Reseña - La Guerra en Las Palabras
Reseña - La Guerra en Las Palabras
Reseña - La Guerra en Las Palabras
El entendimiento de nuestra realidad está dado por el lenguaje con el que la definimos. Sin
embargo, la facultad de nombrar, así como de fabricar narrativas, es una forma de poder
que no se halla al alcance de todos los grupos sociales. En la historia reciente de México, la
llamada “guerra contra el narco” es uno de los discursos que con más fuerza se ha impuesto
en la conversación pública.
En La guerra en las palabras. Una historia intelectual del «narco» en México (1975-2020),
Oswaldo Zavala sostiene –con su particular estilo entre la investigación académica y la
experiencia periodística– que las ideas, percepciones y vocablos que han prevalecido en
torno al narcotráfico no corresponden a la realidad material del verdadero fenómeno, sino
que constituyen una narrativa promovida desde los centros de poder oficial con fines
políticos para legitimar una estrategia de seguridad nacional que, paradójicamente, no hace
sino recrudecer la violencia a partir de la militarización del territorio.
1 Sobre cómo asimilamos lo que creemos conocer de la realidad a partir de voces autorizadas puede
consultarse el trabajo de Teun A. van Dijk, “El análisis crítico del discurso”, Anthropos, n°186 (1999), pp. 23-
36.
en cuenta que el control del discurso posibilita el control de las mentes 2; de modo que si en
el imaginario colectivo la figura del narcotraficante se ha constituido como el enemigo
público por antonomasia, ello implica que el Estado ha logrado con éxito “inventar al
criminal en turno de acuerdo con las necesidades políticas coyunturales que responden a los
intereses de quienes normativizan el campo discursivo” (p. 41).
En segundo lugar, el autor aborda los factores tanto internos como externos que han
potenciado el discurso sobre los estupefacientes; así, argumenta que la articulación de esta
narrativa no puede entenderse sin analizar los mandatos de la geopolítica. A pesar de que
por momentos el libro atribuye un peso determinante –acaso único– a Estados Unidos, por
medio de archivos oficiales documenta la intervención de los gobiernos norteamericanos
durante la década de 1980 en la agenda de seguridad mexicana.
Sin embargo, ¿qué tan verosímil resulta pensar en el traficante como un ser cuasi
omnipotente que pone en peligro inminente la viabilidad del propio Estado cuando las
Las contradicciones que la lectura desvela sobre este discurso nos llevan, en tercer lugar, a
pensar en los alcances psicológicos de esta ofensiva contra las drogas, es decir, si hoy en
día se continúa hablando de cárteles se debe en gran medida a que tales narrativas apelan a
los temores de la población. Así por ejemplo, a partir de 1994 las percepciones de
inseguridad aumentaron porque la figura de los capos fue magnificada al grado de
consolidar la imagen “de un país convulso, un Estado rebasado por el “crimen organizado”,
un sistema político corroído por la corrupción y la violencia” (p. 247).
A pesar de que ese relato se contradecía en los hechos ante la reducción de la tasa nacional
de homicidios entre 1990 y 2007 (p. 250) se generó un consenso en torno a la idea de
combatir a los cárteles, “aun cuando las Fuerzas Armadas eran responsables del asesinato
extrajudicial, la tortura y la desaparición forzada como métodos de ‘guerra’” (p. 297). Este
aspecto induce a pensar el miedo como una herramienta de control social, ante lo cual
debemos preguntarnos si aún seguimos dispuestos a sacrificar nuestra libertad a cambio de
seguridad.
En cuarto lugar, si el narco es una construcción simbólica al servicio del discurso oficial y
la violencia se explica mejor debido a la ampliación de las facultades del aparato coercitivo
del Estado, cabe preguntarse por las verdaderas motivaciones que impulsan la
militarización. En este aspecto Oswaldo Zavala es contundente: “la “guerra contra las
drogas” de México debe entenderse en parte como el nombre público de la ocupación
militar para abrir vastas regiones del país a las prácticas extractivas transnacionales de
explotación” (p. 369) a través de métodos como el desplazamiento forzado y la migración
interna provocados por la agresión del ejército.
Sin minimizar la violencia en el país y mucho menos, sin apologizar el crimen, el libro
refleja el rostro más ominoso del Estado, asimismo suscita cuestionamientos respecto al
grado en que se han desdibujado las fronteras entre lo legal y lo ilegal, pues la
militarización debe entenderse como un mecanismo de despojo que ha permitido el avance
del neoliberalismo; dicha estrategia se extremó a partir del sexenio de Felipe Calderón en
2006 ante las presiones estadounidenses.
No se trata, entonces, de un combate al “crimen organizado”, sino de una guerra por ocupar
el territorio en un afán de acumulación voraz que responde a los intereses trasnacionales
cuyos principales objetivos en la actualidad se centran en la extracción minera y en los
energéticos.
Finalmente, queda reflexionar sobre la situación del país en el actual gobierno que encabeza
el presidente López Obrador, la cual tampoco está libre de contradicciones, pues aunque en
los primeros años de su mandato “insistía públicamente en frenar la estrategia militarizada
contra el “narco”, su política de seguridad incrementaba la presencia de las Fuerzas
Armadas por todo el territorio nacional” (p. 429). Más aún, la reciente detención de Rafael
Caro Quintero por segunda vez luego de que fuera liberado en 20133 ha puesto de
manifiesto la persistencia de la narconarrativa por permanecer vigente en el plano
simbólico. Por otro lado, las consultas solicitadas por EE.UU –junto con Canadá– a México
sobre su política energética en el marco del T-MEC evidencian la importancia de esos
recursos naturales en la agenda bilateral4.
La guerra en las palabras es un libro audaz que explica la “guerra contra el narco” como
un fenómeno principalmente discursivo. Asimismo, nos muestra que para alterar el curso de
esa narrativa no basta cuestionar el lenguaje, sino las propias lógicas bajo las que se
entiende la realidad sociopolítica y económica. Acaso cuando se logre una transformación
de los imaginarios colectivos sobre el narcotráfico podamos mantener la esperanza de un
México menos violento.
3 Gustavo Castillo, Rubén Villalpando y Cristian Díaz, “Arrestan a Caro Quintero tras nueve años prófugo”,
La Jornada, jul. 16, 2022, https://www.jornada.com.mx/2022/07/20/economia/018n1eco.
4 Alejandro Alegría, “EU solicita consultas de resolución en materia energética bajo el T-MEC”, La Jornada,
jul. 20, 2022, https://www.jornada.com.mx/2022/07/16/politica/004n1pol.