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Rito de La Entronización

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RITO DE ENTRONIZACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

Comentario inicial (Antes de la procesión de entrada)


Queridos hermanos, sean bienvenidos a esta celebración. Al iniciar el mes de septiembre,
iniciamos un tiempo particular en el que la Iglesia nos invita a acercarnos de forma muy
especial a las Sagradas Escrituras. En ella Dios le habla al hombre, le muestra su amor
manifestado en toda la historia de Salvación. Es por eso que, junto al rezo de los salmos
tendremos la celebración de la entronización de la Palabra de Dios. Pidamos a Dios Padre
que nos conceda el don el Espíritu Santo para ese mismo Espíritu, que inspiró las Sagradas
Escrituras, encienda en nosotros el deseo sincero de escuchar su voz, de dejarnos guiar por
ella y de reconocerlo, especialmente, en la Palabra hecha carne, Jesucristo Nuestro Señor,
que se dirige a nosotros en cada celebración litúrgica. Nos ponemos en pie.

Comentario a la entronización (después de los salmos)


La Palabra Divina debe iluminar la existencia humana y mover la conciencia a revisar en
profundidad la propia vida. La misma Palabra de Dios reclama la necesidad de nuestro
compromiso en el mundo y de nuestra responsabilidad ante Cristo, Señor de la Historia. La
misma Palabra de Dios denuncia sin ambigüedades las injusticias y promueve la solidaridad
y la igualdad. Por eso a la luz de la Palabra del Señor, reconocemos los signos de los
tiempos que hay en la historia y no rehuimos el compromiso a favor de los que sufren, ya
que el compromiso por la justicia y la transformación del mundo forman parte de la
evangelización.
Por ello, es preciso que nos comprometamos a alimentarnos de la Palabra del Señor con
frecuencia. Dispongámonos para que la Palabra nos cambie el corazón. Todos de pie para
recibir la Palabra de Dios.

PREGÓN A LA PALABRA DE DIOS


(Cuando sea depositada en el ambón y termine el canto)
He aquí, hermanos la palabra de Dios que nos llega como un gran regalo de su amor. Tu
palabra, Señor, que resuena desde siempre en la historia de tu pueblo, pronunciando
nuestros nombres y llamando a nuestras puertas. Es la voz del silencio sonoro de Dios, la
voz eterna hecha tiempo, la voz del misterio hecha luz, la voz de Dios hecha letra, sílaba y
palabra. Tu Palabra tiene un rostro humano: Jesucristo, tu Hijo amado. El que pudo
decirnos hermanos y es palabra que pronuncia nuestros nombres y llama a nuestra puerta.
Abrámosle la puerta, todas las puertas y ventanas. Abrámosle las manos, los brazos, los
ojos, los oídos, abrámosle el corazón y todo nuestro ser para acogerla con alegría. Jesús -
palabra, pondrá luz radiante en la noche oscura de nuestras vidas, alumbrará con su fuego
ardiente el frío de nuestro egoísmo, nos liberará de nuestro egoísmo, nos liberará de
nuestras esclavitudes y llenará de esperanza nuestros ojos cansados. Jesús- palabra, derrama
su Espíritu de Resucitado en nuestros corazones para hacernos capaces de amar, y nos hará
ver las necesidades de nuestros hermanos, para que aprendamos a compartir en familia y en
comunidad. Abramos pues, hermanos nuestros corazones y nuestra casa a la Palabra de
Dios. Amén.

De la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini,


del Santo Padre Benedicto XVI
La Palabra de Dios en la sagrada liturgia

Al considerar la Iglesia como «casa de la Palabra», se ha de prestar atención ante todo a la


sagrada liturgia. En efecto, este es el ámbito privilegiado en el que Dios nos habla en
nuestra vida, habla hoy a su pueblo, que escucha y responde. Todo acto litúrgico está por su
naturaleza empapado de la Sagrada Escritura. Como afirma la Constitución Sacrosanctum
Concilium, «la importancia de la Sagrada Escritura en la liturgia es máxima. En efecto, de
ella se toman las lecturas que se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las
preces, oraciones y cantos litúrgicos están impregnados de su aliento y su inspiración; de
ella reciben su significado las acciones y los signos». Más aún, hay que decir que Cristo
mismo «está presente en su palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la
Iglesia la Sagrada Escritura». Por tanto, «la celebración litúrgica se convierte en una
continua, plena y eficaz exposición de esta Palabra de Dios. Así, la Palabra de Dios,
expuesta continuamente en la liturgia, es siempre viva y eficaz por el poder del Espíritu
Santo, y manifiesta el amor operante del Padre, amor indeficiente en su eficacia para con
los hombres». En efecto, la Iglesia siempre ha sido consciente de que, en el acto litúrgico,
la Palabra de Dios va acompañada por la íntima acción del Espíritu Santo, que la hace
operante en el corazón de los fieles. En realidad, gracias precisamente al Paráclito, «la
Palabra de Dios se convierte en fundamento de la acción litúrgica, norma y ayuda de toda la
vida. Por consiguiente, la acción del Espíritu... va recordando, en el corazón de cada uno,
aquellas cosas que, en la proclamación de la Palabra de Dios, son leídas para toda la
asamblea de los fieles, y, consolidando la unidad de todos, fomenta asimismo la diversidad
de carismas y proporciona la multiplicidad de actuaciones». Así pues, es necesario entender
y vivir el valor esencial de la acción litúrgica para comprender la Palabra de Dios. En cierto
sentido, la hermenéutica de la fe respecto a la Sagrada Escritura debe tener siempre como
punto de referencia la liturgia, en la que se celebra la Palabra de Dios como palabra actual y
viva: «En la liturgia, la Iglesia sigue fielmente el mismo sistema que usó Cristo con la
lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que Él exhorta a profundizar el
conjunto de las Escrituras partiendo del “hoy” de su acontecimiento personal».

Aquí se muestra también la sabia pedagogía de la Iglesia, que proclama y escucha la


Sagrada Escritura siguiendo el ritmo del año litúrgico. Este despliegue de la Palabra de
Dios en el tiempo se produce particularmente en la celebración eucarística y en la Liturgia
de las Horas. En el centro de todo resplandece el misterio pascual, al que se refieren todos
los misterios de Cristo y de la historia de la salvación, que se actualizan sacramentalmente:
«La santa Madre Iglesia..., al conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza
de las virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto
modo a los fieles durante todo tiempo para que los alcancen y se llenen de la gracia de la
salvación». Exhorto, pues, a los Pastores de la Iglesia y a los agentes de pastoral a
esforzarse en educar a todos los fieles a gustar el sentido profundo de la Palabra de Dios
que se despliega en la liturgia a lo largo del año, mostrando los misterios fundamentales de
nuestra fe. El acercamiento apropiado a la Sagrada Escritura depende también de esto.
Preces

Presidente: Señor, que por medio de tu Palabra hecha carne nos dejaste el Testamento de tu
amor, escucha las súplicas que ahora te dirigimos. A cada invocación respondemos:

R/ Que tu Palabra, Señor, renueve nuestro amor hacia Ti.

• Para que la Iglesia, encargada de anunciar la Palabra de Dios, con la ayuda del Espíritu
Santo, enseñe y difunda las maravillas de tu amor. Roguemos al Señor.

• Para que los gobernantes de todos los pueblos de la Tierra, conscientes de las necesidades
de sus gobernados, adelanten acciones que promuevan la justicia y la dignidad humana.
Roguemos al Señor.

• Para que nuestros hermanos que sufren por causa de la enfermedad, la discriminación, el
rechazo, la violencia y la injusticia, fortalecidos con la gracia de los sacramentos, descubran
en sus rostros, el rostro de Cristo. Roguemos al Señor.

• Para que el pueblo de Dios que peregrina en Colombia, reconozca, a través de la Palabra,
que el Señor camina con su pueblo y lo hace partícipe de su misión. Roguemos al Señor.

• Para que todos los aquí presentes por medio de la escucha de la Palabra y la participación
en los Sacramentos, podamos dar abundantes frutos de fraternidad, alegría y solidaridad.
Roguemos al Señor.

Presidente: terminemos nuestra oración con las palabras que Cristo nos enseñó: Padre
Nuestro…

Presidente: Escucha, Padre celestial, las oraciones de tu Iglesia, da tu fuerza a cuantos


predican el Evangelio en el mundo, llénalos de tu amor para que siembren tu Palabra en la
alegría y todos los pueblos lleguen al conocimiento de tu verdad. Por Nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.

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