Bruno Diglio Universidad Nacional de Quilmes Prof. Cora Gornitzky
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Cora Gornitzky
mientras que eran bienvenidos con piedrazos hacía los micros pensando que iban a asustar a
los propios jugadores del Rojo. Pero nada de eso pasó, los jugadores se agrandaban con
cada muestra de agresión cantando enardecidos “Aunque nos lleven la contra todos los
cuadros demás, será siempre Independiente, el orgullo nacional…”.
Cada vez faltaba menos y la ilusión era más grande. Ya en el estadio, la gente estaba
enloqueciendo, había más de cuatro mil almas rojas en la tribuna visitante esperando por
ver la gloriosa entrada de sus jugadores al Maracaná. Sin contar las otras cuatro mil que no
pudieron ingresar al estadio, ya sea por no tener entradas o por tenerlas, pero del lado de
Flamengo. Los minutos pasaban y cada vez se escuchaba menos, la hinchada local se hizo
sentir como si fuese una alarma de incendios. Hasta que de pronto, se escucha la canción de
la Conmebol por los parlantes erizando la piel de cada simpatizante. El momento llegó.
Los jugadores de los dos equipos salen al campo de juego pensando en un mismo objetivo,
pero los jugadores de Independiente siguen de largo hasta la mitad de la cancha para hacer
un saludo histórico proveniente de los años 60’ y 70’, las épocas doradas del club. Un
saludo digno de un vencedor, con los brazos en alto, girando hacía todos los puntos
cardinales: el Rey de Copas mostraba grandeza, juego limpio e historia. ¿La gente? en casi
el punto máximo de exaltación, cantando y gritando cómo si el mundo se acabase, teniendo
en contra a más ni menos que 70.000 hinchas del Flamengo que ensordecían a todo un
estadio completo. El partido más importante de los últimos tiempos estaba por comenzar.
El equipo salía de memoria: Campaña; Bustos, Alan Franco, Amorebieta, Tagliafico; Rodriguez, Domingo; Meza, Benitez,
Barco; Gigliotti.
Pitido del árbitro y arrancó el partido aproximadamente a las 20.50 de la noche en Brasil. El
Flamengo comenzó decidido, queriéndose llevar por delante al Rojo con la ayuda de su
gente que alentaba en las tribunas mientras un manto de humo de bengalas inundaba todo el
estadio. En los primeros minutos del partido, mientras los hinchas apenas podían ver lo que
ocurría en el campo de juego, sucedió la primera ocasión peligrosa del encuentro. Eran ni
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más ni menos que los primeros 4’ minutos del primer tiempo, luego de que el equipo titular
haya tocado rápidamente para sorprender a un Independiente que se estaba acomodando en
la cancha. Cuellar agarra la pelota y no duda en tirársela a Everton para que este desborde
por el extremo de la cancha tirando un centro peligroso, de esos que van tan al ras del piso
que pueden ser considerados como un pase. El delantero del equipo carioca no logra agarrar
la pelota y el peligro se aleja. Flamengo demuestra que no se achicará estando con su gente.
Los minutos pasan y la figura de Martin Campaña, el arquero del Rojo, se agranda atajando
una sensacional jugada de Everton, que corre hacía el vacío y recibe un excelente pase
quedando sólo contra un arquero que parecía imponerse como un paredón. Campaña
término atajando la jugada más peligrosa del partido. Flamengo incomodaba al equipo de
Avellaneda, pero no conseguía vencerlo, hasta que luego de una supuesta falta de
Amorebieta a un jugador Carioca a los 29’ minutos, cobran tiro libre y lo impensado
ocurriría: Diego tira el centro, la defensa de Independiente se desconcentra y aparece Lucas
Paquetá al lado del palo izquierdo del arquero para sentenciar el primer gol de la noche. El
Maracaná pareciera caerse abajo con los cantos ensordecedores de la hinchada local,
mientras que los jugadores de Independiente tomaban aire y charlaban entre ellos para que
no vuelva a ocurrir el mismo error. Calma y calma, pedía Nicolás Domingo haciéndole
gestos con la mano a sus compañeros.
Luego del gol, paradójicamente el partido cambia de rumbo y el equipo local en vez de
agrandarse con la victoria y el empate global del partido –resultado que le daría la copa al
Flamengo- comenzó a perder la intensidad que había logrado en la primera parte del primer
tiempo. Los once jugadores del Rojo sabían que en cualquier momento podían empatar,
pinceladas de Maximiliano Meza llevando la pelota y driblando defensores, tocando con
Benitez para adelante y haciendo correr a la joya del club: Ezequiel Barco, que hacía
cometer faltas a los rivales por no poder pararlo. Los del equipo de Holan, de alguna u otra
manera, se sentían superiores ante su rival. Esta fuerza no era obra de magia, sino de un
esfuerzo futbolístico y una sed de gloria que llevaba al equipo a ser indescifrable. Tan sólo
10 minutos después y precisamente a los 36’ minutos del primer tiempo, Maxi Meza
recupera en el medio y empieza su carrera por toda la mitad de la cancha mientras que los
futbolistas cariocas lo miraban sin poder pararlo, en su andar, encuentra a Barco y hacen
una pared cómo si se conocieran de toda la vida. Meza, disfrazándose de Bertoni, se mete
en el área y le cometen penal.
Los corazones se paralizaron y el pibe de tan sólo 18 años, Ezequiel Barco, mira
directamente a la pelota y va decididamente en busca de ella. Los once jugadores del
Flamengo estaban discutiendo con el árbitro mientras Barco colocaba la pelota en el punto
penal. Algunos jugadores locales se dieron cuenta e intentaron sacarlo del eje, pero resultó
imposible. Como si fuese poco, los jugadores más experimentados del Rey de Copas se
dieron cuenta y lo defendieron hasta que patease. Mientras tanto, Barco, seguía inmutable.
Llegó la hora del penal y el estadio se enmudeció por primera vez en todo el partido, tanto
los hinchas del Flamengo cómo los de Independiente, no dijeron ni una palabra, mientras
que, en ese preciso instante, el árbitro pitaría y Barco patearía al palo derecho del arquero,
con una entereza similar a la que tiene un jugador con mucha experiencia. El pibe salió
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corriendo a festejar su gol mientras los compañeros se abrazaban entre ellos, el desaforado
grito de gol de los hinchas de Independiente enmudeció a todos los hinchas del Flamengo.
La gente se abrazó y alentó más que nunca: “Vamos, vamos los Rojos, vamos, vamos a
ganar, porque tenemos aguante, tenemos aguante de verdad, vamos a dar la vuelta en el
Maracaná”.
El equipo local se vino abajo y los minutos que continuaron hasta el final del primer tiempo
fueron su máxima demostración: faltas innecesarias, equivocaciones, peleas entre los
mismos jugadores del equipo e incluso con los jugadores de Independiente, que
astutamente, ganaban tiempo mientras se peleaban con los cariocas.
El segundo tiempo empieza en conjunto con el nerviosismo y la ansiedad del Flamengo por
necesitar un gol para ir a penales y dos para salir campeón. El equipo local atacó a pura
velocidad y gambeta, pero sin inteligencia, haciendo que cada vez más la defensa de
Independiente gane confianza. Hasta aproximadamente los 58’ minutos del segundo
tiempo, parecía que el Flamengo no paraba de atacar, pero todo se derrumbó cuando el
“Puma” Gigliotti le robó una pelota en mitad de cancha a Rever e hizo una corrida
Maradoniana que dejó a más de un corazón sin latir por unos segundos. Corrió como nunca
lo había hecho en su carrera, con una velocidad que no era característica en él, pasándose al
último defensor que lo esperaba y tomando la atrevida decisión de picarle la pelota al
arquero. La pelota estaba a milímetros de entrar y milagrosamente, vaya a saber cómo, Juan
pellizcó el balón y la sacó del arco rival. Los mismos hinchas del Flamengo se agarraban la
cabeza, no se podía creer lo que pasó, y tampoco, lo mal que estaba jugando el equipo local
en esos minutos.
En ese preciso momento los jugadores de Independiente volvieron a sentirse protagonistas
y deslizaron un juego espectacular en el Maracaná. Ni bien el portero del Fla sacó de su
arco, los jugadores del Rey de Copas ya habían recuperado la pelota y comenzaron a
moverla de un lado hacía otro. Para ser preciso, desde el minuto 60 hasta el 63 el Rojo
había realizado 20 toques sin parar, pases de taco, cambios de banda desde la izquierda
hasta la derecha, enganches para el medio y para afuera. Jugada que terminó con el
mismísimo arquero, Martín Campaña, haciéndole un amague al delantero del Flamengo: un
partido no apto para cardíacos.
Lo cierto es que Independiente jugó desde ese entonces hasta que terminó el partido, como
si estuviese en el patio de su casa. Cuando tenía que defender, lo hacía y se replegaba, pero
cuando tenía la pelota y atacaba, los locales no podían ver la pelota. Un partido que parecía
orquestado por un matemático, cómo si se tratase del equipo del mismo Pitágoras, un
equipo que triangulaba y hacía circular la pelota por toda la cancha. Imagínense una banda
musical tocando con violines de fondo al mismo ritmo en el que se movía la pelota.
Independiente era local en el mismísimo Maracaná.
Campaña se disfrazó de Santoro, Bustos parecía Clausen, Franco parecía Villaverde,
Amorebieta parecía Trossero y Tagliafico, si me decían que era el hermano perdido del
“chivo” Pavoni, me lo creía. En el medio, Nicolás Domingo y Diego Rodriguez, me hacían
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acordar a Marangoni. Meza jugó como Bochini, Benitez pensó como Giusti y Barco corrió
como Burruchaga. El puma, fantástico, era el calco de Bertoni.
Eran los últimos minutos e Independiente ganaba tiempo cómo sea, los suplentes pedían la
hora haciendo señas de que ya no había tiempo para más. Mientras tanto, el partido seguía y
los corazones pedían por favor que terminase el encuentro. Flamengo tuvo alguna ocasión
que intentó, pero no pudo. Eran los 90’, habían adicionado solamente tres minutos más y
Tagliafico corta una contra del equipo local, se la da a Barco y este corre por toda la cancha
dejando atrás a medio equipo del Flamengo hasta que un defensor logra interceptarlo
pegándole desde atrás y haciendo ocurrir lo esperado: una pelea en el medio de la cancha
comienza entre el arbitró y los jugadores de ambos equipos, mientras que algunos
muchachos del Rojo sonríen sabiendo que están actuando perfecto mientras ganan minutos
importantes. De fondo, se escuchaba la voz inquebrantable de los hinchas del Rey cantando
“Y dale, dale el rojo, y dale, dale el Ro”, piel de gallina para cada hincha de Independiente
que estaban a minutos de salir campeones por segunda vez en el Maracaná. El árbitro
reanuda el partido a los 92’ y el equipo Carioca hace su último intento por llevar la serie a
penales, y aunque no lo crean, estuvieron a unos centímetros de lograrlo: Vinicius Júnior
tira un centro al área de Independiente y Martín Campaña sale del área para atrapar la
pelota, cayendo en el intento y sin poder lograrlo, esta queda picando en el área y Rever,
como si fuese delantero centro, le pega al arco pasando cerca del travesaño. Los corazones
de cada uno de los hinchas de Independiente, que se paralizaron por unos segundos,
respiraron con alivio. El arquero sacó del arco hacía el medio y el árbitro decidió darle final
al partido más importante de los últimos tiempos para el Rey de Copas. Los muchachos se
abrazaban entre ellos, los chicos que venían de pelearla en reserva, y que ahora eran
campeones, lloraban desconsoladamente sin poder creer la hazaña que habían logrado,
mientras que las máximas glorias de Independiente cómo Pavoni y Santoro entraron a la
cancha para abrazar al DT, Ariel Holan.
Tagliafico, con la cinta de capitán pegada en su brazo, levantaría la Copa Sudamericana
haciendo saber a todo el mundo, que el Rey de Copas sólo se había tomado un descanso
para volver más fuerte que nunca.