Politicas Publicas
Politicas Publicas
Politicas Publicas
como:
una unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo,
con medios de poder propios y claramente delimitado en lo personal y territorial.6
Heller señala que sólo se puede hablar de Estado como una construcción propia a partir de las
monarquías absolutas del siglo XV, de la Edad Moderna. Para Heller No hay Estado en la Edad
Antigua.6
Hermann Heller busca repolitizar la teoría del Estado. El carácter político de la teoría del Estado
está basado en la propia estructura de la acción humana, en que el hombre está para algo, en que
tiene una referencia explícita al futuro. Por eso define al Estado como: "Un hecho humano, cuyo
objeto y sujeto somos nosotros mismos, apunta más allá de sí mismo al futuro.
Este aspecto evolutivo se construye con un contenido de valores políticos que no hay que buscar
en algún lugar en alguna esfera separada de la realidad estatal, sino en la voluntad de los propios
hombres que actúan políticamente: los hombres, unidos por aspiraciones e ideas políticas en
comunidades asentadas en valores y en la voluntad, quieren alguna en el futuro."
Lo anterior conlleva una crítica al nacionalismo como elemento fundante del Estado. Para Heller el
concepto nación es una construcción pseudo histórica. El elemento esencial del Estado es la
población que encuentra el desarrollo de su constitución en el reconocimiento de derechos como
la libertad civil y la igualdad social solo alcanzables a través de la vía democrática y la reforma
política.
Pero al mismo tiempo, Heller conceptualiza al Estado con las características que le habían sido ya
atribuidas al Estado moderno en los años anteriores, especialmente el poder territorial soberano.
"El estado se diferencia de todos los otros grupos territoriales de dominación por su carácter de
unidad soberana de acción y decisión. El Estado está por encima de todas las demás unidades de
poder que existen en su territorio por el hecho de que los órganos esta <<capacitados>> pueden
reclamar, con éxito normal, la aplicación, a ellos exclusivamente reservada, del poder físico
coactivo, y también porque están en condiciones de ejecutar sus decisiones."
El materialismo histórico (llamado por Marx “método dialéctico”) quiere ser una teoría científica
sobre la formación y desarrollo de la sociedad. Mediante una teoría económica, histórica y
filosófica intenta descubrir las leyes que rigen el cambio social y presenta un método para la
interpretación de los conflictos sociales y, en esa medida, para cambiar la sociedad. Su tesis
principal consiste en afirmar que son las bases económicas y los modos de posesión de los bienes
materiales el fundamento de toda estructura y transformación social. El motor del cambio y la
base de toda estructura social no son las voluntades individuales de las personas, ni las ideas, ni la
voluntad divina, sino lo material, las necesidades económicas y los intereses económicos de los
distintos grupos sociales. Con esta forma de materialismo, Marx se enfrentó al “materialismo
teórico” de Feuerbach y al idealismo de Hegel, destacando en ambos casos que para entender al
hombre y su historia, es imprescindible el estudio de las condiciones económicas y sociales en las
que vive.
1. La alienación económica
Para comprender la situación de los oprimidos en toda sociedad de explotación (esclavista, feudal,
capitalista) emplea Marx el concepto de alienación (enajenación, extrañamiento). Toma esta
noción de Hegel, que la había utilizado para explicar el proceso por el cual la Idea pone la
Naturaleza, es decir se pone a sí misma como lo absolutamente otro, se enajena. Marx hace una
interpretación materialista de dicha noción puesto que, para él, el sujeto de la alienación no es el
Espíritu o Dios sino el hombre, y la causa de la misma no es teológica sino económica y política: la
alienación es la condición histórica en la que se encuentra el hombre consecuencia de la
propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada aliena al hombre porque lo
transforma de fin en medio, de persona en simple instrumento para la producción, ignorando sus
necesidades, exigencias y dignidad. En el sistema de producción capitalista el hombre se hace
cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción como un simple
instrumento más en la cadena de producción de bienes. En el trabajo, el hombre se enajena, no es
dueño, de sus propias facultades creadoras ni de los objetos de su trabajo, que se convierten en
seres ajenos y llegan a dominarlo. La preocupación esencial de Marx no fue la desigualdad en la
riqueza sino la liberación del hombre de un tipo de trabajo que lo transforma en cosa y lo
convierte en esclavo de las cosas. Su crítica de la sociedad capitalista se dirigió principalmente a su
modo de producción: Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de
toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más
enajenada. Marx no se limitó a reivindicar la emancipación de la clase trabajadora, sino que buscó
la emancipación general del ser humano, y la creación de un orden social en el que el hombre, y
no la producción de cosas, sea el fin.
El materialismo histórico entiende que el hombre es un "ser de necesidades", desde las más
elementales como la comida, la ropa, la casa, hasta las más refinadas como las culturales. El
“trabajo” o “actividad productiva” crea los bienes necesarios para la satisfacción de dichas
necesidades, y constituye la actividad principal del hombre y la base de toda vida social, de su
organización y de su historia. La producción de bienes está condicionada por "las fuerzas
productivas" (las riquezas naturales y los conocimientos y las técnicas utilizadas en la producción).
A un determinado estado de desarrollo de las fuerzas productivas, corresponde un tipo concreto
de "relaciones de producción" (relaciones entre los hombres con miras a la producción). Las
relaciones de producción son "relaciones de propiedad", relaciones de trabajo entre propietarios
de las fuerzas productivas y no propietarios, entre "explotadores y explotados" entre clase
dominante y clase dominada. Según el modo de producción y las relaciones sociales que de él se
derivan, así será la estructura social. Las clases sociales quedan definidas por las relaciones
económicas entre las personas: son la expresión de la propiedad o no de los medios de producción
y de la capacidad adquisitiva. En las sociedades clasistas, una de las clases será explotadora y otra,
la compuesta por los trabajadores, la explotada; así en la Antigüedad había amos y esclavos; en la
Edad Media señores y siervos, y en la Edad Moderna capitalistas (burguesía) y proletarios.
4. Alienación e ideología
El marxismo afirma que la base real de la sociedad es la base económica, los medios y las fuerzas
de producción (la infraestructura); mantendrá también que a consecuencia de la alienación
económica las organizaciones políticas, jurídicas y las concepciones del mundo (religiones, moral,
ciencia, filosofía, arte) (la superestructura) no responden a una dinámica propia, independiente,
sino a los intereses de clase de los grupos que las han creado. En un sentido general, se llama
ideología, al sistema de representaciones (imágenes, ideas, conceptos, teorías), con el que la
sociedad intenta explicar y describir la realidad. Pero dichas ideas o representaciones pueden
hacerlo de un modo adecuado y verdadero, o, por el contrario, de un modo falso, que es
precisamente lo que ocurrirá en las sociedades de explotación. Así, en Marx el término "ideología"
tiene un significado más restringido y preciso: conjunto de "ideas" que dan una imagen o
representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la
vida de los hombres. Para el marxismo, lo que piensan los hombres, sus representaciones o ideas
(su ideología), es un producto de la sociedad en que viven, es "un producto social"; además, la
ideología tiene un sentido básicamente negativo, en cuanto "ideas" falsas y falsificadoras;
finalmente, los contenidos ideológicos de la conciencia (la religión, la filosofía, la moral, la política,
etc.) ni tienen sustantividad propia ni su propia historia y desarrollo.
Puesto que la ideología tiene como función ocultar, deformar o justificar la situación de alienación
que el hombre vive en un momento histórico, la crítica marxista de las ideologías es una
consecuencia de la crítica más general a la alienación del hombre. Un claro ejemplo de la actitud
crítica de Marx ante las producciones ideológicas lo encontramos en sus ideas relativas a la
religión: dado que no existe Dios, afirma, la aparición de la religión es una consecuencia de la vida
humana, y, de acuerdo con sus planteamientos generales, ligada a la explotación del hombre por
el hombre. Para Marx la crítica a la religión es la premisa o preámbulo de toda crítica: la religión es
alienación al proyectar al hombre fuera del mundo real finito, único existente, en un mundo
ficticio e ideal. Además, la religión no sólo es alienación de cada hombre individual, sino
instrumento de la clase dominadora para oprimir a los dominados: primero, al justificar
teológicamente la división social que provoca la alienación, la explotación existente; y, en segundo
lugar, al ofrecer “paraísos” ficticios en los que los hombres pueden realizar su afán de justicia y
felicidad, frenan la posibilidad de rebelión y de su realización en este mundo, el único real y
existente (la religión es el “opio del pueblo").
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MARIANO Berges
24/11/2012
El avance neoliberal está siendo tan rápido y tan radical que uno tiene que mirar hacia atrás para
rearmarse ideológicamente. Y en esta retrospectiva te encuentras con el que nunca debimos
olvidar, Karl Marx, al que hay que reivindicar en sus justos términos. Me refiero al Marx filósofo
que analiza la realidad que pretende cambiar, cual es la sociedad de su tiempo, y no tanto al Marx
al que canonizaron y malinterpretaron en la URSS. Distingamos marxismo y comunismo: el
marxismo es un sistema filosófico y el comunismo es un sistema político. Con elementos teóricos
comunes pero con objetivos y resultados muy distintos.
Excusándome por la grosera simplificación, Marx elabora una teoría de la realidad social
denominada "Materialismo Histórico". Esta teoría dice que en la base hay una estructura
económica donde coexisten dos clases sociales: la de los capitalistas o explotadores y la de los
proletarios o explotados. Por encima de la estructura económica está la superestructura ideológica
(política, derecho, moral, religión, filosofía y arte) que conforma la "conciencia social". La
estructura económica condiciona la superestructura ideológica y ésta justifica a aquella, a la vez
que procura su supervivencia. Los sistemas político, jurídico y religioso forma el esqueleto
fundamental de esa conciencia social o superestructura. Y tienen como función justificar y
mantener la situación de explotadores y explotados. Que haya individualidades y excepciones
entre los profesionales de cada uno de los sistemas no anula que el sistema en su conjunto sirva
para lo que sirve.
PODEMOS seguir con más ejemplos: el paro, los despidos laborales, los bajos salarios, el
desmantelamiento de lo público- todos tienen su superestructura jurídica y política explicando la
justicia legal de los mismos. Y ahora más que nunca gracias a la Ley de Reforma Laboral. En fin, por
no ser reiterativo, vayan ustedes repasando cualquier situación de precariedad para unos y de
enriquecimiento para otros, y aplíquenle el esquema explicativo de don Carlos.
La situación es tan radicalmente negativa que solo con medicina fuerte puede el enfermo sanar.
Como prescripciones médicas pueden servir las siguientes:
1) Que nadie se asuste de los conceptos ni de las teorías, sino de los hechos.
2) Que nadie condene el marxismo si no lo ha leído. Si lo ha leído, que argumente sus tesis y
antítesis y las discuta con honestidad.
3) Que los políticos no se justifiquen por la existencia de leyes que autorizan la injusticia moral,
que puede ser justicia legal. Los políticos están para cambiar las leyes que no solucionen los
problemas sociales. Todas las leyes son humanas y, por lo tanto, modificables y perfeccionables. El
sistema religioso habla de leyes divinas que no se pueden modificar porque proceden de dios.
4) La política se inventa para organizar la sociedad de la manera más beneficiosa para la mayoría
social. De todas las éticas que ha habido en la historia la más útil ha sido la ética utilitarista
(Bentham; Stuart Mill), precisamente por su dimensión política. Dice que las acciones son buenas
o malas en la medida en que tiendan a aumentar o disminuir la felicidad general.
Conclusión: Hay que saber analizar y explicar lo que pasa. Luego podremos modificarlo o no, pero
intentémoslo al menos. Todo tipo de protestas sociales son bienvenidas, ya que la parálisis social
garantiza el fracaso más absoluto. Hasta hace poco tiempo éramos optimistas por sentido del
presente, ahora toca ser pesimistas por sentido de futuro. H
John Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806-Aviñón, Francia; 8 de mayo de 1873) fue un
filósofo, político y economista británico, representante de la escuela económica clásica y teórico
del utilitarismo, planteamiento ético propuesto por su padrino Jeremy Bentham, que sería
recogido y difundido con profusión por Mill.[cita requerida
Miembro del Partido Liberal, Mill fue un defensor de la libertad individual en oposición al control
estatal y social ilimitado, como también defendió la investigación de la metodología científica y el
sufragio femenino (estuvo casado con la feminista Harriet Taylor, y en 1869 publicó La esclavitud
de la mujer). Fue además padrino secular del filósofo y matemático Bertrand Russell a decisión de
su padre John Russell, y pese a que Mill murió antes de su nacimiento, sus escritos tuvieron una
gran influencia en su vida.[cita requerida]
Biografía
John Stuart Mill, el mayor de los hijos del filósofo, historiador y economista James Mill, nació en
Londres el 20 de mayo de 1806.
Los recuerdos más dolorosos de Mill en su infancia conectan con la forma en la que su padre,
seguidor de la teoría denominada utilitarismo, hablaba y trataba a su esposa e hijos delante de los
invitados, llegando a decir que su educación no fue una educación de amor sino de miedo.
Los hijos de mi padre ni le amaron a él ni sintieron ningún tipo de afecto por nadie más. Le tenía
demasiado miedo como para que pudiera expresarme de forma franca y carecía de voluntad
propia, porque estaba tan acostumbrado a que se me dijera lo que tenía que hacer (...) que adquirí
la costumbre de dejar que mi responsabilidad como agente moral la detentase mi padre
Pretendía darles a sus hijos una educación modelo siguiendo los principios del utilitarismo, que
consistía en someterlos a una secuencia de placeres y dolores y enseñarlos a razonar
adecuadamente. J. Stuart nunca jugó con otros niños.
Su precocidad era excepcional: a la edad de tres años le enseñaron el alfabeto griego y largas listas
de palabras griegas con sus correspondientes traducciones al inglés. Con unos ocho años ya había
leído las fábulas de Esopo, la Anábasis de Jenofonte y las Historias de Heródoto en su idioma
original; y también conocía ya a Luciano, Diógenes, Isócrates y seis diálogos de Platón. Para
entonces ya había leído mucha historia en inglés.
A la edad de ocho años empezó a estudiar latín y álgebra. Fue designado como profesor de los
niños más pequeños de su familia. Su principal lectura continuaba siendo la historia, pero estudió
también a todos los autores latinos y griegos comúnmente leídos en las escuelas y universidades
de aquel entonces. No le enseñaron a escribir en latín ni en griego y nunca fue exactamente un
erudito; todo estaba orientado hacia el fin por el cual le hacían leer. A la edad de diez años ya leía
a Platón y Demóstenes con facilidad. La Historia de la India de su padre fue publicada en 1818;
inmediatamente después, a los doce años, John comenzó el cuidadoso estudio de la lógica
escolástica al tiempo que leía los tratados lógicos de Aristóteles en su lengua original. Al año
siguiente lo introdujeron en la economía política y el estudio de Adam Smith y David Ricardo, este
último amigo cercano de la familia Mill.
Pero a los 20 años, en 1826, sufrió una «crisis mental», descrita detalladamente en su
Autobiografía (1873):
Desde el invierno de 1821, cuando leí por vez primera a Bentham, y especialmente desde los
comienzos de la Westminster Review, llegué a tener lo que con verdad puede llamarse un fin en la
vida: ser un reformador del mundo. La concepción de mi propia felicidad se identificaba
enteramente con este objeto. [...] Pero llegó el momento en que desperté de esto como de un
sueño. Fue en el otoño de 1826. [...] El fin ha dejado de producir su encanto. ¿Cómo podrán
interesarme los medios? Me pareció que no quedaba nada por lo cual vivir. [...] Mi amor a la
Humanidad y a la excelencia de su propia salvación se habían agotado. [...] Vi, o creo que vi, lo que
siempre había acogido con incredulidad: que el hábito del análisis tiende a acabar con los
sentimientos. [...] Las fuentes de la vanidad y de la ambición se habían secado en mí. [...] Me había
quedado embarrancado al comienzo de mi viaje, como un barco bien equipado y con timón, pero
sin vela.
La lectura del pasaje de la muerte del padre en las Memorias de Marmontel empezó a sacarle del
atolladero en 1827: "La felicidad es la prueba de toda regla de conducta y el fin de la vida, pero
solo puede alcanzarse no haciendo de él un fin directo" (Autobiografía, cap. V). Se rebeló contra su
estricta educación, contra el utilitarismo (aunque sin romper con él) y se abrió a nuevas corrientes
intelectuales, como el positivismo de Comte, al pensamiento romántico y al socialismo.
Harriet Taylor
Mill trabajó para la Compañía Británica de las Indias Orientales y fue al mismo tiempo miembro del
Parlamento por el Partido Liberal. Mill abogó por aligerar las cargas sobre Irlanda y básicamente
trabajó por lo que él consideró oportuno. En Consideraciones sobre el gobierno representativo,
Mill propuso varias reformas del Parlamento y del sistema electoral, especialmente trató las
cuestiones de la representación proporcional y la extensión del sufragio. En 1840 inició una
fecunda amistad con el psicólogo y filósofo escocés Alexander Bain.
En 1843, a sus 37 años de edad, tras haberse recuperado de una depresión, publicó su primer
libro, que tardó trece años en escribir. Un sistema de lógica ("System of logic"), su principal y única
obra sobre la filosofía de la ciencia. En él, manifiesta la más extrema versión del empirismo y
positivismo epistemológico, basada también en sus pensamientos liberales.
En 1851 Mill se casó con Harriet Taylor tras 21 años de amistad. Taylor tuvo una importante
influencia sobre su trabajo e ideas, tanto durante su amistad como durante su matrimonio. La
relación con Harriet Taylor inspiró la defensa de los derechos de las mujeres por parte de Mill.
Después de solo siete años de matrimonio, Taylor murió en 1858 después de desarrollar una
congestión pulmonar severa.
Entre los años 1865 y 1868 Mill sirvió como rector de la Universidad de St. Andrews. Durante el
mismo período, fue miembro del Parlamento de Westminster. Era partidario del Partido Liberal.
En 1866, Mill se convirtió en la primera persona en la historia del Parlamento en pedir que se
otorgue a las mujeres el derecho al voto, defendiendo enérgicamente esta posición en el debate
posterior. Mill se convirtió en un firme defensor de reformas sociales como los sindicatos y las
cooperativas agrícola
En sus opiniones sobre la religión, Mill era un agnóstico y un escéptico. Aunque no fue profesor
universitario, Mill cultivó casi todas las ramas de la filosofía, desde la lógica hasta la teoría política
pasando por la ética. En lógica, psicología y teoría del conocimiento Mill era empirista y positivista.
Consideraba que el conocimiento humano tenía su origen y su límite en la experiencia observable.
Todo conocimiento parte de las impresiones sensibles de los sujetos y los conceptos más
abstractos se forman a partir de las «asociaciones» de impresiones realizadas por la mente. Este es
el llamado asociacionismo psíquico. Según Mill, la inducción es el principio lógico que permite
derivar conocimientos universales a partir de la observación de fenómenos particulares. Después
de haber observado muchos cisnes blancos particulares podría inducirse el enunciado universal
«todos los cisnes son blancos». Ahora bien, una gran cantidad no equivale a la totalidad; muchos
—por más que sean— no puede equipararse a todos. De manera que el conocimiento científico es
meramente probable, no necesario, como ya indicó en su momento David Hume, a quien Mill
sigue en este punto.
Fue además padrino del filósofo y matemático Bertrand Russell a decisión de su padre John
Russell. Mill murió en 1873 de erisipela en Aviñón, Francia, donde su cuerpo fue enterrado junto al
de su esposa.
Lógica inductiva
Sócrates es un hombre,
Lo que en verdad lleva a afirmar que Sócrates morirá es que Tales, Anaxímenes, Empédocles,
Heródoto, Pitágoras, etc, murieron antes que él. La premisa "Todos los hombres son mortales" no
es realmente una prueba objetiva sino observaciones individuales. La verdadera inferencia es la
que se hace durante la inducción (es decir, en casos aislados); en la deducción, la inferencia solo es
"aparente".
Mill propuso que los principios matemáticos, las "relaciones de ideas" de Hume y las "ideas a
priori" de Kant, son inductivas (surgen de las observaciones). Según él, las conclusiones de la
ciencia deductiva (como la geometría, aritmética, álgebra...) por excelencia, solo son necesarias en
el sentido en que dependen axiomas, que se basan en la observación y en generalizaciones a partir
de experiencias repetidas. Por ejemplo, 2 + 2 y 3 + 1 son necesariamente iguales porque un grupo
de 4 cosas puede disponerse en dos grupos de 2 cosas y en un grupo de 3 cosas y otro de 1. Mill
sostuvo lo que se denomina en la filosofía de las matemáticas como empirismo matemático al
afirmar que las matemáticas son "ciencia empírica de validez más general". Los conceptos
matemáticos proceden del mundo físico y las verdades de la matemática son verdades acerca del
mundo físico, aunque de un carácter más general. Las verdades matemáticas serían las verdades
más generales de todas. Mill anticipa admite que:
Probablemente ésta es la proposición, de todas las enunciadas en este libro [El sistema], para la
que debe esperarse la recepción más desfavorable.
Método de concordancia
Las situaciones comparadas tienen solo una circunstancia en común, siendo ésta la causa o efecto
del fenómeno dado.
Ejemplo de Mill:
Según Mill, todas las sustancias químicas que cristalizan es que se precipitan de una solución, y él
concluye que ésta era una causa, o por lo menos un factor contribuyente, del fenómeno de la
cristalización. Lamentablemente, este ejemplo es falso.
Método de diferencia
Las situaciones son iguales en todas sus variables excepto en una, siendo ésta la causa o efecto del
fenómeno dado.
Ejemplo de Mill:
Ejemplo:
Dos poblaciones están enfermas de brucelosis. Una población ha comido en una reunión familiar y
la otra tuvo una celebración en una casa de campo. No tienen nada en común excepto que ambas
poblaciones tomaron quesos frescos sin higienizar procedentes de la misma explotación caprina.
La conclusión es que los quesos son la causa común.
Los factores estudiados varían sistemáticamente uno en función del otro. El efecto supuesto varía
en una dirección siempre que se descubre que la causa hipotética varia.
Ejemplo:
Este modelo lo que pretende es saber la importancia de los factores residuales después de
eliminar los importantes.
Ejemplo:
En México, entre 1970 y 1991, por cada 100 mil habitantes se pasó de 22.83 a 43.4 personas
alcohólicas. Asimismo, la incidencia de cirrosis se incrementó en estos años. Podemos suponer,
por lo tanto, que un elemento causante del aumento de cirrosis en México es el alcoholismo.
Pensamiento liberal
Concepto de libertad
La concepción de Mill sobre la libertad, influenciada por Joseph Priestley y Josiah Warren.
La obra Sobre la libertad de Mill se dirige a la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido
legítimamente por la sociedad sobre el individuo. Uno de los argumentos que mantenía Mill es el
«principio del daño» o «principio del perjuicio» (harm principle). Este mantiene «que cada
individuo tiene el derecho a actuar de acuerdo a su propia voluntad en tanto que tales acciones no
perjudiquen o dañen a otros», es decir, que el individuo ha de ser libre para hacer cuanto desee
mientras no dañe al prójimo.
Cada persona es por sí misma suficientemente racional para poder tomar decisiones acerca de su
propio bien y elegir asimismo la religión que le plazca. El gobierno solo debe intervenir en tanto se
trate de la protección de la sociedad, explica Mill.
No hay otro fin que la raza humana tenga garantizada, individual o colectivamente, al interferir en
la libertad de acción cualquiera que sea su número, que no sea la protección personal. El único
propósito por el cual el propio poder puede ejercerse adecuadamente sobre cualquier miembro
de una comunidad civilizada contra su voluntad es la prevención del daño ajeno. El propio bien,
sea físico sea moral, no es garantía suficiente. Uno no puede obligar a la ejecución o abstención a
otro porque esto conlleve un beneficio para uno mismo, porque le hará a uno feliz, porque en
opinión de otros hacerlo sería sabio o correcto... La única parte de la conducta de una persona por
la cual ésta es dócil ante la sociedad es aquélla que concierne a los demás. En la parte que solo
atañe a uno mismo, su independencia es, por derecho, absoluta. Sobre sí mismo, su propio cuerpo
y mente, el individuo es soberano.
Si la realización de la acción solo abarca la propia persona, esto es, si solo afecta directamente al
individuo ejecutor; la sociedad no tiene derecho alguno a intervenir, incluso si cree que el ejecutor
se está perjudicando a sí mismo. Sostiene, sin embargo, que los individuos no tienen derecho a
llevar a cabo acciones que puedan causar daños perdurables y graves sobre su persona o
propiedades según postula el harm principle. En tanto que nadie existe en absoluto ostracismo, el
daño que recibe uno mismo también perjudica a otros y el destruir propiedades afecta a la
comunidad tanto como a uno mismo.
Mill excluye a aquellos que son «incapaces de autogobierno» de tal principio, tales como niños en
edad temprana o aquellos que viven en «estados socialmente atrasados» (backward states of
society).
Por ejemplo, Mill defiende explícitamente que lo que entendamos por «daño» puede englobar
actos de omisión así como actos de comisión. Por ende, fracasar a la hora de salvar un niño en
apuros contaría como un acto perjudicial, tanto como no pagar impuestos o ausentarse en una
vista judicial a la que se ha sido exhortado como testigo. Todas estas omisiones negativas pueden
ser recogidas por una regulación, según Mill. En cambio, no cuenta como un eco perjudicial el
dañar a alguien si —sin fuerza o fraude— el individuo afectado consiente asumir el riesgo. Por esta
razón, uno podría ofrecer empleos sin seguridad laboral a otros, dado que no involucra decepción
(Sin embargo, Mill reconoce un límite concreto a este consentimiento: la sociedad no debe
permitir que los individuos se vendan a sí mismos en la esclavitud). En estos casos es importante
tener en mente que los argumentos que usa en Sobre la libertad están basados en el «principio de
utilidad» y nunca apelan a derechos naturales.
La cuestión de cuáles son las acciones que consideramos como atañentes exclusivamente al
individuo ejecutor y cuáles, ora por comisión, constituyen daños sujetos a regulación, sigue viva en
las interpretaciones del autor.
Mill creía que «la lucha entre Libertad y Autoridad es el rasgo más destacable de las etapas de la
historia». Para él, la libertad en la antigüedad era «concurso (...) entre sujetos, o ciertas clases de
sujetos, y el gobierno». Mill definió «libertad social» como protección de «la tiranía del
gobernante político». Presenta en su obra varias tiranías, entre las cuales están la tiranía social y
también la tiranía de la mayoría.
La libertad social según Mill consistía en poner límites al poder del gobernante, de tal forma que
no fuese capaz de utilizar su poder en beneficio de sus propios intereses y tomar decisiones que
pudieran conllevar perjuicio o daño para la sociedad; en otras palabras, la población debe ostentar
el poder de tomar parte en las decisiones del gobierno. Mantuvo que la libertad social es «la
naturaleza y límite del poder que puede ser legítimamente ejercido por la sociedad sobre el
individuo». Esta se intenta lograr de dos maneras: la primera es la que recurre a la vía del
reconocimiento de unas determinadas inmunidades, llamadas libertades políticas o derechos; la
segunda recurre al establecimiento de un sistema de «comprobaciones constitucionales».
La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos, en vez de
buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía
social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que, si bien de ordinario no tiene
a su servicio penas tan graves, deja menos medios de escapar a ella, pues penetra mucho más en
los detalles de la vida y llega a encadenar el alma.
Mill mantiene que el despotismo puede considerarse una forma de gobierno aceptable, siempre
que el déspota tenga en mente los intereses del pueblo, a causa de los obstáculos y dificultades
del progreso espontáneo.
En Sobre la libertad, se lleva a cabo una apasionada defensa de la libertad de expresión. Mill
defiende el discurso libre como una condición necesaria para el progreso social e intelectual. No
podemos determinar con claridad, dice, que una opinión silenciada no contenga algún elemento
de verdad. Además sostiene que el permitir divulgar opiniones falsas puede ser productivo por dos
razones. En primer lugar, los individuos tenderán a abandonar creencias erróneas si están
involucrados en un fecundo intercambio de ideas. Y en segundo lugar, forzando a otros individuos
a reexaminar y reafirmar sus creencias en el proceso de debate, estas creencias se abstienen de
desvirtuarse volviéndose meros dogmas. No es suficiente para Mill la defensa de una creencia que
casualmente sea cierta: el creyente debe comprender por qué la idea que sostiene es la
verdadera.
Sobre este tema el propio autor escribe lo siguiente, planteando un caso hipotético para ilustrar su
postura:
A fin de ilustrar más completamente el error de negarse a oír a determinadas opiniones porque
nosotros, en nuestro propio juicio, las hayamos condenado, será conveniente que fijemos la
discusión en un caso concreto; y elijo, preferentemente, aquellos casos que son menos favorables
para mí, en los cuales el argumento contra la libertad de opinión, tanto respecto a la verdad como
a la utilidad, está considerado como el más fuerte. Supongamos que las opiniones impugnadas son
la creencia en Dios y en la vida futura, o algunas de las doctrinas corrientes de la moralidad. [...]
Pero debe permitírseme observar que no es el sentirse seguro de una doctrina (sea ella cual sea) lo
que yo llamo una presunción de infalibilidad. Ésta consiste en tratar de decidir la cuestión para los
demás, sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria. Y yo denuncio y repruebo
esta pretensión igualmente cuando se refiere a mis más solemnes convicciones. Por positiva que
pueda ser la persuasión de una persona no sólo de la falsedad, sino de las consecuencias
perniciosas de una opinión —y no sólo de estas consecuencias perniciosas, sino para adoptar
expresiones que terminantemente condeno de su inmoralidad e impiedad—, si a consecuencia de
este juicio privado, aunque esté apoyado por el juicio público de su país o de sus contemporáneos,
prohíbe que esa opinión sea oída en su defensa, afirma quien tal haga, su propia infalibilidad. Y
esta presunción, lejos de ser menos reprensible o peligrosa, por tratarse de una opinión que se
llama inmoral e impía, es más fatal en este caso que en cualquier otro.
El autor explica aquí lo absurdo de tomar de antemano las opiniones propias por buenas
(infalibilidad), incluso basándonos en juicios socio-culturales (inmoralidad e impiedad de opinión)
para obrar mediante la censura, recalcando la especial gravedad del caso dado que está en juego
lo que atañe a los demás, a los otros. Así, el autor se sitúa radicalmente a favor de la libertad de
expresión y con visiones críticas a toda actitud censora.
Es importante enfatizar que Mill no consideraba que la ofensa fuera objeto de censura, porque
según él, tal no es constitutiva de «daño»; ninguna acción podría ser restringida simplemente por
haber violado las convenciones morales de una sociedad determinada. La idea de una ofensa que
perjudica y, por tanto, objeto de restricción fue posteriormente desarrollada por Joel Feinberg en
su «principio de ofensa» (offense principle), que es esencialmente una extensión del harm
principle de Mill.
Derechos humanos y esclavitud
En 1850, Mill envió una carta anónima (que posteriormente sería conocida como The Negro
Question, habitualmente traducida como La cuestión negra), en calidad de refutación a la misiva
asimismo anónima de Thomas Carlyle publicada en la revista Fraser's Magazine for Town and
Country. Carlyle había defendido la esclavitud por razones de inferioridad genética y argumentaba
que el desarrollo de las Indias Occidentales se debía únicamente al ingenio británico, negando
cualquier tipo de deuda en lo referente a la importación de esclavos para el desarrollo de la
economía del lugar. La respuesta de Mill y sus referencias al debate que durante aquella época se
daba en EE. UU. sobre la esclavitud fueron enfáticas y elocuentes.
Mill es además conocido por ser uno de los primeros y más acérrimos defensores de la liberación
femenina. Su libro El sometimiento de las mujeres (The Subjection of Women) es una de las obras
más antiguas en el campo del feminismo defendido por hombres. El autor notaba que la opresión
de la mujer era uno de los pocos vestigios conservados procedentes de modelos sociales
obsoletos, un conjunto de prejuicios que impedía arduamente el progreso de la humanidad.
En El sometimiento de la mujer, Mill apoyó los derechos de la mujer, incluido el derecho al voto.
Esta viñeta de 1867 de la revista británica Punch muestra a Mill abriendo paso a un grupo de
sufraguistas.
En tiempos de Mill, las expectativas vitales de una mujer correspondían al lugar al que la sociedad
la relegaba. La mujer media era analfabeta e instruida en el estereotipo de la pureza y la honradez
para poder lograr así un marido. Esta honradez que la mujer debía poseer no solo afectaba
directamente a sus posibilidades de matrimonio, sino también al honor familiar. Mill daba
importancia a tales asuntos y se propuso remediarlo, para lo cual comenzó a escribir sobre
derechos de la mujer. Con ello, Mill puede ser considerado como uno de los primeros feministas.
En su artículo El sometimiento de las mujeres habla sobre el rol femenino en el matrimonio y la
grave necesidad de cambio que requiere. Aquí, Mill comenta las tres principales facetas de la vida
de la mujer que suponen un obstáculo: la sociedad y la construcción del género, la educación y el
matrimonio. Estos tres elementos están fuertemente entrelazados y se afectan mutua y
enormemente. No obstante, la elaboración social del género y la sociedad en general son los que
han de comenzar el efecto dominó que producirá aquello en lo que la mujer debe convertirse,
cayendo todo lo demás tras dichos factores.
La sociedad en que Mill vivía solo tenía una consideración respecto a la mujer: el ser educada de
tal manera que fuese más atractiva y se volviese un objeto determinado y llamado al matrimonio.
Para la mujer no había alternativa, pues no se le permitía una educación o carrera. Esto obligaba a
que cualquier posibilidad de dejar la casa familiar pasase ineludiblemente por un marido. Esta
noción del matrimonio condicionaba a la sociedad a continuar reduciendo a mujeres a meros
objetos y, si pensaban en algo que no conllevase el matrimonio, eran inmediatamente acalladas.
Uno de los factores principales que Mill identificó en esta situación era la ausencia de educación,
problema que él intentaba solventar.
Así, Mill luchó por la educación femenina basándose en varios argumentos. El primero fue el
hecho de que las mujeres fuesen las encargadas de los cuidados de los niños y de su tutela. La idea
era que, en tanto era la mujer la encargada de la instrucción de los infantes (tanto chicos como
chicas) hasta que tuviesen edad de entrar en las escuelas (típicamente solo los chicos), los niños
recibían una educación defectuosa, pues las propias madres carecían de educación. La única
forma, decía Mill, en que una mujer puede criar a sus hijos de manera adecuada era estando
educada ella misma. Otro de los puntos de la crítica de Mill es el hecho de que la mujer debe
entrar en la sociedad como parte de la mano de obra. Con esto, Mill dice que podrían considerarse
al fin seres humanos y añadirse a la «masa de disposiciones mentales disponibles para los más
altos servicios de la humanidad». Lo que Mill dice aquí es que la humanidad solo puede recibir
beneficios de la educación de la mujer, pues sumando sus capacidades a las ya presentes toda
ayuda a la raza humana se vuelve más fácil. El último argumento que Mill esgrimió fue el de que
los maridos también recibirían beneficios si sus esposas fuesen educadas, pues estarían versadas
en negocios y otras labores tales que podrían serles de ayuda en la toma de decisiones. La mujer
no tenía derechos al entrar en el matrimonio y el hombre era el único sustento familiar y el único
que encaraba las leyes. Los maridos no recibirían sino beneficios de la educación de la mujer
porque la mujer sería capaz de gobernarse a sí misma prácticamente sola.
Ética utilitarista
La declaración canónica del utilitarismo de Mill se puede encontrar en su libro El utilitarismo. Esta
filosofía tiene una larga tradición y la aportación de Mill está influenciada principalmente por
Jeremy Bentham y su padre James Mill. El utilitarismo se construye sobre la base del
consecuencialismo, es decir, los medios se justifican basándose únicamente en el resultado de
dichas acciones.
La cantidad cualitativa de felicidad por la que Mill aboga echa luz sobre su cantidad presentada en
Sobre la libertad. Mill sugiere en ese texto que la utilidad tiene que ser concebida en relación con
la humanidad "como un ser progresivo", que incluye el desarrollo y el ejercicio de la capacidad
racional por los que nos esforzamos por lograr un "modo de existencia superior". El rechazo de la
censura y del paternalismo busca proporcionar las condiciones sociales necesarias para el logro de
conocimientos y la mayor capacidad para el mayor número posible de hombres de desarrollar y
ejercer su capacidad racional y deliberativa.
La famosa formulación de Mill del utilitarismo se conoce como el «principio de la mayor felicidad»
(«greatest-happiness principle») o «principio de utilidad». Sostiene que uno debe actuar siempre
con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo
razonable.
La doctrina utilitaria afirma que la felicidad es deseable y lo único deseable como fin en sí, siendo
todo lo demás únicamente deseable como medio para este fin.
Cuando Kant propone como principio fundamental de la moral: «Obra de tal suerte que la máxima
de tu conducta pueda ser admitida como ley por todos los seres racionales», virtualmente
reconoce que el interés colectivo de la humanidad, o al menos de la humanidad de modo
indiscriminado, debe estar presente en la mente del agente cuando decide conscientemente
acerca de la moralidad de una acción.
J.S. Mill también creó el llamado «principio de compensación», utilizado actualmente en la
economía del bienestar.
Filosofía económica
La filosofía económica temprana de Mill fue la de libre mercado. Sin embargo, aceptó
intervenciones en la economía, como un impuesto sobre el alcohol, si había suficientes motivos
utilitarios. También aceptó el principio de la intervención legislativa para el bienestar de los
animales. Originalmente, Mill creía que la "igualdad fiscal" significaba "igualdad de sacrificio" y que
los impuestos progresivos penalizaban a los que trabajaban más y ahorraban más y, por lo tanto,
era "una forma leve de robo".
Dada una tasa impositiva igual independientemente de los ingresos, Mill acordó que la herencia
debe gravarse. Una sociedad utilitaria estaría de acuerdo en que todos deberían ser iguales de una
manera u otra. Por lo tanto, recibir la herencia lo pondría a uno por delante de la sociedad a
menos que gravara la herencia. Los que donan deben considerar y elegir cuidadosamente a dónde
va su dinero: algunas organizaciones benéficas son más merecedoras que otras. Teniendo en
cuenta que las juntas de beneficencia públicas, como un gobierno, desembolsarán el dinero por
igual. Sin embargo, una junta de caridad privada como una iglesia desembolsaría el dinero de
manera justa a aquellos que están más necesitados que otros.
Más tarde modificó sus puntos de vista hacia una inclinación más socialista, añadiendo capítulos a
sus Principios de economía política en defensa de una perspectiva socialista y defendiendo algunas
causas socialistas. Dentro de este trabajo revisado también hizo la propuesta radical de que todo
el sistema salarial sea abolido a favor de un sistema salarial cooperativo. No obstante, algunos de
sus puntos de vista sobre la idea de impuestos fijos permanecieron, aunque alterados, en la
tercera edición de los Principios de economía política para reflejar una preocupación por
diferenciar las restricciones sobre los ingresos "no ganados", que él favorecía, y los ingresos
"ganados", que no favoreció.
Los Principios, publicados por primera vez en 1848, fueron uno de los tratados sobre economía
más leídos en el período, relevando a La riqueza de las naciones de Adam Smith que durante el
período anterior dominó la enseñanza de la economía. El libro fue proscrito por la Santa Sede a
sus fieles, siendo incluido en el Índice de Libros Prohibidos mediante decreto de la Congregación
del Índice en 1856. En el caso de la Universidad de Oxford fue el texto estándar hasta 1919,
cuando fue reemplazado por los Principios de Economía de Marshall.
Democracia económica
Mill promovió la democracia económica en lugar del capitalismo, en la forma de sustituir las
empresas capitalistas por cooperativas de trabajadores. Dice al respecto:
Sin embargo, se espera que la forma de asociación, que si la humanidad continúa mejorando,
predomine, no es lo que puede existir entre un capitalista como jefe y un pueblo sin voz en la
administración, sino la asociación de los trabajadores mismos en términos de igualdad, que
poseen colectivamente el capital con el que llevan a cabo sus operaciones, y trabajan bajo
gerentes elegidos y removibles por sí mismos.
Democracia política
Mill es uno de los pocos filósofos políticos que ha servido en el gobierno como funcionario electo.
En sus tres años en el Parlamento, estaba más dispuesto a transigir de lo que los principios
"radicales" expresados en sus escritos llevarían a esperar.
El medio ambiente
Mill demostró una visión temprana del valor del mundo natural, en particular en el Libro IV,
capítulo VI de "Principios de Economía Política": "Del Estado Estacionario" en el que Mill reconoció
la riqueza más allá de lo material, y argumentó que la conclusión lógica del crecimiento ilimitado
era la destrucción del medio ambiente y una calidad de vida reducida. Concluyó que un estado
estacionario podría ser preferible al crecimiento económico sin fin:
No puedo, por lo tanto, considerar los estados estacionarios de capital y riqueza con la aversión no
afectada tan generalmente manifestada por economistas políticos de la vieja escuela.
Si la tierra debe perder la gran parte de su placidez que le debe a cosas que el aumento ilimitado
de riqueza y población extirparía de ella, con el mero propósito de permitirle sostener a una
población más grande, pero no una mejor o más feliz, Sinceramente espero, por el bien de la
posteridad, que se contenten con estar estacionarios, mucho antes de que la necesidad los obligue
a ello.
Desarrollo económico
Mill consideró el desarrollo económico como una función de la tierra, el trabajo y el capital.
Mientras que la tierra y el trabajo son los dos factores originales de producción, el capital es "una
reserva, previamente acumulada de los productos de la mano de obra anterior". El aumento de la
riqueza es posible solo si la tierra y el capital ayudan a aumentar la producción más rápido que la
fuerza de trabajo. Es el trabajo productivo el que produce riqueza y acumulación de capital. "La
tasa de acumulación de capital es la función de la proporción de la fuerza de trabajo empleada
productivamente. Los beneficios obtenidos mediante el empleo de trabajos improductivos son
simplemente transferencias de ingresos, el trabajo improductivo no genera riqueza o ingresos".
Son los trabajadores productivos quienes hacen un consumo productivo. El consumo productivo es
aquel "que mantiene y aumenta la capacidad productiva de la comunidad". Implica que el
consumo productivo es un insumo necesario para mantener a los trabajadores productivos.
Mill apoyó la teoría maltusiana de la población. Por población, se refería solo al número de
miembros de la clase trabajadora. Por lo tanto, estaba preocupado por el crecimiento en el
número de trabajadores que trabajaban por contrato. Creía que el control de la población era
esencial para mejorar la condición de la clase trabajadora, de modo que pudieran disfrutar los
frutos del progreso tecnológico y la acumulación de capital. Mill abogó por el control de la
natalidad. En 1823, Mill y un amigo fueron arrestados mientras distribuían panfletos sobre control
de la natalidad de Francis Place a mujeres en áreas de clase trabajadora.
Según Mill, la tasa de acumulación de capital depende de: (1) "la cantidad de fondos a partir de los
cuales se puede ahorrar" o "el tamaño de la producción neto de la industria", y (2) la "disposición
a ahorrar". . El capital es el resultado del ahorro, y los ahorros provienen de la "abstinencia del
consumo presente por los bienes futuros". Aunque el capital es el resultado del ahorro, sin
embargo se consume. Esto significa que el ahorro es gasto. Dado que el ahorro depende de los
productos netos de la industria, crece con las ganancias que generan la producción neta. Por otro
lado, la disposición a ahorrar depende de (1) la tasa de ganancia y (2) el deseo de ahorrar, o lo que
Mill llamó "deseo efectivo de acumulación". Sin embargo, las ganancias también dependen del
costo de la mano de obra, y la tasa de ganancia es la relación entre las ganancias y los salarios.
Cuando las ganancias aumentan o los salarios bajan, la tasa de ganancia aumenta, lo que a su vez
aumenta la tasa de acumulación de capital. Del mismo modo, es el deseo de ahorrar lo que tiende
a aumentar la tasa de acumulación de capital.
Según Mill, la última tendencia en una economía es que la tasa de ganancia disminuya debido a la
disminución de los retornos en la agricultura y al aumento de la población a una tasa malthusiana.
Obras principales
1822: Dos cartas sobre la medida del valor (Two Letters on the Measure of Value)
1830: Crítica a las historias de Miss Martineau (Review of Miss Martineau's Tales)
1832: Uso y abuso de términos políticos (Use and Abuse of Political Terms)
1844: Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política (Essays on Some
Unsettled Questions of Political Economy).
1848: Principios de economía política: con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social (The
Principles of Political Economy: with some of their applications to social philosophy).
1865: Examen de la filosofía de sir William Hamilton (An Examination of Sir William Hamilton's
Philosophy)
1867: Discurso inaugural en St. Andrews sobre el valor de la cultura (Inaugural Address at St.
Andrews Concerning the value of culture)
1869: Thorton sobre el trabajo y sus demandas (Thornton on Labor and its Claims)
1870: Capítulos y discurso sobre los problemas de tierra en Irlanda (Chapters and Speeches on the
Irish Land Question)
1874: Naturaleza, la utilidad de la religión y teísmo (Nature, the Utility of Religion, and Theism)
1873: Autobiografía.
Referencias
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p. 135. ISBN 978-84-8063-983-5.
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John Stuart Mill: Utilitarianism and the 1868 Speech on Capital Punishment. (Sher, ed. Hackett
Publishing Co, 2001)
«Editorial Notes». Secular Review 16 (13): 203. 28 de marzo de 1885. «It has always seemed to us
that this is one of the instances in which Mill approached, out of deference to conventional
opinion, as near to the borderland of Cant as he well could without compromising his pride of
place as a recognised thinker and sceptic».
Linda C. Raeder (2002). «Spirit of the Age». John Stuart Mill and the Religion of Humanity.
University of Missouri Press. p. 65. ISBN 978-0826263278. «Comte welcomed the prospect of
being attacked publicly for his irreligion, he said, as this would permit him to clarify the
nonatheistic nature of his and Mill's "atheism".»
Larsen, Timothy (2018). John Stuart Mill: A Secular Life. Oxford University Press. p. 14.
ISBN 9780198753155. «A letter John wrote from Forde Abbey when he was eight years old
casually mentions in his general report of his activities that he too had been to Thorncombe parish
church, so even when Bentham had home-field advantage, the boy was still receiving a Christian
spiritual formation. Indeed, Mill occasionally attended Christian worship services during his teen
years and thereafter for the rest of his life. The sea of faith was full and all around».
Larsen, Timothy. «A surprisingly religious John Stuart Mill». «TL: Mill decided that strictly in terms
of proof the right answer to that question of God’s existence is that it is “a very probable
hypothesis.” He also thought it was perfectly rational and legitimate to believe in God as an act of
hope or as the result of one’s efforts to discern the meaning of life as a whole.»
«SparkNotes: John Stuart Mill (1806–1873): A System of Logic: Raciocinative and Inductive».
www.sparknotes.com (en inglés). Consultado el 20 de agosto de 2018.
Para una visión general del empirismo matemático, ver David Bostock (2009): "Empiricism in the
Philosophy of Mathematics" en D. M. Gabbay; P. Thagard; J. Woods (edtrs): Philosophy of
Mathematics p 157- 230
J. S. Mill: "La matemática es la ciencia empírica de validez más general.".- citado por Mario A.
Natiello en Los fundamentos de la matemática y los teoremas de Gödel Archivado el 11 de octubre
de 2010 en la Wayback Machine..- Véase también J. S. Mill: System of logic ("El sistema de la
lógica"), vol 2, libro III, cap XXIV, punto 4, p 162, etc
«¿Qué rayos son los métodos de Mill?». vox populi vox animus. 10 de diciembre de 2012.
Consultado el 18 de agosto de 2018.
Mill, John Stuart. On Liberty. Penguin Classics, 2006, ISBN 978-0-14-144147-4, páginas 90-91
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Mill, John Stuart. Principles of Political Economy (PDF). p. 25. Retrieved 1 November 2016.
Puede haber democracia si el pueblo no está educado para salvaguardarla? ¿Es necesario que los
gobiernos promuevan la formación moral de su ciudadanía? ¿Por qué es importante la libertad en
un régimen democrático? ¿Y cómo se combina eso con un sistema representativo, donde solo
unos pocos nos gobiernan? Algunas de estas preguntas las hemos discutido en nuestro país en
varias ocasiones. Las primeras dos las tratamos cada vez que tenemos algún tipo de reforma en la
ley de educación y nos planteamos cuál debería ser la relación del Estado con la educación. Tanto
izquierda como derecha son militantes en esta cuestión —recuérdese la polémica sobre Educación
para la Ciudadanía—. Las segundas dos preguntas, más genéricas, tocan el tradicional debate
entre los fundamentos liberales y democráticos o de autogobierno en una sociedad.
John Stuart Mill (1806-1873) fue uno de los primeros pensadores en tratar estos asuntos.
Pensador precoz, político liberal, filósofo y escritor, fue una de las mentes más preclaras de su
tiempo. Evolucionando desde el utilitarismo clásico hacia una revisión «perfeccionista» del mismo,
Stuart Mill ofrece interesantes respuestas a los dilemas clásicos sobre el buen gobierno y la
representación. Respuestas que han tenido una gran influencia en la teoría política posterior y que
edificaron una concepción del ser humano como un ser capaz de conseguir un desarrollo armónico
sobre la base de una sociedad libre y educada. En este artículo os ofrezco un repaso por algunos
de los puntales de su pensamiento y de su concepción de la democracia. Para un lector atento no
será difícil ver como muchas de sus ideas todavía imperan y se discuten, aunque sea
implíticamente, en el debate político.
Una de las primeras contribuciones de Mill al pensamiento político fue la revisión del utilitarismo
plateada por Jeremy Bentham. El hecho que más le preocupaba al pensador inglés era era que el
utilitarismo adoptaba una visión muy baja de la vida humana. Bentham concibía al hombre como
un ser susceptible de placeres y dolores y que se movía en parte por las distintas formas de su
propio interés y por las pasiones, en parte por simpatías y antipatías. Sin embargo, para Mill esto
no distinguía una vida apropiada para animales o para los hombres. En respuesta a esto, Mill
introdujo una distinción cualitativa entre los placeres. Algunos placeres, ante todo los mentales y
espirituales (las artes, la filosofía…), pasaron a ser superiores en sí mismos a los placeres del
cuerpo. De esta manera la felicidad no solo requeriría una vida de placer sin dolor, sino también el
logro de los placeres superiores, aun a costa de dolor y del sacrificio de los placeres inferiores.
Para Mill la existencia de placeres diferenciables proviene de que el ser humano tiene valores que
son en sí mismos superiores, justo lo que llevaba a un tipo de placer intrínsecamente mejor. Por lo
tanto, como sintetizó él mismo: «Es mejor ser Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho». Una
distinción importante por las tres implicaciones que tiene para su pensamiento político.
En primer lugar, la diferenciación de placeres está relacionada con su teoría del progreso humano.
Una sociedad en que el pueblo busca los goces superiores está más avanzada en su civilización. De
este modo, la promoción de la búsqueda de los placeres superiores es al mismo tiempo la
promoción del avance de la sociedad. En segundo lugar, el cultivo de los placeres superiores
requiere libertad social, de modo que solo una sociedad libre puede ser realmente civilizada.
Finalmente, los hombres pueden vivir unidos de manera más justa en la medida en que busquen
los placeres superiores y no los inferiores.
Esto es un cambio relevante respecto al núcleo del utilitarismo. Pese a que su esencia se
mantiene, ya que considera que son correctas aquellas acciones, individuales o sociales, que
producen la mayor felicidad del mayor número, sus cimientos han sido modificados. Así el
problema de identificar el buen gobierno queda resuelto; el mejor gobierno será aquel que sea
más «progresista», que más promocione esos placeres superiores estrictamente humanos. Igual
que los rasgos de carácter personal son más plenos así, los mismos rasgos son necesarios para
alcanzar la mejor forma de organización política.
No debería olvidarse que el utilitarismo clásico, con la asunción de que es igual de valioso el placer
que se deriva de leer un libro que de ver un partido de fútbol, tiene un radical fundamento
democrático. Si todos los placeres pesan igual, todos los intereses deben contar lo mismo (los
utilitaristas clásicos fueron los primeros en pedir sufragio universal). Sin embargo, para Stuart Mill
el gobierno no solo existe para producir el máximo de ese tipo de placer que prefieran sus
ciudadanos. Ahora el gobierno tiene la responsabilidad de educar a sus ciudadanos de modo que
busquen los placeres más elevados. La educación moral es, por tanto, una de las responsabilidades
de la buena sociedad.
Para Stuart Mill el individuo es anterior al Estado, en la buena tradición del liberalismo
contractualista. Sin embargo, lo anterior no es el individuo tal como es ahora, sino el individuo
como puede llegar a ser con una educación apropiada en la sociedad bien organizada. Esto no
significa que Mill considerase una pauta de vida humana que debiera servir de modelo para todos
los hombres. Para él había una gran variedad de potenciales en el hombre y la sociedad debe
propiciar las condiciones en que cada quien pueda desarrollar sus talentos especiales, poniéndolos
a disposición de la comunidad. Sin embargo, el mejor modo en que el hombre podrá hacerlo será
si cuenta con la oportunidad de emplearlos activamente. De ahí que la libertad sea el prerrequisito
irrenunciable de una sociedad avanzada.
El famoso tratado Sobre la libertad fue concebido como una protesta contra el moralismo de la
Inglaterra victoriana. En su obra más importante Stuart Mill trató de defender una concepción de
la vida política caracterizada por la libertad individual, con un gobierno más responsable y una
administración eficiente, libre de prácticas corruptas.
Como casi todos los liberales de la época, Stuart Mill veía muchos peligros en las nuevas
tendencias democráticas propias de la sociedad del siglo XIX, en especial la conocida como tiranía
de las mayorías. Un temor que no se dirigía tanto al uso coercitivo del aparato estatal como a la
coerción de la opinión pública que, dominada por el prejuicio y la costumbre, podía ser claramente
intolerante con comportamientos de carácter disidente, excéntrico o simplemente diferente. De
ahí que su preocupación fundamental fuera conciliar la participación de todos en el gobierno con
el temor de que las masas carentes de la información necesaria para el buen gobierno utilizaran el
poder para sus propios intereses.
Stuart Mill concebía la política democrática como un mecanismo fundamental para el desarrollo
moral de los individuos y creía que la participación política, junto a una educación adecuada, era
esencial para la formación de buenos ciudadanos. De no ser así, el poder administrativo se
extendería progresivamente y los ciudadanos, carentes de información, serían cada vez menos
capaces de controlar a los poderosos. Una verdadera democracia parecía ser un buen mecanismo
para contrarrestar la burocracia, evitar la rutina organizativa y defender la libertad individual.
En el ensayo sobre la libertad Mill establece como nota definitoria del concepto de libertad la
«individualidad». Realizar la individualidad es desarrollar todas las capacidades que cada uno tiene
y para que esta pueda desarrollarse requiere dos condiciones: libertad y variedad de situaciones.
Para él cultivar la individualidad es afirmar la posibilidad de ser diferente. Y esto lo quiere Mill
tanto para las personas intelectualmente cultivadas como para las que no lo estén. Como se ha
comentado antes, y pese a su distinción de los placeres, no encuentra ninguna razón para que
todas las existencias deban estar cortadas por el mismo patrón. Individualidad es sinónimo de
originalidad. Por eso Stuart Mill protesta constantemente contra el hecho de que las reglas legales
y sociales estén demasiado a menudo determinadas puramente por lo que gusta y no gusta a la
sociedad y señala que estos gustos muchas veces son irracionales o se fundan en la ignorancia.
Individualidad se opone a mediocridad.
Para Mill esto supone asumir el valor de la tolerancia, la cual implica una cierta falta de respeto:
tolero tus creencias a pesar de que sé perfectamente que son absurdas y no tienen sentido. Sin
embargo, sin tolerancia desaparecen las bases de una crítica racional. Podemos discutir, atacar,
rechazar, condenar con pasión; pero no podemos exterminar al oponente, ya que esto significaría
destruir lo bueno y lo malo. Equivaldría al suicidio intelectual de toda la sociedad. Por eso Stuart
Mill insiste en que el respeto escéptico para las opiniones de nuestros adversarios es preferible a
la indiferencia o el cinismo
John Stuart Mill había sido formado bajo la tutela de su padre James Mill y de su preceptor Jeremy
Bentham según los principios de la doctrina utilitarista, cuya idea central es que la bondad de una
acción debe juzgarse en función de si tiende o no a procurar la felicidad para el mayor número de
individuos. Sin embargo Mill, en lo que supuso un giro espectacular , pensaba que este principio,
en ocasiones, se utilizaba para conculcar los derechos individuales en nombre del bien común, y
de manera especial la libertad.
Por eso señaló que el único objeto que autoriza a los hombres individual o colectivamente a turbar
la libertad de acción de cualquiera de sus semejantes es la propia defensa. Es decir, que la única
razón legítima para usar la fuerza contra un miembro de una comunidad civilizada es la de
impedirle perjudicar a otros. En insiste en que no es razón suficiente la del bien físico o moral de
este individuo. No puede obligarse a un hombre a hacer o no hacer una cosa porque esto fuera
mejor para él, porque esto le haría más feliz o porque en opinión de los demás esto sería más
prudente o más justo. Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y sobre su espíritu, el individuo es
soberano.
Esta doctrina, el «principio del daño», como fundamento para la existencia de libertad y,
por lo taLas condiciones para el gobierno representativo
Aunque, como se ha comentado arriba, una prueba del buen gobierno es la medida
en la que promueve la virtud y la inteligencia del pueblo mismo, la otra es la medida
en que la maquinaria de gobierno aprovecha las buenas cualidades de la población.
Por ello el fin del gobierno debería ser mejorar al pueblo mediante la educación y dar
buen uso a las más altas cualidades que haya alcanzado.
Esto abre la discusión a una pega en su argumento: ¿No sería entonces mejor tener
un despotismo benévolo, un rey-filósofo, en lugar de un gobierno representativo?
Bastaría con tener a un hombre capaz y sabio al frente del gobierno para que educara
al pueblo.
Después de considerar los beneficios que pueden derivarse del gobierno absoluto de
un individuo intelectual y moralmente superior, Mill encuentra varios argumentos
decisivos en su contra. Uno de ellos, que procede de la anterior teoría de Bentham:
los derechos e intereses de cualquier persona solo están seguros contra su violación
cuando se está dispuesto a defenderlos y se es capaz de hacerlo. Sin embargo, en un
despotismo benévolo, los derechos de los hombres, aquellas limitaciones al poder, no
están seguras porque dependen de la garantía del tirano.
En términos generales, Stuart Mill abogaba por una democracia vigorosa que
contrarrestase los peligros de un Estado sobredimensionado y excesivamente
intervencionista. Solo la democracia podía contrarrestar a la burocracia, muy en la
línea de lo que Weber diría a principios del siglo siguiente.
Los problemas que plantea la regulación en un país densamente poblado son comple-
jísimos para cualquier sistema de democracia directa. Más aún, cuando el gobierno es
el gobierno de todos los ciudadanos existe el constante peligro de que los más sabios
y experimentados sean eclipsados por la falta de sabiduría, habilidad y experiencia de
la mayoría. Esta última puede contrarrestarse poco a poco con la experiencia en los
asuntos públicos (votaciones, servicios judiciales, participación extensa en el gobierno
local) pero solo hasta cierto punto. Por lo tanto, la forma de gobierno ideal en las
condiciones modernas comprende un sistema democrático representativo, en el que
el pueblo ejerza, a través de diputados periódicamente elegidos por él, el poder de
control último.
Sin embargo, en el fondo Stuart Mill confiaba extraordinariamente poco en el juicio del
electorado y de los elegidos. Si bien defendía que el sufragio universal era esencial,
recomendó un sistema complejo de voto plural, con el fin de que las masas, la clase
trabajadora, no tuvieran la oportunidad de someter el orden político a lo que
simplemente denominaba ignorancia.
Dado que los individuos tienen capacidades muy distintas y solo unos pocos han
desarrollado sus plenas capacidades, ¿no sería conveniente que algunos ciudadanos
tuvieran más influencia en el gobierno que otros? Por desgracia para la lógica de su
argumento, así pensaba Mill. Todos los adultos debían tener un voto pero los más
sabios y con más talento debían tener más votos que los ignorantes. Mill tomó el
estatus ocupacional como una guía aproximada para la asignación de los votos y
ajustó consecuentemente su concepción de la democracia: aquellos con más
conocimientos y habilidad (que por casualidad se correspondían con los trabajos me-
jor pagados y más privilegiados) no podían perder en las elecciones ante los menos
capacitados, es decir, las clases trabajadoras.
Pero para evitar el gobierno de las clases operativas y, en ese sentido, el gobierno
egoísta de las clases propietarias no bastaba tan solo un sistema de voto; era preciso
también garantizar la pericia en el gobierno. ¿Cómo podía garantizarse esto? Para él
hay una distinción radical entre controlar los asuntos del gobierno y gobernar
realmente. Las cuestiones de gobierno requieren un trabajo especializado. Cuanto
más se entrometa el electorado en este asunto, y cuantos más diputados y cuerpos
representativos interfieran en la administración diaria, mayores serán los riesgos de
minar la eficiencia.
El parlamento debía nombrar individuos para los puestos ejecutivos; debe servir como
el foro para la articulación de las necesidades y de las demandas, y para el desarrollo
de la discusión y la crítica; debe actuar como el sello último de aprobación o consenti -
miento nacional. Ahora bien, el parlamento no debe administrar o redactar los detalles
de la legislación, ya que no tiene competencia en este dominio.
En tercer lugar, si bien Mill, a lo largo de casi toda su vida, se mantuvo firme en la
opinión de que el Estado liberal debía ser neutral (los individuos debían ser tan libres
como fuera posible), algunas de sus ideas pueden desarrollarse para justificar una
visión de la política reformista o intervencionista. El estado democrático liberal de Mill
tiene asignado un papel activo en la protección de los derechos de los individuos a
través de la creación de leyes diseñadas para proteger a grupos como las minorías
étnicas y para realzar la posición de la mujer. Por ejemplo, su obra El sometimiento
de la mujer fue militantemente feminista.
Así, no hay duda de que Stuart Mill ofrece algunas de las bases tanto del pensamiento
elitista intelectual como del fundamento del intervencionismo social en una obra tan
rica como, en algunas partes, contradictoria.
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Este filósofo nació en Londres en el año 1806. Su padre, James Mill, fue uno de los amigos del
filósofo Jeremy Bentham, y pronto embarcó a su hijo en un duro y exigente programa de
educación para convertirlo en un intelectual. Tras dejar la universidad a causa de un colapso, se
dedicó a trabajar en la Compañía de las Indias Orientales, y también a escribir.
En 1931 inició una amistad con Harriet Taylor, con la que se casaría 20 años más tarde. Harriet era
una luchadora por los derechos de la mujer y su influencia se plasmó claramente en la manera de
pensar de John Stuart Mill, quien como defensor de la Ilustración creía en el principio de la
igualdad y su filosofía en el tema, por ello, sería equiparable al feminismo liberal que se desarrolló
más tarde.
De 1865 a 1868, John Stuart Mill fue parlamentario en Londres, y desde esta posición su filosofía
ganó aún más visibilidad.
Los aspectos principales del pensamiento de John Stuart Mill son los siguientes.
Stuart Mill estaba muy influido por Jeremy Bentham, un buen amigo de su familia. Si Platón creía
que el bien era la verdad, Bentham era un utilitarista radical, y creía que la idea del bien equivalía
a lo útil.
John Stuart Mill no llegó a los extremos de Bentham, pero sí que colocó la idea de lo útil en un
lugar elevado de su sistema filosófico. A la hora de establecer qué es lo moralmente correcto,
pues, estableció que hay que perseguir el mayor bien para el mayor número de personas.
2. La idea de la libertad
Con la finalidad de conseguir el objetivo anterior, las personas deben tener la libertad para
establecer qué es aquello que las hace felices y les permite vivir bien. Solo de este modo es posible
crear un sistema moral sin que exista una idea totalizadora e impuesta (y por consiguiente
contraria a los principios de la Ilustración) de lo bueno.
3. Los límites de la libertad
Para garantizar que los proyectos personales de búsqueda de la felicidad de las personas no se
solapan entre sí causando un daño injusto, es importante evitar aquello que perjudique de un
modo directo al resto.
4. El sujeto soberano
Ahora bien, no es fácil distinguir entre una situación que beneficia a una persona y una en la que
otra sale perdiendo. Para ello, John Stuart Mill sitúa un claro límite que no debe ser traspasado por
voluntades impuestas: el propio cuerpo. Algo indudablemente malo es aquello que supone una
intromisión indeseada en un cuerpo o en su salud.
Así pues, Stuart Mill establece la idea de que cada persona es soberana de su propio cuerpo y
mente. Sin embargo, el cuerpo no es lo único en lo que se crea un límite que no puede ser
traspasado, sino lo mínimo, lo seguro en todos los casos, independientemente del contexto. Hay
otra frontera moral: la que plantea la propiedad privada. Esta es considerada una extensión del
propio sujeto soberano, como el cuerpo.
5. El fixismo
El fixismo es la idea de que los seres permanecen aislados del contexto. Se trata de un concepto
muy utilizado en Psicología y en filosofía de la mente, y que John Stuart Mill defendía a pesar de
no utilizar esta palabra.
Básicamente, el hecho de considerar que cada persona es soberana sobre su cuerpo y mente es
una manera de establecer un marco conceptual en el que el punto de partida es siempre el
individuo, algo que se relaciona con lo que hay más allá de sus propiedades adueñándose de ello o
negociando, ganando o perdiendo, pero no cambiando.
Esta idea se iopone totalmente, por ejemplo, con la manera conductista de entender al ser
humano. Los conductistas, especialmente desde las aportaciones de B. F. Skinner a este campo,
creen que cada persona es fruto de las transacciones entre estímulos (lo que perciben) y
respuestas (lo que hacen). Dicho de otro modo, que no existen de un modo ajeno al contexto.
En conclusión
países occidentales de la época contemporánea. Parte de una concepción individualista del ser
humano y establece que, por defecto, nada es malo si no perjudica de forma flagrante a alguien.
Sin embargo, ontológicamente su concepción del ser humano resulta dualista, y es por eso que
muchos psicólogos, y los conductistas especialmente, se oponen a ellas
El cómo las sociedades nacen, crecen y mueren es algo que ha sido estudiado desde hace siglos,
aunque a menudo estos conocimientos no se han sistematizado hasta el surgimiento de los
primeros sociólogos.
Spencer fue un conocido filósofo de tendencias liberales el cual resulta especialmente conocido
por la integración en el estudio de las sociedades de algunas de las principales contribuciones de la
teoría de la evolución, configurando lo que ahora se podría denominar darwinismo social. En este
artículo veremos cuáles son las características de la teoría de Spencer en lo relativo a su manera
de explicar el funcionamiento de la sociedad.
Si bien la teoría de Herbert Spencer fue considerada polémica en la época victoriana en la que
vivió, esta tuvo una importante repercusión en el tejido social de la época y en el estudio de las
sociedades desde una perspectiva científica.
Filosofía sintética
En ella, el autor considera que todos los conceptos científicos eran limitados por hecho de basarse
únicamente en la experiencia del sujeto, con lo que su conocimiento se asienta en premisas falsas.
Para ser científico, es necesario que una hipótesis o proposición pueda ser verificada y falseado
experimentalmente.
Consideró necesario y de hecho pretendió sintetizar (de ahí el nombre de su filosofía) y unificar el
conocimiento científico alrededor de las leyes de la naturaleza, siendo la principal y más
fundamental la ley de la evolución.
Una de las principales teorías defendidas por Herbert Spencer y que aunque secundaria (y
posteriormente rechazada por el mismo autor en obras tardías) resulta de utilidad para entender
mejor su pensamiento es la de la analogía orgánica.
Esta teoría propone que la sociedad tiene una estructura y funcionamiento análogo e idéntico al
que tendría un ser vivo, y de hecho inicialmente el propio autor llega a indicar que una sociedad es
un organismo en sí.
En este sentido nos encontramos con que al igual que cualquier animal o ser vivo las sociedades
nacen, crecen, se reproducen y mueren, además de aumentar su complejidad e ir haciéndose cada
vez más complejas. Asimismo se organizan a partir de una estructura que irá haciéndose más
compleja según el nivel de evolución del organismo, y tendrán distintos sistemas encargados de
diferentes funciones.
También precisan de algún tipo de aparato gestor, el cual sería el sistema nervioso en los animales
y los gobiernos en las sociedades. Asimismo existe un aparato distributivo (sistema circulatorio y/o
medios de comunicación), uno de mantenimiento básico (alimentación e industria
respectivamente).
Ahora bien, que haya una clara semejanza no quiere decir que sociedades y seres vivos sean
idénticos: el ser vivo busca el beneficio de la totalidad de su ser y es el único que tiene conciencia y
decisión sobre sus actos, mientras que la sociedad es parcial y no siempre unitaria y cada uno de
sus miembros tiende a buscar al propio beneficio, no el de la totalidad.
También indica la existencia de dos tipos de sociedades, la militar y la industrializada, como reflejo
de un proceso evolutivo en que se pasa de la primera de ellas a la segunda según la complejidad
del sistema va en aumento.
¿Qué es la evolución? La teoría de la evolución de Spencer
Otra de las contribuciones de Spencer y que establece el inicio de su vinculación con las ideas
evolucionistas se encuentra en su teoría de la evolución, la cual establece la existencia de
mecanismos regulatorios en las poblaciones que permiten que estas puedan ser variables,
evolucionar y diferenciarse.
En esta teoría el autor considera en la Ley del Progreso que podemos considerar progreso aquel
proceso de diferenciación, independiente del control voluntario, que dirige la evolución.
En base a las concepciones de la física de la época el autor llega a la conclusión de que la evolución
es un proceso contínuo que precisa de movimiento y que se define como “cambio desde la
homogeneidad incoherente hacia la homogeneidad coherente, acompañando la disipación del
movimiento y la integración de la materia”.
Darwinismo social
Este concepto se establece como un intento de naturalizar lo social, lo cual es por extensión un
producto de la evolución de las especies y se ajusta a sus mismas reglas y normas. De hecho, su
teoría implementa la teoría de la evolución en gran parte de las disciplinas y ámbitos existentes en
la sociedad.
Uno de los aspectos más polémicos de su teoría, el darwinismo social establece una analogía entre
las sociedades y los organismos en base a la ley de la supervivencia del más apto, la ley de la
selección natural.
Si aplicamos este principio al nacimiento, evolución y muerte de las sociedades, encontramos que
para el autor las sociedades más capaces deben imponerse sobre las que lo son menos con el fin
de mantener un progreso continuado de ésta. Este principio también se aplica a las clases sociales:
los más ricos son más aptos que los más humildes, de modo que tienen mayor índice de
supervivencia
En este sentido, se utilizó la teoría de cara a justificar la dominancia de unos pueblos sobre otros y
el surgimiento de actitudes racistas, o incluso de la guerra y el imperialismo, al entenderse que la
supervivencia del más fuerte permite mantener y hacer evolucionar la sociedad.
Individualismo
Otro de los aspectos más conocidos de la teoría de Herbert Spencer es su defensa del
individualismo y el liberalismo. El filósofo y sociólogo considera necesario limitar el poder de los
gobernantes y potenciar el desarrollo individual y autónomo de cada miembro de la sociedad.
El autor consideraba que las sociedades debían regirse según las leyes de la naturaleza, siendo
preferible una mínima intervención por parte de la Administración en la vida de los individuos,
incluyendo aspectos como la educación. Consideraba que el progreso surgía de la adaptación por
parte de los ciudadanos libres a una sociedad fluida y cambiante.
Ahora bien, Spencer también enunció lo que vendría a llamarse doctrina de la libertad, según la
cual la libertad individual acaba donde empieza la de los demás.
La psicología de la adaptación
Otra de los aspectos trabajados por Spencer es la llamada psicología de la adaptación. De nuevo
en base a la idea de la evolución, el autor establece la posibilidad de conocer la mente humana a
partir de analizar la manera en que se ha desarrollado, en base a la manera en que se ha formado
y evolucionado el sistema nervioso y el cerebro.
En este sentido, Spencer se vió influenciado por la corriente de la frenología, considerando que era
posible establecer la existencia de determinadas características a partir de la forma de nuestro
sistema nervioso y cráneo.
Herbert Spencer consideraba que la psique se desarrollaba en base a un proceso mediante el que
las diferentes ideas y pensamientos se iban conectando entre sí hasta lograr reflejar lo que sucede
en el medio.
El autor establece en este sentido que nuestro encéfalo actúa principalmente en base a la
asociación, así como que las diferencias interpersonales o interespecies se encuentran únicamente
en cuanto a cantidad de asociaciones. Se trataría pues de un precursor del estudio de la psicología
en el que pueden observarse ideas semejantes a las conductistas.
Educación
Spencer consideraba que tal y como estaban organizadas las aulas, se formaba un conjunto
homogéneo de mentes y pensamientos que obstaculizan el progreso y el desarrollo, que surgen
del encuentro de maneras de pensar distintas entre sí
El autor consideraba que tal vez la educación formal era innecesaria en tanto la sociedad
evolucione según las leyes, un producto de la necesidad de pasar de incivilizado a civilizado, y que
precisa evolucionar constantemente de cara a hacer frente a los cambios sociales.
Asimismo, consideraba que las ciencias debían sustituir a otros muchos elementos del currículo
escolar, incluyendo las lenguas. A sus ojos, la educación y formación que se proporcionaba en la
época iba por detrás de los cambios sociales, y que incorporaba pocos conocimientos útiles. Sin
embargo sí observó que poco a poco se iban produciendo cambios que cada vez acercaban más el
proceso educativo al desarrollo natural.
8 DIFERENTES DEFINICIONES
Una política pública designa la existencia de “un conjunto conformado por uno o varios
objetivos colectivos considerados necesarios o deseables y por medios y acciones que son
tratados, por lo menos parcialmente, por una institución u organización gubernamental con la
finalidad de orientar el comportamiento de actores individuales o colectivos para modificar una
situación percibida como insatisfactoria o problemática” (Roth, 1999; 14).“Una política pública
es lo que los gobiernos deciden hacer o no hacer” (Dye, 1972:18 y 1984: 1)
9 DIFERENTES DEFINICIONES
“Una política pública es un programa de acción propio de una o varias autoridades públicas o
gubernamentales en un ámbito sectorial de la sociedad o en un espacio territorial dado”
(Thoenig, 1985:6; Mény y Thoenig, 1989:130)Una política pública está conformada por
actividades orientadas hacia la solución de problemas públicos, en la que intervienen actores
políticos con interacciones estructuradas y que evolucionan a lo largo del tiempo” (Lemieux,
1995:7)