La Angustia en La Psicosis
La Angustia en La Psicosis
La Angustia en La Psicosis
Cuando él bebe nace se encuentra indiferenciado con la madre. Para la organización psíquica
del niño es necesaria la separación de ambos a través de la función paterna (que sería la
castración en Freud). Esta función permite dos cosas simultáneamente que posibilitarán la
entrada del niño/a en la neurosis:
·Por un lado, tenemos el deseo de la madre de lograr satisfacer a través de su hijo ciertas
cuestiones no satisfechas por otros lados. Es decir, el deseo de completarse a través de su hijo
(madre fálica), deseo de “devorar”, de indiferenciarse con él. De depositar y colmar su deseo
en él.
·Por otro lado, tenemos el deseo del niño de serlo todo para la madre. De ser su objeto de
deseo (el falo), de ser lo que ella desea (ser o no ser el falo).
La función o metáfora paterna viene a ser una función separadora, limitando el goce y
generando un enigma en el niño en relación al deseo de la madre. Éste, de alguna manera, se
preguntará sobre el deseo de la misma cuando él no está, incorporando que él no colma su
deseo sino que ésta también desea otras cosas (trabajar, amar y relacionarse con otras
personas, hacer otras actividades etc.) Esta función permite que el niño no sature la falta
materna.
Por lo que la función paterna (que no tiene por qué ser el padre encarnado), impone una ley
prohibiendo que la madre obtenga ciertas satisfacciones de completud a través del hijo/a e
impidiendo que éste quede atrapado en ese deseo.
Esto organiza el psiquismo del sujeto y posibilita hacer lazo social con el otro puesto que le
convierte en algo diferenciado de la madre, constituyendo su ser.
Lo imaginario en Lacan es lo que tiene que ver con los ideales (ideal del yo) y se constituye en
base a imágenes visuales, percepciones, sensaciones, fantasías etc.
Cuando el bebé nace, percibe de forma caótica el mundo, sus percepciones del mundo y de sí
se encuentran desorganizadas, fragmentadas.
Es en el estadio del espejo, que él bebe puede organizar este caos y constituir su yo gracias a lo
simbólico (lenguaje) y a un otro que le dice frente a un espejo (metafórico y, a veces real):
“éste eres tú”.
En este estadio y gracias a esta operación simbólica, se cubre de significantes y palabras al
sujeto, imprimiendo en él una percepción de sí unida a través de lo que los demás
significativos dicen de él/ella. Es así como le van cubriendo de los ideales de los padres
configurando el “ideal del yo” (Superyó freudiano) Esto ocurre en la neurosis, donde lo
simbólico se superpone a lo imaginario, dándole un sentido y organizándolo.
En la psicosis hay una falla en lo simbólico puesto que no funciona la metáfora paterna, por lo
que, lo imaginario, al no enlazarse con el registro simbólico (lingüístico) queda sin anclar,
provocando en el sujeto, un precario sentimiento de sí que no se liga a ningún reconocimiento
del Otro parental, ni crea una imagen de sí, ni un cuerpo organizado. Ej) una madre que no
desea a su hijo y que no le habla.
De aquí que muchas veces en las psicosis ocurran sensaciones de extrañeza en relación al
cuerpo, donde no hay fronteras entre el propio y el ajeno, puesto que no hay un
lenguaje/simbólico que lo haya delimitado.
Estas consecuencias tienen que ver con la falta de un significante que apunta al ser en el
sujeto, es decir, el psicótico, como consecuencia de esta falla, no ubica su existencia ni su ser
en el registro de lo simbólico que le permitiría una concepción de sí integrada y en relación a
los demás.
Colette dice que, cuando un sujeto no puede considerarse bajo el significante falo*, es decir,
buscarse en el deseo del gran Otro, los significantes pueden surgir en la alucinación,
apuntando al ser del sujeto de forma violenta. Esto se relacionaría con el Nombre del Padre
puesto que esta función, con su prohibición, permite, en la neurosis, preguntarse por el deseo
de la madre e intentar ser ese objeto de deseo (falo), “descubriendo” gracias a la función
paterna que la madre desea otras cosas que no puede colmar solo el hijo.
Como en la psicosis esto no ocurre, el sujeto no se pregunta por el deseo del otro, ni por sí
mismo como parte de ese deseo del otro, por lo que, la constitución de su ser, se complica,
generando angustia.
Colette explica que, en el caso Schreber, la inquietud viene cuando las voces desaparecen
puesto que estas alucinaciones cumplen una función de Otro, responden a algo, por lo que hay
algo que se calma, aun cuando las voces son desagradables.
Sin esto, está la nada misma, que es algo insoportable para cualquier sujeto.
Al hablar de la vivencia del sujeto psicótico, Colette dice que, en los momentos incipientes al
desencadenamiento de la alucinación, se tiene la sensación de que el mundo se vuelve un
enigma, siendo la perplejidad (síntomas prodrómicos), el momento previo a la alucinación, y
que esta perplejidad, es una certeza frente al mundo, aunque éste resulte enigmático. Es decir,
hay certidumbre de la incertidumbre. Es en esta perplejidad donde la autora coloca la
angustia.
Muchas veces esto que se desencadena tiene relación con la pregunta sobre el ser; cuando hay
situaciones en las que se pregunta o que interpelan la identidad del sujeto, puesto que en el
psicótico aquí hay una falla por la falta del registro simbólico sobre el imaginario.
En la psicosis, falta este significante del ser, es decir, no se conformó lo simbólico sobre lo
imaginario, por lo que hay una exposición mayor a lo real** al no haber una función paterna
que haya podido anudar el ser a los significantes del otro.
La tesis de Lacan dice que el lenguaje funciona como operador, puesto que transforma al
sujeto y lo conforma como tal, pasando de lo instintivo a lo pulsional***. Esto genera un
agujero, puesto que no todo puede ser entendido por el Otro y ese resquicio que queda,
genera la falta y, a su vez, el deseo que va detrás de esa falta.
Con el lenguaje, por lo tanto, se puede simbolizar algo pero hay otra parte que se pierde y esto
opera en todas las estructuras clínicas (no solo en la neurosis).