Lo Que La Danza Se Llevó
Lo Que La Danza Se Llevó
Lo Que La Danza Se Llevó
Ese fastidio por las mañanas, sentirse calentito debajo de las sabanas y desear que esa
fuera la vida, ese fastidio por las mañanas transformado a una fuerza invisible que
atraía mi cuerpo al de mi madre para darle un beso de buenos días. Una mentira tan
grande como que no existen favoritismos entre papá y mamá, para mí siempre fue
claro que era ella con la que me quería quedar para toda la vida. Llamado berrinche
cuando no entienden que mamá es hogar. “Llévame mami” faltando mis dos dientes
de enfrente, le pedía que seamos ella y yo. Amada por tantos, ella sabía escuchar, me
atrevo a decir que muchos pedían de sus consejos solo para finalmente apreciar su
voz, sonreía y miraba directo a los ojos, su lenguaje corporal brindaba esa seguridad
que se necesita para confesarle todos tus pecados, y en el momento en que te
regresaba a la realidad con la frialdad de sus manos en las tuyas, te convertías en otro
de los tantos que aprendieron a quererla. La fragilidad con la que hacía las cosas, su
elegancia en comparación al quemeimportismo de mi padre, la familia nunca
comprendió por qué lo eligió a él, una bailarina prestigiosa con un hombre que
finalmente la hacía reír, y no muchos lograron esa genuinidad. Así era mi madre, mi
mejor amiga, aún me cuesta comprender por qué me abandonó.
Quedamos él y yo, su esfuerzo se refleja en los pocos minutos del día que
compartimos, los buenos días y buenas noches, nostálgicos que me recuerdan lo que
solía ser. Sus palabras simbolizan un claro intento de que yo no reflexione en qué sería
tener esa figura maternal, un vago intento de que yo concluya que no la necesito. La
pérdida lo ha obligado a trabajar desequilibradamente. Las autoridades del colegio, a
consecuencia de sus necesidades egoístas, pero imprescindibles, supieron cómo
aprovecharse de las de mi familia, y no vuelve hasta altas horas de la noche. He tenido
más tiempo con los libros que guarda debajo de su cama, él simplificaba las ciencias
complejas del mundo y le explicaba pausadamente lo que decían las páginas a esa niña
de 9 años, supongo que ya estoy lo suficientemente grande para entenderlo sola.
El proceso es tan complicado, el ambiente vacío de las noches le da apertura a mis
pensamientos para liberarse sin control y el desasosiego se siente cada vez más
presente. Cómo vivir con incertidumbre de la propia realidad, se fue. Es confuso, todo
se mueve tan rápido, no hay tiempo para respirar, pues, aunque no comprendo que
está pasando, hay obligaciones que tengo que cumplir para no desestabilizar el
sistema en el que vivimos. Relájate, inhala, mantén, exhala, no funciona. Me acuesto y
me levanto agitada, de repente estar con gente me da pánico. Mis manos me sudan,
mis piernas me tiemblan, estoy exhausta de hacer absolutamente nada, mi descanso,
pienso, me pongo la mano en el corazón y siento como mi ritmo cardiaco aumenta, me
hiperventilo y lo único que deseo es dejar de existir, dejar de moverme, ese es mi
descanso. La respuesta de mi cuerpo a una amenaza, huye de un animal salvaje, ese
incremento de flujo sanguíneo en mis músculos y el corazón o la activación intensa de
mi sistema nervioso central, ese mismo lugar que controla todas las funciones de mi
cuerpo. Son una respuesta, solo que, en mi caso, no hay animal salvaje.
Todo comienza en el sistema nervioso simpático, en el hipocampo, genera esta
hormona llamada ACTH (adrenocorticotropina), esa pequeña e insignificante región en
mi cerebro, en el lóbulo frontal, regula mi temperatura corporal, mi frecuencia
cardiaca, sed, hambre, ciclos de sueño y mi presión arterial. Me desmorono por algo
tan diminuto. Aparece la miserable ACTH y estimula las glándulas suprarrenales y
vierte a la sangre el cortisol, (glucocorticoide, encargado dar respuesta al estrés
aumentando la disponibilidad de energía) activa la síntesis de la hormona adrenalina a
lo largo del torrente sanguíneo, por situaciones absolutamente cotidianas y sin
importancia. La adrenalina actúa sobre mi sistema cardiovascular y lo acelera, me
dificulta la respiración , afecta las funciones corporales, la célula más primitiva de mi
cerebro se activa, convirtiendo acciones como golpear o huir a un estímulo, olvidé que
soy solo un animal.
Sentimiento de conocimiento absoluto, y si se trata de degustar los hechos de raíz, es
fácil pensar que el saber es la cura absoluta, pero no. Patético buscar identificarse para
que me pueda sentir menos lejana, un sueño utópico junto a mi familia, no digiero ser
justo la elegida para pertenecer a estas experiencias al azar. Sentirse bien, es lo
primero que veo que indagan los demás cuando levanto la cabeza, finalmente buscan
algo efímero. Una punzada en el centro del pecho interrumpe mi sobre pensar, lo
aplasto con fuerza y vuelvo. Otra vez estoy cansada. Cuando finalmente la luz se
extingue, los demás suponen en mí, esa calma, ya no escucho, ya no siento, piensan;
pero vivo en un duelo interno constante.
Ese día sentí un fastidio profundo por levantarme, imaginé de nuevo a mi madre
cegándome con la incandescencia del sol en la mañana para finalmente modificar mi
desagrado a puro amor sincero. Pero eso no fue lo que pasó, volví a recordar que esa
mujer descrita como perfección me abandonó. Los desayunos nunca más se volvieron
a apreciar de la misma manera y mientras me distraía con el ruido inevitable de la
cuchara contra del plato me di cuenta de que ya no quería seguir viviendo. Decidí no
asistir al colegio. Mi cerebro evaluaba el entorno para detectar estímulos que sean
relevantes y me saquen de la nostalgia, existía un ambiente tranquilo y armonioso
entre el buen clima del día y una melodía que provenía de la cocina, la soledad me
llevó a reducir la autoconciencia y la sensación de ser observada. El ritmo estimulaba la
corteza auditiva y otras áreas cerebrales relacionadas con la emoción y la memoria, no
sabría cómo describir la sensación de los niveles de cortisol por fin reduciéndose, Se
aumentaba la producción de neurotransmisores, la dopamina y la serotonina, la
regulación de mi estado de ánimo y la sensación de bienestar. No bailaba desde que se
fue.
Esa sensación de miedo e inquietud se anuló en el momento en que se redujo la
respuesta de los niveles de adrenalina y el sistema nervioso parasimpático actuó por
fin para brindarme calma con únicamente el movimiento rítmico de una canción sin
nombre. Ese día fue el inicio de nuevos pensamientos que me han llevado al día de hoy
reflexionar realmente en lo que la danza se llevó, los desequilibrios químicos en el
cerebro de mamá, la falta de serotonina y placer a la vida, la respuesta exagerada del
sistema nervioso simpático, estos circuitos hiperactivos que llevan a la impulsividad, y
quien sabe que otros factores la llevaron a la decisión de quitarse la vida. Mamá nos
abandonó, me abandonó, y la conciencia no recaerá sobre ella nunca, aquí en tu lecho
de muerte te lo digo, porque supe perdonarte, la oportunidad de envolverme en la
música como tú lo hiciste me deja sin rencor alguno, la danza se llevó mi deseo de
acompañarte.