El Derecho Como Ciencia, Un Examen Desde Las Escuelas Jurídicas
El Derecho Como Ciencia, Un Examen Desde Las Escuelas Jurídicas
El Derecho Como Ciencia, Un Examen Desde Las Escuelas Jurídicas
Reconociendo esto como “clima intelectual”, debe, no obstante, dejarse en claro que la búsqueda
del reconocimiento del Derecho como Ciencia no es fruto de una mera presión externa a los
intereses de los propios investigadores, sino a la constatación de un hecho: el Derecho puede
aprehender para sí, y en su despliegue como ciencia, todas las potencialidades del método
científico. Tómese como ejemplo de ello uno de los posibles objetos de estudio del Derecho
como ciencia: la norma jurídica. Nos dice Bachelard (1978: 106) que en el “racionalismo
aplicado”, propio, desde su paradigma epistemológico, de la Ciencia,
el objeto percibido y el objeto pensado pertenecen a dos instancias filosóficas
diferentes. Es posible, pues, describir al objeto dos veces: una como se lo percibe,
otra como se lo piensa. El objeto es aquí fenómeno y noúmeno. Y, en tanto que
nóumeno, está abierto a un porvenir de perfeccionamiento que el objeto del
conocimiento común no posee. El nóumeno científico no es una simple esencia, es
un progreso del pensamiento. Así se muestra desde sus primeros rasgos y llama a
otros progresos.
La norma jurídica, dada su doble faceta de supuesto fáctico a la vez que de consecuencia
jurídica (sea porque se encuentre enunciada en sí misma, sea porque tal consecuencias se
halle dispersa en otras normas del ordenamiento), puede presentársenos como expresión
concreta de ese nóumeno científico que es objeto de percepción , así como de pensamiento;
puede ser objeto percibido, cuando se observan los supuestos fácticos de la norma; pero a
la vez, puede ser objeto pensado, cuando se hace una asociación deductiva de una regla
general expresada en un enunciado al cotejarse con la ocurrencia en el mundo de un evento
que pudiere ser cobijada por ella para la producción de una asignación de consecuencias.
En síntesis, la investigación científica sobre un cuerpo de normas es empírica a la vez que
especulativa.
Esta postura encuentra, resulta una obviedad decirlo, fuertes contradictores. Menciónese,
sea de paso, sólo a uno de ellos: Mario Bunge. Bunge (2004: 23), cataloga al Derecho
como una mera técnica social. Esta categorización así expresada puede deberse un debido
entendimiento como mero sistema de regulación. Sin embargo, el Derecho puede ser, y es,
mucho más que eso.
Ahora bien, la defensa más acabada del Derecho como ciencia se encuentra en sus propias
escuelas jurídicas, en las teorías que estas han sustentado, pues ello demuestra que el
Derecho tiene la capacidad de lograr un conocimiento estructurado de su propio objeto, así
como de un trabajo interdisciplinario con otras ciencias. Así mismo, y siguiendo en lo
pertinente las tesis de Sartori (2002: 26-27), debe considerarse la esencialidad de un
instrumento lingüístico firmemente acendrado en la conciencia de los investigadores para
la formación de una Ciencia autónoma y crítica; es decir, deben estar las miras puestas en
la consecución de un lenguaje precioso. Ello es así toda vez que “en el pensamiento crítico
o cognoscitivo, la precisión del lenguaje es esencial. Utilizar una palabra en vez de otra
tiene importancia, y equivocar (esto es, usar impropiamente) un cierto término, equivale a
equivocar el concepto” (Sartori, 2002: 27).
Las escuelas jurídicas y sus teorías son, en síntesis, una muestra de la capacidad del
derecho para la consecución de un conocimiento estructurado, a la vez que un esfuerzo de
construcción de un instrumento lingüístico. Por esta razón, a continuación se exponen los
postulados básicos de un número de ellas, para presentar con esto un panorama de lo que el
Derecho como ciencia puede ofrecer. Deberá aclararse que la exposición tendrá como eje
central las escuelas de corte hermenéutica, toda vez que en ellas es más latente un esfuerzo
por el afianzamiento de un instrumento lingüístico.
En primer lugar, la Escuela de la Exégesis de origen francés, y posterior a ello con fuertes
influencias del positivismo científico del siglo XIX, vio en el derecho una mero ejercicio
silogístico donde el caso particular encaja automáticamente en el general, siendo así que al
juez no le queda más que sacar una conclusión inmediata donde no median ni su juicio ni
la fuerza de su razón. El juez no puede crear el derecho, pues ya el derecho está dado por el
legislador, representante de la voluntad general. Se partía pues, de la base de que la norma
contemplaba suficiente y profundamente todos los casos posibles que pudieren presentarse.
Esta tendencia está asociada a la ideología de la revolución francesa, que propugnaba por
mayor seguridad frente a los devaneos de los jueces, en favor del antiguo régimen. De ahí
que pueda asociarse, esta escuela, con una concepción más compleja del derecho, el
iuspositivismo, para el que “el Derecho es explicado por su propia materialidad coercitiva,
previsibilidad y seguridad” (Wolkmer, 2008: 109). Ahora bien, siguiendo a Vásquez
(2003: 53) la Exégesis puede caracterizarse por el seguimiento de tres principios básicos:
regulación suficiente de la norma positiva, interpretación lexicográfica e interpretación y
aplicación literal del juez.
Bibliografía
Sartori, G. (2002). La política: Lógica y método de las ciencias sociales. Ciudad de México:
Fondo de Cultura Económica.