El Cuento Policial 1ro
El Cuento Policial 1ro
El Cuento Policial 1ro
(Adaptación de "La liga de los pelirrojos", en: Las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur
Un delito que se presenta como un enigma sin aparente solución. Conan Doyle)
1) 7)
El primer portugués era alto y flaco. -¿Quién oyó el tiro? -preguntó Daniel Hernández.
El segundo portugués era bajo y gordo. a. Yo soy corto de vista -dijo el primer portugués.
b. La noche era oscura -dijo el segundo portugués. íntimo en el que había escrito que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y
c. Tronaba y tronaba -dijo el tercer portugués. de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.
El cuarto portugués estaba borracho de muerte.
Los crímenes de la calle Morgue
8)
-¿Cuándo vieron al muerto? -preguntó el comisario Jiménez. Edgar Allan Poe
a. Cuando acabó de llover -dijo el primer portugués.
b. Cuando acabó de tronar -dijo el segundo portugués. La canción que cantaban las sirenas, o el nombre
c. Cuando acabó de morir -dijo el tercer portugués. que adoptó Aquiles cuando se escondió entre las mujeres,
Cuando acabó de morir. son cuestiones enigmáticas, pero que no se hallan
más allá de toda conjetura.
9) Sir Thomas Browne
-¿Qué hicieron entonces? -preguntó Daniel Hernández.
a. Yo me saqué el sombrero -dijo el primer portugués.
b. Yo me descubrí -dijo el segundo portugués. Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí mismas
c. Mi homenaje al muerto -dijo el portugués. poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre otras
Los cuatro sombreros sobre la mesa. cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo goce. Así
como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con aquellos ejercicios
10) que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en esa actividad del
a.. Entonces ¿qué hicieron? -preguntó el comisario Jiménez. espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más triviales, siempre
b. Uno maldijo la suerte -dijo el primer portugués. que pongan en juego su talento. Le encantan los enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al
c. Uno cerró el paraguas -dijo el segundo portugués. solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente ordinaria, parece
d. Uno nos trajo corriendo -dijo el tercer portugués. sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más esencial y profunda, tienen
El muerto estaba muerto. todo el aire de una intuición. La facultad de resolución se ve posiblemente muy vigorizada
por el estudio de las matemáticas, y en especial por su rama más alta, que, injustamente y tan
¿qué creés que pasó? sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se denomina análisis, como si se tratara del
análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de
Cuento policial ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el
Marco Denevi. 1972 ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es apreciado
erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito a prologar un relato un
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por tanto singular, con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé por eso la oportunidad para
delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le afirmar que el máximo grado de la reflexión se ve puesto a prueba por el modesto juego de
dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del ajedrez.
aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de En este último, donde las piezas tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y
dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven, armado de ganzúa variables valores, lo que sólo resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada
y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo
empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido instante, se comete un descuido que da por resultado una pérdida o la derrota. Como los
robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. movimientos posibles no sólo son múltiples sino intrincados, las posibilidades de descuido se
A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble multiplican y, en nueve casos de cada diez, triunfa el jugador concentrado y no el más
sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario penetrante. En las damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones
son mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a manera con que se arrojan las cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, la
la atención, y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una caída o vuelta accidental de una carta, con la consiguiente ansiedad o negligencia en el acto
perspicacia superior. de ocultarla, la cuenta de las bazas, con el orden de su disposición, el embarazo, la
vacilación, el apuro o el temor... todo ello proporciona a su percepción, aparentemente
Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de damas en la que las piezas se intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o tres manos, conoce
reducen a cuatro y donde, como es natural, no cabe esperar el menor descuido. Obvio resulta perfectamente las cartas de cada uno, y desde ese momento utiliza las propias con tanta
que (si los jugadores tienen fuerza pareja) sólo puede decidir la victoria algún movimiento precisión como si los otros jugadores hubieran dado vuelta a las suyas.
sutil, resultado de un penetrante esfuerzo intelectual. Desprovisto de los recursos ordinarios,
el analista penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con frecuencia alcanza El poder analítico no debe confundirse con el mero ingenio, ya que si el analista es por
a ver de una sola ojeada el único método (a veces absurdamente sencillo) por el cual puede necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre ingenioso se muestra notablemente incapaz de
provocar un error o precipitar a un falso cálculo. analizar. La facultad constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta habitualmente el
ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente, a mi juicio) han asignado un órgano aparte,
Hace mucho que se ha reparado en el whist por su influencia sobre lo que da en llamarse la considerándola una facultad primordial, ha sido observada con tanta frecuencia en personas
facultad del cálculo, y hombres del más excelso intelecto se han complacido en él de manera cuyo intelecto lindaba con la idiotez, que ha provocado las observaciones de los estudiosos
indescriptible, dejando de lado, por frívolo, al ajedrez. Sin duda alguna, nada existe en ese del carácter. Entre el ingenio y la aptitud analítica existe una diferencia mucho mayor que
orden que ponga de tal modo a prueba la facultad analítica. El mejor ajedrecista de la entre la fantasía y la imaginación, pero de naturaleza estrictamente análoga. En efecto, cabe
cristiandad no puede ser otra cosa que el mejor ajedrecista, pero la eficiencia en el whist observar que los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre
implica la capacidad para triunfar en todas aquellas empresas más importantes donde la verdaderamente imaginativo es siempre un analista.
mente se enfrenta con la mente. Cuando digo eficiencia, aludo a esa perfección en el juego
que incluye la aprehensión de todas las posibilidades mediante las cuales se puede obtener El relato siguiente representará para el lector algo así como un comentario de las
legítima ventaja. Estas últimas no sólo son múltiples sino multiformes, y con frecuencia afirmaciones que anteceden.
yacen en capas tan profundas del pensar que el entendimiento ordinario es incapaz de
alcanzarlas. Observar con atención equivale a recordar con claridad; en ese sentido, el Mientras residía en París, durante la primavera y parte del verano de 18..., me relacioné con
ajedrecista concentrado jugará bien al whist, en tanto que las reglas de Hoyle (basadas en el un cierto C. Auguste Dupin. Este joven caballero procedía de una familia excelente -y hasta
mero mecanismo del juego) son comprensibles de manera general y satisfactoria. Por tanto, ilustre-, pero una serie de desdichadas circunstancias lo habían reducido a tal pobreza que la
el hecho de tener una memoria retentiva y guiarse por «el libro» son las condiciones que por energía de su carácter sucumbió ante la desgracia, llevándolo a alejarse del mundo y a no
regla general se consideran como la suma del buen jugar. Pero la habilidad del analista se preocuparse por recuperar su fortuna. Gracias a la cortesía de sus acreedores le quedó una
manifiesta en cuestiones que exceden los límites de las meras reglas. Silencioso, procede a pequeña parte del patrimonio, y la renta que le producía bastaba, mediante una rigurosa
acumular cantidad de observaciones y deducciones. Quizá sus compañeros hacen lo mismo, economía, para subvenir a sus necesidades, sin preocuparse de lo superfluo. Los libros
y la mayor o menor proporción de informaciones así obtenidas no reside tanto en la validez constituían su solo lujo, y en París es fácil procurárselos.
de la deducción como en la calidad de la observación. Lo necesario consiste en saber qué se
debe observar. Nuestro jugador no se encierra en sí mismo; ni tampoco, dado que su objetivo Nuestro primer encuentro tuvo lugar en una oscura librería de la rue Montmartre, donde la
es el juego, rechaza deducciones procedentes de elementos externos a éste. Examina el casualidad de que ambos anduviéramos en busca de un mismo libro -tan raro como notable-
semblante de su compañero, comparándolo cuidadosamente con el de cada uno de sus sirvió para aproximarnos. Volvimos a encontrarnos una y otra vez. Me sentí profundamente
oponentes. Considera el modo con que cada uno ordena las cartas en su mano; a menudo interesado por la menuda historia de familia que Dupin me contaba detalladamente, con todo
cuenta las cartas ganadoras y las adicionales por la manera con que sus tenedores las ese candor a que se abandona un francés cuando se trata de su propia persona. Me quedé
contemplan. Advierte cada variación de fisonomía a medida que avanza el juego, reuniendo asombrado, al mismo tiempo, por la extraordinaria amplitud de su cultura; pero, sobre todo,
un capital de ideas nacidas de las diferencias de expresión correspondientes a la seguridad, la sentí encenderse mi alma ante el exaltado fervor y la vívida frescura de su imaginación. Dado
sorpresa, el triunfo o la contrariedad. Por la manera de levantar una baza juzga si la persona lo que yo buscaba en ese entonces en París, sentí que la compañía de un hombre semejante
que la recoge será capaz de repetirla en el mismo palo. Reconoce la jugada fingida por la me resultaría un tesoro inestimable, y no vacilé en decírselo. Quedó por fin decidido que
viviríamos juntos durante mi permanencia en la ciudad, y, como mi situación financiera era una inteligencia excitada o quizá enferma. Pero el carácter de sus observaciones en el curso
algo menos comprometida que la suya, logré que quedara a mi cargo alquilar y amueblar -en de esos períodos se apreciará con más claridad mediante un ejemplo.
un estilo que armonizaba con la melancolía un tanto fantástica de nuestro carácter- una
decrépita y grotesca mansión abandonada a causa de supersticiones sobre las cuales no Errábamos una noche por una larga y sucia calle, en la vecindad del Palais Royal.
inquirimos, y que se acercaba a su ruina en una parte aislada y solitaria del Faubourg Saint- Sumergidos en nuestras meditaciones, no habíamos pronunciado una sola sílaba durante un
Germain. cuarto de hora por lo menos. Bruscamente, Dupin pronunció estas palabras:
Si nuestra manera de vivir en esa casa hubiera llegado al conocimiento del mundo, éste nos -Sí, es un hombrecillo muy pequeño, y estaría mejor en el Théâtre des Variétés.
hubiera considerado como locos -aunque probablemente como locos inofensivos-. Nuestro
aislamiento era perfecto. No admitíamos visitantes. El lugar de nuestro retiro era un secreto -No cabe duda -repuse inconscientemente, sin advertir (pues tan absorto había estado en mis
celosamente guardado para mis antiguos amigos; en cuanto a Dupin, hacía muchos años que reflexiones) la extraordinaria forma en que Dupin coincidía con mis pensamientos. Pero, un
había dejado de ver gentes o de ser conocido en París. Sólo vivíamos para nosotros. instante después, me di cuenta y me sentí profundamente asombrado.
Una rareza de mi amigo (¿qué otro nombre darle?) consistía en amar la noche por la noche -Dupin -dije gravemente-, esto va más allá de mi comprensión. Le confieso sin rodeos que
misma; a esta bizarrerie, como a todas las otras, me abandoné a mi vez sin esfuerzo, estoy atónito y que apenas puedo dar crédito a mis sentidos. ¿Cómo es posible que haya
entregándome a sus extraños caprichos con perfecto abandono. La negra divinidad no podía sabido que yo estaba pensando en...?
permanecer siempre con nosotros, pero nos era dado imitarla. A las primeras luces del alba,
cerrábamos las pesadas persianas de nuestra vieja casa y encendíamos un par de bujías que, Aquí me detuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si realmente sabía en quién estaba yo
fuertemente perfumadas, sólo lanzaban débiles y mortecinos rayos. Con ayuda de ellas pensando.
ocupábamos nuestros espíritus en soñar, leyendo, escribiendo o conversando, hasta que el
reloj nos advertía la llegada de la verdadera oscuridad. Salíamos entonces a la calle tomados -En Chantilly -dijo Dupin-. ¿Por qué se interrumpe? Estaba usted diciéndose que su pequeña
del brazo, continuando la conversación del día o vagando al azar hasta muy tarde, mientras estatura le veda los papeles trágicos.
buscábamos entre las luces y las sombras de la populosa ciudad esa infinidad de excitantes
espirituales que puede proporcionar la observación silenciosa. Tal era, exactamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly era un ex remendón de la rue
Saint-Denis que, apasionado por el teatro, había encarnado el papel de Jerjes en la tragedia
En esas oportunidades, no dejaba yo de reparar y admirar (aunque dada su profunda idealidad homónima de Crébillon, logrando tan sólo que la gente se burlara de él.
cabía esperarlo) una peculiar aptitud analítica de Dupin. Parecía complacerse especialmente
en ejercitarla -ya que no en exhibirla- y no vacilaba en confesar el placer que le producía. Se -En nombre del cielo -exclamé-, dígame cuál es el método... si es que hay un método... que le
jactaba, con una risita discreta, de que frente a él la mayoría de los hombres tenían como una ha permitido leer en lo más profundo de mí.
ventana por la cual podía verse su corazón y estaba pronto a demostrar sus afirmaciones con
pruebas tan directas como sorprendentes del íntimo conocimiento que de mí tenía. En En realidad, me sentía aún más asombrado de lo que estaba dispuesto a reconocer.
aquellos momentos su actitud era fría y abstraída; sus ojos miraban como sin ver, mientras su
voz, habitualmente de un rico registro de tenor, subía a un falsete que hubiera parecido -El frutero -replicó mi amigo- fue quien lo llevó a la conclusión de que el remendón de suelas
petulante de no mediar lo deliberado y lo preciso de sus palabras. Al observarlo en esos no tenía estatura suficiente para Jerjes et id genus omne.
casos, me ocurría muchas veces pensar en la antigua filosofía del alma doble, y me divertía
con la idea de un doble Dupin: el creador y el analista. -¡El frutero! ¡Me asombra usted! No conozco ningún frutero.
No se suponga, por lo que llevo dicho, que estoy circunstanciando algún misterio o -El hombre que tropezó con usted cuando entrábamos en esta calle... hará un cuarto de hora.
escribiendo una novela. Lo que he referido de mi amigo francés era tan sólo el producto de
Recordé entonces que un frutero, que llevaba sobre la cabeza una gran cesta de manzanas, Chantilly que apareció en el Musée de ayer, el escritor satírico hace algunas penosas
había estado a punto de derribarme accidentalmente cuando pasábamos de la rue C... a la que alusiones al cambio de nombre del remendón antes de calzar los coturnos, y cita un verso
recorríamos ahora. Pero me era imposible comprender qué tenía eso que ver con Chantilly. latino sobre el cual hemos hablado muchas veces. Me refiero al verso:
-Se lo explicaré -me dijo Dupin, en quien no había la menor partícula de charlatanerie- y,
para que pueda comprender claramente, remontaremos primero el curso de sus reflexiones
desde el momento en que le hablé hasta el de su choque con el frutero en cuestión. Los Perdidit antiquum litera prima sonum.
eslabones principales de la cadena son los siguientes: Chantilly, Orión, el doctor Nichols,
Epicuro, la estereotomía, el pavimento, el frutero.
Pocas personas hay que, en algún momento de su vida, no se hayan entretenido en remontar »Le dije a usted que se refería a Orión, que en un tiempo se escribió Urión; y dada cierta
el curso de las ideas mediante las cuales han llegado a alguna conclusión. Con frecuencia, acritud que se mezcló en aquella discusión, estaba seguro de que usted no la había olvidado.
esta tarea está llena de interés, y aquel que la emprende se queda asombrado por la distancia Era claro, pues, que no dejaría de combinar las dos ideas de Orión y Chantilly. Que así lo
aparentemente ilimitada e inconexa entre el punto de partida y el de llegada. hizo, lo supe por la sonrisa que pasó por sus labios. Pensaba usted en la inmolación del pobre
zapatero. Hasta ese momento había caminado algo encorvado, pero de pronto le vi erguirse
¡Cuál habrá sido entonces mi asombro al oír las palabras que acababa de pronunciar Dupin y en toda su estatura. Me sentí seguro de que estaba pensando en la diminuta figura de
reconocer que correspondían a la verdad! Chantilly. Y en este punto interrumpí sus meditaciones para hacerle notar que, en efecto, el
tal Chantilly era muy pequeño y que estaría mejor en el Théâtre des Variétés.
-Si no me equivoco -continuó él-, habíamos estado hablando de caballos justamente al
abandonar la rue C... Éste fue nuestro último tema de conversación. Cuando cruzábamos Poco tiempo después de este episodio, leíamos una edición nocturna de la Gazette des
hacia esta calle, un frutero que traía una gran canasta en la cabeza pasó rápidamente a nuestro Tribunaux cuando los siguientes párrafos atrajeron nuestra atención:
lado y le empaló a usted contra una pila de adoquines correspondiente a un pedazo de la calle
en reparación. Usted pisó una de las piedras sueltas, resbaló, torciéndose ligeramente el
tobillo; mostró enojo o malhumor, murmuró algunas palabras, se volvió para mirar la pila de
«EXTRAÑOS ASESINATOS.-Esta mañana, hacia las tres, los habitantes del quartier Saint-
adoquines y siguió andando en silencio. Yo no estaba especialmente atento a sus actos, pero
Roch fueron arrancados de su sueño por los espantosos alaridos procedentes del cuarto piso
en los últimos tiempos la observación se ha convertido para mí en una necesidad.
de una casa situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y su hija,
mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible lograr el acceso a la casa, después
»Mantuvo usted los ojos clavados en el suelo, observando con aire quisquilloso los agujeros
de perder algún tiempo, se forzó finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez vecinos
y los surcos del pavimento (por lo cual comprendí que seguía pensando en las piedras), hasta
penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los gritos habían cesado, pero
que llegamos al pequeño pasaje llamado Lamartine, que con fines experimentales ha sido
cuando el grupo remontaba el primer tramo de la escalera se oyeron dos o más voces que
pavimentado con bloques ensamblados y remachados. Aquí su rostro se animó y, al notar que
discutían violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la casa. Al llegar al
sus labios se movían, no tuve dudas de que murmuraba la palabra “estereotomía”, término
segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando una profunda calma. Los vecinos se
que se ha aplicado pretenciosamente a esta clase de pavimento. Sabía que para usted sería
separaron y empezaron a recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una gran cámara
imposible decir “estereotomía” sin verse llevado a pensar en átomos y pasar de ahí a las
situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada por dentro con llave, debió
teorías de Epicuro; ahora bien, cuando discutimos no hace mucho este tema, recuerdo haberle
ser forzada), se vieron en presencia de un espectáculo que les produjo tanto horror como
hecho notar de qué curiosa manera -por lo demás desconocida- las vagas conjeturas de aquel
estupefacción.
noble griego se han visto confirmadas en la reciente cosmogonía de las nebulosas;
comprendí, por tanto, que usted no dejaría de alzar los ojos hacia la gran nebulosa de Orión,
»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos, habían sido lanzados en
y estaba seguro de que lo haría. Efectivamente, miró usted hacia lo alto y me sentí seguro de
todas direcciones. El colchón del único lecho aparecía tirado en mitad del piso. Sobre una
haber seguido correctamente sus pasos hasta ese momento. Pero en la amarga crítica a
silla había una navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o tres largos y
espesos mechones de cabello humano igualmente empapados en sangre y que daban la Pasaba por tener dinero guardado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando iba a
impresión de haber sido arrancados de raíz. Se encontraron en el piso cuatro napoleones, un buscar la ropa o la devolvía. Estaba segura de que no tenían ningún criado o criada. Opinaba
aro de topacio, tres cucharas grandes de plata, tres más pequeñas de métal d’Alger, y dos que en la casa no había ningún mueble, salvo en el cuarto piso.
sacos que contenían casi cuatro mil francos en oro. Los cajones de una cómoda situada en un
ángulo habían sido abiertos y aparentemente saqueados, aunque quedaban en ellos »Pierre Moreau, vendedor de tabaco, declara que desde hace cuatro años vendía
numerosas prendas. Descubrióse una pequeña caja fuerte de hierro debajo de la cama (y no regularmente pequeñas cantidades de tabaco y de rapé a madame L’Espanaye. Nació en la
del colchón). Estaba abierta y con la llave en la cerradura. No contenía nada, aparte de unas vecindad y ha residido siempre en ella. La extinta y su hija ocupaban desde hacía más de seis
viejas cartas y papeles igualmente sin importancia. años la casa donde se encontraron los cadáveres. Anteriormente vivía en ella un joyero, que
alquilaba las habitaciones superiores a diversas personas. La casa era de propiedad de
»No se veía huella alguna de madame L’Espanaye, pero al notarse la presencia de una madame L., quien se sintió disgustada por los abusos que cometía su inquilino y ocupó
insólita cantidad de hollín al pie de la chimenea se procedió a registrarla, encontrándose personalmente la casa, negándose a alquilar parte alguna. La anciana señora daba señales de
(¡cosa horrible de describir!) el cadáver de su hija, cabeza abajo, el cual había sido metido a senilidad. El testigo vio a su hija unas cinco o seis veces durante esos seis años. Ambas
la fuerza en la estrecha abertura y considerablemente empujado hacia arriba. El cuerpo estaba llevaban una vida muy retirada y pasaban por tener dinero. Había oído decir a los vecinos
aún caliente. Al examinarlo se advirtieron en él numerosas excoriaciones, producidas, sin que madame L. decía la buenaventura, pero no lo creía. Nunca vio entrar a nadie, salvo a la
duda, por la violencia con que fuera introducido y por la que requirió arrancarlo de allí. anciana y su hija, a un mozo de servicio que estuvo allí una o dos veces, y a un médico que
Veíanse profundos arañazos en el rostro, y en la garganta aparecían contusiones negruzcas y hizo ocho o diez visitas.
profundas huellas de uñas, como si la víctima hubiera sido estrangulada.
»Muchos otros vecinos han proporcionado testimonios coincidentes. No se ha hablado de
»Luego de una cuidadosa búsqueda en cada porción de la casa, sin que apareciera nada nadie que frecuentara la casa. Se ignora si madame L. y su hija tenían parientes vivos. Pocas
nuevo, los vecinos se introdujeron en un pequeño patio pavimentado de la parte posterior del veces se abrían las persianas de las ventanas delanteras. Las de la parte posterior estaban
edificio y encontraron el cadáver de la anciana señora, la cual había sido degollada tan siempre cerradas, salvo las de la gran habitación en la parte trasera del cuarto piso. La casa se
salvajemente que, al tratar de levantar el cuerpo, la cabeza se desprendió del tronco. hallaba en excelente estado y no era muy antigua.
Horribles mutilaciones aparecían en la cabeza y en el cuerpo, y este último apenas presentaba
forma humana. »Isidore Muset, gendarme, declara que fue llamado hacia las tres de la mañana y que, al
llegar a la casa, encontró a unas veinte o treinta personas reunidas que se esforzaban por
»Hasta el momento no se ha encontrado la menor clave que permita solucionar tan horrible entrar. Violentó finalmente la entrada (con una bayoneta y no con una ganzúa). No le costó
misterio.» mucho abrirla, pues se trataba de una puerta de dos batientes que no tenía pasadores ni arriba
ni abajo. Los alaridos continuaron hasta que se abrió la puerta, cesando luego de golpe.
Parecían gritos de persona (o personas) que sufrieran los más agudos dolores; eran gritos
La edición del día siguiente contenía los siguientes detalles adicionales: agudos y prolongados, no breves y precipitados. El testigo trepó el primero las escaleras. Al
llegar al primer descanso oyó dos voces que discutían con fuerza y agriamente; una de ellas
era ruda y la otra mucho más aguda y muy extraña. Pudo entender algunas palabras
«La tragedia de la rue Morgue.-Diversas personas han sido interrogadas con relación a este provenientes de la primera voz, que correspondía a un francés. Estaba seguro de que no se
terrible y extraordinario suceso, pero nada ha trascendido que pueda arrojar alguna luz sobre trataba de una voz de mujer. Pudo distinguir las palabras sacré y diable. La voz más aguda
él. Damos a continuación las declaraciones obtenidas: era de un extranjero. No podría asegurar si se trataba de un hombre o una mujer. No entendió
lo que decía, pero tenía la impresión de que hablaba en español. El estado de la habitación y
»Pauline Dubourg, lavandera, manifiesta que conocía desde hacía tres años a las dos de los cadáveres fue descrito por el testigo en la misma forma que lo hicimos ayer.
víctimas, de cuya ropa se ocupaba. La anciana y su hija parecían hallarse en buenos términos
y se mostraban sumamente cariñosas entre sí. Pagaban muy bien. No sabía nada sobre su »Henri Duval, vecino, de profesión platero, declara que formaba parte del primer grupo que
modo de vida y sus medios de subsistencia. Creía que madame L. decía la buenaventura. entró en la casa. Corrobora en general la declaración de Muset. Tan pronto forzaron la
puerta, volvieron a cerrarla para mantener alejada a la muchedumbre, que, pese a lo avanzado ruda. Está seguro de que no se trataba de la voz de un inglés. Parecía la de un alemán. Podía
de la hora, se estaba reuniendo rápidamente. El testigo piensa que la voz más aguda ser una voz de mujer. El testigo no comprende el alemán.
pertenecía a un italiano. Está seguro de que no se trataba de un francés. No puede asegurar
que se tratara de una voz masculina. Pudo ser la de una mujer. No está familiarizado con la »Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente interrogados, declarando
lengua italiana. No alcanzó a distinguir las palabras, pero por la entonación está convencido que la puerta del aposento donde se encontró el cadáver de mademoiselle L. estaba cerrada
de que quien hablaba era italiano. Conocía a madame L. y a su hija. Había conversado por dentro cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se escuchaban
frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz aguda no pertenecía a ninguna de las quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a nadie en el momento de forzar la puerta.
difuntas. Las ventanas, tanto de la habitación del frente como de la trasera, estaban cerradas y
firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones había una puerta cerrada, pero
»Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció voluntariamente a declarar. Como no habla la llave no estaba echada. La puerta que comunicaba la habitación del frente con el corredor
francés, testimonió mediante un intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba frente a la había sido cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el frente del cuarto
casa cuando se oyeron los gritos. Duraron varios minutos, probablemente diez. Eran piso, al comienzo del corredor, apareció abierto, con la puerta entornada. La habitación
prolongados y agudos, tan horribles como penosos de oír. El testigo fue uno de los que estaba llena de camas viejas, cajones y objetos por el estilo. Se procedió a revisarlos uno por
entraron en el edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en todos sus detalles, salvo uno, no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se enviaron deshollinadores para
uno. Estaba seguro de que la voz más aguda pertenecía a un hombre y que se trataba de un que exploraran las chimeneas. La casa tiene cuatro pisos, con mansardes. Una trampa que da
francés. No pudo distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y precipitadas, desiguales al techo estaba firmemente asegurada con clavos y no parece haber sido abierta durante años.
y pronunciadas aparentemente con tanto miedo como cólera. La voz era áspera; no tanto Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo transcurrido entre el momento en que
aguda como áspera. El testigo no la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo varias veces: escucharon las voces que disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. Algunos
sacré, diable, y una vez Mon Dieu! sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan cinco. Costó mucho violentar la
puerta.
»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle Deloraine. Es el mayor de
los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía algunos bienes. Había abierto una cuenta en su »Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue Morgue. Es de
banco durante la primavera del año 18... (ocho años antes). Hacía frecuentes depósitos de nacionalidad española. Formaba parte del grupo que entró en la casa. No subió las escaleras.
pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres días antes de su muerte, en que Tiene los nervios delicados y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las voces que
personalmente extrajo la suma de 4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No pudo comprender lo que decía. La voz
empleado la llevó a su domicilio. aguda era la de un inglés; está seguro de esto. No comprende el inglés, pero juzga basándose
en la entonación.
»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día en cuestión acompañó
hasta su residencia a madame L’Espanaye, llevando los 4.000 francos en dos sacos. Una vez »Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en subir las escaleras. Oyó las
abierta la puerta, mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la anciana señora voces en cuestión. la voz ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras. El que
se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se retiró. No vio a persona alguna en la hablaba parecía reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas por la voz
calle en ese momento. Se trata de una calle poco importante, muy solitaria. más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa que se trata de un ruso. Corrobora los
testimonios restantes. Es de nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo de Rusia.
»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que entró en la casa. Es de
nacionalidad inglesa. Lleva dos años de residencia en París. Fue uno de los primeros en subir »Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las chimeneas de todas las
las escaleras. Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo distinguir habitaciones eran demasiado angostas para admitir el paso de un ser humano. Se pasaron
varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó claramente: sacré y mon Dieu. En ese “deshollinadores” -cepillos cilíndricos como los que usan los que limpian chimeneas- por
momento se oía un ruido como si varias personas estuvieran luchando, era un sonido de todos los tubos existentes en la casa. No existe ningún pasaje en los fondos por el cual
forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy fuerte, mucho más que la voz alguien hubiera podido descender mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo de
mademoiselle L’Espanaye estaba tan firmemente encajado en la chimenea, que no pudo ser agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon acababa de ser arrestado y encarcelado,
extraído hasta que cuatro o cinco personas unieron sus esfuerzos. aunque nada parecía acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.
»Paul Dumas, médico, declara que fue llamado al amanecer para examinar los cadáveres de Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del asunto; o por lo menos así
las víctimas. Los mismos habían sido colocados sobre el colchón del lecho correspondiente a me pareció por sus maneras, pues no hizo el menor comentario. Tan sólo después de haberse
la habitación donde se encontró a mademoiselle L. El cuerpo de la joven aparecía lleno de anunciado el arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.
contusiones y excoriaciones. El hecho de que hubiese sido metido en la chimenea bastaba
para explicar tales marcas. La garganta estaba enormemente excoriada. Varios profundos No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los consideraba un misterio insoluble.
arañazos aparecían debajo del mentón, conjuntamente con una serie de manchas lívidas No veía modo alguno de seguir el rastro al asesino.
resultantes, con toda evidencia, de la presión de unos dedos. El rostro estaba horriblemente
pálido y los ojos se salían de las órbitas. La lengua aparecía a medias cortada. En la región -No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una investigación tan rudimentaria
del estómago se descubrió una gran contusión, producida, aparentemente, por la presión de -dijo Dupin-. La policía parisiense, tan alabada por su penetración, es muy astuta pero nada
una rodilla. Según opinión del doctor Dumas, mademoiselle L’Espanaye había sido más. No procede con método, salvo el del momento. Toma muchas disposiciones ostentosas,
estrangulada por una o varias personas. pero con frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su objetivo que recuerdan a Monsieur
Jourdain, que pedía sa robe de chambre... pour mieux entendre la musique. Los resultados
»El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Todos los huesos de la pierna y el obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero en su mayoría se logran por simple
brazo derechos se hallaban fracturados en mayor o menor grado. La tibia izquierda había diligencia y actividad. Cuando éstas son insuficientes, todos sus planes fracasan. Vidocq, por
quedado reducida a astillas, así como todas las costillas del lado izquierdo. El cuerpo ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y perseverante. Pero como su pensamiento
aparecía cubierto de contusiones y estaba descolorido. Resultaba imposible precisar el arma carecía de suficiente educación, erraba continuamente por el excesivo ardor de sus
con que se habían inferido tales heridas. Un pesado garrote de mano, o una ancha barra de investigaciones. Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizá
hierro, quizá una silla, cualquier arma grande, pesada y contundente, en manos de un hombre alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero procediendo así perdía el
sumamente robusto, podía haber producido esos resultados. Imposible que una mujer pudiera conjunto de la cuestión. En el fondo se trataba de un exceso de profundidad, y la verdad no
infligir tales heridas con cualquier arma que fuese. La cabeza de la difunta aparecía separada siempre está dentro de un pozo. Por el contrario, creo que, en lo que se refiere al
del cuerpo y, al igual que el resto, terriblemente contusa. Era evidente que la garganta había conocimiento más importante, es invariablemente superficial. La profundidad corresponde a
sido seccionada con un instrumento muy afilado, probablemente una navaja. los valles, donde la buscamos, y no a las cimas montañosas, donde se la encuentra. Las
formas y fuentes de este tipo de error se ejemplifican muy bien en la contemplación de los
»Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el doctor Dumas para cuerpos celestes. Si se observa una estrella de una ojeada, oblicuamente, volviendo hacia ella
examinar los cuerpos. Confirmó el testimonio y las opiniones de este último. la porción exterior de la retina (mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que
la parte interior), se verá la estrella con claridad y se apreciará plenamente su brillo, el cual se
»No se ha obtenido ningún otro dato de importancia, a pesar de haberse interrogado a varias empaña apenas la contemplamos de lleno. Es verdad que en este último caso llegan a
otras personas. Jamás se ha cometido en París un asesinato tan misterioso y tan enigmático nuestros ojos mayor cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una capacidad de
en sus detalles... si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía está perpleja, lo cual recepción mucho más refinada. Por causa de una indebida profundidad confundimos y
no es frecuente en asuntos de esta naturaleza. Pero resulta imposible hallar la más pequeña debilitamos el pensamiento, y Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la
clave del misterio.» escrutamos de manera demasiado sostenida, demasiado concentrada o directa.
-No, nada peculiar -dije-. Por lo menos, nada que no hayamos encontrado ya referido en el -Las voces que disputaban y fueron oídas por el grupo que trepaba la escalera -dijo- no
diario. eran las de las dos mujeres, como ha sido bien probado por los testigos. Con esto queda
eliminada toda posibilidad de que la anciana señora haya matado a su hija, suicidándose
-Me temo -repuso Dupin- que la Gazette no haya penetrado en el insólito horror de este posteriormente. Menciono esto por razones metódicas, ya que la fuerza de madame de
asunto. Pero dejemos de lado las vanas opiniones de ese diario. Tengo la impresión de que se L’Espanaye hubiera sido por completo insuficiente para introducir el cuerpo de su hija en la
considera insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían inducir a chimenea, tal como fue encontrado, amén de que la naturaleza de las heridas observadas en
considerarlo fácilmente solucionable; me refiero a lo excesivo, a lo outré de sus su cadáver excluye toda idea de suicidio. El asesinato, pues, fue cometido por terceros, y a
características. La policía se muestra confundida por la aparente falta de móvil, y no por el éstos pertenecían las voces que se escucharon mientras disputaban. Permítame ahora llamarle
asesinato en sí, sino por su atrocidad. Está asimismo perpleja por la aparente imposibilidad la atención, no sobre las declaraciones referentes a dichas voces, sino a algo peculiar en esas
de conciliar las voces que se oyeron disputando, con el hecho de que en lo alto sólo se declaraciones. ¿No lo advirtió usted?
«Transportémonos ahora con la fantasía a esa habitación. ¿Qué buscaremos en primer lugar?
Hice notar que, mientras todos los testigos coincidían en que la voz más ruda debía ser la de Los medios de evasión empleados por los asesinos. Supongo que bien puedo decir que
un francés, existían grandes desacuerdos sobre la voz más aguda o -como la calificó uno de ninguno de los dos cree en acontecimientos sobrenaturales. Madame y mademoiselle
ellos- la voz áspera. L’Espanaye no fueron asesinadas por espíritus. Los autores del hecho eran de carne y hueso,
y escaparon por medios materiales. ¿Cómo, pues? Afortunadamente, sólo hay una manera de
-Tal es el testimonio en sí -dijo Dupin-, pero no su peculiaridad. Usted no ha observado nada razonar sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una conclusión definida.
característico. Y, sin embargo, había algo que observar. Como bien ha dicho, los testigos Examinemos uno por uno los posibles medios de escape. Resulta evidente que los asesinos se
coinciden sobre la voz ruda. Pero, con respecto a la voz aguda, la peculiaridad no consiste en hallaban en el cuarto donde se encontró a mademoiselle L’Espanaye, o por lo menos en la
que estén en desacuerdo, sino en que un italiano, un inglés, un español, un holandés y un pieza contigua, en momentos en que el grupo subía las escaleras. Vale decir que debemos
francés han tratado de describirla, y cada uno de ellos se ha referido a una voz extranjera. buscar las salidas en esos dos aposentos. La policía ha levantado los pisos, los techos y la
Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de la voz de un compatriota. Cada uno la mampostería de las paredes en todas direcciones. Ninguna salida secreta pudo escapar a sus
vincula, no a la voz de una persona perteneciente a una nación cuyo idioma conoce, sino a la observaciones. Pero como no me fío de sus ojos, miré el lugar con los míos. Efectivamente,
inversa. El francés supone que es la voz de un español, y agrega que “podría haber no había salidas secretas. Las dos puertas que comunican las habitaciones con el corredor
distinguido algunas palabras sí hubiera sabido español”. El holandés sostiene que se trata de estaban bien cerradas, con las llaves por dentro. Veamos ahora las chimeneas. Aunque de
un francés, pero nos enteramos de que como no habla francés, testimonió mediante un diámetro ordinario en los primeros ocho o diez pies por encima de los hogares, los tubos no
intérprete. El inglés piensa que se trata de la voz de un alemán, pero el testigo no comprende permitirían más arriba el paso del cuerpo de un gato grande. Quedando así establecida la total
el alemán. El español “está seguro” de que se trata de un inglés, pero “juzga basándose en la imposibilidad de escape por las vías mencionadas nos vemos reducidos a las ventanas. Nadie
entonación”, ya que no comprende el inglés. El italiano cree que es la voz de un ruso, pero podría haber huido por la del cuarto delantero, ya que la muchedumbre reunida lo hubiese
nunca habló con un nativo de Rusia. Un segundo testigo francés difiere del primero y está visto. Los asesinos tienen que haber pasado, pues, por las de la pieza trasera. Llevados a esta
seguro de que se trata de la voz de un italiano. No está familiarizado con la lengua italiana, conclusión de manera tan inequívoca, no nos corresponde, en nuestra calidad de razonadores,
pero al igual que el español, “está convencido por la entonación”. Ahora bien: ¡cuan rechazarla por su aparente imposibilidad. Lo único que cabe hacer es probar que esas
extrañamente insólita tiene que haber sido esa voz para que pudieran reunirse semejantes aparentes “imposibilidades” no son tales en realidad.
testimonios! ¡Una voz en cuyos tonos los ciudadanos de las cinco grandes divisiones de
Europa no pudieran reconocer nada familiar! Me dirá usted que podía tratarse de la voz de un »Hay dos ventanas en el aposento. Contra una de ellas no hay ningún mueble que la
asiático o un africano. Ni unos ni otros abundan en París, pero, sin negar esa posibilidad, me obstruya, y es claramente visible. La porción inferior de la otra queda oculta por la cabecera
limitaré a llamarle la atención sobre tres puntos. Un testigo califica la voz de “áspera, más del pesado lecho, que ha sido arrimado a ella. La primera ventana apareció firmemente
que aguda”. Otros dos señalan que era «precipitada y desigual». Ninguno de los testigos se asegurada desde dentro. Resistió los más violentos esfuerzos de quienes trataron de
refirió a palabras reconocibles, a sonidos que parecieran palabras. levantarla. En el marco, a la izquierda, había una gran perforación de barreno, y en ella un
solidísimo clavo hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra ventana se vio que había
»No sé -continuó Dupin- la impresión que pudo haber causado hasta ahora en su un clavo colocado en forma similar; todos los esfuerzos por levantarla fueron igualmente
entendimiento, pero no vacilo en decir que cabe extraer deducciones legítimas de esta parte inútiles. La policía, pues, se sintió plenamente segura de que la huida no se había producido
del testimonio -la que se refiere a las voces ruda y aguda-, suficientes para crear una por ese lado. Y, por tanto, consideró superfluo extraer los clavos y abrir las ventanas.
sospecha que debe de orientar todos los pasos futuros de la investigación del misterio. Digo
«deducciones legítimas», sin expresar plenamente lo que pienso. Quiero dar a entender que »Mi examen fue algo más detallado, y eso por la razón que acabo de darle: allí era el caso de
las deducciones son las únicas que corresponden, y que la sospecha surge inevitablemente probar que todas las aparentes imposibilidades no eran tales en realidad.
como resultado de las mismas. No le diré todavía cuál es esta sospecha. Pero tenga presente
que, por lo que a mí se refiere, bastó para dar forma definida y tendencia determinada a mis «Seguí razonando en la siguiente forma... a posteriori. Los asesinos escaparon desde una de
investigaciones en el lugar del hecho. esas ventanas. Por tanto, no pudieron asegurar nuevamente los marcos desde el interior, tal
como fueron encontrados (consideración que, dado lo obvio de su carácter, interrumpió la
búsqueda de la policía en ese terreno). Los marcos estaban asegurados. Es necesario, pues,
que tengan una manera de asegurarse por sí mismos. La conclusión no admitía escapatoria. quedado asegurada por su resorte. Y la resistencia ofrecida por éste había inducido a la
Me acerqué a la ventana que tenía libre acceso, extraje con alguna dificultad el clavo y traté policía a suponer que se trataba del clavo, dejando así de lado toda investigación
de levantar el marco. Tal como lo había anticipado, resistió a todos mis esfuerzos. suplementaria.
Comprendí entonces que debía de haber algún resorte oculto, y la corroboración de esta idea
me convenció de que por lo menos mis premisas eran correctas, aunque el detalle referente a »La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Mi paseo con usted por la parte
los clavos continuara siendo misterioso. Un examen detallado no tardó en revelarme el trasera de la casa me satisfizo al respecto. A unos cinco pies y medio de la ventana en
resorte secreto. Lo oprimí y, satisfecho de mi descubrimiento, me abstuve de levantar el cuestión corre una varilla de pararrayos. Desde esa varilla hubiera resultado imposible
marco. alcanzar la ventana, y mucho menos introducirse por ella. Observé, sin embargo, que las
persianas del cuarto piso pertenecen a esa curiosa especie que los carpinteros parisienses
»Volví a poner el clavo en su sitio y lo observé atentamente. Una persona que escapa por la denominan ferrades; es un tipo rara vez empleado en la actualidad, pero que se ve con
ventana podía haberla cerrado nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, frecuencia en casas muy viejas de Lyon y Bordeaux. Se las fabrica como una puerta ordinaria
¿cómo reponer el clavo? La conclusión era evidente y estrechaba una vez más el campo de (de una sola hoja, y no de doble batiente), con la diferencia de que la parte inferior tiene
mis investigaciones. Los asesinos tenían que haber escapado por la otra ventana. Suponiendo, celosías o tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos. En este caso las persianas
pues, que los resortes fueran idénticos en las dos ventanas, como parecía probable, alcanzan un ancho de tres pies y medio. Cuando las vimos desde la parte posterior de la casa,
necesariamente tenía que haber una diferencia entre los clavos, o por lo menos en su manera ambas estaban entornadas, es decir, en ángulo recto con relación a la pared. Es probable que
de estar colocados. Trepando al armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de también los policías hayan examinado los fondos del edificio; pero, si así lo hicieron,
sostén de la segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior, descubriendo en seguida el miraron las ferrades en el ángulo indicado, sin darse cuenta de su gran anchura; por lo menos
resorte que, tal como había supuesto, era idéntico a su vecino. Miré luego el clavo. Era tan no la tomaron en cuenta. Sin duda, seguros de que por esa parte era imposible toda fuga, se
sólido como el otro y aparentemente estaba fijo de la misma manera y hundido casi hasta la limitaron a un examen muy sumario. Para mí, sin embargo, era claro que si se abría del todo
cabeza. la persiana correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su borde quedaría a unos dos
pies de la varilla del pararrayos. También era evidente que, desplegando tanta agilidad como
»Pensará usted que me sentí perplejo, pero si así fuera no ha comprendido la naturaleza de coraje, se podía llegar hasta la ventana trepando por la varilla. Estirándose hasta una distancia
mis inducciones. Para usar una frase deportiva, hasta entonces no había cometido falta. No de dos pies y medio (ya que suponemos la persiana enteramente abierta), un ladrón habría
había perdido la pista un solo instante. Los eslabones de la cadena no tenían ninguna falla. podido sujetarse firmemente de las tablillas de la celosía. Abandonando entonces su sostén
Había perseguido el secreto hasta su última conclusión: y esa conclusión era el clavo. Ya he en la varilla, afirmando los pies en la pared y lanzándose vigorosamente hacia adelante
dicho que tenía todas las apariencias de su vecino de la otra ventana; pero el hecho, por más habría podido hacer girar la persiana hasta que se cerrara; si suponemos que la ventana estaba
concluyente que pareciera, resultaba de una absoluta nulidad comparado con la consideración abierta en este momento, habría logrado entrar así en la habitación.
de que allí, en ese punto, se acababa el hilo conductor. “Tiene que haber algo defectuoso en
el clavo”, pensé. Al tocarlo, su cabeza quedó entre mis dedos juntamente con un cuarto de »Le pido que tenga especialmente en cuenta que me refiero a un insólito grado de vigor,
pulgada de la espiga. El resto de la espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había roto. capaz de llevar a cabo una hazaña tan azarosa y difícil. Mi intención consiste en demostrarle,
La fractura era muy antigua, pues los bordes aparecían herrumbrados, y parecía haber sido primeramente, que el hecho pudo ser llevado a cabo; pero, en segundo lugar, y muy
hecho de un martillazo, que había hundido parcialmente la cabeza del clavo en el marco especialmente, insisto en llamar su atención sobre el carácter extraordinario, casi
inferior de la ventana. Volví a colocar cuidadosamente la parte de la cabeza en el lugar de sobrenatural, de ese vigor capaz de cosa semejante.
donde la había sacado, y vi que el clavo daba la exacta impresión de estar entero; la fisura
resultaba invisible. Apretando el resorte, levanté ligeramente el marco; la cabeza del clavo »Usando términos judiciales, usted me dirá sin duda que para «redondear mi caso» debería
subió con él, sin moverse de su lecho. Cerré la ventana, y el clavo dio otra vez la impresión subestimar y no poner de tal modo en evidencia la agilidad que se requiere para dicha proeza.
de estar dentro. Pero la práctica de los tribunales no es la de la razón. Mi objetivo final es tan sólo la verdad.
Y mi propósito inmediato consiste en inducirlo a que yuxtaponga la insólita agilidad que he
»Hasta ahora, el enigma quedaba explicado. El asesino había huido por la ventana que daba a mencionado a esa voz tan extrañamente aguda (o áspera) y desigual sobre cuya nacionalidad
la cabecera del lecho. Cerrándose por sí misma (o quizá ex profeso) la ventana había
no pudieron ponerse de acuerdo los testigos y en cuyos acentos no se logró distinguir ningún asesinado en esa forma. En el hecho de introducir el cadáver en la chimenea admitirá usted
vocablo articulado. que hay algo excesivamente inmoderado, algo por completo inconciliable con nuestras
nociones sobre los actos humanos, incluso si suponemos que su autor es el más depravado de
Al oír estas palabras pasó por mi mente una vaga e informe concepción de lo que quería los hombres. Piense, asimismo, en la fuerza prodigiosa que hizo falta para introducir el
significar Dupin. Me pareció estar a punto de entender, pero sin llegar a la comprensión, así cuerpo hacia arriba, cuando para hacerlo descender fue necesario el concurso de varias
como a veces nos hallamos a punto de recordar algo que finalmente no se concreta. Pero mi personas.
amigo seguía hablando.
»Volvámonos ahora a las restantes señales que pudo dejar ese maravilloso vigor. En el hogar
-Habrá notado usted -dijo- que he pasado de la cuestión de la salida de la casa a la del modo de la chimenea se hallaron espesos (muy espesos) mechones de cabello humano canoso.
de entrar en ella. Era mi intención mostrar que ambas cosas se cumplieron en la misma forma Habían sido arrancados de raíz. Bien sabe usted la fuerza que se requiere para arrancar en esa
y en el mismo lugar. Volvamos ahora al interior del cuarto y examinemos lo que allí aparece. forma veinte o treinta cabellos. Y además vio los mechones en cuestión tan bien como yo.
Se ha dicho que los cajones de la cómoda habían sido saqueados, aunque quedaron en ellos Sus raíces (cosa horrible) mostraban pedazos del cuero cabelludo, prueba evidente de la
numerosas prendas. Esta conclusión es absurda. No pasa de una simple conjetura, bastante prodigiosa fuerza ejercida para arrancar quizá medio millón de cabellos de un tirón. La
tonta por lo demás. ¿Cómo podemos asegurar que las ropas halladas en los cajones no eran garganta de la anciana señora no solamente estaba cortada, sino que la cabeza había quedado
las que éstos contenían habitualmente? Madame L’Espanaye y su hija llevaban una vida muy completamente separada del cuerpo; el instrumento era una simple navaja. Lo invito a
retirada, no veían a nadie, salían raras veces, y pocas ocasiones se les presentaban de cambiar considerar la brutal ferocidad de estas acciones. No diré nada de las contusiones que
de tocado. Lo que se encontró en los cajones era de tan buena calidad como cualquiera de los presentaba el cuerpo de Madame L’Espanaye. Monsieur Dumas y su valioso ayudante,
efectos que poseían las damas. Si un ladrón se llevó una parte, ¿por qué no tomó lo mejor... monsieur Etienne, han decidido que fueron producidas por un instrumento contundente, y
por qué no se llevó todo? En una palabra: ¿por qué abandonó cuatro mil francos en oro, para hasta ahí la opinión de dichos caballeros es muy correcta. El instrumento contundente fue
cargarse con un hato de ropa? El oro fue abandonado. La suma mencionada por monsieur evidentemente el pavimento de piedra del patio, sobre el cual cayó la víctima desde la
Mignaud, el banquero, apareció en su casi totalidad en los sacos tirados por el suelo. Le pido, ventana que da sobre la cama. Por simple que sea, esto escapó a la policía por la misma razón
por tanto, que descarte de sus pensamientos la desatinada idea de un móvil, nacida en el que se les escapó el ancho de las persianas: frente a la presencia de clavos se quedaron ciegos
cerebro de los policías por esa parte del testimonio que se refiere al dinero entregado en la ante la posibilidad de que las ventanas hubieran sido abiertas alguna vez.
puerta de la casa. Coincidencias diez veces más notables que ésta (la entrega del dinero y el
asesinato de sus poseedores tres días más tarde) ocurren a cada hora de nuestras vidas sin que »Si ahora, en adición a estas cosas, ha reflexionado usted adecuadamente sobre el extraño
nos preocupemos por ellas. En general, las coincidencias son grandes obstáculos en el desorden del aposento, hemos llegado al punto de poder combinar las nociones de una
camino de esos pensadores que todo lo ignoran de la teoría de las probabilidades, esa teoría a asombrosa agilidad, una fuerza sobrehumana, una ferocidad brutal, una carnicería sin motivo,
la cual los objetivos más eminentes de la investigación humana deben los más altos ejemplos. una grotesquerie en el horror por completo ajeno a lo humano, y una voz de tono extranjero
En esta instancia, si el oro hubiese sido robado, el hecho de que la suma hubiese sido para los oídos de hombres de distintas nacionalidades y privada de todo silabeo inteligible.
entregada tres días antes habría constituido algo más que una coincidencia. Antes bien, ¿Qué resultado obtenemos? ¿Qué impresión he producido en su imaginación?
hubiera corroborado la noción de un móvil. Pero, dadas las verdaderas circunstancias del
caso, si hemos de suponer que el oro era el móvil del crimen, tenemos entonces que admitir Al escuchar las preguntas de Dupin sentí que un estremecimiento recorría mi cuerpo.
que su perpetrador era lo bastante indeciso y lo bastante estúpido como para olvidar el oro y
el móvil al mismo tiempo. -Un maníaco es el autor del crimen -dije-. Un loco furioso escapado de alguna maison de
santé de la vecindad.
»Teniendo, pues, presentes los puntos sobre los cuales he llamado su atención -la voz
singular, la insólita agilidad y la sorprendente falta de móvil en un asesinato tan atroz como -En cierto sentido -dijo Dupin-, su idea no es inaplicable. Pero, aun en sus más salvajes
éste-, echemos una ojeada a la carnicería en sí. Estamos ante una mujer estrangulada por la paroxismos, las voces de los locos jamás coinciden con esa extraña voz escuchada en lo alto.
presión de unas manos e introducida en el cañón de la chimenea con la cabeza hacia abajo. Los locos pertenecen a alguna nación, y, por más incoherentes que sean sus palabras, tienen,
Los asesinos ordinarios no emplean semejantes métodos. Y mucho menos esconden al sin embargo, la coherencia del silabeo. Además, el cabello de un loco no es como el que
ahora tengo en la mano. Arranqué este pequeño mechón de entre los dedos rígidamente la bestia descrita por Cuvier. De todas maneras, no alcanzo a comprender los detalles de este
apretados de madame L’Espanaye. ¿Puede decirme qué piensa de ellos? aterrador misterio. Además, se escucharon dos voces que disputaban y una de ellas era, sin
duda, la de un francés.
-¡Dupin... este cabello es absolutamente extraordinario...! ¡No es cabello humano! -grité,
trastornado por completo. -Cierto, Y recordará usted que, casi unánimemente, los testigos declararon haber oído decir a
esa voz las palabras: Mon Dieu! Dadas las circunstancias, uno de los testigos (Montani, el
-No he dicho que lo fuera -repuso mi amigo-. Pero antes de que resolvamos este punto, le confitero) acertó al sostener que la exclamación tenía un tono de reproche o reconvención.
ruego que mire el bosquejo que he trazado en este papel. Es un facsímil de lo que en una Sobre esas dos palabras, pues, he apoyado todas mis esperanzas de una solución total del
parte de las declaraciones de los testigos se describió como «contusiones negruzcas, y enigma. Un francés estuvo al tanto del asesinato. Es posible -e incluso muy probable- que
profundas huellas de uñas» en la garganta de mademoiselle L’Espanaye, y en otra fuera inocente de toda participación en el sangriento episodio. El orangután pudo habérsele
(declaración de los señores Dumas y Etienne) como «una serie de manchas lívidas que, escapado. Quizá siguió sus huellas hasta la habitación; pero, dadas las terribles circunstancias
evidentemente, resultaban de la presión de unos dedos». que se sucedieron, le fue imposible capturarlo otra vez. El animal anda todavía suelto. No
continuaré con estas conjeturas (pues no tengo derecho a darles otro nombre), ya que las
«Notará usted -continuó mi amigo, mientras desplegaba el papel- que este diseño indica una sombras de reflexión que les sirven de base poseen apenas suficiente profundidad para ser
presión firme y fija. No hay señal alguna de deslizamiento. Cada dedo mantuvo alcanzadas por mi intelecto, y no pretenderé mostrarlas con claridad a la inteligencia de otra
(probablemente hasta la muerte de la víctima) su terrible presión en el sitio donde se hundió persona. Las llamaremos conjeturas, pues, y nos referiremos a ellas como tales. Si el francés
primero. Le ruego ahora que trate de colocar todos sus dedos a la vez en las respectivas en cuestión es, como lo supongo, inocente de tal atrocidad, este aviso que deje anoche
impresiones, tal como aparecen en el dibujo. cuando volvíamos a casa en las oficinas de Le Monde (un diario consagrado a cuestiones
marítimas y muy leído por los navegantes) lo hará acudir a nuestra casa.
Lo intenté sin el menor resultado.
Me alcanzó un papel, donde leí:
-Quizá no estemos procediendo debidamente -dijo Dupin-. El papel es una superficie plana,
mientras que la garganta humana es cilíndrica. He aquí un rodillo de madera, cuya
circunferencia es aproximadamente la de una garganta. Envuélvala con el dibujo y repita el Capturado.-En el Bois de Boulogne, en la mañana del... (la mañana del asesinato), se ha
experimento. capturado un gran orangután leonado de la especie de Borneo. Su dueño (de quien se sabe
que es un marinero perteneciente a un barco maltés) puede reclamarlo, previa identificación
Así lo hice, pero las dificultades eran aún mayores. satisfactoria y pago de los gastos resultantes de su captura y cuidado. Presentarse al número...
calle... Faubourg Saint-Germain... tercer piso.
-Esta marca -dije- no es la de una mano humana.
-Lea ahora -replicó Dupin- este pasaje de Cuvier. -Pero, ¿cómo es posible -pregunté- que sepa usted que el hombre es un marinero y que
pertenece a un barco maltes?
Era una minuciosa descripción anatómica y descriptiva del gran orangután leonado de las
islas de la India oriental. La gigantesca estatura, la prodigiosa fuerza y agilidad, la terrible -No lo sé -dijo Dupin- y no estoy seguro de ello. Pero he aquí un trocito de cinta que, a
ferocidad y las tendencias imitativas de estos mamíferos son bien conocidas. juzgar por su forma y su grasienta condición, debió de ser usado para atar el pelo en una de
Instantáneamente comprendí todo el horror del asesinato. esas largas queues de que tan orgullosos se muestran los marineros. Además, el nudo
pertenece a esa clase que pocas personas son capaces de hacer, salvo los marinos, y es
-La descripción de los dedos -dije al terminar la lectura-concuerda exactamente con este característico de los malteses. Encontré esta cinta al pie de la varilla del pararrayos.
dibujo. Sólo un orangután, entre todos los animales existentes, es capaz de producir las Imposible que perteneciera a una de las víctimas. De todos modos, si me equivoco al deducir
marcas que aparecen en su diseño. Y el mechón de pelo coincide en un todo con el pelaje de de la cinta que el francés era un marinero perteneciente a un barco maltes, no he causado
ningún daño al estamparlo en el aviso. Si me equivoco, el hombre pensará que me he
confundido por alguna razón que no se tomará el trabajo de averiguar. Pero si estoy en lo -No podría decirlo, pero no tiene más de cuatro o cinco años. ¿Lo guarda usted aquí?
cierto, hay mucho de ganado. Conocedor, aunque inocente de los asesinatos, el francés
vacilará, como es natural, antes de responder al aviso y reclamar el orangután. He aquí cómo -¡Oh, no! Carecemos de lugar adecuado. Está en una caballeriza de la rue Dubourg, cerca de
razonará: «Soy inocente y pobre; mi orangután es muy valioso y para un hombre como yo aquí. Podría usted llevárselo mañana por la mañana. Supongo que estará en condiciones de
representa una verdadera fortuna. ¿Por qué perderlo a causa de una tonta aprensión? Está ahí, probar su derecho de propiedad.
a mi alcance. Lo han encontrado en el Bois de Boulogne, a mucha distancia de la escena del
crimen. ¿Cómo podría sospechar alguien que ese animal es el culpable? La policía está -Por supuesto que sí, señor.
desorientada y no ha podido encontrar la más pequeña huella. Si llegaran a seguir la pista del
mono, les será imposible probar que supe algo de los crímenes o echarme alguna culpa como -Lamentaré separarme de él -dijo Dupin.
testigo de ellos. Además, soy conocido. El redactor del aviso me designa como dueño del
animal. Ignoro hasta dónde llega su conocimiento. Si renuncio a reclamar algo de tanto valor, -No quisiera que usted se hubiese molestado por nada -declaró el marinero-. Estoy dispuesto
que se sabe de mi pertenencia, las sospechas recaerán, por lo menos, sobre el animal. a pagar una recompensa por el hallazgo del animal. Una suma razonable, se entiende.
Contestaré al aviso, recobraré el orangután y lo tendré encerrado hasta que no se hable más
del asunto.» -Pues bien -repuso mi amigo-, eso me parece muy justo. Déjeme pensar: ¿qué le pediré? ¡Ah,
ya sé! He aquí cuál será mi recompensa: me contará usted todo lo que sabe sobre esos
En ese momento oímos pasos en la escalera. crímenes en la rue Morgue.
-Prepare las pistolas -dijo Dupin-, pero no las use ni las exhiba hasta que le haga una seña. Dupin pronunció las últimas palabras en voz muy baja y con gran tranquilidad. Después, con
igual calma, fue hacia la puerta, la cerró y guardó la llave en el bolsillo. Sacando luego una
La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el visitante había entrado sin llamar, pistola, la puso sin la menor prisa sobre la mesa.
subiendo algunos peldaños de la escalera. Pero, de pronto, pareció vacilar y lo oímos bajar.
Dupin corría ya a la puerta cuando advertimos que volvía a subir. Esta vez no vaciló, sino El rostro del marinero enrojeció como si un acceso de sofocación se hubiera apoderado de él.
que, luego de trepar decididamente la escalera, golpeó en nuestra puerta. Levantándose, aferró su bastón, pero un segundo después se dejó caer de nuevo en el asiento,
temblando violentamente y pálido como la muerte. No dijo una palabra. Lo compadecí desde
-¡Adelante! -dijo Dupin con voz cordial y alegre. lo más profundo de mi corazón.
El hombre que entró era, con toda evidencia, un marino, alto, robusto y musculoso, con un -Amigo mío, se está usted alarmando sin necesidad -dijo cordialmente Dupin-. Le aseguro
semblante en el que cierta expresión audaz no resultaba desagradable. Su rostro, muy que no tenemos intención de causarle el menor daño. Lejos de nosotros querer perjudicarlo:
atezado, aparecía en gran parte oculto por las patillas y los bigotes. Traía consigo un grueso le doy mi palabra de caballero y de francés. Estoy perfectamente enterado de que es usted
bastón de roble, pero al parecer ésa era su única arma. Inclinóse torpemente, dándonos las inocente de las atrocidades de la rue Morgue. Pero sería inútil negar que, en cierto modo, se
buenas noches en francés; a pesar de un cierto acento suizo de Neufchatel, se veía que era de halla implicado en ellas. Fundándose en lo que le he dicho, supondrá que poseo medios de
origen parisiense. información sobre este asunto, medios que le sería imposible imaginar. El caso se plantea de
la siguiente manera: usted no ha cometido nada que no debiera haber cometido, nada que lo
-Siéntese usted, amigo mío -dijo Dupin-. Supongo que viene en busca del orangután. Palabra, haga culpable. Ni siquiera se le puede acusar de robo, cosa que pudo llevar a cabo
se lo envidio un poco; es un magnífico animal, que presumo debe de tener gran valor. ¿Qué impunemente. No tiene nada que ocultar ni razón para hacerlo. Por otra parte, el honor más
edad le calcula usted? elemental lo obliga a confesar todo lo que sabe. Hay un hombre inocente en la cárcel,
acusado de un crimen cuyo perpetrador puede usted denunciar.
El marinero respiró profundamente, con el aire de quien se siente aliviado de un peso
intolerable, y contestó con tono reposado:
Mientras Dupin pronunciaba estas palabras, el marinero había recobrado en buena parte su esto había ocurrido en menos de un minuto. Al saltar en la habitación, las patas del orangután
compostura, aunque su aire decidido del comienzo habíase desvanecido por completo. rechazaron nuevamente la persiana, la cual quedó abierta.
-¡Dios venga en mi ayuda! -dijo, después de una pausa-. Sí, le diré todo lo que sé sobre este El marinero, a todo esto, se sentía tranquilo y preocupado al mismo tiempo. Renacían sus
asunto, aunque no espero que crea ni la mitad de lo que voy a contarle... ¡Estaría loco si esperanzas de volver a capturar a la bestia, ya que le sería difícil escapar de la trampa en que
pensara que van a creerme! Y, sin embargo, soy inocente, y lo confesaré todo aunque me acababa de meterse, salvo que bajara otra vez por el pararrayos, ocasión en que sería posible
cueste la vida. atraparlo. Por otra parte, se sentía ansioso al pensar en lo que podría estar haciendo en la
casa. Esta última reflexión indujo al hombre a seguir al fugitivo. Para un marinero no hay
En sustancia, lo que nos dijo fue lo siguiente: Poco tiempo atrás, había hecho un viaje al dificultad en trepar por una varilla de pararrayos; pero, cuando hubo llegado a la altura de la
archipiélago índico. Un grupo del que formaba parte desembarcó en Borneo y penetró en el ventana, que quedaba muy alejada a su izquierda, no pudo seguir adelante; lo más que
interior a fin de hacer una excursión placentera. Entre él y un compañero capturaron al alcanzó fue a echarse a un lado para observar el interior del aposento. Apenas hubo mirado,
orangután. Como su compañero falleciera, quedó dueño único del animal. Después de estuvo a punto de caer a causa del horror que lo sobrecogió. Fue en ese momento cuando
considerables dificultades, ocasionadas por la indomable ferocidad de su cautivo durante el empezaron los espantosos alaridos que arrancaron de su sueño a los vecinos de la rue
viaje de vuelta, logró finalmente encerrarlo en su casa de París, donde, para aislarlo de la Morgue. Madame L’Espanaye y su hija, vestidas con sus camisones de dormir, habían estado
incómoda curiosidad de sus vecinos, lo mantenía cuidadosamente recluido, mientras el aparentemente ocupadas en arreglar algunos papeles en la caja fuerte ya mencionada, la cual
animal curaba de una herida en la pata que se había hecho con una astilla a bordo del buque. había sido corrida al centro del cuarto. Hallábase abierta, y a su lado, en el suelo, los papeles
Una vez curado, el marinero estaba dispuesto a venderlo. que contenía. Las víctimas debían de haber estado sentadas dando la espalda a la ventana, y,
a juzgar por el tiempo transcurrido entre la entrada de la bestia y los gritos, parecía probable
Una noche, o más bien una madrugada, en que volvía de una pequeña juerga de marineros, que en un primer momento no hubieran advertido su presencia. El golpear de la persiana
nuestro hombre se encontró con que el orangután había penetrado en su dormitorio, luego de pudo ser atribuido por ellas al viento.
escaparse de la habitación contigua donde su captor había creído tenerlo sólidamente
encerrado. Navaja en mano y embadurnado de jabón, habíase sentado frente a un espejo y En el momento en que el marinero miró hacia el interior del cuarto, el gigantesco animal
trataba de afeitarse, tal como, sin duda, había visto hacer a su amo espiándolo por el ojo de la había aferrado a madame L’Espanaye por el cabello (que la dama tenía suelto, como si se
cerradura. Aterrado al ver arma tan peligrosa en manos de un animal que, en su ferocidad, era hubiera estado peinando) y agitaba la navaja cerca de su cara imitando los movimientos de
harto capaz de utilizarla, el marinero se quedó un instante sin saber qué hacer. Por lo regular, un barbero. La hija yacía postrada e inmóvil, víctima de un desmayo. Los gritos y los
lograba contener al animal, aun en sus arrebatos más terribles, con ayuda de un látigo, y esfuerzos de la anciana señora, durante los cuales le fueron arrancados los mechones de la
pensó acudir otra vez a ese recurso. Pero al verlo, el orangután se lanzó de un salto a la cabeza, tuvieron por efecto convertir los propósitos probablemente pacíficos del orangután
puerta, bajó las escaleras y, desde ellas, saltando por una ventana que desgraciadamente en otros llenos de furor. Con un solo golpe de su musculoso brazo separó casi completamente
estaba abierta, se dejó caer a la calle. la cabeza del cuerpo de la víctima. La vista de la sangre transformó su cólera en frenesí.
Rechinando los dientes y echando fuego por los ojos, saltó sobre el cuerpo de la joven y,
Desesperado, el francés se precipitó en su seguimiento. Navaja en mano, el mono se detenía hundiéndole las terribles garras en la garganta, las mantuvo así hasta que hubo expirado. Las
para mirar y hacer muecas a su perseguidor, dejándolo acercarse casi hasta su lado. Entonces furiosas miradas de la bestia cayeron entonces sobre la cabecera del lecho, sobre el cual el
echaba a correr otra vez. Siguió así la caza durante largo tiempo. Las calles estaban rostro de su amo, paralizado por el horror, alcanzaba apenas a divisarse. La furia del
profundamente tranquilas, pues eran casi las tres de la madrugada. Al atravesar el pasaje de orangután, que, sin duda, no olvidaba el temido látigo, se cambió instantáneamente en miedo.
los fondos de la rue Morgue, la atención del fugitivo se vio atraída por la luz que salía de la Seguro de haber merecido un castigo, pareció deseoso de ocultar sus sangrientas acciones, y
ventana abierta del aposento de madame L’Espanaye, en el cuarto piso de su casa. se lanzó por el cuarto lleno de nerviosa agitación, echando abajo y rompiendo los muebles a
Precipitándose hacia el edificio, descubrió la varilla del pararrayos, trepó por ella con cada salto y arrancando el lecho de su bastidor. Finalmente se apoderó del cadáver de
inconcebible agilidad, aferró la persiana que se hallaba completamente abierta y pegada a la mademoiselle L’Espanaye y lo metió en el cañón de la chimenea, tal como fue encontrado
pared, y en esta forma se lanzó hacia adelante hasta caer sobre la cabecera de la cama. Todo luego, tomó luego el de la anciana y lo tiró de cabeza por la ventana.
En momentos en que el mono se acercaba a la ventana con su mutilada carga, el marinero se participación de Red Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy. Ese criminal (como tantos)
echó aterrorizado hacia atrás y, deslizándose sin precaución alguna hasta el suelo, corrió había jurado por su honor la muerte de Lönnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. Lönnrot se creía un
inmediatamente a su casa, temeroso de las consecuencias de semejante atrocidad y olvidando puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo de aventurero había en él y hasta de tahur.
El primer crimen ocurrió en el Hôtel du Nord, ese alto prisma que domina el estuario cuyas
en su terror toda preocupación por la suerte del orangután. Las palabras que los testigos
aguas tienen el color del desierto. A esa torre (que muy notoriamente reúne la aborrecida blancura de un
oyeron en la escalera fueron las exclamaciones de espanto del francés, mezcladas con los
sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y la apariencia general de una casa mala) arribó el día
diabólicos sonidos que profería la bestia. tres de diciembre el delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico, doctor Marcelo Yarmolinsky,
hombre de barba gris y ojos grises. Nunca sabremos si el Hôtel du Nord le agradó: lo aceptó con la
Poco me queda por agregar. El orangután debió de escapar por la varilla del pararrayos un antigua resignación que le había permitido tolerar tres años de guerra en los Cárpatos y tres mil años de
segundo antes de que la puerta fuera forzada. Sin duda, cerró la ventana a su paso. Más tarde opresión y de pogroms. Le dieron un dormitorio en el piso R, frente a la suite que no sin esplendor
fue capturado por su mismo dueño, quien lo vendió al Jardin des Plantes en una elevada ocupaba el Tetrarca de Galilea. Yarmolinsky cenó, postergó para el día siguiente el examen de la
suma. desconocida ciudad, ordenó en un placard sus muchos libros y sus muy pocas prendas, y antes de
medianoche apagó la luz. (Así lo declaró el chauffeur del Tetrarca, que dormía en la pieza contigua.) El
cuatro, a las 11 y 3 minutos A.M., lo llamó por teléfono un redactor de la Yidische Zaitung; el doctor
Lebon fue puesto en libertad inmediatamente después que hubimos narrado todas las
Yarmolinsky no respondió; lo hallaron en su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudo bajo una
circunstancias del caso -con algunos comentarios por parte de Dupin- en el bureau del
gran capa anacrónica. Yacía no lejos de la puerta que daba al corredor; una puñalada profunda le había
prefecto de policía. Este funcionario, aunque muy bien dispuesto hacia mi amigo, no pudo partido el pecho. Un par de horas después, en el mismo cuarto, entre periodistas, fotógrafos y
ocultar del todo el fastidio que le producía el giro que había tomado el asunto, y deslizó uno gendarmes, el comisario Treviranus y Lönnrot debatían con serenidad el problema.
o dos sarcasmos sobre la conveniencia de que cada uno se ocupara de sus propios asuntos. -No hay que buscarle tres pies al gato-decía Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro-.Todos
sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien, para robarlos, habrá
-Déjelo usted hablar -me dijo Dupin, que no se había molestado en replicarle-. Deje que se penetrado aquí por error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le
desahogue; eso aliviará su conciencia. Me doy por satisfecho con haberlo derrotado en su parece?
propio terreno. De todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del misterio -Posible, pero no interesante-respondió Lönnrot-. Usted replicará que la realidad no tiene la menor
obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no
no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro amigo el prefecto es demasiado
las hipótesis. En la que usted ha improvisado interviene copiosamente el azar. He aquí un rabino
astuto para ser profundo. No hay fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como
muerto; yo preferiría una explicación puramente rabínica, no los imaginarios percances de un
las imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos, como un bacalao. imaginario ladrón.
Pero después de todo es un buen hombre. Lo estimo especialmente por cierta forma maestra Treviranus repuso con mal humor:
de gazmoñería, a la cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier ce qui -No me interesan las explicaciones rabínicas; me interesa la captura del hombre que apuñaló a este
est, et d’ expliquer ce qui n’est pas. desconocido.
-No tan desconocido-corrigió Lönnrot -. Aquí están sus obras completas-. Indicó en el placard una fila
FIN de altos volúmenes; una Vindicación de la cábala; un Examen de la filosofía de Robert Fludd; una
traducción literal del Sepher Yezirah; una Biografía del Baal Shem; una Historia de la secta de los
Hasidim; una monografía (en alemán) sobre el Tetragrámaton; otra, sobre la nomenclatura divina del
Traducción de Julio Cortázar
Pentateuco. El comisario los miró con temor, casi con repulsión. Luego, se echó a reír.
Volver a cuentos de Edgar Allan Poe -Soy un pobre cristiano-repuso-. Llévese todos esos mamotretos, si quiere; no tengo tiempo que perder
en supersticiones judías.
"La muerte y la brújula" de Jorge Luis Borges . -Quizás este crimen pertenece a la historia de las supersticiones judías-murmuró Lönnrot.
A Mandie Molina Vedia -Como el cristianismo-se atrevió a completar el redactor de la Yidische Zaitung. Era miope, ateo y muy
tímido.
De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan Nadie le contestó. Uno de los agentes había encontrado en la pequeña máquina de escribir una hoja de
extraño - tan rigurosamente extraño, diremos - como la periódica serie de hechos de sangre que papel con esta sentencia inconclusa.
culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que La primera letra del Nombre
Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó. Tampoco adivinó la ha sido articulada.
identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, pero sí la secreta morfología de la malvada serie y la
Lönnrot se abstuvo de sonreír. Bruscamente bibliófilo o hebraísta, ordenó que le hicieran un pobremente de negro; Finnegan (que destinaba esa habitación a un empleo que Treviranus adivinó) le
paquete con los libros del muerto y los llevó a su departamento. Indiferente a la investigación policial, pidió un alquiler sin duda excesivo; Gryphius inmediatamente pagó la suma estipulada. No salía casi
se dedicó a estudiarlos. Un libro en octavo mayor le reveló las enseñanzas de Israel Baal Shem Tobh, nunca; cenaba y almorzaba en su cuarto; apenas si le conocían la cara en el bar. Esa noche, bajó a
fundador de la secta de los Piadosos; otro, las virtudes y terrores del Tetragrámaton, que es el inefable telefonear al despacho de Finnegan. Un cupé cerrado se detuvo ante la taberna. El cochero no se movió
Nombre de Dios; otro, la tesis de que Dios tiene un nombre secreto, en el cual está compendiado (como del pescante; algunos parroquianos recordaron que tenía máscara de oso. Del cupé bajaron dos
en la esfera de cristal que los persas atribuyen a Alejandro de Macedonia), su noveno atributo, la arlequines; eran de reducida estatura y nadie pudo no observar que estaban muy borrachos. Entre
eternidad, es decir, el conocimiento inmediato de todas las cosas que serán, que son y que han sido en el balidos de cornetas, irrumpieron en el escritorio de Finnegan; abrazaron a Gryphius, que pareció
universo. La tradición enumera noventa y nueve nombres de Dios; los hebraístas atribuyen ese reconocerlos, pero que les respondió con frialdad; cambiaron unas palabras en yiddish -él en voz baja,
imperfecto número al mágico temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que ese hiato señala un gutural, ellos con las voces falsas, agudas- y subieron a la pieza del fondo. Al cuarto de hora bajaron los
centésimo nombre. El Nombre Absoluto. tres, muy felices; Gryphius, tambaleante, parecía tan borracho como los otros. Iba, alto y vertiginoso,
De esa erudición lo distrajo, a los pocos días, la aparición del redactor de la Yidische Zaitung. en el medio, entre los arlequines enmascarados. (Una de las mujeres del bar recordó los losanges
Este quería hablar del asesinato; Lönnrot prefirió hablar de los diversos nombres de Dios; el periodista amarillos, rojos y verdes.) Dos veces tropezó; dos veces lo sujetaron los arlequines. Rumbo a la dársena
declaró en tres columnas que el investigador Erik Lönnrot se había dedicado a estudiar los nombres de inmediata, de agua rectangular, los tres subieron al cupé y desaparecieron. Ya en el estribo del cupé, el
Dios para dar con el nombre del asesino. Lönnrot, habituado a las simplificaciones del periodismo, no último arlequín garabateó una figura obscena y una sentencia en una de las pizarras de la recova.
se indignó. Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar Treviranus vio la sentencia. Era casi previsible; decía:
cualquier libro, publicó una edición popular de la Historia de la secta de los Hasidim. La última de las letras del Nombre
ha sido articulada.
El segundo crimen ocurrió la noche del tres de enero, en el más desamparado y vacío de los Examinó, después, la piecita de Gryphius-Ginzberg. Había en el suelo una brusca estrella de
huecos suburbios occidentales de la capital. Hacia el amanecer, uno de los gendarmes que vigilan a sangre; en los rincones, restos de cigarrillo de marca húngara; en un armario, un libro en latín -
caballo esas soledades vio en el umbral de una antigua pintorería un hombre emponchado, yacente. El el Philologus hebraeograecus(1739), de Leusden- con varias notas manuscritas. Treviranus lo miró con
duro rostro estaba como enmascarado de sangre; una puñalada profunda le había rajado el pecho. En la indignación e hizo buscar a Lönnrot. Este, sin sacarse el sombrero, se puso a leer, mientras el comisario
pared, sobre los rombos amarillos y rojos, había unas palabras en tiza. El gendarme las deletreó... Esa interrogaba a los contradictorios testigos del secuestro posible. A las cuatro salieron. En la torcida Rue
tarde, Treviranus y Lönnrot se dirigieron a la remota escena del crimen. A izquierda y derecha del de Toulon, cuando pisaban las serpentinas muertas del alba, Treviranus dijo:
automóvil, la ciudad se desintegraba; crecía el firmamento y ya importaban poco las casas y mucho un -¿Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?
horno de ladrillos o un álamo. Llegaron a su pobre destino: un callejón final de tapias rosadas que Erik Lönnrot sonrió y le leyó con toda gravedad un pasaje (que estaba subrayado) de la disertación
parecían reflejar de algún modo la desaforada puesta de sol. El muerto ya había sido identificado. Era trigésima tercera del Philologus: Dies Judaeorum incipit a solis occasu usque ad solis occasum diei
Daniel Simó Azevedo, hombre de alguna fama en los antiguos arrabales del Norte, que había ascendido sequentis. Esto quiere decir -agregó-, El día hebreo empieza al anochecer y dura hasta el siguiente
de carrero a guapo electoral, para degenerar después en ladrón y hasta en delator. (El singular estilo de anochecer.
su muerte les pareció adecuado: Azevedo era el último representante de una generación de bandidos El otro ensayó una ironía.
que sabía el manejo del puñal, pero no del revólver.) Las palabras en tiza eran las siguientes: -¿Ese dato es el más valioso que usted ha recogido esta noche?
La segunda letra del Nombre -No. Más valiosa es una palabra que dijo Ginzberg.
ha sido articulada. Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones periódicas. La Cruz de la
Espada las contrastó con la admirable disciplina y el orden del último Congreso Eremítico; Erns Palast,
El tercer crimen ocurrió la noche del tres de febrero. Poco antes de la una, el teléfono resonó en El Mártir, reprobó "las demoras intolerables de un pogrom clandestino y frugal, que ha necesitado
en la oficina del comisario Treviranus. Con ávido sigilo, habló un hombre de voz gutural; dijo que se tres meses para liquidar tres judíos"; la Yidische Zaitung rechazó la hipótesis horrorosa de un complot
llamaba Ginzberg (o Ginsburg), y que estaba dispuesto a comunicar, por una remuneración razonable, antisemita, "aunque muchos espíritus penetrantes no admiten otra solución del triple misterio"; el más
los hechos de los dos sacrificios de Azevedo y Yarmolinsky. Una discordia de silbidos y de cornetas ilustre de los pistoleros del Sur, Dandy Red Scharlach, juró que en su distrito nunca se producirían
ahogó la voz del delator. Después, la comunicación se cortó. Sin rechazar la posibilidad de una broma crímenes de ésos y acusó de culpable negligencia al comisario Franz Treviranus.
(al fin, estaban en carnaval), Treviranus indagó que le habían hablado desde el Liverpool House, Este recibió, la noche del primero de marzo, un imponente sobre sellado. Lo abrió: el sobre
taberna de la Rue de Toulon -esa calle salobre en la que conviven el cosmorama y la lechería, el burdel contenía una carta firmada Baruj Spinoza y un minucioso plano de la ciudad, arrancado notoriamente
y los vendedores de biblias. Treviranus habló con el patrón. Este (Black Finnegan, antiguo criminal de un Baedeker. La carta profetizaba que el tres de marzo no habría un cuarto crimen, pues la pinturería
irlandés, abrumado y casi anulado por la decencia) le dijo que la última persona que había empleado el del Oeste, la taberna de la Rue de Toulon y el Hôtel du Nord eran "los vértices perfectos de un triángulo
teléfono de la casa era un inquilino, un tal Gryphius, que acababa de salir con unos amigos. Treviranus equilátero y místico"; el plano demostraba en tinta roja la regularidad de ese triángulo. Treviranus leyó
fue enseguida al Liverpool House. El patrón le comunicó lo siguiente: Hace ocho días, Gryphius había con resignación ese argumento more geometrico y mandó la carta y el plano a casa de Lönnrot,
tomado pieza en los altos del bar. Era un hombre de rasgos afilados, de nebulosa barba gris, trajeado indiscutible merecedor de tales locuras.
Erik Lönnrot las estudió. Los tres lugares, en efecto, eran equidistantes. Simetría en el tiempo (3 de el último, la casa le pareció infinita y creciente. La casa no es tan grande, pensó. La agrandan la
diciembre, 3 de enero, 3 de febrero); simetría en el espacio también... Sintió, de pronto, que estaba por penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, mi desconocimiento, la soledad.
descifrar el misterio. Un compás y una brújula completaron esa brusca intuición. Sonrió, pronunció la Por una escalera espiral llegó al mirador. La luna de esa tarde atravesaba los losanges de las
palabra Tetragrámaton (de adquisición reciente) y llamó por teléfono al comisario. Le dijo: ventanas; eran amarillos, rojos y verdes. Lo detuvo un recuerdo asombrado y vertiginoso. Dos hombres
-Gracias por ese triángulo equilátero que usted anoche me mandó. Me ha permitido resolver el de pequeña estatura, feroces y fornidos, se arrojaron sobre él y lo desarmaron; otro, muy alto, lo saludó
problema. Mañana viernes los criminales estarán en la cárcel; podemos estar muy tranquilos. con gravedad y le dijo:
-Entonces, ¿no planean un cuarto crimen? -Usted es muy amable. Nos ha ahorrado una noche y un día.
-Precisamente, porque planean un cuarto crimen, podemos estar muy tranquilos. Era Red Scharlach. Los hombres maniataron a Lönnrot. Este, al fin, encontró su voz.
-Lönnrot colgó el tubo. Una hora después, viajaba en un tren de los Ferrocarriles Australes, rumbo a la -Scharlach, ¿usted busca el Nombre Secreto?
quinta abandonada de Triste-le-Roy. Al sur de la ciudad de mi cuento fluye un ciego riachuelo de aguas Scharlach seguía de pie, indiferente. No había participado en la breve lucha, apenas si alargó la mano
barrosas, infamado de curtiembres y de basuras. Del otro lado hay un suburbio donde, al amparo de un para recibir el revólver de Lönnrot. Habló; Lönnrot oyó en su voz una fatigada victoria, un odio del
caudillo barcelonés, medran los pistoleros. Lönnrot sonrió al pensar que el más afamado -Red tamaño del universo, una tristeza no menor que aquel odio.
Scharlach- hubiera dado cualquier cosa por conocer su clandestina visita. Azevedo fue compañero de -No- dijo Scharlach.- Busco algo más efímero y deleznable, busco a Erik Lönnrot. Hace tres años, en
Scharlach; Lönnrot consideró la remota posibilidad de que la cuarta víctima fuera Scharlach. Después, un garito de la Rue de Toulon, usted mismo arrestó e hizo encarcelar a mi hermano. En un cupé, mis
la desechó... Virtualmente, había descifrado el problema; las meras circunstancias, la realidad hombres me sacaron del tiroteo con una bala policial en el vientre. Nueve días y nueve noches agonicé
(nombres, arrestos, caras, trámites judiciales y carcelarios) apenas le interesaban ahora. Quería pasear, en esta desolada quinta simétrica; me arrasaba la fiebre, el odioso Jano bifronte que mira los ocasos y
quería descansar de tres meses de sedentaria investigación. Reflexionó que la explicación de los las auroras daban horror a mi ensueño y a mi vigilia. Llegué a abominar de mi cuerpo, llegué a sentir
crímenes estaba en un triángulo anónimo y en una polvorienta palabra griega. El misterio casi le que dos ojos, dos manos, dos pulmones, son tan mostruosos como dos caras. Un irlandés trató de
pareció cristalino; se abochornó de haberle dedicado cien días. convertirme a la fe de Jesús; me repetía la sentencia de los goim: Todos los caminos llevan a Roma. De
El tren paró en una silenciosa estación de cargas. Lönnrot bajó. El aire de la turbia llanura era noche, mi delirio se alimentaba de esa metáfora: yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era
húmedo y frío. Lönnrot echó a andar por el campo. Vio perros, vio un furgón en una vía muerta, vio el imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al Norte o al Sur, iban realmente a Roma,
horizonte, vio un caballo plateado que bebía del agua crapulosa de un charco. Oscurecía cuando vio el que era también la cárcel cuadrangular donde agonizaba mi hermano y la quinta de Triste-le-Roy. En
mirador rectangular de la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los negros eucaliptos que lo esas noches yo juré por el dios que ve con dos caras y por todos los dioses de la fiebre y de los espejos
rodeaban. Pensó que apenas un amanecer y un ocaso (un viejo resplandor en el oriente y otro en el tejer un laberinto en torno del hombre que había encarcelado a mi hermano. Lo he tejido y es firme: los
occidente) lo separaban de la hora anhelada por los buscadores del Nombre. materiales son un heresiólogo muerto, una brújula, una secta del siglo XVIII, una palabra griega, un
Una herrumbrada verja definía el perímetro irregular de la quinta. El portón principal estaba cerrado. puñal, los rombos de una pinturería.
Lönnrot, sin mucha esperanza de entrar, dio toda la vuelta. De nuevo ante el porton infranqueable, El primer término de la serie me fue dado por el azar. Yo había tramado con algunos colegas-
metió la mano entre los barrotes, casi maquinalmente, y dio con el pasador. El chirrido del hierro lo entre ellos, Daniel Azevedo- el robo de los zafiros del Tetrarca. Azevedo nos traicionó: se emborrachó
sorprendió. Con una pasividad laboriosa, el portón entero cedió. con el dinero que le habíamos adelantado y acometió la empresa el día antes. En el enorme hotel se
Lönnrot avanzó entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de rotas hojas rígidas. Vista de perdió; hacia las dos de la madrugada irrumpió en el dormitorio de Yarmolinsky. Este, acosado por el
cerca, la casa de la quinta de Triste-le-Roy abundaba en inútiles simetrías y en repeticiones maniáticas: insomio, se había puesto a escribir. Verosímilmente, redactaba unas notas o un artículo sobre el
a una Diana glacial en un nicho lóbrego correspondía en un segundo nicho otra Diana; un balcón se Nombre de Dios; había escrito ya las palabras La primera letra del Nombre ha sido articulada.
reflejaba en otro balcón; dobles escalinatas se abrían en doble balaustrada. Lönnrot rodeó la casa como Azevedo le intimó silencio; Yarmolinsky alargó la mano hacia el timbre que despertaría todas las
había rodeado la quinta. Todo lo examinó: bajo el nivel de la terraza vio una estrecha persiana. fuerzas del hotel; Azevedo le dio una sola puñalada en el pecho. Fue casi un movimiento reflejo; medio
La empujó: unos pocos escalones de mármol descendían a un sotano. Lönnrot, que ya intuía siglo de violencia le había enseñado que lo más fácil y seguro es matar... A los diez días yo supe por
las preferencias del arquitecto, adivino que en el opuesto muro del sótano había otros escalones. Los la Yidische Zaitung que usted buscaba en los escritos de Yarmolinsky la clave de la muerte de
encontró, subió, alzó las manos y abrió la trampa de salida. Yarmolinsky. Leí la Historia de la secta de los Hasidim; supe que el miedo reverente de pronunciar el
Un resplandor lo guió a una ventana. La abrió: una luna amarilla y circular definía en el triste Nombre de Dios había originado la doctrina de que ese Nombre es todopoderoso y recóndito. Supe que
jardín dos fuentes cegadas. Lönnrot exploró la casa. Por ante comedores y galerías salió a patios iguales algunos Hasidim, en busca de ese Nombre secreto, habían llegado a cometer sacrificios humanos...
y repetidas veces al mismo patio. Subió por escaleras polvorientas a antecámaras circulares; Comprendí que usted conjeturaba que los Hasidim habían sacrificado al rabino; me dediqué a justificar
infinitamente se multiplicó en espejos opuestos; se cansó de abrir o entreabrir ventanas que le esa conjetura.
revelaban, afuera, el mismo desolado jardín desde varias alturas y varios ángulos; adentro, muebles con Marcelo Yarmolinsky murió la noche del 3 de diciembre; para el segundo "sacrificio" elegí la
fundas amarillas y arañas embaladas en tarlatán. un dormitorio lo detuvo; en ese dormitorio, una sola noche del 3 de enero. Murió en el Norte; para el segundo "sacrificio" nos convenía un lugar del Oeste.
flor en una copa de porcelana; al primer roce los pétalos antiguos se deshicieron. En el segundo piso, en Daniel Azevedo fue la víctima necesaria. Merecía la muerte: era un impulsivo, un traidor; su captura
podía aniquilar todo el plan. Uno de los nuestros lo apuñaló; para vincular su cadáver al anterior, yo
escribí encima de los rombos de la pinturería La segunda letra del Nombre ha sido articulada.
El tercer "crimen" se produjo el tres de febrero. Fue, como Treviranus adivinó, un mero
simulacro. Gryphius-Ginzberg-Ginsburg soy yo; una semana interminable sobrellevé (suplementado
por una tenua barba postiza) en ese perverso cubículo de la Rue de Toulon, hasta que los amigos me
secuestraron. Desde el estribo del cupé, uno de ellos escribió en un pilar La última de las letras del
Nombre ha sido articulada. Esa escritura divulgó que la serie de crímenes era triple. Así lo entendió el
público; yo, sin embargo, intercalé repetidos indicios para que usted, el razonador Erik Lönnrot,
comprendiera que es cuádruple. Un prodigio en el Norte, otros en el Este y en el Oeste, reclaman un
cuarto prodigio en el Sur; el Tetragrámaton -el nombre de Dios, JHVH- consta de cuatro letras; los
arlequines y la muestra del pinturero sugieren cuatro términos. Yo subrayé cierto pasaje en el manual
de Leusden: ese pasaje manifiesta que los hebreos computaban el día de ocaso a ocaso; ese pasaje da a
entender que las muertes ocurrieron el cuatro de cada mes. Yo mandé el triángulo equilátero a
Treviranus. Yo presentí que usted agregaría el punto que falta. El punto que determina un rombo
perfecto, el punto que prefija el lugar donde una exacta muerte lo espera. Todo lo he premeditado, Erik
Lönnrot, para atraerlo a usted a las soledades de Triste-le-Roy.
Lönnrot evitó los ojos de Scharlach. Miró los árboles y el cielo subdivididos en rombos
turbiamente amarillos, verdes y rojos. Sintió un poco de frío y una tristeza impersonal, casi anónima.
Ya era de noche; desde el polvoriento jardín subió el grito inútil de un pájaro. Lönnrot consideró por
última vez el problema de las muertes simétricas y periódicas.
-En su laberinto sobran tres líneas -dijo por fin-. Yo sé de un laberinto griego que es una línea única,
recta. En esa línea se han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un mero detective.
Scharlach, cuando en otro avatar usted me dé caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo
crimen en B, en 8 kilómetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilómetros de A y de B, a mitad de
camino entre los dos. Aguárdeme después en D, a 2 kilómetros de A y de C, de nuevo a mitad de
camino. Máteme en D, como ahora va a matarme en Triste-le-Roy.
Para la otra vez que lo mate -replicó Scharlach-, le prometo ese laberinto, que consta de una sola línea
recta y que es indivisible, incesante.
Retrocedió unos pasos. Después, muy cuidadosamente, hizo fuego.