ALCIRA ARGUMEDO Las Matríces Del Pensamiento Teórico Politico AntologiaArgentina-130-154
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Desde una visión diferente y con énfasis aún mayor, también Arturo
Jauretche remarca el carácter esencialmente político de las interpre-
taciones históricas:
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Y si, como señala Rodolfo Agoglia, “nuestro siglo hace filosofía desde
las ciencias humanas e históricas” (Agoglia, 1978; 1988), es posible
concluir que todas ellas —la filosofía, las ciencias sociales, la histo-
ria— se vertebran en marcos más amplios, en concepciones cultura-
les y modos de percibir el mundo que les otorgan sus significaciones
esenciales al margen de la especificidad y las características de cada
una de sus áreas de estudio. Como contracara, esta afirmación consi-
dera que es posible recuperar, sistematizar y reelaborar en términos
de rigurosidad teórica, el pensamiento popular latinoamericano que
históricamente se ha manifestado bajo la forma del discurso político
o como expresiones discursivas no académicas (Roig, 1981; Salazar
Bondy, 1969).
La íntima conexión existente entre ciencias humanas y política,
entre las vertientes académicas y los proyectos que se despliegan en
mutua confrontación, comienza a evidenciarse asimismo en el debate
político y cultural europeo procesado en el contexto de la actual crisis
de época y de las profundas reformulaciones en los planteos históricos
de los países centrales del Este y del Oeste:
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ción de las distintas concepciones que dan cuenta, desde una visión
integral, de la problemática socio-histórica. Lo cual no supone negar
la legitimidad de las investigaciones sobre aspectos parciales, relati-
vamente autónomos, con dinámicas propias de desarrollo, suscepti-
bles de ser estudiados analíticamente como factores con cierta inde-
pendencia, tal como son encarados por los estudios económicos, la
historia del desarrollo tecnológico, la estrategia militar, los procesos
políticos, las comunicaciones, los aspectos vinculados con el Estado
y la administración, los movimientos sociales, la demografía, el sin-
dicalismo, los regímenes de gobierno, las políticas económicas o las
culturas indianas. Pero algo muy distinto es el planteo que ignora en
forma sistemática la vertebración de estas particularidades con los
marcos abarcadores dentro de los cuales adquieren su significado más
cabal; o pretender que existe una única forma “científica” y “objetiva”
de interpretar cada uno de estos procesos (Zea, 1977).
El análisis crítico de las corrientes de pensamiento desde una óp-
tica global, “transdisciplinaria”, susceptible de dar cuenta de la incor-
poración de los fenómenos sociales dentro de las coordenadas que
trazan las grandes líneas interpretativas, se conjuga con el requisito
de abordar los fenómenos sociales e históricos desde una determinada
idea de totalidad. En rasgos muy generales, entendemos por totali-
dad una mirada que no solo contemple en sus principales tendencias
los factores y contradicciones que juegan en una sociedad determi-
nada sino, además, la articulación de estos procesos en su relación
con otras sociedades, con la dinámica internacional en un momento
histórico dado (Argumedo, 1987). No se trata de reivindicar entonces
una idea de totalidad cerrada sobre sí misma ni de ignorar la obvia
dificultad de incluir todos los factores que intervienen en los procesos
históricos y sociales. La noción de totalidad que utilizamos pretende
recuperar una visión comprensiva, abierta y dinámica, que cuestio-
ne las interpretaciones parcializadas y permita incluir lo excluido,
señalar los silencios. Una idea de totalidad que reconoce la riqueza
y complejidad del desarrollo de las sociedades y plantea la elabora-
ción de hipótesis, diagnósticos o supuestos acerca de las tendencias
fundamentales que actúan en los fenómenos sociales, sin caer en un
generalismo abstracto o en negar la relativa autonomía con que puede
encararse el conocimiento y la investigación de aspectos específicos.
Uno de los instrumentos más típicos de distorsión y encubrimien-
to de las realidades sociales ha sido el aislamiento de los hechos par-
ticulares, eludiendo su articulación con contextos más amplios o la
inclusión de otros elementos que muchas veces tienden a reformular
drásticamente el diagnóstico de una situación dada. No casualmente
las vertientes de origen liberal son las que más enfatizan la parcializa-
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Matrices y paradigmas
La idea de matriz de pensamiento presenta algunas similitudes y sig-
nificativas diferencias con el concepto de paradigma elaborado por
T. S. Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas. Vinculado
fundamentalmente con el estudio histórico de las ciencias exactas y
naturales, el paradigma hace referencia a “las realizaciones científicas
universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcio-
nan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica”
(Kuhn, 1983), y conlleva teorías, métodos y normas de investigación
casi siempre inseparables entre sí. Esta herramienta conceptual es
especialmente rica para aproximarse al origen de las controversias
existentes en el campo de las ciencias; detectar los momentos de cri-
sis y ruptura de determinados modelos que han sido predominantes
en su desarrollo e indicar la emergencia de nuevos lineamientos que
transforman rotundamente los marcos en los cuales hasta entonces se
habían procesado las investigaciones científicas.
Kuhn señala explícitamente que en su esquema no ha sido con-
siderado el papel que desempeñan el progreso tecnológico o las con-
diciones externas —sociales, económicas o intelectuales— en la evo-
lución de las ciencias. La propuesta tiende más bien a romper con
ciertas ideas acerca del carácter lineal y acumulativo del desarrollo
científico, haciendo resaltar los decisivos cambios que se producen en
las teorías explicativas, en las formas de percibir los interrogantes y
las hipótesis y en los métodos de investigación, a partir de las llamadas
“revoluciones científicas”. Tales revoluciones dan lugar a transforma-
ciones significativas del mundo en el que se llevaba a cabo el trabajo
científico anterior, donde predominaban determinadas normas para
el desarrollo de la “ciencia normal”, es decir, la práctica investigativa
cuyos fundamentos no son puestos en cuestión. Empero, cuando en
una ciencia exacta o natural un individuo o grupo produce una nueva
síntesis capaz de atraer a la mayoría de los profesionales de la genera-
ción siguiente, las escuelas más antiguas desaparecen gradualmente.
Se ha producido entonces una “revolución científica” que establece
nuevas pautas de investigación y promueve la ciencia normal sobre
carriles diferentes, donde vuelven a predominar los temas acotados,
los estudios detallados y en profundidad, que van enriqueciendo las
líneas trazadas por el nuevo paradigma o reformulando sobre estas
bases los interrogantes anteriores; tratando de ajustar y resolver las
ambigüedades, de dar respuesta a los enigmas formulados, de pre-
cisar con creciente rigurosidad las coordenadas establecidas por el
paradigma emergente.
El instrumento elaborado por Kuhn es sugestivo también para
orientar ciertas problemáticas de las ciencias sociales, precisamente
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Nuestra tesis será (por el momento, para los adultos) que un sujeto
enfrenta al mundo de la experiencia con un arsenal de instrumentos
cognoscitivos que le permiten asimilar, por consiguiente interpretar,
los datos que recibe de los objetos circundantes, pero también asimilar
la información que le es transmitida por la sociedad en la cual está in-
merso. Esta última información se refiere a objetos y a situaciones ya
interpretadas por dicha sociedad… A partir de la adolescencia, cuando
se han desarrollado las estructuras lógicas fundamentales que habrán
de constituir los instrumentos básicos de .su desarrollo cognoscitivo
posterior, el sujeto dispone ya, además de dichos instrumentos, de una
concepción del mundo (Weltanschaung) que condiciona la asimilación
ulterior de cualquier experiencia. Esta concepción del mundo actúa a
diferentes niveles y de diferente manera en cada nivel. (Piaget y García,
1984; Ribeiro, 1991)
Matrices y “epistemes”
No obstante las dificultades para aprehender el concepto de episte-
me utilizado por Foucault (1986) —esas estructuras profundas, sub-
yacentes, que delimitan al campo más amplio del conocimiento y la
percepción en una época histórica determinada— es válido interro-
garnos acerca de las relaciones del concepto de matrices con esa idea.
Foucault señala que en la episteme no interesan las eventuales cone-
xiones internas que obedezcan a una especie de armonía preestableci-
da; importa, sobre todo, remarcar las discontinuidades, las rupturas,
la dispersión que caracteriza al campo epistemológico predominante
en un período de la historia. Indica expresamente que no es posible
establecer líneas de continuidad o progreso histórico dentro de una
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Así, desde esa Edad Moderna iniciada al promediar el siglo XV, las
cosmovisiones que se sucedieron en la hegemonía cultural de Occi-
dente tendieron a autoconcebirse como integrantes de la expresión
verdadera, exclusiva, del pensamiento humano. La superioridad euro-
pea —tanto bajo sus formas religiosas como más tarde bajo el Ilumi-
nismo y la Razón, la civilización y el progreso, la modernización o el
desarrollo— relegaría a la categoría de residuos de la historia, de ex-
presiones primitivas, de manifestaciones de la barbarie, a los pueblos
que integraban las vastas regiones sometidas a su dominio imperial.
Es lo que reiteran diversos escritos, interrogándose sobre el verdadero
significado del “encuentro” entre Europa y nuestras tierras:
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Durante siglos Europa había preparado a gran parte de sus hijos para
ser dominadores de otros pueblos, para hacerlo desde una certeza: la
superioridad de lo propio. Las conciencias habían sido largamente tra-
bajadas. Primero fue la recuperación del Santo Sepulcro en manos de
los infieles; luego las guerras contra árabes y turcos. Para defenderse
de los enemigos peligrosos que profesaban otras religiones, hablaban
otras lenguas y ejercían otras modalidades de vida, los grupos domi-
nantes de Europa habían machacado: la propia fe es la verdadera, la
propia razón era la razón humana por excelencia… Prácticas, actitu-
des, visiones e imaginaciones eran algo más que exclusivo patrimonio
de españoles y portugueses. Están ahí los conquistadores holandeses,
ingleses y franceses para corroborarlo… (Pomer, 1988)
Una transepisteme entonces que hunde sus raíces en las vetas dis-
criminatorias del pensamiento platónico y en las formulaciones de
Aristóteles sobre los bárbaros. Que se extiende hacia el presente pe-
netrando las visiones contemporáneas en múltiples aspectos, legiti-
mando silencios, negando en última instancia el reconocimiento de
la historicidad de estas regiones; que impregna el pensamiento de las
clases dominantes y de una parte significativa de las elites ilustradas
de América Latina:
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