Humildad Pacinte
Humildad Pacinte
Humildad Pacinte
paciente
Carlos Díaz
Carlos Díaz (1944) estudió en
Salamanca, Madrid y Munich.
Hoy, con tres hijos y tres nietos
hispano-noruegos, sigue
estudiando en los autobuses, en
los trenes, entre conferencia y
conferencia. Enseña en España,
donde hace veinte años fundó
el Instituto Emmanuel Mounier,
y en México, donde preside
la Fundación para el Desarrollo
del Personalismo Comunitario.
H u m ild a d p a c ie n te
C O LEC C IÓ N SINERGIA
Director:
Carlos Díaz
C arlo s D ía z
Humildad paciente
1.* Edición (España): julio 2002
2.“ Edición (España): abril 2004
©SOLITEC
Cayetano de Cabra, 14. 29003 Málaga
Teléf. 952 33 01 51
Diseño de cubierta
unocomunicación
Imprenta KADMOS
Teléf.: 923 28 12 39
SALAMANCA, 2004
\ c o 'V °
ÍNDICE
lV W >/*
EL H O M B R E E S U N SOPLO F U G A Z Vo
EL PACIENTE A PA G A C O N TIEN DA S
1. Contra ansiedad, p a c ie n c ia ........................................ 55
1.1. L a gran erosión se hace con hum ildes
r o c e s ....................................................................... 59
1.2. La pacien cia, tiem po de e sp e r a n z a .............. 61
1.3. P aciencia: agon ía y seren idad de una v ir
tu d fu erte .............................................................. 62
1.4. Paciencia, sa b e r situ arse en el tiem po: el
se r del e sta r s ie n d o ............................................ 67
1.5. L a (im )paciencia le g ítim a ............................... 70
2. Paciencia longánim a .................................................... 71
2.1. C om ienza ¡ahora! ............................................. 73
2.2. Perseverancia para continuar y recom enzar.. 75
2.3. Im paciencia y d e so r d e n .................................... 77
3. Expresado en parábolas................................................ 78
Parábola del buho, la cotorra, la cigarra y la hor
miga ................................................ :................................ 78
Parábola de la tortuga y la liebre .............................. 79
Parábola del labrador y la viña .................................. 79
Parábola de Teófano el recluso ................................... 79
Parábola del bon s a i ...................................................... 80
Parábola de L in co ln ....................................................... 80
Parábola del pequeño caracol .................................... 81
Parábola del leopardo y el fuego ............................... 81
Parábola del chino y el c a b a llo ................................... 82
Parábola de los artesanos de C h ia p a s....................... 82
Parábola del tr ig a l......................................................... 83
Parábola del se m b ra d o r............................................... 84
Parábola del barrendero .............................................. 85
Parábola del niño trisómico ........................................ 86
Parábola de Grimm ....................................................... 90
Parábola del niño y el r e y ............................................. 90
Parábola del rey orgulloso ........................................... 91
Parábola del rey p o d e ro s o ............................................ 92
Parábola del rey p e rp le jo .............................................. 92
Parábola del p ic a p e d re ro ............................................. 93
EL HOMRE ES UN SOPLO FUGAZ
(La hum ildad)
1.2. Silencio
Es m ás fácil que diez doctos oculten su doctrina
que un ignorante su ignorancia, así que más que aver
gonzarte por confesar tu ignorancia, avergüénzate de
insistir en una necia discusión que la pone de m ani-
14 CARLOS DÍAZ
1.4. A bnegación
L a m ansedum bre, que se m anifiesta en la abnega
ción, no es auto d eg rad ación, sino n egación de uno
m ism o (ab-negatio) para abrirse a lo que hay en uno
m ás grande que uno mismo: «buscarse a sí en D ios es
buscar regalos y recreaciones, buscar a Dios en sí es
16 CARLOS DÍAZ
1.5. E legancia
En el fondo, la gran m ansedum bre viene a ser ele
gancia, naturalidad, gracia, herm osa levedad de ser.
E legancia es v estirse de dentro a fuera. El elegante
sabe perder para intentar volver a ganar. M ientras el
eéó latja no sabe perder, e f elegante es maestro del fa ir
p la y ' y hasta perdiendo es m aestro: acepta la derrota
18 CARLOS DÍAZ
en to n ce s (y só lo en to n ce s) cu an d o h ay que optar.
Q uienes bien nos quieren nos desean éxito; quienes
nos quieren bien no nos desearían sin em bargo ciertos
tipos J e éxitos que el m undo rico parece desear por
encim a de todas las cosas. El éxito que proporciona
felicidad, que se aplaude, que m uchos desean es el
ligado al poder, al prestigio y al dinero. Hay, pues,
cierto s éx ito s q u e talm ente tien en el m archam o de
rotundos fracasos.
\ L a delicad^i m ansedum bre se enseña y se aprende
con ejem plos de buenos m odales, trato .amable, pala-
bras afables, respeto, cordialidad, calor hum ano, dul
zura, serena com prensión, paz interior, acogida y sim
patía: siem pre una sonrisa en el rostro, así las cosas
rostro de la elegancia.
( Por éTcóntrario] el quisquilloso, el iracundo, el des-
com roládo’, el bestia, el dom inado ¿ o r la cólera, el des
com puesto, el que se m olesta y enoja por una nim ie
d a d , d e m u e s tr a in m a d u re z e in c a p a c id a d p a r a
relacionarse con los dem ás y para dom inar sus m ás rui
nes tendencias. P or lo general, tras lá irascibilidad, la
grosería y los m alos m o d o s je oculta siem pre'ün débil
y un cobarde. L a (¡lelicá3eza| niega el enaltecim iento;
más alia de ninguna otra escuela, m ás allá de los con-
fu cian o s, los tao ístas p erm an ecían im p asib les ante
c u a lq u ie r e x p re sió n de fo rm a lism o , e sp e c tá c u lo y
cerem onia, rechazando toda presunción, com petición o
vanidad. L a áctitu<| casi rev eren cial de los tao ístas
hacia la hum ildad lo s llevó a honrar a los jorobados y
los lisia d o s. « D e sin te re sa d o co m o el h ie lo _que se
derrite» es una de sus expresiones favoritas.
A unque las personas hum ildes (y por desgracia no
p u ed o h a b la r d e m í en este c a m p o , d ich o sea sin
hum ildad alguna; de todos m odos, en este terreno esta
m os siem pre en precario, ya que al reconocer que no se
20 CARLOS DÍAZ
1.6. F alibilidad
Sólo quien cae puede ofrecer a los dem ás el edifi
cante espectáculo de levantarse de nuevo. Por m ucho
oprobio que hayam os m erecido, casi siem pre está en
nuestro poder el rehabilitar nuestra reputación.
La vida es una larga lección de falibilidad. Tú no
eres perfecto ni in falible. D on P erfecto sólo quiere
im posiciones, es rígido, no adm ite errores: «deberías
ser el núm ero uno», «tienes que saberte todo perfecta
m ente». Eso no hace ser más responsable, al contrario,
p ro v o ca angustia; hay que d ejar tra b a ja r con e n tu
siasm o y sin reprim ir cuando las cosas no salen exacta
m ente com o se quieren; adem ás ¿conoces a alguien
que siem pre sea perfecto? ¡Ni siquiera D on Perfecto lo
e s ! Don Perfecto no existe. Si por fallar eres tonto(a),
entonces todos lo somos. No sea la cuestión cóm o eras
en com paración con Fulano, sino si estabas a la altura
HUMILDAD PACIENTE 21
1.7. legrjía
H um ildad es siem pre tam bién alegría y gratuidad.
Saber que no se sabe nada es saber imiclio, pero a la
vez es saber nada: Sócrates fue m uy hum ilde por muy
sabio, y muy sabio por m uy hum ilde. Por_siibio que
sea, sólo soy un hom bre. M as, si bien reparam os en lo
anterior, ¿acaso no resp lan d ece tras el ro stro de la
hum ildad el de la justicia? Pues, en efecto, ¿no con
siste la justicia en dar a cada uno lo suyo, ni m ás ni
m enos, com o lo dice la hum ildad? Sócrates no sólo fue
hum ilde al reconocer su ignorancia, y sabio al cono
cerla, sino adem ás ju s to al p ro c la m arla dando a la
ignorancia lo que es de la ignorancia y a la sabiduría lo
que es de la sabiduría. ¿A quién podría extrañar des
pués de todo eso que Sócrates fuese juzgado y conde
nado por impío, por una sociedad tan ignorante com o
presuntuosa, y por am bas cosas injusta? Vale m ás una
HUMILDAD PACIENTE 23
1.9. No justificarse
L a persona hum ilde no sufre ansiedad ni enojo si
sus valores personales no son exaltados o reconocidos,
ni tiende a hacer gala de ellos, por tanto es pacífica y
dialogante, abierta alegrem ente a los demás: en el pre-
24 CARLOS DÍAZ
2. Expresado en parábolas
Parábola de los grandes ríos y el m ar
L os grandes ríos y el m ar son los reyes de los cien
arroyos y b arran co s, p orque saben abajarse. A sí, el
sabio que quiere ser superior al vulgo se abaja en sus
palabras. Para anteponerse al vulgo, se pospone. Dice
la hum ildad: en el m undo todos m e tienen por grande,
pero no lo parezco; porque soy grande, no lo parezco.
Si lo pareciera, haría tiem po que habría dejado de serlo;
HUMILDAD PACIENTE 27
sería muy pequeña. ¿De qué están hechos los ríos que
se desbordan e inundan los campos, sino de pequeñas
gotas de agua? U na pequeña filtración no reparada a
tiem po provoca, a la larga, el hundim iento del barco.
La nieve recién caída se derrite con facilidad. Pero, si
se libra de la acción del sol, se endurece. Y, si se acumula
año tras año resistiendo los cambios del clima, se con
vierte en un glaciar, en una gran roca de hielo. Algo pare
cido ocurre con nuestros pequeños fallos. Fáciles de eli
m inar al principio, se van acumulando y endureciendo
poco a poco y, cuando escapan por mucho tiempo a la
acción correctora, se hacen casi incorregibles.
v ay a e s c u c h a n d o d u ra n te u n as c u a n ta s se m a n a s,
m irando cuidadosam ente las im ágenes siem pre nuevas
de los diferentes casos, em pezará a com prender; poco
a poco se olvidará de las costillas y com enzará a ver
los pulm ones y finalm ente, si persevera, se le revelará
un rico panoram a de detalles significativos: de varia
ciones fisiológicas y cam bios patológicos, cicatrices,
infecciones crónicas y signos de enferm edades agudas.
H a entrado en un m undo nuevo. Todavía ve sólo una
parte de lo que pueden ver los expertos, pero ahora las
im ágenes tienen p or fin sentido, así com o la m ayoría
de los com entarios que se hacen sobre ellas. H a pre
guntado antes mucho.
Parábola de la carpintería
En la carpintería hubo una extraña asamblea. Fue
una reunión de herram ientas para arreglar sus diferen
cias. El m artillo ejerció la presidencia, pero la asam
blea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?
¡Hacía dem asiado ruido! Y adem ás se pasaba el tiem po
golpeando.
El m artillo aceptó su culpa, pero pidió que tam bién
fuera expulsada la garlopa. ¿Por qué? H acía todo su
trabajo en la superficie. N o tenía nunca profundidad
en nada.
L a garlopa aceptó a su vez, pero pidió la expulsión
del tornillo. A dujo que había que darle m uchas vueltas
para que al fin sirviera para algo.
Ante el ataque el tom illo aceptó tam bién, pero a su
vez pidió la expulsión del papel de lija. Hizo ver que
era muy áspero en su trato y siem pre tenía fricciones
con los dem ás.
Y el papel de lija estuvo m uy de acuerdo, a condi
ción de que fuera expulsado el m etro, que siem pre se
pasaba m idiendo a los dem ás con su m edida, com o si
fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal y se
fue al banco p ara iniciar el trabajo. U tilizó el m artillo,
30 CARLOS DÍAZ
3.2. Orgullo
Los peores grupos son los que están com puestos
por un hom bre solo. Si el soberbio quiere que sus valo
res sean reconocidos en dem asía por los otros, o que le
reconozcan m éritos que no posee, el orgulJoso^puede
adem ás perm an ecer en una Actitud narcisista, ence-
rrado en su torre de m arfil, s i n ^ a r e ñ te~n ec es id a d de
i que eríriu'iído le valore, e incluso d esprecian do aparen-
tem en te la o p in ió n ajena. E n realidad, su posición
q altiva es üri infantil m ecanism o de defensa m ediante el
cual procura evitarse el dolor que produce-gl no reco
n ocim iento ajeno. En el fondo, ^íl o rgullosq es m ás
%*&' d éb il de lo que q u iere aparentar: n ad ie sabe tantas
!.>
cosas m alas de si rn tsm írco m o él, y a pesar de ello
-c nadie piensa tan bien de sí m ism o com o él m ism o; si
hubiera de tolerar a los dem ás lo que se perm ite tolerar
] a sí mismo, la vida sería insoportable: jam ás se despoja
HUMILDAD PACIENTE 33
se n te n c ia s a b s u rd a s , lo m a lo es d e c irla s en to n o
solem ne y académ ico: el intelectual usa más palabras
de las necesarias para decir m ás cosas de las que sabe,
aunque no sólo el intelectual. P ero entre un intelectual
culto y un erudito a la violeta abundantoso en citas de
otros existe la m ism a diferencia que entre un libro y un
índice de m aterias. D e todas las pedanterías, la m ás
pintoresca es la de los sabios por oposición, los cuales
se construyen una jerg a ininteligible y no se com uni
can con nadie a no ser con otros tan vanidosos com o
ellos, ideolecto oscuro que es retórica de la apariencia.
Y, luego, a esa m ediocridad p agada con fondos del
Estado, de la que salen tesis doctorales (ser doctor es
una cosa, d o cto o tra), le llam an filo so fía. En todo
departam ento universitario hay siem pre algún podio
para los m ás severos críticos (ciegos que discuten los
colores del arco iris) y otro para los hipercríticos o crí
ticos esp ecializad ísim o s (quienes no tuvieron éxito
com o pintores se convierten en restauradores de cua-
dros. los escritores fracasados en críticos). Ser crítico
es practicar un oficio, ser criticón es dar rienda suelta a
un a baja debilidad^, el crítico construye, el criticón des
truye. O rdinariam ente se habla m al del prójim o m ás
por vanidad que por malicia: al hablar de los dem ás,
sólo busca hablar de sí m ismo. E n realidad el crítico se
( jacta de lo difícil que es satisfacerle, por eso expresa la
im potencia del D on Nadie. T riste tam bién su alma: un
' hom bre a quien nada gusta es m ucho m ás desgraciado
e^que el que no gusta a nadie. N ingún genio fue nunca
„ enardecido p or el aliento de los críticos.
^ Junto a los oscuros e (hiper)críticos están los arcai-
T zantes, aquellos que debido a su tortícolis perm anente
0 se rem ontan a los presocráticos para nunca decir nada
1 del hoy: la A ntigüedad seguram ente se inventó para
\ que ellos com ieran. Los seudom etafísicos -b u e n caba-
38 CARLOS DÍAZ
3.5. Hipocresía
¡Cuántos quim onos de seda sobre cuerpos de asnos,
com o si la barba hiciese al filósofo! ¿Sabe el hipócrita
que nadie puede llevar la m áscara durante dem asiado
tiem po? En tiem pos de hipocresía, cualquier sinceri
dad parece cinism o. Para el hipócrita, ser sincero no es
decir todo lo que se piensa, ni lo contrario de lo que se
piensa, es sobre todo decir algo con doblez, algo que
no pueda llegar a ser descubierto, algo que nunca sea
la últim a palabra, la que coincide con la hum ilde reali
dad de lo que es.
L a hipocresía consiste en adornarse con apariencias
de virtud para ocultar las propias faltas y lim itaciones,
pues en ese m undo ser natural es la m ás difícil de las
poses. D isim ular, poner cam isa lim pia al carácter, eso
42 CARLOS DÍAZ
vedo: «yo siempre creo que es más fácil ser bueno que
parecerlo; porque el ser bueno sólo depende de nuestro
interior, y el parecerlo se funda en el engaño, que es más
dificultoso de conservarse que la verdad». Hipócrita: los
hechos te coronan, no tus palabras.
3.6. Puri(tani)sm o
t Los puritanos vinieron a A m érica en busca de un
lu g ar donde p od er ^racticar lIBrerricnte su religión.
U na vez que lo encontraron prohibieron a Tós 'dem ás
que practicaran librem ente la suya. P ara los puritanos
una sonrisa era pecado. El gozo m ás inocente lo consi
deraban puerta abierta a la condenación. Tan buenos
pretendían ser que eran m uy m alos. Los puritanos no
celebraban la N avidad. D ecían que la palabra Christ-
mas era una blasfem ia, pues en ella se usaba el nom bre
de Cristo para designar una fiesta m undanal. Los puri
tanos: estólidos en la fe, soberbios en la virtud, crueles
en la re lig io sid a d . Yo le pid o a D io s que m e h ag a
bueno, pero coñ una condición: que si m e hace bueno
no m e haga un bueno malo.
Y, claro, tam bién hay un puritanism o que presum e
de inm oralism o, para el que sólo es m oral lo inm oral,
sien d o d este rra d o com o in m o ral el que p la n te a lo
<? C'
t» g ción de los aduladores, auténticos chantajistas de sus
prójim os, a los que llenan de palabras gratas para obte
ner beneficios. Se trata de una explotación bastante
fácil, pero a la vez rastrera, y a que juega con lo m ás
s; vulnerable del ser humano: cL iuétodo u i á r c íTcaz. d e
. 55 hacerse am igos fieles es felicitarles p o r sus fracasos y
2? medioCTidadesr ’
p? A hora bien, quien sabe adular sabe calum niar; no
tem as, pues, a los enem igos que te atacan, tem e a los
que te adulan. Si los cazadores cazan las liebres con
l> perros, m uchos hom bres cazan a los ignorantes con la
. adulación. R ealm ente, vale m ás caer entre las patas de
i los buitres que entre las m anos de los aduladores, por-
* que aquéllos sólo causan daño a los difuntos y éstos
i devoran a j o s vivos. Los adu 1adoreTTse ]Járecen a los
* am ig o s com o los lobos a los p e rro s, y esto no es
brom a: las m o rd ed u ras m ás p e lig ro sa s son las del
calum niador entre los anim ales salvajes, y las del adu-
3 lador entre los anim ales dom ésticos. Todo adulador
ü v i vcjl .expensas de quieiLle escucha; por lo general se
^5 alaba para ser alabado, la adulación se utiliza com o se
utiliza el dinero, para que (¡ios devuelvan los intereses^
<ü es un com ercio de m entiras que seTüñH a^lTerm féres y
P en la vanidad. Se desprecian pero se adulan; quieren
pasar por encim a, pero se ceden el paso. Se niegan a
hablar bien de sus contem poráneos con los que convi
ven, pero anhelan ser elogiados ellos m ism os por los
que han de venir después.
Si h ab lam o s b ie n del en e m ig o en to d as p artes,
piensa el adulador, term inará enterándose y, carente ya
de su odio, dejará de tener fuerzas para perjudicam os;
vencido de este m odo, ignorará adem ás su derrota. Sin
em bargo, aunque el alabador cree que consigue enga
ñam os, que nos dom ina, y que saborea su triunfo sin
que podam os desengañarle, con frecuencia se trata de
HUMILDAD PACIENTE 45
3.8. M aledicencia ^
La m itad de los hom bres se recrea hablando m al de
los dem ás,m Sw'W
y la otra m itad creyendo
'nii ii l"~1'"1 11—
las m aledicencias.
" "**' " , - ,ir“ *-'“>'-ininwM-ii mi urtiiiiri nnn m iiin n
3.9. Envidia ^
Grano de arena eií" un ojo, es tan flaca y am arilla
p o rq u e lm terde y~i o corneé P uente de amargura, roedor
qué-acaba con la paz interior, ju e z de cadenas injustas,
pie de m uchas zancadillas, ham bre que sólo se sacia
con dolor ajeno,~5omba~Be re lo je ría d estru cto ra de
relaciones, m adre de celos, autora de crím enes, tinie-
bla que barre toda luz, cárcel y carceleroj)ara quien la
alim enta: to d a luz la eclipsa, la convierte en su ene
miga, en com petidora, en rival, en am enaza, en inquie
tud, en m iedo. ¿Q ué es la envidia, sino un querer lo
ajeno, a la vez que un no querer al otro, sino contra el
50 CARLOS DÍAZ
a FDrz <$>ab n% ,
EL PACIENTE APAGA CONTIENDAS
(P rovl5,18)
(La paciencia)
2. Paciencia longánima
A unque en los tratados sobre las virtudes ya no se
habla de «longanim idad» (longa animitas: alma grande,
ánimo largo), quizá porque se prefiere designar con el
genérico de «paciencia» a cada una de sus dimensiones,
por nuestra parte deseam os retom ar este término, ya que
nos perm ite descubrir nuevos ámbitos pacienciales.
72 CARLOS DÍAZ
\laplomas de
m iné unas h o ra s ja ra ^ S tu d iaL una ocasión nara^visitar
a un enfennr^ nnri¡i flíilíl nnr /r r r n r n para hacer ejerci
cio físicQ.|„Debo c u m p lirla palabra conm igo m ismo.
Los co m p ro rn l^rccniT iígo m ism o y con los otros son
iguales: palabra es palabra. Todas nuestras palabras
deberían ser siem pre palabras, de honor: quien no las
cum ple se deshonra. Actúa, pues: las puertas se abren
para quien gira el picaporte. Para com enzar este día,
echa las redes. Las postergaciones algunas veces son
p ru d e n c ia , p e ro casi siem p re m ied o a d e c id irn o s.
¡Ahora! H acer lo m ejor en este m om ento te sitúa en el
m ejor lugar para el próxim o m om ento. Luego puede
ser tarda» Si practicas constantem ente esta'TormuTa,
disfrutarás plenam ente'aT term inar tu trabajo, podrás
d ivertirte p orque no habrá quedado nada pendiente,
estarás tranquilo y relajado, te sentirás bien contigo
m ism o y después te costará m enos esfuerzo hacer las
cosas, pues ya habrás alcanzado el hábito correspon
diente, serás confiable para los dem ás y eso te abrirá
oportunidades, hablarás con la verdad y te reconocerán
^ r t í o n respetST Q uien ha em pezado tiene h echa la m itad
> ^yde su tarea: si hoy no estás dispuesto, m enos m añana.
^ .. R eflex io n a antes de actuar; después de reflexionar,
' ( actú a con p resteza: re flex io n a m uchas v eces, p ero
d ecide una. M ientras cavilas sobre cuándo h ay que
empezar, ya es dem asiado tarde para empezar.
- ___ La marqha será larga, y adem ás la m ontaña parece
m ás escarp aH F T T ^S iF arm ed id a q u e nósT ác ere am o s.
El cam inante sabe que la vida solo se cam ina m irando
de vez en cuandís-k^eia atrás, pero se debe cam inar
hacia adelante. 0 ay igipedim entos salvables, que pue
den ser sobrepa s a o s con teñaridacT jjór te re d á s , com o
los alpinistas: hacen m ás largo el recorrido, pero llevan
a la cum bre: se hace lo bastante deprisa lo que se hace
bien. Q uien afirm a que no se puede cam inar no debe
HUMILDAD PACIENTE 75
3. Expresado en parábolas...
Parábola del buho, la cotorra, la cigarra y la hormiga
Existen cuatro com portam ientos:
El de quienes hacen que las cosas buenas sucedan,
porque trabajan para ello. Es la gente común, que se
com porta com o u na horm iguita: día a día acarrea un
poquito de trigo para poderlo com er durante el invierno.
L a horm iguita ordinaria es capaz de hacer cosas extraor
dinarias; quien se cree dem asiado extraordinario no
llega lejos. Ella no solamente trabaja cuando está alegre,
sino siempre, aunque ese día no sea su m ejor día. Ésta
es la única form a de alcanzar hábitos buenos para siem
pre y de ayudam os a ser mejores cada día.
El de quienes observan lo sucedido, pero no traba
jan. Son com o el buho, que abre m ucho los ojos, pero
no hace nada.
HUMILDAD PACIENTE 79
Parábola de Lincoln
Aunque no m e gustan dem asiado los ejem plos yan-
kees (¡paciencia nos hace falta con ellos!), nobleza
obliga. El negocio de A brahán Lincoln fracasó políti
camente en 1831. D errotado en las elecciones para la
HUMILDAD PACIENTE 81
P arábola de Grimm
Según G rim m , Dios otorgó a todos los vivientes
treinta años de vida, pero hubo tres anim ales a quienes
este núm ero pareció excesivo, obteniendo sendas reba
jas. Al asno le quitó D ios dieciocho años, al perro doce
y al m ono diez. El hom bre los obtuvo entonces tras
pedirlos. A sí vive setenta años, los treinta suyos, otros
dieciocho en que trabaja com o un asno, doce que lleva
vida de perro, y los últim os diez com o un mono.
P erso n alm en te dudo que las cosas sean tan feas
com o Grim m las pintan, pero reconozco que -ric o s por
m uchos co n cep to s- somos tam bién pobres.
1. G andhi
Esperanza Díaz Pérez (4.a edición)
2. M artin Luther King
Emmanuel Buch Camí (3.a edición)
3. Teresa de Calcuta
Javier García-Plata Polo (4.a edición)
4. Concepción Arenal
Ana María Rivas (2.a edición)
5. M onseñor O scar Romero
Carlos D íaz (3.a edición)
6. C arlos d e Foucauld
José Luis Vázquez Borau (2.a edición)
7. Á ngel Pestaña
Antonio Saa Requejo (2.a edición)
8. Enmanuel M ounier
Carlos D íaz (4.a edición)
9. Viktor Frankl
X osé Manuel D om ínguez Prieto (2.a edición)
10. M axim iliano K olbe
Carlos Díaz (2.a edición)
11. N ikoláiA . B erdiáev
Marcelo López Cambronera (2.a edición)
12. D iego A b a d de Santillán
Femándo Pérez de Blas (2.a edición)
13. G uillerm o Rovirosa
Carlos Díaz (2.a edición)
14. F lora Tristán
M.a de las Nieves Pinillos Iglesias
15. Paulo Freire
Luis Enrique Hernández González
16. G abriel Marcel
Femando López Luengos
17. D ietrich Bonhoejfer
Emmanuel Buch Camí
18. Martín Buber
Carlos Díaz
19. Ignacio Ellacuría
José Luis Loríente Pardillo
20. Lorenzo Milani
Guillermo García Domingo
«Para venir a gustarlo tod o
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo to d o
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo tod o
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo tod o
no quieras saber algo en nada»
C/Melilla 10 - 8°D
28005 MADRID
Tel: 91 473 16 97
editorlal@mounier.org
www.mounier.org
FUNDACIÖN ■
EMMANUEL
■|Wj;ülSlT£H