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Jefe de Gobierno
Mauricio Macri
Vicejefa de Gobierno
María Eugenia Vidal
Ministro de Cultura
Hernán Lombardi
ISBN 978-987-1642-21-2
1. Estudios Culturales . I. Corsani, Patricia II. Vasta, Marina III. Barela, Liliana, dir.
IV. Título
CDD 306
© 2013 Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico Hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
ISBN 978-987-1642-21-2
Bolívar 466, Montserrat (C1066AAJ) No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o
por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias,
Tel. (54-11) 4339 1900 al 99 digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su
Correo electrónico: dgpeih@buenosaires.gob.ar infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Dirección editorial
Liliana Barela
Autores
Daniel Schávelzon
Patricia V. Corsani
Marina Vasta
Supervisión de edición
Lidia González
Edición y corrección
Marcela Barsamian
Nora Manrique
Diseño editorial
Dominique Cortondo
Índice
Prólogo ................................................................................................................................................................... 8
Liliana Barela
8
Bizantino, sus derroteros entre la autenticidad, la copia y la falsificación,
entre los datos ciertos y las conjeturas sobre su origen, su finalidad o va-
lor, que lo conduce a una reflexión: su mayor autenticidad reside en ser
parte de nuestra historia.
Patricia V. Corsani aporta en el mismo sentido a través de la revisión
de las estrategias de ornamentación urbana seguidas desde las institu-
ciones públicas, en la búsqueda y selección de esculturas a cargo de per-
sonalidades como Ernesto de la Cárcova y Eduardo Schiaffino. Indaga sus
viajes, los apoyos, los montos gastados, y los criterios adoptados, quizás
difíciles de comprender a un siglo de distancia.
Marina Vasta cierra con una historia del Jardín Zoológico que ubica en
perspectiva todo el proceso. Rastrea la voluntad de visibilizar y producir
experiencia corporal, entrecruzando lo científico y lo artístico, lo recrea-
tivo y lo didáctico, lo natural y lo construido.
En conjunto, ofrecen un fresco sobre un lugar arraigado en la expe-
riencia individual y la memoria afectiva: el Jardín Zoológico va enlazan-
do sus significados históricos, se vuelve identidad cultural, y por tanto,
patrimonio.
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El Jardín Zoológico de Buenos Aires
en nuestras historias
Daniel Schávelzon
Todos los que nacimos en esta Ciudad tenemos recuerdos asociados con
el Jardín Zoológico y sus habitantes: los temibles tigres y leones, los enor-
mes y aburridos elefantes, la increíble jirafa; recuerdos sobre sus edificios
peculiares, sus lagos, puentes y arboledas. Todo era maravilloso, pero lo
máximo, la mayor aventura cuando éramos chicos, era darles de comer
con la mano las galletas con formas de animalitos que hasta el elefante
tomaba delicadamente con su trompa.
Eso sucedía hace muchos años, creíamos que no era raro que los ani-
males estuvieran en jaulas aunque nos parecían estrechas, no había un
pensamiento ecologista establecido ni demasiado cuidado con los anima-
les, eso vendría más tarde. Ante nuestros ojos infantiles todo brillaba.
Con los años, el mundo cambió y también cambiamos nosotros: ya no
era correcto tener animales en cautiverio y menos en jaulas, ni se les po-
día dar de comer cualquier cosa –un hipopótamo murió por una lata de
gaseosa–. Ya no era aceptable la visión del mundo en la que nosotros con-
trolamos la naturaleza, la domesticamos y dejamos que sufra para que
gocemos viendo nuestro propio control del universo.
Fue el principio del final de los antiguos zoológicos que nacieron fue-
ra del centro de la ciudad y terminaron en medio del caos urbano donde
10
los propios animales tienen, además, que respirar la polución que gene-
ramos. Y el negocio del espectáculo tomó ribetes insospechados e inma-
nejables. Y los hermosos lagos se fueron secando y se rellenaron, las islas
se hicieron tierra y los edificios excepcionales se alteraron o se dejaron
venir abajo; hasta se pusieron carteles mentirosos que asociaban perso-
najes históricos con lugares modernos, ya era show. Y los que especulan
con el suelo urbano quisieron sacarlo para hacer cualquier otra cosa que
simplemente generase dinero a cualquier costo social.
Con el paso del tiempo, fue cada vez más necesario repensar estos
grandes espacios cargados de historia y de historias, de edificios excepcio-
nales. Un espacio verde importante en la Ciudad que todos, autoridades
y vecinos, queremos conservar de alguna manera –aunque haya dispari-
dad de opiniones–, dándoles aún un rato de felicidad a los niños pero sin
exhibir maldad o sadismo. El Zoológico ha pasado de aventura infantil a
patrimonio cultural.
Pero nada es simple con un conjunto de estas características y con tal
envergadura, donde se cruzan tantos temas importantes, y por supuesto
no hay medidas radicales que conformen a nadie, afortunadamente. Se
entendió desde la cultura y el patrimonio que el primer paso a dar era
estudiar con detalle lo que teníamos entre manos, ya que si bien muchos
habían hablado del lugar en libros y más libros, realmente era poco lo que
sabíamos con certeza: había problemas con las fechas, los arquitectos e
ingenieros que actuaron, los pabellones que se hicieron, el diseño del con-
junto, lo que cambió o fue demolido, la verdadera función de los lagos que
se autoabastecen de agua y por qué son necesarios, los peculiares rellenos
de tierra de nivelación construidos con rejas antiguas para reforzar el lu-
gar ante las inundaciones que ya no llegan hasta allí, entre mil preguntas
más. ¿Por qué esa peculiar arquitectura de los pabellones pintoresquis-
tas?, ¿por qué hay tanta rocalla como en ningún otro sitio de la Ciudad?,
¿por qué los primeros ejemplos de uso de hormigón armado están disi-
mulados en ese mismo parque?, ¿era verdadero el Pabellón Bizantino y
habría que trasladarlo a un museo por ser de incalculable valor? Estas
fueron las primeras preguntas que se juntaban con las que desde otros
11
círculos se estaban haciendo o ya se habían instalado en la sociedad:
¿era conveniente seguir con un zoológico en la misma Ciudad?, ¿era posi-
ble tener así a los animales?, ¿sería factible no tenerlo? Y en el centro del
tema estaba el mundo de los negocios y el espectáculo, y el de los gobier-
nos responsables por la totalidad urbana.
Este libro no resuelve el problema, ni siquiera intenta dar alguna so-
lución. Es una primera compilación de textos escritos especialmente para
aportar materiales concretos para la historia de ese complejo excepcional
y conocer el valor específico de algunos de sus conjuntos. Porque la es-
pecificidad no quita el obvio valor que tiene como conjunto, como una
enorme unidad de variedades materiales e inmateriales, que resulta aún
más importante por estar compuesto de unidades excepcionales. Por eso
el comienzo es con textos fundantes: la historia de cómo se gestó la idea,
la construcción inicial y el papel que en esa obra tuvo uno de los grandes
argentinos de su tiempo: Schiaffino, las obras de arte que lo decoraron y
todavía están ahí como parte de una propuesta para toda la Ciudad, para
embellecerla al menos en la manera en que se pensaba que se hacía más
hermosa en los años del 1900.
El estudio detallado del Pórtico Bizantino, una pequeña construc-
ción muy peculiar, compleja, paradójica, sobre la que durante un siglo
no se pudo decir con certeza qué era, de cuándo databa o siquiera si
era falsa o al menos en una parte, no fue sencillo. Es un ejemplo de lo
meticuloso que podemos ser cuando queremos conocer una construc-
ción en todos sus detalles. No es completo, pero al menos nos permitió
reflexionar y aproximarnos acerca de por qué era necesario en 1906
poner una construcción de costo millonario en la entrada del Jardín
Zoológico; porque así como nos apropiábamos de la vida de animales
y plantas, también lo hacíamos con obras de arte y monumentos de
otros. Era un tiempo diferente que nos legó un patrimonio histórico,
cultural y natural, un complejo urbano, social y de naturaleza ya in-
divisible, único, de valor universal reconocido que debemos proteger,
impulsar su cuidado y, sobre todo, repensar sus usos y actividades en
una ciudad ahora de otro tiempo.
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Este libro presenta tres artículos que se han ubicado, por su tratamien-
to, de lo específico a la mirada más amplia, como un ejercicio en que el
objeto de estudio fue creciendo de menor a mayor. Primero, el que se re-
fiere al Pórtico tan alabado, discutido y olvidado. En segundo lugar, una
investigación notable de Patricia Corsani realizada a partir de los papeles
de Schiaffino –firmados de su puño y letra– sobre ese Pórtico comprado en
Europa y enviado al país; un hallazgo más que interesante en una larga
búsqueda sobre el tema. Y un tercer trabajo, de Marina Vasta, quien hizo
una reconstrucción de la primera historia del Jardín Zoológico, con una
perspectiva no tradicional a partir de las múltiples miradas que tuvo el
lugar desde su inauguración y que se entrecruzaron para generar lo que
es hoy, un sitio de la memoria y la identidad porteñas.
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“¿Quién quiere verdades cuando hay fantasías
que podemos elaborar a medida de nuestros deseos?”
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1 Clemente Onelli, Trepando los Andes. Buenos Aires, Compañía Argentina de Billetes
de Banco, 1904; sobre él puede verse: Diego del Pino, Clemente Onelli, Buenos Aires,
Asociación Dante Alighieri, 1976.
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--•--
2 Diego A. del Pino, Historia del Jardín Zoológico Municipal, Cuadernos de Buenos Aires
Nº 55, Municipalidad de la Ciudad, Buenos Aires, 1979; sigue siendo un estudio básico
sobre el tema, en él llama a esta estructura “Propileo Bizantino”.
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Plano del Jardín Zoológico hacia tiene el actual Zoológico es el resultado de los rellenos y las excavaciones
1900, el lago Darwin ya tiene realizados; al modificarse el sistema de desagües que había establecido
su futura isla como saliente pero
Rosas, fue preciso dejar lagos abiertos para compensar las inundaciones.
aun no se había comprado el
Pórtico (Archivo del Centro
En una isleta artificial hecha en uno de esos lagos, más tarde se coloca-
de Arqueología Urbana). ría como decoración el Pórtico Bizantino. En excavaciones actuales reali-
zadas en esos terrenos encontramos, aunque muy destruidos, restos de
balcones y rejas de diverso tipo provenientes de demoliciones de toda la
Ciudad que ayudaban a afirmar el terreno.
Hacer esas obras no fue un tema sencillo porque ese terreno no había
sido rellenado con anterioridad como los del lado este de la actual aveni-
da Libertador, solo fue canalizado para ayudar a evacuar agua en las cre-
cidas del río; lentamente se subió el nivel de tierra, al mismo tiempo que
se creaba un sistema de canales y lagos para encauzar y controlar el agua
que antes drenaba por el antiguo Canal de Manuelita, que fue cegado. A
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pesar de las dificultades, las obras se concretaron. Se levantaron pinto- Plano hecho por Holmberg
rescos pabellones de todo tipo, de acuerdo con los diseños de la jardinería en 1893 con el proyecto de lago e
europea de moda, y el nuevo Jardín Zoológico se inauguró en 1888. isla. (Archivo del Centro
En 1904 asumió un nuevo director, Clemente Onelli,8 naturalista y bió- de Arqueología Urbana).
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Vista del lago Darwin antes Allí donde el follaje sombrío bordea las aguas, se refleja todo entero, indeci-
de la colocación del Pórtico so por la brisa que agita las aguas del lago, el ruinoso propileo bizantino con
Bizantino hacia 1906. su fuente de tazas superpuestas9 que entre algas y musgos destilan chorros,
(Colección particular). muertos entre la maleza que crece, adrede, para dar sabor y estilo al encanta-
do paisaje. Se reúnen allí, en las horas meridianas, manchas albas y rosas, los
flamencos, que estilizan aún más el paraje, inmóviles ante las columnas de-
rrumbadas y con sus cuellos violentamente flexibles, que tanto condicen con
la arriesgada y fabulosa fauna de la rebuscada escultura de Bizancio.10
9 Nótese este detalle que discutiremos más adelante sobre los varios niveles de la fuente.
10 Clemente Onelli, en Y. García, op. cit.
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Años más tarde colocó un sistema de luces de colores para iluminarlo de El Pórtico ya inaugurado con la
noche que luego sería retirado, por supuesto dejando partes destruidas fuente en su altura original en
por el cableado más allá de “la magia de un lugar único en la Ciudad.” 11 el centro, nótese que los árboles
están iguales a la foto anterior
También de lo traído desde Europa se colocó una fuente “Renacentista” de
(foto circa 1911). (Colección
“mármol rojo de Verona y con bronces”, que acompañaba este conjunto. particular).
Aunque Schiaffino al traerla creyó que era auténtica, sus fotos mues-
tran que no lo era y la fuente desapareció hace años. La fuente fue co-
locada en 1907. También creyó que era una copia el cercano Templo de
Vesta, también circular y con columnas, con lo que hacia juego, y en
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Una pequeña fuente de bronce y mármol rojo (…), dos columnas salomónicas
de mármol rosa de Verona que fueron de una antigua iglesia de aquella ciudad
(…); y seis columnas bizantinas de piedra labrada con una pequeña fuente de
piedra y dos balcones del mismo estilo, para erigirlas en hemiciclo con la fuen-
te en el centro, en un jardín público.17
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Aires también podía adquirir parte de los monumentos del pasado euro-
peo y, de esa manera, pertenecer a la gran historia de Occidente.19
Pese a la importancia de este monumento, los datos con que se cuen-
ta son pocos, quizás debido a que los archivos del Jardín Zoológico han
desaparecido con motivo de su privatización durante el gobierno de
Carlos Menem. De todas formas sabemos que por el Decreto 2981/59, el
llamado Pórtico Bizantino fue incorporado al Catálogo de la Dirección
General de Monumentos y Obras de Arte, pero también las peripecias
sufridas por ese documento fueron muchas y gran parte de los archivos
asociados desaparecieron.20
El ensamblado y montaje de esta estructura, su base y columnas se con-
cretó en 1907. La Municipalidad de la Ciudad publicó en sus Memorias:
La Intendencia cedió además para ser colocadas en lugar adecuado unas co-
lumnas bizantinas auténticas de mármol de Istria compradas in situ y para la
Municipalidad de Buenos Aires por el director del Museo Nacional de Bellas
Artes. En el año del Centenario estas ruinas serán levantadas en un pequeño
islote del lago Darwin, donde su reflejo en las aguas, matizado con el flamear
rojo de las alas de los flamencos dará la nota característica e individual del
establecimiento, sin copiar a otros similares europeos que, con su belleza ori-
ginal y propia no se asemejan en nada a nuestro paseo lujoso y en el que se
ha tenido siempre presente que además de un zoario, debía ser un jardín y un
parque bello para a la vez instruir en los conocimientos zoológicos y educar a
la vista con el más bello conjunto de la naturaleza lujuriante de nuestro clima
con las líneas del arte que las domina y transforma.21
El texto trae datos útiles: eran solo seis columnas como ya vimos, todas
provenientes de Istria aunque al parecer enviadas desde Venecia (antes
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es decir parte de una fecha, la única opción es que fuese una C mal escrita Inscripción en el arquitrabe.
lo que podría ser un error lógico, pero tampoco cobra sentido la inscrip- (Fotografía Patricia Frazzi).
ción, menos aún con los dos puntos en los números-letras finales. En el
mejor de los casos podríamos suponer que lo que se intentó copiar era
ICXC que es el año 990; como palabra, sigla o parte de una palabra no
tiene sentido. La clara separación entre las dos primeras letras y las otras
nos indica al menos algún faltante, o una intencionalidad o la simple in-
comprensión del texto original, suponiendo que haya existido. La fecha
del siglo X dC resulta interesante como veremos.
Nos preguntamos: ¿era un intento de hacer un adorno de algo simi-
lar a una fecha o un dato? ¿Hubo realmente una fecha muy deteriorada?
¿Fue una sigla o abreviatura que hoy es incomprensible? Todo es posi-
ble pero resulta muy extraño que Schiaffino, si hubiera visto el error, no
lo hiciera corregir en el momento. ¿Pudo haber existido una inscripción
cuando compró esto, que él vio y copió lo que quedaba, para que lo repro-
dujeran de la misma forma?
Tras la supuesta fecha hay una inscripción que, si bien también tiene erro-
res atribuibles a los operarios que hicieron el molde, dice “GIVES PENTAPOLIS
INTURREMASCENDITE”. Sobre esto hubo diversas lecturas ya que hay pala-
bras mal escritas, además de estar parcialmente en dos idiomas: griego y
latín, y por cierto en ninguno de los dos casos está bien escrito.
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El basamento
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Relieve de la parte inferior los materiales y la técnica de trabajo, especialmente los hierros inter-
hecho con placas premoldeadas. nos. Nada hay antiguo en este basamento, o al menos anterior al siglo
(Fotografía Patricia Frazzi).
de su construcción, no tiene nada que ver en su ornamentación con las
columnas, fue una decisión historicista para darle una forma determi-
nada, que pudo o no ser similar a la que tuvo, pudo estar de acuerdo con
lo que el traficante de antigüedades le dijo a Schiaffino o simplemente
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con lo que decidieron quienes la hicieron. La decoración, repetida den- Extremo del basamento: puede
tro y fuera en todos los tramos, es de molde. Son rectángulos acordona- verse su manufactura de ladrillo
y cemento imitando una ruina.
dos con volutas en los tramos largos y una representación mitológica
(Fotografía Patricia Frazzi).
que semeja una sirena. Por arriba tiene una serie corrida de molduras
decoradas y una de dentículos, puestas antes del pedestal de las basas
de las columnas.
El estado actual muestra, al haberse salido los hierros que armaban la
estructura, los ladrillos interiores; por eso es obvia su modernidad y que
se trata de relieves hechos en molde con una iconografía cuya existencia
en la antigüedad es improbable.
La posibilidad de que haya sido una estructura semicircular es facti-
ble, ya que era una forma habitual en la arquitectura prerrománica y en
la bizantina de la región. Tanto los balcones como los absidiolos de las
iglesias tuvieron más o menos esas dimensiones, si bien siempre unían
las columnas con arcos de medio punto y no con arquitrabes. Por eso, la
forma circular es posible, pero no con un dintel recto. Recordemos que
Schiaffino habla en sus notas de dos “balconadas” que no están ahora,
salvo que alguna de las pequeñas columnas en el piso provengan de
esas balconadas.
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del año 711. Entre los siglos V y VIII se cruzaron tradiciones en la penín-
sula ibérica, una proveniente desde el norte de África y Asia, y otra del
oriente de Europa, la que traía una fuerte carga islámico-bizantina. Su
arte es una compleja mezcla de todo esto; la Iglesia de San Pedro de la
Nave, construida en España entre el 680 y el 711, es un excelente ejemplo
en el que podemos observar detalles muy similares a los de las columnas
que estamos analizando en este trabajo.
Los ostrogodos (“los del este” del río Dniéper) asentados en las zo-
nas de Ucrania y el Mar Muerto, comenzaron su expansión de ma-
nera muy rápida para llegar por el este hasta Crimea. Estaban bajo
el dominio de los hunos y lograron su independencia en el año 453.
Dominaron Roma a partir del 488 y Ravenna en el 493 donde estable-
cieron su capital. Esto les generó problemas de coexistencia con los vi-
sigodos, bizantinos y romanos a lo largo de un siglo, lo que desembocó
en luchas con los visigodos quienes se retiraron expandiéndose hacia
Francia. En el año 536, Constantino I reconquistó primero Roma y más
tarde Ravenna, para ser expulsado en el 546 por Bizancio, verdadero
dueño del territorio. Extrañamente, poco más tarde los ostrogodos se
disgregaron como cultura para fundirse con la población local en todo
el territorio desde el Adriático hasta Francia, asimilándose de manera
rápida hasta tal grado que para el siglo VI ya casi no había una iden-
tidad que pudiera definirse como tal. Fueron portadores de un bagaje
cultural heterogéneo, cambiante, mezcla y sumatoria de tradiciones
que son en buena parte las características del llamado período prerro-
mánico del arte en Europa.
La compleja historia de la región norte del Adriático, que lógicamente se
trasladó a la arquitectura, hace muy difícil atribuir elementos a un grupo,
una cultura o una época de manera estricta cuando ni siquiera podemos
determinar si son columnas antiguas. Pero podemos decir que el Pórtico
del Jardín Zoológico puede asimilarse a elementos godos del siglo VI de la
región, aunque no hay ejemplos concretos a los que asociarlo. Asimismo,
no son bizantinas ni copian su estilo, a lo sumo y de ser locales son ejem-
plos de la difusión de lo llamado bizantino –que dominó todas las ciudades
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Tres variantes de los motivos de la zona–, tanto por sus propios ejércitos llegados desde Constantinopla
iconográficos de las columnas como por pueblos salidos desde esa región hacia el norte, en su expresión
de piedra. (Fotografías Patricia
artística de tiempos tardíos. Esta puede ser una explicación que nos satisfa-
Frazzi).
ce porque no podemos dejar de notar la fuerte relación islámica y española
que tienen las columnas de los siglos VIII al X, en especial la coherencia
con trabajos similares en su composición –auque nunca en piedra–, en la
forma de colocar los animales, su cuello doblado, con sus patas dentro del
cajete que lo encierra, entre otros detalles.
Los capiteles, en cambio, bien podrían ser de la época de Bizancio, a
diferencia de los fustes de las columnas que parecen ser más tardíos:
¿un rejunte de piezas auténticas de los siglos VI y X?, ¿parte original
y parte falsa para completar lo que faltaba? Podría ser que quienes lo
hicieron se preocuparon por que todo estuviera decorado para que el
conjunto fuese más atractivo para el comprador, aunque no coincidie-
ran en el tiempo los estilos de columna y decoración. Son interrogantes
imposibles de responder. Pero pese a todo lo dicho y a las posibles ex-
plicaciones, nos volcamos por aceptar que la decoración de los fustes
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tiene un origen no bizantino sino de España y su arte decorativo. Quizás Tres de los sistemas
ornamentales de las columnas
Schiaffino tuvo la tremenda suerte de encontrar piezas realmente úni-
con sus entrelaces y divisiones
cas en el arte universal, hipótesis que no podemos descartar, pero en horizontales, con los animales
ese caso lo raro es que la bibliografía universal no lo haya destacado. en su interior. (Fotografías
Como ya dijimos, los motivos ornamentales que tienen estas columnas Patricia Frazzi).
son tradicionales en la arquitectura de Oriente y de la influencia oriental
en Europa y corresponden ciertamente a la vertiente bizantina en el pe-
ríodo prerrománico, que llegó sin duda a España.26 La iconografía es toda
medieval temprana y está dispersa por toda Europa hasta Inglaterra a
partir de la expansión de lo bizantino y sus variados portadores, inclusive
con el Islam. Si bien veremos la iconografía repetida, es muy raro encon-
trarla en los fustes de columnas; la arquitectura bizantina se caracteriza
por columnas altas y de fustes sobrios, lisos, sin decoración, con mucho
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Daniel Schávelzon
uso del color al aprovechar los finos mármoles romanos precedentes, con
sus delicados veteados. En ella no veremos la decoración mitológica cer-
cana al Islam. Como ejemplos con semejanzas existen iglesias y edificios
en Roma, Ravenna, incluso en Inglaterra, Francia y España; sobre todo
en España donde la entrada de este arte se produjo a través de la cultura
musulmana. Este es uno de los problemas básicos que tienen los fustes
tan ornamentados, son en realidad columnas muy raras en cualquier
contexto.
Si la intención del que se lo vendió a Schiaffino era falsificar el estilo
bizantino no hubiese hecho esto de tener nociones de arte; pero si el pro-
pósito era venderlo a alguien poco entendido y se lo quería impactar con
el detalle minucioso, fue una estrategia perfecta. Por eso, es probable
que se llevara la decoración al extremo cubriendo toda la superficie para
no crear dudas, aunque esa combinación no existiera en el pasado. La be-
Píxide de marfil de Medina lleza siempre opaca la veracidad histórica, la falsificación usa siempre el
Azahara, España, del año 964. principio de la exhuberancia para tapar los errores. Siempre que algo en
Cortesía de la Catedral de Praga.
arte traficado es demasiado bueno, es extraño y genera dudas. También
las genera aquello que no encaja en una época precisa y en un lugar.
Por otra parte, es tradicional que el falsificador exagere, a diferencia del
simple copista.27
Finalmente, podemos buscar la decoración de los fustes en la España
de los siglos VII al IX, cuando el Islam se expande de manera rápida y deja
obras portátiles maravillosas, que luego pasan lentamente a la arquitec-
tura. En los museos del mundo existen excelentes obras, en especial de
marfil, en que el motivo de entrelaces con animales se repite; pasó a las
molduras y cimacios de algunas iglesias en España y hasta en Inglaterra,
pero no es habitual en un fuste de columna.
Entonces, si podemos asumir que el falsificador usó para los fustes
un motivo español que podía pasar o confundir con lo bizantino y pre-
rrománico e hizo o usó basas y capiteles bizantinos, cabe preguntarnos
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28 Manuel Gómez-Moreno González, Breve reseña de los monumentos y obras de arte que
ha perdido Granada en lo que va del siglo, Granada, Imprenta de Don José López de
Guevara, 1884.
29 José M. Merino de Cáceres y María José Martínez Ruiz, La destrucción del patrimonio
artístico español: W. R. Hearst, El Gran Ciudadano, Madrid, Cátedra, 2012, pp. 125-127.
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Fragmento tallado de la
Cátedra de Ravenna, Catedral
de Ravenna.
Basas y capiteles
Cada una de las columnas del hemiciclo del Zoológico tiene un delga-
do pedestal llamado apoyo o basa. Se trata de una plataforma horizon-
tal cuadrada que en la antigua arquitectura griega era la parte superior
del estilóbato. Por encima, la basa tiene dos toros salientes y una escocia
grande curvada hacia adentro. Es un tipo de basa habitual en los períodos
que se discuten para el fechamiento de estas columnas, proporcionadas y
lógicas, salvo en el caso de la considerada falsa.
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existía una estandarización. Entre otras cosas, siempre había un pequeño Tres ejemplos de capiteles
ábaco sobre el fuste, luego venían el capitel y el cimacio, y finalmente bizantinos y prerrománicos:
dos de Santa Sofía en
el arco que unía una columna con la otra. Este sistema del Zoológico sin el
Constantinopla y a la derecha
cimacio y con arquitrabe es casi imposible de encontrar. Tan es así, que
uno de San Vitale en Ravenna,
quien reconstruyó el del Zoológico se vio obligado a colocar un par de nótese la presencia del cimacio
ladrillos (hoy casi invisibles), para que haya algo entre el capitel y el ar- sobre el capitel. (Fotografía
quitrabe donde pudiera apoyarse el perfil de hierro interno sin quebrar Patricia Frazzi).
el capitel. También ese cimacio cumplía una función estructural; aquí no
lo tenían y fue un problema a resolver.
En este caso, los capiteles son de piedra tallada, de buena factura, con
hojas de acanto labradas con poco relieve, con animales y medallones,
por lo que pueden considerarse bizantinas o prerrománicas, provenien-
tes de Europa Oriental (desde Constantinopla, todo el Islam, hasta el
Adriático y Venecia), incluso españolas o francesas, pero casi con certeza
auténticos o bien copiados en piedra. La variedad está en que algunos son
de paredes planas y otros tienen pequeñas curvas entrantes y salientes.
La decoración de estos capiteles y su forma ha sido el motivo más fuerte
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El templo en el paisaje
imaginario, pintura de
Claude Lorrain, 1645.
(Archivo del Instituto
de Arte Americano).
tomado en cuenta por todos los peritos para atribuirlas al período bizan-
tino y darle autenticidad al conjunto.
Existe una compleja frase escrita por Onelli y publicada en 1909 cuya
lectura es doble. Dijo que a las columnas se les “agregó el ábaco y la base
calcando fielmente las esculturas en bajorrelieve de esas mismas colum-
nas: he ahí por lo tanto que Buenos Aires, ciudad eminentemente mo-
derna, luce ahora en su Jardín Zoológico fragmentos auténticos de viejas
esculturas restauradas a nuestro objeto”.31
Más allá de lo que podamos pensar sobre tener fragmentos auténti-
cos sacados de otro país, la frase tiene problemas de significado como
consecuencia de una mala puntuación. Según dónde pongamos las
31 Clemente Onelli, “El Jardín Zoológico en 1909”, Revista del Jardín Zoológico de Buenos
Aires, época II, Nº 21, pp. 47-55, 1910.
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comas faltantes dice cosas diferentes. Así como está escrito no tiene
mucho sentido. En primer lugar, confunde el ábaco con el arquitrabe,
error razonable para el no especialista, pero es algo tan poco importante
que no sé para qué lo destaca. Sucede algo similar cuando cita “la base”
(en singular), no se refiere a las basas sino a todo el basamento como
hecho a nuevo. Lo que expresa Onelli es que el arquitrabe y el basamen-
to fueron agregados: en eso coincidimos plenamente. Es decir, que eso
era obra moderna. Luego, si colocamos una coma después de la palabra
“base”, dice que se calcaron “fielmente” los bajorrelieves (los del basa-
mento). No es una frase prístina pese a que era un buen escritor, pero
es útil en la medida en que reafirma, por quien hizo colocar el Pórtico,
lo que puede verse como nuevo y lo que parece ser antiguo o al menos
tallado a mano en piedra, que fue lo que trajo Schiaffino. Volvemos a
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recalcar que puede ser de piedra y traído de Europa, por ende “original”,
pero no por eso son antiguas.
Todos los documentos y referencias directas e indirectas determinan
que las columnas fueron compradas y que eran efectivamente del área
norte del Adriático –aclaramos que allí “fueron compradas”, no que fue-
sen hechas allí–, y lo decimos de forma indeterminada por razones que
veremos. Los lugares citados por Schiaffino y Onelli, o terceros de su tiem-
po, son Venecia, Ravenna y Trieste en la actual Italia, e Istria en la actual
Croacia. No parece ser casual que todas sean ciudades que rodean el extre-
mo norte del Adriático en un semicírculo, cercanas entre sí, que tuvieron
una historia paralela e interconectada a lo largo de muchísimos siglos,
que sufrieron los mismos eventos en la época prerrománica y bizantina
–todas parte del Imperio de Bizancio–, donde el comercio de antigüedades
fue sumamente activo en el siglo XIX e inicios del XX. Fue desde siempre
la zona de contacto entre Oriente y Occidente, no solo para la cultura, el
comercio y el movimiento humano, sino también para la salida de anti-
güedades hacia el mercado internacional. Por supuesto que visto en 1906
y desde la distancia de la Argentina, son sitios confundibles de buena fe,
Museo de Historia Natural por eso sería importante saber si Schiaffino le encargó algo a su anticuario
de Londres, capiteles y anima- o si simplemente se presentó en el lugar a ver qué había disponible. Eso
les sosteniendo las columnas nos permitiría al menos especular si fueron hechas para él o se sacaron
(pos 1865). (Fotografía Patricia de alguna ruina local o lejana. El que un anticuario tuviera trabajando a
Frazzi).
varios picapedreros era habitual, ya que siempre había que amoldar los
fragmentos de edificios para que formaran conjuntos, reparar o retallar
los faltantes. En una ciudad como Buenos Aires, donde no hay piedra ni
se la trabaja, esto puede parecer extraño, sin embargo no era raro en ese
tiempo en que los lapidarios tallaban la piedra con toda naturalidad, al
igual que lo siguen haciendo hoy en día, sea como trabajo aprendido por
herencia o para falsificar, pero el trabajo de la piedra sigue existiendo.
Que el grupo provenga de alguno de esos sitios del Adriático, cualquie-
ra de ellos, hace posible su antigüedad aunque sea de algunas partes, ya
que son todos lugares con gran cantidad de monumentos o estaban cer-
canos a sitios en ruinas abandonadas ideales para su desmantelamiento
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Cuándo se rompió o quién lo hizo, son datos que desconocemos. Las fotos
viejas como las del Archivo General de la Nación, sin fechas, muestran
que debía estar ya rota muy poco después de inaugurada. Antes de 1910
hay fragmentos caídos al pie e, incluso, uno en el agua y es muy posible
que los demás ya estuvieran en el fondo del lago. No hay duda de que
los tres fragmentos de columna que están hoy en el piso eran parte de la
fuente y fueron colocados en fecha reciente.
Es imposible saber si todo ese enorme conjunto de una fuente digna de
Hollywood estaba tallado, pero así parecen indicarlo los fragmentos. En
ese caso, no habría otra sentencia para el conjunto: se trataba de un tallado
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del momento, con o sin ánimo de falsificar, pero que era todo moderno
cuando fue hecho y comprado. No puede haber existido en la antigüedad.
Cabe igualmente hacer una pregunta ¿lo comprado era menor y a al-
guien se le ocurrió hacerla más grande al instalarla? Puede ser, pero la lle-
varon a una altura absurda que no duró más que una tormenta. Aunque
los dos fragmentos de columnas que hay en el piso y que son de piedra
parecen mostrar que esta última hipótesis no tiene posibilidad alguna,
hay solo uno que es copia.
Esta fuente, su forma y altura no encuadran en la historia del arte,
incluso suponiendo que la hayan agrandado aquí. No hay algo siquiera
similar; no creemos que pudiera existir ni en los cuentos de Las mil y una
noches, difundidos en esos días. Es lo que le da menos seriedad al conjun-
to y es impensable que no haya sido tallado por las mismas manos que
las columnas por la similitud del material y la manufactura.
En resumen: la fuente original es lo que pone en duda el conjunto, excep-
tuando lo que a simple vista es indudablemente nuevo; incluso sin buenas
fotos de su estado original, no hay dudas de que es una obra imaginaria,
tanto cuando estaba entera como ahora. Y como es similar a las columnas,
todo nos impulsa a asumir que el conjunto debe ponerse en duda. Sí vino
de Europa, sí es básicamente de piedra tallada a mano, pero ¿es antigua?
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sin imaginar que alguien pudiese comprarlo como antiguo, eso ha sido
muy común: anticuarios que encuentran cosas hechas con técnicas y
motivos antiguos pero sin ánimo de engañar y las hacen pasar por ver-
daderamente antiguas. Los artesanos trabajan generalmente siguiendo
patrones antiguos y los anticuarios las compraban a precio vil para luego
venderlas en el mercado internacional.
De todas formas siguen faltando explicaciones para los balcones, para
la fuente “pequeña” ya que era gigantesca y establecer cómo pudo com-
prar algo así con su nivel de conocimiento.
En ese caso, nos cabe pensar que Schiaffino al llegar aquí entendió los
alcances del problema en que se había metido, tanto él como el Gobierno
de la Ciudad para el cual había comprado esto, ya que podía ser acusa-
do de tráfico de antigüedades entre países. Y eso lo llevó a no armar el
conjunto durante años y finalmente erigirlo en un sitio donde pasaba
desapercibido entre tantos pabellones exóticos.
Más allá del ejercicio hecho para tratar de determinar la filiación cultu-
ral y la cronología de este conjunto, su importancia es indudable: por ser de
piedra importada tallada y que al menos en parte es antigua, y porque lo
nuevo tiene ya más de un siglo de historia dentro del Zoológico. También
por acompañar y ser parte inherente a todo ese conjunto excepcional de
paisaje asociado con la arquitectura pintoresca del Zoológico, única en la
Ciudad como proyecto cultural, en su homogeneidad y calidad.
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35 Michel Baridon, “Ruins as a mental construct”, Journal of Garden History, vol. 5, pp.
84-96.
36 John Hunt, Picturesque mirrors and the ruins of the past, Gardens and the picturesque,
Cambridge, The MIT Press, 1992.
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Fue una opción concreta: otros integrantes de la misma comisión de or- William Turner, El palacio
nato compraron obras de arte moderno, y si bien él también lo hizo, com- de Calígula, 1831, ejemplo de la
pró además este conjunto y lo que lo acompañaba. Y podemos afirmar ruina imaginada del siglo XVIII.
Cortesía del British Museum
que Schiaffino conocía la legislación patrimonial italiana.37
de Londres.
Por otra parte, la ubicación del hemiciclo en la entrada del Zoológico
–que para Sonia Berjman pudo ser una idea de Carlos Thays– no parece
una elección arbitraria o casual; no es una ruina dispersa entre árboles
y otras construcciones, está en la entrada, enfrentando al visitante, con
la parte rota hacia atrás y la completa hacia adelante, marcando bien su
significado desde el ingreso mismo por un camino obligado y sin nada
que lo tape. No es una decisión romántica, es una fuerte posición ante
37 “La misión artística del Sr. Schiaffino”, en: La Nación, 13 de diciembre de 1906, p. 6, col. 2-4.
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38 La bibliografía sobre el tema del expolio del arte español es monumental; como libro
reciente que trae una amplia introducción al tema y a lo publicado sugerimos a
Merino Cáceres y Martínez Ruiz, op. cit.
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41 La primera ley italiana sobre el control del patrimonio artístico y cultural es de 1902,
fue ampliada en 1909. Es decir casi simultánea a las compras de Schiaffino.
42 Francisco Corti, El Retablo de Santa Ana, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
1996.
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En los últimos días del año (1909) se ha colocado frente a la entrada, por la ave-
nida Alvear (hoy Libertador), una fuente antigua de la época del Renacimiento,
de mármol rojo de Verona y con bronces, adquirida en Venecia por el director
del Museo Nacional de Bellas Artes.47
Ese año la Municipalidad publicó orgullosa la fuente junto con las “colum-
nas bizantinas”, pero sutilmente dice que se trata de una “reproducción”
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Tomar formas prestadas es legal, pero hay que devolver todo con intereses, es
decir que hay que componer y elaborar las imitaciones de tal forma que ad-
quieran una imagen más bella, aún mejor que de donde se las tomó.48
Quizás en este caso se ha cumplido esa sutil queja que se hicieron en-
tre músicos famosos: cualquiera haya sido su origen, el Pórtico Bizantino
hoy es un conjunto de inigualable fuerza estética, histórica y cultural que
engalana la Ciudad.
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hubo muchas, pero todo nos lleva a suponer que esto venía del Adriático,
y ellos creían culturalmente que eran parte de Bizancio. Nuestra hipóte-
sis, aunque lábil, nos lleva a recodar un caso especial en la historia del
paisajismo y la arquitectura romana: el hemiciclo de Verrón, más conoci-
do como el ornithon (pajarera) diseñada para una propiedad semiurbana
en Casino, Italia, para pájaros y peces, un zoológico al fin.49
El ornithon era una construcción circular, un tholos de columnas con
pequeño basamento y arquitrabe, vacío por dentro con una fuente en el
centro. Por afuera había, tras unos metros, otra columnata aislada do-
ble, también de arquitrabe y todo tenía una entrada con muros salientes,
continuidad del basamento del tholos central a cuyos lados había sendos
acuarios y pajareras.
49 Marco Terencio Varrón, Rerum Rusticarum Libri III, edición de Juan Cubero, Junta de
Andalucía, Sevilla, 2010; Miguel A. Aníbarro, La construcción del jardín clásico, teoría,
composición y tipos, Alkal Ediciones, Madrid, 2002, pag. 22.
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Agradecimientos
A Patricia Corsani sin cuyo conocimiento sobre Schiaffino hubiese sido im-
posible este estudio. También gracias a Sonia Berjman, María del Carmen
Magaz, Yamile García, Ricardo Orsini y Horacio Padula. A Patricia Frazzi
le debo la mayor parte de las fotografías actuales; gracias al personal del
Jardín Zoológico que facilitó mis visitas y a la biblioteca del Instituto de
Arte Americano Mario J. Buschiazzo.
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Esta tirada de 1.000 ejemplares se terminó de imprimir
en el mes de diciembre de 2013
en Arcángel Maggio, Lafayette 1695,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
UNA PUBLICACIÓN DE