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De Trazegnies, Fernando - La Responsabilidad de Los Directores de Sociedades

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LA RESPONSABILIDAD DE LOS

DIRECTORES DE SOCIEDADES

Fernando de Trazegnies Granda·

Sumario: l. Introducción.- l. La evolución reciente de la responsabilidad de

los Directores.- 2. La necesidad de regulación.- 3. El Directorio dentro de

los diferentes tipos sociales de sociedades anónims.- II. Bases de la respon­

sabilidad de los Directores.- 1 . El núcleo de la responsabilidad del Directo­

rio.- 2. Las causas de responsabilidad.- a. Los l í m i t e s del estatuto.- b.

Los deberes de administración.- c. Los conflictos de interés.- III . La ac­

ción contra los Directores.- 1 . La pretensión o acción social.- 2. La acción

o pretensión individual.- IV. La actual extensión de la responsabilidad de

los Directores.- l. La responsabilidad derivada de la participación en el

mercado de valores.- 2. La responsabilidad en materia de contaminación.-

3. La responsabilidad en caso de daños por terrorismo.- V. Conclusión

l. INTRODUCCIÓN

l. La evolución reciente de la responsabilidad de los Directores

La responsabilidad de los Directores de las sociedades comerciales

se encuentra conceptualmente ubicada dentro de ese espacio incier­

to en el que el Derecho Comercial y el Derecho Civil se superpo­

n e n . Podríamos decir quizá que aquí e n co n t r a m o s una p ru e b a de

que la división entre estas ramas del Derecho no está basada en la

naturaleza de los hechos que estudian sino quizá en el espíritu con

que los estudiosos de una y otra abordan el p ro b l e m a . En el fondo,

el Derecho Comercial se separa del ius co m m u n e en la Edad Media

· Catedrático de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú.


184 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

porque los comerciantes necesitaban que sus relaciones fueran regi­

das por normas y administradas por personas con bastante mayor

flexibilidad e imaginación que las de los razonamientos y actitudes

más tradicionales del Derecho Civil. Esta resistencia del Derecho

Civil a la novedad ha provocado también otras deserciones; entre

otras, la del contrato de trabajo que ha pasado a forma parte de un

Derecho Laboral que pretende independencia frente a los principios

civilistas.

En todo caso, no cabe duda de que una de las responsabilidades

que han adquirido caracteres más dramáticos y preocupantes en los

últimos años es la de los Directores de las sociedades comerciales,

en t a n t o que m i e m b ro s de un organismo que tiene a su cargo la

administración de la sociedad.

H a s t a hace p o c o , cuando m e n o s en el Perú, el Director de una

empresa era una persona elegante, que se encontraba en la cúspide

de la clase social, dedicada a los negocios, dentro de un mundo en el

que todo eran derechos y pocas las obligaciones. Ciertamente, los

Directores de las sociedades se sentían en la práctica al margen de

toda responsabilidad y a nadie se le hubiera ocurrido atribuirles al­

guna, aunque uno que otro artículo de la ley parecían permitirlo. El

Director era un « s e ñ o r » , que estaba por encima del común de los

mortales y a quien no se le podía exigir nada. Ellos, por principio,

administraban la empresa de la mejor manera posible y nadie podía

dudarlo. En todo caso, si a la empresa no le iba bien no era por cau­

sa que se pudiera atribuir al Director sino porque así es la suerte de

las empresas: a veces los negocios son buenos y a veces los nego­

cios son malos, sin que pueda imputarse responsabilidad a nadie en

este último caso. Incluso, habían Directores llamados «de favor», es

decir, que hacían el favor de prestar sus nombres ilustres para darle

un mayor viso de respetabilidad a la empresa. Por consiguiente, no

podían ser responsabilizados de nada y, más bien, ellos eran acree­

dores de todos los agradecimientos.

En otros p a í s e s de capitalismo más avanzado, la si t ua ci ó n era

distinta: el Director era una suerte de profesional de los negocios y,


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES 185

como tal, tenía la responsabilidad, frente a quienes lo nombraron,

de ser un buen profesional. Por consiguiente, s u s mandantes, los

accionistas de la empresa, tenían a su vez derecho de exigirle un

trabajo eficiente y responsabilizarlo por los errores y negligencias.

Sin embargo, aun cuando había así una cierta exigencia, no debe

pensarse tampoco que era tan dramática. Y, en todo caso, no pasaba

de ser una responsabilidad comercial q u e era sancionada simple­

mente con su no re-elección en la próxima Junta de Accionistas.

Ahora las cosas han cambiado radicalmente. Las responsabilida­

des se han actualizado, ampliado y ejecutado en forma antes incon­

cebible. No sol am ente puede haber responsabilidades tributarias

personales del Director solidariamente con la empresa sino que in­

cluso alcanzan a los Directores las responsabilidades por daños y

perjuicios y hasta las responsabilidades penales por las decisiones

tomadas o por las no tomadas en la empresa.

2. LA NECESIDAD DE REGULACIÓN

Pero antes de entrar al tema, me gustaría que hiciéramos un paseo

algo más abstracto, pero de una importancia enorme. Cuando se

habla de capitalismo y de economía de mercado, viene a la mente

una economía abierta, que anima la sociedad toda, en la que encon­

tramos un ritmo muy dinámico de inversiones, la gente se asocia

libremente una con otra para hacer negocios (grandes o pequeños),

ellos mismos ponen sus condiciones de asociación, el capital de ries­

go fluye, los ahorros se movilizan, la bolsa de valores se activa y

todos ( obreros y patrones) se sienten capitalistas. Pero si todo esto

se logra con la libertad y con la iniciativa privada, ¿ p o r qué tienen

que imponerse ciertas normas bajo la forma de leyes que recortan

la libertad y la iniciativa privada? ¿ Por qué hay normas legales so­

bre responsabilidad de los administradores, obligatorias para todos?

Desde un punto de vista estrictamente liberal, quizá lo mejor se­

ría que los socios de cada sociedad determinaran en su respectivo


186 f ER N A N D O DE TRAZEGNIES GRANDA

estatuto l a s r e s p o n s a b i l i d a d e s de s u s a d m i n i s t ra d o r e s . En esta for­

ma, todo se regularía a l a m e d i d a . No habría u n a i n t e r f e r e n c i a de

fuera que me imponga cómo organizar mi propia sociedad . . . o, qui­

zá m á s p ro p i a m e n t e , n u e s t ra p ro p i a s o c i e d a d . H a b l a n d o en fo r m a

más g e n e ra l , ¿ p o r q u é u n a e c o n o m ía li b e r a l debe i m p o n e r reglas

generales cuando dentro del li b e r a l i s m o l a libertad individual es lo

q u e p r i m a ? C a d a u n o debería s e r li b r e de organizar su vida co m o

quiere, p o r lo que debe existir u n a plena autonomía contractual. Si

un grupo de p e r s o n a s c o n s ti t u y e u n a sociedad en la q u e l o s admi­

n i s t r a d o r e s no ti e n e n n i n g u n a r e s p o n s a b i li d a d , ¡ allá e ll o s ! Así lo

q u i s i e ro n y no se pueden quejar. P ro b a b l e m e n t e nadie en c i r cu n s ­

ta n c i a s n o r m a l e s invertirá en una sociedad de este tipo, donde los

a d m i n i s t r a d o r e s pueden levantarse en peso a t o d o s los a c c i o n i s t a s .

Pero la capacidad de atraer inversión es también parte de las opcio­

n e s libres que realizan los socios fu n d a d o r e s . Quizá ellos no tienen

interés en la inversión foránea, quizá t i e n e n plena confianza en sus

administradores, quizá ellos mismos son s u s propios administrado­

r e s . No l e s i n t e r e s a u n a g a r a n t ía legal q u e se i m p o n g a s o b r e su

propia voluntad. De esta forma, el Derecho societario y el Derecho

contractual liberal deberían tener una sola regla, i . e . , lo que vale es

lo q u e decidan las personas, sea respecto de sus actos propios, sea a

través de un contrato en los actos participatorios, sea a través de un

estatuto en los actos societarios. Y punto.

En otras palabras, hay q u e darle fuerza de ley a la voluntad libre

de las personas, sea en actos unilaterales, sea en actos c o n c e r t a d o s .

Todos conocemos la e x p r e s i ó n : «el contrato es ley entre las partes»;

y el esta tu to social es ley entre los s o c i o s . ¿ Qué más n e c e s i t a m o s ?

¿ P o r q u é el E s t a d o t i e n e que i m p o n e rn o s r e g l a s a d i c i o n a l e s a las

que podemos crear nosotros m i s m o s ? Hablando en términos jurídi­

cos, ¿ por qué, además de las reglas supletorias, tiene que existir re­

glas imperativas, e n t r e ellas, las q u e e s t a b l e c e n la r e s p o n s a b i li d a d

de los a d m i n i s t ra d o r e s ?

Para reflexionar sobre este tema crucial, un punto que debemos

tener muy p r e s e n t e desde el inicio es q u e li b e r a li s m o n o significa


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
187

anarquía; y que -precisamente y paradójicamente- para lograr la li­

bertad, hace falta q u e existan n o r m a s que la li m i t e n . Si no tuviéra­

mos leyes imperativas que establezcan ciertos patrones de conducta,

no tendríamos posibilidad de prever la forma como se va a actuar. Y

sin previsión, no hay libertad. Porque la libertad no es una jugada al

azar, no es andar tropezando en la oscuridad. La libertad es una op­

ción consciente, es decir, una opción que supone conocer hasta donde

sea posible las consecuencias de nuestras decisiones. He puesto mu­

chas veces el mismo ejemplo, pero no tengo inconveniente en repe­

tirlo. Cuando hay una congestión de tránsito por falta de semáforo,

si todos los a u t o m o v i li s t a s intentan p a s a r a la vez todos q u e d a r á n

bloqueados. Los más «vivos», por así decirlo, se meten por la berma,

adelantan a muchos otros arrojándoles todo el polvo que levantan a

su paso, pero quedan también finalmente bloqueados por un gigan­

tesco ómnibus atravesado en el crucero que cierra totalmente el paso.

La libertad individual de cada chofer de intentar una solución propia

para llegar al destino que se han propuesto, fracasa de la manera más

estrepitosa. Nadie llega a destino; cuando menos, nadie llega a tiempo

al destino que se ha propuesto. En cambio, si existiera una regla im­

plícita en el sentido de que, cuando suceden estas situaciones especia­

les, p a s a a lt e rn a ti v a m e n t e un automovilista de un lado y o t ro del

otro, uno siempre espera que pase el otro, todos habrían pasado más

fácilmente. El objetivo libre de cada chofer era llegar a un cierto des­

tino; y, no cabe duda, ese objetivo se logra mucho m á s eficientemen­

te, con un cierto o r d e n , es decir, la libertad se logra con una cierta

restricción de la libertad, con un cierto recorte o reglamentación: no

pasa quien quiera sino que uno tiene que reprimir su libertad de pa­

sar a fin de que pese el otro y, de esta manera, pueda hacer después

uso de tal libertad de manera productiva. Paradójicamente, la espera

acelera, de la misma forma que el orden y las restricciones aumentan

la libertad de acción.

En las sociedades comerciales sucede lo mismo. Existen leyes im­

perativas que parecen limitar la libertad individual p e ro que, en el


188 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

1
fondo, la hacen viable. Sin ellas, la libertad sería un caos; y dentro

de un caos ya no hay libertad. De esta manera, la libertad -que es

un desorden, en su origen- llama al orden en su auxilio; y se pro­

duce una dialéctica, que está siempre en movimiento, entre libertad

y orden, sin la cual no hay vida humana organizada.

Las normas sobre responsabilidad de los administradores respon­

den a esta necesidad de orden y de exigibilidad social que, aunque

limiten ciertas conductas y coloquen cargas sobre ciertas decisiones,

no están hechas para recortar la libertad sino precisamente para ha­

cer que la libertad fluya con sus máximas capacidades, no permi­

tiendo que las libertades se obstruyan entre sí, de manera que to­

dos resulten siendo menos libres.

3. EL DIRECTORIO DENTRO DE LOS DIFERENTES TIPOS SOCIALES DE SOCIEDA­

DES ANÓNIMAS

De conformidad con la Ley General de Sociedades, son administra­

dores de la sociedad los Directores y el o los Gerentes y algunos

otros funcionarios. Pero, si ustedes me lo permiten y para no malo­

grarles no solamente el almuerzo sino también el postre, voy a tra­

tar sólo de las responsabilidades de los Directores. Pero, no voy a

referirme a las responsabilidades tributarias de los Directores -lo

que no es mi especialidad- para centrarme en las responsabilidades

societarias.

Casi todas las legislaciones en materia de sociedades suelen otor­

gar práctjcamente todo el poder de administración al Directorio,

salvo en aquello que haya sido expresamente reservado a la Junta

de Accionistas. Sin embargo, casi todas reconocen también que los

1
« [ . .. ] si algún uso de la libertad es un o b s t á c u lo a la libertad, [ . .. J en este

caso la resistencia que se le opone, como que va destinada a hacer ceder el

obstáculo a la libertad, está conforme a la libertad según leyes generales».

Immanuel Kant: Principios metafísicos de la doctrina del Derecho. México:

UNAM. 1968, p. 34.


. LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
189

Directores no gobiernan directamente la sociedad sino que lo hacen

por intermedio de la Gerencia General, las Gerencias especializadas

y otros funcionarios de la empresa. Por consiguiente, el status del

Directorio es el de un gobierno de carácter menos directo, más ge­

neral que el de la administración propiamente dicha de la empresa;

pero ésta última, siendo la que lleva adelante el manejo cotidiano y

efectivo de la empresa, está sin embargo sujeta a la dirección del

Directorio. La función del Directorio es, entonces, bastante sutil:

manda sin mandar directamente; dirige, pero se ve obligado a con­

fiar en las informaciones de la Gerencia y en la manera como ésta

pondrá en práctica las políticas. De ahí que sus responsabilidades

deban ser muy balanceadas: ni tanto que nadie acepte ser Director

porque es imposible estar libre de error o de falta de información;

ni tan poco que el Directorio pierda su función directriz.

El imaginario popular, cuando menos a un cierto nivel, piensa el

Directorio como un conjunto de elegantes y respetables señores de

cabello cano -y ahora también señoras- sentados alrededor de una

gran mesa de caoba, bajo el cuadro del fundador de la empresa, que

cambian ideas parsimoniosamente y a los que los Gerentes los en­

tretienen de cuando en cuando con presentaciones audiovisuales

mostrándoles cuadros que entienden poco pero que todos conside­

ran muy interesantes.

Sin embargo, no solamente esa es una grotesca caricatura inspi­

rada quizá en las imágenes bastante estereotipadas de los folletos

que contienen la Memoria anual de algunas compañías, sino que

además debemos notar que el papel de los Directores, los criterios

para ser elegidos como tales y su mayor o menor independencia

frente a los accionistas, puede variar notablemente dentro de la or­

ganización societaria moderna según los tipos de sociedad.

Pensemos, por ejemplo, en una sociedad familiar constituida por

un inmigrante italiano ya fallecido, en la que su esposa, convertida

en la abuela viuda, se ha convertido en una super Mamma y ma­

neja férreamente la sociedad corno Presidente del Directorio siendo


190 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

sus hijos los D i r e c t o r e s y sus n i e t o s l o s g e r e n t e s y funcionarios


2
ejecutivos. No cabe la menor duda de que el cargo de Director en

este caso -y, consiguientemente, su responsabilidad efectiva- es

muy diferente de aquella otra sociedad, pequeña también, que re­

sulta de tres p e r s o n a s con una relación tenue entre ellas, que se

unen y aportan capital para realizar un negocio juntos y ellos mis­

mos son los socios y los directores, confundiéndose el rol del Direc­

torio y el de la Junta. O esa otra sociedad en la que los socios colo­

can algunos amigos corno Directores de favor, debido a que tienen

prestigio en el mundo de los negocios, pero sin esperar de ellos un

verdadero interés en la: marcha de la sociedad. Pensemos, por otra

parte, en la gran sociedad donde hay fuertes grupos de poder que se

disputan sutilmente el Directorio, frente a un conjunto de accionis­

tas minoritarios que muchas veces q u e d a n reducidos al papel de

meros espectadores. O todavía esa otra gran sociedad abierta en la

que los accionistas no adquieren las acciones para controlar la em­

p r e s a sino como una forma de inversión especulativa, de manera

que la Junta General tiene poca importancia y son los administra­

dores quienes gobiernan la sociedad en forma independiente, como

si fueran los dueños.

Sin embargo, la Ley General de Sociedades no hace mayores dis­

tingos entre estas situaciones sino que se limita a establecer gran­

des criterios generales que deben ser concretizados por la costum­

bre, p o r la d o c t r i n a o p o r la j u r i s p r u d e n c i a , al m o m e n t o de su

aplicación en cada caso diferente.

Vamos a revisar cuáles son esos criterios generales. Pero quisiera

hacerles notar también que aunque en nuestro medio la Ley Gene­

ral de Sociedades es bastante sobria al respecto y no ha habido sino

muy pocos c a s o s de controversias sobre el tema, no cabe duda de

2
La desregulación de la sociedad anónima como consecuencia de su carácter fa­

miliar ha sido estudiada por el autor en Femando DE TRAzEGNIES: La idea de

Derecho en el Perú republicano del S. XIX. Lima: Fondo Editorial Pontificia

Universidad Católica del Perú. 1980, pp. 203-205.


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES 191

que la tormenta c a u s a d a en los Estados Unidos y en otros países,

produce una marejada que llega hasta nuestras costas y que se hará

sentir tarde o temprano. No puede descuidarse el hecho de que los

Directores de Worldcom tuvieron que paga 18 millones de dólares

para llegar a una transacción con los accionistas que los habían de­

mandado en una class action; y los diez Directores de Enron paga­

ron 13 millones de dólares con el mismo objeto.

II. BASES DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES

l. El núcleo de la responsabilidad del Directorio

El aspecto nuclear de la responsabilidad de un Directorio es la pro­

tección del patrimonio de los accionistas y su incremento debido a

la buena gestión comercial. Para cumplir con esto, el Directorio de­

berá seleccionar a un buen Gerente General, vigilar la contratación

de l o s altos ejecutivos, establecer los lineamientos de la actividad

económica de la empresa, planear estrategias de mercado, aprobar

los estados financieros antes de ser presentados a la Junta de Accio­

nistas, pensar en las conveniencias de aumentos de capital, emisión

de bonos o de fusiones o adquisiciones de otras empresas, supervi­

sar la marcha normal de la compañía, etc.

Este núcleo se subdivide en varios tipos de r e s p o n s a b i li d a d e s .

Para exponer la cuestión en forma ordenada, voy a organizarla en

varias subcuestiones, que pudieran ser las siguientes: ( a) por qué

causas son responsables los Directores; (b) hasta qué punto son res­

ponsables; y ( c) ante quién son responsables.

2. Las causas de responsabilidad

Quizá, el aspecto más complejo y más crucial es el primero: ¿ cuál

es la responsabilidad de los Directores, a qué se encuentran sujetos,

cuáles son la causas por las que se les puede exigir responsabilidad?
192 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

La Ley General de Sociedades establece en su artículo 177 que

los Directores son responsables por los daños y perjuicios que cau­

sen por los acuerdos o actos contrarios a la ley, al estatuto o por los

realizados con dolo, abuso de facultades o negligencia grave. Pero,

¿ esto qué significa? Para entender un poco mejor los términos de

esta responsabilidad debemos comenzar por ver qué es lo que la ley

exige de los Directores. El artículo 171 prescribe que los Directores

deben desempeñar el cargo con la diligencia de un ordenado comer­

ciante y de un representante leal.

La doctrina y jurisprudencia norteamericana ha calificado a los

deberes del Director como fiduciarios; y, en realidad, aun cuando

este término no pertenece a nuestra tradición jurídica, creo que es

una buena adquisición porque refleja muy bien lo que se espera de

estos administradores: el Director responde por la fe que han pues­

to en él los accionistas para que actúe en la mejor forma en función

de los intereses de la sociedad, lo que incluye los intereses de los

accionistas dentro de la sociedad. Esta fe puede ser ciega, cuando el

accionista no tiene ningún interés en verificarla, como sucede en el

caso de los meros inversionistas en acciones: si escuchan que el Di­

rectorio puede no estar actuando adecuadamente, salvo casos muy

críticos, no van a iniciar una investigación ni a exigir daños i per­


juicios sino que van a vender lo antes posible sus acciones. Otras

veces la fe puede ser vigilada muy de cerca por los grandes grupos

de accionistas, por los accionistas minoritarios o, en las empresas

familiares, por mecanismos extrajurídicos. Pero todas estas situacio­

nes están regidas por las mismas normas legales sobre responsabili­

dad. La única distinción, a nivel del orden legal, respecto de las for­

mas de control a los administradores no se encuentra en la Ley

General de Sociedades sino, de alguna forma, cuando se trata de so­

ciedades abiertas que cotizan en bolsa, en las leyes sobre la actua­

ción dentro del mercado bursátil. Pero, cualquiera que sea el grado

de control legal, la naturaleza de las obligaciones del administrador

se funda siempre en la fe, en la confianza que ha sido puesta en él

para administrar un patrimonio que le es ajeno o, cuando menos,

parcialmente ajeno. La doctrina suele distinguir entre los deberes

fiduciarios (que se referirían a la exigencia de ser un leal represen-


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
193

tan te) y los deberes de diligencia ( que se referirían a la exigencia de

actuar como un ordenado comerciante). Sin embargo, pienso que el

término fiduciario puede aplicarse con toda propiedad a ambos

conceptos, por cuanto la confianza depositada en el Director abarca

estos dos aspectos indisolublemente.

La doctrina clasifica, en términos generales, los deberes del di­

rector en tres rubros. En primer lugar, el director no puede actuar

contra o más allá de lo dispuesto en el estatuto. En segundo lugar,

el director tiene una función de dirección u orientación de la em­

presa y además una responsabilidad de vigilancia. Y, por último,

tiene una responsabilidad de lealtad, por lo que no puede incurrir

en conflicto de interés.

Vamos a revisar cada uno de estos puntos, en orden.

a. Los límites del estatuto

La regla de que el director no puede actuar contra o más allá de lo

dispuesto en el estatuto es conocida también como la prohibición

ultra vires, expresión latina en la que ultra significa, como todos

saben, «más allá» y «vír» significa fuerza. Por tanto, actuar ultra

vires es actuar más allá de las propias fuerzas, de su propia legiti­

midad. Como sabemos la fuerza, el poder, la capacidad de acción y

la legitimidad de los actos de un director están determinados y en­

cuadrados dentro del marco que impone el estatuto acordado por

todos los socios. Por consiguiente, actuar ultra vires es actuar con­

tra el estatuto. En realidad, se trata de una situación irregular y ex­

cepcional, a diferencia de las situaciones que veremos dentro del si­

g u i e n t e t i p o de r e s p o n s a b i l i d a d e s . E s t a a c t u a c i ó n ultra vires

presenta una casuística bastante variada: puede consistir, por ejem­

plo, en realizar negocios no comprendidos en el objeto social de la

empresa; o también en aprobar en el Directorio aspectos que han

sido reservados a la Junta de Socios. En todos estos casos, el princi­

pio es que aquel que haya contratado con la sociedad o el tercero de

buena fe no se perjudica por los actos de la sociedad que excedan de

los límites de las facultades de cada órgano, incluso cuando estas


194 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

operaciones comprometan a la sociedad en negocios no comprendi­

dos dentro de su objeto social. Sin embargo, los socios, directores o,

en general, administradores que los hayan llevado a cabo responden

frente a la sociedad por los daños y perjuicios que le han causado

por ese motivo.

b. Los deberes de admínistración

El segundo tipo de deberes al que me he referido corresponde a los re­

lativos a la administración ordinaria de la empresa. Estos a su vez pue­

den dividirse en dos categorías: los deberes de toma de decisiones y los

deberes de vigilancia. La doctrina norteamericana, muy acostumbrada

a estos temas, habla de decision making y de oversight.

En lo que se refiere a la toma de decisiones, el criterio funda­

mental es el que da la propia Ley General de S o c i e d a d e s : actuar

como un ordenado comerciante. Esta expresión puede parecer muy

vaga y, sin embargo, tiene implicancias muy graves.

Este es un deber de diligencia. Sin embargo, notemos que con

esta expresión la ley prescribe un standard de diligencia IJ1ás alto

que el normal. En circunstancias ordinarias, se pide a la persona

que en sus relaciones sociales actúe como un buen padre de familia.

Esta es una expresión que viene del Derecho romano y que todavía

la usamos frecuentemente en el Derecho Civil, que debe ser enten­

dida como la obligación de actuar de una manera razonable, sensa­

ta, normalmente alerta y adoptando los r i e s g o s ordinarios de la

vida. Es casi la ley del sentido común. En cambio, al director se le

sube la valla y se le obliga bajo responsabilidad a saltar más alto:

tiene que actuar como un ordenado comerciante, es decir, no como

un hombre común y corriente sino como una suerte de profesional

o especialista al que llamamos comerciante. Este comerciante tiene

un mayor conocimiento y una mayor experiencia que el hombre

común y corriente en materia de negocios. Por tanto, no se le pue­

de exigir sólo sentido común sino también diligencia profesional.

El comerciante también es capaz de tomar riesgos más difíciles


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES 195

que el hombre común porque se supone que puede calcular mejor

las posibilidades. Pero ser un ordenado comerciante si bien significa

tomar riesgos con mejor conocimiento de causa, no significa ganar

siempre. A veces se pierde, porque así es la vida de los negocios. Y

el director no puede ser responsabilizado por cada pérdida de la em­

presa. Es por ello que se adopta el standard de la diligencia comercial

y no del resultado exitoso: si el director actuó debidamente informa­

do como corresponde a un buen comerciante, tomó una decisión ra­

zonable y profesional dentro de ese contexto y obró de buena fe, no

es responsable si el resultado no es el que se esperaba; porque se pre­

sume que existen una serie de otros factores que escapan a su con­

trol y que determinan finalmente el resultado del negocio.

Este s t a n d a r d o regla o criterio -conocido en inglés como la

« B u s i n e s s Judgment R u l e » - está previsto expresamente en la pro­

pia ley en 50 de los Estados de los Estados Unidos de Norteamérica,

lo que no parece mala idea. En el Perú, la ley ha preferido dejar el

tema bastante abierto con la sola mención del ordenado comercian­

te; pero no me cabe la menor duda de que nuestros Tribunales apli­

carían el standard frente a un caso concreto, por la vía de la inter­

pretación del artículo 171 de la Ley de Sociedades.

La Corte Suprema de Canadá confirmó una sentencia de la Cor­

te de Apelaciones de Québec que define extraordinariamente bien


3
el criterio de la « B u s i n e s s Judgment R u l e » : «La Corte quiere ver si

los Directores adoptaron u n a decisión razonable, no una decisión

perfecta. En la medida que la decisión tomada está dentro del rango

de razonabilidad, la Corte no debe sustituir su propia opinión a la

del Directorio, aun cuando lo sucedido posteriormente puede susci­

tar dudas sobre si tal decisión era correcta. En la medida de que los

Directores han escogido una de las posibles alternativas razonables,

3
Canadá: Decisión de la Corte Suprema de 29 de Octubre de 2004 en el caso

Peoples Department Stores (Trustee of) vs. Wise, confirmando la decisión de

la Corte de Apelaciones de Québec de Febrero 2003. Las itálicas del texto son

originales.
FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA
196

la Corte debe guardar deferencia hacia la opción escogida. La for­

mulación de la deferencia a la decisión del Directorio es lo que se

conoce como la <regla de juicio en caso de negocios> (business judg­

m e n t r u l e ) » . Y, consecuentemente, agregó: «Cualquier intento ho­

nesto y en buena fe de solucionar los. problemas financieros de la

empresa, si son exitosos, serán beneficiosos para los accionistas y

mejorarán la posición de los acreedores. Si no tienen éxito, no se lo

puede calificar como una infracción a los deberes fiduciarios que es­

tablece la ley».

Sin embargo, con motivo de los escándalos recientes, la nueva

ley norteamericana denominada Sarbanes-Oxley ( o también, Sar­

box Act) ha restringido notablemente la interpretación de lo que

constituye una diligencia adecuada (due care), lo que puede afectar

también de alguna manera la Business Judgment R u l e .

La otra categoría de los deberes de la administración es la que

hemos denominado de vigilancia u oversight. La vigilancia, como

su nombre lo indica consiste en ver, consiste en estar atento a la

marcha de la compañía,· supervisar que todo funcione correctamen­

te con miras al fin social que, en última instancia, es aumentar el

patrimonio de los socios, sea a través de utilidades, sea a través de

reinversiones o revaluaciones de sus activos. Por consiguiente, se

comete una falta contra el deber de vigilancia cuando se descuida el

control del d e s a r ro ll o de las actividades de la administración, al

punto de que se produzcan daños. Evidentemente, el Directorio tie­

ne que cuidar que no se violen los estatutos, que se cumplan los

acuerdos de la Junta General o del propio Directorio, que no se vio­

le la ley, pero también que la Gerencia cumpla adecuadamente sus

funciones y que no exista ninguna situación irregular que conduzca

a pérdidas que pudieron evitarse con un poco más de aplicación. Un

descuido de esta naturaleza puede presentarse cuando el director no

asiste nunca a las sesiones de Directorio, no se informa con sufi­

ciente detalle del estado del negocio, o quizá se entera de cosas que

e s t á n p a s a n d o dentro de la compañía y no les presta a t e n ci ó n o

prefiere no reportarlas al Directorio para no comprometerse. Según

las circunstancias, el director faltaría a su deber de vigilancia cuan-


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
197

do no se entera de cosas que están pasando en la empresa pero de

las que debía enterarse si hubiera tenido una vigilancia diligente.

Sin embargo, también en este caso hay que actuar prudentemen­

te y teniendo en cuenta las características del negocio. El Directorio

no puede convertirse en un centro de chismografía societaria ni el

director puede ser una suerte de agente de espionaje oculto detrás

de cada cortina de la empresa o escuchando detrás de cada puerta.

Para librarse de responsabilidad, no se requiere que el Directorio

aplique un standard tal de diligencia y eficacia que lo lleve a insta­

lar todo un sistema de intercepciones telefónicas y grabaciones de

video y de audio para descubrir si el Gerente no tiene relaciones

íntimas con su secretaria sobre la mesa de su escritorio. Para librar­

se de responsabilidad, basta que los directores tengan una cierta

presencia en la empresa y puedan observar la actividad dentro del

nivel de los usos y costumbres de las empresas. En principio, en los

Estados Unidos, por ejemplo, se ha encontrado responsabilidad en el

caso de los Directores por falta de vigilancia solamente cuando ha­

bían abandonado durante mucho tiempo sin justificación la asisten­

cia a Directorios y Comités o, lo que es más decisivo, cuando su fal­

ta de vigilancia obedece a mala fe o complicidad. Es evidente que el

Director no puede -ni es su papel- estar husmeando permanente­

mente por la empresa. Por el contrario, el Director está en contacto

con la empresa muchas veces sólo a través del Gerente General y

de los informes que éste le presente. Y hay jurisprudencia en el ex­

tranjero en el sentido de que los Directores deben presumir la bue­

na fe de los gerentes y ejecutivos, así como de los informes que és­

t o s p r e s e n t a n al D i r e c t o r i o . Lo q u e p a r e c e b a s t a n t e r a z o n a b l e

porque una empresa en la que el espíritu de sospecha y de delación

primara, ciertamente fracasaría. Por tanto, la responsabilidad por

falta de vigilancia de los Directores se limita a lo que llega a su co­

nocimiento por medios normales.

Pese a estas consideraciones, la doctrina y la jurisprudencia en

muchos países tiende a ser más severa en estos aspectos de respon­

sabilidad por toma de decisiones y vigilancia.


FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA
198

4
En I t a li a , u n a nueva ley vigente a partir del 1 de E n e ro del

2004 ha realizado profundas modificaciones en la arquitectura tra­

dicional de la responsabilidad de los Directores.

Dicha ley insiste en forma muy particular en que los Directores

tienen un deber de informarse. Y establece también que el Presi­

dente del Directorio no es más un cargo honorario sino que tiene·

que realmente dirigir la sociedad. Entre otras obligaciones, tiene

que solicitar a los Directores Ejecutivos la información que necesita

para realmente conducir la empresa. Es interesante la distinción

que hace la ley italiana entre Directores Ejecutivo y simplemente

Directores. Los primeros, están obligados a tener un papel protago­

nista, llevan realmente la dirección de la sociedad. Pero los segun­

dos no pueden considerarse simplemente D i r e c t o r e s h o n o ra r i o s

porque tienen que verificar la información recibida de los Directo­

res Ejecutivo, solicitar toda la información adicional que necesiten

para formarse un criterio propio y votar de manera razonable en

las decisiones del Directorio. Pero la responsabilidad de los Directo­

res ya no es igual en todos sino que distingue entre aquellos que

son además Ejecutivos y los que no lo son.

Un caso reciente en los Estados Unidos que tendrá sin duda mu­

cha repercusión en el análisis del cumplimiento de los deberes de

los Directores es el relativo a la contratación y posterior renuncia

del Presidente de Walt Disney Company en el que la resolución de

la Corte de Cancillería de Delaware ha reducido el margen de la ex­

cepción de buena fe.

Como es sabido, el Directorio de Disney deliberó sobre la con­

tratación como Presidente de una persona propuesta por el Gerente

General (Chief Ejecutive Officer - CEO), acordando darle a dicho

Gerente General la facultad de proseguir con la negociaciones y fi-

4
PoRTOLANO Francesco. How to Avoid Unwanted Liability as a Director: New

Italian Rules Provide Clearer Guidance. Mondaq. Com. 15 noviembre 2005.


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
199

nalmente contratarlo. Sin embargo, al cabo de poco tiempo, el nue­

vo Presidente renunció y la Compañía le otorgó beneficios por una

suma superior a los 140 millones de dólares. Los accionistas de­

mandaron a los Directores aduciendo que al contratarlo no habían

cumplido con su deber de adoptar buenas decisiones y con motivo

de la separación del cargo tampoco habían cumplido con su deber

de vigilancia respecto del Gerente General que era amigo desde

muchos años atras del discutido Presidente. Sin embargo, los Direc­

tores se defendieron sobre la base de un principio establecido por

las leyes de Delaware e incorporado en el estatuto social de Disney

en el sentido de que los Directores sólo son responsables si no han

actuado con buena fe. Pero la Corte dio una interpretación estricta

a esa regla argumentando que la falta de buena fe no es necesaria­

mente dolo o la mala fe, que universalmente se considera que debe

ser probado, bajo el antiguo adagio Dolus n u m q u a rn praesumitur.

La falta de buena fe por sí misma, aunque no sea por mala fe o

dolo, es suficiente para no excusar de responsabilidad a los Directo­

res. Y se entiende que no hay buena fe cuando, como en el caso

Disney, los Directores «conscientemente e intencionalmente hicie­

ron caso omiso de sus responsabilidades adoptando una actitud de

<no nos importan los riesgos>»." De esta manera, debe entenderse

que el Directorio tiene realmente que administrar la sociedad y no

limitarse a ser una suerte de Consejo Consultivo de los principales

funcionarios ejecutivos.

Hay un punto a este respecto sobre el que vale la pena reflexio­

nar. Frente a una situación que posiblemente debe ser investigada,

sea en la conducta de algún ejecutivo, en la organización de la em­

presa o en los problemas financieros o de ventas que la aquejan,

¿ qué es más grave: ignorar el asunto y no investigar o investigar y

tomar una decisión equivocada? No hay duda de que ambos casos

pueden originar responsabilidad. Pero, desde el punto de vista jurí-

5
Court of Chancery of Delaware: In re The Walt Disney Company Derivate

Litigation, Case No. 15452 (May 28, 2003).


200 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

dico, la responsabilidad de una equivocación en una decisión de ad­

ministración de la sociedad puede ser más fácilmente exonerada de

culpa si se prueba que fue tomada con buena fe y suficiente infor­

mación. En ese caso, la decisión está de alguna manera protegida

por la doctrina de que al comerciante no. se le exige tener éxito sino

actuar ordenadamente. En cambio, no investigar o no tocar el tema

cuando había luces rojas en todas las direcciones es una negligencia

que carece de protección alguna, precisamente porque no se ha ac­

tuado como un ordenado comerciante.

c. Los conflictos de interés

La última categoría de la responsabilidad de los Directores a la que

me he referido es el conflicto de interés. Este es un punto muy gra­

ve y nuevamente encontramos aquí un debe fiduciario: el Director

no puede traicionar la fe que ha puesto en él la sociedad en el sen­

tido de que actuará en función del bien social y no aprovechándose

de su puesto para actuar en función de su propio interés.

Esto significa varias cosas. Primero está el principio que prevé

expresamente el artículo180 de la Ley General de Sociedades en el

sentido de que los directores no pueden adoptar acuerdos que no

cautelen el interés social sino sus propios intereses o los de terceros

relacionados. De ahí que el director que en cualquier asunto tenga

interés en contrario al de la sociedad debe manifestarlo y abstener­

se de participar en la deliberación y resolución concerniente a dicho

asunto. Y la ley agrega la sanción correspondiente: El director que

contravenga las disposiciones de este artículo, dice, es responsable

de los daños y perjuicios que cause a la sociedad y puede ser remo­

vido por el directorio o por la junta general a propuesta de cual­

quier accionista o director.

Por otra parte, está el deber de no aprovecharse de la insight in­

formation. Por ello la ley prohíbe al director usar en beneficio pro­

pio o de terceros relacionados las oportunidades comerciales o de

negocios de que tuviere conocimiento en razón de su cargo. Ade-


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
201

más, lo obliga a guardar reserva respecto de los negocios de la so­

ciedad y de la información social a que tenga acceso; e incluso aña­

de la norma: aun después de cesar en sus funciones. Dentro de esta

misma línea, el director no pueden tampoco participar por cuenta

propia o de terceros en actividades que compitan con la sociedad,

sin el consentimiento expreso de ésta.

III. LA ACCIÓN CONTRA LOS DIRECTORES

Hemos hablado hasta el momento de las responsabilidades de los

Directores. Pero, ¿ quién es aquel que puede exigirlas? ¿ Quién pue­

de demandar a los directores para que paguen una indemnización

por los daños que causen s u s actos negligentes, irresponsables o

fruto del conflicto de intereses? '

En realidad, el Director tiene dos ángulos de enfrentamiento,

responde ante dos perspectivas, que no se acumulan necesariamente

sino que pueden ser alternativas. Cada u n a de ellas tiene acción

para reclamar judicialmente el pago de daños y perjuicios por la

responsabilidad incurrida. Es así como el Director responde, de un

lado, frente a la sociedad misma; de otro lado, responde frente a los

socios y los terceros.

l. La pretensión o acción social

El primer caso está cubierto por la llamada pretensión social o, en

otros países, acción social de responsabilidad. Es social porque quien

reclama la indemnización por daños y perjuicio es la sociedad como

institución por los perjuicios que le han sido causados a ella, por las

forma como se ha afectado el negocio común. Dado que sobre el

Directorio sólo está la Junta General, el inicio de tal acción social

debe ser acordado por los accionistas en Junta. Sin embargo, para

evitar que se produzca una suerte de impunidad si los accionistas

mayoritarios unidos al Directorio realizan actos que causan daño a

la sociedad y que repercuten sobre los minoritarios, la ley prevé ex-


202 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

cepcionalmente la posibilidad de que baste el 25 % de los accionis­

tas para acordar la interposición de una acción social, siempre que

se cumplan dos requisitos: que la demanda comprenda las responsa­

bilidades a favor de la sociedad y no el interés particular de los de­

mandantes; y que los actores no hayan aprobado la resolución to­

mada por la junta general sobre no haber lugar a proceder contra

los directores, en otras palabras que hayan votado en contra o se

hayan abstenido o no hayan estado presentes cuando la Junta, por

mayoría, decidió exonerar de responsabilidad al Director inculpado.

Todavía hay una situación si cabe más excepcional: Cualquier accio­

nista puede entablar directamente pretensión social de responsabili­

dad contra los directores, si transcurridos tres meses desde que la

junta general resolvió la iniciación de la pretensión no se hubiese

interpuesto la demanda. Es decir, ante la negligencia -posiblemente

interesada- de la administración, cualquier accionista puede llevar

adelante el proceso.

Es muy importante destacar que las sumas que se obtengan en

estos casos por daños y perjuicios son para la sociedad y no para los

accionistas demandantes, porque ellos demandan en nombre de la

sociedad. Es por ello que estamos ante una acción social. Claro está

que los accionistas demandantes tienen derecho a que se les reem­

bolse los gastos por el esfuerzo realizado en pro de la sociedad toda.

2. La acción o pretensión individual

Además de esta acción social, tenemos la acción o pretensión indi­

vidual en la que un socio o un tercero perjudicado demanda en

nombre propio. En este caso, las pretensiones de indemnización

sólo pueden ser aquellas que lesionen directamente los intereses de

los socios o terceros. Y es importante señalar que no se considera

lesión directa aquella que perjudique a la sociedad y que sólo por

esta vía cause un perjuicio al accionista. Un ejemplo claro de pre­

tensión individual de un socio es cuando el Directorio arbitraria­

mente le suspende el derecho de cobrar s u s dividendos, en cuyo

caso puede reclamar judicialmente a la sociedad el pago de estos di-


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
203

videndos y a los directores por los daños y perjuicios que se deri­

ven de esa decisión.

Sin embargo, vale la pena destacar que, en la actualidad, se pre­

sentan en los Estados Unidos una gran cantidad de procesos en la

que, utilizando la llamada «class action» (que es una suerte de jui­

cio masivo), los accionistas minoritarios que se consideran perjudi­

cados por una suerte de contubernio entre la mayoría y el Directo­

rio, demandan a los directores ejerciendo la acción individual. Estos

casos se han presentado frecuentemente en situaciones de fusiones

o adquisiciones de empresas. Sin embargo, muchas de estas class

actions aunque reclaman indemnización a título individual, parece­

ría que sus pretensiones -cuando menos de acuerdo a la ley pe­

ruana- debieran ser consideradas más bien sociales y no indivi­

duales. Quizá uno de las acciones más notorias de este tipo ha sido

la class action interpuesta por los accionistas de Enron contra 29

altos ejecutivos de esta firma, incluyendo el Directorio, por manejo

fraudulento de la información.

Un punto importante a destacar es que, en el Derecho peruano,

la responsabilidad del Director puede ser individualizada, aun cuan­

do éste nunca adopta decisiones individuales sino como miembro

de una colectividad denominada Directorio. Ello obedece a que la

regla mencionada de la Ley General de Sociedades establece que la

responsabilidad es ilimitada y solidaria. La solidaridad implica que

cada uno de los miembros del Directorio es responsable individual­

mente frente a los demandantes o reclamantes por los actos del Di­

rectorio como grupo. Esto significa que tanto la sociedad como los

socios individualmente o los terceros, pueden demandar a todos los

directores a la vez o a uno o varios de ellos, como responsables de

un acuerdo del Directorio. No tienen necesariamente que demandar

a todo el Directorio como tal sino que pueden escoger contra quién

descargan sus a r m a s . Claro está que si uno de l o s D i r e c t o r e s es

obligado a pagar por todos, puede a su vez reclamar la parte corres­

pondiente a los demás. Pero el demandante tiene libre opción para

demandar a quien o quienes quiera.


204 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

Cuando el perjudicado por la decisión del Directorio es un tercero,

nos encontramos siempre frente a una acción individual porque el

tercero siempre resulta perjudicado directamente, ya que no es so­

cio de la sociedad y el daño recae en él por sí mismo. Ello sin per­

juicio de que la sociedad a su vez puede haber sido perjudicada por

tal decisión y consecuentemente inicie una acción social paralela.

IV. LA ACTUAL EXTENSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES

Lo grave de nuestros tiempos es que, no solamente la responsabili­

dad de los Directores se ha hecho más severa como hemos visto an­

teriormente, sino que también el campo de la misma se ha amplia­

do notablemente -particularmente frente a terceros- debido a la

evolución de la vida moderna.

Revisaremos algunos de esos campos en plena expansión.

l. La responsabilidad derivada de la participación en el mercado de

valores

Un tema que genera responsabilidades muy serias para los Directo­

res es el de la información que están obligadas a proporcionar las

sociedades que cotizan en Bolsa. El artículo 10º de la Ley de Títulos

valores del Perú establece que «Toda información que por disposi­

ción de esta ley deba ser presentada a CONASEV, a la bolsa, a las

entidades responsables de los mecanismos centralizados o a los in­

versionistas, deberá ser veraz, suficiente y oportuna»; y el artículo

1 1 de la misma ley dispone que la publicidad sobre los actos que se

realicen en el mercado de valores «no debe inducir a error ni a con­

fusión». Asimismo, el artículo 36 de dicho cuerpo legal dispone que,

aun cuando algunas informaciones pueden ser reservadas, «Quie­

nes, por dolo o culpa, contribuyan con su voto a la adopción del

acuerdo que califique como reservado un hecho o negocio sin que

concurran los supuestos que para ello se señala en el Artículo 34,

responden solidariamente, entre sí y con la sociedad, por los perjui-


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES 205

cios que con ello ocasionen a terceros». Por otra parte, el artículo

347 prescribe que « Los infractores [ de lo dispuesto en la presente

Ley] estarán obligados a indemnizar por los daños y perjuicios que

hubieren causado con sus actos u omisiones y responder penalmen­

te por dichos actos en caso hubieren actuado con dolo, de conformi­

dad con las normas del Código Penal». No hay duda, pues, que los

Directores tienen responsabilidades por daños y perjuicios frente a

los accionistas o los tercer-os por las deficiencias o distorsiones de la

información, que resulten ya sea de la decisión del Directorio o de

la omisión de sus deberes.

6
En Ontario, Canadá, se ha aprobado recientemente una ley que

sanciona personalmente a los Directores -entre otros funcionarios

de la empresa- cuando la sociedad ha hecho una declaración que

desfigura los hechos, ya sea en un documento o en forma oral, o

cuando deja de comunicar algo que debería ser público. Los Direc­

tores sólo pueden eximirse ya sea si prueban la diligencia debida

conduciendo una razonable investigación, ya sea demostrando que

no había fundamentos razonables para p e n s a r que la declaración

distorsionaba la realidad de la sociedad.

2. La responsabilidad en materia de contaminación

Otro aspecto que está ingresando al campo de la responsabilidad de

los Directores es el que se refiere a la conservación del medio am­

biente. Poco a poco, esta preocupación ha pasado a tener un carácter

universal, en el sentido de que se considera vital para la humanidad

y que, por tanto, toda persona es responsable dentro del alcance de

su campo de acción. Las sociedades, como grandes actores del mun­

do moderno no podían quedar al margen; y la importancia del tema

está llevando a sobrepasar las fronteras de la persona jurídica para

alcanzar a las personas naturales que dirigen la sociedad.

6
Ontario: Law On Liability For Pubfic Company Disclosure, promulgada el 31

de Diciembre de 2005.
206 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

8
En Australia/ desde 1 9 9 7 , una ley dispuso que las sociedades

tienen responsabilidad no solamente por los actos contaminantes

propios sino también responsabilidad vicaria por los actos de sus

empleados e incluso de sus contratistas. Pero, lo que es más grave,

los Directores y Gerentes son considerados tan responsables como

la sociedad y podían ser acusados penalmente o demandados civil­

mente en forma solidaria.

Sin embargo, esa ley reconocía tres tipos de defensas que podían

argüir los Directores: (a) el desconocimiento del acto contaminante

cometido por la sociedad; (b) la falta de control, es decir, su incapa­

cidad como Director para prevenir o impedir el acto contaminante;

y ( c) la diligencia debida, esto es, que el acto contaminante se pro­

dujo a pesar de la actuación diligente del Director para evitarlo. Re­

cientemente, una nueva ley ha modificado la de 1 9 9 7 haciendo bas­


9
tante más difícil el uso de tales defensas.

3. La responsabilidad en caso de daños por terrorismo

Podríamos terminar con una reflexión que puede parecer pintoresca

pero que ha sido dramáticamente levantada en los últimos a ñ o s :

¿ Puede un Directorio ser demandado j u d i ci a l m e n t e por daños y

perjuicios resultantes de actos terroristas contra sus empleados o

clientes?

La forma de vivir del mundo de hoy crea o acentúa riesgos que

antes pasaban desapercibidos desde el punto e vista legal. Sin em­

bargo, hoy en día se consideran en un primer plano y la convicción

7
Anthony WHEALY y Kersten KING: Australia: Polluters' Hip Pocket Targeted,

Corporate Veil Pierced: Amendments to the Protection of The Environment

Operations Act 1997 In NSW. Mondaq.com. Sydney, 20 de Julio 2006.


8
Australia: Protection of the Environment Operations Act 1997.
9
Australia: Protection of the Environment Operations Amendment Act 2005

(NSW)
LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
207

general se muestra favorable a buscar responsables de los daños

que ellos causan.

Es así como han tomado un lugar muy importante dentro de la

responsabilidad extracontractual los que podríamos llamar daños

causados en razón de riesgos de seguridad de seguridad física.

Aplicando los principios clásicos de la responsabilidad civil, no

cabe duda de que las personas afectadas por el incendio de una dis­

coteca pueden demandar a ésta si no adoptó las precauciones pro­

pias de este tipo de locales. Pero, ¿pueden demandar también perso­

nalmente a los Directores de l a s empresas p ro p i e t a r i a s de la

discoteca? Cito el caso de la discoteca porque hemos tenido en el

Perú un hecho muy dramático en este tipo de locales. Pero la misma

pregunta podríamos hacérnosla respecto de un cinema, un restauran­

te, una tienda, un estadio deportivo o de la Plaza de Toros. Los acci­

dentes ocurridos en estos sitios dan lugar a responsabilidad de la em­

presa propietaria si ésta fue negligente en las medidas de seguridad

necesarias. Pero, ¿podemos demandar también a sus Directores?

La tendencia actual es que, dentro del deber de toma de decisio­

nes y de vigilancia que tienen los Directores respecto de las activi­

dades de la empresa, no cabe duda de que ellos serán responsables

personalmente si el accidente se produce por haber faltado a ese de­

ber. El caso más flagrante sería el de aquellos Directores que deci­

den iniciar las actividades públicas del local con plena consciencia

de que las instalaciones contra incendio sólo estarán operativas

dentro de una semana, porque «no va a pasar nada». Esta decisión

expresa constituye una negligencia inexcusable de la cual la empre­

sa, el Directorio y cada uno de los Directores es responsable en la

medida que ha participado en ella. Sin embargo, podría haber tam­

bién responsabilidad -dependiendo en última instancia de cómo se

produjeron los hechos- si los Directores no tomaron tal decisión

pero simplemente no preguntaron tampoco al Gerente si las medi­

das de seguridad e s t a b a n listas para abrir el local al público. En

cambio, los Directores quedarían libres de responsabilidad, canfor-


208 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

me el criterio expuesto ut supra, si preguntaron y el Gerente los

engañó diciéndoles que toda estaba preparado cuando no era así.

Pero pasemos ahora a una situación extrema: los daños causados

por terrorismo.

A partir del 11 de septiembre, muchas cosas han cambiado en los

Estados Unidos y muchas nuevas p r e o c u p a c i o n e s han surgido y

otras se han incrementado. Entre éstas últimas se encuentra la res­

ponsabilidad de los Directores en materia de seguridad dentro del

espacio físico o del radio de actividades de sus compañías. En el

Perú tuvimos terrorismo durante muchos años pero no recuerdo

que nadie se haya hecho esta pregunta desde el punto de vista le­

gal. Sin embargo, dado que en Estados Unidos la cuestión se plan­

tea, podemos prever que este tipo de preocupaciones se extenderá a

cualquier parte del mundo donde se produzcan atentados terroris­

tas. Y entonces la cuestión es: ¿ hasta dónde llega la exigencia de di­

ligencia y vigilancia del Direct.orio en materia de seguridad?

El problema está en que no es fácil aplicar el criterio usual de razo­

nabilidad a los daños terroristas porque el terrorismo no es una con­

ducta razonable. Cuando hablamos de daños producidos por camiones

de reparto, no hay duda de que la empresa propietaria es responsable

por los perjuicios que sufran los pasajeros o los terceros en un acciden­

te, si el camión no estaba razonablemente mantenido como para tener

una seguridad aceptable. Por ejemplo, no es sensato pedir que las em­

presas deban hacer que se practique una inspección de frenos a los ca­

miones todas las mañanas antes de salir de la fábrica. Si a uno de los

camiones se le vaciaron los frenos y la empresa puede probar que le

daba servicio a los frenos con una regularidad sensata, ciertamente no

tiene ninguna responsabilidad por los daños que cause ese accidente

fortuito. Ni la empresa ni mucho menos los directores son responsa­

bles. Pero si los camiones estaban manifiestamente sin servicio desde

hacía mucho tiempo y el Directorio acordó postergar ese gasto porque

había que dar prioridad a otros destinos de los fondos, tanto la empresa

como los directores serán responsables.


LA RESPONSABILIDAD DE LOS DIRECTORES DE SOCIEDADES
209

Pero, ¿ cómo sabemos cuál es el grado de precaución y seguridad

que debe tener una empresa frente al terrorismo? La característica

de l o s a c t o s t e r ro r i s t a s es que son p r e c i s a m e n t e i m p r e d e c i b l e s .

¿ Quién hubiera podido imaginar el ataque a las Torres Gemelas?

Aun viendo que un segundo avión se acercaba a la segunda Torre,

no era posible pensar -como me pasó a mi frente a la TV- que vol­

vería a producirse otro atentado similar unos minutos después del

primero.

Sin embargo, si bien en todo atentado el acto mismo es imprevi­

sible, siempre es posible plantear ciertas preguntas: ¿ las condiciones

de evacuación eran adecuadas? ¿ Las salidas de emergencia estaban

operativas? ¿ Había mecanismos eficaces para que se cortara la co­

rriente eléctrica automáticamente para evitar incendios?, etc. Si la

empresa no ha adoptado las medidas de seguridad básicas, es sin

duda responsable por los daños que se hubieran podido evitar. De

primera intención, podríamos decir que las medidas son simple­

mente las que exigen los reglamentos públicos de seguridad. Pero si

el terrorismo es un daño excepcional, ¿ no se requieren también

medidas adicionales a las ordinarias, aunque no estén consignadas

en ningún reglamento obligatorio? Algunas empresas que son es­

pecialmente blanco del terrorismo, ya están adoptando medidas ex­

cepcionales, como es el caso de las compañías de aviación, los hote­

les, c i e r t a s o fi c i n a s o i n s t a l a ci o n e s ; s o n m e d i d a s tales como la

revisión del equipaje, el examen del automóvil, etc. Estas no son

necesariamente medidas impuestas por una norma legal; pero se

discute actualmente en los Estados Unidos si una negligencia al

respecto puede dar lugar a una reparación por daños y perjuicios.

Hay quienes sostienen que el terrorismo ha subido la valla de la

responsabilidad y que ahora no basta con cumplir con la ley o con

aplicar el criterio ordinario de razonabilidad, sino que las empresas

tienen que cuidar con mayor celo la seguridad de sus empleados y

clientes bajo responsabilidad. Y, en estos casos, si el Directorio no

cuidó de que la empresa estuviera preparada para reducir las posibi­

lidades de que pueda la empresa ser vulnerable a un acto terrorista

o para reducir l o s daños una vez que se produce el atentado, los


210 FERNANDO DE TRAZEGNIES GRANDA

propios Directores podrían ser demandados por responsabilidad ex­

tracontractual para el pago de una indemnización.

V. CONCLUSIÓN

Resumiendo lo expuesto, podríamos decir que quizá lo que es más

importante recordar de toda esta fronda legal con la que les he he­

cho perder el gusto por el almuerzo es que ser Director no es un

honor sino un servicio; y que como tal, el Director debe ser dili­

gente, atento, informado, sensato y leal. Las responsabilidades sur­

gen inevitablemente cuando estas condiciones no se cumplen.

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