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El Romanticismo 4º

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EL ROMANTICISMO

 Introducción:

El final del s. XVIII está marcado por los ideales de la Revolución Francesa (1789)
y por el ascenso de Napoleón (hasta su derrota en Waterloo en 1815). Tras su
caída, el Congreso de Viena restaura las viejas monarquías. Las reivindicaciones
básicas de la Revolución Francesa (libertad, igualdad y fraternidad) fueron la
bandera del liberalismo europeo a lo largo del siglo siguiente. La expansión
napoleónica contribuyó a difundir por Europa el espíritu liberal de la Revolución,
pero hizo surgir una reacción nacionalista ante la invasión de una buena parte de
Europa (precisamente la lucha española contra la invasión napoleónica se
convirtió en un símbolo para los románticos). La burguesía, que había liderado la
Revolución, se encastilló en los privilegios adquiridos y apoyó la Restauración tras
el citado Congreso de Viena.

A lo largo del siglo se producirán en toda Europa enfrentamientos entre el


absolutismo y el liberalismo, con diferentes olas revolucionarias. Las de 1820, 1834
y 1848 fueron las más importantes. La ola revolucionaria de 1848, que parte de
Francia, se extenderá por todo el continente, iniciando un nuevo periodo en el que
las reivindicaciones del proletariado y los movimientos asociados a ellas tendrán
un papel importante.

Durante este periodo, la burguesía se va a convertir en la clase dominante. Frente


a ella se halla el proletariado, clase social que es fruto de la Revolución Industrial,
y que a partir de las doctrinas marxistas y anarquistas irá cobrando conciencia de
clase y, con su lucha, irá logrando conquistas sociales.

En este contexto histórico surgirá el Romanticismo, movimiento cultural, artístico


e ideológico que se extenderá por toda Europa en la primera mitad del s. XIX. Sus
inicios tienen que ver con la crisis de la idea de que la razón es la única fuente de
explicación del mundo, de la sociedad y del ser humano. (Esta mentalidad se
traducía en el terreno de las artes en un fuerte normativismo). Frente a esa
mentalidad, diversos autores anteponen el sentimiento a la razón y reivindican la
libertad creativa. Así, en arte pasan a primer plano los sentimientos, las emociones,
la imaginación y la fantasía, el impulso vital, el instinto y, sobre todo, la libertad.
En el terreno de la filosofía, frente al racionalismo se impone el idealismo de Fichte
y Hegel.

Ante la imposibilidad de explicar el mundo y dar sentido a la propia vida por


medio de la Razón, los románticos se enfrentarán a menudo a la angustia , la
melancolía y la sensación de soledad. El fracaso de su marcado idealismo los
sumirá a menudo en el desengaño, y todo ello se traducirá muchas veces en
rebeldía contra la sociedad en que viven. Esa rebeldía les llevará, en unos casos, a
la evocación de épocas pasadas (la Edad Media mitificada y teñida de idealismo), y
en otros a la búsqueda de nuevos ideales. Esta actitud desengañada, rebelde y a
menudo angustiada se conoce con el nombre de ‘mal del siglo’.

Es una constante, también, en los románticos, una marcada añoranza de lo lejano,


un deseo de evasión en el tiempo, en el espacio o en el evanescente mundo de los
sueños (en este sentido, hay que señalar que no pocos autores románticos se
acercaron al opio y a otras sustancias psicoactivas).

Aunque algunos románticos son conservadores y añoran los valores del Antiguo
Régimen o de la Edad Media vista como época cargada de espiritualidad y altos
ideales, la mayoría se orienta hacia el liberalismo, doctrina política que defiende
las libertades individuales (propiedad, prensa, asociación,…, defienden la
soberanía popular, los derechos del hombre y la limitación del poder del Estado).
De hecho, Víctor Hugo (el máximo representante del romanticismo francés)
defiende que el Romanticismo no es más que el liberalismo en la literatura.

Antecedentes de la literatura romántica:


Los antecedentes de la literatura romántica pueden hallarse en:

-      la nueva sensibilidad ante la naturaleza, el autoanálisis y la importante


carga emotiva de obras de Rousseau como sus Confesiones o las
Ensoñaciones del paseante solitario;

-      la emotividad desbordada de novelas como Pablo y Virginia, de


Bernardin de Saint Pierre

Esta nueva sensibilidad es compartida por los miembros del grupo alemán Sturm und
Drang (tempestad e impulso), que en la segunda mitad del s. XVIII desarrollaron una
corriente artística y política que es un claro precedente de las actitudes románticas.

La principal característica de este movimiento es la oposición al estricto racionalismo


que dominaba la escena intelectual y artística. El Sturm und Drang reivindica la
superioridad del sentimiento y prefiere la emoción y la pasión a la razón. Sus miembros
tomaron como modelo la Revolución Francesa y se opusieron a los príncipes que la
libertad como valor supremo, y los derechos humanos como valores esenciales. Por otra
parte, despreciaban el modo de vida ordenado y burgués y sus valores, y buscaron la
gobernaban los Estados alemanes según esquemas del Antiguo Régimen. Reivindicaron
emancipación del individuo.

Concedieron enorme importancia a la naturaleza como marco en que los sentidos


despiertan y los seres humanos pueden expresarse con libertad. La naturaleza se
convierte también en un modelo para la creación artística: los autores intentaban captar
su espontaneidad, su intensidad, su originalidad no sujeta a normas. De hecho, frente al
modelo neoclásico de artista como artesano que conoce bien las normas de su oficio, el
ideal de artista para el Sturm und Drang es más bien el del genio innato con una
sensibilidad especial para la creación.

Los principales representantes del Sturm und Drang fueron Friedrich Schiller  (1759-
1805) y Goethe (1749–1832).

El primero sufrió persecuciones políticas que le obligaron a errar por diversas ciudades
alemanas. Se le considera el creador del teatro nacional alemán moderno con obras
como Los bandidos, La doncella de Orleáns y Guillermo Tell. Los protagonistas de las
obras de Schiller son héroes que siguen los impulsos más nobles de sus almas y
colisionan con una realidad injusta. Su estilo se caracteriza por el cuidado con que
construye los parlamentos de sus personajes, con los que pretende emocionar al
espectador. La escenografía tiende a ser impactante y muy a menudo recurre a las
ambientaciones históricas (La Guerra de los Treinta Años, la suiza medieval, la España
de los Austrias)

Goethe, por su parte, es autor de una obra clave para la sensibilidad prerromántica: Las
penas del joven Werther, que relata en forma epistolar la historia del amor imposible de
Werther con Carlota (que está prometida con Arturo, al que Werther estima y respeta)
en el marco idílico de la Alemania rural. Los sentimientos amorosos del protagonista y
los que le despierta la contemplación de la naturaleza desbordan la obra. El final trágico
de la novela, con el suicidio del protagonista, se dice que provocó una oleada de
suicidios por toda Europa. Sin embargo, en su madurez, Goethe retornó a una literatura
de cuño más equilibrado y clásico. Es también autor de la que se considera una de las
obra cumbres de la literatura alemana, Fausto, publicada en dos partes (1808 y 1932).

Características de la literatura romántica:


 

-      Frente al normativismo propio de la literatura oficial del Neoclasicismo


(s. XVIII), los románticos reivindican la total libertad creativa y rechazan
cualquier norma o precepto. La creación literaria debe atenerse solamente
a la voluntad del artista. (Esto se refleja en la  poesía en el uso abundante de
la polimetría; y en el teatro, en la ruptura de la regla de las tres unidades,
en la mezcla de géneros e incluso en la mezcla de prosa y verso dentro de la
misma obra).

-      Afirmación del ‘yo’. Los románticos tienden a ser individualistas.


Consideran que el arte es expresión del ‘yo’ íntimo del artista. El artista
romántico se siente ajeno a la sociedad, rechazado por ella, que no le
permite llegar a alcanzar su ideal. Esto conduce a veces a una actitud de
automarginación (el exilio voluntario de Lord Byron puede ser un buen
ejemplo de este rechazo de la propia sociedad) y enfrentamiento con las
normas sociales. Esto suele traducirse en la expresión de un espíritu
atormentado, angustiado por el ‘mal del siglo’ o por los propios fantasmas.

-      Rechazo del férreo racionalismo de la Ilustración, reivindicación de la


emoción, el sentimiento (Coleridge define la poesía como ‘desbordamiento
espontáneo de un sentimiento poderoso’, -aunque no renuncia a que la
expresión se ajuste al arte-; y el poeta se define como un individuo poseído
por una sensibilidad superior al hombre o la mujer comunes) y la intuición
como vías de conocimiento. La tendencia al irracionalismo se traduce en
una atracción por lo misterioso, lo inexplicable (también por lo terrorífico e
incluso lo macabro). De ahí la preferencia por la noche, escenario más
propicio al misterio que el día.
-      Reivindcación del amor como expresión máxima del sentimiento. Es
una fuerza superior a la voluntad, que arrastra a quien la sufre, y que es
superior a toda norma o barrera social (la tumultuosa vida amorosa de
Lord Byron es también un buen ejemplo de esta concepción del amor ajeno
a cualquier límite o norma). La imagen de la mujer durante el
Romanticismo es compleja y contradictoria. A veces es concebida como un
ser de naturaleza angélica que salva al hombre de su angustia vital; otras
veces aparece como fuerza casi demoníaca que anula la voluntad del
amante.

-      Nueva sensibilidad ante la Naturaleza, que se convierte a menudo en


expresión de estados de ánimo y conflictos íntimos del autor o de los
personajes (hay una marcada preferencia por los paisajes dotados de
‘fuerza dramática’, de ‘sublimidad’: tempestades, abismos, torrentes
embravecidos,…). Hay que recordar que las primeras manifestaciones del
romanticismo ingles estuvieron relacionadas con esta reivindicación de la
Naturaleza en estado puro (los ‘poetas de los lagos’).

-      Deseo de evasión. El choque entre los anhelos e ideales del romántico y
la mezquina realidad que le rodea generan en éste el deseo de huir hacia un
pasado legendario (la Edad Media en Scott, la Grecia Clásica en Hölderlin),
o hacia países lejanos y exóticos, para escapar del desengaño y la
frustración .

-      Reivindicación de la historia: durante el s. XIX surge un nuevo


concepto de Historia, como esfuerzo por recuperar los hechos del pasado
para dar sentido al presente, y también como esfuerzo por recuperar el
estado primigenio en que el ser humano se acercaba al estado de 'buen
salvaje' en armonía con la naturaleza, todavía no corrompido por la
civilización. En este sentido, los románticos sienten una profunda atracción
por la Edad Media, a menudo con un marcado interés filológico por la
recuperación de textos de la época. Esta nostalgia de un pasado idealizado
se combina con sueños utópicos orientados hacia el futuro.

-    Reivindicación de las literaturas nacionales (también de la tradición: hay


un gran interés por el folklore y las culturas autóctonas). (Es representativo
el ejemplo del ‘falso Ossian’, supuesto bardo celta cuyos textos gaélicos
Mcpherson dijo haber descubierto y traducido, cuando en realidad eran
obra suya). Este impulso nacionalista se acentuó con las luchas por la
independencia tras las invasiones napoleónicas (España se rodeó de un aura
particularmente ‘romántica’ en este periodo) o por la resistencia griega a la
invasión del Imperio Otomano.

-      Conciencia social y política (muy acusada en los románticos liberales


como Lord Byron o Víctor Hugo; un tanto reaccionaria en los
conservadores como Walter Scott y Chateaubriand).

-           Nuevo sentido de la ciencia: A lo largo del s. XIX, la ciencia y la


tecnología se convierten en motores de progreso y de cambio (Pasteur y las
vacunas, Watt y el vapor). Frente a la aceleración del cambio que propicia
la tecnología, algunos románticos manifiestan el rechazo y el deseo de
volver a un estado de cosas más simple y más en armonía con la naturaleza
(de nuevo, el mito del ‘buen salvaje’ –desconfianza manifestada por Mary
Shelley en Frankenstein o el moderno Prometeo), mientras otros conciben
nuevos mundos utópicos (Julio Verne ).

-      La poesía romántica tiende al intimismo (expresión del yo), aunque


también florece la poesía narrativa.

-      Tiene gran éxito la novela histórica (novelas de Walter Scott como
Ivanhoe, de Dumas como Los tres mosqueteros). Se cultiva también la
narración breve (es época de grandes escritores de relatos, como Hoffmann
y E. Allan Poe).

Por último, es necesario señalar que la influencia del Romanticismo ha sido


enorme en la cultura occidental y se percibe claramente en el simbolismo y el
decadentismo de finales del s. XIX, en el modernismo español e hispanoamericano
e incluso en las actitudes de la generación ‘Beat’ americana de los años 50. De
hecho, cualquier movimiento caracterizado por el idealismo (la búsqueda de la
justicia) y el desacuerdo con la sociedad suele ser calificado de ‘romántico’ (no
siempre en sentido positivo, en nuestros días).

EL ROMANTICISMO EN ESPAÑA:

El desarrollo del Romanticismo en España fue tardío a causa de las peculiares


circunstancias históricas que rodearon el primer tercio del s. XIX. Debido a de la
fuerte presión de la Iglesia y del carácter reaccionario de Carlos IV, las ideas
liberales que los ‘philosophes’ franceses y los intelectuales ingleses, alemanes e
italianos habían difundido por buena parte de Europa a lo largo del s. XVIII
tuvieron grandes problemas para penetrar en España (de hecho, la Enciclopedia,
obra cumbre de la Ilustración, estuvo prohibida en España hasta el fin del reinado
de Fernando VII).
La lucha por el trono entre Carlos IV y su hijo Fernando llevaron a ambos a las
‘abdicaciones de Baiona’ (1808), por las que cedían el trono a José Bonaparte,
hermano de Napoleón. En mayo de ese mismo año se produjeron las primeras
revueltas ciudadanas contra el rey extranjero, que dieron inicio a la Guerra de
Independencia (que se prolongó hasta 1814).
No toda la ciudadanía se opuso a la invasión. Hubo intelectuales ilustrados que
apoyaron el nuevo régimen con la esperanza de que consiguiese sacar a España de
su atraso. Fueron los llamados despectivamente afrancesados. Por otra parte, entre
los que se oponían a la invasión, la composición social e ideológica fue sumamente
heterogénea: desde ilustrados de ideas avanzadas como Jovellanos o Quintana
hasta elementos sumamente reaccionarios provenientes de la nobleza y del clero
que tenían muy presentes las consecuencias de la Revolución Francesa y veían
peligrar sus privilegios.
Durante la Guerra de Independencia, en 1812, se reunió en Cádiz, bajo el asedio de
las tropas francesas, una asamblea constituyente que redactó la Constitución de
Cádiz, de carácter liberal y antiabsolutista (popularmente conocida como ‘La
Pepa’ por haberse votado el día de San José). Sin embargo, tras el final de la
guerra y con la vuelta al trono de Fernando VII, la Constitución fue
automáticamente derogada, y el Borbón restauró el absolutismo. En 1820, la
sublevación de Riego obligó al monarca a aceptar reformas de signo liberal
(aunque moderado) durante el periodo conocido como Trienio Liberal. Pero la
intervención de los Cien Mil Hijos de San Luís, enviados por Francia (en plena
Restauración) dieron al traste con las aspiraciones de los liberales. Los diez años
siguientes, conocidos como Década Ominosa, supusieron una vuelta al más férreo
absolutismo.
La consecuencia fundamental de estos hechos fue una violenta represión del
liberalismo, lo que provocó que muchos intelectuales liberales tuvieran que partir
al exilio.
En estas circunstancias, el Romanticismo no pudo triunfar en España hasta 1833,
tras la muerte de Fernando VII.

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