Decada Infame 2r
Decada Infame 2r
Decada Infame 2r
Luego de ver el video sobre década infame lee el siguiente texto explicativo
El golpe de estado del general José Félix Uriburu, perpetrado el 6 de septiembre de 1930, inauguró
un período de trece años en el que ocuparon la presidencia, gracias al fraude electoral, el general
Agustín P. Justo, el radical alvearista Roberto Marcelino Ortiz y el conservador Castillo.
Esta etapa de nuestra historia, conocida popularmente como «la década infame», se caracterizó
por la ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura a los detenidos
políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la proliferación de los negociados.
La intervención del Estado en la economía se limitó durante este período de profunda crisis
económica y social, a resguardar con fondos públicos los intereses privados de los grandes grupos
económicos, desentendiéndose del hambre, la desocupación y la miseria que soportaban un alto
porcentaje de las familias argentinas.
Este manejo discrecional de los presupuestos por parte del gobierno, fomentó la corrupción y los
negociados, grandes protagonistas de esta década infame.
Uno de los más famosos fue el de las carnes, denunciado en el Congreso, a mediados de 1935 por
el demócrata progresista Lisandro de la Torre. El senador santafecino denunció por fraude y
evasión impositiva a los frigoríficos Anglo, Armour y Swift. Aportó pruebas que comprometían
directamente a dos ministros de Justo: Federico Pinedo, de Economía, y Luis Dahau, de Hacienda,
en las que se establecía claramente el trato preferencial que recibían estas empresas que
prácticamente no pagaban impuestos y a las que nunca se las inspeccionaba, mientras que los
pequeños y medianos frigoríficos nacionales eran abrumados por continuas visitas de inspectores
impositivos.
De la Torre, recibió de militantes sindicales del gremio de la carne la información precisa de que en
un barco inglés anclado en el puerto, el Norman Star, el frigorífico Anglo ocultaba información
contable en cajas de «cornead beef» selladas por el ministerio de Hacienda, lo que probaba
sobradamente la complicidad del ministro Dahau y demostraba hasta dónde llegaba la impunidad
de los frigoríficos ingleses tras la firma del pacto Roca-Runciman.
Las denuncias hicieron evidentes las conexiones del gobierno con otros negociados. El nivel de las
discusiones en el Senado fue subiendo de tono hasta que se decidió hacer callar a De la Torre. Un
matón del Partido Conservador, colaborador muy cercano del ministro Dahau, Ramón Valdéz Cora,
atentó contra la vida de De la Torre, y mató a su amigo y compañero de bancada Enzo
Bordabehere. Se dio por terminado el debate.
Pero los escándalos continuaban involucrando a políticos y funcionarios, como en el caso de la
Compañía Argentina de Electricidad, la empresa eléctrica que abastecía de electricidad a la Capital
Federal y allá por 1936 debía renegociar la concesión del servicio y prorrogar hasta 1997 la
exclusividad de la provisión del servicio eléctrico.
La decisión quedaba en manos del Concejo Deliberante porteño, compuesto en un alto porcentaje
por radicales, que habían vuelto a la participación política tras el levantamiento de la abstención
electoral por parte de su líder, Marcelo T. de Alvear, en 1935. Las otras bancadas importantes eran
la socialista y la de los liberales-conservadores, nucleados bajo el curioso nombre de «socialistas
independientes».
Su urgencia por la aprobación la llevó a contactar en septiembre de 1936 al doctor Alvear, que se
encontraba en Europa. Altos funcionarios de la firma se reunieron con Don Marcelo con el objetivo
de que telegrafiara a sus correligionarios ordenándoles que apoyaran el proyecto de la CADE.
Alvear se tomó su tiempo. Le llegaron las informaciones de la indignación de la gente ante la casi
segura firma del nuevo contrato. Pero al regresar al Buenos Aires emitió un documento partidario
donde comentaba que «cuando la labor de los funcionarios está interrumpida por la opinión
pública, estamos entrando en la demagogia. Los concejales deben actuar con todo libertad, de
acuerdo a su conciencia». Y los concejales actuaron votando favorablemente la ampliación de la
concesión.
Sus colegas socialistas independientes hicieron lo mismo, urgidos por su máximo líder, el ministro
de Hacienda, Federico Pinedo, antiguo consejero jurídico y técnico de la empresa eléctrica, quien
en una reunión de bloques les dijo muy claramente: «Hay que arreglar el problema porque el
gobierno necesita de CADE para arreglar sus problemas financieros. En estos días nos han
prestado siete millones de pesos, y no es posible que el gobierno, que no ha podido colocar un
empréstito, pueda ponerse a joder con una empresa que tanto le sirve».
Otro escándalo de tintes pintorescos que conmovió a la época fue el de los niños cantores de la
Lotería Nacional. Todo comenzó una tarde de junio de 1942, cuando un grupo de niños cantores
se reunió en el Café de los Angelitos, en Rivadavia y Rincón. Allí, uno de ellos comentó que conocía
a un oficial tornero, que podría fabricar una bolilla de madera idéntica a la utilizada en los sorteos
oficiales de la lotería que podría ser cambiada por ellos en el momento del sorteo para obtener el
premio mayor. El resto de los compañeros se mostraron interesados en la idea y el proyecto se
concretó durante el sorteo del 24 de julio de 1942, cuando salió el número 31.025 beneficiado con
la suma de 300.000 pesos, comprado por los «niños cantores». Pero la indiscreción de algunos de
ellos, que comentaron a novias a amigos su plan, los llevó a la perdición, porque no fueron los
únicos beneficiarios y comenzó a correrse la bolilla por todo el país, al punto tal que, al día
siguiente, el diario Crítica publicó como título catástrofe la noticia: «El 025, número anticipado
desde ayer, salió con la grande».
La cámara de diputados, ante la sospecha de que los «niños» no estaban solos formó una comisión
presidida por el Dr. Rodríguez Arraya, para investigar a la Lotería Nacional. La comisión solicitó y
obtuvo la interpelación de ministros y funcionarios y demostró graves irregularidades en el
funcionamiento del organismo oficial que iban desde el uso de bolillas de distinto peso a
maniobras con los billetes ganadores no cobrados en término por sus beneficiarios. También se
demostró que entre la larga lista de compradores del 31.025 había jueces, concejales y ex
ministros. De todas maneras, los únicos sancionados fueron los niños cantores que recibieron
penas de tres a cuatro años y los casuales compradores del 31.025, que seguían ese número por
pálpito o costumbre, que se quedaron sin cobrar su premio porque el sorteo fue anulado.
Pero quizás el negociado que trajo consecuencias políticas más graves fue el de la venta de las
tierras del Palomar vecinas al Colegio Militar.
En mayo de 1934, la señora María Antonia Pereyra Iraola de Herrera Vegas y su hermana María
Luisa intentaron infructuosamente venderle al estado un campo de 23 hectáreas en el Palomar,
por entender que podría ser de interés del Ministerio de Guerra para ampliar las instalaciones del
Colegio Militar. La operación no se concretó porque las damas pedían un peso por metro cuadrado
y los peritos oficiales dictaminaron que no debía pagarse más de 19 centavos. Fracasada la
operación, en septiembre de 1937, las señoras retiran su terreno de la venta y se lo comunican al
Director General de Ingenieros, general Juan Bautista Molina. A los pocos días, el 22 de
septiembre de ese año las propietarias firman un contrato privado de compraventa con el señor
Néstor Luis Casás, por el cual le vendían el campo a 0,65 pesos el metro cuadrado, estableciéndose
un plazo de 120 días para concretar la escrituración.
Ese mismo día el señor Casás se presentó por intermedio de su apoderado, el señor Jacinto
Baldaserre Torres, a la Comisión de Presupuestos de la Cámara de Diputados, ofreciendo en venta
el campo a 1,10 pesos el metro cuadrado. La comisión llamó a los generales Molina y Pretiñe,
quienes, sin conocer el precio pedido, aconsejan la compra hasta un valor máximo de 1,10 pesos el
metro cuadrado. El 11 de enero de 1939 el presidente Ortiz firma el decreto 21.683 autorizando la
compra al valor indicado.
Baldaserre obtuvo además un permiso especial del Ministerio de Guerra para que la operación se
hiciera en forma simultánea y en tres pasos sucesivos. El 24 de abril se produjo el negocio en La
Plata: En primer lugar, el gerente del Banco Nación, sucursal La Plata, declaró cancelada la
hipoteca que gravaba la propiedad de las señoras Herreras Vega. A continuación las señoras
vendieron el campo de El Palomar a Néstor Luis Casás en la suma de 1.450.000 pesos y finalmente
Casás le vendió al gobierno nacional el mismo terreno en la suma de 2.450.000 pesos. El pago se
hizo en orden inverso a la firma de las escrituras, de manera tal que el gobierno pagó en primer
término a Casás; Casás, a las damas, y éstas cancelaron su hipoteca de 723.000 pesos al Banco
Nación. En síntesis, Casás ganó un millón de pesos sin poner un centavo. ¿Cómo fue esto posible?
Eso se preguntó el senador Benjamín Villafañe y creó una comisión investigadora. Se demostró
que, a poco de concretarse la compra y mientras se ampliaran las instalaciones del Colegio Militar,
se dieron en arriendo a un tambero vasco que pagó 40 pesos la hectárea. Villafañe indignado
declaró en plena sesión: «Se compró a 11.000 pesos para arrendar a 40. ¿Estos son los negocios
que hace el Estado?» Poco después se pudo determinar que de aquel millón de pesos, Casás debió
repartir casi la mitad en sobornos a funcionarios que iban desde el presidente de la Cámara de
Diputados, Juan Kaiser, al general Alonso Baldrich, pasando por el presidente de la Comisión de
Presupuesto y Hacienda. Uno de los diputados implicados y descubiertos, el radical Víctor Guillot,
decidió suicidarse dejando previamente su parte del soborno a una amante. El escándalo sacudió
al gobierno en general y al propio presidente Ortiz, firmante del decreto, quien presentó su
renuncia.
Los principales acusados fueron condenados a siete años de prisión, pero lograron huir al Uruguay.
Sólo cumplieron prisión algunos diputados que recibieron los sobornos menos significativos.
El senador Villafañe fue aclamado por sus compañeros decentes, quienes le brindaron una cena en
su honor. A la hora de los agradecimientos y discursos dijo Villafañe: «En el mismo caso del
Palomar hemos visto que la acusación y la sanción moral de la asamblea sólo han alcanzado a los
chicos, y respecto de los grandes se ha cumplido al pie de la letra lo que dice el verso de Martín
Fierro:
ACTIVIDADES:
1- Envía un video o audio (pueden ser varios) explicando que rasgos de estos años hicieron
que la etapa se llama DECADA INFAME
INFAME SIGNIFICA ALGO DESLEAL, SIN HONRA
2- Para armar los audios puedes ir explicando como era la situación de los obreros, donde se
van a trabajar, que negociado se firma en contra nuestra etc.