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Salomé

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Salomé

La madre de los hijos de Zebedeo

SU NOMBRE SIGNIFICA

«Paz»
SU CARÁCTER: Era una devota seguidora de Jesús cuyo marido estaba en el
negocio de la pesca. Compartía un concepto erróneo y
generalizado acerca de que el Mesías arrojaría fuera a los
romanos y literalmente establecería un reino en Palestina.
Probablemente su nombre fuera Salomé.
SU DOLOR: Haber estado junto con las otras mujeres ante la cruz, siendo
testigo de la muerte de Jesús de Nazaret.
SU GOZO: Haber visto un ángel en la tumba de Cristo que proclamaba
su resurrección.
ESCRITURAS CKAVE: Mateo 20:20–24; 27:56; Marcos 15:40–41; 16:1–2

Lunes
SU HISTORIA

Salomé amaba a Jesús casi tanto como amaba a sus propios hijos, Santiago y
Juan. Nunca iba a olvidar el día en que ellos dejaron a su padre y las redes de
pesca para seguirlo. Después de un tiempo, también ella había llegado a creer
que Jesús era el Mesías de Dios.
Se había sonreído al enterarse de que Jesús había apodado a sus muchachos
«los hijos del trueno». Seguramente había reconocido una semilla de
grandeza en esos dos arrojados hermanos de Capernaúm. ¿Por qué otra razón
podía haberlos invitado a pertenecer a su círculo íntimo, junto con Simón
Pedro? Había oído que Jesús los había llevado a los tres a la cima de una
montaña alta. Cuando descendieron de allí, sus hijos, siempre locuaces, no
podían articular palabra. Pero luego pudieron contar la historia.
—El rostro de Jesús tenía un brillo enceguecedor, como el del sol…
—Aparecieron Moisés y Elías, y estuvieron hablando con él…
—De pronto una nube nos rodeo y una voz del cielo dijo: «Este es mi Hijo,
mi escogido; escúchenlo».
Salomé había escuchado. Había visto la gloria y el poder que irradiaba de
ese hombre. Y aunque habían corrido nefastos rumores acerca de que los
hombres poderosos de Jerusalén aborrecían a Jesús, también sabía que el gran
rey David había tenido que enfrentar su propia cuota de enemigos antes de
establecer su reino. Además, ¿no les había prometido Jesús a sus discípulos
que en su reinado se sentarían en doce tronos? Y les había dicho: «Todo el
que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos
o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna». ¿Cómo podía
dudar de él? Aun con una fe tan pequeña como un grano de mostaza, se
podían mover montañas.
Salomé había dejado tras ella un confortable hogar en la costa norte de
Galilea para unirse a sus hijos. Ahora, mientras viajaban hacia Jerusalén,
recordaba algunas otras palabras que Jesús había hablado: «Pidan, y se les
dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá». Ya no se iba a privar
de solicitarle el favor que deseaba su corazón. Se postró delante del Señor y
le rogó:
—Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha
y el otro a tu izquierda.
Pero en lugar de responderle, Jesús se volvió a Santiago y a Juan y les dijo:
—No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de
la copa que yo voy a beber?
—Sí, podemos —le respondieron.
Jesús les dijo:
—Ciertamente beberán de mi copa, pero el sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre.
Jesús, que conocía a los hijos de Zebedeo mejor que cualquier otra persona,
se dio cuenta de que Salomé era solo la portavoz de las crecientes ambiciones
de ellos. Como madre amorosa, simplemente había pedido lo que pensaba
que haría felices a sus hijos. La respuesta de Jesús y los acontecimientos
subsiguientes prueban que la madre ni siquiera tenía una somera idea de lo
que pedía. Muy pronto ese hombre, al que se había acercado por considerarlo
rey, moriría en una cruz, y ella sería una de las mujeres que presenciarían su
muerte.
Luego de que todo pasara, es probable que Salomé recordara los rostros
angustiados de los hombres que habían sido crucificados con Jesús, uno a su
derecha y el otro a su izquierda: tal vez constituía un irónico recordatorio del
pedido que le había hecho camino a Jerusalén. Tal recuerdo solo aumentaría
el terror al pensar lo que podía sucederles ahora a sus hijos.
Junto con otras mujeres fieles que estuvieron al lado de la cruz, Salomé
también se hizo presente la mañana de la resurrección de Cristo. Seguramente
las palabras del ángel: «No está aquí, ¡ha resucitado!» la reconfortarían más
adelante en su vida cuando su hijo Santiago se convirtiera en el primero de
los apóstoles en sufrir el martirio, muriendo a manos de Herodes Agripa.
En lugar de preguntarle a Jesús qué era lo que él quería para sus hijos,
Salomé actuó como si ella supiera exactamente lo que se debía hacer en su
favor. Seguramente olvidó que Jesús había exhortado a sus seguidores a
abandonar no solo sus casas, hermanos y hermanas, padres y madres por
amor a él, sino también los hijos. En el caso de Salomé, no implicaba darles
las espaldas a sus hijos sino entregárselos a Dios. Significaba poner a Jesús
por encima de cualquier cosa y de cualquier persona y amarlo más que a sus
propios hijos. Solo entonces entendería el significado de lo que ellos tendrían
que sufrir como seguidores de Cristo. Solo entonces realmente sabría ella
cómo orar.

Martes
SU VIDA Y SU ÉPOCA

MATERNIDAD
En los tiempos bíblicos, cuando un hombre se casaba, simplemente adquiría
otra posesión. Cada esposa estaba debajo de la autoridad absoluta de su
marido. Cuando un hombre determinaba «casarse con una mujer» el
significado de esa frase se acercaba mucho al sentido de «convertirse en el
amo de su esposa». Sin embargo, aun cuando la posición de una mujer dentro
de su casa era de subordinada a su marido, de todos modos ocupaba una
posición más alta que cualquier otra persona de ese hogar.
La principal obligación de una mujer era formar una familia,
preferiblemente teniendo hijos varones que pudieran asegurar el futuro físico
y económico de la familia. Las madres, en general, amamantaban a sus
pequeños hasta que tenían cerca de los tres años. Durante dicho tiempo,
marido y mujer generalmente no mantenían relaciones sexuales, lo que
constituía una forma natural de control de la natalidad que le daba a la madre
el tiempo necesario para dedicarse enteramente a su hijo más pequeño.
Las madres asumían el cuidado total de sus hijos, tanto varones como
mujeres, hasta que tenían alrededor de seis años. Los niños ayudaban a su
madre con las tareas de la casa, y ella les enseñaba lecciones básicas sobre la
vida dentro de su cultura. Luego de los seis años de edad, la mayoría de los
varones se convertían en pastores del rebaño de la familia o pasaban el día
con su padre, aprendiendo sobre el negocio familiar. David, siendo el hijo
menor, cuidaba de las ovejas y cabras de la familia (1 Samuel 16:11), y Jesús
probablemente pasara su tiempo con su padre José, aprendiendo su oficio de
carpintero (Marcos 6:3). Las hijas permanecían con su madre mientras
continuaban creciendo. La mamá les ense-ñaban a hilar, tejer y cocinar y,
además, el modo de comportarse y qué esperar en cuanto a su futuro papel de
esposa y madre.
Gradualmente, el papel materno comenzó a incluir actividades como las
descritas en Proverbios 31. A lo largo de las Escrituras, al papel de la
maternidad se le reconoce dignidad y significado. A tal punto que Dios
describe su amor por nosotros en términos maternales: «Como madre que
consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes» (Isaías 66:13). Pablo define
su preocupación por los tesalonicenses como el cuidado que una madre les
brinda a sus hijos: «Los tratamos con delicadeza. Como una madre que
amamanta y cuida a sus hijos» (1 Tesalonicenses 2:7).
Cuando usted se sienta perdida dentro del caos y el desorden que implica
cuidar niños pequeños, recuerde el papel importante que cumple en lo que
hace a mantener el mundo de ellos seguro y feliz. Cuando se encuentre
rodeada de complicaciones y embrollos al realizar la tarea de criar niños que
están en la escuela primaria, recuerde que ellos dependen de usted para
sentirse seguros. Cuando se halle luchando con los desastres y desarreglos
que incluye el criar adolescentes, no se olvide de cuánto los ama y de lo
mucho que necesitan que crea en ellos. Nunca olvide esto: Si tiene hijos, ellos
constituyen uno de sus mayores legados.

Miércoles
SU LEGADO EN LAS ESCRITURAS

Léase Mateo 20:20–27


1. Al hacerle ese pedido a Jesús (versículos 20–21) ¿qué cree que esperaba
Salomé para sí misma?
2. ¿De qué «copa» hablaba Jesús en el versículo 22?
3. ¿Qué es lo que Salomé no entendía con respecto a Jesús y su reino?
4. ¿Hace cosas para lograr cierta posición o reconocimiento para sí? ¿Y
para sus hijos?
5. ¿Dónde cree que Jesús establece el límite con respecto a lo que
ambicionamos para nosotras o nuestros hijos?

Jueves
LA PROMESA QUE RECIBE

Aunque la típica mujer de los tiempos bíblicos cumplía un papel


subordinado, las Escrituras exaltan su posición como madre. Dios el Padre
reconoció desde el mismo principio el papel tan importante que una madre
desempeña en la vida de sus hijos, y él ha prometido bendecirla. Esas mismas
promesas se aplican hoy a usted.

Promesas en las Escrituras


También le dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu esposa, ya no la
llamarás Saray, sino que su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y por
medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de
naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos.
—GÉNESIS 17:15–16
A la mujer estéril le da un hogar y le concede la dicha de ser madre.
—SALMO 113:9
Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba:
«Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas».
—PROVERBIOS 31:28–29
¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo
que ha dado a luz?
—ISAÍAS 49:15

Viernes
SU LEGADO DE ORACIÓN
Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu
derecha y el otro a tu izquierda.
—MATEO 20:21
REFLEXIONE SOBRE: Mateo 20:20–28
ALABE A DIOS: Porque su Hijo nos ha mostrado el verdadero sentido de la
grandeza.
DÉ GRACIAS: Por todas las formas, grandes y pequeñas, en que Dios le ha
servido.
CONFIESE: Cualquier orgullo o ambición mal enfocada que detecte.
ÍDIOS A DIOS: La gracia de poder hacer esta conexión: el camino hacia
abajo es el que conduce al camino hacia arriba. La mujer
humilde es la que será considerada grande en elreino.

Eleve el corazón
Muchas mujeres han oído el mensaje referido a ser siervas y no lo han
incorporado de una manera sana. En vez de descubrir la dignidad inherente
que tienen como mujeres, han definido su valor principalmente en términos
de comparación con otros. Pero tanto los hombres como las mujeres somos
llamados a ser modelados en semejanza a Cristo, que como persona no sufrió
de baja autoestima. Su humildad no fue una manera de cubrir un sentimiento
de indignidad.
Si ha cometido el error de vivir su vida a través de su marido o de sus hijos,
pídale a Dios la gracia de cambiar. Admita que es un ser humano que necesita
cuidados, consideración y atención. Pídale al Señor que restaure el equilibrio
en su vida. Pero al pasar por el proceso de lograr equilibrio, no elimine la
palabra humildad de su vocabulario para abrazar una vida egoísta. Esta
semana pida cada día que Dios le dé ojos para ver la necesidad de los demás.
Luego pídale gracia para servir de una manera que realmente ejemplifique la
humildad de Jesús.

Señor, perdóname por todo orgullo que te ha sacado fuera de mi


corazón. Cada vez que me sienta tentada a pensar o actuar por
ambiciones egoístas, pon un fr eno en mi espíritu. Y dame en cambio el
valor de ser una sierva. Haz lugar en mi corazón para tu amor. Te lo
pido en el nombre de Jesús. Amén.

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