Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

La Psicología Institucional Argentina: Orígenes Y Fundamentos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 32

1

Varela, Cristián, "La psicología institucional argentina. Orígenes y fundamentos", Segundo Congreso
Nacional y Primer Encuentro Internacional de Psicosociología Institucional, Universidad Nacional de
Salta, Agosto 2010, 12-14.

LA PSICOLOGÍA INSTITUCIONAL ARGENTINA: ORÍGENES Y


FUNDAMENTOS

CRISTIÁN VARELA

LA REINVENCIÓN DE LA INSTITUCIÓN

En los años ’50 de la centuria que pasó, en un proceso con connotaciones globales,
comienza a cobrar fuerza un movimiento que pone en tela de juicio las formas típicas
que habían adquirido varias instituciones sociales de la Modernidad. Como expuse
en otra oportunidad, se trata de una tendencia que se manifiesta en el plano de las
ideas y de las prácticas sociales.[1] Deleuze sitúa por la misma época al momento en
que se precipita el pasaje de una sociedad estructurada en espacios cerrados –
familia, escuela, fábrica, hospital, prisión– a otra “al aire libre”.[2] En ese contexto
se producen los primeros encuentros en el terreno entre el Psicoanálisis, la
Sociología, la Antropología y la Psicología Social, manifestados en colaboraciones
conjuntas de investigadores de las distintas disciplinas, aunque por el momento el
objeto de estudio no son tanto las instituciones en sí, como los servicios que prestan
y las poblaciones que alojan o asisten. En revistas especializadas aparecen artículos
sobre la vida en las prisiones y los efectos psicológicos del encarcelamiento. Trabajos
de similar naturaleza se escriben en el sector de la salud sobre las personas
internadas en hospitales y servicios psiquiátricos, así como sobre las condiciones de
trabajo y las relaciones entre médicos, enfermeros y pacientes. También por la
misma época se inauguran los estudios sobre las organizaciones laborales, al tiempo
que ven la luz los primeros testimonios sobre los campos de concentración. Aunque
son más numerosos los trabajos sobre instituciones específicas –cárceles, hospitales,
2

fábricas– ya a principios de los años ’40 comienzan a aparecer algunos textos sobre
las instituciones en general.

Este proceso de reinvención de la institución, según la feliz fórmula de Jacques


Ardoino[3], se comprende mejor en su capítulo argentino si se sigue la línea histórica
que comienza con el higienismo mental y se continúa con el movimiento de la salud
mental, para luego dar lugar a la postulación de una psicología social argentina, de
la cual a su vez se desprenderá una Psicología Institucional de igual cuño. A su vez,
la identificación de cuatro personajes clave en ese recorrido –Gonzalo Bosch,
Gregorio Bermann, Enrique Pichon Rivière y José Bleger– resulta útil para jalonar
el proceso en cuestión, a la vez que para devolver a la memoria a quienes
transformaron con sentido social el campo de la salud y del conocimiento sobre la
subjetividad.

EL HIGIENISMO MENTAL

En los campos de la salud y la criminología el paradigma del higienismo cobra fuerza


cuando comienzan a declinar las ideas del determinismo biológico de las conductas
sociales, dando paso a las teorías ambientalistas. En estas últimas el acento cae sobre
las condiciones de entorno como factores patogénicos y criminógenos, con lo cual las
preocupaciones por lo social ingresan con derecho propio en las teorías y prácticas
médicas y criminológicas. El higienismo mental nace en los EEUU de la primera
década del siglo XX, a instancias de Clifford Beers, un graduado en finanzas de Yale,
quien trabajando en Wall Street transitó una ingrata experiencia de internación
psiquiátrica. Al externarse, Beers publica sus memorias y luego funda el National
Comitee for Mental Hygiene. Pocos años después, en 1919, el Comité adquiere nivel
internacional con el impulso de personalidades como Williams James. Una década
más tarde se crea en nuestro país la Liga Argentina de Higiene Mental, presidida por
Gonzalo Bosch, el médico psiquiatra que le facilitará el ingreso al sistema público a
una nueva generación de reformadores.[4] De todos modos, como lo expresa
Alejandro Dagfal, al interior del movimiento higienista conviven tanto las posturas
3

progresistas como las más rancias doctrinas de un eugenismo defensor de purezas


raciales.[5] Dentro de este impulso reformista se destaca la figura de Gregorio
Bermann, psiquiatra cordobés cercano al Partido Comunista Argentino, que había
participado del movimiento de la Reforma Universitaria de 1918. Luego, Bermann
integra el contingente de argentinos que viajan a España en apoyo a la República, al
igual que otros médicos como Emilio Pizarro Crespo. Tanto Bermann como su colega
Jorge Thénon, también cercano al PCA, mantienen contacto con Freud y participan
de las conversaciones previas a la constitución de la Asociación Psicoanalítica
Argentina que impulsan Arnaldo Rascovsky y Enrique Pichon Rivière, aunque
finalmente deciden no participar de su fundación. Años más tarde, en consonancia
con la condena del PC al Psicoanálisis, ambos se distanciarán del pensamiento
freudiano.

LA SALUD MENTAL

Ya en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, en Norteamérica comienza a


producirse el paso del higienismo mental a la nueva noción de salud
mental, concepción desprovista de los rasgos de darwinismo social remanentes en el
anterior paradigma. Un factor decisivo en ese paso lo constituye la participación de
psiquiatras y psicoanalistas en las áreas de salud y de personal de los ejércitos
aliados. Lo hacen, entre otros, Harry Stack Sullivan en los EEUU, George Brock
Chisholm en Canadá, y en Inglaterra Wilfred Bion y John Rickman. En 1945
Chisholm presenta en un cónclave en el que participa el argentino Gregorio
Bermann, un programa orientado hacia una “nueva pedagogía social”, con apoyo en
el Psicoanálisis, la Psicología y la Antropología Cultural. Con influencia en las ideas
de Erich Fromm, Chisholm identifica a las instituciones –familia, Iglesia, escuela,
medios de comunicación, partidos políticos– como lugares donde se trasmiten
ideales belicistas y “toda clase de certezas nocivas” destinadas al control de los
ciudadanos. En consecuencia, propone a esas mismas instituciones, así como a las
asociaciones de padres y maestros, a los clubes y a las universidades, como agentes
4

de una reforma social en la que la Psiquiatría, junto con las otras ciencias humanas,
“debe decidir cuál será el futuro inmediato de la raza humana”.[6] Esta
consideración de Chisholm sobre el papel de las instituciones es consistente con la
estrecha relación que guarda con John Rowings Rees, uno de los fundadores del
Tavistock Institute, lugar donde surgen por esa época los primeros estudios
británicos sobre las instituciones. Al poco tiempo Chisholm queda a cargo de la
comisión encargada de constituir la OMS, de la cual será director. En este contexto
se da a conocer en Londres, en 1948, el documento “Salud Mental y Ciudadanía
Mundial”, en el que participan además de Chisholm y Sullivan, Otto Klineberg y
Margaret Mead, entre otros, y donde se expresa que,

“el examen de las instituciones sociales de muchos países muestra que


éstas también pueden ser modificadas. Estas posibilidades, recientemente
reconocidas, proporcionan fundamentos para mejorar las relaciones
humanas, para liberar potencialidades humanas constructivas y para
modificar las instituciones sociales en aras del bien común”.

En este marco, como miembro de la comisión preparatoria de la OMS, Gregorio


Bermann participa en París, en 1946, de la reunión donde Lacan informa con
entusiasmo sobre los aportes del Psicoanálisis al movimiento grupalista y
comunitario inglés, con centro en el Northfield Hospital y la Tavistock Clinic. Dos
años más tarde, el psiquiatra cordobés escribe el prefacio de la primera traducción
al castellano de Los principios elementales de filosofía, de George Politzer, autor por
el que se interesa particularmente. Al momento de dar su definición sobre la
psiquiatría social, Bermann plantea en laRevista Latinoamericana de
Psiquiatría que las enfermedades mentales no pueden entenderse por fuera del
conjunto de las condiciones de vida de los hombres. La psiquiatría social es así “el
estudio y conocimiento del determinismo social de las enfermedades
mentales”.[7] Es en este marco de la dimensión social de la salud mental, y del
5

compromiso social de los psiquiatras progresistas y comunistas, en donde


emergerán en Argentina nuevos sentidos en relación con la institución.

ENRIQUE PICHON RIVIÈRE

De esos mismos años de la inmediata posguerra (1945, 1946) datan las primeras
experiencias de Enrique Pichón Rivière en el Hospicio de las Mercedes, las cuales
constituyen las huellas mejor identificables del origen de la Psicología Institucional
argentina. Experiencias cuyo germen se encuentran en su paso previo por el Asilo
Torres, entre 1934 y 1936. De padres franceses, pero nacido circunstancialmente en
Ginebra, Enrique Pichon Rivière llega a la Argentina a la edad de tres años. La familia
se instala en el interior agreste de las provincias del Chaco y Corrientes, donde el
padre intenta sin fortuna llevar adelante emprendimientos agrícolas. Su infancia la
termina en la ciudad de Goya –de esa última provincia– para luego trasladarse a
Rosario a estudiar Medicina, carrera que finalizará en Buenos Aires una década
después. Según él mismo relata –aunque su tendencia a mitificar su propia historia
ya ha sido señalada– su interés por el psicoanálisis nace aún antes de iniciar la vida
universitaria.[8] Previo a obtener su título, ejerce ya como interno en clínicas
privadas y en el Asilo destinado a pacientes oligofrénicos, en la localidad de Torres
de la provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo publica trabajos en revistas
especializadas y de arte, y se desempeña como redactor en el diario Crítica. Según su
relato autobiográfico, su interés por el Psicoanálisis, al igual que su acercamiento al
socialismo, se producen durante la adolescencia. Su interés político se consolidará
luego durante su etapa universitaria en Buenos Aires, donde lleva una vida bohemia
en el ambiente cultural y político de la ciudad signado por la Guerra Civil española y
la presencia de exiliados republicanos, en cuyos comités de apoyo participa. En 1937
se casa con Arminda Aberastury, hermana de Fernando, su compañero de estudios,
también interesado en la obra de Freud. A través de él conoce a Arnaldo Rascovsky,
médico pediatra nacido en Córdoba y formado en Buenos Aires –e influenciado por
6

la Revolución Rusa, según confiesa– quien había creado un grupo de estudios sobre
psicoanálisis, al cual Pichon Rivière se integra.[9]

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PSICOANÁLISIS

El núcleo de jóvenes médicos del que participan Rascovsky, Pichon Rivière,


Aberastury y otros más, es el que dará lugar a la creación de la Asociación
Psicoanalítica en 1942. Ese origen muestra que no hubo en el caso argentino un
fundador que luego quedara como progenitor mítico de la corriente; tampoco, algún
psicoanalista que se elevara entre sus pares y naturalmente se erigiera en tal
posición. Entre los primeros que se interesaron por la obra de Freud, fue Pichón
Rivière aquel del cual más seguidores se reclamaron discípulos, y quien se distinguió
por la particular impronta conceptual que le imprimió al Psicoanálisis. Pero no
puede verse un líder fundacional en quien precisamente definió a ese rol como algo
funcional. Fue un grupo de jóvenes, entre los que se destacan él mismo y Arnaldo
Rascovsky, quienes crearon las condiciones para que se institucionalizara el
Psicoanálisis en la Argentina. Explica Jorge Balán que fueron ellos quienes
impulsaron a Celes Cárcamo y Ángel Garma, ya analistas formados que por entonces
residían en Paris, para que instalaran sus consultorios en Buenos Aires, derivándoles
pacientes.[10] La necesidad de contar con analistas didactas para crear la APA, fue
lo que llevó a los jóvenes médicos a crearse los progenitores que necesitaban, cosa
que hicieron en las figuras de Cárcamo, Garma y también de Marie Langer. Esta
última, psicoanalista austríaca, exiliada en Montevideo luego de haber estado con su
marido apoyando al gobierno de la República española, se había trasladado a Buenos
Aires al momento de la fundación de la APA.

Cuando el Psicoanálisis se institucionaliza en la Argentina, su centro había pasado


de Viena a Londres y su lengua oficial se deslizaba del alemán al inglés. Con Freud
recién fallecido, la tensión entre los lineamientos teóricos encarnados por ambas
ciudades se resuelve ahora a favor de la línea inglesa. Dentro de ella, la orientación
representada por Melanie Klein será la de mayor recepción en Argentina. Un
7

psicoanálisis signado por la impronta disidente del kleinismo, cuya recepción local
quedó en manos de jóvenes psiquiatras imbuidos de preocupaciones sociales e ideas
socialistas, inscriptos a su vez en los presupuestos de la psiquiatría social y de una
salud mental comunitaria, será el marco para el surgimiento de la Psicología
Institucional argentina. En el plano de las prácticas, para que en ese contexto emerja
una nueva noción de institución, se requerirá además el desembarco de esos
psicoanalistas en los hospitales públicos, con la consecuente adopción de técnicas
grupales de psicoterapia. Finalmente, lo que al respecto resultará definitorio, será la
postulación de una Psicología Social sui generis por parte de Pichon Rivière. Sus
ideas al respecto las había desarrollado a partir de un abordaje distinto de los
pacientes mentales que llevó adelante en el Asilo Torres entre 1934 y 1936, sin
referencias a teorías o técnicas específicas. Tales experiencias parecen haber sido
ante todo producto de su espíritu creativo y de una particular sensibilidad respecto
del estatuto del paciente. Lo mismo ocurrió cuando en 1938, ya en el Hospicio de las
Mercedes, obtuvo autorización de su director Gonzalo Bosch –según él mismo
relata– para trabajar con técnicas grupales con los enfermeros, de manera de
sensibilizarlos respecto del trato con los pacientes y capacitarlos discutiendo los
casos que les tocaban atender. En esta ocasión recurrió, según relata, al “encuadre
de la escuela de líderes” de la Psicología Social norteamericana.[11] Ahora, ya en los
años 1945 y 1946, Pichon Rivière comienza desarrollar los primeros esquemas de lo
que serán sus teorías de los grupos operativos y de la psicología social, en los que se
harán evidentes la lectura de los trabajos de Daniel Lagache, Kurt Lewin, George
Politzer y Paul Schilder. De este último rescata el uso de la terapia de grupos en las
instituciones psiquiátricas. Sin embargo, los que él mismo instrumenta son ante todo
grupos centrados en la tarea, más cercanos a los que recientemente Bion venía de
ensayar en el Northfield Hospital con los soldados que padecían trastornos mentales
y caracteriales. En opinión de Salomón Resnik, concurrente del Servicio de
Adolescentes que Pichon Rivière había creado y dirigía en el Hospicio, se trataba de
un servicio cuya “atmósfera era sumamente estimulante” y donde “se hacía ya
gradualmente presente” aquello “que en Francia sería llamado psicoterapia
8

institucional”.[12] Pero lo que resultaba estimulante para los jóvenes concurrentes,


no lo era para varios de los jefes de otros servicios, enrolados en la Psiquiatría
tradicional y –según el relato pichoneano– en posturas nacionalistas de derecha.
Frente a las fuertes resistencias, y pesar de contar con el apoyo de Gonzalo Bosch,
Director del Hospicio, Pichon Rivière opta por renunciar para evitar un conflicto que
ya se había trasladado a los pacientes, quienes cerraban círculo en torno suyo.[13]

Ya fuera del hospital público funda al año siguiente, en 1948, el Instituto de


Psicología Psicosomática, más conocido como la “Clínica de la calle Copérnico”. Por
esa época, aunque preside la APA, sus intereses ya se orientan de manera clara hacia
el campo social, y su Clínica se convierte en un centro de desarrollo del grupalismo.
Luego, en 1955, junto con José Bleger, David Liberman y Edgardo Rolla, funda el
Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES). De esa época data la elaboración
ya acabada de sus teorías del vínculo y del grupo operativo. En esta última se releva
un pensamiento kleiniano, modificado por las ideas de Lewin sobre la investigación-
acción y los training groups, así como por la lectura de Lagache. Los grupos
lewinianos –de composición heterogénea y coordinación no directiva– se habían
difundido en los EE.UU de los años cincuenta, y habían sido adoptados por Carl
Roger y Abraham Maslow, psicólogos humanistas que lo combinan con el
existencialismo y el psicoanálisis.[14] Durante los años sesenta, los grupos
rogerianos, con sede en Bethel, tuvieron una considerable difusión y fueron una
referencia obligada de las corrientes grupalistas e institucionalistas francesas.

DEL PSICOANÁLISIS A LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Las teorías del vínculo y del grupo operativo que Pichon Rivière desarrolla
constituyen un basamento importante para lo que luego será la Psicología
Institucional argentina. En la noción de áreas de la conducta que él postula se puede
observar la vinculación entre ambas teorías. Para Pichon Rivière, la mente, el cuerpo,
el mundo externo, son ámbitos o áreas donde se depositan los vínculos y objetos del
sujeto, mediante mecanismos psíquicos de internalización y externalización. Esas
9

depositaciones son significantes: expresan el modo en que el sujeto ha intentado


resolver los conflictos vinculares (amor-odio, bueno-malo). La conducta general de
un sujeto sería así la expresión de la estrategia con la que aprendió a habérselas con
el mundo de su primera infancia. Por su parte, la patología sería el costo de una mala
resolución, no dialéctica, de esa relación. Pero tal error es rectificable. El aprendizaje
erróneo de las estrategias de vida, que se expresa en la enfermedad, es susceptible
de corrección mediante un proceso de des-aprendizaje y reaprendizaje, en una nueva
relación con el contexto, esta vez dialéctica. El grupo operativo, a la vez pedagógico
y terapéutico, se constituye en este sentido como el contexto (área del mundo
externo) propicio para que el sujeto corrija su fallida estrategia de
depositaciones. Para que esa operación sea posible, para que el grupo funcione a la
manera de un laboratorio real donde la realidad psíquica pueda resignificarse, se
requiere de su cuidado –pasivo– por parte de un coordinador asistido por
observadores. De esta manera se busca evitar que se establezcan nuevas
depositaciones dilemáticas, es decir, no dialécticas. Si el modo de coordinación es
pasivo, es porque no se ejerce sobre el grupo, sino que consiste ante todo en el
cuidado del encuadre del dispositivo, así como en el señalamiento de
losemergentes que ahí ocurren. Estos últimos son elementos significantes que
emergen de la latencia grupal, expresando un dilema que remite a uno o más
conflictos que no encuentran vías de superación. El señalamiento por parte del
coordinador del emergente conflictivo, dispara un nuevo momento de la reunión
grupal. Este segundo momento finaliza a su vez con la aparición de otro emergente,
que ahora viene a dar cuenta de una vía encontrada para la superación del conflicto
en cuestión. De esta forma, no es el coordinador quien actúa y habla, sino lo
inconsciente del grupo.

La misma noción de área de la conducta sirve a la vez para hacer más comprensible
el pasaje del Psicoanálisis a la Psicología Social que realiza Pichón Rivière, así como
el de este último campo al de la Psicología Institucional, que hará Bleger. El grupo,
la institución, son ámbitos del mundo externo donde la conducta se expresa de
10

manera significativa, tal como ocurre con la mente y sus trastornos, así como con el
cuerpo y sus síntomas. Para cada individuo, un área puede resultar predominante
respecto de las otras en la expresión de un conflicto. Pero en rigor “la conducta
comprometerá siempre, aunque en grados diferentes, las tres áreas de expresión”.
De manera que lo que se percibe en una, se continúa o complementa en las otras. En
el área del mundo externo –grupos e instituciones– la conducta individual se expresa
“a través de roles; es decir, de funciones sociales”.[15] Al mismo tiempo, en la
dinámica propia del pequeño grupo se desarrolla un proceso cruzado de
adjudicación y asunción de roles. En este proceso interviene la ecuación subjetiva de
cada integrante, conformada en función de su propia historia y expresada en el rol
que intenta jugar en el grupo. El rol que finalmente resulte para cada cual será
producto de ese proceso a dos vías (de adjudicación y asunción). Este producto se
constituirá como unadramática, determinando la particularidad de cada grupo. En
el grupo, entonces, se expresa la conducta individual –dimensión vertical– y al
mismo tiempo ocurre la dinámica grupal –dimensión horizontal–como
acontecimiento o drama, también expresivo, significativo. Su definición es la de un
“conjunto de personas reunidas por constante de tiempo y espacio y articuladas por
su mutua representación interna que se proponen implícita o explícitamente una
tarea, la que constituye su finalidad”. En el caso del grupo familiar, la tarea en
cuestión es la socialización del sujeto. Su cumplimento adecuado supone la
constitución de una subjetividad activa que actúa sobre el medio modificándolo, al
tiempo que se ve modificada por éste “en un permanente interjuego
dialéctico”.[16] Cuando esa tarea resulta fallida –y en ello juegan las variables
sociales influyendo en el grupo familiar– se configuran en la
subjetividad dilemasque entorpecen el interjuego o dialéctica ascendente con el
medio. Se establecen así roles estereotipados. La tarea correctora del grupo operativo
consistirá entonces en una analítica de esos roles con miras a su des-cristalización.
Esto se da a la manera de un laboratorio real, donde la conducta individual volcada
en el grupo es tratada por la conducta grupal, es decir por las relaciones vinculares
que ahí se dan (de manera coordinada, pues hay coordinación). Lo interesante de
11

esta postulación consiste en que no se trata de grupos de terapia sino de trabajo, en


los cuales, haciendo foco en la tarea explícita –producir, estudiar, crear– se busca
facilitar su cumplimiento al tiempo que se interviene en el nivel de lo implícito
modificando el rol estereotipado del sujeto. De ahí su carácter de laboratorio real. La
eficacia lograda en ambas dimensiones –explícita e implícita– redundará a su vez en
el plano social, en beneficio de una acción transformadora del mundo.

Aunque en las prácticas de Pichon Rivière la dimensión institucional tuvo una fuerte
presencia, sobre todo durante su período asilar, en su producción teórica ella no
emerge de manera explícita como un tópico particular. Las veces que sí ocurre, la
institución aparece planteada bajo dos aspectos, “como una totalidad y como un
grupo”. En el caso del Hospital, la totalidad remite a la estructura y las funciones de
la organización, a su objeto, relaciones formales, etc. El segundo aspecto, el grupal,
refiere a las vicisitudes de la “pequeña comunidad” conformada por quienes integran
el hospital”. Los problemas que se plantean en el grupo humano de la comunidad
institucional son efecto de la otra dimensión, la estructural-funcional (totalidad).
Tanto el modo organizativo como la naturaleza del objeto del cual la institución se
ocupa, la forma de división social del trabajo, etc., son aspectos que determinan
efectos tales como la deprivación que sufren los pacientes por el aislamiento
institucional, y el contagio de ese fenómeno en el equipo técnico profesional. Estos
efectos se constituyen como fantasías inconscientes de la institución. Su solución
requiere de arreglos en la estructura organizativa y comunicacional. Pero su
existencia en la latencia grupal-institucional requiere de su tratamiento específico
en ese nivel, a través de la técnica del grupo operativo. Al mismo tiempo, en el grupo
ocurre la dinámica propia de su dimensión, con sus conflictos inherentes, no
necesariamente ligados a la dimensión institucional. En estas formulaciones se
observa la impronta las investigaciones institucionales de Elliot Jaques, el
psicoanalista británico cuyo trabajo sobre Los sistemas sociales como defensa
contra las ansiedades persecutoria y depresivaPichon Rivière cita a poco de su
publicación en inglés por la editorial de la Tavistock Clinic.[17]
12

La Psicología Social pichoneana se detiene en el punto en que podría devenir en una


Psicología Institucional. Todos los elementos están dados ahí. Él lee en las primeras
ediciones en inglés y francés a los autores que por la época están tratando la cuestión:
el Sartre de la Crítica de la razón dialéctica, la apropiación que de ese texto hace
Lapassade en Grupos, organizaciones e instituciones, los primeros trabajos de
Jaques, así como los estudios norteamericanos sobre la institución. Sin embargo
será su amigo y discípulo José Bleger quien bajo su inspiración avanzará sobre ese
punto de detención, momento que cabe ubicar en la postulación del grupo como área
de expresión de la conducta. Pero no solamente como lugar de expresión, sino
también de elaboración, de tratamiento con miras a superar los impassesdialécticos.
Un paso más allá, los efectos de superación que se producen mediante la técnica de
los grupos operativos están llamados a impactar en el medio en el marco de una
propuesta de “cambio social planificado”. Ubicado el grupo dentro de la institución,
tal como Pichón hace, solo faltaba hacer referencia a un cambio institucional, y al
análisis de la institución como tarea del grupo, para arribar a una psicología social-
institucional. Tal vez no se trate más que de una cuestión de palabras y haya que ver
en Pichon Rivière al creador del institucionalismo en la Argentina.

JOSÉ BLEGER

En 1932 Gregorio Bermann había fundado en Córdoba el Instituto Neuropático,


institución a la cual hacia fines de la década siguiente se aproxima el joven médico
José Bleger, quien por entonces reside y ejerce en la vecina provincia de Santiago del
Estero. Hijo de inmigrantes rusos radicados en el interior de la provincia de Santa
Fe, Bleger cursa sus estudios secundarios y luego los de Medicina en la ciudad de
Rosario, al tiempo que en el marco de la Segunda Guerra comienza una militancia
antifascista en el Centro Juvenil Peretz, de filiación judía –al cual llegará a presidir–
para luego afiliarse al Partido Comunista. Al recibirse en la Universidad del Litoral
se integra a la Cátedra de Clemente Álvarez, médico de orientación comunitaria,
inserto en el movimiento de higiene mental. Sus filiaciones políticas le impiden
13

conseguir un puesto en el hospital público, así como obtener su pasaporte para


hacerse cargo de una beca en París, otorgada por el gobierno francés. El Peronismo
de la época no comulgaba con el Comunismo, aunque supo ganar para sus filas a
varios militantes e intelectuales de esa corriente y de otras de la izquierda argentina.
Bleger se traslada entonces con su flamante esposa, también médica, a la ciudad de
La Banda (Santiago del Estero) y comienza su contacto con Bermann viajando
periódicamente a Córdoba. Además de ejercer ahí como psiquiatra, se integra al
equipo de la Revista Latinoamericana de Psiquiatría, fundada por el médico
cordobés. Aprovecha también su biblioteca para nutrirse de las ideas de los
psiquiatras franceses, muchos de ellos cercanos o afiliados al PCF[18], y también
seguramente del pensamiento de George Politzer, a quien su mentor acababa de
traducir. Para formarse como psicoanalista comienza a viajar a Buenos Aires,
tomando como didacta a Pichon Rivière, de quien, al igual que tantos otros, se
reconocerá como discípulo. En 1954, luego de ser admitido como candidato en la
APA, Bleger se instala en Buenos Aires y comienza a trabajar en la “Clínica de la calle
Oro”, con psicoanalistas como el propio Pichón Rivière y Alberto Fontana.[19]

Es José Bleger quien acuña el término de psicología institucional. La primera


referencia que tenemos de su uso es la del seminario de esa especialidad que dicta
en 1964 en la Carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. El término
en cuestión es sin duda tributario de los desarrollos de Elliot Jaques. “Entre los
antecedentes fundamentales en que nos basamos se encuentran las contribuciones
de Enrique Pichon Rivière y Elliot Jaques, hacia quienes debemos dejar constancia
de nuestra gratitud por la obra en este sentido realizada”.[20] El primero de ellos ya
había hecho referencias en 1958 a la aplicación del psicoanálisis para el estudio de
las instituciones, citando los trabajos de Jaques, aunque sin mención expresa del
término aquí en cuestión.

Puede decirse que el modelo conceptual de la psicología institucional de Bleger es


ante todo pichoniano y, en segundo lugar, tributario de las ideas de Jaques. Pero por
14

detrás de estas inspiraciones hay una fuerte presencia de los textos psicológicos de
Politzer, sobre quien Bleger había escrito una década antes. De él toma la propuesta
de un psicoanálisis depurado de la “vida interior”, y a la vez compatible con los
lineamientos del materialismo dialéctico.[21] El proyecto inacabado del filósofo
húngaro de crear una psicología concreta, rescatando del Psicoanálisis el
mecanismo de la producción de sueños, de la Gestalt la noción de totalidad, y del
Behaviorismo el carácter observable de la conducta, resultaba además consecuente
con las formulaciones pichonianas. Pues en éstas últimas, el Psicoanálisis, además
de combinarse con el materialismo dialéctico, lo hace con la teoría del campo de
inspiración gestáltica, y con el Neoconductismo de Mead reelaborado
como interaccionismo simbólico por sus seguidores.

LA DRAMÁTICA POLITZERIANA

La postulación politzeriana de un psicoanálisis cuyo objeto de estudio no reside en


las vicisitudes de la “vida interior” –instintos, huellas mnémicas, objetos
inconscientes...– sino en “los hechos concretos de la vida humana”, va a constituir
una base propicia para la creación de una psicología cuyo objeto es la institución.
Aunque para Bleger no se trata de negar la existencia de la vida interior –tal como lo
hacen el conductismo norteamericano y la reflexología rusa– sino de desmitificar su
carácter de “segunda naturaleza” sobreimpresa sobre la naturaleza biológica y
“distinta a la de la vida real y cotidiana”[22]. Para él, el problema con la vida interior
entronizada por el Psicoanálisis, producto de la época y de la ideología “idealista” de
Freud, es que posee el estatuto de una “institución” que sirve de fundamento a la
alienación social.[23] Sostiene que el padre del Psicoanálisis al elaborar su teoría
traiciona a su propia práctica, pues a su concepción idealista del hombre “no la
deduce de los hechos aportados por él mismo”, sino que es producto de sus
implicaciones ideologías y científicas.[24] Sin embargo, el destronamiento de la
vida interior no significa su negación, sino su reubicación en lo concreto. Es decir, su
consideración como realidad producida por múltiples determinaciones, pues ella no
15

es una causa primaria, sino un efecto de. La vida interior, si existe, es “como
experiencia y no como cosa”.[25]

Aquello que corresponde ubicar como objeto de la Psicología, en el lugar de esa vida
interior, es el drama, entendiendo por tal algo tan sencillo como los hechos
concretos de la vida humana. “El objeto de la psicología está dado, entonces, por el
conjunto de los hechos considerados en su relación con el individuo”, los cuales están
sometidos a un determinismo que el psicólogo debe conocer.[26] Ahora bien, la
noción de drama no excluye la tarea interpretativa del psicólogo, pues la
significación forma parte de la vida cotidiana. “En la vida real, todo acontecimiento
es un hecho significativo. Vemos y vivimos el significado de las cosas y de los sucesos
humanos”. Para Bleger, sentido y drama son dos conceptos claves que Politzer se
prometió precisar con mayor rigor, hecho que quedó pendiente cuando el filósofo
húngaro-francés abandona su proyecto en un gesto consecuente con la condena del
PC ruso al Psicoanálisis. La ventaja de esos conceptos clave, y su particularidad,
residen en que “orientan y centran la investigación en los seres humanos concretos”,
entendiendo por ello al ser humano tal como es en su vida corriente, y según las
condiciones sociales en que se desarrolla su vida.[27]

La dramática no es entonces un “contenido especial”, tampoco “una realidad aparte


o sui generis, sino la vida humana misma, tal como existe en la experiencia y la vida
ordinaria”. A su vez, “la psicología es el conocimiento sistemático y científico de la
misma”. En este sentido sostiene que el aporte esencial y correcto del Psicoanálisis
“ha sido la puesta en evidencia del ‘contenido latente’, el hecho de que toda la
actividad humana tiene un sentido dramático concreto”; sentido que no siempre es
“el motivo aparente invocado por el individuo para justificar o explicar su
comportamiento”.[28] Si el término dedrama es extraño a la obra freudiana, no lo
es la noción en él implicada. Pues considera que en rigor el Psicoanálisis “estudia la
estructura, desarrollo y organización de la personalidad en función de la experiencia
humana con otros hombres”. Para Bleger, ese estudio trata sobre el modo en que los
16

hechos de la vida real cristalizan en personalidad, hechos que fueron caracterizados


por Politzer como drama. En este sentido “la dramática devuelve a la psicología el
contenido humano de la personalidad, de la actividad y de las relaciones
interpersonales”.[29]

En resumen, Bleger está construyendo una psicología a la manera de


un psicoanálisis del afuera, donde no se rechaza la noción de inconsciente, sino su
cosificación como realidad interior. En su Psicología, la interioridad es un efecto de
los hechos concretos vividos por el sujeto en sus relaciones con otros. Si esa
psicología es psicoanalítica, es porque la conducta no es un fenómeno transparente,
sino producto de procesos de interiorización y exteriorización, cuyos mecanismos
son los postulados por Freud a propósito de la producción de los sueños. Esos
procesos son desconocidos para el sujeto que los vive, tanto como lo son los procesos
fisiológicos de su cuerpo. La conducta humana no es entonces ni mecánica ni
evidente a simple luz, pero sí es concreta, por ser efecto de múltiples
determinaciones. A la vez, resulta observable y expresiva, en el sentido de ser
portadora de significados que requieren ser interpretados.

El método analítico establecido por Freud se basa en dos reglas fundamentales: libre
asociación del analizando (paciente) y abstinencia del analizante (psicoanalista).
Pero Bleger considera que se puede prescindir de la primera, en la medida en que
“una mayor experiencia nos permite observar mejor y considerar significativa toda
manifestación”. Con lo cual es posible sustituir la libre asociación por el “método de
observación y comprensión de la continuidad del comportamiento” en las distintas
áreas. Si se acepta que para realizar una investigación clínica no es imprescindible la
asociación libre, se abre entonces el campo para aplicar el método clínico a distintas
situaciones de la realidad cotidiana, tales como “los grupos, las instituciones y la
comunidad”. Pues “el psicoanálisis no se limita exclusivamente al relato que pueda
hacer el paciente sino a todas sus manifestaciones”, tales como la forma y el afecto
17

con que se expresa un relato, los recursos lingüísticos empleados, la actitud corporal
y toda otra conducta observable.[30]

EQUIPARACIÓN DE LAS ÁREAS DE LA CONDUCTA

En este punto, y con miras a la construcción de una psicología institucional, cobra


importancia la reelaboración que Bleger hace de las áreas de expresión de la
conducta postuladas por Pichon Rivière. Al aporte que él mismo realiza lo denomina
“principio de equiparación de las áreas de la conducta”, según el cual “ninguna de
ellas es privilegiada, en el sentido de que ninguna de ellas explica ni fundamenta las
otras” (Bleger, 1965: 248). Lo que busca con este principio es desestimar “el
mentalismo” propio la Psicología tradicional –que contagió también al
Psicoanálisis– según el cual los fenómenos del área de la mente constituyen un
hecho originario, de los cuales deriva la significación de la conducta de las otras dos
áreas. Según este supuesto, aquello que el individuo padece como síntoma en el
cuerpo y vive como destino trágico en la vida, posee su causa en la mente. Ejemplo
del privilegio que recibe el área uno, mental, es el mecanismo freudiano
de conversión, según el cual lo psíquico se convierte en somático, como si todo
fenómeno psíquico –dice Bleger– no fuera siempre y al mismo tiempo también
somático, por el simple hecho de ocurrir en un cuerpo humano.

“Lo que realmente ocurre en el fenómeno estudiado como conversión es


una alternancia de áreas de expresión del comportamiento: una emoción o
un conflicto puede aparecer o manifestarse en el área uno y dos al mismo
tiempo, o sucesivamente en una y otra”.

Otra manifestación del mentalismo se observa cuando se define al esquema corporal


como una representación mental del cuerpo, “cuando en realidad la organización
psicológica del cuerpo es inseparable del espacio, del tiempo y de las relaciones
interpersonales”. Nuestro cuerpo está socialmente instituido. Por oposición a
este privilegio otorgado al área uno, aquello que postula con su principio de
18

equiparación de la áreas es que “ninguno de los fenómenos es causa del otro y que
ambos son fenómenos originalmente psicológicos del mismo valor y sentido”. Los
fenómenos de las tres áreas son siempre y al mismo tiempo psicológicos, biológicos
y sociales.[31]

DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL A LA PSICOLOGÍA INSTITUCIONAL

En 1962 Bleger dicta un Seminario de Higiene Mental en la Carrera de Psicología de


la Universidad de Buenos Aires. Dos años después dicta otro sobre Psicología
Institucional como continuidad del anterior, momento que puede calificarse de
inaugural para este campo. Continuidad natural, pues entiende que las instituciones
son un ámbito más que propicio para la aplicación de los principios del higienismo
mental. Pero el pasaje al institucionalismo requiere de un doble movimiento: de la
psicoterapia a la psicohigiene y del abordaje individual al social. Estos movimientos
demandan a su vez la doble tarea de desarrollar el modelo conceptual de la
Psicología Institucional, y las estrategias de trabajo en ese ámbito. Para Bleger, la
noción de ámbito no debe confundirse con la de modelo. La primera remite a un
segmento de la realidad, la segunda refiere al desarrollo de conceptos teóricos que
den cuenta de los fenómenos propios de cada segmento. La diferencia entre
psicología individual y psicología social no reside entonces en el ámbito, sino en
el modelo conceptual con que se trabaja. Bien podría suceder que se estudie un
ámbito con el modelo de otro. Tal cosa es lo que ocurre cuando se comete el error –
bastante común– de estudiar los ámbitos colectivos con el modelo de la psicología
individual, lo cual es producto de otro error, consistente en concebir a las formas
colectivas como agregados de individuos.

De las dos tareas requeridas para la construcción de una Psicología Institucional –


desarrollo del modelo conceptual y de las estrategias de trabajo– Bleger comienza
por la segunda. Por su formación psicoanalítica sabe que la eficacia de un análisis
reside ante todo en el respeto del dispositivo analítico y de sus reglas, vale decir en
aquello que denomina “encuadre”. Consecuente con ello, establece un largo listado
19

de reglas técnicas donde el acento cae sobre las características del contrato y la
relación con la institución (1966: 68-73). Con sus reglas de método Bleger busca ante
todo dejar claro el deslinde del ámbito institucional antes de comenzar la
construcción de su modelo conceptual. De esta manera se evita la infiltración en el
nuevo ámbito del modelo conceptual imperante en la formación de los psicólogos: la
clínica individual. Nada más sencillo para un psicólogo que encontrar en la
institución situaciones donde aplicar criterios propios de la terapéutica del sujeto.
Pero nada más improcedente. Pues los conflictos, ansiedades y ambivalencias
afectivas que se encuentran en el nivel de las relaciones vinculares, en el nivel
psicológico de la institución, suelen despertarse como efecto de fallas en el nivel
estructural, sociológico. Si la institución deviene familia, según la feliz fórmula de
Gerard Mendel, es porque ha fallado el clivaje que separa lo psicofamiliar de lo
psicosocial.[32] Una confusión equivalente se produciría si se abordara el ámbito
institucional con el solo recurso de la psicología del ámbito grupal. Los mejores
resultados que podrían producirse, restableciendo por ejemplo una armonía en las
relaciones grupales, se verían comprometidos en cualquier momento si no se
superaran las situaciones estructurales, institucionales, que impedían tal armonía.

LA PSICOLOGÍA DE LAS INSTITUCIONES

En consecuencia, al momento de construir el modelo conceptual de la Psicología


Institucional, Bleger propone dos dimensiones a estudiar respecto de la institución,
de manera similar a las planteadas por Pichon Rivière (1958) en las pocas
oportunidades en que se ocupa de la institución de manera explícita. Las
dimensiones ahora propuestas son por un lado la estructura y dinámica
institucional, y por el otro los fenómenos psicológicos que en ella ocurren. Vale decir
que la institución es un hecho social donde ocurren hechos psicológicos. En
consecuencia, la Psicología Institucional debe valerse, por un lado, de los
conocimientos que brinda la sociología de las organizaciones; también deben
conocerse las particularidades de la institución en la que se interviene: sus objetivos,
20

historia, tipo de relaciones existentes, etc. Por otro lado, el psicólogo institucional
debe centrar su práctica en la actividad humana que se realiza en la institución, y en
sus efectos en quienes la realizan. Pues “por psicología de las instituciones se
entiende el estudio de los factores psicológicos que se hallan en juego en la
institución”. Estos factores, que existen ahí “por el mero hecho de la mediación
imprescindible del ser humano para que dichas instituciones existan”, son las
fantasías inconscientes de la institución, las ambigüedadesvinculares y valorativas
(amor-odio, bueno-malo), sus objetivos implícitos, etc. Estos últimos vienen a
representar el contenido latente de la institución, por oposición al contenido
manifiesto que se explicita en sus objetivos y funciones oficiales. Entre ambos
objetivos puede haber disociación y aun contradicción, tal como ocurre en las
instituciones de enfermos mentales donde se explicitan objetivos de cura, pero
implícitamente se aliena a las personas internadas.[33]

En su dimensión psicológica las instituciones son “precipitados de relaciones


humanas”. La fantasmática de cada una de ellas estará en relación con la naturaleza
de esas relaciones, pero también según sea el objeto que ahí se trabaja. Pues las
instituciones “tienden a adoptar la misma estructura de los problemas que tienen
que enfrentar”. Así “el asilo tiene en su organización la misma alienación que sus
pacientes”: empobrecimiento social, deprivación, cosificación, tal como lo planteara
Pichón Rivière. Otro fenómeno que suele ocurrir en esta dimensión es la traslación
de las tensiones de un sector a otro, con una tendencia que va desde los estratos
superiores a los inferiores.[34] Si en su dimensión sociológica las instituciones,
además de cumplir funciones sociales, representan para los individuos un espacio de
“inserción social o pertenencia”, en su dimensión psicológica resultan depositarias
de parte de su personalidad. “Cada individuo tiene comprometida su personalidad
en las instituciones sociales”, porque encuentra en ellas “un apoyo, un elemento de
seguridad, de identidad”. No solo una parte de la subjetividad está volcada en la
institución, sino también parte de la institución lo está en la subjetividad, por
ejemplo, en el esquema corporal del individuo. Cuando se trata de una personalidad
21

en sí misma poco integrada, la participación en ella de la institución determinará


mayores grados de dependencia subjetiva. Con lo cual, la institución, como
“instrumento de regulación y de equilibrio de la personalidad”, devendrá en
colonizadora de la individualidad.

En este punto Bleger retoma las formulaciones de Jaques, para quien la institución
opera como un mecanismo de defensa contra las ansiedades más tempranas. Así,
una parte de las defensas de la personalidad se encuentran depositadas y
cristalizadas en la institución, convirtiéndose ésta en “un sistema externo de control
de las mismas ansiedades”. De retorno, en la medida en que en la institución imperan
la rigidez y el formalismo burocrático, estos modos se incorporan en las personas
como mecanismo subjetivo para el control de las ansiedades. Al adoptarlos, la rigidez
institucional deviene en fuente “de empobrecimiento y estereotipia del ser
humano”.[35] De esta manera se revelan los efectos nocivos de la burocratización,
se los observa en la constitución de grupos “estereotipados o formalizados”. La
rigidez de estos grupos, efecto de institución, se produce en la medida en que en ellos
prima una subjetividad poco integrada, carencia que es una resultante de las
subjetividades individuales. Esto último es lo propio de los grupos que Bleger
denomina “primarios”, por su aproximación a la institución familiar. Por oposición,
están los “grupos secundarios”, en los que interviene “el nivel más maduro de la
personalidad” y donde puede consolidarse y enriquecerse la “diferenciación e
identidad de sus miembros”. En el grupo primario predominan las identificaciones
masivas y la “participación”, con lo cual se complica el mantenimiento de roles
diferenciados y funciones discriminadas.[36] Al término de participación Bleger lo
toma de los trabajos de Lévy-Brhül sobre la mentalidad primitiva y sus
fenómenos de animismo y pensamiento mágico. Con ese término busca dar cuenta
de la falta de discriminación entre el sujeto y el objeto, entre la persona y la
institución, que se verifica cuando se es la institución. Se trata de un fenómeno que
encuentra de igual naturaleza a los postulados por el antropólogo francés en las
sociedades dichasprimitivas, a los cuales él mismo denomina “sincretismo
22

primitivo”. El sincretismo, tanto en la perspectiva ontogenética como filogenética “es


un estado de indiferenciación o indiscriminación entre sujeto y objeto, que sólo
evoluciona en el desarrollo por un incremento de la experiencia social del
individuo”.[37] Su presencia en la institución vendría a dar cuenta de aquello que
Lourau caracterizó luego como sobreimplicación afectiva.[38] Pues para Bleger, en
las instituciones suele observarse una continuidad del sincretismo familiar bajo la
forma de los grupos primarios “de pertenencia fuerte, pero como un grupo de tarea
muy débil”, sobrecargados de afectividad y susceptibles por lo tanto de conflictividad
emocional. Son las ambigüedades emotivas que esto implica lo que suele resolverse
mediante compensaciones reactivas como la burocratización y el formalismo. A su
vez esto deriva en la segmentación de la comunidad institucional en grupos
separados y antagónicos.[39]

Es en este punto donde las formulaciones de Bleger sobre Psicología Institucional


hechas en 1966 alcanzan originalidad y profundidad. Lo hacen a través de
conceptualizaciones que serán retomadas y ampliadas en Simbiosis y
ambigüedad de 1967 y, por lo que toca más específicamente a la institución, enEl
grupo como institución y el grupo en las instituciones de 1970. La personalidad
sincrética, indiferenciada, que es trasfondo de la personalidad individual, lo es
también de la institución. En el plano individual, para que se configure la
subjetividad debe mantenerse separado el sincretismo originario, pues en éste no se
es individuo sino grupo. En el origen se es grupo. Luego, mediante el proceso de
individuación, emerge la propia personalidad sobre fondo de ese sincretismo que
requiere de clivaje. La personalidad indiferenciada del sincretismo primario se
origina en la familia, ésta es su lugar de residencia y donde posee derecho de
existencia. Por fuera de ella, en las instituciones secundarias, se requiere su clivaje,
su separación radical. Pero con ello el sincretismo no sucumbe, sino que permanece
siempre pronto a emerger, pues constituye la masa primaria, subyacente, latente, de
los grupos secundarios y de la institución. Su emergencia suele ocurrir en situaciones
de crisis o cuando existen tensiones irresueltas, ocasiones éstas en que la institución
23

se repliega en el grupo primario. En oportunidades, ese movimiento puede resultar


provechoso, por los montos de cohesión y pertenencia que genera, pero es también
y ante todo desencadenante de confusiones, ambigüedades y conflictividad. La
misma regresión ocurre cuando en las instituciones existe déficit de información, lo
que suele sustituirse con fantasías, cuyo sustrato es sincrético.

Ahora bien, más allá de estas situaciones, el hecho institucional mismo implica
siempre una tendencia a la estabilización, la estereotipia y la monotonía. Esta
tendencia es inherente al principio económico que lo rige, cuya razón de ser se
encuentra en la necesaria previsibilidad, la disminución del riesgo, la objetivación de
las prácticas y todo aquello inherente a la dimensión de lo instituido, sin lo cual la
institución no permanecería, no duraría, como institución. Por lo mismo, ella
implica el costo de un “continuo y reiterado empobrecimiento de las relaciones
interpersonales”. Con estas palabras Bleger se está refiriendo al fenómeno
de institucionalización ya estudiado por Leonard Mack, David Martin y Erving
Goffman.[40] A este fenómeno lo encuentra similar a lo que en 1958 “Betthelheim
y Sylvester llaman institucionalismo psicológico”, definido en el campo de la salud
como “hospitalismo” y en términos más generales como “burocratización”. En el
límite, estos fenómenos suponen el afianzamiento de la alienación del sujeto, su
empobrecimiento, “el vaciamiento de la condición humana”. Porque las
instituciones no solo funcionan como sistemas externos de control y defensa de las
ansiedades psicóticas, sino que en algún grado alienan “las fuerzas de los seres
humanos” con las cuales ellas funcionan. Para Bleger, lo que comúnmente se llama
adaptación implica el sometimiento a la estereotipia institucional, hecho reforzado
por la aceptación del mando estratificado, con el consecuente empobrecimiento del
yo señalado por Freud a propósito de la relación de la masa con su líder. Sobre base
de este trasfondo en cada institución se revela un “grado de dinámica” particular,
determinado por la capacidad de explicitar, manejar y resolver los conflictos dentro
del propio marco. A menor dinamismo habrá mayor grado de “estereotipia”, pues
ésta es el modo con el cual la institución se defiende ante el conflicto, recluyéndose
24

en el formalismo de los roles y las funciones instituidas, esperando encontrar en la


burocratización la solución para situaciones dilemáticas cuyo sustrato es en rigor de
naturaleza vincular.[41]

En este punto se revaloriza la preocupación de Bleger por la cuestión del encuadre de


la práctica psico-institucional. Pues la naturaleza de estos procesos suscitará no poco
problemas al momento de una intervención. Por un lado se despertarán fenómenos
del mismo tipo que la Psicología clínica ya ha estudiado. Por ejemplo, el hecho que
los motivos por los que se demanda una intervención no constituyan el verdadero
problema que afronta la institución, el cual se oculta por detrás de esa demanda.
También, la emergencia de las conocidas resistencias al análisis, comenzando por las
de quienes han solicitado la presencia de los analistas. Se plantearán además los
problemas inherentes a las implicaciones, identificaciones y rechazos de los
intervinientes respecto de la institución, los que deberán ser tenidos en cuenta al
momento de aceptar un encargo. Inmerso en un campo que lo implica, el psicólogo
debe orientar su intervención, no a interpretar o resolver problemas, sino a
incrementar el grado de dinámica de la institución, de modo que en ella el conflicto
se pueda arbitrar con medios propios. Conflicto que no suele presentarse como tal,
sino ante todo como “ambigüedad”, como coexistencia de valoraciones y afectos
positivos y negativos. Así, la intervención psicológica deberá colaborar para su
transformación en conflicto, para que luego se constituya como “problema”. Cuanto
menor sea el grado de dinámica en una institución, mayor será el ataque que sufrirá
el encuadre con que trabajan los psicólogos. De aquí también la prioridad que Bleger
le asigna a la cuestión del encuadre, más aún si se considera que el equipo de
psicólogos fungirá “como catalizador o depositario de conflictos”.[42]

CONCLUSIÓN

La Psicología Institucional argentina surge entonces como consecuencia de un


proceso social histórico donde, por un lado, el paciente mental comienza a adquirir
consideración social y ciudadanía. Al mismo tiempo, se comienza a reconocer en la
25

génesis de los padecimientos psíquicos la incidencia de variables de entorno,


ambientales. Por otro lado, las instituciones en general, y las psiquiátricas en
particular, son puestas en tela de juicio en un contexto sensibilizado por la Guerra
Civil española y la inmediata Segunda Guerra Mundial, en la cual emerge la siniestra
realidad institucional de la experiencia concentracionaria nazi. Es este contexto
donde emergen nuevos sentidos en relación con la institución.

Por lo que toca a la Argentina, cuya participación en este proceso fue más activa que
receptiva, estas preocupaciones son asumidas por médicos psiquiatras de tradición
humanística y social, varios de ellos enrolados en posiciones de izquierda. Esta
generación de profesionales, ante todo psicoanalistas, hace su desembarco en el
Hospital Público, lugar en el que establecen dispositivos grupales de atención
terapéutica. En este marco social-institucional se destaca la figura de Enrique Pichon
Rivière y la particular concepción de la Psicología Social que desarrolla. Su discípulo
y amigo, José Bleger será quien retome esas postulaciones para hacer de ellas una
Psicología Institucional, en combinación con los principios de la Psicología Concreta
de Georges Politzer y las formulaciones psicoanalíticas de cuño kleiniano de Elliot
Jaques sobre las relaciones entre psiquismo e institución.

De esta manera cobra forma una psicología social-institucional, a la vez


psicoanalítica y materialista, en donde la institución se divide en una dimensión
sociológica y otra psicológica, ambas merecedoras de análisis según las respectivas
disciplinas. Pero a la vez, ambas dimensiones se encuentran –y este es el aporte
original, inventivo, de Bleger– en los conceptos de simbiosis
originaria ypersonalidad sincrética. La materia sobre la que se establecen la
subjetividad personal, y la subjetividad colectiva que permite que exista institución,
es la misma. Es sobre fondo de una indistinción sujeto-objeto que ambas
subjetividades se dan, trasfondo sin el cual ninguna de ellas existiría. La base de la
subjetividad es una, sea cual fuere el ámbito, individual o colectivo, donde ella
ocurra. Sin simbiosis no hay ni sujeto ni institución, pero con ella tampoco. El
26

sincretismo de la simbiosis debe estar pero sin hacerse presente. Debe estar clivado.
Por lo que toca a la institución, su emergencia provoca en sus actores un sinnúmero
de situaciones confusas, ambiguas, dilemáticas, que no pueden resolver porque en el
sincretismo de la simbiosis no se sabe quién se es ni dónde se está. De ahí la
necesidad de una intervención externa, hecha por sobre todo con recurso de una
teoría y de un arte de la intervención, muñido de sus reglas del buen arte, que Bleger
prioriza.

BIBLIOGRAFÍA

Ameghino, Arturo (1935) “La acción del Estado en el mejoramiento de la


raza”, Revista de criminología, psiquiatría y medicina legal, Órgano del
Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional, Año XXII, n° 127,
enero-febrero.

Ardoino, Jacques (1980 [1975]) “Prefacio. El deseo y la institución”, en G.


Lapassade Socioanálisis y potencial humano. Barcelona: Gedisa.

Balán, Jorge (1991) Cuéntame tu vida. Buenos Aires: Planeta, 1991.

Bethelheim, Bruno y Sylvester, Emmy (1958) “A Therapeutic Milieu”, en C.


F. Reed, Y. E. Alexander y S. S. Tomkins, Psychopathology. Harvard
University Press.

Bleger, José (1958 [1955]) “Georges Politzer. La psicología y el


psicoanálisis”, en Psicoanálisis y dialéctica materialista. Buenos Aires:
Paidós

Bleger, José (1958) Psicoanálisis y dialéctica materialista. Buenos Aires:


Paidós.
27

Bleger, José (1965) “Apéndice”, en G. Politzer Psicología Concreta. Buenos


Aires: Jorge Álvarez.

Bleger, José (1966) Psicohigiene y psicología institucional. Buenos Aires:


Paidós.

Bleger, José (1966 b) “Apéndice”, en Georges Politzer (1966


[1928]) Crítica de los fundamentos de la Psicología: el
psicoanálisis. Buenos Aires: Jorge Álvarez.

Bleger, José (1967) Simbiosis y ambigüedad. Buenos Aires: Paidós.

Bleger, José (1971) “El grupo como institución y el grupo en las


instituciones”, en R. Kaës, (1993 [1987])La institución y las instituciones,
Paidós, Buenos Aires.

Dagfal, Alejandro (2009) Entre París y Buenos Aires. Buenos Aires:


Paidós.

Deleuze Giles (1991 [1990]) “Posdata sobre las sociedades de control”,


en Christian Ferrer (comp.) El lenguaje libertario, Tº 2. Montevideo:
Nordan.

Goffman, Erwin (1958) “The Characteristics of Total


Institutions”, Symposium on Preventive and Social Psychiatry, US Gov.
Printing Office, Washington DC, 1958.

Jaques, Elliot (1965 [1955]) “Los sistemas sociales como defensa contra las
ansiedades persecutoria y depresiva”. En M. Klein et al., Nuevas
Direcciones en Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Lapassade, George (1977 [1974]) Grupos, organizaciones e


instituciones. Barcelona: Granica.
28

Lourau, René (1990) « Implication et surimplication », La revue du


Mauss, no 10.

Mack, Leonard John, “The Treatment of Institutionalized Defective


Delinquents”, The Prison Journal, Oct 1954; vol. 34: pp. 21-26.

Martin, David V. (1955) “Institutionnalisation”, en Lancet, ii, p. 1188.

Mendel, Gerard (1993[1992]) La sociedad no es una familia. Buenos Aires:


Paidós.

Pichon Rivière, Enrique (1958) “Aplicaciones de la psicoterapia de


grupo”, Primer Congreso Latinoamericano de Psicoterapia de
Grupo. Buenos Aires: Actas.

Pichón Rivière, Enrique (1980 [1971]) El Proceso Grupal I. Buenos Aires:


Nueva Visión.

Rascovsky, Arnaldo (1974) Esquema autobiográfico, Revista de


Psicoanálisis, APA, T. XXXI, Nº 1/2.

Sartre, Jean-Paul, (1970 [1960]) Crítica de la razón dialéctica. Buenos


Aires: Losada, 2da edición (la 1era edición de Losada es de 1963).

Varela, Cristián (2009) “El análisis institucional en la modernidad tardía.


La relación social como intervención institucional”, en M. J. Acevedo y C.
R. Díaz (comp.) Veinte miradas institucionales. Buenos Aires: Teorías y
Técnicas en Psicosociología Clínica, 2009. ISBN 987-987-25242-0-3, pp.
40-60.

Zito Lema, Vicente (1976) Entrevista con Pichón Rivière. Buenos Aires:
Timmerman.
29

[1] Varela, Cristián “El análisis institucional en la modernidad tardía. La relación


social como intervención institucional”, en M. J. Acevedo y C. R. Díaz (comp.) Veinte
miradas institucionales. Buenos Aires: Teorías y Técnicas en Psicosociología Clínica,
2009. ISBN 987-987-25242-0-3, pp. 40-60.

[2] Deleuze Giles, “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer
(comp.) El lenguaje libertario, Tº 2. Montevideo: Nordan 1991 [1990].

[3] Ardoino, Jacques, “Prefacio. El deseo y la institución”, en G.


Lapassade, Socioanálisis y potencial humano.Barcelona: Gedisa, 1980 [1975].

[4] Pichon Rivière, Eduardo Enrique Kraft, Mauricio Goldenberg….

[5] Dagfal, Alejandro, Entre París y Buenos Aires. Buenos Aires: Paidós, 2009. Para
el caso vale como ejemplo el título del trabajo de Arturo Ameghino “Higiene mental.
La acción del Estado en el mejoramiento de la raza”, aparecido en laRevista de
Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal, donde se asocia la degeneración de la
raza con la inmigración, y se aboga por la reclusión institucional del alienado mental
(XXII, pág. 146).

[6] Citado por Dagfal, op. cit., pp. 74-78.

[7] Idem, p. 83.

[8] Pichón Rivière, Enrique, El Proceso Grupal I. Buenos Aires: Nueva Visión, 1980
[1971], p. 9.
30

[9] Rascovsky, Arnaldo, Esquema autobiográfico, Revista de Psicoanálisis, APA, T.


XXXI, Nº 1/2, 1974.

[10] Balán, Jorge, Cuéntame tu vida. Buenos Aires: Planeta, 1991.

[11] Pichon Rivière, op. cit.

[12] Citado por Dagfal, op. cit., pp. 153-154.

[13] Zito Lema, Vicente, Entrevista con Pichón Rivière. Buenos Aires: Timmerman,
1976.

[14] Dagfal, op. cit., p. 288.

[15] Pichon Rivière, op. cit., p. 178; y Pichon Rivière, Enrique, “Aplicaciones de la
psicoterapia de grupo”, Primer Congreso Latinoamericano de Psicoterapia de
Grupo. Buenos Aires: Actas. 1958, p. 421.

[16] Op. cit., 1980 [1971], p. 188.

[17] Pichón Rivière, op. cit. 1958, pp. 425, 426.

[18] Lucien Bonnafe, Sven Follin, George Daumézon, Louis Le Guillant, Paul
Sivadon, etc.

[19] Dagfal, op. cit. pp. 86-91.

[20] Bleger, José, Psicohigiene y psicología institucional. Buenos Aires: Paidós,


1966, p. 45.

[21] Bleger, José, “Georges Politzer. La psicología y el psicoanálisis”,


en Psicoanálisis y dialéctica materialista. Buenos Aires: Paidós, 1958 [1955].
31

[22] Bleger, José, “Apéndice”, en G. Politzer Psicología Concreta. Buenos Aires:


Jorge Álvarez, 1965, p. 238.

[23] “Así como un sistema religioso revela una trasposición al plano de la fantasía de
una realidad social concreta, creándose otro mundo proyectado en el cielo, de igual
manera la vida concreta y particular del sujeto es llevada, por medio de la
transposición, a engendrar una realidad espiritual, como segunda naturaleza, como
esencia distinta y aparte del mundo real y concreto” (Bleger, José, Psicoanálisis y
dialéctica materialista. Buenos Aires: Paidós, 1958, p. 43).

[24] Op. cit., 1958, p. 24.

[25] Op. cit., 1965, p. 238.

[26] Op. cit., 1958, p. 39.

[27] Bleger, José, “Apéndice”, en G. Politzer, Crítica de los fundamentos de la


Psicología: el psicoanálisis. Buenos Aires: Jorge Álvarez, 1966 b, p. 260.

[28] Op. cit., 1965, p. 241, 32.

[29] Id., 1965, p. 242, 267.

[30] Op. cit., 1966 b, p. 251, 247.

[31] Id. p. 248-252.

[32] Mendel, Gerard (1993[1992]) La sociedad no es una familia. Buenos Aires:


Paidós.

[33] Op. cit., 1966 pp. 79, 58-59.

[34] Id., pp. 80, 90.


32

[35] Id. p. 80.

[36] Id. p. 86.

[37] Op. cit., 1966 b, p. 267.

[38] Lourau, René, « Implication et surimplication », La revue du Mauss, no 10,


1990.

[39] Op. cit., 1966, p. 86.

[40] Mack, Leonard John, “The Treatment of Institutionalized Defective


Delinquents”, The Prison Journal, Oct 1954; vol. 34: pp. 21-26; Martin, David V.,
“Institutionnalisation”, en Lancet, ii, 1955, p. 1188; Goffman, Erwin “The
Characteristics of Total Institutions”, Symposium on Preventive and Social
Psychiatry, US Gov. Printing Office, Washington DC, 1958.

[41] Op cit. 1966, p. 75, 78.

[42] Id., pp. 72, 78, 76.

David V., “Institutionnalisation”, en Lancet, ii, 1955, p. 1188; Goffman, Erwin “The
Characteristics of Total Institutions”, Symposium on Preventive and Social
Psychiatry, US Gov. Printing Office, Washington DC, 1958.

[41] Op cit. 1966, p. 75, 78.

[42] Id., pp. 72, 78, 76.

También podría gustarte