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Revista Digital en Discriminación, Derechos Humanos y Política Pública. Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED).

2020.
www.revistainclusion.org https://copred.cdmx.gob.mx/ https://doi.org/10.47698/inclusin.vi1.

Violencia sutil y salud mental en población


lésbico, gay y bisexual de la Ciudad de
México: implicaciones para
la política pública
Luis Ortiz-Hernández1
Juan Carlos Mendoza-Pérez2

Resumen

Este artículo tiene como objetivo describir las frecuencias de experiencias de


discriminación y violencia evidentes y sutiles por orientación sexual en población lésbico,
gay y bisexual (LGB) de la Ciudad México y analizar la relación entre dichas experiencias
con la salud mental de la población LGB. El método utilizado es con una encuesta
transversal vía electrónica, la información se recabó para el proyecto denominado
“Diagnóstico situacional de personas LGBTIQ de México 2015”.

La muestra analítica fue de 1,670 participantes. Se evaluaron seis formas de


discriminación y violencia explícitas y sutiles relacionadas con la orientación sexual (DV-
OS). Para evaluar la asociación entre las distintas formas de DV-OS con la salud mental,
se estimaron modelos de regresión lineal y modelos de regresión logística. Los
resultados indican que la violencia física asociada con la homofobia fue reportada con
menos frecuencia que otras formas de violencia, como la verbal o la sutil. La
discriminación y violencia sutiles se asociaron con mayores niveles de distrés, menores
niveles de vitalidad y mayor riesgo de ideación e intento suicida. Conforme aumentaban
los espacios en los que se experimentaba discriminación y violencia, se presentaba una
afectación mayor en la salud mental. A manera de conclusión la homofobia se ha
transformado en formas de discriminación más sutiles. Sin embargo, estas formas sutiles

1 Profesor. Departamento de Atención a la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco


https://orcid.org/0000-0002-5870-1729

2 Profesor. Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México.
https://orcid.org/0000-0002-1178-6251

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también tienen impacto en la salud mental, estudiarlas es de relevancia, toda vez que
éstas permiten entender las desigualdades sociales en salud que enfrentan las
poblaciones no heterosexuales.

Palabras clave: homosexuales, bisexuales, salud mental, discriminación, violencia,


homofobia.

1. Introducción

Sistemáticamente se ha observado que los varones gays, homosexuales y bisexuales


(GHB) tienen mayor riesgo de distrés psicológico o trastornos mentales (Haas, et al.
2011; Hottes, et al. 2016; King, et al. 2008; Blondeel, et al. 2016). Estas disparidades en
salud asociadas a la orientación sexual se han atribuido a experiencias adversas a las
que se enfrentan.

Tanto a nivel nacional (2–4) como internacional (1,5,6) se ha observado una relación
positiva entre las experiencias de discriminación y violencia asociada a la orientación
sexual (DV-OS) con indicadores negativos de salud mental. Sin embargo, dado el
carácter sociocultural de la homofobia, es esperable que dichas asociaciones se
modifiquen en función del cambio o continuidad de las normas asociadas a la homofobia.
En México existen cambios legales e institucionales para proteger los derechos de la
población lésbico, gay, bisexual y trans (LGBT). La inclusión de las “preferencias
sexuales” en la Constitución como motivo para no discriminar ocurrió en 2011. Otro
cambio emblemático fue la modificación de constituciones y códigos civiles en varios
estados de la República para permitir el matrimonio entre parejas homosexuales,
comenzando por la Ciudad de México, antes Distrito Federal en el año 2009.

Paralelo a las reformas legales, en los últimos años ha habido cambios en la aceptación
de la homosexualidad en las sociedades occidentales. No se trata de la eliminación de
actitudes negativas hacia la homosexualidad, sino su reconfiguración. Las estadísticas
que a continuación se presentan muestran que, aunque las manifestaciones más
extremas de homofobia han disminuido, aún persisten las evaluaciones negativas hacia
la homosexualidad más sutil. En el período 2000-2004, a nivel mundial, el 64.5% de las

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personas respondieron que la homosexualidad no era justificable (7), mientras que el


porcentaje se redujo a 49.6% durante 2010-2014 (8). Aunque la proporción de
participantes que no les gustaría tener como vecinos a homosexuales se mantuvo
prácticamente sin cambio (51.3% y 50.2%, respectivamente).

En las Américas también existe esta ambivalencia hacia la homosexualidad, pues 69%
de las personas piensa que los derechos humanos se deben de aplicar a todas las
personas sin importar su orientación sexual y 60% piensa que ser una persona LGBT no
es un crimen. Al mismo tiempo, 64% se enojaría si un niño comentara que está
enamorado de otro de su mismo sexo y 31% encontraría inaceptable que un niño se
vistiera y se expresará como niña (ILGA, 2016). En México la situación es similar: aunque
más de la mitad de la población responde que se deben respetar las preferencias
sexuales, 43.7% no permitiría vivir en su casa a un homosexual (CONAPRED, 2011).

El estudio de la relación de las formas de prejuicio, discriminación y violencia que


experimentan los hombres GHB con su salud mental debe considerar el contexto
sociocultural cambiante descrito anteriormente. Investigaciones reportan
frecuentemente experiencias de violencia evidentes (Haas, et al.2011), pero
recientemente se ha comenzado a documentar que formas sutiles o no evidentes de
violencia también pueden tener efectos negativos en la salud mental de los hombres
GHB (Nadal, et al. 2016).

Distinguimos los siguientes dos grupos de experiencias de prejuicio: violencia abierta o


directa y violencia sutil (Galtung, 1990). La violencia manifiesta o directa incluye los
siguientes dos tipos de actos: violencia física y extrema, que afecta a la víctima
físicamente y está relacionada con el uso de un instrumento por parte del perpetrador
(por ejemplo, manos, cuchillos, gas, piedras, etc.), y violencia verbal y psicológica, que
afecta las emociones y los sentimientos de las víctimas (por ejemplo, mentiras,
amenazas o insultos).

La violencia simbólica es una manifestación implícita de heterosexismo, expectativas de


estereotipos de género y androcentrismo en las relaciones interpersonales. La violencia
cultural o simbólica (Bourdieu, 2012; Galtung, 1990) es comúnmente sutil porque no hay

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una condena abierta de la homosexualidad, pero hay una evaluación negativa implícita
de la homosexualidad o los rasgos femeninos en los hombres. Las personas que sufren
violencia simbólica reciben el mensaje de que su identidad o comportamiento es
socialmente indeseable porque se desvían de las normas sociales.

Por lo tanto, la violencia simbólica es estable (y, por lo tanto, un estresor crónico) porque
es parte de las estructuras de la sociedad y contribuye al mantenimiento de la
desigualdad porque es una reproducción de una distribución desigual del poder.

Por ende, los objetivos del presente artículo fueron: describir las frecuencias de
experiencias de discriminación y violencia evidentes y sutiles por orientación sexual en
hombres GHB de México y analizar la relación entre dichas circunstancias con la salud
mental.

2. Material y métodos

Se realizó una encuesta transversal con una muestra por conveniencia de personas
LGBTQ de México. La información se recabó para el “Diagnóstico situacional de
personas LGBTIQ de México 2015”, proyecto encaminado a documentar la situación de
esta población. Se implementó una encuesta autoadministrada en la plataforma web
Surveygizmo de febrero a septiembre de 2015. Para este reporte se analizó la
información de 1,727 participantes que se identificaban como lesbianas, gays o
bisexuales (LGB). Después de eliminar los registros incompletos y de menores de 18
años de edad, la muestra analítica fue de 1,670 GHB que residían en la Ciudad de
México al momento del estudio (ver tabla 1).

El proyecto de investigación estuvo coordinado por la Universidad Autónoma


Metropolitana Xochimilco (UAM-X) y la organización no gubernamental Inspira Cambio
A.C. La difusión de la encuesta se hizo a través de redes sociales como Facebook y
Twitter, también en medios electrónicos para hombres GHB (e.g. Manhunt),
asociaciones civiles (e.g. Letra S) y sitios web de noticias. La encuesta tuvo difusión
nacional y hubo participantes de todos los estados de México. Los aspectos científicos
y éticos del proyecto fueron aprobados por el Consejo Divisional de Ciencias Biológicas

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y de la Salud de la UAM-X.

Al inicio de la encuesta, a los participantes se les presentaba la información de la


investigación, incluido el objetivo, la confidencialidad de la información, el anonimato, la
voluntariedad de la participación y los datos de contacto para aclarar dudas o solicitar
informes. No se solicitó información personal que permitiera identificar a los
participantes.

Se analizaron las experiencias de DV-OS al que las personas vivieron alguna vez en la
vida en seis espacios como en la familia, servicios de salud o espacios públicos. Los
entrevistados tenían que indicar si en cada uno de esos espacios habían experimentado
o no siete formas de discriminación o violencia (ver Tabla 2). En el caso del ámbito
familiar, fueron indagadas además tres situaciones adicionales. Las preguntas fueron
desarrolladas en función de proyectos previos (Census, 2013; Ortiz y García, 2005), así
como del trabajo etnográfico realizado en tres ciudades de México. Además de formas
tradicionales de violencia, se incluyeron 3 formas de discriminación y violencia sutiles
(i.e. la obligación de apegarse a los estereotipos de género “Te hicieron sentir que debes
ser más masculino”, no aceptar a la pareja “Te aceptan a ti, pero a tu pareja no” y no
hablar sobre la orientación sexual “Saben de tu orientación sexual, pero no quieren
hablar de ello”, ver Tabla 3).

Las diez formas de SO-DV se clasificaron en las siguientes seis categorías:


desaprobación del no cumplimiento de género (forma A: las personas hicieron sentir a
los participantes que deberían ser más masculinos -en el caso de los varones- o
femeninas -en el caso de las mujeres), falta de reconocimiento total de la orientación
sexual (preguntas B y C: las personas conocen la orientación sexual de los participantes
pero se niegan a reconocerla), los esfuerzos para “corregir” la orientación sexual (ECOS,
preguntas D y E), violencia verbal (ítem F), violencia física (pregunta G) y rechazo (ítem
H, I y J). Las dos primeras categorías se consideraron expresiones de violencia simbólica
o sutil, mientras que las categorías posteriores se consideraron formas directas o
evidentes de DV-OS.

Se conformaron variables dicotómicas para resumir si las personas habían o no

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experimentado al menos un tipo de discriminación o violencia de acuerdo con el espacio


en el que fue recibida. Finalmente, se formó una variable que describe el número de
espacios donde la persona fue discriminada, las opciones fueron: 1-2, 3-4 y 5-7
espacios.

Para evaluar la salud mental fueron evaluados los siguientes eventos: distrés
psicológico, vitalidad, ideación e intento suicida. Se utilizó la sección de salud mental de
la escala SF36 (Zúñiga, A, et al. 1999), que explora los pensamientos durante el último
mes. Las opciones de respuesta fueron seis (de nunca a siempre), a las cuales se les
dio un puntaje de 0 a 5. A través de análisis de componentes principales fue posible
identificar dos grupos de preguntas: a) distrés (que incluye cinco variables como “te has
sentido muy nervioso” o “te has sentido desanimado/triste”) y b) vitalidad (que incluye
cuatro variables como “te has sentido lleno de vida” o “te has sentido feliz”). Se
obtuvieron los puntajes totales de los dos factores. La ideación suicida fue analizada con
una respuesta afirmativa a la pregunta “¿alguna vez has pensado seriamente en
suicidarte?” y el intento de suicidio con la respuesta afirmativa a la pregunta “¿alguna
vez has intentado suicidarte?” (Borges, G, et al. 2010).

La orientación sexual fue analizada mediante cuatro posibles opciones de


autoidentificación: hombre gay u homosexual, hombre bisexual, lesbiana y mujer
bisexual. Se crearon cinco categorías de edad (15-20, 21-25, 26- 30, 31-45 y 45 años o
más). El estado civil fue analizado con las siguientes opciones: soltero, algún tipo de
unión (“Unión libre”, “Sociedad de convivencia o sociedad civil” y “Casado”),
separado/divorciado y viudo. Se indagó tanto la escolaridad del participante como del
jefe de familia, entendiendo al último como la persona con mayor contribución al ingreso
familiar. El nivel educativo del participante fue clasificado en dos grupos: hasta
preparatoria y licenciatura y/o posgrados. La escolaridad del jefe de familia se midió de
la siguiente forma: hasta secundaria, preparatoria, licenciatura y posgrado.

Fue utilizado el software Stata versión 15.0 para el análisis estadístico. Se estimaron las
frecuencias de cada categoría con el fin de analizar las variables sociodemográficas. Se
estimaron modelos de regresión lineal para variables continuas (distrés y vitalidad, ver

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Tabla 3) y modelos de regresión de Poisson para variables dicotómicas (ideación e


intento de suicidio, ver Tabla 4), en los que las variables independientes fueron los
eventos de discriminación y violencia. Según cada evento de salud, se estimaron tres
modelos: 1) modelos crudos en los que se analizó la asociación de cada evento de salud
mental con cada tipo de discriminación y violencia de manera independiente, 2) modelos
I que fueron ajustados por las covariables y 3) modelos II en los que se incluyeron todas
las variables de discriminación y violencia que se relacionaron con los eventos de salud
en los modelos I, además de las covariables.

3. Resultados

Los hombres gays representaron la mayor proporción de participantes mientras que los
bisexuales fueron minoría (Tabla 1). De 21 a 45 años fue el rango de edad en el que se
concentró la mayoría de la población, y predominaron los solteros y participantes con
licenciatura y/o posgrado. La escolaridad predominante del jefe de familia fue
licenciatura.

La familia y la escuela son los principales espacios en donde se experimenta la


discriminación y la violencia por causa de la orientación sexual, seguidos de los espacios
públicos y el trabajo (Tabla 2). La exigencia de ser más masculino o femenina fue de las
formas más frecuentes de discriminación y violencia, con excepción de los espacios
privados. En la familia, trabajo y servicios de salud, el hecho evitar hablar sobre la
orientación sexual de los participantes, fue una de las formas más comunes de
discriminación y violencia. La violencia verbal (gritos, insultos, amenazas o burlas) fue
otra de las maneras comunes de discriminación y violencia en la escuela, servicios de
justicia, espacios privados y públicos.

Los análisis de la asociación de las experiencias de discriminación y violencia con el


distrés y la vitalidad están en la Tabla 3. Tanto en los modelos crudos como en los
ajustados por covariables se observó que todas las formas de discriminación y violencia
se asociaron con niveles más altos de distrés. En los modelos crudos, todas las variables
de discriminación y violencia se asociaron con niveles menores de vitalidad, excepto las
experiencias de rechazo. Después de ajustar por las covariables, los niveles más bajos

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de vitalidad se asociaron con la obligación a apegarse a los estereotipos de género, falta


de aceptación completa de orientación sexual y las violencias física y verbal.

En los modelos en los que se incluyeron todas las variables de discriminación y violencia,
la falta de aceptación completa de orientación sexual y la violencia física se asociaron
con niveles más altos de distrés, pero más bajos de vitalidad. Tanto en los modelos
crudos, como en los ajustados por las covariables, se verificó que conforme aumentaba
el número de espacios en los que se recibió discriminación, hubo aumento en niveles de
distrés y disminución en vitalidad.

En la Tabla 4 se presentan los resultados de la asociación entre la ideación suicida e


intento de suicidio con los eventos de discriminación y violencia. En los modelos crudos
y en los ajustados por las covariables, así como en los ajustados, todas las variables de
discriminación y violencia se asociaron con mayor posibilidad de ideación e intento
suicida. En los modelos en los que se incluyen todos los tipos de violencia y
discriminación, la falta de aceptación completa de la orientación sexual, los esfuerzos
para cambiar orientación sexual y las violencias física y verbal se asociaron con mayor
riesgo de experimentar ambas conductas suicidas.

4. Discusión

Entre la población LGB de la Ciudad de México, las formas de violencia más agresivas
fueron relativamente poco comunes. Por ejemplo, una décima parte o menos reportó
violencia física. En contraste, otras formas de discriminación y violencia que no implican
contacto físico fueron más prevalentes. Más aún, las formas sutiles de discriminación y
violencia fueron las más comunes. Esto es congruente con el planteamiento de que más
que reducir la homofobia, ésta se ha reconfigurado y se manifiesta en formas que,
aunque no son agresivas físicamente, implican desconocimiento y/o devaluación de las
sexualidades no-normativas.

Estas formas sutiles de discriminación y violencia pueden ser una forma en que la
sociedad sanciona por la transgresión de los estereotipos de género de los hombres y
mujeres LGB. Este estigma ha sido un proceso en el que intervienen las relaciones de

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poder, en este caso brindando superioridad a toda persona que cumpla “cabalmente”
con la heterosexualidad (Ortiz-Hernández y Granados-Cosme, 2006).

Una manera de mantener este “equilibrio” es la invisibilización de la transgresión a los


estereotipos de género y de las formas no-heterosexuales de afecto. Además, a
diferencia de las formas de violencia abiertas, las expresiones sutiles son socialmente
toleradas. Es decir, los recientes cambios legales e institucionales han inhibido
expresiones homofóbicas abiertas, pero nadie se extraña que se hagan señalamientos
sobre lo alejado que están los homosexuales de la heteronormatividad. Nuestros
resultados son congruentes con estudios previos que muestran que la violencia verbal y
física se relaciona con mayor probabilidad de eventos negativos de salud mental. Pero
hay que subrayar que el principal hallazgo de nuestro estudio es que
independientemente de estas formas de violencia evidente, las formas sutiles también
se relacionan con mayor riesgo de presentar pobre salud mental.

A pesar de que estas manifestaciones sutiles de discriminación y violencia también


tienen efecto en la salud mental y este efecto incluso es mayor e independiente de otras
formas de violencia como la verbal o física, su estudio es un campo emergente, por lo
cual existe poca literatura al respecto (Nadal, et al.2016). La invisibilización de
características de las personas (e.g. la transgresión de los estereotipos de género o la
orientación sexual no dominante) puede conllevar a una pérdida de estatus social que
influye en la salud mental de las personas LGB, ya que éstas pueden construir su
identidad con referentes negativos su orientación sexual. Esto a su vez, podría resultar
en la expresión de homofobia internalizada –percepción negativa de sí mismos–, que
finalmente desembocaría en el incremento de estrés psicosocial (Ortiz-Hernández,
2004; Saavedra & Robles, 2016). Además, las formas sutiles de homofobia son
experimentadas de manera cotidiana, como un estresor crónico.

En nuestro estudio, experimentar esfuerzos para cambiar orientación sexual se asoció


con eventos negativos de salud mental. En otras muestras LGBT, los esfuerzos para
cambiar orientación sexual se correlacionó con el comportamiento suicida, la depresión,
la ansiedad y la baja autoestima (Flentje, Heck y Cochran, 2014; Ryan, et al. 2018;

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Shidlo, 2002). Nuestra medida se centró en el fomento de esfuerzos para cambiar


orientación sexual por parte de los padres. En los jóvenes LGBT estadounidenses, los
esfuerzos para cambiar orientación sexual realizado por un terapeuta o líder religioso
estaban relacionado con la depresión y el comportamiento suicida, y estas asociaciones
fueron más fuertes cuando los padres alentaron a SOCE (Ryan, et al. 2018). En México,
el debate para prohibir legalmente este tipo de prácticas ha comenzado. Nuestros
resultados deberían ser considerados en esta discusión.

Existen retos conceptuales y metodológicos para el estudio del efecto de la violencia y


la discriminación sobre la salud mental. En primer término, es difícil discernir si los
efectos varían en función del lugar y tipo de violencia. En un intento para explicar esta
premisa, construimos modelos donde se incluían simultáneamente diferentes formas de
violencia como variables independientes. Pero en este enfoque estaría implícito que los
efectos son independientes, cuando eso en realidad puede no ocurrir. Por ello,
construimos una variable en la que se sumó el número de espacios donde se había
experimentado discriminación y violencia. Como esperábamos, esta medida se relacionó
de forma lineal con los cuatro indicadores de salud mental evaluados. Otro estudio ha
comprobado que la acumulación de vivencias de diversas formas de discriminación y
violencia tienen un efecto sobre la salud mental de hombres gay (Mustanski, et al. 2016).
Esto indica que las experiencias de violencia pueden actuar de forma aditiva en su
impacto negativo en el bienestar psicológico.

Entre las principales fortalezas de este estudio está que la aplicación electrónica del
cuestionario permitió que el tamaño de muestra haya sido amplio. Por ello, no sólo se
incluyen a los asistentes de espacios de recreación u organizaciones civiles LGBT, que
ha sido la estrategia de muestreo común (Ortiz-Hernández & García Torres, 2005), por
lo que se incrementó la posibilidad de encuestar a personas no asumidas socialmente
como gays o lesbianas o con características distintas a las que asisten a estos espacios.
La aplicación de instrumentos por computadora puede dar respuestas menos sesgadas
que entrevistas cara a cara debido a que la persona mantiene completo anonimato
(Eysenbach y Wyatt, 2002). Al mismo tiempo, el uso de encuestas electrónicas impone
limitaciones, ya que se excluyen a todas las personas que no acceden o no saben utilizar

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computadora y/o internet. El resultado es que en las muestras las clases sociales media
o alta están sobrerrepresentadas y se excluyen a clases sociales bajas.

En síntesis, en la población LGB de este estudio existió asociación entre el haber


recibido discriminación y violencia por causa de la orientación sexual y presentar niveles
altos de distrés psicológico, bajos de vitalidad y con la ideación e intento suicida.

Las experiencias de discriminación y violencia tuvieron mayor impacto cuando número


de espacios en donde se recibieron era mayor. Además, algunos de los hallazgos del
estudio indican que algunos de los cambios legales en materia de no discriminación son
favorables en tanto que las formas más abiertas de discriminación y violencia son menos
frecuentes. Al mismo tiempo, otros hallazgos muestran que el prejuicio contra la
homosexualidad se ha transformado y permanecido y ahora se expresa en formas de
discriminación más sutiles o menos evidentes. Sin embargo, estas formas sutiles
también tienen impacto en la salud mental. La importancia del estudio de la homofobia,
sus cambios y permanencias tiene relevancia en el tema de la salud, toda vez que ésta
permite entender las desigualdades sociales en salud que enfrentan las poblaciones
LGBT.

Es necesaria la creación de políticas públicas que aborden la prevención y eliminación


tanto de las formas abiertas como de las sutiles de discriminación y violencia, donde
existe el reto de identificar estrategias para evidenciarlas y prevenirlas. El estado debería
de reforzar su actuación en materia de no discriminación en la escuela y centros de
trabajo. En el primer espacio, la inclusión de la educación sexual en los programas
educativos, así como del bullying homofóbico en los planes de prevención del acoso
escolar y la capacitación de docentes en materia de no discriminación, son algunas
acciones que pudieran contribuir a la solución. Del segundo espacio, se sugiere la
capacitación y certificación en no discriminación por orientación sexual (e.g. espacios
libres de discriminación); la supervisión de organismos gubernamentales del
cumplimiento de las leyes nacionales contra la discriminación en materia laboral; la
sanción efectiva a quienes no las cumplan, y la formulación de estrategias para favorecer
ambientes amigables para los hombres GHB.

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Creemos que la evidencia que presentamos sugiere que la violencia simbólica o sutil
podría estar asociada con resultados negativos en salud mental. El concepto de violencia
simbólica se basa en la premisa de que el poder opera a través de la aceptación de las
normas sociales, lo que a veces implica la estigmatización de algunos grupos. Analizar
la violencia desde esta perspectiva es conducente a considerar que, para evitar eventos
de prejuicio, todas las manifestaciones (desde violencia sutil hasta crímenes de odio) de
estigmatización de la homosexualidad y la trasgresión de los estereotipos de género
deben erradicarse, lo cual solo puede lograrse a través de cambios socioculturales
importantes en todas las esferas sociales y no solo cambiando las actitudes individuales.
Las políticas a nivel institucional (por ejemplo, la regulación de los medios y la prohibición
de los discursos de odio por parte de las instituciones dominantes) deben implementarse
para des-estigmatizar las expresiones no dominantes de identidad de género y
orientación sexual.

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