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Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

Jefe de Gobierno
Mauricio Macri

Vicejefa de Gobierno
María Eugenia Vidal

Ministro de Cultura
Hernán Lombardi

Subsecretaria de Patrimonio Cultural


María Victoria Alcaraz

Directora General de Patrimonio e Instituto Histórico


Liliana Barela
Schávelzon, Daniel
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires : una reflexión sobre
nosotros mismos / Daniel Schávelzon ; Patricia Corsani ; Marina Vasta ; dirigido
por Liliana Barela. - 1a ed. - Buenos Aires : Dirección General Patrimonio e Instituto
Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 2013.
136 p. : il. ; 22x20 cm.

ISBN 978-987-1642-21-2

1. Estudios Culturales . I. Corsani, Patricia II. Vasta, Marina III. Barela, Liliana, dir.
IV. Título
CDD 306

Fecha de catalogación: 28/11/2013

© 2013 Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico Hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
ISBN 978-987-1642-21-2

Bolívar 466, Montserrat (C1066AAJ) No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o
por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias,
Tel. (54-11) 4339 1900 al 99 digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su
Correo electrónico: dgpeih@buenosaires.gob.ar infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Dirección editorial
Liliana Barela

Autores
Daniel Schávelzon
Patricia V. Corsani
Marina Vasta

Supervisión de edición
Lidia González

Edición y corrección
Marcela Barsamian
Nora Manrique

Diseño editorial
Dominique Cortondo
Índice

Prólogo ................................................................................................................................................................... 8
Liliana Barela

El Jardín Zoológico de Buenos Aires en nuestras historias ............................................................... 10


Daniel Schávelzon

El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires.


Una reflexión sobre nosotros mismos ....................................................................................................... 17
Daniel Schávelzon

La tarea de ornamentar plazas y paseos. El origen de las primeras esculturas


del Jardín Zoológico .......................................................................................................................................... 83
Patricia V. Corsani

Breve historia del Jardín Zoológico de Buenos Aires ........................................................................ 105


Marina Vasta

Bibliografía ....................................................................................................................................................... 127


Prólogo
Liliana Barela
Directora General Patrimonio e Instituto Histórico

Hace largos años que defendemos una concepción de patrimonio no li-


mitada al objeto material, sino concebido como una construcción históri-
ca y simbólica, abierta a los sentidos que le otorga la comunidad porque
creemos que desde esta perspectiva cobra vida y nos habla de nosotros
como sociedad.
Esto se torna más significativo desde que vivimos en un mundo global
saturado de iconografía e información uniforme, pero al mismo tiempo
se fragmenta en identidades múltiples (en lo cultural, social o generacio-
nal). De hecho, en un espacio local como la Ciudad de Buenos Aires, en la
actualidad son pocos los hitos compartidos por habitantes de distintas
edades y condición social.
Uno de ellos es justamente el Jardín Zoológico, asociado al asombro, la
infancia, la diversión, la familia, anidado en los afectos y convertido en
referente de identidad porteña.
De ahí la importancia de esta publicación cuyos trabajos no solo hacen
historia y brindan información, sino que también instalan interrogantes
sobre los modos de construcción de nuestra cultura material y nuestros
imaginarios.
La investigación a cargo de Daniel Schávelzon es un análisis minucio-
so y agudo de los componentes de la construcción conocida como Pórtico

8
Bizantino, sus derroteros entre la autenticidad, la copia y la falsificación,
entre los datos ciertos y las conjeturas sobre su origen, su finalidad o va-
lor, que lo conduce a una reflexión: su mayor autenticidad reside en ser
parte de nuestra historia.
Patricia V. Corsani aporta en el mismo sentido a través de la revisión
de las estrategias de ornamentación urbana seguidas desde las institu-
ciones públicas, en la búsqueda y selección de esculturas a cargo de per-
sonalidades como Ernesto de la Cárcova y Eduardo Schiaffino. Indaga sus
viajes, los apoyos, los montos gastados, y los criterios adoptados, quizás
difíciles de comprender a un siglo de distancia.
Marina Vasta cierra con una historia del Jardín Zoológico que ubica en
perspectiva todo el proceso. Rastrea la voluntad de visibilizar y producir
experiencia corporal, entrecruzando lo científico y lo artístico, lo recrea-
tivo y lo didáctico, lo natural y lo construido.
En conjunto, ofrecen un fresco sobre un lugar arraigado en la expe-
riencia individual y la memoria afectiva: el Jardín Zoológico va enlazan-
do sus significados históricos, se vuelve identidad cultural, y por tanto,
patrimonio.

9
El Jardín Zoológico de Buenos Aires
en nuestras historias
Daniel Schávelzon

Todos los que nacimos en esta Ciudad tenemos recuerdos asociados con
el Jardín Zoológico y sus habitantes: los temibles tigres y leones, los enor-
mes y aburridos elefantes, la increíble jirafa; recuerdos sobre sus edificios
peculiares, sus lagos, puentes y arboledas. Todo era maravilloso, pero lo
máximo, la mayor aventura cuando éramos chicos, era darles de comer
con la mano las galletas con formas de animalitos que hasta el elefante
tomaba delicadamente con su trompa.
Eso sucedía hace muchos años, creíamos que no era raro que los ani-
males estuvieran en jaulas aunque nos parecían estrechas, no había un
pensamiento ecologista establecido ni demasiado cuidado con los anima-
les, eso vendría más tarde. Ante nuestros ojos infantiles todo brillaba.
Con los años, el mundo cambió y también cambiamos nosotros: ya no
era correcto tener animales en cautiverio y menos en jaulas, ni se les po-
día dar de comer cualquier cosa –un hipopótamo murió por una lata de
gaseosa–. Ya no era aceptable la visión del mundo en la que nosotros con-
trolamos la naturaleza, la domesticamos y dejamos que sufra para que
gocemos viendo nuestro propio control del universo.
Fue el principio del final de los antiguos zoológicos que nacieron fue-
ra del centro de la ciudad y terminaron en medio del caos urbano donde

10
los propios animales tienen, además, que respirar la polución que gene-
ramos. Y el negocio del espectáculo tomó ribetes insospechados e inma-
nejables. Y los hermosos lagos se fueron secando y se rellenaron, las islas
se hicieron tierra y los edificios excepcionales se alteraron o se dejaron
venir abajo; hasta se pusieron carteles mentirosos que asociaban perso-
najes históricos con lugares modernos, ya era show. Y los que especulan
con el suelo urbano quisieron sacarlo para hacer cualquier otra cosa que
simplemente generase dinero a cualquier costo social.
Con el paso del tiempo, fue cada vez más necesario repensar estos
grandes espacios cargados de historia y de historias, de edificios excepcio-
nales. Un espacio verde importante en la Ciudad que todos, autoridades
y vecinos, queremos conservar de alguna manera –aunque haya dispari-
dad de opiniones–, dándoles aún un rato de felicidad a los niños pero sin
exhibir maldad o sadismo. El Zoológico ha pasado de aventura infantil a
patrimonio cultural.
Pero nada es simple con un conjunto de estas características y con tal
envergadura, donde se cruzan tantos temas importantes, y por supuesto
no hay medidas radicales que conformen a nadie, afortunadamente. Se
entendió desde la cultura y el patrimonio que el primer paso a dar era
estudiar con detalle lo que teníamos entre manos, ya que si bien muchos
habían hablado del lugar en libros y más libros, realmente era poco lo que
sabíamos con certeza: había problemas con las fechas, los arquitectos e
ingenieros que actuaron, los pabellones que se hicieron, el diseño del con-
junto, lo que cambió o fue demolido, la verdadera función de los lagos que
se autoabastecen de agua y por qué son necesarios, los peculiares rellenos
de tierra de nivelación construidos con rejas antiguas para reforzar el lu-
gar ante las inundaciones que ya no llegan hasta allí, entre mil preguntas
más. ¿Por qué esa peculiar arquitectura de los pabellones pintoresquis-
tas?, ¿por qué hay tanta rocalla como en ningún otro sitio de la Ciudad?,
¿por qué los primeros ejemplos de uso de hormigón armado están disi-
mulados en ese mismo parque?, ¿era verdadero el Pabellón Bizantino y
habría que trasladarlo a un museo por ser de incalculable valor? Estas
fueron las primeras preguntas que se juntaban con las que desde otros

11
círculos se estaban haciendo o ya se habían instalado en la sociedad:
¿era conveniente seguir con un zoológico en la misma Ciudad?, ¿era posi-
ble tener así a los animales?, ¿sería factible no tenerlo? Y en el centro del
tema estaba el mundo de los negocios y el espectáculo, y el de los gobier-
nos responsables por la totalidad urbana.
Este libro no resuelve el problema, ni siquiera intenta dar alguna so-
lución. Es una primera compilación de textos escritos especialmente para
aportar materiales concretos para la historia de ese complejo excepcional
y conocer el valor específico de algunos de sus conjuntos. Porque la es-
pecificidad no quita el obvio valor que tiene como conjunto, como una
enorme unidad de variedades materiales e inmateriales, que resulta aún
más importante por estar compuesto de unidades excepcionales. Por eso
el comienzo es con textos fundantes: la historia de cómo se gestó la idea,
la construcción inicial y el papel que en esa obra tuvo uno de los grandes
argentinos de su tiempo: Schiaffino, las obras de arte que lo decoraron y
todavía están ahí como parte de una propuesta para toda la Ciudad, para
embellecerla al menos en la manera en que se pensaba que se hacía más
hermosa en los años del 1900.
El estudio detallado del Pórtico Bizantino, una pequeña construc-
ción muy peculiar, compleja, paradójica, sobre la que durante un siglo
no se pudo decir con certeza qué era, de cuándo databa o siquiera si
era falsa o al menos en una parte, no fue sencillo. Es un ejemplo de lo
meticuloso que podemos ser cuando queremos conocer una construc-
ción en todos sus detalles. No es completo, pero al menos nos permitió
reflexionar y aproximarnos acerca de por qué era necesario en 1906
poner una construcción de costo millonario en la entrada del Jardín
Zoológico; porque así como nos apropiábamos de la vida de animales
y plantas, también lo hacíamos con obras de arte y monumentos de
otros. Era un tiempo diferente que nos legó un patrimonio histórico,
cultural y natural, un complejo urbano, social y de naturaleza ya in-
divisible, único, de valor universal reconocido que debemos proteger,
impulsar su cuidado y, sobre todo, repensar sus usos y actividades en
una ciudad ahora de otro tiempo.

12
Este libro presenta tres artículos que se han ubicado, por su tratamien-
to, de lo específico a la mirada más amplia, como un ejercicio en que el
objeto de estudio fue creciendo de menor a mayor. Primero, el que se re-
fiere al Pórtico tan alabado, discutido y olvidado. En segundo lugar, una
investigación notable de Patricia Corsani realizada a partir de los papeles
de Schiaffino –firmados de su puño y letra– sobre ese Pórtico comprado en
Europa y enviado al país; un hallazgo más que interesante en una larga
búsqueda sobre el tema. Y un tercer trabajo, de Marina Vasta, quien hizo
una reconstrucción de la primera historia del Jardín Zoológico, con una
perspectiva no tradicional a partir de las múltiples miradas que tuvo el
lugar desde su inauguración y que se entrecruzaron para generar lo que
es hoy, un sitio de la memoria y la identidad porteñas.

13
“¿Quién quiere verdades cuando hay fantasías
que podemos elaborar a medida de nuestros deseos?”

Sealtiel Alatriste. Conjura en La Arcadia, 2003.

“¿Cómo es posible que un barco reparado muchas


veces en el transcurso de los años, al que se le ha
sustituido en varias ocasiones todas las planchas
del casco, el mástil y las velas, pueda seguir siendo
considerado el mismo barco?”

Therry Mangnest. Manuscrito M9408, 2007.

“Sin un mito común de quiénes somos y de dónde


provenimos no podemos seguir siendo grandes.
Una cultura se define a sí misma a través de ilusiones
compartidas. Sin el mito no hay cultura, lo único
que queda es la contaminación.”

Lewis Perdue. El ojo de fuego, 2005.

El paraíso del siglo XVIII, visto


en el cuadro The Bathing Pool
de Hubert Robert de 1777 con
los motivos ideales de la ruina,
el agua y los desnudos.
Cortesía Metropolitan Museum
of Art, Nueva York.
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico
de Buenos Aires. Una reflexión
sobre nosotros mismos
Daniel Schávelzon

Viejos problemas: qué es algo y quiénes


somos nosotros
Este libro nació como un trabajo que quería ser erudito, para identificar si
una construcción era o no antigua. Parecía fácil, no era la primera vez que
aquí o en el mundo se hacía un peritaje. Pero al enfrentar el monumen-
to, estudiarlo y revisarlo durante dos años, comenzaron a surgir nuevas
dudas, diversas ideas, a abrirse posibilidades de interpretación. Nos pre-
guntábamos qué pasaría si no fuera original –lo menos importante final-
mente–, mientras surgían cuestiones sobre por qué se lo había transfor-
mado en auténticamente antiguo, para qué necesitábamos comprar en
1906 monumentos en Europa provenientes de las ciudades de Bizancio, si
el experto enviado –y lo era– había sido engañado, qué veían los porteños
en esa construcción exótica, entre muchas otras dudas. Pero no resultaba
fundamental saber quién lo compró, sino la asociación que iba surgiendo
entre ese Pórtico Bizantino con el director del Zoológico, quien lo erigió en
un lugar y con una forma determinados, ya que él también había hecho
construir un edificio circular que copiaba de la antigua Roma pero que
en lugar de templo era un simple lactario; hizo reproducir, nada menos,
el enorme Templo de Vesta. Y encontrábamos que pese a ser él mismo

17
Daniel Schávelzon

italiano y de enorme cultura se equivocó de templo y copió otro, el de


Hércules Triunfante. Es cierto, ambos son redondos y parecidos, pero eso
no sirve de excusa, ni el que se lo siga repitiendo una y otra vez. Y por
supuesto, todo esto está inmerso en la búsqueda de las ruinas propias,
en la construcción de una historia digerible, occidental y canónica, acep-
tada por los grandes países que regían el mundo y por ende construían
el pasado para justificar su presente. No era cuestión de recuperar cual-
quiera de los grandes sitios arqueológicos que el propio Onelli conocía
y excavaban sus amigos y compañeros de museo en el noroeste, había
que tener partes del mundo clásico, no incas sino romanos, o aunque sea
bizantinos, la que finalmente era la Roma de Oriente, algo así como ser
la París de América.
Ese hombre que mandó edificar finalmente el Pórtico Bizantino,
Clemente Onelli, tenía una larga trayectoria como académico, explorador,
naturalista de la vieja estirpe. Había llegado al país en 1888 a los 25 años,
desde Roma, con una formación académica importante y, de inmediato
se incorporó al Museo de La Plata para colaborar con el perito Moreno.
Pero además de todo lo que hizo por el país y por el roquismo en el poder
y su gente, recordemos que cuando hizo sus viajes por la cordillera quien
lo acompañó siempre fue un indígena tehuelche, al que más de una vez
le pidió prestada su gran capa de cuero para disfrazarse y tomarse fo-
tos exóticas. Pero cuando murió su amigo y llegó justo al sur mientras lo
velaban y enterraban no dudó en anotar dónde era el sitio exacto para
volver al año siguiente, sacarle el cráneo y llevárselo para que decorara
su escritorio, y hasta tomarle fotos y publicarlas.1 Obviamente si los in-
dígenas no eran humanos, el Zoológico tendría ruinas o edificios árabes,
hindúes o romanos, o incluso ruinas imaginarias, pero jamás una ruina
–hoy diríamos un sitio arqueológico– nacional.
En relación con ese contexto se hizo este libro, y su propósito es re-
flexionar a partir de un edificio del Jardín Zoológico acerca de quiénes

1 Clemente Onelli, Trepando los Andes. Buenos Aires, Compañía Argentina de Billetes
de Banco, 1904; sobre él puede verse: Diego del Pino, Clemente Onelli, Buenos Aires,
Asociación Dante Alighieri, 1976.

18
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

éramos, o al menos de quiénes fueron los integrantes de ese grupo social


que manejó la Patria roquista durante tantos años.

--•--

El Jardín Zoológico de Buenos Aires es uno de los atractivos más conoci-


dos de la Ciudad desde hace un largo siglo. Hay allí muchas curiosidades,
muchas obras excepcionales y, sobre todo, muchos olvidos.2 En su inte-
rior existe una construcción que desde hace años llama la atención y ha
provocado diversos estudios de especialistas y amateurs sobre su auten-
ticidad e historia, a tal grado de ser ya parte del imaginario local discutir
sobre qué es y de cuándo. Quizás la falta de conocimiento sobre ese grupo
de columnas –de eso se trata, una especie de hemiciclo de columnas– se
deba no solo a la poca documentación existente, sino más que nada a
que los expertos no fueron al lugar a verlas antes de opinar, a que no las
miraron con suficiente detenimiento y a que el objetivo inicial en 1906
que era tener “fragmentos auténticos de viejas esculturas restauradas a
nuestro objeto” realmente funcionó bien. De eso dejó testimonio escrito
Clemente Onelli, el sabio aunque controvertido director del Zoológico,
quien hizo colocar ese grupo de columnas sin orden alguno que el muni-
cipio había hecho traer de Europa años antes.
Se trata de un pórtico redondo conocido como Hemiciclo Bizantino
desde su inauguración (llamado así genéricamente, aunque nadie de-
mostró su origen ni es realmente un hemiciclo), ubicado en una isleta
artificial en el también lago artificial llamado Darwin, a pocos metros
de la entrada por la calle Santa Fe. Su emplazamiento es estratégico
en el paisajismo del sitio, sin duda maravilloso, y no puede dejar de
verse pese a que resulta inaccesible por estar rodeado de agua. No hay
dudas para quien lo mira que fue puesto allí con la intencionalidad
de llamar la atención por sus valores estéticos y por su importancia.

2 Diego A. del Pino, Historia del Jardín Zoológico Municipal, Cuadernos de Buenos Aires
Nº 55, Municipalidad de la Ciudad, Buenos Aires, 1979; sigue siendo un estudio básico
sobre el tema, en él llama a esta estructura “Propileo Bizantino”.

19
Daniel Schávelzon

Su ubicación no es casual y pese a que no tenemos datos de quién deci-


dió colocarlo en el sitio, en una isla que ya existía y estaba vacía, bien
podría haber sido idea de Carlos Thays, en ese momento era director
de Paseos de la Ciudad.3
Onelli dijo varias veces que Holmberg le había sido de gran ayuda en
las decisiones proyectuales de ese enorme espacio lleno de construccio-
nes, caminos y lagos, pero este lugar de forma específica parece ser una
propuesta arquitectónica y de paisaje diferente a otras del mismo sitio.
En los últimos años y en función de los procesos vividos por el lugar
en cuanto a su entrega para la explotación concesionada a particulares,
el ya deteriorado patrimonio de la arquitectura del Zoológico fue puesto
en entredicho, casi abandonado. Por ello, mucha tinta ha corrido desde
entonces. Entre esa tinta, buena parte se dedicó a este Pórtico que, de ser
auténtico, sería uno de los pocos objetos históricos extranjeros en el es-
pacio público, en poder municipal, y con un valor no solo cultural sino in-
cluso económico absolutamente incalculable, con seguridad mayor que
un Dalí o un Picasso en un museo, mucho más. La realidad es que, más
allá del valor que pueda tener como monumento histórico, también es
parte de todo el conjunto del Jardín Zoológico cuyos méritos son excep-
cionales e indiscutibles, no solo por las construcciones sino por la fauna
y la flora en su contexto histórico; sin duda uno de los grandes jardines
zoológicos antiguos más importantes del mundo.4 Pero si esta columnata
además fuese realmente bizantina, eso le daría al conjunto un valor agre-
gado especial, obligando a una conservación particularmente estricta, al
grado de que debería estar cubierto o en un museo.
Como ejemplo, podemos remitirnos a lo que ha hecho la ciudad de
Nueva York con otro conjunto de la misma época: los cloisters, construc-
ciones coloniales españolas auténticas que hoy son un atractivo excep-
cional y por el que se paga la entrada con gusto, pese a que se sabe que

3 Agradezco a Sonia Berjman la observación.


4 El Jardín Zoológico es Monumento Histórico Nacional por Decreto 437/97, además está
protegido por varias leyes. ordenanzas históricas y patrimoniales del Gobierno de la
Ciudad.

20
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

fue sacado ilegalmente de España. No tenemos conocimiento sobre otra


estructura de ese origen en toda América Latina.
En función de lo dicho, se decidió hacer un estudio que determinara
con exactitud la antigüedad y el origen de la columnata que para algunos
son antiguas, para otros son copias o incluso falsificaciones –no es lo mis-
mo–, o se les atribuye una época u otra con muchos siglos de diferencia
según algunos expertos. Alguien incluso escribió que fueron colocadas
en el sitio cuando todavía no existía la idea de hacer allí un zoológico y
no había nada, ni siquiera el lago o la isla.
En el transcurso de las discusiones y los olvidos, avanzó el deterioro
del conjunto. En la década de 1990 fue necesario colocar una estructura
de hierro para sostenerlo, que también se deterioró debido a la falta de
mantenimiento. Luego colocaron tensores de acero que se oxidaron, con
lo que la estructura a medida que pasa el tiempo está en condiciones peo-
res y sin tener una clara definición de su historia y de su valor.
Si el Pórtico es simplemente moderno, podría ser reemplazado en los
lugares de destrucción irreversible tomándose decisiones criteriosas al
respecto. Pero si es original o antiguo, es una cuestión de difícil resolu-
ción; de todas formas el sitio ya tiene más de un siglo, lo que no es poco.
Sin embargo, el problema central del deterioro no es solo que tiene al-
guna columna de cemento que se está cayendo en fragmentos, sino que
cuando el conjunto fue armado, a las columnas de piedra verdadera se les
hicieron agujeros para unirlas con hierros, que se oxidaron y rompieron
partes de ellas.
Como consecuencia, la cuestión de encarar tareas de restauración y
conservación se ha transformado en un verdadero problema.5 Existen
antecedentes al respecto; desde los templos de Mitla en México hasta las

5 Guiomar de Urgell, copia de estudio sin título, Instituto de Historia Antigua y


Medieval, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1987; en respuesta a una
consulta hecha a la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos;
Yamile García, Ruinas bizantinas: Jardín Zoológico de Buenos Aires, DGPat, 2007
(relevamiento). En esa oportunidad se hicieron algunos cateos de pintura y limpieza
de pequeños sectores; Yamile García, Un patrimonio universal en Buenos Aires:
redescubrimiento de las columnas de Bizancio en el Jardín Zoológico, (inédito).

21
Daniel Schávelzon

Columna de piedra y su basa,


quebrada colgando de aros
y tensores. (Fotografía Patricia
Frazzi).

22
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Vista del Pórtico e isla desde


su frente, nótese la estructura
de soporte externo. (Fotografía
Patricia Frazzi).

Cariátides de la Acrópolis de Atenas, muchos edificios sufrieron la misma


situación como resultado del uso del hierro en tiempos en que no había
otra alternativa. La diferencia está en que, en la mayoría de los casos, fue-
ron restaurados.
El objeto de este estudio es tratar de identificar las columnas al igual
que todo el conjunto del que forman parte y fecharlo. Se trata de un tra-
bajo iconográfico, histórico y de observación macroscópica. Sería preciso
realizar una serie de pruebas físico-químicas para identificar la piedra
y su proveniencia, cortes delgados para compararlos con las rocas de su
Pág. 24 y 25.
supuesta región de origen, incluso encontrar un experto en iconografía
Pórtico de columnas y
para lograr fecharlas con absoluta precisión e identificar el sitio en que
basamento conocido como el
fueron talladas, lo que implica un segundo paso a partir de este. Pero, Hemiciclo Bizantino, al centro
como veremos más adelante, hemos logrado avanzar bastante en el co- su fuente y fragmentos en el
nocimiento de la estructura. piso. (Fotografía Patricia Frazzi).

23
Daniel Schávelzon

Descripción del conjunto

El conjunto llamado Pórtico Bizantino, del que no tenemos información so-


bre su posible forma, disposición o función original, si es que tuvo alguna,
está presentado hoy como una balconada o galería de columnas, circular, de
nueve metros de diámetro, ubicada sobre una isla artificial. Posee un basa-
mento ornamentado, siete columnas con basas y capiteles, y un arquitrabe
recto corrido. Hacia el oeste, el Pórtico está roto, falta una sección completa;
obviamente fue un recurso artificial para aparentar una ruina: dejaron tres
fragmentos de columnas en el piso y se colocó una fuente en el centro. Se
trata de una táctica típica del paisajismo de la época, que pone en evidencia
que no se tenía conocimiento de cómo era en su origen. El pintoresquismo
romántico jugaba con las sensaciones y creaba falsos escenarios; pero, por
otra parte, de alguna manera había que disponerlo para presentarlo. La for-
ma circular no era caprichosa, tenía fuerza propia, unidad, centraba al es-
pectador en el objeto a observar. Más adelante veremos que, posiblemente,
haya sido inspirado en construcciones específicas del pasado.
Quien las compró, Eduardo Schiaffino, aclaró una vez que lo que com-
prado era una serie de columnas y dos “balcones” (sin aclarar qué significa
ese amplio término), pero parece que el dato no sirvió de mucho ya que él
mismo sugeriría esta forma de armado en “hemiciclo”. Las siete columnas,
que luego analizaremos, son en su mayoría lo auténtico –no por la anti-
güedad sino por su origen–. Tienen 1.20 m de alto por 0.20 m de diámetro.
En el centro del conjunto está emplazada una fuente idéntica a las
columnas, con un pedestal hecho del mismo material, piedra labrada, de
1.50 m de ancho en su batea y 1.20 m de altura; tiene roturas y faltantes
recientes, era una estructura más compleja. Hay tres fragmentos de las
columnas en el piso como indicando que el conjunto está roto y que inter-
pretamos como la parte caída de una fuente que fue mucho más grande.
El grupo tiene un importante basamento ornamentado en ambas caras y
un arquitrabe, entablamento o dintel con molduras e inscripciones que
completa el conjunto.

26
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

El origen de la columnata en Buenos Aires


y su instalación
La historia del Jardín Zoológico puede proporcionarnos datos útiles para
uno de los propósitos de este análisis: la identificación de la originalidad
del Pórtico llamado Bizantino. Sabemos que el primero de los zoológicos que
hubo en Buenos Aires fue establecido por Juan Manuel de Rosas en 1840 en
su caserón, ubicado enfrente y del otro lado de la actual Av. Libertador.6
Luego de la batalla de Caseros quedó abandonado, aunque poco después
Eduardo L. Holmberg7 se hizo cargo de los animales que habían sobrevivi-
do y organizó un primer Jardín Zoológico a cargo del Estado.
El lugar se mantuvo sin modificaciones hasta que en 1875 se creó el
Parque Tres de Febrero.
A partir de las nuevas ideas que se iban imponiendo de la mano de
Sarmiento, se hizo evidente la necesidad de crear un establecimiento
adecuado que cumpliera una función recreativa y didáctica, un sitio cul-
tural para el laissez-faire, el flanneur familiar, que reforzara además el
proyecto cultural positivista del Estado. Resultaba imposible postergar
la construcción de los jardines zoológico y botánico, ya que no solo cons-
tituían una muestra del nivel cultural de una ciudad, sino que también
formaban parte de una apropiación del universo y el entorno a través de
su estudio, ordenamiento y domesticación; era preciso ser un país positi-
vista, europeizante, moderno y, sobre todo, mostrarse así al mundo.
Sarmiento presionó para que fuese designado Holmberg como direc-
tor de las nuevas obras en un extenso predio reservado en el lugar. Hasta
entonces, esas tierras estaban destinadas a la agricultura, por lo que fue
necesario realizar una vasta operación de rellenado; lo que interesaba
era que quedaran dentro de los límites del Parque. Luego comenzaría el
traspaso de animales y jaulas. Justamente la gran cantidad de lagos que

6 Daniel Schávelzon y Jorge Ramos, El Caserón de Rosas, historia y arqueología del


paisaje de Palermo, Buenos Aires, Corregidor, 2009.
7 Eduardo Lasdislao Holmberg (1852-1937).

27
Daniel Schávelzon

Plano del Jardín Zoológico hacia tiene el actual Zoológico es el resultado de los rellenos y las excavaciones
1900, el lago Darwin ya tiene realizados; al modificarse el sistema de desagües que había establecido
su futura isla como saliente pero
Rosas, fue preciso dejar lagos abiertos para compensar las inundaciones.
aun no se había comprado el
Pórtico (Archivo del Centro
En una isleta artificial hecha en uno de esos lagos, más tarde se coloca-
de Arqueología Urbana). ría como decoración el Pórtico Bizantino. En excavaciones actuales reali-
zadas en esos terrenos encontramos, aunque muy destruidos, restos de
balcones y rejas de diverso tipo provenientes de demoliciones de toda la
Ciudad que ayudaban a afirmar el terreno.
Hacer esas obras no fue un tema sencillo porque ese terreno no había
sido rellenado con anterioridad como los del lado este de la actual aveni-
da Libertador, solo fue canalizado para ayudar a evacuar agua en las cre-
cidas del río; lentamente se subió el nivel de tierra, al mismo tiempo que
se creaba un sistema de canales y lagos para encauzar y controlar el agua
que antes drenaba por el antiguo Canal de Manuelita, que fue cegado. A

28
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

pesar de las dificultades, las obras se concretaron. Se levantaron pinto- Plano hecho por Holmberg
rescos pabellones de todo tipo, de acuerdo con los diseños de la jardinería en 1893 con el proyecto de lago e
europea de moda, y el nuevo Jardín Zoológico se inauguró en 1888. isla. (Archivo del Centro
En 1904 asumió un nuevo director, Clemente Onelli,8 naturalista y bió- de Arqueología Urbana).

logo de rango internacional que continuaría los trabajos de Holmberg.


Onelli, muy conocido en su tiempo, tenía una clara predilección por la
arquitectura de raíz latina en la que se había educado. Por eso, en lugar del
anterior romanticismo pintoresquista, favoreció la construcción de edifi-
cios que rememoraran la tradición grecorromana. Entre ellos mandó hacer
una copia del romano Templo de Vesta –aunque se equivocó y copió otro–,
que fue usado en origen como un lactario, lugar donde las mujeres podían
amamantar a sus hijos sin estar expuestas al público, ya que se considera-
ba bochornoso en su tiempo, ver a las amas de leche. Onelli siguió en ese
cargo hasta 1924 y el Pórtico Bizantino fue colocado durante su gestión, con
su proyecto y a su solicitud. Sus palabras al respecto son claras:

8 Clemente Onelli (1864-1924).

29
Daniel Schávelzon

Vista del lago Darwin antes Allí donde el follaje sombrío bordea las aguas, se refleja todo entero, indeci-
de la colocación del Pórtico so por la brisa que agita las aguas del lago, el ruinoso propileo bizantino con
Bizantino hacia 1906. su fuente de tazas superpuestas9 que entre algas y musgos destilan chorros,
(Colección particular). muertos entre la maleza que crece, adrede, para dar sabor y estilo al encanta-
do paisaje. Se reúnen allí, en las horas meridianas, manchas albas y rosas, los
flamencos, que estilizan aún más el paraje, inmóviles ante las columnas de-
rrumbadas y con sus cuellos violentamente flexibles, que tanto condicen con
la arriesgada y fabulosa fauna de la rebuscada escultura de Bizancio.10

9 Nótese este detalle que discutiremos más adelante sobre los varios niveles de la fuente.
10 Clemente Onelli, en Y. García, op. cit.

30
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Años más tarde colocó un sistema de luces de colores para iluminarlo de El Pórtico ya inaugurado con la
noche que luego sería retirado, por supuesto dejando partes destruidas fuente en su altura original en
por el cableado más allá de “la magia de un lugar único en la Ciudad.” 11 el centro, nótese que los árboles
están iguales a la foto anterior
También de lo traído desde Europa se colocó una fuente “Renacentista” de
(foto circa 1911). (Colección
“mármol rojo de Verona y con bronces”, que acompañaba este conjunto. particular).
Aunque Schiaffino al traerla creyó que era auténtica, sus fotos mues-
tran que no lo era y la fuente desapareció hace años. La fuente fue co-
locada en 1907. También creyó que era una copia el cercano Templo de
Vesta, también circular y con columnas, con lo que hacia juego, y en

11 Diego del Pino, op. cit. (1975) p. 129.

31
Daniel Schávelzon

Vista ampliada de la isla con


el Pórtico y la fuente completa
con sus cuatro niveles en 1911.
(Colección particular).

La fuente ya caída, a su pie


algunos fragmentos incluso
una columna en el agua.
(Colección particular).

32
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

realidad lo que se hizo fue una reproducción del Templo de Hércules


Olivario (Hércules Victorioso).

Ser, poseer y parecer: entre ruinas


falsas y verdaderas
El Pórtico es una ruina importante en el paisaje, ambos artificiales.
Finalmente, fue traído y puesto porque lo que interesaba era pertenecer
a la historia europea y al paisajismo romántico de moda. Nada era igual
a algo original, era un ensamble de cosas, pero ese hecho no era signifi-
cativo en un mundo donde también las “ruinas falsas” formaban parte
del paisajismo desde el siglo XVIII. No importaba la autenticidad sino la
estética: la Ciudad se había llenado de otras ruinas falsas desde la década
de 1880. Recordemos como ejemplos las enormes grutas de las plazas de
Retiro (ahora Plaza Francia) y de Constitución, como casos paradigmáti-
cos en la construcción de paisajes imaginarios.
La intención con este conjunto fue, dejando adrede el faltante, mostrar
que había sido un pórtico circular ahora incompleto. No se intentó asociar-
lo con alguna otra estructura o siquiera simular que haya sido una balco-
nada o galería o parte de ventanas o cualquier otro dato que hoy nos pudie-
ra resultar útil. Era eso, y era suficiente para el romanticismo imperante.
Pero en este caso, y a diferencia de las grutas y los castillos de fantasía,
creemos que la intención estaba más acorde con el positivismo de moda:
pertenecer a la historia europea que estaba en plena construcción. Tener
algo, ser parte, poseerla, algo que fue común en todo el continente y en
especial en Estados Unidos: comprar referentes materiales de la identi-
dad del pasado del que se quería ser parte. Los imaginarios del coleccio-
nar, del poseer han sido siempre muchos, y si bien nuestro país no se
caracterizó por la vertiente de los Estados Unidos de adquirir monumen-
tos sino obras de arte, este fue un caso excepcional en la vida de quien lo
trajo, Eduardo Schiaffino. Más adelante lo discutiremos en detalle.

33
Daniel Schávelzon

El Zoológico mismo se llenó de pseudo ruinas; desde un templo hindú


para los elefantes hasta una mezquita árabe para las jirafas, un templo
romano como lactario y una jaula de cóndores cuyo interior semeja una
roca enorme vista por Onelli en la Patagonia. Era sumarse a la tradición
venerable europea. A nadie se le ocurriría traer un edificio maya o azte-
ca, o siquiera inca. Pertenecer era, aunque más no fuera, reproducir, pero
siempre los modelos de los considerados imaginariamente como verda-
deros ejemplos de la antigüedad. Era pintoresco, divertido, insólito, pero
no era casualidad.
Aunque todo eso era fantasía y se notaba que al igual que en las gran-
des exposiciones de Londres y París se reproducían inusitados templos del
Indostán, el Hemiciclo Bizantino fue diferente porque era supuestamen-
te verdadero, una pieza concreta, tangible, material, traída del pasado
europeo; por eso generó discusiones que iremos analizando. Se insertaba
en otra tradición: la de la compra y el traslado de monumentos y obras de
arte antiguos, idea que prosperó mucho en Buenos Aires pero solo para lo
que fueran esculturas y pinturas u objetos de tamaño reducido.
Holmberg, en cuyos tiempos como director del Zoológico se hizo la
compra, escribiría pocos años más tarde que los países jóvenes tenían
que construir su propia historia y tener sus propias ruinas: si no exis-
tían las inventarían; puede parecer poco serio para una mirada desde la
ciencia actual pero era uno de los grandes intelectuales argentinos.12 Por
supuesto no hablaba de recuperar los restos arqueológicos sino de los que
pertenecían a la gran historia universal, tal como ellos la concebían.
El tema de las columnas y su compra en Europa comenzó cuando una
ordenanza municipal de 1903 hizo público el proyecto del conocido Ernesto
de la Cárcova como concejal de la Ciudad (lo fue desde 1901 a 1907)13. Era
un artista consagrado pero había volcado sus intereses en la política y la
administración, ya que había estado a cargo de la Sociedad Estímulo de
las Bellas Artes, la Comisión Nacional del mismo tema y fue director de la

12 Eduardo L. Holmberg, Olimpio Pitango de Monalia, Buenos Aires, Solar, 1994.


13 La Ordenanza que concretó la compra en el exterior fue del 27 de noviembre de 1903.

34
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Escuela de Bellas Artes. Participó de un momento crucial en el crecimiento


del arte en el país e incluso en el mejoramiento edilicio mediante los pre-
mios municipales a los mejores edificios, estímulo que también fue su pro-
puesta. Su proyecto se centraba en que las autoridades deberían suminis-
trar un monto anual de dinero para adquirir obras de arte tanto nacionales
como en el exterior, para embellecer la Ciudad. La comisión fue creada por
el intendente Alberto Casares14 y dicha tarea quedó a cargo de Carlos Thays,
Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, Julio Dormal, Emilio Agrelo, Eduardo
Schiaffino, el propio Alberto Casares y el Dr. Rosetti quienes rotaron en las
diferentes etapas de existencia y funcionamiento del organismo. No hay
dudas de que pertenecían a lo más selecto del arte argentino de esa época
y representaban el pensamiento de Roca y su gobierno frente al pasado y
la historia. El dinero se hizo efectivo dos años más tarde y el primer viaje
fue el de De la Cárcova quien compró obras de alta calidad; aún existen casi
todas. Un detallado estudio del gusto de la época y los criterios que guiaron
las adquisiciones ha sido publicado.15
Eduardo Schiaffino16 como miembro de la Comisión también organizó
su viaje y compró varias obras de arte, entre ellas las columnas y la fuente
que estamos analizando. No era menor el encargo, contaba con 250.000
francos para gastar e iba a comprar para tres comitentes diferentes: el
Municipio, la Nación y para amigos particulares. El importe era una ver-
dadera fortuna en su tiempo. A nadie se le ocurrió ni se le ocurriría jamás
que si querían una ruina, con ese dinero podían mandar una expedición
a Asia como hacían italianos, alemanes, ingleses y franceses y llevarse lo
que pudieran o quisieran, pero con un dejo de legalidad y reconocimien-
to. A lo sumo, Schiaffino vislumbró la vertiente del coleccionismo brusco
de Estados Unidos, pero no vio o no estuvo de acuerdo con buscar otro
camino, que obviamente sí conocía ya que frecuentaba los museos del
mundo. Su buen gusto lo llevó a comprar obras de arte moderno de gran

14 Alberto Casares (1855-1906).Cuando falleció era intendente por segunda vez.


15 María I. Baldasarre, Los dueños del arte: coleccionismo y consumo cultural en Buenos
Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2006.
16 Eduardo Schiaffino (1858-1935).

35
Daniel Schávelzon

valor que quedaron en el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes:


cuadros de Goya, Ribera, Tiziano, Pacheco, Murillo y El Greco para com-
pletar así la historia del arte español ponderada como superior. Y tam-
bién esculturas para la Ciudad. Adquirió en total ciento cincuenta y seis
cuadros y doscientos calcos escultóricos, hoy dispersos por Buenos Aires.
Entre tantas cosas y según sus papeles adquirió:

Una pequeña fuente de bronce y mármol rojo (…), dos columnas salomónicas
de mármol rosa de Verona que fueron de una antigua iglesia de aquella ciudad
(…); y seis columnas bizantinas de piedra labrada con una pequeña fuente de
piedra y dos balcones del mismo estilo, para erigirlas en hemiciclo con la fuen-
te en el centro, en un jardín público.17

Sin entrar en opinión sobre lo que significaba comprar monumentos


antiguos o parte de ellos, y la enorme diferencia que había entre esa ac-
ción y la adquisición de obras de arte contemporáneo o ya consagradas,
sí podemos decir que hubo diferencias entre Schiaffino y los otros viaje-
ros e incluso con las compras que él mismo hizo en sus viajes anteriores.
Fue a Italia, Alemania, España, Bélgica y quizás a otros países, pero no
sabemos cómo o cuándo se le ocurrió comenzar a adquirir columnas,
fuentes y pórticos históricos. Quizás el cambio se debió a la fuerte in-
fluencia por lo que se hacía en Estados Unidos, donde había viajado el
año anterior, o a que como director del Museo Nacional de Bellas Artes
decidió, que además, quería mostrar también maravillas del pasado de
otro tipo que pinturas o esculturas. Lo concreto es que fue el único de la
Comisión que adquirió arquitectura del pasado lejano.
Entre las obras modernas que trajo había una copia en bronce de El
pensador de Rodin, hoy en Plaza Lorea, lo que muestra el gusto y la cali-
dad de selección que tenía. Además le compró en España a Miguel Blay
la escultura Los primeros fríos por 8.000 francos y a Agustín Querol, “un

17 Patricia Corsani, “Hermosear la ciudad: Ernesto de la Cárcova y el plan de obras de


arte para los espacios públicos de Buenos Aires”, en: Estudios e investigaciones de
teoría e historia del arte, vol. 11, pp. 67-82, Instituto de Historia del Arte Julio Payró,
Universidad de Buenos Aires, 2007, cita p. 76.

36
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

mármol réplica” llamado La tragedia (15.000 pesetas). En Venecia ad-


quirió un “mármol rojo por 4.000 francos, dos columnas salomónicas
en 1.200 francos, seis columnas bizantinas y una fuente de mármol”18.
Nótese que la lista no es exactamente igual a la que citamos antes.
Estos datos nos resultan fundamentales ya que dicen claramente que
son seis columnas, no siete como hay hoy –sin contar los fragmentos en el
piso–, aparte de lo que llama “balcones del mismo estilo” y, si bien se refie-
re a la fuente, no lo hace con los cuatro niveles que se observan en las fotos
sino en el primer documento citado en que la describe como “una pequeña
fuente de piedra”. Sería interesante ubicar las columnas salomónicas que
cita y el resto de las antigüedades si es que aún siguen en el país.
No era su primer viaje a Europa; Schiaffino a los 18 años había funda-
do la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en Buenos Aires y en 1884 partió
como periodista y aprendiz de pintura; allí absorbió lo mejor del moder-
nismo, los usos y las modas del momento. En 1891 fundó El Ateneo de
Buenos Aires, lo que llevó a que cuatro años más tarde se creara el Museo
Nacional de Bellas Artes del que sería su primer director hasta 1910. Tras
su renuncia, viajó nuevamente a Europa donde permaneció hasta 1933.
Fue el máximo representante del arte aristocrático de su tiempo y de su
relación con el Estado, con los grupos selectos de la bohemia primero y
de la élite después, y con los comerciantes e importadores allí y aquí. Si
bien sus inicios fueron en la vanguardia, con los años se transformó en
el representante del buen gusto más conservador. Eso no quería decir que
en su viaje de 1906 no buscara artistas no académicos, incluso contesta-
tarios, pero él era un hombre de la oligarquía y además trabajaba para
ellos. Si alguien perteneció al régimen roquista en su alma, fue él. Un año
antes había viajado a Estados Unidos donde posiblemente vivió el impac-
to de un modelo de coleccionismo muy diferente al europeo que él había
asumido, algo que expresó en muchas oportunidades posteriores. Ahora
es difícil saber qué lo llevó a cambiar de opinión, a pensar que Buenos

18 La Nación, 1º de marzo 1907 (Informe de resultados del viaje) y 27 de octubre 1907


(Colocación de las obras).

37
Daniel Schávelzon

Aires también podía adquirir parte de los monumentos del pasado euro-
peo y, de esa manera, pertenecer a la gran historia de Occidente.19
Pese a la importancia de este monumento, los datos con que se cuen-
ta son pocos, quizás debido a que los archivos del Jardín Zoológico han
desaparecido con motivo de su privatización durante el gobierno de
Carlos Menem. De todas formas sabemos que por el Decreto 2981/59, el
llamado Pórtico Bizantino fue incorporado al Catálogo de la Dirección
General de Monumentos y Obras de Arte, pero también las peripecias
sufridas por ese documento fueron muchas y gran parte de los archivos
asociados desaparecieron.20
El ensamblado y montaje de esta estructura, su base y columnas se con-
cretó en 1907. La Municipalidad de la Ciudad publicó en sus Memorias:

La Intendencia cedió además para ser colocadas en lugar adecuado unas co-
lumnas bizantinas auténticas de mármol de Istria compradas in situ y para la
Municipalidad de Buenos Aires por el director del Museo Nacional de Bellas
Artes. En el año del Centenario estas ruinas serán levantadas en un pequeño
islote del lago Darwin, donde su reflejo en las aguas, matizado con el flamear
rojo de las alas de los flamencos dará la nota característica e individual del
establecimiento, sin copiar a otros similares europeos que, con su belleza ori-
ginal y propia no se asemejan en nada a nuestro paseo lujoso y en el que se
ha tenido siempre presente que además de un zoario, debía ser un jardín y un
parque bello para a la vez instruir en los conocimientos zoológicos y educar a
la vista con el más bello conjunto de la naturaleza lujuriante de nuestro clima
con las líneas del arte que las domina y transforma.21

El texto trae datos útiles: eran solo seis columnas como ya vimos, todas
provenientes de Istria aunque al parecer enviadas desde Venecia (antes

19 M. I. Baldasarre, 2006, op. cit.


20 Se agradece al personal del MOA el acceso a este documento y a Ricardo Orsini y
Horacio Padula el fotografiarlo. La primera lista de monumentos de la Ciudad en la que
no está incluido pese a ser hecha poco antes que la otra, puede verse en: Recuperación
de la primera lista de monumentos y esculturas de Buenos Aires, www.iaa.fadu.uba.ar/
cau/?page_id=13&file=Lista%20del%20MOA/
21 Memoria de la Intendencia Municipal de Buenos Aires correspondiente al año 1909,
Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1910, p. 399.

38
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

leímos como compradas en la cercana Venecia con la posibilidad de que


fuesen de Trieste e incluso de Ravenna), aunque sí sabemos que se las
despachó en medio centenar de cajones desde Venecia, lo que puede ser
parte del motivo de confusión.
Para Schiaffino queda claro que todo no formaba una estructura
completa ya que cita las columnas aunque también dice que había dos
balcones; lo que no queda claro es si son o no de la misma estructura
original. De todas formas se las entendía como una ruina a la que se le
podía dar una forma arbitraria decidida por él mismo (el hemiciclo pro-
puesto), porque no era necesario –o quizás posible– reconstruirla en su
forma original.
Otra referencia a las obras traídas proporcionada por Schiaffino podemos
encontrarla en su libro Urbanización de Buenos Aires,22 aunque sin mayores
datos respecto a los restos arquitectónicos, en cambio sí da detalles sobre la
escultura El pensador, que le generaron largas disquisiciones. Lo demás, no
consideró importante detallarlo o, como creemos, prefirió no dar mucha in-
formación ya que podía considerarse tráfico ilegal de monumentos, tema
que discutiremos más adelante. No hay soporte histórico alguno para la ase-
veración de que el grupo fue colocado o “realizado” en 1860 tal como se ha
afirmado.23 Sí sabemos que la isla existía desde el inicio del Zoológico y así
figura en los planos de Holmberg, por lo que la elección fue casi obvia.
Pero si a alguien le queda una duda acerca de si una personalidad como
Onelli podía actuar falseando la realidad, si realmente es que lo hizo con
conciencia, hay una historia para recordar que trae problemas hasta el
presente. Él trabajó en sus inicios con el perito Moreno en la demarcación
de los límites con Chile en la zona de disputa internacional. Allí Moreno
sostenía que la división de las aguas era la mejor solución y no la línea
de altas cumbres; pero cuando un grupo de agricultores galeses le pidió a
Onelli que desvíe el río Fénix para el lado argentino en 1898, no dudó en

22 Eduardo Schiaffino, Urbanización de Buenos Aires, Buenos Aires, M. Gleizer Editor,


1927, p. 123 y sig.
23 “Las citadas Ruinas fueron realizadas a mediados del siglo XIX (1860), con la excepción
de las columnas que serían legítimas (siglo VI)”, en: Y. García, op. cit.

39
Daniel Schávelzon

hacerlo solo una semana antes de que la Comisión Internacional llegara


al sitio modificando así la frontera entre los dos países. Lo que Moreno
nunca imaginó es que Onelli lo contaría con toda inocencia años más tar-
de, al igual que contó que se había robado el cráneo de la tumba de su
amigo para llevárselo como adorno. Buenos ejemplos de la omnipoten-
cia de la mentalidad roquista perteneciente a la oligarquía porteña o que
trabajaban para ella.

El arquitrabe y su exótica inscripción

La parte superior del conjunto es un entablamento (arquitrabe, dintel)


totalmente recto, moldurado, que al ser visto de cerca es de mampostería
de ladrillos del siglo XX y sus superficies están revestidas con cemento,
con una decoración hecha en molde. Si bien en su tiempo debió lucir bas-
tante parecido al color de las columnas, el sol, el paso de los años y el
musgo lo atacaron y el color hoy es distinto. Por otra parte, presenta fisu-
ras y desgastes impensables en la piedra.
Este arquitrabe tiene una inscripción que se repite a lo largo de su cara
externa; fue realizada con letras hechas con un molde, por alguien que no
entendía el idioma en que estaba escrito. Tiene errores de ortografía, tam-
bién hay inscripciones incompletas. Es imposible saber si esto fue error de
quien le vendió la obra y le dio la información a Schiaffino, o si fue una equi-
vocación del operario. Lo cierto es que muestra inoperancia; el director del
Museo Nacional de Bellas Artes junto al del Zoológico no se podían permitir
esos errores y debieron decirlo en todo lo que escribieron sobre el tema.
Estos problemas produjeron diferentes lecturas e interpretaciones
aunque los autores de los diversos estudios sobre el Pórtico creyeron que
se trataba de sectores antiguos y no de simples moldes en cemento. La
inscripción comienza con una supuesta fecha o sigla “I.G X.C:” lo que
resulta ininteligible aunque trataremos de hacer nuestro mayor esfuer-
zo en darle un sentido. Si suponemos que la primera G era un número,

40
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

es decir parte de una fecha, la única opción es que fuese una C mal escrita Inscripción en el arquitrabe.
lo que podría ser un error lógico, pero tampoco cobra sentido la inscrip- (Fotografía Patricia Frazzi).
ción, menos aún con los dos puntos en los números-letras finales. En el
mejor de los casos podríamos suponer que lo que se intentó copiar era
ICXC que es el año 990; como palabra, sigla o parte de una palabra no
tiene sentido. La clara separación entre las dos primeras letras y las otras
nos indica al menos algún faltante, o una intencionalidad o la simple in-
comprensión del texto original, suponiendo que haya existido. La fecha
del siglo X dC resulta interesante como veremos.
Nos preguntamos: ¿era un intento de hacer un adorno de algo simi-
lar a una fecha o un dato? ¿Hubo realmente una fecha muy deteriorada?
¿Fue una sigla o abreviatura que hoy es incomprensible? Todo es posi-
ble pero resulta muy extraño que Schiaffino, si hubiera visto el error, no
lo hiciera corregir en el momento. ¿Pudo haber existido una inscripción
cuando compró esto, que él vio y copió lo que quedaba, para que lo repro-
dujeran de la misma forma?
Tras la supuesta fecha hay una inscripción que, si bien también tiene erro-
res atribuibles a los operarios que hicieron el molde, dice “GIVES PENTAPOLIS
INTURREMASCENDITE”. Sobre esto hubo diversas lecturas ya que hay pala-
bras mal escritas, además de estar parcialmente en dos idiomas: griego y
latín, y por cierto en ninguno de los dos casos está bien escrito.

41
Daniel Schávelzon

Para entenderlo partamos de que la palabra “Pentápolis” (cinco ciu-


dades) está escrita en griego y es el nombre de un territorio o provincia
determinado de Italia. Desde la antigüedad, es una zona que incluye la
región donde Schiaffino afirma haber comprado el conjunto y la ciudad
desde donde lo envió. El resto de la frase que está en latín tiene mínimos
errores. Es una frase latina que incluye el antiguo nombre de una provin-
cia en griego. Recordemos que la región casi no tuvo ocupación griega,
eran tierras marginales para ellos, e incluso Venecia se fundó en tiempos
romanos como ciudad bizantina.
Si se lo lee en griego (haciendo un esfuerzo lingüístico) surge una
extraña frase, inconexa y poco comprensible, pero tomada como ver-
dadera. Si se la lee en latín sin entender la palabra griega, el locativo
se pierde y tampoco dice nada lógico. Por otra parte hay faltas de orto-
grafía (creemos que son de quien lo reprodujo aquí) la palabra GIVES
es seguramente CIVES (ciudadanos) que es el mismo error que al con-
fundir la C por G en la fecha inicial. Si fue un albañil el que realizó el
molde que se repitió varias veces, nada debía estar más alejado de él
que ese idioma, pese a que Onelli, italiano, era un admirador de la anti-
güedad clásica. Hay también una M de más en MASCENDITE que debió
escribirse ASCENDITE (del verbo subir). En nuestra traducción, la frase
quiere decir “Los ciudadanos de Pentápolis subirán a sus tierras” (o es-
tarán, o las tendrán, o recobrarán, o volverán a tener las tierras altas o
de “más arriba”, ya que “subir” es en el sentido geográfico pero posesi-
vo). Posiblemente fue alguna alocución de un tribuno de su tiempo, al
ser conquistadas y requisadas tierras o propiedades de zonas altas, en
la montaña o en el piedemonte. Por ende, no tendría asidero la lectu-
ra: “Ciudadanos de la Pentápolis (unión de 5 ciudades), ascended a la
torre”24, error repetido que viene de traducir turris por torre y no como
tierra. Queremos hacer referencia a un dato histórico interesante so-
bre eventos sucedidos en Venecia y sus alrededores, donde la entrada
de los longobardos en el año 568 y en Ravenna en 751, hizo huir a las

24 G. Urgell, op. cit. 1987.

42
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

montañas a los habitantes de las tierras bajas, repliegue organizado por


el gobierno de Bizancio. Más tarde esas tierras fueron recuperadas, esto
sucedió en varias oportunidades generando conflictos entre los habi-
tantes de abajo y los de arriba.25 Es probable que en alguna oportunidad
pudo haber sido al revés: alguien se apropió de las tierras altas y un
político garantizó que volverían a ellas.
En la historia de Italia hubo dos territorios llamados Pentápolis. El
primero fue establecido por el emperador de Bizancio, Mauricio I (582-
602) y el exarca Smaragdus (585-589); formaba uno de los siete distritos
militares en que se dividió el territorio. Estaba compuesto por Ravenna,
Forli, Forlimpopoli, Classe y Cesarea. Más tarde surgió una nueva y cerca-
na Pentápolis conformada por Rimini, Pesaro, Ancona, Senigallia y Fano,
que estaban también sujetas al exarcado de Ravenna y fueron conquista-
das por los lombardos en el año 728. Por ende, si en la inscripción original
hubiera existido la fecha del año 990 no resultaría extraño, aunque no
coincide con los hechos mencionados que son de los siglos VI y VII dC.
Pero planteamos solo una hipótesis, el aporte de algunos datos más para
contribuir a la interpretación del conjunto.

El basamento

El largo basamento de perfil rectangular que soporta la columnata está


ornamentado en ambas caras. A simple vista esto fue hecho median-
te moldes repetidos una y otra vez. El interior es de ladrillos pegados
con cal, de época moderna –suponemos 1907–, y el recubrimiento es de
cemento; no hay piedra ni intenta ser semejante. Quizás desde lejos al-
guien pueda engañarse, pero hoy las resquebrajaduras dejan a la vista

25 Giorgio Ravegnani, Bizancio y Venecia, historia de un imperio, Madrid, Ana Machado


Libros, 2011, p. 9 y I Bizantini in Italia, Bolonia, Il Mulino, 2004. La bibliografía sobre
la historia de la región es monumental y recomendamos: G. Ostrogorsky, Historia del
Estado Bizantino, Madrid, Akal, 1984; Frederic Ch. Lane, Storia di Venezia, Torino, Giulio
Einaudi, 1978; G. Cavallo (editor) La cultura bizantina, Roma, Salerno Editrice, 2004.

43
Daniel Schávelzon

Relieve de la parte inferior los materiales y la técnica de trabajo, especialmente los hierros inter-
hecho con placas premoldeadas. nos. Nada hay antiguo en este basamento, o al menos anterior al siglo
(Fotografía Patricia Frazzi).
de su construcción, no tiene nada que ver en su ornamentación con las
columnas, fue una decisión historicista para darle una forma determi-
nada, que pudo o no ser similar a la que tuvo, pudo estar de acuerdo con
lo que el traficante de antigüedades le dijo a Schiaffino o simplemente

44
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

con lo que decidieron quienes la hicieron. La decoración, repetida den- Extremo del basamento: puede
tro y fuera en todos los tramos, es de molde. Son rectángulos acordona- verse su manufactura de ladrillo
y cemento imitando una ruina.
dos con volutas en los tramos largos y una representación mitológica
(Fotografía Patricia Frazzi).
que semeja una sirena. Por arriba tiene una serie corrida de molduras
decoradas y una de dentículos, puestas antes del pedestal de las basas
de las columnas.
El estado actual muestra, al haberse salido los hierros que armaban la
estructura, los ladrillos interiores; por eso es obvia su modernidad y que
se trata de relieves hechos en molde con una iconografía cuya existencia
en la antigüedad es improbable.
La posibilidad de que haya sido una estructura semicircular es facti-
ble, ya que era una forma habitual en la arquitectura prerrománica y en
la bizantina de la región. Tanto los balcones como los absidiolos de las
iglesias tuvieron más o menos esas dimensiones, si bien siempre unían
las columnas con arcos de medio punto y no con arquitrabes. Por eso, la
forma circular es posible, pero no con un dintel recto. Recordemos que
Schiaffino habla en sus notas de dos “balconadas” que no están ahora,
salvo que alguna de las pequeñas columnas en el piso provengan de
esas balconadas.

45
Daniel Schávelzon

Relieve de la parte interior Las columnas y sus ornamentados fustes


hecho con placas premoldeadas.
(Fotografía Patricia Frazzi). El conjunto tiene siete columnas de pie y tres menores o fragmentos en el
piso. De las verticales, seis son de piedra y coincidirían con las traídas des-
de Europa. La otra, ubicada como tercera desde el norte, es absolutamente
falsa, moderna y de hormigón con hierro. Todas las columnas, incluidas
la falsa y los tres fragmentos que están en el piso, están cubiertas por una
densa decoración tallada, o que la imita al reproducirla en molde cuando
no es antigua. Si bien hay variantes, es posible ordenarlas de a pares, y
en casi todos los casos hay motivos repetidos. El esquema estructural de
todas es de fustes casi cilíndricos con un pequeño astrágalo (un anillo en el
extremo superior), cubiertas en su superficie con espirales, detalles geomé-
tricos, animales y elementos vegetales. Hemos denominado los motivos
decorativos tambores, animales, entrelaces y fitomorfas. De norte a sur po-
demos agruparlas así: la 1 es de animales; la 2 de entrelaces; la 3 es falsa y
copia a la número 2; la 4 es fitomorfa; la 5 de tambores al igual que la 6, y la
7 es fitomorfa. Los pares son: 2=3 (falsa), 4=7 y 5=6 y la 1 aislada.

46
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Columna de cemento con hierro


en su interior. Nótese la peculiar
forma de rotura por el óxido
de su estructura. Es la única
realmente moderna (1907).

47
Daniel Schávelzon

La decoración es de una iconografía muy fuerte, compleja y hasta sofis-


ticada, difícil de copiar o falsificar tanto en aquel tiempo como ahora por la
cantidad de trabajo e imaginación necesarios; no presenta dos detalles habi-
tuales de las copias: la redundancia y la simplificación de motivos, dejando
espacios con poco trabajo o con errores obvios al copiar; siempre el falsifica-
dor elemental trata de ahorrar esfuerzo. De ser así, se trataría de un grupo
de falsificaciones de alta calidad, lo que es raro, y cuyo costo quizás para ese
momento no tendría sentido porque la oferta de auténticos era grande.
Las seis columnas de piedra y las dos del piso presentan un orificio
central en la base que se ha interpretado como un síntoma de moder-
nidad. En realidad, demuestra lo contrario, que son de piedra y segura-
mente antiguas (no dicen de cuándo), y esas perforaciones fueron hechas
para colocarlas verticales con un hierro que las sostenga, lo que es la me-
jor prueba de su antigüedad y del material del que están hechas. No sa-
Decoración superficial de bemos si tenían las perforaciones de origen, pero si no las traían, era la
la columna de cemento, única forma de resolver la colocación. Los agujeros no tienen nada que
nótese la diferencia en el ver con su antigüedad sino con el material. El uso de un hierro empotra-
material, la forma de rotura do en la base y metido en la columna como espiga es un sistema antiguo
y la irregularidad del trabajo.
habitual desde el Imperio Romano y, también, típico del siglo XIX para
(Fotografía Patricia Frazzi).
resolver el sostén de columnas hechas de piedra y no de mampostería.
Puede establecerse la diferencia entre las seis de piedra con las que son
copias de hormigón porque los hierros internos de las nuevas se han oxi-
dado, se ven desde el exterior, y no tienen agujero central.
Los fragmentos de columna que están en el piso fueron perforados en su
base, tanto los de piedra como los de cemento, para colocarles un soporte.
En primer lugar, uno de ellos es moderno, de cemento con hierros e idéntico
en su dibujo a la columna grande falsa. Pero los otros, de piedra, también
son iguales en su decoración. Esto indicaría que podrían haber sido parte
del par faltante de la columna número 2 de donde se tomó el molde para
hacerla. Sabemos ahora que esos fragmentos se usaron en la fuente, pero
¿eran las desaparecidas “balconadas” que trajo Schiaffino? Si eran parte de
ventanas o balcones bien pudieron tener una columna de poco tamaño en

48
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

el centro, ubicadas debajo de arcos. Finalmente, no entendemos la forma y El agujero es prueba de la


su relación con la columna falsa, ya que si la idea era de un hemiciclo, no manufactura manual en piedra.
(Fotografía Patricia Frazzi).
hacía falta otra columna más y, si era un círculo, por qué no lo hicieron.
Columnas de Notre Dame
de Dourade, Toulouse,
siglo V en el Metropolitan
Sobre los motivos ornamentales y su probable Museum of Art (Archivo del
origen en el universo de las falsificaciones Centro de Arqueología Urbana).

Tanto si consideramos que las columnas como la fuente son originales,


copias o una mezcla de ambas cosas, es preciso intentar ubicarlas cultu-
ral y temporalmente. El único método posible y disponible es la iconogra-
fía de los relieves y el análisis de las formas de basas, fustes y capiteles.
Dado que el conjunto se encuentra en la isleta del lago, la observación
microscópica es por ahora difícil, salvo en los fragmentos desprendidos,
pero no hay de las piedras. Sería factible realizar análisis más detallados
de los instrumentos de labrado de la piedra, sin embargo por ahora estos
son los estudios que pudimos concretar.

49
Daniel Schávelzon

Los elementos ya descriptos nos llevan hacia la época prerrománica


con claras influencias bizantinas de la tradición islámica y de lo hispa-
no-musulmán. Son vertientes diferentes, pero en Europa convivían y se
cruzaban. El hecho de que los fustes no parezcan coincidir con los capite-
les no es importante para aquellos tiempos de influencias cruzadas y en
que se sacaban columnas de antiguos templos para nuevas iglesias. El
Templo de Hércules Victorioso, que antes mencionamos porque su copia
adorna el Zoológico, fue el primer edificio de mármol hecho en Roma; sus
columnas se llevaron desde Grecia, ya que su construcción fue anterior al
inicio del uso de las canteras locales de Roma.
Vista en el microscopio de la Entendemos las columnas del hemiciclo como producto de las expre-
estructura interna de la mezcla siones artísticas y arquitectónicas forjadas por los grandes movimientos
de cemento de la columna originados entre los siglos V y XI que fueron la génesis del derrumbe de la
considerada moderna que Roma imperial, entre otras causas, y una expresión del poder de Bizancio
confirma su composición del siglo en Europa y de los grupos humanos desplazados desde Europa Oriental
XX. (Fotografía Patricia Frazzi).
hacia Occidente. Se trata entonces de una arquitectura que aúna elemen-
tos orientales y clásicos, que creemos tiene una fuerte tradición goda
–tanto visigoda como ostrogoda–, característica imposible de separar en
el norte del Adriático; pero no dejamos de destacar que la decoración es
claramente hispano-árabe.
Cuando se desmembró el Imperio Romano hacia el año 242, comen-
zó un proceso por el cual los godos se separaron en dos grandes grupos
que vivían desde hacía tiempo en las orillas opuestas de río Dniéper, he-
cho que se concretó en el 257. Ambos grupos comenzaron una migración
hacia el norte y por el Mar Negro que los fue separando y generando
identidades diferentes. Los visigodos (“los del oeste”) llegaron a Roma
en el año 332 y la conquistaron, luego se enfrentaron a los ostrogodos
arribados poco después y terminaron asentándose en el Danubio y los
Balcanes. Lucharon contra Roma durante muchos años e incluso en
el 395 atacaron Constantinopla; gobernaron Roma desde el 401 al 412.
Luego migraron lentamente hacia Francia y España donde se radicaron,
confundiéndose con la población local y desaparecieron como pueblo
hacia el siglo VIII por la influencia de la cultura árabe con la conquista

50
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

del año 711. Entre los siglos V y VIII se cruzaron tradiciones en la penín-
sula ibérica, una proveniente desde el norte de África y Asia, y otra del
oriente de Europa, la que traía una fuerte carga islámico-bizantina. Su
arte es una compleja mezcla de todo esto; la Iglesia de San Pedro de la
Nave, construida en España entre el 680 y el 711, es un excelente ejemplo
en el que podemos observar detalles muy similares a los de las columnas
que estamos analizando en este trabajo.
Los ostrogodos (“los del este” del río Dniéper) asentados en las zo-
nas de Ucrania y el Mar Muerto, comenzaron su expansión de ma-
nera muy rápida para llegar por el este hasta Crimea. Estaban bajo
el dominio de los hunos y lograron su independencia en el año 453.
Dominaron Roma a partir del 488 y Ravenna en el 493 donde estable-
cieron su capital. Esto les generó problemas de coexistencia con los vi-
sigodos, bizantinos y romanos a lo largo de un siglo, lo que desembocó
en luchas con los visigodos quienes se retiraron expandiéndose hacia
Francia. En el año 536, Constantino I reconquistó primero Roma y más
tarde Ravenna, para ser expulsado en el 546 por Bizancio, verdadero
dueño del territorio. Extrañamente, poco más tarde los ostrogodos se
disgregaron como cultura para fundirse con la población local en todo
el territorio desde el Adriático hasta Francia, asimilándose de manera
rápida hasta tal grado que para el siglo VI ya casi no había una iden-
tidad que pudiera definirse como tal. Fueron portadores de un bagaje
cultural heterogéneo, cambiante, mezcla y sumatoria de tradiciones
que son en buena parte las características del llamado período prerro-
mánico del arte en Europa.
La compleja historia de la región norte del Adriático, que lógicamente se
trasladó a la arquitectura, hace muy difícil atribuir elementos a un grupo,
una cultura o una época de manera estricta cuando ni siquiera podemos
determinar si son columnas antiguas. Pero podemos decir que el Pórtico
del Jardín Zoológico puede asimilarse a elementos godos del siglo VI de la
región, aunque no hay ejemplos concretos a los que asociarlo. Asimismo,
no son bizantinas ni copian su estilo, a lo sumo y de ser locales son ejem-
plos de la difusión de lo llamado bizantino –que dominó todas las ciudades

51
Daniel Schávelzon

Tres variantes de los motivos de la zona–, tanto por sus propios ejércitos llegados desde Constantinopla
iconográficos de las columnas como por pueblos salidos desde esa región hacia el norte, en su expresión
de piedra. (Fotografías Patricia
artística de tiempos tardíos. Esta puede ser una explicación que nos satisfa-
Frazzi).
ce porque no podemos dejar de notar la fuerte relación islámica y española
que tienen las columnas de los siglos VIII al X, en especial la coherencia
con trabajos similares en su composición –auque nunca en piedra–, en la
forma de colocar los animales, su cuello doblado, con sus patas dentro del
cajete que lo encierra, entre otros detalles.
Los capiteles, en cambio, bien podrían ser de la época de Bizancio, a
diferencia de los fustes de las columnas que parecen ser más tardíos:
¿un rejunte de piezas auténticas de los siglos VI y X?, ¿parte original
y parte falsa para completar lo que faltaba? Podría ser que quienes lo
hicieron se preocuparon por que todo estuviera decorado para que el
conjunto fuese más atractivo para el comprador, aunque no coincidie-
ran en el tiempo los estilos de columna y decoración. Son interrogantes
imposibles de responder. Pero pese a todo lo dicho y a las posibles ex-
plicaciones, nos volcamos por aceptar que la decoración de los fustes

52
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

tiene un origen no bizantino sino de España y su arte decorativo. Quizás Tres de los sistemas
ornamentales de las columnas
Schiaffino tuvo la tremenda suerte de encontrar piezas realmente úni-
con sus entrelaces y divisiones
cas en el arte universal, hipótesis que no podemos descartar, pero en horizontales, con los animales
ese caso lo raro es que la bibliografía universal no lo haya destacado. en su interior. (Fotografías
Como ya dijimos, los motivos ornamentales que tienen estas columnas Patricia Frazzi).
son tradicionales en la arquitectura de Oriente y de la influencia oriental
en Europa y corresponden ciertamente a la vertiente bizantina en el pe-
ríodo prerrománico, que llegó sin duda a España.26 La iconografía es toda
medieval temprana y está dispersa por toda Europa hasta Inglaterra a
partir de la expansión de lo bizantino y sus variados portadores, inclusive
con el Islam. Si bien veremos la iconografía repetida, es muy raro encon-
trarla en los fustes de columnas; la arquitectura bizantina se caracteriza
por columnas altas y de fustes sobrios, lisos, sin decoración, con mucho

26 Denominamos de esta manera, internacionalmente aceptada aunque en su


generalidad tiene una clara falta de rigor, al tipo de arquitectura difundido en
Europa entre los siglos V y XI, entendiéndolo como el producto de la dispersión hacia
occidente de los pueblos de Europa Oriental influidos por Bizancio, que produjo la
caída de Roma, entre otros acontecimientos.

53
Daniel Schávelzon

uso del color al aprovechar los finos mármoles romanos precedentes, con
sus delicados veteados. En ella no veremos la decoración mitológica cer-
cana al Islam. Como ejemplos con semejanzas existen iglesias y edificios
en Roma, Ravenna, incluso en Inglaterra, Francia y España; sobre todo
en España donde la entrada de este arte se produjo a través de la cultura
musulmana. Este es uno de los problemas básicos que tienen los fustes
tan ornamentados, son en realidad columnas muy raras en cualquier
contexto.
Si la intención del que se lo vendió a Schiaffino era falsificar el estilo
bizantino no hubiese hecho esto de tener nociones de arte; pero si el pro-
pósito era venderlo a alguien poco entendido y se lo quería impactar con
el detalle minucioso, fue una estrategia perfecta. Por eso, es probable
que se llevara la decoración al extremo cubriendo toda la superficie para
no crear dudas, aunque esa combinación no existiera en el pasado. La be-
Píxide de marfil de Medina lleza siempre opaca la veracidad histórica, la falsificación usa siempre el
Azahara, España, del año 964. principio de la exhuberancia para tapar los errores. Siempre que algo en
Cortesía de la Catedral de Praga.
arte traficado es demasiado bueno, es extraño y genera dudas. También
las genera aquello que no encaja en una época precisa y en un lugar.
Por otra parte, es tradicional que el falsificador exagere, a diferencia del
simple copista.27
Finalmente, podemos buscar la decoración de los fustes en la España
de los siglos VII al IX, cuando el Islam se expande de manera rápida y deja
obras portátiles maravillosas, que luego pasan lentamente a la arquitec-
tura. En los museos del mundo existen excelentes obras, en especial de
marfil, en que el motivo de entrelaces con animales se repite; pasó a las
molduras y cimacios de algunas iglesias en España y hasta en Inglaterra,
pero no es habitual en un fuste de columna.
Entonces, si podemos asumir que el falsificador usó para los fustes
un motivo español que podía pasar o confundir con lo bizantino y pre-
rrománico e hizo o usó basas y capiteles bizantinos, cabe preguntarnos

27 Daniel Schávelzon, Arte y falsificación en América Latina, Buenos Aires, Fondo de


Cultura Económica, 2009.

54
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

si esa información estaba disponible para la época en que Schiaffino las


adquirió. Para que algo se falsifique o copie tiene que haber fuentes do-
cumentales gráficas disponibles.
Aquí surge algo habitual en el mundo de la falsificación: los tra-
ficantes iban incorporando a su repertorio los datos que los historia-
dores, museólogos o arqueólogos descubrían. En este caso, en 1884 un
historiador del arte español había publicado un primer libro sobre el sa-
queo sistemático de su patrimonio cultural y fotografió unas arquetas
cilíndricas de marfil tallado de origen árabe a las que se les había dado
poca importancia.28 Dado que había arquetas en los tesoros de las igle-
sias, pero eran de tamaño reducido, era habitual que se las vendieran
a los comerciantes ya que no se les reconocía mucho valor. Esas arque-
tas tenían gran influencia oriental, característica que solo era aprecia-
da por el mercado internacional. En 1893 se produjo un escándalo que
llegó a las Cortes por una de estas piezas que había sido vendida a los
Rotschild para su colección de arte español, la que finalmente terminó
en el Museo Arqueológico Nacional en 1909. Salió en los medios y su
foto la hizo conocida. Sucedió lo mismo con las cajas de marfil de la
Catedral de Zamora en 1901 y, en esos años, el tema de estos motivos Píxide de marfil de Córdoba,
ornamentales y su valoración tuvo repercusión en todos los diarios de España (año 1005). Cortesía
España, ya que los personajes involucrados en su tráfico pertenecían al Museo Nacional de Madrid.
más alto nivel eclesiástico.29 No parece una casualidad que hayan sido
los mismos años y motivos de nuestras columnas: estaban de moda,
eran conocidos y pasar del marfil a la piedra era solo cuestión de técni-
ca. Y España era donde Schiaffino hizo siempre sus grandes compras. La
casualidad es demasiado grande.
Podemos preguntarnos cuál es la relación entre un capitel bizantino
con un fuste de columna que copia motivos islámicos; la respuesta no le

28 Manuel Gómez-Moreno González, Breve reseña de los monumentos y obras de arte que
ha perdido Granada en lo que va del siglo, Granada, Imprenta de Don José López de
Guevara, 1884.
29 José M. Merino de Cáceres y María José Martínez Ruiz, La destrucción del patrimonio
artístico español: W. R. Hearst, El Gran Ciudadano, Madrid, Cátedra, 2012, pp. 125-127.

55
Daniel Schávelzon

Detalle de un cofre de marfil y


madera proveniente de Burgos
(año 1026), Museo del Bargello,
Florencia.

Tintero de metal con esmalte,


Zamora, Museo de Madrid
(año 1050).

Cuerno de marfil tallado,


¿Sicilia?, Museo del Bargello,
Florencia (año 1050).

56
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Fragmento tallado de la
Cátedra de Ravenna, Catedral
de Ravenna.

resultará extraña a quien se sumerja en lo que fue el mercado de antigüe-


dades hacia 1900. Suponer que era demasiado temprano para este tipo
de malabares no sería procedente, ya que esa fue la época de las gran-
des falsificaciones: llevó un siglo descubrirlas –y aún no se han podido
demostrar– pero fue un proceso que comenzó hacia 1850.30
Medio siglo más tarde, el mercado de antigüedades tenía tal enverga-
dura que se desarmaban conventos enteros, piedra a piedra, los rearma-
ban en sus propios terrenos para venderlos y luego los exportaban. Nada
era raro, menos aún que los comerciantes se movieran por toda Europa
con enorme libertad y con cargas enormes. Así se fueron formando las
grandes colecciones privadas, las de los museos del mundo e incluso de la
Argentina. El actual Museo Larreta, precisamente de arte español, es una Marco de marfil egipcio
muestra de la facilidad con que viajaban las antigüedades desde ese país. (siglo X), Museo de la Cultura
No fue de las colecciones más grandes en la Argentina; pero esa es otra Islámica, Berlín.
historia que espera ser escrita.

Basas y capiteles

Cada una de las columnas del hemiciclo del Zoológico tiene un delga-
do pedestal llamado apoyo o basa. Se trata de una plataforma horizon-
tal cuadrada que en la antigua arquitectura griega era la parte superior
del estilóbato. Por encima, la basa tiene dos toros salientes y una escocia
grande curvada hacia adentro. Es un tipo de basa habitual en los períodos
que se discuten para el fechamiento de estas columnas, proporcionadas y
lógicas, salvo en el caso de la considerada falsa.

30 D. Schávelzon (2005), op. cit.

57
Daniel Schávelzon

Las basas tienen un primer pedestal cuadrado; encima de él y en cada


esquina hay un animal tallado que es parte del mismo material; no está
agregado o pegado, es la talla misma de la piedra. Son figuras que repre-
sentan tanto seres reales como mitológicos. La presencia de animalitos
en las basas es un rasgo relativamente habitual en la arquitectura pre-
rrománica, pero no deja de ser curioso que precisamente para decorar un
zoológico se haya logrado encontrar en el mundo un grupo de columnas
todas con animales, las que son realmente raras en sus países de origen.
Por supuesto, eso genera inquietudes para darle fuerza a la hipótesis de
Capitel de piedra de una de las que se hicieron para el comprador. Que Schiaffino las encontrara de ca-
columnas con hojas de acanto sualidad (o su anticuario) es posible, pero resulta al menos curioso: de-
y un medallón con un ave. masiada casualidad. Lo único que podemos aseverar es que seis de ellas
Nótese la falta de cimacio.
son de piedra y que coinciden con las columnas que soportan.
(Fotografía Patricia Frazzi).
Hay un dato curioso que no va más allá de ser eso. Durante la segunda
mitad del siglo XIX los arquitectos que construían en estilos neo, es decir
que copiaban del pasado, acostumbraban a colocar bajo las columnas or-
namentales algo que las sostuviese, tal como era en la antigüedad. Usar
figuras de animales, reales o mitológicos fue habitual. Puede ser solo una
casualidad pero lo que indica este fenómeno es que en el Museo de Historia
Natural en Londres, el más grande y famoso del mundo en su tiempo, fun-
dado en 1865 aunque ampliado varias veces por la reina Victoria, las co-
lumnas neogóticas, es decir copias de antiguas también, tienen animales
–monos en este caso– y fueron especialmente hechas para un museo de
ciencias naturales. Indica la simple decisión de poner figuras en las bases
de las columnas asociadas con el objeto al que estaba dedicado el edificio.
Los capiteles no son iguales entre sí y, por cierto, tampoco lo eran en
tiempos prerrománicos o bizantinos. Lo que variaba era la decoración,
pero no la forma misma ni la estructura en que se organizaba la arquitec-
tura. El hecho de que en Bizancio se pueda observar en una misma igle-
sia columnas de diferentes colores y capiteles de talla variada –como en
Santa Sofía de Constantinopla–, se debe a que en gran parte todo había
sido sacado de edificios romanos anteriores. Pero, pese a esa variabilidad,

58
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

existía una estandarización. Entre otras cosas, siempre había un pequeño Tres ejemplos de capiteles
ábaco sobre el fuste, luego venían el capitel y el cimacio, y finalmente bizantinos y prerrománicos:
dos de Santa Sofía en
el arco que unía una columna con la otra. Este sistema del Zoológico sin el
Constantinopla y a la derecha
cimacio y con arquitrabe es casi imposible de encontrar. Tan es así, que
uno de San Vitale en Ravenna,
quien reconstruyó el del Zoológico se vio obligado a colocar un par de nótese la presencia del cimacio
ladrillos (hoy casi invisibles), para que haya algo entre el capitel y el ar- sobre el capitel. (Fotografía
quitrabe donde pudiera apoyarse el perfil de hierro interno sin quebrar Patricia Frazzi).
el capitel. También ese cimacio cumplía una función estructural; aquí no
lo tenían y fue un problema a resolver.
En este caso, los capiteles son de piedra tallada, de buena factura, con
hojas de acanto labradas con poco relieve, con animales y medallones,
por lo que pueden considerarse bizantinas o prerrománicas, provenien-
tes de Europa Oriental (desde Constantinopla, todo el Islam, hasta el
Adriático y Venecia), incluso españolas o francesas, pero casi con certeza
auténticos o bien copiados en piedra. La variedad está en que algunos son
de paredes planas y otros tienen pequeñas curvas entrantes y salientes.
La decoración de estos capiteles y su forma ha sido el motivo más fuerte

59
Daniel Schávelzon

El templo en el paisaje
imaginario, pintura de
Claude Lorrain, 1645.
(Archivo del Instituto
de Arte Americano).

tomado en cuenta por todos los peritos para atribuirlas al período bizan-
tino y darle autenticidad al conjunto.
Existe una compleja frase escrita por Onelli y publicada en 1909 cuya
lectura es doble. Dijo que a las columnas se les “agregó el ábaco y la base
calcando fielmente las esculturas en bajorrelieve de esas mismas colum-
nas: he ahí por lo tanto que Buenos Aires, ciudad eminentemente mo-
derna, luce ahora en su Jardín Zoológico fragmentos auténticos de viejas
esculturas restauradas a nuestro objeto”.31
Más allá de lo que podamos pensar sobre tener fragmentos auténti-
cos sacados de otro país, la frase tiene problemas de significado como
consecuencia de una mala puntuación. Según dónde pongamos las

31 Clemente Onelli, “El Jardín Zoológico en 1909”, Revista del Jardín Zoológico de Buenos
Aires, época II, Nº 21, pp. 47-55, 1910.

60
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Detalles de los animales


ubicados en los ángulos de
cuatro de las basas de piedra.
(Fotografía Patricia Frazzi).

comas faltantes dice cosas diferentes. Así como está escrito no tiene
mucho sentido. En primer lugar, confunde el ábaco con el arquitrabe,
error razonable para el no especialista, pero es algo tan poco importante
que no sé para qué lo destaca. Sucede algo similar cuando cita “la base”
(en singular), no se refiere a las basas sino a todo el basamento como
hecho a nuevo. Lo que expresa Onelli es que el arquitrabe y el basamen-
to fueron agregados: en eso coincidimos plenamente. Es decir, que eso
era obra moderna. Luego, si colocamos una coma después de la palabra
“base”, dice que se calcaron “fielmente” los bajorrelieves (los del basa-
mento). No es una frase prístina pese a que era un buen escritor, pero
es útil en la medida en que reafirma, por quien hizo colocar el Pórtico,
lo que puede verse como nuevo y lo que parece ser antiguo o al menos
tallado a mano en piedra, que fue lo que trajo Schiaffino. Volvemos a

61
Daniel Schávelzon

recalcar que puede ser de piedra y traído de Europa, por ende “original”,
pero no por eso son antiguas.
Todos los documentos y referencias directas e indirectas determinan
que las columnas fueron compradas y que eran efectivamente del área
norte del Adriático –aclaramos que allí “fueron compradas”, no que fue-
sen hechas allí–, y lo decimos de forma indeterminada por razones que
veremos. Los lugares citados por Schiaffino y Onelli, o terceros de su tiem-
po, son Venecia, Ravenna y Trieste en la actual Italia, e Istria en la actual
Croacia. No parece ser casual que todas sean ciudades que rodean el extre-
mo norte del Adriático en un semicírculo, cercanas entre sí, que tuvieron
una historia paralela e interconectada a lo largo de muchísimos siglos,
que sufrieron los mismos eventos en la época prerrománica y bizantina
–todas parte del Imperio de Bizancio–, donde el comercio de antigüedades
fue sumamente activo en el siglo XIX e inicios del XX. Fue desde siempre
la zona de contacto entre Oriente y Occidente, no solo para la cultura, el
comercio y el movimiento humano, sino también para la salida de anti-
güedades hacia el mercado internacional. Por supuesto que visto en 1906
y desde la distancia de la Argentina, son sitios confundibles de buena fe,
Museo de Historia Natural por eso sería importante saber si Schiaffino le encargó algo a su anticuario
de Londres, capiteles y anima- o si simplemente se presentó en el lugar a ver qué había disponible. Eso
les sosteniendo las columnas nos permitiría al menos especular si fueron hechas para él o se sacaron
(pos 1865). (Fotografía Patricia de alguna ruina local o lejana. El que un anticuario tuviera trabajando a
Frazzi).
varios picapedreros era habitual, ya que siempre había que amoldar los
fragmentos de edificios para que formaran conjuntos, reparar o retallar
los faltantes. En una ciudad como Buenos Aires, donde no hay piedra ni
se la trabaja, esto puede parecer extraño, sin embargo no era raro en ese
tiempo en que los lapidarios tallaban la piedra con toda naturalidad, al
igual que lo siguen haciendo hoy en día, sea como trabajo aprendido por
herencia o para falsificar, pero el trabajo de la piedra sigue existiendo.
Que el grupo provenga de alguno de esos sitios del Adriático, cualquie-
ra de ellos, hace posible su antigüedad aunque sea de algunas partes, ya
que son todos lugares con gran cantidad de monumentos o estaban cer-
canos a sitios en ruinas abandonadas ideales para su desmantelamiento

62
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

y posterior venta. Eran tiempos en que la protección del patrimonio en


Italia recién se iniciaba y los controles eran laxos. La zona está y esta-
ba bien comunicada, sigue estando cubierta de monumentos antiguos y
hace un siglo saquearlos no era un problema grave, eso aceptando en la
mejor posibilidad que las columnas que aquí discutimos fuesen en reali-
dad antiguas íntegramente.

La fuente Detalle ampliado de una foto


de la inauguración en que se
En el centro del conjunto encontramos una fuente de piedra; efectiva- alcanza a observar la fuente
mente es de ese material. Las roturas son recientes o al menos no muy completa. (Colección particular).
antiguas (ya que la pátina no alcanzó a cubrirlas) y dejan en evidencia el
mismo tipo de piedra con que están realizadas las columnas. Está forma-
da por una base de forma circular, moderna, luego por un pedestal com-
puesto por una piedra rectangular también nueva y finalmente por una
base muy ornamentada que continúa en una columna del mismo tipo.
Encima hay una pileta cuadrada con figuras en sus cuatro ángulos que
tienen agujeros para la salida del agua y rostros en relieve destruidos.
En el centro hay un pequeño tramo de columna con la misma talla que
la inferior, que muestra que se trataba de una estructura más grande. La
piedra inferior es moderna, tiene claramente las marcas del tallado con
un instrumento muy técnico y de varias puntas, que hasta puede haber
sido mecánico. No tiene intención de copiar el resto y se puede ver un
reborde plano que marca la diferencia con las demás.
Sobre esta fuente han circulado distintas informaciones. Por un lado, La fuente después de su rotura
el propio Schiaffino escribió que la compró (“una pequeña fuente”) como antes de 1910. El remate superior
parte del conjunto y eso es evidente, ya que posee una decoración similar está aún al pie y hay fragmentos
dispersos. (Colección particular).
a las columnas tanto en los entrelaces del fuste como en los animales de
los ángulos y en la superficie curva de la fuente. Forma una unidad con el
resto del hemiciclo, el tallista fue el mismo y no puede ser evaluada sino
como unidad.

63
Daniel Schávelzon

Vista de la fuente con su


ornamentación y el fragmento
restante superior. (Fotografía
Patricia Frazzi).

La fuente es confusa para interpretar. El hecho de que todo el conjunto


sea de la misma mano y la poca variabilidad de los motivos, el que esté
trabajada de la misma manera y con los mismos detalles en toda su su-
perficie, y que eso sea igual a las columnas es algo que debió despertar
sospechas a un experto.
Si vemos las imágenes de su inauguración o poco después de 1907,
sea en las numerosas postales y fotografías existentes o en las Memorias
de la Municipalidad, la fuente tenía tres niveles y un remate florido, era
extremadamente alta y lo que vemos hoy es solo el fragmento inferior.32

32 Memoria de la Intendencia Municipal op. cit., (1910).

64
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

La fuente en su estado actual.


(Fotografía Patricia Frazzi).

Cuándo se rompió o quién lo hizo, son datos que desconocemos. Las fotos
viejas como las del Archivo General de la Nación, sin fechas, muestran
que debía estar ya rota muy poco después de inaugurada. Antes de 1910
hay fragmentos caídos al pie e, incluso, uno en el agua y es muy posible
que los demás ya estuvieran en el fondo del lago. No hay duda de que
los tres fragmentos de columna que están hoy en el piso eran parte de la
fuente y fueron colocados en fecha reciente.
Es imposible saber si todo ese enorme conjunto de una fuente digna de
Hollywood estaba tallado, pero así parecen indicarlo los fragmentos. En
ese caso, no habría otra sentencia para el conjunto: se trataba de un tallado

65
Daniel Schávelzon

del momento, con o sin ánimo de falsificar, pero que era todo moderno
cuando fue hecho y comprado. No puede haber existido en la antigüedad.
Cabe igualmente hacer una pregunta ¿lo comprado era menor y a al-
guien se le ocurrió hacerla más grande al instalarla? Puede ser, pero la lle-
varon a una altura absurda que no duró más que una tormenta. Aunque
los dos fragmentos de columnas que hay en el piso y que son de piedra
parecen mostrar que esta última hipótesis no tiene posibilidad alguna,
hay solo uno que es copia.
Esta fuente, su forma y altura no encuadran en la historia del arte,
incluso suponiendo que la hayan agrandado aquí. No hay algo siquiera
similar; no creemos que pudiera existir ni en los cuentos de Las mil y una
noches, difundidos en esos días. Es lo que le da menos seriedad al conjun-
to y es impensable que no haya sido tallado por las mismas manos que
las columnas por la similitud del material y la manufactura.
En resumen: la fuente original es lo que pone en duda el conjunto, excep-
tuando lo que a simple vista es indudablemente nuevo; incluso sin buenas
fotos de su estado original, no hay dudas de que es una obra imaginaria,
tanto cuando estaba entera como ahora. Y como es similar a las columnas,
todo nos impulsa a asumir que el conjunto debe ponerse en duda. Sí vino
de Europa, sí es básicamente de piedra tallada a mano, pero ¿es antigua?

Análisis de la situación y valoración del conjunto

En forma sucinta y después de todo lo dicho, las columnas (menos una),


sus capiteles y basas, y la fuente completa son de piedra, talladas a mano
y, según Schiaffino, provienen del norte del Adriático y fueron compradas
en 1906, lo que parece confirmarse de acuerdo con este estudio. Solo inves-
tigaciones muy específicas permitirían saber si se trata de una falsificación
hecha en el norte de Italia o en España a principios del siglo XX para ser
vendida a quienes pululaban adquiriendo antigüedades. El resto, es decir la
columna central que ya hemos analizado, una columna menor en el piso, el
arquitrabe y el basamento son de 1907, de ladrillos y hormigón armado.

66
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

La fuente, hoy fragmentada y perdida en su mayor parte, es de piedra,


tallada y del mismo material y, posiblemente, por la misma persona que
hizo las columnas, por lo tanto es de la misma procedencia. Lo no creíble
del conjunto es que sea antiguo. De hecho, resulta imposible que la fuen-
te lo sea. Para salvar ese escollo, podría especularse que Schiaffino trajo,
como dijo, “una fuente pequeña” que fue “aumentada” por los funcio-
narios municipales de turno. Pero creo que esa frase fue dicha para mi-
nimizar el problema que vislumbraba, obviamente creyendo que lo que
compró era auténtico y antiguo.
Resulta imposible dar un veredicto definitivo, primero porque esto
no es la Justicia con sus fallos terminantes. Pero es viable decir que
son columnas hechas en el siglo XX para su venta a los coleccionistas
y compradores de antigüedades, copiadas a mano de algún ejemplo
que desconocemos por buenos tallistas locales, y de gran calidad en
su trabajo. Quizás fuese hecho a partir de ejemplos publicados como
los marfiles citados, lo que era una norma habitual. ¿Se trata entonces
de un rejunte de partes? Es decir que capiteles, basas y columnas sean
diferentes en su origen y fueron ajustados para formar un conjunto;
es muy probable. Pero ¿y la fuente?: no hay forma de explicarla.
En síntesis y asumiendo todas las dudas, consideramos que:

1. El basamento, el arquitrabe, un fragmento de columna en el piso y la tercera


columna del Pórtico son de cemento y de 1907.
2. Los capiteles y basas son antiguos (salvo los de la columna moderna), quizás
del siglo VIII.
3. Las columnas (salvo la moderna) fueron talladas en piedra, a inicios del
siglo XX, por excelentes artesanos que copiaron las formas de modelos inspi-
rados en España de los siglos VIII al X.
4. La fuente, tanto lo que queda como lo que se cayó, tiene el mismo origen que
los fustes de las columnas: inicios del siglo XX.

La fuente fue lo que delató si la intención fue la de falsificar, ya que exa-


geraron hasta construir algo de improbable existencia. Puede ser que
quienes la tallaron lo hicieron como arquitectura de su propio presente

67
Daniel Schávelzon

sin imaginar que alguien pudiese comprarlo como antiguo, eso ha sido
muy común: anticuarios que encuentran cosas hechas con técnicas y
motivos antiguos pero sin ánimo de engañar y las hacen pasar por ver-
daderamente antiguas. Los artesanos trabajan generalmente siguiendo
patrones antiguos y los anticuarios las compraban a precio vil para luego
venderlas en el mercado internacional.
De todas formas siguen faltando explicaciones para los balcones, para
la fuente “pequeña” ya que era gigantesca y establecer cómo pudo com-
prar algo así con su nivel de conocimiento.
En ese caso, nos cabe pensar que Schiaffino al llegar aquí entendió los
alcances del problema en que se había metido, tanto él como el Gobierno
de la Ciudad para el cual había comprado esto, ya que podía ser acusa-
do de tráfico de antigüedades entre países. Y eso lo llevó a no armar el
conjunto durante años y finalmente erigirlo en un sitio donde pasaba
desapercibido entre tantos pabellones exóticos.
Más allá del ejercicio hecho para tratar de determinar la filiación cultu-
ral y la cronología de este conjunto, su importancia es indudable: por ser de
piedra importada tallada y que al menos en parte es antigua, y porque lo
nuevo tiene ya más de un siglo de historia dentro del Zoológico. También
por acompañar y ser parte inherente a todo ese conjunto excepcional de
paisaje asociado con la arquitectura pintoresca del Zoológico, única en la
Ciudad como proyecto cultural, en su homogeneidad y calidad.

Algunas consideraciones sobre el traslado


y uso de obras del pasado
En 1906 en nuestro país todavía no existía el concepto de patrimo-
nio o se lo aplicaba para algunos casos. Por eso no fue mal visto que
el Municipio encargara hacer lo mismo que hacía el Estado nacional y
los particulares, es decir comprar antigüedades en el exterior, traerlas

68
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

y exhibirlas.33 Se estaban sacando ruinas de Italia para exportarlas a


nombre de un país con total impunidad y el problema era que algunos
de los países europeos como Gran Bretaña y Francia, incluso la misma
Italia, ya tenían legislación proteccionista al igual que algunos países
de América Latina. Ese fue un gran error de Schiaffino; el resto de la
comisión compraba arte plástico y esculturas, no ruinas. Es decir, lo que
se hizo podía haber sido considerado como un delito internacional, de-
jando expuesto a Schiaffino frente a un grave problema.
En la Argentina no solo no había protección alguna y nuestras clases
dirigentes no acordaban con eso, sino que la idea imperante de partici-
par de la historia universal –la de Europa Occidental– era tan fuerte que
impuso el criterio de que tener objetos de ese pasado era ser parte de él.
Traer fragmentos de Roma, Grecia o Egipto era sentirse parte de ese mun-
do ajeno aunque realmente no se pertenecía a él. Fue parte de la cons-
trucción de una nación que necesitaba un pasado homogéneo y al mismo
tiempo universal.
Superada la etapa darwiniana del “hombre primitivo” con la Conquista
del Desierto, nada mejor que traer parte de las antiguas ruinas que demos-
traban fehacientemente que ya éramos parte del mundo civilizado y mo-
derno. No era un hecho aislado, era parte del proceso por el cual palacios, es-
culturas, cuadros y toda obra de arte era, intentaba ser o parecer, de origen
europeo.34 La historia demostró que no fue así, pero ese es otro tema. No ha-
bía dudas de que una comisión de ornato formada en el gobierno de Roca,
quien se ocupó de exterminar la población originaria, imaginaba la decora-
ción artística con la compra en Europa de obras modernas o el impulso lo-
cal del arte europeizante, y no por el rescate arqueológico o la restauración
de los cientos de iglesias y edificios coloniales; eso era para los museos, era
algo superado, una etapa cumplida en la evolución darwiniana. Otra cosa
era la tradición que los historiadores estaban construyendo que emanaba

33 Daniel Schávelzon, Mejor olvidar: La conservación del patrimonio cultural argentino,


Buenos Aires,Deloscuatrovientos, 2008.
34 Daniel Schávelzon, El expolio del arte en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana,
1993.

69
Daniel Schávelzon

de Egipto y Babilonia, pasaba por Creta y llegaba a Grecia, luego a Roma y


Bizancio, de la que era la heredera superior la cultura de Occidente.
Hoy sabemos que esa historia no existió nunca, al menos de esa ma-
nera, ni que Europa Occidental era la heredera directa por designio di-
vino de la tradición latina, oriental y finalmente aria, pero esta es una
conclusión de nuestra época y no de aquellos tiempos.
La ruina es una construcción cultural. Siempre, desde que el hombre
existe como tal, hubo relictos del pasado dispersos por el paisaje; se los
podía ver o no, se les podía dar o no importancia. Pero existir es parte de
la naturaleza misma del hombre, en cambio la connotación que se le da
constituye otra cuestión, es cultural y cambiante.35 Cada época ha conno-
tado las ruinas anteriores con cargas simbólicas diferentes: positivas, ne-
gativas, románticas, incitadoras de destrucción o de restauración, de uso
o abandono. Para el paisajismo inglés del siglo XVII los relictos antiguos
no fueron iguales que en el siglo XVIII, casi tuvieron un sentido inverso en
la medida en que eran la oposición del arte y la naturaleza. En Francia, los
conflictos que se desataron no fueron menores.36 En el siglo XIX, del que es
heredero este conjunto que analizamos, las cosas fueron muy diferentes:
desde la decisión de la compra hasta su forma de colocación en el escena-
rio del Zoológico, el acto de traerlo hasta la elección del tema conforman
historias diferentes a las del paisajismo europeo anterior al positivismo.
Dijimos que poco antes de 1906 ya se estaban construyendo en la
Ciudad ruinas falsas, castillos de fantasía, grutas y cascadas de cemento,
paisajes insólitos, inusitados y románticos para el nuevo flanneur porte-
ño, pero era muy diferente a traer desde Europa un fragmento material
del pasado que implicaba una interpretación de la historia y de su apro-
piación. Quizás para Clemente Onelli, fanático del clasicismo, quien hizo
construir edificios neorromanos, la diferencia no era tan grande, pero sin
duda para Schiaffino sí lo era, y por eso se tomó el trabajo de ir y traerlo.

35 Michel Baridon, “Ruins as a mental construct”, Journal of Garden History, vol. 5, pp.
84-96.
36 John Hunt, Picturesque mirrors and the ruins of the past, Gardens and the picturesque,
Cambridge, The MIT Press, 1992.

70
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Fue una opción concreta: otros integrantes de la misma comisión de or- William Turner, El palacio
nato compraron obras de arte moderno, y si bien él también lo hizo, com- de Calígula, 1831, ejemplo de la
pró además este conjunto y lo que lo acompañaba. Y podemos afirmar ruina imaginada del siglo XVIII.
Cortesía del British Museum
que Schiaffino conocía la legislación patrimonial italiana.37
de Londres.
Por otra parte, la ubicación del hemiciclo en la entrada del Zoológico
–que para Sonia Berjman pudo ser una idea de Carlos Thays– no parece
una elección arbitraria o casual; no es una ruina dispersa entre árboles
y otras construcciones, está en la entrada, enfrentando al visitante, con
la parte rota hacia atrás y la completa hacia adelante, marcando bien su
significado desde el ingreso mismo por un camino obligado y sin nada
que lo tape. No es una decisión romántica, es una fuerte posición ante

37 “La misión artística del Sr. Schiaffino”, en: La Nación, 13 de diciembre de 1906, p. 6, col. 2-4.

71
Daniel Schávelzon

Ulrico Courtois, La Gruta de


Constitución (construida en
1885, demolida en 1914), ejemplo
de las ruinas imaginarias en
Buenos Aires. (Archivo Thays,
Dirección General Patrimonio
e Instituto Histórico).

el presente; Thays, Onelli o quien haya tomado la decisión transformó


algo que podía haber sido casual en un conjunto de observación obliga-
da, en el símbolo mayor del conjunto. Ya no copiábamos, ahora éramos
parte de ese pasado europeo, lo poseíamos, había que destacarlo. No se
trataba de una gruta artificial, de los templos hindúes o las mezquitas
de cemento, era un Pórtico Bizantino genuino o eso se creyó. Incluso por
delante del Pórtico estaba el aljibe o fuente de mármol –justo en la entra-
da–, también traído por Schiaffino y que rápidamente desapareció. No
parece casual que ese mismo año llegara desde Roma, por adelantado, un
fragmento de foro romano (un dintel tallado) que era parte del obsequio
para el Centenario, y se lo colocó como piedra basal del Monumento a
Colón en donde permanece: se unían los dos mundos a través de un obje-
to material de la antigüedad clásica.
Pero por ese mismo movimiento internacional de antigüedades, las fal-
sificaciones o los “ajustes” de fragmentos de un lugar u otro eran algo ha-
bitual. Hasta un gran coleccionista como William Hearst, quien compraba

72
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Las ruinas reconstruidas: copia


erróneamente identificada
como del Templo de Vesta de
Roma, hecho por Clemente
Onelli para lactario. (Fotografía
Patricia Frazzi).

objetos por millones que analizaba exhaustivamente y los obtenía de los


principales proveedores del rubro, tuvo sus falsos españoles. Eran los años
del masivo Spanish Revival Style y había que mantener el mercado bien
aprovisionado incluso llevando a otros anticuarios objetos hechos allí para
su venta. Es más, tanto en Italia como en España –y tantos otros lugares–,
hubo importantes expertos en arte, gente seria e interesada en el patri-
monio de su país, pero que separaban de sus colecciones institucionales lo
que no creían de gran valor y lo vendían para adquirir piezas mejores. Hoy
parece insólito, pero Juan Facundo Riaño, director de Instrucción Pública
de España que llegó a ser ministro en su rubro cultural en 1888, vendía co-
lecciones cerámicas a Estados Unidos.38 No era algo considerado contradic-
torio a la luz de la destrucción y el abandono en que estaba el arte, especial-
mente en España, y para lo que no era posible imaginar un futuro mejor.

38 La bibliografía sobre el tema del expolio del arte español es monumental; como libro
reciente que trae una amplia introducción al tema y a lo publicado sugerimos a
Merino Cáceres y Martínez Ruiz, op. cit.

73
Daniel Schávelzon

Se han traído a la Argentina muchas veces, legal o ilegalmente, obras


de arte de otros países para engalanar propiedades privadas o museos.
Por lo general, se trataba de cuadros, esculturas, tapices, platería, colec-
ciones diversas, con el conocimiento o no de que lo que se hacía era inco-
rrecto e ilegal; a pocos les importaba. Pero la acción era diferente cuando
la realizaba el director del Museo Nacional y un hombre con la forma-
ción de Schiaffino. Es probable que por eso se ocupó de cambiar tres veces
el origen de las columnas, puesto que no podía decir que eran italianas
–si es que lo eran–, ya que podría ser considerado por ese país como un
robo a su patrimonio. Cuando en 1906 Italia envió un fragmento de ar-
quitrabe de Roma como obsequio para colocarse en el museo que se hizo
dentro del basamento del Monumento a Colón, obra de Arnaldo Zocchi, y
que permanece en el ahora nuevo jardín de la Casa Rosada, fue un evento
internacional.39 En 1906 ya no se jugaba con llevarse monumentos en-
tre autoridades de ciudades o países, aunque es cierto que sí se lo hacía
de contrabando. Los particulares eran otro mundo y Estados Unidos tie-
ne sus Cloisters airosos o sus colecciones gigantescas en el Metropolitan
Museum, o la imponente e interminable colección de la Hispanic Society,
todo traído desde España en esa época. El British Museum, el Louvre o el
Museo de Berlín están inundados de monumentos y objetos traídos des-
de todo el mundo, pero en otros tiempos, en los de la Venus de Milo, de
la Victoria de Samotracia o los mármoles del Partenón, incluso los obelis-
cos egipcios, todo movido en el siglo XVIII, no en el XX.40 Nuestro actual
Museo de Arte Decorativo fue la residencia de un poderoso político chi-
leno que también trajo de Francia columnas, artesonados y la chimenea,
entre tantas otras cosas.
Lo que hizo Schiaffino fue una jugada de alto riesgo ya que la ley
patrimonial italiana tenía por ese entonces cuatro años y él era un

39 Adriana Van Deurs y Marcelo Renard, Estudios e investigaciones de Teoría e Historia de


las Artes, vol. 5, pp. 89-98, Buenos Aires, 1994. Describe el museo aunque no detalla el
objeto central.
40 Eva Schulz, “Notes on the history of collecting and of museums”, Journal of the
History of Collections, vol. 2, Nº 2, pp. 205-218, 1990; Oliver Impey y Arthur Macgregor
(editores), The origins of museums, Oxford, Warendon Press, 1985.

74
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

enviado oficial, por eso fue conveniente mostrar el conjunto con un


origen difuso, sin nombre de anticuario, como comprado fuera de
Italia, o justo en la frontera, como algo indefinido sobre lo que era
mejor no hablar mucho.41 Por supuesto que todos los grandes mu-
seos del mundo se hicieron de esa forma, el problema es que lo hi-
cieron en otros tiempos y esto era obra de un Estado reconocido (la
Ciudad de Buenos Aires) que adquiría bienes para instalar en su es-
pacio público. Quizás por eso Schiaffino escribió sobre las pinturas y
esculturas modernas que compró, y las de los otros miembros de la
Comisión, pero sobre el tema de los monumentos no quedó un pa-
pel publicado. Reconocer que las columnas de mármol rosa eran de
Verona y que habían sido sacadas de una iglesia, por más que estu-
viera “en ruinas” como escribió Schiaffino, hubiese sido algo difícil de
desdecir frente a un problema. Del Partenón también se llevaron los
relieves a Londres y estaba en ruinas un siglo antes, pero aún siguen
los conflictos y los griegos no dejan de reivindicarlos como parte de
su patrimonio.
El Retablo de Santa Ana de 1503, comprado por Enrique Larreta en
1912 a un anticuario parisino aún sigue en juicio pese a estar en el Museo
Larreta, ya desde hace un siglo. Fue sacado de una iglesia de Burgos,
España, contra las leyes que lo prohibían; fue un hecho denunciado mu-
chas veces y España no renuncia a sus derechos patrimoniales y frente al
escándalo internacional que significa, nuestro país no ha hecho nada al
respecto nunca.42 El Museo Isaac Fernández Blanco, lugar de excepción
en Buenos Aires, reúne una importante serie de objetos de plata de igle-
sias de Perú y Bolivia que también salieron contra la legislación vigente
aunque ha pasado casi un siglo.
Resulta anecdótico un detalle curioso que nos muestra cómo se veía
el mundo en esos años: precisamente el director del Zoológico cuando

41 La primera ley italiana sobre el control del patrimonio artístico y cultural es de 1902,
fue ampliada en 1909. Es decir casi simultánea a las compras de Schiaffino.
42 Francisco Corti, El Retablo de Santa Ana, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
1996.

75
Daniel Schávelzon

decidió comprar este Pórtico, Eduardo Ladislao Holmberg escribió en 1913


un libro que permaneció inédito durante casi un siglo. Bajo el curioso
nombre Olimpio Pitango de Monalia, describe una fantasía acerca de una
isla en Sudamérica en la que suceden muchas cosas.43 Se trata de una
obvia analogía sobre la Argentina y su aislamiento; describe un lugar pa-
radisíaco, sin historia ni cultura, donde por influencias externas se inicia
un proceso que permite inventar lo que no se tiene. Así se van a descubrir
héroes militares y políticos que nunca existieron, se escribirán los do-
Fragmento del Foro de Roma cumentos probatorios precisos, se encontrarán ruinas y estatuas nunca
enviado como regalo para
buscadas y aparecerá todo lo que fuera necesario: alguien lo falsificaría y
el primer Centenario (1910)
y abandonado dentro del los demás estarían dispuestos a aceptarlo. Efectivamente, eso fue lo que
Monumento a Colón tras pasó en esa isla: encontraron los monumentos que nunca habían bus-
la Casa Rosada. cado y gracias a “aplicar los procedimientos maravillosos de la plástica
moderna a la ejecución de monumentos”, tuvieron sus ruinas, hasta es-
tatuas y cuadros que superaban a Rembrandt o Rafael. “Si carecemos de
próceres, los inventaremos como lo han hecho otros y como los pueblos
más sugestionables que los individuos, los pueblos acabarán por conven-
cerse de que tienen próceres.”44 Análogamente tuvieron sus ruinas: “se
descubrirán las ruinas que todos los países civilizados han descubierto,
menos nosotros.”45
Tengamos en cuenta que para esa generación la ruina imaginaria te-
nía valor como realidad material –valga el supuesto Templo de Vesta del
Zoológico–, y que todos los productos del hombre entraban en la categoría
de mercancía; los anticuarios vendían tanto cuadros como iglesias, por
ejemplo “el Hotel Drouot, fosa común donde vienen a parar despojos de
ruinas, colecciones y recuerdos de los muertos” tal como decía un crítico
local en 1897.46 Schiaffino veía con agrado la postura de Estados Unidos
que consideraba que todo se podía comprar y vender si se tenía el dinero
para hacerlo, y sirvió de intermediario para comprar muchas colecciones

43 Eduardo L. Holmberg, (1994.), op. cit.


44 Ídem, p. 83.
45 Ídem, p. 84.
46 Baldasarre (2006), op. cit. p. 106.

76
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

incluso trabajando de manera directa para grandes coleccionistas priva-


dos durante años. Comprar lo más significativo de cada época posterior
al Renacimiento conformaba el deseo de todo coleccionista aunque no
siempre era factible; la antigüedad clásica llegó después pero también
entró en la lid, sin embargo la cuestión era mucho más compleja. Así lle-
garon más tarde, y por donación, al Museo Nacional de Bellas Artes obras
de Flandes del siglo XVII, españolas de todos los tiempos y francesas del
XVIII de enorme valor.
Nos queda claro que la competencia y los intentos por alcanzar el ni-
vel de los zoológicos europeos en esa época eran feroces ya que los fondos
disponibles para los europeos eran enormes, su significación cultural era
importante y las peleas de Sarmiento están en ese nivel.
Apropiarse de un fragmento del pasado europeo no se trataba de com-
partir una tradición, constituía lo que hoy sigue siendo: un saqueo. Pero
el conjunto que nos ocupa es hoy un patrimonio histórico, aunque haya
sido comprado de buena o mala fe y se trate de una copia o un rejunte, ya Publicación de la Municipalidad
no importa. Ahora es parte integral de nuestra historia. en 1910: el Pórtico figura
completo con su fuente, pero al
Para redondear estos conceptos pensemos que la fuente que trajo
aljibe denominado Vaso se lo
Schiaffino y que fue puesta justo en la entrada, desapareció en un par de señala como una “reproducción”.
años y jamás se encontró explicación alguna. De las columnas de mármol (Foto de: Memoria de la
nada se supo nunca. Es decir, nos robaron lo que nosotros habíamos sa- Intendencia Municipal de
queado, lo que resulta una paradoja interesante. Buenos Aires, 1910).
Onelli escribió:

En los últimos días del año (1909) se ha colocado frente a la entrada, por la ave-
nida Alvear (hoy Libertador), una fuente antigua de la época del Renacimiento,
de mármol rojo de Verona y con bronces, adquirida en Venecia por el director
del Museo Nacional de Bellas Artes.47

Ese año la Municipalidad publicó orgullosa la fuente junto con las “colum-
nas bizantinas”, pero sutilmente dice que se trata de una “reproducción”

47 Transcripto de Diego A. del Pino op. cit. (1975), p. 130.

77
Daniel Schávelzon

¿Ya lo era? ¿Una sutil manera de no enfrentar el problema? Sería bueno


preguntarse dónde está esa joya también única en América Latina si es
que era auténtica, y por qué en 1910 se la ilustró en la Memoria Municipal
como una simple copia cuando Schiaffino bien dijo que era de mármol y
del Renacimiento. Podrían haberle vendido una falsificación también, pero
otra cosa es que pongan que era una copia. Motivo de otra investigación.
Finalmente, si el conjunto es una mezcla poco discernible entre ver-
dad y mentira, de rehecho, retallado, reconstruido y retocado, de un
país y de otro, valen más que nunca las sabias palabras sobre el plagio
(aquí entendido como “préstamo”) que le dijeron al gran músico Georg
Friedrich Händel en 1739:

Tomar formas prestadas es legal, pero hay que devolver todo con intereses, es
decir que hay que componer y elaborar las imitaciones de tal forma que ad-
quieran una imagen más bella, aún mejor que de donde se las tomó.48

Quizás en este caso se ha cumplido esa sutil queja que se hicieron en-
tre músicos famosos: cualquiera haya sido su origen, el Pórtico Bizantino
hoy es un conjunto de inigualable fuerza estética, histórica y cultural que
engalana la Ciudad.

Una hipótesis sobre el origen de la forma


de hemiciclo para el Pórtico Bizantino
Una hipótesis final: ¿de dónde sacó Schiaffino la idea de poner estas co-
lumnas en forma de semicírculo (hemiciclo) roto, y luego Onelli les puso
un arquitrabe o dintel horizontal en lugar de arcos, el basamento y la falta
de cierre del conjunto con la fuente en el centro? Pudo haber tomado mil
formas pero se optó por esta. Ambos eran intelectuales que conocían la
historia europea y sus monumentos. Es obvio que estructuras circulares

48 Johann Mattheson, Der Vollkommene Capellmeister, Christian Herold, Hamburgo,


1739, pág. 131.

78
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Estado actual del conjunto en


situación casi terminal (2012).
(Fotografía Patricia Frazzi).

79
Daniel Schávelzon

El Ornithon de Marco Varrón,


para criar peces y pájaros en
su jardín hacia el año 50 aC,
según un grabado de 1559.
(Foto de Miguel Aníbarro, 2002).

hubo muchas, pero todo nos lleva a suponer que esto venía del Adriático,
y ellos creían culturalmente que eran parte de Bizancio. Nuestra hipóte-
sis, aunque lábil, nos lleva a recodar un caso especial en la historia del
paisajismo y la arquitectura romana: el hemiciclo de Verrón, más conoci-
do como el ornithon (pajarera) diseñada para una propiedad semiurbana
en Casino, Italia, para pájaros y peces, un zoológico al fin.49
El ornithon era una construcción circular, un tholos de columnas con
pequeño basamento y arquitrabe, vacío por dentro con una fuente en el
centro. Por afuera había, tras unos metros, otra columnata aislada do-
ble, también de arquitrabe y todo tenía una entrada con muros salientes,
continuidad del basamento del tholos central a cuyos lados había sendos
acuarios y pajareras.

49 Marco Terencio Varrón, Rerum Rusticarum Libri III, edición de Juan Cubero, Junta de
Andalucía, Sevilla, 2010; Miguel A. Aníbarro, La construcción del jardín clásico, teoría,
composición y tipos, Alkal Ediciones, Madrid, 2002, pag. 22.

80
El Pórtico Bizantino del Jardín Zoológico de Buenos Aires

Creemos que fue esta imagen y no otros edificios existentes –esta es


literaria traducida en la antigüedad al papel–, ya que por cierto hay otros
casos que se asemejan: la Villa Borghese tenía una exedra en su acceso,
pero era rehundida en el terreno y con arcos encima. Y las construcciones
redondas desde los tholos griegos como el de Policleto en Epidauro o el
Philepeo en Olimpia, que tenían un muro portante central con columnas
adentro y afuera, hasta el mismo Panteón de Roma, son realmente dife-
rentes. En los siglos XV y XVI también hubo estructuras chicas circulares,
por ejemplo el templo de San Pietro in Montorio, pero en nada coinciden.
¿Llegaron los que lo hicieron a través de las reediciones de los tratadistas
clásicos como Alberti al caso de Varrón? Desconocemos la respuesta, pero
su forma, su uso, la asociación con los animales y plantas y su clasicismo
romano lavado por el Renacimiento lo hacen un antecedente posible de
la decisión adoptada localmente.

Agradecimientos

A Patricia Corsani sin cuyo conocimiento sobre Schiaffino hubiese sido im-
posible este estudio. También gracias a Sonia Berjman, María del Carmen
Magaz, Yamile García, Ricardo Orsini y Horacio Padula. A Patricia Frazzi
le debo la mayor parte de las fotografías actuales; gracias al personal del
Jardín Zoológico que facilitó mis visitas y a la biblioteca del Instituto de
Arte Americano Mario J. Buschiazzo.

81
Esta tirada de 1.000 ejemplares se terminó de imprimir
en el mes de diciembre de 2013
en Arcángel Maggio, Lafayette 1695,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

UNA PUBLICACIÓN DE

Bolívar 466, Montserrat (C1066AAJ), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina


Tel. (54-11) 4339 1900 / dgpeih@buenosaires.gob.ar

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