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Función de La Escuela Conocimiento y Poder

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Función de la Escuela: Conocimiento y Poder

La función de la escuela: Conocimiento y poder.

Tamarit. La función de la escuela: conocimiento y poder (1988)

“El problema del conocimiento y el poder es, y siempre ha sido, el problema de


las relaciones de los hombres de conocimiento con los hombres de poder”

Charles Wright Mills

La descalificación de la escuela genero una contracorriente que tendió y tiende


a revalorizarla como un instrumento indispensable e irremplazable para la
educación del pueblo.

En el marco de estas discusiones aparece o reaparece el tema del


conocimiento en su relación con el poder, particularmente el referido al saber
como arma o instrumento de lucha en manos de las clases populares.

Era inevitable que dicha discusión sobre los aspectos positivos y negativos de
la escuela giren en torno a la pregunta “¿para qué sirve la escuela?” ¿Qué
beneficios proporciona…? ¿Es la escuela una “obligación”, o por el contrario es
una conquista? ¿Quién “necesita” de la escuela: las clases dominantes, las
clases dominadas o ambas? Si las clases dominantes “imponen” la educación
¿Por qué las clases populares la reclaman? Si la educación es un derecho
desde largo tiempo reivindicado por el pueblo, ¿por qué los sectores
dominantes se interesan en proporcionarla?

Ambigüedad y contradicción, derecho al saber y hegemonía, adquisición de


capacidades y división social del trabajo, neutralidad del saber e ideología, todo
esto revela la complejidad del problema y explica la dificultad para encontrar
las buenas respuestas.

Nos interesa destacar por su relevancia y pertinencia respecto al tema 2


omisiones en la que caen educadores y sociólogos críticos de la educación al
analizar este problema u otros en los que se halla implicado. Nos referimos a la
falta de definición de conceptos equívocos como los de poder y conocimiento
siempre que alguno de ellos o ambos se encuentren involucrados en una
discusión.

¿Para qué sirve la escuela? ¿Qué conocimiento proporciona? ¿Cómo puede


servir al desarrollo político de las clases populares? Interrogantes de este tipo u
otros, no pueden ser contestados sin definir los dos conceptos antes
mencionados.
 Lee detenidamente el punto: ¿Qué es el poder?, y Hegemonía y poder,
realiza una síntesis de los mismos.

Escuela y conocimiento: En la mayoría de los trabajos referidos a la educación


el término escuela es utilizado para aludir indistintamente al sistema educativo,
al nivel primario, al proceso educativo o a “la clase”, sin que se precise de qué
se está hablando. El conocimiento escolar (el saber que proporciona la escuela)
es el resultado de un proceso selectivo que va desde el más alto nivel de
decisión del sistema hasta el docente. Las circunstancias (objetivas y
subjetivas) que condicionan la “emisión” y la “recepción” del conocimiento y los
espacios en los que éste circula, se distribuye o es producido, pueden llegar a
diferir sustancialmente entre un nivel y otro o entre distintos espacios (la
escuela y el aula, por ejemplo)

Antes de preguntarnos por la clase de conocimientos que transmite la escuela,


cabe señalar que en ella no solo se procesan conocimientos. El saber que
brinda la escuela “no viene solo”. Esto no constituye ninguna novedad, ya
sabemos que instruir y educar no son la misma cosa, o que la escuela instruye
y “socializa” al punto que se la sitúa como es más importante agente de
“socialización secundaria”.

¿Qué conocimientos transmite la escuela? En primer lugar tenemos un tipo de


conocimiento no teorético o pre-teorético, “del sentido común”, que el individuo
utiliza en su vida cotidiana y que”constituye el edificio de significados sin el
cual ninguna sociedad podría existir”. Es decir que un sujeto privado de tal
conocimiento carecería de los elementos indispensables para desenvolverse en
la vida cotidiana.

Ese saber cotidiano no es el mismo para todos los hombres, mas allá de que
cada individuo posee un saber particular, se tienen saberes cotidianos
diferentes en razón de experiencias de vida en que también lo son.

En el plano de la evolución del individuo se producen modificaciones en el


saber cotidiano antes las nuevas experiencias de vida que corresponden a
distintas etapas de la misma, en este caso los hechos de mayor significación
son el ingreso a la escuela, la incorporación al mundo del trabajo, la
constitución de la familia.

La experiencia cotidiana de los hombres es la fuente principal de saber


cotidiano. Estamos diciendo al mismo tiempo que no es la única, el
conocimiento científico, el filosófico y el religioso lo nutren también en mayor o
menor medida.
La institucionalización de la escuela significo un momento decisivo para la
intensificación d e la presencia de elementos de conocimiento científico en el
saber cotidiano.

Curriculum escolar y conocimiento legitimo: en algunos trabajos se plantean


interrogantes respecto  su el discurso del maestro se ajusta a lo que prescribe
el Curriculum oficial. El tratamiento es dispar en cuanto a la profundidad del
análisis y diverso enfoque ideológico.

El autor hace hincapié en dos circunstancias que pondrían en duda la función


“legitimadora” de la escuela  en lo que al conocimiento se refiere. La primera de
ellas se funda en la “autonomía” del maestro respecto del Curriculum oficial
(sus valoraciones y consecuentes elecciones personales): la segunda, en la
impermeabilidad de la escuela (“deformación profesional”) que conduciría a
que el maestro no incorpore buena parte de lo que “afuera” es tenido como
saber legitimo. El interrogante aquí seria: ¿Quién otorga y cómo es esa
legitimidad?

El conocimiento “científico” de la realidad natural y social es legitimado por el


hecho mismo de su producción en función de quienes lo producen. En este
sentido el conocimiento es legítimo o no es científico. La legitimidad  8y por la
tanto, la cientificidad) del conocimiento es otorgada por “las fuentes”. Estas
constituyen una compleja red a la que se denomina “comunidad científica”: una
variada gama de organismos e instituciones nacionales e internacionales,
públicos y privados investidos de autoridad científica.

Podríamos decir, entonces, que en el nivel  “más alto “el conocimiento recibe su
legitimación de manos de quienes lo producen y también  de ciertos foros e
instituciones que acreditan su índole científica. Pero a medida que el
conocimiento desciende y comprende a públicos más amplios, dicha
legitimidad debe ser ratificada: para ello existe también una variada gama de
instituciones y organismos. El sistema educativo con sus distintos niveles
cubre un amplio espacio de esta escala legitimadora.

La sagrada palabra del maestro: hemos visto que los dos tipos de
conocimientos que  se procesan y transmiten en la escuela: el cotidiano y el
científico-legitimo. Respecto del primero la escuela constituye una
prolongación de la familia y de la calle y que también hay que un saber
cotidiano escolar que en la escuela ella es producido.

Sabemos que la escuela es una de las instituciones de mayor relevancia en la


tarea de transmitir y organizar la tradición 8el pasado deseado), pero también
posee su propia tradición que se articula de un modo más o menos coherente
con la tradición nacional
El saber cotidiano – el de la calle y el de la escuela- contienen elementos de
conocimientos científico- legítimo; completamos ahora agregando que el
Curriculum oficial se integra asimismo con contenidos que provienen de ambos
tipos de  conocimiento. Aceptar que la palabra de la ciencia refleja o explica
adecuadamente la realidad depende del tipo de realidad que estamos
analizando, descubriendo y (por qué no decirlo) transmitiendo.

El sentido común del docente, impregnado de una visión positivista del


conocimiento; facilita la aceptación acrítica del mismo de tal forma que es
recibido como algo dado, indiscutible. Esa actitud, que a su vez es transmitida
al alumno, conduce a o discernir entre doxa y episteme, dado que esta fuera de
toda discusión la legitimidad de “las fuentes”, el texto y la palabra del maestro.

¿A quién sirve el conocimiento?: en la Inglaterra de 1807, un diputado “tory”,


Davies Giddy, expresaba: “Por muy atractivo que pueda parecer, en teoría, el
proyecto de dar instrucción a las clases trabajadoras pobres, sería malo para su
moral y felicidad, se les enseñaría a despreciar su condición en la vida, en lugar
de hacer de ellos unos buenos servidores en la agricultura y otros trabajos. En
lugar de enseñarles la subordinación, se les haría facciosos y revolucionarios…
la instrucción les permitirá leer libros sediciosos, malos libros y publicaciones
anticristianas, les haría insolentes para con sus superiores y, en pocos años, el
Parlamento se vería obligado a emplear contra ellos la fuerza de las leyes”.

“Nuestra prosperidad industrial, la marcha de nuestros sistema constitucional y


nuestro poder nacional dependen de esta ley”. Estas palabras pertenecen a W.
E. Foster y fueron pronunciadas en el parlamento ingles de 1870 a favor del
establecimiento de la instrucción obligatoria en Inglaterra.

A setenta años de distancia, lo que antes era considerado peligroso ahora


resultaba necesario.

Es por ello que la escuela más que proporcionar a las clases populares
“herramientas socialmente validas”, lo que hace es otorgar competencias
individuales que preparan para la “lucha por la vida”.

¿A quién y para qué sirve el conocimiento escolar?

A las clases dominantes para mantener y desarrollar el sistema social que las
tiene como tales o, para expresarlo con otras palabras, para realizar la
preproducción ampliada de la sociedad; y a los individuos de las clases
populares, para mejorar su situación económica y social.

Y he aquí las primeras palabras que me dirigieron las diosas, musas del Olimpo,
hijas de Zeus…: …Nosotras sabemos decir muchas falsedades de tal manera
que parezcan verdad. Pero también sabemos, si nos place, proclamar lo
verdadero”. Hesíodo

Si es cierto que “la verdad nos hará libres”, el problema es cómo hacer para que
la verdad entre en la escuela, para que ésta se nutra de verdad.

Bibliografía:

 Tamarit, J. (1988) La función de la escuela: conocimiento y poder. En:


Rev. Argentina Educativa. Año VI, N° 10, 1988.

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