferenciadas corresponden modos desiguales de inserción laboral. Otras
investigaciones, en cambio, prefieren emplear el término de fragmentación. Plantean que la idea de
segmento es válida para una matriz socio-estatal integrada, siendo precisamente ese modelo el que se
resquebraja dando lugar a fragmentos, concebidos como espacios autoreferenciados que carecen de una
totalidad que los coordine (Tiramonti, 2004; Dussel, 2005). El balance de las últimas décadas postula que
la fragmentación y segmentación no ha dejado de acrecentarse en el sistema educativo.
129
valorados los conocimientos instruidos sino “el papel” (título secundario) que habilitaría
el acceso a un trabajo de calidad: “me anoté para ver si puedo cambiar de trabajo;
terminar y con el secundario buscar otra cosa…” (Sebastián, 27 años). Como sintetiza
el relato de Mauricio, un joven que concluye el EGB III en la Escuelita luego de
sobrellevar algunas repitencias y haber sido expulsado del colegio:

-Te ayuda bastante la escuela, te ayuda a crecer como persona, a aprender […]. La
escuela vendría a ser como el eje de tu vida, porque si nunca estudiaste, nunca hiciste
nada, no vas a tener un laburo, porque si no sabés ni leer, ni escribir, es difícil
conseguir laburo (Mauricio, 24 años).

Paradójicamente, a partir de la década del ‘90 se pone de manifiesto que la


credencial educativa como garantía de la inserción laboral de los jóvenes resulta “cada
vez más necesaria, cada vez más insuficiente”, parafraseando el libro de Filmus,
Kaplan, Miranda y Moragues (2001). En este sentido, las reformas estructurales que
desde el último cuarto del siglo XX modificaron el sistema educativo y el mercado de
trabajo de nuestro país pueden ser interpretadas a la luz de la valorización de la
institución escolar que realizan los jóvenes provenientes de hogares de bajos
recursos, en tanto condición para lograr una movilidad social ascendente. Este
imaginario que otorga prioridad a la educación en la formulación de sus aspiraciones,
debe comprenderse en el marco del proceso de devaluación de las titulaciones
académicas, en el que más años de estudio pierden valor relativo en el mercado de
trabajo, al mismo tiempo que no garantizan de por sí el acceso a un empleo de
calidad, ni el tan anhelado ascenso social. La esperanza de obtener de las
certificaciones aquello que garantizaban en un estado anterior, ocasiona un desajuste
de las estructuras subjetivas y objetivas, en razón de lo que Bourdieu (1988a)
denomina un efecto de histéresis. 54

54
Como señalamos de modo precedente, Bourdieu restituye la temporalidad de la práctica, al constituirse
el habitus en la relación prolongada con cierta estructura objetiva de posibilidades. En la medida que el
habitus se ajusta a las tendencias inmanentes del campo, “trasciende el presente inmediato por medio
de la movilización práctica del pasado y la anticipación práctica del futuro inscripto en el presente en un
estado de potencialidad objetiva” (Bourdieu, 1995: 95). Ahora bien, el ajuste inmediato de las estructuras
subjetivas y objetivas sólo se realiza en la medida en que las condiciones en las que funciona el habitus,
hayan permanecido idénticas u homólogas a las circunstancias en las que se ha constituido. Esta suerte
de falsa anticipación del porvenir que opera en el habitus se puede apreciar, paradójicamente, cuando el
sentido del porvenir probable resulta desmentido, en razón de un efecto de histéresis: las disposiciones
funcionan a destiempo y las prácticas se ajustan objetivamente a condiciones caducas o abolidas
(Bourdieu, 2010). En el caso analizado, los jóvenes generaciones viven un desajuste entre expectativas y
estructura, cuya bisagra es la crisis de la escuela y el trabajo como tradicionales mecanismos de
integración socio-laboral. Las expectativas depositadas en la escuela resultan inciertas, inalcanzables y,
con frecuencia, desmentidas por una estructura que no permite materializarlas (Saraví, 2009).
130
-¿Y las oportunidades laborales cuando terminan la secundaria…?
-Son pocos los que terminan. Lo más cercano que conozco, hay un poco más de
oportunidades. Pero también es mentira que si terminás la secundaria, tenés
trabajo. Tampoco es tan así: el que termina la secundaria, trabaja. No lo veo eso.
También conozco pibes que terminaron la secundaria y están laburando en
cooperativas; y terminaron la secundaria (Carlos, director del Centro Comunitario).

-Creo que hace mucho tiempo que la escuela secundaria no garantiza esa cosa: si
salgo de la escuela consigo un trabajo, no necesitás ser ningún estudioso. Entonces
la escuela también tiene que lidiar con eso ¿para qué voy a ir a la escuela? ¿A qué a la
escuela? No podés decir: “porque es más fácil conseguir un trabajo”
-¿Pero van con esa idea? ¿Cómo se trabaja eso en el aula?
-Está y no está, anda ahí. Medio que eso es lo que tienen internalizado pero la realidad
les muestra otra cosa, entonces están entre un discurso que se está rompiendo y otro
que se están apropiando. Pero aún vale la pena la escuela igual. Algunos
conocimientos te los da la escuela y no te los da otro lugar (Ana, maestra de la Escuela
de Adultos).

Desde los relatos de los propios jóvenes, en varias oportunidades se señaló


haber vivido experiencias de búsqueda laboral donde el acceso al trabajo no pudo
efectuarse por carecer del título secundario: “sí o sí te pedían los estudios y yo no
estaba estudiando” (Mauricio, 24 años). Frente al requisito del diploma -necesario pero
no suficiente-, se observa un nuevo dilema donde la escuela aparece como una
condición imprescindible para conseguir una ocupación, al mismo tiempo que no
garantiza los conocimientos para desempeñarse en una actividad laboral.

-El año que viene, ¿qué te ves haciendo?


-La secundaria, terminar la secundaria. Eso… una de las metas
-¿Y por qué querés terminar?
-Y, porque sí, para conseguir un laburo
-¿Qué creés que te da la escuela como “para conseguir un laburo”?
-Que sé yo, más seguridad de conseguir un laburo. Si todos te piden la
secundaria, mínimo
-[…] ¿Y por qué hay que ir o no a la escuela?
-Para aprender cosas
-¿Cómo qué?
-Leer, sumar… no aprendés otra cosa, no aprendés a laburar en la escuela
-¿“No aprendés a laburar en la escuela”?

131
-No, creo que no. Excepto que vayas a una escuela de oficio (Herlo, 16 años).

Por otra parte, la asociación de sus precarias condiciones laborales con los
bajos niveles educativos alcanzados, crea en los jóvenes un imaginario acerca de la
conclusión de los estudios escolares como una herramienta que dota de mayores
oportunidades y posibilita “ser alguien”, frase enunciada de manera reiterada.

-¿Para vos la escuela sirve o no sirve?


-Para mi la escuela re sirve, si no tenés estudios no podés tener un laburo fijo, no
podés tener nada
-¿Y vos por qué retomaste los estudios?
-Porque quiero ser alguien, si no tenés estudios no sos nadie. Sos, pero es distinto,
no te van a tratar como una persona que tiene todo (Felipe, 19 años).

-Y de la escuela, ¿qué opinión tenés?


-La escuela, mi opinión, es que es algo muy necesario, ahora más que nada. El
estudio, te lleva a crecer más como persona, en el aspecto de que si no estudias no se
te pueden abrir muchas puertas ahora. El estudio es todo… o sea, para mí, que yo no
pude estudiar, es todo. Ahora en este momento pienso que con una capacidad de
estudio mayor, que la que yo tengo, podría estar en otro lado trabajando, con más
conocimiento (Marcos, 23 años).

Sobre este punto, varias investigaciones plantean que en el discurso de los


jóvenes se reproduce un imaginario social que sobrevalora al estudio como medio de
movilidad socio-ocupacional (Cogliati, Kossoy y Kremencutzky, 2000; Otero, 2009). Ya
hace tiempo, Bourdieu y Passeron (2003) pusieron en el centro de la discusión las
paradojas del sistema educativo, donde la carga simbólica que fue adquiriendo esta
institución terminó trasladando al campo escolar la distribución de los signos de
distinción y jerarquización social. En este sentido, Dávila León, Ghiardo y Medrano
(2008) afirman, más contemporáneamente, la existencia de un consenso general que
valida a la educación como mecanismo legítimo de posicionamiento social; “ya es de
sentido común que ‘para ser alguien en la vida’ hay que estudiar y que la posesión de
un título es la mayor garantía de un futuro más seguro” (2008: 23).

-En mi juventud, lo común no era ir a la secundaria. En los barrios, lo común no era la


escuela secundaria […]. Ahora está la escuela secundaria en el barrio [desde el año
2005], antes era imposible: era Olmos o el centro, y ni a Olmos. Y hoy ya es una

132
realidad, la escuela secundaria es algo que todos ven que está. Se ha naturalizado
en los jóvenes (Omar, referente institucional del Club Unidos).

-Yo creo que la idea de la escuela (la primaria; la secundaria, ahora) está súper
instalada en la gente. Todos tienen la escuela en la cabeza, está internalizada:
vayan o no vayan, la hayan dejado o no, hayan tenido buenas experiencias con la
escuela o no. Pero la escuela está (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

Si bien todos los entrevistados tienen en su horizonte a la escuela secundaria,


esta meta difícilmente se alcanza. El estudio aparece en los jóvenes bajo la forma de
un “deber ser”, manifiesto en la expresión “hay que estudiar”, que no se condice con lo
que sucede en sus prácticas cotidianas. Precisamente, en la mayoría de los casos la
escuela no logra resolver la tensión entre urgencia y proyecto que se despliega en esa
etapa de sus vidas; cristalizada en una lógica contradictoria entre la estrategia de
reproducción a corto plazo y la estrategia de formación a largo plazo. Así, los jóvenes
establecen idas y vueltas con el colegio: entre el imaginario y lo posible, van trazando
una trayectoria educativa errática, que se refleja en que incluso superando los trámites
burocráticos necesarios para reingresar a un establecimiento, sólo concurren por un
período muy breve: “viene acá [al FinES] un par de días y después no viene más”
(Juan, 19 años).

-Hay algo que se repite: todos regresan. Están un año y dejan antes de terminar el
año, por trabajo, o lo que sea. Hay cuestiones más fuertes que no sé con qué tienen
que ver, que los preexiste. Ellos quieren, pero no lo pueden hacer… que fulanito está
en el carro, está desbandado. Cuestiones más complejas, más estructurales, que no
tienen que ver con el querer o no (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

Segundo tiempo: el largo y complicado proceso de transición de la


escuela al trabajo
En estos itinerarios de escolarización se observa que el vínculo con la escuela
no se ha desarrollado sin conflictos, principalmente porque las dificultades para
continuar dentro del sistema educativo fueron múltiples y de diversa índole. La
permanencia en la institución escolar constituye así una etapa crítica y son distintas
las razones que enuncian los entrevistados para justificar su progresivo alejamiento.
En este sentido, es fundamental destacar que el origen social condiciona las
trayectorias que configuran estos jóvenes en su pasaje por la escuela y el trabajo,

133
donde el momento de deserción deja entrever una variedad de causas que ponen de
manifiesto numerosas desigualdades.
Desde una primera aproximación, se vislumbra la dificultad de compatibilizar el
trayecto escolar con un ingreso prematuro al mercado laboral. En contraposición a lo
que plantean investigaciones previas sobre el impacto de la extensión de la
obligatoriedad educativa para sectores de bajos recursos, donde la educación como
actividad principal signaría el inicio y la inserción laboral plena (Dávila León y otros,
2008); las trayectorias de formación escolar de nuestros entrevistados se caracterizan
por las constantes idas y vueltas entre la educación y el trabajo. A lo largo de sus
trayectorias se producen períodos de entrecruces y solapamientos en las relaciones
que los jóvenes establecen con las diversas actividades educativas y laborales, que
manifiestan una alta movilidad entre condiciones de actividad donde se alternan
períodos de empleo, inactividad y desocupación.
Al quebrarse el pasaje institucionalizado que marcaba una transición lineal de
la educación al trabajo surgen múltiples trayectorias, entre las que son posibles: una
incorporación temprana al mundo laboral que irrumpe de forma definitiva el itinerario
escolar; la discontinuidad de estas trayectorias por las idas y venidas entre el trabajo y
los estudios; por último, la convergencia de la escolarización y la actividad ocupacional
en un mismo período de la vida. La mayor parte de su tiempo los jóvenes se
encuentran ocupados en trabajos de duración determinada, optando en unas pocas
oportunidades transitoriamente por la inactividad. Este es el caso de Germán, quien
luego de pasar por un sin número de instituciones educativas y repetir en varios
niveles del primario y secundario, por estar en “la edad del pavo”, decide dedicarse
sólo a sus estudios al recursar el 2do año.

-Hubo un tiempo que no busqué porque me cortó bastante [los estudios] el laburo
[…]. Ahí lo solté al trabajo porque no me daba mucho la energía, ¿no? Trabajaba poco
pero a la vez me olvidaba y no hacía las tareas, los deberes. Sí, eso me pasó bastante
(Germán, 18 años).

-¿Cuáles creés que son hoy en día los problemas u obstáculos para buscar un laburo?
-El problema ahora es el colegio, por el tema de los horarios más que nada porque
sino yo puedo agarrar algún oficio, total tengo 18 [años de edad]. No tendría problema
por el tema del secundario, pero sí joden los horarios (Héctor, 18 años).

Como trasluce este último relato, los jóvenes que se encuentran en edad de
escolarización buscan conciliar las actividades del sistema productivo y el sistema

134
educativo, recurriendo en sus primeras aproximaciones con el mundo del trabajo al
período de receso educativo o al horario extra-escolar. Es el caso de Herlo, quien
ingresa a la actividad laboral cortando el pasto con amigos durante las vacaciones;
desde ese primer momento superpone en varias oportunidades trabajo y educación a
lo largo de su biografía.

-A veces iba, cuando salía de la escuela, a laburar [...] sino faltaba [...] porque a la
escuela no le daba mucha bolilla, yo la quería dejar [...]. Me decían… que estudie, que
no deje. Y yo, como ya le había agarrado el gusto a la plata, quería dejar de
estudiar, quería mi plata, y bueno… (Herlo, 16 años).

De este modo, la conjunción de períodos de trabajo y estudio en las


trayectorias juveniles, tarde o temprano, termina dando prioridad a la trayectoria
laboral sobre la educativa. “Me fui a laburar a fuera [a la provincia], también por una
changa de pintura y quedé libre ahí” (Fermín, 19 años); “empecé a laburar y no fui
nunca más” (Ramiro, 29 años). El solapamiento entre las actividades laborales y
escolares conlleva finalmente su abandono, constituyéndose trayectorias educativas
inconclusas en los niveles básicos y obligatorios. Así, para un grupo de jóvenes el
momento en que se produce la deserción escolar encuentra su explicación en un
evento clave de sus vidas como es la entrada plena (luego de una etapa de
aproximaciones sucesivas) en el mercado de trabajo.

-Con el tema de la escuela fui acá a la de 155. Fui 5 años y tuve que dejar
-¿Por qué?
-Porque tenía que salir a laburar
-¿Hasta qué año fuiste?
-5to, me faltaban dos años para terminar la primaria
-¿Pensante alguna vez en retomar los estudios?
-Sí, agarré a la noche
-¿Hace cuánto?
-Hace como dos años atrás, fui me anoté, fui tres veces. Después me quedé sin laburo,
agarré un laburo en una pizzería que tenía que laburar de noche y lo tuve que
dejar […]. Ahora yo me arrepiento porque si terminaría la escuela, tendría que tener
algún estudio, sirve. Ahora vas a anotarte a algún laburo y te piden los estudios, si no
tenés... dejás el currículum y te lo tiran al tacho de basura, si no tenés los estudios
(Darío, 26 años).

135
En estos itinerarios juveniles resulta frecuente la reanudación y el abandono de
la formación por su imbricación con el mundo laboral. De esta manera, los caminos
que los jóvenes toman entre la escuela y el trabajo rompen así con la idea de
transiciones pautadas, sincronizadas y predecibles debido a que ambas etapas
pueden convivir temporalmente y sus secuencias suelen ser más complejas (Pérez
Islas, 2008; Jacinto, 2010a). Estos procesos tornan difusos los límites de las
transiciones educativo-laborales, debido a que no sólo los entrevistados no alcanzan a
vislumbrar una garantía de integración al mercado laboral, sino que además para
aquellos jóvenes que se desempeñaron anteriormente como trabajadores familiares no
resulta claro, desde su propia mirada, el momento en que se produce ese pasaje.
En consecuencia, el concepto de transición utilizado desde los años ‘70 para
investigar el pasaje de la escuela al trabajo (Vincens, 1999; Dubar, 1998b) y
determinar en qué medida se producía una adecuación entre el nivel de estudios y la
inserción laboral posterior, comienza a perder sentido en un contexto en el que es
difícil delimitar de manera precisa el pasaje de un ámbito a otro. 55 Las pautas de vida
de estos jóvenes contradicen aún más estos supuestos lineales y categóricos, en la
medida en que la desestandarización y mayor complejidad de los rumbos educativo-
laborales se conforman en articulación con acontecimientos y decisiones que
involucran a otras esferas vitales. De esta perspectiva, en la biografía de los jóvenes la
constitución temprana de la familia propia se presenta como un evento clave que
propicia de manera indirecta el retiro de la escuela y la búsqueda de una ocupación.

-Yo dejé la escuela cuando me junté, a los 19 años dejé la escuela. Me faltaba un
año [9no] y la terminaba, y la dejé para empezar a laburar de vuelta (Mauricio, 24
años).

Por su parte, desde la familia de origen la ecuación educación-trabajo se


presenta en términos complementarios o excluyentes (sin posibilidad de que
intervengan otras variables): “mi viejo me dijo: ‘empezá la escuela, si no vas a laburar’”
(Mario, 16 años). En este marco, la inserción en una ocupación se ve favorecida por
un contexto socio-cultural que reconoce y estimula la autonomía económica

55
Como desarrollamos en el capítulo 1, la nueva condición juvenil, que emerge sobre la crisis de los
mecanismos tradicionales de integración, rompe con las relaciones lineales entre nivel de formación e
inserción laboral; en consecuencia, las trayectorias previsibles en función del nivel educativo se
desdibujan, y con ellas el supuesto de un trayecto único que iniciaría en la escuela para conducir
posteriormente a un trabajo acorde con la escolaridad lograda. Así, la ruptura de las relaciones directas
entre nivel educativo e inserción ocupacional, manifiesta que se está lejos de modelos lineales de paso de
la escuela al trabajo.
136
(generación de ingresos) desde temprana edad; al mismo tiempo, también resulta
promovida por el amplio conjunto de redes familiares y barriales que facilitan el ingreso
a un mercado de trabajo de rasgos precarizados e informales (Saraví, 2009).

-Yo en la escuela era terrible. Hacia fin de año, por ahí, no iba a rendir y me llevaban a
trabajar […]. No quería estudiar y mi mamá me decía: "si vos no querés estudiar,
entonces tenés que trabajar porque sino después te vas a cagar de hambre". Yo
retobado me fui a trabajar y, bueno, ahora me arrepentí y quiero terminar de
estudiar, seguir una carrera y, bueno, terminar todo y ser alguien (Gastón, 18 años).

Principalmente son acontecimientos y decisiones del ámbito familiar


(desocupación del jefe de hogar, asunción de roles adultos vinculados a la paternidad,
etc.) los que impulsan la salida temprana de la escuela y el ingreso al mundo laboral.
Los jóvenes desertan del sistema educativo, en razón de que la escasez de ingresos
de sus hogares los obliga a adelantar su entrada al mercado de trabajo, aún antes de
completar su formación. Sin embargo, el abandono prematuro de la escuela no debe
atribuirse exclusivamente al origen socioeconómico. Es necesario considerar también
la capacidad de interpelación que tiene la institución escolar -y con ella la diversidad
de expectativas, percepciones y sentidos atribuidos a otras esferas de la vida- en la
conformación de un proyecto vital y laboral (véase cuadro N° 3).
Precisamente, las connotaciones simbólicas que asume la escuela, la ubican
en un lugar relegado frente a otras esferas alternativas, que presentan una mayor
incidencia en los procesos de subjetivación. Estos procesos se desarrollan en el marco
de lo que Kessler (2010) denomina “una escolaridad de baja intensidad”: “al estudio no
le daba bolilla” (Alejo, 29 años); “me empecé a portar mal, y bueno, después faltaba,
no entraba a la escuela o me rateaba” (Gastón, 18 años); “de vagancia estaba, no me
gustaba” (Jeremías, 20 años). Estas inconsistencias y debilidades dan lugar a una
institución escolar que se encuentra imposibilitada para responder a aquellos
significados tradicionales que la convirtieron en un lugar privilegiado de producción de
las juventudes.

Se constituye así en una escuela acotada, que luego de los años iniciales comienza a
perder su capacidad de interpelación, quedándose paulatinamente vacía de sentido. El
“desastre” y el “aburrimiento” emergen como los sentimientos que permean la
experiencia escolar y que denotan la incapacidad de la escuela para marcar a los
sujetos (Saraví, 2009: 306).

137
Frente a la pérdida de centralidad de la escuela se presentan ámbitos
alternativos de identificación y subjetivación juvenil. En este sentido, un argumento al
que acuden algunos de los entrevistados para abandonar el colegio se vincula a las
formas de sociabilidad que desarrollan con los grupos de pares, donde “la vagancia”,
“la calle”, “la droga”, adquieren preponderancia ante una institución escolar que no
logra representarse como un espacio de socialización e integración juvenil.

-¿Por qué habías dejado el colegio?


-Por la vagancia en el barrio, por joda, por estar con los pibes. No me quería
levantar a la mañana para ir al colegio (Jeremías, 20 años).

De manera precedente, señalamos las características que asume en las


trayectorias juveniles la fragilidad del vínculo con la institución educativa. La crisis del
sistema escolar no sólo se expresa en el deterioro de su calidad, en el marco de la
masificación y la diferenciación de circuitos educativos, sino también en la irrelevancia
de los contenidos formativos que ofrece la escuela secundaria desde la mirada de los
propios jóvenes: “en la escuela no te enseñan a trabajar”; aprendizajes que generan
muchas veces desacuerdos y conflictos con la cultura juvenil, como se manifiesta en
las frases: “en la calle se aprende más que en el colegio” (Nota de campo, N° 14); “la
calle te lleva a ser otra persona; aprender otras cosas, que otros no saben; ver
muchas cosas, que otros no ven” (Marcos, 23 años).

-Si me tuvieses que decir los principales momentos de tu vida, ¿qué me contarías?
Algo que te marcó, digamos
-La calle
-¿En qué sentido te marcó? ¿En qué cambió tu vida?
-Y me ayudó a saber bastantes cosas
-¿Cómo qué?
-Cosas que no aprendo en mi casa o en la escuela
-¿Cómo cuáles?
-Que sé yo
-Robar
-Sí, rastrear, las drogas, son cosas…Y eso me ayudó, digamos, a madurar; a no
pensar en robar o en drogarme
-¿La calle es la que te enseñó a la vez que te ayudó a…?
-La que me llevó por mal camino pero me enseñó bastantes cosas (Herlo y Mario, 16
años).

138
Así, “la calle” aparece como una instancia de socialización predilecta para
algunos de los entrevistados (tercer tipo ideal: trayectorias territorializadas). Más allá
de la importancia que adquiere el espacio público para un conjunto específico de
jóvenes, en ninguno de los relatos se presenta una valoración de la experiencia
escolar como ámbito de sociabilidad, tampoco como un período de moratoria social, ya
que los mismos ingresan tempranamente al mundo del trabajo y suelen contraer a
menor edad obligaciones familiares (Margulis, 2008).

-No era nuestra edad para buscar trabajo. Porque los chicos a esa edad no están
trabajando, le están manteniendo los padres los estudios. Nosotros no tuvimos esa
oportunidad, de estudio, de formarnos como personas […]. Yo lo hubiera hecho si
hubiera tenido la oportunidad… ahora ya estoy grande, si no pienso en el trabajo…
no tengo otra posibilidad (Marcos, 23 años).

En definitiva, en las interrupciones del itinerario escolar no sólo intervienen


elementos estructurales referidos al origen social sino también acontecimientos y
decisiones del ámbito familiar y barrial. Al mismo tiempo, adquieren una especial
relevancia aquellos factores biográficos vinculados a las expectativas y experiencias
que despliegan los jóvenes a lo largo de su trayectoria (timing); definiendo el momento
en que deviene necesario continuar o no la escuela, establecerse en un trabajo o
conformar una familia propia. En el caso de Lautaro y Anabel, luego de pasar por un
período de “rateadas” en momentos previos al abandono escolar -“nos empezamos a
escapar juntos y después ya no fuimos más”-, toman la decisión de tener un hijo. En
este instante nodal de sus biografías, cambian las valoraciones en torno a la
educación y el trabajo: el estudio es percibido como una inversión a largo plazo cuyos
beneficios sólo se alcanzan hacia el final del proceso, al reconvertirse en ingresos
superiores o mejores condiciones laborales; en contraposición con el trabajo, una
inversión concreta de la que se obtiene un rédito inmediato.

-En sí… estaría bueno igual terminarla [a la escuela]


-Para un trabajo fijo. Igual ahora no se necesita el estudio para mí
-¿Para trabajar o para qué?
-No, necesitamos trabajar… porque nos faltan muchos años, no es que nos falta uno
para terminar. Y ahora necesitamos más trabajar que estudiar
-Claro, no podemos estudiar ahora. Porque tenemos que comprar las cosas [al bebé]
-Más adelante sí, capaz, pero ahora más el trabajo (Lautaro y Anabel, 18 años).

139
Como explica Tenti Fanfani (2000), la situación anterior coloca a los jóvenes de
sectores pobres en un dilema: el quedar al margen de la escuela, excluidos de las
opciones de aprendizaje formal en un mundo que les exige cada vez más
conocimientos; o enrolarse en un trayecto complicado y difícil de sostener para ellos y
sus familias, del que no obtendrán ningún beneficio en el corto plazo en términos de
movilidad social ascendente. Sólo para aquel grupo de jóvenes en los que la esfera
educativa adquiere una centralidad fundamental en la conformación de su subjetividad
y en la formulación de un proyecto vital y laboral -donde las credenciales educativas
desempeñan un papel decisivo en la identificación simbólica con las profesiones-, la
permanencia en la escuela constituye una estrategia legítima frente al conjunto de
trabajos irregulares, esporádicos y desprotegidos a los que usualmente logran acceder
(primer tipo ideal: trayectorias escolarizadas). Como refleja el siguiente fragmento de
entrevista, en las biografías de estos jóvenes prima la actividad educativa sobre la
laboral.

-¿Si hoy en día te saldría un laburo y no podrías seguir estudiando qué valorarías?
-El estudio. Para mí es más importante el estudio, seguiría estudiando, eso seguro.
Por más que salga otro trabajo, que me paguen… después si tenés otro trabajo
ponele cuánto durás dos o tres meses, ya perdiste las ganas de estudiar, la
posibilidad y van pasando los años (Elio, 18 años).

Tercer tiempo: nuevas institucionalidades en busca de una inclusión


educativa 56
La transición de la escuela al trabajo, ya no puede concebirse como una
secuencia lineal. No sólo los jóvenes entrevistados suelen conjugar y alternar períodos
de ocupación y de formación, sino que también reingresan a la enseñanza media
luego de un largo período de inserción en el mercado de trabajo, donde no han podido
alcanzar una integración laboral plena. Ahora bien, los sucesivos fracasos en el
proceso de escolarización llevan a muchos de los jóvenes a optar por restablecer sus
vínculos con la escuela a través de nuevos dispositivos, que en los últimos años

56
El concepto de “nuevas institucionalidades” se retoma del artículo de Jacinto y Millenaar (2009), el cual
ha sido una fuente importante de inspiración para el planteo del problema de investigación. En este texto,
las autoras se proponen reflexionar sobre las “nuevas institucionalidades” (el caso seleccionado fueron
programas de formación e inserción laboral de ONGs), como nuevos soportes colectivos que contribuyen
a mejorar las oportunidades de los jóvenes más desfavorecidos. Desde su perspectiva, la dimensión
institucional juega un papel central no sólo en la transición de los jóvenes sino que también interviene
como espacio de subjetivación; constituyéndose en una instancia “mediadora” entre las políticas o
programas sociales y los propios jóvenes.
140
vienen promoviendo la finalización de los estudios primarios y secundarios por medio
de formatos más flexibles.
Las políticas públicas son las mediadoras y generadoras de estas nuevas
condiciones institucionales. En esta línea, se ampliaron las posibilidades de
terminalidad educativa, procurando introducir vías alternativas a la escolarización
tradicional, a través de nuevos formatos escolares que, en el caso bajo estudio,
forman parte de la oferta de los servicios educativos para jóvenes y adultos, tal como
son los Centros Educativos de Nivel Primario y el Plan FinEs. 57 En el marco de una
reformulación desde los años 2000 en las orientaciones de las políticas de educación,
formación y empleo para la juventud, Jacinto (2010b) argumenta que dichas iniciativas
representan un quiebre con las tendencias de las décadas pasadas que responde a
los requerimientos mínimos del mercado de trabajo respecto a la escolaridad formal.
No obstante, las dinámicas del sistema educativo exclusor permanecen, generando
nuevas propuestas (inclusive nuevas institucionalidades) sin alterar las prácticas más
generalizadas del formato escolar moderno. 58

El cambio en el formato escolar impulsado desde las políticas educativas recientes se


localiza básicamente en las escuelas que reciben a los jóvenes expulsados por las
otras instituciones […]. Precisamente, son los estudiantes que acumulan sucesivos
fracasos los que develan el contraste entre las dinámicas institucionales de las
escuelas en donde los propios alumnos son los responsables de auto-gestionar con
sus recursos su tránsito por la escolaridad, y aquellas en donde se produce un
acompañamiento que favorece la inclusión (Ziegler, 2011: 74-75).

Frente a trayectorias erráticas y signadas por una escolaridad fallida de estos


sectores que llegan por primera vez al nivel medio, la institución educativa tradicional
permanece indiferente, aún en las condiciones estructurales más adversas. Sin
embargo, al igual que plantea la bibliografía especializada (Kaplan 1997; Lahire, 1997;

57
En la Ley Federal de Educación del año 1993, la Educación para Jóvenes y Adultos (EDJA) fue
designada con el título “Regímenes Especiales”, es decir, por fuera de la educación común -junto a la
Educación Especial y Artística. Sin embargo, con la Ley de Educación Nacional Nº 26.206/06 se
contempló a la EDJA como una de las ocho modalidades del sistema educativo. Específicamente, el Plan
FinEs se enmarca en el campo de las políticas educativas para la escolarización de jóvenes y adultos que
surgen en los años 2000, con el propósito de revertir la desigualdad social y educativa. A través de este
programa se efectuó una revitalización de la EDJA, que ha alcanzado a los 1.700.000 inscriptos durante
el período 2008-2014 en todo el país (Jacinto, 2014).
58
Por formato aludimos a aquellas coordenadas que estructuraron la escuela secundaria moderna y que
son su núcleo duro de alterar, vale decir: la graduación de los cursos, la separación de los alumnos por
edades, la organización del curriculum por disciplinas y la promoción por ciclo aprobado completo;
constantes que han permanecido a lo largo del tiempo en la estructuración de la escuela media (Grupo
Viernes, 2008).
141
Perrenoud, 2001; entre otros), los jóvenes entrevistados reconocen como propio su
tránsito frustrado por el sistema educativo; lo cual lleva implícito la asunción de cierta
responsabilidad individual -“no me da la cabeza”, “me portaba muy mal”, “soy re vago
no me gusta estudiar”, “no me sé expresar”, “era re burro”- que conduce al
ocultamiento de los mecanismos internos de selección y permanencia de las
instituciones escolares, los cuales hacen parecer como naturales condiciones de
raíces estructurales (Bourdieu y Passeron, 2003).
Más allá de esta autoculpabilización, los relatos de los jóvenes dejan entrever
los múltiples mecanismos de expulsión del sistema educativo: condición etaria, mala
conducta, ausencia de vacantes o incumplimiento de requisitos burocráticos, son las
principales razones institucionales asignadas por los entrevistados a la hora de
explicar la deserción. El relato de Juan ilumina uno de los modos más habituales en
que los jóvenes son apartados del ámbito escolar:

-[…] me echaron de allá [de la escuela]


-¿Y por qué te echaron?
-Bah porque ya no permitían más, había repetido un montón de veces, aparte ya
era grande (Juan, 19 años).

De este modo, un principio organizador fundamental dentro de la estructura del


formato escolar tradicional continúa siendo la categorización basada en la edad; rasgo
que se fundamenta en los supuestos y marcos de la psicología del desarrollo que ha
proporcionado modelos normativos a la práctica educativa (Wyn y Dwyer, 2000). En
contraposición a estos imperativos “donde a cada clase de edad le correspondía una
clase escolar” (Kossoy, 2012: 12), en el caso analizado, los itinerarios establecen un
retraso respecto al ciclo escolar instituido, dado que los jóvenes poseen una edad
mayor a la prevista para el nivel al que acceden (sobreedad). Un dato a considerar es
que las reiteradas repitencias se producen mayoritariamente durante el tercer ciclo del
EGB.
Ante la imposibilidad de continuar en el formato tradicional de enseñanza, el
reingreso al colegio se orienta hacia la búsqueda de otras modalidades dentro del
sistema educativo formal; en la mayoría de los casos, optan por finalizar sus estudios
primarios y secundarios a través de la Escuela de Adultos o el Plan FinEs del barrio.
Estos dispositivos pedagógicos promueven así la terminalidad educativa de aquellos

142
jóvenes que no han resuelto su escolarización en los tiempos institucionales previstos
por el sistema educativo. 59

-¿Por qué los jóvenes van a una Escuela de Adultos?


-Por este tema de que se modificó la estructura de 7mo, 8vo y 9no, porque los
alumnos entraban a repetir y no iban más a la escuela, quedaban al margen. En el
tercer ciclo, directamente eran expulsados de las escuelas, mala conducta, porque
faltaban, porque molestaban. Quizás también se los pasaba, y en 7mo, 8vo y 9no con
profesores, la dinámica era diferente, empezaban a repetir: “por qué no te pasás a la
Escuela de Adulto, querido” (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

-¿Por qué deciden retomar en el FinES? ¿Cuál es la problemática de la escuela


tradicional?
-Es expulsiva […]. Porque fue una escuela secundaria y lo expulsaron, y no le
hicieron fomentar su autoestima de que todos valemos; o sino porque fuiste pobre
tuviste alguna carencia y desaprobaste, consecuencia te expulsaron. Y hoy el FinES
está para llenar como cáscara todo eso. Van a tener la posibilidad de decir “che,
terminé el secundario”. Que el papelito del título sirva como autoestima (Omar,
referente institucional del Club Unidos).

Es interesante aludir también las razones que formulan los jóvenes a la hora de
seleccionar la institución donde continuaron sus estudios. En estas narraciones
comienza adquirir relevancia la dimensión espacial, que abordamos en el próximo
capítulo. Para esta instancia, sin embargo, es importante advertir que la cercanía
aparece como un criterio a considerar en el análisis, más aún al contemplar que la
mayoría de los entrevistados ha concurrido a establecimientos educativos barriales o,
en su defecto, a escuelas aledañas pertenecientes a la localidad de Lisandro Olmos.
Una mención especial merece la zona donde se encuentra radicada La Escuelita;
ubicada en el área del asentamiento, se distingue por ser el sector más pobre del
Aluvión en torno al cual se configura un conjunto particular de circuitos laborales y de

59
Con el cambio de la normativa educativa en el año 2006, en la actualidad muchos jóvenes del barrio se
encuentran en una zona gris: no poseen la mayoría de edad para asistir al FinEs; al mismo tiempo, que
superan la edad prevista para continuar en el formato escolar tradicional. Situación que se vuelve un
obstáculo para quienes no han concluido el ciclo superior de la educación media debido a que el barrio
carece de una oferta de formación secundaria alternativa. Como explica uno de los jóvenes entrevistados:
“terminé acá [la primaria en la Escuelita] y vagueé todos los días, porque no había colegio… porque no
me puedo anotar todavía, no tengo 18 [...]. Yo me quería anotar acá [en el FINES del Club Unidos], así
me quedaba más cerca de mi casa, pero no puedo” (Marcelo, 17 años). El 2012 fue el último año en que
se impartió la educación en la versión del EGB en el Aluvión, en correspondencia con lo establecido por la
Ley Educativa de la Provincia de Buenos Aires (N° 13.688/07).
143
formación. Dato que sobresale, al vislumbrar que la distancia con la institución
educativa tradicional es de apenas un kilómetro.

-¿Qué te llevó a empezar de vuelta el colegio?


-Nada, porque lo tenía al lado de mi casa. Casi siempre te piden el último diploma,
entonces fui
-¿O sea, te piden para qué?
-Para el laburo, todo viste (Fermín, 19 años).

-¿Y después a qué colegio fuiste?


-A la Escuelita
-¿Es igual al otro o hay diferencias?
-En este me siento más bien, porque está más cerca de mi casa. Porque es más
piola […]. La [profesora] de acá es más buena que la otra (Paco, 19 años).

De este modo, los relatos comienzan a dejar entrever rupturas respecto de la


escolarización tradicional. En primer lugar, uno de los puntos centrales de estas
instituciones alternativas para la inclusión educativa es el relacionado con el tamaño
de la matrícula (la cual no supera en promedio la decena de alumnos por clase),
estableciéndose una gran diferencia con la escuela media convencional que suele ser
numéricamente más masiva. Esta condición permite desarrollar un marco de mayor
contención al entablar un vínculo cara a cara como vía que efectiviza la escolarización
de los jóvenes. Como apuntan Montes y Ziegler para el caso de las Escuelas de
Reingreso:

La pedagogía ha dado cuenta desde diferentes imágenes de la idea de una relación


más estrecha entre educadores y educandos como condición de posibilidad del vínculo
pedagógico […]. Para que estos procesos se produzcan los docentes señalan que
deben establecer un vínculo de intercambio y de proximidad con los jóvenes como una
condición sine qua non. Conocer a los alumnos, saber de sus vidas, acompañarlos en
algunas de sus decisiones parecería ser nodal para poder escolarizarlos (2012: 171).

-Creo que lo que se da es el tema de la mirada, de romper con esta cosa más formal.
Pero no es que venimos a charlar y tomar mate, y no hacemos nada, el conocimiento
escolar circula. No es esa cosa tan distante entre el docente y el alumno, creo que
se produce otro tipo de encuentro. Eso relaja un poco más y permite llegar a
mejores cosas respecto al conocimiento (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

144
Como acuerdan los docentes a cargo de estos espacios alternativos de
escolarización, el trabajo educativo que se realiza aborda las áreas curriculares pero
intenta hacerlo en conjunto con los aspectos emocionales y la formación de
autoestima: “hoy el FinEs brinda herramientas para levantar esa autoestima que la
tienen baja: el que decide emprender el viaje, logra llegar” (Omar, referente
institucional del Club Unidos). En este sentido, las intervenciones pedagógicas no
dejan de lado las condiciones de adversidad de los jóvenes, sino que se tiene en
cuenta sus necesidades, vivencias y aprendizajes previos.

-Cuentan de sus vidas, “ayer fui…”. Que ellos puedan hablar de sí, y que alguien les
pueda preguntar. Eso no sucede en las escuelas, yo he ido a charlar con las maestras
de la escuela del barrio, hacen lo que pueden con 30 chicos, hay cosas que le exceden
a la escuela. En un espacio donde hay 30, donde hay tanta formalidad. Yo el registro lo
llevo, al final pongo los presentes, pero eso no es lo importante. Esto del afecto, el que
tiene que llorar, llora; que se puedan expresar, quizás el día anterior se cagó de
hambre o de frío, y que lo puedan decir. O si salieron con amigos para ver si
podían robar algo, o si aspiré… Esto no se habla en las escuelas, creo que esa es
la diferencia fundamental (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

Por consiguiente, la implementación de formatos educativos alternativos a la


experiencia escolar tradicional, permite generar espacios de aprendizaje que atienden
y se adaptan a las situaciones que presentan los jóvenes; asimismo, estas
modificaciones se acompaña también con la generación de condiciones pedagógicas
que favorecen la permanencia y el egreso de quienes tienen pendiente aún culminar
su formación media. En este sentido, no sólo el espacio institucional sino también
curricular favorece la finalización de los estudios. La baja carga horaria y la flexibilidad
en el cursado de las actividades escolares, les permiten a los entrevistados
compatibilizar la escuela con las oportunidades laborales esporádicas que van
surgiendo. En esta serie de nuevos dispositivos se crea así un régimen de asistencia
más laxo que atiende la condición de aquellos jóvenes que trabajan y estudian al
mismo tiempo.

-Después esta cosa de “ah, pero esto no es como la otra escuela”, que pueda venir
más tarde; que pueda faltar si me avisa porque tiene una changa y no viene, o
porque se quedó cuidando al hermano y no viene (Ana, maestra de la Escuela de
Adultos).

145
Para finalizar, es importante señalar que los nuevos intentos y reingresos a la
institución educativa por medio de estos dispositivos son, para un sector de los
jóvenes, una ayuda a la culminación de sus estudios. En cambio, en otro grupo, pese
al acompañamiento de su trayectoria escolar, no se consigue alcanzar esta meta;
incluso, algunos jóvenes se anotan pero sólo asisten por un período muy breve,
abandonando nuevamente: “fui un mes, después no fui más” (Luciano, 20 años). En
efecto, más allá del acompañamiento en el tránsito por la escolaridad que propician
estas nuevas institucionalidades para sostener la permanencia de los jóvenes, es
fundamental acudir a soportes externos a la propia escuela que garanticen su efectiva
escolarización.

5.1.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias escolarizadas: el caso de Alejo
Alejo tiene 29 años de edad, desde que nació vive en el barrio. Antiguamente,
sus padres residían en el centro de la ciudad (en el hogar de su abuelo paterno), hasta
que se mudaron a una casa quinta en El Aluvión. Al tiempo del fallecimiento de su
madre, su padre establece una nueva relación de pareja, dejándole a su cargo la
vivienda familiar. Este particular origen socio-cultural, revela un punto de inicio
diferencial en la constitución de la trayectoria de este joven, que se trasluce en su
propio relato: “yo vivo acá en el barrio pero, cómo te puedo decir, no me comporto
como de un barrio, de un lugar muy marginal”.
La trayectoria educativa de Alejo manifiesta también ciertos rasgos particulares.
Si bien concurrió a una escuela técnica ubicada en el casco urbano, no logró culminar
allí sus estudios, comenzando una rotación por distintas instituciones de nivel medio.
Así expresa el vínculo que mantuvo con la escuela: “en ese tiempo era chico y al
estudio no le daba bolilla”. Frente a una escolaridad de baja intensidad, su padre le
planteó: “si vos dejás de estudiar, empezás a laburar”. De este modo, comenzó a
trabajar junto a él en el oficio de plomero: “lo seguí a mi viejo desde chico y ya sabía
cómo era lo de plomería”. Sin embargo, en tiempos donde todavía no había asumido
ninguna obligación familiar, estableció un vínculo efímero con el trabajo que le permitía
atender aquellas necesidades asociadas a su condición juvenil: “…cuando era soltero,
laburaba cuando quería, no tenía necesidad porque en mi casa me dieron todo. Si
laburaba era para tener mi plata, que era para salir con mis amigos”.
A los 19 años de edad constituye su propia familia con el nacimiento de su
única hija, finalizando esa “etapa de joda”. Así relata los cambios en torno a los
sentidos del trabajo que produjo ese evento impredecible en su biografía: “el cambio

146
para mí fue cuando fui papá [...]. Me cambió la forma de ser, de pensar. En ese
momento tenía que salir adelante y solucionar el tema: tenía que laburar, tenía una
familia que mantener […]. Tenía que asumir lo que era y hacerme cargo de todo: soy
el hombre de la casa, soy el que tiene que laburar”. Durante un largo tiempo continúo
trabajando de plomero junto a su padre, aunque intercaló esta actividad con “algunas
changuitas más” (pinturería, jardinería, etc.); también, estuvo empleado por un período
de tres meses en una fábrica de ladrillos, hasta que finalizó el contrato. Sin embargo,
explica que “hacía eso porque no tenía algo fijo”. Alejo no quería replicar los pasos de
su padre, el cuentapropismo no le garantizaba una seguridad diaria: “hay días que uno
tiene plata y otros días que no […]. Yo lo que busco es la continuidad en el trabajo,
que todos los meses me paguen un sueldo”.
En la actualidad, este joven trabaja como empleado de una empresa de
seguridad privada (habiendo realizado un curso de capacitación). Si bien, en un primer
momento, señala que “es un sueldo fijo que uno lo tiene siempre”, buscando alejarse
de las vivencias de la generación precedente en lo que respecta a la inestabilidad e
incertidumbre laboral -“yo no quería pasar lo mismo”-; la regularidad salarial no implicó
una continuidad ocupacional. La modalidad de tercerizar la contratación de personal
que adoptan de manera recurrente las empresas de seguridad, ha conllevado a
constantes cambios en el recorrido laboral de Alejo, quien hoy en día transita por su
cuarta empresa con posibilidades de quedar finalmente efectivo. Más aún, esta forma
de contratación ha provocado que, circunstancialmente, volviera al trabajo de
plomería: “las empresas de seguridad privada te tomaban por un tiempo, un contrato
por tres meses, seis meses. Así estuve todo el tiempo y las veces que me quedaba
parado, hasta que agarraba otro, trabajaba con mi viejo haciendo lo que ya sabía”.
La inestabilidad de su trayectoria ocupacional ha llevado a que sea dificultoso
conciliar la actividad laboral y la actividad educativa, estableciéndose idas y vueltas
con el colegio. Luego de transcurrir algunos años retoma los estudios en una nueva
institución, donde culmina el EGB y conoce a su actual pareja, una joven de 26 años
empleada de un comercio del barrio. Junto a ella decide continuar estudiando, sin
embargo, Alejo debe abandonar al ingresar en una empresa de seguridad. Así relata
esa experiencia: “mi mujer pasó a 2do año y yo dejé porque había entrado en una
empresa de seguridad […] se me cortó todo, no podía venir a estudiar. El año pasado
yo estaba en una empresa que, como no me dieron el horario, no fui más: ‘no me voy
a perder la escuela por ustedes’ […] esa fue la vez que más estuve parado”.
En el momento que realizamos la entrevista, Alejo estaba cursando el 2do año
en el marco del Plan FinES que se dicta en el Centro Comunitario. Si bien, continúa

147
trabajando como personal de seguridad, acordó con la empresa para asistir al colegio
durante los días que tiene franco. De este modo, su trayectoria laboral se estructura en
base a la escuela, proyectando un futuro ligado a la profesión policial. Aunque en otras
entrevistas se hizo también referencia al valor de la educación para conseguir un
trabajo: “hoy en día, lo tengo que terminar sí o sí, obligado, para poder entrar [de
policía]”, en el relato de Alejo la institución escolar es el hilo conductor de su biografía:
todo remitía a la importancia de los estudios y su decisión de abandonarlos. Incluso, al
preguntarle si cambiaría algún evento del pasado, señala: “me hubiese puesto las pilas
en ese momento para terminar de estudiar”. Como expresa el siguiente fragmento de
entrevista, la institución educativa asume en la trayectoria de este joven un lugar
esencial:

-Desde el punto de vista mío personal siempre fue el colegio, para mí es la base. Es
como la casa, si no le hacés las bases se viene abajo […]. La escuela, es lo
fundamental. La escuela, el trabajo y la familia. Hoy día la edad que tengo, yo tendría
que estar disfrutando solamente de trabajar y tengo que acomodarme horarios para
terminar de estudiar (Alejo, 29 años).

5.2. Entre generaciones: un acercamiento a la dimensión familiar

Primer tiempo: la familia de origen como punto de partida en la


configuración de las trayectorias intergeneracionales
Los padres de los jóvenes entrevistados nacieron entre mediados de la década
de 1950 y principios de 1970, insertándose mayoritariamente en el mercado de trabajo
a partir de finales de los años ‘70 y comienzos de los ‘80, momento en que comienza
la reestructuración del mercado laboral argentino. Al interior de estas diversas
cohortes de edad se observa como característica transversal una segmentación
ocupacional entre géneros, donde la diferenciación de roles femeninos y masculinos
determina los rumbos laborales de ambos sexos al asignar ocupaciones “adecuadas”
para cada uno de ellos: mientras los varones participan en una variedad de sectores
económicos, fundamentalmente en la industria de la construcción; las mujeres se
concentran en el sector servicios y en el comercio desempeñando tareas “típicamente
femeninas”, que resultan una extensión del ámbito doméstico al laboral -servicio
doméstico, servicio de limpieza no doméstico, cuidado y atención de personas.
Si bien a lo largo de sus trayectorias las madres de los jóvenes entrevistados
han transitado por esta clase de ocupaciones, en la actualidad la mayoría se
desempeña como ama de casa o se inserta en el mercado de trabajo a través de
148
políticas de empleo que promueven la inclusión socio-laboral (principalmente como
cooperativistas del Programa Argentina Trabaja). En contraposición, en las
trayectorias laborales de sus padres prevalece como rasgo distintivo la inestabilidad
laboral que se manifiesta en: por un lado, una informalidad duradera vinculada a su
permanencia en el segmento secundario del mercado de trabajo; por otro lado, una
alternancia entre el sector formal e informal de la economía. En este último caso, el
empleo asalariado no aparece como un punto de llegada, sino como una posición
conquistada que puede perderse, cayendo nuevamente en la informalidad. Sólo en
unos pocos casos la estabilidad laboral se alcanza a través de la conformación de un
oficio como trabajadores por cuenta propia; en tanto que el trabajo “típico” (registrado,
protegido y seguro) se presenta principalmente a través de la profesión policial que,
incluso generación por medio, se vislumbra como el anhelo laboral de un conjunto de
jóvenes.
Por su parte, los jóvenes entrevistados nacieron en el período que abarca de
1983 a 1997 (teniendo entre 16 y 29 años de edad al momento de la entrevista), y se
insertaron en el mercado de trabajo a finales de la década del ‘90 y los años 2000,
contexto en que se precipitan profundas transformaciones en la estructura social,
fundamentalmente en lo que respecta al mundo laboral. 60 La agudización de las
transformaciones y el deterioro de las relaciones laborales convergen con la expansión
de la matrícula escolar del nivel medio y el ingreso de jóvenes de sectores sociales
antes relegados; siendo en la mayoría de los casos analizados, la primera generación
que accede a los estudios secundarios. Sin embargo, como hemos desarrollado, las
nuevas generaciones cuentan con más años de educación formal que no logran
traducirse en mejores posiciones en el mundo laboral. Se rompe así el pasaje lineal de
la educación al trabajo, que refleja la inexistencia de una correspondencia entre
formación e inserción laboral posterior. 61

60
El período analizado comprende desde el declive del modelo de convertibilidad y la crisis de los años
2001-2002, momento en que la desocupación alcanzan su máxima cifra (21,5%), según datos de la EPH
(Miranda, 2009); hasta la recuperación económica del 2003, etapa donde aún se vislumbran nichos
irreductibles de exclusión, como es el caso analizado, a los que no alcanzan las mejoras en los
indicadores laborales y sociales básicos, profundizándose incluso ciertas tendencias recesivas de años
anteriores. En este sentido, si bien a partir del 2003 la situación de los jóvenes en el mercado de trabajo
ha evolucionado de la mano de las mejoras en el nivel de empleo; las condiciones adversas para la
inserción laboral de este grupo etario permanecen, afectándolos en mayor medida el desempleo, la
informalidad y la precariedad de las relaciones laborales. En un contexto de desigualdad estructural, la
expansión económica no garantiza más y mejores oportunidades laborales para las nuevas generaciones,
que sufren serios obstáculos para su inserción en empleos de calidad.
61
En esta línea, un conjunto de estudios muestra que la inserción socio-ocupacional de los jóvenes está
más relacionada con condiciones sociales “adscriptas” que con factores asociados a los niveles
educativos “adquiridos”. Se observa que aún con niveles educativos similares, la calidad de las
inserciones laborales alcanzadas presenta amplias diferencias según el sector social de procedencia
149
Por otro lado, al igual que en sus progenitores, en las jóvenes generaciones
persiste una división genérica del trabajo, que determina el cuidado del hogar y de los
hijos como una cuestión a ser atendida exclusivamente por las mujeres. En todos los
casos en que los entrevistados conforman una familia propia, sus cónyuges son amas
de casa o permanecen estudiando en la inactividad, aunque con anterioridad hayan
realizado entradas circunstanciales en el mercado de trabajo que fueron interrumpidas
por la maternidad. En oposición al repliegue femenino en el ámbito privado, las
trayectorias de los varones se desarrollan primordialmente en el espacio público al
asumir el papel de proveedores. 62
En lo que respecta a las trayectorias de inserción laboral se observan
continuidades y rupturas con la generación precedente. Como describimos en el
capítulo anterior, las nuevas generaciones se insertan en el mercado laboral de un
modo no lineal, conformando itinerarios caracterizados por la informalidad y la
alternancia entre sectores y actividades laborales. Estas trayectorias adquieren un
carácter “predecible”, desde la mirada de los propios entrevistados. Precisamente,
como sostiene Kessler (2010), la inestabilidad y la precariedad de sus ocupaciones no
son para estos jóvenes problemas novedosos. En la mayoría de los casos analizados,
ya han sido experimentadas por sus padres, quienes exhiben de forma
contemporánea trayectorias laborales íntegramente precarizadas; lo que provoca
cierta naturalización de la situación de inestabilidad.
De este modo, según Bayón (2005) el punto de quiebre en las trayectorias
laborales de los más pobres no se constituye con la pérdida de un empleo formal y
estable, al que muchos de ellos nunca tuvieron acceso. La verdadera ruptura reside en
la experiencia del desempleo, en los períodos cada vez más largos que transcurren
entre changa y changa, en la discontinuidad e incertidumbre en la percepción de
recursos económicos, en la dificultad creciente de “inventar” trabajo. En este contexto,

(Bonfiglio y otros, 2008). Por consiguiente, los jóvenes pobres que logran terminar la escuela secundaria
no siempre alcanzan a mejorar su inserción laboral: el valor del título es desigual en términos tanto de
protección contra la desocupación como en lo que respecta a la calidad de los empleos (Filmus y otros,
2001). La falta de vías acceso a un “buen trabajo” ponen de manifiesto el papel que juega el capital social
como la segregación territorial (Jacinto, 2006a).
62
Estos hallazgos guardan puntos en común y desacuerdos con lo que subrayan otras investigaciones
para este sector social. En su obra “Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la
Argentina reciente”, Míguez y Semán plantean que “los profundos cambios en la estructura de ocupación
de los sectores populares han tenido el efecto de invertir el soporte concreto del papel de proveedor (que
habría pasado de los hombres a las mujeres)” (2006: 27). En contraposición, Kossoy (2012) sostiene que
el trabajo en los varones es la vía para adquirir el rol de proveedor y entrar al mundo de los adultos;
mientras que en las mujeres continúan operando fuertemente los modelos culturales heredados. En este
marco, las jóvenes establecen negociaciones subjetivas y relacionales entre las opciones de reproducir
las prácticas tradicionales que dan centralidad a las tareas domésticas y familiares o, por el contrario, de
incorporar las actividades laborales a esas tareas “femeninas”.
150
el valor atribuido a la actividad laboral residiría centralmente en la estabilidad y
continuidad de los ingresos más que en el desarrollo de una carrera laboral
ascendente.
Desde esta mirada intergeneracional, una dimensión analizada refirió al modo
en que estos jóvenes perciben la situación del mercado de trabajo en el contexto
actual, en relación a la época de sus padres. A modo de interrogación, ¿qué imagen
poseen las nuevas generaciones del mundo laboral? En general, los entrevistados
señalaron que en la actualidad es más “difícil” conseguir trabajo, ya que se solicitan
elevadas credenciales educativas en comparación a la situación de la generación
precedente, que posee menos años de escolarización -al haber completado
principalmente los estudios primarios, aunque con excepción de quienes no concluyen
ese nivel o lo superan con la finalización de la educación media.

-¿Y ahora para conseguir un trabajo, cómo creés que está la situación laboral actual?
-Y está jodido porque hoy en día si no tenés los estudios terminados… no es como
antes que no te pedían los estudios para laburar. Ahora te piden estudios hasta
para manejar una computadora, que antes no hacía falta: sabías, ibas y te tomaban
(Mauricio, 24 años).

-¿Hoy en día creés que es más fácil o más difícil conseguir un trabajo que en la época
de tus viejos?
-En la época de mis viejos era más fácil porque ya te tomaban de por sí. Mi viejo
desde los 13 años labura, comenzó con cajones de Coca-Cola y hoy tiene un oficio de
chapista
-¿Y hoy en día por qué creés que es más difícil?
-Porque te piden muchas cosas, como el estudio
-¿Antes no lo pedían?
-Y antes no creo que te pidieran hasta 9no, con 7mo grado ya estabas laburando.
Ahora tenés que tener computación, tenés que tener todo. Yo con la computadora te
juego a los jueguitos nada más (Ramiro, 29 años).

Desde su mundo de representaciones, los entrevistados señalan que en la


actualidad resulta más difícil acceder a un trabajo: si bien existen posibilidades de
alcanzar alguna ocupación (“hay trabajo”), los requisitos son demasiados. En esta
instancia, se entrecruzan en los relatos de los jóvenes su actitud -pasiva o activa-
hacia el trabajo con la existencia de una estructura ocupacional que no logra
corresponderse a sus deseos y expectativas laborales. Como se expresa en la
siguiente entrevista:
151
-¿Y hoy en día cuáles son los problemas para conseguir un trabajo?
-¿Los problemas? Si no salís a buscar… si vos te quedas en tu casa, el trabajo no te va
a ir a buscar. Para mí, si buscas encontrás. Por ahí no encontrás lo que estás
buscando pero, si vos tenés ganas de trabajar, trabajás de lo que se te cruce…
(Sebastián, 27 años).

Por otra parte, un aspecto relevante en la constitución de los trayectos


intergeneracionales, radica en la similitud de las ocupaciones realizadas por padres e
hijos. Las trayectorias laborales no pueden ser leídas ni entendidas al margen de las
historias de familia (Márquez, 2001). Los itinerarios por el mundo del trabajo expresan
una condición familiar: oficios que se heredan, capacidades y habilidades que se
transmiten y vínculos de parentesco que generan oportunidades.
En este punto, es importante advertir que el ingreso al mundo laboral de las
nuevas generaciones se constituye a partir de un conjunto de prácticas no
formalizadas que se desarrollan por medio de las redes familiares, a través de las
cuales muchos de los jóvenes entran en contacto por primera vez con el trabajo. Esta
socialización temprana conjuga los espacios de trabajo con los tiempos de la
formación, al implicar una transmisión de saberes que se dan “en el seno de la familia
de manera implícita y centrados en las interacciones en torno al proceso productivo
mismo” (De Ibarrola, 2006: 33). Los conocimientos para el desarrollo de una tarea se
adquieren así en la práctica mediante la formación padre-hijo, donde la transmisión de
saberes de un trabajador con más experiencia a un trabajador con menos experiencia
se efectúa a partir de una capacitación informal en el mismo puesto de trabajo (Muñiz
Terra, 2007): “lo aprendí en mi casa, trabajando con él [su padre]. Y después empecé
a buscar un laburo” (Jeremías, 20 años).
Por consiguiente, en tanto el grupo familiar se constituye en una de las
primeras vías de ingreso y socialización en el trabajo, muchos de los jóvenes se
encuentran realizando las mismas actividades que sus padres. De allí que las nuevas
generaciones no vislumbren una diferencia en el itinerario laboral delineado, sino más
bien una continuidad intergeneracional: por un lado, la ocupación paterna se presenta
como un camino “asegurado”, una “herencia”, que los jóvenes no siempre deciden
continuar; por otro lado, aparecen las cooperativas de trabajo como un lugar común a
ambas generaciones, en el marco de programas de ayuda a la inserción laboral.
Durante la realización de uno de los talleres, se sugirió como práctica la elaboración
de un árbol genealógico ocupacional. En la discusión de esa actividad uno de los
jóvenes arguyó: “no te das cuenta, los trabajos que tienen los podemos hacer
152
nosotros” (Nota de campo, N° 11). Esto se evidencia en el caso de Juan quien, al igual
que su padre, complementa su trabajo en la cooperativa con el cirujeo.

-¿Te gustaría tener los laburos que tienen tus papás?


-Y no, si ya los tengo
-¿Te gustaría hacer algo diferente al laburo que tienen?
-Algo distinto, algo mejor (Juan, 19 años).

-¿Y si tuvieras que pensar todos los trabajos que tuvo tu viejo y todos los trabajos que
tuviste vos, qué opinás: son parecidos, diferentes? ¿Te gustaría seguir el camino de él?
-El camino de él ya lo tengo asegurado. Eso es una herencia. El oficio de él ya lo sé
yo, me doy maña para el oficio que tiene él (Ramiro, 29 años).

En consecuencia, las ocupaciones paternas dejan de ser referentes


significativos en la construcción subjetiva de algunos jóvenes, no sólo porque al
interior de su universo socio-profesional se ubicaron dentro de las categorías de los
trabajos de carácter manual, pesados, de aprendizajes meramente rutinarios e
inestables; sino principalmente porque son parte de las identidades heredadas, ligadas
al origen familiar y social, de las cuales muchos de los jóvenes buscan diferenciarse.
En esta búsqueda, algunos entrevistados intentan apartarse de aquellos
trabajos que constituyen su campo laboral de posibilidad (albañil, ciruja, cooperativista,
etc.), al mismo tiempo que proyectan alcanzar una actividad que les permita una
realización personal. Surge así en un grupo de jóvenes una identificación simbólica
con las profesiones, que apela a otras imágenes relacionadas con mejores
condiciones de trabajo, mayores gratificaciones económicas, que aseguren la garantía
de una estabilidad laboral, el reconocimiento social y las expectativas de una vida
mejor. En contraposición, otros entrevistados no logran avizorar en su futuro otra cosa
que la inestabilidad duradera, adquiriendo relevancia los mecanismos de reproducción
social: las expectativas laborales futuras se remiten a alcanzar las ocupaciones
paternas o, por el contrario, se limitan a mantener las actuales condiciones laborales
(segundo tipo ideal: trayectorias reproductivas).

Segundo tiempo: las transiciones de la familia de origen a la familia de


procreación
En el contexto contemporáneo, el proceso de transición a la edad adulta no
abarca una misma secuencia y temporalidad de los eventos biográficos. Por el
contrario, en los modos de transición juvenil se vislumbran límites y variaciones en las
153
formas “tradicionales” de ingresar al mercado laboral, desarrollar un itinerario escolar y
conformar una familia propia. En los apartados anteriores, hemos analizado las
transformaciones que se producen en las transiciones educativo-laborales de los
jóvenes del barrio Aluvión. A continuación, atendemos los cambios que se han
suscitado en la estructura familiar tradicional y en sus patrones de conformación,
observando las nuevas formas de transición que delinean los jóvenes en el ámbito
familiar. 63
Como apuntamos previamente, el trabajo y la escuela aparecen asociados con
un imaginario de movilidad socio-ocupacional, que difícilmente está al alcance de los
jóvenes. En su lugar, la conformación de una familia propia y la consumación de una
independencia residencial se presentan como alternativas dentro de sus horizontes de
oportunidad. En esta dirección, la transición temprana hacia la autonomía familiar se
percibe para los jóvenes como una opción posible frente a otras esferas de
integración, al formar parte de una experiencia cotidiana y socialmente aceptada
dentro de su contexto socio-cultural. Es en torno a estos proyectos realizables que
algunos entrevistados conforman su subjetividad, si bien la casa de material es un
sueño que forma parte de las representaciones del conjunto de los jóvenes. Como se
expresa en los relatos de Marcos y Luciano, aquí el trabajo se concibe como un medio
para la realización de una estrategia vital más amplia, centrada en el mundo familiar.

-Para vos, ¿qué es el trabajo?


-El trabajo es aquello útil que te lleva a cumplir sueños, necesidades […]. Era lo que me
iba a llevar progresar a mí, el trabajo. Pero hay otras cosas antes que el trabajo
-¿Cuál es la característica más importante del trabajo?
-En sí lo económico me lleva a buscar otros trabajos. Para llegar a completar mi
sueño: comprar mi terreno, hacerme mi casa. Eso me lleva a cambiar de trabajo
[…]. Busco otro trabajo que pueda disfrutar más de lo sociable y de mi familia, y que
pueda ganar un poco más (Marcos, 23 años).

63
En este punto, es importante señalar que las investigaciones sobre juventudes han prestado mayor
atención al análisis de las trayectorias que los jóvenes configuran entre la educación y el trabajo; por el
contrario, constituye un aspecto poco explorado el modo en que conforman su propia familia e
independencia residencial. En este sentido, un diagnóstico sobre las investigaciones respecto de la
situación de la juventud en nuestro país, observó distintas áreas vacantes. El estudio indicó que son
pocos los análisis en perspectiva generacional, en especial, puntualizó la ausencia de investigaciones que
aborden los contextos de crianza y socialización de los jóvenes. También, señaló la escasez de
información sobre los procesos de emancipación, formación de la familia y organización doméstica. Según
el informe, no se conocen datos sobre el inicio de la vida en pareja, los motivos de la emancipación, el tipo
de familia que se construye, los grados de autonomía con relación a su grupo familiar de origen, etc.
(Chaves, 2006 en Otero, 2009).
154
-[Busco otro trabajo] para cobrar más que esto y comprar un terrenito, porque no quiero
vivir toda la vida ahí, en lo de mi suegra. Quiero tener lo mío, quiero hacerme una
casa de material. Con esta plata no me alcanza, ni para una pared (Luciano, 20
años).

Ahora bien, las investigaciones inscriptas en la perspectiva de la transición a la


vida adulta destacan que un acontecimiento clave de este pasaje reside en la
formación de una familia propia y el acceso a la independencia residencial. Estas
transiciones se presentan ordenadas en el tiempo de forma secuencial, de modo que,
se define en las trayectoria juveniles una secuencia “normativa” integrada por una
sucesión de etapas: primero la formación educativa, luego el empleo y, finalmente, la
unión conyugal junto a la conformación del núcleo familiar.
Sin embargo, las trayectorias de los jóvenes del barrio Aluvión no reflejan una
linealidad en sus itinerarios hacia la adultez, más aún, sus rumbos aportan nuevos
sentidos que contradicen la separación entre ciclos vitales estancos. Para este grupo
de jóvenes el pasaje hacia la edad adulta difícilmente se constituye -siguiendo la
terminología propuesta por Casal y otros (2006)- a partir de la consumación de la
independencia residencial (simbolizada con la formación de una familia propia) y la
independencia económica (identificada con el acceso a un empleo estable). Durante el
proceso de emancipación estas condiciones ya no prevalecen en su forma “clásica”, al
mismo tiempo que adquieren nuevos significados.
Este modelo “normativo” presenta -frente a las circunstancias históricas y
sociales contemporáneas- serias limitaciones en su potencial explicativo, que plantean
el desarrollo de un proceso cada vez más acentuado de desinstitucionalización e
individualización del curso de vida (Guerra Ramírez, 2008). En la actualidad, nos
encontramos ante la emergencia de una mayor diversificación en los calendarios y
patrones de la transición a la adultez, que justifica el renovado interés por explorar la
multiplicidad de estrategias delineadas por los jóvenes en las distintas esferas de la
vida, que expresan variaciones sustantivas a la forma tradicional. 64
Precisamente, las normas y expectativas sociales en relación con las etapas
del curso de vida familiar -que instituyeron a la unidad doméstica nuclear como modelo
de la modernidad-, no se presenta en la realidad social de los jóvenes del barrio,

64
Las trayectorias de los jóvenes son un reflejo de las estructuras y los procesos sociales. En este
sentido, las estructuras de transición son construcciones histórico-culturales, se modifican de acuerdo a la
sociedad y a lo largo del tiempo. Así, la matriz social, cultural e histórica condiciona las distintas maneras
de ser joven. La época actual ha tornado borrosos los límites que se establecían para cada clase de edad,
produciendo profundas modificaciones en el modo en que se concibió la transición a la vida adulta.
155
quienes adoptan una diversidad de formas de familia y de convivencia. 65 Las
profundas transformaciones en la estructura familiar nuclear se observan en el
predominio de familias monoparentales o ensambladas 66, donde estás últimas
acarrean hijos de distintas uniones que conviven bajo el mismo techo, padres a
tiempos parciales, más de una vivienda, como alguna de las variantes posibles
(Urresti, 2012).
Los cambios en el grupo conviviente, la inestabilidad del hogar y las uniones
tempranas tienden a desplazar y poner en cuestión el alcance de la familia tradicional.
La complejidad de reconstruir la organización familiar se evidencia, a su vez, al
comenzar a jugar otros vínculos parentales (abuelos, tíos) y no consanguíneos
(padrastros, madrastras). Más aún, nos encontramos frente a la situación de jóvenes
que son padres, pero no asumen su paternidad. Este hecho se refleja en el caso de
Ramiro, cuya trayectoria permite echar luz sobre el proceso de transición familiar y
residencial. Luego de la separación de sus padres, conformó su propia familia a los 23
años de edad. En un comienzo, la convivencia se consumó dentro de la casa materna
“en la pieza que era mía. Después, mi abuela me compró la casa en el fondo de lo de
mi vieja”. Allí, vivió junto a su pareja durante dos años, hasta que finalmente se
separaron y ella se hizo cargo del cuidado del hijo que tuvieron en común. Así expresa
este joven el vínculo que mantiene con su único hijo:

-[Me falta] disfrutar más mi hijo. Yo desde los 23 [años de edad] que fui padre a
esta altura no sé qué es ser un padre, no supe disfrutar a mi hijo. Entiendo que es
ser un padre, pero no tuve esa… ponele, levantarme temprano y llevarlo a mi hijo al
colegio. Irlo a buscar al medio día y a la tarde poder disfrutarlo y ayudarlo a estudiar.
Yo lo hago, pero desde cuándo
-¿Y ese click de ser padre, hace cuánto fue?
-Hace ya un año (Ramiro, 29 años).

65
El tipo de organización familiar predominante que acompañó al período de posguerra fue denominado
familia nuclear y se caracterizó fundamentalmente por dos rasgos centrales: por un lado, la figura del
varón-adulto proveedor de los recursos y, por otro, la mujer responsable de la organización del ámbito
doméstico, las tareas de reproducción y la socialización de los niños. Sin embargo, la familia nuclear
como modelo hegemónico de la modernidad se encuentra atravesando un conjunto de transformaciones
que son producto de cambios sociales más amplios (Jelin, 1998). A lo largo del siglo XX se originaron una
serie de modificaciones en la naturaleza de la familia asociados con: el papel de la mujer, los nuevos
patrones de sexualidad, la evolución de indicadores sociodemográficos, la extensión de familias
ensambladas o monoparentales, entre otros.
66
Las familias ensambladas son un tipo de organización familiar que se origina a partir del segundo
matrimonio o unión de hecho, cuando uno o ambos integrantes de la pareja tiene hijos de una unión
anterior (Otero, 2009).
156
De manera análoga, la consumación de una autonomía domiciliaria se
desdibuja en sus términos tradicionales, asumiendo un carácter progresivo que
dificulta delimitar cuándo comienza y termina este pasaje: un cuarto propio, la casilla
en el fondo de la casa familiar, el terreno y, más adelante, la casa de material. En este
marco, la familia de origen “forma parte de la estructura de oportunidades en que se
mueven los jóvenes, y su papel es determinante en el proceso de transición
residencial” (Saraví, 2009: 127-128). De acuerdo con este autor, no sólo se pone en
evidencia que el inicio del proceso de independencia residencial comienza al interior
del hogar de origen, donde los jóvenes empiezan a construir un espacio propio; sino
que además, en un contexto estructural adverso, la familia extensa constituye una
estrategia de sobrevivencia que permite resolver el problema crítico de la vivienda,
siendo habitual que las nuevas generaciones permanezcan habitando con sus padres
o suegros luego de una temprana unión conyugal. 67
Como trasluce la trayectoria familiar y residencial de Lautaro. En lo que
respecta a la estructura familiar, sus padres están separados; siendo el mayor de
cuatro hermanastros, por ambas partes. De esta manera, relata la ruptura del hogar de
origen: “mi papá la dejó a mi mamá. Cuando mi papá vino yo ya era más grande, tenía
como 9 años, y entonces era mi abuelo el que me crió”. Este joven de 18 años de
edad está a punto de ser padre junto a una muchacha un año menor, con quien está
en pareja desde hace dos años y medio, aunque con algunas separaciones: “nos
arreglamos de vuelta. Y sí, porque se viene el bebé todo…”. Desde que se conocieron
en la escuela, conviven deambulando “un poquito en cada lado” por las casas de su
padre, madre, abuela y suegra. Indudablemente estas idas y vueltas en el hogar de
convivencia, manifiesta que estas transiciones no parecen estar exentas de conflictos.
Finalmente, a la siguiente semana se mudarían juntos, como nos cuenta el
entrevistado:

-Mi abuelo me dejó un terreno a mí, de 10x30. Grande, ¿viste? Y yo tenía una moto,
se la cambié a mi viejo por un auto, y el auto lo cambié por una casa. O sea, por una
casilla nueva […]. Ahora agarramos la casilla, pero yo le comenté a ella [su pareja]
que adelante voy a hacer las bases para hacerla de material de a poco (Lautaro, 18
años).

67
La familia ha sido tradicionalmente el ámbito de socialización por excelencia de los jóvenes. Sin
embargo, en la actualidad varios autores señalan una mutación de la organización familiar que se produce
en el marco más amplio de la crisis de las instituciones de la modernidad: la familia pasa de ser
considerada un espacio de socialización a ser una estructura de soporte y un espacio de contención ante
las mayores dificultades para integrarse social y laboralmente que experimentan los jóvenes (García
Canclini y otros, 2005; López Blasco, 2006; Guerra Ramírez, 2008; Pérez Islas, 2008; Otero, 2009).
157
Los cambios experimentados en el proceso de entrada a la vida adulta por
parte de los jóvenes evidencian así un estallido del modelo normativo tradicional. Es
importante aclarar que las características que asumen las transiciones familiares y
residenciales -y por lo tanto el modo en que resuelven la transición hacia la adultez-
son avaladas por el contexto socio-cultural de pertenencia. En estas condiciones, los
entrevistados desarrollan una pluralidad de transiciones centradas en el mundo
familiar que no siempre siguen una pauta temporal regular. Mientras algunos jóvenes
emprenden ese camino de manera prematura sin haber conformado aún su propia
familia, otros habiendo transitado hacia su familia de procreación continúan residiendo
al interior del hogar de origen e incluso regresan al mismo luego de haberse
independizado. De esta manera, la entrada a la vida adulta adopta un carácter
descronologizado, donde las variantes del proceso de emancipación se configuran de
manera independiente respecto al estadio en que se encuentren las transiciones
educativo-laborales.
En correspondencia con la bibliografía especializada, desde las Ciencias
Sociales un conjunto de autores señalan durante los años ‘80 y comienzos de los ‘90
la dificultad de determinar el momento preciso en que se configura la transición a la
adultez, advirtiendo en su lugar un desdibujamiento de los ciclos vitales. En las
sociedades contemporáneas estamos frente a un cruce de fronteras que complejiza el
análisis de lo que tradicionalmente se denominó “tránsito a la vida adulta”. Como
plantea Gil Calvo (2009), la frontera que antes separaba de forma clara la juventud de
la madurez adulta desaparece o se torna cada vez más borrosa, cambiando el
significado de los ritos que marcaron el inicio de la adultez. En consecuencia, se
cuestiona la nitidez de los umbrales de edad cronológicos, que proporcionaron a cada
etapa de la vida una secuencia de roles y estatus bien delimitados al instituir un marco
normativo a las biografías y conferir referencias temporales para su accionar.
Desde un enfoque similar, Feixa (2003) utiliza la metáfora del “reloj digital” para
caracterizar la forma que asume la construcción biográfica en la posmodernidad. De
acuerdo al autor, el tiempo digital invierte las conexiones entre las edades y colapsa
los rígidos esquemas de separación biográfica, desplazando muchos de los rituales de
paso que dividen las fases del ciclo vital. Se trata en definitiva, de un tiempo
caracterizado como pendular, irregular, discontinuo, que trasluce el constante tránsito
e intercambio de los roles y estatutos generacionales.
Como apuntamos de manera precedente, los des-tiempos e imbricaciones de
las trayectorias laborales con las formativas y reproductivas, tornan más complejos y

158
diversificados los itinerarios biográficos. Esta configuración afecta al conjunto de las
esferas de la vida y al modo en que se articulan a lo largo del tiempo, adquiriendo el
trabajo una centralidad relativa. En sintonía con lo planteado por Margulis y Urresti
(1998), la condición de juventud es un significante complejo que toma en cuenta los
distintos lugares sociales asignados a los miembros de cada generación en el entorno
familiar y otras instituciones de la vida. Los jóvenes pertenecen a múltiples grupos y
categorías sociales, al identificarse simultáneamente como estudiantes, trabajadores y
padres/hijos. No obstante, centrar la mirada en los jóvenes significa un esfuerzo por
superar esta visión fragmentaria que limita la perspectiva a un rol (Kossoy, 2012), para
partir así hacia un enfoque integral de las trayectorias juveniles.
Precisamente el conjunto de estos roles, asociados con diversos colectivos,
provocan un solapamiento en las edades de la vida. El desdibujamiento de los ciclos
vitales constituye en los jóvenes una identificación ambigua, que se expresa a partir de
sus autorepresentaciones (cómo ellos mismos se definen): “soy un joven adulto”,
donde la responsabilidad, la paternidad y el trabajo se vinculan a la adultez; mientras
que las amistades, el espacio público de “la calle” y “la joda” aparecen asociadas a la
condición juvenil.

-¿Cómo te ves hoy en día? ¿En qué etapa creés que estás? Sos joven, adulto…
-Pienso que estoy en una etapa de adulto y no adulto […]. Todas las cosas que yo
pasé en mi vida me llevaron a crecer de golpe. No pude tener la diversión que tiene un
adolescente, cuando se va a bailar… o sea, mi tiempo, más que nada, lo ocupé en
trabajo y tratar de dar lo mejor posible de mí, en torno a mi familia […]. Crecer así tan
de golpe, me llevó a no tener adolescencia, a no tener infancia. Y pienso que soy
adulto y no soy; tengo mi nene encerrado adentro mío
-¿Y qué te quedó de ese nene?
-De ese nene me quedó la calle. La calle en sí. Me crié en la calle y la calle es todo
para mí (Marcos, 23 años).

Tercer tiempo: la conformación de la familia propia


A partir de este último momento temporal buscamos advertir sobre aquellos
procesos y acontecimientos vitales que los jóvenes identifican como elementos
significativos del pasaje hacia la independencia residencial y/o la conformación de una
familia propia. En este punto, es interesante apuntar que la reconstrucción de los
sentidos que confieren los entrevistados varía de acuerdo a si han emprendido o no
dicha transición.

159
En aquellos jóvenes que aún no consumaron la independencia residencial y
continúan viviendo en la casa de sus padres, sin constituir tampoco su familia de
procreación, se observa un imaginario acerca del modo en que se produciría la
autonomía que concuerda con la concepción clásica y lineal de entrada a la vida
adulta. Estos modos de regulación social que interpelan los imaginarios juveniles, nos
advierten acerca de un tiempo social que continúa vigente, pero que no logra
realizarse en el tiempo biográfico. Lejos de partir de una perspectiva normativa,
tratamos de reconocer el peso de ciertas reglas y expectativas sociales que orientan
las prácticas y representaciones de los jóvenes.

-¿Y cuándo planeás irte de tu casa?


-Y cuando tenga un trabajo fijo, que tenga un buen sueldo, que me pueda hacer mi
casa, después cuando tenga en mi casa todas las cosas, que ya tenga todo, ahí
juntarme y tener mi familia (Marcelo, 17 años).

-Si me tuvieses que decir hoy en día cómo te ves a vos mismo, ¿te creés que sos
joven, adulto…? ¿En qué sos joven, en qué sos adulto?
-No sé qué decirte [silencio]. Ya yéndome a vivir solo, ya más tirando a una persona
adulta, ya independizándome… después el tema de que estoy laburando
-¿Y qué te falta para terminar de ser una “persona adulta”?
-No sé… falta un hijo [risas]
-[…] Y para formar tu familia, ¿qué estás esperando, qué se tiene que dar?
-Tener un laburo fijo y buena plata, una casa (Mario, 16 años).

Estos relatos evidencian la persistencia de referentes simbólicos tradicionales


en el imaginario social de los jóvenes sobre el modo en que conciben el pasaje a la
vida adulta. Sin embargo, las transformaciones que experimentan las nuevas
generaciones en ámbitos como la familia, la escuela y el trabajo, obligan a los jóvenes
a realizar ajustes en sus percepciones y prácticas. En este marco, utilizan referencias
distintas a las tradicionales y buscan agenciarse caminos y estrategias
diversificadas en un mundo con escenarios cada vez más inciertos. Así, en los jóvenes
que conformaron su propia familia observamos que la realidad asume nuevos
sentidos, al constituirse estados transitorios e inestables en el ámbito educativo-laboral
que son acompañados por una asunción precoz de roles paternos, sin todavía haber
alcanzado una autonomía domiciliaria plena.
Más allá de estos referentes normativos, la temprana constitución familiar
aparece en la mayoría de los relatos como el evento vital más significativo, que

160
ocasionó profundas reconfiguraciones en las biografías de los jóvenes al propiciar
cambios en otras esferas de la vida: no sólo en relación a la trayectoria escolar, donde
los períodos de formación se ven interrumpidos con las responsabilidades de la edad
adulta “cuando ella quedó embarazada tuve que dejar de estudiar para empezar a
buscar un trabajo. Ya sabía que las cosas iban a ser diferentes” (Alejo, 29 años); sino
también respecto a la esfera laboral, donde se observa una fuerte disposición al
trabajo “ahora estoy laburando más que antes. Todo por mi hijo. Antes hacía una
changuita y no iba más” (Luciano, 20 años). De esta manera, la conformación de la
familia propia constituye en la trayectoria de los jóvenes un punto de inflexión (Blanco
y Pacheco, 2003a), a través del cual se suscitan transformaciones incluso en la propia
subjetividad, que se aprecia en los relatos como un alejamiento de “la calle”.

-Y de un día para otro tenés que hacer un giro de 90 grados, y dejar la esquina, la
joda, los bailes por tu familia […]. Las ganas de laburar, las ganas de tener un
laburo para tenerlo bien a él [su hijo], eso es lo que me cambió (Ramiro, 29 años).

-Fue lo mejor que me pasó, ser papá


-¿En qué te cambió?
-Me cambió mucho porque yo, más allá que laburaba, andaba todo el tiempo en la
calle. Después me junté y cuando decidí ser papá, yo decidí dejar todo, porque ya
no es lo mismo, ya no salís más, tenés una responsabilidad con la familia. Ahí es
cuando yo decidí dejar mi infancia, mi adolescencia para ser padre (Mauricio, 24 años).

La transición hacia la familia de procreación adquiere un nuevo sentido al


aprehender el proyecto futuro. Si bien la noción del devenir aparece como un destino
inevitable, la mayoría de estos entrevistados depositan sus esperanzas en la
elaboración de un proyecto familiar. Las expectativas de un mejor porvenir es una
apuesta intergeneracional, donde el imaginario escolar ocupa un lugar primordial en la
consumación de una movilidad social ascendente. En consecuencia, los proyectos
intergeneracionales arrojan una nueva luz sobre la institución educativa, que adquiere
un valor simbólico fundamental al otorgar la posibilidad de “ser alguien”, de continuar
una profesión y de alcanzar un título que permita acceder a un empleo de calidad. La
esperanza de mejorar su posición social de origen es así una apuesta que los jóvenes
depositan en sus hijos, quienes representan tanto las expectativas de lograr la tan
anhelada movilidad social, como también el deseo de que las nuevas generaciones no
experimenten las mismas condiciones de privación (segundo tipo ideal: trayectorias
reproductivas).
161
-Yo al nene mío lo tengo así, estudiando, tiene 7 años, está en 2do grado: “vos
cumplime hasta 9no, que tengas algo y después hace lo que quieras”. Que no salga
como yo, que tengo casi 30 años y no tengo ningún laburo
-¿Qué proyectos te gustaría para él?
-Que tenga un laburo, que tenga una familia y que la tenga bien, no que tenga que
andar changueando como yo en una cooperativa (Ramiro, 29 años).

-Lo más importante para los padres, es que los hijos hagan lo que el padre no hizo.
Terminar la escuela, terminar una carrera (Mauricio, 24 años).

En este sentido, el mundo educativo y laboral sigue siendo percibido como el


principal medio para la movilidad y el progreso personal, concentrando los mayores
anhelos de los jóvenes para el futuro. Sin embargo, para este grupo de entrevistados
los planes y expectativas no pueden ser proyectados para su concreción ya que,
dadas las condiciones estructurales adversas, se manifiestan por la tendencia a
pensar en el devenir como algo que ocurrirá en un tiempo remoto, inclusive
intergeneracional.
De este modo, en todas las trayectorias una historia pasada y un proyecto
futuro de familia se entrelazan. En definitiva, la familia constituye un ámbito central de
referencia para los jóvenes y una dimensión esencial de la construcción social de las
trayectorias juveniles. De hecho, como describimos en el presente apartado, el
entramado familiar es un eslabón primordial en el acceso a la estructura ocupacional,
aparece como un soporte fundamental para una independencia residencial progresiva
y ocupa el centro de la escena en los eventos vitales más significativos que relatan los
jóvenes.

5.2.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias reproductivas: el caso de Darío
Darío es un joven de 26 años de edad. Sus abuelos se hicieron cargo de su
crianza a una edad muy temprana; sin mantener lazos con los padres biológicos.
Vivieron en la provincia del Chaco un largo tiempo, hasta que a la edad de los 12 años
de Darío decidieron radicarse en la ciudad La Plata, por razones laborales. Así
caracteriza al barrio este joven: “el barrio es tranquilo, conozco muchas personas de
acá, somos todos amigos […]. Soy como uno más, con la mayoría de los chicos me
crié”. Desde hace ya dos años, es director técnico de una de las ligas infantiles del
Club Unidos, así relata esa experiencia: “como a mí me ayudaron cuando era chico,
162
acá en el club, ahora que yo también puedo ayudar, me metí en una categoría y hago
lo mismo, trato de sacar a los chicos que andan en la calle y darles fútbol”.
En relación a su trayectoria educativa, Darío no logró culminar sus estudios
primarios. Desde una temprana edad tuvo que asumir el papel de proveedor, a causa
de un acontecimiento familiar: la enfermedad de su abuelo. Si bien, luego de un largo
tiempo, retomó los estudios en la escuela del barrio durante el turno noche, se vió
obligado a abandonar a los pocos días, nuevamente por motivos laborales: en un
contexto de desempleo consiguió un trabajo en una pizzería, ocupación que sólo
realizó por cinco meses a raíz de que el comerció cerró sus puertas. Como expresa
Darío, los vínculos que estableció con la institución educativa no se correspondieron
con sus expectativas: “quería terminar los estudios. Después ya no pude con el tema
de que tenía que laburar, dejé la escuela, dejé todo”.
Su primera ocupación fue a los 14 años de edad en una fábrica que hacía
máquinas de aserradero, donde trabajaba su abuelo: “él tuvo que dejar el laburo ese y
no tenía quien lleve la plata, yo tenía que ayudar”. Allí, estuvo durante cuatro años
hasta que finalmente el establecimiento cerró. En seguida, ingresó en la pizzería y a
continuación en una panadería, por un breve plazo de suplencia. Darío experimentó
períodos de desocupación en varias ocasiones, “arreglándosela” mediante una
variedad de “changuitas” y movilizando sus redes sociales cercanas, a través de las
cuales pudo acceder -“de boca en boca”- a trabajos esporádicos. En la actualidad,
este joven es albañil; por medio de un amigo comenzó como ayudante, llegando a ser
hoy en día oficial de albañilería. De manera simultánea, continúa realizando changas
en el barrio, a partir del oficio aprendido.
Desde hace seis años se independizó de la casa de sus abuelos, luego de
pasar por un breve período cohabitando con sus suegros: “estuve cuatro meses
viviendo en la casa de mi suegro, me bancaba él […] y yo le hacía lo que le faltaba de
la casa: el arreglo de la luz, le hice el panderón, todo; y él me ayudaba”. La transición
residencial la emprendió junto a su pareja, una joven del barrio que es ama de casa,
con quien tiene dos hijos de 4 y 6 años de edad. Actualmente, viven en un terreno que
consiguió comprar en “cuotas livianitas” con la ayuda de su primer “patrón”. En una
primera instancia, logró “plantar una casilla”, quedándose a vivir allí; pero al momento
de la entrevista se encontraba construyendo “de a poquito” la casa de material.
Precisamente, Darío define la etapa del curso vital en la que se encuentra en relación
a ese evento: “como padre aprendí un montón. Mis abuelos me enseñaron mucho y
mis suegros también me ayudaron. Y en esa parte crecí un montón”, y continuá
explicando ante la pregunta de si le resta crecer en algo más: “no ya… con terminar la

163
casa pienso que voy a cumplir todo”.
Para este joven, el evento más significativo de su biografía refiere a la
conformación de una familia propia. Más aún, el retraimiento hacia la esfera privada
del hogar establece un punto de inflexión, que deja atrás un período de sociabilidad
juvenil frente a la actual vida conyugal. Como expresa el entrevistado: “cuando yo era
chico, antes de estar en pareja, estuve mucho tiempo así en las calles […].
Conseguirla a mi señora y tener a los dos nenes, fueron los cambios más grandes…
salí de la calle”.
Por su parte, la centralidad que adquiere la esfera familiar se vislumbra también
en relación al mundo del trabajo, donde este joven no establece ningún anhelo
ocupacional: “voy a tener que laburar toda mi vida […]. No, proyecto yo pienso que no
voy a llegar a ninguno”. En el marco de un horizonte de oportunidades acotado,
avizora como única salida la reproducción de las condiciones laborales actuales:
“[albañilería] es muy pesado y hay muy poca plata […], pero otra no queda, no hay
otra. Tenés que agachar la cabeza y darle, otra no queda […]. Para darle de comer a
mis hijos me alcanza”. En este marco, adquiere primacía la búsqueda de un proyecto
intergeneracional, que deposita en las nuevas generaciones la esperanza de un futuro
mejor. Como expresa Darío en relación al porvenir de sus hijos:

-Que no les falte nada. Quiero que terminen los estudios ellos, como yo no los
terminé. Que el día de mañana sean algo, que estudien algo, que se reciban en algo
y que no los agarre la calle, porque ahora la calle está muy jodida (Darío, 26 años).

5.3. A modo de cierre: géneros confusos. El desdibujamiento de los ciclos


vitales
La institucionalización del trayecto de las edades contribuyó a diferenciar las
funciones y las actividades sociales entre esferas de la vida claramente delimitadas: la
escuela, el trabajo y la familia. Asimismo, esta estandarización del ciclo vital estableció
el modo acerca de cómo debía ser vivida cada etapa. Como explica Guerra Ramírez
(2008), la institución de la trayectoria biográfica comprende dos mecanismos
principales:

Por un lado, aporta imágenes organizadas y relativamente integradas de las


trayectorias de vida y de sus diferentes etapas […]. En este sentido el tiempo biológico
puede ser visto como constreñido por estructuras históricas, culturales y sociales, así
como por otros procesos que definen cuándo devienen disponibles para los individuos
los varios roles, posiciones e identidades, definidos por las estructuras convencionales
164
de la vida social. Y, por otro, poniendo a disposición marcas de tiempo objetivables
que, juntos, conforman un guión vinculado a la edad, a fin de regular la vida normal y
esperada (2008: 50).

Sin embargo, en el escenario actual esa imagen hegemónica entra en crisis,


exigiendo a las nuevas generaciones ser un sujeto joven en determinadas condiciones
que ya no existen. Precisamente, las juventudes se constituyen como la clase de edad
afectada por los cambios ocurridos en el sistema productivo, el sistema educativo y en
el modelo tradicional de familia, instituciones que tradicionalmente funcionaron como
mecanismos de integración a la vida adulta. La nueva condición juvenil ya no
encuentra límites precisos en las sociedades contemporáneas, debido a la pluralidad
de roles y pasajes no lineales entre diversas esferas de la vida social que se solapan y
articulan a lo largo del tiempo en una misma biografía. En el caso analizado, más allá
de la vigencia de marcos normativos e interpretativos clásicos a nivel del imaginario
social, los caminos que los jóvenes toman entre la escuela, la familia y el trabajo nos
remiten a la idea de una desinstitucionalización de las trayectorias de entrada a la vida
adulta.
Sin embargo, sostenemos el carácter paradójico de este proceso. Si bien, por
un lado, se erosionan y transforman muchos de los mecanismos de socialización
juvenil que involucraba a instituciones como la familia, la escuela, el empleo -aunque
sus antiguas formas siguen persistiendo sin desaparecer completamente (Pérez Islas,
2008); por otro lado, los jóvenes entrevistados realizan ajustes en sus
representaciones y prácticas alejándose de aquellas normas basadas en la
institucionalización tradicional. En este marco, es que surgen en la configuración de
las trayectorias biográficas modos de gestión que apuntan hacia institucionalizaciones
emergentes, tales como: nuevos formatos escolares; cambios en los patrones de
residencia y composición familiar; formas alternativas en el ámbito laboral, impulsadas
por políticas de empleo activas. E incluso, como abordamos en el próximo capítulo, la
búsqueda realizada desde los propios jóvenes para agenciarse caminos y estrategias
-distintas a las referencias tradicionales- con el fin de alcanzar la integración social.

165
CAPÍTULO 6

Marcas territoriales: el espacio barrial como dimensión constitutiva de las


trayectorias laborales juveniles

No existe una única juventud: en la ciudad moderna las juventudes son múltiples,
variando en relación a características de clase, el lugar donde viven y la generación a
la que pertenecen […]. Juventud es un significante complejo que contiene en su
intimidad las múltiples modalidades que llevan a procesar socialmente la condición de
edad, tomando en cuenta la diferenciación social, la inserción en la familia y en otras
instituciones, el género, el barrio o la micro cultura grupal
(Margulis y Urresti, 1998: 1).

El capítulo aborda las complejas relaciones que los jóvenes de El Aluvión


establecen con el espacio barrial. La dimensión espacial cobra una relevancia
particular en la construcción de las biografías juveniles contemporáneas, al
presentarse como un ámbito fundamental en la vida de estos jóvenes, donde se
condensan una multiplicidad de sentidos que iluminan las transformaciones en las
institucionalidades tradicionales, en particular, en el mundo del trabajo de las últimas
décadas. Desde este lugar, se busca aprehender el modo en que el espacio urbano
local es vivido y representado por las nuevas generaciones; sin olvidar las propias
interacciones que establecen los jóvenes entre sí, donde los usos, apropiaciones y
percepciones del espacio barrial adquieren un valor especial en los procesos de
configuración de prácticas identitarias y de sociabilidades juveniles.
A lo largo de esta tesis analizamos el declive de las instituciones tradicionales
que estaban destinadas a la integración social y que constituyeron soportes
privilegiados de socialización. Partimos de la hipótesis que frente a su
resquebrajamiento surgen nuevas institucionalidades, que en el contexto analizado
asumen la forma de una revalorización del ámbito barrial donde se desarrollan modos
de participación inéditos ligados a circuitos alternativos de inclusión educativa, laboral
y social. Sin embargo, dichos soportes estructurados sobre la base del territorio no
siempre encuentran un anclaje institucional. Más aún, pese a sus nuevos formatos, la
escuela, el trabajo y la familia dejan de constituir para algunos jóvenes las principales
vías de articulación en la conformación de subjetividades. En estas circunstancias, el
barrio comienza a cumplir funciones inéditas frente a las fallas producidas en otras
modalidades de inscripción social (Merklen, 2005), convirtiéndose en el soporte

166
privilegiado de nuevas solidaridades primarias y locales que implican el desarrollo de
patrones de interacción e identificación vinculados al territorio y a los grupos de pares.
En el marco de esta problemática, a continuación se examina en primer lugar
cómo se manifiestan los límites territoriales y simbólicos en la trama socio-cultural del
barrio; discutimos con la idea de un espacio barrial unívoco u homogéneo, buscando
aprehender el conjunto de posicionamientos sociales y espaciales al interior de un
espacio heterogéneo donde nacen, circulan y se socializan los jóvenes (apartado 6.1.).
En una segunda instancia, se indaga en torno a las formas de percepción y
apropiación del barrio, escenario donde emergen ámbitos de socialización y de
generación de subjetividades desde los propios jóvenes (apartado 6.2.). Por último, se
aborda la relevancia del espacio barrial como dimensión constitutiva de las trayectorias
laborales juveniles, que condensa a su interior una diversidad de prácticas y sentidos:
el barrio como fuente de trabajo (estrategia en base a las redes sociales y comunales),
como ámbito de sociabilidad e identidad juvenil (importancia del tiempo de ocio); y,
como lugar común de estigmatizaciones (que condiciona los circuitos urbanos y
dificulta el “cruce de frontera”) (apartado 6.3.).

6.1. El barrio como delimitación de fronteras socio-espaciales


En un capítulo anterior (3.3.), señalamos que el proceso de territorialización en
la periferia del casco urbano tuvo como contracara la emergencia de una identificación
ligada al hábitat de residencia. La adscripción identitaria con “El Aluvión”, donde la
pertenencia a un lugar se identifica con el espacio barrial, se manifestó en los relatos
de los entrevistados. Sin embargo, en esta instancia, nos interesa analizar los
múltiples sentidos que adquiere el espacio barrial desde la mirada de los propios
jóvenes, quienes lejos de percibirlo como un espacio único, movilizan diversos clivajes
en su interacción cotidiana. En efecto, al interior del barrio se configuran
identificaciones simultáneas, e inclusos contrapuestas, donde la trama socio-espacial
deja de concebirse como un tejido homogéneo. Desde este lugar, el barrio aparece
como una frontera socio-espacial específica que se constituye como el marco
organizador de prácticas y representaciones diversas. La reflexión en torno a los
límites del barrio adquiere así un valor analítico en sí mismo, al inscribirse en la
dinámica de constitución y demarcación del espacio social comunitario.
De este modo, dentro del ámbito barrial se despliega una trama relacional que
habilita el surgimiento de diferenciaciones en torno a distintas categorías espaciales,
que toman al barrio como escenario de diferenciación e interacción. Si bien los
contornos político-administrativos de El Aluvión se presentan de manera nítida, sus

167
habitantes (actores juveniles y no juveniles) realizan distintos intentos de demarcación
de fronteras al interior del lugar de residencia, que sin ser materiales imponen límites a
la interacción, proceso del cual resultan ciertas categorías y clasificaciones que
ordenan el espacio barrial. 68
Desde esta perspectiva, en torno a El Aluvión emergen múltiples sentidos y
fronteras simbólicas más fijas o híbridas, amplias o estrechas, que unen o separan; y
que atienden, como veremos, a la compleja articulación que surge entre límites
sociales, espaciales y simbólicos. Acordamos con Vila (2007), quien sostiene que:

La frontera no es sólo una sino múltiple, en el sentido de que no sólo diferentes actores
construyen fronteras distintas e identidades diversas, sino también porque tales
fronteras divergentes adquieren un peso específico distinto en relación a las diversas
posiciones de sujeto (2007: 55).

Por consiguiente, a la hora de analizar los sentidos atribuidos al espacio barrial


es fundamental atender a los actores sociales involucrados y a los escenarios de
interacción en los que se encuentran insertos: ¿en qué situaciones y contextos
relacionales el barrio aparece para los propios residentes como una unidad? y ¿en
cuáles otras, por el contrario, surgen diferenciaciones internas? (Segura, 2011). Para
responder a estos interrogantes, enunciamos distintos clivajes espaciales que
emergieron en diversos marcos relacionales, los cuales adquieren una centralidad
especial en el modo de organizar y vivir el espacio barrial: Barrio-Centro; Barrio-
Asentamiento; Barrio-Avenida 44. Tales clasificaciones deben analizarse a la luz de
las desiguales condiciones de vida y de habitabilidad de los jóvenes.
En lo que respecta a la descripción de las características físicas de la zona y
las condiciones materiales de vida de sus jóvenes residentes, encontramos un patrón
de segregación espacial clásico del tipo centro-periferia. Siguiendo a Caldeira, la
palabra periferia es usada habitualmente “para designar los límites, las franjas de la
ciudad […]. Pero su referencia no es sólo geográfica: además de indicar distancia,
apunta hacia aquello que es precario, carente, desventajoso en términos de servicios
públicos e infraestructura” (1984: 7). Precisamente en el marco del proceso de
suburbanización de los alrededores del casco urbano de La Plata fue emergiendo la
problemática habitacional; donde la periferia presenta tanto peores condiciones

68
Si bien la pregunta sobre el modo en que se manifiestan los límites territoriales y simbólicos en la trama
sociocultural del barrio remite a las disposiciones espaciales juveniles, cabe aclarar que las fronteras
delineadas al interior del barrio Aluvión involucra también a otros actores residenciales que convergen con
esa clasificación.
168
socioeconómicas como una menor infraestructura urbana y de servicios que el casco
fundacional, el cual se encuentra por encima del promedio del partido en todos los
indicadores. 69
La creciente diferenciación entre el centro y la periferia urbana, producto de un
desigual acceso a la ciudad, se evidencia también en el caso del barrio Aluvión; donde
el asentamiento de la población se fue dando en función del espacio disponible, en el
marco de una gran carencia de infraestructura y servicios públicos, tales como agua
corriente, asfalto, cloacas, instituciones sanitarias y educativas, que se ejecutaron en
el resto de la ciudad. La problemática habitacional se suma a la existencia de
basurales y zonas inundables por los desbordes del arroyo Pérez.
Desde la clásica relación centro-periferia, el barrio Aluvión es representado por
los jóvenes como una unidad de fronteras nítidas, en contraposición al centro de la
ciudad que extiende y desdibuja sus límites, abarcándolo todo excepto al barrio. La
percepción del conjunto de los jóvenes de El Aluvión, independientemente de la zona de
residencia, es que viven por afuera del centro. Como trasluce el siguiente relato de
Jeremías, se puede identificar una primera frontera simbólica que opone el “barrio” y el
“centro”, donde este último ni siquiera se corresponde con el casco urbano fundacional
de la ciudad.

-¿Por qué no agarrás ese laburo que te gusta?


-Sí, pero me queda muy lejos para viajar. A veces no me viene a buscar [el “patrón”] y
tengo que ir yo, no me gusta viajar en micro. No salgo de acá de El Aluvión, voy a
salir al centro
-¿Dónde queda el laburo?
-Ahí por 137 y no sé cuánto (Jeremías, 20 años).

-Pero igual sigo escuchando… van mucho a la feria de 45 los fines de semana, porque
me cuentan los chicos. Pero decir nos fuimos al centro o a plaza Moreno “por allá
lejos”. [A veces me dicen], “el otro día pasamos por tu casa, por allá, por el centro”.
Entonces Plaza Moreno es mi casa; la casa de Germán que está en la otra punta, es el
centro. “¿Por dónde?” [pregunto], “no sé, por allá”. Eso lo sigo notando en los chicos,
en los papás cuando me comentan algo: “¿Dónde cobraste?” [pregunto], “tuve que ir
hasta allá, al centro”, es todo igual (Ana, maestra de la Escuela de Adultos).

69
A los efectos de señalar algunos contrastes, mientras el porcentaje de la población del partido que
presenta NBI es de 12,8%, en el casco urbano dicho porcentaje desciende a 2,1%. Esta inequidad se
vislumbra en la totalidad de los indicadores: viviendas deficitarias (12,6% y 1,4%, respectivamente),
presencia de servicio de desagüe (71,4% y 99%), cobertura de seguridad social (62,7% y 79,8%) (Segura,
2010).
169
En relación al casco fundacional de la ciudad, los barrios radicados en la
periferia de La Plata se presentan como un área homogénea, que comparten problemas
habitacionales y sociales de distinta índole, siendo referenciados de manera casi
exclusiva en la prensa gráfica local por cuestiones relacionadas con la delincuencia y
las carencias infraestructurales (véase: fuentes documentales). Este isomorfismo entre
territorio y cultura -que reivindica al barrio como un espacio homogéneo y aislado-,
oculta las propias desigualdades sociales y de distribución de poder que se efectúan a
su interior. En efecto, el sentido que adquiere y en que se organiza el espacio social y
geográfico se vislumbra a diversas escalas. Esto ocasiona que al interior del barrio las
fronteras socio-espaciales se desdibujen: los criterios de pertenencia que antes
parecían nítidos se tornan borrosos e, incluso por momentos, se convierten en un eje
de conflicto. En el caso del barrio Aluvión, si bien los jóvenes comparten una posición
social y espacial desventajosa, coexiste al mismo tiempo una multiplicidad de
percepciones, experiencias y trayectorias socio-espaciales que vislumbran la
heterogeneidad del espacio social comunitario.
Desde el casco urbano de La Plata, el acceso al barrio es a través de la
Avenida 44 (también conocida como Ruta Provincial Nº 215), la cual se desarrolla a lo
largo del espacio barrial como un eje estructurante transversal que contribuye a
configurar una trama urbana en degradé (Grimson, 2009). El tejido residencial
compacto que se conforma a lo largo de la Avda. 44, decrece de manera progresiva en
lo que respecta a las condiciones de vida y de habitabilidad, al mismo tiempo que
tiende a dispersarse hacia la calle 52 y la calle 38 hasta transformarse en zona de
quintas. De este modo, no se trata de un espacio homogéneo en términos
socioeconómicos, por el contrario, es un espacio heterogéneo; con el alejamiento de la
Avda. 44 desmejoran las condiciones socio-económicas, habitacionales y urbanas. 70
Esta primera diferenciación que surge al interior del ámbito barrial, se puede
comprender a partir de lo que Elias (2003) ha denominado “tiempo de residencia”. La
distinción entre residentes antiguos y recién llegados implica una distribución de poder
desigual que tiene su origen en el grado de organización. En el relato de uno de
nuestros informantes clave se evidencia la trama relacional que se establece entre

70
Las condiciones de vida y habitabilidad decrecen de manera continua desde el centro fundacional del
barrio hacia sus límites. La infraestructura habitacional adquiere así variaciones de acuerdo al material
utilizado para su construcción: se observan viviendas de hormigón, en los alrededores de la Avda. 44;
casas de madera, fundamentalmente en áreas baldías; y una zona de casillas de chapa, donde se
localiza un asentamiento precario. Para este último sector se destinaría un Plan de Viviendas, aún
inconcluso. Este degradé urbano es acompañado por caminos pavimentados que en el interior del barrio
se convierten en calles de tierra sin calzadas que trazan el sendero hacia las casas de chapa y madera,
radicadas en las zonas inundables por su cercanía al arroyo Pérez.
170
nuevos y viejos residentes: “está lo histórico del barrio y después los vecinos que se
van acoplando ahora, que son gente que vos casi ni conocés” (Norberto, presidente
del Club Unidos).
De acuerdo con lo que plantea el sociólogo alemán, para otro ámbito de
estudio, la longevidad de la asociación por sí misma propicia diferenciales en el grado
de cohesión interna y de control comunal, que explicaría en este caso la desigualdad
en las condiciones de vida del barrio Aluvión. El acceso y la distribución disímil de
recursos se vislumbra en la concentración de instituciones y de servicios conquistados
en una zona particular del barrio: el casco fundacional. Desde esta perspectiva, se
puede delimitar un área histórica dentro del barrio Aluvión que abarcaría las calles de
155 a 161 y de 44 a 52. En dicha configuración socio-espacial es posible identificar un
tejido residencial que se densifica y torna más compacto, donde se localizan los
primeros habitantes de la zona y se radican las principales instituciones barriales
(centro de salud, escuelas, comedores, patrimonios culturales y clubes).
Así la condición urbana muestra rasgos distintivos al interior del barrio: una
zona fundacional que conforma un tejido residencial homogéneo y compacto a lo largo
de la Avda. 44, donde se radican los habitantes de clase media y media-baja; y, un
área urbana discontinua y desarticulada, que tiende a dispersarse hacia un tejido
residencial más abierto con espacios vacantes, donde se localiza un asentamiento
precario. Desde esta mirada intrínseca al barrio es posible reconocer una barrera
urbana que altera su organización y funcionalidad, irrumpiendo en la trama socio-
espacial de una forma específica: las vías abandonadas del F.C.G.B. sobre la calle 52
conforman dos sectores diferenciados “el barrio” y “el asentamiento”, donde tales
categorías espaciales involucran límites sociales que coinciden con un concomitante
territorial. En este escenario, las diferencias y clasificaciones entre ambos grupos de
residentes se trasluce en una estructura organizacional diferencial que habilita un
acceso desigual a infraestructura, servicios urbanos y políticas públicas.
Por consiguiente, al interior de un mismo barrio surgen diversas significaciones
en torno a la configuración del espacio que involucra aquellos sentidos que emergen
de vivir en “el fondo”, en las calles más inundables, aquellas que se encuentran aún
sin asfaltar, que conforman el asentamiento del barrio y tienen como parte de su
paisaje las vías del tren; y aquellas connotaciones que se derivan de vivir en “el
asfalto”, en las calles que forman los accesos predilectos a la avenida que conduce al
centro de la ciudad, donde se localizan las principales instituciones y se reconoce
como la zona “más linda del barrio” (Nota de campo, N° 27). Como explica Fermín, al

171
describir las actividades de saneamiento y mejora del espacio comunitario que realiza
en el marco de las cooperativas de trabajo:

-Después salimos a hacer bolsa a la calle, a limpiar el barrio, a limpiar el arroyo


-¿Qué parte limpian?
-De la 161 limpiamos hasta 164
-¿Estas calles por algo en especial?
-Porque todo el bajo es, nadie limpia el bajo… no hay asfalto nada. Y del arroyo
limpiamos de 161 a 163 por 50
-Eso es “el bajo” ¿Y esto? [La zona donde se radica el CC]
-Acá hay todo asfalto
-¿Qué características tiene cada uno?
-Acá hay casas de material, allá hay barro todo (Fermín, 19 años).

De este modo, a una menor escala la diversidad y distinción se convierten en


uno de los rasgos característicos del espacio barrial. En efecto, desde un nuevo marco
relacional los límites del Aluvión se estrechan contraponiendo el “barrio” con el
“asentamiento”. Prévôt-Schapira (2002) observa que la multiplicación de gradientes de
espacios de pobreza urbana exacerba la necesidad de la diferenciación; el miedo a la
exclusión acentúa las lógicas de delimitación en zonas empobrecidas. Así, surgen
nuevas fronteras y clivajes dentro del mundo comunitario de los pobres urbanos que
profundizan la lógica de la fragmentación, separando a los pobres de los menos
pobres, los villeros de los habitantes de asentamientos, los propietarios de los no
propietarios.
Las categorías espaciales “barrio” y “asentamiento” funcionan así como
categorías sociales que simbolizan las posiciones de los jóvenes en la estructura.
Estas categorizaciones reproducen la desigualdad al participar de múltiples maneras
en la naturalización de las posiciones sociales de sus habitantes. 71 Alrededor de tales
diferenciaciones en torno al espacio barrial emerge una clasificación que nomina a los

71
Esto último vale tanto para la relación centro-periferia como para el entramado relacional que se
configura al interior del barrio: las posiciones espaciales también nos hablan de jerarquías sociales, que
se naturalizan como propias del espacio. En este punto, es importante recordar que las configuraciones
espaciales son ellas mismas objetivaciones del espacio social: “el poder sobre el espacio que da la
posesión del capital en sus diversas especies se manifiesta en el espacio físico apropiado en la forma de
determinada relación entre la estructura espacial de la distribución de los agentes y la estructura espacial
de la distribución de los bienes o servicios, privados o públicos […]. En la relación entre la distribución de
los agentes y la distribución de los bienes en el espacio se define el valor de las diferentes regiones del
espacio social reificado” (Bourdieu, 1999: 120). Relación que puede medirse en tiempos de
desplazamiento. De este modo, siguiendo con el autor, “la distancia social real de un grupo a unos bienes
debe integrar la distancia geográfica” (1988a: 121).
172
nuevos actores residenciales como “los del fondo”, “los de la vía”, “los de la villa”, “los
del bajo”. De esta manera, ciertos límites sociales vinculados con el acceso desigual al
espacio urbano son reforzados por fronteras simbólicas; donde el “barrio” y la “villa”
-como afirma Merklen (2001)- funcionan más como categorías morales que edilicias, al
cargarse esta última de atributos negativos. En definitiva, las diferencias sociales se
expresan en una configuración espacial particular que genera efectos que tienden a
reproducir la desigualdad que expresa.

-Hay una cuestión con la zona de la Escuelita, hay como un desmerecimiento de parte
del resto de la gente. Ellos también se veían así
-¿Un desmerecimiento por quienes?
-Digamos, la Escuelita era la zona pobre del Aluvión. Al asentamiento, no se lo
consideraba para nada. Los vecinos cuando vos te metés a la 161 que hay otro tipo
de casitas “esa villa”, eran dos cuadras y estaban en la Escuelita. Entonces la propia
gente de la Escuelita se sentía así: eran “los negros”. Muchas veces escuchamos
ese tipo de cosas. Y esto de que con la organización pudiesen “si, somos de la
Escuelita”. También se les dio una identificación (Ana, maestra de la Escuela de
Adultos).

El surgimiento de estas clasificaciones produce efectos en las prácticas y usos


que realizan del espacio sus residentes. No se circula de la misma manera para unos
y otros. Si bien los contornos político-administrativos de El Aluvión se presentan de
manera nítida, sus habitantes realizan distintos intentos de demarcación de fronteras
al interior del espacio barrial, que sin ser materiales imponen límites a la interacción,
de la cual resultan ciertas categorías y clasificaciones que ordenan el espacio barrial.
Como señala Segura: “los límites remiten a relaciones sociales (Simmel, 1986), a los
modos como las personas se clasifican e imaginan entre sí y a las formas en que se
relacionan en virtud de tales clasificaciones e imaginarios” (2011: 96). Desde este
punto de vista, existe una “estructura de interacción”, entendida como un conjunto
sistemático de reglas -la mayoría de las veces implícitas- que regula los encuentros
sociales (Barth, 1976) organizados en clave de “nosotros-ellos”. Este conjunto de
regulaciones y reglas prescribe acciones, sentidos y usos en situaciones sociales
específicas en que se interactúa; donde las desiguales condiciones de vida,
trayectorias biográficas y posiciones espaciales se traducen en diversos circuitos
urbanos.

173
-La zona de la Escuelita se sigue manejando ahí adentro. Van al kiosco de Vale, de
Lali y a lo de Gladys, que son las que tienen kiosco. No salen de ahí, salvo para hacer
pedidos he escuchado que van al supermercado El Nene “uh hoy tengo que…” (Ana,
maestra de la Escuela de Adultos).

En una investigación sobre jóvenes mexicanos, Urteaga (2005) remite a los


diversos subconjuntos de prácticas y estrategias culturales que los grupos juveniles
despliegan en el espacio urbano para articular las fronteras de sus diferencias e
interacciones con los adultos pero, sobre todo, con otros grupos de jóvenes que
participan en contextos convergentes. De acuerdo a la autora, en términos espaciales
este proceso se materializa en la “conquista” de ciertos ámbitos públicos. En nuestro
análisis, la importancia que el espacio urbano tiene para los jóvenes se refleja en la
adopción de “la esquina” como un lugar clave en la constitución de una subjetividad
juvenil; donde la necesidad de diferenciación entre diversos grupos de jóvenes se
revela en el espacio urbano a través del modo en que se configura la interacción
social, el sentimiento de pertenencia y las identificaciones compartidas entre pares.

-Son una banda de pibes, pero cada uno tiene su grupito: uno acá, otro en el fondo,
otro allá. Yo me junto con unos 15 pibes acá adelante. Hay veces que vamos para el
fondo y está el otro [grupo], y dice: “mirá que acá somos de la 52, somos los del fondo”.
Y si somos todos del mismo barrio, nacimos todos acá. Qué tiene que ver que vos seas
de la 52 y yo sea de la 161… “pero yo vivo en la villa y vos sos medio chetito” […]. A
mí lo que no me gusta, es que me digan eso los pibes del fondo: “vos sos
chetito, vivís adelante. Vos tenés calle asfaltada”. Si hace dos años atrás esto era
un gallinero, era toda calle de tierra, barro tras barro. Ahora porque pusieron las
luces (Jeremías, 20 años).

Por otro lado, como señalamos de manera precedente, la Avda. 44 constituye


otra barrera urbana que altera la organización y funcionalidad del espacio barrial, al
provocar una trama discontinua: a partir de su alejamiento desmejoran las condiciones
socio-económicas, habitacionales y urbanas, tornándose irregulares el alumbrado
público y el pavimento de las calles. Cabe recordar que la Avda. 44 actúa como nodo
para las vinculaciones regionales por medio de las rutas N° 2, 6 y 36; y constituye, al
mismo tiempo, uno de los principales accesos que conectan con el centro de la ciudad.
Esta importante arteria de comunicación y circulación ha creado una dinámica particular
en la apropiación del espacio comunitario, que se manifiesta en la radicación de
comercios en la zona y en la visibilidad estratégica que adquieren las protestas barriales.

174
-¿El Aluvión que calles abarca?
-Para nosotros es de 161 a 159 y de 44 hasta la vía, para nosotros. Porque del otro
lado de 44 ellos dicen “somos de El Aluvión” y vos le decís: “no, ustedes son 'del otro
lado de 44'”… y los de 158 son “los de allá” y así… de la 161 para allá, ponele esa
parte, le decís “los del fondo”… en sí todo es Aluvión, pero diferencial, te criaste así…
les decimos “los del otro lado de 44” y son del mismo barrio. No sé por qué,
siempre fue así (Sebastián, 27 años).

Desde una tercera y última acepción, El Aluvión comprendería sólo a un sector


selecto en relación a sus límites territoriales. La continuidad de rasgos socio-culturales
no supone una identificación común: los que habitan del otro lado de la avenida 44 no
son considerados como parte de El Aluvión: “a ellos los separa una calle, nosotros
somos El Aluvión. Unidos del Aluvión es donde vivo yo, que está la cancha, eso sería
El Aluvión” (Jeremías, 20 años). Sin embargo, ¿cuál es el criterio que establece la
pertenencia barrial si ambos se encuentran de uno y otro lado de la avenida? Una
arista para comprender esta dinámica socio-espacial la brinda el propio Elias (2003),
quien sostiene que el tiempo de residencia aparece como un criterio de clasificación
social que produce ciertos ordenamientos en base a una cohesión social diferencial.
En palabras de uno de nuestros entrevistados, si bien la zona que queda por fuera
“está dentro del barrio no se siente parte […]. El barrio no llega, llega pero no llega, no
se siente de aquel lado” (Carlos, director del Centro Comunitario). Las diferencias
entre ambos sectores residenciales se traslucen en un acceso desigual a servicios
urbanos y políticas públicas que son producto de una organización barrial diferencial,
donde la zona fundacional es definida como “la parte más activista” (Nota de campo,
N° 22).

-El Aluvión combativo es esto [señala un mapa] de 52 a 44 y de 155 a 161, este es


el cuadradito histórico del barrio. De acá salieron muchas cosas, esta zona no
solamente va a cortar la calle, sino a hacer reclamos, proyectos, las fuerzas de
vida más importantes están acá […]. Esta parte [señala la parte histórica] es muy
reconocida por los políticos de la ciudad de La Plata que saben que si no hay cierta
respuesta de ciertos reclamos, este grupo sale a hacer quilombo. El resto son muy
apáticos. Van sumando a lo ya armado, no son de salir ellos […]. Ellos tienen más
reclamos que nosotros, tienen más necesidades que nosotros, en asfalto, que es
lo que presentan. Pero van presentan el proyecto, después no acompañan el proyecto.
Nosotros presentamos el proyecto y después llenamos de votos la urna. Si se está
discutiendo a través de un presupuesto, que hay que participar y votar, no presentés un
175
proyecto y te quedés después en tu casa a ver si ganás. Presentá el proyecto, salí
militalo y después ganalo, esa es la diferencia de base con ellos (Carlos, director del
Centro Comunitario).

Esta frontera simbólica entre lo que abarca y no abarca el barrio se evidenció


en el Presupuesto Participativo del año 2012. A diferencia de otros años, hubo una
coincidencia entre los límites político-administrativos del barrio y el Sector 2 de
Lisandro Olmos destinado a la votación (anteriormente abarcaba a otros barrios
linderos). Fueron dos los proyectos presentados para implementar obras públicas en el
barrio: por un lado, El proyecto “El Aluvión Unido” implicó una alianza entre las
instituciones barriales del casco histórico, que conllevó la movilización de una gran
cantidad de vecinos radicados en esa zona; por el otro, El proyecto 561 significó el
apoyo de aquellos vecinos que residen “del otro lado” de la avenida 44. Como era de
esperar, se impuso el proyecto “El Aluvión Unido” que demandó para su sector la
ampliación del asfalto, la construcción de dos puentes (para evitar los desbordes del
arroyo Pérez) y un camión atmosférico (debido a la inexistencia de sistemas
cloacales). 72
Es importante apuntar que la mayor tensión se presenta con un barrio que se
ubica al interior de El Aluvión pero “del otro lado” de la Avda. 44 (abarcando las calles
de 159 a 160bis y de 42 a 44). El “Barrio Policía” surge de un plan de viviendas e
irrumpe la trama socio-espacial del barrio con un tejido homogéneo y compacto. Como
explica uno de nuestros informantes clave:

-Ponele el barrio de 44 a 52 y de 159 a 165, funciona como un bloque, porque todo el


mundo se conoce. Después el tema de la calle divide mucho. Aquél lugar de esté lugar
queda lejos, porque está toda esa franja de tierra, está como desconectado. Y en
aquella zona no solamente está la 44, sino también está el Barrio Policía, que
funciona como un satélite, de repente vinieron 400 personas, entonces no estaba eso
que vos llegabas, eras vecina mía y te empezabas a conocer y a establecer una
relación. Aparte llegaron con todos los servicios, todo lo que a nosotros nos llevó 30
años conseguir. Ellos ya venían con todo, agua, gas, cloaca, todo. Entonces es como
que está la 44 y ese barrio, que divide más de los otros que estaban de antes y
eran viejos, y te conocías y todo. Eso también funciona como una barrera […].

72
Durante el trabajo de campo observamos que la revalorización de la arena local, como un espacio de
gestión y construcción política, no trascurre sin conflictos y disputas. No sólo emergen diferentes lógicas y
trayectorias socio-políticas expresadas en rivalidades entre grupos que encuentran, muchas veces, su
concomitante territorial; también observamos una politización de las asambleas o la introducción de una
“lógica punteril”, que la gestión municipal contribuye a reproducir al optar de manera preferencial por
alguno de los proyectos presentados.
176
Meter en cualquier lugar un gueto, porque funciona como eso: tienen sus propias
reglas, su propio funcionamiento, tienen todos los servicios, se conocen entre
ellos (Norberto, presidente del Club Unidos).

En este contexto, la revalorización del ámbito barrial en la configuración


identitaria de los jóvenes adoptó, para este caso, un conjunto de interacciones e
identificaciones contrapuestas. El sentido de pertenencia, que se despliega de acuerdo
a este marco relacional, propició el surgimiento de ciertas rivalidades entre los jóvenes
de El Aluvión, quienes configuran nuevos circuitos urbanos al interior del barrio: “la
última vez nos cagamos a palos con el Barrio Policía […]. Ellos no pasan para acá”
(Fermín, 19 años); “Nos peleamos nuestro barrio con otros… el barrio del otro lado de
la 44, Barrio Policía le dicen” (Marcelo, 17 años). Como explica Jerónimo:

-Del otro lado [de la Avda. 44] es el Barrio Policía. O sea, es el barrio Aluvión pero está
divivido en dos [...]. Del otro lado son todos polícias, los chicos “del centro”, digamos, y
de este lado son todos “los del bajo”
-¿Por qué “del centro”?
-Porque siempre hubo bronca así con esos pibes. El barrio de ellos, está más
arregladito, digamos, más limpio que acá (Jerónimo, 27 años).

En suma, los jóvenes del barrio El Aluvión se perciben como formando parte de
grupos distintos y se relacionan sobre la base de diversas clasificaciones con las que
se distinguen: “los del fondo”, “los de la vía”, “los de la villa”, “los del otro lado de la
44”. Tales categorizaciones -cargadas de sentidos históricamente construidos-
contribuyen de diferentes modos a la producción del espacio barrial, el cual es
experimentado de modo desigual por quienes lo habitan. La multiplicidad de
pertenencias, que emergen en una trama socio-espacial caracterizada por su
heterogeneidad, trasluce las relaciones de poder y las desiguales posiciones en la
estructura social comunitaria.
En última instancia, las fronteras de los barrios pueden ser más claras o
difusas, más fijas o cambiantes, pueden generar consensos o disensos (Grimson,
2009). Estas construcciones no sólo son dinámicas, de acuerdo al marco relacional en
que se sitúan sus habitantes, sino que también deben aprehenderse dentro de una
figuración social situada históricamente. Como señala Vila (2007), la disputa por la
construcción simbólica de la frontera propicia sentidos que son constantemente
formulados y reformulados mediante las luchas simbólicas, cuyo fin es cerrar el
significado de una manera en particular. Precisamente, las relaciones de poder y
177
desigualdad entre los habitantes del Aluvión se comprenden al analizar la disputa por
“establecer de qué frontera se trata y cuáles son sus sentidos” (Grimson, 2000).

6.2. Entre la esquina, los consumos y el grupo de pares


El sentido de pertenencia que desarrollan los jóvenes hacia el espacio barrial
presenta una enorme incidencia sobre sus prácticas cotidianas. En ese ámbito
trascurren gran parte de su tiempo, al desplegar sus actividades recreativas y
formativas: concurren a la escuela, forman sus amistades e, incluso en varias
oportunidades, el espacio barrial se convierte en el lugar predilecto para el desarrollo
de su trayectoria laboral. Sin embargo, es importante aclarar que la residencia por sí
sola no es suficiente para crear un sentido de pertenencia a un lugar (Delfini y
Picchetti, 2004), lo cual se manifiesta en que ese sentimiento no se desarrolla en todos
los jóvenes: en aquellos entrevistados que desarrollaron una trayectoria residencial de
gran movilidad y/o se localizaron “del otro lado” de la Avda. 44 -en los confines del
barrio-, no se vislumbra la emergencia de una identificación ligada al hábitat de
residencia.
Pese a ello, la adscripción identitaria con El Aluvión se manifiesta en los relatos
de muchos otros jóvenes. El sentido de pertenencia que despliegan los entrevistados
en torno al ámbito barrial se vislumbran en las reiteradas frases “soy de acá”, “es mi
casa”, donde el barrio aparece como un espacio de identificación e inscripción
territorial: “desde que nací soy de acá, me crié acá en el barrio, ya como que vivo
acá… bah, vivo acá pero ya como soy del barrio” (Germán, 18 años). Para la mayoría
de estos jóvenes su historia residencial y la de sus padres comienza en El Aluvión
(alcanzando a remontarse inclusive a una tercera generación), vislumbrando su futuro
y el de sus hijos allí: “yo no me quiero ir del barrio, ya es parte de mi” (Marcos, 23
años).

-¿Cómo te sentís acá en el barrio?


-Acá en el barrio me siento re bien porque es como mi casa, todo el barrio es mi
casa y cuando me iba a vivir con mi papá [al Chaco] me sentía como re lejos de donde
yo soy, yo siento que soy de acá… aparte yo acá, bueno, hice de todo… conocí mis
amigos, me hice todos mis amigos acá (Gastón, 18 años).

Un acercamiento a los relatos da cuenta de la preponderancia que adquieren


las relaciones “cara a cara” en el espacio barrial. Los jóvenes señalan los lazos de
solidaridad que se desarrollan entre los vecinos y la importancia del barrio como
ámbito de sociabilidad; lugar de creación de amistades -“acá tengo una banda de
178
amigos” (Paco, 19 años)-, donde se tejen redes de carácter íntimo y familiar -“nos
conocemos todos acá” (Fermín, 19 años). En este punto, es interesante advertir las
relaciones de parentesco que se establecieron entre los jóvenes que contactamos a lo
largo del trabajo de campo; al indagar sobre sus vínculos era frecuente descubrir que
los unían lazos parentales (“hermano de”, “primo de”, “cuñado de”, “tío de”, “sobrino
de”), más aún, al comprender que una de las formas de habitar el espacio barrial
involucraba el desarrollo de relaciones conyugales entre sus habitantes. 73 Los
siguientes relatos trasmiten el sentimiento de pertenencia hacia el espacio barrial,
como un ámbito de referencia próximo, cercano y familiar.

-¿Qué particularidad tiene El Aluvión en relación a otros barrios? Como viviste antes en
otro lugar…
-Bien, está bueno el barrio, qué sé yo. A mí me gusta, ya… ya me hice amistad acá,
ya soy de acá, digo. A mí me preguntan de dónde soy y digo “del Aluvión”, yo no digo
Los Hornos […]. Acá me reconocen todos, ya me conocen casi todos (Herlo, 16
años).

-Me quedaría acá yo, por siempre


-¿Por qué “por siempre”?
-Y porque está re piola el barrio este…
-¿Qué dirías del barrio, por qué está “piola”?
-Está piola porque tenés los amigos, ya conocés a todos, viste… ya te
acostumbrás, además yo viví, de chiquito viví acá
-¿Para vos cuál es la particularidad de este barrio, que lo diferencia de otros barrios?
-Te respetan acá, no te roban, nada. Si van a robar, van a robar a otro lado (Marcelo,
17 años).

Sin embargo, el barrio presenta sentidos diversos que son disociados,


simultáneos u opuestos. No todas las apreciaciones sobre el ámbito barrial son
positivas. Conviven junto a ellas un conjunto de representaciones que lo caracteriza en
términos contrapuestos: “es un barrio conflictivo” (Jerónimo, 27 años). Si, por un lado,
los jóvenes señalan el carácter comunitario, donde las relaciones de vecindad, amistad
y parentesco otorgan una cierta particularidad a la dinámica barrial; por otro lado, en
recurrentes ocasiones definen al ámbito residencial como un “quilombo”, adoptando

73
Fenómeno que desde las Ciencias Sociales se conoce bajo la denominación de homogamia, y refiere al
grado en que miembros de una sociedad se casan y/o unen con iguales en términos de características
socioeconómicas. La homogamia constituye así uno de los principales mecanismos en la reproducción de
la estructura social.
179
éste una nominación negativa. En especial, estos significados se observan en aquellos
jóvenes para quienes las relaciones con los pares y el lugar de residencia ocupan una
centralidad marginal, más allá de haber sido una esfera importante en otro momento
de sus vidas: “el barrio, ya no es como antes” (Sebastián, 27 años).

-¿Y qué particularidades tiene el barrio en relación a otros?


-Que acá todos los días escuchás quilombo, en los otros barrios no escuchás el
quilombo que hay acá. Acá hay quilombo por la vagancia, lo que hablábamos recién,
por la vagancia, la droga, el alcohol, hay mucho quilombo por eso acá en el barrio
(Mauricio, 24 años).

Por el contrario, otro grupo de jóvenes se encuentra provisto de lazos barriales


más próximos y fuertes en torno a los cuales construyen su subjetividad, buscando
otras vías de integración alternativas a las tradicionales. En este caso, el barrio y el
grupo de pares permiten a los entrevistados hacer frente a la inseguridad e
incertidumbre que provoca su complicado tránsito hacia la vida adulta, en un marco de
creciente desinstitucionalización. Como explica Reguillo:

En un contexto con fuertes tendencias homogeneizadoras y en una sociedad que ha


ido suprimiendo los ritos de pasaje y de iniciación, pero que exacerba la diferenciación
y segmentación entre los grupos de edad, a través del sistema productivo y de las
fuerzas del mercado, y de manera particular, a partir de una crisis en las “instituciones
intermedias”, incapaces por distintos motivos de ofrecer certidumbres a los actores
sociales, las culturas juveniles han encontrado en sus colectivos elementos que les
permiten compensar este déficit simbólico, generando diversas estrategias de
reconocimiento y afirmación, entre las que se destaca el uso de objetos, marcas y
lenguajes particulares (2000: 99-100).

Precisamente, el sentido de pertenencia que desarrollan los jóvenes hacia el


espacio barrial presenta una enorme incidencia en sus biografías. En este contexto,
adquiere relevancia indagar en torno a los usos y apropiaciones del barrio, escenario
cotidiano de sus acciones. De manera precedente, apuntamos que las trayectorias
laborales de los varones se desarrollan primordialmente en el espacio público, el cual
aparece como un ámbito íntegramente masculino también en los tiempos de ocio: “la
calle me encanta, no me preguntes por qué porque no sé, no puedo estar encerrado
[…]. Me gusta la calle, me gusta salir” (Marcelo, 17 años).

180
Allí -en “la calle”- despliegan sus formas de sociabilidad entre pares, donde la
música, la vestimenta y los lugares frecuentados aparecen como signos de una
identidad compartida. Entre las actividades que los jóvenes desarrollan en su tiempo
libre, el fútbol ocupa un lugar principal: “siempre armamos torneos de fútbol con
amigos de acá del barrio” (Darío, 26 años). Sin embargo, esa “forma lúdica de
asociación” (Simmel, 1949) que despliegan los jóvenes durante los tiempos de ocio
resulta inadmisible para una razón utilitaria, al implicar muchas veces la no realización
de alguna actividad en especial; lo fundamental es ese “estar ahí” juntos, (sin)razón de
qué se hace. En este sentido, es interesante observar la forma de presentación de
Herlo, un joven de 16 años, al comenzar la entrevista:

-¿Qué me contarías tuyo… para definirte? ¿Qué te gusta hacer, que edad tenés…?
-Bueno, me llamo Herlo, tengo 16 años. Me gusta vaguear [risas], qué sé yo
-¿Qué es vaguear?
-Estar todo el día en la calle
-Te gusta estar en la calle
-Sí
-¿Y qué hacés en la calle?
-Nada… jodo con amigos, tomo coca... estar al pedo (Herlo, 16 años).

-¿Qué haces en tu tiempo libre?


-Me quedo en la esquina. Me tomo una coca, me quedo fumando un cigarro, una
marihuana. Me gusta divertirme, quedarme con los pibes, ahí tranquilo […]. Todos los
días lo mismo, es como que algo me tiene atado. Estoy en la esquina, y me quiero
quedar ahí con mis compañeros, fumándome un porro, tomando una gaseosa y
estar ahí (Jeremías, 20 años).

“La esquina” se presenta como el escenario de construcción de sociabilidades,


lugar destinado para el encuentro con pares. Con el anochecer el espacio público se
carga densamente de sentidos, funcionando como anclaje identitario de un conjunto
de grupos juveniles que adoptan las esquinas como lugares de reunión, consumo y
amistad: “son como treinta grupos acá en el barrio. Son una banda de pibes, pero
cada uno tiene su grupito” (Jeremías, 20 años). En el apartado anterior señalamos que
en el espacio barrial se desarrollan diversas estrategias de diferenciación entre grupos
juveniles, que encuentran en los clivajes espaciales una forma de materialización.

-Nos juntamos siempre en… nosotros le decimos “el paredón”, allá en 163 entre 49 y
47
181
-¿Qué hay ahí? ¿Una pared grande?
-Sí está… hay una pared grande, porque hay un predio ahí, de fútbol. Y paramos ahí…
ya es lugar de nosotros porque ya le pusimos un banco, tiene las paredes
dibujadas, tiene algunos dibujos la pared […].
-¿Hay otros lugares así? ¿Otros grupos?
-Sí, pero nosotros nos juntamos entre nosotros. No nos juntamos con los otros, con
otros pibes, nada. Nos hablamos con todos los del barrio, todo, pero la junta es esa,
nadie más (Herlo, 16 años).

-A la noche nos juntamos en la esquina, estamos todos. Como nos ves todos
juntos acá [en el CC], después allá todos juntos, siempre nos ven juntos a nosotros [...].
Vivimos todos para allá atrás, así que nos juntamos por allá al fondo. Justo en la
esquina de Carlos nos juntamos, cualquier noche salís para afuera y están todos
ahí (Fermín, 19 años).

En el contexto de estudio se presenta un estilo juvenil propio de ese grupo


socio-cultural que se pone de manifiesto en prácticas vinculadas a la utilización del
espacio público (“la esquina”), al consumo de un género musical particular (rap o
cumbia) y a la impronta de un vestuario “deportivo” (zapatillas con “resortes”, viseras,
piercings, cortes de pelo, etc.). Para este grupo de jóvenes, una de las formas más
recurrentes que adopta la relación con la actividad laboral reside en la disposición de
ingresos para acceder a bienes de consumo personal que medien los vínculos con el
grupo de pares. En nuestro análisis adquiere así especial relevancia aquellos bienes
de consumo típicamente juveniles (incluyen tanto diversiones -bailes-, “vicios” -drogas,
alcohol y cigarrillos-, como artefactos eléctricos -telefonía celular, motocicletas-), que
conceden a nuestros entrevistados la posibilidad de transitar por espacios de
sociabilidad y expresión juvenil en las interacciones con los pares o grupos afines
(tercer tipo ideal: trayectorias territorializadas). Como relatan Marcelo y Herlo, sus
primeros pasos por el mundo laboral:

-Yo cuando hago una changuita, hago así, y tengo bastante plata, primero me compro
lo que necesite, ropa o algo que me haga falta y si sobra, y ya alcanza, me
compro un vicio, sino no. Igual, siempre me invita alguno de mis amigos… (Marcelo,
17 años).

-[Trabajaba] para llegar al fin de semana y tener mi plata [...]. Me la gastaba en


boludeces, ni ropa me compraba, que sé yo, salía de joda, todo [...]. Me la gastaba en
la esquina con los chicos, tomando alcohol… todo eso (Herlo, 16 años).

182
De acuerdo con Guerra Ramírez, “el consumo permite a los jóvenes
experimentar roles propios de su edad y responder a los imperativos sociales de
relacionarse con ‘otros’ semejantes con los que se identifican y comparten las mismas
prácticas y códigos culturales” (2008: 173). Es en ese conjunto de prácticas y modos
de consumo significativos donde cobran forma los estilos juveniles, entendidos como
aquellos patrones de consumo cultural que funcionan como umbrales de distinción y
pertenencia en los grupos de jóvenes, al participar como referentes de identificación y
de organización de gustos y estéticas relacionados con la indumentaria, los looks, los
códigos verbales y corporales que comparten los jóvenes (García Canclini y otros,
2005).

-Soy del barrio, y veo que mi compañero se viste así y yo me quiero vestir lo mismo
que él (Jeremías, 20 años).

-La mayoría de veces yo no expreso nada. O por ahí hablo, qué sé yo… hablo mal. O
sea, estoy acostumbrado a hablar con pibes de mi edad… hablo todo el día
boludeces, como nosotros le decimos “berretín”. Estás todo el día diciendo
berretines "qué onda"... parecemos presos
-¿Berretines?
-Es una forma de hablar, una forma de hablar negra o una forma de bardo
-En vez de decirte “¿cómo andás?”, no… “¿Qué onda?, ¿Qué onda con vos?” Todo el
día hablando así, y qué sé yo… (Herlo y Mario, 16 años).

En este contexto, los jóvenes incursionan en el mercado laboral a fin de


obtener ingresos que les permitan explorar por estos tiempos de ocio y espacios de
sociabilidad entre pares. Así, el trabajo aporta recursos para responder a necesidades
esencialmente asociadas, en este caso, con su condición juvenil. A diferencia de
aquellos entrevistados que centran la finalidad del trabajo en la realización de
proyectos ligados con esfera familiar; en este grupo, la familia de origen aparece como
un ámbito conflictivo del que las nuevas generaciones buscan diferenciarse, al mismo
tiempo que todavía no han constituido su propio hogar, 74 el cual imaginan alejado del

74
Como adelantamos en el capítulo 5, la conformación de la familia propia constituye en la biografía de
los jóvenes un importante punto de inflexión, que implica cambios en otras esferas de la vida. La mayor
disposición al trabajo y el alejamiento de la calle son algunas de las transformaciones señaladas por los
propios jóvenes. En este punto, cabe aclarar que más allá de las connotaciones e incidencias (positivas o
negativas) que adquiera el grupo familiar en la trayectoria de los jóvenes, es interesante observar que en
la totalidad de los casos la familia (de origen y de procreación) ocupa el centro de la escena en los
eventos vitales más significativos que relatan los entrevistados. Si bien el análisis de los vínculos
183
modelo familiar de origen: “en ese momento estaba así, con mis amigos ahí [en la
esquina], y como que me olvidaba de todo… de los problemas que tenía en mi casa”
(Gastón, 18 años). Asimismo, como ya señalamos, la institución educativa tampoco
logra interpelar a estos jóvenes. En el marco de una escolaridad de baja intensidad
entran en tensión: la retribución a largo plazo que promete la escuela con los ingresos
inmediatos que provee el trabajo, aunque informal e inestable, para satisfacer estas
necesidades propias de la edad.

-¿Y así de la escuela qué opinión tenés?


-Y de la escuela, quiero terminar. Pero no quiero empezar el colegio porque no sé
nada, y me va a costar trabajo terminar el colegio
-¿Y por qué querés empezar?
-Porque quiero terminar, para que tenga un buen oficio, y ahí dejo todo… además así
tengo una familia bien, no una… como algunos que tienen familia y viven así nomás, se
drogan, le enseñan cosas feas a sus hijos. Yo al contrario quiero enseñarle lo
bueno… que lo que yo pasé que no lo pasen ellos, y yo soy así, tipo como una
familia piola, viste, no que ellos sepan que yo me drogué (Marcelo, 17 años).

En esta clave analítica, resulta interesante la distinción entre privación relativa y


absoluta que realiza Kessler (2013), a la hora de caracterizar las prácticas de consumo
que desarrollan jóvenes que han cometido delitos contra la propiedad. Desde el primer
sentido, la actividad laboral se destina a satisfacer necesidades personales
relacionadas con ciertos consumos juveniles, como son las salidas nocturnas u otros
entretenimientos. En cambio, desde su segunda acepción, se busca atender
necesidades básicas y contribuir con la reproducción del grupo familiar, por ejemplo, a
través de la compra de alimentos, el pago de impuestos u otros gastos del hogar.
Como adelantamos en el capítulo 4, un grupo importante de jóvenes colabora con la
economía familiar. El siguiente relato de Gastón revela que, en numerosas ocasiones,
la relación entre privación absoluta y relativa se entrelaza y yuxtapone a lo largo de la
trayectoria laboral.

-El trabajo siempre está porque, ponele, que no hay plata y hay que hacer una
changuita, bueno, yo haciendo esa changuita aunque sea puedo ayudar […].
Ponele, mi padrastro no consigue trabajo y mi papá me dice: “¿Querés venir a

familiares remiten a situaciones complejas, difíciles de catalogar y clasificar, a grandes rasgos los relatos
convergen entre dos posiciones antagónicas: los jóvenes que identifican diversos apoyos familiares
(económicos, afectivos, sociales); y aquellos otros que señalan como conflictivos los vínculos parentales,
en referencia principalmente a una violencia física y/o simbólica.
184
trabajar?, son tres días”; “Bueno, voy”. Pero si mi padrastro en esos tres días consigue
trabajo, bueno, me va a decir: “guardate esa plata para vos, si querés comprate
ropa o gastala en lo que vos quieras, yo ya conseguí trabajo” y si no, “bueno, te la
recibo”. Después me la va a querer devolver y yo le digo que no; si yo también estoy
viviendo ahí y yo también como (Gastón, 18 años).

En condiciones de privación relativa o absoluta, el trabajo sólo puede aparecer


asociado a un carácter meramente instrumental. En un horizonte de inestabilidad
duradera, la condición puntual o el desconocimiento del tiempo de duración de las
actividades laborales que realizan los jóvenes, reduce el espectro temporal en el cual
proyectarse y las posibilidades de desarrollar una subjetividad ligada al trabajo. Así,
para un grupo de entrevistados los planes se manifiestan por la tendencia a pensar en
el porvenir como un proyecto utópico o, peor aún, observamos que algunos jóvenes se
encuentran imposibilitados para imaginar el futuro, incluso en un ejercicio de reflexión.

Cuando el mediano y el largo plazo se desdibujan, el horizonte en el que se evalúan las


acciones a realizar se limita a lo inmediato. Así, van desplegando racionalidades de
muy corto plazo, cuyo objetivo es la obtención inmediata de dinero, con poca
consideración de sus consecuencias futuras. De este modo, si la inestabilidad laboral
impide imaginar alguna movilidad ascendente futura, en el presente lleva a que el
trabajo se transforme en un recurso de obtención de ingresos más entre otros (Kessler,
2010: 34).

En un mundo laboral incierto, los jóvenes diversifican sus estrategias de


obtención de recursos económicos: la realización de actividades informales
esporádicas (“changas”) se combinan con los ingresos provenientes de los programas
sociales y de empleo 75; e incluso para algunos entrevistados el delito se convierte en
una fuente de beneficios. En este punto, es importante aclarar que en esa frontera
difusa -que impulsa lógicas diversas para la obtención de ingresos-, el robo aparece
formando parte de una sociabilidad juvenil:

-Por ahí nosotros no teníamos para comprarnos droga y estábamos así, íbamos
caminando, iba uno así: ‘vamos a robarle’. Y si tenía plata, bueno, directamente
vamos a comprar droga (Gastón, 18 años).

75
La mayoría de los jóvenes entrevistados participan de políticas de empleo activas, principalmente
mediante cooperativas del Programa Argentina Trabaja, y/o son beneficiarios de distintos programas
sociales (Plan Barrios Bonaerenses, Programa de Empleo Comunitario y Asignación Universal por Hijo
para Protección Social).
185
De este modo, la experiencia del delito es en sí misma una actividad grupal,
que forma parte de las estructuras de relaciones y de sentido compartidas, a través de
la cual se busca acceder a bienes (propios de la edad juvenil) ligados a una privación
relativa, tal como es el consumo de estupefacientes. El relato de Herlo ilumina los
vínculos que se establecen entre el grupo de pares, las adicciones y la delincuencia en
un momento de su vida.

-Los chicos más grandes se drogaban, qué sé yo, yo como era chico decía: “ah, debe
estar bueno”, y tenían plata todos los días, todo […]. Yo me metí no más para probar, y
después por joder, por salir de joda, todo, y pasarla bien, me drogaba
-[…] ¿Qué pensabas cuando eras más chico?
-La plata fácil, salir a robar, vender cosas
-¿Y vendías?
-Sí, sacaba herramientas de mi casa, iba y las vendía. Para no ir a robar, era más fácil
sacar cosas de mi casa y las vendía
-Y así… ¿alguna vez robaste algo con tus amigos?
-No, nunca, o sea, robar grandes cosas no, rastreaba (Herlo, 16 años).

En consecuencia, estamos frente a un proceso de conformación de un


segmento social ubicado en los márgenes del mundo del trabajo, cuya supervivencia
combina acciones legales e ilegales, según la oportunidad y el momento (Kessler,
2010). Acordamos con este autor, quien señala que la disociación entre actividades
legales e ilegales ha sido menor de lo que se ha supuesto. Durante nuestro trabajo de
campo observamos una asociación entre la legalidad e ilegalidad, que se inscribe en la
realidad cotidiana de los jóvenes entrevistados. Precisamente, a lo largo de las
trayectorias laborales de algunos jóvenes observamos una combinación de ambos
tipos de actividades, que no encuentran un patrón regular por las constantes entradas
y salidas entre estos mundos, según el momento del curso de vida. La frase de Ramiro
condensa ambas acciones en un pasado -“fue otra época, era menor. Ya de mayor es
otro pensamiento”-, que remite en el presente una única elección: cirujear frente al
“fierro”.

-¿Pero cirujeando sacabas guita?


-Sí, sacaba algo
-¿O sea preferías eso antes de…?
-Salir a meter fierro [robar]. Si no tengo que salir a meter fierro [risas]. Salía a
cirujear y laburaba con mi viejo en el taller
186
-¿Lo ayudabas o te pagaba?
-Me pagaba $20, $30, para sobrevivir nada más
-¿Y en ese momento querías buscar otro laburo?
-Y si, laburar quieren laburar todos. Antes de estar en cana, prefiero laburar… sí, salía.
Me iba con la bicicleta a la mañana y salía a repartir currículums (Ramiro, 29 años).

Más allá que el delito y las adicciones aparezcan formando parte de esos
espacios de sociabilidad juvenil, muchos jóvenes señalan compartir la esquina y
haberse “rescatado” dado que “la junta no te obliga” (Sebastián, 27 años), remitiendo
esas prácticas a una etapa pasada: “robar no salgo más, pero yo me junto con los
pibes” (Jeremías, 20 años). Cabe aclarar que aún para el caso de este grupo de
jóvenes -que ha traspasado los límites de la legalidad- no se observa un rebusque
guiado por una “lógica de provisión”. 76 Por el contrario, al ahondar en sus experiencias
ocupacionales se evidencia que si bien éstas no generan el tipo de identificación que
históricamente se ha asociado con el trabajo, primando en su lugar una lógica
instrumental, no existe un repudio u oposición al mundo laboral: “hasta tres años que
no se me borre la causa, no voy a poder tener un laburo bueno” (Jeremías, 20 años).
Precisamente, el trabajo continúa siendo el principal medio de subsistencia
material, incluso para aquellos jóvenes cuyas biografías están signadas por la
informalidad, inestabilidad e ilegalidad. La actividad laboral se presenta así como la
única fuente legítima de obtención de ingresos, vinculada en el horizonte de
significación de los entrevistados con el sacrificio y el esfuerzo: “las cosas para
tenerlas, te las tenés que salir a ganar” (Felipe, 19 años).

-Y el laburo, ¿qué significa en tu vida? ¿Qué lugar ocupa?


-Un lugar importante. Porque si no trabajo no tengo plata, y para ganar plata
tenés dos formas: trabajás o robás, y yo prefiero trabajar, ¿no? Es la plata mía
-¿Y qué diferencia hay con robar?
-Robar es plata fácil. Cuando salís a robar, vendés y ya tenés plata: si robás algo que
sale dos lucas, vas lo vendés a $1500; sino para hacer $1500 te tenés que romper el
culo toda una semana. Yo para ganarme $1500 no sé cuánto tengo que laburar (Herlo
y Mario, 16 años).

76
Kessler describe el pasaje desde una lógica de trabajador hacia una lógica de proveedor, señalando
que la diferencia fundamental entre ambas “está en la fuente de legitimidad de los recursos obtenidos,
que, en la lógica del trabajador reside en el origen del dinero; el fruto del trabajo honesto en una
ocupación respetable y reconocida socialmente […]. En la lógica de la provisión, en cambio, la legitimidad
ya no se encuentra en el origen del dinero, sino en su utilización para satisfacer necesidades” (2010: 41).
187
6.3. En los confines del mundo laboral
En los apartados precedentes señalamos que “la ciudad es vivida desde el
barrio. El territorio funciona como anclaje identitario desde el cual en parte se mira e
interpreta el mundo” (Chaves, 2011: 5). Esta identificación en torno al espacio barrial
presenta una incidencia sobre las prácticas cotidianas de los jóvenes, en especial, en
lo que respecta a los circuitos urbanos que despliegan. A la luz de la revisión
bibliográfica realizada en los capítulos teóricos, surge un conjunto de nuevos
interrogantes que incorpora a la dimensión espacial como una esfera primordial que
opera en la configuración de las trayectorias laborales juveniles: ¿De qué modo el
ámbito barrial es un aspecto clave en la estructuración de prácticas y representaciones
laborales de los jóvenes? ¿Cómo los estigmas territoriales y/o las redes comunales
contribuyen u obstaculizan la configuración de un recorrido laboral? ¿Qué fronteras
territoriales y simbólicas atraviesan en su constitución? ¿Cómo y en qué situaciones
se producen los desplazamientos por fuera del barrio de residencia?
Como espacio cercano e inmediato, el barrio se constituye en una escena
predilecta: representa el lugar donde se producen los encuentros y las interacciones
locales; asimismo, adquiere una particular relevancia en las experiencias y
condiciones de vida para quienes asume la característica de lugar de trabajo. Si
usualmente se representa al barrio desde su función residencial, esta afirmación no
debe ocultar el hecho de que para muchos de sus habitantes también cumple un papel
productivo. De este modo, el espacio barrial puede exhibir dos caras en la constitución
de las trayectorias laborales de jóvenes: se presenta como el lugar de residencia,
propiciando la salida del ámbito local en la búsqueda de una ocupación; o aparece
como el propio lugar de trabajo, condicionando las prácticas laborales que allí se
desenvuelven. En última instancia, la búsqueda por dilucidar y establecer los lazos
entre el espacio barrial y el espacio laboral, constituye un eje central en el análisis de
las trayectorias laborales.
Desde este lugar, el entorno barrial surge como un marco donde situar las
estrategias y prácticas laborales desplegadas por los jóvenes, constituyendo una doble
vía en tanto representa al mismo tiempo una condición de posibilidad a la vez que un
condicionante de la trayectoria laboral. En este punto, ya advertimos que el ingreso al
mundo laboral de estas nuevas generaciones se configura a partir de un conjunto de
prácticas no formalizadas que se desarrollan por medio de las redes familiares y de los
espacios comunitarios en donde habitan, a través de las cuales muchos de los jóvenes
entran por primera vez en contacto y se socializan en el trabajo. Como trasluce el

188
relato de Ramiro, un joven que trabaja junto a su madre como cooperativista del
Centro Comunitario:

-Y cuando cumplí los 18 [años de edad], le dice mi vieja a mi abuela que quería venirse
para acá [El Aluvión]. Mi abuela le daba la casa a mi vieja. Porque acá nos conocen
todos, tenemos más beneficios acá, más salida laboral también (Ramiro, 29 años).

En el marco de los procesos de segregación espacial y desestructuración del


trabajo asalariado estable, las prácticas laborales se encuentran -cada vez más-
localizadas territorialmente. Como nos cuentan Gastón y Darío respecto a su
ocupación actual: “yo acá en mi barrio, acá hago, o sea, atiendo el negocio, estoy en
mi casa” (Gastón, 18 años); “siempre agarro algún laburito por acá por el barrio”
(Darío, 23 años). Así, a través de la reconstrucción de las trayectorias laborales se
observa que el espacio barrial configura el escenario sobre el cual se despliegan las
múltiples estrategias y actividades laborales de los jóvenes y sus familias, confluyendo
el lugar de residencia con la zona de trabajo.
De allí que, no se produzca una clara separación entre la zona de residencia, el
ámbito de trabajo y los tiempos de esparcimiento: los jóvenes viven, trabajan y se
divierten dentro del espacio local. En este sentido, los efectos del proceso de
segregación espacial se manifiestan en la imposibilidad de traspasar los límites del
barrio, situación que circunscribe la búsqueda de oportunidades laborales al entorno
local: “nosotros no salimos mucho a otros barrios” (Fermín, 19 años). En el contexto de
un mercado de trabajo donde se debilitan los vínculos laborales estables, el
aislamiento y la estigmatización de los espacios urbanos pobres conforman así un
escenario de renovada fragmentación y desigualdad. 77

77
Siguiendo a Grimson (2009), sobre el espacio urbano emergen nuevas dinámicas de guetización; si en
el pasado las fronteras espaciales eran más fluidas y dinámicas, en la actualidad se observa un
endurecimiento e impermeabilidad de las mismas: las fronteras ni siquiera se cruzan por cuestiones
laborales. En un contexto de masiva desocupación y precariedad, los tránsitos laborales se desdibujan
reflejando un quiebre con el pasado. En el marco de un mercado de trabajo dinámico y servicios públicos
subsidiados, la ubicación geográfica de la población urbana pobre no sólo no representaba una
desventaja para la obtención de empleos, sino que abría la oportunidad de acceder a una vivienda
(Bayón, 2005). Sin embargo, “los barrios y sus significados, como construcciones sociales e históricas,
cambian a través del tiempo y transforman su relación con el centro de la ciudad” (Grimson, 2009: 12).
Las transformaciones ocurridas en los años ‘90 alteraron radicalmente la estructura de oportunidades de
las áreas con una fuerte concentración de pobreza, presentado su ubicación geográfica una desventaja
que ha conducido a un progresivo aislamiento social. A partir del período de recuperación económica que
experimentó la Argentina, luego de la crisis de 2001-2002, la pobreza y la desocupación disminuyeron de
manera notable. Sin embargo, esta etapa de crecimiento develó la persistencia de la segregación
residencial como consecuencia de la fuerte polarización de la estructura social (Groisman, 2010).
189
-No me puedo mover, no salgo de acá dentro, como dice mi hermana, del barrio no
salgo. Lo único que conozco es el barrio […]. Me dice mi viejo, “nunca saliste del barrio,
siempre estuviste acá, en la esquina y con tus amigos”. Lo único que hago, nunca
salgo del barrio
-¿Pero te gustaría salir?
-No […]. Salgo, cuando salgo con todos los pibes, solo no salgo. Al centro si salgo,
salgo con mi hermana, con alguien. Voy al centro y me para el patrullero, ya por la
vestimenta (Jeremías, 20 años).

De este modo, la segregación residencial 78 se evidencia en una fuerte


identificación en torno al espacio barrial y a la percepción de que la salida del mismo
es como un cruce de frontera con diferentes niveles de dificultad, no sólo material sino
también simbólica: los jóvenes se sienten objeto de discriminaciones y ponen de
manifiesto su percepción de sentirse diferentes de los que habitan más allá de los
límites del ámbito local (Jacinto, 2006a). Desde esta mirada, la noción de frontera
ilumina el análisis del proceso de segregación espacial en su dimensión sociocultural,
que debe ser interpretada a la luz de los efectos del estigma territorial: “era de noche,
como hacía frío estaba encapuchado. Pasó la policía y me frenaron […] porque estaba
todo encapuchado, típico de negros” (Mario, 16 años). Precisamente, los jóvenes de
sectores populares no sólo devienen los destinatarios “privilegiados” de las
transformaciones acaecidas en el mundo laboral, sino también de las
estigmatizaciones: aparecen bajo la expresión de “la población sobrante”, “la clase
peligrosa”, en el marco de una sociedad cada vez más excluyente (Svampa, 2005).
Sin embargo, no siempre existe una correspondencia entre el lugar de
residencia y la zona de trabajo. El ámbito barrial como espacio delimitado, a la vez
unido y separado del centro de la ciudad, constituye un lugar que obliga a pensar en
las estrategias laborales que deben atravesar los jóvenes para suplir la falta de
recursos y, particularmente, la ausencia de vías de acceso a un empleo. En
consecuencia, uno de los ejes de análisis se vincula a las relaciones que se establecen
entre el “adentro” y el “afuera” del barrio, prestando especial atención tanto al modo en
que se delimitan las fronteras socio-espaciales como a las razones que implican su
cruce.

78
La segregación residencial puede definirse, en términos generales, como el grado de proximidad
espacial o de aglomeración territorial de las familias pertenecientes a un mismo grupo social, sea que éste
se defina en términos étnicos, etarios, de preferencias religiosas o socioeconómicos, entre otras
posibilidades (Sabatini, Cáceres y Cerda, 2001). La presente investigación refiere a la segregación
residencial socioeconómica.
190
-¿Y changas por dónde te salen generalmente? ¿Por acá o más lejos?
-Más lejos, o sea, fuera del barrio. Muy pocas veces acá en el barrio (Herlo, 16
años).

Pese a la gran relevancia que adquiere el espacio local, las prácticas cotidianas
de los jóvenes no se agotan ni coinciden con sus límites. En las lógicas de
desplazamientos hacia el centro de la ciudad, los jóvenes del barrio cruzan la frontera
por motivos de trabajo, trámites burocráticos e incluso por divertimentos. Entre los
usos que hacen del centro de la ciudad y sus espacios públicos, el principal hito urbano
enunciado por los entrevistados es la Plaza Moreno (espacio público emblemático
ubicado en el centro del casco urbano fundacional), más interesante aún, es indagar en
qué momentos la transitan: el día de la primavera, el campeonato de un equipo de fútbol
local, el aniversario de la ciudad; fueron algunos de los acontecimientos recapitulados.
En última instancia, los modos de simbolizar y habitar el espacio barrial se
hallan en tensión por lógicas y fuerzas contrapuestas. Una conjunción de procesos
empujan hacia el aislamiento de la población urbana pobre: débil inserción en el
mercado de trabajo, relegación de un espacio urbano degradado y estigmatizado,
tendencia a la socialización en espacios homogéneos, exclusión del acceso a bienes
materiales y simbólicos valorados. Sin embargo, en tanto espacio barrial, aunque
relegado y marginado, no es un “gueto”. No se trata sólo de reconocer los vínculos
causales y funcionales entre las realidades macroestructurales y el entorno local.
Como observan diversos estudios (Merklen, 2005; Segura, 2006, 2009), en tanto el
espacio barrial no es un ámbito autosuficiente, sus habitantes desarrollan diversas
estrategias que implican atravesar las fronteras socio-espaciales con la finalidad de
acceder a bienes y servicios escasos o ausentes en el barrio, que mitigan los efectos
del aislamiento y la exclusión. Pese a ello, como observa Grimson, “cruzar una
frontera no implica necesariamente desdibujarla” (2004: 19). El carácter poroso, fluido
e híbrido de las fronteras no debe opacar su sentido separador, diferenciador y
delimitador.
El espacio barrial no sólo representa un obstáculo para el acceso a un empleo
por las distancias y los costos del desplazamiento. Muchos de los entrevistados
aludieron también al aspecto físico como otra de las dificultades para ingresar al
mundo laboral, que entra en tensión con los modos de representar y habitar el entorno
urbano de “la esquina”. En el transcurso del trabajo de campo se produjeron
numerosas situaciones asociadas a la apariencia de nuestros entrevistados que, a su
entender, operaban de forma discriminatoria en la búsqueda de un trabajo.

191
Precisamente, en el marco de un taller para la elaboración de currículums surgieron un
conjunto de bromas sobre el color de piel y la vestimenta de los jóvenes al momento
de tomar la fotografía para el CV: “más que conseguir trabajo, voy en cana”, “te
deschaba”, “seguro salió blanco y negro”, “te van a tomar sólo para trabajar en las
quintas” (Nota de campo, N° 26). Como explica Marcos, respecto a su primera
ocupación:

-Fue lo único que quedó, ir a juntar tomates. O sea, la apariencia de uno no te


daba para llegar a trabajar en otros lugares
-¿Por qué la apariencia?
-Y no, porque yo soy de vestirme deportivo. Ahora me ves con una remera rosa que me
la regaló mi señora, sino no la usaría. Pero… porque usaba visera, andaba con buenas
zapatillas, campera Adidas. Vos vas a buscar trabajo así y no… te dicen: “andá para
allá” (Marcos, 23 años).

Esta dificultad se suma a la actitud pasiva que asumen en torno a la actividad


ocupacional, donde los jóvenes relatan que les cuesta buscar, expresarse y pedir un
trabajo. Ante esta situación no es ilógico que las oportunidades laborales presenten un
carácter espontáneo: “me venían a buscar” (Jeremías, 20 años). Como apuntamos de
manera antecedente, en las búsquedas laborales juegan un papel clave los lazos
familiares y comunales, principalmente porque se carece de redes sociales de donde
pueda provenir un trabajo por fuera del barrio. La ausencia de otras vías de acceso al
mercado laboral pone de manifiesto la relevancia de un círculo íntimo y cercano
espacialmente.

-Y ahora que no estás laburando, ¿estás buscando, querés laburar…?


-Quiero laburar, pero no… no busco
-¿No buscás?
-No estoy buscando laburo
-¿Y por qué creés que no buscás?
-Y… como te digo, porque no me sé expresar bien entonces no sé pedir cosas
(Herlo, 16 años).

-A mí me gustaría ir a trabajar pero no tengo la voluntad


-¿Tenés miedo o algo así?
-Para mí que es vergüenza, porque salgo con la viserita y ir al centro y decirle alguien
que me de laburo: “ah no pero mirá como estás vestido vos”. Y digamos si voy cheto, te

192
lo juro, trabajo en todos lados. Voy vestido así, “seguí participando amigo”. La vida
de cumbierito (Jeremías, 20 años).

En este marco, la segmentación laboral refleja también “una discriminación de


los más pobres para acceder a los trabajos de mayor calidad, ya que los mecanismos
de selección no sólo tienen en cuenta las credenciales educativas sino la escuela de la
que se proviene, la apariencia corporal, las actitudes, el lenguaje, el lugar de
residencia” (Jacinto, 2004: 190). De allí, que los relatos enfaticen las dificultades para
acceder a una ocupación debido a las fuertes exigencias en términos de diplomas
-“terminar la secundaria” (Juan, 19 años)-; de apariencia e instrucción -“por la forma
como te ven, vestido o algo, y además no creen en que los pibes están capacitados”
(Herlo, 16 años)-; y también por los requisitos de experiencia -“no pude entrar por el
tema de la edad y no tenía experiencia para ser jefe todavía, porque me tomaron como
que recién estoy empezando a salir a laburar” (Germán, 18 años). Fragmento que, a
su vez, refleja la condición etaria -ligada a la figura de minoridad- que destacan
aquellos “jóvenes adolescentes” en relación a los obstáculos para conseguir un “buen”
trabajo, quedando al alcance sólo su ejercicio en condiciones de desprotección y
remuneración salarial baja.

-Como era menor estaba trabajando mal [...]. Llevan menores… y encima que paga
mal, trata mal a los chicos” (Gastón, 18 años).

-¿En los trabajos que realizaste, estuviste en blanco?


-En negro. Más por la edad, recién ahora estoy cumpliendo 18 […]. Porque sos
menor y no podés ir tanto al trabajo. Cuando tenés 18 [años de edad], podés trabajar
79
un poquito más (Elio, 18 años).

Hablar acerca de la condición juvenil implica visibilizar la cuestión etaria que


atraviesa la estructura social; no sólo la clase, sino también los segmentos de edad
expresan posiciones en el espacio social. En efecto, los jóvenes participan en
relaciones de poder, donde la categoría etaria se convierte en un factor de
desigualdad en el vínculo que mantienen con otros grupos y/o clases de edad.
Siguiendo a Brito Lemus, “esta subordinación de los menores a sus mayores tiene su

79
Esta mirada de los jóvenes no se condice con la Ley sobre Prohibición del Trabajo Infantil y Protección
del Trabajo Adolescente (N° 26.390/08) que establece como edad mínima para poder trabajar los 16
años. Sin embargo, observamos en el capítulo 4 que un conjunto de actividades laborales se realizan en
los márgenes o al interior de los hogares, escapando a dicha normativa. Persisten así dinámicas
informales a través de las cuales los jóvenes más vulnerables se ven limitados en su derecho a trabajar
en condiciones de protección, seguridad y en edades reguladas.
193
base en la propiedad del saber y de la experiencia acumulada, es decir, en la posesión
de un capital cultural acumulado con el tiempo” (1996: 29), a lo que se sumaría -a
nuestro entender- el capital económico, en razón de los hallazgos de ciertas
investigaciones que sostienen que las posiciones más elevadas de la estructura
ocupacional se alcanzan con la edad adulta (Chaves, 2010).
Esta desigualdad entre los grupos y las clases de edad se reproduce también
en el plano simbólico. Como fenómeno representado, en lo juvenil se dan procesos de
disputa y negociación entre las hétero-representaciones (elaboradas por agentes o
instituciones sociales externos a los jóvenes) y las auto-percepciones de los mismos
jóvenes (Pérez Islas, 2000). Desde este enfoque, Urteaga sostiene que:

Los límites etarios, en tanto organización de la distribución del poder social, se juegan
en el terreno de las prácticas y del simbolismo, y son objeto de disputa, conflicto,
negociación o adaptación. El ejercicio del poder adulto se expresa en prácticas que
recuerdan rutinariamente a los jóvenes las condiciones de subordinación, sumisión,
dependencia e indefensión en la que se encuentran. Estas son reforzadas mediante la
estigmatización de las conductas juveniles transgresoras (2005: 213).

-¿Cuál es la mirada de la gente más adulta sobre los “pibitios” de tu edad? ¿ Cómo los
ven?
-Delicuentes. Ahora todos los pendejos que ven en la calle son delincuentes, todas las
personas piensan eso seguro
-Sí, como… que sé yo… porque lo ven fumando un cigarro es drogadicto, así que,
¿qué va a trabajar? Prefiere robar antes que trabajar. Y yo conozco pibes que se
drogan, todo, porque trabajan para tener sus cosas
-Si, es verdad (Mario y Herlo, 16 años).

En el caso analizado, esta relación asume un carácter conflictivo respecto a las


identificaciones que socialmente le son atribuidas a los jóvenes (“vagos”,
“irresponsables”, “drogadictos”, “chorros”); de las que ellos mismos buscan alejarse,
replicándolas en otros jóvenes del barrio. Es importante aclarar, que tales
representaciones aluden a diferencias culturales, más que sociales, y se distinguen
por sobrecargar de preconceptos y estigmatizaciones al sujeto joven, escondiendo tras
de sí una conceptualización negativizada de la juventud que la define en términos de
faltas y carencias (Chaves, 2010).

-Estoy terminando la secundaria, o sea, porque muchas veces he dejado todo y ahora
me decidí a terminar
194
-¿Y cómo fue eso, digamos, por qué decidiste terminar?
-Y porque, o sea, yo veo mucha gente o mis propios amigos cómo están viviendo su
vida y yo no quiero terminar así… yo quiero terminar y ser alguien en la vida
-¿Y “así” cómo es, qué pasa a tu alrededor, con tus amigos, que decís eso?
-Y no… porque se drogan y algunos, bueno, son chorros, así… pero bueno, son
amigos que tengo, pero yo no hago lo mismo que ellos. Y bueno, por eso quiero
terminar la escuela, tener un buen trabajo y vivir bien (Gastón, 18 años).

-¿El barrio en mi vida? Significa mucho porque siempre, eh… siempre me llevé muy
bien con toda la gente, ¿no? Siempre fue un barrio lindo, bueno, sacando lo que
está pasando hoy en día con la juventud, ¿no?, que hay mucho, mucho robo pero
sacando eso, bien (Germán, 18 años).

Surgen así posturas contrapuestas entre los diversos grupos juveniles. Por un
lado, algunos jóvenes oponen el trabajo a la esquina, donde “el barrio influye más en
la joda que en colegio o en el trabajo” (Héctor, 18 años). Incluso, en muchas
ocasiones, los entrevistados relatan haber transitado por un período de “vagancia”,
que confieren a un momento pasado de sus vidas. Como continúa relatando este
joven: “ya tengo 18, no puedo seguir en esa. Porque si sigo en esa, se me pasan los
años; te atrasás en las cosas que querés hacer. Tuve mi época de vagancia, ya la
pasé” (Héctor, 18 años).

-Yo hice esquina, hice todo, pero siempre… ponele, yo venía de laburar y me iba a
juntar con los chicos en la esquina. Hice de las mías, pero hice a una edad… hice
cosas que no me cabieron y las dejé, las cambié […]. Yo decidí agarrar otro
camino… agarré el camino de laburar (Sebastián, 27 años).

Por otro lado, un grupo de jóvenes disputa con la mirada dominante que asocia
pobreza, juventud, vagancia y delincuencia. Más que el planteo de una ecuación
excluyente, la esquina y el trabajo presentan una conciliación en sus biografías.
Cuando vuelven de la escuela o de trabajar, cuando salen de sus casas luego de
buscar a sus hermanos del colegio o de ayudar a sus madres con las tareas
domésticas, los jóvenes se dirigen en dirección a la esquina: “yo laburaba todo el día y
sin embargo venía de trabajar, me bañaba, estaba un rato en mi casa y después me
venía para la calle” (Herlo, 16 años). Los siguientes relatos de Gastón y Marcos,
traslucen estas posturas respectivas.

-¿Y tuviste una época que no estudiabas o trabajabas?


195
-Sí, cuando yo me juntaba con los chicos, cuando me drogaba, ahí decía: “yo no
quiero trabajar, yo no quiero estudiar”. Me quedaba [en la esquina] hasta las siete
de la mañana, me levantaba a las seis de la tarde […]. Igual fueron períodos […].
Después me ponía mal y me ponía a pensar: “yo no quiero hacer nada de eso”, y me
ponía las pilas. Después como mi tío no tenía más trabajo y quería salir, bueno, me
juntaba y por ahí, así, probaba, hasta que me iba metiendo y ya me atascaba ahí […].
Y después, me puse a pensar y yo digo: “esto no me va a cambiar en nada la vida, si
yo puedo ser mejor persona” y, bueno, entonces le pedí trabajo a mi tío. Me fui a
trabajar, ahí me pude apartar y así progresé (Gastón, 18 años).

-Mucha gente te dice “vos sos vago” y no conoce tu día. Vos capaz que venís de
trabajar, podés parar en una esquina. No hay una ley que te diga que no podés parar
en una esquina; no hay una ley que te diga: vos sos vago, vos no sos vago (Marcos, 23
años).

En este repertorio de estigmas, adquiere una mención especial la atribución a


una “pérdida de la cultura del trabajo” por parte de los jóvenes. 80 El imaginario
hegemónico asocia a los jóvenes pobres con el estigma social de no haber adquirido
la cultura del trabajo, dado que sus familias -desocupados y asistidos- no han podido
inculcarles el esfuerzo, ni el deseo de trabajar (Kossoy, 2012). Imaginario que es
objeto de conflicto o adaptación entre los jóvenes, al permear sus discursos e, incluso,
formar parte de su repertorio cotidiano de bromas. Esta situación se presentó de
manera reiterada en aquellos entrevistados que se desempeñan como cooperativistas.
Al interior de este grupo, se identifica a los jóvenes pertenecientes al programa social
como “argentina vagancia” (en lugar de su verdadera denominación: “Argentina
Trabaja”). Esta mirada se resume en las conversaciones entabladas durante los
talleres; frente a los olvidos, dubitaciones y profundos silencios que invadieron muchas
de las preguntas de las entrevistas, las voces se replicaban y multiplicaban al abordar
esos temas: “no les gusta trabajar”, “les gusta la vagancia, “les gusta la joda” (Nota de
campo, N° 14).

80
Desde las Ciencias Sociales, un conjunto de autores ha abordado esta temática a través del proceso de
descentramiento del mundo laboral en la conformación de las identidades sociales juveniles. Bauman
(2005) sostiene que la cultura del trabajo se debilita como un valor en sí mismo, y en su lugar emerge una
estética del consumo. En concordancia con este pensamiento, Svampa (2005) señala que el trabajo
devenido precario e inestable deja de ser el principal organizador en el proceso de afirmación de la
subjetividad de los jóvenes, en tanto otros componentes ligados al consumo adquieren mayor importancia.
Por último, Míguez y Semán (2006) hablan de un “eclipsamiento” de la cultura del trabajo en los sectores
juveniles populares, donde resulta imposible una identificación con el mundo laboral, en el marco de una
relegitimación de prácticas y estilos de vida tradicionalmente distanciados de la disciplina laboral.
196
Por su parte, los actores no juveniles entrevistados (referentes barriales)
comparten esta mirada, especialmente en lo concerniente a la población destinataria
de los programas: “el tema de las cooperativas, por ejemplo, es gente que por ahí no
trabajó nunca en su vida y que por ahí jamás vio trabajar a sus padres” (Norberto,
presidente del Club Unidos). Sin embargo, la idea de una pérdida de la cultura del
trabajo no implica una referencia concreta y precisa, al aludir simultáneamente “falta
de predisposición”, “indisciplina”, “desinterés”, “irresponsabilidad”. Expresiones que
variaron según el actor que las pronuncie, pero que tuvieron como nodo de referencia
a los jóvenes del barrio. Estas posturas dejan entrever tras de sí una escasa
disposición hacia el trabajo por parte de las nuevas generaciones, que el presente
estudio busca debatir.

-Apostamos a las cooperativas para aquella población del barrio, que no pueden
ir a trabajar 10 horas porque no han mamado la cultura del trabajo. Un montón de
circunstancias que hacen que la persona no pueda ir a trabajar individualmente […]. Yo
tengo más perfil de darle a una persona que no puede conseguir en otro lado; no es un
prejuzgar, sino acompañar la situación en la que creés que el otro está. Me interesa
para un chico de 30 años supuesto “vago”, “lumpen” que no hace nada (Omar,
referente institucional del Club Unidos).

-Los jóvenes necesitan laburar, necesitan ganar mejor y aparte enseñarles a laburar,
no significa que yo voy a enseñarles a laburar, sino que los locos tienen que tener
cierta disciplina: levantarse temprano, ir a laburar, cumplir horario, la cultura del
trabajo que se perdió (Carlos, director del Centro Comunitario).

Los actores no juveniles (referentes barriales) parten de una perspectiva


adultocéntrica afirman la “pérdida de la cultura del trabajo” a partir de un diagnóstico
comparativo con el contexto histórico en el que ellos fueron jóvenes: un mercado
laboral estable, protegido, con reglas y valores preestablecidos, donde el trabajo
constituía sólo un paso para el ingreso al mundo adulto y productivo. Desde este lugar,
las máximas contenidas en la tradicional cultura del trabajo no pueden ser ya
realizadas, debido a los grandes cambios acaecidos en el mercado laboral. Hoy en día
ese mundo laboral previsible estalló, produciendo el ascenso de las incertidumbres
(Castel, 2010) y la disolución de las temporalidades a largo plazo (Sennett, 2000). En
este contexto, los jóvenes se incorporan a un sistema productivo atravesado por una
amplia inestabilidad y precariedad, adquiriendo importancia la instrumentalidad del
trabajo. Sin embargo, estas prácticas y representaciones se conforman de manera

197
entrelazada con los proyectos, los anhelos y el horizonte de posibilidad al que se
enfrentan los jóvenes; donde el trabajo adquiere nuevos sentidos -extrínsecos-,
conservando su centralidad.

6.3.1. Una aproximación a los itinerarios típicos delineados por los jóvenes.
Trayectorias territorializadas: el caso de Jeremías
Jeremías es un joven de 20 años de edad, desde que nació vive en el barrio
Aluvión junto a sus tres hermanos y su padre, en una casa cercana al arroyo. Sus dos
hermanas mayores ya han conformado su propio hogar, en tanto no mantiene vínculos
maternos. Así expresa el significado que adquiere el barrio en su vida: “una casa, ya
es mi barrio, de acá no me voy nunca, me voy a quedar acá hasta que me muera. Mi
viejo dice de ir a otro barrio, que esto es un quilombo, “bueno, vendé la casa y andate
vos”. El barrio se concibe para este joven como un espacio socializador desde la
infancia, “acá tengo todos mis amigos”. En especial, el Club Unidos es presentado
como una instancia privilegiada de sociabilidad a través del fútbol, “jugué de chiquito,
ahí me críe con todos los pibes”.
La amistad y el barrio aparecen como nodos centrales que moldean la
trayectoria de Jeremías, al punto que, este joven llegó a realizar un acto delictivo por
ayudar a un amigo: “precisaba plata Marcos, necesitaba alguien que lo acompañe y
fui, son cosas de amigos […]. Por la segunda caí en cana yo también”. Este
acontecimiento fue descripto por Jeremías como el evento más significativo de su
biografía, luego de caer preso hubo una reorientación de su itinerario: “cuando yo salí
de estar en cana, cambié mucho… dejé todo, dejé la droga, dejé la calle […]. Siendo
mayor, ya con una causa, que me mande otra cagada ya quedo hasta las manos”. No
obstante, en el momento que realizamos la entrevista a Jeremías, el espacio barrial
seguía representando ese tiempo de esparcimiento y de sociabilidad para “estar entre
amigos”.
La preponderancia que adquiere esta esfera se observa en la incidencia que
presenta sobre otros ámbitos de la vida. Es el caso de la escuela, donde a los 17 años
de edad abandona el 8vo año, luego de algunas repitencias: “por la vagancia en el
barrio, por joda, por estar con los pibes”. Sin embargo, este joven decide retomar los
estudios y se anota en un establecimiento cercano al barrio: “hice el turno a la noche.
Fui y lo terminé”. Al indagar el motivo por el cual no se había anotado en la escuela del
barrio, responde: “es lo mismo, dos escuelas bolitas son”; al continuar el relato, se
explaya: “allá no iba con nadie y me ponía a estudiar. Era la alternativa esa, porque si
vengo acá sigo todos los días de joda”.

198
La pertenencia barrial asume una nueva cara al presentarse como una frontera
socio-espacial que dificulta su cruce, aún cuando sea por motivos laborales: “no salgo
de acá de El Aluvión, no me puedo mover, de acá dentro no salgo”. La segregación
espacial y la conformación de ámbitos homogéneos de socialización propician una
actitud pasiva frente a la búsqueda de nuevas redes sociales que garanticen el acceso
a una ocupación por fuera del barrio: “a mi me gustaría ir a trabajar pero no tengo la
voluntad […] si no lo salís a buscar no te va a venir a buscar a vos, pero no puedo
encontrar la manera de yo salir a la calle a buscar trabajo… capaz porque será por la
viserita, por la vestimenta”.
En relación a la trayectoria laboral de Jeremías, no por un acontecimiento
azaroso comenzó a trabajar como ayudante de plomero. Su padre ejerció durante toda
su vida ese oficio hasta que, un problema de salud, le impidió continuar y empezó a
trabajar como remisero. Así relata este joven su ingreso al mundo laboral, a los 15
años edad: “lo aprendí en mi casa, trabajando con él [su padre]. Y después empecé a
buscar un laburo, me dijo mi viejo que precisaba un amigo de él que era plomero y fui”;
y continúa explicando: “salió el laburo y me gustó. Y más de plomero que me gustaba
salir como mi viejo”. Luego de un año, Jeremías decide renunciar al trabajo y retomar
sus estudios, culminando el EGB. En ese momento posterior, transita por una variedad
de ocupaciones informales, temporales e inseguras: ayudante de mecánico, ayudante
de albañil, ciruja, en un lavadero de autos y en el hipódromo juntando abono. Como
expresa el entrevistado: “trabajé en una banda de cosas [...] pero no trabajé un año,
trabajé cosas… changuitas que hice”. A todas estas actividades laborales accedió por
medio de una amplia red de familiares y de amigos.
En la actualidad, Jeremías trabaja como cooperativista en el Centro
Comunitario, hace ya dos años. Así relata su acercamiento al lugar: “hacían
movilizaciones, salían. Y una vuelta me dijo [el director] ‘¿querés ir a un par de
movilizaciones?’, y después me hizo entrar a laburar acá”. Este joven tiene una
percepción negativa sobre dicha ocupación, señala que no le gusta “estar al pedo”,
“juntando papelitos”, y quiere buscar otro trabajo: “tener un buen laburo. No como esto,
un sueldo que no te sirve para nada [...] esto lo agarré porque yo cuando caí en cana
precisaba algo rápido y me mandé acá”. Sin embargo, el proyecto laboral asume en
este entrevistado un carácter indefinido, sin alcanzarse una identificación con alguna
ocupación: “cualquier laburo, mientras que me pague, que tenga un buen sueldo, te
laburo de cualquier cosa”. Más aún, su trayectoria se presenta como un camino
inexorable -“ya me quedé en el pozo, una vida que nunca la voy a cambiar”-, que
reafirma la centralidad del barrio y el grupo de pares en la conformación de su

199
subjetividad.

-Es un quilombo el barrio, todos los días peleas, tiros, joda. Una nube de pedo. Si
sacarían la droga, esto sería todo concheto, todos caretitas, pero esto… todos indios.
Acá en el barrio lo único que pensás es droga, joda y todo… y yo tengo el pensamiento
de joda, estar con los pibes y vagancia […]. El día que me vaya del barrio, capaz que
sería otro pibe, cambiaría, pero no me voy de acá ni a palos (Jeremías, 20 años).

6.4. A modo de cierre: la nueva condición juvenil. La emergencia de nuevos


soportes territoriales
A lo largo del capítulo hicimos referencia a los múltiples sentidos que adquiere
el ámbito de residencia para los jóvenes entrevistados. Precisamente, estudiar los
procesos de configuración de la nueva condición juvenil requiere de un análisis de las
percepciones de las nuevas generaciones respecto del espacio. Como apuntan García
Canclini, Reguillo, Valenzuela Arce y Monsiváis (2005), es importante aprehender
“aquellos ‘lugares’ que densamente cargados de significación, operan como
plataformas y referentes juveniles en la percepción y construcción de representaciones
orientadoras para actuar en el mundo” (2005: 16). En efecto, el relato biográfico se
inscribe al mismo tiempo en la estructura etaria y en la estructura urbana. La
trayectoria se va enlazando no sólo con hitos temporales (etapas de la vida, fechas
importantes, calendarios) e institucionales (trabajo, educación, familia), sino también
con marcas territoriales (Chaves, 2011): “nunca salgo del barrio”.
En este sentido, el proceso de desinstitucionalización presenta un carácter
paradójico en nuestro caso de estudio. No buscamos con esta categoría hacer
referencia a que los jóvenes carezcan de vínculos con las instituciones; por el
contrario, las trayectorias juveniles de El Aluvión se inscriben en dinámicas
mediaciones institucionales: los jóvenes tienen una variedad de lazos familiares,
reingresan al sistema educativo por períodos breves, y establecen constantes
entradas y salidas en el mundo laboral. Más aún, se observa una participación en
nuevas instituciones con soporte territorial, que refieren a los aspectos tradicionales en
crisis, aunque alejados de su significado clásico. Sin embargo, aquellos entrevistados
que delinean una trayectoria territorializada, no registran marcas en la configuración de
una subjetividad juvenil ligada al trabajo, la escuela o la familia; dado que este grupo
de jóvenes se desarrolla en contextos de vínculos efímeros, intermitentes, de
reiterados fracasos y nuevos intentos, se dificulta que los itinerarios juveniles
continúen pautados por estas institucionalidades.

200
En este marco, surgen soportes relacionales novedosos que adquieren una
gran relevancia en la configuración de una subjetividad juvenil. La emergencia de
nuevas condiciones juveniles -producto de una serie de desajustes en las
institucionalidades tradicionales- diversifican las trayectorias de los jóvenes, quienes
se agencian caminos inéditos en su tránsito a la vida adulta. Como abordamos a lo
largo del presente capítulo, los entrevistados se vinculan con espacios no
institucionalizados como “la esquina”; donde el lugar de residencia propicia nuevas
formas de socialización e identificación entre los jóvenes, quienes definen su
pertenencia en términos barriales: “soy de El Aluvión”, aunque esto no signifique una
correspondencia con los límites cartográficos, sino que varía de acuerdo al contexto
relacional.

201
CONCLUSIONES

Durante las últimas décadas, se han producido transformaciones globales que,


sin duda, han repercutido en las jóvenes generaciones. Las sociedades actuales
experimentan la crisis de las instituciones modernas que garantizaban la incorporación
de los sectores juveniles, instituyendo un estadio propio para este grupo etario. En un
contexto de fragmentación de los mecanismos tradicionales de socialización e
integración social, surge el interés en la presente investigación por analizar la
configuración de una nueva condición juvenil.
En el marco de las grandes transformaciones del siglo pasado en el sistema
educativo, la familia y el mundo productivo, se quiebra el modelo de integración social
de las generaciones jóvenes, a través de una secuencia de pasos institucionalizados.
La escuela deja de representar el ámbito de socialización por excelencia y la garantía
de una movilidad social, donde los mayores niveles de educación se vinculan
directamente a una mejor posición socio-ocupacional. Paralelamente, surgen
modalidades de convivencia inéditas que manifiestan los cambios en los esquemas de
formación y organización de la familia nuclear. A su vez, la transición al mundo
productivo deja de ser un “momento” en la biografía de los jóvenes para convertirse en
un “proceso” cada vez más complejo, que no culmina necesariamente con la
estabilidad laboral.
Estos cambios histórico-sociales, conforman el marco de referencia en el que
configuran sus prácticas y sentidos las nuevas generaciones. En este contexto, la
investigación analiza el resquebrajamiento del modelo lineal de transición a la edad
adulta, que encuentra una de sus manifestaciones más emblemáticas en las
trayectorias laborales que delinean los jóvenes. Considerando estas preocupaciones,
sostenemos que dichas transformaciones trascienden al mercado de trabajo,
involucrando otras instituciones sociales y dimensiones de la vida cotidiana de los
sectores juveniles. Por esta razón, la tesis propone una mirada integral para
comprender el modo en que se configuran las trayectorias laborales en su imbricación
con otras esferas vitales. Este objetivo es abordado a partir de una perspectiva
cualitativa, en función de la descripción de los itinerarios de un grupo de jóvenes
varones de un barrio periférico de la ciudad de La Plata.
La pregunta por las nuevas formas que adquiere la condición juvenil es
fundamental a la hora de entender los cambios que experimenta el modelo societal en
su conjunto. Vale la pena recordar aquí la idea introductoria de visualizar a la juventud
como una metáfora del cambio social, que concibe al sujeto joven como punto de

202
observación para comprender las transformaciones históricas en los modelos de
transición, ligados a la dinámica social más general de profundización de la
individualización y al debilitamiento de las instituciones de la modernidad.
En la presente tesis, inscribimos el análisis de trayectorias en el campo de
estudios biográficos. La riqueza de esta perspectiva se relaciona con la posibilidad de
aprehender los cambios suscitados en la forma de vivir la juventud, al indagar las
vinculaciones entre el tiempo biográfico y el tiempo histórico-social. Precisamente, las
trayectorias de los jóvenes son algo más que historias vitales personales: son un
reflejo de las relaciones que se establecen entre los procesos sociales más amplios y
la configuración de subjetividades que se inscriben en estructuras y contextos
determinados.
De este modo, la heterogeneidad que cabe al interior de este grupo etario no
debe perder de vista la apropiación desigual de los medios materiales y simbólicos,
que nos remiten a comprender cómo los sectores más desfavorecidos viven y
experimentan su condición juvenil. Por esta razón, la tesis presta especial atención al
análisis de las dimensiones espaciales y temporales que coadyuvan a la constitución
de las trayectorias, en tanto ejes donde se entretejen procesos sociales e historias
individuales. El espacio-tiempo adquiere importancia como marco referencial para
hacer inteligible el itinerario biográfico, al traslucir los posibles cambios en el orden de
los eventos como en la dirección de las biografías contemporáneas.
Por un lado, las potencialidades de la perspectiva de las trayectorias para
investigar la nueva condición juvenil, radica en la centralidad que reviste la dimensión
temporal. Estos estudios procuran una aproximación procesual y dinámica, alejándose
de los análisis que adoptan enfoques sincrónicos y/o destacan la linealidad de los
rumbos biográficos. De esta manera, constituye un marco privilegiado para indagar las
transformaciones acaecidas en los itinerarios juveniles, al analizar las complejidades
de su desestructuración, identificar sus formas típicas y aportar herramientas para su
comprensión, iluminando las nuevas relaciones que las jóvenes generaciones
mantienen con el mundo del trabajo y sus articulaciones con múltiples esferas de la
vida.
Por otro lado, son importantes los aportes que otorga la dimensión espacial al
enfoque de las trayectorias, si bien dichas investigaciones han priorizado el análisis del
tiempo. En este sentido, reflexionamos sobre las contribuciones que brinda el estudio
de la espacialidad al análisis de aquellos ámbitos urbanos con una alta concentración
de pobreza. La incorporación de la dimensión espacial arroja una nueva luminosidad
sobre las esferas que operan en la configuración de las trayectorias de los jóvenes.

203
Ahora bien, nuestra investigación examina las trayectorias laborales como
dispositivo particular de indagación, ya que permite entender de manera más clara los
cambios acontecidos en los itinerarios vitales contemporáneos. Las transformaciones
producidas en el mercado de trabajo adquieren una especial relevancia, al esconder
tras de sí la desaparición del modelo clásico de empleo asalariado; que propicia en los
jóvenes entrevistados el desarrollo de trayectorias conformadas de múltiples
ocupaciones y “rebusques” de escasa calificación. En este sentido, descubrimos que
el sector informal es el camino hacia el trabajo para la mayoría, lo cual evidencia la
importancia de un cuentapropismo ubicado muchas veces en el nivel de la
supervivencia.
El trabajo pierde así sus rasgos de estabilidad, protección y previsibilidad frente
a un mercado laboral dinámico en la generación de ocupaciones descalificadas e
informales, pero incapaz de ofrecer oportunidades para desplegar una trayectoria
acumulativa. Los jóvenes no circulan linealmente hacia la estabilidad laboral. Por el
contrario, esa relación secuencial se ha modificado: la transición al empleo ya no se
presenta como un acontecimiento puntual, sino que deviene un proceso largo y
complejo donde resulta difícil delimitar el momento en que comienza y termina ese
pasaje. En este contexto, los entrevistados acceden a trabajos con una alta rotación,
temporales o eventuales, en el marco de los cuales desarrollan un perfil ocupacional
indefinido y una inestabilidad duradera.
De esta manera, la orientación longitudinal de las trayectorias permite dilucidar
los procesos complejos de construcción y reconstrucción de los itinerarios laborales.
La pérdida de la idea de progreso, la imposibilidad de desarrollar un camino continuo
en la vida laboral, el desdibujamiento de esquemas lineales y la obstrucción en la
realización de una carrera, requiere de una aproximación que dé cuenta de las
rupturas que caracterizan a las prácticas laborales juveniles contemporáneas. Desde
este lugar, el conjunto de recorridos trasluce las incertidumbres de rumbos
subsumidos en una dinámica discontinua, no acumulativa, aunque previsible desde la
mirada de los propios jóvenes.
En consecuencia, estas trayectorias se caracterizan por desplegar pasajes
cortos por actividades diversas, que no responden a regularidades prefijadas y
establecen secuencias ocupacionales contingentes. Los relatos de las entrevistas
están lejos de representar una secuencia lineal de acontecimientos, lo cual impone
serias dificultades para abordar la reconstrucción de trayectorias. Los cambios en los
esquemas tradicionales de inserción laboral expresan la necesidad de atender a
nuevas temporalidades, caracterizadas por la imbricación, des-sincronización y

204
fragmentación de los itinerarios juveniles. La inversión en los modelos de temporalidad
que revelan los senderos ocupacionales, refleja la pérdida de horizontes futuros en el
campo laboral. Por consiguiente, las percepciones del porvenir en los jóvenes se
abocan a la búsqueda de un proyecto vital más amplio, donde el trabajo aparece sólo
como un medio para su realización.
En este sentido, la investigación atiende las relaciones entre la actividad laboral
y otros mundos de la vida, en razón del carácter instrumental que asume el trabajo en
un contexto de oportunidades limitado. Al develar el modo en que se articulan las
prácticas y los sentidos en la constitución de las trayectorias laborales, descubrimos
que las expectativas de los jóvenes -basadas en un imaginario de la sociedad salarial-,
se ajustan al horizonte de posibilidades del contexto socio-cultural en el que viven,
donde las características de los trabajos disponibles son los de albañil, ciruja,
cooperativista, etc. De allí que, indagamos sobre los sentidos extrínsecos del trabajo,
en función de la búsqueda que realizan los entrevistados de otros ámbitos de
subjetivación y realización personal.
Uno de los hallazgos sustantivos de la investigación refiere así a la centralidad
relativa que adquiere la esfera laboral. Frente a las tesis que postulan “el fin del
trabajo”, sostenemos que el mundo laboral no ha perdido importancia en la vida de los
jóvenes, sino que adopta nuevas prácticas y sentidos que deben aprehenderse en
relación a otras esferas vitales significativas. El trabajo sigue siendo un espacio
privilegiado de conformación de subjetividades e identidades, aunque no resulte el
único ni el central. Por esta razón, las trayectorias laborales son entendidas en el
marco de un proyecto vital más amplio, que implica comprender el modo en que se
entrelazan las esferas educativas, familiares, barriales y los grupo de pares. A partir de
estos sentidos extrínsecos, construimos una tipología en torno a las trayectorias de los
jóvenes de El Aluvión.
Los aportes de la investigación están vinculados a la elaboración de tipologías
como un recurso metodológico y analítico que permite vislumbrar la relación subjetiva
de los jóvenes con la actividad laboral. La construcción de tipos ideales funciona como
una herramienta heurística para comprender el modo en que se articulan y la
incidencia que posee cada una de las esferas vitales en la configuración de diversas
trayectorias. A los efectos del análisis, conformamos tres trayectorias típicas: la
escolarizada, la reproductiva y la territorializada. La preponderancia que asumen estas
distintas esferas, opera como un marcador fundamental en la configuración
diversificada de los itinerarios juveniles, adquiriendo un carácter distintivo los sentidos
y expectativas otorgadas al trabajo en diferentes momentos del curso de la biografía.

205
Estos tres tipos ideales de trayectoria permiten dilucidar la heterogeneidad de
recorridos que configuran jóvenes pertenecientes a un mismo contexto socio-cultural.
La manera en que se imbrican factores estructurales y biográficos, manifiesta el
particular modo en que los entrevistados hacen frente a las restricciones de su medio y
se apropian de su horizonte de oportunidades. En ese marco de opciones disponibles,
los jóvenes se relacionan de distintas formas con el trabajo y las diferentes esferas de
su vida cotidiana. Aspecto que resulta más relevante en las condiciones
contemporáneas, ante la “fragilidad” de los recorridos institucionalizados.
En tiempos de debilitamiento y fragmentación de las instituciones tradicionales,
se produce una pluralidad de las transiciones e itinerarios juveniles que encuentra
como trasfondo el proceso de individualización social. La desinstitucionalización del
curso de vida se interpreta así a la luz de la diversificación de biografías, que se tornan
más inciertas y aleatorias a medida que se diluye el marco normativo del trayecto vital.
En este contexto, los itinerarios juveniles adoptan un carácter contingente, es decir, se
transforman en trayectorias biografiadas, que traslucen las múltiples maneras de vivir
la juventud.
Frente a la pérdida de marcos sociales y la irrupción de una individualidad sin
precedentes, la presente investigación revela que la escuela, el trabajo y la familia
continúan siendo referentes institucionales fundamentales que sostienen el tránsito de
los jóvenes hacia la edad adulta. Sin embargo, los rumbos contemporáneos presentan
rasgos muy distintos de aquellos que caracterizaron a épocas precedentes, donde las
trayectorias se articulaban en el cuadro de un ciclo vital estandarizado. En la
actualidad, asistimos a un desdibujamiento de las etapas de la vida, que encuentra
como trasfondo el resquebrajamiento del modelo lineal de entrada a la adultez: el
pasaje de la escuela al trabajo y el tránsito de la familia de origen a la familia de
procreación.
El quiebre de las trayectorias lineales abre el camino a la desestructuración de
los itinerarios contemporáneos. En las actuales condiciones, los referentes
institucionales que servían de marcadores para delimitar las fronteras y definir el
pasaje a la edad adulta se desdibujan, en razón de que los recorridos ya no se
presentan como una sucesión de etapas ordenadas y predecibles. En el marco de esta
reconfiguración del calendario biográfico, analizamos las nuevas formas de transición
a la vida adulta y productiva; interpretadas a la luz de las prácticas y representaciones
que formulan los jóvenes acerca de los modos subjetivos de vivir esa etapa de la vida,
al atender a su propia autodefinición de la juventud.

206
En función de la crisis de los referentes temporales y la alteración de
secuencias vitales, es posible observar una des-sincronización de las etapas y las
edades en las que ocurren los acontecimientos y se alcanzan ciertos roles, que
manifiestan una transformación en lo que tradicionalmente se concibió con la categoría
de juventud. Ante la imposibilidad de recorridos de carácter lineal, aparecen
trayectorias discontinuas y fragmentadas que presentan un inherente grado de
vulnerabilidad, en la medida que implican incertidumbre, imprevisibilidad y riesgo
visible en la tensión entre urgencia y proyecto en que viven los jóvenes.
Sin embargo, los modelos tradicionales de regulación social continúan
interpelando los imaginarios juveniles. Las trayectorias se configuran como fórmulas
sin recetas, ensayos provisorios; mientras que los imaginarios siguen atados a
modelos caducos: la vigencia de la sociedad asalariada, el mérito educativo en pos de
la movilidad social y los patrones tradiciones de conformación familiar. Por
contraposición a este modelo normativo, las múltiples transiciones que delinean los
jóvenes expresan las idas y vueltas entre la educación y el trabajo, la prolongación
indefinida de la inserción laboral y las dificultades en el proceso de autonomía
residencial junto a las variadas formas de convivencia. Ante esta pérdida de certezas,
se configuran nuevos itinerarios respecto al modo de ingresar al mercado laboral,
desarrollar un itinerario escolar y conformar una familia propia, alejadas de su
significado tradicional.
Por sobre los debates de la desinstitucionalización y la individualización social,
postulamos que el trabajo, la escuela y la familia continúan jugando un papel central
en la configuración de las trayectorias juveniles. En este sentido, uno de los aportes de
la investigación se vincula con la emergencia de nuevas formas de institucionalidad
que confieren pautas y sentidos inéditos a los rumbos de las nuevas generaciones,
contribuyendo a la creación de mecanismos alternativos de inclusión social.
No obstante, observamos que más allá del acompañamiento en el tránsito
hacia la adultez que propician estas nuevas institucionalidades, en algunos jóvenes
estos soportes están lejos de garantizar su efectiva integración. Por esta razón, nos
preguntamos: ¿cuál es la respuesta de los grupos juveniles ante una institucionalidad
incapaz de ofrecer garantías para su inclusión social plena? En las actuales
condiciones, el desafío de las nuevas generaciones consiste en construir vías de
integración alternativas a las tradicionales. De esta manera, la tesis formula la
reconfiguración en los significados de los referentes modernos de socialización, al
mismo tiempo que subraya la emergencia de nuevos soportes relacionales en base al
barrio y los grupos de pares.

207
Frente al declive de las instituciones modernas, revelamos la importancia que
adquiere la dimensión espacial. El barrio se identifica como una esfera constitutiva de
los itinerarios juveniles, expresando nuevos significados: por un lado, presenta una
relevancia específica en tanto ámbito de sociabilidad entre pares; por otro lado,
condiciona en múltiples aspectos el desarrollo de las trayectorias, particularmente en
aquellos entrevistados que configuran recorridos territorializados.
A modo de recapitulación final, el hallazgo central de esta investigación
sostiene que la nueva condición juvenil se inscribe en la crisis de un doble pasaje, que
comprendía una transición lineal de la escuela al trabajo y de la familia de origen a la
de procreación. Frente al resquebrajamiento de los marcos tradicionales de
integración, surgen nuevas institucionalidades que revalorizan el ámbito barrial; donde
se despliegan modos de participación inéditos que implican tanto el acceso a circuitos
alternativos de inclusión educativa, laboral y social, como también el desarrollo de
patrones de interacción e identificación vinculados al barrio y a los grupos de pares.
Desde este lugar, se enuncia la configuración de una nueva condición juvenil en un
contexto espacio-temporal particular que vislumbra ciertas marcas territoriales.

208
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Gialdino (coord.) Estrategias de investigación cualitativa. Barcelona: Gedisa.
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 Vezza, E. y F. Bertranou (2011) Un nexo por construir: Jóvenes y trabajo
decente en Argentina. Radiografía del mercado de trabajo y las principales
intervenciones. Buenos Aires: OIT.
 Vila, P. (2007) “Procesos de identificación en la frontera entre México y los
EE.UU.”. En: Oficios Terrestres, N° 19.
 Vincens, J. (1999) “La inserción profesional de los jóvenes. En la búsqueda de
una definición por convención”. En: Calificaciones & Empleo, N° 23. Buenos
Aires: Piette/Céreq.
 Weller, J. (2007) “La inserción laboral de jóvenes: características, tensiones, y
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 Wright Mills, Ch. (1994) “La promesa”. En: La imaginación sociológica. México:
Fondo de Cultura Económica.
 Wyn, J. (2008) “Nuevos patrones de la transición de la juventud en la
educación en Australia”. En: Bendit, R., Hahn, M. y A. Miranda (comps.)
Transiciones juveniles: procesos de inclusión social y patrones de
vulnerabilidad en un mundo globalizado. Buenos Aires: Prometeo. pp. 33-46.
 Wyn, J. y P. Dwyer (2000) “Nuevas pautas en la transición de la juventud en la
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en transición. UNESCO.
 Ziegler, S. (2011) “Entre la desregulación y el tutelaje: ¿hacia dónde van los
cambios en los formatos escolares?”. En: Tiramonti, G. (dir.) Variaciones sobre
la forma escolar: límites y posibilidades de la escuela media. Rosario: Homo
Sapiens Ediciones.

231
FUENTES DOCUMENTALES

 Blog Centro Comunitario http://cicelretiro.blogspot.com.ar


 Diario El Día. Edición internet. Suplemento La Ciudad: 24-09-2001; 28-06-2004; 25-
10-2004; 28-08-2007; 20-01-2009; 05-10-2010; 14-06-2011; 13-11-2013.
 Diario El Día. Edición impresa. Suplemento La Ciudad: 30-01-2012; 13-02-2012.
 Diario Sin Límites (Periódico independiente del Oeste Platense) 01-10-2013.
 Dirección General de Estadística y Evaluación de Programas Especiales
http://www.estadistica.laplata.gov.ar/paginas/datosccOlmos.htm#
http://www.estadistica.laplata.gov.ar/paginas/Publicaciones.htm
 Ley de Educación Nacional Nº 26.206/06.
http://www.me.gov.ar/doc_pdf/ley_de_educ_nac.pdf
 Ley de Educación Provincial N° 13.688/07.
http://www.trabajo.gba.gov.ar/documentos/legislacion/copreti/Ley%20Provincial%20
de%20Educaci%C3%B3n%2013688%20-
%20Provincia%20de%20Buenos%20Aires.pdf
 Material de difusión institucional. Revista del Club Unidos de El Aluvión
 Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2009) Ley Nº 26.390 Prohibición
del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente. Buenos Aires: UNICEF
 Página web de la Municipalidad de La Plata http://www.laplata.gov.ar/
 Página web Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Programa Argentina
Trabaja. http://www.desarrollosocial.gob.ar/ingresosocialcontrabajo/114
 Página web Municipalidad de La Plata. Prepuesto Participativo.
http://www.gestion.laplata.gov.ar/presupuesto-participativo
 Plan Nacional de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FinEs)
http://abc.gov.ar/lainstitucion/sistemaeducativo/planfinalizaciondeestudios/plan_de_f
inalizacion_de_estudios_y_vuelta_a_la_escuela.pdf
 Resolución Nº 2476-2010 Argentina Trabaja, Ministerio de Desarrollo de la Nación.
 Revista La Pulseada 2005, N° 29. Disponible en:
http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:vftpXneLCpgJ:www.lapuls
eada.com.ar/29/hantavirus.htm+&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=ar&client=firefox-a

232
ANEXO

233
GUION DE ENTREVISTA A JÓVENES

1. Esfera Laboral
1.1. ¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Qué edad tenías? ¿Por qué empezaste a
trabajar? ¿Qué pensaba tu familia respecto de que comiences a trabajar?
1.1.1. ¿Dónde quedaba, cerca o lejos del barrio? ¿Cómo lo conseguiste? ¿Qué
características tenía? [horario, salario, aporte social, contratación,
capacitación] ¿Te gustaba? ¿Cuánto tiempo trabajaste ahí? ¿Por qué lo
dejaste?
1.2. Luego, ¿Qué otros trabajos tuviste? [reabordar los aspectos mencionados y
prestar atención a las decisiones laborales en relación a otras esferas de la
vida] ¿Qué cosas pudiste aprender en esos trabajos?
1.3. Después de ingresar al mercado laboral, ¿Estuviste inactivo en algún
momento? (no trabajabas, ni buscabas trabajo)
1.4. ¿Estuviste desocupado en algún momento? (que buscabas trabajo y no
encontrabas) ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué estrategias adoptaste en tu búsqueda
laboral? ¿Te dieron resultado? ¿Qué características personales creés que son
importantes para acceder a un trabajo? ¿Cuáles fueron los problemas que
tuviste para conseguir un trabajo? ¿Cómo viviste ese momento? ¿Qué hacías
con ese tiempo que tenías de más?
1.5. ¿Cuál es tu actividad laboral actual? ¿Cómo conseguiste este trabajo?
¿Hace cuánto que trabajás ahí? ¿Qué características tiene? ¿Qué te enseñó
este trabajo? ¿Cómo es un día normal de trabajo en tu vida? ¿Qué es lo que
más te gusta y lo que menos te gusta de tu trabajo? ¿Qué te gustaría cambiar:
cuáles son los problemas que tenés en el trabajo?
1.6. ¿Pensás continuar en este trabajo? ¿De qué depende? ¿Te gustaría trabajar
en otro lugar, en otra actividad? ¿Dónde y/o en qué actividad? ¿Por qué?
¿Estás haciendo algo para buscar ese trabajo? ¿Por qué no/De qué forma?
1.7. ¿Estás buscando trabajo?
1.7.1. ¿Por qué no?
1.7.2. ¿Hace cuánto tiempo? ¿Qué estrategias usas y que dificultades
encontrás en tu búsqueda laboral? ¿Tenés algún trabajo en mente?
1.8. ¿Cómo ves la situación del trabajo actualmente? ¿Pensás que conseguir
un trabajo ahora es más fácil o difícil comparado a la época de tus padres?
¿Por qué creés eso?

234
1.9. ¿Alguna vez realizaste algún curso de capacitación?
1.9.1. ¿Te interesa participar en alguno? ¿Por qué? ¿Sobre qué tema-área?
1.9.2. ¿Dónde lo realizaste? ¿Cómo te informaste? ¿Qué objetivos buscabas? ¿Cuál
fue el resultado? ¿Te gustó? ¿Te ayudó a conseguir trabajo? ¿Hiciste algún otro?
1.10. ¿Qué es ser “vago”? ¿Te consideras “vago” o fuiste “vago” en algún momento
de tu vida?
1.11. ¿Qué es el trabajo para vos? ¿Cuál es la característica más importante que
tiene que tener para vos un trabajo? [El salario, la forma de contratación, el lugar de
trabajo, el oficio o actividad que se realiza, la disposición horaria, la cercanía, etc.]
¿Qué es en tu opinión un “buen trabajo”?
1.12. ¿Qué lugar tiene el trabajo en tu vida? ¿Siempre pensaste así o cómo lo veías
antes? [Qué significado adquiere y cómo fue cambiando a lo largo del tiempo] ¿Qué
aportó el trabajo a tu vida? ¿A qué aspecto de tu vida le das más importancia? [La
familia, el trabajo, los amigos, la educación, el barrio, etc.]
1.13. ¿Recibís alguna contribución estatal para el ingreso familiar? ¿Cuál/es?

2. Esfera Educativa
2.1. ¿A qué colegio fuiste? ¿Cómo es la escuela a la que fuiste? ¿Cuál fue el
último nivel que alcanzaste? ¿Qué edad tenías?
2.1.1. ¿Por qué abandonaste? ¿Por qué retomaste los estudios? ¿Cuáles son tus
expectativas al finalizar la escuela? Si se presenta la oportunidad de un trabajo en el
horario escolar ¿continuarías o abandonarías?
2.2. ¿Qué opinión tenés sobre la escuela? ¿Qué opinión tiene tu familia?
¿Creés que terminar el colegio te puede servir en otros ámbitos, por ejemplo
en el trabajo? ¿De qué forma?

3. Esfera Barrial
3.1. ¿Hace cuánto que vivís en el barrio? [registrar trayectoria residencial]
3.2. ¿Cómo es el barrio? ¿Qué opinión tenés de él? ¿Cómo te sentís en el
barrio? ¿Cómo son las relaciones entre los vecinos y con los otros barrios?
¿Qué particularidad creés que tiene en relación a otros barrios de La Plata?
3.3. ¿Qué hacés en tu tiempo libre? ¿Qué actividades realizás dentro del barrio?
¿Y fuera del barrio? ¿Participás de alguna institución barrial?
3.4. ¿Participaste en otro momento del Club Unidos/Centro Comunitario/La
Escuelita? ¿Realizás otras actividades en este lugar? ¿Cómo te acercaste a
este espacio? ¿Con qué objetivos? ¿Qué te brinda esta institución?

235
4. Familia de Origen
4.1. ¿De dónde son tus padres? (lugar de nacimiento y residencia) ¿Qué edad
tienen?
4.2. ¿Qué nivel de educativo alcanzaron?
4.3. ¿Cuál es su actividad laboral actual? ¿Qué trabajos anteriores tuvieron?
¿pasaron por períodos de desocupación?
4.4. ¿Y tus abuelos?
4.5. ¿Qué opinión tenés de esos trabajos? ¿Te gustaría aprender alguno de
esos oficios/actividades laborales? ¿Cuáles crees que son las diferencias o
similitudes en relación a tu recorrido laboral?
4.6. ¿Qué creés que proyectaron tus papás para tu vida?

5. Familia Propia
5.1. ¿Vivís con tus papás?
5.1.1. ¿En qué momento te fuiste de la casa de tus padres? ¿Por qué tomaste esa
decisión? ¿En qué condiciones (en pareja o solo)? ¿Con qué medios?
5.1.2. ¿Cuándo planeás independizarte? ¿Qué condiciones tienen que darse para
eso?
5.2. ¿Cómo está conformada tu familia ahora? ¿Qué actividades realizan sus
miembros? ¿Cómo definirías el lugar que ocupás al interior de tu hogar?
5.2.1. ¿Estás en pareja? ¿Hace cuánto? ¿Es del barrio? ¿A qué se dedica? ¿Tenés
hijos? ¿Qué edad/es tienen? ¿Qué cambios hubo en tu vida a partir de la constitución
de tu propio hogar? [Relación entre trabajo y constitución de la familia]
5.3. ¿En qué etapa de tu vida estás? ¿Cómo te definís a vos mismo: joven o
adulto? ¿Qué significa para vos ser joven-adulto? ¿En qué sos joven-adulto? ¿Qué
mirada creés que tienen los mayores sobre las personas de tu edad?

6. Temporalidad
6.1. ¿Qué opinión tenés de tu vida pasada? ¿Cambiarías o cambiaste algo de tu
vida en el presente? ¿Cómo te ves hoy en día?
6.2. Si tuvieras que elegir los principales momentos o hechos que provocaron
cambios muy importantes en tu vida, ¿Cuáles serían? ¿En qué cambió tu vida
tras esa situación?
6.3. Proyectos laborales

236
6.3.1. ¿Cómo imaginas que será tu trabajo dentro de 5 años? ¿Qué te hubiese
gustado en tu camino laboral? ¿Qué deseas para tu vida laboral? [Distinguir entre en
qué se ven trabajando y en qué les gustaría trabajar]
6.4. Proyectos vitales
6.4.1. ¿Pensás en el futuro? ¿Cómo te ves dentro de 5 ó 10 años? ¿Qué creés que
te espera? ¿Por qué opinás eso? ¿Qué te hubiese gustado? ¿Qué proyectos tenés?
¿Qué deseás para tus hijos?

7. ¿Te gustaría contarme algo más que no hayamos hablado? ¿Qué te pareció la
entrevista?

237
REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL TRABAJO DE CAMPO

Las instituciones relevadas


REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL TRABAJO DE CAMPO

Los jóvenes en acción: el trabajo como cooperativistas


REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL TRABAJO DE CAMPO

La trama urbana de El Aluvión


REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL TRABAJO DE CAMPO

Las luchas barriales emprendidas

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