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Juzgado Civil 92: Y VISTOS: Estos Autos Caratulados "N. E

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Poder Judicial de la Nación

JUZGADO CIVIL 92

42813/2015

N., E. M. c/ Z., E. R.
s/LIQUIDACION DE SOCIEDAD CONYUGAL

Buenos Aires, de mayo de 2018.- MVF


Y VISTOS: Estos autos caratulados “N. E.
M. C/ Z. E. R. s/LIQUIDACION DE SOCIEDAD CONYUGAL”
nº 42.813/2015, en estado de dictar sentencia definitiva, de cuyas
constancias

RESULTA:
a) A fs. 15/19 se presenta la Sra. E. M. N. y
promueve demanda de liquidación de la comunidad de ganancias,
disuelta como consecuencia de la sentencia de divorcio dictada con
fecha 31/10/2007, contra el Sr. E. R. Z..
Indica en primer término que dicha comunidad quedó
extinguida el 22/05/2007, fecha en que se notificó al nombrado la
demanda de divorcio.
Denuncia que componen el activo de la comunidad los
siguientes bienes:
1) el bien inmueble sito en la calle C. ... piso 2° “B” de la
Ciudad de Buenos Aires, adquirido por la Sra. N. con fecha
05/01/1995 y afectado por un crédito hipotecario cancelado durante el
matrimonio;
2) el automóvil marca Honda dominio ... vendido por su
cónyuge durante la separación de hecho sin contar con su
asentimiento y reemplazado por el automóvil marca H. dominio ...

En segundo lugar, dentro del rubro “pasivo”, la actora reclama


recompensa como consecuencia de la asunción exclusiva de cargas de

Fecha de firma: 29/05/2018


Firmado por: MARIA VICTORIA FAMÁ, JUEZA NACIONAL EN LO CIVIL

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la comunidad desde la separación de hecho. En este sentido, alude a
los gastos de conservación y manutención del inmueble ganancial en
concepto de impuestos, tasas y contribuciones (ABL, Aguas
Argentinas y AySA), más las expensas ordinarias y extraordinarias del
mencionado inmueble.
Seguidamente, reclama un crédito por la manutención exclusiva
de su hijo –hoy mayor de edad- desde la separación de hecho,
alegando que se trata de una carga de la comunidad. Explica que
recién inició el juicio de alimentos en noviembre de 2007, en el cual
se fijó una cuota de $800 mensuales a cargo del progenitor y que,
como consecuencia del incumplimiento del pago por parte del
alimentante, inició un proceso de ejecución de alimentos que se
encuentra en trámite, donde ha sido imposible ejecutar el crédito por
alimentos atrasados.
Por último, hace reserva de atribución preferencial del inmueble
de la calle C. ..., por haberlo ocupado desde su adquisición hasta el
presente, comprometiéndose a compensar la diferencia en dinero a
favor de su ex cónyuge.
Solicita se haga lugar a la demanda incoada. Funda en derecho,
acompaña documental y ofrece prueba.
b) A fs. 20 se imprime al presente el trámite ordinario y se da
traslado de la demanda.
A fs. 24 se presenta el Sr. E. R. Z. y a fs. 28/34 contesta
demanda en forma extemporánea (ver fs. 35).
A fs. 41, la actora reitera el pedido de atribución preferencial de
la vivienda, ofreciendo pagar al demandado –conforme tasación
inmobiliaria extrajudicial- la suma de $240.000 en el plazo de 45 días.
A fs. 45/46 el demandado contesta el traslado conferido a fs. 42
y se opone a la atribución preferencial de la vivienda. Por otra parte,
desconoce la existencia de recompensa alguna a favor de su ex
esposa, tras señalar que en el inmueble de la calle C. vive la

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actora con su actual cónyuge e hijos, no habitándolo el hijo menor de


las partes desde el año 2009, aclarando que en el año 2010 se le
atribuyó la “tenencia” del niño. Asimismo, expresa que en el año 2011
intimó a la Sra. N. al pago de un canon locativo por el uso del
citado inmueble, el cual nunca fue reconocido, debiendo establecerse
a su favor una renta compensatoria por el uso exclusivo de dicho bien
por parte de la actora.
c) A fs. 55 se celebra la audiencia prevista en el art. 360 del
CPCCN, en la que pese al intento conciliatorio no se arriba a acuerdo
alguno. Como consecuencia de ello, a fs. 56 se abre la causa a prueba
y se provee la prueba ofrecida por ambas partes.
A fs. 140 se certifica sobre la prueba producida y a fs. 141 se
ponen los autos para alegar, ejerciendo tal derecho la parte actora a fs.
152/153 y la parte demandada a fs. 142/143.
A fs. 154 se llaman AUTOS PARA SENTENCIA, providencia
que se encuentra consentida,

Y CONSIDERANDO:
I. Para poder decidir o determinar una posición adecuada en el
pleito, procederé a tratar las cuestiones expuestas en relación a la
prueba ofrecida y rendida en autos de acuerdo a los principios de la
sana crítica, de observancia obligatoria para la suscripta (art. 386 del
CPCCN).
A tenor de ello, debo resaltar primeramente –conforme lo
reiterado por nuestro más Alto Tribunal- que los jueces no estamos
obligados a analizar todas y cada una de las argumentaciones de las
partes, sino tan sólo aquéllas que sean conducentes y posean
relevancia para decidir el caso (CSJN, Fallos: 258:304; 262:222;
265:301; 272:225; etc.). En su mérito, no habré de seguir a las partes
en todas y cada una de sus argumentaciones sino tan solo en aquellas
que sean conducentes para decidir este conflicto.

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Asimismo, en sentido análogo, es dable destacar que tampoco
es obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino
aquellas que estime apropiadas para resolver el caso (CSJN, Fallos:
144:611; 274:113; 280:3201; 333:526; 300:83; 302:676; 303:235;
307:1121; etc.), por lo tanto me inclinaré por las que produzcan mayor
convicción, en concordancia con los demás elementos de mérito de la
causa. En otras palabras, se considerarán los hechos que Aragoneses
Alonso llama “jurídicamente relevantes” (Aragoneses Alonso, Pedro,
Proceso y Derecho Procesal, Aguilar, Madrid, 1960, p. 971), o
“singularmente trascendentes” como los denomina Calamandrei
(Calamandrei, Piero, “La génesis lógica de la sentencia civil" en
Estudios sobre el proceso civil, Ed. Bibliográfica Argentina, Buenos
Aires, 1945, ps. 369 y ss.).

II. DERECHO TRANSITORIO


Aclarado ello, habiendo entrado en vigencia el Código Civil y
Comercial poco después de iniciado el proceso, corresponde
liminarmente que me expida acerca del derecho aplicable a la presente
controversia.
Es sabido que el derecho transitorio o efectos de la ley con
relación al tiempo es una de las cuestiones complejas que debe
resolverse a partir de la entrada en vigor de un nuevo orden jurídico.
Los problemas del derecho transitorio se producen cuando un
hecho, acto, relación o situación jurídica se prolonga en el tiempo
durante la vigencia de dos o más normas. Dicho de otro modo, la
dificultad se plantea cuando se trata de relaciones o situaciones in
fieri, que no se agotan instantáneamente, sino que duran en el tiempo,
o que en su realización o ejecución, liquidación o consumación
demandan tiempo, por lo que en parte al inicio, al concertarse o al
nacer caen bajo el imperio de una norma y, en parte o partes (al
realizarse las prestaciones o agotarse las consecuencias o los efectos

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de aquellas relaciones o situaciones jurídicas, de la o las siguientes o


sucesivas), caen en otras (conf. Kemelmajer de Carlucci, Aída, La
aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situaciones
jurídicas existentes, Rubinzal- Culzoni, Santa Fe, 2015, ps. 20 y 21).
Para dar respuesta a esta problemática, el Código Civil y
Comercial argentino ha reproducido (con un mínimo agregado) el art.
3° del Código Civil derogado. Así, el art. 7° del nuevo ordenamiento,
bajo el título “Eficacia temporal”, dispone que “A partir de su entrada
en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones
y situaciones jurídicas existentes. Las leyes no tienen efecto
retroactivo, sean o no de orden público, excepto disposición en
contrario. La retroactividad establecida por la ley no puede afectar
derechos amparados por garantías constitucionales. Las nuevas leyes
supletorias no son aplicables a los contratos en curso de ejecución,
con excepción de las normas más favorables al consumidor en las
relaciones de consumo”.
El art. 3° del Código Civil tuvo su origen en una ponencia
presentada por Guillermo Borda en el III Congreso de Derecho Civil
celebrado en Córdoba en 1961, con la única variante referida a las
normas supletorias, que no figura en la recomendación pero sí en el
texto aprobado por la ley 17.711. Borda se inspiró en las enseñanzas
del jurista francés Paul Roubier, cuya obra es conocida como la más
relevante en la materia, y que será tenida en cuenta en la
interpretación que aquí se propone, al igual que la del propio Borda y
de Moisset de Espanés, juristas argentino que han aplicado las
enseñanzas del maestro francés en nuestro derecho.
Veamos. La primera frase del art. 7° citado dice “A partir de su
entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las
relaciones y situaciones jurídicas existentes”. Las consecuencias son
las derivaciones o efectos que reconocen su causa eficiente en las
relaciones o situaciones jurídicas. La palabra “consecuencias”

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empleada por la ley se refiere a derivaciones fácticas y no a efectos
jurídicos que la nueva ley puede atribuir a hechos pasados (conf.
Llambías, Jorge J., Tratado de derecho civil. Parte general, 4ta. ed.,
Perrot, Buenos Aires, 1970, t. I, p. 147).
Explica Borda, que “relación jurídica” es un vínculo jurídico
entre dos o más personas, con carácter particular, esencialmente
variable, del cual emanan deberes y derechos, siendo las más
frecuentes las que nacen de la voluntad de las partes (contratos,
testamentos, etc.). En cambio, la “situación jurídica” es la posición
objetiva y permanente que ocupa un sujeto frente a una norma general
o a una institución jurídica determinada; es decir, genera derechos
regulados por la ley y no por la voluntad de las partes que son
uniformes para todos (por ejemplo, el derecho de propiedad, el estado
de familia, la capacidad, etc.) (conf. Borda, Guillermo A., “La reforma
del Código Civil. Efectos de la ley con relación al tiempo”, ED, 28-
810).
Ahora bien, a los efectos de la aplicación de la ley en el tiempo,
el citado art. 7 equipara las expresiones situaciones y relaciones
jurídicas, de modo que resultan extensibles a ambos casos las
conclusiones que al respecto se dispongan.
Aquello que por el contrario resulta relevante definir son las
llamadas “consecuencias” de estas situaciones y relaciones jurídicas,
pues en el caso concreto ello será vital para justificar la postura que se
adopta. Las consecuencias son las derivaciones o efectos que
reconocen su causa eficiente en las relaciones o situaciones jurídicas
(conf. Kemelmajer de Carlucci, Aída, La aplicación del Código
Civil…, p. 27). La palabra “consecuencias” se refiere a las
derivaciones fácticas y no a los efectos jurídicos que la nueva ley
puede atribuir a efectos pasados (conf. Llambías, Jorge J., Tratado de
derecho civil…, cit., t. I, p. 28).

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En este sentido, Moisset de Espanés destaca que las


consecuencias que fluyen de una situación jurídica existente no deben
confundirse con los nuevos hechos que producen la modificación o
extinción de dicha relación, porque están gobernados por distintos
principios. La creación, modificación o extinción de una situación
jurídica es efecto de un hecho jurídico pero es un efecto que casi
siempre se agota en el momento en que se produce el hecho, por lo
que deben ser juzgados con arreglo a la ley derogada. El mismo
principio rige para las consecuencias ya agotadas de las situaciones
jurídicas existentes. En cambio, los efectos que se produzcan con
posterioridad a la vigencia de la norma, quedarán atrapados en ella,
aunque los haya generado una situación jurídica existente, y ello se
produce sin vulnerar el principio de irretroactividad, por aplicación
del principio del efecto inmediato, que en realidad tiene vigencia para
el futuro (conf. Moisset de Espanés, Luis, “La irretroactividad de la
ley y el efecto inmediato”, JA, 1972-814).
La cuestión es graficada de manera clara por Roubier. El jurista
francés sostuvo que toda situación jurídica pasa por dos fases: una
fase dinámica, que corresponde al momento de su constitución y su
extinción, y una fase estática, que se abre cuando esa situación
produce sus efectos. No existen problemas de aplicación ni de
interpretación si la constitución o la extinción tienen un único
momento. Si no es así, al momento de la entrada en vigor de la nueva
ley la situación se puede encontrar: a) constituida; b) extinguida; o c)
en curso.
Siendo así, el citado autor esboza el siguiente esquema para
sintetizar la aplicación de la ley con relación al tiempo, a saber: a)
hechos cumplidos y b) hechos en curso. En la primera categoría,
distingue entre las leyes que gobiernan la constitución y extinción de
la situación, y aquéllas que regulan el contenido y los efectos. Las
leyes que gobiernan la constitución o extinción de la situación no

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pueden afectar, sin retroactividad, a los hechos ya acaecidos que han
implicado la adquisición o la extinción. Por su parte, si las leyes
gobiernan el contenido y los efectos de la situación o relación, los que
ya han sucedido también deben ser considerados hechos cumplidos y
por lo tanto no pueden ser afectados por la nueva ley. En la segunda
categoría, hechos en curso, caben las mismas distinciones. Para la
constitución o extinción de la situación, debe diferenciarse entre
situaciones jurídicas de formación continua (por ejemplo, la
prescripción adquisitiva) y situaciones jurídicas de situación sucesiva,
o sea, en escalones o etapas de su formación (por ejemplo, una venta
que exige autorización judicial). En el caso de estas últimas, cuando
se trata de actos entre vivos, los hechos que no han determinado la
constitución o la extinción de una situación jurídica según la ley en
vigor no pueden, por una ley nueva, ser considerados como que han
producido esta constitución o extinción, sin que la ley declare la
retroactividad. Es decir, la ley tiene efectos inmediatos sobre los actos
en curso de formación. Por su parte, si las leyes gobiernan el
contenido o los efectos, cabe distinguir entre situaciones legales y
convencionales. En este sentido, no se discute la aplicación inmediata
de la ley para los efectos que se produzcan en situaciones que tienen
origen legal; en cambio, si las relaciones o situaciones tienen origen
en actos particulares o convencionales, la regla es que los rige la ley
vigente al momento de su constitución (Roubier, Paul, Le droit
transitoire (Conflits des lois dans le temps), citado por Kemelmajer de
Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial…, cit., ps.
27; 32 a 34).
Siguiendo las enseñanzas del autor francés, Medina sintetiza
que “Hay relaciones que se extinguen inmediatamente después de
producidos los efectos. Pero otras relaciones jurídicas producen sus
efectos durante un cierto período de tiempo (arrendamiento, préstamo,
en general los contratos de duración). La doctrina de la relación

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jurídica establece criterios especialmente útiles para estas relaciones


de larga duración, distinguiendo su constitución, sus efectos; y su
extinción: (a) En cuanto a su constitución: las relaciones jurídicas
constituidas bajo una ley persisten bajo la ley nueva aunque ésta fije
nuevas condiciones para dicha constitución; (b) En cuanto a los
efectos, se rigen por la ley vigente al momento en que estos efectos se
producen, de modo que los efectos pasados se rigen por la ley antigua
y los futuros por la ley nueva; (c) En cuanto a la extinción, se rige por
la ley vigente al momento en que ésta ocurre” (Medina, Graciela,
“Efectos de la ley con relación al tiempo en el Proyecto de Código”,
LL 2012-E-1302 y DFyP 2013 (marzo) , p. 3).
En definitiva, cuando el Código prevé que a partir de su entrada
en vigencia las leyes se aplican aún a las consecuencias de las
relaciones y situaciones jurídicas existentes y que no tienen efecto
retroactivo excepto disposición en contrario o ante la afección de
derechos amparados por garantías constitucionales, se desprende
como regla general que las leyes se aplican en forma inmediata –es
decir, prontamente en el presente- frente a tres tipos de situaciones: a)
las relaciones y situaciones jurídicas que se constituyan en el futuro;
b) aquellas relaciones o situaciones existentes en cuanto no estén
agotadas; y c) a las consecuencias que no hayan operado todavía. Es
decir, la ley toma la relación o situación jurídica ya constituida (por
ejemplo, el matrimonio), en el estado en que se encontraba al tiempo
que la nueva ley es sancionada, pasando a regir los tramos de su
desarrollo aún no cumplidos. Los cumplidos, en cambio, están regidos
por la ley vigente al tiempo en que se desarrollaron. Del mismo modo,
si antes de la vigencia de la nueva ley se han producido ciertos hechos
aptos para comenzar la gestación de una situación jurídica según la
vieja ley pero insuficientes para constituirla (o sea, la situación o
relación están in fieri), entonces rige la nueva ley (conf. Kemelmajer
de Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial…, cit.,

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ps. 29 y 30. En idéntico sentido ver Molina de Juan, Mariel, “El
Código Civil y Comercial y los procesos familiares en trámite”, LL,
19/06/2015, p. 1, AR/DOC/3137/2015; Leguizamón, Héctor E., “La
problemática de la aplicación temporal de las normas en el nuevo
Código Civil y Comercial”, elDial.com- DC1F0E; Tamborelli, José
N., “Aplicación de la ley en el tiempo según el nuevo Código”, LL,
03/09/2015, p. 1, AR/DOC/2888/2015; etc.).
Esta regla genérica se refuerza si se advierte que según la
jurisprudencia de nuestro Máximo Tribunal, el efecto inmediato de la
ley no es inconstitucional, no afecta derechos fundamentales
amparados por la Carta Magna, siempre que la aplicación de la nueva
norma afecte sólo los hechos aún no acaecidos de una relación o
situación jurídica constituida bajo el imperio de la ley anterior (conf.
CSJN, 24/04/1995, LL, 1996-A-206).
A tenor de los principios expuestos, comparto la postura de
quienes sostienen que la nueva ley es de aplicación inmediata al
régimen patrimonial del matrimonio de los casados bajo el derecho
sustituido (conf. Rivera, Julio C., “Aplicación del Código Civil y
Comercial a los procesos judiciales en trámite. Y otras cuestiones que
debería abordar el Congreso”, LL, 04/05/2015). Y ello por cuanto –
reitero- mientras las consecuencias de las relaciones o situaciones
jurídicas ya producidas o consumadas no se encuentran afectadas por
las nuevas leyes (pues respecto de ellas existe el llamado consumo
jurídico), los efectos o consecuencias aún no producidos caen bajo la
nueva norma por aplicación inmediata, sin retroactividad (conf.
Moisset de Espanés, Luis, “La irretroactividad de la ley…”, cit.;
Kemelmajer de Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y
Comercial…, cit., p. 36; Medina, Graciela, “Efectos de la ley…, cit.”;
Molina de Juan, Mariel, “El Código Civil y Comercial…”, cit.; etc.
En jurisprudencia ver CNCiv., sala M, 23/02/2016, “L., E. M. c/ M.,
H. A. s/ liquidación de sociedad conyugal”, expte n° 32.238/2011).

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Como anticipé, los efectos que se produzcan con posterioridad a


la vigencia de la norma, quedarán atrapados en ella pues se rigen por
la ley vigente al momento en que estos efectos se producen, de modo
que los efectos pasados se rigen por la ley antigua y los futuros por la
nueva ley (conf. Medina, Graciela, “Efectos de la ley…, cit.”).
Proyectada esta regla genérica a la regulación del régimen patrimonial
del matrimonio y de la liquidación de la comunidad que en estos autos
se discute, debiera concluirse que la aplicación de la nueva ley a los
procesos de este tenor en trámite es inmediata (conf. Kemelmajer de
Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial…, cit., p.
36; Medina, Graciela, “Efectos de la ley…, cit.”; Molina de Juan,
Mariel, “El Código Civil y Comercial…”, cit.; etc.).
En este sentido, proponiendo una solución concreta en la
situación que nos ocupa, Medina resalta que “El estado civil
entendido como la calidad permanente que ocupa un individuo en la
sociedad y que depende fundamentalmente de sus relaciones de
familia, adquirido conforme a la ley vigente a la fecha de su
constitución subsiste aunque la ley pierda vigencia. Las leyes que para
la adquisición del estado civil establezcan condiciones diferentes de
las que antes existían se aplican desde que comienzan a regir. Los
derechos y obligaciones anexos al estado civil se subordinan a la ley
posterior, sin perjuicio del pleno efecto de los actos ejecutados bajo el
imperio de la ley anterior. Así por ejemplo dictada la sentencia que
hace nacer el estado de divorciado bajo el régimen del Código Civil y
no liquidada la sociedad conyugal antes de la entrada en vigencia del
nuevo Código, las reglas que éste contiene se deben aplicar a la
liquidación del régimen de comunidad, porque este efecto se
subordina a la ley posterior” (Medina, Graciela, “Efectos de la ley…,
cit.”).
Siguiendo la misma línea argumental, en procesos cuyo objeto
es la liquidación de la comunidad de bienes, la jurisprudencia reciente

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ha resuelto que “la sociedad conyugal que es objeto de liquidación se
extiende en su vigencia y alcances desde el 4/11/83 hasta el 9/11/99,
de conformidad con lo normado por los arts.464 a 503 del nuevo
Código Civil y Comercial. Asimismo, atento la entrada en vigencia
del nuevo Código Civil y Comercial el 1/8/2015, cabe puntualizar que
no existiendo bienes gananciales sino un único bien propio del
demandado, la cuestión central a decidir ronda sobre la procedencia y
determinación de las recompensas que reclamó la actora y el canon
locativo pretendido por el accionado. De conformidad con lo
dispuesto por el art. 7 del Código Civil y Comercial, considero
necesario explicitar que las recompensas deben evaluarse conforme
las pautas fijadas por los arts. 488 a 495 del CCC aún cuando la
sentencia de divorcio se dictó antes de la entrada en vigencia del
nuevo código. Ello así porque se trata de consecuencias de la
disolución de la sociedad conyugal producida por el divorcio, que se
encuentran alcanzadas por la nueva normativa. En efecto, los
problemas de derecho transitorio se plantean cuando se trata de
situaciones o relaciones ‘in fieri’ (que no es el caso) o cuando su
realización o ejecución, liquidación o consumación demandan tiempo,
como sucede en autos. Se trata de consecuencias aún no producidas
que caen bajo la nueva ley por aplicación inmediata, sin que ello
implique retroactividad…” (CNCiv., sala M, 23/02/2016, “L., E. M. c/
M., H. A. s/ liquidación de sociedad conyugal”, con disidencia en este
punto de la magistrada Benavente).
Así también se ha considerado en un fallo de la sala F de la
Cámara Nacional en lo Civil donde si bien no se hace referencia
expresa al art. 7 del CCyC, se aplica el nuevo ordenamiento para
resolver un juicio de liquidación de comunidad de bienes iniciado con
anterioridad a la entrada en vigencia de dicho Código. En tal
precedente, el tribunal resuelve que “el derecho sobre el inmueble se
originó durante el matrimonio y reviste por ende el carácter de

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ganancial de acuerdo a lo prescripto por el art. 465 inc. a) del Código


Civil y Comercial. A diferencia de lo que ocurría con el art. 1272 del
Código Civil –entiende el a quo–, el actual artículo 465 cit. se nutrió
de la jurisprudencia y doctrina de los últimos años, y es más
específico al enunciar los distintos supuestos de bienes gananciales, y
entre ellos menciona en el inciso referido: a) ‘…los creados,
adquiridos por título oneroso o comenzados a poseer durante la
comunidad por uno u otro de los cónyuges, o por ambos en conjunto,
siempre que no estén incluidos en la enunciación del art. 464…’,
pues, no encuadra en la enunciación de los bienes propios del art. 464
del mismo Código. Ello, sin perjuicio de la recompensa que pueda
corresponder a alguno de los cónyuges, por los gastos o mejoras
afrontados después de la disolución, y que será objeto de la etapa de
liquidación y partición (arts. 488, 498 y concordantes del Código
Civil y Comercial)…. La licencia de taxi definida como ‘el permiso
otorgado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
que habilita a la prestación del transporte público de automóviles de
alquiler con taxímetro’ es, a mi juicio, un bien propio del titular, pues
de acuerdo con el art. 464, inciso m, segunda parte, del Código Civil y
Comercial, ‘debe ser asimilado a los bienes necesarios para el
ejercicio de su trabajo o profesión’”.
En síntesis, entiendo que el presente juicio de liquidación de
comunidad de ganancias debe ser resuelto a la luz de las disposiciones
del Código Civil y Comercial de la Nación.

III. Tras lo expuesto, me expediré sobre el fondo de la cuestión


debatida en autos.
CALIFICACIÓN DE LOS BIENES
Sabido es que tras la sanción del CCyC el régimen patrimonial
del matrimonio en el derecho argentino ha dejado de ser de orden
público, único e indisponible para transformarse en un sistema donde

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se reconoce una autonomía restringida o libertad tasada, por el cual
los cónyuges pueden optar entre el régimen de comunidad y el
régimen de separación de bienes (conf. arts. 420 inc. j); 446 inc. d);
449; 463 y 505 y ss., CCyC).
Esta opción, claro está, no pudo ser ejercitada por los cónyuges
de autos, que se casaron el 15/01/1990 (ver fs. 10) y se divorciaron el
31/10/2007 (ver certificación de fs. 20), o sea, con anterioridad a la
entrada en vigor del nuevo ordenamiento.
En consecuencia, el matrimonio N.- Z.fN quedó sujeto al
régimen de comunidad de ganancias (en la actualidad considerado el
régimen supletorio ante la falta de opción de los cónyuges, conf.
art. 463, CCyC), cuya característica esencial es la formación de una
masa común con determinados bienes destinada a ser dividida entre
los cónyuges o entre uno de ellos y los herederos del otro, al momento
de la disolución.
A tenor de lo que surge de los autos conexos sobre divorcio n°
25.195/2007, la sentencia de divorcio fue decretada en los términos
del art. 214 inc. 2° del derogado CC, es decir, por haberse corroborado
la separación de hecho sin voluntad de unirse entre las partes. Según
ambos cónyuges fueron oportunamente contestes, la fecha de dicha
separación se remonta al 17/07/2001, fecha denunciada por la Sra.
N. respecto de la cual se allana el Sr. Z..

El art. 480 del CCyC prevé que “La anulación del matrimonio,
el divorcio o la separación de bienes producen la extinción de la
comunidad con efecto retroactivo al día de la notificación de la
demanda o de la petición conjunta de los cónyuges. Si la separación
de hecho sin voluntad de unirse precedió a la anulación del
matrimonio o al divorcio, la sentencia tiene efectos retroactivos al día
de esa separación. El juez puede modificar la extensión del efecto
retroactivo fundándose en la existencia de fraude o abuso del
derecho…”.

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Como puede observarse, el segundo y tercer párrafo del art. 480


reemplaza el último párrafo del art. 1306 del CC, que en el contexto
de un sistema de divorcio en que coexistían causales subjetivas y
objetivas, privaba al culpable de participar de los bienes gananciales
que con posterioridad a la separación aumentaban el patrimonio del
no culpable; en cambio el inocente conservaba ese derecho. Esta
solución fue extendida por la jurisprudencia y doctrina mayoritaria a
los supuestos de mutua culpabilidad y de divorcio sin atribución de
culpas (conf. CNCiv., en pleno, 29/09/1999, LL 1999-F-3).
La respuesta del CCyC resulta congruente con el sistema de
divorcio incausado que adopta este ordenamiento y con el fundamento
de la ganancialidad, que queda enervada con el cese de la
convivencia. No hay diferencias si la separación de hecho precedió al
divorcio o nulidad del matrimonio, o a la separación de bienes
fundada precisamente en ese dato fáctico. Por lo tanto, corresponde
por analogía aplicar la misma solución (conf. Arianna, Carlos,
Régimen patrimonial del matrimonio, Astrea, Buenos Aires, 2017, p.
254).
El efecto retroactivo de la sentencia provocará que los bienes
adquiridos luego de la separación de hecho se reputarán propios,
poniendo fin a la categoría de gananciales anómalos, calificación que
merecieron bajo el régimen del último párrafo del art. 1306 del CC los
bienes comunes que no se dividían conforme las pautas del art. 1315
del mismo Código, tales los adquiridos por el cónyuge inocente de la
separación de hecho, o los adquiridos por cualquiera de los consortes
en los supuestos de separación personal o divorcio sin atribución de
culpas.
De lo expuesto se desprende que la comunidad de ganancias del
matrimonio N.- Z. quedó disuelta el 17/07/2001, fecha – reitero-
de la separación de hecho de los cónyuges (ver sentencia de

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divorcio, expte. n° 25.195/2007), cuestión sobre la cual no existió
oportunamente divergencia entre las partes.
A los fines de la liquidación de la comunidad, pueden
distinguirse dos categorías de bienes: los bienes propios, ahora
enunciados en forma detallada en el art. 464 del CCyC, que quedan
excluidos de la comunidad de ganancias, no generando expectativas
de participación para los cónyuges a la disolución de dicha
comunidad; y los bienes gananciales, enumerados en el art. 465, que
se dividen por partes iguales entre los cónyuges “sin consideración al
monto de los bienes propios ni a la contribución de cada uno a la
adquisición de los gananciales” (conf. art. 498, CCyC).
En el caso de autos, no existe discrepancia entre las partes
acerca de la existencia del bien inmueble ganancial sito en la calle
C. .., entre B. y C., Unidad ..., piso 2°, de esta Ciudad de Buenos
Aires, de titularidad de la Sra. N. y adquirido durante el matrimonio
con fecha 05/01/1995 (ver fs. 12/13)..
La actora reclama también un crédito a su favor por el cincuenta
por ciento del valor del automóvil marca Honda dominio SIV ...,.
que indica fue vendido por su cónyuge durante la separación de hecho
sin contar con su asentimiento y reemplazado por el automóvil marca
Honda dominio ..... Solicita en este sentido que “se ordene al Sr. Z.
traer a la masa ganancial el valor actualizado de/l lo/s automóviles
referidos” (SIC) (ver fs. 16).
Ahora bien, conforme surge del informe del Registro de la
Propiedad del Automotor obrante a fs. 68 y del informe de la
Dirección General de Rentas obrante a fs. 125/127, el primer
automóvil al que alude la actora, marca Honda dominio .... fue
adquirido por el Sr. Z. el 18/09/2002, es decir, más de un año
después de producida la separación de hecho entre los cónyuges y, por
ende, la disolución de la comunidad. Lo mismo ocurre con el
automóvil marca Honda dominio ..., que en reemplazo del

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anterior fue comprado por el nombrado el 31/01/2006. Se trata, pues,


de bienes propios por el tiempo de la adquisición respecto de los
cuales la Sra. N. no tiene participación alguna, en tanto no se ha
demostrado en autos que se hubieran invertido o reinvertido bienes
gananciales para su adquisición.
A tenor de lo expresado, corresponde concluir que a la
disolución de la comunidad del matrimonio N. Z. el único bien
ganancial existente es el inmueble sito en C. ..., entre Bolivia y C.,
Unidad ..., piso 2°, de esta Ciudad de Buenos Aires.

IV. RECOMPENSAS
Las recompensas han sido históricamente definidas como los
“créditos entre uno de los cónyuges y la sociedad conyugal que surgen
con motivo de la gestión patrimonial de los bienes propios y
gananciales durante la sociedad conyugal y que deben ser
determinados después de la disolución para establecer con exactitud la
masa partible” (Belluscio, Augusto C., Manual de derecho de familia,
Depalma, Buenos Aires, 2006, t. 2, p. 544. Ver también Zannoni,
Eduardo A., Derecho civil. Derecho de familia, Astrea, Buenos Aires,
1998, t. I, p. 767; Azpiri, Jorge A., Régimen de bienes del matrimonio,
Hammurabi, 3ra. ed. actual. y ampl., 2012, Buenos Aires, p. 271;
Sambrizzi, Eduardo A., El régimen patrimonial del matrimonio en el
nuevo Código Civil y Comercial, La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 566;
Fleitas Ortiz de Rozas, Abel- Roveda, Eduardo, Régimen de bienes
del matrimonio, La Ley, Buenos Aires, 2001, p. 224; Mattera, Marta
del Rosario- D’ Acunto, Claudia I., “El derecho de recompensa en la
liquidación de la sociedad conyugal”, ED, 192-916; etc.).
En este orden de ideas, la jurisprudencia sostuvo que “Las
recompensas, previstas expresamente en el art. 1316 bis, CCiv., son
los créditos entre los cónyuges y la sociedad conyugal que surgen con

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motivo de la gestión patrimonial de los bienes propios y gananciales,
y que deben ser determinados antes de la partición, y con el objeto de
precisar cuál ha de ser la masa partible. La finalidad es impedir la
ruptura del equilibrio entre los patrimonios y evitar un
enriquecimiento sin causa; habida cuenta que si la sociedad conyugal
no responde ante uno de los cónyuges de los aportes propios por éste
efectuados, aquella se enriquecería en su perjuicio y, paralelamente,
acontecería un aumento ilegítimo del patrimonio del otro” (CNCiv.,
sala B 14/08/2008 “E. c/ F., M”, ABELEDO PERROT Nº:
1/70049179. Ver en el mismo sentido CNCiv., sala G, 13/08/2010,
“S., I. G. c/ C., O. H.”, ABELEDO PERROT Nº: 1/70065338;
CNCiv., sala K, 15/11/2007, “F., G. E. y otro c/ J., M. E.”, ABELEDO
PERROT Nº: 1/1034601; CNCiv., sala I, 26/08/2010, “P., G. A. c/ A.,
M. R. s/liquidación de sociedad conyugal”; ídem, 19/04/2011, “F., J.
J. c/ G., M. G. s/ liquidación sociedad conyugal”; CNCiv., sala F,
03/06/2011, “G. J. E. c/ P. E. s/ separación de bienes”, elDial.com -
AA6DC3; CNCiv., 13/02/2012; “S., M. G. c. P., R. K. s/liquidación de
la sociedad conyugal”, LL, 2012-D-456; CNCiv., sala B, 17/05/2012,
“D., B. B. c/ D., E. S. s/ liquidación de sociedad conyugal”, R.
596.310; CNCiv., sala I, 31/10/2013, “G., E. M. c/ sucesión de M. J.
L. s/ acción declarativa”; CNCiv., sala M, 04/08/2014, “N., R. J. c/ P.,
N. L. s/ liquidación de sociedad conyugal”, elDial.com - AA8A7D;
CNCiv., sala H, 23/09/2014, “P., E. G. c/ Z., M. A. s/ liquidación de
sociedad conyugal”, expte. n° 15.348/2010; CNCiv., sala K,
29/09/2014, “C., C. S. c/ G., J. C. s/ liquidación de sociedad
conyugal”, RC J 8100/14; CNCiv., sala I, 26/09/2014, “S, D J c/ H, C
V s/ liquidación de sociedad conyugal”, elDial.com - AA8C13;
CNCiv., sala H, con fecha 13/05/2015, “M., S. E. C/ M., J. O. S/
Liquidación de sociedad conyugal”, etc.).
También se ha conceptualizado a las recompensas como
indemnizaciones entre los cónyuges con el propósito de asegurar a

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ambos esposos la exacta participación por mitades en los bienes


gananciales, igualdad que pudo haberse afectada por la gestión
durante el régimen tanto en detrimento de los gananciales y a favor de
los bienes propios, como en detrimento de los propios y a favor de los
gananciales (conf. Méndez Costa, María Josefa- D’Antonio, Daniel
H., Derecho de familia, Rubinzal- Culzoni, Buenos Aires, 2001, t. II,
p. 305).
Un profuso desarrollo sobre la conceptualización de las
recompensas se encuentra en un fallo de la sala K de la Cámara
Nacional en lo Civil, donde se sostuvo que “resulta de la esencia del
régimen de comunidad de gananciales que a su disolución se forme
una masa de bienes integrada por las adquisiciones no gratuitas, de
uno y otro de los cónyuges, realizadas desde la celebración del
matrimonio hasta la disolución de la sociedad conyugal. Es esa masa
común de ganancias netas, deducidas las pérdidas y gastos, lo que se
divide por mitades entre los esposos o sus sucesores. También es
sabido que durante el régimen cada uno de los cónyuges administra y
dispone de su masa de administración compuesta de bienes propios y
gananciales y que además, no puede reconocerse la categoría de
acreedores sociales, sino que cada cónyuge responde por las deudas
que contrae con los bienes de su administración sean propios o
gananciales. Como dice Guastavino, existe una situación de
interdependencia o relaciones recíprocas en el sentido que no existe
una insensibilidad absoluta entre el conjunto de bienes propios y el de
bienes gananciales del cónyuge... De allí que, según se señalara, las
relaciones interpatrimoniales establecidas por la vigencia de la
comunidad están regidas fundamentalmente por la idea de un
equilibrio legal o convencional que si bien se altera durante la vida
matrimonial debe restablecerse a la disolución del régimen (Planiol
M. y Ripert, J…). Precisamente el equilibrio entre los patrimonios se
obtiene a la finalización de la comunidad mediante las

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indemnizaciones y recompensas. Las recompensas son
indemnizaciones entre los cónyuges con el propósito de asegurar a
ambos esposos la exacta participación por mitades en los gananciales,
igualdad que puede haber resultado afectada por la gestión durante la
comunidad tanto en detrimento de los bienes gananciales y a favor de
los propios, como en detrimento de los propios y a favor de los
gananciales” (CNCiv., sala K, 20/10/2014, “T., F. M. c/ G., M. G. s/
liquidación de sociedad conyugal”, expte. n° 94.416/2011).
El origen de la teoría de las recompensas se remonta al derecho
consuetudinario francés y su finalidad era evitar que el precio
obtenido de la venta de un inmueble propio se reputara ganancial.
Luego fue extendiéndose a otros supuestos en que a raíz de los actos
de gestión de cualquiera de los cónyuges (aunque en general eran del
marido), se ocasionara un perjuicio al otro en sus bienes, concediendo
a este último, a la disolución de la comunidad, el derecho a compensar
los valores de que se vio privado. El Código Civil francés de 1804 las
incorporó ampliamente (conf. Zannoni, Eduardo A., Derecho civil…,
cit., t. I, ps. 774/775; Fassi, Santiago C.- Bossert, Gustavo A.,
Sociedad conyugal, Astrea, Buenos Aires, 1977, t. II, ps. 259 y ss.;
Sambrizzi, Eduardo A., El régimen patrimonial del matrimonio…,
cit., ps. 568/570; etc.).
Se han invocado distintos fundamentos jurídicos acerca de las
recompensas, tales como el enriquecimiento sin causa de un cónyuge
en detrimento del otro, la prohibición de donaciones entre cónyuges
en aquellos regímenes que las proscriben, el pago con subrogación
cuando se cancelan deudas propias con fondos gananciales, mantener
cada masa de bienes en su integridad, la inmutabilidad de las
convenciones matrimoniales en los regímenes las regulan, entre otros
(ver al respecto Zannoni, Eduardo A., “La liquidación de la sociedad
conyugal y las compensaciones debidas entre los cónyuges: su
naturaleza (y una consideración especial al art. 1273 del Código

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Civil)”, LL, 155-352; Fassi, Santiago C.- Bossert, Gustavo A.,


Sociedad conyugal…, cit., t. II, ps. 262/264; CNCiv., sala K,
20/10/2014, “T., F. M. c/ G., M. G. s/ liquidación de sociedad
conyugal”, expte. n° 94.416/2011; etc.). Lo cierto es que la variedad
de supuestos que admiten las compensaciones impiden otorgar un
fundamento único.
De manera sintética podría decirse que como todo régimen de
comunidad se cimenta en la tradicional distinción entre bienes propios
y gananciales, la finalidad de las recompensas es evitar que el
patrimonio propio de uno de los consortes se incremente a expensas
del haber común o este aumente a costa del patrimonio propio de uno
de los cónyuges.
En el régimen del Código derogado la extensión de las
recompensas entre la llamada sociedad conyugal y uno de los
cónyuges, oportunidad para su reclamo, valuación e intereses,
constituían aspectos no regulados, por los menos, de modo
sistemático. Incluso la ley no utilizaba el vocablo “recompensa”, pero
de su articulado se desprendía la existencia del instituto de manera
indubitable. Así, surgían de los arts. 1259, 1260, 1266, 1272, 1306, y
1316 bis, CC (conf. “Disolución del régimen patrimonial del
matrimonio. Indivisión postcomunitaria. Liquidación y recompensas
en el nuevo Código Civil y Comercial”, Suplemento Especial Código
Civil y Comercial de la Nación. Familia 2014 (diciembre),
04/12/2014, p. 31, Cita Online: AR/DOC/4291/2014).
El CCyC se ocupa ahora expresamente de regular las llamadas
recompensas en forma sistematizada. Sin perjuicio de lo dispuesto
para supuestos puntuales, la regla general de la procedencia de estas
recompensas surge del primer párrafo del art. 491, en tanto dispone
que “La comunidad debe recompensa al cónyuge si se ha beneficiado
en detrimento del patrimonio propio, y el cónyuge a la comunidad si
se ha beneficiado en detrimento del haber de la comunidad”.

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La norma recoge así la tesis amplia y mayoritaria en la doctrina
y la jurisprudencia que propugnaba su procedencia no sólo en los
casos explícitamente contemplados en el Código, sino siempre que se
vulnere la intangibilidad de las distintas masas.
En este sentido, se concluía que “no puede interpretarse
restrictivamente el derecho a recompensa como lo piensa Borda,
quien lo admite solamente en los casos expresamente reconocidos por
el Código Civil. Entendemos que deben admitirse siempre que sea
necesario restablecer la debida composición de las masas
patrimoniales propias de cada cónyuge, evitando que el haber propio
aumente a expensas del común o disminuya en beneficio de la masa
ganancial. Así, se deberán recompensas o compensaciones siempre
que la comunidad haya acrecido o se haya beneficiado con valores en
su origen propios de cualquiera de los cónyuges. También procederán
en los casos en que el patrimonio propio de uno de los cónyuges haya
acrecido o se haya beneficiado con valores en su origen gananciales”
(CNCiv., sala K, 20/10/2014, “T., F. M. c/ G., M. G. s/ liquidación de
sociedad conyugal”, expte. n° 94.416/2011).
En cuanto a la carga de la prueba de la recompensa, debe
recordarse el principio emergente del art. 492 del CCyC, en cuanto
reza: “La prueba del derecho a recompensa incumbe a quien la invoca,
y puede ser hecha por cualquier medio probatorio”.
Sentados estos principios generales, corresponde que me expida
acerca de las recompensas pretendidas por la actora en autos.

a) RECOMPENSA A FAVOR DE LA PARTE ACTORA


POR HABER ASUMIDO EXCLUSIVAMENTE LOS GASTOS
DE CONSERVACIÓN DEL BIEN INMUEBLE GANANCIAL
DE LA CALLE COCHRANE 2658 TRAS LA DISOLUCIÓN DE
LA COMUNIDAD

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La parte actora reclama recompensa a su favor por haber


asumido exclusivamente -con dinero propio- los gastos de
conservación del bien inmueble ganancial sito en la calle Cochrane
2658. A tal fin, detalla los siguientes rubros: a) expensas; b) renta de
ABL; c) servicio de agua.
En forma genérica, este supuesto de recompensa ha sido
regulado en el art. 468 del CCyC, el cual reza: “El cónyuge cuya
deuda personal fue solventada con fondos gananciales, debe
recompensa a la comunidad; y ésta debe recompensa al cónyuge que
solventó con fondos propios deudas de la comunidad”.
La norma citada comprende uno de los casos de recompensas
que en el régimen del Código Civil derogado admitía la tesis
doctrinaria y jurisprudencial mayoritaria, aún ante la ausencia de
solución legal expresa.
En tal sentido Zannoni enunciaba dentro de los supuestos de
recompensas “el pago de deudas que constituyen cargas de la sociedad
conyugal con fondos propios” (Zannoni, Eduardo A., Derecho civil…,
cit., t. I, p. 770. Ver también Belluscio, Augusto C., Manual de
derecho de familia…, cit., t. 2, p. 204; Azpiri, Jorge O., Régimen de
bienes del matrimonio…, cit., p. 340; Méndez Costa, María Josefa-
D’Antonio, Daniel H., Derecho de familia…, cit., t. II, p. 308; Fleitas
Ortiz de Rozas, Abel- Roveda, Eduardo, Régimen de bienes del
matrimonio…, cit., p. 178; etc.).
Es decir, este supuesto de recompensa se presenta cuando con
dinero ganancial se paga una deuda propia, caso en que deberá
compensarse a la comunidad por el importe abonado; o en la situación
inversa, cuando una deuda común es solventada con fondos propios,
circunstancia frente a la cual cabe reconocer recompensa a favor del
cónyuge propietario del dinero.
Para determinar si una deuda es común o personal hay que
recurrir a los arts. 489 y 490 del CCyC. El primero alude a las

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tradicionales cargas de la comunidad y el segundo a las obligaciones
personales (conf. Arianna, Carlos A.- Bertini, Adriana S., “Disolución
del régimen patrimonial del matrimonio…, cit.; Azpiri, Jorge O.,
Derecho de familia, Hammurabi, Buenos Aires, 2da. ed., 2016, p. 177;
Sambrizzi, Eduardo A., El régimen patrimonial…, cit., p. 573; Solari,
Néstor E., Derecho de las familias, La Ley, Buenos Aires, 2015, p.
159; etc.).
Entre las llamadas cargas de la comunidad, el art. 489 del CCyC
enuncia las siguientes: a) las obligaciones contraídas durante la
comunidad, no previstas en el artículo siguiente; b) el sostenimiento
del hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno tenga, y los
alimentos que cada uno está obligado a dar; c) las donaciones de
bienes gananciales hechas a los hijos comunes, y aun la de bienes
propios si están destinados a su establecimiento o colocación; d) los
gastos de conservación y reparación de los bienes propios y
gananciales. Por su parte, el art. 490 enumera las denominadas
obligaciones personales de los cónyuges, cuales son: a) las contraídas
antes del comienzo de la comunidad; b) las que gravan las herencias,
legados o donaciones recibidos por uno de los cónyuges; c) las
contraídas para adquirir o mejorar bienes propios; d) las resultantes de
garantías personales o reales dadas por uno de los cónyuges a un
tercero, sin que de ellas derive beneficio para el patrimonio ganancial;
e) las derivadas de la responsabilidad extracontractual y de sanciones
legales.
Sin ánimo de extenderse sobre aspectos ajenos a la presente
resolución, cabe aclarar que la comunidad carece de personalidad, por
ende, no tiene posibilidad de ser deudora, de modo que no existen
deudas comunes propiamente dichas. Las deudas son siempre de los
cónyuges. La expresión deuda común está solamente destinada a
explicar el régimen especial de ciertas deudas contraídas por
cualquiera de los cónyuges en interés de la comunidad (conf.

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Hernández, Lidia, “Las deudas de los cónyuges en el Código Civil y


Comercial”, LL, 18/05/2015, p. 1).
Las deudas comunes pueden ser definitivamente comunes y
provisoriamente comunes. Las deudas comunes definitivas son las
cargas de la comunidad y pesarán definitivamente sobre la masa
ganancial después de disuelta la sociedad conyugal. Son las
enunciadas en el art. 489. También existen las deudas comunes
provisorias, pues la ley prevé que cada cónyuge responde por las
deudas que contrae -sean personales o comunes- con todos sus bienes
sin distinguir su carácter de propios o gananciales. Así, puede ser que
se responda provisionalmente con bienes gananciales por deudas que
no son definitivamente comunes. En tal caso, surgirá una recompensa
a la disolución del régimen. La deuda será provisoriamente común ya
que si bien durante la comunidad los acreedores pudieron perseguir
bienes gananciales de titularidad del cónyuge deudor, en el pasivo
definitivo jugará como deuda personal y pesará sobre el patrimonio
propio o sobre la parte que le corresponde en los gananciales al
esposo que la contrajo. De la misma manera puede ocurrir que una
deuda definitivamente común sea perseguida por los acreedores sobre
bienes propios del cónyuge deudor. En tal caso, surgirá una
recompensa a favor del esposo que la pagó a la disolución de la
comunidad (conf. Hernández, Lidia, “Las deudas de los cónyuges…”,
cit.).
En síntesis, las llamadas cargas de la comunidad son las deudas
definitivamente comunes por las que deben responder ambos
cónyuges. Si estas cargas han sido solventadas con el peculio personal
de uno de los cónyuges, tendrá éste derecho a recompensa al
momento de la liquidación de la comunidad.
Un supuesto habitual en el que se reconoce este derecho a
recompensa es el que se plantea en autos, donde uno de los cónyuges

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ha abonado en forma exclusiva gastos relacionados con la
conservación de bienes gananciales.
Desde antaño la doctrina entiende que cabe incluir dentro del
amplio concepto de cargas aquellos gastos devengados después de la
disolución de la comunidad “que fueron necesarios para la
conservación de bienes comunes y que se hallan motivados en la
administración de la masa ganancial, y que comprenderán los que
fueron útiles para la reparación, conservación y productividad de los
bienes gananciales, para el pago de las deudas de tal carácter, y los
que resultaron necesarios para preparar la liquidación” (Fassi,
Santiago C.- Bossert, Gustavo A., Sociedad conyugal…, cit., t. II, ps.
248/249).
En este orden de ideas, la jurisprudencia ha resuelto que
“cuando se trata de impuestos que gravan un bien ganancial o propio,
podría interpretarse que su pago se asimila a un gasto de conservación
y por tanto existirían obligaciones concurrentes de ambos cónyuges…
En este sentido, el pago de impuestos que gravan bienes gananciales,
constituye una obligación que atañe a la conservación de bienes
comunes…, por lo cual, de conformidad con lo normado por lo
normado por el artículo 6° de la ley 11.357 y al art. 1275 del Código
Civil, no corresponde que un sólo cónyuge responda por la deuda que
el inmueble generó en concepto de ABL, desde que dicho crédito
conforma expensas necesarias, cuyo pago favorece a ambos miembros
de la sociedad conyugal, titulares del mismo” (CNCiv., sala A,
09/11/2009, “L., M. de los A. c. P., L. M.”, LL, 2010-C-521 y DFyP
2010 (junio), p. 38).
En esta misma línea se ha confirmado que corresponde
recompensa a favor de uno de los cónyuges por las expensas pagadas
sobre un bien ganancial durante la separación de hecho (conf. CNCiv.,
sala J, 27/05/2010, “P., H. A. v. D. S., S.”, ABELEDO PERROT Nº:
1/70061199-1; etc.).

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Así también se ha observado que “Debe distinguirse entre los


pagos efectuados durante la vigencia del régimen patrimonial y los
que son realizados durante el estado de indivisión comunitaria, es
decir, luego de la disolución de la sociedad conyugal. Los primeros, se
presume que son realizados con fondos gananciales; en cambio, los
segundos se presume que provienen de fondos propios. Todo ello, sin
perjuicio de que se pruebe lo contrario, en virtud de que dichas
presunciones son iuris tantum. Al revestir las sumas de dinero
empleadas para el pago de los tributos el carácter de bien propio, por
tratarse de pagos hechos con posterioridad a la disolución de la
sociedad conyugal y ser gastados en la conservación de bienes
gananciales y por tanto en provecho de la comunidad, existe un
derecho a recompensa que debe ser considerado en la cuenta
particionaria, a fin de restablecer la integridad de su patrimonio,
disminuido por las sustracciones efectuadas en beneficio de la masa
común…” (CNCiv., sala G, 13/08/2010, “S., I. G. c. C., O. H.”, DJ
24/11/2010, p. 68/ AR/JUR/49445/2010).
En el caso de autos, de la prueba informativa obrante a fs.
74/83, fs. 84/87 y fs. 88/90 se infiere que desde los períodos indicados
(que difieren en cada informe), la Sra. N. ha abonado en forma
exclusiva los gastos que allí se detallan.
Sin embargo, la circunstancia de que haya asumido el pago de
estos conceptos no implica necesariamente que la actora tendrá
derecho a recompensa. Ello en tanto la doctrina y la jurisprudencia
han coincidido mayormente en que el cónyuge que tiene el uso
exclusivo del bien debe soportar los gastos de conservación, sin que
corresponda en tal contexto reclamar recompensa alguna.
Al respecto se ha señalado que “el principio de que las deudas
que pesan sobre un inmueble ganancial deben ser soportadas por
ambos cónyuges debe ceder ante el uso exclusivo del bien por parte
de uno de ellos” (CNCiv., sala I, 13/02/2012, “S., M. G. c. P., R. K.

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s/liquidación de la sociedad conyugal”, LL, 2012-C-395) y que “No
corresponde hacer pesar con algún porcentaje en el pago de los
tributos municipales y expensas comunes, durante la indivisión
postcomunitaria del inmueble común, al esposo que no habita en
dicho inmueble. Los gastos efectuados en concepto de tributos
municipales y expensas durante la indivisión postcomunitaria del
inmueble común deben ser soportados exclusivamente por el cónyuge
que lo habita” (CNCiv., sala C, 05/09/1995, “T., H. J. v. L. de T., N.
E.”, ABELEDO PERROT Nº: 1/17102).
Con igual énfasis se ha afirmado que “el sr. M. siguió en el uso
exclusivo del bien referido, no parece desacertado, a la luz de la
equidad, la decisión negatoria sobre ella encaballada, con apoyo en la
compensación derivada de aquella utilización del departamento en su
único beneficio, a partir de la separación de los componentes del
matrimonio disuelto por sentencia dictada en el expediente acollarado
y a la vista… Respecto a las erogaciones por uso telefónico y de gas,
es obvio que por beneficiar con exclusividad al único usuario del bien
en post-comunidad societaria en liquidación, no pueden constituir
créditos contra ésta y sí, aprehendidos en la compensación a que hice
antes referencia” (CNCiv., sala G, 15/02/2005, “R., C. A. c. M., N.
E.”, LL, 2005-C-900).
Así también se ha resaltado que parece “razonable que aquella
parte que gozaba del uso exclusivo de un inmueble fuese quien
afrontase la totalidad de las cargas que pesaban sobre él” (CNCiv.,
sala F, 29/05/2008, “N., M. A. c/ B., A. M. s/ Liquidación de sociedad
conyugal”, L. 496.729), y que “podría entenderse como una
contradicción que si el demandado por haber ocupado el inmueble de
la calle..., en forma exclusiva es quien debe afrontar las deudas de
conservación del bien (pago del impuesto inmobiliario, AYSA y las
expensas), por analogía y teniendo en cuenta las pruebas obrantes en
autos, respecto del uso exclusivo del automóvil por parte del Sr.

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L.J.C., (lo que no fue negado por aquél…) entiendo que este último es
quien debe asumir el pago por las deudas que pudieran existir en
concepto de patentes del vehículo en cuestión” (CNCiv., sala F,
03/04/2014, “G., A. L. c. L., J. C. s/ liquidación de sociedad
conyugal”, AR/JUR/7940/2014).
En el caso de autos, como anticipé, de los propios dichos de las
partes se desprende que la Sra. N. hace uso exclusivo del
inmueble sito en Cochrane 2658 desde la separación de hecho entre
los cónyuges.
En consecuencia, a tenor de lo expuesto, doctrina y
jurisprudencia citadas, corresponde desestimar el pedido de
recompensa por lo abonado en concepto de expensas, rentas de ABL y
servicio de agua que pesaron sobre dicho inmueble.

b) RECOMPENSA POR LA ASUNCIÓN EN FORMA


EXCLUSIVA DE LA MANUTENCIÓN DEL HIJO DEL
MATRIMONIO
La actora reclama recompensa a su favor por la manutención
exclusiva de su hijo –hoy mayor de edad- desde la separación de
hecho, alegando que se trata de una carga de la comunidad. Explica
que recién inició el juicio de alimentos en noviembre de 2007, en el
cual se fijó una cuota de $800 mensuales a cargo del progenitor y que,
como consecuencia del incumplimiento del pago por parte del
alimentante, inició un proceso de ejecución de alimentos que se
encuentra en trámite, donde ha sido imposible ejecutar el crédito por
alimentos atrasados.
Los dichos de la actora resultan corroborados por las
constancias de las actuaciones sobre alimentos entre las partes n°
24.163/2008 y sobre ejecución de alimentos n° 22.330/2010,
expediente este último del cual surge que con fecha 02/03/2018 se

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aprobó la liquidación por los alimentos adeudados por el progenitor
hasta la suma de $116.880 (ver fs. 242, expte. n° 22.330/2010).
Es cierto, como indica la actora y anticipé en el punto a) de este
considerando, que entre las llamadas cargas de la comunidad
enunciadas en el art. 489 del CCyC se incluye el sostenimiento del
hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno tenga, y los
alimentos que cada uno está obligado a dar (inc. b). Pero no lo es
menos que -como también señala la requirente- el crédito a su favor
por los alimentos adeudados ya fue reconocido en las actuaciones
sobre ejecución de alimentos, decisión que se encuentra firme, de
modo que nada cabe aquí resolver al respecto.

V. ATRIBUCIÓN PREFERENCIAL DE LA VIVIENDA


Por último, en su presentación inicial, la actora hace reserva de
atribución preferencial del inmueble de la calle C. ..., por haberlo
ocupado desde su adjudicación hasta el presente,
comprometiéndose a compensar la diferencia en dinero a favor de su
ex cónyuge. Esta petición es reiterada a fs. 41, ofreciendo la Sra.
N. pagar al demandado en el plazo de 45 días la mitad del valor de
dicho bien, que conforme la tasación inmobiliaria extrajudicial que
oportunamente presentó, ascendía a la suma de $240.000.
Esta propuesta es resistida por el demandado a fs. 45/46, tras
señalar que en el inmueble de la calle C. vive la actora con su actual
cónyuge e hijos, no habitándolo el hijo menor de las partes desde
el año 2009, aclarando que en el año 2010 se le atribuyó la
“tenencia” del niño.
El derecho de atribución preferencial es la facultad que se
concede a los cónyuges de solicitar que, reunidas ciertas condiciones,
se le atribuya en la partición un determinado bien de la masa indivisa
con la correspondiente compensación de valores, o pago de la
diferencia en caso de exceso sobre el valor de su porción (conf.

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Belluscio, Augusto C., “Las instituciones de derecho comercial en los


anteproyectos de reformas del régimen patrimonial del matrimonio”,
Revista de derecho comercial, año 25, 1992, p. 536). En la doctrina
española Diez Picazo la define como una “prerrogativa frente a la
igualdad”, y entiende los derechos de atribución preferente como una
excepción al principio de la igualdad cualitativa de los lotes (conf.
Diez Picaso, Luis, Comentarios a las reformas del derecho de familia:
ley 11/1981, Madrid, Tecnos, 1984).
La finalidad de esta institución es la preservación de la unidad
de ciertos bienes evitando la posibilidad de un resultado
antieconómico producto de su liquidación (conf. Méndez Costa,
María Josefa, “La vocación hereditaria conyugal en el proyecto de
1998”, LL, 2000-C-1066; Arianna, Carlos, Régimen patrimonial del
matrimonio, cit., p. 310; Azpiri, Jorge O., Régimen de bienes en el
matrimonio, 4ta. ed., Hammurabi, 2018, ps. 159/160; Sambrizzi,
Eduardo A., El régimen patrimonial del matrimonio…, cit., p. 614;
Moreno de Ugarte, Graciela M., “Liquidación y partición de la
comunidad de bienes en el nuevo Código Civil”, RDF n° 70, p. 93;
etc.).
Este derecho se encuentra explicitado en el art. 499 del CCyC,
en tanto dispone: “Uno de los cónyuges puede solicitar la atribución
preferencial de los bienes amparados por la propiedad intelectual o
artística, de los bienes de uso relacionados con su actividad
profesional, del establecimiento comercial, industrial o agropecuario
por él adquirido o formado que constituya una unidad económica, y
de la vivienda por él ocupada al tiempo de la extinción de la
comunidad, aunque excedan de su parte en ésta, con cargo de pagar en
dinero la diferencia al otro cónyuge o a sus herederos. Habida cuenta
de las circunstancias, el juez puede conceder plazos para el pago si
ofrece garantías suficientes”.

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Esta figura, que carece de antecedentes en nuestra legislación,
fue recogida por los Proyectos de reforma de Código Civil de 1993 y
1998, que a su vez encuentran fundamento en el derecho belga, en el
Código Civil de Quebec y, esencialmente, en el Código Civil francés,
fuente principal del art. 499 del CCyC. Sin embargo, el legislador
nacional introdujo algunas modificaciones a las previsiones del
derecho comparado.
Señala Arianna que en el derecho francés la atribución
preferencial está regulada entre las disposiciones referentes a la
partición hereditaria. El art. 832 se refiere a cualquier explotación
agrícola, o de parte de una explotación agrícola que constituya una
unidad económica, extensivo a cualquier empresa comercial,
industrial o artesanal, que pueda considerarse de carácter familiar. Si
no hubiere acuerdo amistoso entre ellos, la solicitud de atribución
preferente se elevará al tribunal que decidirá en función de los
intereses existentes. Salvo acuerdo amistoso entre los copartícipes la
posible compensación debida será pagadera al contado. A su vez el
art. 832-1 concede de pleno derecho la atribución preferente, prevista
en el apartado tercero del art. 832, de cualquier explotación agrícola
que no exceda los límites de superficie fijados por decreto del Consejo
de Estado. El adjudicatario podrá exigir de copartícipes que le
concedan aplazamientos, no superiores a diez años, para el pago de
una parte de la compensación que sea como mucho igual a la mitad.
Como se anticipó, esta figura ha sido recogida también por el
Código Civil belga y el de Quebec, aunque con menor extensión. El
primero circunscribe el derecho de atribución preferente al inmueble
que sirven de alojamiento a la familia con sus muebles y el que sirve
para el ejercicio profesional del cónyuge con sus muebles de uso
profesional. Al igual que en el derecho francés, deja al arbitrio del
tribunal otorgar o no la atribución preferencial (arts. 1446 y 1447). El
segundo comprende la residencia familiar y sus muebles y todo bien

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de carácter familiar que integre la masa a partir (art. 515) (conf.


Arianna, Carlos, Régimen patrimonial del matrimonio, cit., ps.
308/309).
El CCyC incorpora la institución en la sección de partición de
la comunidad, cuando ha sido disuelta en vida de ambos cónyuges. Si
la disolución operó por muerte se contempla una solución similar, no
idéntica, en la partición de la herencia (arts. 2380 y 2381).
La norma viene a completar el cuadro de protección que el
Código brinda a determinadas actividades o bienes en atención a su
función social. Se recepta así una solución para atenuar los efectos
inequitativos que puede provocar la partición judicial a falta de
acuerdo entre los ex cónyuges.
Como se anticipó, entre los bienes gananciales respecto de los
cuales se puede solicitar la atribución preferencial se encuentra la
vivienda ocupada por el cónyuge al tiempo de la extinción de la
comunidad, situación que se presenta en el caso de autos donde ambas
partes coinciden en que el inmueble de la calle C. ... es habitado
por la Sra. N. desde la separación de hecho del matrimonio.
Éste es el único requisito impuesto por el art. 499, de modo que
resulta irrelevante lo expuesto por el demandado en orden a que el
hijo del matrimonio no convive con su progenitora y que la actora
habita dicho bien con su nueva pareja e hijos de esta segunda unión.

Comprobada esta ocupación constante del bien desde la


disolución de la comunidad, contrariamente al reseñado modelo
francés, el CCyC argentino no deja librado a la apreciación judicial la
posibilidad de conceder o negar el derecho de atribución preferencial
(conf. Arianna, Carlo, Régimen patrimonial del matrimonio, cit., p.
310; y del mismo autor, “Las reformas en materia de partición de
herencia”, LL 2016-F-709). Se trata, pues, de una disposición de corte

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imperativa que opera sin más frente a la comprobación de que se
encuentran reunidos los requisitos exigidos por la norma.
A tenor de lo expuesto, corresponde hacer lugar al pedido de la
actora de atribución preferencial del bien inmueble sito en C. ....
Dado que éste es el único bien que compone la comunidad de
ganancias, la Sra. N. deberá pagar al Sr. Z. una suma de dinero
equivalente a la mitad del valor del bien.
Para ello, se sorteará perito tasador a fin de determinar con
exactitud el valor actual del inmueble. Si bien a fs. 100 se ha
autorizado a la actora a requerir una tasación privada del bien (que
acompaña a fs. 101), eximiéndola de la tasación judicial en la
instancia probatoria con el objeto de evitar gastos superfluos con
anterioridad a conocer el resultado de la sentencia, esta pericia resulta
esencial en la etapa ejecutoria de la presente decisión en tanto
constituye el medio idóneo para garantizar una distribución objetiva
del activo comunitario.
En fin, conforme la última parte del art. 499 del CCyC, en caso
de que el bien o bienes objeto de la atribución preferencial supere la
cuota del beneficiario en la masa, se deja librado al criterio judicial la
concesión de plazos para el pago de la diferencia si se ofrecen
garantías suficientes. Este plazo no debe significar un perjuicio
significativo para la otra parte (conf. Sojo, Agustín, Comentario al art.
499 del CCyC, en Bueres, Alberto J. –dir.-, Código Civil y Comercial
de la Nación y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial, Hammurabi, Buenos Aires, 2016, t. 2, p. 290;
Mazzinghi, Jorge, “La licitación y la atribución preferencial en el
proyecto de nuevo Código”, DFyP, septiembre 2014, p. 107; etc.).
Entiendo que en el supuesto de autos, dado que el inmueble en
cuestión es el único bien de la comunidad, el plazo de pago de la
diferencia no puede superar los 45 días desde que se encuentre firme

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la determinación judicial del valor del bien conforme la pericia


pertinente.

VI. COSTAS
Con relación a las costas del proceso, en el caso se verifica que
el resultado del pleito es parcialmente favorable a ambos litigantes,
supuesto en que el art. 71 del CPCCN prevé que “las costas se
compensarán o distribuirán prudencialmente por el juez en proporción
al éxito obtenido por cada uno de ellos”. Compensar significa que las
costas deben imponerse en el orden causado (conf. Palacio, Lino E.,
Derecho procesal civil…, cit.); es decir, cada parte debe pagar las que
generó su actuación y las comunes por mitades (conf. CNCiv., sala G,
18/02/1983, ED, 18-315; CNCiv., sala M, 23/2/2016, “L., E. M. c/ M.,
H. A. s/ liquidación de sociedad conyugal”; etc.). Ahora bien, la
compensación no exige necesariamente equivalencia desde el punto
de vista pecuniario. Aun cuando no se configure una estricta
equivalencia el juez puede declararlas por su orden cuando encuentre
mérito para ello, a cuyo fin se hace necesario ponderar la actitud de
las partes al tiempo de constituirse el proceso (conf. CNCiv., sala G,
11/10/1984, ED, 116-612; CNCiv., sala M, 23/2/2016, “L., E. M. c/
M., H. A. s/ liquidación de sociedad conyugal”; etc.).
A la luz de lo expresado, considero que en el caso las costas
deberán ser soportadas por su orden y las comunes por mitades.

VII. En cuanto a la regulación de los honorarios, deberá previo


procederse conforme lo previsto por el art. 23 de la ley de arancel.
Por todo lo expuesto, normas, doctrina y jurisprudencia citadas,
FALLO y en consecuencia,
RESUELVO:
a) Hacer lugar parcialmente a la demanda incoada y declarar
que la comunidad de bienes ya disuelta, hoy en indivisión

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postcomunitaria, N.- Z. se encuentra compuesta por el bien inmueble
ganancial sito en la calle C. ..., entre Bolivia y C., Unidad ..., piso
2°, de la Ciudad de Buenos Aires.
b) Desestimar los pedidos de recompensa formulados por la
actora.
c) Reconocer la atribución preferencial del inmueble sito en la
calle C. ..., entre B. y C., Unidad 10, piso 2°, de la Ciudad de
Buenos Aires a favor de la Sra. E. M. N., debiendo ésta integrar
en dinero la mitad de su valor al Sr. E. R. Z.. A tales fines, firme la
presente, se procederá al sorteo de perito para la tasación del bien
inmueble en cuestión. Una vez determinado judicialmente el valor
del bien, la actora deberá depositar el dinero en el plazo de 45
días, en una cuenta que deberá abrirse en el Banco de la Nación
Argentina, a la orden del Juzgado y a nombre de autos.

d) Imponer las costas por su orden y las comunes por mitades


(conf. arg. considerando VI).
e) Diferir la regulación de los honorarios para el momento en
que se haya cumplido con el trámite previsto por el art. 23 de la ley de
arancel.
f) Notifíquese a las partes por Secretaría.
g) Oportunamente, archívese con conocimiento del Centro de
Informática Judicial.

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