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Figura 1: Representación gráfica de las dataciones radiocarbónicas obtenidas mediante el método AMS, aplicando el intervalo de dos
sigmas y la fecha central de la horquilla temporal. Las analíticas han sido realizadas por Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory
de Miami.
Figura 2: Plano de localización de la maqbara del Tossal de Manises, donde se incluye la ubicación de las sepulturas exhumadas desde
los años 30 hasta la actualidad.
finalmente, se relaciona con puntos de agua, vincu- Juncaret, amén de contar con la existencia de un ma-
lación plasmada en numerosas maqabir peninsula- nantial de agua dulce en el cercano Tossal de les Bas-
res, localizadas junto a acuíferos subterráneos, ram- ses (Rosser Limiñana et alii, 2004, 137). La vincula-
blas, fuentes, arroyos, cursos de ríos, torrenteras o ción de la maqbara con el agua, queda reforzada por
barrancos, que sirven o bien como límite externo o la existencia de un cauce menor que divide en dos el
bien como separación4. En el caso de la maqbara del área destinada a inhumaciones en el yacimiento, que
Tossal de Manises, además de su cercanía al mar, su parte desde la superficie del solar del foro hasta la To-
vertiente E se inclina hacia un marjal, La Albufereta rre del Toro (Tendero Porras, Guilabert Mas y Olcina
(desecada desde el año 1928), lugar hacia el que des- Doménech, 2007, 139). Otro punto relacionado con
aguaba de forma esporádica la Rambla de Orgegia-El la ubicación de una necrópolis es la necesaria cerca-
nía a algún núcleo de hábitat, en sus proximidades o
junto a los caminos de acceso (Torres Balbás, 1983,
4. En la península, encontramos varios ejemplos de localización 235 y ss.; Macias, 2001, 55), cuestión no resuelta por
de maqbir en ramblas –Yakka (Ruiz Molina, 2000a, 199; el momento. El último asunto estriba en la existencia
2000b, 22)–, fuentes –calle Corredera en Alhama de Mur- de dos ritos distintos compartiendo espacio funerario.
cia (Ramírez Águila y Urueña Gómez, 1998, 370)–, arroyos La bibliografía muestra contradicciones: por un lado
–como los que atraviesan Marroquíes Bajos en Jaén (Serrano
la consideración de las necrópolis de otras culturas
Peña y Castillo Armenteros, 2000, 98), el de Tobarra, junto al
cerro del Tolmo de Minateda (Abad Casal, Gutiérrez Lloret como lugares impíos y, por tanto, inhábiles para en-
y Gamo Parras, 2004, 145, fig. 1)– o incluso en torrenteras terrar a sus difuntos (Alba Calzado, 2005, 339) y, por
–Ybal Fruh en Málaga (Fernández Guirado, 1995, 41-42 otro, la evidencia arqueológica junto a algunos autores
y 56, fig. 1)–. que afirman que la tradición mortuoria en un mismo
216 MANUEL OLCINA DOMÉNECH, EVA TENDERO PORRAS Y ANTONIO GUILABERT MAS
sitio es síntoma de baraka5 y, por tanto, lugares sus- el desconocimiento o el parentesco, explicando la
ceptibles de seguir siendo utilizados como espacio desatención de la sharia6 (Tendero Porras, Guilabert
mortuorio (Ramírez Águila y Urueña Gómez, 1998, Mas y Olcina Doménech, 2007, 141). En el Tossal
355), a la que se unen factores como la costumbre, de Manises se ha localizado un único enterramiento
de rito cristiano vinculado al conjunto islámico. Los
análisis antropológicos han revelado que se trata de
5. Especie de gracia mística benéfica que pueden emanar tanto una mujer adulta (Rodes Lloret et alii, 2000) y, aun-
lugares (ciudades como La Meca o las mezquitas, puntos que no se ajusta totalmente a la retícula, las sepulturas
relacionados con el agua), como ciertas personas (los que
conocen de memoria el Libro Sagrado, los niños pequeños,
los ancianos, los locos inocentes), incluso seres vivos (los
olivos, las palmeras, el laurel, los bosques), objetos (El Co- 6. Literalmente es el «camino al manantial». Es el cuerpo del
rán, la Piedra Negra) y determinados momentos (la vigésimo derecho islámico, un detallado código de conducta a seguir,
séptima noche del Ramadán). englobando la normativa del culto, la moral y la vida.
LA MAQBARA DEL TOSSAL DE MANISES (ALICANTE) 217
cadáver una especie de cámara hueca (Casal García, protegen la parte dorsal del difunto, con paralelos con
2001, 288; Ponce García, 2002, 117; Pozo Martínez, losas o piedras en El Tolmo de Minateda en Hellín,
1990, 115 y 1992, 417; Serrano Peña y Castillo Ar- Albacete (Gutiérrez Lloret, 1996, 304; 2007, 344),
menteros, 2000, 99-100; Ramírez Águila y Urueña en el Paraje de la Era del Lugar en Mojácar, Alme-
Gómez, 1998, 352) con la finalidad de que pueda in- ría (Alcaraz Hernández y San Martín Montilla, 1992,
corporarse para el interrogatorio de los ángeles. En el 30) y en al menos una sepultura localizada en Águilas,
caso del Tossal de Manises, a pesar de contar las fosas Murcia (Hernández García, 2004, 446-447, lám. 4)19.
con cavidad lateral (shaq o lajd) y cubierta de losas, El proceso de colocación es recurrente, comenzando
en sólo uno de los enterramientos (E50) se ha docu- desde la zona de la cabecera (donde solemos encontrar
mentado una pequeña cámara hueca. Antes de proce- las de mejor factura) y culminando en la de los pies.
der al sellado de la tumba, la tradición señala que hay En aquellas sepulturas mejor conservadas, sobre todo
que introducir en la tumba la denominada carta de la las de la zona central de la maqbara, las losas de la
muerte. Es un pergamino o papel en el que se escriben cubierta no afloraban en su totalidad, sino únicamente
con azafrán una oración y una petición de perdón de la parte superior de las mismas, quedando el resto en
los pecados (Longás Bartibás, 1990, 294-295; Jover el interior de la fosa. El hueco resultante es posterior-
Maestre et alii, 2005, 24; Ponce García, 2002, 117), no mente rellenado por lo que hemos denominado sobre-
atestiguada en ninguna tumba del yacimiento. cubierta, elemento para el que no hemos encontrado
Con posterioridad se procede al sellado de la tum- paralelo arqueológico, pero sí una referencia descrita
ba y, al respecto, la arqueología nos muestra una im- por J. Sourdel-Thomine (1991, 367), definida como
portante relajación a la hora de seguir la norma de taswiyat al-qubr o igualación de la tumba con respec-
sobriedad. Las hay que usan piedras, elementos reuti- to al terreno que la rodea, enrasándola con el nivel de
lizados, adobes, tablones de madera o túmulos. En el tránsito (Fig. 9). Por último, no podemos descartar la
caso de las cubiertas documentadas en la maqbara del posibilidad de la existencia de túmulos que ocultaran
Tossal de Manises, que presentan diversos grados de la cresta superior de las tumbas, aunque a día de hoy
conservación, se realizan con losas, piedras, escasos no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica.
elementos de construcción reutilizados y se ha docu- Tanto el descosido de la mortaja como la creación
mentado, incluso, que en algunas de las tumbas, los de una especie de cámara hueca al introducir el cuer-
componentes de cubrición se afianzan con calzos. po, son hechos realizados ex professo con la finalidad
Todas ellas se orientan en la misma dirección que las de facilitar la incorporación del difunto la misma no-
fosas (SO-NE), siendo el rasgo dominante su posición che del entierro y las siguientes, momento en el que se
inclinada hacia el NNO-ONO (Fig. 8), de modo que lleva a cabo el interrogatorio de la tumba, el juicio en
la fosa o de los ángeles (Casal García, 2003, 40). El
nombre de los ángeles puede variar según la transcrip-
ción20, pero la finalidad es la misma: someter al difun-
to a juicio acerca de su Fe, Allah y su Profeta. Depen-
diendo del veredicto, el alma del creyente puede ir al
Paraíso21 o, por el contrario, ser azotado con un látigo gatorio ni quedan recogidas en fechas determinadas25,
que lanza llamas para ser enviados hacia la gehena o el pero conllevan beneficios tanto para el difunto como
Infierno (Casal García, 2003, 40). Es en este momento para el que las realiza. La concepción de las maqbir
cuando todos los difuntos sufren el denominado cas- peninsulares es más un centro de reunión, frecuentado
tigo de la tumba o ‘adzb al-qabr, una purgación de por mujeres, hombres, niños, vendedores, cuentacuen-
sus pecados durante los siete días siguientes al sepelio, tos, decidores de futuro,… porque «se cree que a la
donde la sepultura arde y desprende calor. Los familia- muerte le gusta encontrarse en medio del ruido y la
res y amigos pueden aliviar este ardor con la práctica actividad humana» (Burton-Page, 1991, 123).
de «refrescar la tumba»22, realizando abluciones sobre
la sepultura y sembrando plantas alrededor (Tomas-
setti Guerra et alii, 2005, 118). Estos autores ponen en 3. Un lugar donde vivir
relación con esta costumbre el hallazgo de diferentes
formas de cerámicas abiertas que en el caso del Tossal Este conjunto cementerial, necesariamente ha de es-
de Manises se reduce a un único elemento, exhuma- tar vinculado a un núcleo de hábitat (Torres Balbás,
do en las excavaciones de F. Figueras Pacheco (1971, 1983, 235 y ss.) por el momento no localizado en los
núm. 99). Se trata de un jarrito de la forma T20 (Gu- alrededores del yacimiento, por lo que son tres las
tiérrez Lloret, 1996, 113-115), posiblemente asociado opciones más plausibles26: la primera opción es que
a los rezos y visitas al cementerio. A continuación se se trate de un asentamiento rural en llano, heredero
produce un segundo encuentro, en este caso con Dios, de una uilla o pagus hispanovisigoda, que perviviría
que realiza el «juicio del alma», colocando sus accio- más allá del siglo VI y que a partir del VIII se pue-
nes en una balanza, para pesar su espíritu (Márquez den transformar en alquerías; la segunda posibilidad
Pérez, 2005, 306). Si el veredicto es satisfactorio se es que estemos directamente ante una alquería (qar-
cruza un puente que queda tendido sobre la gehena y ya) de origen islámico, pues se localizaría en un nicho
que deriva en la «cuenca de Mahoma», donde quien ecológico idóneo27 y, finalmente, la vinculación a un
beba de sus aguas aplacará por siempre su sed, tras enclave urbano ya existente que sufriría una transfor-
la que se encuentra el Paraíso (Márquez Pérez, 2005, mación de ciuitas a madna. Cualquiera de las tres op-
306). La duración de todo este proceso post mortem es ciones de poblamiento serían válidas, mas al analizar
de cuarenta días23. el entorno próximo dentro de un marco cronológico
Los familiares y amigos recitan el Corán a pie de situado entre los siglos V y X d. C., se observa una
tumba durante las siete noches siguientes al entierro clara concentración de hallazgos en el área inmediata
(Jover Maestre et alii, 2005, 24) o en el lugar en el que al yacimiento que no tiene parangón en el resto del tér-
el muerto recibió la última plegaria (Longás Bartibás, mino municipal de Alicante. Los hallazgos localizados
1990, 300)24. Junto a las lecturas se realizan banque- en el casco urbano de la ciudad actual se centran en el
tes funerarios, de los que sí ha quedado constancia barrio de Benalúa, donde queda patente la existencia
arqueológica en otros yacimientos peninsulares, con de un centro artesanal y comercial, relacionado con el
la presencia de candiles, jarras o restos de comida embarcadero natural de la playa del Baver y con cro-
como pan y frutos (Márquez Pérez, 2005, 306-307). nologías que oscilan entre finales del siglo V y el VI
Finalmente, las visitas o ziyra (Sourdel-Thomine, (Reynolds, 1985, 148 y ss.; Sala Sellés y Ronda Fe-
1991, 367) a los cementerios no son de carácter obli- menía, 2000) fechas ampliadas hasta la primera mitad
del siglo VII en un estudio reciente (Lara Vives et alii,
2007). En segundo lugar, estaría el hallazgo del Pala-
cio Llorca, una necrópolis con veintisiete individuos
que, aunque los materiales apuntan a una cronología
más antigua (Gutiérrez Lloret, 1996, 241), ha sido da-
tado entre los siglos VI y VII (Rosser Limiñana, 1994,
21. En el Corán el término se recoge como anna (Cortés,
98); por último, los materiales que han proporcionado
1987) o también alchana (Longás Bartibás, 1990, 311).
22. Esta práctica fue reprobada por algunos alfaquíes (Fierro
Bello, 2000, 181-183).
23. En los artículos acerca del ritual funerario islámico actuales 25. Hay autores que señalan que se han de realizar los jueves
señalan que el interrogatorio de la tumba dura siete días en por la tarde y los viernes por la mañana (Pozo Martínez,
el caso de los sinceros y piadosos y cuarenta si son impíos 1990, 115) o en grandes festividades (Pascua de Ramadán y
(www.webislam.com/idt=4066). Pascua de Carneros), colocando arrayanes sobre las tumbas
24. «Y, así les avezó este Pere Alonso a no entrar nadie estas (Casal García, 2003, 41-42; Dickie, 1985, 46).
siete noches en el aposento que murió ninguno, poniendo 26. Según los diferentes modelos de hábitat que se barajan para
un escabel con unos manteles limpios y ençima una cuen- la zona de Sharq al-Andalus (Gutiérrez Lloret, 1996, 222 y
ca de agua para que se bañe el muerto, tuviendo lumbre ss. y 2007, 332 y ss.).
toda la noche, y una alfombra limpia para que el muerto 27. En la Vega Baja del Segura se localizan en laderas o eleva-
haga la çala. Y ençienden una candelita en cada esquina del ciones poco pronunciadas, normalmente coincidentes con
aposento; y allí leyeron todos en arábigo, cada uno lo que la ocupación de áreas marginales por parte de poblaciones
sabía» (1990, 300-301, nota 2). hispanorromanas (Gutiérrez Lloret, 1996, 284).
LA MAQBARA DEL TOSSAL DE MANISES (ALICANTE) 223
Figura 10: Plano de localización de los hallazgos en la zona de La Albufereta, que muestran la existencia de un continuum poblacional
en el entorno durante los siglos V y X.
las prospecciones en el Monte del Benacantil (Rey- Torres, con alrededor de treinta tumbas de finales del
nolds, 1985, 246) con fechas del V al VII, un vertedero siglo V y principios del VI (Rosser Limiñana, 1996);
del siglo IX (Gutiérrez Lloret, 1998, 153; Rosser Li- la necrópolis de El Chinchorro, que abarca un momen-
miñana, 1994, 97) y hallazgos monetarios en la zona to cronológico inmediatamente posterior, entre los si-
de los siglos VIII y X (Doménech Belda, 2003, 236). glos VI y VII, con al menos diez sepulturas (Rosser
Fuera del núcleo urbano, a 7 kilómetros al O de Ali- Limiñana, 1996, 19-20); el espacio funerario en el
cante, a los pies de la Sierra de Fontcalent, se locali- Camino de El Chinchorro, con centenares de sepul-
za un asentamiento de carácter rural, datado desde la turas tardorromanas (siglos V al VII) y una veintena
segunda mitad del siglo VII a principios del VIII, en de ritual islámico, fechados por los autores en el mis-
cuyas cercanías se halló un fals sin fecha ni ceca data- mo contexto que los hallados en el Tossal de Mani-
do entre los siglos VIII y IX (Doménech Belda, 2003, ses (Rosser Limiñana y Fuentes Mascarell, 2007, 72
237; Gutiérrez Lloret, 1996, 371-373), pero donde no y 78); un número indeterminado de sepulturas en la
cristaliza la islamización. necrópolis del Fapegal, que P. Rosser Limiñana fecha
Frente a éstas, los restos arqueológicos localiza- en el siglo VII (1994, 95) y, por último, en el Tossal
dos en el área próxima a la ubicación de la maqbara de les Basses, en cuyos alrededores se documentó una
del Tossal de Manises, nos marcan un continuum po- cámara de sillería a modo de cripta, de planta cuadra-
blacional, ausente en el resto del término municipal da de la que sólo se ha conservado su descripción,
(Fig. 10). Independientemente de la continuidad de dada por Cayetano de Mergelina (Olcina Doménech
hábitat de toda esta zona desde la Prehistoria, hecho y Pérez Jiménez, 2003, 115). En cuanto a puntos de
que ya comentábamos al principio del artículo, es una hábitat relacionados con estos espacios funerarios, se
cuestión especialmente evidente en el período que nos continúa habitando el Tossal de les Basses (Rosser Li-
ocupa; desde la Tardoantigüedad hasta la implantación miñana y Fuentes Mascarell, 2007), donde se hallaron
del modelo islámico. En el espacio de La Albufereta además dos losas talladas con simbología cristiana
encontramos en este lapso temporal: la necrópolis de (Llobregat Conesa, 1970, 200-204). Sin lugar a dudas,
Port Tossal, fechada entre los siglos IV y V (Rosser este elevado conjunto arqueológico nos proporciona
Limiñana, 1994, 84-85); el área cementerial de Las la imagen de que en los alrededores de La Albufereta
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