Galileo Kepler: (Parte I)
Galileo Kepler: (Parte I)
Galileo Kepler: (Parte I)
■ ■ ■■■ ■ ■
Galileo y Kepler
(parte I)
Los inicios
G
alileo Galilei nació en Pisa el
5 de febrero de 1564 (véase
la Figura 1). Fue el primogé-
nito del matrimonio entre Vincenzo
Galilei y Giulia Ammannati, quienes
contrajeron nupcias en Florencia el
5 de julio de 1562. Vincenzo era un
consumado laudista y teórico musical
de la corte del Gran Duque de Tosca-
na, además de dedicarse al comercio
de la lana. Giulia –se decía– era des-
■Figura 1. Galileo Galilei. cendiente de un cardenal romano.
Johannes Kepler nació en Weil
der Stadt el 27 de diciembre de 1571 (véase la Figura 2). También fue el primo-
génito, siete meses después del matrimonio entre Heinrich Kepler y Katherine
Guldenmann. Su padre fue un mercenario que difícilmente pudo escapar de la
horca. Su madre era hija de un posadero y fue criada por una tía, que acabó siendo
quemada viva por bruja; la propia Katherine fue acusada, en su vejez, de tener
tratos con el diablo y escapó de la hoguera con trabajos.
Galileo tuvo una educación muy esmerada. De niño fue internado en la ex-
celente escuela jesuita del Monasterio de Vallombrosa, cercano a Florencia. Los
monjes habían puesto especial atención en el joven Galilei, ya que Vincenzo era
Experiencias universitarias
El primer trabajo de Galileo como profesor univer-
sitario fue en la Universidad de Pisa; en el verano
de 1589 lo contrataron por tres años (véase la Figu-
ra 3). Tal y como señala Arthur Koestler, refirién-
dose a su personalidad, Galileo presentó desde muy
pronto “esa fría y sarcástica presunción que siempre
tuvo a mano para crearse dificultades durante toda
su vida”. No tardó en sentir desprecio por los tradi-
cionales y presuntuosos profesores de esa universi-
dad, vestía de manera desaliñada en vez de utilizar la
obligatoria toga de profesor y les decía a sus alumnos:
“Si usas toga, tienes que cumplir con ciertas normas.
Por ejemplo, no puedes ir a un prostíbulo porque la ■ Figura 3. Pisa.
dignidad del traje te lo impide”.
Sus colegas consideraban que ese comportamien- nantemente protestantes. Por lo tanto, Gratz tenía
to era grosero e inaceptable y buscaron la forma de una universidad católica y una escuela protestante.
deshacerse de él. Galileo llegó a exagerar en su des- En 1593, cuando el profesor de matemáticas de esta
precio y expuso sus opiniones ante un auditorio última falleció, las autoridades pidieron a la univer-
repleto de bulliciosos estudiantes: sidad protestante de Tubinga que propusiera un can-
didato. La junta directiva de Tubinga recomendó a
Los hombres son como botellas de vino –dijo–. Id a Kepler; por un lado, era el mejor estudiante de ma-
una taberna. Mirad las botellas antes de beber vino temáticas de la universidad y, al mismo tiempo, les
tinto. Algunas no tienen muchos adornos. Están cu- resultaba incómodo el joven inteligente e indepen-
biertas de polvo, sin etiquetas […] pero contienen un diente que en alguna ocasión había defendido pú-
vino de tal calidad que la gente lo pone por las nu- blicamente la cosmología de Copérnico. Después
bes extasiada, proclamándolo glorioso y divino. Mi- de algunas dudas, Kepler accedió con la condición de
rad luego las botellas que tienen etiquetas preciosas. que le permitieran continuar sus estudios de teología
Cuando probáis su contenido, veis que están llenas de
aire, de perfume o de colorete. ¡Sólo sirven para mear
en ellas!
Cruce de caminos
En términos generales, la revolución científica de
los siglos XVI y XVII fue una batalla en el campo del
pensamiento humano que se dio en dos frentes. Uno
fue en la cosmología y el otro fue en el terreno de
la física; y no pudo haber ocurrido ningún cambio en
alguno de ellos sin que se produjeran cambios en el
otro. Fueron muchos los protagonistas de esta revo-
lución, quienes, al igual que Galileo y Kepler, hicie-
ron sus aportaciones en ambos frentes.
En 1597, Kepler envió a Galileo un ejemplar del
Mysterium Cosmographicum. El 4 de agosto de ese
año Galileo contestó con una carta en la que agra-
decía el obsequio y manifestaba su fe copernicana. El
joven Kepler quedó encantado (tenía siete años me-
nos que Galileo) y volvió a escribirle el 13 de octu-
bre para pedirle algún instrumento que le permitiera
medir pequeños desplazamientos de las estrellas fijas,
para con eso demostrar el movimiento terrestre. Sin
■ Figura 7. Mysterium Cosmographicum. embargo, Kepler no volvería a saber nada del físico
italiano durante los siguientes doce años.
circular y uniforme. Kepler alardeó y dijo que resol- Las primeras noticias de los descubrimientos de
vería el problema en ocho días… fueron casi ocho Galileo con el telescopio llegaron a oídos de Kepler
años. Pero de esta lucha con el planeta rojo emergió el 15 de marzo de 1610. A principios de abril le lle-
la nueva concepción del universo, que aparece en gó un ejemplar del Sidereus Nuncius al emperador,
su Astronomia Nova, publicada en 1609. Esta obra quien permitió a Kepler “echarle una ojeada”. Por
contiene las dos primeras de sus tres leyes (véase la fin, el 8 de abril Kepler recibió un ejemplar del libro
Figura 8). La tercera ley aparece en su libro Harmo- acompañado de una nota donde Galileo le pedía su
nice Mundi, terminado en 1618 y en el que continúa opinión. Sin embargo, Galileo no le escribió direc-
presente la obsesión de los sólidos perfectos como la tamente a Kepler, sino que lo hizo por medio del em-
estructura invisible del universo. bajador toscano en Praga, Julián de Medici.
perielio
afelio
Aunque Kepler no se hallaba en condiciones de que Galileo había descubierto una gran mancha roja
verificar los discutidos descubrimientos de Galileo, en Júpiter, la cual fue observada por Robert Hooke
pues no tenía un telescopio, de inmediato dio crédi- cincuenta años después, así como por Giovanni Cas-
to a todo lo que éste afirmaba en su libro; lo hizo sin sini en 1650.
ninguna vacilación, e incluso se ofreció para servir En el verano de 1610, uno de los mecenas de
públicamente en la batalla como “escudero” o como Kepler, el elector Ernest de Colonia, duque de Ba-
“asistente” de Galileo… Kepler, el matemático im- viera, se hallaba entre los privilegiados a quienes
perial, se ponía al servicio de un estudioso italiano Galileo había obsequiado un telescopio. El duque
hasta entonces poco conocido fuera de Italia. La car- estaba en Praga por asuntos de Estado y prestó por
ta de contestación de Kepler a Galileo salió de Praga un corto tiempo su telescopio a Kepler. Así, desde
el 19 de abril de 1610. Además, Kepler escribió un el 3 de agosto hasta el 9 de septiembre, Kepler pudo
folleto titulado Conversaciones con ‘El mensajero de observar las lunas de Júpiter con sus propios ojos. El
los astros’, el cual se imprimió en aquella ciudad du- resultado fue otro corto panfleto, Informe de las ob-
rante el mes siguiente. Así, la autoridad de Kepler servaciones de los cuatro satélites errantes de Júpiter, en
tuvo un importantísimo papel e hizo que la batalla se el cual Kepler confirmaba, esta vez mediante su pro-
decidiera a favor de Galileo en la controversia des- pia experiencia, los descubrimientos de Galileo. Esto
atada a raíz de la publicación del Sidereus Nuncius, supuso la aparición por primera vez en la historia del
tal y como lo demuestra la correspondencia. En ese término satélite, que Kepler había acuñado en una
tiempo Galileo estaba ansioso por abandonar Padua carta previa a Galileo.
y ser nombrado matemático de la corte de Cosme de Aquí concluye el contacto personal entre Gali-
Medici, en cuyo honor nombró “astros mediceos” a leo y Kepler. Por segunda vez, Galileo interrumpió
los satélites de Júpiter. En la carta dirigida a Vinta, la correspondencia entre ambos, aun cuando Kepler
en sus esfuerzos por retornar a la Toscana, Galileo mandó varias cartas más. En su obra, Galileo rara vez
presentó el apoyo de Kepler de manera prominente. menciona a su interlocutor y, en general, ignoró los
Las amistades de Galileo le aconsejaron que aten- descubrimientos científicos de Kepler, pues defendió
diera a Kepler y por fin se dignara a comunicarse con hasta el final los movimientos circulares y los epici-
él, después de trece años de su última corresponden- clos como las únicas formas de movimiento concebi-
cia directa. Entonces, el italiano le envío una carta bles en las regiones celestes.
a Kepler el 19 de agosto de 1610, preocupado tal vez
ante la posibilidad de perder a su aliado más podero-
so. No obstante, en dicha carta Galileo no le comu- José Luis Álvarez García
nica ningún descubrimiento realizado con el telesco- Departamento de Física, Facultad de Ciencias, Universidad Nacio-
pio, solamente se muestra quejumbroso respecto de nal Autónoma de México.
“los filósofos ignorantes” que no cesan de atacarlo. josel.alvarezgarcia@gmail.com
Por otro lado, Galileo había decidido comunicar
sus descubrimientos mediante anagramas, celoso por
Lecturas recomendadas
mantener la prioridad de éstos. Enterado de dichos
Koestler, A. (1981), Los sonámbulos, México, Conacyt.
anagramas, y genuinamente interesado en su conte- Koestler, A. (1987), Kepler, Barcelona, Salvat.
nido, Kepler intentó resolverlos y encontró –erró- Lear, J. (2005), “Estudio introductorio”, en El sueño de
neamente– que Galileo había descubierto dos satéli- Kepler, México, DGDC-UNAM.
tes de Marte, lo cual ocurrió en realidad más de dos Reston Jr., J. (1996), Galileo. El genio y el hombre, Barce-
lona, Ediciones B.
siglos después por el astrónomo estadounidense Asa- Vaquero, J. M. (2003), La nueva física, España, Nivola.
ph Hall. Kepler también descifró de manera errónea