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El Concepto de Género

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Género 1

El concepto de género, elaborado por el feminismo, viene a dar cuenta de la diferencia entre la
dimensión biológica (relacionada con lo físico-genital y las capacidades reproductivas) y los atributos,
funciones, roles, responsabilidades e identidades que se construyen socialmente (muy ligados al
tiempo histórico-social) y determinan estructuras y jerarquías de poder en la sociedad. El género
agrupa y clasifica identidades creadas desde una mirada social e histórica de los cuerpos a partir de
los cuales se destacan diferencias que a su vez crean una clasificación valorativa de lo que se
construye como femenino y como masculino en cada sociedad. El género es, por lo tanto, un
elemento inestable, cultural, diacrónico y con carácter vinculante en la medida en que marca y
determina pautas de comportamientos que se consideran normales o anormales si se desvían.
El concepto de género es una categoría de análisis relacional; por lo tanto, no es sinónimo de mujer
ni tampoco puede pluralizarse (género no es igual a “hombre”, “mujer” o “trans”, sino que estos
términos son sus productos). La norma del dispositivo sexo-género implica dirigir el deseo sexual
hacia el otro sexo dentro de un marco relacional heteronormativo, lo cual quiere decir que la
heterosexualidad actúa como regla imperante en nuestra sociedad.

¿Qué es el género?
Se refiere a los aspectos socialmente atribuidos a un individuo, diferenciando lo masculino de lo
femenino, en base a sus características biológicas. Es decir que es lo que las sociedades esperan que
piense, sienta y actúe alguien por ser varón o por ser mujer. Por ejemplo, se dice que “los hombres
no lloran” o que “a las mujeres les gusta la ropa”. Así, el género condiciona los roles, las
posibilidades, las acciones, el aspecto físico y la expresión de la sexualidad de las personas.
Es una construcción social y cultural que puede corresponder o no con el sexo biológico.

¿Qué es la identidad de género?


Es la forma en que cada persona siente su género. Por eso, puede corresponder o no con el sexo
asignado al nacer. Es decir que es el género que cada persona siente, independientemente de que
haya nacido hombre o mujer. Una persona que nació hombre puede sentir que su identidad de
género es femenina y viceversa.
Es la vivencia del género tal como cada persona la siente. Puede corresponder o no con el sexo
biológico.

¿Qué es la expresión de género?


Es cómo mostramos nuestro género al mundo: a través de nuestro nombre, cómo nos vestimos, nos
comportamos, interactuamos, etc.

En las definiciones de género e identidad de género, se remarca que estos pueden corresponder o no
con el sexo biológico. Debido a esto es que cabe preguntarnos ¿de qué hablamos cuando nos
referimos a sexo biológico?

¿Qué es el sexo biológico?


Es el conjunto de características biológicas (pene, vagina, hormonas, etc.) que determinan lo que es
un macho o una hembra en la especie humana. Al nacer, a las personas se les asigna un sexo de
acuerdo a estas características.
No siempre se corresponde con el género autopercibido.
Género 2

Finalmente, cuando hablamos de quién nos gusta, atrae o resulta atractivo hacemos referencia a la
orientación sexual.

¿Qué es la orientación sexual?


Es la atracción física, emocional, erótica, afectiva y espiritual que sentimos hacia otra persona. Esta
atracción puede ser hacia personas del mismo género (lesbiana o gay), el género opuesto
(heterosexual), ambos géneros (bisexual) o a las personas independientemente de su orientación
sexual, identidad y/o expresión de género (pansexual). A lo largo de la vida, es posible cambiar de
orientación sexual.

Historización del concepto de género


A lo largo de la historia, las funciones y atributos asignados a lo femenino han establecido una
posición de subordinación respecto de lo masculino, generando desigualdades para la mujer en el
ámbito jurídico, económico, social, cultural, familiar, político. La desigualdad entre los varones y las
mujeres se funda históricamente en la institución del patriarcado.
Podemos definir patriarcado como una forma de organización política, económica, religiosa,
ideológica y social basada en la idea de la autoridad y superioridad de lo masculino sobre lo
femenino, que da lugar al predominio de los varones sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, el
padre sobre la madre y los hijos e hijas, y femenino se expresa en las diversas normas, costumbres e
instituciones que regulan la vida de las personas en las sociedades organizadas bajo este esquema.
El patriarcado como institución de dominación y control tiene una larga historia en nuestras
sociedades. La familia patriarcal ha sido extraordinariamente flexible y ha variado según la época y
los lugares (desde el patriarcado romano hasta la institución familiar victoriana).
La diferencia sexual se define teóricamente a fines del siglo XVIII y durante el siglo XX; sobre ella se
sustenta ideológicamente la desigualdad entre varones y mujeres coincidiendo con el advenimiento
de sociedades políticas que se basarán en el principio de igualdad jurídica.
Como señala Rosa Cobo, uno de los fenómenos que determina la redefinición del patriarcado en la
modernidad es la aparición del estado público y el doméstico, que cada vez se van perfilando con
mayor claridad como espacios separados –a diferencia del modo de producción anterior, en el que la
casa representaba tanto el lugar de trabajo como el de vida familiar-, a la vez que paralelamente se
van diferenciando más y más los dos sexos. Lo nuevo en este periodo de reestructuración política y
social es la aparición de la denominada teoría de la polaridad o la complementariedad sexual,
caracterizada por el énfasis en una naturaleza propia o un carácter sexual masculino o femenino.
Tal carácter sexual, que se construye a partir de una combinación de biología y de características
psicológicas, constituye la esencia común de todos los varones, por un lado, y de todas las mujeres,
por otro, mientras que anteriormente las definiciones de varones y mujeres eran siempre referidas al
estamento correspondiente, y no a lo femenino o lo masculino en sí.
Como cualquier sistema social, económico o político, la reproducción del patriarcado ha sido posible
mediante el uso combinado de estrategias que podemos clasificar en coercitivas (uso de la violencia):
violencia estructural patriarcal y sus dimensiones; no coercitivas (proceso de socialización de
género): subjetivación diferencial por género, lenguaje patriarcal o androcéntrico, erotización de la
dominación.
Género 3

La socialización de género empieza tempranamente, toda vez que los cuerpos infantiles son
marcados desde su nacimiento con un sexo/género a partir de la diferenciación binaria
(varón/mujer) que configura la identidad sexual considerada normal.
Aquí el lenguaje tiene un papel fundamental debido a su rol para estructurar culturalmente a los
sujetos y volverlos seres sociales. Las metáforas del género han representado al varón como la
norma y a la mujer como la desviación; al varón como un ser completo y con poderes, a la mujer
como ser inacabado, mutilado y sin autonomía. Conforme con estas construcciones simbólicas,
fijadas ya en la filosofía griega, las teologías judeocristianas y la tradición jurídica sobre las que se
levanta la civilización occidental, los varones han explicado el mundo en sus propios términos y han
definido cuáles eran las cuestiones de importancia para convertirse así en el centro del discurso.
Bourdieu señala que el orden social masculino está tan profundamente arraigado que no requiere
justificación. Se impone a sí mismo como autoevidente. Además es tomado como natural gracias al
acuerdo “casi perfecto e inmediato” que obtiene de estructuras sociales como la organización social
del espacio-tiempo y la división sexual del trabajo, y de las estructuras cognitivas inscritas en los
cuerpos y las mentes (el habitus). Estas estructuras cognitivas se inscriben mediante el mecanismo
básico y universal de la oposición binaria. El habitus es el producto del género y, a su vez, es
productor del género.

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