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Henry Ford
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El Ford T
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Nacido el 30 de junio de 1863 en Dearborn, Michigan, Henry Ford demostró desde muy joven
unas condiciones poco comunes para la mecánica. Nada más terminar sus estudios secundarios
en Dearborn, se trasladó a Detroit para trabajar como aprendiz de mecánico, aunque no mucho
después regresaría a su pueblo, ganándose la vida como mecánico de máquinas de vapor. En
1888 se casó con Clara Jane Bryant, su compañera de toda la vida, que le daría un único hijo,
Edsel (nacido en Detroit en 1893), un hombre brillante e imaginativo que hubiera podido ser un
gran director de empresa de no haber vivido ensombrecido por la gigantesca figura de su padre.
Ford volvió a instalarse en Detroit en 1891 y entró a trabajar como mecánico en la Edison
Illuminating Company, de la que llegaría a ser ingeniero jefe.
En esos años inició la construcción, en su tiempo libre, del que sería su primer «coche sin
caballos», que culminó en 1896. Se trataba de un vehículo de cuatro ruedas arrastrado por un
motor de dos cilindros y cuatro tiempos, refrigerado con agua y sin marcha atrás. Este modelo
no aportó ninguna novedad mecánica respecto a los que en Europa fabricaban Daimler o Benz.
Su importancia vendría después, con la construcción en serie, y gracias a sus prestaciones,
economía y robustez, virtudes destinadas a satisfacer las necesidades de la clase media.
Durante los primeros años del siglo, Henry Ford fue asentando su fama de mecánico
conduciendo con éxito sus propios coches de carreras. Se asoció con otras empresas
automovilísticas, pero su fuerte carácter y sus ideas poco convencionales le llevaron a fundar en
1903 la Ford Motor Company, de la que poseyó el 25,5 % de las acciones. En el momento de
su fundación, la compañía sólo disponía de unas cuantas patentes y de un prototipo construido
con ayuda de C. Harold Willis que ni siquiera estaba terminado.
A partir de aquí los analistas del fenómeno Ford discrepan. Para unos el secreto de su éxito fue
que supo comprender que el deseo de todo americano era poseer un vehículo autopropulsado
capaz de proporcionarle la libertad de acción que caracteriza el sueño americano. Para otros, en
cambio, el proceso fue exactamente al contrario: lo que hizo Henry Ford, gracias a su ingenio y
laboriosidad, fue poner al alcance de cualquiera la posibilidad de comprar un automóvil, con lo
cual habría construido al mismo tiempo el mítico modelo T y el sueño americano.
En uno u otro caso, y desde un punto de vista estrictamente empresarial, el verdadero secreto de
Henry Ford fue el haber sabido combinar tres factores que no sólo revolucionaron la industria
automovilística sino la sociedad norteamericana en su conjunto. El primero de esos factores fue
la normalización y la fabricación masiva de todas y cada una de las piezas que componen un
automóvil, de forma que al converger ordenadamente sobre la cadena de montaje se podían
ensamblar un centenar largo de unidades diarias.
El segundo factor fue la concesión de unos elevados salarios («desorbitados», en opinión de sus
rivales) a los trabajadores de sus factorías, que, al encontrarse con recursos económicos
suficientes, de inmediato pasaron a ser los principales consumidores del propio Ford T.
Finalmente, Ford estableció a escala nacional una tupida red de concesionarios que mantenían
con la central una estrecha relación, ya que en muchos casos incluso se fundaron las bases
rudimentarias de lo que hoy son las compañías financieras paralelas que fomentan la venta a
plazos. A sus cuarenta años, Henry Ford no sólo era ya el primer fabricante mundial de
automóviles, sino uno de los hombres más ricos del país.
Pacifista en la guerra
Pero aún le quedaban muchas y duras pruebas en las que templar su indomable espíritu
irlandés. En vísperas de la entrada estadounidense en la Primera Guerra Mundial, y cuando el
conflicto ya se había generalizado en Europa, Ford lanzó personalmente una campaña en favor
de la paz tan apasionada como ridiculizada por sus oponentes. Llegó incluso a fletar el
llamado Barco de la Paz al tiempo que financiaba a las organizaciones pacifistas en su inútil
esfuerzo por detener la guerra. Sin embargo, siendo como era un hombre pragmático, no dudó
un instante en poner todas sus factorías al servicio del gobierno cuando comprendió que la
guerra era inevitable, obteniendo contratos multimillonarios para la fabricación de vehículos
bélicos y armamentos.
Paralelamente a sus esfuerzos en favor de la paz, Henry Ford hubo de librar una dura batalla de
orden legal contra los hermanos Dodge, quienes a la cabeza de un amplio sector de accionistas
minoritarios se oponían a que el magnate reinvirtiese los beneficios de su empresa en ampliarla
y consolidarla. Ello iba en contra de los intereses de John y Horace Dodge, más interesados en
cobrar los dividendos para invertirlos en su propia fábrica de automóviles. Obligado en 1919
por un juez a repartir entre sus accionistas casi veinte millones de dólares, Ford reaccionó con
una contraofensiva brutal y en cuestión de semanas, y por medio de agentes interpuestos,
invirtió más de cien millones de dólares en hacerse con la casi totalidad de las acciones de la
Ford Motor Company.
Los tiempos, sin embargo, ya no eran tan buenos. En 1920-1921 se vivió una fuerte recesión
que fue como el preludio de la crisis del 29. Ford salvó el bache a costa de reducir aún más el
precio del modelo T (360 dólares), de lanzar el famoso tractor Fordson y de obligar a sus
concesionarios a financiar en parte no sólo la compra de su propia compañía sino las cuantiosas
inversiones que estaba llevando a cabo. En 1922 compró la Lincoln Motor Company y puso al
frente de la misma a su hijo Edsel con el objetivo de fabricar un modelo de lujo.
Simultáneamente, y a fin de poder controlar todos los estadios de la fabricación y venta de sus
automóviles, inició la compra sistemática de bosques, minas de carbón y hierro, fábricas de
cristal, altos hornos, un ferrocarril, una flota mercante y una inmensa plantación de caucho en
Brasil, al tiempo que, para diversificar aún más la oferta, inició la fabricación de aviones
trimotores, haciendo de paso que el transporte aéreo de pasajeros y de correo experimentasen
un gigantesco avance en Norteamérica. Henry Ford fue, además, el primero en advertir las
ventajas del mercado exterior y estableció una completa red de ventas en Europa. Hacia la
mitad de la década de los años veinte, el Ford T acaparaba entre un 40 y un 57 % del mercado
de automóviles. Sin embargo, justo en vísperas de la gran depresión del 29, Ford no supo (y en
parte no quiso, ya que era hombre obstinado y de ideas fijas) ver los grandes cambios que se
avecinaban y que obligaban a un enérgico golpe de timón.
La crisis del 29
El notorio incremento de la red vial, unido a la subida general del nivel de vida, así como la
competencia directa de rivales como la General Motors, hicieron del Ford T un modelo
obsoleto. Pero Ford, viendo las engañosas cifras de ventas de su portaestandarte, se resistía a
cambiarlo y optó por el viejo recurso de reducir costos, sólo que esta vez ya únicamente le
restaba incrementar la productividad y congelar los salarios, lo cual hizo disminuir
notoriamente la popularidad del Ford entre los antaño obreros mejor pagados de Norteamérica.
El dramático descenso en las ventas experimentado durante 1927 obligó a Ford a suspender la
producción del modelo T. A finales de ese año salió a la venta el Ford A y poco después, en
1929, el asombroso V-8, que le permitieron recuperar algo del terreno perdido. Pero la Ford
Motor Company ya no es la número uno, porque tanto General Motors (con el famoso Chevvy)
como la Chrysler van por delante. Con el agravante de que el patrón parece haber perdido el
rumbo: su semanario, el Dearborn Independent, se lanza a una furiosa campaña antisemita; ni la
posterior desautorización del propio Henry Ford ni su pública solicitud de disculpas evitará una
caída en picado de su reputación.
Henry Ford frente a un motor V8
Bennet fue en gran medida responsable de la reiterada y obstinada negativa de Ford a firmar la
Ley de Recuperación de la Industria Nacional, una fórmula gubernamental puesta en práctica
durante los años treinta para ayudar a superar el crac del 29 y que implicaba sustanciosos
contratos estatales pero que obligaba a los patronos a pactar con los sindicatos. Al final de esa
década, y cuando se hizo evidente que Hitler acabaría arrastrando otra vez a Estados Unidos a
intervenir bélicamente en Europa, Henry Ford volvió a oponerse públicamente a la guerra. Pero
nada más conocerse el ataque japonés contra Pearl Harbor y la fulminante declaración de
guerra decretada por el presidente Wilson, puso su gigantesco potencial al servicio del Estado y
de sus factorías no tardarían en salir los primeros superbombarderos destinados a restituir la
supremacía bélica estadounidense.
La falsa prosperidad aportada por los contratos estatales no alcanzaba a ocultar las graves
deficiencias que aquejaban a la Ford Motor Company, fundamentalmente debidas al notorio
retraso tecnológico experimentado por el empeño de su fundador en continuar produciendo
vehículos baratos y por lo tanto técnicamente mediocres. En este sentido cabe destacar la
positiva influencia ejercida por Edsel Ford, y que hubiera podido incrementarse aún más debido
a los reiterados problemas cardíacos sufridos por Henry Ford a principios de los años cuarenta.
Desgraciadamente, Edsel murió en 1943, y Henry Ford, a la sazón un anciano de ochenta años
y con la salud muy deteriorada, ya no tenía fuerzas para recuperar el mando de esa nave que
avanzaba hacia la deriva.
Hasta que en 1945, y tras una suerte de golpe de estado familiar en el que tuvo una destacada
actuación la esposa del fundador, Clara Jane Bryant, el hijo de Edsel, Henry Ford II, fue aupado
a la presidencia con la misión de reestructurar, sanear y poner al día el fabuloso conglomerado
de empresas levantado por Henry Ford. En el momento de su muerte, ocurrida en abril de 1947,
Henry Ford tuvo la satisfacción de saber que su imperio volvía a ser una maquinaria que
funcionaba a toda presión y que luchaba ventajosamente en todos los frentes abiertos por él.
Sin embargo, los tiempos habían cambiado y ya no era posible seguir dirigiendo ese imperio
sobre una base familiar. En 1956, siete millones de acciones de la Ford Motor Company
salieron a la venta, poniendo fin al control absoluto ejercido por los Ford. Gran parte de los
beneficios generados actualmente por la empresa van a parar a la Fundación Ford, creada en
1936 y sucesivamente fortalecida por los legados dejados por el propio Henry Ford, su esposa
Clara y su hijo Edsel, totalizando en la actualidad más de medio billón de dólares dedicados
íntegramente al fomento de la investigación y las artes.
Alberto Fujimori
(Alberto Kaynia Fujimori; Lima, 1938) Político peruano, presidente de Perú
entre 1990 y 2000. Fundador de la agrupación Cambio 90, ganó las
elecciones presidenciales de 1990, derrotando a Vargas Llosa. Puso en
marcha un duro plan de ajuste para paliar la grave situación económica. El
5 de abril de 1992, con el apoyo del ejército, encabezó un autogolpe y
disolvió el parlamento. Después de sofocar un intento de contragolpe
protagonizado por varios militares (13 de noviembre), convocó unas
elecciones (6 de diciembre de 1992) para un denominado Congreso
Constituyente Democrático, que fueron boicoteadas por los partidos
tradicionales de país. La victoria en ellas de la agrupación Nueva Mayoría-
Cambio 90 permitió a Fujimori legitimar su golpe de estado y elaborar una
nueva constitución acorde con su política. En los comicios de 1995 resultó
reelegido por mayoría absoluta. Bajo su segundo mandato el país
experimentó un crecimiento económico notable, aunque tuvo que afrontar
episodios como el secuestro y la posterior liberación de rehenes en la
embajada japonesa en Lima (diciembre 1996-abril 1997). En el año 2000
volvió a ser elegido, pero las denuncias de corrupción forzaron su dimisión
en noviembre del mismo año.
Alberto Fujimori
En el año 2000 Fujimori logró ser reelegido, pero esta tercera elección
presidencial fue duramente criticada dentro y fuera del Perú por las
fundamentadas denuncias de fraude. La situación se agravó con el
descubrimiento de las corruptelas de su mano derecha, Vladimiro Montesinos.
El vídeo en el que se observaba con nitidez cómo Montesinos (asesor del
presidente y jefe de los servicios secretos) sobornaba al congresista
opositor Alberto Kouri recorrió las cadenas de televisión de todo el mundo.
Sobre el que había sido durante años hombre de confianza del presidente
recayeron acusaciones de blanqueo de dinero, narcotráfico, contrabando de
armas y asesinato. Montesinos huyó del país, y la tormenta política acabó
provocando la dimisión del propio Fujimori, la detención por corrupción de
gran parte de sus ministros y personalidades de su entorno, y el autoexilio
de Fujimori en Japón (noviembre de 2000).
A partir de 1930 y durante más de 60 años fue miembro activo del Partido
Aprista Peruano. Repetidas veces senador y diputado, ocupó la cartera de
Educación desde 1946 a 1948. Su ascenso político se vio alimentado por el
triunfo de Alan García, que nombró a Sánchez vicepresidente del gobierno
peruano en 1985. En 1989, durante cuatro meses escasos, asumió la
presidencia del gabinete de Alan García, pero dimitió de este puesto para
tener la posibilidad de presentarse como candidato a la primera
vicepresidencia en los comicios que se celebraron en 1990.
En 1994, Sánchez ingresó en una clínica de Lima por una dolencia renal, y
poco después falleció en su domicilio, lo que puso punto y final a una vida
entregada al mundo intelectual y a uno de los personajes más carismáticos
de su país, capaz de provocar sentimientos dispares entre los cuales nunca
se encontró la indiferencia.
Sus artículos y crónicas periodísticas sobre los más variados asuntos son
incontables; sus libros pasan de un centenar, de calidad muy desigual, y
cubren distintos géneros: novelas históricas, monografías, crítica literaria,
crónicas, ensayos... Como crítico literario, sus mejores aportes son sus
numerosos estudios sobre Manuel González Prada y José Santos Chocano; como
historiador literario, es autor de La literatura peruana, derrotero cultural para una
historia del Perú (1928-36), reeditada y ampliada varias veces. Testimonio
personal(1969) es un libro de memorias escrito a vuelapluma.
El Perú: retrato de un país adolescente (1987) es una compilación en la que se
reúnen un texto de 1948 reeditado en 1973 y los capítulos añadidos en
1981 (Nuevo retrato) y en 1987 (Flash de un país a punto de dejar de ser adolescente).
La primera parte es una patética, dolorosa y vibrante historia personal (la
de un exilio de 20 años, al filo del retorno imposible) y su visión del país
perdido. La segunda está escrita con la rabia de entender que todo sigue
igual, a pesar del paso de los años. Sin embargo, en el Flash final,
redactado desde la responsabilidad gubernamental, el autor confiesa la
angustia que le producen los cambios, las novedades y las
transformaciones que se estaban produciendo día a día.
Alan García
(Alan García Pérez; Lima, 1949) Político peruano, presidente del Perú entre
1985 y 1990, que volvió a ocupar la presidencia entre 2006 y 2011 tras
vencer en los comicios de 2006.
Alejandro Toledo
Comenzó una carrera de economista internacional como consultor de las
Naciones Unidas, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco
Mundial, con sucesivas estancias en Nueva York, Washington, Ginebra y
París. Regresó a Perú en 1981, para ser consejero del presidente del Banco
Central y del ministro de Trabajo durante la presidencia de Fernando
Belaúnde (1980-1985). Fue profesor de finanzas en la Escuela de
Administración de Negocios para Graduados de Lima.
La llegada al gobierno
Ollanta Humala
(Ollanta Moisés Humala Tasso; Lima, 1962) Político peruano, presidente del
Perú desde julio de 2011. Nacido en el seno de una familia de clase media,
su padre, Isaac Humala, que era un abogado de ideología nacionalista e
izquierdista, bautizó a sus siete hijos con nombres indígenas (en la lengua
aymara, Ollanta significa "el guerrero que todo lo ve"). En 1982 ingresó
junto con su hermano Antauro en la Escuela Militar Francisco Bolognesi, en
el limeño distrito de Chorrillos, y pasó en 1983 por la Escuela de las
Américas de Panamá, un centro de instrucción castrense gestionado por
Estados Unidos, donde se formó en tácticas de combate contraguerrilleras
buena parte de la oficialidad latinoamericana de la época.
Ollanta Humala
La retirada del servicio activo del futuro presidente peruano, hecha pública
el 30 de diciembre de 2004, precedió a la sublevación de su hermano
Antauro en Andahuaylas (1-4 de enero de 2005), inspirada por la ideología
etnocentrista heredada del común progenitor. Ollanta Humala se desvinculó
desde un primer momento de este suceso, mas no del legado ideológico
paterno, que le inspiró el ideario del Partido Nacional Peruano, nueva
formación política que fundó en octubre de 2005.
Por fin, los buenos resultados obtenidos por el APRA en las elecciones
legislativas de 1978 le convirtieron en presidente del Parlamento, pero
murió poco después, sin llegar a ver el acceso a la presidencia de la
República del aprista Alan García (1985).
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Carlos Slim
(Carlos Slim Helú; Ciudad de México, 1940) Magnate mexicano. Fundador del Grupo Carso,
fue clave en el espectacular crecimiento de su imperio empresarial su desembarco en el
mercado de las telecomunicaciones, propiciado por la privatización en 1990 de Teléfonos de
México, S.A. (Telmex), que quedó bajo su control. Habitual desde entonces en las listas de las
grandes fortunas de la revista Forbes, la misma publicación lo encumbró como el hombre más
rico del mundo en los años 2010, 2011 y 2012.
Carlos Slim
Tercero de los seis hijos del matrimonio formado por Julián Slim Haddad y Linda Helú,
originarios de Líbano, Carlos Slim se licenció en ingeniería civil por la Universidad Nacional
Autónoma de México en 1961 y fundó su primera empresa, Inversora Bursátil, en 1965, poco
antes de contraer matrimonio con Soumaya Domit Gemayel (fallecida en 1999), con quien
tendría seis hijos: Carlos, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanessa y Johanna. En los años
siguientes creó y presidió varias empresas dedicadas al sector inmobiliario y a la construcción,
al tiempo que adquiría otras y empezaba a diversificar su ámbito de actuación (industria,
minería, comercio, alimentos...), hasta formar, en 1980, el Grupo Galas, hoy Grupo Carso; el
nombre procede de las primeras letras de los nombres de los cónyuges, Carlos y Soumaya.
En 1990, bajo la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, que llevó a cabo una política de
privatizaciones, Carlos Slim ganó la licitación para adquirir Teléfonos de México, S.A.
(Telmex), junto con France Telecom de Francia y SBC Telecom de Estados Unidos. Iniciaba
así una nueva etapa en su desarrollo empresarial, en un sector estratégico a nivel mundial.
Empresa líder en comunicaciones, entre 1991 y 2006 Telmex invirtió en infraestructuras en
América Latina por un valor de treinta mil millones de dólares. En 2007, Telmex escindió parte
de su negocio y constituyó una nueva empresa, Telmex Internacional, que inició la cotización
en las Bolsas de Nueva York, Madrid y México en junio de 2008.
El Grupo Carso también es propietario de América Telecom, el holding de América Móvil, con
participación en varias empresas de telefonía latinoamericanas. En 2008 era el quinto operador
mundial, con más de 170 millones de suscriptores celulares en América Latina. América Móvil
fue la pionera en el sistema de prepago en telefonía celular, solución que revolucionó el
mercado mundial en la venta de móviles.
Con el paso de los años, las adquisiciones del Grupo Carso han sido frecuentes: la cadena de
Hoteles Calinda, actualmente OSTAR Grupo Hotelero (1991), Cendumex y la mayoría de
General Tire y Grupo Aluminio (1993), Sears Roebuck (1997) y Pastelería Francesa El Globo
(1999). En septiembre de 2008 Carlos Slim sorprendió con la adquisición del 6,4% de las
acciones del The New York Times, una participación que incluía cerca de 9,1 millones de
acciones Clase A. El Times no pasaba por un buen momento financiero y Slim, en lo que él
mismo calificó de "apuesta financiera sin ningún valor estratégico", amplió este porcentaje al
7% en enero de 2009, convirtiéndose en el segundo mayor accionista del medio, por detrás de
la familia Sulzberger.
Desde hace más de dos décadas Carlos Slim ha compaginado su labor empresarial con la
filantropía y la creación de varias organizaciones sin ánimo de lucro. En 1986 creó la
Fundación Carso A.C., actualmente Fundación Carlos Slim A.C., para contribuir al desarrollo y
la formación de capital humano en la sociedad mexicana. En 2007 el organismo contaba con
tres Institutos Carso (de Salud, Deporte y Educación), y en 2008 lanzó, con Grameen Trust, el
programa Grameen-Carso de microcréditos con un capital inicial de 45 millones de dólares.
La cultura y el patrimonio histórico también han sido prioridades para Carlos Slim, que en 1994
constituyó el Museo Soumaya, con un fondo de más de 64.000 obras, y dedicado, además, a la
investigación, conservación y difusión del patrimonio artístico mexicano y europeo; en el año
2000 creó la Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México, con el objetivo de
rescatar y revitalizar la zona.
Otro de los campos de actuación que ha merecido su atención ha sido la ecología. En 2009
inauguró el Centro Deportivo Ciudad Jardín Bicentenario, ambicioso proyecto de rescate
ecológico construido sobre la superficie de lo que fue el basurero Bordo de Xochiaca, en
Nezahualcóyotl, y anunció una inversión inicial de 100 millones de dólares, en colaboración
con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés), para apoyar la
conservación de la biodiversidad y promover el desarrollo sostenible en el país.
Albert Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más,
incluso, de lo que llegó a serlo en vida, si se tiene en cuenta que su
imagen, en condición de póster y exhibiendo un insólito gesto de burla, se
ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico, junto a los ídolos de la
canción y los astros de Hollywood.
Sin embargo, no son su genio científico ni su talla humana los que mejor lo
explican como mito, sino, quizás, el cúmulo de paradojas que encierra su
propia biografía, acentuadas con la perspectiva histórica. Al Einstein
campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre de la bomba»; y
todavía es corriente que se le atribuya la demostración del principio de que
«todo es relativo» a él, que luchó encarnizadamente contra la posibilidad
de que conocer la realidad significara jugar con ella a la gallina ciega.
Einstein dijo una vez que la política poseía un valor pasajero, mientras que
una ecuación valía para toda la eternidad. En los últimos años de su vida, la
amargura por no hallar la fórmula que revelase el secreto de la unidad del
mundo hubo de acentuarse por la necesidad en que se sintió de intervenir
dramáticamente en la esfera de lo político. En 1939, a instancias de los
físicos Leo Szilard y Paul Wigner, y convencido de la posibilidad de que los
alemanes estuvieran en condiciones de fabricar una bomba atómica, se
dirigió al presidente Roosevelt instándole a emprender un programa de
investigación sobre la energía atómica.
Luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, se unió a los científicos
que buscaban la manera de impedir el uso futuro de la bomba y propuso la
formación de un gobierno mundial a partir del embrión constituido por las
Naciones Unidas. Pero sus propuestas en pro de que la humanidad evitara
las amenazas de destrucción individual y colectiva, formuladas en nombre
de una singular amalgama de ciencia, religión y socialismo, recibieron de
los políticos un rechazo comparable a las críticas respetuosas que
suscitaron entre los científicos sus sucesivas versiones de la idea de un
campo unificado.
John F. Kennedy
Durante sus años como senador se convirtió en el líder del ala liberal del
partido Demócrata, y consiguió la nominación de candidato para las
elecciones presidenciales del año 1960. Su rival fue el vicepresidente
Richard M. Nixon, a quien venció por un estrecho margen de votos, para
convertirse en el primer presidente católico de Estados Unidos y en el más
joven de toda la historia del país. La campaña del candidato demócrata hizo
hincapié en el desempleo, la alicaída economía y el nuevo gobierno
prosoviético surgido en Cuba.
Las tensiones con la URSS aumentaron aún más cuando Kennedy decidió
establecer el bloqueo naval de Cuba, ante la comprobación de que en la isla
se estaban montando misiles soviéticos de alcance medio, en octubre de
1962. Luego de negociaciones mantenidas por vía diplomática con el primer
ministro Nikita Jruschov, se acordó el desmantelamiento de los misiles a
cambio de la suspensión del bloqueo y de la promesa de que Cuba no sería
invadida. Al acuerdo, considerado un triunfo personal del presidente,
siguieron otros, como la firma de un tratado con la URSS y el Reino Unido
que prohibía la experimentación con armas nucleares.
Kennedy en Dallas, momentos antes del asesinato