La Maldicion de Las Hadas
La Maldicion de Las Hadas
La Maldicion de Las Hadas
Sebastián Urli
Publisher
Réseau interuniversitaire d'étude des
littératures contemporaines du Río de la
Electronic version Plata
URL: http://lirico.revues.org/3776
ISSN: 2262-8339
Electronic reference
Sebastián Urli, « La maldición de las hadas », Cuadernos LIRICO [En línea], 16 | 2017, Puesto en línea el
07 octubre 2017, consultado el 08 octubre 2017. URL : http://lirico.revues.org/3776
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La maldición de las hadas 1
REFERENCES
Figueroa Estela. El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016. Buenos Aires :
Bajolaluna, 2016. 224 p.
4 Esta renuncia a un orden total no supone sin embargo la ausencia del evento en tanto
horizonte posible, sino más bien la necesidad de detenerse y presentarse desde los
desfasajes entre continuidad y pausa, entre presentación y representación, entre
intimidad y exterioridad. Desde esta perspectiva no se trata en la poesía de Figueroa del
hada que no fue invitada al evento ni de un evento que por definición excluyera a las
hadas. Tampoco de una idealización de la ruina como única posibilidad de sentido. Se
trata, más bien, de un hada que ha llegado tarde, un hada cuyo único don es,
precisamente, la ausencia de todo atributo mágico, la melancolía de un deseo ajeno y, por
eso, mucho más fuerte : más que el hada que no invitaron, el hada a la que invitaron a un
evento donde no había nadie.
5 De allí entonces el “Y el camisón de seda pegado/ al cuerpo que no encuentra su sitio” de
“Zumbido de una mosca” (39) o el retrato del ser querido muerto hace ya tres años, del
poema “Pronto va a hacer” de Profesión : sus labores, retrato que el yo desea colgar y no
cuelga, para agregar, como quien no quiere la cosa : “El clavo quedó allí/ sosteniendo tu
ausencia” (158). O la confusión que produce la aparente tranquilidad del Coro en
“Tragedia griega” :
Algunos solo servimos
para estar en el Coro
diciendo parlamentos y canciones
que aclaren las pasiones de la Obra.
Cuando la vanidad
la euforia o simplemente
la grandeza del tema
nos convierte en actores
paralizados
olvidamos el texto
quedando en un ridículo silencio. (112)
6 Poesía del ridículo, poesía del silencio, poesía de la ausencia. La de un coro de voces,
nunca griego, nunca trágico, que dice exactamente lo que dice en su aparente
tranquilidad, y por eso nos reconforta y por eso nos desespera ; como se sabe, lo aparente
siempre es el mensaje y también su exceso, o el muro donde se posa el amor :
Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene el muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias :
La enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro. (“La enamorada del muro”, 93-94)
7 En esos versos finales queda cifrada una poética, sus alcances y sus límites, el movimiento
que transforma sin necesidad de florecer, como el paso del tiempo, que la mirada de un
perro o el crecimiento de las hijas ponen en entredicho : el paso del tiempo es inevitable,
las ausencias son inevitables, pero lo inevitable permanece incólume quizá como el único
aliado, como la única posibilidad que no cede y que sostiene a la amada, a su voz, al muro.
Porque la fantasía del castillo no puede siquiera aguantar hasta la medianoche, porque las
hadas madrinas no tienen varitas que realicen hechizos, en el peor de los casos tienen
palabras y en el mejor, silencios o gestos minúsculos que son aun su más preciado
alfabeto :
Las nuestras, mi amigo,
son obras pequeñas.
Escritas en la intimidad
y como con vergüenza.
Nada de tonos altos.
Nos parecemos a la ciudad
donde vivimos. (Fragmento de “A Manuel Inchauspe, en el hospicio”, 111)
8 Pero hay que aceptar que en la poesía de Figueroa no se trata de volver extraña la
intimidad sino todo lo contrario, hacer de lo extraño el epítome de lo íntimo, su fuerza
pero nunca su límite. De allí que la descendencia de la mujer que escribe y del hombre
vampiro sea, en “En la guardiana del hogar”, dos pequeñas larvas de medusa que algunos
domingos vuelven para comer en familia pero que siempre, no importa cuánto se intente
detenerlas, “vuelven a irse/ por el río/ hacia el mar” (180). Por eso los poetas, dice un
amigo en “Acompañando a mi hermana viuda”, tenemos una rara condición : “como los
moretones/ aparecemos después de los golpes”, a lo que el yo responde con un gesto a
medio camino entre una violencia elocuente y una inocencia fingida :
No se por qué
tuve el impulso de cortar una flor
que resplandecía solitaria
en medio de la destrucción
y traerla a mi casa.
Y me contuve. (114)
9 Poesía de las flores que no florecen, en muros que nunca sostienen amadas ; poesía de las
medusas que vuelven solo para dejar en claro que deben irse, que ya se han ido, incluso
antes de llegar ; poesía de los perros y de los gatos ; poesía de los amores correspondidos y
las ausencias correspondidas (así es quizás el amor de un hada) ; poesía de las
conversaciones íntimas en una ciudad pudorosa ; poesía donde vivimos junto a la voz de
Figueroa, voz que la poesía argentina debe volver a leer, y en la cual el evento principal es
la intimidad de un coro, que como buen coro funda y critica su concepción del mundo, y
canta siempre a destiempo porque solo así es posible cantar.
AUTHORS
SEBASTIÁN URLI
Bowdoin College