Valles Capítulo 20
Valles Capítulo 20
Valles Capítulo 20
Canales de
MENSAJES
comunicación
Es fácil de entender, por tanto, la tensión existente entre los actores polí
ticos que se esfuerzan por controlar y regular todo lo que hace referencia
al sistema de medios de comunicación: disponer de ellos es esencial para
intervenir con eficacia en los procesos de decisión política.
LA COMUNICACIÓN POLÍTICA Y LA OPINIÓN PÚBLICA 303
• La retroalimentación del circuito de comunicación se produce cuando un
emisor pasa a ser receptor y viceversa. Así ocurre en la réplica que un es
tudiante hace a la observación sobre un hecho político que ha formulado
un compañero de clase. En comunicación de masas, la retroalimentación
más estructurada se da cuando un sondeo de opinión registra las reaccio
nes de la población a las actividades y manifestaciones de un dirigente
político. Este constante movimiento de ida y vuelta entre emisores y re
ceptores hace que la comunicación sea un ejercicio ininterrumpido que
nunca cesa y en el que multitud de participantes están permanentemente
implicados, aunque sea a ritmos y con intensidades diferentes.
Se desprende de la descripción anterior que el proceso de comunicación
puede ser entendido de dos maneras diferentes, calificadas respectivamen
te como «modelo telégrafo» y como «modelo orquesta». Según el primero,
la comunicación se concibe como una relación lineal: los emisores elaboran
y emiten el mensaje, que es recibido y descifrado por el receptor. Aunque se
dan interferencias y «ruidos ambientales» que pueden deformar su conte
nido, la comunicación es aquí contemplada como un ejercicio bilateral.
El segundo modelo presenta una relación más compleja, en la que in
tervienen multitud de actores. Estos actores emiten mensajes simultáneos,
accesibles en tiempo real y reinterpretados por los receptores, que pueden
reaccionar sobre la marcha e intervenir de nuevo. El proceso se convierte
así en algo parecido al concierto ofrecido por una orquesta. O, de modo más
exacto, por un conjunto de jazz en el que cada instrumentista interviene con
su aportación y, al mismo tiempo, replica a las intervenciones de los demás
instrumentos, en un constante ir y venir entre ellos. Este modelo parece
más ajustado a la situación política real, en la que la diversidad de actores y
la abundancia de canales de comunicación acaban tejiendo una red de in
tercambios multilaterales, en la que tienen su lugar gobernantes, ciudada
nos individuales, organizaciones sociales, partidos, medios de comunica
ción, líderes de opinión, organismos intemacionales, grandes gmpos de
interés económico, etc.
La opinión pública
En este proceso incesante de comunicación, ¿cómo relacionamos la
opinión de un ciudadano o de un dirigente político con sus actitudes o pre
disposiciones políticas? Puede decirse que una opinión equivale a la traduc
ción verbal de una actitud política en un momento dado. Con la manifesta
ción verbal que expresa una opinión se hace perceptible una predisposición
anterior: de esta predisposición surge —en determinadas circunstancias—
un pronunciamiento a favor o en contra de una situación, una propuesta o
un personaje. Por ejemplo, una predisposición favorable a valores de jerar
quía y de orden conduce normalmente a una opinión desfavorable a una
huelga o a una manifestación callejera, porque son percibidas como sínto
mas de desorden o de protesta. Una actitud tolerante y respetuosa con las
diferencias llevará, por su parte, a expresar opiniones negativas ante episo
dios de racismo o de sectarismo religioso.
Pero ¿a qué denominamos opinión pública? La noción de opinión pú
blica nos remite a un fenómeno colectivo: «buena acogida entre la opinión
de las propuestas del partido X», «crece el descontento popular por la ca
restía de la vida», «el gobiemo ha perdido el favor de la opinión pública»,
etc. Cuando hablamos de opinión pública nos referimos a una determinada
distribución de las opiniones individuales en el seno de una comunidad,
que —en su conjunto— adopta una inclinación determinada ante los men
sajes recibidos de los medios de comunicación. Opinión pública, por tanto,
no equivale a la opinión unánime de una comunidad. Poco justas son, pues,
expresiones tales como «la gente piensa...», «la gente cree...», que evocan
una opinión monolítica. Un análisis preciso de la opinión pública revela su
carácter segmentado y de ahí la necesidad de analizarla detalladamente,
como veremos a continuación.
La opinión pública es, por tanto, el resultado de la combinación de
dos factores: por un lado, el sistema de actitudes predominantes en la so
ciedad —la cultura política de aquella comunidad— y, por otro, la inter
LA COMUNICACIÓN POLÍTICA Y LA OPINIÓN PÚBLICA 309
vención de los medios de comunicación. Así, mientras que el concepto de
cultura política (IV. 17) describe una pauta estable de actitudes básicas que
duran en el tiempo, la noción de opinión pública alude a la reacción de este
sistema de actitudes frente a elementos circunstanciales de la política —he
chos, propuestas, personajes, etc.—, que surgen en el día a día político y
que son difundidos a través del sistema comunicativo. Por esta razón, la
opinión pública debe entenderse como un fenómeno que cambia. Es preci
samente el análisis de sus variaciones lo que ha aumentado la importancia
de los estudios de opinión, atentos a comprobar si los mensajes que se in
tercambian en la comunidad refuerzan o alteran los estados de opinión an
teriores.
Encuestas y sondeos:
¿qué aportan al conocimiento de la opinión pública?
Si se admite la importancia de la opinión pública en la política de ma
sas es necesario averiguar dónde y cómo se expresa esta opinión agregada.
¿Dónde está el oráculo capaz de sintetizar la pluralidad de opiniones indivi
duales? ¿Quién asume el papel de portavoz de la opinión pública? En las de
mocracias y de manera regular, es el conjunto de la ciudadanía el que se
pronuncia en el momento de las elecciones: aunque sea de forma rudimen
taria, la ciudadanía opina con su voto a favor o en contra de las propuestas
y de los candidatos que los partidos someten a su consideración. El veredic
to de las urnas es el veredicto decisivo de la opinión pública.
• Pero ¿qué ocurre entre las convocatorias electorales? ¿Cómo pulsar el es
tado de la opinión? Durante casi siglo y medio, los medios de comunica
ción —inicialmente, la prensa escrita y luego los medios audiovisuales—
se adjudicaron este papel, ofreciendo su tribuna a personajes relevantes
de la sociedad a quienes se atribuía —y se sigue atribuyendo— la capaci
dad de auscultar el estado de la opinión y las oscilaciones que experimen
ta: periodistas, intelectuales, profesores. Esta capacidad es también una
cualidad —el «olfato político»— que se presume en los dirigentes políti
cos, obligados a valorar los indicios que recogen en sus frecuentes con
tactos con grupos e individuos y a extrapolarlos hasta convertirlos en un
retrato de las tendencias generales de la opinión.
Entendida de este modo, la opinión pública no es más que una recons
trucción fabricada por un sector de la sociedad: el que agrupa a los profe
sionales de la comunicación y de la política, junto con intelectuales, aca
démicos y otros personajes públicos. ¿Responde esta opinión pública
«construida» —a veces designada con la expresión «opinión publicada»
para distinguirla de la «opinión pública»— a lo que efectivamente pien
san los hombres y las mujeres de una comunidad política?
• Para resolver el problema se recurre desde hace años a encuestas y son
deos de opinión, convertidos en instrumento central de comunicación
política en todas las democracias liberales. Con estos instrumentos se
310 LA POLÍTICA COMO PROCESO: (1 ) EL CONTEXTO CULTURAL
pretende averiguar las orientaciones de los ciudadanos sobre determina
das cuestiones de actualidad política, escrutar sus futuras intenciones de
voto o medir la aceptación de los líderes políticos y de sus propuestas. En
cuestas y sondeos consisten en formular una serie de preguntas sobre
cuestiones de relevancia política y social a una muestra reducida y repre
sentativa de la población. Suele reservarse el término encuesta para refe
rirse a estudios de opinión sobre temas de mayor calado: por ejemplo,
una encuesta sobre actitudes ante la emigración. Mientras que el término
sondeo es utilizado para designar una prospección breve sobre asuntos
de actualidad: la intención de voto ante una convocatoria electoral, la re
acción ante una decisión gubemamental.
En la década de los treinta, el norteamericano George Gallup (1901-
1984) extendió a la política el uso del sondeo de opinión que se venía em
pleando ya en la investigación de mercados para productos comerciales.
Hacia 1960, los estudios de opinión política empezaron a abundar en las
demás democracias occidentales. La informática y las nuevas tecnologías
de la comunicación dieron finalmente un gran empuje a este instmmen
to, al acelerar los procesos de tratamiento y difusión de los datos.
• En la actualidad, la combinación de sondeos y encuestas con la prensa y
la radiotelevisión se ha convertido en una de las armas de comunicación
política más utilizadas. Algunos observadores han señalado que encues
tas y sondeos deberían advertir —al igual que el tabaco— del daño que
pueden ocasionar a la política. En algunos países se denuncia con fre
cuencia que no todas las encuestas respetan los requisitos básicos para
obtener resultados fiables: una muestra estadísticamente representativa,
un trabajo de campo profesional y debidamente controlado, un análisis
suficientemente completo y fiel a los datos obtenidos. Se señala también
que los conceptos y las preguntas que figuran en los cuestionarios son
elaborados por las elites políticas y que no siempre coinciden con las
prioridades o las categorías de los ciudadanos. Se critica a menudo que
los entrevistados se ven en la tesitura de responder a cuestiones sobre las
que carecen de información o sobre las que no han tenido oportunidad de
reflexionar De este modo, encuestas y sondeos —al igual que otros me
dios de comunicación— acabarían modelando o influyendo sobre la opi
nión, en lugar de reflejarla fielmente.
Sin embargo, este riesgo cierto de deformación disminuye a medida
que aumenta la competencia profesional y el control sobre el rigor de los
estudios de opinión, cuyos resultados son —en general— un buen reflejo
de la realidad. Por otra parte, la eventual deformación imputada a estos
estudios puede ser atenuada, completando su uso con otros métodos de
análisis que reducen algunos de sus inconvenientes.
• En todo caso, hay que reconocer en beneficio de encuestas y sondeos
que su empleo permite compensar la voz excesiva de algunos sectores,
gmpos y personajes cuyas voces se oyen con gran insistencia en la esce
na pública y que —sin gran justificación— se atribuyen a veces el papel
de portavoces de una imprecisa opinión pública. Los estudios de opi
nión ofrecen a los ciudadanos anónimos la oportunidad de expresar
LA COMUNICACIÓN POLÍTICA Y LA OPINIÓN PÚBLICA 311
también sus convicciones y expectativas. Lo cierto es que la información
que suministran las encuestas se ha convertido en un mensaje que los di
ferentes actores políticos se intercambian constantemente para dar
fuerza a sus posiciones respectivas, especialmente cuando los datos les
son favorables.