Tomas Egipto El Mejor
Tomas Egipto El Mejor
Tomas Egipto El Mejor
1. “¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio se 3. Esta cláusula del Credo está relacionada desde
cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una muy antiguo con unos pocos pasajes del Nuevo Tes-
gran soledad”. Así comienza la magnífica homilía del tamento de difícil interpretación, especialmente I Pe
siglo III que añado al final de este escrito. ¿Qué si- 3, 18-19 y 4, 6, que pueden verse en el Catecismo. La
lencio es éste? Es el silencio del sepulcro donde está intención de estos pasajes es poner de relieve que la
Jesús. Es el silencio que una tradición muy antigua obra de Cristo, su entrega a la voluntad del Padre
asocia con el descenso de Jesús a los infiernos. ¿Qué para salvar a la humanidad, tiene una eficacia univer-
nos dice este silencio? ¿Qué sentido tiene esta ex- sal que alcanza a las generaciones humanas de todos
traña cláusula del Credo de los Apóstoles que recita- los siglos. Una forma quizá primitiva de decirlo es
mos cada domingo? presentar a Cristo predicando a los muertos, como lo
hace Pedro. Estos textos que aluden a esta verdad
fueron comentados ya por los Padres de la Iglesia
desde el siglo II, Ignacio de Antioquía, Justino, Ireneo.
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toles proclamado actualmente en los domingos. ¿Có- pues, que el rey estuvo en la cárcel, pero no en las
mo pudo surgir esta idea y qué sentido tuvo en los condiciones de quienes se hallaban encarcelados.
primeros siglos del cristianismo? Ellos lo estaban para purgar sus penas, él lo estuvo
Al parecer esta enseñanza formaba parte de la para liberar de las penas”. [Commentarium in sym-
catequesis en las comunidades sirias de los siglos II y bolum apostolorum, 17]
III. Su primer significado es que Cristo realmente
murió, y padeció el destino último de todo humano 7. Estas dos vetas antiguas del sentido de la cláusula
mortal. Su cadáver fue depositado en un sepulcro y, son las que podemos seguir para interpretarla en
para todos fines prácticos, su misión quedó truncada; relación con realidades de nuestros días. Se trata de
es más, fue un fracaso que destruyó la esperanza de ver qué sentido último tiene, por una parte, la encar-
sus seguidores, como lo dan a entender los dos discí- nación de Cristo, su abajamiento hasta compartir la
pulos que caminaban rumbo a Emaús: “Nosotros condición humana en sus rasgos más desesperanza-
esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; dores. Y descubrir, por otra parte, qué nos dicen
pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días acerca del misterio de Dios, y del nuestro, el silencio
desde que esto pasó” (Lc 24, 21). del sepulcro y esa extraña cláusula del Credo que
De esta convicción de la muerte real de Cristo, y proclama el descenso de Cristo a los infiernos.
de su condición mortal compartida plenamente Hans Urs von Balthasar, en su estudio sobre el
con la humanidad, da cuenta Tertuliano (h. 155- Misterio Pascual [en Mysterium Salutis III. Madrid,
225) a principios del siglo III: “Leemos que Cristo Cristiandad, 1971] hace ver que la muerte es en
yació los tres días de su muerte en el corazón de la verdad una ruptura que trunca radicalmente la vida
tierra, es decir, en el antro secreto e interior, y fue del ser humano, y deja a la humanidad entera ence-
cubierto bajo tierra y encerrado dentro de ella, y rrada en la desesperanza y el sinsentido. Se puede
colocado en los abismos inferiores. Porque si Cris- especular sobre la inmortalidad del alma y aun pro-
to, aun siendo Dios, por ser hombre murió según bar que es indestructible, pero eso no sirve para
las Escrituras y fue sepultado según ellas, también garantizar a los seres humanos una plenitud futura
cumplió esta ley yaciendo en los infiernos en la más allá de la muerte. El ser humano –lo enseñaba
forma de la muerte humana; y no ascendió a lo más ya la antigua filosofía– no es una pura alma inmor-
alto de los cielos sin antes haber descendido a lo tal, sino un ser corporal y espiritual íntegro, y ésta
profundo de la tierra, para hacer allí compañeros su realidad queda absolutamente truncada con la
suyos a los patriarcas y profetas…”. [De anima, 55] muerte. Con ella viene el silencio y el olvido, ningún
mortal puede ser ya sujeto de su propio destino
6. Hay otra veta sobre el sentido de la cláusula, atesti- cuando queda relegado al silencio del sepulcro, por
guada por Rufino de Aquileya, que pone de relieve la más que guardemos memoria de los muertos. El
victoria de Cristo sobre la muerte. La imaginería de caso de Jesucristo no es distinto del nuestro, ni si-
Rufino es ingenua, mítica si se quiere, pero sugestiva. quiera por ser Dios. Los discípulos de Emaús con
Cristo irrumpe en el inframundo como un rey que con- toda razón no hacen más que constatar el hecho.
quista una fortaleza y libera a quienes estaban allí con- Es más, el silencio de Cristo en el sepulcro –ese
finados. Es de notar cómo Rufino enfatiza, por un lado, gran silencio que se cierne sobre el mundo– es el si-
el abajamiento de Cristo al asumir la muerte y, por otro, lencio de Dios. Lo destaca igualmente von Balthasar,
destaca su victoria sobre ella. Cristo ingresa en esa for- porque, si a Dios nadie lo ha visto jamás y es el Logos
taleza no como uno más de los que están allí sujetos a encarnado quien nos lo ha revelado, cuando el Logos
castigo, sino como alguien que es completamente libre y encarnado muere y es sepultado, Dios ya no habla
por ello es capaz de liberar a los encarcelados. más, Dios ya no es visible, Dios queda enclaustrado
“No es en detrimento ni en desdoro de la divini- en el silencio del sepulcro. El joven teólogo Joseph
dad el que Cristo padezca en la carne; antes bien, Ratzinger reflexiona también sobre el silencio de
para que se operase la salvación por la flaqueza de Dios en el texto que aparece más abajo.
la carne, la naturaleza divina por la carne sucumbió
a la muerte. Y esto no ocurrió para que quedase 8. Este silencio de Dios es para nosotros un reflejo de
aferrado por la muerte según la ley de los mortales, su grandeza. Es ese rasgo de su misterio que en la
sino para que él, al resucitar de por sí, abriese las experiencia mística se conoce como noche oscura.
puertas de la muerte. Es como si un rey se dirigiera Dios sobrepasa por completo no sólo nuestra expe-
a una cárcel y, entrando en ella, abriese las puertas, riencia, sino también nuestros conceptos. No pode-
rompiese las cadenas, destruyese las argollas, los mos encerrarlo en nuestras expectativas ni en nues-
barrotes y las celdas, y liberase a los encarcelados, y tras ideas ni en nuestras palabras. Los hebreos ima-
a los que yacen en las tinieblas y en las sombras de ginaban las teofanías como terremotos y tormentas,
la muerte los restituyera a la luz y a la vida. Se dice, pero también tenían prohibido hacer imágenes de
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Dios. El silencio de Dios es el reverso de nuestra in- de nuestra humanidad al infierno que nosotros mis-
capacidad radical de reducirlo a nuestra medida. mos creamos. Jean-Paul Sartre llegó a decir que “el
Dios en un gran misterio, no un ídolo. infierno son los demás”; Ratzinger hace ver que esto
Pero ésta es sólo una faceta del silencio de Dios. es todo lo contrario, el infierno es estar absolutamen-
Hay otra de más calado. Es el silencio de Dios te solo. Pero hay ciertamente infiernos que hemos
cuando nosotros no queremos prestar atención a hecho para otros, a quienes hemos considerado
sus insinuaciones, cuando nosotros no dejamos desecho de humanidad.
que su palabra nos hable. Es el silencio de la au- Hannah Arendt (1906-1975), la notable pensadora
sencia de Dios querida por nosotros. En la fe cris- que escrutó entre otras realidades la naturaleza del
tiana este silencio de Dios aparece en su abaja- totalitarismo, acuñó una frase que provocó polémica
miento. La palabra griega para hablar de ello es en su día. En su reportaje para la revista The New Yor-
kénosis, que significa algo más que abajamiento o ker sobre el juicio de Adolf Eichmann en 1961-62 es-
anonadamiento, significa vaciamiento. Dios que se cribió: “Era como si en esos últimos minutos él estu-
vacía de sí mismo. Así lo proclama un himno que se viera resumiendo la lección que este largo recorrido
recoge en la carta a los Filipenses (2, 6-11). por la perversidad humana nos había enseñado a to-
El silencio de Dios que dos, la lección de la aterrado-
se cierne sobre la tierra ra banalidad del mal, que
el Sábado Santo no es desafía a la palabra y al pen-
sólo el silencio de su samiento”. La frase, que es un
trascendencia, sino tam- breve comentario a las últi-
bién el de su ausencia mas palabras, triviales por
querida por nosotros, cierto, de Eichmann antes de
que Cristo llevó en su ser ahorcado el 1 de junio de
carne mortal. Confesar 1962, quedó como subtítulo
que el Hijo de Dios se de su libro Eichmann en Jeru-
encarnó, es confesar no salén: Un estudio sobre la
sólo su abajamiento de la banalidad del mal.
condición divina a la
condición humana, sino 10. ¿Qué quería decir con ello
confesar que Cristo hizo esta célebre escritora? No
suyo el destino de una que el holocausto y otras
humanidad marcada por ignominias del siglo XX hu-
el pecado y que ese hecho bieran sido triviales. Tampo-
hizo mella real en su co que cualquiera de noso-
vida. La muerte de Cristo tros fuera como Eichmann.
no fue resultado de la degradación propia de un Su idea era que el mal, estos casos extremos del mal,
cuerpo mortal, sino una muerte debida al desenla- no son ajenos a nuestra condición humana, y que to-
ce violento de una persecución en su contra. Fue dos, si bien no con la responsabilidad que cupo a cri-
un asesinato, como se dice de Caín que mató a su minales como Eichmann, somos de algún modo solida-
hermano Abel, o como se reflexiona en la Primera rios en este tipo de acciones, si no por cometerlas, al
Carta de San Juan. Además, Cristo renunció a va- menos por callar. También quiso decir que la crueldad
lerse de su privilegio divino para liberarse de esa del mal puede pasar inadvertida, y hasta convertirse
muerte (las tentaciones); y la súplica para que su en una rutina en nuestra sensibilidad y pensamiento.
Padre lo liberase de ese trago (agonía en el huerto) Hannah Arendt quería decir hasta qué extremos del
no fue un intento de evadir su misión. El vacia- mal puede llegar el ser humano cuando da por sentado
miento de su propia divinidad que Cristo llevó a que hay gente que no tiene derecho a existir. En pala-
cabo consistió en asumir la experiencia de la muer- bras suyas, que empleó para disipar las críticas que su
te hasta padecer el asesinato, y en soportar el re- expresión sobre la banalidad del mal pudo suscitar:
chazo de Dios que ello implica. La reflexión sobre “Ahora estoy convencida de que el mal nunca pue-
la soledad del infierno de Ratzinger arroja luz so- de ser ‘radical’, sino únicamente extremo, y que no
bre este misterio: el pecado y el infierno son la posee profundidad ni tampoco ninguna dimensión
soledad absoluta. demoníaca. Puede extenderse sobre el mundo entero y
echarlo a perder precisamente porque es un hongo
9. Unas realidades del siglo pasado –de toda la histo- que invade la superficie. Y ‘desafía el pensamiento’, tal
ria humana– tienen que ver con el silencio de Dios y como dije, porque el pensamiento intenta alcanzar
el descenso de Cristo a los infiernos. Es el descenso cierta profundidad, ir a la raíz, pero cuando trata con
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la cuestión del mal esa intención se ve frustrada, por- si sólo es por acumular números. Lo verdaderamen-
que no hay nada. Esa es su ‘banalidad’. Solamente el te grave es que los seres humanos, cada persona, no
bien tiene profundidad y puede ser radical”. cuente para nada. Habría que incluir la muerte de
tanta gente por desnutrición y enfermedades en un
11. Esto es un retrato nuestro, si no de toda la hu- mundo en el que habría comida y salud para todos
manidad, sí de una parte de ella. El siglo XX fue si la riqueza estuviera mejor distribuida.
testigo de enormes crímenes de lesa humanidad, es En uno de sus Caprichos, Goya grabó estas pala-
decir, con palabras de Hannah Arendt, del crimen bras que aparecen en la mesa sobre la que está recos-
que consiste en decidir quién debe y quién no debe tada una figura humana rodeada de monstruos: “Los
existir en la tierra: “Así como Usted apoyó y llevó a sueños de la razón producen monstruos”. El siglo pa-
cabo una política de no compartir la tierra con los sado estuvo poblado por estos monstruos cuyos nom-
judíos y la gente de otras naciones –como si Usted bres apenas si se pueden pronunciar.
y sus jefes tuvieran el derecho de decidir quién 12. El descenso de Cristo a los infiernos no es sino la
debe viviry quién no en este mundo– hemos visto consecuencia de haber llevado hasta el extremo el
que de nadie, o sea, de ningún miembro de la raza vaciamiento de su divinidad. El Hijo de Dios se vació
humana, se puede esperar que quiera compartir de su divinidad para experimentar hasta el fin nues-
con Usted esta tierra. Ésta es la razón, y la única, tro destino mortal. Se vació de ella para que el Dios
por la que debe ser ahorcado”. Único callara y manifestara así su misterio. Se vació
El siglo XX se ha caracterizado como el período igualmente por hacer suya nuestra condición peca-
de la historia en el que más genocidios se han come- dora y con ello revelar el misterio de iniquidad y
tido. Por sólo señalar algunos: la Segunda Guerra rechazo de Dios que late en el pecado. Cristo Jesús se
Mundial que costaría la vida de 61 millones; el holo- vació de su divinidad hasta morir en la cruz a fin de
causto de seis millones de judíos, y otro tanto de poner al descubierto el crimen que consiste en elimi-
polacos, rusos, homosexuales y disidentes ejecuta- nar de la tierra a los seres humanos. Es el infierno
dos por los nazis; al menos veinte millones de muer- que consiste en estar absolutamente solo por haber
tos en Rusia debido a las hambrunas y los campos eliminado a Dios y a toda otra persona con la que se
de concentración; las hambrunas de China de 1958 podría haber vivido en amistad.
a 1961 en las que murieron unos 30 millones de Si queremos expresar con pocas palabras el miste-
personas; la purificación étnica de Pol Pot en Cam- rio del silencio de Dios en el descenso de Cristo a los
boya con dos millones de asesinados entre 1975 y infiernos, podemos decir con Pablo: “A quien no cono-
1979; los asesinatos masivos de 1994 en Ruanda… ció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros, para que
Así continúa una cuenta que no tiene sentido seguir viniésemos a ser justicia de Dios en él” (II Cor 5,21).