Tema 56. Formas Originales Del Ensayo Literario
Tema 56. Formas Originales Del Ensayo Literario
Tema 56. Formas Originales Del Ensayo Literario
EVOLUCIÓN EN LOS
SIGLOS XVIII Y XIX. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX.
1. INTRODUCCIÓN
2. ORÍGENES HISTÓRICOS DEL ENSAYO
3. EL ENSAYO EN EL SIGLO XVIII
4. EL ENSAYO EN EL SIGLO XIX
5. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX
6. EL ENSAYO EN HISPANOAMÉRICA
7. CONCLUSIÓN
8. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
La delimitación del género ensayístico es la primera dificultad que nos surge a la hora
de abordar este tema. El ensayo es, según la conocida definición de Ortega y Gasset, una
disertación científica sin prueba explícita. Esta definición hace hincapié en dos aspectos
fundamentales: en primer lugar, el carácter personal y libre de la reflexión, propio de la
disertación y, en segundo lugar, la renuncia a la exhaustividad por el uso de la expresión
sin prueba explícita. Dada la extensión del asunto que nos ocupa, intentaremos trazar las
líneas esenciales del tema partiendo del origen del ensayo, para, a continuación, estudiar
su evolución dentro de la literatura en España y en Hispanoamérica.
El ensayo moderno data de 1580, fecha en que apareció la primera edición de los
Essais de Montaigne, que no solo “inventó” la palabra, sin que fue consciente de lo peculiar
de su obra. En efecto, era especial no sólo por su forma, contenido, método y propósitos,
sino porque introducía en primer plano el “yo” en su creación artística.
Dentro del mismo siglo XVI, en 1597, comenzarían a publicarse los primeros ensayos
de Francis Bacon. Con ambos escritores quedan fundamentados los pilares del nuevo
género literario y se concede a éste su característica más peculiar: el ensayo es
inseparable del ensayista. Por ello, desde entonces, excepto en raras ocasiones, se
hablará de ensayistas y no de tal o cual ensayo.
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SIGLOS XVIII Y XIX. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX.
Con todo, que se considere a Montaigne y a Bacon, creadores del ensayo moderno
no impide, sin embargo, el poder rastrear los orígenes del estilo ensayístico en la época
clásica. Las mismas Epístolas a Lucilio de Séneca no son más que “ensayos”, es decir,
meditaciones dispersas reunidas en forma de epístolas. En efecto, en otras obras clásicas
como los Diálogos de Platón, las Meditaciones de Marco Aurelio, las Obras Morales o las
Vidas Paralelas de Plutarco se puede encontrar el origen del género.
En este sentido, y tal como entiende Gómez-Martínez (1999), las manifestaciones
anteriores al siglo XVIII, incluidos Montaigne y Bacon, no dejan de ser excepcionales
dentro de un género de nacimiento prematuro. El espíritu existía en la época, pero el
escritor todavía no disponía de los medios adecuados para la difusión de sus ensayos.
Será a partir de la Ilustración, con la aparición de las revistas y periódicos, cuando, por
primera vez, podrá el ensayista establecer un verdadero diálogo con el lector, parte
indispensable del ensayo.
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Diario de los literatos de España (1737), aunque habrá que esperar hasta la segunda
mitad del siglo para que estas publicaciones periódicas adquieran en España verdadera
proliferación. Citamos los textos de El Pensador (1762) de José Clavijo Fajardo, que
contienen críticas sobre las costumbres y las cuestiones sociales y políticas de su tiempo,
así como los ensayos de El Censor, publicación precursora del periodismo costumbrista.
Citaremos, en este punto, la nómina de ensayistas más importantes de la época, para,
a continuación, centrarnos en los que han tenido mayor repercusión: Fray Benito Jerónimo
Feijoo, José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos, Gregorio Mayáns y Siscar y Martín
Sarmiento.
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) es el iniciador del ensayo moderno con sus libros
Teatro crítico universal y Cartas eruditas y curiosas. La intención de Feijoo es claramente
enciclopédica, por su intento de totalización de los conocimientos. Le interesan la
información y la cultura, al tiempo que introduce nuevas ideas y trata de suprimir el error
y la superstición. Sin duda, considera fundamental la desvinculación entre religión y
ciencia. Su comportamiento científico es el de un investigador de libre conciencia, cuyo
límite está en el dogma. Podemos decir que Feijoo contribuye decisivamente a la
construcción de los modernos lenguajes ensayísticos.
Por otro lado, es muy frecuente la utilización, por parte de la crítica dieciochesca, del
libro de viajes como recurso para el análisis. Así, gracias la posibilidad que otorga el viaje
a países imaginarios protagonizados por europeos, se puede llevar a cabo una reflexión
y satirización de la realidad partiendo de una original perspectiva. La contrapartida
complementaria será el viaje efectuado por personajes exóticos al país del propio lector.
Esto sucede en las Lettres Persanes de Montesquieu o en las Cartas Marruecas (1789)
de José Cadalso (1741-1782), quien se sirve de la forma epistolar desarrollada por el
marroquí Gazel, su maestro Ben-Beley y el español Nuño, en el transcurso de un viaje por
tierras españolas. De este modo, Cadalso lleva a cabo la crítica del país mediante una
serie intercambiada de noventa cartas que versan acerca de las grandes preocupaciones
dieciochescas: la vida social, la educación, la nobleza, el lujo, la moral, etc.
Por último, analizaremos brevemente la obra de Jovellanos (1744-1811), que, ya al
final de la centuria, representa a la perfección las inquietudes de la época. Sus escritos
abordan una temática muy amplia: política, jurídica, social, económica y educativa. En
cuanto a la forma, prefiere la epístola y el diario como marco para sus escritos, entre los
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que destacamos el Elogio a Carlos III, síntesis de las ideas sobre la decadencia española
e ideario reformador del despotismo ilustrado; el Informe en el expediente de la Ley
Agraria, que estudia los principales obstáculos que se oponen al resurgimiento de la
agricultura en España; y la Memoria para el arreglo de la policía de los Espectáculos y
Diversiones Públicas, en la que es característico el ataque al teatro español y sus críticas
contra la fiesta de los toros. Su estilo, sobrio y elegante, sabe mantenerse ajeno a los
vicios lingüísticos de la época, galicismos y cultismos, sobre todo.
En España, el comienzo del siglo XIX viene marcado por la pervivencia del
Neoclasicismo como consecuencia de la tardía y problemática incorporación del
pensamiento romántico a nuestro país. En este sentido, persiste del influjo de la Poética
de Luzán, tal como podemos observar en el más importante de los críticos formados en la
pervivencia neoclásica de la que hablamos, Alberto Lista (1775-1848). En sus Lecciones
de literatura española, Lista llevó a cabo reflexiones acerca de conceptos teóricos como
la belleza, lo sublime, la imitación, las formas dramáticas, etc.
En este siglo se produjo un desarrollo extraordinario del periodismo. En las primeras
décadas de la centuria, nace la prensa política y, con el triunfo del liberalismo, surgen las
empresas periodísticas y se multiplican los diarios y las revistas culturales. En la prensa
se difunde la estética romántica y se polemiza sobre ella (recordemos la polémica
suscitada por Nicolás Böhl de Faber, en relación con el teatro calderoniano, y la
publicación de sus artículos en el Mercurio Gaditano), se realiza crítica literaria (El Artista,
1835) y, sobre todo, se crean y desarrollan géneros unidos al periodismo: el cuadro de
costumbres y el artículo o breve ensayo crítico. Pero, sin duda, la mayor figura del período
es Mariano José de Larra (1809-1837). A pesar de vivir parte de su niñez en Francia, se
incorporó con presteza a la actualidad cultural y sociopolítica española desde una postura
progresista asentada en la ideología de la Ilustración. Su personalidad describe el cruce
de caminos de razón ilustrada y vitalidad romántica cuyo final dramático parece el corolario
de un carácter pesimista y desengañado.
Literariamente, Larra no adoptó en sus artículos un punto de vista romántico,
permaneció en una fórmula de equidistancia. Poco o nada tiene que ver su pensamiento
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Por otra parte, cabe destacar la colaboración habitual en los periódicos y revistas más
prestigiosas de la época por parte de los escritores realistas (Galdós, Pardo Bazán, Clarín,
Palacio Valdés, Valera). Aparecen ensayos de crítica literaria en la Revista de España
(dirigida por Galdós entre 1872 y 1873) o, sobre todo, en La España Moderna.
Entre los textos más destacados de esta época se pueden citar las reflexiones de
Emilia Pardo Bazán, en La cuestión palpitante, acerca del Naturalismo y la doctrina de
Zola. En él, influida por su visión cristiana del mundo, aboga por una concepción no
determinista y se inclina por un equilibrio entre el espiritualismo y el cientifismo naturalista.
Llegamos, finalmente, a los escritores de fin de siglo. Estos sufren una crisis general
de conciencia, vinculada al fin del optimismo racionalista de la segunda mitad del XIX. En
España, esta crisis coincidió con la decadencia del sistema político de la Restauración, a
la que se sumó una crisis social y de valores, que culminó en el “desastre” de 1898. Estos
autores, influidos por el regeneracionismo, se plantearon la reforma del país a la par que
buscaron una identidad cultural nacional, al servicio de un proyecto liberal, que hallaba en
la historia y el arte las fuentes de la mentalidad colectiva.
El principal representante fue Joaquín Costa (1846-1911), político preocupado por la
tradición y la identidad nacional. Basó su propuesta de reforma en la reivindicación del
mundo rural en obras como Colectivismo agrario en España (1898) y Oligarquía y
caciquismo (1903). Otro de los representantes del regeneracionismo fue Ángel Ganivet
(1865-1898), cuya obra más importante es Idearium español (1897), en la que defiende
una identidad española cuyos rasgos distintivos son la independencia, el individualismo y
el espíritu guerrero.
5. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX
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con el Instituto de Investigaciones Científicas, contribuyen a que las ciencias y las artes
vivan una época dorada.
La figura principal de este movimiento es José Ortega y Gasset; pero, además, se
incluyen otros autores como Eugenio d’Ors, Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Ramón
Pérez de Ayala, Américo Castro, Salvador de Madariaga y Claudio Sánchez Albornoz.
Tampoco podemos olvidar la extraordinaria labor, en el campo de la filología de Ramón
Menéndez Pidal (1869-1968), quien, a partir de 1910, dirigió el Centro de Estudios
Históricos. Entre sus discípulos cabe señalar la labor historiográfica de Claudio Sánchez
Albornoz y de Américo Castro.
Ortega y Gasset fue la figura más influyente de la cultura y del pensamiento de las
primeras décadas del siglo XX. Desde su cátedra, sus libros y la Revista de Occidente,
ejerció el papel de guía intelectual. A él se debe la difusión en España de las más
importantes corrientes culturales de la centuria, incluidas las vanguardias.
Entre los conceptos que configuran el pensamiento orteguiano destacan dos ideas
fundamentales: la razón vital, es decir, la razón como parte de la vida y el
condicionamiento de las circunstancias. Su afirmación “Yo soy yo y mis circunstancias” es
el eje central de su filosofía. En el prólogo de las Meditaciones del Quijote, Ortega deja
esbozado su pensamiento filosófico, además de expresar su aspiración a mover a la
reflexión y enunciar su concepción del ensayo.
En España invertebrada, Ortega plantea los requisitos para superar la fragmentación
de la sociedad española, y denuncia los males que hay que combatir para modernizar el
país. La rebelión de las masas responde al proyecto liberal reformista del pensador bajo
la dirección de una minoría de intelectuales que llevaría al país a la modernidad.
Sus ideas estéticas tuvieron una influencia considerable sobre los poetas de la
generación del 27, que convirtieron su obra La deshumanización del arte en un verdadero
programa poético. El arte de vanguardia, según Ortega, es un arte impopular, dirigido a
una minoría selecta capaz de comprenderlo. Es un arte deshumanizado, es decir, busca
el puro goce estético, distanciándose de lo afectivo, lo sentimental, lo humano.
El ensayo en los años cuarenta y cincuenta estuvo supeditado a las condiciones
políticas, ideológicas y morales de la dictadura. Los textos más representativos avalaron
y exaltaron los valores del nuevo régimen. Paralelamente, se observa una voluntad de
continuidad del pensamiento anterior: las referencias seguían siendo Unamuno, Ortega,
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Marañón, etc. Se considera que las mejores producciones de la época están relacionadas
con los textos humanísticos, como sucede con los estudios filológicos de Rafael Lapesa
o de Dámaso Alonso. Entre los ensayistas más importantes de este período figuran Pedro
Laín Entralgo, José Luis Aranguren, Julián Marías y Enrique Tierno Galván. En el ámbito
del articulismo periodístico destacan las figuras de César González Ruano, Josep Pla y
Álvaro Cunqueiro. Por otro lado, a raíz de la Guerra Civil, se había producido el exilio de
numerosos intelectuales y escritores. Influidos por la obra de Ortega y Gasset, los
ensayistas españoles en el exilio aportaron textos fundamentales en el campo de la
filosofía. Los autores más destacados son María Zambrano, Francisco Ayala, José Gaos
y José Ferrater Mora.
Los sesenta y los setenta vivieron importantes acontecimientos culturales que
proporcionaron un gran impulso al género ensayístico: el desarrollo de las ciencias
humanas: la filosofía, la sociología, la lingüística y la semiología, el psicoanálisis; la
recepción del pensamiento europeo y estadounidense; la fundación de las revistas Triunfo
(1962) y Cuadernos para el Diálogo (1963), y la nueva época de la Revista de Occidente
(1963); así como la aparición de editoriales que mostraban interés por el género. A través
de los ensayos se divulgaron ideas políticas, en especial el marxismo, el progresismo
católico y el pensamiento contemporáneo.
A partir de los años ochenta y hasta hoy predomina el análisis de los cambios de la
sociedad actual: las consecuencias de la transición, el nacionalismo, el papel de los
medios de comunicación y la difusión de un pensamiento único a través de ellos, las
nuevas tecnologías, la ecología y los efectos del mercado en la calidad de las obras
literarias, etc. Como rasgos generales del ensayo moderno deben mencionarse la libertad
formal y el uso de un estilo accesible, rico en recursos expresivos, próximo al literario. Se
acentúa su indeterminación genérica debido a su mezcla con la narración y su presencia
en forma de artículo de opinión en la prensa.
Entre los autores más destacados se encuentran Manuel Sacristán, Carlos Castilla
del Pino, Joan Fuster, Gustavo Bueno, Fernando Savater y José Antonio Marina. De los
escritores de ficción que cuentan con una importante obra ensayística cabe mencionar a
Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Juan Benet, Francisco Umbral, Félix, de
Azúa, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Manuel Sánchez Montalbán, Manuel Vicent,
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Felipe Benítez Reyes y Jon Juaristi. La mayoría realiza su labor en la prensa diaria, lo que
propicia esa “contaminación” fecunda entre periodismo, ensayo y literatura.
6. EL ENSAYO EN HISPANOAMÉRICA
Desde sus inicios en la lucha ideológica por la independencia, con la obra de José
Joaquín Fernández de Lizardi o de Simón Bolívar, a la búsqueda de la propia identidad,
la literatura hispanoamericana se caracteriza por una fuerte producción ensayística
ininterrumpida hasta nuestros días. Así, los ensayos de Andrés Bello, Juan Bautista
Alberdi, Francisco Bilbao, José María Luis Mora, Juan Montalvo, Eugenio María Hostos o
José Martí, por citar los más destacados. Y ya en el siglo XX, el ensayo va a marcar la
pauta del desarrollo intelectual hispanoamericano con autores como José Enrique Rodó,
Manuel González Prada, José Vasconcelos, José Carlos Mariátegui y Octavio Paz. En
realidad, el cultivo del ensayo en Hispanoamérica alcanza la producción literaria de
muchos de sus escritores: Alfonso Reyes, Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges, Ernesto
Sábato, Arturo Uslar Pietri, Héctor Álvarez Murena, Julio Cortázar o Mario Benedetti.
7. CONCLUSIÓN
En estas páginas hemos intentado hacer un recorrido histórico desde los orígenes del
ensayo hasta la actualidad de este género híbrido, a medio camino entre lo objetivo y lo
subjetivo, lo individual y lo social, lo científico y lo literario. Este paseo, a través de tiempo,
nos ha permitido valorar el componente dialógico que caracteriza al ensayo y que nos
permite reflexionar como lectores respecto a los problemas y soluciones que se ha
planteado el ser humano a lo largo de la historia, aplicable sin duda al momento actual.
La importancia de toda esta rica herencia se ha presentado de forma sucinta, intentando
ofrecer una visión de conjunto que permita hacernos una idea de la importancia de este
género en nuestra literatura.
8. BIBLIOGRAFÍA
GÓMEZ-MARTÍNEZ, J. L. (1999): Teoría del ensayo, Salamanca, Universidad de
Salamanca (Edición electrónica).
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