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LOS TRIBUNALES CASTELLANOS

EN LOS SIGLOS XVI YXVH: UN ACERCAMIENTO


DIPLOMÁTICO

PEDRO Luís LORENZO CADARSO


Área de Ciencias y Técnicas Historiográficas
Departamento de Historia
Universidad de Extremadura

Resumen: Este trabajo, resumen de un libro de próxima aparición, trata de la ges-


tión documental en los tribunales de justicia castellanos durante los siglos xvi
y xvíí. Se analiza someramente la organización jerárquica de los tribunales, el
desarrollo de la instrucción de los sumados, fundamento de la expedición de
documentos, y, por último, se clasifican tipológicamente los documentos judi-
ciales más característicos de la época.

Palabras clave: Edad Moderna, Castilla, Tribunales de Justicia, Diplomática.

Abstract: This study, a summary of a forthcoming book, is about document mana-


gement at the Castilian Courts of Law during the xví and xvii centuries. This in-
dudes a brief analysis of the hierarchical organization of the Courts of Law and
the process of te preliminary investigations, basic for the issuing of docu-
ments. Finally, a typology of the most characteristic judicial documents of the
time Vs given.

Key words: Modern Age, Castile, Courts of Law.

1. EL SISTEMA JUDICIAL CASTELLANO COMO INSTRUMENTO


POLíTICO DEL ABSOLUTISMO’

La construcción del Estado Absoluto fue un proceso de ingeniería po-


lítica en el que confluyeron toda una serie de instrumentos políticos y con-

1 Este artículo es un resumen de mi libro La documentación judicial en la época de los


Austrias. Estudio archivístico y diplomático, que verá la luz en breves fechas a través del Ser-
vicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura.

Revista General de Información y Documentación, Vol. 8. n.> 1. Servicio de Nblicaciones


Universidad Complutense. Madrid, 1998
¡42 Pedro Luis Lorenzo Cadarso

dicionantes sociales y económicos cuya mera reconstrucción empírica pre-


senta no pocas dificultades. Se han estudiado extensamente algunos de
ellos, tales como la centralización administrativa, la creación de grupos de
funcionariado controlados desde la Corte y reclutados sobre las expectati-
vas de medro social de los grupos burgueses y del patriciado urbano 2, el
fortalecimiento de la Hacienda Real en base a la disponibilidad de fuentes
de renta no controladas por los poderes feudales3, la creación de un ejérci-
to permanente profesionalizado4, la reconversión de la nobleza señorial en
aristocracia cortesana5 y todavía algún otro6.
Sobre la reordenación del sistema judicial también disponemos de es-
tudios, ya clásicos, que demuestran como un doble proceso, de centraliza-
ción de sus resortes de poder en la Corte y de reserva de sus puestos deci-
sorios a universitarios7, permitieron colocar un nuevo resorte de poder en
manos del monarca. Lo que realmente se conoce mucho menos es el ejer-
cicio de ese poder, es decir, de qué manera el funcionamiento de los tribu-
nales pudo ser, de Jacto, una herramienta con la que reforzar la autoridad
real y lograr que sus prerrogativas se ejercieran en la práctica.
Para describir y conceptualizar lo que podríamos llamar la práctica del
poder judicial absolutista es necesario partir de algunos principios ideoló-
gicos vigentes desde finales de la Edad Media5 y no sólo, como a menudo
se hace, de la literatura política legitimadora del Absolutismo que prolife-
ró en el siglo xvi y todavía más en el xvít. Debe tenerse en cuenta que el
proceso de reforzamiento de la autoridad real que conduciría al Absolutis-
mo propiamente dicho se hizo, pese a las manifestaciones de descontento

2 VICENS-V[VF..S, 1., «Estructura administrativa estatal en los siglos xv’ y XVII», en Co-
yuntas-a económica y reformismo burgués. Barcelona, 1969; FAYARO, Los miembros del Con-
sejo de Castilla (1621-046), Madrid, 1982.
3 Obrapionerafuc la de CARANDE, R., carlos Vysus banqueros, Madrid, 1968,3 vols.;
para la época de Felipe IV, DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Política y Hacienda de Felipe IV, M¿adrid,
1960; una visión de conjunto en ARTOTA, M., La Hacienda del Antiguo Régimen, Madrid,
1982.
4 Puoou, R., El soldado gentilhombre. Autorretrato de una sociedad guerrera: La Es-
paña del siglo xv’, Barcelona, 1984.
5 ANDERSON, P., El Estado Absolulo, y ELÍAS, N., La sociedad cúrle,sana, México,
1982.
6 Reflexiones genéricas hechas desde España, CLAVERO, BML.. Tantas personas como
estados. Por una antropología política de la historia europea, Madrid, 1986; FERNÁNDEZ Aí.-
BAtIALEJO, P., «La transición política y la instauración del Absolutismo», en Zona Abierta, ni’

SO. 1984. PP. 63-25.


7 Vid. TOMÁS Y VALIENTE, Fco., Gobierno e instituciones en la España del Antiguo Ré-
gimen, Madrid. 1982; BERMEJO CABRERO, J. L., Derecho y administración pública en la Es-
peña del Antiguo Régimen, Madrid, 1985. Como puesta al día de un teína tan extenso pue-
den servir los capítulos correspondientes de la obra dirigida por ARTOtA, M., Enciclopedia
de Historia de España, Madrid, 1993, vols. 2 y 7.
ULLMAN, W., Principios de gobierno y política en la Edad Media, Madrid, 1985.
Los tribunales castellanos en los siglos xvt y xvtt... 143

que pudo provocar en determinadas coyunturas, utilizando mecanismos le-


gales, no de forma revolucionaría. Como bien dice Bartolomé Yun, los si-
glos xví y xvíi son la época de la ley y el pleito9, es decir, lo que se produ-
jo fue una judicialización de la vida pública a todos los niveles.
He aquí una de las claves del papel que los tribunales de justicia juga-
ron en el panorama político del primer Absolutismo: derivaron tanto el
ejercicio del poder como las actitudes de oposición al mismo hacia cauces
judiciales. Como bien saben sociólogos y antropólogos, la justicia institu-
cionalizada es, incluso en el mundo actual, un colchón frente a la radicali-
zación de las discordias sociales, puesto que conduce los enfrentamientos
hacia los cauces de la legalidad y el consenso y condiciona, en apariencia
al menos, el ejercicio arbitrario de la autoridad.
La Corona fue consciente de este hecho desde los mismos orígenes del
Absolutismo castellano, probablemente más que en ningún otro lugar de
Europa, y reforzó la credibilidad y la autoridad de los tribunales superio-
res, fundamentalmente Chancillerías, Consejos y Audiencias ~<tAunque la
jerarquización de los tribunales estaba ya hecha desde el Ordenamiento de
Alcalá en el siglo xlv, el papel hegemónico que jugó la justicia real a par-
tir del xvi fue más un resultado de la eficacia de su funcionamiento que del
marco legal que la respaldaba. Los tribunales superiores no sólo reafirma-
ron el papel arbitral que la Corona poseía desde la Edad Media, sino que
se convirtieron en salvaguarda de su prestigio cuando había que tomar de-
cisiones impopulares o se hacían públicas injusticias manifiestas: en estos
casos, la figura del rey quedaba indemne, la responsabilidad era de los tri-
bunales y de los jueces.
Si es cierto que la vida política sejudicializó, no lo es menos que lajus-
ticia se politizó. Cuando decimos que en el Absolutismo no existía la divi-
sión de poderes, a menudo identificamos el concepto con una mera con-
centración de todos los resortes de poder en una sola mano. La realidad iba
más allá de esto. En realidad lo que sucedía es que existía un concepto uni-
tario de la soberanía, de tal manera que el axioma mandar es juzgar presu-
ponía que el poder legítimo había de ejercerse en el marco de lo judicial.
Este marco era, desde luego, mucho más laxo de lo que la burocratizada es-
tructuración de los tribunales invita a pensar, no sólo porque los tribunales
aunaran funciones judiciales con obras estrictamente políticas, sino sobre
todo porque no existía una diferencia nítida entre lo judicial y lo legal, ni
entre el pleito y el procedimiento administrativo.

9 YLIN CASALILLA, Bme., y KAGAN, RL.. Pleitos ypleiteantes en Castilla, 1500-1700,


Salamanca, 1991.
JO Una buena introducción a este tema en PÉREZ. J., Isabel y Fernando, los Reyes Ca-
ufl=os, Madrid, l988~ HALíczgs, S., Los Comuneros dr (‘astil/a. La/oria de una revolución
</475-1521). Valladolid, 1987.
144 Pedro Luis Lorenzo Cadarso

Cuando se estudia el funcionamiento ordinario de los tribunales, se des-


cubre que éstos recurrían ordinariamente a las prácticas administrativas
habituales y que, a la inversa, cuando se deseaba que cualquier decisión po-
lítica estuviera bien arropada legalmente, se procedía a utilizar formulis-
mos y tipos documentales propios de los tribunales de justicia. De tal ma-
nera que es normal ver a un funcionario expedir un auto para resolver
cualquier incidencia administrativa o a un juez enviando informes a sus su-
periores jerárquicos y a éstos contestarle mediante Real Cédula en la que
se le ordena la sentencia que debe dictar en el pleito.
¿Qué aportó todo esto a la construcción del Estado Absoluto? Pues bá-
sicamente lo siguiente:

a) Permitió que el ejercicio del poder absoluto pudiera desarrollarse


bajo el amparo de un sistema que, en apariencia, fundamentaba su
funcionamiento en el respeto a la ley y a la tradición. Esto otorgó
legitimidad al conjunto de la estructura administrativa de la Coro-
na: un corregidor, por ejemplo, ya no era un mero delegado del rey,
era un juez, representante en la ciudad de todo el entramado judi-
cial de la justicia real.
b) Reorientó buena parte del malestar social que generaban las accio-
nes de gobierno y las disputas sociales hacia los cauces de la lega-
lidad, convirtiendo a los tribunales en instancias legitimadas por la
figura del monarca y la sanción de la tradición que desactivaban el
componente subversivo que pudiese tener cualquier movimiento
de protesta.
c) Aportó a la burocracia absolutista una serie de instrumentos fun-
damentales para renovar cl funcionamiento de la Administración y
la selección del personal, para romper, en suma, con las tradicio-
nes medievales y la presencia hegemónica en la Corte de las insti-
tuciones y la aristocracia feudal. Se pudo, por ejemplo, excluir a la
aristocracia señorial y al clero de buena parte de los altos cargos de
la Administración argumentando que para su desempeño se reque-
rían conocimientos legales; ello convirtió al grueso de las altas ins-
tituciones de la Corona en coto cerrado de licenciados universita-
rios, con un origen social vinculado al patriciado urbano y a la
incipiente burguesía.

II. LA ORGANIZACIÓN DE LOS TRIBUNALES REALES

El sistema judicial castellano vigente en los siglos xvi y xvii se confor-


mó, en sus lineas maestras, durante los reinados de los Reyes Católicos y
Carlos 1, sufriendo a partir de entonces sólo leves reformas que en nada
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 145

afectaron a la estructura general del sistema. De todos modos, la historia de


los tribunales absolutistas corre pareja a la del robustecimiento jurisdiccio-
nal de la monarquía —desde el punto de vista de la praxis política— y a la
de la recepción del derecho romano —en una vertiente intelectual—. Esto
quiere decir que cualquier reconstrucción seria del proceso de conforma-
ción de las estructuras judiciales ha de partir de la obra legisladora y reco-
piladora de Alfonso X en el siglo xíít y detenerse luego, como mínimo, en
la reforma general que supone el Ordenamiento de Alcalá bajo Alfonso XI.
Sin embargo, los antecedentes medievales sirvieron sobre todo como ele-
mento legitimador de una orientación política que sólo se desarrolla plena-
mente en los mencionados reinados que acompañan el tránsito del siglo xv
al xvi.
Uno de los pilares del nuevo orden judicial fue la reforma de la Chan-
cillería Real por los Reyes Católicos, que se dotará de un reglamento ins-
pirado en criterios estrictamente procesales y se intentará convertir en un
tribunal profesionalizado, con unas competencias claramente definidas y
gestionado por personal universitario.
Como la Chancillería de Valladolid se quedó pronto saturada, se opta-
rá por la creación de nuevos tribunales superiores: en primer lugar, se fun-
dará la Real Chancillería Ciudad Real, trasladada luego a Granada, cuya ju-
risdicción abarcará el sur de la Península. El territorio de la Corona de
Castilla quedaba así dividido en dos grandes ámbitos jurisdiccionales que
se superponían al viejo mosaico de jurisdicciones municipales y señoriales
de la Edad Media. Posteriormente, para tener una presencia más directa en
lugares que exigían atención cercana, se fundarán las Audiencias, Sevilla y
Galicia las primeras, pero sometiendolas a lajerarquiajurisdiccional de las
Chancillerías. La conformación de esta estructura terminó por derrumbar
buena parte de los poderes judiciales supralocales heredados de la Edad
Media: los tribunales señoriales de apelación y los de las grandes ciudades
serán sus principales victimas, puesto que los litigantes disponían de la po-
sibilidad de acudir directamente a las Chancillerías y Audiencias.
La judicialización de la vida pública castellana, incentivada por la Co-
rona abiertamente, y las tradiciones jurídicas medievales —el derecho a
acudir al rey ante un agravio de sus ministros— exigirán a partir del siglo
xvi la articulación de los Consejos como tribunales superiores de apela-
ción, fundamentalmente el de Castilla y su Sala de Mil Quinientas y el de
Indias, ordenados éstos según criterios de necesidad político-administrati-
va, o como tribunales de competencia exclusiva para determinados asuntos
considerados como prioritarios por la Corona, como las salas de justicia del
Consejo de la Suprema Inquisición o del Consejo de Hacienda. Adonde no
llegaba el sistema ordinario de apelaciones lo hacían las prerrogativas ju-
risdiccionales de la Corona, que a través del envio de jueces de comisión y
del control más riguroso del funcionamiento de los tribunales de los corre-
146 Pedro Luis Lorenzo (‘adarso

gidores, se asegurará un control exhaustivo sobre el conjunto de la estruc-


tura judicial.
Pero no bastaba con la organización institucional, era necesario tam-
bién disponer de una serie de repertorios legales con el objeto de uniformar
la jurisprudencia y de introducir cambios que aumentasen las prerrogativas
judiciales de la Corona. Ocasionalmente, también se recurrirá a las Reales
Pragmáticas para introducir cambios legales, clarificar la interpretación de
la legislación vigente o poner orden en el funcionamiento de los tribunales.
Desde el siglo xv se desatará una fiebre recopiladora del corpus legis-
lativo existente. Las Recopilaciones fueron llevadas a cabo en un primer
momento de un modo desorganizado por juristas de prestigio, aunque, eso
si, casi siempre con el apoyo directo de la Corona. El punto final seria la
Nueva Recopilación, publicada con el aval de la monarquía mediante Real
Pragmática por Felipe 11. Paralelamente, las Cortes de finales del siglo xví
y comienzos del xví tienen una intensa actividad de recopilación de leyes,
y para complementar esta labor se publicarán un buen número de Reales
Pragmáticas o simples Instrucciones que desarrollarán, modificarán o cla-
rificarán la interpretación de la legislación vigente y ordenarán los proce-
dimientos judiciales y el funcionamiento de los tribunales.
Otra necesidad irrenunciable por el incipiente absolutismo castellano
era la reserva en exclusiva a las autoridades judiciales del rey de determi-
nados ámbitos jurisdiccionales que, por su naturaleza, constituían piezas
claves en el robustecimiento de la autoridad monárquica o en el funciona-
miento y financiación del Estado.
Frente a la Iglesia se obtuvieron importantes concesiones del Papa; es-
pecial trascendencia judicial presentaron el recurso de fuerza, por el que
cualquier apelación a una sentencia de los tribunales episcopales había de
ser dilucidada por el Consejo, y el derecho de retención de bulas, que per-
mitía impedir, entre otras cosas, cualquier injerencia de la Curia Romana
en la justicia castellana. Ambos instrumentos legales, utilizados con asi-
duidad, terminaron en la práctica por excluir al Papa de los asuntos judi-
ciales eclesiásticos importantes. Por añadidura, todas las dependencias y
derechos eclesiásticos de titularidad real se agruparon en el Patronato Re-
al, escapando casi por completo a la competencia jurisdiccional de los tri-
bunales episcopales.
Procesos similares pudieron verse en otras esferas de poder como el
ejército, los asuntos fiscales, la Inquisición y determinados delitos de es-
pecial gravedad, como Los llamados casos de corte o los delitos relaciona-
dos con el contrabando y la falsificación de moneda.
El resultado final, la estructura general en torno a la que se organizó el
sístema judicial castellano, requiere de la toma en consideración de tres
grandes conceptos: las jurisdicciones, que nos remiten al titular de la po-
testad de juzgar; la jerarquía de los tribunales, que permite reconocer la es-
Los tribunales castellanos en los siglos xvt y xvu... 147

tructura piramidal que tiene el sistema de justicia, y el tipo de tribunal es-


pecífico. en lo que había una enorme diversidad debido a la superposición
de jurisdicciones distintas y a la pervivencia de tradiciones medievales jun-
to con las novedades organizativas introducidas por la Corona.
En principio, desde el Ordenamiento de Alcalá, cuando se estableció la
jerarquía de las jurisdicciones, la Corona o jurisdicción real puede conocer
en apelación todo tipo de pleito, amén de reservarse las llamadas causas de
corte. Por otro lado, las concesiones a la Corona por parte del Papado ter-
minaron por situar en parecido o similar nivel a la jurisdicción eclesiásti-
ca11. Sin embargo, esta realidad no niega la coexistencia de jurisdicciones
ajenas a la real, tanto por la pervivencia de las jurisdicciones seijorial y
eclesiástica como por la concesión de determinados privilegios jurisdic-
cionales —o por simple jurisdicción de tolerancia, como se decía en la
época— a algunos colectivos: Inquisición. militares, corporaciones, uni-
versidad, ayuntamientos, etc.
En conclusión, ésta seria la clasificación general de las jurisdicciones:

1. JURISDICCIóN REAL ORDINARIA

Entenderemos por tal aquellos tribunales que constituyen la red institu-


cional de la justicia ordinaria, tanto alcaldes y jurados municipales de rea-
lengo como corregidores, alcaldes mayores y otros tribunales ubicados en
realengo. También la red de tribunales superiores, Audiencias, Chancille-
rías, Casa y Corte y Consejos 12,
Debe tenerse en cuenta que el rey no tenía que designar necesariamen-
te a todos los oficiales de justicia que actuaban bajo su jurisdicción. Lo ha-

II Vid. ACEDO CASTILLA, J. E., «El rey, la justicia y el derecho en nuestra literatura de
la Edad de Oro», en Boletín de la Real Academia, VII, Sevilla, 1979, pp. 5-14; BENEYTO PPE-
REZ. J., «Burocracia y derecho público: la conciencia y los medios de Estado en la España
Moderna», en R.E.P., 95, 1957, pp. 15-39; BERMEJO CABRERO, .1. L., Derecho y Administra-
ción pública en la España del Antiguo Régimen, Madrid, 1985; BERMEJO CABRERO, J. L., As-
pecios jurídicos e it,stitucionales del Antiguo Régimen en España, Bamelona, ¡985; Bm<ME-
io CABRERO, J. L., Estudios sobre la Administración central española (ss. xvtt-xvnt), Madrid,
1982: DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Instituciones y sociedad en la España de los Austrias, Barcelo-
na, 1985; GóMEZ UROÁÑEZ, J. L., y LORENZO CADARSO, P. L., «Las comunidades reales frente
al Estado Absoluto», en Las Comunidades rurales españolas en los siglos xtv-x¡x, eds.
C.N.R.S. y Casa de Velázquez, París; GoNzÁLez Aí,onso, B., Gobernación y gobernadores.
Notas sobre la administración de Castilla en el período deformación del Estado Moderno,
Madrid, 1974; MARAVALL, J. A., Estado Moderno y mentalidad social, Madrid, 1972,2 vols.;
SÁNCHEZ-ARCIt.LA, i., La Administración de Justicia Real de León y Castilla (1252-1504),
Madrid, 1980.
2 Corno estudio general con carácter introductorio puede servir MoLAS, P., La Mo-
‘íarquía Española (Ss. xvt.xvm), Madrid, 1990.
148 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

cia en los tribunales superiores y en los corregimientos y adelantamientos,


pero no así en las alcaldías mayores, que eran cubiertas por designación de
los corregidores, ni en las alcaldías ordinarias y juradurias, que normal-
mente eran de designación municipal por costumbre, venta o fuero.

2. JURiSDICCIÓN SEÑORIAL

Entenderemos por tal todo aquel tribunal ubicado en territorios seño-


riales cuando el señor o titular de la jurisdicción posea la justicia ordina-
ria y con ella el derecho a designar alcaldes y otras autoridades judiciales.
Debe tenerse en cuenta que muchos señores de vasallos carecían de tal pre-
rrogativa en sus dominios, puesto que hasta el siglo xvt las concesiones res-
petaban los usos y costumbres judiciales de las poblaciones enajenadas y
no siempre los señores pudieron apropiarse de ellas 13,

3. jURISDICCIÓN INQUISITORIAL

En realidad, estamos ante una parcela específica de la jurisdicción real,


pero con una organización institucional y con un marco normativo rotun-
damente diferente. Por este motivo, pese a que el titular de la jurisdicción
sea también el rey, debemos clasificarla como una jurisdicción aparte. Ló-
gicamente, incluiremos en esta jurisdicción tanto a los Tribunales de Dis-
trito como a la Suprema l4~

4. JURISDICCiÓN ECLESIÁSTICA

Incluiremos en ésta tanto a los pleitos instruidos por los tribunales


episcopales y del Nuncio como los que lo fueron por los organismos judi-
ciales de las Órdenes Religiosas —excluidas las Ordenes Militares, cuya
titularidad es del rey desde los Reyes Católicos—. Clasificaremos un plei-
to como sometido a jurisdicción eclesiástica, por supuesto, no por tratar

~ Vid. LORENZO CADARSo, P. L., Los conflictos populares en Castilla (siglos xw y xvtt).
Madrid, Siglo XXI, 1996; GUILARTE ZAPATERO, A., El régimen señorial en el siglo xvt, Ma-
drid, 1962; y Moxó, 5. DE, «Los señoríos. En torno a una problemática para el estudio del ré-
gimen señorial», en Hispania, 94, 1964, pp. 185-236.
4 De la amplia bibliografía que existe al presente sobre ellO.»
0 especial Santo Oficio yoHistoria
destacada,
Aniversario 16,
corno estudios generales, VV.AA.. La Inquisición. n.
Madrid, 1986; y KAMEN, II., La Inquisición española, Barcelona, 1985. Como investignción
específica sobre el funcionamiento de un tribunal de distrito, CONTRERAS CONTRERAS, 1., El
Santo Oficio de la Inquisición de Galicia: poder, sociedad y cultura, Madrid, 1982.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 149

de un asunto eclesiástico, sino por formar parte su tribunal de la red de or-


ganismos judiciales dependientes de la Iglesia. Téngase en cuenta que
bien por ser el asunto referido a una dependencia o derecho que formaba
parte del Patronato Real o haciendo uso del derecho de retención de bu-
las, muchos asuntos religiosos eran instruidos por los tribunales reales su-
periores 15

5. JURISDICCIONES ESPECIALES

Entenderemos por éstas aquellas que, aun formando parte en teoría de


la jurisdicción real, funcionaban de hecho al margen de la red de tribuna-
les de la justicia real ordinaria. Son, entre otros, los siguientes:

1. Jurisdicción militar
2. Jurisdicción universitaria.
3. Jurisdicción de las Órdenes Militares.
4. Jurisdicción de la Santa Hermandad i6
5. Jurisdicción de la Mesta.
6. Jurisdicciones de corporaciones profesionales u otras agrupacio-
nes.
‘7. Jurisdicciones de policía urbana: tribunales del campo, tribunales
de abastos, etc.
8. Otras jurisdicciones.

En cuanto a su posición en la jerarquía de los tribunales, éstos pueden


clasificarse del siguiente modo:

1. TRIBUNALES DE PRIMERA INSTANCIA

Con una jurisdicción territorial restringida a un municipio o ámbito po-


lítico-institucional y que instruían las causas en primera instancia, ya fue-
se en vista o en revista. Son, al menos en términos teóricos, los tribunales
naturales de los litigantes, aunque por diversas razones era frecuente que
los tribunales superiores instruyesen sumarios en primera instancia ~,

“ Vid. Historia de la tglesia.


6 Vid. LuNENFIELO, M., The Council of Santa Hermandad, Miami, 1970.
~ Vid. ALVAREZ JOSUÉ, A., «La justicia sevillana desde Alfonso XI hastya la Audien-
cia de Grados», en Archivo Hispalense, XIX, 60, 1953, Pp. 17-50.
150 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

2. TRiBUNALES REGIONALES DE APELACIÓN

Este tipo de tribunales, muy importantes en la Baja Edad Media, per-


derán importancia en la Moderna al permitirse a los litigantes acudir a las
Audiencias y Chancillerías directamente. Su función procesal era resolver
las apelaciones presentadas por los litigantes contra sentencias y resolu-
ciones de los jueces de primera instancia. Debe tenerse en cuenta que estos
mismos tribunales, alcaldías mayores, merinos, adelantados y corregi-
mientos, actuaban también como de primera instancia en su ámbito juris-
diccional.

3. TRIBUNALES SUPERIORES

Son aquellos cuya jurisdicción engloba las de los de primera instancia


y regionales de apelación. Salvo el tribunal eclesiástico del Nuncio Apos-
tólico —luego de La Rota—, todos están sometidos a la jurisdicción real.
Actúan como tribunales de apelación y de segunda suplicación —el Con-
sejo de Castilla— y se reservan en exclusiva aquellas parcelas judiciales
cuyo conocimiento era reconocido al rey. Actuarán como tribunales cole-
giados —subdivididos en Salas con criterios territoriales y funcionales— y
mediante el envio de jueces de comisión, ejecutores y visitadores. Son las
Audiencias, Chancillerías y Consejos.
El concepto de tipo de tribunal nos permitida distinguir tipológica-
mente los diferentes organismos que instruían procedimientos judiciales.
La confusión entre mpoder político y poder judicial hace que la práctica to-
talidad de las instituciones posean algún tipo de atribución jurisdiccional,
lo cual obliga a especificar qué dependencia concreta de la institución te-
nía atribuida funcionalmente la autoridad judicial. Esto es especialmente
importante en los Ayuntamientos y Señoríos, pero también en las Audien-
cias y Chancillerías —que tenían una organización interna realmente com-
pleja—18 y en los Consejos —que solían tener una o varias Salas o depen-
dencias especializadas en pleitos—.
Según esto, y limitándonos a la primera instancia de la justicia real, el
esquema general sería el siguiente:

18 Para la Chancillería de Granada, Ruíz RODRÍGuEZ, A. A., La Chancillería de Grana-


da en el siglo xvi, Granada, 1987; para las Audiencias, FERNÁNDEZ VEGA, L., La Real Au-
diencia de Galicia, órgano de gobierno en el Antiguo Régimen, La Coruña, 1982; GARCÍA
GALLO, A., Las Audiencias de Indias. Su origen y caracteres, Caracas, 1975; MOLAS, P., Las
Audiencias del siglo xcv; para los Consejos. Díos, 5. DE, El Consejo Real de (‘asti/la, Sala-
nianca, l986.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y Xvit... 151

1. JURADOS Y SIMILARES

Tribunales de las aldeas sin ayuntamiento, cuyas sentencias solían ser


apelables ante los tribunales de la villa o ciudad de la que dependieran.
Normalmente podían instruir pleitos valorados hasta una cantidad determi-
nada de dinero, quedando en cualquier caso los asuntos de gravedad y la
jurisdicción criminal en manos de las autoridades judiciales de la villa o
ciudad.

2. ALCALDES ORDINARIOS Y SIMILARES

Ya fuesen de designación señorial o municipal, eran los tribunales or-


dinarios de primera instancia allá donde no hubiese sido instaurado un tri-
bunal a cargo de un alcalde mayor o corregidor. Su jurisdicción se corres-
pondía con la del municipio 19,

3. ALCALDES MAYORES

Este tipo de tribunal se asocia al despliegue de las autoridades judicia-


les de designación real —proceso imitado luego por los señores en sus po-
sesiones—, normalmente como delegados territoriales en las ciudades de
realengo pertenecientes al distrito de un corregimiento o como asesores le-
trados en los casos de corregimientos de capa y espada, es frecuente que
también ostenten el cargo de tenientes de corregidor

4. CoRREGÍr,ORcs

Los corregidores, figura creada en el siglo xvi coincidiendo con la re-


ordenación del sistema judicial castellano, son los representantes de la jus-
ticia real en una población de realengo20. A menudo su jurisdicción iba
más allá que la de la ciudad en la que radicaba el tribunal; en estos casos
lo normal era que designasen un alcalde mayor en cada una de ellas y/o un
teniente de corregidor

9 Vb]. MERcHÁN MARTÍNEZ, C., Gobierno inanicipal y administración local en la


España del Antiguo Régimen, Madrid, 1988, y MuÑoz ÁLVAREZ, M. R., «La documentación
de los Tribunales de Justicia Municipal», en Boletín de As-chivos, Año 11.4-6, 1979, pp. 35-
42.
20 Vid. GONZÁLEZ ALoNso, E., El corregidor castellano, Madrid, 1970.
152 Pedro Luis Lorenzo Cadarso

5. ADELANTADOS

Se trata de un tribunal de origen medieval que fue desplazado en gran


medida por la jurisdicción de los corregidores, las Chancillerías y Au-
diencias. De todos modos, permanecieron algunos —por ejemplo, el Ade-
lantamiento Mayor de Castilla, con sede en Burgos—, con una juris-
dicción territorial que englobaba tanto poblaciones de señorío como de
realengo21.

6. TRIBUNALES MUNICIPALES ESPECIALES

— Procurador Mayor.
— Alcalde de Huerta.
— Alcalde de Campo.
— Regidor de montes.
— Diputados.
— Quiñoneros.
— Sexemeros.
— Etc.

Su origen hay que buscarlo en la Edad Media y en las atribuciones ju-


diciales concedidas o ejercidas de Jacto por los municipios. Estas atribu-
ciones sufrirán un continuo retroceso desde el siglo xrv, pero determinados
asuntos, normalmente relacionados con la aplicación de las ordenanzas
municipales, el control de los abastos, las actividades de inspección de po-
bres y vagabundos y los litigios agrarios permanecerán asumidos por jue-
ces municipales.

7. ALCALDES DE LA SANTA HERMANDAD

En los siglos xví y xvií son ya tribunales puramente testimoniales, da-


do que lo normal era que cuando procedían a realizar una detención entre-
gasen al preso a la justicia ordinaria, ya fuesen alcaldes o corregidores.

21 Vid. PÉREZ-PRENDES, J. M., «Las leyes de los Adelantados Mayores», en Hidalguía,


1962, Pp. 364-384.
Los tribunales (‘astellanos en los siglos xvi y xvii... 153

8. TRIIUJNALEs INQLJiSITORIALES DE DISTRITO

El Consejo de la Suprema Inquisición dividió el territorio español en


varios distritos, a cuyo frente situó tribunales perfectamente desarrollados
institucionalmente. Aun siendo jurisdicción real, sus objetivos y su funcio-
namiento eran diferentes, suponiendo una estructura judicial paralela; esto
nos obliga a considerarlos como un tipo de tribunal independiente.

III. LA EXPEDICIÓN DE LOS DOCUMENTOS: EL SUMARIO

III. 1. CoNSIDERACIoNEs GENERALES

Los procedimientos judiciales seguían, desde la perspectiva de la ge-


neración de documentos que ahora nos ocupa, un patrón establecido, con
pocas modificaciones según el tipo de proceso de que se tratase. En prin-
cipio, toda la tramitación se reflejaba en un sumario, encuadernado en uno
o varios cuadernillos y normalmente foliado. El sumario puede considerar-
se como un tipo especial de expediente y consistía en uno o varios volú-
menes de documentos heterogéneos que se acumulaban durante la instruc-
ción del sumario bajo la responsabilidad del escribano encargado del
mismo; luego, una vez concluida la causa, eran cosidos hasta formar un
cuaderno y, normalmente, foliados. añadiéndosele una portada ideníificati-
va y una diligencia de cierre.
Si el volumen del sumario así lo recomendaba, se subdividía en varios
cuadernos con portada y numeración independiente. En este caso, las sub-
divisiones se hacían atendiendo a la lógica interna del proceso y las porta-
das bastan para identificar el contenido de cada uno de ellos.
Tanto cuando el sumario aparece en un solo volumen como cuando se
fragmenta en varios, se trata de un documento farragoso y, a menudo, anár-
quico. En realidad, aunque existía cierto acuerdo general basado en la cos-
tumbre y un referente normativo concretado en las llamadas Leyes de Esti-
lo 22 los jueces y sus escribanos actuaban con un amplio margen de
discrecionalidad y la casuística era tan amplia que ni siquiera es hoy posi-
ble establecer una tipología de sumarios minimamente rigurosa. En princi-

22 Junto a las Leyes de estilo, cuya primera redacción dMa de 1310, el procedimiento
estaba fijado por un buen número de disposiciones legales, a menudo contradictorias y mu-
chas veces olvidadas por la práctica procesal, entre ellas una norma anterior, el Libro III de
las Siete Partidas, y otra posterior, dictada pnr los Reyes Católicos en 1499, las Leyes hechas
por los md< altos y muy poderosos príncipes y señores el rey don Fernando y la reyna isa-
bel soberanos por la brevedad y urden de los pleitos.
154 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

pio, el único criterio organizativo era el cronológico, se iban anotando en


el sumario las incidencias procesales conforme éstas sucedían, pero tam-
poco puede afirmarse que esta norma fuese seguida al pie de la letra.
Las causas de esta situación son muy diversas:

a) Las apelaciones y otros cambios de juez instructor, que obligaban


al nuevo responsable de la causa a revisar todo el sumario, proce-
so que solía conllevar su desorden o, incluso, la destrucción de una
parte del mismo. Además, el nuevo tribunal abría un nuevo proce-
so, con lo que los puntos de referencia más significativos pueden
aparecer por duplicado, triplicado o incluso más.
b) La división funcional del trabajo entre el juez —responsable judi-
cial— y el escribano receptor —responsable administrativo—. El
comportamiento del primero podía ser riguroso y ajustado al pro-
cedimiento establecido, pero luego el escribano, al archivar los do-
cumentos, estaba más preocupado por ahorrar costes y simplificar
su trabajo que por cualquier formalismo legal.
c) El deseo de aminorar los costes económicos del proceso es otro
factor esencial. Debe tenerse en cuenta que los juicios eran sufra-
gados básicamente con las costas y las penas de cámara que satis-
facían los encausados. Sin embargo, el cobro de estas sanciones era
inseguro, pues dependían de la solvencia de los procesados, y, ade-
más, sólo podían ser requeridas muy al final del procedimiento.
cuando había sentencias o, cuando menos, acusaciones formales23.
Esta situación obligaba al tribunal a adelantar el dinero de su
bolsillo24 y vinculaba sus retribuciones a la diferencia final entre
los costes del proceso y las costas que de hecho se llegaran a po-
der cobrar de los acusados. De ahí que se aprovechase cualquier
espacio en blanco —márgenes, pies de página, encabezamientos—
para realizar las anotaciones que exigiese el proceso.
Un caso típico era aprovechar los bifolios presentados por las
partes con sus alegaciones o peticiones. A los procuradores se les
exigía, a partir de 1636~, presentar sus documentos en papel se-

23 Para dar respuesta a este problema, los Consejos y otros tribunales reales solían
asignar a sus jueces de comisión una ayuda de costa al iniciarse el procesn.
24 Era frecuente que a los acusados se les exigiese el pago anticipado de una parte de
las costas que preVisiblemente les iban a corresponder; esto solía hacerse en el mismo mo-
menlo de producirse la acusación formal, antes, por tanto, de que fuesen sentenciados. Vid.
LALINDE MAnÍA, J.. «Los gastos del proceso en el derecho histórico español>», en Anuas-lo de
Historia del Derecho EspañoL 34, 1964, pp. 249-416.
25 El IS de diciembre de 1636 se hizo pública en Madrid la Real Pragmática que im-
ponía el uso de papel sellado.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 155

lIado, lo cual les obligaba a redactarlos usando un bifolio. Pues


bien, el espacio sobrante era aprovechado para incluir asientos del
sumano, lo cual hace que la dirección y la data de la alegación, que
solía ir a vuelta de folio, aparezca separada del texto por varios do-
cumentos expedidos por el tribunal.
El resultado final son documentos con un aspecto descuidado,
con múltiples anotaciones prácticamente ilegibles e, incluso, con
anotaciones que no siguen la lógica del proceso.
d) La enorme diversidad de tipos documentales, que aparecen además
mezclados con criterios que no suele ser fácil desentrañar, dado
que responden a unas normativas procesales complejas y que, ade-
más, otorgaban a los jueces amplios márgenes de discrecionalidad.
Originales, copias, borradores, glosas, cartas, informes, peticiones,
testimonios, certificaciones, notificaciones, etc., se mezclan y, lo
que complica todavía más su análisis, a menudo no son sino fases
en el procedimiento de expedición de un mismo documento o com-
ponentes de una diligencia.

La reconstrucción que vamos a hacer a continuación de un sumario es,


por tanto, más una conceptualizaci6n que una descripción propiamente di-
cha. Desarrollaremos, pues, un tipo ideal de sumario atendiendo a las for-
mas más frecuentes que podemos encontrar en los archivos y circunscri-
biéndonos, por supuesto, a la jurisdicción real ordinaria castellana durante
los siglos xvi y xvii.

111.2. LA PORTADA

La portada suele consistir en un folio, un bifolio y, a veces, sólo en una


cuartilla cosida al cuaderno y sin foliar. Tenía una funcionalidad básica-
mente archivística y en ella aparecían los datos básicos que identificaban
al sumario.

Fecha: Indicándose el año de inicio del procedimiento, no el de la causa


ni el de los hechos.
Lugar: Población en la que ocurrieron los hechos —puede no coincidir
con la población donde se desarrolla el juicio.
7Ypo de juicio: Se aludirá a él con expresiones genéricas, pero suficiente-
mente significativas: Pesquisa, Juicio de Residencia, Civil, Criminal,
Suplicación, Segunda Suplicación, de Oficio, de Pedimiento, etc.
156 Pedro Luis Lorenzo Cadarso

Motivo de la causa: No aparecerá siempre, y cuando lo hace será con


expresiones muy poco significativas: carabinazos, maravedís, ser ad-
mitido a oficial...; su utilidad archivística es, por tanto, prácticamente
nula.
Litigantes: Aparecerán con el siguiente orden: 1 Identificación del de-

mandante; 2.0 contra; 3~O Identificación de acusado. Cuando sc trata de


un proceso de oficio, sea una pesquisa, un juicio de residencia u otro
procedimiento similar, sólo aparecerá la identificación del encausado,
aunque pueden existir demandantes y partes personadas en el proceso
como acusación. Cuando son varios los demandantes o los demandados
se simplificará con la expresión y consortes.
Juez Instructor: Se indicará nombre y dignidad. Si son varios sólo apare-
cerá el del último juez encargado del caso. Si se tratase de un tribunal
colegiado se indica el nombre del tribunal y, sólo ocasionalmente, el de
los oidores encargados.
Escribano receptor: Se indica su nombre y su dignidad.

A menudo la portada era aprovechada por el escribano para hacer ano-


taciones de todo tipo, pero entre ellas predominan las que narran inciden-
cias del proceso, las recordatorias de hechos o documentos que habría de
redactar o testimoniar en el sumario y las referencias a hechos, fechas, lu-
gares y nombres de persona.
Cuando el sumarío se presenta en varios cuadernos, cada uno de ellos
tendrá su propia portada, repitiendo en en encabezamiento las referencias
a la fecha, el lugar y el juez instructor, pero añadirá un título descriptivo
del contenido concreto del cuaderno. Algunos de los más frecuentes son:

— Libro de Autos y Diligencias.


— Información sumarta.
— Cargos contra...
— Memorial ajustado.
— Pesquisa sumaria.
— Memoria de costas.
— Diligencias hechas en razón de...

111.3. ACTOS JURÍDICOS DE INICIACiÓN DEL PROCESO

Los actos de iniciación aparecerán, salvo que se trate de una copia, al


comienzo del sumario, y si éste se presenta en varios cuadernos, al inicio
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 15’?

del Libro de autos o Sumaria. Debe tenerse en cuenta que el inicio del pro-
ceso se entiende en términos estrictamente procesales, nunca cronológicos,
de modo que los hechos que han dado lugar al juicio pueden haber sucedi-
do con décadas de antelación, pero su reconstrucción era el resultado de la
investigación, de modo que ésta aparecerá mucho más adelante26. También
podían existir peticiones, denuncias, cartas anónimas u otros documentos
presentados por particulares que justifican la apertura del sumario, pero
que no lo inician procesalmente; tanto es así, que muchos de estos docu-
mentos denunciadores ni siquiera aparecen incluidos en el sumario y sólo
podemos conocerlos por las referencias que a ellos se hacen en los autos de
procesamiento o en las Reales Provisiones designando juez.
En este asunto se hace necesario distinguir, cuando menos, entre cuatro
tipos distintos de procesos, cada uno con un método diferente de apertura:

a) Juicios ordinarios de primera instancia iniciados a pedimento de


parte. En estos casos el sumario comenzará con la denuncia, nor-
malmente en forma de acta notarial, por la que el escribano del
juzgado da fe de cómo en determinada fecha y lugar se presentó en
la Audiencia el demandante o su procurador y cursó la denuncia.
b) Juicios ordinarios en primera instancia iniciados de oficio por el
tribunal. En estos casos el sumario se abrirá con un auto de incoa-
ción de sumario, llamado en la época cabeza de proceso y en el
que el juez se da oficialmente por enterado de la comisión de un
posible delito y ordena iniciar las diligencias oportunas. Como en
la mayoría de las ocasiones, el auto será asentado en el sumario
mediante testimonio del escribano del juzgado y validado por el
juez.
c) Juicios instruidos por jueces de comisión, pesquisidores, vis itado-
res y de residencia. En estos casos el sumario se abrirá con la Re-
al Provisión por la que el Consejo en cuya competencia recaía el
asunto designaba al juez encargado del caso. En esta Real Pro vi-
sión se narrarán también, aunque muy sumariamente, los antece-
dentes de derecho juicios habidos en otras instancias, apelacio-
nes, denuncias, peticiones, etc.—, así como una breve descripción
del delito o motivo de la comísion.
Tras la Real Provisión aparecerán las certificaciones notariales
de notificación y acatamiento de las autoridades locales.

26 Esta situación es especialmente intensa en los juicios en apelación y en los que ia


demanda hacía referencia a hechos delictivos continuados, que comenzaron a producirse mu-
cho tiempo atrás. En los pleitos antiseñoriales y antioligárquicos. por ejemplo, era frecuente
que se denunciasen delitos cometidos con varios siglos de antelación.
158 Pedro Luis Lorenzo (‘adarvo

d) Juicios en apelación instruidos por los tribunales reales (Conse-


jos, Chancillerías y Audiencias). En ellos la apertura del sumario
es imprevisible, dado que a la documentación generada durante su
instrucción en el tribunal se le sumaba la copia del sumario o su-
marios generados en las vistas anteriores; de modo que no es In-
frecuente que se inicie con dichas copias o incluso con los docu-
mentos originales. En cualquier caso, desde un punto de vista
procesal, lo adecuado era que el nuevo sumario se iniciase con la
Real Provisión que autorizaba la apelación, para seguir con los re-
cursos de los litigantes que solicitaban al tribunal la apertura del
caso en cumplimiento de dicha Real Provisión.

Tras estos documentos de apertura, expedidos normalmente por el tri-


bunal o por instancias jurisdiccionales superiores a él, se recogerán los do-
cumentos que acreditan a las partes que habrán de intervenir en la causa:

a) Autos de nombramiento de personal subalterno del juzgado.


b) Cartas de poder o de sustitución de poder de los procuradores ex-
pedidas por las partes y, en su caso, actas de nombramiento de pro-
curador
c) Denuncias de las partes o del fiscal por las que éstas se personan
en la causa.
d) Requerimientos presentados ante el juez por los litigantes notifi-
cándole órdenes de tribunales superiores.
e) Informes de autoridades judiciales, eclesiásticas o burocráticas
denunciando delitos y solicitando la intervención del tribunal.
1) Memoriales, anónimos o firmados, en los que particulares infor-
man de delitos y solicitan la intervención del tribunal, pero sin lle-
gar a personarse en la causa como parte.
g) Querellas formales presentadas por particulares mediante procura-
dor o personalmente contra determinada persona o institución.
h) Actas de presentación de demandas civiles, registradas en el su-
mario mediante certificación notarial y copia del documento o de-
claración del demandante.

111.4. ACTos DE INSTRUCCIÓN DEL PROCEDIMIENTO

El desarrollo del proceso judicial forma, obviamente, el gmeso de la


documentación que conforma el sumario, y es también la parte más com-
pleja técnicamente del mismo.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xviL.. 159

Como ya hemos adelantado en otro capítulo, el juez que instruía el su-


mario era también el encargado de las labores policiales o de investigación
y el responsable de dictar sentencia. El objetivo del tribunal era, pues, en
un primer momento, reconstruir los hechos y fijar las responsabilidades ci-
viles o criminales de los sospechosos; para ello se iban dictando una serie
de órdenes —autos—, que eran comunicadas a las partes mediante pregón,
notificación, requerimiento o Provisión Real y que se concretaban en de-
terminadas diligencias. Paralelamente, las partes intervenían en el procedi-
miento mediante diversos tipos de recursos y protestas contra los autos,
que eran resueltas por el juez mediante autos de resolución o decretos, así
como aportando pruebas documentales o testimonios y testificales o pro-
banzas.
De forma muy general, la instrucción consistía, como he dicho, en una
sucesión de autos con los que el juez iba desarrollando la investigación y
fijando las responsabilidades de los encausados. Lógicamente, las órdenes
del juez eran notificadas y recurribles por las partes y, pasado este trámite,
se concretaban en diligencias debidamente testimoniadas por el escribano.
El procedimiento que seguía cada orden judicial podría ordenarse del si-
guiente modo:

1.0 Auto del juez ordenando una diligencia.


2.0 Notificación del auto a las partes.
30 En su caso, recursos de las partes contra el auto.
40 Auto ordenando la inclusión de los documentos presentados por
las partes en el sumario.
50 Notificación del auto a las partes.
6.0 Auto de resolución o decreto resolviendo el recurso o petición de
los litigantes.
‘70 Notificación del auto a las partes.
8.0 Testimonio del escribano mediante acta o fe de la diligencia de
ejecución del auto.

Un detalle de la mayor importancia debe tenerse siempre presente: en


los juicios penales, la fase de instrucción o sumaria tiene carácter secreto,
de modo que el juez actúa unilateralmente, sin comunicar nada a las partes
y, en consecuencia, sin dar lugar a ningún tipo de intervención de los pro-
cesados en el desarrollo de la causa.
La intervención de otros tribunales en una causa era extraordinaria-
mente frecuente, en primer lugar por el reconocimiento general del dere-
cho de petición al rey que poseía toda persona y toda institución, recurso
que era utilizado con enorme frecuencia tanto por las partes como por los
160 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

propios jueces; en segundo lugar, por la multiplicidad de jurisdicciones y


fueros cuyos límites no sólian estar claros y con frecuencia no eran respe-
tados por las autoridades judiciales. Entre las intervenciones llamémoslas
ordinarias, es decir, las realizadas siguiendo los cauces procesales estable-
cidos, cabe destacar las interpuestas por los jueces instructores solicitando
el amparo de las instancias jurisdiccionales superiores, normalmente de los
Consejos, y las interpuestas por las panes mediante diversos tipos de re-
cutwos de apelación, que, tras ser admitidos a trámite por el instructor o sin
necesidad de haberlo sido, daban lugar a autos expedidos por el tribunal su-
perior y comunicados mediante Reales Provisiones, dando lugar entonces
a requerimientos al juez instructor, con la consiguiente complicación del
proceso o incluso, lo cual empeoraba las cosas, con Intervenciones direc-
tas de la Corona mediante Reales Decretos, Decretos de Gracia y Justicia,
Cédulas de Suspensión y Reales Cédulas. Por si esto fuera poco, la frag-
mentación de jurisdicciones entre poblaciones hacía imprescindible la ex-
pedición continua de requisitorias para capturar procesados en rebeldía u
obtener cualquier prueba.
El juez, al igual que los litigantes, también podía recurrir a solicitar el
amparo de la Corte, elevando una petición al Consejo, o, si consideraba
que el Real Patrimonio o la jurisdicción real podían verse afectadas por el
pleito, tenía la posibilidad de designar un fiscal, que actuaría desde enton-
ces como el resto de las partes personadas en la causa.
Una parte importante de la fase de instrucción del sumario la consti-
tuian los interrogatorios a testigos y procesados, llamados en la terminolo-
gía jurídica de la época con cuatro denominaciones diferentes:

a) Información sumaria: Interrogatorio llevado a cabo por el juez de


todos los posibles testigos de los hechos, normalmente siguiendo
un listado de preguntas similar para todos ellos.
b) Confesión: Interrogatorio individualizado de un proceso llevado a
cabo por el juez instructor.
c) Tormento o Tortura: Interrogatorio individualizado de un proceso
mediante tortura judicial. Las declaraciones obtenidas mediante
este método —muy raro en la Castilla de los siglos xvi y xvíí— no
tenían validez probatoria si el procesado no firmaba con posterio-
ridad una declaración de ratificación.
d) Probanza: Interrogatorio de testigos llevado a cabo por la defensa
o por cualquiera de las partes que intervenían en un litigio. En
cualquier caso, su procurador debía presentar una memoria ante el
juez de las preguntas a realizar a los testigos y ser éstas autoriza-
das mediante el correspondiente auto.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvn... [61

Las medidas punitivas a las que podía recurrir el juez durante la ins-
trucción del sumario eran básicamente dos —amén de la tortura, ya co-
mentada—: la privación de libertad y el embargo de los bienes del encau-
sado. La primera era una medida con un procedimiento procesal
relativamente sencillo, bastaba un auto de prisión contra el procesado y un
mandamiento al alguacil y al alcaide de la cárcel para que lo ejecutasen. El
segundo era más complejo técnicamente y podía retrasar la instrucción del
sumario durante años incluso. Básicamente consistía en una primera co-
municación al encausado instándole bajo amenaza de cárcel y embargo de
bienes a que cumpliese determinada orden; a este procedimiento se le de-
nominaba, si el destinatario no estaba procesado, compulsorio. Si se trata
de un proceso primero se dictaba un auto de apremio, que se concretaba en
una diligencia de apremio por la cual el encausado era enviado a la cárcel
mientras no cumpliese la orden. En el supuesto de que la cárcel no fuera
suficiente, se procedía a ejecutar un requerimiento, que suponía el embar-
go de sus bienes hasta la cantidad fijada por el juez.
El embargo, salvo que el encausado procediera al abono en metálico de
la cantidad que se le exigía, daba lugar a un procedimiento de subasta pú-
blica de los bienes secuestrados. Esta era comunicada públicamente me-
diante una serie de pregones de los que el escribano levantaba acta, así co-
mo de las posturas o pujas presentadas por los licitantes y del remate o
asignación del bien subastado al mejor postor.

111.5. AcTos DE ACUSACIÓN Y DESCARGO

El mismo juez o tribuna! colegiado que instruía el sumario era el que


fijaba los cargos, dictaba las sentencias y se responsabilizaba de su ejecu-
ción. Esta práctica procesal hace que no exista ninguna división entre una
y otra parte del sumario, sino que el juez, una vez que entendía que había
acumulado suficientes pruebas contra un acusado, dictaba un auto de acu-
sacton en el que raramente se explicitaban las acusaciones concretas que
había contra él. Normalmente, si los cargos o capítulos eran muy numero-
sos, recurría a elaborar una lista de cargos, que servia como borrador de la
sentencía.
Otra peculiaridad extraordinariamente importante es que en Castilla no
se exponen explícitamente en las sentencias ni en otros documentos de re-
solución losfundamentos de derecho de las acusaciones ni de los fallos. De
este modo, cuando se fijan los cargos, la única justificación que expone el
juez y aun esto no ocurre siempre— son los referentes probatorios, bien
sean documentos o declaraciones testificales. Con más frecuencia todavía,
el juez se limita a realizar alusiones vagas, casi retóricas, del tipo de según
se ha visto en la pes quisa o de los autos resulta haber los siguientes cargos.
162 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

Una vez notificada formalmente la acusación, el procesado, a través de


su procurador, procedía a presentar las alegaciones de descargo, es decir,
documentos en los que rechaza razonadamente, a través de su procurador,
total o parcialmente, los cargos que se le imputan.
Del mismo modo, en los casos en que había acusadores particulares po-
dían éstos presentar sus propias alegaciones al auto del juez solicitando que
se le hiciesen al acusado nuevos cargos.
El procesado podía también, si así lo estimaba oportuno, presentar re-
cursos de apelación contra una o todas las actuaciones del juez alegando
defectos de forma o de contenido, peticiones solicitando que se tomasen
determinadas decisiones procesales y, llegado el caso, presentar un recur-
so de recusación en el que se solicitaba el cambio de juez o acudir en ape-
lación contra un auto al Consejo de Castilla —que respondería con un au-
to de revocación o con uno de confirmación—, sin esperar a que se dictara
sentencia. Incluso podía solicitar la suspensión o detención del proceso
mediante la correspondiente solicitud dilatoria.
En cualquier caso, siempre quedaba la posibilidad de cumplir las dis-
posiciones judiciales, pero haciendo constar el desacuerdo con ellas y re-
servándose el derecho de apelar en un futuro: eran las protestas.
Obviamente, el volumen de maniobras procesales realizadas por los Li-
tigantes iba en relación directa con la calidad de la defensa que pudiesen
pagarse, de ahí que los procesos contra individuos pobres son generalmen-
te breves y de desarrollo lineal, mientras que aquellos en los que se ven im-
plicadas personas o instituciones influyentes sufren años de retraso por cul-
pa de las constantes maniobras obstruccionistas de los litigantes.
En los juicios penales, al haber sido la instrucción o sumaria secreta,
era éste también el momento de presentar las pruebas testificales —pro-
banzas— o documentales —testimonio— pertinentes.
El juez, una vez vistas las alegaciones y pruebas presentadas por las
partes, podía pasar directamente a hacer pública su sentencia.
La necesidad imperiosa de cobrar cuanto antes las costas judiciales y la
facilidad con que los procesados podían huir para refugiarse en cualquier
lugar fuera de la jurisdicción del instructor —la Iglesia era uno de los lu-
gares de refugio más solicitados— obligaba a los jueces a dictar con la ma-
yor premura posible autos de prisión para evitar fugas y autos de embargo
contra los bienes de los acusados. Esta costumbre, de dudosa legalidad
puesto que los procesados se veían obligados a pagar elevadas costas judi-
ciales antes incluso de ser acusados formalmente y en cualquier caso sin
haber sido condenados, generaba enormes tensiones durante la fase de ms—
trucción del sumario y enormes volúmenes de documentación.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y XviL.. 163

111.6. AcTos DE RESOLUCION

La publicación de la sentencia era, obviamente, un momento clave en


todo proceso, de modo que puede haber paréntesis cronológicos conside-
rables entre la finalización del procedimiento previo y la publicación de la
sentencia. Durante ese paréntesis, más que en ningún otro momento del
proceso, circulaban por los juzgados multitud de documentos informales,
cartas anónimas tratando de influir en la decisión del juez, todo tipo de co-
municaciones verbales y, por supuesto, una fluida correspondencia entre el
tribunal y sus superiores jerárquicos, más intensa cuanto más alto fuera el
tribunal y más delicado el pleito.
Están documentados casos en los que las sentencias fueron práctica-
mente elaboradas al dictado por los responsables políticos cortesanos, ca-
sos en los que los jueces tenían órdenes confidenciales expresas sobre có-
mo y a quién sentenciar antes incluso de iniciarse el proceso, y son también
frecuentes los casos, sobre todo en pleitos de cierta importancia, en los que
la sentencia dictada por el tribunal era retenida por orden del Consejo o di-
recta del rey durante años, décadas incluso, impidiendo así que llegase a
ser efectiva.
Una parte importante de los sumarios, y éste es un detalle de extrema
importancia, no contienen la sentencia. Caben dos posibilidades: la prime-
ra es que nunca llegase a ser dictada o bien que fue retenida por el Conse-
jo o el rey en persona impidiendo su publicación; la segunda, mucho más
frecuente, tiene su origen en el procedimiento de expedición de las senten-
cias.
En los tribunales locales de primera instancia la sentencia aparecerá
siempre o casi siempre en el sumario, dado que ésta se expedía como cual-
quier otro documento judicial, es decir, en el sumario se incluía el texto va-
lidado por el juez y corroborado por el escribano, y luego éste, tras su lec-
tura pública en la Sala de Audiencias, procedía a comunicarla mediante
notificación —en este caso siempre por escrito a las partes personadas
en la causa. Sin embargo, en los procesos seguidos en los tribunales reales
las sentencias se notificaban mediante Provisión Real, de modo que lo que
el juez o jueces elaboraban no era sino un borrador que servia para cum-
plimentar la Provisión Real o la Carta Ejecutoria; y una vez que ésta había
sido expedida, el borrador era destruido, o, en cualquier caso, lo único que
encontraremos en el sumario será ese borrador o un testimonio de la sen-
tencia validado por el propio escribano. Por este motivo las sentencias de
buena parte de los juicios celebrados en los tribunales reales sólo pueden
colocarse a través del Registro General del Sello, de diversos conjuntos de
sentencias que se archivaron en el A.H.N. o en los archivos privados de los
litigantes.
Procesalmente, las sentencias pueden clasificarse del siguiente modo:
164 Pedro Luis Lorenzo Cadas-so

1. Sentencias de vista: Se trata de sentencias en primera instancia, ya


fuesen de un tribunal inferior o local o de uno de los tribunales re-
ales superiores. A su vez, éstas pueden subdividirse en dos grupos:
de primera instancia, cuando son pronunciadas por el juez natural
del litigante; y de apelación, cuando se trata de un pleito de pri-
mera instancia llevado en apelación a un tribunal superior, normal-
mente uno de los reales superiores.
2. Sentencias de revista o suplicación: Son las dictadas por el mismo
tribunal que pronunció sentencia de vista, pero tras haberse pre-
sentado un recurso de apelación, que era resuelto en primer térmi-
no siempre por el mismo tribunal.
3. Sentencias de segunda suplicación: Son las dictadas por la Sala de
Mil Quinientas del Consejo de Castilla tras presentarse una apela-
ción contra una sentencia de revista. También las que resolvían las
Salas de Justicia de los Consejos tras apelarse las sentencias de un
juez de comisión, un juez de residencia o un juez pesquisidor

Una vez hecha pública la sentencia, los procesados podían presentar un


recurso de apelación, bien ante un tribunal superior —recurso de suplica-
ción o de segunda suplicación, según fuese el caso—, bien un recurso de
revista, que era presentado ante el mismo tribunal que había instruido la
causa. Si la apelación era admitida a trámite, cosa que se comunicaba, en
el caso de los tribunales reales mediante Provisión Real o siguiendo el pro-
cedimiento de cualquier auto en los tribunales de primera instancia, se em-
plazaba a las partes a la nueva vista y se abría un nuevo sumario.
Como último recurso, siempre quedaba la posibilidad de acudir direc-
tamente al rey mediante una Petición de Gracia, solicitando la anulación
de la sentencia mediante un Decreto de Gracia y Justicia o una Cédula de
suspensión.
El sumario suele cerrarse con una memoria de costas o tasación de co-
satas en la que se incluyen tanto los gastos generados durante el proceso
como las remuneraciones del personal. Luego, mediante el correspondien-
te auto, éstas eran distribuidas entre los encausados según las responsabili-
dades penales o civiles que les hubiera asignado el juez.
En el último bifolio de cada uno de los cuadernos que compongan el
sumario, el escribano incluirá la preceptiva diligencia de cierre.

IV TIPOLOGÍA Y CLASIFiCACIÓN DE LOS DOCUMENTOS


JUDICIALES

El insuficiente desarrollo de la diplomática moderna no nos permite


disponer hasta el presente de un repertorio exhaustivo de los documentos
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 165

circulantes en la época, ni siquiera de los expedidos por la Corte y sus or-


ganismos dependientes inferiores. Esta situación genera no pocas confu-
siones y, en cualquier caso, llena de incertidumbre cualquier trabajo de in-
vestigación, ya sea diplomático o archivístico. Por ello se hace necesario
comenzar clarificando qué es lo que debe entenderse por documentación
judicial, máxime teniendo en cuenta la confusión que existía en la época
entre las tareas político-administrativas y las judiciales.
Seguir un criterio estrictamente tipológico seria incorrecto, fundamen-
talmente porque era frecuente que determinados tipos documentales fuesen
utilizados indistintamente por todos los organismos burocráticos, fuese
cual fuese su funcionalidad. Es, pues, más correcto utilizar un criterío mix-
to, diplomático y funcional, de tal manera que sólo aquellos documentos
generados durante la tramitación de los pleitos merezcan la consideración
de judiciales y. de entre éstos, únicamente los que eran elaborados de
acuerdo con las normas procesales vigentes.
Esto supone descartar todos los documentos que, aun formando parte
en términos archivísticos de fondos judiciales, no eran expedidos de acuer-
do con las normas al uso fundamentalmente, documentación presentada
por las partes con finalidad probatoria— y toda la amplia gama de docu-
mentos informativos informales que se cruzaban entre los tribunales ins-
tructores y otras dependencias de la Administración o paniculares.
En conclusión, son documentos judiciales aquellos generados nor-
mativamente durante la tramitación de un proceso, respondiendo por tan-
to a necesidades funcionales del procedimiento. Genéricamente son de
dos tipos:

a) Documentos expedidos por el tribunal instructor u otros tribunales


superiores, fuesen intitulados por jueces u otros oficiales inferio-
res, ya tuvJesen carácter dispositivo o informativo.
b) Documentos expedidos por los litigantes, con carácter dispositivo,
probatorio, peticionario y alegatorio, ya fuesen intitulados por el
litigante directamente o a través de apoderado.

En principio, analizando la documentación judicial desde una pers-


pectiva teórica, el procedimiento se desarrolla como un diálogo entre el
tribunal y los litigantes, fuesen éstos varios o un único acusado, con la fi-
gura de escribano dando fe pública, debidamente registrada en el sumario,
de todos los pormenores de la comunicación. De ahí que todo documento
expedido por el tribunal sea preceptivamente asentado en el sumario con
validación notarial y notificado a los litigantes, quienes, a su vez, pueden
recurrir cualquier resolución judicial. Por su parte, todo documento expe-
dido por los litigantes y elevado al tribunal da lugar, cuando menos, a un
acta de recepción o a un auto de inclusión en el sumario, nuevamente va-
166 Pedro Luis Lorenzo Cadarso

lidadas por el escribano, y, si el asunto lo requiere —caso de tratarse de


una petición o un recurso—, a una resolución judicial que reiniciaría de
nuevo el proceso.
Además, el procedimiento sigue un modelo fijado por la legislación
procesal, con unas fases o termini, cada una con sus propias peculiaridades
en los sistemas de expedición de documentos.

IV. 1. DocuMENTos EXPEDIDOS POR EL TRIBUNAL

Los documentos expedidos por el tribunal instructor o por otras depen-


dencias jurisdiccionales que participaban en el desarrollo del sumario su-
ponen el núcleo esencial de la documentación judicial. La legislación vi-
gente otorgaba al juez un alto grado de discrecionalidad a la hora de dirigir
el desarrollo del proceso, de modo que sus documentos dispositivos son,
amén de un instrumento inquisitivo o sancionador, el hilo conductor de to-
do el sistema.
Podrían clasificarse en tres grandes grupos:

a) Documentos dispositivos: Aquellos que contienen órdenes resolu-


tivas o procedimentales.
b) Documentos probatorios: Aquellos que certifican la información
recibida o emitida y que será utilizada luego en los actos resoluti-
vos.
c) Documentos de oficio: Aquellos que durante el desarrollo del pro-
ceso el tribunal dirige, siempre dentro de las normas vigentes, a
otras instancias jurisdiccionales superiores, ya tuviesen carácter in-
formativo o peticionario. También los que elabora, para uso exclu-
sivo del propio tribunal, con la finalidad de certificar ulteriores do-
cumentos dispositivos.

Los documentos dispositivos pueden a su vez clasificarse según sus


destinatarios:

a) Dirigidos a los litigantes:


— Autos de procedimiento o de resolución.
— Decreto.
— Compulsorio.
— Apremio.
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvii... 167

Sentencia.
— Requerimiento.
b) Dirigidos a los empleados inferiores del tribunal:
Mandamiento.
c) Dirigidos a otras instancias jurisdiccionales:
— Requisitoria.
d) Destinatario genérico:
— Cabeza de proceso.

Los documentos probatorios, clasificados según su funcionalidad pro-


cesal, serían los siguientes:

a) Documentos inquisitivos:
— Información sumaria.
— Confesión.
— Tortura.
b) Documentos de certificación procesal:
— Diligencia.
— Fe o testimonio judicial.
Acta de recepción.
— Pregón.
— Notificación.
e) Documentos de legitimación del procedimiento:
Memorial ajustado.

Los documentos de oficio pueden subdividirse en dos grandes grupos


según su destinatario:

a) Documentos dirigidos a instancias jurisdiccionales superiores:


— Informe.
Exhorto.
b) Documentos internos procesales:
— Lista de cargos.
— Tasación de costas.
168 Pedro Luis Lorenzo Cadarvo

IV.2. DOCUMENTOS EXPEDIDOS POR LOS LITIGANTES

En este apartado no sólo incluimos los expedidos por las partes perso-
nadas en la causa, sino todos aquellos suscritos por un particular o una ins-
titución que participa en ella de algún modo sin ejercer función jurisdic-
cional.
Este conjunto heterogéneo de documentos pueden dividirse en cinco
grandes grupos:

a) Documentos dispositivos: Se encuadran en este grupo las escritu-


ras públicas por las que los litigantes designaban a sus represen-
tantes, bien directamente recurriendo a cualquier escribano —car-
tas de poder—, bien mediante declaración ante el juez —acta de
nombramiento de procurador—. También los poderes colectivos
que otorgaban las aldeas sin Ayuntamiento y otros tipos de corpo-
raciones vecinales y las cartas de traspaso de poder habituales en-
tre procuradores para cederse los casos.
b) Documentos probatorios: Se incluyen en este grupo los documen-
tos que son certificados notarialmente —con mayor valor en los
procesos—, tales como los testimonios o pruebas documentales
consistentes en copias insertadas o vidimadas y las probanzas o
pruebas testificales.
c) Documentos denunciatorios: Incluimos aquí los documentos origi-
nales validados por su autor o su procurador y que contenían in-
formación procesal acusatoria, los tnemoriales, anónimas o firma-
dos, y los informes de jueces o funcionarios públicos comunicando
delitos o aportando información sobre ellos. También las denun-
cias propiamente dichas, es decir, aquellas que conllevaban que su
autor se personase en la causa, tales como las querellas y las de-
mandas.
d) Documentos peticionarios: Son documentos procesales elevados
por los litigantes directamente o a través de procurador al tribunal
instructor, a otros tribunales superiores o a la Corte solicitando la
adopción de determinada medida procesal o la concesión de deter-
minada merced o gracia. También se deben incluir en este grupo
los recursos presentados por los litigantes contra las decisiones del
juez, las apelaciones, las recusaciones y las protestas.
Por últiíno, forman parte de este grupo los requerimientos que
litigantes o particulares en general podían presentar ante un
tribunal cuando disponían de una resolución favorable de otro
Los tribunales castellanos en los siglos xvi y xvi,... 169

tribunal superior, normalmente una Provisión Real u otros docu-


mentos dispositivos expedidos por la Corte o los Tribunales
Superiores.
e) Documentos alegatorios: Son los típicos de la fase plenaria del
proceso, consistentes en exposiciones razonadas de los argumen-
tos que obran en favor de cada litigante, bien replicando a las pre-
sentadas por la parte contraria, bien respondiendo a las acusacio-
nes formuladas por el juez.

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