Tema 1
Tema 1
Tema 1
PSICOLÓGICO
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El término “psicodiagnóstico” aparece por primera vez en 1921 como título del libro en
que Hermann Rorschach presenta su prueba psicológica de las manchas de tinta, conocida
Esto es, (a) como la disciplina que tiene por objeto el estudio de los procedimientos y métodos
mediante los que se pueden o deben asignar las categorías de los trastornos mentales y del
de procedimientos ordenados dirigidos a un fin- que tiene como objetivo la asignación de una
término psicodiagnóstico un significado más amplio, tendiendo a englobar casi cualquier tipo de
procedimientos y métodos.
tal forma que sea posible realizar un pronóstico y elegir el tratamiento más apropiado.
Por último, el psicodiagnóstico como juicio clínico está formado por la opinión que se ha
formado el clínico durante el proceso anterior acerca del trastorno que más conviene aplicar al
cuadro clínico del paciente. Cuando se habla de “emitir” o “comunicar” el diagnóstico, nos
estamos refiriendo al hecho de hacer público el juicio diagnóstico previamente formado. Por
tanto, conviene diferenciar estas tres cosas distintas: el conjunto de tareas en que consiste el
proceso diagnóstico, el juicio resultante tras realizar dichas tareas, y la comunicación pública (o
Aunque sólo sea de pasada, conviene señalar que el juicio diagnóstico que el
coinciden. Es más, las variables que influyen sobre la comunicación pública del juicio
diagnóstico son distintas que las que influyen sobre la formación del juicio diagnóstico. El caso
más extremo es aquél en que el profesional se ha formado un juicio clínico claro y preciso,
pero, por alguna razón, decide no emitirlo (.v.g., porque, dados los prejuicios sociales en torno
muy posible que, en muchas otras situaciones, el juicio diagnóstico emitido por el clínico se
encuentre modulado por consideraciones de conveniencia clínica, social, laboral, o de otro tipo,
y, por ello, no coincida exactamente con el juicio que en privado mantiene el clínico y que ha
qué tipos de trastornos existen, cuáles son sus características, cómo surgen, cómo
evolucionan, a qué tipo de personas afectan en mayor o menor medida, por qué se producen,
psicopatología es una ciencia básica para el psicodiagnóstico, pero ambas disciplinas no deben
confundirse. Así por ejemplo, con respecto a las características propias de los trastornos
determinado trastorno (v.g., el estado de ánimo deprimido en la depresión mayor) que pueden
patognomónicos en el retraso mental) que, sin embargo, de presentarse adquieren un alto valor
diagnóstico. De la misma forma, cómo se originan y cuál suele ser el curso temporal de los
trastornos son dos campos de estudio importantes en psicopatología. Dado el estado actual de
nuestros conocimientos, sin embargo, el origen y el curso de los trastornos suelen ser datos
evolucionar a lo largo del tiempo. No obstante, existen áreas que resultan importantes tanto
para la psicopatología como para el psicodiagnóstico, tal como ocurre con las consecuencias
psicodiagnóstico, entre otras razones, por el predominio que han tomado los sistemas
clasificatorios como el DSM y la CIE (o ICD), que, en la práctica, se están tomando con un
doble papel: como sistemas descriptivos de las características esenciales o definitorias de los
trastornos (nosologías), y como sistemas diagnósticos. A este respecto, no debe olvidarse que
diagnósticos) de los distintos trastornos, dedicando poco espacio a los factores que suelen
características resultan típicas pero no diagnósticas (ver el apartado siguiente). Por ello,
adquirir los conocimientos proporcionados por el DSM-5 o por el ICD-10, aunque esencial para
siquiera, hacerse una idea elemental de en qué consiste una “depresión mayor típica”, o una
“esquizofrenia típica”, etc. Por ejemplo, sobre el simple estudio del DSM-5 no es posible
responder a ciertas preguntas relacionadas con la mayoría de los criterios diagnósticos o los
subtipos de la depresión mayor: qué es más frecuente en las personas que padecen depresión
CIE, tienden a tomarse como típicos los comportamientos que son útiles como criterios
diagnósticos (aun cuando se presenten con poca frecuencia en la población que sufre el
trastorno). Por ejemplo, puede tender a pensarse que casi todas las personas con trastorno
compulsiones; así como que existen bastante pacientes con dicho trastorno muy cronificado
fisiológicos mucho más complejos de lo que pueden describirse en estos breves resúmenes”.
casi todos los casos que padecen dicho trastorno. Se dice que una característica es
trastorno que en algún otro. Desde el punto de vista de la clínica aplicada, lo ideal sería contar
con características que fueran, a la vez, típicas y diagnósticas. Por desgracia, con frecuencia,
la característica que es típica no suele resultar diagnóstica. Lo contrario también puede resultar
cierto: no todas las características diagnósticas, que permiten distinguir un trastorno de otro,
trastornos (v.g., con respecto a los trastornos de ansiedad). La tristeza es una característica
típica del trastorno depresivo mayor, pero poco diagnóstica, ya que tiende a presentarse en
características nucleares o centrales. Esto tiene especial sentido cuando se conciben los
periféricas (ver el tema 4). La psicopatología suele preocuparse fundamentalmente por las
fundamentalmente por las características diagnósticas, tanto si son centrales como si son
periféricas.
SÍNDROME.
Usualmente se entiende por enfermedad una alteración más o menos grave de la
salud. A su vez, por salud suele entenderse el estado del organismo en que éste ejerce
normalmente todas sus funciones (OMS: “La salud es un estado de completo bienestar físico,
normales, tanto cognitivas, como afectivas y motoras. El DSM-5 define trastorno mental como
regulación emocional o la conducta de un individuo que refleja una disfunción de los procesos
limitaciones importantes de tipo social, laboral o en alguna otra área de la vida diaria (v.g.,
Este patrón no debe ser una respuesta culturalmente aceptada ante un acontecimiento
“borrosos”; esto es, no son conceptos que se encuentren bien definidos y que establezcan
límites claros e incontrovertibles. Esta falta de límites precisos se debe a que los conceptos
enfermedad médica (de las tres formas se suele denominar). La definición de algunas de estas
hongo o bacteria (todas las infecciones); otras, en deficiencias o trastornos bioquímicos (v.g.,
pelagra, beriberi, porfiria); e, incluso, en una desviación de una norma estadística (hipertensión
arterial, hipercolesterolemia). Es más, hay estados físicos tratados en medicina sobre los que
no existe acuerdo unánime acerca de si se deben catalogar o no como una enfermedad (en el
mismo sentido en que se aplica el término a las nombradas anteriormente como ejemplos),
tales como varias condiciones atribuidas a hábitos de vida insanos (v.g., alimentación, falta de
ejercicio físico, falta de higiene bucal), e incluso, estados físicos atendidos por los médicos que
Algo semejante ocurre con el concepto de trastorno mental. Aunque hay muchos
que provocan en el individuo que los sufre (y en las personas que lo rodean) o en las
limitaciones que le imponen en su vida diaria (v.g., familiar, académica, laboral); otros se
trastorno psicótico breve); por la naturaleza de las conductas manifestadas (v.g., trastornos de
tics, enuresis, encopresis), o por la desviación de una norma estadística (v.g., retraso mental,
etiología de un patrón de comportamiento para clasificarlo como trastorno clínico (v.g., los
psiquiatría. Esta preferencia por el término “trastorno” se da incluso en los casos en los que la
manifestado por el individuo puede considerarse una enfermedad, en el mismo sentido que se
problema del comportamiento, aunque estos casos suelen definirse mejor atendiendo
simplemente al malestar que causa al individuo que lo sufre (y a los que lo rodean) y a las
Desde el punto de vista de la clínica psicológica, hay que tener en cuenta, no obstante,
trastornos clínicos y, por tanto, no se los diagnostica (aunque sí se los evalúa). Así ocurre, por
ejemplo, con los problemas de crianza de los hijos, con los problemas de pareja, o con las
interpersonal.
que produce y respuesta al tratamiento. Sin embargo, debido a que un síndrome puede
simplemente porque presentan asociación estadística en muestras clínicas, los pacientes que
cumplen todos los criterios para un determinado síndrome no necesariamente van a presentar
la misma etiología, el mismo curso, o la misma respuesta al tratamiento aunque sí es usual que
exista un curso y, con frecuencia, una respuesta al tratamiento típicos (esto es,
trastornos clínicos, sin embargo, son puramente descriptivos y son poco informativos con
mentales y del comportamiento (DSM e ICD) son exactamente eso: sistemas de clasificación
dichos comportamientos.
Los motivos para realizar el diagnóstico formal de un paciente son múltiples. Estos
motivos con frecuencia provienen de los requerimientos de la propia finalidad con que se pone
formarse y emitir un juicio diagnóstico es externo a la propia interacción clínica, tal como ocurre
cuando es necesario justificar la baja laboral del paciente ante su empresa o ante la institución
que la costea, o cuando se hace bajo requerimiento judicial, etc., casos todos en los que
juicio diagnóstico por requerimiento de la propia actuación clínica. Y ello, principalmente con
varias finalidades importantes: clasificar los problemas del paciente, predecir el curso futuro
Con frecuencia resulta difícil hacer una predicción (denominada “pronóstico”) acerca
resulta factible realizar una predicción probabilística: la de que tales problemas tenderán a
evolucionar como es usual que lo haga dicho trastorno. Esto es, con frecuencia, únicamente
mediante la formación de un diagnóstico clínico resulta posible hacerse una idea acerca de qué
cabe esperar que ocurra en el futuro, tanto si se trata como si no se trata al paciente. Así, por
deprimido, resulta difícil prever cómo evolucionará dicho estado, tanto a corto como a medio
plazo. Si, tras la realización de las tareas requeridas, se concluye que el paciente padece un
trastorno depresivo mayor, cabe suponer que lo más probable es que el paciente evolucione
como sabemos que lo hacen la mayoría de personas que sufren dicho trastorno.
De la misma forma que ayuda a realizar predicciones, el juicio diagnóstico resulta de
gran utilidad para inferir qué tipo de tratamiento va a resultar probablemente más eficaz para
atacar los problemas psicológicos del paciente. Siguiendo con el ejemplo anterior, el estado de
ánimo deprimido del paciente podría ser contrarrestado, por sentido común, de múltiples
formas (v.g., intentando animar o consolar al paciente, emborrachándolo, etc.), aunque con un
nivel de eficacia incierto. Cuando dicho estado de ánimo se considera que constituye un
trastorno depresivo mayor, es posible recurrir a los conocimientos existentes acerca de qué
tratamientos (físicos, químicos o psicológicos) se sabe que son eficaces para atacar este tipo
de trastorno.
En resumen, pues, los motivos principales por los que decidimos hacer un diagnóstico
formal del paciente suelen ser de tres tipos: (a) porque se ha de comunicar dicho diagnóstico al
paciente, a sus familiares o a terceros; (b) porque nos ayuda a realizar un pronóstico; y (c)
porque permite inferir qué tipos de tratamientos van a ser probablemente eficaces para los
tareas realizadas secuencialmente de tal forma que sea posible conseguir el objetivo que se
persigue. En toda intervención clínica, la finalidad última es la de mejorar la vida del paciente
(y, con frecuencia, la de los que lo rodean), tanto disminuyendo o eliminando los problemas
psicológicos que lo puedan estar aquejando, como ayudándole a conseguir las metas positivas
que se propone. Para conseguir este fin último, el clínico debe realizar una evaluación clínica
consistente en recoger la información necesaria que le permita conseguir tal fin. Por tanto,
nunca debe olvidarse que la información a recoger va destinada a un fin y, por ello, toda
III.1. ¿Es posible realizar un pronóstico o elegir un buen tratamiento para los
Ciertamente ambas cosas son posibles. Es más, cuando no resulta posible formarse un
juicio diagnóstico (por las razones que sea), todavía puede resultar necesario hacer un
pronóstico o idear un tratamiento para el paciente. En estos casos, pues, deberá actuarse de
tal forma que, a pesar de no disponer de un diagnóstico, podamos hacernos una idea de cómo
cabe esperar que evolucione el paciente y qué se podría idear para tratar sus problemas. En
estos casos, sin embargo, el pronóstico con frecuencia resulta mucho más incierto que en el
caso de disponer de un diagnóstico formal. De la misma forma, dado que no es posible elegir
un tratamiento del que ya se sabe que va a ser probablemente eficaz, va a ser necesario
diseñar o idear en qué va a consistir el tratamiento, tarea bastante más costosa y con
empíricamente en la investigación previa es algo clínicamente mucho más prudente que idear
un tratamiento del que esperamos que funcione, pero del que desconocemos la probabilidad de
que lo haga. Por ello, siempre que los problemas de un paciente puedan ser diagnosticados en
términos de algún tipo de trastorno clínico para el que existen tratamientos eficaces
indicado para dicho tipo de diagnóstico. Sólo en el caso de que los problemas del paciente no
mejor predecir utilizando los conocimientos reunidos en torno a los trastornos clínicos que
predecir basándose en creencias particulares cuya validez se supone, pero aún permanece por
demostrar.
A lo largo de los temas que siguen entenderemos por proceso diagnóstico el conjunto
terceros. Cada uno de dichos pasos o fases consta, a su vez, de objetivos que se persiguen,
prácticas que se tienen en cuenta, y decisiones que se toman. Ejemplos de objetivos son el
la información a recoger; de acciones realizadas por el clínico, el hacer una entrevista clínica
estructurada o pasar una determinada prueba o test; de herramientas, la entrevista concreta o
los criterios diagnósticos de un cierto trastorno) y procedimentales (v.g., cómo se pasa un test,
cómo se realiza una entrevista clínica) a los que se recurre, o las reglas de actuación a las que
se atiende (v.g., “el clínico debe primero recoger información sobre el motivo de consulta, luego
formar hipótesis, luego comprobar dichas hipótesis”); de decisiones, recoger determinado tipo
de información antes que otros datos, seguir recogiendo información, o terminar de recogerla y
paciente.
(4) Clasificación de algunos de los problemas evaluados como síntomas o signos clínicos.
considerados.
(7) Valoración de las hipótesis diagnósticas y, si resulta necesario para ello, recogida de
Sin embargo, antes de comenzar todo proceso diagnóstico (al igual que antes de
comenzar todo proceso general de evaluación en psicología clínica) conviene tener en cuenta
referimos a los asuntos de la abordabilidad y seguridad del paciente y de las personas que lo
proceso.
evaluación clínica del paciente que, dada la naturaleza de los problemas que más usualmente
necesidad de realizar un diagnóstico, por tanto, deriva de la misma finalidad con que se
tratamiento resulta más conveniente aplicar. Hay situaciones, sin embargo, en las que la
posterior. Así ocurre, por ejemplo, en aquéllas ocasiones en que se recurre al psicólogo clínico
para que actúe como perito en un juicio. Este tipo de situaciones forenses requieren que se
cumplan algunos requisitos que no son usuales en las situaciones clínicas ordinarias.
que desde los primeros contactos suele poder apreciarse con claridad si el paciente es o no
cooperativo (tal como ocurre con el paciente que acude a consulta por decisión propia o el que
información requerida (tal como puede ocurrir por ejemplo en niños pequeños o en pacientes
con demencia).
historia clínica.
es un requisito previo, sin el cual es difícil que pueda transcurrir la relación clínica de forma
apropiada para la consecución de sus fines. Con frecuencia suele hacerse un gran hincapié en
los conocimientos que debe poseer el clínico para estar en disposición de realizar un adecuado
diagnóstico. Y no cabe duda de que ello es así (véase el tema 4). Sin embargo, sin un buen
dificulta tremendamente y, con frecuencia, se hace imposible. De ahí que, en algunos casos de
pacientes usualmente difíciles (v.g., los que presentan trastorno límite de personalidad), la
evaluación suele incluir una fase de intervención expresamente destinada a asegurar una
calidad mínima en la interacción clínico-paciente, única forma de poder continuar con dicha
relación.
establecer un buen rapport (un clima de confianza y empatía) con el paciente, ya que ello,
seguridad del paciente y la de los que lo rodean (incluyendo la del propio clínico y la del resto
Establecer la seguridad del paciente y la de los que lo rodean requiere que se averigüe
notable de que el paciente se dañe a sí mismo (v.g., autolesiones o suicidio) o dañe a las
personas con las que se relaciona (violencia contra la familia, vecinos, otros pacientes,
se expondrán en el tema 6, dedicado a los trastornos del estado de ánimo, donde este
problema suele presentarse con frecuencia. No debe olvidarse, sin embargo, que intentos de
debe olvidarse que el 90% de los suicidios se producen en personas que, en el momento de
suicidio son: ser varón, edad avanzada, vivir solo, sufrir mala salud (especialmente,
intento o tengan oportunidad de intervenir (v.g., vivir en pisos elevados, disponer de venenos
Las conductas parasuicidas o auto-líticas (intentos de suicidio sin resultado fatal) son
mucho más frecuentes que los suicidios consumados y requieren igualmente atención clínica.
Las tentativas parasuicidas se asocian positivamente con: ser mujer, joven, sufrir trastornos
situaciones con una alta probabilidad de rescate. En torno al 10% de las personas que han
De igual forma que se debe recabar activamente información para establecer el riesgo
de suicidio, también debe hacerse lo mismo para investigar la posibilidad de que el individuo
pueda dañarse a sí mismo de alguna otra forma (automutilarse, golpearse, morderse, herirse),
aunque ésta sea menos grave que el suicidio. Trastornos psicológicos, entre otros, en los que
investigar activamente si el individuo se autolesiona (y en los que estar pendiente para ver si
pueden apreciarse signos de dichas lesiones) son, entre otros, el autismo, el retraso mental
tiende a considerarse que las tentativas de suicidio son de carácter manipulativo (v.g., el
trastorno de personalidad límite), las lesiones que el individuo se infringe pueden ser graves.
Además, el sufrir uno de estos últimos trastornos (v.g., de personalidad límite) no excluye que
también puedan estar dándose otros trastornos (v.g., episodio depresivo mayor, abuso de
Por otra parte, existen muchos trastornos psicológicos en que la probabilidad de dañar
físicamente o abusar de otras personas es especialmente elevada. Entre éstos destacan las
o ser aleatoria (lo que es frecuente en los episodios maníacos, donde la agresividad suele
El que se produzca violencia de hecho parece depender más de variables psicológicas (v.g.,
Por último, pero no menos importante, no debe olvidarse que, igual que existen
individuos con un mayor riesgo de manifestar violencia contra sí mismos o contra los demás,
también existen personas sobre las que es más probable que se den actos de violencia (esto
es, victimas potenciales, como las que sufren demencia o retraso mental).
Es difícil predecir un comportamiento tan poco usual como la violencia contra sí mismo
o contra los demás. Los mejores predictores del suicidio parecen ser los intentos pasados, la
ideación suicida y la desesperanza. Los mejores predictores de la violencia contra los demás
atender a la fiabilidad, validez y utilidad de los datos que deben recogerse o que ya se han
recogido. En este sentido, la máxima general a seguir es que los datos que se utilicen deben
ser fiables, válidos y útiles para formar el juicio diagnóstico. No nos detendremos aquí en
exponer los conceptos de fiabilidad o validez, puesto que se tratan con detenimiento en otras
referencia a los tests y demás instrumentos con que se recaba la información, esto es
instrumento del que se puede decir que suele proporcionar datos fiables y válidos aumenta la
probabilidad pero no asegura que la información recogida en una ocasión determinada con un
individuo particular sea fiable y válida. Para asegurarnos de que la información que estamos
aplicar de la forma recomendada, que nuestro paciente está bien representado en la muestra
normativa utilizada para interpretar las puntuaciones, que dichas puntuaciones sirven (son
válidas) para evaluar la variable que pretendemos evaluar, y que se ha mostrado útil para
intentamos tomar” porque estamos acostumbrados a leer y oír que “un test es válido si mide lo
que dice medir”, o (con menos frecuencia) “un test es útil si sirve para lo que dice servir”. En la
práctica, sin embargo, la información que estamos manejando será válida (o útil) si el test o
instrumento elegido para evaluarla mide lo que nosotros queremos o necesitamos medir (o
para tomar la decisión que necesitamos tomar). Por ello, si se elige mal lo que se quiere
tanto más inválida cuanto más válido sea el test utilizado. Esto es, si un test es válido cuando
mide lo que dice medir y sólo lo que dice medir, si la variable evaluada por el test no coincide
determinado instrumento puede proporcionar información útil para labores de cribado, pero no
para labores de diagnóstico (v.g., la mayoría de los tests clínicos denominados de screening), o
al revés (v.g., la entrevista estructurada para el diagnóstico de los trastornos psíquicos del DSM
[SCID-I; ver tema 2] es un instrumento útil para el diagnóstico clínico, pero totalmente
que pretendemos. Aquí, sin embargo, debemos tener en cuenta que la finalidad que
pretendemos es la que debe establecer el grado de fiabilidad y validez que deberán tener
nuestros datos. Todo esfuerzo por lograr una fiabilidad y validez más allá de la exigida por la
finalidad que pretendemos es innecesario y, por tanto, clínicamente inútil. Esto es, con
frecuencia lo que las decisiones que hemos de tomar nos exigen es un cierto nivel de fiabilidad
o de validez. Superar dicho nivel no es ni malo ni bueno, sino simplemente una pérdida de
tiempo. Por ejemplo, si lo que necesitamos averiguar es simplemente si el individuo posee una
enviarlo al oculista para que nos informe con precisión de su agudeza visual es totalmente
innecesario y en nada mejora la decisión de aplicarle (o no) el cuestionario. Por tanto, enviar al
paciente al oculista, aunque proporcione información más fiable y válida, es una decisión
clínicamente inútil (además de poco perspicaz) por parte del psicólogo. Lo mismo puede
decirse cuando lo único que se necesita es establecer si el individuo posee una inteligencia
aproximadamente normal, pero se le pasa de forma individual un largo test de inteligencia que
nos proporciona, con bastante precisión y validez, su CI. Dado que muchas decisiones clínicas
anormales; o altos / medios / bajos), buscar una precisión mayor de la que se necesita
empeora el proceso diagnóstico, ya que lo alarga sin obtener ningún tipo de beneficio añadido.
En muchos casos ordinarios, la precisión que proporciona un buen test solo se justifica en los
casos dudosos, en los que, por alguna razón, no resulta posible asignar una categoría
basándonos en el juicio clínico y, además, en los que asignar con precisión dicha categoría es
importante.
No debe olvidarse, sin embargo, que, dado que la finalidad que pretendemos varía de
una situación clínica a otra, el grado y el tipo de fiabilidad y validez requerido también puede
cambiar de una a otra ocasión. Así por ejemplo, en una situación clínica ordinaria en consulta
privada, para averiguar el nombre del paciente suele ser suficientemente fiable y válido
válido). No obstante, la respuesta que nos pueda dar a nuestra pregunta en la entrevista es
suficientemente fiable y válida para lo que pretendemos, ya que, aunque se equivoque (cosa
poco probable) o por alguna razón nos engañe, ello no produce ningún tipo de decisión errónea
puesto que el nombre del paciente únicamente se suele utilizar para diferenciar las anotaciones
de su historia clínica o expediente del de otros pacientes, así como para dirigirse a él por su
nombre.
asegurarse de que el individuo es quien dice que es, pedir el pasaporte o el DNI y comparar
Algo semejante ocurre, no con el grado, sino con el tipo de fiabilidad y validez
requeridas en una situación particular. Si la finalidad que pretendemos es evaluar una variable
de contenido homogéneo con objeto de predecir alguna otra variable, la fiabilidad por
pretendemos es evaluar una variable compuesta, la consistencia interna será de poco interés
o, incluso, será algo indeseado. Aunque el índice alfa de Cronbach se ha reificado y convertido
psicológica, en bastante ocasiones de la práctica clínica ordinaria es poco sensato esperar, por
la vez, pero su número (por suerte) no es elevado y, por ello, carece de todo fundamento
esperar que los ítems de una prueba que evalúa todos esos contenidos (y que se pasa a la
es, que quien contesta “sí” a un ítem, que hace referencia a un contenido, también conteste “sí”
a otro ítem, que hace referencia a otro contenido obsesivo-compulsivo). En este tipo de casos
(al que pertenecen muchos trastornos psicológicos, que poseen una amplia variedad de
comportamientos evaluados.
En cualquier caso, durante el proceso diagnóstico, es necesario estar atento y tomar en
necesario averiguar qué factores pueden favorecer una fácil y adecuada recogida de
información, cuáles pueden dificultarla, y cuáles pueden minar la calidad de los datos
necesarios, especialmente el tipo de calidad que resulta más necesario para acertar en las
Por último, otra preocupación que debe mantenerse a lo largo de todo el proceso
diagnóstico consiste en recabar la información necesaria para comprender bien todos los
significa que se tiene una idea clara y precisa de en qué consisten las acciones, cogniciones,
especialmente problemáticas, así como por qué se las considera especialmente problemáticas.
Comprender todos los problemas psicológicos importantes significa que se tiene una
seguridad razonable de que es poco probable que el paciente esté presentando algún
absolutamente necesario para asignar un diagnóstico, pero pocos clínicos estarían de acuerdo
en que puede pasarse por alto esta comprensión global sin mayores consideraciones. Decimos
resto de criterios diagnósticos que permitirán decidir qué diagnóstico conviene aplicar de entre
los diversos trastornos posibles. Así ocurre, por ejemplo, cuando se está utilizando una
necesario atender. Por tanto, es posible que el diagnóstico aplicado sea correcto. Sin embargo,
aplicarle al paciente algún otro diagnóstico adicional, tanto o más importante que el que ya se
le ha asignado.
síntomas clínicos.
fuertemente con la realización de las tareas usuales en la vida diaria, se puede comenzar a
mental. Este paso del proceso diagnóstico es importante e implica que un mismo patrón de
problema psicológico según sea el grado de malestar y la interferencia que produce. Aunque
es que se requiera que produzca un alto grado de malestar o de interferencia de la vida diaria
del paciente. Así pues, usualmente se clasifica un comportamiento problemático como síntoma
diagnóstico), no debe olvidarse nunca que dicho comportamiento debe estar produciendo
establecer el tipo y la gravedad de las consecuencias que está produciendo es necesaria una
Excepto en casos muy contados (como los ejemplos de los tics, la enuresis o la
proceso diagnóstico termina en este punto, ya que dicho problema de ninguna forma podrá
clasificarse como un trastorno clínico. Esto no implica que deba terminarse la relación clínica,
ya que, aunque no sea un trastorno clínico, el problema sigue siendo un problema y, por tanto,
Todos los trastornos mentales y del comportamiento admiten calificativos que indiquen
su gravedad. A continuación aparecen estos calificativos que sirven para graduar la gravedad
de cualquier trastorno, excepto la de aquéllos que tienen una graduación propia (v.g., retraso
Grado Criterios
leve y grave.
paciente.
por separación).
todos los criterios requeridos para aplicar un determinado diagnóstico Por ejemplo, una
persona puede presentar todos menos uno de los criterios requeridos para diagnosticar
trastorno depresivo mayor; o se acerca, pero no llega, a los límites temporales mínimos durante
los que deben presentarse dichos síntomas. En estos casos caben dos posibilidades de
especificado, con insuficientes síntomas (o con duración inferior a…, etc.)”, señalando
explícitamente el criterio que no se cumple. También se utiliza esta calificación para cualquier
tipo de trastorno mental o del comportamiento que no aparece en la clasificación del DSM o del
ICD.
lejos de que se cumplan todos, así como en los casos en que el malestar y el deterioro
producidos por los síntomas existen, pero no son de gran importancia, suele emplearse el
psicológico de importancia, pero que no alcanza el umbral para ser clasificado como un
“diagnóstico aplazado”.
enseñanza de los diagnósticos psicológicos de los trastornos clínicos. Por ello, ni el DSM ni el
ICD son “la biblia”, que dicen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Ambos son
válidos. Estos calificativos se aplican a la información que el clínico recoge y a los juicios que el
clínico realiza, no a las propias clasificaciones. De las propias clasificaciones se puede decir
que son más o menos completas, más o menos acertadas, o más o menos concretas en los
criterios diagnósticos que proponen, pero no que son fiables o válidas en el sentido que estos
forense, no cabe duda que en dicho ámbito se utilizan con frecuencia los sistemas
clasificatorios. Así, pues, cuando el psicólogo actúa en este ámbito como perito forense no
debe olvidar varias consideraciones importantes al formarse sus juicios clínicos, en los que va
que en unos cuantos trastornos clínicos no se exige, como criterio diagnóstico, que los
claramente perceptible.
Segundo, que el patrón de comportamientos que presenta un individuo cumpla todos y
cada uno de los requisitos exigidos para asignarle un diagnóstico no implica que todos y cada
para atribuirle responsabilidad penal, o madurez de juicio, etc.) estén influenciados por los
Tercero, que se cumplan todos los criterios diagnósticos exigidos no implica que en
dicho individuo se den todos y cada uno de los síntomas que típicamente se presentan en
dicho trastorno. Como es bien sabido, aun cuando dos individuos compartan exactamente el
mismo diagnóstico y con el mismo grado de gravedad, puede existir una gran diferencia en el
Por último, debe tenerse en cuenta que en el ámbito forense suelen presentarse
motivaciones para recibir un determinado diagnóstico que no son tan usuales en el ámbito de la
práctica clínica. Por ello, el profesional que ha de emitir sus diagnósticos en contextos forenses
(v. g., juicios, cárceles, etc.) deberá tener especialmente presente la posibilidad de que se
Los casos más frecuentes de que se informe de síntomas “no reales” son la simulación
y el trastorno facticio. Dado que en los temas que siguen no se va a estudiar el trastorno
facticio, únicamente diremos aquí que cuando la simulación de síntomas está motivada por la
consecución de un objetivo concreto (v.g., ser exonerado de responsabilidad legal civil o militar,
escapar a un cierto deber, cobrar una póliza de seguros o asignación económica, u obtener
síntomas producidos por una enfermedad o incapacidad física confirmada (F68.0). Cuando la
paciente o enfermo, suele hablarse de trastorno facticio (F68.1), en el que los síntomas suelen
consulta.
corresponderse más con lo que popularmente se cree sobre los trastornos mentales que con
los criterios diagnósticos estrictos que aparecen en la CIE o el DSM para la mayoría de los
trastornos y con los síntomas típicos observados en clínica. Así, es más probable informar de
estrambóticas, que informar de ideas, todas ellas usuales, pero bien organizadas en un
Aunque esta correspondencia con las creencias populares puede ser frecuente en los
casos de simulación, no debe olvidarse que algunos individuos pueden llegar a ser más
presentados por un paciente conocido (v.g., un familiar cercano, u otro paciente en la misma
Por último, no debe pasarse por alto que el que un individuo simule todos o parte de los
síntomas que presenta (o dice presentar) no excluye que pueda estar pasando por una
situación difícil en la que resultan posibles actos violentos contra sí mismo o contra los demás.