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Cuadernillo Relaciones de Genero

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Centro de Formación Profesional

N 402 Morón

Profesora: Valeria Fatima Campos

Introducción ¡Bienvenidos/as/xs al curso “Relaciones Laborales y Género”!

A lo largo de los siguientes módulos de trabajo buscaremos responder de qué


hablamos cuando hablamos de género, que significa que el género sea una categoría
analítica, y qué relaciones salen a la luz cuando releemos las teorías económicas desde
la perspectiva de género. Para luego poder analizar el mundo del trabajo y observar las
relaciones sociales y las prácticas sociales que se establecen entre la producción y la
reproducción, dos momentos interrelacionados del trabajo humano. Como
consecuencia de esto vamos a observar las brechas y segregaciones que se producen en
la inserción laboral de las mujeres, dando como resultado la configuración de una
estructura social desigual al interior del trabajo remunerado. Esta desigualdad tiene su
fundamento en la división sexual del trabajo y en los estereotipos de género
históricamente construidos al interior del sistema patriarcal. Además veremos qué
relación tiene esa inserción con la desigual distribución del trabajo reproductivo, qué
actores realizan actividades de cuidado, cómo se reparten estas actividades a nivel
social y también al interior de los hogares. La perspectiva de género consiste en el
posicionamiento crítico sobre los estereotipos de normatividad heterosexual y
patriarcal construidos socialmente, en los cuales el género opera como un principio de
jerarquización y estratificación, siendo uno de los campos primarios en torno al cual se
articulan las relaciones asimétricas de poder. Incluir la perspectiva de género en la
formación profesional resulta fundamental para identificar y transformar dichos
estereotipos, que se encuentran presentes en todos los ámbitos sociales. Reflexionar
sobre estas cuestiones posibilita que las diferencias no se traduzcan en desigualdades
tanto en el campo educativo como en el mundo del trabajo.

Modulo 1

¿Qué es el genero? Conceptos claves?


¿De qué hablamos cuando hablamos de género?

La categoría de género se refiere a las relaciones sociales entre varones, mujeres y


personas LGBTI+. En nuestra sociedad existen relaciones desiguales y jerárquicas, esa
desigualdad no se explica en base a las diferencias “naturales” (anatómico-fisiológicas)
entre sexos, sino que son las interpretaciones culturales que se hacen de esa diferencia
sexual-anatómica. El género nos permite visibilizar, reflexionar y cuestionar la forma
en que los varones, las mujeres y personas LGTBI+ (lesbianas, gays, bisexuales,
travestis, trans) se relacionan en la vida cotidiana. Así es que analizar las relaciones
sociales de poder y las desigualdades basadas en las diferencias de género nos
posibilita dar cuenta de que estas son una construcción simbólica que se
institucionaliza a partir de prácticas sociales. Este rasgo es el que habilita la
modificación de las mismas en pos de la igualdad.

Biologicismo o género

En este apartado vamos a problematizar la relación entre sexo y género, inscripta en el


imaginario social y que se sostiene por dos premisas:

● El sexo y el género son dos categorías que se corresponden.

● La manera de ser mujer y varón está determinada por la biología.

Durante mucho tiempo los términos sexo y género fueron conceptos intercambiables,
tanto teórica como operativamente. Aún hoy, muchas planillas y formularios
administrativos piden completar femenino/masculino en los espacios destinados a
género/sexo entendiendo que son conceptos reemplazables. Sin embargo, las Ciencias
Sociales con los aportes de la teoría feminista de la segunda ola -a partir de la década
de 1960- comenzaron a diferenciar un término del otro. Esto permitió evidenciar y
denunciar que a partir de atributos anatómicos se construían relaciones sociales
desiguales. El biologicismo explica gustos, capacidad, habilidades, características
anatómicas y fisiológicas de las personas a partir de su sexo biológico, determinado por
las marcas corporales internas y externas desde el momento en que nacemos. Por
ejemplo, esta teoría le asigna características “naturales” a las mujeres a partir de su
capacidad gestante (de su capacidad de ser madre). De acuerdo a la distinción que el
feminismo hizo entre sexo y género, los cuerpos nacen sexuados, esto quiero decir,
tienen marcas corporales de genitales y sólo mediante un proceso de socialización y
constitución subjetiva se construyen respectivamente como femeninos y masculinos.
Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo, escribe que no se nace mujer, sino que
se llega a serlo (Beauvoir, S. 1949). El feminismo incorpora el concepto del género que
se refiere a las construcciones sociales que se erigen sobre la sexualidad. A su vez, se
incorpora un tercer concepto, el deseo cómo parte de la sexualidad. Como veremos en
la próxima clase, los estereotipos o roles de género son las expectativas sociales que
hay para un sujeto según el sexo al que pertenezca. Ser femenino o ser masculino,
hombre o mujer, con los roles que conlleva cada etiqueta, no puede ser entendido,
entonces, como algo natural sino como algo construido socialmente. Este es un
concepto relacional y situado, esto significa que estudia las relaciones sociales entre
géneros de forma situada tanto histórica como culturalmente. En ese sentido, podemos
pensar al género como el conjunto de ideas, representaciones y prácticas que se asignan
socialmente a las personas, según la “lectura” que se haga de su sexo biológico. Es
cultural, porque varía según el lugar geográfico en donde nos encontremos, en cada
sociedad, y a su vez, cambia a lo largo del tiempo, las mujeres del siglo 19 no han
tenido las mismas vivencias que las del siglo 20 o del 21.

Sistema sexo/género

Asumiendo que el concepto de sexo hace referencia a las determinaciones biológicas,


mientras que el género a las construcciones socioculturales e históricas, es posible
advertir que en la dinámica social ambos funcionan como un sistema. La antropóloga
Gayle Rubin 1 plantea que las relaciones sociales son el lugar donde se funda la
opresión hacia las mujeres, para dar cuenta de esto la autora toma el concepto de
“sistema sexo/género” el que define como el conjunto de acuerdos a partir de los
cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en producto de la actividad
humana. Cada sociedad establece su propio sistema sexo-género, establece una manera
propia de organizarse en la cual la sexualidad es normada configurando una serie de
pautas hegemónicas a las cuales deben adaptarse las personas. Las construcciones de
género funcionan correspondiendo atribuciones socioculturales sobre la base del sexo,
el cual a su vez es definido, valorado y jerarquizado socioculturalmente construyendo
relaciones de poder que se configuran y reconfiguran. El patriarcado, que es un sistema
sexo-género androcéntrico, se encuentra presente en la esfera tanto pública como
privada, ya que condiciona la forma en que se establecen relaciones interpersonales en
todas las dimensiones: sexual, familiar, económica, cultural y política. Como resultado
de ello, la sociedad se encuentra centrada en la figura del varón y tanto las mujeres
como otras identidades sexo-genéricas quedan subordinadas de manera práctica y
simbólica en todos los ámbitos de la vida.

Patriarcado

Es la forma en que se manifiesta e institucionaliza el dominio masculino sobre las


mujeres en la sociedad en general. Este sistema de dominio de lo masculino sobre lo
femenino se fue construyendo a lo largo de la historia. Es a través de creencias,
discursos y prácticas que promueven, reproducen y legitiman la distribución desigual
de poder entre los varones y mujeres en distintos ámbitos: lo social, lo político, lo
económico, lo moral y lo simbólico. Entonces, hablamos de “patriarcado” como una
forma de interpretar el mundo donde todo se mide tomando como regla lo masculino.
Alda Facio lo define como una forma de organización social basada en principios y
valores que subordinan la posición de las mujeres a partir de la naturalización de la
desigualdad.

El género como desigualdad Sexo y género se constituyen desde este punto de vista
como resultados de las prácticas sociales asimétricas, superando así perspectivas
biologicistas. De igual forma, las diferencias biológicas no son negadas por las
feministas dedicadas a la historia, la economía y demás estudios que analizan la
dominación patriarcal. La categoría género viene a dar luz cuando esas diferencias se
vuelven desigualdad y se toma como natural la subordinación. Marta Lamas,
antropóloga mexicana sostiene que: “Que la diferencia biológica, cualquiera que esta
sea (anatómica, bioquímica, etc.) se interprete culturalmente como una diferencia
sustantiva que marcará el destino de las personas, con una moral diferenciada para
unos y para otras, es el problema político que subyace toda la discusión académica
sobre la diferencia entre hombres y mujeres” (Lamas, 1986 p. 178).

En la misma línea la historiadora estadunidense Joan Scott distingue al sexo del género
para entender las relaciones entre las prácticas sociales que reproducen las
desigualdades de género: los símbolos culturales, las normas, las instituciones y las
organizaciones sociales (como el mundo laboral y la economía) y la identidad subjetiva
(la construcción de la identidad de género). La autora establece una relación entre las
diferencias de género y las relaciones de poder en la sociedad, que lleva a la pregunta
sobre la vinculación entre la diferencia sexual y la desigualdad social.

El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las


diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones
significantes de poder. (SCOTT 1993, p. 23)

Como vimos, género no sólo asigna características a cada sexo biológico y las presenta
como si fueran características “naturales” de las personas, sino que al asignarlas
también las jerarquiza. Esto quiere decir que prioriza y le da más importancia a
algunas características, roles y tareas, mientras que desvaloriza otras. Esto lo vamos a
profundizar en el módulo dos cuando veamos el valor que le asigna la sociedad a las
tareas de cuidado. En el patriarcado las tareas asignadas a la masculinidad hegemónica
tienen mayor valor social y económico que las asignadas a la feminidad hegemónica. A
su vez, esta asignación binaria y complementaria de características “normaliza” las
identidades de género al configurar sólo dos como posibles: la masculina y la
femenina. Así se desvalorizan y “anormalizan” todas aquellas identidades que se
construyen por fuera de la dicotomía varón-mujer. Esta es una manera binaria de
diferenciar a las personas, que incluso ha sido cuestionada desde la 10 misma biología,
la existencia de tan solo dos sexos biológicos (varón y mujer) es uno de los clichés más
naturalizados sobre los géneros. Mirar la realidad con la lente de la perspectiva de
género significa entender que no existe una forma única de ser varón y/o mujer. Esto
nos permite empezar a pensar la construcción de la identidad de las personas como
algo dinámico y en permanente reformulación.

Los estudios de género plantean los diversos matices existentes dentro de las
concepciones de femineidad y masculinidad: hay muchas maneras de expresar
feminidades, masculinidades y otras identidades. Sin embargo, cada sociedad delinea
sus estereotipos ideales: “La masculinidad hegemónica” y “La femineidad
hegemónica” que explicaremos en el módulo dos.
Género e interseccionalidad

Hasta ahora vimos cómo el concepto de género nos permite reflexionar sobre las
desigualdades sociales, culturales y económicas entre varones y mujeres. Por lo tanto,
hablar de relaciones de género implica también discutir relaciones de poder. Desde este
punto podemos decir que los varones, mujeres y personas LGBT+, experimentan de
modo muy distinto su estar en el mundo, su desarrollo personal y las posibilidades que
se les habilitan –o dificultan– según esta construcción. Es a partir de esta jerarquización
social, simbólica y cultural, que se sostiene y reproduce la desigualdad en el resto de
las esferas de la vida. Podemos reconocer la complejidad de los procesos que generan
las desigualdades sociales tomando el enfoque de interseccionalidad. Este fue acuñado
por Kimberlé Crenshaw en 1989 y plantea que el 15 género, la etnia, la clase u
orientación sexual, son categorías sociales que lejos de ser “naturales” o “biológicas”
son construidas y están interrelacionadas. Este concepto nos ayuda a entender que el
género, cuando se cruza con otras variables, tales como la orientación sexual, el origen
étnico, la discapacidad, la educación, la clase social o la edad incrementan la
vulnerabilidad a las que están expuestas las mujeres o identidades LGBTI+.

Como veremos en esta clase, lo femenino y lo masculino son atributos construidos


culturalmente que se encuentran jerarquizados: aquello asociado a lo masculino
(fuerza, potencia, racionalidad, riesgo) no posee la misma valoración social que aquello
asociado a lo femenino (debilidad, sensibilidad, temor). Todas las relaciones entre las
personas están atravesadas por esta representación y valoración desigual entre lo
femenino y lo masculino. Es a partir de esta jerarquización simbólica, que se sostiene y
reproduce la desigualdad en el resto de las esferas de la vida. Antes de comenzar, les
proponemos realizar una lectura de las intervenciones de sus compañeros/as/xs en el
foro de la clase pasada para llevar adelante una puesta en común retomándolas.
Asimismo, ofrecemos a modo de repaso las definiciones tomadas del Manual de
Comunicación Inclusiva del INADI.

1. Sexo: Refiere a la clasificación binaria entre varón y mujer. Una clasificación que
hoy está relativizada en la medida en que se reconoce que los aspectos que
constituyen el sexo biológico y anatómico de un ser vivo (cromosomas,
hormonas, gónadas, estructuras sexuales internas y genitalidad) se dan de un
modo diverso, y, según categorías culturales.

2. Género: Sistema de normas que determina cómo deben comportarse un varón y


una mujer para ser percibidos como individuos diferenciados, según el sexo
asignado al nacer. Esto incluye los roles, las costumbres, la vestimenta y el
lenguaje a través de los cuales se representa la masculinidad y la feminidad en
una determinada cultura. Por su condición social y cultural, las atribuciones del
género son variables de acuerdo con el contexto histórico. Las representaciones
y valoraciones de lo femenino y lo masculino –y las normas que regulan sus
comportamientos y las atribuciones de cada sexo– son producto de
construcciones sociales y culturales. Para pensar esto, es interesante ver cómo
ha cambiado en nuestro país lo que se entendía por trabajos “propios de la
mujeres” o “propios de los varones”
3. Identidad de género: Percepción que una persona tiene de su propio género y
de sí misma, más allá del sexo biológico que le haya sido asignado al momento
de nacer. No es, por lo tanto, del orden de lo biológico, sino que se conforma a
partir de los componentes sociales, psíquicos y culturales. Todas las personas
tienen derecho a expresar la identidad de género que sienten y asumen como
propia, sea masculina o femenina. El proceso identitario puede ser dinámico y
tener variaciones durante la vida .

Estereotipos y roles de género Partiendo de esta base, en esta clase trabajaremos los
estereotipos y los roles de género. Entendemos a los mismos como las expectativas
sociales que hay para un sujeto según el sexo al que pertenezca. Ser femenino o ser
masculino, hombre o mujer, con los roles que conlleva cada etiqueta, no puede ser
entendido, desde entonces, como algo natural sino como algo construido socialmente.
En ese sentido, es importante comprender que los “roles” de género asignados tienen
un correlato con una forma de organización histórica para el ordenamiento de la
sociedad que modela las representaciones y las relaciones sociales, que llamamos
“patriarcado”. Su estructura construye diferencias y jerarquiza a los varones individual
y colectivamente por sobre las mujeres y disidencias sexo-genéricas. Es así que
podemos decir que en las sociedades patriarcales, se asignan características, roles y
atributos, desde donde el género prescribe lo que es considerado “propio” de los
varones (“lo masculino”) y lo que es “propio” de las mujeres (“lo femenino”). Los
estudios de género plantean los diversos matices existentes dentro de las concepciones
de femineidad y masculinidad: hay muchas maneras de expresar feminidades,
masculinidades y otras identidades. Tal como mencionamos la clase anterior, cada
sociedad delinea sus estereotipos ideales. Ambas construcciones ideales se juegan
dentro de una matriz sexual heteronormativa. De allí que “la masculinidad
hegemónica” se construye en torno a la fuerza física, el control emocional y el trabajo
en espacios públicos para proveer a la “típica” estructura familiar. “La femineidad
hegemónica” se construye en torno a ideales de delicadeza, belleza, emocionalidad y
cuidado reproductivo en el espacio privado y doméstico. A lo largo de la historia,
podemos visibilizar cómo las mujeres han irrumpido en el espacio público
históricamente negado para ellas. Un ejemplo de esto en nuestro país son las Madres
de Plaza de Mayo, quienes en la última dictadura militar a partir de la ocupación
política de Plaza de Mayo, se organizaron para buscar a sus hijos e hijas que habían
sido detenidos o secuestrados y así reclamar información sobre sus paraderos. Otro
ejemplo lo podemos encontrar en la lucha que llevan adelante las Madres del Paco,
también conocidas como Mujeres por la Vida, una agrupación surgida como espacio de
contención y encuentro, orientada hacia la búsqueda de líneas de acción frente al grave
problema de las adicciones de sus hijos e hijas. Es interesante pensar que estos
movimientos de mujeres principalmente irrumpen en la escena social desde su rol
materno-es decir, desde un rol socialmente aceptado para la mujer y ligado a las tareas
cuidado- pero a lo largo del tiempo su lucha se resignifica y se constituyen como
movimientos políticos trascendiendo la esfera privada designada históricamente para
la mujer. Continuando, seguramente ustedes en algún momento de sus vidas habrán
escuchado algunas de las siguientes frases: “todas las mujeres son sensibles y suelen
llorar”; “los varones son fuertes y no lloran”; “las mujeres son más emocionales y los
varones más racionales”; “las niñas son más prolijas que los varones y prestan más
atención en clase”; “los niños son desprolijos y pelean más en clase”, “esa letra parece
de nena”, etc. Sin embargo, estas características no son innatas. Ser prolija, ser sensible,
ser más o menos racional, son características que no están inscriptas en la biología, sino
que son asignadas y aprehendidas a lo largo de la vida en diversos espacios sociales
como la familia, el jardín de infantes, la escuela, los medios de comunicación, etc.
Delimitaremos en los siguientes apartados los conceptos de roles y estereotipos de
género.

Roles de género

Al diferenciar los conceptos de sexo y género se cuestiona la idea de que varones y


mujeres ocupan ciertos lugares y roles en la sociedad, solo porque “naturalmente”
nacen para esos roles. De esta forma, podemos decir que las pautas de género se
estructuran en los roles. Desde antaño, en todas las sociedades se ha mostrado la
inquietud de que mujeres y hombres tengan diferentes comportamientos, por ello
resulta importante y necesario conocer cuáles son los roles asumidos por cada persona.
Por rol se entienden las prescripciones, normas y expectativas de comportamiento de lo
femenino y de lo masculino: lo que realizó y cómo describo y hasta defino mi ser
persona. Desde pequeños se induce a las criaturas a ajustarse a situaciones socialmente
estructuradas, que les dictan desde la forma de vestir, hasta la aplicación social del
comportamiento sexual y afectivo. También existen diferencias de rol respecto a etnia y
a edad, otras referidas a la división sexual del trabajo y a las formas de expresar
sentimientos o construir relaciones. Los roles de género se enseñan desde la infancia,
desde el momento en que el sujeto nace, se decora la habitación y se le viste de colores
identificados con su género. Así, no únicamente se le enseñan los roles a través de los
colores a quien acaba de nacer sino a todos los que le rodean, luego, pasado el tiempo,
sus juguetes le encaminan a lo que será su desempeño a futuro de acuerdo a las
expectativas de la madre y el padre.

¿Qué es el cuidado?

Para continuar con la explicación sobre trabajo reproductivo y las tareas de cuidado,
primero planteemos nuestro punto de partida:

● Todas las mujeres son trabajadoras

● Las desigualdades del mundo laboral tienen su origen en la distribución desigual de


los trabajos domésticos y de cuidado a partir de la división sexual del trabajo.

● El Estado tiene un rol fundamental en la organización social del cuidado.

Entonces, definimos el “cuidado” como aquellas “actividades indispensables para


satisfacer las necesidades básicas de la reproducción de las personas, brindándoles los
elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad“(Rodriguez Enríquez
y Marzoneto, 2016). Desde la perspectiva de la promoción del bienestar, (Esquivel,
Faur y Jelin, 2012) el cuidado es todo lo que requerimos para sobrevivir en las distintas
etapas de la vida. Es un factor indispensable para nuestro bienestar y nuestro
desarrollo humano y social, es decir en relación con otros/as/xs. Todos/as/xs en
nuestra vida necesitamos recibir cuidados sin distinción de género, pero si observamos
a quienes cuidan vemos que la gran mayoría son mujeres. Desde la perspectiva del
derecho de ciudadanía (Pautassi, L. C. 2007) podemos pensar el concepto de cuidado
como un derecho, el derecho a ser cuidado/a/x, el derecho a cuidar y el derecho al
autocuidado. Según esta autora el cuidado tiene tres componentes y refieren a la
disponibilidad de: tiempo para cuidar, dinero para cuidar y servicios de Cuidado
Infantil. La manera en que se articulan estos componentes es lo que consolida los
distintos modelos de provisión de cuidados en la dinámica de las relaciones de género
de las familias. Por último, la perspectiva sobre las implicancias que tiene el cuidado en
la desigualdad de las personas. Desde esta mirada tenemos el aporte de Rodríguez C.
M. y Marzonetto G.L. (2016) que nos dicen que el cuidado son todas “(…) las
actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la existencia y
reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les
permiten vivir en sociedad. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras
personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en
que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos)
y la gestión del cuidado (coordinar horarios, realizar traslados a centros educativos y a
otras instituciones, supervisar el trabajo de las personas cuidadoras remuneradas, entre
otros)” 5 . Desde esta perspectiva se constituye la crítica económica más sólida sobre el
rol que cumple el trabajo de cuidados en el sistema capitalista actual. Para estas
autoras, el cuidado, que no es reconocido como trabajo y por ende no es remunerado
significa la invisibilización del aporte económico y por lo tanto de su valor y
reconocimiento en la riqueza de un país. Desde estas autoras podemos adentrarnos en
la crítica feminista más concreta que tiene que ver con mostrar la escisión que
mencionamos anteriormente, de los mundos de la producción (trabajo remunerado) y
el de la reproducción (trabajo no remunerado ni reconocido). Desde esta visión estos
mundos se vuelven a unificar para explicar de manera integrada el funcionamiento del
sistema capitalista y de las sociedades modernas. Entonces, el vínculo problemático no
es entre el capital y el trabajo, relación clásica que explica la sociedad salarial y las
instituciones construidas para mediar esta relación, sino entre el capital y la Vida.

En este punto la incorporación del concepto “Vida” viene a representar la ampliación


conceptual sobre la mirada de una compleja organización social. Al interior del
concepto de Vida está el trabajo remunerado, vinculado a la producción mercantil,
pero también está contenido el trabajo que es necesario para reproducir cotidianamente
a las personas. En esta intención de dotar de otras dimensiones a la relación con el
capital, se explica que la misma noción de trabajo es una noción histórica y cuya
centralidad en las sociedades modernas intervino y determinó la organización de la
vida de las personas. Dimensionar este rol económico donde se vislumbra la relación
entre lo productivo y lo reproductivo se enmarca en lo que llamamos “economía del
cuidado”. La teoría neoclásica escinde la esfera productiva, de la reproductiva y explica
las relaciones dentro del trabajo productivo, en el ámbito público y relega el trabajo
reproductivo al ámbito privado. A su vez, entiende que las diferencias entre géneros en
el mercado de trabajo (trabajo productivo) se generan por las capacidades “naturales”
de los hombres y las mujeres. Como explicamos anteriormente, no hay diferencias
naturales entre los sexos y las “habilidades” asignadas a cada género, son una
construcción social. En cambio, la perspectiva feminista va a explicar que la “economía
del cuidado” “… permite enfatizar el hecho de que el cuidado es la piedra angular de
la economía y de la sociedad. (...) desnaturalizar el cuidado como lo propio de las
mujeres y desplazarlo del ámbito privado de las opciones personales para hacerlo
público y politizable. Para ello, se lo reformuló como un concepto que entrelaza lo
económico –la forma en que las economías se benefician del trabajo de cuidados que no
es reconocido ni remunerado–, lo social –las relaciones de clase y género– y lo político –
los distintos actores que demandan sostienen o implementan políticas públicas que
directa o indirectamente moldean la prestación y recepción de cuidados–.” (Esquivel
V., 2015, p1) Bajo estas definiciones podemos decir que el cuidado, con más o menos
detalle en sus tareas, es una actividad que está invisibilizada y eso limita su discusión y
reconocimiento en todas las dimensiones de la vida. Por esto poner el cuidado en
discusión como trabajo tiene que ver con que es una actividad que no está paga, con
reconocer su aporte económico y reconocer su aporte fundamental al bienestar del
conjunto de la población.

Las desigualdades del mundo laboral Como vimos en la clase anterior la desigual
distribución del trabajo productivo y reproductivo entre los géneros es la causa de las
desigualdades en el mundo del trabajo. Para continuar con este módulo postulamos
que el trabajo es lo que dignifica la vida y es un pilar organizador de la vida cotidiana
en esta sociedad. Entonces, resaltamos dos nociones que consideramos fundamentales.

● Todas las mujeres y diversidades son trabajadoras/xs.

● Las desigualdades del mundo laboral tienen su origen en la distribución desigual del
trabajo doméstico y de cuidado no remunerado entre los géneros.

Además, dentro del trabajo remunerado, el género constituye una diferenciación entre
ciertas ocupaciones mejores pagas y con más reconocimiento socio-profesional
ejercidas principalmente por los varones y otras ocupaciones con salarios más bajos
vinculadas con el trabajo doméstico y el cuidado que son mayormente desempeñadas
por mujeres y cuerpos feminizados. Principales indicadores del mundo del trabajo Si
bien en las últimas décadas asistimos a la inclusión masiva de las mujeres en el mundo
del trabajo, la participación femenina continúa estando fuertemente determinada por la
división sexual del trabajo. Avancemos sobre la caracterización de la situación laboral
de las mujeres. Los indicadores laborales clásicos para la provincia de Buenos Aires nos
muestran cómo las mujeres se insertan en el trabajo remunerado de una forma muy
diferente a como lo hacen los varones.

Techo de Cristal

Describe las barreras socioculturales invisibles que limitan el crecimiento profesional


de las mujeres dentro de las organizaciones y restringen su acceso a los espacios de
toma de decisiones, a pesar de estar igualmente o mejor preparadas que los varones.

La Segregación Vertical y el concepto aún más conocido de “techo de cristal” son muy
importantes al hablar de la brecha salarial, ya que los lugares en donde se obtienen los
salarios más altos y los mayores beneficios laborales (como acceso a un auto
corporativo, bonos de productividad, etc.), están mayormente ocupados por varones.
Las mujeres que tienen hijos/as a cargo o viven en hogares con personas dependientes,
suelen ver sus carreras profesionales obstaculizadas y detenidas por el techo de cristal
o las “escaleras cortadas”, en la dificultad de conciliar la vida productiva con la vida
reproductiva. A esto se le suma que las características de liderazgo se vincula con el
estereotipo de masculinidad, haciendo que la participación femenina se concentre en
los escalones más bajos de las estructuras jerárquicas. Datos de la EPH del tercer
trimestre del 2019 7 muestran que en Argentina, solo el 4.7% de las mujeres que
trabajan ocupan cargos de dirección o jefatura, cuando este porcentaje para los varones
es de 8.5%. Casi el doble. Además esta diferencia no ha variado en los últimos 15 años.
Esto quiere decir que aunque se han incorporado más mujeres al trabajo remunerado
en los últimos años, no ha incrementado significativamente su participación en los
puestos jerárquicos. Aun en las actividades feminizadas, no se corrobora una
proporcionalidad de dicha feminización en los puestos de dirección y jefatura. La
mayoría de las mujeres se concentran en los extremos más bajos de las jerarquías
ocupacionales, y por lo tanto de las salariales. La segregación horizontal es otro
concepto que tiene raíz en la división sexual del trabajo.

La Constitución Nacional Argentina

La Constitución Nacional, reconoce y enuncia derechos fundamentales en nuestro país.


Teniendo como base y fuente principal esos derechos, se ha ido construyendo el
Derecho del Trabajo, es decir, el conjunto de principios y normas jurídicas que regulan
las relaciones laborales y cuyo objetivo principal es proteger a los/las/lxs
trabajadores/as/xs ante la desigualdad en que éstos se encuentran frente al sector
empleador. Tal como mencionamos, los derechos fundamentales del trabajo fueron
reconociéndose como tales a través del tiempo y así incorporándose a la Constitución
Nacional, principalmente en los actuales artículos 14 y 14 bis, el primero en el año 1853
y el segundo en 1957. Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes
derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y
ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de
entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la
prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines
útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender. Como mencionamos, el
artículo 14 de la Constitución Nacional establece que: El trabajo en sus diversas formas,
gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones
dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados;
retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea;
participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y
colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del
empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple
inscripción en un registro especial. Queda garantizado a los gremios: concertar
convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de
huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el
cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.
El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral
e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a
cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía financiera y económica,
administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir
superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la
familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso
a una vivienda digna. En la reforma constitucional del año 1957 se incorpora el Art. 14
bis que reintroduce los derechos sociales consagrados por la derogada constitución de
1949. En este artículo se enumeran los derechos que se refieren a las trabajadoras y los
trabajadores, tanto en el orden de las relaciones individuales como colectivas: El trabajo
en sus diversas formas, gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al
trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y
vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración
por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la
producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario;
estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática,
reconocida por la simple inscripción en un registro especial. Queda garantizado a los
gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al
arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías
necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la
estabilidad de su empleo. El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que
tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro
social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con
autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con participación
del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones
móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la
compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.

INTRODUCCION.

El mobbing o acoso moral muchas veces se vincula en ciertos casos con el abuso de
poder jerárquico ejercido por el empleador o por quien imparte órdenes en la empresa
u organización. De ahí que las relaciones o vínculos laborales se van deteriorando con
el transcurso del tiempo, sin que el trabajador encuentre razones de lo que sucede a su
alrededor en su actividad laboral.

Este será el tema que analizaremos a continuación, llegando a nuestras consideraciones


finales.

II. EL PODER EN LA EMPRESA U ORGANIZACIÓN. PODER Y GESTION.

El poder siempre ha sido asociado a la empresa u organización, teniendo en cuenta su


naturaleza pluridisciplinar y de gran importancia para la comprensión del fenómeno
organizacional, en la medida en que permite conocer y comprender las relaciones
interpersonales que la constituyen y que, al mismo tiempo, construyen las
organizaciones.
El poder es sinónimo de mandato, facultad o atribución suficiente que se le otorga a
quien imparte órdenes a un conjunto de personas que forman parte de la
organización(.

En cuanto al poder y la gestión, ambos se complementan dentro de la empresa u


organización, imperando un mecanismo de dominación y control del personal que
forma parte y que, en determinadas situaciones, restringe las debidas libertades a los
trabajadores. WEBER señala que "el poder en las organizaciones guarda un estrecho
vínculo con la legitimidad de las personas que la integran. Esto lleva a un
planteamiento mucho más profundo, en el que se establece que las órdenes son
seguidas, no por su estatus de orden, sino porque provienen de una persona con
autoridad y legitimidad, lo que automáticamente transfiere la situación hacia el poder
y la dominación".

III. MOBBING Y ABUSO DE PODER - EFECTOS EN EL TRABAJADOR.

El mobbing o acoso moral constituye un nuevo fenómeno en el derecho laboral que


comienza a desarrollarse lentamente, en forma progresiva, y que tiene su duración en
el transcurso del tiempo, provocando en la víctima un desgaste psicofísico importante
e irreparable.

Tiene como punto de partida la existencia de conflictos insignificantes, pero que sirven
como posibles estrategias tendientes a dar comienzo a lo que denominamos como
"acoso moral o laboral"(.

Desde el punto de vista laboral, el abuso de poder significa cuando el empleador


efectúa un mal manejo de su mandato, vale decir, que al impartir órdenes, aplica una
cierta perversidad en sus conductas manifestadas hacia el trabajador.

El mobbing o acoso moral se asocia al abuso de poder del empleador, vale decir que
toda violencia o acoso laboral será considerada como una modalidad en el ejercicio de
poder que tendrá el empleador.

Dicho hostigamiento comprende tanto las físicas y hasta las verbales, exteriorizando no
solo su amplio poder sino además sus conductas ilimitadas llegando hasta la propia
humillación del trabajador.

Muchos trabajadores perciben al abuso de autoridad como un sometimiento del otro,


vale decir que el mismo podría actuar como un disparador del mobbing u
hostigamiento abarcando conductas como la intolerancia para con el error en la
ejecución de las tareas asignadas, la falta de reconocimiento para con su desempeño, la
antigüedad, llegando a incluir el maltrato y la comunicación verbal irrespetuosa.

De ahí que la violencia laboral es una modalidad de abuso cuyos efectos repercuten en
el trabajador y al resto de la empresa u organización. El abuso de poder significa que
en el ejercicio de su mandato, el empleador se excede de los límites establecidos,
haciendo que las relaciones laborales sean mas toxicas y mas difíciles de llevar.

Ello configura que el abuso de poder sea un riesgo psicosocial para el trabajador dentro
de un contexto de hostigamiento o de acoso laboral, cuyos efectos conciben costos
económicos y sociales.

IV- CONSIDERACIONES FINALES.

1-El poder siempre ha sido asociado a la empresa u organización, teniendo en cuenta


su naturaleza pluridisciplinar y de gran importancia para la comprensión del
fenómeno organizacional.

2-El poder es sinónimo de mandato, facultad o atribución suficiente que se le otorga a


quien imparte órdenes a un conjunto de personas que forman parte de la organización.

3-Poder y gestión se complementan dentro de la empresa u organización, imperando


un mecanismo de dominación y control del personal que forma parte y que, en
determinadas situaciones, restringe las debidas libertades a los trabajadores.

4-El mobbing o acoso moral se asocia al abuso de poder del empleador, vale decir que
toda violencia o acoso laboral será considerada como una modalidad en el ejercicio de
poder que tendrá el empleador.

5-La violencia laboral es una modalidad de abuso cuyos efectos repercuten en el


trabajador y al resto de la empresa u organización.

6-Todo hostigamiento implica agresiones desde lo físico a lo verbal, convirtiendo al


lugar de trabajo en un verdadero campo de batalla.

7-Por último, el mobbing o acoso moral es una forma de abuso de poder que tiene
como finalidad, someter o excluir a un trabajador de su lugar de trabajo.

Donde denunciar!!!

Primero a la Autoridad mas proxima ya sea jefe, sindicato, gerentes, o encargados.

En el caso de no resivir respuestas podemos acceder al Ministerio de Trabajo

https://www.argentina.gob.ar/trabajo/igualdad

https://www.argentina.gob.ar/servicio/recibir-asesoramiento-sobre-violencia-
laboral-y-denunciarla-oficina-de-violencia-laboral
En caso de sufrir Violencia de Genero podes comunicarte al 144
o acercate a la comisariade la mujer mas cercana o a la Fiscalia de tu
departamneto Judicial y pregunta por la fiscalia de genero!

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