Decía Mi Abuela. en Ese Entonces y Ahora, Le
Decía Mi Abuela. en Ese Entonces y Ahora, Le
Decía Mi Abuela. en Ese Entonces y Ahora, Le
<<LAS COSAS SUCEDEN POR ALGO>> Decía mi abuela. En ese entonces y ahora, le
creo. Pero esto, ¿Realmente era bueno? Y eso no era un problema. El problema era que
precisamente esto no quería que sucediera. Y menos estando aquí en Australia, donde se
supone que debía disfrutar.
Nada de lo que sucederá en unas horas más adelante, estaba en mis planes.
Absolutamente nada.
Luego de mi falso ataque de ansiedad. Julia me dejó en paz. Durante las próximas horas
del vuelo no hice más que dormir. No sé qué efecto tienen en mí los viajes en avión. Pero
siempre me dan ganas de dormir. Y la verdad es que no me quejo. Dormir y comer, son de
las mejores sensaciones del mundo. No me lo pueden negar.
Cuando aterrizamos en tierras Australianas, una ola de melancolía recorrió todo mi cuerpo.
Podría jurar que si no fuera por mi vergüenza, estaría derramando un par de lágrimas. Pero
lo odio. No odio llorar, si no el hecho de que me vean hacerlo. Aún no sé por qué. Quizás
porque me avergüenza verme vulnerable frente a los demás.
El ambiente en el aeropuerto era tranquilo. Había personas que iban de acá para allá. Pero
para nuestra buena suerte. No hubo retraso, nadie perdió su equipaje. Todos estábamos
tranquilos. Sebastian, nos habló de su casa. En donde actualmente está viviendo, no de la
que debemos reconstruir. Tiene una cabaña en la playa de Sidney. Según él es preciosa, y
la verdad es que le creo. En ella nos quedaremos con Julia el resto de las dos semanas que
tenemos aquí. Julia, como siempre. Se preocupó.
—No podemos permitirnos esto —se detuvo con su maleta, Sebastian y yo copiamos su
acción. —Con Valerie podemos alquilar un departamento, no tienes porqué hacer eso,
Sebas.
Otra vez sus bellas cejas se fruncieron y ella ponía cara de perro triste. Claro que podíamos
alquilar un departamento, pero ¡¿hace falta que hagas esas caras Julia?! Aunque parecía
ser la única a la que no le gustaba. Porque a Sebastian se le iluminaron los ojos, y su
sonrisa no podía agrandarse más.
—Si, no hay problema con eso Julia, —tomé de su brazo y la hice caminar nuevamente. --
Sebastian ya soluciono el problema, no exageres.
Una vez acercándonos a la salida, bajamos por las escaleras eléctricas. Desde aquí arriba
puede verse a todas las personas que venían a despedir o recibir a sus conocidos. Muchas
caras con lágrimas. Algunas de felicidad, otras de tristeza. Personas con carteles de
Bienvenida, otros con nombres. La vista era conmovedora. El ambiente también lo era.
Tranquilo, sin prisa. Por qué claro, no sabía lo que vendría después.
—Olvide comentarles, mi amigo, del que les hablé anteriormente. Vendrá a buscarnos. Creo
que ya nos está esperando.
Claro que era genial, a quien le molestaría que vengan a buscarte luego de un largo viaje.
—No, dudo que esté aquí adentro. Le gusta estar afuera. Al aire libre.
Es más fácil fumar. Es lo que pensé y odie hacerlo. Porque prometí dejarlo. Pero siempre
me encuentro con ganas de hacerlo.
Antes de cruzar la puerta hacia afuera. Todo era armonioso. Mis sentidos se encontraban
atentos a todo. Claro, eso fue antes de que Sebastian nombre a la persona menos indicada.
A la persona que no quería recordar. Luca. ¿Quién podría creerlo? En serio, porque Julia y
yo no lo creíamos. Estábamos atónitas. Pérdidas. No podía reaccionar, de hecho no dije
nada. Solo asentí, cuando Sebastian dijo <<Por cierto chicas, se llama Luca, él también
habla español. No se preocupen.>> Pero como no hacerlo, podría pensar y creer que hay
muchos chicos llamados así, y que hablen español.
También existía la posibilidad de que sea Luca, mi Luca sin s. Y eso me aterraba. Pero
también deseaba que sea así.
Cuando salimos al exterior. El aire frío me hizo estremecer. Fue una sensación satisfactoria.
Podría decirse que volví a la realidad. No pude evitar mirar hacia todos lados, tratando de
localizar su precioso cabello negro. De pronto todos mis sentidos estaban concentrados en
él. Porque él lograba hacerme sentir como una tonta enamorada. Sebastian nos llevó hacia
un costado y marcó en su celular su número. Los nervios recorrían cada parte de mi cuerpo.
Julia no dejaba de mirarme preocupada. Y yo quería un cigarrillo.
Así que lo hice, busqué en mi bolso de manos, el paquete y saque uno junto al encendedor.
Julia me reprocho con la mirada. Y me hice a un lado. Sé que odiaba el olor. Y lo sentía
mucho. No pude evitarlo.
Para mi mala suerte, el viento no ayudaba en nada. Y que el encendedor tenga poco gas,
tampoco lo hacía. Primer y segundo intento fallido. Me arrincone hacia la pared y con una
mano tape el cigarro. Otra vez falle. Estupido viento. Me aleje de la pared y deje de intentar.
Nuevamente busqué con la mirada a Luca. No estaba. Tampoco con Sebastian. Saber que
tenía que volver a verlo me aterraba. Así que volví a intentar encenderlo, pero esta vez
gracias a unas manos delgadas y encallecidas que cubrieron mi cigarro, este mismo logró
encenderse. Gracias a aquellas manos que al instante pude reconocer. Temía levantar la
vista y enfrentarlo.
—Luca.
Susurré casi sin aliento. Como si me costará hablar. No puedo creer que eso fue lo único
que salió de mis labios. Y Luca, cómo puedes sonreír de esa manera tan seductora. Estoy
pasando por un mal momento. Olvidé que tenía el cigarrillo encendido, por lo que decidí
darle una buena calada.
—También veo que no has dejado de fumar. –Su voz comenzaba a apagarse, sonaba
gélida, vacía.
No. Claro que no lo he hecho. ¿Por qué tenías que mencionarlo? Y tu Valerie, dile algo de
una maldita vez.
—Vale, eso no sé si fue sarcasmo, pero da igual. ¿Qué sientes Valerie? Dime con certeza.
Aún no te entiendo.
¡Ah claro! Lo que me faltaba. Juega a ser sarcástico. Estupendo. Sabía que lo estaba
evitando. Y yo sabía que él lo sabía.
—Yo…siento mucho absolutamente todo. —me atreví a mirarlo a los ojos— Siento mucho
que las cosas acabaran de esa forma. Es mi culpa todo. Así que por favor. Luca, por favor,
superalo.
Superalo. Cómo podía ser tan hipócrita, si ni siquiera yo lo había superado. No recuerdo
cuantas veces, anteriormente me disculpe. Fueron muchas. Y cada una de ellas fue cierta y
con un dolor inmenso. En parte es cierto cuando digo que lo supere. Todavía lo extraño.
Pero superé mi error. Supere el sufrimiento que conllevo. Y sé que es difícil. Me ha costado
muchísimo. Pero aún así, me molesta que me recuerde cada uno de mis errores.
Aquel brillo que vi en sus ojos, desvaneció. Y yo quería llorar. Ya ni me importaba seguir
fumando. Tampoco quería verle la cara. Porque a pesar de que necesitaba verlo. A pesar
que quería rodearlo de un gran abrazo. A pesar de todos mis sentimientos ocultos. Le hice
daño. Y eso no me lo perdonaré jamás. Apagué el cigarro en la pared, y volví donde Julia y
Sebastián.