La Psicología Institucional Argentina: Orígenes Y Fundamentos
La Psicología Institucional Argentina: Orígenes Y Fundamentos
La Psicología Institucional Argentina: Orígenes Y Fundamentos
Varela, Cristián, "La psicología institucional argentina. Orígenes y fundamentos", Segundo Congreso
Nacional y Primer Encuentro Internacional de Psicosociología Institucional, Universidad Nacional de
Salta, Agosto 2010, 12-14.
CRISTIÁN VARELA
LA REINVENCIÓN DE LA INSTITUCIÓN
En los años ’50 de la centuria que pasó, en un proceso con connotaciones globales,
comienza a cobrar fuerza un movimiento que pone en tela de juicio las formas típicas
que habían adquirido varias instituciones sociales de la Modernidad. Como expuse
en otra oportunidad, se trata de una tendencia que se manifiesta en el plano de las
ideas y de las prácticas sociales.[1] Deleuze sitúa por la misma época al momento en
que se precipita el pasaje de una sociedad estructurada en espacios cerrados –
familia, escuela, fábrica, hospital, prisión– a otra “al aire libre”.[2] En ese contexto
se producen los primeros encuentros en el terreno entre el Psicoanálisis, la
Sociología, la Antropología y la Psicología Social, manifestados en colaboraciones
conjuntas de investigadores de las distintas disciplinas, aunque por el momento el
objeto de estudio no son tanto las instituciones en sí, como los servicios que prestan
y las poblaciones que alojan o asisten. En revistas especializadas aparecen artículos
sobre la vida en las prisiones y los efectos psicológicos del encarcelamiento. Trabajos
de similar naturaleza se escriben en el sector de la salud sobre las personas
internadas en hospitales y servicios psiquiátricos, así como sobre las condiciones de
trabajo y las relaciones entre médicos, enfermeros y pacientes. También por la
misma época se inauguran los estudios sobre las organizaciones laborales, al tiempo
que ven la luz los primeros testimonios sobre los campos de concentración. Aunque
son más numerosos los trabajos sobre instituciones específicas –cárceles, hospitales,
2
fábricas– ya a principios de los años ’40 comienzan a aparecer algunos textos sobre
las instituciones en general.
EL HIGIENISMO MENTAL
LA SALUD MENTAL
de una reforma social en la que la Psiquiatría, junto con las otras ciencias humanas,
“debe decidir cuál será el futuro inmediato de la raza humana”.[6] Esta
consideración de Chisholm sobre el papel de las instituciones es consistente con la
estrecha relación que guarda con John Rowings Rees, uno de los fundadores del
Tavistock Institute, lugar donde surgen por esa época los primeros estudios
británicos sobre las instituciones. Al poco tiempo Chisholm queda a cargo de la
comisión encargada de constituir la OMS, de la cual será director. En este contexto
se da a conocer en Londres, en 1948, el documento “Salud Mental y Ciudadanía
Mundial”, en el que participan además de Chisholm y Sullivan, Otto Klineberg y
Margaret Mead, entre otros, y donde se expresa que,
De esos mismos años de la inmediata posguerra (1945, 1946) datan las primeras
experiencias de Enrique Pichón Rivière en el Hospicio de las Mercedes, las cuales
constituyen las huellas mejor identificables del origen de la Psicología Institucional
argentina. Experiencias cuyo germen se encuentran en su paso previo por el Asilo
Torres, entre 1934 y 1936. De padres franceses, pero nacido circunstancialmente en
Ginebra, Enrique Pichon Rivière llega a la Argentina a la edad de tres años. La familia
se instala en el interior agreste de las provincias del Chaco y Corrientes, donde el
padre intenta sin fortuna llevar adelante emprendimientos agrícolas. Su infancia la
termina en la ciudad de Goya –de esa última provincia– para luego trasladarse a
Rosario a estudiar Medicina, carrera que finalizará en Buenos Aires una década
después. Según él mismo relata –aunque su tendencia a mitificar su propia historia
ya ha sido señalada– su interés por el psicoanálisis nace aún antes de iniciar la vida
universitaria.[8] Previo a obtener su título, ejerce ya como interno en clínicas
privadas y en el Asilo destinado a pacientes oligofrénicos, en la localidad de Torres
de la provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo publica trabajos en revistas
especializadas y de arte, y se desempeña como redactor en el diario Crítica. Según su
relato autobiográfico, su interés por el Psicoanálisis, al igual que su acercamiento al
socialismo, se producen durante la adolescencia. Su interés político se consolidará
luego durante su etapa universitaria en Buenos Aires, donde lleva una vida bohemia
en el ambiente cultural y político de la ciudad signado por la Guerra Civil española y
la presencia de exiliados republicanos, en cuyos comités de apoyo participa. En 1937
se casa con Arminda Aberastury, hermana de Fernando, su compañero de estudios,
también interesado en la obra de Freud. A través de él conoce a Arnaldo Rascovsky,
médico pediatra nacido en Córdoba y formado en Buenos Aires –e influenciado por
6
la Revolución Rusa, según confiesa– quien había creado un grupo de estudios sobre
psicoanálisis, al cual Pichon Rivière se integra.[9]
psicoanálisis signado por la impronta disidente del kleinismo, cuya recepción local
quedó en manos de jóvenes psiquiatras imbuidos de preocupaciones sociales e ideas
socialistas, inscriptos a su vez en los presupuestos de la psiquiatría social y de una
salud mental comunitaria, será el marco para el surgimiento de la Psicología
Institucional argentina. En el plano de las prácticas, para que en ese contexto emerja
una nueva noción de institución, se requerirá además el desembarco de esos
psicoanalistas en los hospitales públicos, con la consecuente adopción de técnicas
grupales de psicoterapia. Finalmente, lo que al respecto resultará definitorio, será la
postulación de una Psicología Social sui generis por parte de Pichon Rivière. Sus
ideas al respecto las había desarrollado a partir de un abordaje distinto de los
pacientes mentales que llevó adelante en el Asilo Torres entre 1934 y 1936, sin
referencias a teorías o técnicas específicas. Tales experiencias parecen haber sido
ante todo producto de su espíritu creativo y de una particular sensibilidad respecto
del estatuto del paciente. Lo mismo ocurrió cuando en 1938, ya en el Hospicio de las
Mercedes, obtuvo autorización de su director Gonzalo Bosch –según él mismo
relata– para trabajar con técnicas grupales con los enfermeros, de manera de
sensibilizarlos respecto del trato con los pacientes y capacitarlos discutiendo los
casos que les tocaban atender. En esta ocasión recurrió, según relata, al “encuadre
de la escuela de líderes” de la Psicología Social norteamericana.[11] Ahora, ya en los
años 1945 y 1946, Pichon Rivière comienza desarrollar los primeros esquemas de lo
que serán sus teorías de los grupos operativos y de la psicología social, en los que se
harán evidentes la lectura de los trabajos de Daniel Lagache, Kurt Lewin, George
Politzer y Paul Schilder. De este último rescata el uso de la terapia de grupos en las
instituciones psiquiátricas. Sin embargo, los que él mismo instrumenta son ante todo
grupos centrados en la tarea, más cercanos a los que recientemente Bion venía de
ensayar en el Northfield Hospital con los soldados que padecían trastornos mentales
y caracteriales. En opinión de Salomón Resnik, concurrente del Servicio de
Adolescentes que Pichon Rivière había creado y dirigía en el Hospicio, se trataba de
un servicio cuya “atmósfera era sumamente estimulante” y donde “se hacía ya
gradualmente presente” aquello “que en Francia sería llamado psicoterapia
8
Las teorías del vínculo y del grupo operativo que Pichon Rivière desarrolla
constituyen un basamento importante para lo que luego será la Psicología
Institucional argentina. En la noción de áreas de la conducta que él postula se puede
observar la vinculación entre ambas teorías. Para Pichon Rivière, la mente, el cuerpo,
el mundo externo, son ámbitos o áreas donde se depositan los vínculos y objetos del
sujeto, mediante mecanismos psíquicos de internalización y externalización. Esas
9
La misma noción de área de la conducta sirve a la vez para hacer más comprensible
el pasaje del Psicoanálisis a la Psicología Social que realiza Pichón Rivière, así como
el de este último campo al de la Psicología Institucional, que hará Bleger. El grupo,
la institución, son ámbitos del mundo externo donde la conducta se expresa de
10
manera significativa, tal como ocurre con la mente y sus trastornos, así como con el
cuerpo y sus síntomas. Para cada individuo, un área puede resultar predominante
respecto de las otras en la expresión de un conflicto. Pero en rigor “la conducta
comprometerá siempre, aunque en grados diferentes, las tres áreas de expresión”.
De manera que lo que se percibe en una, se continúa o complementa en las otras. En
el área del mundo externo –grupos e instituciones– la conducta individual se expresa
“a través de roles; es decir, de funciones sociales”.[15] Al mismo tiempo, en la
dinámica propia del pequeño grupo se desarrolla un proceso cruzado de
adjudicación y asunción de roles. En este proceso interviene la ecuación subjetiva de
cada integrante, conformada en función de su propia historia y expresada en el rol
que intenta jugar en el grupo. El rol que finalmente resulte para cada cual será
producto de ese proceso a dos vías (de adjudicación y asunción). Este producto se
constituirá como unadramática, determinando la particularidad de cada grupo. En
el grupo, entonces, se expresa la conducta individual –dimensión vertical– y al
mismo tiempo ocurre la dinámica grupal –dimensión horizontal–como
acontecimiento o drama, también expresivo, significativo. Su definición es la de un
“conjunto de personas reunidas por constante de tiempo y espacio y articuladas por
su mutua representación interna que se proponen implícita o explícitamente una
tarea, la que constituye su finalidad”. En el caso del grupo familiar, la tarea en
cuestión es la socialización del sujeto. Su cumplimento adecuado supone la
constitución de una subjetividad activa que actúa sobre el medio modificándolo, al
tiempo que se ve modificada por éste “en un permanente interjuego
dialéctico”.[16] Cuando esa tarea resulta fallida –y en ello juegan las variables
sociales influyendo en el grupo familiar– se configuran en la
subjetividad dilemasque entorpecen el interjuego o dialéctica ascendente con el
medio. Se establecen así roles estereotipados. La tarea correctora del grupo operativo
consistirá entonces en una analítica de esos roles con miras a su des-cristalización.
Esto se da a la manera de un laboratorio real, donde la conducta individual volcada
en el grupo es tratada por la conducta grupal, es decir por las relaciones vinculares
que ahí se dan (de manera coordinada, pues hay coordinación). Lo interesante de
11
Aunque en las prácticas de Pichon Rivière la dimensión institucional tuvo una fuerte
presencia, sobre todo durante su período asilar, en su producción teórica ella no
emerge de manera explícita como un tópico particular. Las veces que sí ocurre, la
institución aparece planteada bajo dos aspectos, “como una totalidad y como un
grupo”. En el caso del Hospital, la totalidad remite a la estructura y las funciones de
la organización, a su objeto, relaciones formales, etc. El segundo aspecto, el grupal,
refiere a las vicisitudes de la “pequeña comunidad” conformada por quienes integran
el hospital”. Los problemas que se plantean en el grupo humano de la comunidad
institucional son efecto de la otra dimensión, la estructural-funcional (totalidad).
Tanto el modo organizativo como la naturaleza del objeto del cual la institución se
ocupa, la forma de división social del trabajo, etc., son aspectos que determinan
efectos tales como la deprivación que sufren los pacientes por el aislamiento
institucional, y el contagio de ese fenómeno en el equipo técnico profesional. Estos
efectos se constituyen como fantasías inconscientes de la institución. Su solución
requiere de arreglos en la estructura organizativa y comunicacional. Pero su
existencia en la latencia grupal-institucional requiere de su tratamiento específico
en ese nivel, a través de la técnica del grupo operativo. Al mismo tiempo, en el grupo
ocurre la dinámica propia de su dimensión, con sus conflictos inherentes, no
necesariamente ligados a la dimensión institucional. En estas formulaciones se
observa la impronta las investigaciones institucionales de Elliot Jaques, el
psicoanalista británico cuyo trabajo sobre Los sistemas sociales como defensa
contra las ansiedades persecutoria y depresivaPichon Rivière cita a poco de su
publicación en inglés por la editorial de la Tavistock Clinic.[17]
12
JOSÉ BLEGER
detrás de estas inspiraciones hay una fuerte presencia de los textos psicológicos de
Politzer, sobre quien Bleger había escrito una década antes. De él toma la propuesta
de un psicoanálisis depurado de la “vida interior”, y a la vez compatible con los
lineamientos del materialismo dialéctico.[21] El proyecto inacabado del filósofo
húngaro de crear una psicología concreta, rescatando del Psicoanálisis el
mecanismo de la producción de sueños, de la Gestalt la noción de totalidad, y del
Behaviorismo el carácter observable de la conducta, resultaba además consecuente
con las formulaciones pichonianas. Pues en éstas últimas, el Psicoanálisis, además
de combinarse con el materialismo dialéctico, lo hace con la teoría del campo de
inspiración gestáltica, y con el Neoconductismo de Mead reelaborado
como interaccionismo simbólico por sus seguidores.
LA DRAMÁTICA POLITZERIANA
es una causa primaria, sino un efecto de. La vida interior, si existe, es “como
experiencia y no como cosa”.[25]
Aquello que corresponde ubicar como objeto de la Psicología, en el lugar de esa vida
interior, es el drama, entendiendo por tal algo tan sencillo como los hechos
concretos de la vida humana. “El objeto de la psicología está dado, entonces, por el
conjunto de los hechos considerados en su relación con el individuo”, los cuales están
sometidos a un determinismo que el psicólogo debe conocer.[26] Ahora bien, la
noción de drama no excluye la tarea interpretativa del psicólogo, pues la
significación forma parte de la vida cotidiana. “En la vida real, todo acontecimiento
es un hecho significativo. Vemos y vivimos el significado de las cosas y de los sucesos
humanos”. Para Bleger, sentido y drama son dos conceptos claves que Politzer se
prometió precisar con mayor rigor, hecho que quedó pendiente cuando el filósofo
húngaro-francés abandona su proyecto en un gesto consecuente con la condena del
PC ruso al Psicoanálisis. La ventaja de esos conceptos clave, y su particularidad,
residen en que “orientan y centran la investigación en los seres humanos concretos”,
entendiendo por ello al ser humano tal como es en su vida corriente, y según las
condiciones sociales en que se desarrolla su vida.[27]
El método analítico establecido por Freud se basa en dos reglas fundamentales: libre
asociación del analizando (paciente) y abstinencia del analizante (psicoanalista).
Pero Bleger considera que se puede prescindir de la primera, en la medida en que
“una mayor experiencia nos permite observar mejor y considerar significativa toda
manifestación”. Con lo cual es posible sustituir la libre asociación por el “método de
observación y comprensión de la continuidad del comportamiento” en las distintas
áreas. Si se acepta que para realizar una investigación clínica no es imprescindible la
asociación libre, se abre entonces el campo para aplicar el método clínico a distintas
situaciones de la realidad cotidiana, tales como “los grupos, las instituciones y la
comunidad”. Pues “el psicoanálisis no se limita exclusivamente al relato que pueda
hacer el paciente sino a todas sus manifestaciones”, tales como la forma y el afecto
17
con que se expresa un relato, los recursos lingüísticos empleados, la actitud corporal
y toda otra conducta observable.[30]
equiparación de la áreas es que “ninguno de los fenómenos es causa del otro y que
ambos son fenómenos originalmente psicológicos del mismo valor y sentido”. Los
fenómenos de las tres áreas son siempre y al mismo tiempo psicológicos, biológicos
y sociales.[31]
de reglas técnicas donde el acento cae sobre las características del contrato y la
relación con la institución (1966: 68-73). Con sus reglas de método Bleger busca ante
todo dejar claro el deslinde del ámbito institucional antes de comenzar la
construcción de su modelo conceptual. De esta manera se evita la infiltración en el
nuevo ámbito del modelo conceptual imperante en la formación de los psicólogos: la
clínica individual. Nada más sencillo para un psicólogo que encontrar en la
institución situaciones donde aplicar criterios propios de la terapéutica del sujeto.
Pero nada más improcedente. Pues los conflictos, ansiedades y ambivalencias
afectivas que se encuentran en el nivel de las relaciones vinculares, en el nivel
psicológico de la institución, suelen despertarse como efecto de fallas en el nivel
estructural, sociológico. Si la institución deviene familia, según la feliz fórmula de
Gerard Mendel, es porque ha fallado el clivaje que separa lo psicofamiliar de lo
psicosocial.[32] Una confusión equivalente se produciría si se abordara el ámbito
institucional con el solo recurso de la psicología del ámbito grupal. Los mejores
resultados que podrían producirse, restableciendo por ejemplo una armonía en las
relaciones grupales, se verían comprometidos en cualquier momento si no se
superaran las situaciones estructurales, institucionales, que impedían tal armonía.
historia, tipo de relaciones existentes, etc. Por otro lado, el psicólogo institucional
debe centrar su práctica en la actividad humana que se realiza en la institución, y en
sus efectos en quienes la realizan. Pues “por psicología de las instituciones se
entiende el estudio de los factores psicológicos que se hallan en juego en la
institución”. Estos factores, que existen ahí “por el mero hecho de la mediación
imprescindible del ser humano para que dichas instituciones existan”, son las
fantasías inconscientes de la institución, las ambigüedadesvinculares y valorativas
(amor-odio, bueno-malo), sus objetivos implícitos, etc. Estos últimos vienen a
representar el contenido latente de la institución, por oposición al contenido
manifiesto que se explicita en sus objetivos y funciones oficiales. Entre ambos
objetivos puede haber disociación y aun contradicción, tal como ocurre en las
instituciones de enfermos mentales donde se explicitan objetivos de cura, pero
implícitamente se aliena a las personas internadas.[33]
En este punto Bleger retoma las formulaciones de Jaques, para quien la institución
opera como un mecanismo de defensa contra las ansiedades más tempranas. Así,
una parte de las defensas de la personalidad se encuentran depositadas y
cristalizadas en la institución, convirtiéndose ésta en “un sistema externo de control
de las mismas ansiedades”. De retorno, en la medida en que en la institución imperan
la rigidez y el formalismo burocrático, estos modos se incorporan en las personas
como mecanismo subjetivo para el control de las ansiedades. Al adoptarlos, la rigidez
institucional deviene en fuente “de empobrecimiento y estereotipia del ser
humano”.[35] De esta manera se revelan los efectos nocivos de la burocratización,
se los observa en la constitución de grupos “estereotipados o formalizados”. La
rigidez de estos grupos, efecto de institución, se produce en la medida en que en ellos
prima una subjetividad poco integrada, carencia que es una resultante de las
subjetividades individuales. Esto último es lo propio de los grupos que Bleger
denomina “primarios”, por su aproximación a la institución familiar. Por oposición,
están los “grupos secundarios”, en los que interviene “el nivel más maduro de la
personalidad” y donde puede consolidarse y enriquecerse la “diferenciación e
identidad de sus miembros”. En el grupo primario predominan las identificaciones
masivas y la “participación”, con lo cual se complica el mantenimiento de roles
diferenciados y funciones discriminadas.[36] Al término de participación Bleger lo
toma de los trabajos de Lévy-Brhül sobre la mentalidad primitiva y sus
fenómenos de animismo y pensamiento mágico. Con ese término busca dar cuenta
de la falta de discriminación entre el sujeto y el objeto, entre la persona y la
institución, que se verifica cuando se es la institución. Se trata de un fenómeno que
encuentra de igual naturaleza a los postulados por el antropólogo francés en las
sociedades dichasprimitivas, a los cuales él mismo denomina “sincretismo
22
Ahora bien, más allá de estas situaciones, el hecho institucional mismo implica
siempre una tendencia a la estabilización, la estereotipia y la monotonía. Esta
tendencia es inherente al principio económico que lo rige, cuya razón de ser se
encuentra en la necesaria previsibilidad, la disminución del riesgo, la objetivación de
las prácticas y todo aquello inherente a la dimensión de lo instituido, sin lo cual la
institución no permanecería, no duraría, como institución. Por lo mismo, ella
implica el costo de un “continuo y reiterado empobrecimiento de las relaciones
interpersonales”. Con estas palabras Bleger se está refiriendo al fenómeno
de institucionalización ya estudiado por Leonard Mack, David Martin y Erving
Goffman.[40] A este fenómeno lo encuentra similar a lo que en 1958 “Betthelheim
y Sylvester llaman institucionalismo psicológico”, definido en el campo de la salud
como “hospitalismo” y en términos más generales como “burocratización”. En el
límite, estos fenómenos suponen el afianzamiento de la alienación del sujeto, su
empobrecimiento, “el vaciamiento de la condición humana”. Porque las
instituciones no solo funcionan como sistemas externos de control y defensa de las
ansiedades psicóticas, sino que en algún grado alienan “las fuerzas de los seres
humanos” con las cuales ellas funcionan. Para Bleger, lo que comúnmente se llama
adaptación implica el sometimiento a la estereotipia institucional, hecho reforzado
por la aceptación del mando estratificado, con el consecuente empobrecimiento del
yo señalado por Freud a propósito de la relación de la masa con su líder. Sobre base
de este trasfondo en cada institución se revela un “grado de dinámica” particular,
determinado por la capacidad de explicitar, manejar y resolver los conflictos dentro
del propio marco. A menor dinamismo habrá mayor grado de “estereotipia”, pues
ésta es el modo con el cual la institución se defiende ante el conflicto, recluyéndose
24
CONCLUSIÓN
Por lo que toca a la Argentina, cuya participación en este proceso fue más activa que
receptiva, estas preocupaciones son asumidas por médicos psiquiatras de tradición
humanística y social, varios de ellos enrolados en posiciones de izquierda. Esta
generación de profesionales, ante todo psicoanalistas, hace su desembarco en el
Hospital Público, lugar en el que establecen dispositivos grupales de atención
terapéutica. En este marco social-institucional se destaca la figura de Enrique Pichon
Rivière y la particular concepción de la Psicología Social que desarrolla. Su discípulo
y amigo, José Bleger será quien retome esas postulaciones para hacer de ellas una
Psicología Institucional, en combinación con los principios de la Psicología Concreta
de Georges Politzer y las formulaciones psicoanalíticas de cuño kleiniano de Elliot
Jaques sobre las relaciones entre psiquismo e institución.
sincretismo de la simbiosis debe estar pero sin hacerse presente. Debe estar clivado.
Por lo que toca a la institución, su emergencia provoca en sus actores un sinnúmero
de situaciones confusas, ambiguas, dilemáticas, que no pueden resolver porque en el
sincretismo de la simbiosis no se sabe quién se es ni dónde se está. De ahí la
necesidad de una intervención externa, hecha por sobre todo con recurso de una
teoría y de un arte de la intervención, muñido de sus reglas del buen arte, que Bleger
prioriza.
BIBLIOGRAFÍA
Jaques, Elliot (1965 [1955]) “Los sistemas sociales como defensa contra las
ansiedades persecutoria y depresiva”. En M. Klein et al., Nuevas
Direcciones en Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Zito Lema, Vicente (1976) Entrevista con Pichón Rivière. Buenos Aires:
Timmerman.
29
[2] Deleuze Giles, “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer
(comp.) El lenguaje libertario, Tº 2. Montevideo: Nordan 1991 [1990].
[5] Dagfal, Alejandro, Entre París y Buenos Aires. Buenos Aires: Paidós, 2009. Para
el caso vale como ejemplo el título del trabajo de Arturo Ameghino “Higiene mental.
La acción del Estado en el mejoramiento de la raza”, aparecido en laRevista de
Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal, donde se asocia la degeneración de la
raza con la inmigración, y se aboga por la reclusión institucional del alienado mental
(XXII, pág. 146).
[8] Pichón Rivière, Enrique, El Proceso Grupal I. Buenos Aires: Nueva Visión, 1980
[1971], p. 9.
30
[13] Zito Lema, Vicente, Entrevista con Pichón Rivière. Buenos Aires: Timmerman,
1976.
[15] Pichon Rivière, op. cit., p. 178; y Pichon Rivière, Enrique, “Aplicaciones de la
psicoterapia de grupo”, Primer Congreso Latinoamericano de Psicoterapia de
Grupo. Buenos Aires: Actas. 1958, p. 421.
[18] Lucien Bonnafe, Sven Follin, George Daumézon, Louis Le Guillant, Paul
Sivadon, etc.
[23] “Así como un sistema religioso revela una trasposición al plano de la fantasía de
una realidad social concreta, creándose otro mundo proyectado en el cielo, de igual
manera la vida concreta y particular del sujeto es llevada, por medio de la
transposición, a engendrar una realidad espiritual, como segunda naturaleza, como
esencia distinta y aparte del mundo real y concreto” (Bleger, José, Psicoanálisis y
dialéctica materialista. Buenos Aires: Paidós, 1958, p. 43).
David V., “Institutionnalisation”, en Lancet, ii, 1955, p. 1188; Goffman, Erwin “The
Characteristics of Total Institutions”, Symposium on Preventive and Social
Psychiatry, US Gov. Printing Office, Washington DC, 1958.