Memorias de Un Emigrante. (Imágenes Y Confidencias)
Memorias de Un Emigrante. (Imágenes Y Confidencias)
Memorias de Un Emigrante. (Imágenes Y Confidencias)
Ignacio Álvarez
Universidad Alberto Hurtado
ialvarez@uahurtado.cl
RESUMEN
Este artículo investiga los modos mediante los cuales la experiencia, deinida al modo de Walter Benjamin,
es transmitida en la narración autobiográica Memorias de un emigrante. (Imágenes y conidencias) (1957),
del escritor chileno-árabe Benedicto Chuaqui Ketlún. Se analizan independientemente las dos partes del
texto, y en ambas se identiica una estrategia representacional de cuño realista, la particularización. A
propósito de la segunda parte, Imágenes y conidencias, se concluye que la experiencia pierde autoridad
en la misma medida en que su autor, exitoso comerciante, pierde contacto con el mundo material que lo
sustenta. En cuanto a la primera, Memorias de un emigrante, airmamos que la transmisión de la expe-
riencia del “allá entonces” de Siria pierde su autoridad en tanto la particularización, obligada a referirse a
un mundo ausente, termina intentando un realismo sin materia. Si toda experiencia es inactual (Oyarzún),
entonces el fracaso de Chuaqui es parte de la historia de la literatura considerada justamente como una
historia de esos fracasos.
ABSTRACT
This article inquires into the ways by which the experience, as deined by Walter Benjamin, is transmit-
ted in the autobiographical narrative Memorias de un emigrante. (Imágenes y conidencias) (1957), by
Arab-Chilean writer Benedicto Chuaqui Ketlún. We analyze separately the two parts of the text, and we
identify in both a realistic strategy of representation, the particularization. In the second part, Imágenes
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y conidencias, we conclude that the experience loses its authority when the author, a successful trader,
loses contact with the material world behind him. As for the irst, Memorias de un emigrante, we conclude
that the transmission of the experience of life in Syria loses its authority when particularization, forced to
refer to an absent world, tries a realism without matter. If all experience is obsolete (Oyarzún), the failure
of Chuaqui is a part of the history of literature considered as a history of these failures.
1
Los datos de publicación de la obra de Chuaqui provienen de Ágreda Burillo (passim).
Vale reparar, además, que La amortajada tiene una primera edición argentina de 1938. Con
respecto a los problemas de periodización de la literatura chilena, conviene leer el “triángulo
sincrónico” que Jaime Concha describe para un momento algo anterior a la década del 40, la
coexistencia de “poesía de vanguardia, el realismo ruralista y la nueva narrativa [, también
inspirada en la vanguardia]” (22). La geometría es la misma, en todo caso.
2
Chuaqui, Benedicto. Memorias de un emigrante. Imágenes y conidencias. Santiago:
Zig Zag, 1995. Este volumen retira la introducción de Luis Durand y agrega subtítulos a los
apartados de la primera parte, que forma una narración continua en la edición de 1957. Cito
por la edición de 1957, pues no existe seguridad con respecto a la autoría de las decisiones
editoriales del volumen de 1995.
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3
Ver artículo de M. O. Samamé, y los textos de Cánovas: Literatura… y “Voces
inmigrantes”.
4
Lorena Amaro integra las Memorias de un emigrante (Imágenes y conidencias) de
1957 como parte del extenso corpus que deine el campo de memorias y autobiografías chi-
lenas del periodo 1891 - 1925 (24-6). El primero en notar la pertenencia de las Imágenes de
Chuaqui a la serie de novelas sociales del medio siglo fue Rodrigo Cánovas, que deine obras
como las de Guzmán, Juan Godoy, González Vera y Chuaqui a partir de “la celebración de
la cofradía popular, regida por dos principios opuestos y complementarios: la fraternidad y el
egocentrismo” (Cánovas, “Voces inmigrantes árabes” 231).
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Entendiendo que la distinción entre autobiografía y memoria (la segunda más centrada
en la historia social y política que en el destino individual, como la primera), puede ser útil en
algunos contextos, no parece serlo para este trabajo, y por tanto no se la utiliza. Sobre la dis-
tinción entre autobiografía y memoria ver Lejeune 48; sobre los problemas para su aplicación
en el contexto chileno de la primera mitad del siglo XX ver Amaro, “Que les perdonen” 9, en
nota.
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Antes de comenzar, vale la pena hacer una primera observación. Como señalé
más arriba, el libro que Benedicto Chuaqui publicó en 1957 es en realidad dos libros,
y no solo responden a dos impulsos de escritura distintos sino a dos objetos, a dos
géneros literarios y a dos estrategias de representación completamente diversos. Lo
que en adelante llamaré Memorias de un emigrante transcurre en Siria, busca mostrar
a los chilenos la experiencia vital del mundo árabe y narra, en el formato de la novela
moderna, el fracaso del padre de Benedicto. El texto que llamaré Imágenes y conidencias
transcurre en Chile y, aunque también se dirige a un público chileno, intenta mostrar
la experiencia de la asimilación del inmigrante y el camino de su éxito económico; su
formato, consecuentemente, será el de la novela de formación.
Puesto que se trata de dos proyectos tan distintos, cada uno será expuesto en un
apartado diferente. Comienzo, entonces, por el segundo de los libros.
6
La mal llamada turcofobia, el rechazo de los chilenos a los inmigrantes árabes,
vivó su momento más intenso durante las primeras décadas del siglo XX. Antonia Rebolledo
Hernández ha explicado que los focos de conlicto era tres. En primer lugar, el menosprecio
de los chilenos por el comercio, la actividad predominante de los árabes. Las elites lo consi-
deraron una forma improductiva (y acaso ilegítima) de lucrar, directamente asociada con la
deshonestidad y la ambición. Había también un prejuicio racial, de modo que una hipotética
raza chilena se vería beneiciada por la incorporación de rasgos europeos y perjudicada por
elementos asiáticos, árabes o judíos. Por último, la crisis económica y social de principios de
siglo fue un caldo de cultivo óptimo para el lorecimiento de una corriente de pensamiento
popular-nacionalista, representada por ideólogos como Nicolás Palacios, Tancredo Pinochet
Le-Brun y Francisco Antonio Encina, que encontró en la inmigración árabe una de las causas
del problema económico, puesto que desplazaba de sus trabajos a los chilenos. Ver Rebolledo
Hernández en la bibliografía.
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Sobre los migrantes de otras nacionalidades y la comunidad que forman en las Imá-
genes ver Cánovas, “Voces inmigrantes” 230.
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maltratada por su irresponsable marido, por otro lado, “me dio la sensación de todo lo
que puede dar la mujer chilena en virtud y abnegación, cuando ha sido criada en un
hogar respetable” (191). Y por medio de la casquivana y ligera maestra Raquel entenderá
que los demás profesores chilenos, en contraste, son gente “abnegada y con un hondo
concepto de la misión trascendente que les cabe desempeñar en la sociedad” (157).
Esta imagen de Chile a comienzos del siglo XX no coincide con ninguna de
las cinco versiones más o menos distinguibles de la identidad chilena que Jorge La-
rraín describe en su libro de 2001, dedicado precisamente a hacer un ordenamiento
de cómo nos hemos ido imaginando a lo largo de la historia (Larraín 34-41).8 Y no
coincide porque esas “versiones chilenas de Chile” han sido elaboradas desde espacios
relativamente ijos en el ordenamiento social, y Chuaqui en cambio circula con cierta
libertad entre ellos, o quizá habría que decir que los observa con relativa distancia
desde el exterior. Al describir la desidia para perseguir a los ladrones muestra cierto
desprecio por el mundo popular, pero en la denuncia de la intolerancia xenófoba se
pone claramente de parte de ese mismo mundo, hegemonizado como él lo ha sido. Una
mirada sensible a la heterogeneidad y capaz de ofrecer información crítica al cuerpo
social al que se incorpora es por deinición una mirada que moderniza; el migrante, y
Chuaqui lo hace aun sin ser en su lugar de origen un sujeto moderno, se convierte en
un agente modernizador en virtud de la suya (Trigo 285-90).
Siguiendo con idelidad el esquema de la novela de formación, las Imágenes
terminan cuando Benedicto se integra al Cuerpo de Bomberos de Santiago. Hay en ello
una voluntad de composición alegórica, por cierto, pues el uniforme de bombero, sujeto
útil que trabaja sin buscar retribución, sella la integración nacional y limpia las ofensas
que la violencia turcófoba ha dejado caer sobre el joven comerciante (Cánovas, “Voces
inmigrantes” 240). Pero en este inal me interesa una arista diferente, más relacionada
con la estética del realismo. Los rasgos textuales de la particularización, a medida que
la narración avanza, se van haciendo menos perceptibles: cada vez sabemos menos
sobre las mercancías con las cuales Benedicto surte su negocio, menos del tamaño del
local o los detalles de su tráico, y sobre todo menos de las personas que lo rodean.
Hay que sumar a ello que la narración se interrumpe a sus veinticinco años, y que
Chuaqui escribe las Imágenes a los cuarenta y siete9: entre la escritura y los hechos
del relato hay una elipsis –un silencio– de poco más de veinte años. Las preguntas del
8
Esas versiones son: la militar-racial, la que ofrece la cultura popular, la que busca
su arraigo en el hispanismo o en el catolicismo, la empresarial posmoderna. Una sexta ver-
sión, el hipotético “carácter chileno”, es razonablemente desechada por Larraín debido a su
inconsistencia.
9
El último episodio del relato es la muerte de Badih, el hermano tuberculoso, sepultado
en San José de Maipo “una triste noche del mes de julio de 1920” (248).
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lector arrecian: ¿en qué trabajan las hermanas Tagafol y Rebeca, los hermanos Basim
y Eliam, a quienes trae a vivir a Chile?, ¿con quién se casa, inalmente?, ¿quiénes
viven en los vecindarios a los que traslada su tienda a medida que van cambiando las
condiciones del negocio? El texto pierde consistencia, materia, adhesión a las cosas;
va convirtiéndose en concepto e idea, y termina con una declaración que replica el
esqueleto del más abstracto nacionalismo: “Chile es ahora mi patria realizada, en todo
cuanto hay aquí de grande, de ideal y de hermoso” (250).
¿Qué ha ocurrido? Que la novela de formación es la primera víctima del éxito
que obtiene su protagonista. Iniciadas las Imágenes en una pobreza casi miserable, una
pobreza que literalmente obliga a lidiar con la materia de la cual está hecho el mundo
–a dormir en el negocio, por ejemplo, encima del mostrador (120-1), o a pelearle la
propia nariz a los ratones (134)–, el triunfo de nuestro héroe signiica también su
acceso a las comodidades de la vida burguesa, y eso quiere decir su progresivo des-
apego de la experiencia material que caracteriza a la vida popular.10 Ocurre entonces
un movimiento sutilmente dialéctico, el deslizamiento del joven Benedicto desde una
posición económica y culturalmente dominada a una posición, al menos en términos
económicos, dominante. Puesto como una alegoría, podría decirse que al inicio de la
memoria las cosas eran un obstáculo y una diicultad, pero al mismo tiempo un aci-
cate para su movimiento; cuando logra convertirse en un comerciante establecido el
mundo material se allana tal vez convertido en dinero, abstracción absoluta en tanto
puede signiicarlo todo.11
No se trata de que Chuaqui sea culpable de su éxito económico y que ello de
alguna manera malogre la escritura. Solo quiero señalar que el dispositivo que ofrecía
10
Julio Pinto, Azun Candina y Robinson Lira observan que los inmigrantes, en general
“no llegan a formar parte de una masa de trabajadores asalariados. Probablemente se resistieron
a un proceso de proletarización que ya habían experimentado o eludido en sus países de origen”
(78). Lo que ocurrió con ellos es que “se hicieron parte de un empresariado medio urbano,
manufacturero, comerciante y técnico relativamente exitoso” (79). Por otro lado, este evidente
progreso material no signiica que los inmigrantes árabes se hayan integrado a la gran burguesía
chilena, cosa que no hacen sino casi a ines del siglo XX y al pulso de la expansión global del
capital. Novelas como Los turcos (1961) de Roberto Sarah y El viajero de la alfombra mágica
(1991) de Walter Garib se harán cargo de esta clase de problemas.
11
Fredric Jameson lee la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo de este modo: “solo el
esclavo conoce verdaderamente la realidad y la resistencia de la materia, solo el esclavo puede
tener una verdadera conciencia material de su situación, porque precisamente se lo condena
a eso. El amo, por su parte, está condenado al idealismo, al lujo de una libertad que no tiene
asidero y en la que cualquier conciencia de su situación concreta se le escapa como un sueño,
como una palabra olvidada que está en la punta de la lengua, una duda inoportuna que su mente
confundida no puede formular” (193).
220 IGNACIO ÁLVAREZ
12
Luis íñigo Madrigal apuntó a ese mismo dilema cuando subrayaba que los novelistas
de la generación del 38 declaraban sentirse identiicados con el pueblo: “sentirse equivale a
considerarse, esto es, más allá del voluntarismo que indica, a no ser realmente” (38).
13
El padre de Chuaqui es en realidad un artesano. Recibe ovillos de lana y debe entregar
al industrial un tejido hecho a telar. Su trabajo se describe en 12.
14
Esta descripción es inexacta. Las Memorias efectivamente nos describen al padre de
Chuaqui de esta manera, pero en las Imágenes, en un segundo plano muy lejano, nos enterare-
mos de sus planes para un segundo matrimonio allá en Homs, y luego, de su muerte.
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Los varones ejecutaban una danza que tenía cierto parecido con la graciosa
cueca de esta tierra (50).
[A]sí como aquí se llama “canutos” a los evangélicos, allá los siríacos eran
considerados herejes por los ortodoxos (60).
[M]e topé con un chico vecino, una especie de “palomilla” de aquí (60).
[El almuerzo consistía en] pepinos con “chanclich” (queso parecido al de Chan-
co) (81).
15
Dos de estos ejemplos –siríacos y “chanclich”– pertenecen por deinición a ese even-
tual diccionario. Hecho el catastro correspondiente, en Memorias de un emigrante. (Imágenes
y conidencias) de 1957 hay en total 67 palabras árabes traducidas al español, todas ellas en el
espíritu de transparencia que señalaba Rodrigo Cánovas.
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